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LA METODOLOGÍA DE INTERVENCIÓN SOCIAL: Fundamentos y Modelos. Dr. José Luis Gayosso Ramírez. Introducción. La temática referida a La Intervención Social es compleja y vasta y refiere a más de un solo modelo o fundamento teórico, como lo expondremos a continuación, y lejos se encuentra de representar solamente un proceso técnico de promoción social con orientaciones asistencialistas o paternalistas. En ella se concentran al igual una diversidad de actores sociales que son tanto agentes promotores como agentes sujetos de la acción profesional tanto desde el ámbito público (estatal), privado (como en el caso de las Instituciones de Asistencia Privada, las fundaciones, los patronatos, etc.); como estrictamente social (en el caso de las Organizaciones sociales y/o populares, ONG’S, Asociaciones civiles). La importancia de la Intervención social para la Disciplina sociológica radica en que el objetivo fundamental de ésta se encuentra en el estudio y análisis de lo social no solamente como un mecanismo de interpretación de la realidad sino como una forma de influir y aportar en las transformaciones necesarias de la sociedad para el desarrollo democrático y el ejercicio pleno de la ciudadanía a partir de un proceso de empoderamiento colectivo. Por ello, es importante considerar que desde el punto de vista de la Sociología la intervención social tiene que ser la expresión de una vinculación absoluta entre la Teoría social y la praxis social. Lo anterior porque la formación del sociólogo se encontraría limitada si se basa únicamente en procesos cognitivos distantes a la realidad subyacente que le rodea, y más aún si carece de una formación que implique la posibilidad, a través de los conocimientos, capacidades y habilidades, para modificarla en pos del desarrollo social a través de su práctica orientada por una formación teórica adecuada. Más aún si se considera que la complejidad expresada en la problemática social actual es amplia por lo que es una necesidad la profundización del conocimiento y discusión en las formas de intervenir en la realidad social. Ello implica un proceso de reflexión y análisis crítico sobre el por qué y para qué se propicia la intervención social. En ello va implicado de forma estratégica la revisión y debate sobre los fundamentos teóricos que sustentan los modelos de intervención social con el objetivo de superar la visión inmediatista que se encuentra en las acciones tendientes a la solución de las problemáticas sociales, la cual por ende, se mantiene en un nivel de tipo instrumentalista sin sustentar su práctica en planteamientos teóricos más amplios que propicien una perspectiva global y una concepción sobre el sujeto como agente activo y de su potencialidad práctica para la modificación de sus condiciones históricas, cabe decir, en las sociedades modernas para que asuma su papel de ciudadano en un entorno que prefigura un sistema más democrático. En suma, desde la Sociología asumida como Ciencia Social, la Intervención en la realidad social como praxis del profesionista, debe encontrarse en plena articulación con los fundamentos teóricos soslayando la división existente entre éstos y la práctica social concreta. Así, la intervención social puede ser concebida, por un lado, desde la tensión entre determinadas ideas predominantes en el pensamiento social y, por otro, desde las formas en que los problemas sociales y los sujetos de intervención son construidos. Los Fundamentos de la intervención social. Con el advenimiento de la sociedad industrial, en la fase de desarrollo del Sistema Mundo Capitalista, durante los siglos XVIII y XIX, y la exacerbación del afán de ganancias de las empresas y de la clase burguesa ascendente, el grueso de la población –trabajadora o desocupada- se vio inmersa en un proceso de pauperización creciente por la retribución salarial mínima hacia su fuerza de trabajo y el crecimiento necesario para el capital del ejército industrial de reserva. Inglaterra y Francia fueron un ejemplo palpable de ello, en cuyas sociedades se ahondó la división de las clases sociales (Sáenz, 2007). Las abundantes consecuencias sociales generadas por dicho proceso dieron lugar a una situación de crisis y conflictividad societal que impulsaron múltiples movimientos organizados de trabajadores influenciados por el pensamiento radical de la época: socialistas, anarquistas, comunistas, etc. Movimientos que fueron enfrentados vigorosa y violentamente por el Estado con el fin de inhibir situaciones revolucionarias que quebraran el orden social vigente (Hobsbawm, 1998). Pero, a la par de ello, se generaron diversas formas de atención o “ayuda” hacia la población más paupérrima con el fin de paliar las condiciones en las que subsistía, además de las ejercidas por las Instituciones Eclesiásticas, particularmente la Iglesia Católica, como la Caridad. Estas formas fueron concretadas tanto por las estructuras gubernamentales como por agrupaciones privadas que, ante el peligro de la revolución social, optaron por menguar el ánimo de lucha de los sectores empobrecidos otorgando dádivas. La Beneficencia, la Filantropía y el Asistencialismo fueron tres de las prácticas de intervención creadas con objetivos de contención social (Moix, 1975). Por un lado, la Beneficencia se basó tanto en la Caridad como en la Filantropía, ambas con objetivos de orden moral de tipo humanitario pues la población atendida eran los sectores más pobres, llevada a cabo tanto por organismos privados como por Instituciones públicas, llegando a establecerse incluso una normatividad legal para su ejecución (Fernández, 2007). El Asistencialismo es una actividad de carácter público basada en el principio de solidaridad y cuyo objetivo fue la atención de las necesidades básicas de carácter social (Perdomo, 1988). Este tipo de práctica se concreta como una ayuda particular de forma temporal, que implica una concepción pasiva de los sujetos y de un orden social natural dividido en clases. No obstante, este tipo de formas de intervención no fue suficiente para contener efectivamente el movimiento social de trabajadores el cual, se fue consolidando internacionalmente. Por ello, el Estado opta por la implementación de una política social permanente, legislada normativamente que se traduce en los sistemas de Seguridad Social.