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Tesis para aspirar a grado en Filosofía 
Juan José Triviño Cárdenas 
 
 
 
 
 
 
La idea del Bien y la moral 
¿Tiene la idea del Bien un carácter moral en La República? 
 
 
 
 
 
 
 
Director de la tesis: Sergio Reinel Ariza Rodríguez 
Jurado de la tesis: Brian Philip Marrin 
 
 
 
 
 
 
 
Universidad de los Andes 
Departamento de Filosofía 
Bogotá, Colombia 
2016 
1	
 
Tabla de contenidos 
 
Introducción……………………………………………………………………………......…..3 
1. Posturas a favor del carácter moral de la idea del Bien……………………………………..5 
2. El filósofo como aquél que ve algo que los otros no ven………………………………….10 
3. La decisión moral del filósofo……………………………………………………………..16 
 3.1. Una aproximación de Nicholas White a este pasaje (519d-521a)……….………19 
Conclusiones………………………………………………………………………………….21 
Bibliografía…………………………………………………………………………………...23 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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3	
Introducción 
 
A lo largo de los libros VI y VII de La República, Platón habla de la idea del Bien y parece 
ubicarla por encima de las demás ideas y cosas del mundo. Esta es aquella por la cual todas las 
cosas se vuelven útiles y beneficiosas y, sin su conocimiento, ningún otro conocimiento tendría 
valor para nosotros (505a-b). Tanto epistemológica como ontológicamente, parece tomar la 
posición más importante en la teoría platónica; ella es la causante del ser misma de las cosas y 
también le da la capacidad de conocer las cosas que son a quien tiene conocimiento de ella (508e-
509c). Ahora bien, dadas estas circunstancias, la pregunta que se va a plantear en este trabajo es la 
siguiente: ¿llega esta altísima idea, que es descrita con tan altas cualidades, a tomar también un 
carácter moral en La República? Debido a que la idea del Bien llega a ser puesta en un lugar tan 
alto y parece llegar a ser un concepto tan abstracto, para algunos, la respuesta parece ser que no. 
Incluso, por la oscuridad del concepto podría decirse que la idea del Bien no tiene ninguna función 
en La República y, como lo señala Gerasimos Santas, esa es la razón por la que varios pensadores 
hayan llegado a decir que no hay nada en esta idea y que simplemente se trata de “metáforas, 
nubes, y humo” (Santas, 2001. p. 168). Aristóteles llega inclusive a decir, en su Ética Nicomaquea, 
que la idea del Bien platónico no tiene uso alguno. Según él, esto pasa porque, si bien todas las 
ciencias se dirigen hacia algún bien, estas “dejan de lado el conocimiento de este” (EN, 1097a5-7). 
En efecto, no se sabe cómo una persona como el tejedor o el carpintero se benefician en su propia 
técnica de este bien en sí (EN, 1097a 9-11). 
 
 De modo similar, Terry Penner cree que la idea del Bien no es ningún bien moral, intrínseco o 
místico sino que es simplemente la idea del beneficio o la ventaja. Lo que Penner propone es que 
hay una especie de identidad entre el interés propio de cada individuo, la felicidad, y la idea del 
Bien. El autor explica que esta última es lo mismo que la felicidad humana y, esta felicidad, a su 
vez, es lo mismo que el interés propio de cada persona. Esto quiere decir que, por analogía, la idea 
del Bien es lo mismo que el interés o beneficio propio de cada persona particular. La teoría ética 
de Platón es, de acuerdo con esto, muy similar a la ética socrática en el sentido en que la persona 
justa, si no es impedida por factores irracionales, actuará tratando de asegurar su propio beneficio 
individual (Penner, 2007. p. 101). Tanto el intelectualismo socrático como la teoría ética de Platón 
terminan siendo deterministas. En Sócrates todas las acciones motivadas son determinadas por el 
4	
deseo, común en todos, del bien propio como un bien último; y en La República todas las acciones 
racionales son motivadas por el deseo del bien propio que es el mismo fin último. En ambas 
teorías el individuo busca su propio beneficio y, si en Platón hay una idea como la del Bien, esta 
no es más que la idea del beneficio mismo. Si se procede de esta manera, se puede ver, entonces, 
que en la teoría del bien de Platón no hay espacio para valores, normas o principios morales. Todo 
es factual y parte de una ciencia teleológica -de medios y fines (Penner, 2007. p. 104). 
 
 Esto señala que la idea del Bien no es más que un simple término que no trae consecuencias 
místicas o morales. Sin embargo, otros estudios modernos sobre la metafísica de Platón han 
llevado a pensar lo contrario. Autores como Richard Kraut, Nicholas White y Gerasimos Santas, 
plantean que allí, en dicha idea, se encuentra una autentica teoría del bien y que la altísima idea del 
Bien sí toma un carácter moral. Ahora bien, yo me inclino por apoyar esta última perspectiva 
optimista sobre la fuerza moral de la idea del Bien porque considero que esta idea juega un papel 
evidente a la hora de actuar justamente en el caso del filósofo y termina siendo fundamental a la 
hora de decidir entre lo que está bien y lo que está mal. Por esto, en este trabajo se tratará de 
demostrar que realmente, en La República, la idea del Bien puede tener alguna consecuencia o uso 
moral. En el primer capítulo, se expondrán las posturas de los autores que defienden a esta idea 
como un concepto moral. En el segundo capítulo, se explicará cómo, gracias a la idea del Bien, es 
el filósofo la persona más buena y justa que hay. Y, en el tercer capítulo, se analizará y expondrá 
la prueba de un acto justo que parece estar influenciado por la idea del Bien en La República. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5	
1 
Posturas a favor del carácter moral de la idea del Bien 
 
Hay diferentes lecturas que han surgido en defensa del carácter moral de esta idea del Bien. En 
este capítulo se examinarán principalmente tres. Primero, se hablará sobre la interpretación de tipo 
deontológica sobre esta idea que defiende Nicholas White. Después, se explicará la lectura 
funcionalista y perfeccionista de esta idea que respalda Gerasimos Santas. Y, finalmente, se 
hablará sobre la mirada inspiracionista y psicológica que Richard Kraut tiene de esta idea. 
 
