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caPíTulo 36 | Tratamiento nutricional médico en las enfermedades renales 809 © E ls ev ie r. Fo to co pi ar s in a ut or iz ac ió n es u n de lit o. la eliminación de desechos. Durante este período, es posible que la diálisis siga siendo necesaria, y hay que prestar especial atención al equilibrio hidroelectrolítico y las sustituciones oportunas. Tratamiento nutricional médico La atención nutricional en la LRA es especialmente im- portante, porque el paciente no solo tiene uremia, acidosis metabólica y desequilibrios hidroelectrolíticos, sino que habitualmente también padece estrés fisiológico (p. ej., in- fección o destrucción de tejidos), que aumenta las necesidades de proteínas. El problema de equilibrar las necesidades de proteínas y calorías con el tratamiento de la acidosis y el exceso de desechos nitrogenados es peliagudo y delicado. En las primeras fases de la LRA, el paciente no suele ser capaz de comer. La mortalidad de la LRA es alta, especialmente en aquellos pacientes con malnutrición (Strejc, 2005). La atención precoz al soporte nutricional y la diálisis precoz mejoran la supervivencia. Al inicio de la LRA, según su gravedad, algunos pacientes pueden recibir únicamente tratamiento médico, mientras que otros precisarán tratamiento de sustitución renal (Tsr) con HD habitual o diálisis peritoneal (DP) para eliminar líqui- dos y desechos hasta que se recupere la función renal. Con LRA significativa, un paciente en la unidad de cuidados in- tensivos (UCI) puede requerir tratamientos continuos, más que diálisis periódicas. El tratamiento de sustitución renal continuo (Tsrc) es el término en sentido amplio que incluye diversas modalidades. Las más usadas son la hemofiltración venovenosa continua (HFvvc) y la hemodiálisis venovenosa continua (Hdvvc), que utilizan una pequeña membrana de ultrafiltración para producir un ultrafiltrado que puede ser reemplazado por líquidos de nutrición parenteral (NP). Este tratamiento permite la alimentación parenteral sin sobrecarga de líquidos. Otras modalidades menos usadas son la hemofil- tración arteriovenosa continua, la hemodiálisis arteriovenosa continua y la hemodiafiltración venovenosa continua. Estas técnicas se diferencian en el tipo de acceso sanguíneo utilizado, así como en el tipo de filtración (difusa o por convección, o ambas). Proteínas. La cantidad de proteínas recomendada depen- de de la causa de LRA y la presencia de otros trastornos. La literatura ofrece intervalos de valores recomendados, desde 0,5-0,8 g/kg para pacientes sin diálisis hasta 1-2 g/kg para pa- cientes dializados. Con el TSRC, las pérdidas proteicas son importantes y las necesidades estimadas de proteínas aumentan hasta 1,5-2,5 g/kg. A medida que el estado global del paciente se estabiliza y mejora, disminuyen las necesidades metabólicas. Durante esta fase estable antes de recuperar la función renal, hay que pautar una ingesta proteica mínima de 0,8-1 g/kg de peso corporal. Esta cifra sigue dependiendo del estado global del paciente y sus posibles enfermedades concomitantes, y debe ser evaluada en cada caso. Energía. Las necesidades energéticas están determinadas por la causa subyacente a la LRA y otros trastornos concomi- tantes. Las necesidades energéticas se pueden calcular en la práctica clínica mediante calorimetría indirecta en la mayoría de las UCI (v. capítulo 2). Si no se dispone de este equipo, las necesidades de calorías deben calcularse como 30-40 kcal/kg de peso corporal seco al día. Una ingesta excesiva de calorías es capaz de provocar una producción exagerada de CO2, empeo- rando la respiración (v. capítulo 35). Si se usa DP o TSRC con soluciones glucosadas, la cantidad de glucosa absorbida puede sumar un número significativo de calorías a la ingesta diaria, y debe calcularse. Se necesitan consumos altos de hidratos de carbono y grasas para impedir la destrucción de proteínas como fuente de energía. En pacientes con NP se pueden administrar concentraciones elevadas de hidratos de carbono y lípidos para satisfacer estas necesidades, siempre y cuando se vigile el estado respiratorio. En el caso de que no se disponga de diálisis ni hemofil- tración, se puede utilizar una dieta rica en calorías y pobre en proteínas. Además de las fuentes dietéticas habituales de dulces refinados y grasas, se han desarrollado preparados especiales ricos en calorías y pobres en proteínas y electrólitos para com- plementar la dieta. No obstante, hay que tener cuidado con estos productos, porque la hiperglucemia no es infrecuente, debido a intolerancia a la glucosa, y a menudo se necesita insulina. Líquidos y sodio. Durante la fase inicial de la LRA (fre- cuentemente oligúrica), es esencial vigilar cuidadosamente el estado de los líquidos. Idealmente, la ingesta de líquidos y elec- trólitos debería equilibrarse con las pérdidas netas. Con una producción ínfima de orina, los contribuyentes significativos a las pérdidas de agua totales del organismo son vómitos y diarrea, drenajes de cavidades, y las pérdidas cutáneas y respiratorias. En caso de fiebre, las pérdidas cutáneas pueden ser excesivas, mientras que si el paciente está en un ambiente humidificado apenas se producen. Por los numerosos fármacos i.v., la san- gre y los productos sanguíneos necesarios para la enfermedad subyacente, el reto terapéutico en esta fase consiste en reducir al máximo el aporte de líquidos, proporcionando las proteínas y calorías apropiadas. El sodio se restringe de acuerdo con la menor producción de orina. En la fase oligúrica, cuando apenas hay sodio uri- nario, el aporte debe ser igualmente reducido, quizás hasta una cifra tan pequeña como 20-40 mg/día. No obstante, la reducción de sodio es, con frecuencia, imposible por la ne- cesidad de múltiples soluciones i.v. (incluidos antibióticos, hipotensores y NP). La administración de estas soluciones con agua sin electrólitos en presencia de oliguria provoca rápidamente una intoxicación hídrica (hiponatremia). Por este motivo, todos los líquidos que sobrepasen la pérdida diaria de agua calculada deben administrarse en una solución salina equilibrada. Potasio. La mayor parte de la excreción de potasio y el control del equilibrio del potasio son funciones normales del riñón. Cuando la función renal está alterada, hay que vigilar cuidadosamente el equilibrio del potasio. Además de las fuentes dietéticas, todos los tejidos del organismo contienen grandes cantidades de potasio; por tanto, la destrucción tisular es capaz de producir enormes sobrecargas de potasio. Las concentraciones de potasio pueden fluctuar bruscamente y deben medirse con frecuencia. El aporte de potasio debe individualizarse según las concentraciones séricas (v. apéndices 36 y 56). El principal mecanismo para eliminar potasio en la LRA es la diálisis. El control del potasio sérico entre las sesiones de diálisis depende, fundamentalmente, de la administración i.v. de glucosa, insulina y bicarbonato, todos los cuales sirven para introducir potasio en las células. Las resinas de intercambio, como el poliestireno sulfonato sódico, que intercambia potasio por sodio en el tubo GI, se usan para tratar la hiperpotasemia, pero estas resinas no son adecuadas por múltiples razones. La tabla 36-6 resume el TNM en la LRA. Parte 5 - Tratamiento nutricional médico Capítulo 36 - Tratamiento nutricional médico en las enfermedades renales Lesión renal aguda (insuficiencia renal aguda) Tratamiento nutricional médico Proteínas Energía Líquidos y sodio Potasio
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