(Fernández, Ibid) Éste tiene su origen en la Alemania de Bismark alrededor de 1881 y se generaliza en las sociedades avanzadas en los años posteriores. El tránsito de una seguridad social para los trabajadores, a una seguridad social para todos los ciudadanos se configura con la consolidación del Estado de Bienestar (Heras, 1985). Los derechos de seguridad social, es decir, las pensiones, la sanidad, el desempleo, junto a los servicios sociales, el derecho a la educación, la cultura y otros servicios públicos aplicados horizontalmente al conjunto de los ciudadanos y no sólo a los trabajadores, definirán la política de bienestar social como sello de identidad de las democracias europeas más avanzadas (Alonso, 1986). Con ello se comienza a arribar a una situación en la que la ciudadanía ya no es sólo potencia sino acto concreto que se ejerce de manera efectiva, propiciando al menos tres formas de ciudadanía: la civil, la política y la social, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta el siglo XX (Marshall, 1977), es decir, con la implementación del Estado de Bienestar. Éste desarrolla una política tendiente a conseguir un impacto global, de mejoramiento de la situación laboral, de la prevención de recursos a través de un proceso de distribución social. Asimismo buscó atender problemas sociales concretos, incidiendoterritorialmente en espacios sociales delimitados, y resolver las demandas específicas de los grupos sociales, aunque ello fue la base desde donde se construyo el corporativismo. Paralelamente a este proceso de Intervención social, desde el Estado y las élites, traducido en una Política social amplia, característica principal del Estado Keynesiano durante el siglo XX, surgió un planteamiento de Intervención social de carácter autónomo proveniente desde la Ciencia Social. Este se denomina como Pedagogía Social, cuyos fundamentos teóricos son aportados por J. Dewey en Norteamérica, Durkheim en Francia y Natorp en Alemania (Ortigosa, 2008). Este planteamiento tiene como objetivos generales la educación social a individuos y grupos con un carácter preventivo buscando el mejoramiento de la calidad de vida. Y la atención a problemas sociales concretos a través de una intervención pedagógica. Los rasgos principales de esta corriente son: a) Partir de una realidad concreta en la teoría. b) Integrar educativamente todos los esfuerzos e iniciativas que pretenden la ayuda a la juventud. c) Buscar siempre el bienestar del sujeto. d) Modificar las condiciones ambientales para asegurar la eficacia de la acción pedagógico social. De acuerdo al enfoque teórico, existen diversas concepciones sobre pedagogía social: educación social del individuo; educación política; acción educadora de la sociedad; auxilio social a la infancia y a la juventud; sociologismo pedagógico. De ellas, las corrientes más generalizadas y que persisten en la actualidad son: La doctrina de la formación social del individuo y doctrina de la protección infantil y juvenil, La primera fundamenta la postura de quienes consideran a la Pedagogía Social como ciencia de la educación social, que pretende conseguir la madurez social del individuo, es decir, su capacidad para contribuir al bien común. (Fermoso, 1994) Así la Pedagogía Social es concretada en acciones socioeducativas con objetivos preventivos y correctivos. De forma particular la Educación social, objeto de la pedagogía social, ha sido desarrollada desde diferentes ámbitos considerándose como una de las formas de intervención más recurrentes. Así se han concretado procesos de educación social como adaptación, socialización, adquisición de competencias sociales, didáctica de lo social, acción profesional, respuesta a la inadaptación social, formación política del ciudadano, prevención y control social, Trabajo socioeducativo, etc. . Manteniendo en la mayor parte de ellas rasgos en común que delinean su quehacer general: buscar siempre el cambio social; Socializa y permite la adaptación social; trabaja fundamentalmente acerca de problemas humano-sociales; tiene lugar, habitualmente, en contextos no formales; tiene un campo de acción importante en la marginación, pero su radio de acción no se limita a ese ámbito; exige estar en permanente contacto con la realidad; requiere una intervención cualificada; puede y debe ser aplicada en contextos escolares, trata de hacer protagonista de su cambio a los propios destinatarios (Escobar, 2009) Como un desprendimiento de la Pedagogía social, nace la Animación sociocultural. La Animación sociocultural es un conjunto de estrategias y técnicas sociales que son orientadas por una pedagogía participativa con el objetivo de generar la participación social dentro de una comunidad; la estrategia principal es la implementación de actividades culturales, educativas y sociales que dé lugar a la participación colectiva (Sarrate, 2009) . Las actividades que se realizan en el proceso de animación popular tienen diferentes contenidos: artísticos, intelectuales, sociales, prácticos, físicos, etc. De hecho, existe una diversidad de definiciones en torno a la Animación. En algunos casos se establece que éste modelo tiene el objetivo de crear un dinamismo social; en otros, se concibe como una actuación intencional para transformar las actitudes colectivas (Quintana, 1985); o bien como una tecnología social que basada en una pedagogía participativa tiene por finalidad actuar en diferentes ámbitos de la calidad de vida (Ander Egg, 1981). En general la definición más recurrida es la hecha por la UNESCO que establece a la Animación Sociocultural como el “conjunto de prácticas sociales que tienen por finalidad estimular la iniciativa y la participación de las comunidades en el proceso de su propio desarrollo y en la dinámica global de la vida sociopolítica en que están integradas”. Al contar con implicaciones sociales y políticas, para la Animación sociocultural una concepción conservadora no le es pertinente