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Abrazar al monstruo Manual del método Psicoterapéutico NUR © para el tratamiento del trauma Nuria Montejo Moreno Abrazar al monstruo Manual del método Psicoterapéutico NUR © para el tratamiento del trauma Primera edición: 2021 ISBN: 9788418435942 ISBN eBook: 9788418435492 © del texto: Nuria Montejo Moreno © de la cubierta: Diseño: Marta Torreblanca Pacheco Realización: Tomas Carrascal Gallardo Ilustración: Egon Schiele © del diseño de esta edición: Penguin Random House Grupo Editorial (Caligrama, 2021 www.caligramaeditorial.com info@caligramaeditorial.com) Impreso en España – Printed in Spain Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Índice Sobre mí 9 Prólogo de Roberto Aguado 13 Introducción 19 Antecedentes del método NUR 22 Hipótesis del método NUR 25 Metodología 34 Qué integra NUR de los diferentes métodos 39 Capítulo 1. Entrevista (fase 1) 47 1. Presencia 48 2. Pregunta basada en la solución 53 3. Triángulo del equilibrio 56 4. El tanto por ciento de presencia 65 5. Acuerdo de la intención 70 6. Trabajo con la parte boicoteadora 73 Capítulo 2. Estado alterado de conciencia (fase 2) 81 1. Encuadre 81 2. Qué es el EAC 83 3. Cómo conseguir el EAC 87 Capítulo 3. Resolución (fase 3) 109 Introducción: Ejercicios de resolución 109 1. Nivel sensoriomotor (corporal) 113 2. Ejercicio de frases de profundización 123 3. Ejercicio del niño interno 131 4. Carga sistémica 141 5. La sombra; yo como tú 144 6. Nivel metafórico 150 7. Vacío 165 Anexo 1. Algunas teorías en las que se basa el método NUR 181 1. Teoría de apego por Laura Regalado —psicóloga y psicoterapeuta— 181 2. Teoría de la mente 187 3. Teoría del trauma 192 4. Principios de constelación familiar 195 Conclusiones 198 Anexo 2. Primera aproximación hacia la valoración de la eficacia del método NUR 199 Resumen 199 Diferencias en malestar psicológico tras llevar a cabo el método psicoterapéutico NUR 200 Método 202 Referencias bibliográficas 207 Agradecimientos 213 Sobre mí Mi nombre es Nuria Montejo, el editor me recordó que no había puesto mi nombre al enviarle el libro —esa soy yo—. Puedo fallar en lo básico y luego hacer algo complejo y abstracto me puede resultar más fácil. Soy psicóloga y psicoterapeuta, he desarrollado el método NUR, que está dirigido a psicólogos, psiquiatras y terapeutas fundamentalmente, aunque quizá las personas interesadas en el conocimiento del ser humano puedan encontrarle sentido y utilidad. Mi pasión por aliviar el sufrimiento humano me llevó a estudiar y a experimentar en mí diferentes técnicas, para después, casi sin casi darme cuenta, ir integrándolas en una metodología. Soy consciente de que todos hacemos eso de alguna manera, pero yo sentía la necesidad de ir sistematizándola para que otros pudieran replicarla y expandir sus beneficios. Mis fuentes has sido: hipnosis clínica (Terapia de Interacción Reciproca), EMDR, brainspotting, somatic experience, constelaciones familiares y otro sinfín de propuestas que fui investigando para mí misma primero y para mis pacientes después. Al poco de terminar la carrera de Psicología en la Universidad de Deusto, me puse a trabajar en una multinacional farmacéutica donde me impregné de una forma de trabajar en la que se buscaba lo más «seguro», «eficaz» y lo más «rápido». Ese mantra lo trasladé después a la psicología, campo que yo percibía demasiado etéreo y en general poco práctico. Gracias a una crisis personal en la que un psiquiatra amigo mío, Pepelu, vio cómo se activaba mi cuerpo por una simple llamada de mi jefe y me dijo muy serio: «Nuria, ¡eso que tienes es ansiedad!». Me tomé entonces un tiempo para mí en el que retomé la psicología, me apunté al máster de Hipnosis Clínica de Roberto Aguado y allí fue donde entendí por qué, en su día, había elegido la carrera de psicología; me encontraba en mi ambiente, me encantaba todo lo que aprendíamos, aun así me parecía que la psicología centrada solo en la palabra, era demasiado lenta y mi foco se centró en buscar técnicas rápidas, que a la vez fuesen a la raíz del problema. Al no sentirme miembro de ninguna corriente, no tenía miedo de probar cosas locas, ni mezclar temas, ni ser demasiado ortodoxa. Me dejé influir por todas las técnicas que estudié, incluso si estaban «proscritas», abrí mi consulta y el boca a boca la fue llenando. Mis pacientes fueron mis mejores maestros y quizá tenga que pedirles perdón, porque en mi necesidad por encontrar una manera mejor de hacer, a veces, no los veía a ellos, no obstante, ellos son los que más me ayudaron a seguir buscando maneras diferentes para entrar en ese infinito que hay dentro de cada uno. El nombre NUR surge en una cena de Navidad con amigas, les conté cómo me habían propuesto, MOMO, las iniciales de mis apellidos, para nombrar al método. Entonces una de mis amigas me recordó que ya existía un libro con ese nombre además de un bar cercano. Otra de las amigas que yo no conocía dijo: «¿Y por qué no NUR?, es el principio de tu nombre». En ese instante, alguien leyó en el móvil: «NUR significa ‘luz’ en árabe». Entonces lo vi claro, si NUR es luz, ese era el nombre adecuado para el método. En esos momentos del método, muchos pacientes veían una especie de luz blanca casi al final de las sesiones cuando habían hecho el proceso, y a mí me salía decirles que esa luz seguro que tenía algo que ver con su «esencia». Lo de la luz en las sesiones, dicho así, puede parecer extraño, pero cuando estás en un estado alterado de conciencia, el paciente ha pasado por momentos de pánico, alguna parte de su cuerpo le ha dolido a rabiar, ha sentido mareo o náuseas y, finalmente, le ha aparecido una luz blanca asociada con calma interna, es algo tan gratificante que comienzas a darte cuenta de la grandeza de quien tienes enfrente. Prólogo de Roberto Aguado Nuria Montejo sabe relacionarse como nadie con la trama de la vida en la que están subrayadas las memorias priming de cada uno de sus pacientes. La vida nos va tejiendo a través del aprendizaje y nuestra genética y epigenética, las cuales se centran