Logo Studenta

12 Malala, la niña más fuerte que el miedo (Artículo) autor Le Monde diplomatique

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

E
l 14 de agosto de 1990 Chile rati-
ficó la Convención Internacional 
sobre los Derechos del Niño. En 
este agosto de 2015 se cumplie-
ron 25 años de este hecho que redefinió el 
estatus de los niños y niñas en nuestro Es-
tado Democrático como “sujetos de dere-
chos” (1) e impuso la responsabilidad es-
tatal de implementar las condiciones ne-
cesarias para garantizar el goce y ejercicio 
de sus derechos. 
La Convención sobre los Derechos del 
Niño es un instrumento internacional de 
rango constitucional de acuerdo a lo seña-
lado en artículo 5 de la Constitución de la 
República Chile (2). En este marco el cui-
dado de las nuevas generaciones se vin-
cula con cuestiones normativas, es decir, 
con formas de salvaguardar la igualdad y 
universalidad del goce y ejercicio de dere-
chos para todos los niños, niñas y adoles-
centes, por lo tanto, la familia no es la úni-
ca responsable de ello, sino que se pone en 
juego un modelo de justicia social bajo la 
premisa de co-responsabilidad del Esta-
do, la familia y la sociedad en general.
El reconocimiento de sujeto de dere-
chos, supone el reconocimiento social 
de la capacidad de acción autónoma del 
ser humano. Esta capacidad se manifies-
ta desde que el niño o niña nace, llora y 
clama exigiendo a sus padres, el abrazo, 
la alimentación y todas aquellas condi-
ciones que aseguran su superviviencia, 
bienestar y desarrollo pleno. Parecie-
se que desde que el bebé aparece en el 
mundo, estuviera seguro que él es un su-
jeto. A pesar de su corta edad es activo en 
participar en las decisiones que le con-
ciernen y así la madre lo mece, el bebé 
llora, el padre lo muda y sigue llorando, 
se muestra incómodo, llega la abuela lo 
arropa, le canta una canción y el bebé se 
tranquiliza, por fin alguien ha compren-
dido su subjetividad y el niño se ha agen-
ciado condiciones más propicias para su 
bienestar en ese momento. 
Esta capacidad de acción de los niños 
y niñas, no solo se manifiesta por interés 
individual, sino también en pos de un in-
terés colectivo, es decir los niños y niñas 
pueden ejercer una ciudadanía activa 
frente a exclusiones del goce y ejercicio 
de derechos que afectan a colectivos de 
niños y niñas. Un ejemplo notable es el de 
Malala, quien nació en 1997 en la ciudad 
de Mingora, Pakistan. Hija de Toorpekai 
y Ziauddin Yousafzai tiene dos hermanos 
menores, todos pertenecen a la etnia pas-
tun. Cuando Malala nació, nadie felicitó 
a su padre y los habitantes de la aldea se 
compadecieron de su madre, para los de 
su etnia, el que naciera una niña era una 
desgracia. Nació casi al alba, lo que los 
pashtunes consideraban como buen au-
gurio. Malala nació llorando y dando pa-
tadas, “sé que esta niña es distinta” decía 
su padre. La nombró Malala, como la ma-
yor heroína de Afganistán.
El padre de Malala, era un soñador, un 
hombre que pensaba la vida en libertad, 
un hombre que consideraba que la edu-
cación era esencial en la construcción de 
una sociedad ya que a través de ella, las 
personas estarían en condiciones de ele-
gir a buenos gobernantes. Con esa visión 
del mundo, abierta y basada en la equidad 
es que Ziauddin junto a Toorpekai criaron 
a Malala. Ziauddin a pesar de su pobreza, 
siempre se interesó por el estudio, gracias 
a su tenacidad y esfuerzo logró graduarse 
de maestro y fundó su propia escuela, en 
la que se educó Malala. 
Cuando Malala tenía 9 años, los tali-
banes llegaron a su aldea. Al poco tiem-
po, estos comenzaron a expandir la idea 
de que las niñas no debían asistir a la es-
cuela. Tan fuerte calaron estas ideas, que 
incluso en la escuela de Ziauddin, algu-
nos maestros comenzaron a negarse a 
enseñar a las niñas. En la aldea, los tali-
banes comenzaron a prohibir a las muje-
res a salir de sus casas, a ir al mercado, a 
la peluquería, en cuanto a los niños y ni-
ñas, estaban muy disgustados ya que no 
podían ver películas ni escuchar la mú-
sica que les gustaba, ni tampoco era posi-
ble acceder a las vacunas.
Un día, la familia de Malala fue de visita 
a la aldea del abuelo, de vuelta a casa en-
contraron un mensaje pegado en la puer-
ta de la escuela: - Debéis cerrar la escue-
la, esta escuela es occidental e infiel, entre 
sus alumnos hay niñas y el uniforme es an-
ti islámico. Esta situación más que intimi-
dar a Ziauddin le dio la fuerza para luchar 
en contra de estas ideas y al día siguiente 
escribió al diario local, defendiendo el de-
recho a la educación.
Cada vez el ambiente empeoraba más, 
ir a la escuela era lo único bueno del día 
y aunque debían ir medias escondidas, ta-
padas y con los libros escondidos bajo el 
velo, llegar a la escuela era lo mejor que les 
podía pasar. La escuela se convirtió para 
Malala y sus amigas en un refugio de los 
horrores de afuera y ahí dentro las niñas 
podían seguir soñando. La mayoría de las 
niñas de la clase querían ser médicos pe-
ro Malala decidió en ese tiempo que sería 
inventora y construiría una maquina anti-
talibanes y otra que destruyera sus armas. 
