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criar niño inteligente y feliz

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Índice
Portada
Dedicatoria
Reglas del cerebro del niño
Introducción
Embarazo
Relación
Bebé inteligente: semillas
Bebé inteligente: tierra
Bebé feliz: semillas
Bebé feliz: tierra
Bebé moral
Conclusión
Consejos prácticos
Agradecimientos
Notas
Créditos
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A mis increíbles hijos y su aún más increíble madre,
por enseñarme que cuando afrontamos una encrucijada entre dos teorías igualmente
plausibles, siempre es mejor seguir la más divertida.
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Reglas del cerebro del niño
embarazo
Mamá saludable, bebé saludable
relación
Empieza con empatía
bebé inteligente
Bebé seguro, bebé inteligente
Tiempo compartido, no tiempo delante de una pantalla
bebé feliz
Cuida las viejas amistades y haz nuevos amigos
Definir las emociones apacigua los sentimientos extremos
bebé moral
Disciplina + cariño = niño moral
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Introducción
Cada vez que imparto una conferencia a un grupo de futuros padres acerca del
desarrollo cerebral del bebé, cometo un error. Creía que los padres habían acudido para
una sabrosa ración de ciencia sobre el cerebro en el útero: un poco de biología neural
innovadora aquí, un poco de migración axonal allá. Pero en el turno de preguntas y
comentarios después de cada sesión, siempre surgían las mismas cuestiones. La primera,
formulada por una mujer en avanzado estado de gestación una lluviosa noche en Seattle,
fue: «¿Qué puede aprender mi bebé mientras aún está dentro de mí?». Otra mujer
preguntó: «¿Qué pasará con mi matrimonio una vez que traigamos al bebé a casa?». Un
padre brindó la tercera pregunta, con cierta autoridad: «¿Cómo envío a mi hijo a
Harvard?». Una mujer nerviosa planteó la cuarta: «¿Cómo puedo estar segura de que mi
hijita será feliz?». Y la quinta la pronunció una abuela manifiestamente solemne: «¿Cómo
puedo hacer que mi nieto sea bueno?». Había asumido la responsabilidad de criar a un
nieto apartado de su hija drogadicta. No quería que volviera a repetirse la misma
situación.
No importa lo mucho que intentara desviar la conversación hacia el esotérico mundo
de la diferenciación neurológica, los padres siempre formulaban variaciones de estas
cinco preguntas, una y otra vez. Por último, caí en la cuenta de mi error. Ofrecía una
torre de marfil a los padres, cuando ellos necesitaban una casita. Por lo tanto, este libro
no abordará la naturaleza de la regulación genética en el rombencéfalo en desarrollo.
Viaje al cerebro del niño tendrá como guía las preguntas prácticas formuladas por mi
público.
Llamo «Reglas del cerebro del niño» a lo que sabemos con seguridad acerca del
funcionamiento del cerebro en la primera infancia. Cada una está extraída de la veta más
amplia de la psicología conductista, la biología celular y la biología molecular. Cada una
ha sido seleccionada por su capacidad para asistir a las recientes mamás y papás en la
abrumadora tarea de cuidar de un pequeño ser humano indefenso.
Ciertamente, comprendo la necesidad de respuestas. Tener un primer hijo es como
ingerir una bebida embriagadora compuesta a partes iguales de alegría y terror, adornada
por una serie de transiciones que nadie te cuenta. Lo sé por experiencia propia: tengo dos
hijos, y los dos llegaron junto a preguntas desconcertantes, asuntos relacionados con la
conducta y sin instrucciones. Pronto descubrí que no sólo traían esas cosas. Poseían una
atracción gravitacional que podía provocarme un amor voraz y una lealtad tenaz.
También eran magnéticos: no podía evitar mirar sus uñas perfectas, sus ojos claros, su
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increíble mata de pelo. Cuando nació mi segundo hijo, comprendí que es posible dividir
el amor y el infinito sin que merme un solo fragmento del mismo. En el cuidado de los
hijos realmente es posible multiplicar dividiendo.
Como científico, era muy consciente de que observar el desarrollo del cerebro de un
bebé es como tener un asiento de primera fila para un big bang biológico. El cerebro
empieza siendo una única célula en la matriz, mudo como un secreto. En unas pocas
semanas, produce células nerviosas a la asombrosa velocidad de ocho mil por segundo.
En unos pocos meses ya va camino de ser la máquina de pensar más perfecta del
mundo. Esos misterios alimentaron no sólo el asombro y el amor, sino también, como
padre novato, lo recuerdo, los nervios y las preguntas.
Demasiados mitos
Los padres necesitan hechos, no sólo consejos, acerca de cómo criar a sus hijos.
Por desgracia, esos hechos son difíciles de hallar en la creciente montaña de libros sobre
crianza. Y blogs. Y tablones de anuncios y podcasts y suegras y cualquier familiar que
alguna vez haya tenido un hijo. Hay mucha información ahí fuera. Es difícil que los
padres sepan qué creer.
Lo bueno de la ciencia es que no se decanta por un bando y no hace prisioneros.
Una vez que sabemos en qué investigación confiar, emerge una imagen global y los mitos
se desvanecen. Para ganarse mi confianza, la investigación debe superar mi «factor
gruñón». Para aparecer en este libro, los estudios deben haberse publicado en la literatura
de referencia y luego haberse repetido con éxito. Algunos resultados han sido
confirmados docenas de veces. Cuando haga una excepción con investigación de
vanguardia, fiable pero no plenamente refrendada por el paso del tiempo, lo señalaré
oportunamente.
Para mí, la crianza tiene que ver con el desarrollo cerebral. Esto no es una sorpresa,
dado lo que hago para ganarme la vida. Soy biólogo del desarrollo molecular, con un gran
interés en la genética de los trastornos psiquiátricos. He invertido la mayor parte de mi
tiempo de investigación como asesor privado, un solucionador de problemas contratado
por industrias e instituciones de investigación pública que necesitaban un genetista con
experiencia en salud mental. También he fundado el Instituto Talaris, situado en Seattle,
cerca de la Universidad de Washington, cuya misión original era estudiar cómo los niños
procesan la información a nivel molecular, celular y conductual. Así es como de vez en
cuando he impartido conferencias, como en aquella lluviosa noche en Seattle.
Es evidente que los científicos no lo saben todo sobre el cerebro. Pero lo que
sabemos nos permite adoptar las mejores decisiones para criar niños inteligentes y felices.
Y esto es relevante tanto si acabas de descubrir que estás embarazada como si ya tienes
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un pequeño o tienes que criar a tus nietos. Así pues, en este libro será todo un placer
responder a las preguntas que los padres me formulan, y también desacreditar sus
grandes mitos.
He aquí algunos de mis favoritos.
Mito. Poner a Mozart mientras estás embarazada mejorará las futuras notas del bebé en
matemáticas.
Verdad. Tu bebé sólo recordará a Mozart después del nacimiento, junto a otras muchas
cosas que escuchará, olerá y saboreará en el útero (véase «Los bebés recuerdan»). Si
quieres que su rendimiento en matemáticas sea óptimo años más tarde, lo mejor que
puedes hacer es enseñarle a controlar sus impulsos en sus primeros años (véase
«Autocontrol»).
Mito. Exponer al bebé o niño pequeño a DVD lingüísticos mejorará su vocabulario.
Verdad. Algunos DVD pueden reducir el vocabulario del niño pequeño. Es cierto que el
número y la variedad de palabras que utilizas al hablar con tu bebé estimulan su
vocabulario y su coeficiente intelectual (véase «Hablar mucho con tu bebé»). Pero las
palabras han de provenir de ti, un ser humano vivo y real.
Mito. Para estimular su poder cerebral, los niños necesitan clases de francés a partir de
los tres años y una habitación atestada de juguetes que «estimulan el cerebro» y una
biblioteca de DVD educativos.
Verdad. La mayor tecnología pediátrica del mundo para el estímulo del cerebro
probablemente es una sencilla caja de cartón, una caja de lápices de colores y dos horas
de tiempo. La peor es, probablemente, tu nueva televisión de pantalla plana (véase
«¡Bien por el juego!»).
Mito. Decir constantemente a los niños que son inteligentes refuerza su confianza.
Verdad. Tendrán menos voluntad de trabajar en problemas que supongan un desafío
(véase «Loque sucede cuando dices: “Eres tan inteligente”»). Si quieres que tu bebé
ingrese en una gran universidad, elogia su esfuerzo.
Mito. De algún modo los niños encuentran su propia felicidad.
Verdad. El mayor indicador de la felicidad consiste en tener amigos. ¿Cómo hacer y
conservar a los amigos? Siendo bueno en el descifrado de la comunicación no verbal
(véase «Cómo hacer amigos»). Esta habilidad puede mejorarse. Aprender a tocar un
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instrumento musical estimula la habilidad en un 50%. Enviar mensajes de texto puede
destruirla.
La investigación relativa a estos temas se publica continuamente en respetadas
publicaciones científicas. Pero a menos que tengamos una suscripción al Journal of
Experimental Child Psychology, esta rica procesión de descubrimientos se nos escapará.
Este libro pretende hacerte comprender lo que saben los científicos, sin que debas tener
un doctorado para entenderlo.
Lo que no puede hacer la ciencia del cerebro
Estoy convencido de que no tener un sólido filtro científico es una de las razones
por las que tantos libros sobre crianza llegan a conclusiones tan opuestas. Basta con
intentar hallar un consenso entre los expertos en educación acerca de cómo conseguir
que tu bebé duerma de noche. No puedo imaginar nada más frustrante para quienes han
sido padres por primera vez.
Esto subraya el hecho de que la ciencia cerebral no puede resolver cada situación
relacionada con la crianza. Puede ofrecernos reglas globales, pero no siempre es buena
en los asuntos específicos. Examina el relato de estos padres, colgado en
TruuConfessions.com, una fuente que utilizo a través de todo el libro:
Quitamos la puerta del nene la pasada noche. No hubo gritos ni nada. Le advertimos que si la
volvía a cerrar después de que le dijera que no lo hiciera, la quitaría. Bajé al salón y la encontré
cerrada, regresé con un taladro y la puerta pasó la noche en el garaje. La he vuelto a poner hoy,
pero volveré a quitarla si es necesario. Él sabe que lo mío es la responsabilidad.
