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35|IdZAgosto Juan Luis Hernández Historiador, docente UBA. 1. La palabra Ecología (del griego oikos, ca- sa u hogar, y logos, estudio) fue acuñada por el filósofo y biólogo alemán Ernst Haekel, quien la utilizó por primera vez en su obra Morfo- logía general de los organismos (1866). En un sentido amplio, remite a la interacción de los seres vivos con el medio ambiente y su trans- formación a través del tiempo por las comu- nidades biológicas. Años antes, en 1852, el químico británico Robert Angus Smith obser- vó que en la ciudad de Manchester caían pre- cipitaciones que corroían metales, desteñían las ropas, dañaban los vegetales y enfermaban personas y animales. Las denominó “lluvias ácidas”, y encontró su origen en la reacción pro- ducida por los gases expulsados por las chime- neas de las fábricas al entrar en contacto con el agua y el oxígeno de la atmósfera, generando ácidos que al precipitarse producían los efectos descriptos. Como vemos, la preocupación por el impacto de las actividades del hombre en el Ilustración: Anahí Rivera ecológicos del planeta, la preservación de un medio favorable para las especies vivientes –in- cluida la nuestra– son incompatibles con la lógi- ca expansiva y destructiva del sistema capitalista. La idea central de esta corriente es la incom- patibilidad entre la subsistencia del capitalis- mo y la búsqueda de un punto de equilibrio medioambiental. Una clase dirigente obsesiona- da por el consumo suntuoso y la acumulación, permanece indiferente ante la degradación de las condiciones de vida de la mayoría de la hu- manidad, como quedó demostrado por el fraca- so de las conferencias internacionales sobre el cambio climático, en las cuales Estados Unidos, China y Europa se niegan a reducir las emisio- nes de los gases responsables del calentamiento global o efecto invernadero. Löwy sostiene que una política ecologista no socialista resulta incapaz de solucionar los pro- blemas atacando sus raíces: la priorización de la medio ambiente es contemporánea al desarro- llo de la Revolución industrial. Pero es a partir del agravamiento dramático e incesante de los problemas ambientales a escala mundial en los últimos cuarenta años, que los temas ecológicos pasaron a concitar la máxima atención. En este contexto surgió una corriente de pensamiento de raíz marxista empeñada en abrir un diálo- go con la ecología. Michel Löwy, en su obra Ecosocialismo. La alternativa radical a la ca- tástrofe ecológica capitalista (Ediciones Herra- mienta y Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2011), nos ofrece una primera aproximación a esta problemática, por lo que consideramos útil abordar su discusión en este artículo. 2. ¿Qué es el ecosocialismo? Löwy lo define como ...una corriente política basada en una consta- tación esencial: la protección de los equilibrios » Marxismo y ecología Algunas reflexiones sobre Ecosocialismo... de Michel Löwy 36 IDEAS & DEBATES| ganancia y la acumulación, el despilfarro de la gestión no planificada de los recursos naturales. A su vez, cualquier proyecto socialista que no se plantee la resolución de los problemas medioam- bientales termina convirtiéndose en un callejón sin salida. El ecosocialismo, síntesis dialéctica de los principios fundamentales del ecologismo y de la crítica marxista a la economía y a la explota- ción capitalista, es al mismo tiempo una crítica a la “ecología de mercado”, que termina siendo fun- cional al capitalismo, y a las variantes “socialis- tas productivistas” del siglo XX (socialdemócratas o stalinistas), basadas en una supuesta expansión cuantitativa ilimitada de las fuerzas productivas, sin tener en cuenta el equilibrio necesario con el medio ambiente. Por el contrario, el ecosocialis- mo postula una transición al socialismo basada en la protección del medio ambiente, en el cual sea la propia población la que defina democráticamen- te las prioridades mediante una planificación ra- cional a nivel local, nacional e internacional. El inicio de un proceso de transición al socialismo requiere, junto