Cuando se iniciaron los ataques a las 
escuelas, Malala le pregunto a su padre: 
-¿Ahora tienes miedo?- y su padre le con-
testo:- «De noche, nuestro temor es fuer-
te, Malala -repuso-, pero por la mañana, a 
la luz, volvemos a encontrar el valor» (3). 
Estos consejos fueron desarrollando en 
Malala una fuerza especial que radicaba 
en la certeza de que lo justo era que se res-
petaran todos los derechos humanos.
A pesar del miedo y del clima hostil, 
Malala comenzó a participar en entrevis-
tas para canales de televisión. Ella y otras 
niñas, apoyada por sus padres y maestros, 
comenzaron a contar cómo era vivir en un 
lugar donde se les prohíba estudiar y así 
hablaba frente a las cámaras e interpelaba 
a los talibanes:- “¿Cómo se atreven los ta-
libanes a privarme de mi derecho básico a 
la educación?”. La destrucción en las es-
cuelas continuaba y hacia fines del 2008, 
los talibanes ya habían destruído mas de 
400 escuelas y anunciaron por la radio, que 
desde ese momento se cerrarían todas las 
escuelas de niñas. Ante esto Malala pensa-
ba:- “Los talibanes podrían arrebatarnos 
los bolígrafos y los libros, pero no podrán 
impedir que nuestras mentes piensen”.
Como niña que era, cuando oía los ca-
ñones su corazón latía muy deprisa. A ve-
ces tenía miedo, pero no decía nada y no 
dejaba de ir a la escuela. Malala trataba de 
distraerse leyendo la Breve historia del 
tiempo, de Stephen Hawkins, que respon-
día a grandes interrogantes sobre cómo 
había comenzado el universo y si se podía 
retroceder en el tiempo. Sólo tenía once 
años y ya deseaba que fuera posible.
Un buen día contacta a su padre un 
corresponsal de la BBC que estaba bus-
cando a una niña que escribiera un diario 
acerca de la vida bajo el poder de los tali-
banes. Malala comenzó a escribir el diario 
bajo el seudónimo de GulMakai, que sig-
nifica «azulina» y es el nombre de la heroí-
na de una popular leyenda pashtun.
La primera publicación de su diario 
apareció el 3 de enero de 2009 con el títu-
lo “TENGO MIEDO”. «Ayer noche tuve un 
sueño terrible lleno de helicópteros milita-
res y talibanes. He tenido sueños así desde 
que comenzó la operación militar en Swat». 
Decía que tenía miedo de ir a la escuela por 
el edicto talibán y que miraba a sus espaldas 
todo el tiempo. También escribió sobre algo 
que ocurrió cuando regresaba de la escuela. 
«Oí a un hombre detrás de mí que decía ‘Te 
mataré’. Apreté el paso y durante un rato 
miré hacia atrás a ver si me seguía». Con 12 
años, Malala se convertía en la voz de miles 
de niñas a quienes se les estaba negando su 
derecho a la educación.
Su fuerza creció junto con su convic-
ción y aunque nadie sabía que ella era la 
que escribía, empezó a ver que el lápiz y 
las palabras pueden ser mucho más pode-
rosas que las ametralladoras, los tanques 
o los helicópteros. Estaba aprendiendo a 
defender sus derechos y los de todos.
A sus 15 años fue víctima de un atenta-
do por parte de un miliciano talibán, el que 
subió al autobús en el que Malala viajaba 
desdela escuela a su casa y tras preguntar: 
¿Quién es Malala? disparó tres veces en 
contra de la niña. Fue trasladada en heli-
cóptero a un hospital donde la intervinie-
ron quirúrgicamente y luego fue traslada-
da junto a su familia a Inglaterra en donde 
fue sometida a nuevas intervenciones. 
En 2013, estaba allí, en la ONU y desde 
la misma tribuna que ha sido ocupada por 
grandes líderes del mundo habló: “Los te-
rroristas pensaron que cambiarían nues-
tros objetivos y frenarían nuestras ambi-
ciones pero nada cambió en mi vida ex-
cepto esto: la debilidad, el miedo y la des-
esperanza murieron, la fuerza, el poder y 
el valor nacieron”. Emociono a un mundo 
entero, era solo una niña y tenía la fuerza 
de un gigante para derrotar el miedo. 
Al año siguiente recibió el Premio No-
bel de la Paz, convirtiéndose en la pri-
mera niña en recibir tal reconocimiento. 
Como Malala, en el mundo, millones de 
niños y niñas son privados de sus dere-
chos, todos y cada uno de ellos tienen en 
su cuerpo y en su alma la vivencia de la 
injusticia. Escuchar sus voces y darles 
valor, contribuye a la construcción de un 
mundo más justo para todos. g
1. Ministerio de Relaciones Exteriores. (1990) 
Decreto 830. Promulga la Convención sobre los 
Derechos del Niño. 
2. El artículo 5 de la Constitución de la República de 
Chile, establece “El ejercicio de la soberanía reconoce 
como limitación el respeto a los derechos esenciales 
que emana de la naturaleza humana. Es deber de los 
órganos del Estado respetar y promover tales derechos, 
garantizados por esta Constitución, así como por los 
tratados internacionales ratificados por Chile y que se 
encuentren vigentes”. 
Constitución Política de la república de Chile. 
www.leychile.cl/Navegar?idNorma=242302&r=1. 
Consultada el 8 de Agosto de 2015.
3. Lamb, C. ; Yousafzai, M. (2014) Yo soy Malala. 
Ed. Alianza.
Malala, la niña más fuerte que el miedo
LE MONDE diplomatique | septiembre 2015 | 37
Secretaría Ejecutiva del Consejo Nacional de la Infancia
 7 CUENTOS DE NIÑOS Y NIÑAS
Michael Wright-Morgado, Lesa humanidad, 2014

Continuar navegando

Otros materiales