¿Puede intervenir la ciencia del cerebro en esta situación? Realmente, no. La
investigación nos dice que los padres deben tener reglas claras y consecuencias rápidas
para la violación de las reglas. No nos dice cuándo quitar una puerta. En realidad, apenas
estamos empezando a aprender a qué se asemeja la buena educación. La investigación en
este sentido es difícil por cuatro razones:
a) Cada niño es diferente
Las conexiones de cada cerebro son diferentes. No hay dos niños que reaccionen de
idéntica forma ante una misma situación. Por lo tanto, no hay consejos de educación
para todas las situaciones. Debido a esta individualidad, te animo a que conozcas a tus
hijos. Esto significa pasar mucho tiempo con ellos. Saber cómo se comportan y cómo su
comportamiento cambia con el tiempo es la única manera de descubrir qué funcionará y
qué no lo hará en su educación.
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Desde el punto de vista del investigador, la predisposición del cerebro a responder al
ambiente externo es bastante frustrante. La complejidad individual se confunde con las
diferencias culturales y se completa con su propio sistema de valores. Por encima de
todo, las familias pobres tienen problemas muy diferentes a las familias de clase media
alta. El cerebro responde a todo ello (la pobreza puede influir en el coeficiente intelectual,
por ejemplo). No resulta sorprendente que esta cuestión resulte tan difícil de investigar.
b) Cada padre es diferente
Los niños criados en hogares con dos progenitores se enfrentan no a un estilo de
crianza, sino a dos. A menudo las mamás y los papás defienden prioridades educativas
diferentes, una fuente de gran conflicto en algunas relaciones. Una combinación de los
dos estilos guía al niño. Aquí tenemos un ejemplo:
Me saca de quicio ver a mi hermano y mi cuñada con sus hijos. Ella a veces les dice algo desde el
sofá. Y él lo compensa gritándoles por TODO. Desde una perspectiva externa, parece que la razón por
la que los niños no se comportan es que no tienen NI IDEA de cuáles son las reglas, sólo saben que
tendrán problemas independientemente de lo que hagan y, por lo tanto, no intentan comportarse.
Dos estilos, en realidad. Ello requiere una colaboración al cien por cien entre padre
y madre respecto a cómo criar a los hijos. Algo evidentemente imposible. Criar a los
hijos en un hogar con dos progenitores siempre será una propuesta híbrida. Con el
tiempo, los niños empiezan a responder a los padres, lo que influirá en el futuro
comportamiento educativo. Todos estos cambios complican la investigación.
c) Los niños son influidos por los demás
La vida es aún más compleja cuando el niño crece. La escuela y la interacción con
los compañeros desempeñan un papel cada vez más decisivo al modelar la personalidad
del niño (¿alguno tuvo una horrible experiencia en el instituto en la que aún piensa de vez
en cuando?). Un investigador ha declarado públicamente que los compañeros,
especialmente del mismo sexo, configuran el comportamiento del niño en mayor medida
que los padres. Como el lector puede imaginar, esta idea ha sido recibida con un gran
escepticismo. Pero no con un rechazo frontal. Los niños no viven en una ecología social
exclusiva únicamente dominada por los padres.
d) Podemos decir «está relacionado con», pero no «lo causa»
Aunque todos los cerebros fueran idénticos y todos los padres se comportaran de
una manera uniforme, buena parte de la investigación seguiría siendo defectuosa (o, en el
mejor de los casos, preliminar). La mayoría de los datos de que disponemos son
asociativos, no causales. ¿Por qué esto representa un problema? Dos elementos pueden
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asociarse sin que uno sea la causa del otro. Por ejemplo, es cierto que todos los niños
con berrinches también se orinan encima —la asociación es del cien por cien—, pero eso
no significa que orinarse provoque berrinches.
La investigación ideal consistiría en: a) encontrar el ingrediente secreto conductual
que hace que los niños sean inteligentes, felices y que tengan conciencia moral; b)
encontrar a padres que desconocen ese ingrediente secreto y proporcionárselo; y c)
examinar a los niños veinte años más tarde para valorar los resultados. Esto no sólo
parece caro: es imposible. Ésta es la razón por la que la mayor parte de la investigación
sobre crianza es asociativa, no causal. Pero estos datos se compartirán con la idea de que
lo perfecto no debería ser enemigo de lo bueno. El otro asunto frustrante y maravilloso
es éste:
¡El comportamiento humano es complicado!
En la superficie aparentamos ser sencillos y tranquilos, como un mar en calma, pero
debajo hallamos cañones escarpados de emociones, pensamientos tenebrosos y
motivaciones fluctuantes y apenas racionales. En ocasiones, estas características —
diversas de una persona a otra— aflorarán a la superficie. Considera una reacción
emocional común ante un niño pequeño:
Bien, ya es oficial. No me queda una sola gota de paciencia. El pozo se ha secado. Mi hijo de dos
años ha logrado agotar mi reserva vital de paciencia antes de cumplir los tres. Se ha volatilizado, y no
veo cómo volver a colmar su profundidad original sin un esfuerzo concentrado…, por ejemplo, una
semana en el Caribe o un interminable suministro de cócteles.
Como científico del cerebro, puedo enumerar al menos ocho aspectos
independientes de investigación conductual en el breve párrafo escrito por esta mujer.
Manifiesta una respuesta al estrés, y el modo en que su organismo reacciona surgió en
primer lugar en las llanuras del Serengueti. El modo en que pierde la paciencia depende
en parte de sus genes, de lo que pasó cuando estaba en el útero materno y de cómo fue
educada de pequeña. Las hormonas también están implicadas, así como las señales
neurológicas que utiliza para percibir a su recalcitrante pequeño. También aparece un
recuerdo de alivio —¿acaso recuerda un crucero?— como deseo de evasión. En sólo
cinco oraciones nos ha llevado de la sabana africana al siglo XXI.
Y los investigadores del cerebro, desde los teóricos de la evolucióna los
especialistas en memoria, estudian todas estas facetas.
Así pues, hay algunas afirmaciones sólidas que los investigadores pueden proferir en
lo relativo a la crianza de los hijos. De otra forma no habría podido dejar caer mi propia
contribución en la montaña de tropecientos mil libros para padres. Extraer estas pepitas
de información ha costado muchos años a muchos buenos investigadores.
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No sólo para bebés, sino para niños de hasta cinco años
Viaje al cerebro del niño abarca el desarrollo cerebral en niños de edades
comprendidas entre los cero y los cinco años. Sé que es probable que absorbas
información sobre crianza durante el embarazo y que es menos probable que vuelvas a
ello más tarde. Por eso me gustaría atraer tu atención en una fase temprana. Sin
embargo, lo que hagas en los cinco primeros años de vida de tu hijo —no sólo en el
primero— influirá profundamente en su comportamiento como adulto. Lo sabemos
porque un grupo de investigadores tuvieron la paciencia de realizar un seguimiento a
ciento veintitrés preescolares en situación de riesgo, procedentes de familias con bajos
ingresos, durante cuatro décadas, hasta que cumplieron cuarenta años. Bienvenidos al
estudio de preescolar HighScope Perry, uno de los más extraordinarios en su categoría.
En 1962, los investigadores quisieron poner a prueba los efectos de un programa
educativo preescolar que habían diseñado. Niños de Ypsilanti, Míchigan, fueron
asignados aleatoriamente a uno de dos grupos. El primero participó en el programa
preescolar (que con el tiempo se convirtió en un modelo para otros programas nacionales
de educación preescolar, como Head Start). El segundo grupo no lo hizo. Las diferencias
ilustran poderosamente la importancia de los primeros años de vida del niño.
Los que participaron en el programa superaron académicamente los controles en
virtualmente todos los métodos con los que se mide el rendimiento, desde el coeficiente
intelectual y los test de lenguaje en los primeros años a las evaluaciones estandarizadas y
los exámenes de alfabetismo en los años posteriores. Un mayor porcentaje se graduó en
la escuela secundaria (84% versus 32% de chicas). No es sorprendente que un mayor
porcentaje fuera a la universidad. Los niños que no participaron en el programa tuvieron
una probabilidad cuatro veces superior de padecer un trastorno de salud mental (36%
versus 8%). Su probabilidad de repetir curso era dos veces mayor (41% versus 21%).
Como adultos, quienes habían formado parte del programa presentaban una menor
probabilidad de cometer crímenes y una mayor probabilidad de mantener un trabajo
estable. Ganaban más dinero y tenían más posibilidades de tener una cuenta de ahorro y
casa propia. Los economistas calcularon que la recuperación de la inversión por parte de
la sociedad oscilaba entre el 7 y el 10%, lo que históricamente puede ganarse en la Bolsa.
Algunos consideran que la recuperación de la inversión es sustancialmente mayor:
dieciséis dólares por cada dólar de impuestos invertido en la primera infancia.
Semilla y tierra
El estudio HighScope es un ejemplo fundamental de la importancia del entorno en la
educación de los niños. Pero la naturaleza también desempeña un papel amplio. A
menudo son difíciles de separar, como en esta vieja broma: un chico de tercer curso llega
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a casa y muestra a su padre el boletín de notas. Su padre lo observa y dice: «¿Cómo
explicas estos suspensos y aprobados?». El chico alza la vista y dice: «Dímelo tú: ¿es la
naturaleza o la educación?».
Una vez fui a una ruidosa feria de ciencias con mi propio hijo en tercer curso, y
examinamos los logros de sus compañeros de clase. Muchos experimentos incluían
semillas, tierra y curvas de crecimiento. Una memorable niña se tomó todas las molestias
del mundo para explicarnos que sus semillas habían empezado con un ADN idéntico.
Había plantado una en una tierra rica en nutrientes y la había regado cuidadosamente.