ya que se basa en el cambio y la transformación social (Egg, 1981) Aunque recientemente se plantea este modelo de intervención también como un mecanismo para la preservación del patrimonio cultural, basada en la democratización de su acceso a él. Además de este vasto modelo de intervención social, generado sobre todo en las sociedades del capitalismo central, a mediados de siglo XX fue desarrollada por Alain Touraine en Francia una propuesta específica de intervención a partir de su propio planteamiento teórico. Este fue denominado como Intervención sociológica (Touraine, 1986) siendo uno de sus rasgos característicos el concretar una investigación social en procesos de movilización social con el objetivo de incidir positivamente en ellos. De esta manera Touraine articula su Teoría de la acción y el Método de Intervención sociológica. Para éste autor dicho método consiste en: analizar la acción colectiva de forma directa considerando los procesos auto analíticos de los propios actores; analizar las relaciones inmersas en los movimientos sociales; promover la participación directa y la vinculación entre el investigador social y los actores (Touraine, 1990) En este sentido, el planteamiento inicial es que la Sociología, y mejor aún los sociólogos, deben ser capaces de intervenir en los Movimientos Sociales, en la medida en que se tiene el objetivo de conocer la “cara oculta de las relaciones sociales”, “el conflicto entre actores de clase por el control de un campo cultural” y “reconstruir los procesos de toma de decisiones” (Touraine, 1990). Son embargo, la intervención sociológica consiste, más que en solamente observar o participar activamente en los Movimientos Sociales, en “crear espacios para que internamente el profesional sea capaz de analizar la realidad social subyacente a dicho movimiento. Con ello, de acuerdo con Touraine: “…la intervención sociológica pretende ser el método que corresponde en prioridad al estudio de las conductas colectivas por las cuales se producen las formas de organización social como resultado de conflictos sociales por el control y la apropiación de los patrones culturales mediante los cuales una colectividad construye de manera normativa sus relaciones con su medio ambiente.” (Touraine, 1986) La Intervención Social en América Latina. En AL los procesos de Intervención social se generan teniendo como punto de partida la acción de la Iglesia Católica sobre las comunidades empobrecidas, primeramente rurales e indígenas, y posteriormente, con el surgimiento del desarrollo industrial de los procesos de urbanización también en los sectores sociales empobrecidos de las ciudades. Sobre todo como una acción caritativa. La acción social fomentada desde el Estado se comienza a generar a partir del siglo XX con el establecimiento de políticas asistencialistas y de beneficencia pública. No obstante, la pauperización de la población ante un contexto de espacios colonizados por los estados europeos así como por la explotación económica y de recursos naturalespor parte de la industria extranjera, propicia movimientos revolucionarios de tipo nacionalista; y a la par, un movimiento de intervención social basado no necesariamente en planteamientos de revolución social sino de una liberación buscando generar la participación consciente de las masas para la construcción de organizaciones comunitarias autogestivas. En este contexto emerge una forma de intervención social denominada como Educación popular o liberadora desarrollada por la pedagogía crítica de Paulo Freire en Brasil. Aunque en realidad la educación popular como tal ya había sido desarrollada desde una etapa anterior, no obstante, los contenidos renovadores de Freire dotaron a este modelo de una conceptualización y metodología alternativas razón por lo que aún en la actualidad se mantiene vigente y en pleno desarrollo. Freire, partiendo de su experiencia en los Círculos de Cultura critica al extensionismo y los métodos tradicionales de educación de adultos como pedagogías “domesticadoras”. Su propuesta es una metodología de alfabetización concientizadora, pues conjuntamente con el proceso de aprendizaje de lectoescritura el sujeto toma conciencia de su realidad. Cabe señalar que la metodología de Freire, al gozar de una aceptación por parte de la Iglesia Católica, influyó notablemente en la Teología de la Liberación. (Dussan, 2004) Este modelo de intervención es eminentemente participativo de tal forma que el proceso de formación en la educación popular se realiza mediante técnicas y dinámicas de grupo para ser replicadas en diferentes actividades (Dussán, 2002) Como resultado de la politización de las prácticas de educación popular, enriquecida por la tradición pedagógica de la izquierda, se genera una importante presencia de este modelo en gurpos de base y sectores sociales populares, dentro de un contexto de ascenso de la lucha de clases en América Latina (década de los sesenta). La concurrencia entre el cristianismo crítico y el marxismo dio origen a nuevas formas de acción social, e incluso religioso como el surgimiento de la Teología de la Liberación, y del modelo de Investigación Acción Participativa. La investigación Acción Participativa (IAP) emerge bajo la confluencia de una variedad de escuelas críticas de investigación social y de las propuestas de pedagogía social, entre otras: la educación popular latinoamericana, la pedagogía de la liberación de Freire, educación para los adultos. Este modelo se caracteriza por ser un método de estudio y acción cuyo objetivo es el mejoramiento de la situación social, haciendo participar a los propios sujetos en una relación de interacción social constante entre estos y el investigador (Alberich, 2007). La lógica de la IAP consiste en concebir e incluir a los actores como sujetos activos quienes, a través de su práctica son capaces de transformar sus condiciones sociales. De acuerdo con Ander Egg, “El objetivo que se planteaba esta nueva línea de acción era participar para transformar y ser protagonista del cambio social” (Ander-Egg: 1990, 19). De esta forma, en este modelo de intervención es fundamental el involucramiento de