en el estudio de toda la maquinaria molecular encargada de la expresión fenotípica, comodulada por el entorno y nuestra base biológica. Heredamos no solo genes, también costumbres, hábitos, ritos, etc., que nos van esculpiendo desde mucho antes de nacer. Se debe reseñar que la conducta no es realmente la unidad de medida respecto a nuestra forma de proceder. La unidad de medida debe ser la emoción desde la que se realiza dicha conducta (Aguado, 2014). Es fundamental para poder determinar el verdadero acto o conducta poner más atención en la intención que en la acción, y la intención siempre es emotiva. «No es lo que dices, no es lo que haces, es lo que sientes» (Aguado, 2015). LeDoux (en Belmonte, 2007) indica que las emociones se diferencian entre sí por implicar a múltiples mecanismos cerebrales que han ido surgiendo en estadios muy primitivos de la evolución animal, por lo que la emoción desde la que se hace un comportamiento es la que condiciona la acción que se va a realizar, siendo todo ello inconsciente para el sujeto. De tal manera que, para poder cambiar dicho comportamiento, si no es adecuado, lo principal es gestionar la emoción desde la que se ejecuta (Aguado, 2005, 2009, 2014, 2015). Un mismo comportamiento, por ejemplo, morder, no tiene la misma consecuencia si se hace desde la rabia o el asco que si se realiza desde la curiosidad o la calma —admiración—. Maturana (1997, p. 15) indica que las emociones son «disposiciones corporales dinámicas que definen los distintosdominios de acción en que nos movemos. Cuando uno cambia de emoción, cambia de dominio de acción». La emoción enmarca nuestros comportamientos y decisiones, definiendo los parámetros tomados en cuenta en cualquier deliberación particular, y determina en el proceso de deliberación racional qué alternativa es la más adecuada para encarar la situación estimular, dependiendo del aprendizaje previo en situaciones semejantes (Maffía, 2005). Es por esto que la emoción debe ser considerada como la unidad de evaluación básica, y no la conducta, ya que iguales conductas tienen diferentes consecuencias en función de la emoción desde la que se realiza (Aguado, 2014). Y es en esa red de asociaciones estímulos y respuesta emocional en la que va surgiendo nuestra forma singular de proceder, entender y, sobre todo, convivir con aquello que nos rodea. El método NUR tiene la capacidad de conectar con esa trama vital, identificando aquello que impide la flexibilidad emocional como equivalente de salud mental. Siempre que podemos identificar lo acertado de nuestro clima emocional ante cualquier situación en la que vivimos, y por ello, podemos gestionarnos para poder dar una respuesta más adaptativa, nos encontramos dentro del paradigma de salud, ya que esa flexibilidad nos proporciona la capacidad de resiliencia para admitir lo que ha sucedido sin descomponer nuestra esencia como ser único. Sin embargo, la rigidez emocional, es decir, responder con el mismo clima a todo aquello que acontece, es propia de lo que hemos denominado enfermedad o trastorno mental. Esa adaptación a los avatares de la vida necesita del conocimiento de tres grandes saberes: •Saber lo que sabes de ti. •Saber lo que no sabes de ti. •Y saber por qué no sabías lo que no sabías de ti. De tal manera que poder ser consciente de tu entramado vital te ayudará no solo a liberar las tensiones propias de tus puntos de cruce, lo crucial, representados por tus vínculos, sino que podrás desaprender aquello que te impide salir de tu rigidez para posteriormente reaprender maneras de vincularte mucho más sanas y por ello flexibles. Debes saber que vas a vivir contigo toda la vida, y no sabemos de cierto si solo será esta, por lo que te viene bien conocerte, descubrirte y, sobre todo, sentir que llevas las riendas de tu destino, ya que lo que te espera tiene mucho que ver con lo que en este momento está sucediendo. Nuria Montejo ha sido capaz de elaborar todo un método en el que facilita esa labor de comprensión y escenificación de aquello que te pertenece, y que quizás esté oculto en tu cuerpo como escenario de expresión de todas tus memorias. La memoria es una red neurológica de conexión que, una vez establecida, al activar una de sus partes, se activan todas las demás. Lo importante en la clínica y la salud de las personas no lo encontramos tanto en las memorias explícitas o declarativas como en aquellas que están archivadas en estructuras que dan lugar a las memorias implícitas o no declarativas. Las estructuras neurológicas que componen esta red de registro de memorias implícitas están muy ligadas al cerebro reptiliano que sintetiza las químicas que posteriormente activarán las estructuras del cerebro emocional. Estos ríos de química surgen según la decisión de una formación de nódulos nerviosos que denominamos formación reticular. Ella, su rama ascendente —tallo cerebral- neocórtex—, nos interesa sobremanera, y se denomina sistema activador reticular ascendente (SARA). La formación reticular se localiza en el diencéfalo, cerebro medio, puente o protuberancia anular, bulbo raquídeo y la médula espinal, constituyendo una amplia red de núcleos y fibras nerviosas exquisitamente interconectadas que se encuentra a lo largo de todo el neuroeje, formando el entretelado sobre el cual reposa y se construye la conciencia y el aprendizaje (Llinas et al., 1998). La formación reticular forma el filtro y es la responsable de la interpretación de la información percibida mediante los órganos de los sentidos por el individuo. Todos aquellos procesos sensoriales que se transformen en percepciones y que tengan información que potencialmente se puede convertir en emociones deben ser filtrados y analizados por esta formación. Sus efectos sobre la actividad motora pueden ser como facilitador o estimulador de la actividad, así como inhibidor o depresor de la misma. Cuando aumenta la actividad del SARA, el organismo se pone en alerta, ya que comienza a bombardear señales inespecíficas sobre la corteza cerebral, mientras que, cuando disminuye, sobreviene la somnolencia (Moruzzi y Magoun, 1949). En cuanto al aprendizaje, la formación reticular se encarga de advertir la respuesta más adaptada para cada estímulo, dependiendo de la experiencia ya acontecida sobre estímulos similares, a través de los neurotransmisores que elige, y que van a repercutir en las áreas del cerebro emocional que activan o inhiben, forjándose las plataformas de acción o respuestas psicofisiológicas que anteceden a la emoción básica escogida. La activación de un universo emocional es adecuada según su utilidad, en términos de supervivencia o adaptación, ante la situación estimular que en ese momento se está viviendo. Quien determina la adecuación de la respuesta emocional es siempre la situación contextual en la que se está viviendo en ese momento (Aguado, 2009). Para lograr dicha adecuación, es necesario no solo activar el universo emocional más útil, sino que también es necesario que sea activado en la intensidad requerida para la adaptación a dicha situación. Tanto lo ajustado del universo emocional como la intensidad está determinada por el consenso cultural y social y, por ello, una misma respuesta emocional será adecuada o no según en qué contexto cultural y en qué momento social lo realizamos (Day y Parlakian, 2004; Gross et al., 2006). Con el método NUR puedes viajar a lo más profundo de tus memorias, y por ello a lo más cercano a ti. Disfruta de este viaje, pero también del encuentro con todo aquello que habite en el paisaje de tu vida. Roberto Aguado Noviembre 2020 Introducción El método NUR surge del dolor, de la desconexión, quizá de la mentira, e intenta ir hacia algo auténtico. Es a través de la enfermedad, del síntoma, como creo que vamos encontrando partes de nosotros que se separaron en el momento traumático. El método surge de mi dolor, de mi búsqueda por entenderme. Detrás de una apariencia de niña buena, llevaba dentro un mundo no expresado que había sido aplacado, primero por mi entorno, y después, de forma más despiadada, por mí. El sentir que no tenía nada especial que aportar creo que fue lo que me hizo buscarlo desesperadamente. Ser original fue uno de mis intentos. Recuerdo a una amiga de la adolescencia que me descolocó al decirme: «¿Para qué tienes que ser tan original?». Ser original ahora lo veo como buscar eso que nos hace únicos, llegar al origen de lo traumático para deshacer el bloqueo que se formó y no te dejó mirar esas partes que se rompieron, se cerraron y/o se desconectaron de ti. Entonces perdiste fuerza porque estabas separado, escindido. Solo se trata de buscar los pedazos, y ellos ya saben cómo unirse, pero ¿cómo buscar? Te voy a ir presentando una manera. Se trata de llegar a recordar quiénes somos y de dónde venimos. En las terapias, lo que aprendía y recibía sentía que para mí no era suficiente. Todas me ayudaban a su forma, pero no llegaban a donde yo necesitaba. No tenía muchos recuerdos de la infancia, mi cabeza no era demasiado lógica y mi falta de identidad me llevaba a que cada cosa que me dijera mi profesor o mi terapeuta me pareciera bien, pero no sentía que llegara yo a mis conclusiones, sino que daba por buenas sus interpretaciones. Me guiaban demasiado y yo me dejaba. Por otro lado, en las terapias que aprendía no encontraba una manera de hacer en la que el paciente «hiciera» y llegara a algo por él mismo, que fuera algo auténtico de él y no una afirmación de la teoría propuesta por el terapeuta elegido. A raíz de ello,me di cuenta enseguida de que me producían mayor fascinación los pacientes complejos, raros y difíciles, esos que no tenían solución desde otras perspectivas. Ha sido en gran parte gracias a ellos que di forma a este método, cuyo objetivo comenzó con ayudar a aliviar el sufrimiento. Entendí más tarde que el paciente que no llegaba a su solución conmigo era simplemente porque yo no había llegado, así que seguí en mi búsqueda. Mis comienzos en la psicología partieron de leer a Sigmund Freud. Lo leía como si de una novela se tratara, mi parte más racional no le entendía demasiado, pero distinguía lo poderoso y lo original de su increíble aportación. Podía percibir que llegar a «tocar» algo parecido a la idea de inconsciente era donde había que ir y que el resto me parecía pérdida de tiempo. Cuando Freud (1920) habla de esa fuente en la psique que está más allá del principio del placer, que no obedece a sus leyes y es previa, es a esa zona sin explorar, esa fuente que está más allá del principio del placer, esa zona que existe presa, es allí donde creo que intenta llegar el método NUR. ¡Quizá demasiado ambicioso! ¡Totalmente de acuerdo! Su aportación fue ver las emociones inexpresadas como enterradas vivas que salen después de peores formas. Esa información atascada y bloqueada es la que yo entendí en su momento que nos impedía en parte vivir el presente. Lo que sí me faltaba en su increíble aportación al entendimiento humano era ver de forma más clara que esas emociones no expresadas, reprimidas, de las que Freud hablaba están alojadas en el cuerpo y que el cuerpo nos lleva a ellas si sabemos cómo preguntarle. Su teoría «pulsión de vida y de muerte» tenía para mí todo el sentido. Simplemente añadiría después de estudiar otras corrientes que esa pulsión de muerte dentro de nosotros también está conectada con el sistema familiar, con nuestros antepasados. No es exactamente como el inconsciente colectivo de Jung, es algo más sencillo, más asequible para cualquier terapeuta, pero a la vez muy real. Veo la búsqueda de la salud mental como una integración de partes escindidas de nosotros mismos, y es «integrando» esas partes cuando se puede ir sintiendo unidad en el yo o, cuanto menos, mayor equilibrio. A diferencia de las teorías psicoanalíticas, creo que la identificación de estas partes escindidas del yo es necesario hacerla incluso primero desde el cuerpo con el tejido, porque es el tejido el que nos explica cómo es el camino de vuelta al ser. Es curiosa la forma que tiene el yo de ir integrándolas. Hay un orden, como el principio de física en el que los trozos se rompen de una manera —exfoliación—. La «vuelta a casa» tiene sus leyes y niveles, y es el cuerpo el que nos guía en el camino. Seguro que muchos otros han visto y definido infinitamente mejor el sentido de integración de partes y búsqueda del equilibrio. Mi aportación viene de una manera funcional y directa de hacerlo, con un método que guía en el acceso a este vasto universo que es la mente humana. El método NUR trabaja en el nivel más sistémico o estructural del que habla Freud, en el que no hay palabra, sino investidura, por ejemplo, se habla de la representación de un árbol y no de la palabra árbol. Antecedentes del método NUR Una de las influencias en el desarrollo del método fue la hipnosis, tanto la clásica como la post-Ercksoniana que estudié con Roberto Aguado (Aguado, 2005). Creo que el giro que tomó la hipnosis después de las aportaciones de Charcot (1888) hacia el mundo del espectáculo la colocaron en una posición en la que ni los psiquiatras ni los neurólogos quisieron investigar más y se ha quedado con una mala imagen fruto también de falta de investigación rigurosa. Con la hipnosis se me abrió un universo. Las técnicas hipnóticas que aprendí, junto con la técnica que desarrolló Roberto Aguado, movimiento de cabeza involuntario (MCI®), me dieron un lenguaje diferente de acceso y, sobre todo, la defensa de la parte mental que protege para no sufrir otra vez disminuía. Las personas que eran más sugestionables mejoraban con las técnicas hipnóticas, además, las sensaciones eran para mí muy placenteras. El vínculo que se conseguía con el paciente era más profundo que cuando simplemente hablaba con él o intentábamos transformar los pensamientos desadaptados y gestionar mejor las emociones. Ese vínculo que se creaba gracias al estado hipnótico creo que era el que conseguía muchas veces la evolución del paciente hacia la mejoría de sus síntomas y sensaciones de bienestar. Con las técnicas hipnóticas que aprendí, muchos de los pacientes mejoraban, pero existía un tipo de pacientes menos sugestionables y otro tipo con trauma severo con el que a mí no me funcionaba la hipnosis clínica o no veía cambios significativos, así que seguí buscando. *** Comencé entonces a formarme en desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) (Shapiro, 1995), técnica cuya autora, Francine Shapiro, descubrió de una forma casual en 1987. Es un abordaje psicoterapéutico que trabaja sobre el propio sistema de procesamiento del paciente. Trabajé muchos años con este método, incluso muchas mujeres con abuso mejoraban mucho con EMDR; dejaban de tener flashbacks, pesadillas, podían integrar bien el suceso y ponerlo en «pasado». Me ayudó mucho a encontrar los traumas del pasado que influían en el individuo y sus dificultades del presente, pero para algunas personas era demasiado duro. Salía el abuso o la situación traumática muy fácilmente y con muchos pacientes funcionaba muy bien, pero nos metíamos en el trauma, para mí, muy bruscamente, por lo que muchos pacientes después de la sesión se quedaban en cama unos días y no querían volver. Con esto no quiero decir que EMDR sea como yo lo veo, más bien, a mí me pasaba eso con este método, que considero muy potente. Esta cuestión me llevó a investigar el brainspotting como otra manera quizá más «suave» de aplicación. Encontré que el punto ocular me dio sentido y así lo integré, pero no seguí investigando más por ese lado. Así que seguí buscando. *** Un compañero, Joserra, buscador incansable, me guiaba en cada técnica o propuesta que él investigaba y me animó a ir a una constelación familiar en San Sebastián. Me pareció poderoso lo que me contó y quizá por eso me animé a ir. La facilitadora preguntó quién quería trabajar algún tema familiar, y yo, como siempre, levanté la mano. No recuerdo qué tema saqué o qué quise trabajar, aunque seguro que tenía que ver con mis acúfenos. La facilitadora me hizo elegir a dos personas que representaran a mis padres, así lo hice, y entonces ocurrió algo que cuando menos me sorprendió: los que representaban a mis padres comenzaron a «actuar», a andar por la sala casi pegados, y los reconocí. ¡Los «representantes» actuaban como mis padres reales! Hasta mi padre ficticio se agarraba el estómago con dolor —justo ese era el punto débil de mi padre—. Esas personas no me conocían, ni yo a ellas, ¿qué estaba pasando? No entendía nada, pudiera ser sugestión —desde luego, yo soy sugestionable—. Había que mirar eso mejor, leer, informarse y buscar a alguien bueno que me explicara lo que yo había experimentado ese día. En esta parada del viaje investigué en la formación de Guillermo Echegaray, con Brigitte Champetier y en varios seminarios de Frank Ruppert. El origen de todos ellos estaba en Bert Hellinguer (2002), creador de las constelaciones familiares. A pesar de no existir evidencia científica publicada por revistas especializadas que avalen la utilidad, más allá de la sugestión o placebo, qué interesante me pareció entonces investigar el mecanismo del placebo, lo que yo vivía en las formaciones me daba información a la que de otras maneras no podría acceder. Creo que con ellos pude comenzar a discernir lo auténtico de lo que podía ser simple sugestión. Mis siguientes pasitos me llevaron a México, mi maestro en aquel momento, J. M. Doniz, hombre con técnica propia y saber ancestral, que no tenía tanta prisa como yo. Cuando le dije que intuíaque tenía que ir a México, me aconsejó que contactara con Iván Ramón, chamán de linaje que me mostró su «medicina». Recuerdo las friegas que me hizo por todo el cuerpo, el dolor y el susto que, según él, llevaba encima e intentó quitarme. De estas experiencias poco ortodoxas lo que más aprendí fue a quitar miedo. La experiencia con Iván Ramón creo que me ayudó también a situarme mejor ante situaciones complicadas con los pacientes; cuando un paciente entra en una abreacción, haber pasado por experiencias de ese tipo te permite desarrollar habilidades y presencia con las que sostener sus reacciones más intensas. Una vez en México, escuché algo de que California era el centro de comunicación