Había plantado la otra en una tierra pobre en nutrientes y también la había regado. Pasó
el tiempo. La semilla alimentada con tierra estupenda dio origen a una planta estupenda,
que orgullosamente me permitió sostener en las manos. La semilla plantada en una tierra
pobre produjo una planta miserable y raquítica. También me dejó sostenerla. Su
conclusión era que el material de la semilla ofrecía idénticas oportunidades de
crecimiento para ambas plantas, pero que un mismo inicio no era suficiente. «Necesitas
la semilla y la tierra», me explicó, naturaleza y alimento para obtener los resultados
deseados.
Evidentemente, tiene razón, y es una metáfora que utilizo en el libro para dividir la
investigación sobre la crianza de niños inteligentes y felices. Hay algunos factores que los
padres pueden controlar y otros que no. Hay semilla y hay tierra. Todo el alimento del
mundo no cambiará el hecho de que el 50% del potencial de tu hijo es genético. Buenas
noticias: como padre, sólo puedes hacer lo mejor. Dicho esto, incluso como genetista
profesional, estoy convencido de que podemos ejercer más influencia en el
comportamiento de nuestros hijos de lo que popularmente se cree. Es una inmensa tarea
que requiere mucho trabajo. La razón tiene profundas raíces evolutivas.
En todo caso, ¿por qué necesitamos la crianza?
Es una pregunta que molesta a muchos científicos evolutivos: ¿por qué se tarda
tanto tiempo en criar a un niño humano? Aparte de una o dos variedades de ballenas,
tenemos la infancia más dilatada del planeta. ¿De dónde procede esta etapa que dura
décadas, y por qué otros animales no tienen que soportar lo que vivimos nosotros? He
aquí dos aspectos deliciosos que tenemos que soportar:
Me siento tan agotada. J. J. se hizo caca en el pañal justo después de que lo levantara del orinal,
vomitó en la alfombra, volcó su orinal y volvió a hacer pipí en la alfombra, luego se orinó OTRA VEZ en
la alfombra del baño. He llegado hasta aquí y siento que no puedo hacer de mamá, y luego me doy
cuenta de que lo estoy haciendo…
Tanto mi marido como yo tenemos vocabularios muy coloridos. Nunca maldecimos delante de
nuestra querida hija y tratamos de vigilar nuestro lenguaje en su presencia, pero está claro que
fracasamos miserablemente. Mi madre le preguntó cómo se llamaba su bebé, y ella respondió:
«Gilipollas». Ay.
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Sí, tienes que enseñárselo todo a los niños, incluso cómo regular sus fluidos
corporales. Y están preparados para aprender, lo que significa que tienes que vigilar
incluso tus modales más caballerosos. Ambas cosas consumen una tremenda cantidad de
energía. De ahí que los biólogos evolutivos se pregunten: ¿por qué alguien asumiría
voluntariamente esta línea de trabajo?
La entrevista para el trabajo, el simple acto sexual, es ciertamente divertido. Pero
luego te contratan para criar a un niño. Hay momentos maravillosos, pero la esencia del
contrato es simple: ellos toman. Tú das. Nunca recibes un sueldo por este trabajo, sólo
facturas, y es mejor que estés preparado para alguna horrible sorpresa. Gastarás más de
doscientos veinte mil dólares antes de los préstamos universitarios. En este trabajo no
hay bajas por enfermedad ni vacaciones, y te tiene permanentemente de guardia noches
y fines de semana. Su ejecución exitosa probablemente te convertirá en un quejica de por
vida. Sin embargo, cada día miles de personas dicen sí a este trabajo. Debe de haber
alguna razón convincente.
LA SUPERVIVENCIA, PRIMERA Y PRINCIPAL
Evidentemente, aquí está. La principal tarea del cerebro —el tuyo, el mío y el de tus
hijos inequívocamente adorables— es ayudar a nuestros cuerpos a sobrevivir otro día.
La razón para la supervivencia es tan vieja como Darwin y tan joven como el sexo: así
podemos proyectar nuestros genes en la próxima generación. ¿Superará un individuo su
propio interés, por voluntad propia, para asegurar la supervivencia de sus genes o los de
su familia en la próxima generación? Aparentemente, sí. Muchos de nosotros lo hicimos
hace cientos de miles de años, cuando crecimos para dominar el Serengueti, y luego el
mundo.Cuidar de un bebé es una forma sofisticada de cuidar de nosotros mismos.
Pero ¿por qué cuesta tanto tiempo y esfuerzo?
Culpemos a nuestro enorme, graso, brillante y excepcional cerebro. Evolucionamos
para poseer cerebros más grandes con mayores coeficientes intelectuales, lo que nos
permitió pasar de ser comida para leopardos a los amos del universo en apenas diez
millones de años. Conseguimos esos cerebros gracias al ahorro de energía producido al
caminar sobre dos piernas en lugar de cuatro. Sin embargo, alcanzar el equilibrio
necesario para caminar erguidos exigió el estrechamiento del canal pélvico del Homo
sapiens. Para las mujeres eso significó una cosa: partos increíblemente dolorosos, a
veces fatales. Los biólogos evolutivos han teorizado que pronto se desarrolló una
«carrera armamentística» entre la anchura del canal del nacimiento y el tamaño del
cerebro. Si la cabeza del bebé fuera demasiado pequeña, moriría (sin una intervención
médica extraordinaria e inmediata, los bebés prematuros no durarían cinco minutos). Si la
cabeza del niño fuera demasiado grande, moriría la madre. ¿La solución? Que los bebés
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nazcan antes de que sus cráneos sean lo suficientemente grandes como para matar a
mamá. ¿La consecuencia? Traer hijos al mundo antes de que sus cerebros estén
plenamente desarrollados. ¿El resultado? La paternidad.
Debido a que se obliga a la magdalena a salir del horno antes de estar cocinada, el
niño necesita instrucciones de cerebros veteranos durante años. Los familiares asumen el
trabajo, pues son ellos quienes traen al hijo al mundo. No hay que ahondar mucho en el
libro de Darwin para encontrar una explicación convincente a la conducta de la
paternidad.
Esto no explica todo el misterio de la crianza, pero subraya su importancia. Hemos
sobrevivido porque muchos de nosotros fuimos padres lo suficientemente buenos para
guiar a nuestra camada cagona, meona, gritona y asombrosamente vulnerable hacia la
vida adulta. Y no tenemos nada que decir al respecto. El cerebro de un bebé simplemente
no está preparado para sobrevivir en el mundo.
Evidentemente, la infancia es una etapa vulnerable. Más de una década transcurre
entre el nacimiento de un bebé y su capacidad para reproducirse: una eternidad en
comparación con otras especies. Esta distancia muestra no sólo la profunda inmadurez en
el desarrollo del cerebro, sino también la necesidad evolutiva de una crianza
resueltamente atenta. Los adultos que trabaron relaciones protectoras y basadas en la
enseñanza permanente con la siguiente generación poseían una ventaja distintiva sobre
aquellos que no pudieron o no quisieron. De hecho, algunos teóricos evolutivos creen
que el lenguaje se desarrolló en toda su riqueza para que la enseñanza entre padre e hijo
pudiera acontecer con mayor profundidad y eficacia. Las relaciones entre adultos
también fueron cruciales, y aún lo son, a pesar de nosotros mismos.
Somos seres sociales
La sociedad moderna hace todo lo posible para destruir las conexiones sociales
profundas. Nos desplazamos constantemente. Nuestros familiares a menudo están
separados de nosotros por cientos e incluso miles de kilómetros. En el presente
entablamos y mantenemos nuestras amistades electrónicamente. Una de las principales
quejas que los nuevos padres formulan en la transición a la paternidad es el gran
aislamiento que perciben en su círculo social. Para sus parientes, el bebé es, a menudo,
un extraño. Para sus amigos, el bebé puede ser una palabra de cuatro letras. No es como
se supone que debería ser.
Tómate un momento para señalar cuántas veces el narrador de esta historia alude a
sus amigos y familia:
Volví a casa con mis abuelos para ahorrar dinero para la escuela. Crecí aquí. Mis raíces son
profundas. Uno de mis más queridos vecinos murió y su familia quiere vender la casa. Esta noche,
algunos de nosotros, entre ellos su hijo, nos hemos reunido en el garaje, hemos bebido vino y
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recordado a los muchos vecinos y familias que ya no están con nosotros. Ha habido risas y lágrimas,
pero también la preciosa sensación de que quienes se habían ido estaban allí y también reían. ¡Ha sido
asombroso!
Somos tan increíblemente sociales. Comprender esta realidad en lo relativo al
cerebro es fundamental para entender los muchos temas que abarca este libro, desde la
empatía al lenguaje, pasando por los efectos del aislamiento social. Como el cerebro es
un órgano evolutivo, las razones son evolutivas. Muchos científicos creen que hemos
sobrevivido porque hemos formado grupos sociales cooperativos. Esto nos obligó a
invertir una gran cantidad de tiempo en relaciones, en conocer las motivaciones de los
demás, su interior psicológico y los sistemas de recompensa y castigo.
Emergieron dos beneficios. Uno fue la capacidad para trabajar en equipo: útil para
cazar, encontrar cobijo y defenderse contra los depredadores. El otro fue la capacidad
para criar a los hijos de los demás. La escaramuza entre el tamaño del canal del
nacimiento y el tamaño del cráneo del bebé supuso que las mujeres necesitaban tiempo
para recuperarse tras el parto. Alguien tenía que cuidar de los niños. O asumir la
alimentación si ella moría. De esta tarea se encargaron esencialmente mujeres (los
hombres no pueden lactar, después de todo), aunque muchos científicos creen que los
grupos de mayor éxito eran aquellos en que los hombres desempeñaban un papel activo
en el apoyo a las mujeres. Esta necesidad comunitaria era tan fuerte, tan crítica para
nuestra supervivencia, que los investigadores le han dado un nombre: aloparental. Si
como padre sientes que no puedes hacerlo solo, es porque no se supone que tengas que
hacerlo.
Aunque nadie dispone de una máquina del tiempo para lanzarnos al Pleistoceno, la
evidencia de estas tendencias es hoy abundante. Un bebé nace predispuesto a conectar
con su familia y a relacionarse con los demás. Una madre contó cómo miraba American
Idol en la televisión junto con su hijo de dos años. Mientras el presentador entrevistaba a
los llorosos concursantes que no lo habían conseguido, el niño saltó del sofá, acarició la
pantalla y dijo: «Oh, no, no llores». Esta actitud requiere profundas destrezas
relacionales, que ilustran tanto el proceso biológico como el carácter dulce del niño.