la población en todas las fases de la investigación. Según Park (1992: 137) la IAP es “una manera intencional de otorgar poder a la gente para que pueda asumir acciones eficaces hacia el mejoramiento de sus condiciones de vida, tomando como novedoso de este proceso, no el simple hecho de que la gente se cuestione sobre sus condiciones y busque mejores medios de actuar para su bienestar y el de su comunidad, sino el hecho de llamar a este proceso, investigación y de conducirlo como una actividad intelectual”. Es a través del conocimiento que el sujeto es capaz de tomar conciencia de su realidad y de construir la decisión de transformarla. El mismo autor menciona al respecto que se trata de que “la gente conozca cómo sus vidas pueden ser diferentes de lo que son, plenas de injusticia y sufrimiento, y obtenga las herramientas que le permitan conocer el fin de tanta desgracia” (Park: 1992, 137). Con ello la Investigación Acción Participativa se convierte en una corriente metodológica que “busca obtener resultados fiables y útiles para mejorar situaciones colectivas, basando la investigación en la participación de los propios colectivos a investigar.” Alberich (2002: 76). Es decir, es a través de la toma de conciencia y la participación de los sujetos en el proceso de investigación como al final estos mismos sujetos serán capaces de empoderarse y asumirse como protagonistas en la construcción de una situación social diferente. De esta forma, el objetivo de la IAP según Park (1992: 138) es “apoyar al oprimido para que sea autónomo, confíe en sí mismo, crea en su propia capacidad y llegue a la autodeterminación, como en apoyarlo para que llegue a ser auto-suficiente”. Pretende por tanto, dar poder a la gente para que pueda incidir a nivel político y desde ahí, generar los cambios sociales necesarios. Es interesante señalar el papel del investigador en este proceso de empoderamiento desarrollado a través de la IAP, principalmente por soslayar un tipo de relación jerárquica presente en otro tipo de procesos de investigación social, asumiéndose como facilitador de los procesos de organización y aprendizaje de la comunidad intervenida. En este sentido, el investigador desarrolla ciertas actitudes de complicidad y sinergia con la población con la que trabaja, aportando herramientas e instrumentos metodológicos, e invitando a las personas a involucrarse en estas dinámicas, desde el aporte de sus experiencias, vivencias y conocimientos. En suma lo que es posible denotar a través de este recorrido por las diferentes formas y modelos de intervención social, es que no existe un método único para ejercerlos así como que están basados en diferentes posiciones ideológicas y en heterogéneos planteamientos teóricos. No obstante, los rasgos comunes es que los procesos de intervención representan una acción organizada de un conjunto de personas frente a problemáticas sociales no resueltas, en el que participan impulsándola diversos actores tales como el Estado, a través de la definición de políticas sociales, las Organizaciones de la Sociedad Civil (ONG`S, Organizaciones sociales populares, Asociaciones, etc.), el espacio académico en cuyo seno se sientan las bases, teóricas y metodológicas, que fungen como orientadoras del trabajo de intervención social. Teoría social e Intervención social. El conjunto de modelos de Intervención social, en general, consideran diferentes tipos de acción social como la asesoría, la investigación, la capacitación, la gestión, la planificación y la organización comunitaria, e incluso la generación de procesos productivos. Aunque es algo común en las diversas sociedades la implementación de proyectos de acción social el qué modelo de intervención social y como ejercerlo depende del contexto social e histórico y varía de una cultura o comunidad a otra. La configuración del Estado moderno, el surgimiento de los regímenes democráticos y el desarrollo de la ciudadanía, se constituyen en el marco político de los nuevos procesos de intervención. El desarrollo de las tradiciones generacionales de derechos civiles, políticos, sociales y colectivos; el desarrollo industrial y la vinculación de grandes sectores de población en la producción capitalista, el crecimiento de las ciudades, entre otros, se constituye en el marco contextual de la intervención moderna. Actualmente, a partir de la identificación de problemas, las ciencias sociales utilizan distintos métodos de intervención social que tienen característicascomunes: 1. Constituyen un conjunto de prácticas que tienen una función integrativa o preventiva; 2. Las prácticas constan de estructuras organizacionales que implican niveles jerárquicos; 3. Se bosqueja una tecnificación, que consiste en la asistencia de un personal mínimamente especializado que además contribuye o guía la acción; y 4. La práctica consta de una localización, es decir, que se produce desde un campo “intrainstitucional” o “extrainstitucional”. También se presentan diferencias metodológicas y técnicas visibles en la descripción de cada una de ellas. La intervención social, en sus perspectivas contemporáneas, se encuentra fundamentada en una variedad de planteamientos teóricos y metodológicos. La mayoría de ellos de carácter reciente dentro de la teoría social cuya característica principal ha sido la de intentar superar visiones estructuralistas, deterministas así como aquellas propuestas provenientes de las teorías de la elección racional. El siglo XX fue testigo del predominio estructuralista y de la perspectiva holista en sus diferentes vertientes con lo cual se impuso una visión en la cual los sujetos, de acuerdo a la posición que ocuparan en las estructuras, les correspondía una determinada forma de conciencia y de acción. Dicha concepción mantuvo su hegemonía durante un largo periodo lo cual se expresó en prácticamente toda la producción intelectual realizada en éste dentro de las Ciencias Sociales (Alexander, 1989). Las dos últimas décadas del siglo, empero, trajeron consigo una crisis hegemónica para el paradigma teórico dominante. Con ello, comienza el derrumbe de los grandes discursos teóricos estructuralistas, en sus