de la Tierra. No recuerdo en qué contexto fue, pero en ese momento creí que mi siguiente parada era California. Mi amiga y colega Macu, que es la claridad personificada, me guio hacia el Instituto Esalen, California. Allí el antropólogo Wesselman (2002) me llevó a la exploración de estados de trance mediante el sonido de percusión. Las sensaciones corporales de bienestar, unidad, plenitud que sentí allí necesitaban de una explicación al menos coherente, sin que mis compañeros psiquiatras me dijeran: «Nuria, por mucho menos de eso que me cuentas ingresamos a la gente». Dicha explicación llegó cuando comenzó a desarrollarse uno de los aspectos más característicos del método NUR: el empleo de un estado alterado de conciencia no necesariamente tan profundo como la hipnosis para llegar a información no consciente y encontrar así en el cuerpo la guía del proceso. Años después, contacté con la psicología budista de mano de Brazier, maestro del dharma, y Redondo, maestro zen de Bilbao. Contactar con su sabiduría bañada de dosis increíbles de sencillez me ayudó a asentar todo lo aprendido y dar espacio, a encontrar momentos de ese espacio que hay entre lo que nombro como mi yo y lo que alcanzamos a intuir cuando rozamos la burbuja del no yo, la no mente, el nagual, el tao o como quieras llamarlo. La meditación zen me ayudó a dejar posar lo que ya existía sin tener que ir corriendo en busca de más experiencias. Encontrarse con personas con plena dedicación al conocimiento es inspirador en sí mismo. Hipótesis del método NUR Después de más de quince años viendo pacientes y contando los resultados que veía en ellos, mi amiga Teresa, de esas que tienen mucha materia gris, me dijo: «¡Nuria, tú tienes un método! Y te puedo ayudar a estructurarlo para que más gente se vea beneficiada, lo tienes que exportar al mundo». Su mente marketiniana respiraba por sus poros. Recuerdo que en ese momento trabajaba en el hospital Quirón, salía del despacho con la cabeza echando humo después de intentar explicar a Teresa, economista de formación, lo que hacía en cada sesión. Sus preguntas me llevaban a intentar simplificar y poner nombre a cada paso que hacía en las sesiones. Lo que a ella no le encajaba de mis explicaciones lo tenía que volver a revisar y contárselo con sentido. Sus frases eran tipo: «¡Nuria!, has empleado dos términos diferentes para lo mismo, elige uno, me confundes». Dentro de mí, por momentos pensaba en asesinar a una amiga, pero sabía que esa labor era vital, aparte de que me ayudó a explicarme mejor, aunque me sigan diciendo: «¡Nuria, lo mal que te explicas y lo bien que te entiendo!». O cosas como las que ve Gaizka al corregir el libro: «Hay espacios que te inventas, las comillas son para ti una diversión». Con infinita amabilidad me dice: «¡Nuria!, creo que solo lees el significado psíquico de las palabras y con eso te sobra». Me podrás decir que el resto te da igual y estaría acertado. Sé que hay información lógica y estructural que no consigo que se me grabe en la cabeza y otra más propia de «hemisferio derecho» con la que me muevo como pez en el agua. Comencé a darme cuenta de que había estructurado un método, una manera de hacer, que lo que hacía era diferente y mis compañeros de profesión coincidían en destacar la potencia y rapidez del mismo. Quedaba ver entonces el porqué, qué hacía diferente o qué cosas se habían integrado de tal manera que funcionara, en definitiva: ¿cuál era la hipótesis del método? Así fueron llegando poco a poco a algunas conclusiones. Comenzaremos con la definición de trauma de Janet (1889): «Ante algo inevitable, los mecanismos de defensa, de lucha y huida no van a funcionar, nos sobrepasan. El pasado es presente, los recuerdos no se transforman, los pensamientos se rumian, las emociones se desbordan o no las hay». Así es lógico pensar que el trauma rompe el desarrollo normal de la persona y queda enquistado, apartado. Lo complicado es poder demostrar que todos tenemos trauma. Lo que comprobaba en mi consulta es que las teorías de trauma que se explican en el libro El yo atormentado (Hart, Nijenhuis y Steele, 2005) coincidían con lo que yo veía en la consulta, no solo en los pacientes con trauma claro, como los trastornos disociativos, sino en los casos más comunes, como una ansiedad generalizada o una depresión endógena. Coincido con la psicoanalista Elisabeth Howell y su visión del trauma. Ella nos explica cómo para ella el trauma en un sentido estadístico es normal, y así lo es también la disociación. Elisabeth Howell encuentra disociación también en entornos familiares caóticos, abusivos o negligentes. Relaciona, además, la disociación con relaciones interpersonales en las que se da una relación de ansiedad severa (Howell, 2005). Se trataría entonces de poder constatar cómo el trauma se queda almacenado en fragmentos de memoria traumática en forma de olor, luz, movimiento, una sensación interna, un pensamiento asociado o una imagen y, además, en el nivel más profundo se quedaría grabado en forma de una sensación de congelación o de parálisis. Solo si rescatamos estos fragmentos tanto de la memoria mental, corporal como cognitiva podremos integrar el trauma y pasarlo a pasado y que no siga existiendo en nuestro presente de manera que impida la acción. No solo que se desbloquee y elimine por tanto sufrimiento, sino que nos ayude a entender nuestros mecanismos de protección y defensa y así poder reconciliarnos con nosotros mismos y crecer. He comprobado en la clínica cómo esas partes separadas de uno mismo, esas partes disociadas en el momento traumático —entendiendo trauma como un suceso que toda persona ha vivido en algún momento de su vida— llevan nuestra «esencia». Esas partes se separaron en momentos traumáticos como una manera eficaz que encuentra nuestro cuerpo de sobrevivir ante una situación dolorosa. La hipótesis del método se podría condensar así: el método NUR trata de conectar con el origen del trauma, integrando fragmentos de memoria traumática: corporal, emocional y cognitiva, transformando la rigidez en flexibilidad, el