Para Nicholas White, la idea del Bien es moral porque proporciona una pauta o modelo para 
decidir bien y establece una especie de deber en la acción. Según él, Platón cree que esta idea da el 
criterio último para ser usado en el ejercicio de la razón práctica y ayuda a resolver conflictos 
proporcionando un entendimiento mayor sobre los diferentes bienes del mundo y lo que significa 
el bien mismo (White. 1979. p 47). En otras palabras, esta idea hace que se pueda valorar lo recto 
pues el conocimiento que da permite saber qué es lo que más se acerca, en el mundo sensible, a 
esta idea del Bien que White califica como un bien absoluto. Quien conoce esta idea sabe que esta 
se encuentra por encima de cualquier bien o beneficio que haya en el mundo sensible y no se 
limita a ser buena simplemente para alguien o en un caso especifico. Los deseos y los apetitos 
terminan siendo sobrepasados pues se sabe que hay algo mayor y más valioso que estos. De esta 
manera, esta idea obliga a pasar por encima de cualquier decisión que signifique un bien particular 
para poder escoger lo más cercano al bien absoluto. Se convierte así en la guía para actuar y llega 
incluso a tomar predominancia sobre los demás criterios evaluativos (White. 1979. p. 54). Una 
explicación más amplia del pensamiento de White será tratada más adelante en el tercer capítulo. 
 
Gerasimos Santas enfatiza que la idea el Bien es la causante del bien en todas las ideas y las 
cosas de este mundo. Según este autor, la idea del hombre y el hombre mismo, en su función de 
ser hombre, son buenos en la medida en que se relacionan con esta idea del Bien; esta es la idea 
que le ayuda al hombre a juzgar correctamente y, en ese sentido, lo guía en su camino para obrar 
bien (Santas,2001. p. 191). 
 
6	
En primer lugar, Santas explica que las ideas le dan a las cosas del mundo su esencia y su 
bondad o virtud (Santas, 2001, p. 184). Es por el parecido que las cosas tengan a su idea 
correspondiente que son virtuosas. Sin embargo, cabe preguntar ¿qué tiene que ver esta cualidad 
de las ideas y de las cosas sensibles con la idea de Bien? Para responder esto Santas nos recuerda 
que las ideas son los mejores objetos de su tipo. Así, cuando pensamos en la idea del círculo, no 
hay mejor círculo que pueda ser concebido. De la misma manera, la idea del hombre es el mejor 
hombre que puede haber; la idea de la justicia es la mayor justicia; y la idea de la belleza es la 
mayor belleza. Ahora bien, de manera que las ideas son los mejores objetos de su tipo, “then 
according to the theory of forms (the one-over-many principle (596a)), there must be a single form 
by virtue of which they all have this attribute; and in view of the fact that this attribute is bestness 
of kind, that form must be the form of the good” (Santas, 2001. p. 185.). De esta manera, se 
entiende que la idea del Bien es como la idea de las otras ideas o “the form of forms” (Santas, 
2001. p. 186), y se ubica, justificadamente, en la cima de la línea divida, en el lugar más 
importante en la alegoría del sol, y al final de la caverna. Esta también se afirma como la causa del 
ser de las otras ideas y como causa de su atributo de ser las mejores de cada clase. Es decir, las 
ideas son las mejores de su clase por participar de la idea del Bien. Y por esta razón, 
analógicamente, la bondad de las cosas sensibles, al ser causada por su participación en las ideas, 
también se debe en última instancia a la idea del Bien. 
 
En términos de función, la buena realización de una función (virtud) para una cosa sensible es 
determinada por la cercanía que esta tenga con la idea correspondiente; y el hecho de que la idea 
en sí sea buena es algo causado por la idea del Bien. Así, esta es causante tanto de la bondad de las 
ideas como de la buena funcionalidad de las cosas del mundo sensible. Un hombre, por ejemplo, 
es un buen hombre en tanto que participa de la idea de hombre, y la idea del hombre es buena en 
tanto que participa de la idea del Bien. Por esto se puede decir que la bondad del hombre se debe 
indirectamente a la idea del Bien. Ahora bien, según Santas un hombre bueno actúa y decide 
moralmente porque sus acciones y decisiones apuntan a la mejor manera de actuar y decidir. El 
hombre juzga lo que está bien en la medida en que sus juicios se acercan y coinciden con el modo 
perfecto de juzgar que es determinado por la idea del Bien (Santas, 2001. p. 191). Lo que Santas 
propone es como una unión entre la teoría funcionalista del bien en Platón y el bien perfeccionista 
que es determinado por la metafísica. De acuerdo con todo lo anterior, el mejor modo de actuar, de 
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juzgar y de vivir para un hombre es determinado por lo que signifique ser el mejor hombre posible. 
Y ser el mejor hombre posible es algo que es determinado, a su vez, por el nivel de semejanza con 
las ideas y la idea del Bien (Santas, 2001. Pp. 190-191). 
 
Una perspectiva similar a esta la tiene Richard Kraut. Él cree que el conocimiento de las ideas y 
de la idea del Bien da una mejoría sustancial en la vida porque dan un entendimiento o una 
sensibilidad para saber cómo actuar y decidir bien en circunstancias particulares. De esta manera, 
estas toman una fuerza moral y práctica en quien tiene conocimiento de ellas, es decir, en el 
filósofo. 
 
Kraut explica que la idea del Bien y las otras ideas tienen este efecto moral y práctico porque 
separan a las personas de la creencia de que los objetos ordinarios que ellas persiguen— como los 
placeres, los honores o las cosas materiales— son los únicos bienes que hay (Kraut, 1992. p. 319). 
Las hace ver la realidad y las hace mirar más allá, reconociendo otro tipo de bienes mayores. Así, 
cuando las personas se dan cuenta de la existencia de las ideas, que son el mayor bien que hay, 
estas cambian su vida porque es su deber y su mayor deseo empezar a entenderlas, amarlas e 
imitarlas. Por eso es que Platón piensa que al filósofo le va mucho mejor y es mucho más feliz, 
habiendo escapado de su limitada existencia engañosa, que la persona común. Y es que, el 
descubrimiento de las ideas toma tal importancia que se convierte en el bien más grande que uno 
debe tener para ser feliz y, la razón, siendo el instrumento que permite el conocimiento de las 
ideas, se convierte en la capacidad más valiosa. La vida intelectiva del filósofo termina siendo la 
mejor vida gracias a la idea del Bien y las otras ideas. 
 
