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Desarrollo de
las habilidades
emocionales
EN LOS MÁS PEQUEÑOS
Susan A. Miller
NARCEA S.A. DE EDICIONES
MADRID
2
Para Owen, mi increíble, juguetón y creativo nieto,
que me ha proporcionado tantas de las deliciosas
escenas que hay en estas páginas.
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1.
2.
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9.
10.
Índice
PRESENTACIÓN
Desarrollar la amabilidad y la empatía
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Adquirir autonomía
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Lidiar con la timidez
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Fomentar la autoconfianza
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Poner a prueba los límites y asumir riesgos
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Lidiar con la rabia y la frustración
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Hacer frente a miedos y ansiedades
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Desarrollar el sentido del humor
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Aprender a resolver conflictos
Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
Afrontar la separación y la pérdida
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Definición. Ejemplos de situaciones. Lo que puedes hacer. Otros aspectos que
conviene tener en cuenta. Actividades para hacer en casa.
HITOS DEL DESARROLLO EMOCIONAL
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Presentación
Durante los últimos treinta años, mi lugar especial de pensamiento creativo y de
escritura ha sido mi pequeña cabaña en Vermont, con vistas al lago Dunmore. Todos los
veranos, en cuanto bajo hasta la orilla del lago, contemplo el agua serena, y me llega el
olor fresco de las hojas y los pinos que brota de las montañas Green, empiezo a sentir
que el estrés del año empieza a abandonar lentamente mi cuerpo. Emocionalmente,
siento que me he relajado completamente.
Sintiéndome agradablemente renovada, me resulta fácil dirigir y centrar mis
pensamientos en escribir sobre niños pequeños. Me recuerda cómo el estado de ánimo y
las emociones de los niños en edad preescolar también están influenciados por sus
sentidos y su entorno.
No es muy difícil saber cómo se sienten los niños de esas edades. ¡Llevan puestas sus
emociones para que todos puedan verlas! Exhiben una gran variedad de afectos y
emociones, desde enormes sonrisas hasta ceños fruncidos, pasando por exagerados
pucheros.
Las emociones de los preescolares cambian rápidamente de un momento a otro. Un
niño de cuatro años puede reírse a carcajadas mientras le cuentan un chiste. Al mismo
tiempo, uno de tres años, que no es siempre capaz de controlar lo que siente, puede
enfadarse y darle una patada al bromista porque le molesta que su amigo le haya
insultado y herido sus sentimientos. Sus emociones tienen que ver con un instante
específico y con una situación concreta. En unos pocos minutos todo puede cambiar, y
los preescolares son todo sonrisas mientras ruedan sus camiones de juguete por el
montón de arena.
Qué vas a observar
Con unas habilidades lingüísticas cada vez mayores, los niños* de preescolar
aprenden a usar palabras, tales como feliz, enfadado, o triste, para explicar cómo se
sienten ellos y las personas que los rodean en alguna situación.
No siendo demasiado empática, una niña de tres años entiende cómo se siente ella
cuando quiere un juguete y su amiga se niega a dárselo. Pero como todavía es
egocéntrica, no comprende cómo se siente su amiga, y puede llegar a responderle incluso
físicamente con golpes y empujones. Una de cuatro años, por el contrario, está más en
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sintonía con las emociones de su amiga, y es capaz de reaccionar más amablemente
mientras ensaya distintos modos de resolver conflictos, compartiendo o llegando a
acuerdos.
Los niños de tres años están aún trabajando en ser independientes y tienen un pobre
control de sus impulsos, por lo que a menudo confían en la ayuda de los adultos. Los de
cuatro años, sin embargo, rezuman confianza mientras disfrutan mostrando lo fuertes
que son. Les encanta desafiarse a sí mismos corriendo riesgos y poniendo a prueba sus
límites en una apuesta por su autonomía y por ser el centro de atención.
Otro reto habitual de los preescolares es aprender a manejar los conflictos causados
por sus pertenencias. Cuando se enfadan por este tipo de conflictos y perciben falta de
atención, pueden reaccionar con rabia. Los más pequeños tienden a estar autocentrados y
a reaccionar sin pensar en sus iguales. En estas situaciones, pueden responder
físicamente o ignorar el problema. Más verbales, cuando van siendo mayores son
capaces de recurrir a insultos o de reprenderse entre ellos.
A medida que los preescolares desarrollan habilidades emocionales, muestran miedo
de muchas maneras, dependiendo de su temperamento. Podrían retirarse de una
situación, mostrar una falsa valentía o decirle al profesor por qué tienen miedo. Algunos
miedos comunes son los monstruos, y los truenos y relámpagos. Están aprendiendo a
distinguir entre la fantasía y la realidad. Como resultado de estar ansiosos o con miedo,
algunos pueden comportarse con mucha timidez.
Es muy entretenido observar a los preescolares mientras desarrollan su sentido del
humor. Encuentran ridículas cosas increíblemente divertidas y les encanta retorcer las
palabras para que suenen “graciosas”. Expresando habitualmente sus emociones de
modo extremo, pueden gritar y tener enormes berrinches cuando se enfadan; y, del
mismo modo, su alegría descarada ante una broma de humor “marrón” (escatológico),
puede hacer que tanto ellos como sus amigos se rían histéricamente durante una
eternidad.
La separación y la pérdida son situaciones emocionales que hacen que los
preescolares luchen con sus propios sentimientos. Encuentran difícil lidiar con
situaciones sobre las que parece que tienen poco o ningún control. Cómo se las arreglan
con ellas depende de sus necesidades, de sus experiencias y de tu ayuda.
Este libro quiere ayudarte a entender las reacciones emocionales de los preescolares
a tu cargo y a que aprendas estrategias útiles para fomentar comportamientos
evolutivamente apropiados para ellos.
Estructura de la obra
Al comenzar cada capítulo, encontrarás una Definición del tema que se trata en ese
capítulo. A continuación, se presentan algunos aspectos destacados del Desarrollo de
los niños de tres y cuatro años. Esto te ayudará a comprender la etapa de desarrollo
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afectivo y emocional en la que está funcionando un niño en edad preescolar durante un
tiempo específico. Es muy importante que tengas en cuenta que la edad que aquí
propongo, tres-cuatro años, es orientativa, ya que el desarrollo de cada niño o niña varía
mucho, tanto en función de su propia persona como del contexto en el que se
desenvuelve.
Después, compartiré algunas escenas relacionadas con el tema del capítulo. Estas
instantáneas están sacadas de situaciones reales con niños en mis diferentes clases (con
los nombres cambiados, por supuesto), de observaciones que tuve la suerte de hacer en
programas preescolares en los Estados Unidos y en el extranjero, y de recuerdos de mis
nietos en momentos especiales durante esa edad. En relación con las diferentes escenas,
se incluyen explicaciones de las etapas para ayudar a comprender por qué un
comportamiento o acción está ocurriendo o no en ese momento específico.
Como todos sabemos, los niños y niñas en edadpreescolar pueden desarrollarse
individualmente a ritmos diferentes, algunos un poco lentamente y otros más
rápidamente.
Me gustaría mucho tener una conversación personal con cada lector o lectora, algo
que, por supuesto, no es posible. Lo que he intentado hacer, como autora y profesora, es
escribir en un tono coloquial sobre las distintas etapas que atraviesan los niños pequeños.
En lugar de agobiarte con pesadas investigaciones y referencias teóricas, he intentado
mantener el flujo de observación y aplicación ligero y práctico.
Seguidamente, encontrarás una Guía específica para ti, maestra o cuidadora. El
apartado titulado Lo que puedes hacer. Está diseñado para servir como trampolín, al
proporcionar actividades curriculares interesantes o estrategias de enseñanza útiles para
que pruebes con los niños que están a tu cargo.
El siguiente apartado Otros aspectos que conviene tener en cuenta aborda algunas
circunstancias sobre las que podrías tener preguntas, como cuando los niños no están del
todo en línea con los hitos del desarrollo afectivo y emocional propios de su edad. Si
esto sucediera, tú como educador o educadora, o los padres del niño, deberíais considerar
la idea de buscar asistencia profesional que os ayude a obtener respuestas.
Las ideas del apartado Actividades para hacer en casa son aventuras divertidas y
fáciles de realizar, apropiadas para que los padres exploren con sus hijos. Es posible que
quieras compartir estas ideas con los padres, madres o cuidadores durante tus charlas con
ellos, o colgándolas online, o en el boletín de tu centro escolar, o publicándolas en un
tablón de anuncios. Si te parece, pídeles que compartan sus propias ideas sobre alguno
de los temas y que proporcionen fotos de las actividades para que todo el mundo pueda
disfrutar de ellas después.
Mientras lees este libro, espero que disfrutes de tus aventuras observando a los niños
pequeños y aprendiendo cómo los diferentes hitos de su desarrollo emocional, afectan a
las diferentes etapas de sus vidas.
Finalmente, quiero llamar tu atención sobre otros dos títulos que he publicado en esta
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misma Colección de obras destinadas a las educadoras y educadores de los primeros
años de los niños. Su estructura es la misma que la que ahora te propongo en este libro.
Me refiero a estas dos obras: una es Desarrollo de las habilidades Cognitivas en los más
pequeños, y otra es Desarrollo de las habilidades Sociales en los más pequeños.
Los tres títulos son el fruto de mi experiencia acumulada con los niños y niñas, y de
mis relaciones con otros colegas. Confío en que la lectura de mis tres libros, que abarcan
el desarrollo de las habilidades cognitivas, emocionales y sociales, sean para ti, lector o
lectora, una fuente de inspiración y un nuevo acicate para afianzar en ti la pasión por
educar y enseñar a los más pequeños.
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V
1
DESARROLLAR
LA AMABILIDAD
Y LA EMPATÍA
AMABILIDAD: Mostrar preocupación por los demás, ser de ayuda para
alguien, ser considerado.