caos en orden, acercándonos así a un mayor equilibrio. Esto lo consigue a través de un estado alterado de conciencia, de la atención al cuerpo y de una mirada al sistema. La última parte del enunciado, el cómo se hace, es lo que podemos ahora esbozar para que se entienda qué hace el método: •Estado alterado de conciencia. •Atención al cuerpo. •Mirada sistémica. «Tan fácil y tan difícil a la vez», como dice Gorka, paciente que después de múltiples diagnósticos encuentra su parte congelada a la que no tenía acceso. Su trauma de abuso en su infancia estaba pendiente de ser expresado y su cuerpo hizo la increíble odisea de sacarlo. Es la falta de acceso a esas partes escindidas la que nos lleva a sentir vacío, miedo, insatisfacción, bloqueo, obsesión. O la mayoría del ramillete de trastornos que se presentan en los manuales diagnósticos. La información traumática que se separó de nosotros para que pudiéramos ir a por el pan, al colegio o a hacer una vida normal está codificada en alguna parte del cerebro de difícil acceso, protegida para que no volvamos a sentir ese dolor, pero es solo atravesándolo que se suelta, se puede integrar, deja de bloquear y produce crecimiento. La dificultad primera con la que nos encontramos es quela mente nos protege como un perro guardián, nos engaña, nos desvía y necesitamos ir allí de una manera tonta, simple, sin meter mucho ruido, sin que interprete que hay peligro. Como decía Castaneda (1974, p. 20): «Personalmente, detesto la oscuridad y la morbidez de la mente, me gusta la inmensidad del pensamiento». El objetivo, entendí entonces, era despistar a la mente para que nos deje acceder a la no mente, a esa inmensidad donde está la enorme capacidad de cambio y poder para transformar. Según mi experiencia, la persona más racional, científica y objetiva en algún momento de su vida se asustó tanto de su vuelo, de su ruptura, que decidió, con buen criterio para su sistema interno, no volar más y ser lo más lógica posible. Es por miedo a esa sensación de descontrol tan grande que se dedica a poner a su alrededor las cosas bien en su sitio, y eso le da una sensación de falsa seguridad necesaria. El miedo a la locura, al descontrol, es algo horrible, y para escaparse de ello una buenísima estrategia es atar todo bien atado. El problema es que uno llega a asfixiar partes de uno mismo, y la sensación de insatisfacción, de no estar completo o de sentirse vacío, a pesar de tener de todo, se sigue manifestando. En estas cabezas con una imagen externa más racional, la parte emocional y la racional están cada una por su lado, no hay conexión. Se crea una protección racional para que la emoción no se desborde, pero es imposible a costa de que la razón termine agotada de sujetar, la solución es que entiendan que las dos son necesarias. Si la mente entiende cómo su ser se colocó de esa manera para protegerse, y que, en origen, dicho ser estuvo unido, es así como va a poder por fin dejar de sujetar para poder sumar y ayudarle a que deje de luchar para protegerse. En realidad, la protección es de algo que ya no está pasando, que ya pasó, y tratar así de integrarlo, ponerlo en el pasado, aprender algo de la experiencia y poder simplemente vivir. Hay que honrar a esa parte racional que está protegiendo el castillo sin tregua, es agotador para ella. Para poder explicar cómo veo en consulta el trauma simple, contaré una historia: Juan, un hombre de sesenta años, sufre un accidente de coche donde se queda «encerrado» minutos eternos hasta que llegan los bomberos. Después de un año del accidente, viene a consulta. Presenta angustia con crisis de pánico; las crisis se suceden en restaurantes, cines, en el banco donde trabaja. En la casa es casi el único sitio donde se siente algo más seguro. Si sale al cine, su mayor preocupación es buscar la salida. Necesita tener todas las posibles situaciones pensadas, todo estudiado, dedica el tiempo a eso y no puede simplemente disfrutar de la película porque, si pierde el control, de repente, su corazón comienza a latir como si viniera un león y Juan estuviera en la mismísima selva. Con el tiempo comenzó a evitar esos sitios que su cerebro experimentaba como peligrosos. Mi manera de enfocarlo es pensar que para algo su cerebro le manda esa información, que tiene un sentido, nos quiere llamar la atención; ni está buscando que su mujer le deje, ni dejar de trabajar en algo que a él le hacía sentirse útil. Nuestra función como terapeutas es ayudarle a encontrar lo que nos quiere decir su mente. Sabemos que cuando sufrimos un accidente grave nuestro cerebro lo va procesando, con el sueño se va reparando, con el apoyo emocional del entorno pasa un tiempo y el accidente queda en el pasado. ¿Por qué a Juan no le pasó eso? En la sesión sale la imagen. Con el ejercicio número tres del niño interno, la información a la que no tenía acceso resulta que nos desvela que a los siete años su padre le encierra en un armario, aunque ya no recordaba muy bien por qué. Es a los siete años donde él literalmente siente que se «muere», se siente encerrado, y es allí donde sintió el horror. Es así como trabajando el desencadenante más original, el recuerdo más escondido, la persona lo entiende, lo pasa a pasado, mejora su sintomatología de tal forma que Juan crece, comienza a ser un Juan más auténtico, no exento de problemas, claro, pero con capacidad para vivir la vida. El problema surgía cuando a los pacientes no les aparecía ninguna escena nuclear, no había información lógica de recuerdos que llevasen a hipótesis con las que entender su funcionamiento actual. Tenía que haber una manera de llegar a la información que no estaba codificada en forma de imágenes, sobre todo, porque yo, como muchos de mis pacientes, no recordaba casi ninguna. Esa forma la encontré más adelante: a través del cuerpo, del movimiento, micromovimiento, del lenguaje simbólico, de la expresión de la sensación bloqueada. La imagen podía venir, por ejemplo, en forma de un tsunami, como le pasó a Ane después de que abusaran de ella. Es como si el abuso estuviera