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practicas sociales de la lectura arnaux

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ELVI RA NARVAJA DE ARNOUX (directora) 
PASAJES 
Escuela media-enseñanza superior 
Propuestas en torno ac la 
lectura y. 1 a eser i t u,ra 
DI EGO BENTIVEGNA 
MARIANA DI STEFANO 
ANGELITA MARTÍNEZ 
, MATEO NIRO 
SYLVlA NOGUEIRA 
CECILIA PEREIRA 
ADRlANA SlLVESTRI 
ADRlANA SPERANZA 
ELENA VALENTE 
CAPÍTULO 1 
Procesos y prácticas sociales de la lectura y la escritura 
La universidad: una comunidad discursiva 
1. Introducción 
· Desde perspectivas históricas y sociológicas se ha definido a la lectura y a la escritura como 
prácticas sociales. El sociólogo francés Pierre Bourdieu (2000) señala que en toda práctica 
social pueden identificarse dos niveles que interactúan dialécticamente: por un lado, las acti-
vidades materiales que se llevan a cabo durante la realización de la práctica, ubicadas espa-
cial y temporalmente; y por otro lado, las ideas, creencias -que llamaremos representaciones 
sociales- sobre lo que se está haciendo y que orientan el modo de actuar. 
Pensar, por ejemplo, la escritura como un práctica social nos lleva a observar el modo ma-
terial en que esta se realiza: ¿se escribe a mano, con lápiz, con lapicera, con aerosol, sobre un 
pequeño trozo de papel, sobre una agenda, en una carpeta, en una pared?, ¿se escribe a través 
de un teclado de computadora?, ¿se escribe pausadamente, sentado y apoyando el papel sobre 
un escritorio, o velozmente y de pie?, ¿se tarda unos pocos minutos en terminar el escrito o 
este es producto de un trabajo que demanda varias horas, o meses o años? 
Pero, además, nos lleva a preguntarnos por las representaciones sobre el escribir que orien-
taron el modo en que la escritura se realizó en una práctica concreta: ¿cuál es la idea de 
escritor que se deja ver en ella?, ¿cuál es el rol que asum·e ese escritor?, ¿qué ideas tiene acerca 
del "escrito bien logrado" para esa situación?, ¿cuál es la finalidad de su escrito?, ¿qué vínculo 
considera adecuado entablar con el lector?, ¿cuál es el tipo de lector que prevé para su texto? 
2. La historia cultural de la lectura 
Pensar la lectura y la escritura como prácticas sociales nos permite ubicarlas espacial e 
históricamente e identificar la gran cantidad de diferencias y similitudes que se dan entre 
unas y otras en el seno de una sociedad y a lo largo de la historia. Como es evidente, hace 
quinientos años no se realizaban las prácticas de escritura igual que hoy (no existían las 
computadoras, ni las biromes, y la mayor parte de .la población -en especial mujeres y niños-
era analfabeta, por lo que la comunicación escrita estaba reservada a determinadas situacio-
nes y protagonistas). Pero aún en el presente, no todos los grupos sociales escriben o leen del 
mismo modo: muchos presos escriben cartas a sus familiares o amigos y lo hacen en forma 
manuscrita, aprovechando al máximo la hoja de papel, que suele ser un bien escaso en ese 
contexto de encierro; a los chicos, en los primeros años escolares, se los ejercita en la escritura 
a mano en letra cursiva, preferentemente redondeada, y de imprenta y en dejar márgenes en 
la hoja; a los alumnos universitarios se les suele exigir que entreguen sus trabajos prácticos 
resueltos en computadora, dejando márgenes y con una total adecuación a las normas de 
escritura vigentes. 