El hecho de que las ideas y la idea del Bien tengan la capacidad de cambiar la vida de una 
persona puede parecer confuso porque son ideas que los hombres no poseen ni con las que 
tampoco tienen contacto. Sin embargo, este argumento se vuelve mucho más claro si pensamos, 
por ejemplo, en una persona importante y que marcó nuestras vidas. Esta persona, así no la 
conozcamos personalmente, puede tener gran influencia sobre nosotros porque es alguien que 
amamos y admiramos, de manera que disfrutamos estudiando su vida. Así es la relación que se 
tiene con las ideas según Kraut; el Bien, así el filósofo no lo posea, es una figura de inspiración 
para este y su vida mejora simplemente porque lo conoce, lo ama, y lo imita (Kraut, 1992. p. 321.). 
8	
 
No obstante, así un hombre o una cosa trate de imitar las ideas y el Bien, aún podemos 
preguntar ¿qué es para una cosa ser buena? Platón no nos da una respuesta clara a esta pregunta 
porque en ninguna parte nos dice explícitamente qué significa ser bueno. Sin embargo, para Kraut, 
la respuesta más cercana se encuentra en la discusión de los libros I a IV sobre la armonía que 
presentan los cuerpos, el alma, y las organizaciones políticas. Para él, la salud y la buena condición 
de un cuerpo significa tener cierta armonía entre sus elementos; la justicia y la buena condición del 
alma consiste en tener cierta armonía entre sus partes; y, de esa manera, la buena condición de 
cualquier cosa consiste en tener orden o proporción entre sus elementos (Kraut, 1992. p 322). De 
acuerdo con esto, la bondad de las ideas también consiste en tener armonía, balance y proporción; 
y, de hecho, su superioridad ante las cosas sensibles, consiste en poseer estas características en el 
más alto grado. Ahora bien, a pesar de todo esto, pensar que el bien para Platón consiste en este 
tipo de armonía y orden puede ser un error de interpretación. Él nunca nos dice qué orden o 
configuración es el que un alma o una persona debe tener para ser justo y bueno. No obstante, 
Kraut insiste en esta concepción de justicia y bien como equivalentes a armonía psicológica y, 
además, señala que, si bien Platón explícitamente no dice nada sobre eso, él respondería a 
cualquier duda al respecto diciendo que la bondad consiste indudablemente en un tipo de orden y 
que el mayor bien de todos consiste en tener el orden y la armonía más parecido al que tienen las 
ideas (Kraut, 1992. p. 323). Y es que, como Platón dice en 500c, el filósofo, conociendo las ideas 
que nunca cambian, están siempre bien dispuestas, no cometen injusticias entre sí, y se conservan 
siempre en orden, se dedica a imitarlas volviéndose él mismo armónico y ordenado. Él sabe que 
ese orden supera incluso los patrones de las estrellas y el cielo, y quiere volverse igualmente 
ordenado (Kraut, 1992. p. 323). 
 
El conocimiento que tiene el filósofo del orden divino transforma entonces sus actitudes, deseos 
y apetitos, lo cual lo forma mejor para la vida social y para poder tomar decisiones (Kraut, 1992. p. 
323). Se trata de una influencia psicológica que le da a este un modelo en el cual basarse para ser 
mejor. Se transforma su vida y se transforma su carácter y termina siendo el más apto para actuar 
correctamentey para decidir siempre bien porque este, como lo dice Kraut, “can see more clearly 
tan others what need to be done in particular circumstances” (Kraut, 1992. p. 324). Y por esa razón 
es que en 519d-521a, cuando se le impone la obligación de gobernar, el filósofo actúa moralmente 
9	
y decide seguir este mandato1. Él está dispuesto a hacer lo justo y lo que está bien, haciendo su 
parte por la ciudad, porque es el único capaz de ver cómo sus acciones tienden y se acercan a lo 
que está realmente bien. En otras palabras, actúa moralmente porque es el único que puede actuar 
y guiar su vida teniendo como modelo el orden más perfecto que hay (Kraut, 1992. Pp. 329 & 
Kraut, 1991. Pp. 51-54). 
 
Llegamos así a que la bondad humana y el buen modo de actuar están conectados con un bien 
externo a las personas que Platón identifica como las ideas y la idea del Bien. Estas inspiran a los 
hombres a actuar justamente mostrándoles la armonía divina; y esta inspiración es capaz de eso 
porque tiene la fuerza e influencia psicológica de moldear los instintos, los deseos, y los apetitos 
de las personas. Una persona de este tipo tendrá paz y armonía interna y, en sus decisiones, 
siempre tenderá a elegir correctamente. Y es que, como lo dice Kraut, tener una condición 
psicológica adecuada consiste en tener la capacidad de apreciar los objetos de valor que hay por 
fuera de uno de manera que uno sea sensible en determinar qué es lo realmente bueno rechazando, 
asimismo, los placeres como el deseo de poder, la satisfacción de apetitos sexuales, o la 
acumulación de riquezas (Kraut, 1992. p. 329). En efecto, “one of the things we look for, when we 
seek a paradigm of the just person, is someone who has these intellectual and affective skills” 
(Kraut, 1992. p. 324). Y, por eso es que el filósofo se convierte, no solo en una persona justa, sino 
en la persona más justa que hay o, en otras palabras, en el paradigma del hombre justo. 
 
A manera de recuento, tenemos entonces que la idea del Bien puede ser identificada con el bien 
moral de las personas por diferentes razones. Según White, esta idea proporciona un criterio para 
actuar bien y establece una especie de deber en la acción. Según Santas, esta idea es la que 
determina cómo decidir y actuar justamente pues determina cuál es el modo perfecto en que un 
hombre, en su función de hombre, debe juzgar. Según la interpretación de Kraut, la idea del Bien 
cambia a las personas en la medida en que las vuelve más moderadas y justas, y en la medida en 
que les enseña cómo valorar el bien. Y, por otro lado, está la posición de Terry Penner, que dice 
que ninguna concepción moral de esta idea del Bien es posible ya que esta representa simplemente 
el beneficio propio y la ventaja. 
																																																								
1	Este, curiosamente, es el único caso de La República en que Platón nos da un auténtico caso de decisión 
moral. 519d-521a.	
10	
2 
El filósofo como aquél que ve algo que los otros no ven 
 
Platón habla del filósofo como aquel que se diferencia del resto de las personas porque puede 
ver mejor que los demás (520c-d). Él puede mirar hacia lo alto y puede conocer las cosas de real 
valor. Puede conocer las ideas y la idea del Bien y, así no sea claro cuál es el efecto que estas ideas 
tienen sobre él, es claro que sí lo influyen y lo cambian de alguna manera. En este capítulo 
presentaré una lectura propia de la influencia que la idea del Bien ejerce sobre el filósofo y 
explicaré específicamente de qué tipo de influencia se trata. Se intentará, a lo largo del capítulo, 
probar que esta influencia es de tipo moral y, con los elementos que se irán presentando, se 
expondrá una crítica a las interpretaciones de Gerasimos Santas y Richard Kraut. 
 
