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La Utopía de la paz en un mundo globalizado para la guerra

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LA UTOPÍA DE LA PAZ EN UN MUNDO GLOBALIZADO PARA LA GUERRA. ¿Psicología social del 
gesto autoritario o Psicología social del gesto democrático y libertario? 
Mg Edgar Barrero Cuellar 
Director: www.catedralibremartinbaro.org 
Consejero por Colombia ante la Unión Latinoamericana de Entidades de Psicología –ULAPSI- 
 
Las imágenes de los últimos días en el mundo no pueden ser más elocuentes. Un joven 
norteamericano asesina a su familia y a más de 20 niños entre los 5 y los 10 años. Luego se 
quita la vida física, porque, es un hecho que su vida psicológica o si se quiere mejor, su salud 
psicológica se encontraba totalmente destrozada. Unos días antes se producía una masacre de 
más de 150 personas contra el pueblo palestino. Por supuesto el despliegue mediático no fue 
tan contundente y se ocultó las imágenes de niñas y niños totalmente mutilados, desfigurados 
e incinerados por el fuego impresionante del bombardeo israelí. Al poco tiempo, el ejército 
colombiano masacraba a 20 guerrilleros que unos días antes habían declarado un cese al fuego 
de forma unilateral como parte de los diálogos de paz que actualmente se adelantan entre las 
Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos. 
En estos tres casos de la vida real aparece tres elementos comunes: de un lado, la ideología 
hedonista del placer militarista y del disfrute con la muerte de seres humanos. Como se sabe, 
las ideologías militaristas se alimentan de sofisticadas formas de manipulación emocional. Ya 
sea para evadir la responsabilidad directa o indirecta frente a actuaciones como estos tres tipos 
de matanzas; o para justificar las mismas. De otro lado, la dificultad para lograr una paz 
duradera y estable en medio de una ideología proclive al buen gusto por la muerte y la 
destrucción total de la diferencia. En tercer lugar, el papel que puede jugar la psicología como 
disciplina cuya razón de ser por excelencia es la búsqueda de soluciones pacificas y negociadas 
a cualquier tipo de conflicto. 
En nuestro primer ejemplo, se generó una consternación mundial que colocó la responsabilidad 
directa en el muchacho asesino y no en el carácter militarista y armamentista del Estado 
norteamericano, en donde existen 300 millones de armas frente a una población de 315 
millones de habitantes. Basta con leer un artículo1 que apareció el 20 de diciembre de 2012, en 
el cual se menciona que como medida de seguridad en un pueblo de EEUU se autoriza a los 
docentes a llevar armas de fuego y a los estudiantes a usar mochilas antibalas: 
 