EMPATÍA: Comprensión y capacidad de compartir los sentimientos de los
demás.
amos a ver una instantánea de lo que puedes observar a medida que los niños de
tres y cuatro años crecen afectiva y emocionalmente. Aunque no todos los niños se
desarrollan al mismo ritmo o alcanzan hitos específicos al mismo tiempo, aquí
tienes lo que detectarás, probablemente, a medida que los preescolares vayan
desarrollando sus habilidades para mostrar amabilidad y empatía:
Los de tres años puede parecer que son poco amables.
No les gusta disculparse.
Tienen recursos empáticos limitados.
Los niños de cuatro años pueden mostrar simpatía.
Les gusta ayudar a sus amigos.
Los niños de cuatro años están aprendiendo qué es la reciprocidad.
Ahora, vamos a pensar en algunas escenas que podrían ocurrir en tu clase mientras
los preescolares desarrollan su empatía e interaccionan con otros de maneras más o
menos amables.
Hailey*, de cuatro años, está decorando la última hoja de un papel
especial, plegado y brillante. Un grupito de niñas está haciendo tarjetas de
buenos deseos para Chloe, una amiga que está en el hospital. Cuando Ivana
se une al grupo, el papel se ha acabado. Enfadada, hace pucheros y exclama:
—¿Y qué uso yo? ¡Chloe va a pensar que no soy su amiga!
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Percibiendo la angustia de Ivana, Hailey le entrega un sobre grande y le
dice:
—Ivana, no te pongas triste. Nos hace falta alguien que dibuje bien. ¡Tú
puedes hacer un dibujo bonito y hacer que este sobre para las tarjetas quede
precioso!
Ivana sonríe mientras Hailey le dice:
—No te olvides, un artista siempre firma sus obras. Así Chloe sabrá que lo
has hecho tú.
Los niños nacen con una increíble capacidad de empatía. Sin embargo, también es
posible que aprendan a ser empáticos con tiempo y con práctica. Se necesita que la
empatía sea algo natural y espontáneo que sale de dentro del niño pequeño, como hace
Hailey cuando propone un modo amable de incluir a Ivana al percibir lo mal que se
sentía Ivana. Con unas capacidades verbales bien desarrolladas, Hailey sugirió una
maravillosa estrategia no solo para que Ivana se sintiera mejor, sino para resolver
también el problema. Los niños, cuando crecen, son menos egocéntricos y sus
habilidades de funcionamiento ejecutivo fomentan su capacidad para ponerse en la
perspectiva del otro niño.
Si los niños en edad preescolar se conocen o son buenos amigos, como las niñas del
grupo de Hailey, son más capaces de responder con amabilidad a una situación
problemática. Quieren complacer a sus amigos. Por ejemplo, Ivana estaba preocupada
por herir los sentimientos de su amiga Chloe si esta llegara a pensar que no le importaba
lo suficiente a Ivana como para mandarle una tarjeta. Sin embargo, los preescolares
pueden no ser tan espontáneos o no preocuparse de los niños que conocen poco.
En otra parte de la clase, Michael, de tres años, está jugando a hacer construcciones
con cubos de colores. A medida que va construyendo, va ensanchando el espacio de la
ciudad que está construyendo, de modo que empieza a invadir seriamente la granja de
Carlton. Cuando los cubos se tocan, Carlton aparta los de Michael, y esto hace que se
caiga una parte de la ciudad de Michael. Sorprendido y enfadado, Michael le grita:
“¡Carlton, eres malo!”. La señora Wynn llega y evalúa la situación. Dice: “Carlton, mira
qué desastre. Michael está triste. Si quieres seguir jugando, tienes que disculparte y
ayudarle a reconstruir su ciudad”.
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A Carlton, de solo tres años, le resulta cognitivamente muy difícil comprender las
cosas que le ha dicho su maestra. A esta edad, es duro para él saber cuáles son los
sentimientos del otro niño cuando él no está sintiendo lo mismo en ese momento.
Emocionalmente no es capaz de mostrar simpatía e incluso puede no parecer amable;
probablemente no entienda la indicación moral de su maestra, la de disculparse con el
otro niño para mostrar que está preocupado y apenado por lo que ha hecho, ya que es él
quien está enfadado por la táctica de Michael. Se siente frustrado al oír que tal vez no
pueda seguir jugando en la mesa de los cubos cuando, después de todo, es su espacio el
que ha sido invadido. Además, Carlton, en realidad, no estaba preocupado por el
proyecto de Michael, sino que estaba absorto en su propia actividad.
Fuera, Bethany tropieza cuando está jugando en el patio y se cae, haciéndose un
corte la rodilla. Andrea, de tres años, está justo a su lado y mira con los ojos muy
abiertos cómo la sangre mancha los pantalones rotos de Bethany. Aún muy egocéntrica,
Andrea no muestra ningún comportamiento amable, como consolar físicamente a
Bethany dándole un abrazo o ayudándole a levantarse. Es difícil para Andrea superar su
propia ansiedad, causada por la situación de la caída y haber visto la sangre. Usando sus
limitados recursos empáticos, otra niña de tres años muestra un comportamiento
compasivo de modo físico y no verbal dando suaves palmaditas a Bethany, tal y como su
madre le hace a ella. Aunque Erik, de tres años, tampoco ayuda a Bethany, corre a
decírselo a lamaestra para que ella pueda socorrer a la niña herida.
Durante los juegos socio dramáticos, a menudo se presentan oportunidades que por sí
mismas animan a realizar acciones bondadosas. A medida que los preescolares
comienzan a interaccionar entre sí en juegos de “hacer creer que”, usando temas que
implican conflictos, rescates y amenazas repentinas, se puede alentar la amabilidad y
hacer que los niños practiquen distintos roles de cuidado para desarrollar habilidades
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prosociales. Por ejemplo, cuando Jonathan grita: “¡Fuego!”, los chicos se ponen sus
cascos y corren para salir de las escaleras. Después de haber rescatado a un bebé
asustado de un edificio en llamas, le hacen una reanimación y se lo entregan a su madre,
que está feliz.
En vez de estar todo el tiempo centrados en objetos y pertenencias, los niños algo
mayores comienzan a disfrutar ayudando a sus amigos. Theo y Bryan son muy buenos
amigos y están diseñando helicópteros con juguetes de construcción de madera. Al darse
cuenta de que quedan pocos conectores, tienen una charla animada. Theo le dice a su
amigo: “Vale. Puedes usarlos para terminar tu rotor. Pero no te olvides, ¡te dejo que los
tengas para ayudarte!”. Tal vez Theo espere que su acto de bondad le sea devuelto más
tarde, cuando él tenga que pedir un favor. Los dos chicos están aprendiendo el proceso
de la reciprocidad.
Aunque los preescolares son conscientes de que todo el mundo tiene sentimientos, es
importante que los niños sepan que algunas reacciones a ciertos sentimientos pueden no
estar bien. Respuestas no amables pueden herir los sentimientos de otro. La percepción
es una parte esencial de la empatía. A menudo, los niños pequeños se ríen en una
situación porque otros se están riendo, como cuando un niño se pone el jersey al revés, o
están felices de que un incidente no les haya sucedido a ellos, como mojar
accidentalmente sus pantalones.
Muy curiosos también, los preescolares pueden comentar algo de modo que sea
inapropiado o no amable. Es importante que los profesores ayuden a los niños pequeños
a hablar y a comprender sus preocupaciones emocionales y cognitivas para que puedan
aprender a ser amables.
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Lo que puedes hacer
Implica a los niños en cuentos del tipo “Oh, ¡no! ¿Qué podemos hacer?”.
Periódicamente, inventa cuentos para que los terminen los niños. Pregúntales
cómo ayudarían ellos al protagonista. Por ejemplo: “Rosa está apretando su tubo
de pegamento para poder utilizarlo y terminar su collage. Pero se le cae el tapón y
el pegamento pringa todo su collage y la mesa. Disgustada, Rosa se echa a llorar.
¿Qué podemos hacer?”. Anima a los niños a que hagan sugerencias amables y
empáticas. Podrían sugerir darle un abrazo a Rosa, darle un trozo de papel para
que limpie el pegamento, o bien darle un nuevo papel y más formas de colores
para que haga otro collage.
Promueve comportamientos bondadosos. Ayuda a los niños pequeños a que se
den cuenta de que los otros necesitan ayuda. Podrías preguntarles: “¿Por qué
creéis que Maggie está frunciendo el ceño? ¿Cómo puedes ayudarle?”. Una vez
que los niños se han dado cuenta de la situación, analiza y prueba distintas
soluciones con ellos.
Organiza proyectos en grupos cooperativos. Propón actividades con materiales
que los niños necesiten compartir o en las que tengan que trabajar juntos para
completarlas, como usar puzles con un número determinado de piezas o completar
juntos una historia de un cuento. Un conjunto de trenes o construir una ciudad con
piezas de Lego puede animar a los niños a negociar y a ser empáticos con las
necesidades constructivas de los distintos jugadores.
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Cuelga pósters que fomenten un clima de bondad. Haz fotos de los niños de tu
clase haciendo cosas amables (dándole un muñeco a un amigo o atándole los
cordones del calzado a otro). Cuelga las fotos en un lugar visible y enséñaselas
para que les sirva de inspiración y sepan ser amables.
Crea una lista de bondad. Haz una lluvia de ideas para hacer una lista con las
maneras en que se podría hacer que el ambiente en tu clase fuera más bondadoso.
Cuando alguien haga algún acto de los de la lista, márcalo y escribe debajo los
nombres de los niños empáticos y de sus afortunados receptores. Pon pegatinas
con caritas felices.
Participad en un proyecto altruista. Anima a los niños a que piensen cómo
podrían llevar felicidad a las vidas de otros niños. Por ejemplo, dales materiales
artísticos para que decoren bandejas para un hospital o para animar a los pacientes
de un centro de mayores, durante las vacaciones.
Otros aspectos que conviene tener en cuenta
Reconoce que decir “lo siento” es una estrategia ineficaz. Tienes que centrarte
en los sentimientos personales de los niños pequeños como punto de partida para
relacionarse con los sentimientos de los demás. Si se fuerza a un niño a decir “lo
siento” a otro, pero no entiende lo que dice ni por qué lo dice, la petición puede
ser contraproducente. La insinceridad de esta petición forzada puede enviarle al
niño el mensaje de que sus sentimientos no interesan en absoluto.