Los géneros discursivos que los grupos transitan son diferentes; por ejemplo, los profesores 
(91 
10 Pasajes: escuela media - enseñanza superior 
universitarios escriben artículos científicos, conferencias, libros de divulgación; algunos gru-
pos de jóvenes se expresan a través de graffitis; las agrupaciones políticas suelen tener sus 
propias revistas o periódicos, y escriben también volantes y solicitadas para transmitir sus 
posiciones. Asimismo, los motivos que llevan a leer o escribir son también diversos. Los estu-
diantes universitarios, por ejemplo, leen y escriben para realizar aprendizajes que les permi-
tan avanzar en sus carreras. Y la función que se le asigna a la lectura y a la escritura también 
varía: algunos escritores de ficción han declarado que escriben "para salvarse de la locura" o 
para "encontrarse a sí mismos" o "autoconocerse"; los científicos escriben para difundir entre 
los pares o hacia la sociedad los resultados de sus investigaciones. Una misma persona, inclu-
so, lee o escribe de distinta forma según la situación en que se encuentre o las necesidades que 
atraviese: lee para entretenerse, para tener información sobre un tema, para conocer una 
opinión, análisis o punto de vista sobre un acontecimiento, para entrar en sueño, para estu-
diar, para pensar sobre sí mismo, etcétera. 
La dimensión reparadora de la lectura 
Quiero insistir en el hecho de que en la lectura, o en la rememoración de obras 
literarias (cuando leer es imposible materialmente), hay algo que puede ir mucho 
más allá del olvido temporal de las penas. Algo que, en el hospital, tiene que ver 
con el sentido de la vida, con mantener la dignidad, con mantener la humanidad, a 
pesar de las mutilaciones y de las curaciones humillantes. Esto tiene que ver tam-
bién con la recomposición de la imagen de uno mismo, ese uno mismo a veces 
herido en lo más profundo. Cuando uno se siente despedazado, cuando el cuerpo es 
atacado, y se despiertan gran cantidad de angustias y de fantasías arcaicas, la 
reconstrucción de una representación de sí mismo, de su interioridad, puede ser 
vital. Y en las lecturas, o también en la contemplación de las obras de arte, hay 
algo que puede ser profundamente reparador. [ ... ] Lo que está en juego a partir de 
la lectura es la conquista o la reconquista de una posición de sujeto. En la lectura 
hay otra cosa más allá del placer, que es del orden de un trabajo psíquico, en el 
mismo sentido que hablamos de trabajo de duelo, trabajo de sueño o trabajo de la 
escritura. Un trabajo psíquico que nos permite volver a encontrar un vínculo con 
aquello que nos constituye, que nos da lugar, que nos da vida. (Petit, 2001: 70) 
Los trabajos del especialista francés Roger Chartier se inscriben en el campo disciplinar de 
la historia cultural de la lectura que, desde su perspectiva, persigue los siguientes objetivos: 
• Reconstruir las diversas maneras de leer que desde la Antigüedad clásica han caracteriza-
do a las sociedades occidentales: individual o colectiva, retirada o pública, disciplinada o 
rebelde, oralizada o silenciosa, intensiva (pocas lecturas) o extensiva (múltiples lecturas). 
• Estudiar las formas socialmente diferenciadas de apropiación de los textos (lectores cultos, 
lectores populares; hombres, mujeres; artesanos, burgueses, sacerdotes; católicos, protes-
tantes). 
• Analizar el encuentro entre el "mundo del texto" y el "mundo del lector". 
- Mundo del texto: objetos, formas y ritos cuyas convenciones y disposiciones sirven de so-
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'I porte para la lectura; formas en que se ofrecen a la lectura, al oído, a la mirada (dispositivo 
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- --escrito, con o sin ilustraciones, en soporte papel o electrónico, manuscrito o impreso, des---------
Procesos y prácticas sociales de la lectura y la escritura 11 
tinado o no a la oralización; recitado, representación, lectura en voz alta), intervenciones 
editoriales operadas sobre los textos para adecuarlos al tipo de lector previsto. 
Mundo del lector: comunidades de interpretación o lectoras. Comparten en su relación 
con lo escrito un mismo conjunto de competencias, usos, códigos e intereses. 
• Estudiar las instituciones que legitiman los textos: corte, salones, academias, universida-
des, periódicos. 
• Determinar la presencia del texto escrito en distintas prácticas sociales (ceremonias reli-
giosas, fiestas, clases, talleres). 