Todos nosotros poseemos capacidades relacionales naturales.
Si comprendemos que nuestro cerebro está fundamentalmente interesado en la
supervivencia y que tiene una profunda necesidad de relacionarse con los demás, la
información de este libro —los aspectos que mejor desarrollan el cerebro de tu bebé—
tendrán sentido.
Unos pocos apuntes antes de empezar
Definiendo la familia
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¿Has visto ese anuncio de refrescos? La cámara sigue a un joven apuesto y de
aspecto universitario en un acontecimiento social en una gran casa. Es en período
vacacional, y él está ocupado presentando a sus muchos amigos y familiares, cantando
una canción y sirviendo refrescos. Están su madre, su hermana, su hermano, su
«madrastra increíblemente cool», y los dos hijos que su madrastra tuvo antes de conocer
a su padre, además de tíos, primos, compañeros de oficina, sus mejores amigos, su
instructor de judo, su alergólogo e incluso sus fans de Twitter. Ha sido el ejemplo más
claro que he visto de que la definición de la familia norteamericana está cambiando.
Rápidamente.
Nunca fue estable. La definición de familia nuclear —un hombre, una mujer y 2,8
hijos— ha estado vigente desde la época victoriana. Con una tasa de divorcio situada
entre el 40 y el 50 % rondando como un buitre sobre los matrimonios estadounidenses
durante más de tres décadas y las segundas nupcias como algo común, la familia «mixta»
es ahora la experiencia familiar más típica. También lo es el hogar monoparental, con
más del 40% de los nacimientos procedentes de mujeres no casadas. Más de 4,5 millones
de niños no son criados por sus padres biológicos, sino por sus abuelos biológicos. Una
de cada cinco parejas homosexuales cría niños en la actualidad.
Muchos de estos cambios han tenido lugar tan rápidamenteque la comunidad
científica no ha tenido tiempo de estudiarlos adecuadamente. Por ejemplo, es imposible
hacer un estudio de veinte años de duración en los matrimonios homosexuales, que han
sido legalizados recientemente. Con el paso de los años, los mejores datos sobre crianza
se han extraído de relaciones heterosexuales en el matrimonio tradicional del siglo XX.
Hasta que los investigadores tengan la oportunidad de investigar la dinámica de los
nuevos modelos, sencillamente desconoceremos si las perspectivas aquí descritas se
aplican directamente a otras situaciones. Es la razón por la que utilizo los términos
«matrimonio» y «cónyuge» en lugar de «pareja».
La fuente de las historias
Muchos de los relatos en primera persona de este libro proceden de
TruuConfessions.com, una página web donde los padres pueden postear anónimamente
para desahogarse, pedir consejo o compartir sus experiencias de crianza con el mundo.
Otras historias proceden de experiencias que mi esposa y yo hemos vivido al criar a
nuestros dos hijos, Josh y Noah, que están entrando en la adolescencia mientras escribo
estas páginas. Hemos mantenido un diario de sus años de crecimiento, apuntando
fragmentos y observaciones, buscando en nuestros recuerdos de las vacaciones, un viaje
o algo maravilloso que nuestros hijos nos enseñaron ese día. Ambos chicos han leído
cada una de las historias en las que están implicados y les he pedido permiso para que
cada una de ellas aparezca en el libro. Sólo figuran en él aquellas a las que han dado su
consentimiento. Aplaudo su valor y su sentido del humor por dejar que su viejo padre
comparta fragmentos de sus tempranas vidas.
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La fuente de los datos
En estas páginas hay lugares en los que prácticamente cada frase tiene su referencia.
Pero a fin de facilitar la legibilidad, las referencias han emigrado on-line a
www.brainrules.net. La web está atestada de material adicional de apoyo que incluye
animaciones de los conceptos básicos. He omitido completamente algunos temas, algunos
para mantener el libro en un grosor razonable, otros porque aún no hay suficiente
documentación de apoyo.
La cocina de mi mujer
Ya estamos preparados para empezar. Dada la tremenda cantidad de información en
este libro, me gustaría traer a colación una metáfora para ayudar a organizarla. La
solución viene de mi mujer, que, entre otros muchos talentos, es una gran cocinera. En
nuestra cocina hay muchas cosas, desde artículos mundanos como avena (sí, nuestra
familia come «papilla») hasta botellas de vino exótico. Practica la cocina contra la
depresión, por lo que hay ingredientes para el estofado de buey y mezclas de especias
para el pollo. Kari también cultiva un jardín de frutas y verduras frescas junto a la puerta
de la cocina y usa una gran variedad de fertilizantes naturales para enriquecer el suelo.
Un taburete de tres patas ayuda a nuestros hijos a alcanzar los armarios y ayudar en la
cocina. Reconocerás estos elementos en los capítulos, entre ellos las semillas y la tierra
del jardín. Espero que visualizar el jardín y la cocina de mi mujer facilite la asimilación
de estas ideas de forma accesible y amistosa.
¿Listo para criar un bebé inteligente y feliz? Acerca una silla. Vas a leer cosas sobre
un mundo realmente mágico. El trabajo más importante que hayas aceptado jamás
también puede ser lo más interesante que harás.
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18
embarazo
reglas del cerebro del niño
Mamá saludable, bebé saludable
19
embarazo
Un día impartí una conferencia a un grupo de parejas que esperaban un
bebé. Una mujer y su marido vinieron a verme después, con aspecto
nervioso. «Mi padre es radioaficionado —dijo la mujer—. Le dijo a mi
marido que tendría que empezar a dar ligeros golpecitos en mi vientre. ¿Es
bueno eso?» Parecía confusa. Yo también. «¿Por qué golpecitos?»,
pregunté. El marido dijo: «No cualquier tipo de golpecitos. Quiere que aprenda código
Morse. Quiere que empiece a enviar mensajes al cerebro del niño, para que sea
inteligente. ¡Tal vez podríamos enseñarle a responder a los mensajes!». La mujer
interrumpió: «¿Y eso le hará inteligente? El vientre me duele, y no me gusta».
Recuerdo que aquél fue un momento divertido; nos reímos bastante. Pero también
fue sincero. Pude apreciar la mirada interrogadora en sus ojos.
Cuando hablo de la extraordinaria vida mental del feto en desarrollo, casi puedo
sentir cómo una oleada de pánico fluye por la sala. Las parejas que esperan un bebé en el
público se preocupan, empiezan a garabatear notas furiosamente, a menudo dirigen
susurros nerviosos a sus vecinos. Los padres con hijos crecidos a veces parecen
satisfechos, a veces arrepentidos; unos pocos incluso dan la impresión de sentirse
culpables. Hay escepticismo, asombro y, por encima de todo, muchas preguntas. ¿De
veras puede un bebé aprender código Morse en las últimas etapas del embarazo? Y si es
posible, ¿sería bueno para él?
Los científicos han descubierto muchas cosas acerca de la vida mental del bebé en
el útero. En este capítulo nos sumergiremos en el magnífico misterio del desarrollo del
cerebro, que empieza con un puñado de células diminutas. Hablaremos de lo que eso
significa para el código Morse, detallando aquellos elementos cuya eficacia en el
desarrollo del cerebro en el útero ha sido demostrada. Consejos: sólo hay cuatro. Y
haremos estallar unos cuantos mitos durante el camino; por ejemplo, puedes apartar tus
CD de Mozart.
Silencio, por favor: bebé formándose
Si tuviera que dar un consejo en una única oración basándome en lo que sabemos
del crecimiento uterino durante la primera mitad del embarazo, diría: el bebé quiere estar
solo.
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Al menos al principio. Desde el punto de vista del bebé, lo mejor de la vida en el
útero es su relativa ausencia de estimulación. El útero es oscuro, húmedo, cálido, sólido
como un refugio antiaéreo y mucho más tranquilo que el mundo exterior. Y tiene que ser
así. Una vez que todo se pone en marcha, el precerebro de tu pequeño embrión creará
neuronas a la asombrosa velocidad de quinientas mil células por minuto. Eso son más de
ocho mil células por segundo, un ritmo sostenido durante semanas. Este proceso es
fácilmente observable tres semanas después de la concepción y continúa hasta la mitad
del embarazo. ¡El niño tiene una gran tarea que realizar en un corto lapso de tiempo!
Esperamos que el bebé necesite una pacífica ausencia de interferencias por parte de los
padres novatos.
De hecho, algunos biólogos evolutivos creen que ésta es la razón por la que persiste
el malestar matinal en los embarazos humanos. El malestar matinal, que puede durar
todo el día (y, en algunos casos, todo el embarazo) hace que la mujer siga una dieta
insípida y aburrida, si es que come algo. Esta estrategia de evitación habría facilitado que
nuestros ancestros maternos se mantuvieran apartados de las toxinas naturales de
alimentos exóticos o estropeados en el salvaje y no regulado menú de la dieta del
Pleistoceno. La fatiga que la acompaña habría evitado que las mujeres se involucraran en
una actividad física que pudiera poner en peligro al bebé. Los investigadores también
creen que podría redundar en una mayor inteligencia del niño.
Un estudio que aún ha de ser repetido se centró en niños cuyas madres padecían
náuseas y vómitos intensos durante el embarazo. Cuando el niño alcanzaba la edad
escolar, el 21% obtuvo ciento treinta o más puntos en los test de coeficiente intelectual
estándar, un nivel considerado superdotado. Si las madres no habían sufrido el malestar
matinal, sólo el 7 % de los niños obtenía ese resultado. Los investigadores tienen una
teoría —aún no demostrada— para explicarlo. Dos hormonas que incitan el vómito en la
mujer también podrían actuar como estimulantes para el desarrollo cerebral. Cuantos
más vómitos, más estimulación y, por lo tanto, un mayor efecto en el coeficiente
intelectual. Independientemente de las razones, el bebé parece ir muy lejos en su deseo
de que lo dejes solo.