Estate al tanto de lo que no se debe hacer. Para fomentar un ambiente de
bondad, dale un giro positivo a tus peticiones. Si te encuentras a ti mismo
diciendo: “No se pega” a los niños de edad preescolar, cambia tus frases negativas
para que los niños sepan, en cambio, qué es lo que quieres que hagan. Por
ejemplo, podrías decir: “Usa las palabras; dile a Jared qué es lo que quieres. Dile:
‘Quiero el balón ahora’”.
Implica a los niños pequeños en el proceso afectivo. En vez de dictar
soluciones que tú piensas que son las mejores, ayuda a los preescolares a explorar
cómo se están sintiendo los otros y qué podrían hacer para hacerles sentir mejor.
Hazles preguntas de final abierto tales como: “¿Por qué crees que Martin parece
enfadado?” o “¿Cómo podríamos trabajar juntos para arreglar el juguete que se ha
roto?”. Eso ayuda a los niños en edad preescolar a aprender a ser empáticos y a
practicar respuestas amables.
Sé consciente de actos serios poco amables. Si un niño pequeño realiza
constantemente actos no amables (haciendo daño físicamente a los demás,
burlándose exageradamente o destrozando el material), deberías reunirte con sus
padres o con un orientador del centro educativo para determinar si hay razones
emocionales o cognitivas para este comportamiento que necesiten atención
especial.
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Actividades para hacer en casa
Trabaja la amabilidad. A lo largo del día, habla de actos amables con tu hijo
cuando sucedan de modo natural. Por ejemplo, “Mira la cara de Janice. Está triste.
Se ha hecho un rasguño en la rodilla. Vamos a ponerle una tirita en el raspón. Así
estará mejor”.
Haz de tu casa un lugar cálido, amistoso. Procura un entorno acogedor. Para las
ocasiones en que tu hijo se sienta solo o triste ten preparada una colcha suave con
la que envolverse y animales mullidos y suaves para que pueda abrazarlos. Ten
muñecos con los que tu hijo pueda hacer un teatrillo y sacar su enfado o sus
sentimientos heridos. Una mecedora es un lugar maravilloso para relajarse y
cantar canciones bonitas juntos.
Haz voluntariado llevando a tu hijo. Sé amable y ayuda a otros con tu hijo.
Repartid comida o alegrad el día a una persona mayor en algún programa de ONG
en el que tú participes. Podad el césped de una vecina enferma para mostrarle que
os preocupáis por ella.
Bañad a vuestra mascota con delicadeza. Si ves que vuestro perro se está
rascando porque lo están molestando las pulgas, ayuda a tu hijo a darle un baño o
a usar un spray antiparasitario.
Hablad sobre lo que veis en televisión, ved programas juntos. Identificad
cuándo los personajes que aparecen en la tele actúan de forma amable o no.
Pregúntale a tu hijo qué haría él en esa misma situación.
Dramatizad escenas. Usa accesorios para dramatizar los cuentos favoritos de tu
hijo. Por ejemplo, anima a tu hija a que pruebe a representar papeles amables y
desagradables tomados de algún libro, como la Cenicienta. Pregúntale cómo le
hacen sentir estos papeles tan contrarios.
16E
2
ADQUIRIR AUTONOMÍA
AUTONOMÍA: Libertad de control o libertad ante la influencia de otras
personas.
n el desarrollo de la autonomía de los niños de tres y cuatro años, es probable que
observes los siguientes tipos de comportamiento:
Los niños de tres años se entusiasman a la hora de probar cosas nuevas, pero
confiarán en los adultos para que les ayuden a dominar las distintas habilidades.
Se sienten cómodos pidiendo ayuda a sus amigos mientras luchan por ser cada
vez más autónomos.
Los niños de cuatro años usan sus habilidades de pensamiento para resolver
problemas, independientemente de si surgen durante el juego o en otras
interacciones.
Todavía quieren agradar a los adultos y pueden sentirse ligeramente culpables si
sienten que los han decepcionado.
Es posible que deseen ignorar las reglas si sienten que un adulto está tratando de
restringir su recién lograda autonomía.
Las anécdotas siguientes te ayudarán a entender los tipos de interacciones que
podrían darse en tu clase a medida que los niños en edad preescolar exploran su
autonomía.
Abigail, de tres años, coge una kalimba, un instrumento musical africano,
de la estantería del espacio de música. Emocionada, dice:
—Me encanta cómo suena. ¡Puedo hacer que suene música!
Abigail intenta rasguear las “teclas” metálicas. Entonces, suavemente, las
golpea con su dedito. Desconcertada cuando no puede producir los sonidos
deseados, llama a su maestra para que le ayude a conseguir que la kalimba
suene. Mientras tanto, Roberto, de cuatro años, interviene y enseña a Abigail
cómo hay que presionar y soltar cada tira de metal con los dedos para crear
deliciosos y melódicos sonidos. Toda sonriente, Abigail dice:
17
—Gracias.
Sintiéndose bien con su logro, Roberto le dice a ella y a su maestra:
—Ayer me pasé mucho rato dándole vueltas a este instrumento.
Teniendo más claro ahora que no es una “niña pequeña”, Abigail está entusiasmada
con poder probar cosas nuevas por sí misma. Aunque ha oído la kalimba y ha observado
a su maestra desde un lado mientras ella tocaba, Abigail aún confía en su maestra, en una
especie de dependencia instrumental, para que le ayude a dominar algunas habilidades.
Los niños pequeños, como Abigail, se sienten cómodos pidiendo ayuda a los adultos y a
sus amigos mientras tratan de ir siendo autosuficientes.
En una forma de dependencia emocional, estos niños a menudo disfrutan sentándose
junto a sus maestros para que les den apoyo físico o les animen con sus palabras.
Después de la pequeña ayuda de Roberto y de su maestra, Abigail está emocionada al
poder tocar la kalimba con los movimientos apropiados de los dedos. Viendo su éxito,
Abigail rápidamente gana confianza mientras toca ella sola para otros.
Más seguros y confiados, a los niños de cuatro años como Roberto les encanta
lanzarse y experimentar con cosas. Usan sus habilidades de pensamiento para resolver
problemas autónomamente mientras se entretienen. Con persistencia y unas habilidades
motoras finas mejor desarrolladas, descubrió cómo dominar el punteo de las tiras de
metal de la kalimba. Orgulloso, comparte su recién desarrollada habilidad.
Aunque la aprobación de un adulto no es obligatoria para los niños de cuatro años
mientras trabajan por su autonomía, sin embargo, aún quieren agradar a sus maestros y a
sus padres y pueden sentirse un poco culpables si sienten que les han decepcionado.
Los niños en edad preescolar pueden hacer valer sus derechos o flexionar sus
músculos con gran orgullo o confianza mientras tratan de actuar de modo autónomo. A
veces toman la decisión de abordar un proyecto a su manera, incluso si esto significa
excluir a un amigo o no compartir algo especial de su material. Por ejemplo, porque
Werner ha traído la vieja pala mecánica de juguete de su padre para enseñársela a la
clase después de que el maestro leyera el libro Mike Mulligan y su pala mecánica, de
Virginia Lee Burton, siente que debería ser el único en cavar una base en el pozo de
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tierra en el patio de recreo, aun cuando su mejor amigo quiere unirse a él en la tarea.
Junto con el aprendizaje de sentirse fuerte mientras afirma su autonomía, un
preescolar responde a otro con un enfático: “¡No!”. Cuando Randy, de tres años, se lleva
el cubo de piezas de Lego, Liam lo detiene. “¡No! Son mías. ¡Las tengo yo primero!”.
Con sus habilidades comunicativas en aumento, los niños de tres años empiezan a
obtener el control con sus afirmaciones verbales, más que con acciones físicas o teniendo
una rabieta.
Sintiéndose bastante importantes, los niños de cuatro años disfrutan poniendo a
prueba los límites en su búsqueda de autonomía A menudo ignoran las reglas en el
esfuerzo de hacer algo por ellos mismos. Un ejemplo, la maestra de Avida le dice que
vaya más despacio en el columpio. Habiendo aprendido por sí misma a darse impulso
con las piernas para ir más alto, Avida responde, desafiante, a su profesora: “No, ¡no
quiero!”. Los niños de cuatro años, como Avida, con frecuencia no quieren dejar de
hacer algo si sienten que un adulto está tratando de restringir su autonomía, recién
descubierta.
Este tipo de comportamiento conflictivo puede, ciertamente, ser una fuente de
irritación entre la niña y su maestra, cuidador o padre que se preocupe de su seguridad.
Por otro lado, demostrar su autonomía puede ser también positivo dado que así toma sus
propias decisiones para hacer amigos, explorar nuevos materiales y elegir maneras de
solucionar problemas.
Lo que puedes hacer
Hazlo fácil. Coloca materiales en contenedores transparentes sobre estanterías
bajas para fomentar que sean autosuficientes; coloca toallas de papel y una fuente
con agua y jabón para que los niños pueden lavarse después. Aparta los artículos
inapropiados o peligrosos para que los niños no tengan que tomar decisiones a la
hora de usarlos, como tijeras afiladas del tamaño de adultos.
No hagas cosas para los niños que ellos puedan hacer por sí mismos. Dales
tiempo para que se abrochen sus abrigos. En vez de seleccionar lápices de colores
para la mesa del arte, deja que sean ellos los que elijan el material que les gustaría
usar. Anímales a que se laven las manos antes de comer.
Fomenta su autonomía. Dales control sobre su ambiente y comportamiento
cuando sea oportuno. Usa refuerzos positivos en vez de hacer comentarios
negativos sobre sus intentos fallidos. Felicítalos con el pulgar hacia arriba o con
un mensaje verbal positivo del tipo: “¡Enhorabuena! Terminaste ese puzle que era
tan difícil”.