con la supresión de las relaciones de producción capitalistas y la propiedad colecti- va de los medios de producción, el reemplazo de la energía proveniente de la incineración de com- bustibles fósiles por fuentes de energía renovables (eólica/solar), la reestructuración de ramas ente- ras de la producción que deberán ser reemplaza- das y/o abandonadas, y cambios estructurales en los patrones de consumo societales. Löwy critica a la publicidad, un “sistema de manipulación mental” propio del capitalis- mo, dando como ejemplo el automóvil indivi- dual, que responde a una necesidad real, pero que se convirtió en un bien de prestigio. En un proyecto ecosocialista se privilegiaría un siste- ma de transporte gratuito o de muy bajo cos- to, donde el automóvil individual ocuparía un lugar más acotado. Defiende la planificación centralizada de la economía, afirmando el de- recho del conjunto de la población a decidir en forma democrática los ejes centrales de la ac- tividad económica. En el capitalismo, el valor de uso está subordinado al valor de cambio y a la rentabilidad, por eso hay productos super- fluos e inútiles o con obsolescencia programa- da, en una economía socialista, la producción Sin embargo, en otros textos de Marx y Engels podemos encontrar cierta conciencia del carác- ter depredador de algunas prácticas económicas, como las críticas a la degradación y agotamien- to de los suelos o la destrucción de los bosques, resultado de una contradicción insalvable en- tre la lógica inmediatista del capital y el interés general de la humanidad. En El Capital, Marx opondrá a la lógica depredadora del suelo del capitalismo, el tratamiento racional de la tierra …como eterna propiedad comunitaria, y co- mo condición inalienable de la existencia de la reproducción de la cadena de las generaciones humanas sucesivas. La tierra no es propiedad de nadie, todas las sociedades son sus usufructuarias, con la obli- gación de conservarla y dejarla en mejores con- diciones a las futuras generaciones. Si bien la reflexión ecológica no ocupó un lugar central en las obras de Marx y Engels, lo que escribie- ron sobre la relación entre las sociedades hu- manas y la naturaleza no tiene un contenido unívoco. Expresiones que remiten al “control”, “dominio” o “dominación” de la naturaleza por el hombre, muchas veces no apuntan a aspec- tos patrimoniales sino al beneficio que el cono- cimiento de las leyes de la naturaleza procura a los seres humanos. En síntesis, podemos afirmar que en Marx se puede visualizar una contradic- ción entre el núcleo crudamente productivista de algunos textos y la constatación, en otros, de que el progreso puede ser la fuente de des- trucción irreversible del medio ambiente natu- ral. Asumiendo esta contradicción, los escritos de Marx nos pueden orientar en la construcción de categorías desde donde reflexionar sobre los problemas medioambientales, que junto con las reivindicaciones sociales constituyen la plata- forma de lucha contra el Capital en el siglo XXI. 4. El calentamiento global está empujando ha- cia arriba la temperatura del planeta a un ritmo cada vez más intenso. El resultado inmediato es el derretimiento de los glaciares de Asia, Euro- pa y América, del casquete Ártico y de la Antár- tida. La consecuencia es el aumento del nivel de “ El ecosocialismo es una crítica a la ‘ecología de mercado’, que termina siendo funcional al capitalismo, y a las variantes ‘socialistas productivistas’ del siglo XX. ” de bienes y servicios responderá exclusivamen- te al criterio del valor de uso, privilegiando lo cualitativo por sobre lo cuantitativo, poniendo fin al despilfarro de recursos. La planificación no es contradictoria con la autogestión de los trabajadores: la sociedad en su conjunto deci- de qué y cuánto producir, pero la organización y el funcionamiento de las fábricas estarán ba- jo control obrero.Para Löwy, el ecosocialismo se inspira en una premisa de Marx: la predominancia, en una sociedad sin clases, del ser por sobre el tener. Marx era consciente que, de subsistir el capita- lismo, las fuerzas productivas podían