¿Hasta qué punto somos capaces de dejar solo al bebé, en esta o cualquier otra
etapadel embarazo? No somos muy capaces. La mayoría de los padres sienten un
persistente deseo de hacer algo para ayudar al bebé, especialmente cuando se trata de su
cerebro. Alimentar ese impulso es un ingrediente fundamental en la economía del
juguete, cuya única estrategia, estoy convencido, es explotar los temores de padres
bienintencionados. Presta atención, porque haré que ahorres mucho dinero.
El asombroso pregáfono
Hace muchos años, mientras estaba de compras en una gran juguetería, encontré un
anuncio para un DVD diseñado para recién nacidos y niños muy pequeños llamado Bebé
prodigio. El folleto decía: «¿Sabías que puedes contribuir a estimular el desarrollo del
21
cerebro de tu bebé? Los primeros treinta meses de vida constituyen el período en el que
el cerebro del niño experimenta las fases más críticas de evolución… Juntos podemos
lograr que tu hijo sea el próximo bebé prodigio!». Me enfadé tanto que arrugué el folleto
y lo arrojé a una papelera.
Estas afirmaciones extravagantes tienen una larga historia. A finales de los años
setenta se creó la Universidad Prenatal, un programa de estudios de pago que aseguraba
estimular la capacidad de atención del bebé, el rendimiento cognitivo y el vocabulario,
todo antes de llegar al mundo. El niño recibía un título que lo declaraba un «bebé
superior» después del nacimiento. A finales de los ochenta se introdujo el pregáfono, un
celebrado sistema compuesto por un tubo y un altavoz diseñado para introducir en el
vientre de una mujer embarazada la voz de la madre o música clásica o cualquier sonido
capaz de estimular el coeficiente intelectual. Pronto surgieron más productos, junto a
unos extraordinarios y exagerados anuncios: «¡Enseña a tu hijo a deletrear en el útero!»,
«¡Enseña un segundo idioma a tu hijo antes del nacimiento!», «¡Mejora el rendimiento
en matemáticas de tu bebé con música clásica!». Mozart resultó especialmente
predilecto, culminando en algo que tal vez habrás oído mencionar: el «efecto Mozart».
Las cosas no mejoraron en los noventa. Los libros publicados en esa década esbozaron
breves actividades diarias para parejas embarazadas que, según aseguraban, «elevaban el
coeficiente intelectual del bebé entre veintisiete y treinta puntos» y ampliaba el lapso de
atención de la criatura «entre diez, y cuarenta y cinco minutos».
Si hoy en día visitamos una juguetería, es muy probable que encontremos productos
cuya publicidad transmite afirmaciones análogas. Casi ninguna de esas afirmaciones está
respaldada por pruebas internas, y menos aún por una investigación independiente y
supervisada por la comunidad científica.
Ceño fruncido.
Lo creas o no, no se ha demostrado, de forma científicamente responsable (o
incluso de forma no científica e irresponsable) que algún producto comercial tenga efecto
alguno a la hora de mejorar el rendimiento cerebral de un feto en desarrollo. No ha
habido experimentos aleatorios y a doble ciego cuya variable independiente fuera la
presencia o ausencia del artilugio en cuestión. Ningún estudio riguroso ha demostrado
que un programa de educación en el útero produzca beneficios académicos a largo plazo
cuando el niño ingrese en la escuela secundaria. No ha habido estudios con gemelos
separados en el nacimiento para separar los componentes relativos a la naturaleza y la
educación de los efectos de un determinado producto. Eso incluye la universidad en el
útero. Y a Mozart en el útero.
No se ha demostrado que ningún producto comercial tenga efecto alguno a la
hora de mejorar el rendimiento cerebral de un feto en desarrollo.
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Tristemente, los mitos proliferan cuando los hechos confirmados son pocos, y
encuentran el modo de engañar a la gente. Incluso después de todos estos años, muchos
de esos productos siguen ahí, como redes libres que atrapan a padres confiados y les
invitan a soltar unos dólares ganados con mucho esfuerzo.
La demanda para crear productos comercializables resulta francamente atroz a
quienes pertenecemos a la comunidad científica. Su falsedad es, además,
contraproducente. Estos productos generan tanta atención que pueden eclipsar la
información de hallazgos verdaderamente significativos. Hay actividades que los padres a
la espera pueden realizar para ayudar al desarrollo cognitivo de su futuro bebé. Han sido
comprobadas y evaluadas, y sus resultados se han publicado en la literatura científica de
referencia. Para comprender su valor tienes que conocer algunas cosas acerca del
desarrollo del cerebro del bebé. Una vez que hayas echado un vistazo a lo que realmente
ocurre ahí, te será fácil comprender por qué tantos productos no son sino publicidad
engañosa.
Avancemos
Los primeros miembros del reparto en la obra «hagamos un bebé» son un
espermatozoide, un óvulo y una picante canción de Marvin Gaye. Una vez unidas ambas
células, empiezan a producir muchas células en un lapso pequeño. El embrión humano
pronto parece una pequeña mora. (De hecho, una de las tempranas fases del desarrollo
recibe el nombre de mórula, palabra del latín que significa «mora».) La primera decisión
de tu mora es práctica: tiene que decidir qué parte se convierte en el cuerpo del bebé y
qué parte en su refugio. Esto sucede rápidamente. Algunas células se asignan a la
construcción de la vivienda y crean la placenta y la esfera líquida en la que flotará el
embrión, el saco amniótico. A otras células se les asigna la tarea de construir el embrión,
creando un nudo de tejidos internos conocidos como masa celular interna. Tenemos que
parar aquí y observar una cosa: en esta fase, la masa celular interna posee una célula
cuyo completo desarrollo formará el cerebro humano. El más complejo instrumento de
procesamiento de información jamás construido ya está en camino. Y empieza en una
fracción del tamaño del punto al final de esta frase.
He estudiado esta materia durante más de veinte años. Aún me parece asombrosa.
Como el científico Lewis Thomas señaló en La vida de las células:1 «La mera existencia
de esa célula debería considerarse una de las mayores maravillas de la Tierra. La gente
debería pasarse todo el día, todas sus horas conscientes, llamando a los demás,
embriagados de asombro, sin dejar de hablar de esa célula». Adelante, llama a tus
vecinos; esperaré.
El milagro continúa. Si pudieras verlo en acción, a ese embrión flotando en agua de
mar, verías que la masa interior bulle de células, apresurándose alrededor del embrión
como raudos cocineros en una feria provincial. Las células se disponen en tres capas
23
vivas que adquieren el aspecto de una hamburguesa con queso. La capa de tejido más
interno, el endodermo, formará la mayoría de los sistemas celulares que surcan los
órganos y vasos de tu bebé. La capa de la hamburguesa, el mesodermo, forma sus
músculos, el sistema respiratorio y el digestivo, y los huesos. La capa superior es el
ectodermo. Creará la piel del bebé, las uñas, el cabello y el sistema nervioso. Las
milagrosas y diminutos células precerebrales están en el ectodermo.
Observando más de cerca, veremos la línea más delgada de células que se forma en
la parte superior del conjunto. Bajo esa línea empieza a formarse un cilindro con forma
de leño que se alarga tomando como guía la línea superior. Este cilindro es el tubo neural.
Es el origen de la columna vertebral: la parte más alejada del leño se convertirá en el
culito de tu bebé, y la parte más próxima en su cerebro.
Cuando algo va mal
Es vital que este tubo neural se desarrolle correctamente. Si no lo hace, el bebé
podría desarrollar una columna vertebral desviada o incluso un tumor en la parte inferior
de la espalda, una enfermedad conocida como espina bífida. O el bebé podría
desarrollarse sin una cabeza completa, una rara enfermedad conocida como anencefalia.
Ésta es la razón por la que todos los libros sobre el embarazo recomiendan tomar el
ácido fólico de la vitamina B: ayuda a configurar el tubo neural en sus dos extremos. Las
mujeres que lo toman cerca de la concepción y durante las primeras semanas de
embarazo tienen un 76% menosde probabilidades de engendrar un feto con defectos en
el tubo neural en relación con quienes no han tomado el suplemento. Es lo primero que
puedes hacer para contribuir al desarrollo del cerebro.
Los futuros padres se han preocupado por el adecuado desarrollo de este órgano a
lo largo de la historia. En 1573, el cirujano francés Ambroise Paré catalogó los
acontecimientos ante los que las prudentes parejas que esperaban un hijo deberían estar
alerta para evitar un niño con defectos de nacimiento o con malformaciones. «Hay
muchas cosas que crean monstruos —escribió en Monstruos y prodigios—. Lo primero
es la gloria de Dios. Lo segundo, su ira. Lo tercero, una excesiva cantidad de esperma.
Lo cuarto, una escasa cantidad de esperma.» Paré especuló con la posibilidad de que un
defecto de nacimiento podía ser causado por una postura indecente de la madre (sentarse
estirada y con las piernas cruzadas). O podía deberse a la estrechez del útero, a los
diablos y demonios o a la saliva maldita de los mendigos.
Quizá podamos perdonar la incomprensión precientífica del desarrollo del cerebro
en el útero por parte de Paré. Incluso para una mente moderna, es algo aterrador,
increíblemente complejo y esencialmente misterioso.
En la actualidad, los investigadores son incapaces de explicar casi dos terceras partes
de las malformaciones de nacimiento. De hecho, sólo una cuarta parte de las
malformaciones conocidas se han asociado a un problema de ADN aislable. Una de las
razones por las que sabemos tan poco es que el cuerpo de la madre parece disponer de
24
un componente a prueba de fallos. Si algo va mal durante el desarrollo, a menudo su
cuerpo percibe el problema e induce, deliberadamente, un aborto natural.
Aproximadamente el 20% de los embarazos acaba con un aborto espontáneo. Las toxinas
ambientales conocidas, elementos que realmente podemos supervisar, sólo explican el
10% de las malformaciones de nacimiento observadas en laboratorio.