A partir de estos lineamientos, Roger Chartier propone observar el aspecto material y visi-
ble de estas prácticas, que suelen llamarse situaciones o escenas de lectura o escritura, ya que 
en ellas puede observarseel valor y la finalidad que esos lectores o escritores le atribuyen a lo 
que están haciendo. Por eso, propone observar el momento del día en que la práctica se reali-
za, las posiciones del cuerpo que adopta el lector o el escritor, el mobiliario que acompaña, la 
tecnología que se usa, quiénes son los que leen o escriben, cómo están vestidos para realizar la 
práctica y en qué lugar fisico la desarrollan; si están solos o acompañados; las características 
estéticas del objeto que se lee o escribe; las características discursivas de los textos que se leen 
o escriben, entre muchos otros. Este conjunto de datos es significativo en cuanto a las repre-
sentaciones sobre el leer o el escribir de un grupo social en un momento histórico determina-
do. Para poder identificar el valor que adquieren estos aspectos en una escena de lectura o 
escritura y la finalidad de las prácticas es necesario indagar algunos datos históricos contex-
tuales, que nos permitan ubicarlas en una época y en un espacio social determinados. 
ADVERTENCIA 
¡¡¡AL MUNDO ELEGANTE!!! 
La lectura es una de las sendas que conducen a la civilización; pero senda brillante sem-
brada de flores que exhalando el delicioso aroma del genio y las virtudes, hacen vivir al alma 
en una atmósfera de saber y sensibilidad, de generosidad y elevación. Leer es mejorar, es 
agrardar la vida. La ilustración, esta necesidad nacional, es el medio que puede conducirnos 
al grado de esplendor y perfectibilidad social que forman el risueño y necesario porvenir del 
pueblo argentino. La instrucción tiene sus grados, su carácter, sus formas: su naturaleza es 
armónica con la respectiva condición social. Contribuir a generalizarla en la clase más delica-
da y preciosa de nuestro país es el objeto que nos proponemos. Ofrecer especialmente a las 
señoritas porteñas un repertorio de novelas instructivas y morales: una colección esmerada 
donde se hallan combinadas la variedad y el gusto, donde las admirables producciones de los 
romanceros más célebres del siglo, como Walter Scott, Stael, Nodier, Soulié, Sue, Balzac, 
Paul de Koch y otras capacidades literarias de la época, aparezcan reunidas como en un 
vistoso ramillete enlazado con algún sublime pensamiento de Victor Hugo o Chateaubriand. 
Además de las novelas hallarán los señores suscriptores compendios históricos, coleccio-
nes de los poetas castellanos de más nombre, y cuantos libros son necesarios para adquirir 
los indispensables conocimientos que deben adornar a los que pertenecen a una ~ociedad 
culta y distinguida. · 
Condiciones de la Suscripción: [ ... ] Se asegura que se harán venir de Francia los libros 
más modernos y más al gusto de los señores suscriptores. (La Gaceta Mercantil, Buenos 
Aires, 16 de agosto de 1837, sección "Avisos") 
12 Pasajes: escuela media - enseñanza superior 
CONFESIONES 
No sé cómo aprendí a leer; sólo recuerdo mis primeras lecturas y el efecto que me causa-
ron: esto sucedió en la época en que puedo recordar sin interrupción la conciencia de mi yo. 
Mi madre había dejado algunas novelas. Mi padre y yo comenzamos a leerlas después de la 
cena, al principio sólo con la idea de usar algunos libros divertidos para que yo practicara la 
lectura. Pero pronto sentíamos un interés tan fuerte que leíamos en voz alta sin interrupción, 
alternándonos durante toda la noche. Nunca podíamos detenemos antes de llegar al final de 
un volumen. A veces mi padre, al escuchar las golondrinas que despertaban con la llegada 
del alba, me decía con rubor: "Vámonos a la cama, soy más niño que tú". 
En poco tiempo adquirí, gracias a este peligroso método, no sólo una extrema facilidad 
para leer, sino también un conocimiento, único a mi edad, sobre las pasiones. No tenía toda-
vía ninguna idea acerca de las cosas y ya conocía todos los sentimientos. No había concebi-
do nada pero había sentido todo. Estas emociones confusas que experimentaba no alteraban 
la razón, que todavía no poseía; pero ellas formaron mi carácter y me dieron de la vida huma-
na nociones extrañas y novelescas, de las cuales la experiencia y la reflexión no pudieron 
nunca curarme. (Jean-Jacques Rousseau, Confesiones, Barcelona, Planeta, 1993, p. 32) 
Actividad 
l. Lea el siguiente texto en el que se alude a una escena de lectura: 
TEXTO 1 
En la habitación de mi abuela Louise los libros estaban echados; se los prestaban en una 
biblioteca y nunca vi más de dos a la vez. Esas baratijas me hacían pensar en los confites de 
Año Nuevo porque sus hojas flexibles y con reflejos parecían recortadas en papel "glacés". 