Específicamente, cuando el filósofo pasa a conocer las ideas es que se empiezan a dar los 
mayores cambios en él y, aunque esos cambios no sean aun específicamente morales, sí son 
cambios que lo van adaptando para después convertirse en un ser justo y bueno. Estos cambios, 
como lo explicaré a continuación, son cambios principalmente epistemológicos. Desde el libro VI, 
describiendo la naturaleza de los filósofos, Platón dice que ellos no se quedan en las opiniones 
sino que van hacia el conocimiento real y hacia lo que es cada cosa. Así como el capitán que 
Platón describe en el pasaje del barco del estado y que tiene los conocimientos de la navegación 
pero es viejo y medio ciego, al filósofo le faltan habilidades materiales pero tiene verdadero 
conocimiento (488a-489b). La grandeza de este no se basa en el conocimiento del devenir de las 
cosas de este mundo sino en el verdadero conocimiento de las cosas que siempre son y que nunca 
cambian; él mira a lo alto y por eso es llamado inútil. Él no se queda en lo corporal ni en la 
multiplicidad sino que apunta a conocer de modo perfecto “lo que es” (487a, 490b, 521d). Por eso, 
a diferencia de la muchedumbre, el filósofo puede decir qué son las cosas realmente; él puede 
decir qué es lo bello y lo justo. Es decir, conoce las ideas y, de esa manera, como el capitán del 
barco, tiene la mejor guía de todas y puede actuar y juzgar mejor que el resto. Él ve algo que la 
gente normal no ve; rechaza las cosas que los demás juzgan como buenas y valiosas porque puede 
ver algo mayor y de más valor (540d8-9). Y así, como ningún otro, puede discriminar y escoger 
qué es lo realmente bueno, pues es el único que conoce las ideas y la idea del Bien. Hay que notar 
que acá ya no solo se da un cambio epistemológico, como se había señalado antes, sino que ahora 
11	
también se da un cambio en la psicología volitiva del filósofo. Este, conociendo las cosas de lo 
alto, deja de desear y preocuparse por las cosas del mundo sensible y se dedica a seguir las cosas 
realmente divinas. Por fuera de que el filósofo gobierne y por fuera de que el capitán maneje el 
timón, lo que estos buscan en última instancia no son el gobierno ni el timón sino las cosas de lo 
alto. 
 
Platón describe el proceso en que se llegan a conocer las ideas como la liberación de las 
cadenas y el paso mismo hacia la luz. De esta manera, se trata de un proceso de iluminación en el 
que el filósofo se separa de las opiniones y de la ignorancia y obtiene un verdadero conocimiento 
(474c-480a). Sin embargo, este conocimiento no es como cualquier otro; este conocimiento es uno 
que cambia el carácter y lo moldea, haciendo al filósofo más dispuesto, más ordenado y más 
armonioso en su interior2. Conocer el Bien significa tener la influencia y ser afectado por la cosa 
más grande y perfecta que hay. Todo en el filósofo se ve enfocado e inclinado hacia esta idea y, es 
que, como Platón ya lo señala desde el inicio del libro VI, cuando todo en uno es arrastrado y 
atraído hacia una sola cosa, las demás se tornan débiles y, como una corriente, todo en uno se 
canaliza hacia allá (485d). Y, por eso, el conocimiento de la idea del Bien lleva al filósofo a ser, en 
ese sentido, ordenado y moderado. Una vez más, podemos ver que son los deseos y la parte 
volitiva del filósofo lo que se ve transformado acá. Este rechaza las cosas bajas del mundo sensible 
para poder dirigirse hacia las cosas de lo alto (517c8-517d). Es como si, al actuar, el filósofo 
tuviera en vista el mayor bien de todos pues se inspira y quiere seguirlo porque lo considera como 
lo más valioso. En este sentido, como bien lo dice Kraut, la idea del bien afecta la vida del filósofo 
porque esta realmente es como una persona famosa que uno admira: uno quiere estudiar la vida de 
esta persona y seguirla como modelo de vida por el simple hecho de que la admira. (Kraut, 1992. 
p. 321). La idea del Bien le da al filósofo la motivación a seguirla por ella misma y por nada más. 
Se trata de una gran transformación en el filósofo porque, como vimos, conocer esta idea causa un 
cambio, por un lado, epistemológico y, por el otro lado, psicológico-volitivo.De esta manera, el filósofo, inclinado por esta idea, desea estar y permanecer todo el tiempo en 
lo alto y quiere asemejarse a estas cosas elevadas. Por eso, es natural para el filósofo no querer 
																																																								
2 Este tipo de cambio en la disposición interna del filósofo ya lo ha venido mencionando Platón desde 500c 
refiriéndose a las ideas en general. 
12	
descender la mirada hacia las cosas de este mundo sino, mirando y contemplando las cosas que 
están bien dispuestas y se comportan siempre del mismo modo, sin sufrir ni cometer injusticia, 
conservándose todas en orden, el filósofo las imita y se asemeja a ellas. Se vuelve armonioso, 
moderado, y justo pues “en cuanto el filósofo convive con lo que es divino y ordenado se vuelve él 
mismo ordenado y divino” (500d). Este hombre se dedica entonces a las cosas que están en lo alto 
y a darse cuenta que las cosas corporales tienen poco valor en comparación a estas ideas. Rechaza 
las riquezas, y los placeres porque su admiración por las ideas lo ha llevado a aplacar sus apetitos 
para valorar las cosas divinas y de real valor. Así, la vida del filósofo mejora radicalmente porque 
tiene el mejor modelo para imitar; toma las ideas como paradigma y diseña su propio carácter (501 
a-b, 540b) de manera que no es propio para él tener un comportamiento antisocial y antimoral sino 
que, en cambio, es el hombre más apto para tomar decisiones correctas y comportarse bien. 
 
Cuando el filósofo regresa a la caverna después de haber visto el Bien, tiene un mejor 
conocimiento sobre las cosas de este mundo que antes (520c). Tras haber visto la luz, conoce cuál 
es el ser de las cosas; ha visto la verdad sobre lo justo y sobre lo bello y eso le da la mejor 
herramienta para juzgar la justicia y la belleza en este mundo (520c-d). Eso quiere decir que el 
conocimiento que ha obtenido tiene ahora una especie de función moral cuando vuelve al mundo 
sensible; y por eso es que creo que Platón dice, justo después de dar su descripción del regreso a la 
caverna y al mundo sensible, que esta idea del Bien “es necesario tenerla en vista para poder obrar 
con sabiduría tanto en lo privado como en lo público” (517c5). Es cuando el filósofo la conoce 
que, en el mundo sensible, sabe juzgar y actuar mejor que nadie. Sin este conocimiento, los 
filósofos no podrían determinar en qué sentido son buenas o útiles las demás cosas. Incluso el 
conocimiento de las cosas justas y bellas no tendría ningún valor si no se conoce en qué sentido 
son buenas (506 a). En ese sentido, lo que da ese conocimiento es una especie de criterio que 
ayuda al filósofo a valorar lo que es realmente mejor en cada caso. Es como si esos cambios 
epistemológicos y psicológicos que se mencionaron antes y que lo llevaron a aplacar sus deseos 
por lo que no tiene valor y a sentir preferencia por lo de real valía y lo que realmente es, se 
tradujeran ahora en un cambio moral. Se crea en él una especie de tendencia o sensibilidad que lo 
ayudan a juzgar correctamente y se convierte, gracias a la idea del Bien, en el más justo de todos. 
Él valora lo recto (540d) y es el mejor juez para las cosas del mundo sensible. 
 