Una delicada red de células sacudidas por electricidad
Afortunadamente, la mayoría de los cerebros de los bebés se forman bien. El
extremo cerebral del tubo neural continúa su proyecto de construcción creando
protuberancias de células que se asemejan a formaciones de coral. En última instancia,
formarán las grandes estructuras del cerebro. Antes del primer mes, la diminuta célula
precerebral del bebé se ha convertido en un formidable ejército formado por millones de
células.
El cerebro no se desarrolla aisladamente. El embrión temprano desarrolla branquias
temporalmente, similares a las de los peces, alrededor de la cuarta semana. Pronto se
transformarán en los músculos faciales y las estructuras de la garganta que permitirán
hablar a tu bebé. A continuación el embrión genera un asomo de cola que pronto revierte
su curso y es reabsorbido. Hay poderosas raíces evolutivas en nuestro desarrollo, y
compartimos este milagro con el resto de los mamíferos del planeta. Excepto por una
cosa.
Esas protuberancias al final del tubo neural de tu embrión se transformarán en un
cerebro grande, graso y muy inteligente: el más pesado en la relación cerebro-cuerpo que
podemos encontrar en la Tierra. Esta estructura masiva está compuesta por una delicada
telaraña de células sacudidas por pequeñas descargas de electricidad. Aquí hay dos tipos
importantes de células. El primer tipo, las células gliales, que constituyen el 90 % de las
células cerebrales en la cabeza de tu hijo. Aportan al cerebro su estructura y ayudan a las
neuronas a procesar correctamente la información. Es un buen nombre: glial es una
palabra griega que significa pegamento. El segundo tipo de células son las conocidas
neuronas. Aunque son responsables de buena parte del pensamiento de tu hijo, sólo
constituyen el 10 % del número total de células cerebrales. Probablemente aquí es donde
se originó el mito de que sólo usamos el 10 % de nuestro cerebro.
Una neurona, quince mil conexiones
Así pues, ¿cómo se convierten las células en cerebros? Las células embrionarias se
transforman en neuronas mediante un proceso conocido como neurogénesis. Esto ocurre
cuando el bebé prefiere que lo dejen solo, en la primera mitad del embarazo. Luego, en
la segunda mitad, las neuronas migran a la región que finalmente será su hogar y
empiezan a unirse unas a otras. Este proceso recibe el nombre de sinaptogénesis.
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La migración de células me recuerda a cuando los sabuesos rastreadores bajan del
camión del sheriff para buscar el rastro de un criminal. Las neuronas salen de sus jaulas
ectodermales, trepando unas sobre otras, proyectando senderos moleculares,
deteniéndose, probando caminos diferentes, deslizándose atropelladamente a lo largo y
ancho del cerebro en desarrollo. Por último se detienen tras haber alcanzado un destino
preprogramado en sus núcleos celulares. Contemplan su nuevo alojamiento celular y se
unen a sus vecinas. Al hacerlo se crean diminutos y rápidos huecos entre las células
neurales, conocidos como sinapsis (de ahí el término sinaptogénesis). Las señales
eléctricas saltan entre los espacios vacíos para permitir la comunicación neural. Este paso
final es el verdadero meollo del desarrollo cerebral.
La sinaptogénesis es un proceso dilatado, por una razón fácilmente comprensible: es
increíblemente complejo. Una única neurona tiene que establecer una media de quince
mil conexiones con las locales antes de que culmine su trabajo de instalación. Algunas
neuronas han de hacer más de cien mil conexiones. Esto significa que el cerebro de tu
bebé tiene que producir la asombrosa cantidad de 1,8 millones de nuevas conexiones por
segundo para crear un cerebro completo. Muchas de las neuronas no llegan a completar
el proceso. Como los salmones después de aparearse, simplemente mueren.
Aun a pesar de esta increíble velocidad, los cerebros de los bebés nunca se
completan antes del nacimiento. El 83 % de la sinaptogénesis continúa después del
nacimiento. Sorprendentemente, el cerebro de tu pequeño bebé no completará sus
sinapsis hasta que cumpla los veinte años. Los cerebros de los chicos pueden tardar aún
más. En los seres humanos, el cerebro es el último órgano que acaba su desarrollo.
¿Cuándo puede escucharte y olerte tu bebé?
El propósito de esta producción frenéticamente acelerada (y luego increíblemente
lenta) es construir un cerebro funcional, capaz de recibir y responder a estímulos. Por lo
tanto, las preguntas para los padres curiosos serían: ¿qué saben los fetos, y en qué
momento lo saben? ¿Cuándo percibirá tu bebé, por ejemplo, los golpecitos en tu vientre?
El principio del desarrollo que conviene recordar es el siguiente: el cerebro pasa la
primera mitad del embarazo configurando su taller neuroanatómico, sumamente
ignorante de la mayoría de las intervenciones de los padres. (Me refiero a la
interferencia bienintencionada. Las drogas, entre ellas el alcohol y la nicotina, pueden
dañar el cerebro de un bebé durante el embarazo.) La segunda mitad del embarazo es
otra historia. A medida que el desarrollo pasa de la neurogénesis a la sinaptogénesis, el
feto empieza a mostrar una mayor sensibilidad al mundo exterior. La sinapsis de las
células está más sometida a influencias externas —entre ellas, la tuya— que el acto de
crearlas.
Los sentidos se desarrollan estratégicamente
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¿Cuál es el planteamiento del bebé a la hora de construir los sistemas sensoriales del
cerebro? Pregunta a los comandantes paracaidistas. Te dirán que combatir con éxito en
una guerra implica tres pasos: saltar al territorio enemigo, asegurar las posiciones hostiles
y comunicarse con la base. Este procedimiento proporciona al mando central
conocimiento del progreso y «conciencia situacional» para decidir qué hacer a
continuación. Algo parecido ocurre con los sistemas sensoriales en el cerebro mientras se
desarrollan en el útero.
Como los paracaidistas que aseguran el territorio enemigo, las neuronas invaden una
determinada región del cerebro y establecen las bases sensoriales. Las neuronas que se
vinculan a los ojos se utilizarán, eventualmente,para la visión, los oídos para la escucha,
la nariz para el olfato. Una vez aseguradas estas áreas, las células establecerán vínculos
que contribuyan a alcanzar las estructuras perceptivas de mando y control que también
crecen en el cerebro. (En el mundo real del cerebro, existen muchas zonas de mando.)
Estas estructuras ejecutivas, que nos facilitan las capacidades perceptivas, se afanan en
capturar territorio, como harían los paracaidistas. Y son algunas de las últimas zonas del
cerebro en establecer sus sinapsis correctamente. Esto significa que las neuronas
vinculadas a los ojos, los oídos o la nariz recibirán un tono de ocupado cuando intenten
comunicarse con su base. Debido a esta curiosa cronología, algunas partes del cerebro
del bebé pueden responder a estimulación sensorial antes de que el bebé sea capaz de
percibir que está siendo estimulado.
Sin embargo, una vez que los bebés perciben estímulos como sonidos y olores, cosa
que empieza en la segunda mitad del embarazo, se sienten muy en sintonía con ellos. Y
los recuerdan subconscientemente. A veces da miedo, como el legendario presentador
Boris Brott descubrió un día.
LOS BEBÉS RECUERDAN
«¡De pronto lo recordé!», le dijo Brott a su madre. Brott estaba en el estrado ante
una orquesta sinfónica, dirigiendo una obra musical por primera vez, cuando el chelista
empezó a tocar. Al instante supo que había oído esa pieza antes. No era un recuerdo
casual de un trabajo olvidado, pero similar: Brott era capaz de predecir exactamente la
siguiente frase musical. Pudo anticipar el flujo de toda la obra durante el transcurso del
ensayo; supo cómo dirigirla aun cuando se perdió en la partitura.
Alucinado, llamó a su madre, chelista profesional. Ella le preguntó el nombre de la
pieza musical y luego rompió a reír. Era la pieza que había estado ensayando mientras
estaba embarazada de él. El chelo se apoyaba en el abdomen medio de la última fase del
embarazo, una estructura cubierta de fluidos conductores de sonidos, muy capaz de
transmitir la información musical a su hijo no nacido. Su cerebro en desarrollo era lo
suficientemente sensible como para almacenar recuerdos musicales. «Todas las partituras
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que conocía de oído eran las que ella había tocado mientras estaba embarazada de mí»,
diría más tarde Brott en una entrevista. Increíble para un órgano que ni siquiera había
cumplido los cero años.
Éste no es sino uno de los muchos ejemplos de cómo los bebés en la matriz pueden
recoger información del mundo exterior. Como veremos, lo que comes y hueles también
puede influir en las percepciones del niño. Para un recién nacido, estas cosas son las
familiares comodidades del hogar.
Éste es el momento en que los sentidos de tu bebé —tacto, vista, oído, olfato,
equilibrio, gusto— empiezan a funcionar a medida que atraviesas las diversas fases del
embarazo:
TACTO: CUATRO SEMANAS
Una de las primeras sensaciones en activarse es el tacto. Los embriones de un mes
de edad pueden sentir el tacto en su nariz y labios. Esta capacidad se extiende
rápidamente: casi toda la superficie de la piel es sensible al tacto a las doce semanas de
edad.
Juro que pude detectar esto cuando mi esposa estaba a mitad del tercer trimestre en
el embarazo de nuestro hijo más joven. Él se movía mucho, y a veces pude ver lo que
parecía el movimiento de la aleta de un tiburón en el vientre de mi esposa, subiendo y
luego sumergiéndose. Inquietante. Y delicioso. Pensando que debía tratarse del pie del
chico, intenté tocarlo cuando apareció una mañana. La protuberancia «reculó» (¡!)
inmediatamente, provocándonos un grito de excitación.
Si lo intentas en la primera mitad del embarazo, no obtendrás ningún resultado. Sólo
en el quinto mes de la concepción pueden los bebés experimentar realmente el tacto de la
forma en que tú y yo lo percibimos. Es cuando el cerebro de tu bebé desarrolla «mapas
corporales», diminutas representaciones neurológicas de todo su cuerpo.
Al inicio del tercer trimestre, un feto muestra conductas de evitación (por ejemplo,
intenta apartarse cuando una aguja se acerca para una biopsia). Esto nos hace concluir
que los bebés pueden sentir dolor, aunque es imposible medirlo directamente.