Vivas, blancas, casi nuevas, servían de pretexto para unos ligeros misterios. Todos los viernes 
mi abuela se vestía para salir y decía: "Los voy a devolver''; a la vuelta, después de haberse 
quitado el sombrero negro y el velo, los sacaba y yo me preguntaba: "¿Son los mismos?". Ella 
los "forraba" cuidadosamente y luego, tras haber elegido uno de ellos, se instalaba junto a la 
ventana, en la poltrona, se calzaba las gafas, suspiraba de felicidad y de lasitud, bajaba los 
párpados con una fina sonrisa voluptuosa, que después encontré en los labios de la Gioconda; 
mi madre se callaba, me pedía que me callase, yo pensaba en la misa, en la muerte, en el 
sueño; me llenaba de silencio sagrado. Louise soltaba una risita de vez en cuando; llamaba a 
su hija, señalaba una línea con el dedo y las dos mujeres intercambiaban una mirada de 
complicidad. Sin embargo, no me gustaban esos libros con encuadernación demasiado distin-
guida; eran unos intrusos y mi abuelo no ocultaba que eran objeto de un culto menor, exclusi-
vamente femenino.[ ... ] Como era del oficio, seguramente tenía razón. Yo lo sabía, me había 
enseñado, en un estante de la biblioteca, unos gruesos volúmenes encuadernados cubiertos 
con una tela oscura. "Esos, pequeño, los ha hecho tu abuelo." ¡Qué orgullo! Yo era el nieto de 
un artesano especializado en la fabricación de objetos santos, tan respetable como un fabri-
cante de órganos, como un sastre de clérigos. (Jean-Paul Sartre, Las palabras, Buenos Aires, 
Losada, 2003, pp. 29-30) 
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Procesos y prácticas sociales de la lectura y la escritura 13 
1.1. Por como está descripta, ¿qué valor encerraba la lectura para la abuela Louise? ¿Y 
para la madre de Sartre?· 
1.2. ¿Qué elementos de esa práctica de lectura de la abuela llevan al abuelo de Sartre a 
calificarla de "femenina"? ¿Y a qué se opone, según el relato? 
1.3. Indague datos sobre la vida de Jean-Paul Sartre. ¿Qué valor pudieron haber tenido 
estas escenas vinculadas a la lectura, que él vivió en su infancia y narra en el relato 
autobiográfico Las palabras, en su vida profesional posterior? 
EL GABINETE DE LECTURA 
En la. primera mitad del siglo XIX, el precio de los libros era exorbitante y por lo tanto 
accesible sólo para una muy pequeña minoría. Fue así que se multiplicaron los lugares en los 
que el público podía, por pequeñas sumas, alquilar la lectura de libros, diarios y revistas; 
fueron los llamados gabinetes de lectura, que tuvieron un enorme éxito. En parte, a raíz de 
que por entonces la lectura pública no estaba aún garantizada: las grandes bibliotecas oficia-
les sufrían una gran desorganización, de modo que sólo un pequeño número de lectores la 
frecuentaba, en su mayoría científicos o eruditos. 
En los gabinetes se buscó superar lo que en las bibliotecas públicas eran incomodidades: 
no había límites en el horario, los materiales se prestaban o podían leerse allí mismo, y se 
ofrecían espacios bien calefaccionados y con buena iluminación. En general, eran locales a la 
calle, cuyo espacio estaba especialmente organizado para que la gente consultara la prensa 
o se instalara durante todo el día a leer libros. En general estaban organizados según lo indica 
el siguiente plano: 
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ESTUFA 
BANQUETA BANQUETA 
(Franyoise Parent-Lardeur, "Cabinets de lecture, espaces de lecture publique", en Anne-
Marie Christin, dir., Espaces de la lecture, París, Retz, 1988, p. 152; adaptación)1 
l. Todos los textos referidos en idioma original (distinto del castellano) han sido traducidos y/o adaptados por los 
autores de este libro. 
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