codificado de tal manera que la persona lo reviviera y le traspasara a nivel corporal, igual que si pasara un tsunami, pero, como en el caso de Ane, sin verle la cara al abusador, lo que solo pudo ocurrir meses después. Primero apareció la sensación corporal de pánico, taquicardia, sudoración, náuseas, dolor en la vagina, y solo después llegó la información mental cuando el cuerpo lo había podido experimentar primero. En personas con trauma, es la fobia a las sensaciones corporales lo que primero se necesita trabajar para que el cuerpo sienta que lo puede traspasar, y es luego la mente la que lo puede colocar en pasado. Aunque, eso sí, compruebo día a día con mis pacientes cómo no es necesario vivir grandes traumas para que se «separen» partes de nosotros. *** Para entender esta afirmación de que «no hacen falta grandes traumas», pondré el ejemplo de una mujer joven con quien, en un momento de la sesión, creo que estábamos trabajando el miedo que tenía, según ella, «a todo lo que siempre había sido así» y que, en ese momento, le resultaba muy incapacitante. Además, a su marido le acababan de diagnosticar un cáncer y ella sentía que no estaba a la altura. Al atender el miedo, conecta con una escena en la que su madre estaba en el hospital ingresada y ella tendría unos siete años. La niña de siete años, ante la cama de hospital, pregunta a su madre: «Mamá, ¿te vas a morir?». Y la madre, que seguro que no estaba en su mejor momento, le contesta: «Hija, vete a la mierda». La niña percibe que esa parte de ella, espontánea y natural, no es bienvenida y simplemente la congela, la rechaza, rechazando así una parte nuclear, sincera y muy sana de sí misma. Esa parte de la niña que se ha expresado desde la naturalidad se separa, se bloquea ante la respuesta de rechazo. Es esa parte la que necesitamos rescatar en terapia para que uno vaya reconociéndose, para que uno vaya recordando quién es. Esa parte está «ubicada» en el cuerpo y solo si vuelve al cuerpo se integra. Para NUR, trauma se refiere a un punto de desconexión del ser humano consigo mismo, con su ser esencial, este punto ha sido provocado por el exterior y ese exterior está vinculado íntimamente con uno. *** El cómo llegar a ese trauma te lo voy a ir contando. Lo esencial es dejar que ocurra. Veo NUR como una posibilidad de entrar en uno a través del otro y encontrar esa forma de estar que solo requiere que estés, incluso que no estés, que te apartes y que permitas. En esta manera de trabajar, a veces se confunde el que ayuda y el ayudado, porque el regalo es en las dos direcciones. De lo simple que es, a veces me río de ello, me río tanto que digo: «¿Seré una estafadora?, ¿estaré engañando a todo el mundo?». Y luego me digo: «Bueno, Nuria, tranquila, la persona que entra en esta locura se encuentra mejor, el test da que mejora en tal y cual parámetro, simplemente sigue investigándolo y, sobre todo, sigue disfrutándolo». El método NUR intenta ayudar a la integración de la persona de forma natural, directa y a veces de forma dura, pero siempre en la manera y el nivel en que cada persona puede acceder. Es por eso que el terapeuta que aprende la técnica no podrá llegar a hacer el ejercicio del vacíocon el paciente si no lo ha hecho con él mismo. El mismo método te hace crecer o irte, si te metes en esta aventura, te adelanto que no es fácil, solo si accedes tú a ti mismo podrás acompañar a otros a que lleguen. La mayoría de los alumnos del método me explican cómo antes de lanzarse al vacío con sus pacientes, antes de poder hacerles las técnicas poco «ortodoxas» que propongo, han necesitado ellos de un proceso interno para quitarse importancia y poder acceder de forma más impecable a su intuición, a la fuente de conocimiento que cada persona trae consigo. Es simplemente acceso a información que a través del método vas a encontrar de ti mismo, solo hacen falta ganas de buscar dentro. Cuando escribo estas palabras, se me hace difícil —solo con ellas— mostrar lo que hay debajo. Es como si las palabras hubieran perdido su fuerza; como si estuvieran desvirtuadas, ¿cuántas personas sabias han escrito: «Está todo en ti», «mira hacia dentro»? Ya, sí, pero ¿¡cómo se hace eso!? ¿Cómo accedo a mi núcleo, a lo que vengo a aportar a este mundo?, ¿cómo accedo a mi ser más esencial para que pueda crear? Si eres terapeuta, psicólogo o psiquiatra, por algo te has metido en esta hermosa locura. Probablemente porque sabes que lo necesitas para ti mismo y porque ayudando a otros te ayudas. Te propongo que te lances al vacío, sobre todo, si ya te has dado cuenta de que con lo que sabes llegas hasta un punto y… ¡estás limitado! ¡Es muy cansado escuchar de forma empática una y otra vez las mismas historias! Te propongo que saltes, aunque tengo que admitir que yo misma no entiendo la magia y la potencia que ocurren al aplicar al método. Me quedo tranquila al decir que accedemos a «información», eso relaja mi cabeza de más preguntas que por ahora no me llevan a ningún lado. Quizá más adelante podamos investigar cómo llegamos a esas informaciones, por ahora nos faltan recursos para investigar lo que ocurre en el cerebro cuando aplicamos el método. Quizá en un futuro nos encontremos con que lo que ahora nos parece mágico de este método sea algo que, en un futuro, la ciencia pueda comprender. Por ahora, lo dejamos en que accedemos a una parte mágica en cada ser humano que nos lleva, cuando menos, a la sorpresa y curiosidad con una guía; un método que te permite volar, pero dentro de una estructura definida a la que agarrarte para que, de entrada, no te pierdas primero y para que puedas crear después tu propia manera única de hacer. Metodología El método NUR propone encontrar nuestras partes escindidas a través de una técnica con tres fases. El propio método te hace ir desarrollando tus capacidades como terapeuta, es el paciente el que nota tu presencia, tu capacidad de bajar con él allí donde se encuentran nuestros monstruos sin miedo o con mucho miedo, pero con el propósito de ir allá donde esté lo escondido, lo que necesita ser mirado, alumbrado