El feto también parece poseer sensibilidad a la temperatura en esta etapa. Pero es
posible que los diagramas sinápticos para la sensación de la temperatura no estén
plenamente completos en el nacimiento y requieran experiencia con el mundo exterior
para desarrollarse plenamente. En dos casos no relacionados de abuso infantil, un chico
francés y una chica estadounidense fueron aislados durante años. Ambos niños poseían
una inquietante incapacidad para distinguir entre el frío y el calor. La pequeña nunca se
vistió adecuadamente en función del tiempo, incluso cuando helaba fuera. El chico solía
sacar patatas del fuego con las manos desnudas, inconsciente de la diferencia de
temperatura. No sabemos exactamente por qué. Sabemos que el tacto es muy importante
para el desarrollo de un bebé después del nacimiento.
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VISTA: CUATRO SEMANAS
¿Pueden los bebés ver en el útero? Es una pregunta difícil de responder, entre otras
cosas porque la vista es nuestro sentido más complejo.
La visión empieza a desarrollarse cuatro semanas después de la concepción: el feto
forma pequeños puntos oculares a ambos lados de su diminuta cabeza. En estos puntos
pronto emergen estructuras en forma de copa, que formarán, en parte, la lente del ojo.
Los nervios de la retina surgen de la parte posterior de estos ojos primitivos, avanzando
hacia la parte interior de la cabeza y conectándose con regiones que formarán el córtex
visual. Las células del córtex también han estado ocupadas, dispuestas a acoger a estos
viajeros neurales y formar alianzas. El segundo y tercer trimestre está sembrado de
encuentros neurales masivos en estas regiones, cierto grado de muerte celular y una
intensa conectividad. En este momento, el cerebro forma unos diez mil millones de
nuevas sinapsis al día. ¡Podríamos pensar que el niño va a tener migraña!
Uno de los resultados de toda esta actividad es que el sistema de circuitos necesario
para controlar el parpadeo, la dilatación de las pupilas o el rastreo de objetos móviles está
presente antes del nacimiento. Los experimentos muestran que los bebés que entran en el
tercer trimestre alterarán su ritmo cardíaco en respuesta a una luz fuerte emitida en la
matriz. Sin embargo, se tarda tanto tiempo en construir circuitos funcionales adecuados
que el bebé necesita más de nueve meses para acabar el trabajo. El cerebro seguirá
formando diez mil millones de sinapsis al día durante casi un año después del nacimiento.
En ese intervalo, el cerebro utiliza experiencias visuales externas para ayudar a concluir
sus proyectos de construcción internos.
OÍDO: CUATRO SEMANAS
Si me dijeras que un importante acontecimiento científico iba a ser descubierto
utilizando una combinación de succión bucal y lectura de El gato garabato,2 te sugeriría
que cambiaras de marca de cerveza. No obstante, esto es exactamente lo que sucedió a
principios de los ochenta. Durante las últimas seis semanas del embarazo, a las mujeres
de un estudio se les pidió que leyeran el libro del doctor Seuss dos veces al día y en voz
alta. Eso es mucho tiempo: la exposición total del bebé era de unas cinco horas. Al nacer
los bebés, se les dio un chupete conectado a una máquina capaz de medir la fuerza y
frecuencia de su succión. El nivel de fuerza y la frecuencia pueden usarse para establecer
si un niño reconoce algo (una forma o asociación de patrones). A continuación los bebés
oían grabaciones de sus madres leyendo El gato garabato, un cuento diferente o ningún
cuento. El nivel de succión y otros patrones se medían en todos los momentos. Los
investigadores descubrieron algo extraordinario. Los bebés que habían escuchado al
doctor Seuss mientras estaban en la matriz parecían reconocer y preferir la grabación de
29
su madre leyendo El gato garabato. Succionaban sus chupetes según un patrón
desencadenado por la lectura deese libro, pero no de un libro diferente o si no había
lectura. Los bebés reconocían su experiencia auditiva previa, en la matriz.
Ahora sabemos que la percepción auditiva empieza a una edad más temprana que la
de los bebés de este sorprendente estudio. Los tejidos relacionados con la audición se
observan ya a las cuatro semanas de la concepción. La audición empieza con la aparición
de dos estructuras que parecen cactos saguaro y brotan a ambos lados de la cabeza del
bebé. Reciben el nombre de otocistos primordiales y formarán buena parte del aparato
auditivo de tu hijo. Una vez establecido este territorio, las siguientes semanas se
dedicarán a construir la casa, desde los capilares internos, que parecen bigotes diminutos,
a los canales que surcan, semejantes a conchas de caracol.
¿En qué momento estas estructuras se conectan al resto del cerebro, permitiendo
escuchar al bebé? La respuesta ya debería ser conocida: no hasta el principio del tercer
trimestre. A los seis meses se puede enviar un sonido al feto en la matriz (normalmente
un golpecito) y escuchar asombrados cómo su cerebro produce una débil respuesta
eléctrica. En un mes más, la llamada y la respuesta aumentan no sólo en intensidad, sino
en velocidad de reacción. Y en otro mes o un poco más de tiempo, todo habrá cambiado.
Ahora tenemos a un bebé prematuro que no sólo puede oír y responder, sino también
discriminar entre varios sonidos como «ahhhhh» en lugar de «eeee» o «ba» en lugar de
«bi». Volvemos a observar el patrón del paracaidista: primero, afianzar el territorio, y
luego, conectar con el mando central.
Los bebés pueden oír la voz de su mamá en la matriz al final del segundo trimestre,
y la prefieren a otras voces. Después del nacimiento, su respuesta es especialmente
intensa si la voz de mamá es sorda, recreando el ambiente sonoro de la matriz. Los bebés
responden incluso a los programas de televisión que sus madres veían mientras los
llevaban en su interior. Una divertida prueba expuso a los niños no nacidos a la melodía
inicial de una telenovela. Cuando nacieron, dejaban de llorar nada más oír esa melodía
(los bebés del grupo de control no mostraban esa respuesta distintiva). Los recién nacidos
manifiestan una poderosa memoria para los sonidos que han escuchado en la matriz en la
última parte de la gestación. Volver a exponerlos a estos familiares y reconfortantes
sonidos después del nacimiento es otra forma de suavizar su transición a la vida en este
planeta frío y desconocido.
Después del sexto mes, tu bebé podrá oler el perfume que utilizas y el ajo de
la pizza que acabas de comer.
OLFATO: CINCO SEMANAS
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Otro tanto puede decirse para los olores. Tan sólo cinco semanas después de la
fertilización podemos observar la compleja formación de los mecanismos del olfato. Sin
embargo, como ocurre con otros sentidos, la percepción no está disponible sólo porque la
maquinaria esté ahí. Entre el segundo y el sexto mes de vida en la matriz, los bebés
tienen un olfato increíblemente poco desarrollado. Las cavidades nasales están cubiertas
con un gran tapón de tejidos que probablemente impiden la percepción olfativa de
cualquier tipo. Todo esto cambia en el tercer trimestre. El tapón de tejido es sustituido
por mucosidad (membranas mucosas), y muchas neuronas se conectan directamente a
las áreas perceptivas del cerebro. La placenta de mamá también es menos quisquillosa y
deja pasar más moléculas mediadoras del olor (llamadas odorantes) a la matriz. Debido a
estos cambios biológicos, el mundo olfativo de tu bebé se hace más rico y complejo tras
el sexto mes de gestación. Tu bebé podrá oler el perfume que utilizas y podrá detectar el
ajo en la pizza que acabas de comer.
Como recién nacido, tu bebé preferirá esos olores. La preferencia recibe el nombre
de «etiquetado olfativo». Es la base para un curioso consejo: inmediatamente después del
nacimiento de tu hijo, frótalo con su propio fluido amniótico antes de lavarlo con agua y
jabón. Los estudios muestran que esto lo calmará. ¿Por qué? Como ocurre con los
sonidos, los olores recuerdan al bebé el cómodo hogar en el que ha vivido los últimos
nueve meses. Y ello es así porque el olor y ciertos tipos de memoria forman poderosos
vínculos neurales en el cerebro humano. De hecho, muchas madres pueden identificar a
sus bebés sólo a partir del olor.
EQUILIBRIO: SEIS SEMANAS
Esto es algo que puedes probar en casa si estás embarazada de ocho meses o si
tienes un bebé con menos de cinco meses de edad. Si el bebé ha nacido ya, ponlo boca
arriba. Alza suavemente ambas piernas o manos y deja que caigan a la cama por su
propio peso. Normalmente sus brazos se alzarán con los pulgares flexionados, las palmas
hacia arriba y una mirada sorprendida en su cara. A esto se le llama reflejo de Moro.
A los ocho meses de embarazo se puede observar el reflejo de Moro internamente.
Si al leer esto estás en tu cama, ponte boca arriba; si estás sentada, levántate. ¿Has
sentido algo extraño? Un bebé es capaz de ejecutar un reflejo de Moro completo aun
dentro de la matriz. A menudo estas acciones le incitan a hacerlo.
El reflejo de Moro es normal y tiende a ocurrir si un niño se asusta, en especial si
tiene la sensación de caer. Se cree que es la única respuesta innata que posee el ser
humano. Es importante que un bebé tenga este reflejo. Su ausencia puede ser la señal de
un trastorno neurológico. Los niños tienen que poder hacerlo en los cinco primeros
meses tras el nacimiento; su persistencia más allá de los cinco meses también es señal de
un trastorno neurológico.
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El reflejo de Moro demuestra que buena parte de las habilidades motoras
(movimiento) y vestibulares (equilibrio) se han asentado a los ocho meses. Las
habilidades vestibulares permiten a los músculos estar en constante comunicación con los
oídos, todos coordinados por el cerebro. Necesitas una forma bastante sofisticada de este
tipo de comunicación para ejecutar el reflejo de Moro.