13	
Se puede pensar entonces que el filósofo es, según estos libros de La República, una persona 
buena y justa. Él es una persona que puede decidir qué hacer en cada caso y cómo proceder de 
manera correcta. Además, se puede decir que él es de esa manera, más que por una condición 
natural o enseñada, por la idea del Bien. Esta idea moldea su carácter y lo sensibiliza para poder 
juzgar y actuar mejor. Le da el conocimiento necesario para saber cómo proceder en cada caso y 
ordena armoniosamente su interior para que pueda ver realmente qué es lo mejor y qué tiene más 
valor. Por esto, considero que la idea del Bien tiene una fuerza moral muy clara. 
 
Debido a esta caracterización del filósofo y su relación con la idea del Bien que acabo de 
exponer, debo apartarme de la posición de Santas ya que considero que esta idea no se limita 
únicamente a ser la causante de la buena realización de la función en las cosas sensibles. Según 
Santas, y en esto es lo que creo que se equivoca, un hombre desarrolla bien su función como 
hombre y vive bien la vida porque la idea del Bien y las demás ideas lo guían hacia este buen 
desarrollo de su función. De esta manera, se podría decir que dicha interpretación explica muy 
bien el papel moral de la idea del Bien, sin embargo, esta parece pasar por alto el poder meramente 
moral de la idea del Bien en el cual ayuda a decidir correctamente en casos particulares. Y por otro 
lado, también pasa por alto el papel que esta idea tiene específicamente en la vida del filósofo, que 
es el único que llega, de hecho, a conocer dicha idea. Así, este autor explica lo que es cumplir bien 
una función, pero lo explica de tal manera que es igual de válido para un artesano que para un 
filósofo. Ser bueno, vivir bien la vida, y ser virtuoso es cumplir bien una función gracias la idea 
del Bien, pero esto aplica para todas las personas y objetos sensibles de la misma manera. Pienso 
que la respuesta de Santas, debería contar con que los filósofos son los mejores y más justos, de 
manera que ellos cuentan con un conocimiento que los demás no tienen. 
 
De hecho, esa interpretación de Santas parece considerar la idea del Bien de una manera tan 
simple que parece acercarse a la interpretación de Terry Penner cuando dice que la idea del Bien 
no es más que la ventaja o el beneficio. Esta interpretación da a entender que la idea del Bien no 
tiene ningún carácter moral porque se le considera simplemente como lo que busca cada persona 
cuando desempeña su función, ya sea un filósofo o un artesano. La idea del Bien es algo tan básico 
como lo que busca cualquier persona diariamente, esto es, su beneficio propio. Todo es parte 
simplemente de un proceso teleológico donde todo es factual y donde no hay espacio para valores, 
14	
virtudes o principios morales (Penner, 2007. p. 104). No obstante, así Santas no logre salvar la 
idea del Bien de esta crítica de Penner, pienso que la idea del Bien sí es más que el simple 
beneficio y sí tiene repercusiones morales. Esta tiene una posición demasiado alta en La República 
para pensar que puede ser algo tan básico. La idea del Bien es algo a lo que solo puede acceder el 
filósofo y que lo diferencia de la muchedumbre. El filósofo, por conocer la idea del Bien, se dirige 
hacia las cosas divinas y se convierte en la persona más correcta y armoniosa. Y esto no es algo 
que pueda alcanzar cualquier persona así cumpla bien su función en la ciudad. Si bien la idea del 
Bien le da a cada cosa y a cada persona su buen funcionamiento, esta también le da algo adicional 
al filósofo; algo que no le da a nadie más y que lo hace ser mejor que los demás. Por eso, pienso 
que el conocimiento del Bien, como es presentado por Platón, tiene mucha importancia y sus 
repercusiones morales no se pueden negar fácilmente. 
 
En ese sentido, mi punto de vista parece acercarse mucho más a la interpretación de Kraut. El 
filósofo, como ninguna otra persona puede, imita el orden y la armonía de las ideas. Él aplaca sus 
placeres y apetitos corporales para poder ver más allá y valorar las cosas divinas. Obtiene un 
espíritu sano y ordenado que lo hace más justo y moderado que cualquiera, pues se está basando 
en el modelo más armónico que hay. Por eso, termina siendo mejor que la muchedumbre y, como 
lo dice Kraut, termina siendo el paradigma del hombre justo, lo cual explica, mucho mejor que la 
interpretación de Santas, cuál es la influencia moral de la idea del Bien. No obstante, hay que notar 
que esta interpretación vuelve a ser susceptible a la crítica de Penner. La crítica es que Kraut 
parece concebir la idea del Bien como equivalente al interés o beneficio propio. Para Kraut, hacer 
lo justo y tener un espíritu armonioso,siempre está dentro de los intereses individuales del 
filósofo. Así él diga que el filósofo busca imitar las ideas y su armonía perfecta para vivir y actuar 
bien, esta imitación de las ideas no es más que el interés propio del filósofo. El filósofo busca 
cosas altas y busca cosas que el resto de las personas no buscan pero, aun así, busca su interés 
propio, lo cual deja la idea del Bien susceptible a ser criticada como algo simple o, como Penner lo 
pone, algo que no tiene cualidades místicas ni morales. (Penner, 2007. p. 93). De nuevo, no hay 
espacio para normas ni principios morales. 
 