devenir “fuerzas destructivas”. Consideraba que el ob- jetivo del socialismo no era producir una can- tidad cada vez mayor de bienes, sino reducir el tiempo social de trabajo, ampliando el tiempo libre de los seres humanos (Crítica al Progra- ma de Gotha). La crítica al “productivismo so- cialista” exige una renovación del pensamiento marxista y una ruptura radical con la ideolo- gía del progreso lineal, heredada del positivis- mo del siglo XIX. 3. En algunos escritos de Marx se observa una tendencia a convertir “el desarrollo de las fuer- zas productivas” en el principal vector del pro- greso humano. En el célebre pasaje del Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859, Marx describe la mutación de las relaciones de producción existentes de for- mas de desarrollo a obstáculos del crecimiento de las fuerzas productivas, no haciendo ninguna evaluación crítica cualitativa de las mismas. En este texto como en otros de Engels (el Anti-Du- hring), se puede inferir que la tarea de la revolu- ción se limitará a liberar las fuerzas productivas de las relaciones sociales de producción arcai- cas para permitir, superado el “obstáculo”, su desarrollo ilimitado, lo cual constituye la inter- pretación básica del “productivismo socialista”. La experiencia de la Unión Soviética ilustra los problemas derivados de una apropiación colec- tivista del aparato productivo capitalista sin ges- tionarlo democráticamente, sin tener en cuenta el cuidado del medio ambiente, sin elaborar un análisis cualitativo de qué y para qué producir. 37|IdZAgosto los océanos, que en pocos años/décadas anega- rán las ciudades costeras donde vive la mayor parte de la población humana. En lo que res- pecta a la Antártida, los últimos estudios de la NASA dan cuenta del inicio de un proceso irre- versible de retroceso de los glaciares próximos al Mar de Amundsen (Antártida Occidental). En Groenlandia y el casquete Artico la situa- ción es aún peor. Año a año, el deshielo de la banquisa –como se llama la capa de hielo que flota sobre el océano– alcanza nuevos récords, afectando el hábitat de la fauna ártica, contri- buyendo al aumento del nivel de los océanos y disminuyendo la capacidad de refracción so- lar de la banquisa. Este fenómeno se llama al- belo, y consiste en la refracción del calor solar hacia el espacio en la forma de corrientes más frías de aire, ayudando al mantenimiento y esta- bilización de los sistemas meteorológicos globa- les. Como consecuencia del mayor deshielo, las superficies reflectantes son reemplazadas por superficies oscuras con menor capacidad de ab- sorción del calor solar. En suma, el deshielo cre- ciente del Artico y de la Antártida, provocado por una mayor emisión de gases de efecto inver- nadero, es consecuencia de, y a la vez retroali- menta, el desajuste climático global. 5. En Sudamérica, entre los problemas medioambientales más urgentes se destacan la deforestación de la Amazonia y la minería a cie- lo abierto. A pesar de su frondosidad, la floresta amazónica es un ecosistema muy frágil. Su car- peta vegetal tiene un espesor de apenas 30 a 40 cm. de humus (contra 90 a 120 de las llanuras o praderas). Por este motivo, las raíces de los ár- boles se extienden en forma horizontal, cuan- do se lo tala se pierden muchos metros cúbicos de tierra, arrancados con las raíces. En la super- ficie deforestada es muy difícil el cultivo de so- ja o cereales, ya que en poco tiempo se agotan las nutrientes; si se introduce ganado, éste come el pasto desde las raíces y destruye con las pe- zuñas la débil carpeta vegetal. En suma, en po- cos años solo queda tierra árida, como se puede apreciar a simple vista en las orillas del Amazo- nas. Desde hace siglos, los grupos étnicos y los caboclos (mestizos) que habitan la Amazonia cultivan mandioca, maíz y yuca sobre el igapo- ré, las tierras inundables en donde las crecidas de los ríos depositan un limo superfértil, bajo la sombra protectora de los árboles. Estos méto- dos sencillos siguen dando mejores resultados que los del “agrobussiness”, haciendo realidad la hipótesis de Walter Benjamin: los