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Deja tiempo suficiente. Para que terminen ciertas tareas de modo autónomo y que
no se sientan presionados teniendo que correr; los preescolares tal vez necesiten
algunos minutos de más. Por ejemplo, cuando está aprendiendo a abotonarse la
chaqueta, un niño pequeño necesitará algún tiempo de práctica antes de que
puedan realizar bien esa tarea. Cuando se están sirviendo algunos alimentos
difíciles de manejar, como guisantes o gelatina, conviene que aceleremos a los
niños en edad preescolar.
Muestra acciones autónomas. Haz fotos de niños ocupándose de sus necesidades
personales (colgando el abrigo o tirando los vasos de papel que han utilizado) o
cuidando el ambiente (regando una planta o lavando los pinceles). Crea un álbum
de fotos para destacar y hablar sobre sus estupendos comportamientos
autosuficientes.
Dales la oportunidad de cocinar para que aumente su autoestima. Fomenta
que los niños pequeños trabajen de modo autónomo lavando verduras, poniendo
los ingredientes de la ensalada, poniendo sus cubiertos en la mesa y sirviendo la
leche en los vasos. Prepara estropajos, una escoba y un recogedor para que cada
uno pueda limpiar independientemente después de comer.
Otros aspectos que conviene tener en cuenta
Fomenta iniciativas. Puede parecer más fácil y práctico que tú mismo hagas las
cosas porque los niños de esta edad pueden ser muy desordenados y torpes debido
a que sus destrezas de psicomotricidad fina están aún en desarrollo y se están
expandiendo sus habilidades cognitivas. Sin embargo, es extremamente
20importante para su desarrollo emocional dejarles tener la iniciativa y que intenten
hacer las cosas de manera autónoma, más que quitarles la carga y hacer tú mismo
la tarea porque es más limpio o vas a ahorrar tiempo.
Controla tu irritación ante el comportamiento desafiante. A veces, la
asertividad de los preescolares y su comportamiento desafiante cuando insisten en
hacer algo por ellos mismos, porque quieren sentirse “mayores”, puede ser
molesto. Recuerda, es una parte natural de su desarrollo. Tu papel es el de ser
respetuoso de su independencia y asegurarte de que está a salvo y no hiere los
sentimientos de otros niños.
Ten cuidado con las diferencias culturales. Sé sensible a que en ciertas culturas
el género marca enormes diferencias en el modo en que se anima a un niño o a
una niña a desarrollar su autonomía. Se puede espolear a los niños y ofrecerles
continuas oportunidades para hacer cosas, mientras que a las niñas no se les dé la
misma motivación u oportunidades.
Actividades para hacer en casa
Sigue rutinas predecibles. Eso ayuda a que tu hijo sepa exactamente qué se
espera de él, y le permite realizar sus tareas autónomamente. Podéis hacer juntos
un cuadro para ayudar a tu hijo a recordar qué hay que hacer primero y qué viene
después (tomar el desayuno, lavarse los dientes, vestirse).
Haz que todo sea sencillo. Para que pueda ir al baño, procura que tu hija tenga
ropa lo suficientemente grande como para que pueda ponérsela y quitársela por sí
sola. Un dispensador de jabón líquido con bomba manual anima a los niños a
lavarse las manos después de haber ido al baño.
Usa fotos o refresca-memorias. Algunas veces, tu hija puede parecer tímida o
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incómoda porque no recuerda a las personas o sus nombres. Si tienes fotos de
visitas que están por llegar, miradlas juntos antes de que vengan. Identifica a las
visitas y habla sobre las cosas graciosas que tu hijo hizo con ellas la última vez
que estuvisteis juntos. Esto puede hacer que las visitas le resulten mucho más
familiares y la experiencia sea menos aterradora para tu hija tímida.
Ofrece opciones de comida interesantes. Fabulosas comidas con los dedos,
como fresas frescas mojadas en queso cremoso bajo en grasa, son fáciles de
manipular y divertidas de comer. Deja que tu hijo seleccione sus propias piezas de
fruta para elaborar una sana ensalada de frutas individual. Anímale a que explore
modos únicos de preparar su comida (que unte queso en el pan y lo enrolle para
hacer un sándwich cilíndrico, o que use un cortador de masa de galletas para
darles formas fascinantes a sus bocadillos).
Encarga tareas que tus hijos puedan realizar con éxito. Permite que tu hija
rellene el bol de agua para el perro. Deja que lave las verduras para la ensalada.
Usa una colcha de modo que tu hijo pueda hacer la cama fácilmente. Les
encantará que tú les veas lo suficientemente responsables como para hacerlo.
Da un papel a tu hijo cuando haya que tomar una decisión. Respeta sus
sentimientos si desea decir que no a tus sugerencias. Habla con él sobre una
situación en vez de ignorarlo o desafiarlo. Juntos, decidid entre distintas
soluciones que son aceptables.
22
C
3
LIDIAR CON LA
TIMIDEZ
TIMIDEZ: La tendencia a sentirse incómodo, apocado o preocupado; la
inclinación a retraerse a la hora de conectar con otros.
uando los niños de tres y cuatro años manifiestan timidez, considera estas
tendencias en su comportamiento a la vez que buscas maneras de poder ayudarlos:
Los niños de tres años suelen mostrarse naturalmente tímidos en grupos grandes o
en lugares poco familiares.
Pueden aprender a alejarse de ciertas situaciones si han tenido una experiencia
previa insatisfactoria.
Suelen ser menos asertivos que los preescolares mayores.
Los niños de cuatro años pueden temer las críticas de los demás y estar
preocupados por perder el control.
Necesitan tiempo sin presiones y muchas oportunidades para observar desde un
lugar seguro y sentirse cómodos.
Los niños que manifiestan timidez pueden tener un temperamento de
“calentamiento lento”.
Vamos a mirar ahora más de cerca algunos ejemplos de cómo la timidez puede
desarrollarse en el aula a medida que los preescolares van evolucionando
emocionalmente.
Ya en su segundo mes de preescolar, David, de cuatro años, todavía
necesita sentarse cada mañana junto a su madre durante un rato. Ella le
ayuda a poner las piezas del puzle en la mesa del área tranquila. David sigue
chupándose el pulgar de la mano izquierda y encogiéndose de hombros en
señal de autoprotección. No establece contacto visual con los niños que están
jugando cerca.
Cuando finalmente la madre de David se siente cómoda dejándole en el
colegio, él se desliza detrás del estante de los libros y se asoma vacilante,
23
observando desde una distancia segura.
Hablando con el profesor de David, su madre le explica que ella también
es tímida en las situaciones nuevas o la primera vez que conoce a alguien.
Esto no nos debería sorprender, porque la timidez puede ser un
comportamiento heredado y, en realidad, es un rasgo innato del carácter.
En estudios sobre este tema se puede comprobar a menudo que, cuando
un niño se muestra tímido, al menos uno de sus padres también es propenso
a la timidez.
Como David, muchos niños tímidos tienen predisposición a tener un temperamento
de “calentamiento lento”. Antes de afrontar una situación nueva normalmente necesitan
tomarse un tiempo de espera y observación para ver qué sucede. Por naturaleza, son
menos asertivos.
Como resultado de estar ansiosos y temerosos de vivir nuevas experiencias, algunos
preescolares pueden manifestar una amplia gama de “comportamientos tímidos”. Por lo
general, los niños de tres años reaccionan a los miedos visuales. Por ejemplo, Sophia se
esconde detrás de su madre durante algunos días de vacaciones, como la Pascua y
Halloween, si ve gente que lleva máscaras o disfraces. Se aferra fuertemente a las
piernas de su padre cuando está estresada y cuando piensa en la posibilidad de que ¡haya
un ladrón esperándole en la oscuridad! Los niños de tres años pueden ser muy tímidos
con una niñera o con su maestra, porque temen que sus padres los abandonen,
especialmente de noche.
Otros miedos y ansiedades pueden exacerbar el comportamiento de un niño tímido.
Si un niño como David tiene miedo de asumir riesgos o teme el rechazo de sus
compañeros porque no está seguro de dónde tiene que sentarse durante el tiempo en que
se lee una historia, puede preferir, sencillamente, mirar estando apartado. Anticipando
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las críticas de los demás y preocupados por perder el control, algunos niños tímidos
pueden llegar a decidir no participar en ninguna clase de actividades. Pueden tener
miedo de no hacer las cosas de manera perfecta y estresarse ante las expectativas, tales
como no salirse de la raya mientras colorean o coger bien el balón durante un juego.
Echándose presión encima de ellos mismos porque temen que su profesora o sus
padres puedan estar decepcionados por su desorden, algunos preescolares tímidos ni
siquiera intentarán una actividad como la de colorear. Las cosas desconocidas o poco
familiares, como el nuevo color de pelo de su profesora, un sustituto inesperado o
encontrar que su triciclo favorito tiene una rueda de repuesto, puede suponer que salte su
alarma y hacer entrar en pánico a un niño tímido. La falta de experiencia en una
situación o que no le hayan dado información suficiente (la clase ha salido fuera a jugar
antes de tiempo porque hay previsión de lluvia) puede crear sentimientos de inseguridad
a algunos niños.
Desgraciadamente, malas experiencias pasadas pueden enseñar a un niño tímido a
alejarse de ciertas situaciones. Por ejemplo, Mazie ya no se siente segura mirando a sus
compañeros jugar con los bloques. Previamente, dos niños de cuatro años se burlaron de
ella cantando: “Mazie está loca y se esconde debajo de la mesa”. Una niña tímida, como
Mazie, puede sentirse tan amenazada que no se atreva a hablar con los demás y no quiera
pedir ayuda a su maestra o a otros niños. Mostrandoun comportamiento introvertido,
Mazie se siente más cómoda jugando sola.
Sin embargo, dándoles mucho tiempo sin presión y muchas oportunidades para que
puedan observar desde una distancia en la que se sientan seguros, muchos niños tímidos
pueden llegar a socializarse y llegar a ser un participante activo con la ayuda de adultos
atentos y amigos amables.
Recuerda, es bastante común y muy natural para muchos niños pequeños mostrar
timidez en grupos grandes o en situaciones poco conocidas.