1
 El artículo se leer en: http://www.cubadebate.cu/noticias/2012/12/20/docentes-armados-y-mochilas-antibalas-
tras-masacre-en-estados-unidos/ 
 La junta escolar del Harrold Independent School District (fundado en 1884), al que 
asisten niños desde el jardín hasta la secundaria, votó a favor de permitir que los 
docentes puedan llevar armas. Eso sí, que las lleven ocultas para no asustar a los 
pequeños. El director de la institución centenaria, David Thweatt, afirmó que como 
no tienen dinero para “un guardia de seguridad, esta es una solución mejor”. 
Sin contar con la infraestructura de EEUU para la sincronización afectiva e intelectual para 
justificar su esencia imperialista, intervencionista y de colonización a sangre y fuego. Las 
masacres que se suceden al interior mismo de EEUU son el resultado de esa colonización 
afectiva, intelectual y espiritual. No me resulta fácil imaginar a esos profesores alistándose para 
salir a dictar clase: marcadores, lápices, libros…una pistola. Y esos niños con tremendas jorobas 
de cargar todo el día con el peso de un morral blindado que por supuesto no se quitarán ni para 
ir al baño. Qué lógica más perversa. Que harán en EEUU cuando uno de esos profesores armado 
con pistola provoque otro desastre en un recinto escolar? ¿Armar a niños y jóvenes para 
defenderse de los profesores? 
¿Qué puede pensar y sentir un joven o un niño cuya cotidianidad está atravesada por una moral 
que justifica la invasión y la masacre de miles de seres humanos? ¿Cómo se configura el 
horizonte de sentido y significado de un joven o de un niño que observa por televisión la 
justificación que hace su propio presidente de la república acerca de la invasión de otros 
pueblos y la consiguiente masacre de sus habitantes? ¿Cuáles son los núcleos figurativos de los 
jóvenes y los niños que son absorbidos por una industria cultural que banaliza la atrocidad y 
naturaliza el exterminio de los enemigos, que esa misma industria a producido? Esa moral 
justificadora de la agresión depredadora se está volviendo un cáncer al interior de la sociedad 
norteamericana y se empieza a volver energía autodestructiva. 
No menos complejo resulta nuestro segundo caso de la realidad. En la semana del 14 al 22 de 
noviembre de 2012 el ejercito israelí desarrollo una impresionante escalada de terror contra el 
pueblo palestino a través de 1350 ataques aéreos lanzando 1400 misiles contra la población 
civil palestina. Las cifras hablan de 150 victimas, de las cuales 40 son niños y niñas. Sobre esta 
masacre se habló muy poco en Colombia. Y no era para menos, pues ya Colombia había 
empeñado su palabra con Israel y EEUU para que Palestina no fuera aceptado como Estado en 
las Naciones Unidas. Por ello en Colombia no se habla de la masacre contra el pueblo palestino. 
Mientras en el caso de Palestina se oculta el dolor y el sufrimiento de las victimas de la 
masacre; en el caso de los EEUU se transmiten imágenes y mensajes a velocidades 
impresionantes, -por no decir instantáneas- que buscan la solidaridad para con un pueblo que 
sufre y cuyo presidente llora en público por la tragedia que acaba de ocurrir. ¿Qué nos hace 
pensar y sentir que los niños y niñas de Palestina son menos importantes que los niños y niñas 
de EEUU? ¿Por qué nuestros sentimientos no son los mismos frente a la misma tragedia y al 
mismo dolor y sufrimiento que se produce mediante cualquier tipo de masacre? ¿Por qué 
nuestra indiferencia para con unas victimas y al mismo tiempo nuestra solidaridad para con 
otras, que en la práctica son el resultado de la misma lógica armamentista y militarista? Y 
fundamentalmente, ¿cómo se puede hablar de paz en medio de semejante manipulación de los 
sentimientos a escala planetaria? 
Esto nos lleva al tercer caso de nuestra realidad. En medio de los diálogos de paz entre la 
guerrilla de las Farc y el gobierno de Santos, la primera anuncia una tregua y un cese al fuego de 
forma unilateral, pero invita al segundo a sumarse a dicha iniciativa como una forma de avanzar 
en la construcción de confianza frente al proceso mismo. La respuesta del gobierno fue la 
autorización de una operación militar de bombardeo a uno de los campamentos guerrilleros 
que se encontraba en tregua con un resultado de 20 personas muertas. Esto es de 
conocimiento público, lo mismo que las justificaciones de Santos y los gestos de satisfacción de 
la cúpula militar. Sobre esta otra masacre tampoco se dijo mucho en Colombia. 
¿Cómo es posible pensar una paz en estas condiciones, en las que en el marco de una mesa de 
diálogo, al tiempo que el adversario anuncia una tregua, aprovechamos para asestarle duros 
golpes masacrando a decenas de sus integrantes? ¿Cuál es la noción de paz del gobierno israelí 
cuando ordena la masacre de 150 personas palestinas y luego reclama que son los palestinos lo 
que no quieren la paz? ¿De qué paz se puede hablar en EEUU cuando no cesa ni un instante de 
instigar a la guerra en cualquier parte del mundo? 
Hace poco leí un artículo de un colega psicólogo colombiano en el cual se plantea como tesis 
central que la construcción de paz empieza con gestos de confianza2, entendida ésta como “la 
expectativa (esperanza) de reciprocidad de comportamientos (afectos, ideas, creencias, 
acciones) en las relaciones entre individuos o grupos”. Efectivamente, compartimos conel 
colega que la reciprocidad es una condición necesaria para la construcción de procesos de paz 
duraderos. La reciprocidad implica aceptar inclusive al contradictor como otro valido y 
merecedor de respeto. 
En una carta que le enviará Simón Bolívar al general Pedro Briceño Mendez le contaba como en 
esos momentos -1827- de trabajo por la paz y la unidad en Venezuela, era de suma importancia 
“proteger a los amigos sin ofender a los enemigos” como una forma concreta de construcción 
de confianza desde el principio ético y político de a reciprocidad. Justamente la ausencia de 
reciprocidad por parte de la élite colombiana es la que históricamente ha llevado a los fracasos 
de los diálogos entre la insurgencia y los representantes del Estado. 
No hubo reciprocidad cuando como fruto de los diálogos entre las Farc-Ep y el gobierno de 
Belisario Betancur, aparece y se consolida el partido político Unión Patriotica, el cual como se 
 