De esta manera, la crítica de Penner muestra que las interpretaciones que hemos visto y que 
parecen respaldar al Bien como un concepto moral son susceptibles a una gran crítica y es que es, 
15	
al menos posible, que ese carácter moral que he señalado, junto con Santas y Kraut, no exista. Sin 
embargo, reiterando nuevamente mi posición, me inclino a pensar que la idea del Bien sí es algo 
más y no es equivalente al beneficio propio. Esta idea da un conocimiento y ese conocimiento es el 
causante de la forma correcta de actuar y decidir porque enseña qué es lo realmente bueno; se trata 
del conocimiento de la idea del Bien. El actuar bien no se da por naturaleza en las personas, ni se 
da simplemente al realizar bien una función sino que es algo que el filósofo obtiene después de 
salir de la caverna alejándose de los asuntos humanos y viendo directamente la idea del Bien. En 
otras palabras, el filósofo, al actuar bien, está viendo y se está basando en algo que está por fuera 
suyo y es mayor que sí mismo y que cualquier otra cosa (Kraut, 1992. p. 329); y esto, claramente, 
no puede ser el mero beneficio o ventaja de las que habla Penner. Así, por encima de que se crea 
que el filósofo es bueno por imitar las ideas, o desempeñar bien su función, hay que reconocer que 
Platón quiere identificar el bien humano con algo externo al alma de uno (Kraut, 1992. p. 330). En 
este sentido, creo que Nicholas White da una respuesta mucho más acertada de lo que es la idea 
del Bien. Él cree que esta idea del Bien no es un bien relativo, de manera que no es buena para una 
u otra persona sino que es absoluta y sin más. Por esto, esta no está conectada al bien o interés 
particular y es algo externo a uno. Además, esta es claramente moral porque subordina todos los 
demás conceptos valorativos para convertirse en el criterio máximo de la acción humana (White, 
1979. p. 54). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
16	
3 
La decisión moral del filósofo 
 
Una prueba de que la idea del Bien tiene fuerza moral está, creo, en el único acto moral que 
Platón describe en toda La República, a saber, la decisión del filósofo de regresar a la caverna (519 
d-521c). En este pasaje, el filósofo, aunque no es lo que quiere, decide volver a los asuntos 
humanos y gobernar porque es lo justo y lo que está bien. Si esta decisión moral y justa del 
filósofo prueba estar influenciada de alguna manera por la idea del Bien, entonces se puede decir 
que esta idea tiene un indudable carácter moral. 
 
En este pasaje, los filósofos, al ser los más aptos para la tarea, son obligados a gobernar dejando 
la filosofía de lado. Sin embargo Glaucón pregunta a Sócrates “¿seremos injustos con ellos y les 
haremos vivir mal cuando pueden hacerlo mejor?” (519d7-9). A esto Sócrates responde que la ley 
del estado no busca la felicidad de un solo grupo sino que atiende a la felicidad del conjunto y a su 
armonía; y por otro lado, no se está siendo injusto con ellos pues ellos se han beneficiado de la 
educación que les ha dado la ciudad, y es justo que ellos devuelvan el favor gobernando (519e-
520d). Sin embargo, acá surge una dificultad, y es que esta respuesta que Platón da a Glaucón 
parece solo remitirse a la concepción más básica de justicia y parece no estar respaldada por la 
teoría metafísica de las ideas ni por la idea del Bien que tanto ha gastado en describir unas líneas 
atrás. Según esto, el filósofo solo estaría siendo justo porque tiene que devolver el favor que debe 
a la ciudad gobernando y solo por eso. No obstante, pensar que ese acto justo solo está respaldado 
sobre esa noción tan básica de justicia, es pasar por alto la mayor influencia que tiene el filósofo y 
pasar por alto su mayor motivación que es actuar acorde con las ideas, siguiendo la cosa más alta 
de todas, que es la idea del Bien. A mi manera de verlo, esta idea y su conocimiento es lo que ha 
preparado al filósofo para hacer lo que es justo y para valorar lo recto. Por eso me inclino a pensar, 
y es esto lo que se intentará demostrar en este capítulo, que esta idea sí soporta o justifica de 
alguna manera la decisión del filósofo de aceptar esta labor como gobernante. 
 
Al final del libro VI y a lo largo del libro VII se habla del conocimiento que tiene el filósofo 
como uno que es superior a cualquier otro. De hecho, es solo en 540e, después de relatar todo el 
recorrido del filósofo y después de haber llegado a la dialéctica y a la idea del Bien, que Platón 
17	
habla del filósofo como aquel que valora las cosas del mundo, como lo justo y lo recto, de una 
manera diferente a como lo hacía antes y de una manera diferente a los no filósofos. Este obtiene 
una mirada más amplia del mundo y puede ver el ser real de las cosas. Se da cuenta que hay cosas 
de mayor valor que las cosas sensibles y empieza a seguirlas; empieza a desdeñar los honores que 
antes tenía y empieza a valorar lo más recto, considerando lo justo como “la cosa más suprema y 
más necesaria” (540e). Así, este actúa y decide bien, no porque esté dentro de sus intereses 
personales, sino porque eso es lo mejor y más valioso. La mismísima decisión de gobernar está 
influenciada por este conocimiento metafísico porque, gracias a este, el filósofo pasa por encima 
de sus intereses individuales y hace lo que está realmente bien y es justo, a saber, gobernar. Así, se 
estaría planteando una excepción a lo que Platón ha defendido desde los primeros libros de La 
República, esto es, que la justicia siempre está en el interés de uno. 
 
Se podría decir, como objeción a lo anterior, que este pasaje realmente no proporciona tal 
excepción argumentando que gobernar sí está dentro del interés del filósofo. Richard Kraut, 
respaldando esta idea, dice que hacer la justicia está, de hecho, siempre en el interés del filósofo 
porque gobernar es algo que él desea. Según él, la mayor aspiración del filósofo es imitar las ideas 
y poder materializarlas en el mundo sensible y, por eso, gobernar, que es la manera de lograr eso, 
es su mayor interés (Kraut, 1991. Pp. 51-52). No obstante, creo que esto no es así porque Platón 
dice explícitamente en varias ocasiones que el filósofo no quiere gobernar y que de hecho 
desprecia la actividad política. (516e, 517c, 520d,e). Los filósofos, que tienen la mejor labor de 
todas, al haber llegado a lo más alto, “no están dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos sino 
que sus almas aspiran a pasar el tiempo arriba” (517c). Por esto, como dice Platón, no es de 
asombrarse que estos quieran quedarse mirando las cosas divinas en vez de descender de nuevo a 
la caverna y, por eso, este pasaje sí proporciona una excepción la concepción de justicia como 
aquella que siempre está en el interés propio. Se trata entonces de una justicia que es sola e 
independiente. El filósofo actúa justamente porque, como se mostró en el párrafo anterior, eso es 
lo justo y lo que está bien “sin más”. Él no necesita otra razón para actuar porque la idea del Bien 
le ha mostrado que eso es lo de mayor valor. 
 