En una maravillosa nota positiva, un día, un alto estudiante de primer año de
universidad se presentó en mi despacho y se presentó a sí mismo como David, un
antiguo alumno. Enseguida me di cuenta de que era el niño tímido al que le gustaba
observar desde detrás del estante de los libros. Después de charlar un rato, David se echó
a reír y me dijo: “Le apuesto a que nunca pensó en volver a verme en la escuela… ¡y sin
mi madre!”.
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Lo que puedes hacer
No te refieras a la timidez de un niño. En vez de eso, puedes explicarle a los
otros: “Jane no está preparada para cantar: ‘En la granja de mi tío’. Ya lo hará la
próxima vez”. Ayuda a los demás a que acepten su necesidad de esperar hasta que
se sienta cómoda.
Enséñales modos de ser sociables. Enséñales cómo saludar a alguien diciéndole
“hola” o sonriéndole. Ensaya conversaciones sencillas. Prepara maneras para que
sepan cómo entrar en los juegos, llevando el camión que hace falta en el rincón de
los bloques o un embudo para jugar en la arena.
Plantea actividades uno-a-uno que no sean amenazantes. Dale una pelota para
que juegue con un compañero o un libro desplegable para que lo lean juntos.
Emparéjalo con un compañero de puzle para que interaccionen en una atmósfera
relajada. Dirige al niño hacia proyectos en pequeño grupo donde se hagan
actividades, como hacer un pudding para la merienda o construir con piezas de
Lego.
Haz que el niño se sienta incluido. Asegúrate de que el niño o la niña no se
sientan abrumados. Incluso si no se ofrecen voluntariamente a colaborar en alguna
tarea de la clase, pregúntales si no les gustaría ayudar. Cuando cantáis una canción
con nombres, asegúrate de incluir el nombre del niño para que se sienta parte de la
clase pero que no tenga que sentir que es el centro de atención.
Crea un espacio de serenidad. Prepara un rincón especial en la clase para los
niños, incluidos los tímidos, para que se retiren a él si necesitan un tiempo
tranquilo y sin que les molesten, para calmarse. Procura que tenga almohadas
suaves, animales de peluche abrazables y, si puede ser, crea una pequeña alcoba
privada y acogedora separada por un divisor o biombo pequeño.
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Otros aspectos que conviene tener en cuenta
Ten cuidado con las “etiquetas”. Explicar siempre a los demás que un niño es
tímido puede hacer que el niño se sienta culpable o avergonzado por su
comportamiento. Párate y piensa antes de hablar a los niños.
Observa cuidadosamente su modo de relacionarse. ¿El niño tiene dificultades
para relacionarse con las personas fuera de su círculo familiar? ¿Tiene amigos en
el colegio? A lo mejor quieres hablar con sus padres o con un terapeuta sobre
modos no amenazadores de ayudar a que el niño se sienta cómodo relacionándose
con los demás.
Apoya al niño que parece apegado en exceso. ¿El niño se agarra físicamente a
su padre o a su madre para que no pueda dejarlo en situaciones grupales? ¿El niño
sigue a su profesor a todas partes? Este niño puede ser tímido en exceso o haber
tenido difíciles experiencias de separación, por lo que tal vez te ayudaría
consultar a un terapeuta o especialista.
Determina el nivel de evitación. Algunos niños tímidos necesitan un poco de
“tiempo de calentamiento” antes de participar en actividades grupales, mientras
que otros pueden permanecer retraídos dolorosamente hasta el punto de que su
timidez obstaculice su propio desarrollo. Si una niña tímida nunca habla con los
demás, podría tener mutismo selectivo o algún tipo de trastorno auditivo. Si este
fuera el caso, aconseja a los padres que busquen la ayuda de un profesional.
Actividades para hacer en casa
Haz un role-play con futuras situaciones. Así tu hijo sabrá qué se puede
encontrar y no se sentirá sorprendido. Habla sobre lo que va a pasar el primer día
de colegio y practica situaciones posibles. También puedes hablar sobre lo que
puede pasar en la cena del día de Acción de gracias en casa de la abuela. Usa
accesorios reales como platos y cubiertos.
Invita a otros niños a que vengan a jugar a vuestra casa. Tu hijo tal vez se
sienta más cómodo jugando en casa. Es más fácil para él jugar con un compañero
después de clase si ya lo conocía antes por haber estado jugando juntos en casa.
Acepta a tu hijo como es. Respeta su ritmo. Procura no presionarlo para que sea
más sociable o extrovertido. Reajusta tus expectativas si sientes que necesitas
cambiar su comportamiento tímido porque tú estabas incómodo con tu propia
timidez cuando eras pequeño.
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Ayuda a tu hija a tener más confianza. Muéstrale tu apoyo sentándote
tranquilamente cerca de ella en situaciones nuevas. No te vayas sin avisar; hazle
saber con tiempo cuándo vas a tener que irte. Trata de sentarla junto a una niña
más pequeña cuyas acciones sea un poco menos amenazadoras para ella.
Juega al “cu-cu; tras-tras”. Anima a tu hija a que se cubra la cara con las dos
manos. Entonces, cuando esté lista, que las abra para mirar. Hazte el sorprendido,
haz el tonto, y ríete. ¡Pasáoslo bien! Anímala a que cambie el tiempo que pasa
con la cara tapada. Así le ayudas a que aprenda a ser impulsiva, pero sin que
pierda el control de la situación.
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L
4
FOMENTAR LA
AUTOCONFIANZA
AUTOCONFIANZA: sentimiento de creer en las propias habilidades.
os niños, de modo natural, quieren sentirse competentes y seguros, y tú también
quieres ayudarles a que se sientan así. Aunque los niños, individualmente, se
desarrollan a distintas velocidades, esto es lo que puedes esperar ver durante el
proceso de desarrollo de la autoconfianza de los preescolares:
Los niños de tres años creen que cuando están frustrados, enfadados o heridos, si
van a un adulto, este sabrá cómo hacer que todo sea mejor.
Si están estresados, se calmarán a sí mismos chupándose el pulgar o tocando su
manta favorita para recuperar la confianza.
Usan sabores y olores familiares, importantes estímulos sensoriales, como modo
de ayudarse para estar más seguros.
Los niños de cuatro años, que han desarrollado más sus habilidades, se sienten
seguros de ayudar a otros y pueden ser bastante llamativos y audaces al hacerlo.
Son más propensos a ser aceptados durante el juego en grupo cuando hacen
contribuciones que cuando insisten en hacerlo a su manera.
Tienen suficiente confianza para expresar si algo les gusta o no.
Ahora vamos a examinar algunos de los tipos de interacciones que pueden darse
entre preescolares que tienen diferentes niveles de confianza en sí mismos y que influye
en sus comportamientos.
Jason, de cuatro años, tararea mientras abre el grifo del lavabo para
Patrick, de tres años. Patrick frota alegremente sus manos pintarrajeadas
bajo el grifo y observa fascinado cómo la pintura verde acuosa desaparece
por el desagüe. Con una enorme sonrisa, Jason dice en voz alta:
—¡Hala! ¡Estás sangrando blandiblu!
Patrick responde:
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—¡Guay!
Entonces levanta orgullosamente las dos manos y anuncia a su profesora:
—¡Limpias!
La mayoría de los niños de tres años están bastante relajados a no ser que tengan
hambre, estén cansados o se sientan amenazados. Se satisfacen fácilmente y se deleitan
con pequeños logros, como cuando Patrick consiguió quitarse toda la pintura verde de
las manos. Los preescolares se enorgullecen agradando a sus profesores y a sus padres y
les encanta enseñarles lo que han conseguido. Los de cuatro años, que tienen más
desarrolladas las habilidades motoras, como Jason, se sienten seguros de ayudar a otros y
pueden ser bastante llamativos y audaces cuando lo hacen.
Si los niños en edad preescolar se sienten frustrados, molestos o heridos,a menudo
buscan a un adulto para que les calmen o les hagan sentir seguros. Ellos creen que los
adultos saben exactamente lo que hay que hacer para arreglar las cosas.
Por ejemplo, cuando Angie se dio un golpe contra el borde afilado de una mesa, se
sorprendió y se hizo daño en un brazo. La Sra. Kimble la sostuvo con seguridad y le
frotó suavemente el brazo. En seguida, Angie empezó a sonreír y dijo: “¡Ya estoy
mejor!”. Confiando en sí misa, golpeó la esquina ofensiva y dijo enfáticamente: “¡Mesa
mala!”.
Los escolares, con frecuencia, si no tienen a mano un adulto, son capaces de diseñar
métodos alternativos para recobrar la confianza en sí mismos cuando se sienten
estresados. Pueden probar estrategias como la de abrazar su peluche favorito o tocar una
manta especial. Los de tres años, y algunos de cuatro, con toda naturalidad, pueden
recurrir a chuparse el dedo para autocalmarse cuando sienten dificultades en algún
momento de transición, como cuando llega la hora de la siesta o la de ir al colegio. Les
da confianza saber que su pulgar está siempre ahí para aliviar su estrés.
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El sabor de sus comidas favoritas, como el helado de chocolate, y los olores
familiares, como el de la crema de manos de su profesora, son estímulos sensoriales
importantes para los niños pequeños, y pueden hacer que se sientan seguros en
situaciones incómodas. Los rituales, como dar a papá cuatro besos de despedida y
después ir a jugar con el Lego al colegio, pueden ayudar a los preescolares a anticipar lo
que viene después. Las experiencias repetidas y familiares les ayudan a construir su
autoconfianza.
No es raro que los preescolares tengan un amigo invisible o imaginario. Para un niño
pequeño es confortante conversar con un amigo imaginario especial que les escucha
mientras hacen cosas juntos. Para que Ellie se sienta segura en un grupo pequeño durante
la merienda es importante tener un sitio libre en la mesa junto a ella, para que pueda
sentarse junto a su lado Bunny, su amigo invisible.
Si se sienten abrumados, los preescolares recurren a menudo a juegos de fantasía
para sentir que tienen el control y estar más tranquilos a medida que representan
diferentes escenas. Mediante el uso de juegos de simulación y sus habilidades de
funcionamiento ejecutivos, se establece una conexión con los resultados, como ser capaz
de enfrentar desafíos. Cuando Mason ve que los malvados científicos se dirigen hacia él,
rápidamente se convierte en su superhéroe favorito y salva a sus dos amigos,
cubriéndolos con sus fuertes redes mientras montan en sus naves espaciales huyendo del
enemigo.