2
 El artículo completo se puede consultar en: http://www.semana.com/opinion/articulo/la-construccion-confianza-
procesos-paz/268939-3. 
sabe, fue sometido a una atroz política genocida. No hubo reciprocidad cuando después de 
varios años de asesinatos, masacres y torturas se decreta la muerte política y jurídica de la 
Unión Patriotica suspendiéndole su personería jurídica. No hay reciprocidad cuando se 
mantienen semejantes niveles de impunidad, cinismo y prepotencia. Una buena forma de 
reparar tanta injusticia sistemática contra la UP sería que en la mesa de diálogo de la Habana se 
considerara la propuesta de devolver inmediatamente la personería a este partido político e 
inclusive que en un tránsito de la vida militar a la vida política de las Farc, estás decidieran 
retomar las banderas de la UP como un acto de dignidad y responsabilidad política para con un 
proyecto popular que ha colocado más de 5 mil personas asesinadas. La UP como hija de unos 
acuerdos de paz anteriores, debe ser retomada y fortalecida en el actual proceso de diálogo y 
negociación. 
Todo acto de prepotencia pone en riesgo la confianza. Actos de prepotencia es lo que se ha 
podido ver de parte de la élite colombiana. Bombardeos indiscriminados por parte del ejército 
nacional. Censura descarada en los medios de información, tal como sucedió el día de la 
instalación de la mesa en Oslo, cuando los grandes medios decidieron negarle la posibilidad al 
pueblo colombiano de escuchar las razones de las Farc para estar allí en la mesa de diálogo. 
Prepotencia extrema es la que se pudo ver en el foro sobre desarrollo agrario con enfoque 
territorial en donde Fedegan decidió no participar, siendo éste un gremio con mucha 
responsabilidad en la violencia que se vive en el país. Lo mismo sucede en Israel cuando 
Palestina es aceptado como Estado y se anuncia que se continuará con los asentamientos 
ilegales a sangre y fuego. Lo mismo sucede con EEUU cuando somete a su propia población a 
una política de penetración mental para la guerra. 
Si pudiéramos hablar de una psicología social del gesto en los conflictos políticos. Tendríamos 
que hablar de dos grandes tendencias ideológicas. De un lado, una psicología social del gesto 
autoritario que se opone a salidas negociadas a los conflictos. Tendríamos que hablar de 
rostros de ceño fruncido y gritos desafiantes como los del ministro colombiano de defensa, 
miradas displicentes como la de Alvaro Uribe y el presidente de Fedegan, palabras 
estigmatizantes como las de Hillary Clinton, Barack Obama y Benjamín Netanyahu; risas 
burlonas como la del mismo presidente Santos; mensajes manipuladores como los que se 
transmite las 24 horas a través de la industria transnacional de la comunicación. Si se observa 
con cuidado, nos daremos cuenta que estos gestos buscan sembrar la desconfianza en la 
negociación, a través del clásico principio de la guerra psicológica de negar el más mínimo 
atributo positivo en el contendor y exaltar sólo sus atributos negativos. 
Del otro lado tendríamos a esa psicología social del gesto democrático que se opone 
radicalmente al uso de la violencia para resolver los conflictos. Allí aparecen claramente los 
rostros discursivos de personas como Piedad Córdoba e Ivan Cepeda. Los gestos solidarios de 
Hugo Chávez y Raul Castro. La facilitación de los diálogos a través de lenguajes moderados 
como los de Rafael Correa y Evo Morales. La información oportuna y sin amaños como la de 
Telesur. El desenmascaramiento de la miseria estructural que históricamente ha padecido 
Colombia, tal como lo hizo el comandante negociador por las Farc, Ivan Marquez. 
Con esta segunda opción de psicología social es que nos identificamos, quienes aún creemos en 
una salida negociada al conflicto armado y social. La esencia de la psicología es la búsqueda de 
salidas negociadas a los conflictos. Y esas salidas negociadas implican necesariamente la 
inclusión de aspectos como la verdad, la justicia y la reparación, no como simples 
denominaciones muchas veces cooptadas por el sistema. Una psicología social del gesto 
democrático que se niegue a ser cómplice de la mentira sistemática y del ocultamiento de la 
realidad. Una psicología social que se niegue radicalmente a seguir jugando un rol de 
facilitadora de la mentira y el engaño. Una psicología social que ponga su saber al servicio de 
millones de seres humanos sometidos a crueles condiciones de existencia material, psicológica 
y espiritual.

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