supues- tos impulsores del progreso propagan en rea- lidad la barbarie. En manos de terratenientes y capitalistas, que sólo apuntan a maximizar ga- nancias en el corto plazo, la Amazonia corre el riesgo de desertificarse en poco tiempo, con consecuencias incalculables sobre el clima de todo el planeta, del cual constituye hoy el prin- cipal pulmón productor de oxígeno. La megaminería o minería a cielo abierto no debe ser confundida con la minería tradicional, una antigua y noble actividad humana con la que poco tiene que ver. La minería tradicional conta- minaba, pero por lo general no producía modifi- caciones drásticas e irreversibles en el territorio. La minería a cielo abierto implica, por el con- trario, la voladura con toneladas de explosivos de las montañas, la pulverización de las rocas y la separación, mediante caldos químicos, de las sustancias que componen los metales de la “gan- ga” o escoria residual. Este proceso provoca la destrucción irreversible del entorno natural e in- sume enormes cantidades de agua. En definiti- va, consume los recursos fundamentales de un territorio para la reproducción de la vida en to- das sus formas, en aras de explotaciones mine- ras intensivas que no persisten más de dos o tres décadas. El proyecto Conga, en el departamento de Cajamarca, en la Sierra Norte peruana, es un buen ejemplo. Su versión original preveía disecar dos de las cuatro lagunas con que cuenta la re- gión para el suministro de agua potable, extraer polvo de oro del fondo de las mismas, y utilizar los otros dos reservorios de agua para separar el metal del limo y volcar los desechos contamina- dos. La concesión preveía la explotación del yacimiento durante veinte años, tras los cua- les, agotados los recursos hídricos, ninguna vi- da humana, animal o vegetal podría prosperar. Las comunidades vienen luchando contra es- te proyecto desde hace años, con una consig- na muy simple: “el agua vale más que el oro”, logrando en parte frenar su implementación. Desde Cajamarca hasta Esquel, y aún más al norte y más al sur, las luchas de las comuni- dades indígenas y rurales por la defensa de su territorio, contra las multinacionales depreda- doras de la megaminería, se multiplican a lo largo de los Andes sudamericanos. 6. Löwy plantea un extenso debate con diver- sas corrientes, intelectuales y organizaciones “verdes” europeas ecologistas-reformistas, se- ñalando las limitaciones de sus concepciones políticas. Sostiene con razón que un proyecto ecosocialista sólo es posible en el contexto de un cambio revolucionario de las estructuras sociales y políticas. Sin embargo, aun cuando insiste en que la revolución social es la con- dición de posibilidad de un cambio de esta naturaleza, no está del todo claro cuál es el sujeto social al que interpela. En este senti- do, su discurso parece orientado más hacia los movimientos sociales y a los “verdes” que a la clase trabajadora y a las organizaciones del movimiento obrero. No negamos la rele- vancia que tienen los movimientos medioam- bientales movilizándose detrás de objetivos precisos y concretos, ni tampoco las dificulta- des que pueden presentarse en el movimiento sindical con estas problemáticas. Pero a nues- tro entender, la centralidad de la clase obre- ra en las luchas contemporáneas sigue siendo decisiva, no sólo por la fuerza social que ex- presa e irradia, sino porque el saber obrero resulta clave para la viabilidad de un pro- yecto de reorganización social no-capitalista alternativo. Sin el concurso de los trabajado- res de la industria, del transporte, de la edu- cación, de la sanidad,del trabajo rural y de los servicios, es imposible crear otro modelo de producción y de consumo. Las revolucio- nes del siglo XX levantaron como banderas de redención la lucha por el pan, la tierra, la libertad, la paz entre los pueblos. Las revolu- ciones del siglo XXI deben ampliar la agen- da, incluyendo otros horizontes, entre ellos, la preservación del medio ambiente en el cual la humanidad construye, día a día, su presen- te y su porvenir.
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