Porque es difícil que los niños de tres años vean las cosas desde el punto de vista de
otros niños, no siempre se acercan a los juegos con confianza. Sin embargo, al contrario
que los niños de tres años, los de cuatro no insisten en hacer las cosas a su manera, sino
que tratan de contribuir con el juego del grupo, como por ejemplo, llevar una linterna
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para jugar a los ladrones. De este modo, es mucho más probable que tengan la
satisfacción de que les acepten en el juego. Como sus habilidades de comunicación están
más desarrolladas, los de cuatro años pueden verbalizar lo que buscan. Pueden decir:
“Me toca a mí ser el conductor de la ambulancia ahora. Y tú puedes ser el paciente”.
También se sienten suficientemente seguros como para decirle a otro niño si algo les
gusta o no.
Lo que puedes hacer
Proporciónales oportunidades de liderazgo. Ofrece al niño o a la niña la
oportunidad de desarrollar y mostrar sus habilidades para liderar a niños más
pequeños. Eso es especialmente importante para que el niño o la niña vacilante o
tímido construyan su autoconfianza. Por ejemplo, pide a esa niña que invite a unos
cuantos niños a que le ayuden a recoger las hojas, echándolas en el carro y
después llevándolas al montón de mantillo. Hacer algo tan sencillo, como decirle a
una niña que sea la encargada de la fila cuando la clase va al vestíbulo para
despedirse, puede hacer que se sienta especial. Asegúrate de que vas rotando estas
oportunidades.
Proporciónales materiales abiertos. Fomenta su capacidad de experimentación
con elementos tales como arena, agua, arcilla, bloques y madera. Dado que no hay
una manera correcta o incorrecta de usar estos materiales, los niños pueden
explorar con confianza.
Ofréceles accesorios para dramatizar escenas. Mediante sombreros, figuritas de
juguete y marionetas, un niño puede sentirse confortado y confiado mientras se
hace con el control de una situación. Anima a los preescolares a que expresen
claramente lo que quieren, como explicar: “No aplastes la torre de control, porque
los aviones se pueden estrellar”.
Diseña estructuras de juego acogedoras y seguras. Crea una cueva, una casa, o
una comisaría poniendo una manta o una toalla de playa grande sobre una mesa de
juegos o un tendedero. Puedes hacer que una niña se deslice dentro de este lugar
de retiro para calmarse y centrar sus pensamientos. Tal vez quiere jugar a ser un
personaje fuerte, como un agente de policía o un médico.
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Crea espacios personales interesantes y seguros. Haz que los niños creen
espacios de burbujas imaginarias alrededor de sus cuerpos para bailar dentro y que
nadie pueda chocarse con ellos. Haz líneas rectangulares con cinta adhesiva sobre
la mesa, o usa bandejas de plástico u hojas de papel de aluminio para crear límites
visuales, para que, individualmente, puedan pintar con los dedos o hacer
esculturas de plastilina.
Otros aspectos que conviene tener en cuenta
Ten cuidado con los factores estresantes. Anticípate a momentos frustrantes
(tener sueño y estar necesitando una siesta), lugares (esperar turno en el baño) y
situaciones (conocer gente nueva). Dales tu apoyo; siéntate junto a un niño
estresado y anímalo meciéndolo y masajeándole la espalda para que se sienta
seguro. Practica técnicas de relajación; respira profundamente y deja que el aire
salga lenta y suavemente.
Supervisa la succión del pulgar. Cuando los preescolares comienzan a asistir a
la escuela, los padres y maestros con frecuencia se preocupan de que la succión
del pulgar de un niño pueda arruinar la alineación de sus dientes y le cree
dificultades a la hora de hablar (la mayoría de los niños superan la práctica de
chuparse el dedo entre los dos y los cuatro años). Conviene que los padres hablen
con el dentista de la familia si un niño sigue chupándose el dedo en el momento
en que salen los dientes permanentes, entre los cuatro y los cinco años.
Apoya al “amigo imaginario”. En lugar de ignorar a este amigo especial,
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comparte conversaciones y sé un buen oyente, si el niño se siente cómodo así.
¡Aprenderás mucho! No te preocupes, el amigo invisible se quedará mientras el
niño tenga una relación satisfactoria con él y probablemente desaparezca cuando
el niño cumpla cinco años.
Actividades para hacer en casa
Dale algún “chupete”. Si puedes ponerle vendas adhesivas y darle besos en sus
heridas, ¡eso ya podría mejorar la vida un poco! Sin embargo, si no puedes estar
todo el tiempo con tu hijo, puedes darle otros “chupetes de seguridad”, como una
luz de noche, una pajita para chupar, una colcha suave para que la abrace o hacer
que escuche una música relajante. Esas cosas pueden ayudar a que el niño
construya su autoconfianza si está estresado.
Emparéjalo con otros. Haz que tu hijo trabaje con un compañero o hermano
mayor que pueda darle consejos que generen autoconfianza. Por ejemplo, mi
nieto mayor, Owen, compartió ideas con su hermano menor sobre qué iba a pasar
en el jardín de infancia en otoño. Un compañero mayor puede sugerir
espontáneamente formas de entrar en el juego y de hacer amigos.
Haced puzles juntos. Hazlo para ayudar a tu hijo a crear un sentido de orden a
partir de las piezas desorganizadas. Con gran autoconfianza, a mi nieto más
joven, Adam, le encanta gritar: “¡Listo!” mientras coloca la última pieza y
termina un puzle. Lo llamamos cariñosamente “el maestro de los puzles”.
Asusta a los monstruos. Para aumentar su autoconfianza o para espantara los
monstruos debajo de la cama, enseña a tu hija a tararear o a cantar una canción
corta si le tiene miedo a la oscuridad. Entonces se sentirá más segura y confiada,
dale una pequeña linterna para revisar los rincones y asegurarse de que no haya
criaturas nocturnas espeluznantes.
Graba los mejores esfuerzos del niño. Es emocionante para los niños ver cómo
su comportamiento o sus distintas habilidades van creciendo con el paso del
tiempo. Por ejemplo, si tu hijo te dice que no puede ordenar todos los juguetes sin
tu ayuda, haz un gráfico que muestre la cantidad de espacio de su habitación que
puede recoger cada día usando sus fuertes músculos. A lo largo de las semanas,
anímalo a observar el aumento del gráfico de barras, de modo que aumente su
autoconfianza. Prémialo con un trofeo casero o una cinta azul cuando pueda
recoger todos los juguetes por sí solo.
Asígnale trabajos especiales. Durante las celebraciones familiares y los días
festivos, encarga a tu hija proyectos especiales y divertidos para que se
responsabilice de ellos; eso aumentará su confianza en ella misma, como puede
ser decorar pastelitos o diseñar manteles individuales con rotuladores de colores.
Asegúrate de felicitar sus esfuerzos para que otros sepan que ella es responsable
de la creación de estos artículos estupendos.
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L
5
PONER A PRUEBA
LOS LÍMITES Y
ASUMIR RIESGOS
PONER A PRUEBA LOS LÍMITES: empujar los límites para ver hasta dónde se
puede llegar.
ASUMIR RIESGOS: arriesgarse o hacer algo que podría ser potencialmente
peligroso.
os niños de tres y cuatro años a menudo desafían los límites del comportamiento
aceptable y ponen a prueba la paciencia de aquellos con quienes interactúan. A
medida que van más allá de sus límites y asumen riesgos, veremos algunos de los
siguientes comportamientos:
A los niños de tres años, que tienen un pobre control de sus impulsos, les puede
resultar difícil esperar o hacer turnos.
Son capaces de arriesgarse y descubrir ideas intrigantes.
Los iguales y los profesores ven que los niños de tres años superan los límites de
manera negativa cuando agarran posesivamente un juguete o golpean a otros.
Los niños de cuatro años transmiten confianza y disfrutan presumiendo de lo
fuertes que son.
Les encanta alardear de sus habilidades físicas.
Llenos de energía, pueden poner a prueba los límites amenazando a los demás y
poniéndoles nombres para mostrar lo importantes que son.
Ahora echemos un vistazo más de cerca a algunas de las formas en que los niños en
edad preescolar exploran su mundo, desafían la autoridad y superan los límites dentro y
fuera del aula.
Exultante, Benji, de cuatro años, sube a la cima de una colina cubierta de
hierba en el patio de recreo. Sintiéndose invencible, agita violentamente su
espada imaginaria en el aire mientras desafía a los que están por la parte de
35
abajo:
—Soy el rey de la montaña. A ver, trata de vencerme.
Su maestra le dice:
—Ten cuidado, Benji. No hagas nada peligroso.
Los niños de cuatro años destilan confianza y disfrutan presumiendo de lo fuertes
que son. Con las emociones desatadas, les encanta forzar la situación mientras ponen a
prueba la paciencia de los demás y viven al límite. Aunque sabe que está siendo
desafiante, Benji sigue afirmándose blandiendo su espada. Ignora la advertencia de su
maestra. Es difícil para él renunciar a sus “superpoderes” recién descubiertos.
Aunque es una apuesta real por su autonomía, los maestros y los padres pueden
sentirse un poco incómodos o molestos con este tipo de comportamientos porque les
preocupa la seguridad de los demás niños que juegan alrededor.
Sintiéndose un poco amenazados, algunos niños de tres años que están al pie de la
colina actúan como observadores. Miran cuidadosamente desde una distancia segura
para ver lo que otros deciden hacer antes de intentar arriesgarse a hacer un movimiento.
Los niños preescolares entusiastas y enérgicos aprenden a desarrollar nuevas
habilidades probando actividades desafiantes. A veces, los esfuerzos de los preescolares
no resultan como se esperaba, y pueden sentirse culpables o traviesos por haber asumido
esos riesgos. Pongamos un ejemplo: animada por su maestra, Jamari, una tímida niña de
tres años, comienza a servir, vacilante, el zumo de una gran jarra para los niños en la
mesa de la merienda. Cuando rebosa el vaso de su amiga y se moja la camisa, Jamari se
avergüenza. Sintiéndose culpable por haber derramado el zumo, tiene miedo de que su
amiga no quiera jugar con ella. Frustrada, duda en intentar servir zumo de nuevo.
