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Funciones Sociales de La Lengua (LE)

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PARA SABER MAS SOBRE LA LENGUA ESPAÑOLA 
 
Columna Semanal de la Professora Ana Lúcia Machado e del Professor 
Bruno César dos Santos 
 
FUNCIONES SOCIALES DE LA LENGUA 
 
Estimado estudiante, ya conocemos muy bien el proceso de colonización 
en América Latina y la tendencia de los Estados hacia el monolingüismo, es 
decir, la oficialización de las lenguas europeas en detrimento de las diversas 
lenguas habladas dentro de las fronteras americanas. Sin embargo, estas y las 
lenguas europeas, cumplieron y cumplen distintas funciones sociales. 
El primero de ellos es el papel oficial. Desde el punto de vista legal, una 
lengua se oficializa cuando se considera adecuada para ser utilizada en todas 
las actividades administrativas y políticas del país. En este sentido, la lengua 
oficial tiene un carácter simbólico, de identificación y reconocimiento. En el caso 
de la América hispanoamericana, la formalización recayó fuertemente en el 
idioma castellano, hoy conocido como lengua española. 
También está la función grupal, que se ocupa de las lenguas de grupos 
étnicos o culturales, como una comunidad indígena o inmigrante. Otra función, 
la educativa, consiste en el uso de una lengua como medio de instrucción en la 
educación básica. En América, muchos grupos indígenas, por ejemplo, tenían 
clases de español (en países hispanos) y portugués (en Brasil). 
En estas dos funciones – grupal y educativa – la política atribuye a una 
determinada lengua su uso en la enseñanza, haciendo de esta lengua un 
instrumento de control social. Desde esta perspectiva, la función del lenguaje 
como materia escolar también cae bajo el control social. La elección de una 
lengua extranjera para enseñar en las escuelas está condicionada por el 
contexto sociopolítico; hasta mediados del siglo XX, la lengua extranjera que se 
enseñaba era el francés y más tarde el inglés. La primera fue por razones 
culturales, ya que Francia tenía la primacía de la cultura elitista; la segunda, por 
razones económicas y de supremacía política de los EEUU de la posguerra 
mundial. En el caso de la enseñanza de la lengua oficial, el dominio se refiere al 
uso de normas estándar y prácticas escritas, con restricciones al uso de un grupo 
dominante en la sociedad. 
 
 La otra función es la internacional, que corresponde al uso de la lengua 
en las relaciones diplomáticas, el turismo o el comercio exterior. Tal lenguaje 
trasciende fronteras y está vinculado a ciudadanos de diferentes países. 
Existe también la función literaria. El uso de una lengua para las 
producciones literarias destaca la importancia de los movimientos nacionalistas. 
La lengua, en esta función, se relaciona con la identidad nacional, con un 
capitalismo editorial y con la construcción de un modelo de referencia para los 
hablantes. 
De esta forma, algunos nombres de escritores canónicos se convierten en 
“fundadores” de la lengua nacional: el inglés es “la lengua de Shakespeare”, el 
portugués es “la lengua de Camões”, el italiano es “la lengua de Dante”, el 
alemán “es la lengua de Goethe” y el castellano, “es la lengua de Cervantes”. Se 
crean instituciones de presencia internacional para la difusión de las lenguas 
nacionales, como la Societá Dante Aligheiri, el Goethe Institut, el Instituto 
Camões y el Instituto Cervantes. 
Siguiendo este modelo, el gobierno de Cataluña creó el Institut Ramon Llull 
como parte del proyecto de nacionalización. En Argentina, un manifiesto por la 
soberanía idiomática del español argentino fue promovido y firmado por 
intelectuales en 2013 para la creación de un Instituto que lleva el nombre del 
escritor Jorge Luis Borges, reconocido como siendo parte del canon de la 
literatura occidental. 
Precisamente el uso de una lengua está relacionado a diferentes 
situaciones políticas. Después de todo, una lengua marca la cultura, el sistema 
sociopolítico, entre otras esferas identitarias de una comunidad, pero, en un 
Estado nacional, las minorías son borradas por la lingüística hegemónica. En 
este contexto, se convierte en un problema glotopolítico. Los Estados nacionales 
necesitan articular el principio de personalidad de las lenguas, que reconoce los 
derechos lingüísticos individuales, con el principio de territorialidad, que 
responde a los derechos lingüísticos colectivos.

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