diferentes vertientes: funcionalismo, estructuralismo antropológico, marxismo; así como una crisis también en el planteamiento neopositivista. Hecatombe teórica epistemológica que, sin embargo, dio lugar al surgimiento y colocación en una posición protagónica del discurso Neoliberal y paralelamente a la emergencia y difusión de las tesis de la posmodernidad que asumen una posición liquidacionista de la capacidad transformadora de los sujetos, del acontecer histórico, de la modernidad, y de la posibilidad de explicación de la realidad a través de la creación de discursos totalizantes. Sin embargo, “después del derrumbe” –no sólo de los grandes paradigmas teóricos, sino en la realidad empírica, del socialismo real, del modelo keynesiano, y de los planteamientos ortodoxos del neopositivismo- han emergido nuevas propuestas teóricas, entre ellas las de la Agency confrontadas con las de la elección racional recientes y con la teoría de sistemas. La característica, empero, de estos nuevos grandes planteamientos es la incorporación de las teorías del discurso y, junto con ello, la atención primordial del campo subjetivo. Estos discursos teóricos recientes plantean una integración de estructuras, subjetividades y acción social considerando para ello que si bien, los sujetos se encuentran condicionados por las estructuras, éstas no determinan su acción pues la subjetividad cumple con el objetivo de dotar de sentido a sus prácticas y con ello, otorgarle de una capacidad de agencia tal que es posible modificar las circunstancias en las que se encuentra. Lo anterior tiene un impacto significativo para los modelos de intervención social, ya sea porque nutre perspectivas que buscan incorporar a los sujetos a procesos de participación autónoma y autogestiva, en los que el protagonista imprescindible es justamente el ciudadano organizado y empoderado, o bien, porque representa una concepción alternativa y opuesta a modelos de intervención de carácter asistencialista, corporativa o clientelar en los que el sujeto asistido funge como un instrumento o un medio para la satisfacción de intereses políticos o económicos particulares. Nos referimos particularmente a los aportes desde la teoría de la estructuración de A. Giddens, La teoría del Capital social y de los campos sociales de P. Bordieu, la teoría de la Acción comunicativa de Habermas. En primer lugar para A. Giddens, el concepto de acción implica el conocimiento de los agentes sociales de las condiciones de reproducción social, las cuales son de carácter recursivo. De acuerdo con la Teoría de la estructuración de Anthony Giddens, uno de los elementos más importantes que explican la constitución y reproducción de la vida social es la acción. Esta es concebida por el autor como una conducta intencional y continua, en donde la reflexividad de los actores es imprescindible. Ya que es “la forma específicamente reflexiva del entendimiento de agentes humanos la que interviene a mayor profundidad en el ordenamiento recursivo de prácticas sociales. Una continuidad de prácticas presupone reflexividad.” (Giddens, 1998:40) Pero, “reflexividad no se debe entender como mera ‘auto-conciencia- sino como el carácter registrado del fluir corriente de una vida social.” (Giddens: 41) Para Giddens es importante establecer que si bien los sujetos son quienes producen la estructura social ésta también influye sobre ellos, de tal forma que por un lado la estructura se crea y puede ser modificada a través de la acción, pero a la vez, la acción es estructurada por las disposiciones establecidas en la estructura. A dicho proceso dialéctico entre estructura y acción Giddens denomina como ‘dualidad de la estructura’. (Giddens, 1998) Esta capacidad de racionalizar la conducta, le permite a los sujetos ejercer control sobre sus acciones y actividades que le permiten el manejo efectivo de su mundo social en el cual está incrustada la estructura. La sucesión de prácticas sociales en la vida cotidiana, situadas dentro de un contexto histórico y geográfico específico, hace posible la reproducción de dicha estructura, la cual se encuentra expresada en forma de reglas y recursos, bajo los cuales los actores guían su acción. Así, la acción concebida como capacidad de intervención creativa de los sujetos en la vida social se relaciona con el concepto de praxis social, diferenciándose de las prácticas, las cuales hacen referencia a actividades habituadas y reguladas. La praxis social considera, entonces, la acción intencional y reflexiva por parte de los actores dentro de un contexto social específico pero no absolutamente determinado por él, por lo que es susceptible de transformarlo. La agencia social, de hecho, tiene sentido únicamente en la medida en que introduce cambios en la vida social de manera intencional, o sea, con un control reflexivo (que conlleva motivos, razones e intenciones) por parte de los actores. El carácter reflexivo hace referencia a su vez a la capacidad de los sujetos para dar cuenta –a ellos mismos y a los demás- de los motivos, las razones, y las intenciones de la acción de manera discursiva. Lo cual no significa, empero, que siempre los sujetos actúen reflexivamente sino que también lo pueden hacer por motivaciones no concientes ni racionales, aún cuando las razones que emitan a través de su discurso refieran argumentos coherentes. Por ello, el lenguaje como expresión de la capacidad reflexiva de los sujetos es importante, ya que además es el medio por el cual interactúa y logra introducirse en un proceso intersubjetivo, en donde no sólo significa sus propias motivaciones e intenciones, sino que es capaz, en la interacción con otros sujetos entender el sentido que los otros dan a su propia acción, constituyendo en este proceso de actividad social e interacción simbólica marcos de significado sociales con los cuales es capaz de interpretar el mundo, conformando así un conocimiento mutuo. El concepto de dualidad de la estructura intenta explicar la mediación, queen el proceso de reproducción social se establece entre estructura e interacción. Las estructuras sociales, de acuerdo con este concepto, son configuradas por la conducta de los sujetos, a la vez, que representan el medio de dicha configuración. Lo cual, asume su expresión concreta por medio de las reglas y los recursos como elementos propios de las estructuras, y como sistema normativo que permite la producción y reproducción de las mismas a través de la acción estructurada y reflexiva de los sujetos. Según Giddens: “la estructura sólo existe en y mediante las actividades de los agentes humanos.” (Giddens, 1989: 256) En otras palabras, las características estructuradoras de los sistemas sociales que Giddens denomina como propiedades estructurales -relaciones de propiedad, familia, instituciones políticas (civiles y estatales), etc.