A los niños de cuatro años, que tienen una mayor coordinación física, les encanta
presumir de sus habilidades motoras y ser el centro de atención. Llevando los límites
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hasta el extremo mientras hace subir su columpio cada vez más alto, Josh grita,
temerario: “¡Mírame! ¡Estoy volando tan alto que llegaré al cielo!”.
Sorprendentemente, los niños en edad preescolar parecen tener un sentido innato de
lo que pueden o no pueden hacer física y emocionalmente cuando corren riesgos.
Parecen equilibrar su sentido de aventura y su deseo de seguridad mientras intentan algo
arriesgado. Por ejemplo, si no están listos, pueden retroceder para no saltar desde una
barra del castillo del parque o no tener que deslizarse por la barra del imaginario parque
de bomberos.
Todavía un poco egocéntricos, los niños de tres años, que tienen un pobre control de
sus impulsos, pueden tener dificultades para esperar o hacer un turno. Debido a que sus
habilidades sociales y verbales todavía no están completamente desarrolladas, por pura
frustración pueden llegar a golpear a otros o quitarles bruscamente sus juguetes. Sus
compañeros y maestros perciben estos comportamientos irracionales como un modo de
traspasar los límites de manera negativa.
Por otro lado, al incrementar su vocabulario, les gusta actuar como mandones y
ordenar a sus compañeros de juego a causa de su deseo de tener el control. Sintiéndose
envalentonados, ponen a prueba los límites amenazando a los demás y poniéndoles
nombres para señalar lo importantes que son. Cuando la maestra sustituta le pidió a Paul
que dejara su alfombra de descanso, él se negó y respondió: “¿Sabes quién soy yo? ¡Mi
madre es la verdadera maestra!”.
Pero superar los límites y aprender a asumir riesgos también puede ser una
experiencia positiva. Intelectualmente, los niños pequeños pueden generar ideas nuevas e
intrigantes.
Por ejemplo, en la caja de arena, Michelle mezcla arena y agua para hacer un pastel.
Luego saca las piedras del parterre y las agrega a la mezcla para crear lo que ella llama
un “pastel rocoso”. Teniendo en cuenta la seguridad en todo momento, permitir que los
niños pequeños superen los límites puede alentar el pensamiento independiente y
creativo.
Cuando los niños de cuatro años asumen riesgos, a menudo desarrollan sus
habilidades para resolver problemas mientras negocian con los demás. Esto les ayuda a
aprender a ver las cosas desde el punto de vista de los otros.
Poner a prueba los límites también puede enseñar a los preescolares a aprender de
sus propios errores. El maestro le mostró a Chris una forma divertida de atarse los
cordones del zapato. Sin embargo, él eligió atárselos en lo que llamó la manera “más
difícil” que sabía. Después de dar unos pasos, se le desató el zapato y se le salió, y Chris
se cayó también. A través de experiencias como esta, los preescolares aprenden sobre las
consecuencias de sus elecciones.
Lo que puedes hacer
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Comienza con riesgos pequeños. Ayuda a los niños a construir su confianza
animándolos a empezar por algo sencillo. Si una niña no se siente cómoda al usar
la pintura de dedos porque no quiere mancharse, deja que pinte sobre el papel con
un bastoncillo de algodón. Cuando se sienta más cómoda, intentará usar un dedo
para pintar antes de usar toda la mano.
Sitúalo con un amigo. Si un niño parece demasiado tímido para correr un riesgo,
piensa en emparejarlo con un compañero más seguro de sí mismo. Durante un
paseo por el bosque oscuro, pídele que sostengala mano del amigo, para que
pueda explorar tranquilamente el sendero natural con la clase.
Muéstrale tu apoyo. Cuando los preescolares prueban nuevas ideas, reconoce sus
esfuerzos con una sonrisa o con el pulgar hacia arriba. Refuerza el esfuerzo que ha
hecho un niño verbalizando esa acción.
Observa sus habilidades. Ten en cuenta el nivel de habilidad de un niño.
Proponle opciones y desafíos que sean gratificantes y no excesivamente exigentes.
Asegúrate de que tus sentimientos personales no limiten los riesgos que los niños
podrían asumir.
Dales tiempo suficiente. Haz un horario diario flexible para que los niños tengan
tiempo de practicar y experimentar mientras van poniendo a prueba sus límites.
Ofréceles también actividades de juego no estructuradas. Cometer errores y pensar
cómo corregirlos fortalece las habilidades de resolución de problemas de los niños
en edad preescolar y aumenta su autoconfianza.
Ofrece alternativas seguras. Cuando una situación parezca demasiado
arriesgada, ayuda a los niños a encontrar oportunidades más seguras, pero
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igualmente desafiantes. Es posible que veas que un niño está construyendo
demasiado alto con bloques de madera y te preocupa que puedan caerse y hacer
daño a alguien. Podrías ofrecerle opciones sustitutivas, como construir con
cartones más livianos o bloques de esponja. Haz que continúe la emoción mientras
eliminas el peligro y tomas medidas de protección.
Otros aspectos que conviene tener en cuenta
Ten cuidado con poner “etiquetas”. Cuando el estilo de aprendizaje de un niño
pequeño es la búsqueda independiente, le gusta ir y jugar directamente con los
materiales y las actividades. Debido a este comportamiento, propio de su
naturaleza, a veces se lo etiqueta como impulsivo, lo que a menudo se percibe
como un rasgo negativo.
Evita sacar conclusiones precipitadas. Si se considera que un niño en edad
preescolar es del tipo búsqueda independiente, como hemos dicho antes,
generalmente no escuchará las instrucciones que se le den primero. Entonces, si
las cosas van mal, su modo de poner a prueba los límites podría ser condenado sin
pruebas. Intenta ser respetuoso con este estilo de aprendizaje siempre que el
comportamiento del niño no sea dañino.
Reconoce que la sobreprotección puede limitar la curiosidad. Aunque la
seguridad es un tema importante, sé flexible cuando resulte apropiado para no
desanimar las acciones “arriesgadas” de los niños. Sobreproteger y sobrevolar a
los preescolares puede alentarlos a desarrollar miedos o a esperar constantemente
que los adultos resuelvan sus problemas.
Actividades para hacer en casa
Haz una lluvia de ideas y trabajad juntos. Para ampliar su pensamiento
creativo, ofrece a tu hijo materiales abiertos, como arcilla, bloques o arena, que se
pueden usar de muchas maneras diferentes. Comparte la toma de decisiones sobre
nuevas formas de resolver problemas utilizando esos materiales. Por ejemplo,
participa en su juego ayudando a estabilizar piezas de madera mientras tu hijo
clava chinchetas para decorar una elegante lanzadera espacial.
Arriésgate mientras cocinas. Disfruta mientras te diviertes asumiendo riesgos al
combinar ciertos alimentos que no parecen ir juntos. Por ejemplo, cuando tú y tu
hijo estéis creando una tortilla de queso, intenta ponerle un poco de espinacas o
picar champiñones y trocitos de tomate. Vive peligrosamente y pon a prueba los
límites de tu paladar espolvoreando un toque de salsa picante.
Haz preguntas. Despierta su curiosidad al preguntar: “¿Qué pasaría si…?”. Da
oportunidades para elegir: “¿Cuál podría funcionar mejor, la piedra redonda o la
plana?”. En lugar de dominar la conversación, estate atento a las respuestas de tu
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hija para involucrarla en una investigación mayor.
Promueve la libertad con limitaciones responsables. Prepara una estructura con
medidas de seguridad incorporadas y suficiente flexibilidad para permitir que tu
hijo explore libremente. Por ejemplo, coloca una superficie resistente debajo de
los columpios del parque para amortiguar cualquier caída mientras sube y salta.
Dramatiza escenas. Anima a tu hija a representar diferentes situaciones de riesgo
para que ella pueda entenderlas desde varios puntos de vista. Déjala ser
Caperucita Roja. Luego haz que finja ser la abuelita. Trae accesorios (como una
canasta de golosinas) para hacer la escena más realista y estimulante.
Habla sobre los personajes que superan los límites. Lee sobre cómo se
comportan los personajes en los libros cuando ponen a prueba sus límites. Habla
sobre cómo Max rompe las reglas en el popular libro Donde viven los monstruos,
de Maurice Sendak. ¿Qué podría hacer tu hijo?
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L
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LIDIAR CON LA RABIA Y
LA FRUSTRACIÓN
RABIA: reacción a una amenaza percibida que podría expresarse como
irritación leve, molestia o incluso desagrado fuerte.
FRUSTRACIÓN: sensación de estar insatisfecho o molesto por la incapacidad
de lograr algo.
as explosiones de frustración y rabia no son inusuales entre los niños de tres y
cuatro años. Cuando los niños expresan estos sentimientos, es posible que veas
algunos de los siguientes tipos de comportamientos:
Los niños de tres años reaccionan a menudo con sentimientos de rabia cuando se
ponen tensos, tristes o están descontentos porque no pueden hacer algo que
deseaban hacer.
Responden con rabia empujándose, y no estando quietos cuando se sienten
acorralados y agolpados en espacios pequeños.
Pueden sentirse frustrados si no entienden por qué un adulto es crítico con sus
acciones.
Los niños de cuatro años pueden reaccionar con rabia cuando otro niño les quita
algo con lo que están jugando. Luego pueden intentar negociar maneras de
trabajar juntos para conseguir que les devuelvan sus cosas.
Pueden mostrar su frustración con expresiones faciales enrabiadas. Algunas veces
expresan su frustración reprendiéndose a sí mismos.
Ahora veamos una perspectiva más amplia y examinemos algunas de las
interacciones que puedes ver en el aula que desatan rabia y frustración entre los niños en
edad preescolar y cómo pueden manejar esos sentimientos.