Al principio, los bebés no son capaces de realizar toda una tabla de ejercicios
gimnásticos, evidentemente. Pero son capaces de «estirarse», desplazando las
extremidades embriónicas, seis semanas después de la concepción (aunque normalmente
la madre no puede sentir nada durante otras cinco semanas). Este movimiento también es
importante. Ha de ocurrir o las articulaciones de tu bebé no se desarrollarán
adecuadamente. A mediados del tercer trimestre, tu bebé es plenamente capaz de ordenar
deliberadamente a su cuerpo la ejecución de una serie coordinada de movimientos.
GUSTO: OCHO SEMANAS
Los tejidos que transmiten el sentido del gusto («sensaciones gustativas») no
aparecen en la diminuta lengua de tu embrión hasta las ocho semanas después de la
concepción. Esto no significa que tu bebé adquiera simultáneamente la capacidad de
saborear algo. Esto sólo ocurre en el tercer trimestre. Una vez más observamos el patrón
de recepción antes de la percepción característico del desarrollo sensorial.
En ese punto podremos observar algunos comportamientos que a todos nos resultan
familiares. Los bebés en el tercer trimestre cambian su forma de tragar cuando la mamá
come algo dulce: engullen más. Los componentes con sabor de la dieta de la madre
atraviesan la placenta hasta el fluido amniótico, que en el tercer trimestre los bebés
engullen al ritmo de un cuarto al día. El efecto es tan intenso que aquello que comas
durante las últimas fases del embarazo puede influir en las preferencias alimentarias de tu
bebé.
En un estudio los científicos inyectaron zumo de manzana en la matriz de ratas
embarazadas. Al nacer las crías de rata, mostraron una gran preferencia por el zumo de
manzana. Algo similar ocurre con los seres humanos. Las madres que tomaron una gran
cantidad de zumo de zanahoria en las últimas fases del embarazo tuvieron bebés que
prefirieron el zumo de zanahoria después de nacer. Esto recibe el nombre de
programación del sabor, y también puede comprobarse después del nacimiento. Las
madres lactantes que comen judías verdes y melocotones mientras dan el pechoproducen niños que, al destetarse, mostrarán esas mismas preferencias.
Es posible que cualquier cosa que atraviese la placenta incite una preferencia.
Un acto de equilibrio
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Desde el tacto y el olfato al oído y la vista, los bebés mantienen una creciente vida
mental activa en la matriz. ¿Qué significa esto para los padres deseosos de ayudar a ese
desarrollo? Si las habilidades motoras son tan importantes, ¿las futuras madres no
deberían dar volteretas cada diez minutos para inducir el reflejo de Moro en los seres que
llevan en el útero? Si las preferencias alimentarias se establecen en la matriz, ¿no
deberían las futuras madres hacerse vegetarianas en la última mitad del embarazo si
quieren que sus hijos coman fruta y verdura? Y más allá de crear preferencias
potenciales, ¿produce un efecto suministrar Mozart o al doctor Seuss al cerebro de tu
bebé aún no nacido?
Es fácil empezar a hacer suposiciones. Por lo tanto, unas palabras de advertencia.
Estos estudios representan la vanguardia de lo que conocemos, y es muy fácil
malinterpretar lo que esos datos significan. Son interesantes cuestiones para la
investigación. Pero los datos de los que disponemos a día de hoy no bastan para explicar
los misterios de la temprana vida mental. No bastan para revelarla.
Es perfecto
La biología del desarrollo cerebral del bebé me recuerda a Ricitos de Oro y los tres
ositos. La versión clásica de la historia describe a una joven de cabello rubio que irrumpe
y saquea la choza deshabitada de una familia de osos. Prueba y juzga sus cuencos de
papilla, sus sillas y camas. A Ricitos de Oro no le gustan los materiales de papá oso o
mamá osa; las características físicas son extremas. Pero las cosas de bebé oso le parecen
«perfectas», desde la temperatura a la solidez y la comodidad de la cama. Como ocurre
con los relatos infantiles legendarios, hay muchas versiones de este viejo cuento. La
primera, publicada en el siglo XIX por el poeta Robert Southey, presentaba a una anciana
y agria mujer que irrumpe en la choza de los osos y prueba los utensilios de tres osos
machos. Algunos historiadores de la literatura sugieren que Southey se inspiró en el relato
de Blancanieves, que entra en la casa de los enanos, prueba su comida, se sienta en sus
taburetes y duerme en sus camas. En una versión temprana de Ricitos de Oro, el intruso
era un zorro, no una mujer; más tarde se convirtió en una chica llamada Cabello de
Plata, Ricitos de Plata o Cabello Dorado. Pero el principio «es perfecto» se conservó
en todas las versiones.
Tantas criaturas manifiestan el rasgo «es perfecto» incrustado en su biología que los
científicos han bautizado el fenómeno con un nombre no científico: el «efecto Ricitos de
Oro». Es muy común porque la supervivencia biológica en este mundo hostil a menudo
exige un acto de equilibrio entre fuerzas opuestas. Una excesiva cantidad de algo, como
agua o calor, a veces daña los sistemas biológicos, la mayoría de los cuales están
obsesionados con la homeostasis. Una descripción plena de muchos procesos biológicos
implica esta idea de «es perfecto».
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Cuatro cosas que han demostrado ayudar al cerebro del bebé
Los comportamientos que han demostrado ayudar y estimular el cerebro en la
matriz —especialmente importantes en la segunda mitad del embarazo— siguen el
principio de Ricitos de Oro. Examinaremos cuatro de estos actos de equilibrio:
• peso,
• nutrición,
• estrés,
• ejercicio.
Y no hay un pregáfono a la vista.
A) GANA JUSTO EL PESO CORRECTO
Si estás embarazada necesitas tomar más alimentos. Y si no exageras, tendrás un
bebé más inteligente. ¿Por qué? El coeficiente intelectual de tu bebé depende de su
volumen cerebral. El tamaño del cerebro predice aproximadamente el 20% de la
variación de la puntuación del coeficiente intelectual (su córtex prefrontal, justo detrás de
su frente, es especialmente relevante). El volumen del cerebro está relacionado con el
peso en el nacimiento, lo que significa que, hasta cierto punto, los bebés más grandes son
más inteligentes.
El flujo de alimento ayuda a desarrollar un bebé grande. Entre el cuarto mes y el
nacimiento, el feto es increíblemente sensible tanto a la cantidad como al tipo de comida
que la madre consume. Lo sabemos a partir de los estudios sobre malnutrición. Los
bebés que experimentan una carencia crítica de nutrientes tienen menos neuronas, menos
conexiones entre ellas y más cortas y un menor aislamiento en el segundo trimestre. Al
crecer, los bebés con estos problemas manifiestan más trastornos de conducta, muestran
un menor desarrollo del lenguaje, tienen un coeficiente intelectual inferior, obtienen
peores resultados académicos y en general son malos atletas.
El coeficiente intelectual aumenta con el peso en el nacimiento, hasta los 3,6 kilos
¿Cuán grande debería ser un bebé? He aquí otro acto de equilibrio. El coeficiente
intelectual de un bebé crece paralelamente al peso en el nacimiento, hasta los 3,6 kilos. El
trabajo se lleva a cabo fundamentalmente antes de ese punto de referencia: sólo hay un
punto de diferencia en el coeficiente intelectual entre un bebé de 2,9 kilos y otro de 3,4.
A partir de los cuatro kilos, el coeficiente intelectual baja un poco, un 1% de media. Esta
pérdida probablemente tiene lugar porque los bebés más grandes tienen más
probabilidades de sufrir hipoxia —restricción de oxígeno— y otros problemas en el
momento del parto.
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¿Cuánto tienes que comer? Depende de la forma física con la que empieces el
embarazo. La mala noticia es que el 55 % de las mujeres en edad reproductiva en
Estados Unidos ya tiene sobrepeso. Su índice de masa corporal, o IMC, una especie de
«producto interior bruto» que señala el peso, se sitúa entre 25 y 29,9. Si éste es tu caso,
sólo necesitas ganar entre seis y once kilos para engendrar un bebé sano, según el
Instituto de Medicina. Tendrás que añadir unos doscientos veinticinco gramos a la
semana durante los decisivos segundo y tercer trimestres del embarazo. Si tu peso es
inferior al que te corresponde, con un IMC típico inferior a 18,5, tendrás que ganar entre
doce y dieciocho kilos para optimizar el desarrollo cerebral del bebé. Esto significa casi
medio kilo en la decisiva segunda mitad del embarazo. También se aplica a las mujeres
con un peso normal. Por lo tanto, la cantidad de combustible es importante. Hay una
creciente evidencia de que el tipo de combustible ingerido durante este período crítico
también es importante. El siguiente equilibrio habrá de establecerse entre los alimentos
que desea la madre embarazada y los alimentos óptimos para el desarrollo cerebral del
bebé. Por desgracia, no siempre coinciden.
B) TOMA LOS ALIMENTOS ADECUADOS
Las mujeres viven extrañas experiencias con las preferencias alimentarias durante el
embarazo: padecen repentinos antojos por alimentos que antes detestaban y detestan
alimentos que antes les gustaban. No son sólo los encurtidos y el helado, como cualquier
mujer embarazada te dirá. Una mujer tuvo el antojo de echar zumo de limón en el
burrito, una necesidad que duró tres meses. Otra quería ocras encurtidas. Un número
sorprendente tiene antojo de hielo picado. Las mujeres pueden incluso desear cosas que
no son de comer. Un elemento que normalmente aparece en la lista de los diez antojos
más extraños en las mujeres embarazadas es el polvo de talco para bebés. También el
carbón. Una mujer quiso lamer el polvo. La pica es un trastorno común: el antojo de
ingerir sustancias que no son alimento, como polvo y arcilla, durante más de un mes.
¿Hay evidencias que sugieran que hay que prestar atención a estos antojos? ¿Acaso
el bebé telegrafía sus necesidades nutricionales? La respuesta es no. Hay alguna
evidencia relativa a que la carencia de hierro puede detectarse conscientemente, pero los
datos son escasos. En su mayor parte tiene que ver con cómo una persona utiliza la
comida en su vida cotidiana. Una persona nerviosa que se siente tranquilizada por las
sustancias químicas presentes en el chocolate puede crecer añorando el chocolate cada

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