-, tanto imponen restricciones a la acción como posibilitan que ésta se realice. De esta manera, el agente, como ya se menciona, es capaz de acciones contingentes que no se supeditan a las regularidades estructurales o rutinas. Sino que el agente en todo momento tiene el poder de actuar de un modo distinto al habitual. Ello no significa, sin embargo, que tenga una libertad irrestricta y que no considere las constricciones estructurales, “ningún agente es enteramente autónomo. “…el margen de la libertad de la agencia depende decisivamente de la variedad de actividades que un agente puede realizar con competencia.” (Cohen, 1987: 366) Por tanto, la existencia de posibilidades de acción inédita y transformación social del agente implica también la consideración de los mecanismos estructurales que constriñen la práctica absolutamente libre, por tanto la teoría de la estructuración intenta ser tanto una crítica al voluntarismo individualista como al conformismo y la pasividad, propios de la visión estructuralista. El abanico de lo posible se abre ante los agentes, pero bajo cierta regularidad establecida que no se puede soslayar a expensas de que la acción social, lejos de ser liberalizadora se convierta en un resultado frustrante. En este proceso el conocimiento denota tanto la capacidad del agente para la modificación de sus condiciones como la cognoscibilidad, es decir, el conocer sus circunstancias sociales y las condiciones de su acción. La acción, por tanto, se define por tres elementos: la racionalización, el registro reflexivo y la motivación. Estos elementos teóricos aportados por Giddens son retomados por algunas perspectivas de intervención social para conducir los procesos de acción social. Principalmente los ejes teóricos de la teoría de la estructuración articulados con la práctica de intervención son: la potencialidad de los agentes para la modificación de su entorno a través de la praxis, constituida ésta por la capacidad reflexiva y la motivación de los agentes. La identificación y análisis de los procesos de rutinización y los espacios posibles en los que pueden ser superados; la determinación de las instancias estructurantes bajo las cuales es generada la praxis de los sujetos. En general lo que se plantea desde una perspectiva de intervención social que retoma la teoría de la estructuración de Giddens es considerar a los sujetos como agentes sociales, es decir, con la capacidad para transformar sus circunstancias sociales a través de su acción práctica, en la que el científico social no asume una posición paternalista sino de co participante en dicho proceso. Es decir, la intervención social, así delineada desde esta perspectiva teórica considera al sujeto de una forma activa y no como un ente pasivo en espera de ser atendido, sino como constructor, de manera reflexiva, de una situación que rompa con lo instituido asumiendo conciencia de su potencialidad como ciudadano de una sociedad democrática. Particularmente, la teoría de la estructuración ha sido un referente teórico para propuestas de intervención social que tienden hacia un proceso de comunicación, conformación grupal e interacción social con mayor eficacia, en la que el sujeto sea participe permanente. De esta forma, investigadores se han abocado a la formulación y puesta en práctica de un enfoque de comunicación grupal que coadyuve a la generación de toma de decisiones, negociación, liderazgo, y una cultura de grupo (Poole, 1983; Poole y Doelger, 1986). Específicamente, la conformación de grupos, se plantea, se da a partir de la acción siendo lo fundamental en ello los procesos de interacción en quienes forman parte, así como entre el grupo y las instituciones con las que se relaciona. En todo ello, una parte fundamental es el proceso de apropiación que asumen los sujetos, el cual se da en la interacción entre individuos e instituciones, siendo a través de lo anterior que “los rasgos estructurales es adaptado a grupos y a circunstancias específicas. Las instituciones en este caso, funcionan como “depósitos de posibilidades estructurales” ya que proveen los patrones o modelos de una diversidad de actividades grupales o colectivas (Poole, 1996). En suma, la propuesta plantea que durante los procesos de organización grupal, los miembros del grupo interactúan a través de reglas pero al interactuar posibilitan que continúen dichas estructuras, o bien, de que sean modificadas, siendo ello una característica primordial en el modelo de intervención basada en la propuesta teórica de Giddens. Campo social y Capital social como bases de la Intervención social. Por otro lado, existen planteamientos sobre la intervención social basados en la propuesta de P. Bourdieu, sobre todo en lo que concierne a su concepción de campo y de capital social. El proceso de intervención social es generador de una red de relaciones sociales que en conjunto intentan cumplir el objetivo de solucionar demandas sociales. Dicha estructura de relaciones no está compuesta de forma homogénea, sino que en ella confluyen una variedad de organismos institucionales, públicos, privados, Organizaciones de la sociedad civil, Instituciones educativas, etc., La dinámica que surge en la interacción de estos elementos puede ser representada como el campo de la Intervención social (Bermudez, 2011). Lo anterior es planteado de esta forma al considerar, a partir de Bourdieu, que el campo social se conforma por elementos contradictorios y heterogéneos articulados o en