En el exterior, Andrew y Jian, de cuatro años, han hecho un largo camión
de bomberos con cajas de plástico de color rojo para la leche. Los niños van
al almacén para buscar cascos contra incendios. Cuando regresan,
encuentran a Ryan apilando sus cajas. Muy enfadado, Andrew frunce el ceño
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y grita:
—¡Tonto! Estás estropeando nuestra máquina perfecta para combatir
incendios.
Entonces, Ryan se sienta en una caja y se niega a moverse. Bastante
frustrados, Andrew y Jian insultan a Ryan y comienzan a derribar las cajas.
Dado que lo que de verdad quieren es recuperar sus materiales de
construcción especiales, los muchachos recurren finalmente a negociar con
Ryan ofreciéndole usar las mangueras contra incendios si devuelve las cajas.
Cuando los preescolares se frustran y se involucran en un conflicto por las
pertenencias, a menudo reaccionan de manera muy natural con la ira, una emoción muy
básica. Al igual que Andrew y Jian, pueden expresar su frustración con expresiones
faciales enojadas. O pueden defender verbalmente sus pertenencias diciéndole al
delincuente exactamente cómo se sienten. Eso frecuentemente incluye palabrotas e
intercambio de insultos para reclamar sus pertenencias.
Acudiendo a sus crecientes habilidades verbales mientras lidian con sus sentimientos
de rabia, los niños mayores incluso pueden intentar negociar maneras de trabajar juntos
para recuperar sus pertenencias. Los niños de cuatro años, con más habilidades sociales,
también podrían intentar llegar a un acuerdo o turnarse en el uso de los objetos deseados.
Armados con una gran cantidad de trucos, los preescolares frustrados y territoriales
intentarán numerosas formas de proteger su espacio de un intruso. Andrew y Jian
estaban enfados porque Ryan fue directamente a destruir su camión de bomberos.
Respondieron físicamente presionando la construcción de Ryan y probablemente
también habrían considerado presionarlo a él, si no hubieran decidido negociar una
solución.42
Aunque los niños en edad preescolar no tienen realmente la intención de hacer daño
a otro niño, a veces sucede que llegan a hacérselo, sobre todo, cuando se están
concentrando en recuperar una posesión o un territorio preciado.
Cuando los niños pequeños se ponen tensos o están descontentos porque
no pueden hacer algo que desean hacer, a menudo reaccionan con
sentimientos de rabia. Sally, de tres años, quería cortar la falda de una
muñeca con unas tijeras para hacerla más corta y más bonita. Al decirle su
maestra que no lo hiciera, Sally dirigió su rabia hacia la muñeca tirándola al
suelo y gritándole:
—Eres una vieja estúpida.
Después, cuando la maestra le pidió a Sally que recogiera la muñeca, la
invectiva furiosa de la niña se dirigió hacia su maestra. Frustrada y no
sintiéndose muy obediente, Sally gritó:
—¡No puedes obligarme!
Acostumbrada a agradar a los adultos Sally se sentía confundida porque
no entendía por qué su maestra criticaba sus acciones.
Otra forma en que los preescolares expresan su rabia y su frustración es
reprendiéndose a sí mismos. Dennis hablaba entre dientes ante su propia pintura
diciendo: “Odio la forma en que he mezclado los colores. ¡Parecen tan feos como yo!”.
Como está luchando por la perfección, incluso podría dejar de pintar por completo si se
desanima lo suficiente. Evitar una tarea o una persona es una de las formas que usan los
niños, como Dennis, para escapar de sus frustraciones.
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Muy activos físicamente, los niños de cuatro años necesitan grandes espacios para
sus juegos. Estar coartados por límites restrictivos los irrita. Por otro lado, los niños de
tres años pueden sentirse perdidos, molestos y frustrados en los espacios grandes. Sin
embargo, los preescolares, en general, responderán con enfado sin poder estarse quietos
si se sienten acorralados y apretujados mientras están sentados en un espacio pequeño,
como, por ejemplo, durante el tiempo de su trabajo en grupo.
Nada contentos si se les pide que se sienten y esperen, los preescolares
se aburren e irritan muy rápido. Con su corta capacidad de atención, Marcy y
Mena, de cuatro años, se entretienen burlándose de Ángela mientras esperan
a que les den un bocadillo. Al principio la ignoran. Luego, excluyen a Ángela
al no permitir que se siente junto a ellas. Con voces cantarinas, dicen:
—Vete, Ángela. No nos gustas. Tu cabello huele a palitos de pescado.
Sintiéndose rechazada, Ángela llora. Luego las chicas lanzan un insulto
verbal adicional y le dicen:
—Llorona, no puedes venir a nuestra fiesta de palomitas de maíz.
Herida en sus sentimientos y muy enfadada por ser excluida, Ángela
responde físicamente arañando a las chicas. Las tres se sienten muy
frustradas y la rabia se intensifica.
Kimberly, una niña de tres años, se sienta cerca de su amada maestra, la Sra. Fisher,
mientras hacen juntas un puzle. Cuando otra niña, Lilah, se sienta a la mesa, la Sra.
Fisher le ayuda también a localizar piezas del puzle. Kimberly comienza a fruncir el
ceño y luego a quejarse porque su maestra está felicitando a Lilah y dándole lo que
Kimberly ve como demasiada atención. Queriendo la atención de la Sra. Fisher para ella
misma, Kimberly se vuelve extremadamente celosa y tira las piezas del puzle de Lilah al
suelo.
Debido a que los niños de tres años todavía son egocéntricos y no demasiado
verbales, Kimberly expresa su frustración y malestar mediante una actuación física y
emocional. En los preescolares, a menudo, la rabia se alimenta de frustración. Ocurre
con mayor frecuencia cuando no reciben la atención que quieren, si no se satisfacen sus
necesidades, o si no son capaces de hacer algo.
Lo que puedes hacer
Expresa actitudes positivas. Durante las situaciones problemáticas, plantea cómo
resolver un conflicto con calma. Usa una voz tranquila en lugar de gritar: “¡No!”.
Guía a los niños a través de los pasos que se siguen en las estrategias de
negociación si se sienten frustrados y enfadados cuando intentan compartir un
juguete.
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Habla de las cosas. Si un niño ofende los sentimientos de alguien, podrías decir:
“No pasa nada, solo estaba bromeando”. Discute por qué las burlas no son
divertidas ni graciosas. Deja que los niños en edad preescolar sepan que en lugar
de responderse físicamente unos a otros cuando la rabia que sienten les lleva a
pegar, dar patadas o pellizcar, tienen que hablar sobre el problema. Por ejemplo, el
niño podría preguntar: “¿Por qué te has llevado mi pelota?”.
Dales mucho tiempo. Correr haciendo una actividad tras otra no es satisfactorio y
puede ser muy frustrante. Ten algunas señales preestablecidas (luces parpadeantes
o una canción de advertencia) para que los niños sepan que deben comenzar a
terminar sus actividades.
Ten materiales abundantes. Compartir es difícil para los preescolares. Cuando
los niños pelean por el mismo objeto, se frustran y enfadan. Tener duplicados de
los accesorios favoritos puede ayudar a eliminar momentos complicados. Sin
embargo, con los duplicados, es importante asegurarse de que ambos tengan el
mismo color, forma y tamaño. De lo contrario, se puede crear un nuevo tipo de
disputa cuando todo el mundo quiera la pelota grande.
Prueba varias escenas. Si notas que ciertas situaciones frustran a menudo a los
niños (queriendo ser el primero de la fila o porque tienen que turnarse para
montarse en su triciclo amarillo favorito), intenta hacer un teatrillo en el que se
vean varias soluciones al mismo problema. Ayúdalos a que encuentren varias
respuestas. Practica con ellos algunas formas de calmarse (respirar profundamente
o contar hasta tres) cuando se enfaden.
Otros aspectos que conviene tener en cuenta
Ten cuidado con los signos de intimidación (bullying). Si un niño está
constantemente furioso o se siente siempre frustrado y parece actuar con
comportamientos violentos, es posible que tengas que observar sus acciones y
grabarlas. Es importante que compartas eso durante las reuniones con padres o en
las sesiones de formación permanente del claustro. Puede haber ciertas señales,
como decirle: “bloquea” y tocar su hombro, que puedes usar para ayudarlo a
detener cierto comportamiento o dejar una situación antes de que la frustración o
la rabia se intensifiquen.
Trabaja con un orientador. Si un niño en edad preescolar parece burlarse
constantemente o atacar (verbal o físicamente) a un niño específico, como uno
que es más débil o más pequeño, lo más seguro es que necesite la ayuda de un
profesional para aprender a controlar su comportamiento. Si sospechas que un
niño está siendo intimidado, también puede necesitar aprender estrategias de
afrontamiento, como aprender a decir: “¡Para!” o “¡Eso es mío!”. Otra técnica
simple de afrontamiento para él es dar la vuelta y alejarse, ignorando así al
agresor.
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Estate atento a los rasgos de personalidad y a las etapas de desarrollo. Si un
niño parece reaccionar negativamente ante otro niño o ante una situación, eso no
significa que estés necesariamente ante un caso de intimidación (bullying). Por
ejemplo, dependiendo de su edad o madurez social, los niños pequeños se
inclinan más a responder físicamente al quitarles una posesión o al empujar a una
persona, y los niños mayores a menudo reaccionan verbalmente gritando
palabrotas e insultos. La respuesta agresiva o rápida de un niño puede depender
de su temperamento. Las diferencias culturales y de género también pueden
afectar las interacciones de los niños.
Actividades para hacer en casa
Prepara algunos “equipos de descarga”. Rellena fundas de almohadas con
periódicos arrugados o usa almohadas viejas como sacos de boxeo para aliviar la
frustración cuando tu hijo tenga ganas de golpear algo. Prueba formas alternativas
de aliviar el estrés, como golpear arcilla fresca o pisotear una pila de hojas. ¡Saltar
sobre trozos de plástico con burbujas es una manera segura de convertir la rabia
en risa con cada serie de pop-pop-pop! Amasar juntos la masa de pan y luego oler
la cálida fragancia de la levadura del pan casero es una forma fabulosa de aliviar
el estrés.

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