Así, los filósofos, al obtener un conocimiento de lo que es recto y bueno en este mundo, son los 
más aptos para gobernar. Después de ver la luz, deben volver a la oscuridad y, aunque es natural 
18	
que al principio se vean perdidos y desacostumbrados, una vez habituados a la oscuridad de estemundo, ellos se vuelven mejores que cualquiera porque “ven mil veces mejor” (520c). Se vuelven 
más hábiles para los asuntos humanos porque, como Sócrates lo dice en un discurso dirigido a los 
filósofos en 520c4, “conoceréis cada una de las imágenes y de qué son imágenes, ya que vosotros 
habréis visto antes la verdad en lo que concierne a las cosas bellas, justas y buenas”(520c). Es 
como si literalmente, por el conocimiento de la idea del Bien y las demás ideas, obtuvieran una 
mejor vista para los asuntos humanos. Se vuelven hábiles en las decisiones y hábiles en el obrar 
porque, con su vista mejorada, todo se ve claro y es más fácil para ellos distinguir lo que es 
correcto y lo que no. El haber conocido el mayor bien de todos les deja claro en su mente cuáles 
son las cosas de real y mayor valor. De esta manera, más que moldear el carácter del filósofo para 
hacerlo vivir mejor o para ser más virtuoso, lo que le da el conocimiento de la idea del Bien es una 
mejora en su vista que mejora su discernimiento para decidir sobre cosas inmediatas y casos 
específicos. Esta idea es una especie de pauta o de regla que le da la medida real de las cosas y le 
muestra qué es lo de real valor. Él actúa como actúa y decide como decide porque sabe cuál es la 
mejor manera de actuar y sabe cuál es la mejor decisión que puede tomar. Decide gobernar porque 
es lo mejor y sabe que ese es el camino que debe tomar. 
 
Hemos visto que la idea del bien le da un conocimiento al filósofo que le permite decidir 
justamente y, por eso, se puede decir que se diferencia de la muchedumbre. El filósofo, a 
diferencia del resto, no actúa según su interés sino que actúa porque puede ver más allá y puede 
reconocer algo mayor. Él, como dice White, tiene el entendimiento del Bien, y es motivado por ese 
entendimiento de manera tal que supera la tendencia que tiene a ser movido por su propio interés 
(White, 1979. p. 51). Se convierte en la persona más justa y decide gobernar aunque eso implique 
sacrificar su beneficio propio. Y eso es algo que no cualquier persona haría porque no cualquiera 
tiene el conocimiento moral que le proporciona la idea del Bien. De hecho, el filósofo acepta esta 
tarea porque según Platón “le estamos ordenando cosas justas a los justos” (520e). Ninguno de la 
muchedumbre es igual de justo al filósofo. Él es el único que, reconociendo lo justo y lo correcto 
donde los otros no lo ven, deja de lado la filosofía, que es la actividad que él prefiere, para 
gobernar, que es la actividad que el desprecia. Si le ordenasen, por ejemplo, cosas justas a los 
injustos, estos probablemente no acatarían esa orden porque no pueden escoger lo que está en 
19	
contradicción con sus propios intereses individuales. No pueden reconocer que hay algo mayor 
que eso, así lo haya. 
 
De acuerdo a lo anterior, la motivación para actuar justamente en esta decisión del filósofo es 
diferente a la motivación de la que Platón habla en los primeros libros de La República. El filósofo 
decide aceptar la tarea de gobernar porque el conocimiento de la idea del Bien le ha enseñado que 
la justicia es lo más grande que hay y, por eso, decide gobernar por el simple hecho de que eso es 
lo justo. Sin embargo, resulta curioso que, en este pasaje, Platón solo habla de una cara de la 
moneda, es decir, solo habla de la imposición por parte del estado y solo explica porqué es esta 
una imposición justa, pero no habla de la disposición o el ánimo que tiene el filósofo ante esta 
imposición (519e-520e). En otras palabras, acá surge una dificultad porque, por parte de Platón, 
hay una especie de silencio con respecto a lo que el filósofo diría. En ninguna parte del pasaje se 
dice abiertamente que el filósofo decida gobernar porque eso lo haga feliz, o que lo hace para 
pagar la deuda al estado, o que lo hace porque así lo indique el Bien, o porque eso le corresponda 
según la división natural de la labor. La motivación para actuar justamente no es clara y eso podría 
ser un argumento para decir que, al no saber qué es lo que diría el filósofo, no podemos decir que 
esté siendo influenciado y motivado por la idea del Bien. No obstante, como se ha mostrado, 
tenemos dos pruebas fundamentales para probar que la idea del Bien sí parece jugar el papel que 
hemos señalado y para probar que esta idea sí es la motivación para su acción. La primera prueba 
es que el filósofo, como hemos dicho, no quiere gobernar, de modo que su motivación para actuar 
justamente no está acorde con los intereses individuales. Y la segunda prueba es que, de hecho, 
esa motivación va mas allá incluso del mundo sensible. Él sabe que hay un bien mayor que todos y 
que subordina sus otros bienes materiales e individuales. Él escoge bien y decide gobernar porque 
considera que la justicia es el mayor bien que hay y no porque eso es lo que él quiera hacer. 
 
 
3.1 Una aproximación de Nicholas White a este pasaje 
 
Nicholas White también piensa que la idea del Bien es un concepto central en la decisión del 
filósofo de este pasaje. Por eso, en esta última sección presentaré algunos argumentos de este autor 
que pueden fortalecer mi posición de que la idea del Bien le da una motivación al filósofo que 
20	
efectivamente trasciende el mundo físico. Según White, esta idea le muestra al filósofo el mayor 
bien de todos, de manera tal que este puede discriminar moralmente en este mundo qué es lo 
bueno y qué es lo malo en la medida en que sabe que es lo que se asemeja más al bien supremo. 
 
Un argumento importante para White es la idea, que ya he señalado, de que gobernar está en 
contra de los intereses individuales del filósofo y que actuar justamente no va de la mano con estos 
intereses propios. De hecho, White propone que es necesario para el argumento de Platón que el 
filósofo no quiera gobernar. Lo que él dice es que esta característica del filósofo, de desdeñar la 
actividad política, es lo que lo hace gobernar bien. Esto pasa porque, al ser la filosofía una 
actividad mejor que el gobernar, el mejor gobernante es quien no quiere gobernar sino filosofar. Se 
vuelve, así, necesario que el gobernante sea filósofo pues este es el mejor para este cargo. La 
filosofía es la actividad preferible para el gobernar y por eso es necesario que este gobierne 
(White, 1979. p. 190). 
 
Ahora bien, por encima de que el filósofo no quiera gobernar, decide hacerlo y esto es algo que, 
según White, se explica con la metafísica y con la idea del Bien. Para este autor, la idea del Bien 
se caracteriza como un bien sin-condiciones3 (o como un bien no-relativo) y los otros bienes se 
caracterizan como bienes con alguna calificación4. Estos últimos son bienes con calificación pues 
siempre es por su calificación que son buenos, es decir, siempre son buenos para alguien o con 
referencia a algo. La idea del Bien al no estar en referencia a nada, siempre significa el mayor 
bien; es decir, es un bien absoluto. En el pasaje, el filósofo decide gobernar porque hacerlo implica 
un bien para la ciudad como un todo y eso es lo que más se acerca al Bien no-relativo, mientras 
que el interés propio es tan solo bueno para él (White, 1979. p 48). El bien de la ciudad toma 
predominio sobre el interés propio del filósofo y el filósofo es capaz de entender esto porque 
entiende la noción del Bien y es motivado a actuar de acuerdo. 
 