disputa por la hegemonía. “toda la gente comprometida con un campo tiene una cantidad de intereses fundamentales comunes, es decir todo aquello que está vinculado a la existencia misma del campo” (Bourdieu, 1997:138). La definición de campo que establece Bourdieu plantea un conjunto de relaciones de fuerza entre agentes o instituciones en pugna por formas específicas de dominio, monopolio y producción de un tipo de capital específico ―capital simbólico―. El punto central sobre el cual Bourdieu desarrolla su propuesta teórica, lo constituyen los sistemas de relaciones (o de posiciones), también denominados estructuras objetivas, conceptualizadas también bajo el concepto de campo (Bourdieu y Wacquant, 1995). En estas estructuras objetivas los agentes interactúan, de acuerdo a las distintas posiciones sociales en las que se desenvuelven, tomando como base para su agencia social una segunda estructura denominada por el autor como Habitus, que es el producto de la internalización de las estructuras del mundo social (Bourdieu, 1988). De tal forma que lo objetivo y lo subjetivo se encuentran relacionados a través del hábitus. Con ello, la intervención social vista como un campo social expresa una diversidad de elementos contradictorios, en los que se encuentra presente, además de procesos de solidaridad y cohesión, dinámicas de conflicto al encontrarseen una dinámica de relaciones de poder. De esta forma, en la intervención social se delinean fuerzas tales como la toma de decisiones sobre las acciones a emprender, quien y como ejercerlas, los cuales se presentan en la mayoría de los modelos de intervención, tanto las de tipo caritativo asistencial como las de orden sociopolítico (Corvalán, 1996). La toma de decisiones en el campo de la intervención social es fundamental pues es lo que da lugar a la acción práctica y la búsqueda del cumplimiento de objetivos. En lo anterior, entonces, pueden confluir, de una forma dialógica o en oposición, las acciones de tipo gubernamental, académico, empresarial y la propia acción comunitaria. Otra fuerza dentro del campo puede ser representada por la forma en que se percibe la situación social en la que se pretende intervenir, así como la forma en que se le representa. En mucho, de lo anterior, depende la forma en que se interviene o aborda un determinado tipo de población, pues es lo que fundamenta la construcción de estigmas y categorizaciones que pueden influir negativamente en la identidad social de los sujetos, o bien que inducen a los sujetos a presentarse y actuar como tales para poder acceder a los beneficios que se distribuyen (Martinic, 2004:132). Otras fuerzas las constituyen los mecanismos a través de los que se posicionan dichas maneras de representar a los sujetos que fungen como elementos de justificación y legitimación de las acciones que se ejercen; el efecto de las instancias profesionales que impulsan la intervención social sobre la estructura de necesidades de los sujetos; y, por útlimo, los modelos de intervención social que pueden basarse en la acción como disuasión, la persuasión, o la movilización social (Bermudez, 2011). En suma, de acuerdo al planteamiento de intervención social fundado sobre la propuesta teórica de P. Bourdieu, la importancia de concebir el proceso de intervención como campo de fuerzas hace posible la construcción de alternativas de abordaje que busquen superar la instrumentalización en la que se ha caído bajo la figura de los condicionamientos y la administración de poblaciones (eficacia, eficiencia, resultados a corto plazo, fuentes de verificación, etc.) (Bermudez, 2011), al ser una cuestión recurrente en la actualidad el que la intervención social enfrente relaciones de mercado (Corvalán, 1996) y de subordinación a la economía. Acción comunicativa e Intervención social. Sin duda, la Teoría de la Acción comunicativa de Habermas ha aportado una riqueza conceptual en los planteamientos actuales sobre la intervención social, sobre todo a partir de su concepción sobre las formas de participación social y/o ciudadana y el impulso de la democracia deliberativa. En su teoría de la acción comunicativa desarrolla el concepto de mundo de la vida a partir de una crítica al concepto fenomenológico en la que el elemento central es la acción comunicativa, es decir, la acción orientada al entendimiento que posibilita el dominio de situaciones y la ejecución de planes de acción. El mundo de la vida, de acuerdo con Habermas, se puede concebir en dos sentidos: como contenido de aquello que permite a los actores comunicarse, entenderse y establecer acuerdos; y, por otra parte, aquello que funciona como recursos o como elementos constituyentes del mundo de la vida y que para los sujetos no es significativo. Dicha distinción tiene que ver con lo que está al alcance de los sujetos y que le permite definir situaciones y planificar su acción y lo que funciona como recurso para la acción pero que no es visible a los ojos de los sujetos. “la acción comunicativa se basa en un proceso cooperativo de interpretación en que los participantes se refieren simultáneamente a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en el mundo subjetivo aun cuando en su manifestación sólo subrayen temáticamente uno de estos tres componentes. Hablantes y oyentes emplean el sistema de referencia que constituyen los tres mundos como marco de interpretación dentro del cual elaboran las definiciones comunes de su situación de acción.” (Habermas, 1987: 171) En la acción comunicativa los participantes persiguen de común acuerdo sus respectivos planes de acción sobre la base de una definición común de la situación. Los distintos procesos de reproducción se refuerzan unos a otros para el mantenimiento del mundo de la vida. La reproducción cultural suministra legitimación para las instituciones existentes y provee patrones de comportamiento eficaces a los individuos. La integración social proporciona a los individuos pertenencias a grupos que constituyen marcos normativos legítimos para la acción y ofrece vinculaciones de carácter moral u obligatorio. Los procesos de socialización y las estructuras de personalidad contribuyen