Lo que esta idea le da es una especie de medida que le muestra cuáles son los mayores bienes y 
cuales los menores. White explica que cuando hay un dilema sobre algún asunto, la razón, 
partiendo de esta medida, decide en términos de qué es lo mejor en cada caso o, entendido de otra 
																																																								
3	La palabra usada en inglés es “unquialified” y “without-qualification”. 
4 White dice esto basándose y explotando lo que Platón dice sobre las ideas en la última parte del libro V 
(476d-480a). 
21	
manera, lo que ejemplificade mejor manera el Bien en el mundo físico. Por eso, la noción del 
Bien toma predominancia y se convierte en un criterio valorativo; e incluso, más que la misma 
razón, le sirve al filósofo como herramienta para sopesar qué es lo mejor y para mostrarle el mejor 
camino de acción. Esta altísima idea del Bien toma entonces una especie de carácter moral que, en 
el caso de nuestro pasaje, obliga al filósofo a gobernar en vez de hacer lo que está en su interés, no 
simplemente porque la razón lo prefiera, sino porque es lo que está bien. Es, en términos morales, 
una especie de concepto evaluativo objetivo que hace a todos los otros conceptos evaluativos, 
subordinados a él (White, 1979. p. 54). Por eso, es difícil no ver que, cuando el filósofo toma la 
decisión justa de gobernar, este lo hace gracias al criterio que le da idea del Bien. 
 
 
 
Conclusiones 
 
La influencia de la idea del Bien en la decisión del filósofo es entonces muy clara y, como se ha 
venido mostrando, afecta el juicio, la valoración y el curso de acción del filósofo. Más que una 
mera transformación en el carácter que lo hace ser más moderado y justo en general, la idea del 
Bien es algo que le ayuda al filósofo a juzgar mejor en cada caso. Le ayuda a decidir en casos 
particulares cosas en las que tiene que saber qué es lo bueno y qué es lo malo como, por ejemplo, 
decidir si debe gobernar o decidir entre mentir o no mentir. Se trata de un cambio en él que es 
psicológico pero principalmente epistemológico; le da la idea del Bien al filósofo un 
conocimiento, y este conocimiento es el que le ayuda a valorar bien, pues él sabe qué es lo que 
mejor ejemplifica la idea del Bien en este mundo. A diferencia de la muchedumbre que solo juzga 
mirando las cosas materiales y cuyos actos justos siempre están acordes con su interés individual, 
el filósofo puede ver algo mayor; en sus actos puede guiarse por algo que está por fuera de sí 
mismo. Por eso, la motivación para ser justo no es la misma de los primeros libros de La 
República que motiva a las demás personas. Se trata de una justicia que está de alguna manera 
motivada por un bien mayor y metafísico. Por eso, como decía antes, aun si no reconocemos que el 
bien moral consiste en querer ver realizada la armonía de las ideas o que consiste en un cambio en 
su carácter, debemos reconocer, al menos, que Platón está tratando de conectar el bien humano con 
algún bien externo al alma (Kraut, 1992. p. 330). 
22	
 
 Ahora bien, esta conexión entre el bien moral y el bien externo se ve únicamente en el filósofo 
pues él es el único que tiene el conocimiento de este bien externo, que es la idea del Bien. Con este 
conocimiento él puede actuar correctamente y escoger mejor que el resto. Sin embargo, esto puede 
llevar a pensar que dichas decisiones y actos morales se deben más bien a algo interno en el 
filósofo pues son las operaciones mentales y su razón las que le dicen qué es lo bueno y qué es lo 
malo. Sin embargo, como lo dice Nicholas White, ese no es el caso de Platón (White, 1979. p. 54). 
Es la idea, externa al filósofo y al mundo sensible, del Bien la que le dice al filósofo el valor de las 
cosas en el mundo sensible. Dicho de otra manera, lo bueno es bueno por la idea del Bien pero no 
porque el filósofo lo crea así y de manera independiente de cualquier factor externo. Esto lo aleja 
de la posibilidad de que el bien sea algo como una simple preferencia, un razonamiento, un deleite, 
un deseo o un mero beneficio como lo pensaba Terry Penner, pues es algo, sin duda, externo; y 
esto, a su vez, aleja a Platón de cualquier relativismo y lo acerca más bien a una especie de 
objetivismo (White, 1979. p. 176). Y es que yo creo que, por eso, así no sepa exactamente qué sea, 
Platón es muy acertado al decir en 505b, que el Bien no es ni placer ni inteligencia. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
23	
Bibliografía primaria 
 
Platón. (2008). República. Trad. Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos. 
 
Bibliografía secundaria 
 
Annas, J. (1981). “Understanding the Sun, the Line, and the Cave”. En An Introduction to 
Plato´s Republic. Oxford: Oxford University Press. 
Aristoteles. (2001). Ética a Nicómaco. Trad. José Luis Calvo Martínez. Madrid: Alianza 
editorial. 
Aristoteles. (1999). Nicomachean Ethics. Trad. Terence Irwin. Indianapolis: Hackett Publishing 
Company. 
Kraut, R. (1991). “Return to the Cave: Republic 519- 521”. En Proceedings of the Boston Area 
Colloquium of Ancient Philosophy. Vol. 7 (1). Pp. 43-62. DOI: 10.1163/2213441791x00042. 
Kraut, R (1992). “Defense of Justice”. En Cambridge companion to Plato. Cambridge: 
Cambridge University Press. 
Penner, T. (2007). “The Good, Advantage, Happiness and the Form of the Good: How 
Continous with Socratic Ethics Is Platonis Ethics?”. En Pursuing the Goog: Ethics and 
Metaphysics in Plato´s Republic. Edinburgh: Edinburgh University Press. 
Santas, G. (2001). “Plato´s Metaphysical Theory of the Form of the Good”. En Goodness and 
Justice: Plato, Aristotle, and the Moderns. Oxford: Blackwell Publishers Inc. 
White, N. (1986). “The Rulers Choice”. En Archiv für Geschichte der Philosophie. Vol. 68 (1). 
Pp. 22-46. DOI: 10.1515/agph. 1986.68.1.22. 
White, N. (1979). A companion to Platos republic. Indianapolis: Hackett Publishing Company.

Otros materiales