a validar intersubjetivamente las interpretaciones que los individuos producen, así como proveer motivaciones para actuar de conformidad con las normas. Sin embargo, cuando los procesos de reproducción dejan de ser eficientes, las perturbaciones del mundo de la vida hacen su aparición: en la reproducción cultural se manifiestan como pérdida del 'recurso "sentido ", en la integración social como pérdida del recurso de "solidaridad social ", y en la socialización como pérdida del recurso de "fuerza del yo" (Habermas 1987: 200-201). Lo anterior representa los fundamentos teóricos sobre los cuales Habermas propondrá en un momento posterior la problemática subyacente a la democracia en las sociedades complejas. En su obra Factiucidad y Validez, Habermas afirma que la tensión entre estos dos elementos pone en riesgo la democracia en las sociedades modernas. Lo cual, lejos de significar su abandono, plantea en cambio la profundización de sus rasgos constitutivos y una modificación sustancial de su expresión formal. El objetivo es “profundizar en ella, hacerla moralmente deseable y técnicamente viable” (Cortina, 2010). Para lo cual el Derecho como disciplina ocupa un lugar insoslayable. A ello subyace la idea de que la perspectiva deliberativa sobre democracia contiene una dimensión normativa como elemento inherente a ella, a la vez que indispensable para la adhesión racional por parte de los ciudadanos hacia las reglas democráticas. En dicho contexto, la “pieza nuclear del proceso democrático” estará encarnada en la noción procedimental de una política deliberativa, que desde la óptica discursiva apunta a la configuración de un procedimiento democrático de tipo ideal tanto para la deliberación como para la toma de decisiones. Enfatizando la dimensión normativa del Estado y la sociedad, la perspectiva discursiva sobre democracia se basa en la razón práctica la cual se afirma en las reglas discursivas y las formas de argumentación. Así las cosas, la concepción de democracia en tanto política deliberativa intenta tender un puente entre sistema y mundo de la vida con miras al logro de ciertas tareas propias de las sociedades modernas, a saber, la integración, la regulación y el control, frente a las cuales se ha respondido en base a tres mecanismos específicos: el dinero, el poder administrativo y la solidaridad, respectivamente. Retomando el planteamiento de Habermas la perspectiva que se describe en torno a la intervención social fundada en dicha teoría, considera que la fuente de legitimidad brota del proceso discursivo por medio del cual pueda ser posible arribar a la definición de ciertas normas y/o acuerdos comunes (Matus, 2006). Concretamente en relación a la intervención social desde la Sociología ello sería factible a partir de la generación de procesos de participación desde una posición multidisciplinar y heterogénea en la que la interacción comunicativa diera a lugar un conjunto normativo de orden común.En la que los actores principales serían las instituciones, los profesionistas y los sujetos participantes. En conjugación con esto, deben de considerarse los procesos de legitimación de la práctica de intervención social partiendo del asentimiento de los sujetos participantes, así como generar la legitimidad de su propia participación. La perspectiva teórica de Habermas que delinea la propuesta de intervención social mencionada es, entonces, de utilidad en la medida en que la acción comunicativa se orienta hacia el entendimiento reciproco entre los actores a través del lenguaje, bajo las pretensiones de inteligibilidad, verdad, veracidad, sinceridad y justificación que dan lugar a la razón comunicativa, proceso cuyo objetivo último es la construcción de la responsabilidad solidaria expresada en una democracia deliberativa. CONCLUSIONES Como se ha expresado a lo largo del escrito la Intervención social contiene una heterogeneidad y complejidad en cuanto a sus fundamentos teóricos y metodológicos. Asímismo en este proceso de acción social intervienen diversos actores que manifiestan objetivos igualmente distintos y con planteamientos ideológicos no en pocas veces opuestos entre sí. No obstante, de esta heterogeneidad dos actores destacan por las implicaciones que tiene su práctica: el Estado como constructor, ejecutor y en quien se sostiene legalmente las políticas sociales y las Instituciones académicas, que ofrecen a la gama de profesionistas capacitados para concretar los diversos modelos de intervención social. Ante ello, es imprescindible desde la Sociología que la formación teórica de sus profesionistas vaya acompañada y articulada con la práctica del entorno que se pretende estudiar, es decir a la práctica de lo social. Ello con la intención de romper con la división existente entre teoría y práctica que existe en la mayoría de las Ciencias Sociales. Los modelos de intervención aquí expuestos, tanto los tradicionales como los más recientes, dan muestra justamente de esa intencionalidad por conjugar los planteamientos teóricos con la actividad práctica, soslayando el carácter inmediatista e instrumentalista de la acción social. Finalmente, es justamente en la actividad práctica sobre la realidad social que la teoría es dotada de sentido por los actores a quienes interpreta. La intervención social, por ende, deberá sustentarse en discursos teórico metodológicos que permitan que su ejercicio implique un objetivo genuino de impacto social impulsando el empoderamiento de los sujetos y facilitando que éstos asuman su ciudadanía en una sociedad que pretende ser auténticamente democrática. Bibliografía. Alberich, T. (2002): “Perspectivas de la Investigación Social”, en Rdz. Villasante, T (et al.): Investigación Social Participativa. Construyendo ciudadanía. 1. Madrid: El Viejo Topo, p. 65-78. Alberich, Tomas (2007) IAP, Redes y Mapas sociales: Desde la investigación a la intervención social. Portularia Vol. VIII, nº 1. 2008, [131-151], issn 1578-0236. © Universidad de Huelva Bermudez P., Claudia (2011) Intervención social desde el trabajo social un campo de fuerzas en pugna en Revista Prospectiva. 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