para que pueda volver a casa. Muchas veces el terapeuta no lo haría por sí mismo nunca, pero por el paciente sí lo hacemos, y el regalo es en las dos direcciones. Antes de exponer en cada capítulo las fases del método, haré una breve introducción de cada fase para tener una idea general del territorio donde nos adentramos. Un territorio donde se trata de abrazar al monstruo que tenemos dentro, ese monstruo que, de no haberlo mirado, simplemente de haberlo apartado, aplastado o incluso enterrado para que no salga, está deseando mostrarse con cada síntoma, nos grita a cada paso, pero hemos ido perdiendo la capacidad para leer la vida y solo queremos silenciarlo. En cada sesión del método se realiza la misma metodología y la entrevista es la que marca la intención planteada en cada sesión. Veo necesario comprobar que la metodología empleada en algo tan complejo como un método psicoterapéutico que trata de conseguir que se den cambios en el comportamiento, la salud física y psíquica, la integración de la identidad psicológica y el bienestar de las personas es efectiva y segura. Te remito al estudio que presento al final del libro, donde se muestran los resultados de un estudio de investigación con el método NUR con una muestra de setenta pacientes donde las mejorías son significativas en todos los ítems evaluados. Estos datos son los que nos han llevado a comenzar en octubre de 2020 un estudio piloto aleatorizado con un grupo control en cuidadores de pacientes con Alzhéimer u otras demencias. Se trata de una comparativa de treinta pacientes: método NUR versus cognitivo conductual. Hemos elegido método cognitivo conductual por ser en la actualidad el método más validado científicamente. Una vez terminado este estudio de doce meses de duración, el objetivo será realizar un ensayo clínico que nos lleve a poder obtener la validación del método NUR. Fase 1. Entrevista Entrevista. Buscamos la información más nuclear, lo que está debajo del motivo de consulta a través de una pregunta basada en la solución y un triángulo del equilibrio donde colocamos la información mental, emocional y corporal del motivo de consulta. Una vez encontrado el objetivo de la sesión, precisamos con el grado de presencia la parte del cuerpo que necesita de mayor integración respecto al objetivo de la sesión. Se expresa así la parte del cuerpo que tiene los síntomas para poder así entenderlos y disminuir o eliminarlos. Fase 2. Profundización (estado alterado de conciencia) El estado alterado de conciencia (EAC) se crea a través de localizar la mirada en la solución de la persona, así conseguimos que la persona llegue a un estado de relajación en el que el discurso mental disminuye. La técnica se hace en posición sentada, la barrera mental disminuye y el paciente puede acceder a informaciones que conectan con movimientos corporales automáticos, sensaciones y lenguaje simbólico. Este estado se puede parecer a la meditación, pero en este estado, además, el cuerpo se expresa de manera muy clara. Lo nombramos EAC para poder en un futuro estudiar los mecanismos cerebrales que subyacen a este estado, ya que el propio cuerpo presenta una activación y movimientos diferentes a las terapias psicológicas que he estudiado. Fase 3. Resolución En esta fase se emplean siete estrategias diferentes dependiendo de la zona que se active a nivel corporal. Las siete estrategias son: nivel sensoriomotor, frases de profundización, rescate del niño interno, carga sistémica, integración de la sombra, nivel metafórico y nivel de vacío —mental, emocional, corporal—. La información del cuerpo es la que nos guía para no perdernos en la mente que no quiere entrar al dolor, es el cuerpo quien nos enseña el circuito que seguir. Cualquier micromovimiento, sensación, presión o dolor necesita que lo atendamos como si de la historia de su vida se tratase, porque es justo eso lo que nos cuenta, su historia, y solo hay que aprender a leer la información que expresa. Como dice el neurólogo portugués Damásio (2001, p. 16): «El alma respira a través del cuerpo, y el sufrimiento, ya empiece en la piel o en una imagen mental, tiene lugar en la carne». Las siete estrategias nos ayudan a trabajar con la parte traumatizada que no resolvió la experiencia negativa y sigue bloqueada, y son las sensaciones corporales las que nos indican cuál de las siete estrategias utilizar. Hay, además, informaciones que la persona activa en la sesión sobre hechos traumáticos del sistema familiar que aparecen espontáneamente. Pueden ser imágenes o insights que nos llevan a integrar dicha información. He encontrado que en esta búsqueda de la integración y de lo auténtico de nosotros es lo rechazado, lo olvidado o lo no atendido en el sistema familiar una de las partes que hace falta mirar. El término «integrar» viene de las matemáticas; para integrar hay que diferenciar primero y conectar después. El trauma y claramente la disociación provocan una separación. Nos separamos de nosotros mismos. Se trataría de identificar primero las partes escindidas para poder ir integrándolas después. *** Como dice Howell (2005): «El trauma, en un sentido estadístico,es normal, y así lo es también la disociación. Además, la disociación no solo procede del trauma, sino también de entornos familiares caóticos, abusivos o negligentes, de dilemas de apego y de ansiedad severa producida por relaciones interpersonales». Proponemos que nadie se escapa a esa disociación y que para buscar unidad necesitamos, por tanto, trabajar con las partes disociadas. Quizá no se trata de la simple búsqueda de «estar bien» como de la búsqueda de ser más auténticos. De esa manera, al integrar partes de nosotros, podemos estar mal y sostener ese estado; no necesitamos ir corriendo donde el terapeuta a que nos diga lo buenos que somos y que nos entiende desde lo más profundo de su ser, sino que, una vez hecho el trabajo de recordar quiénes somos, cada uno encuentra su camino de vuelta a casa. El método NUR, a diferencia de las tradicionales corrientes psicológicas o psiquiátricas, no utiliza definiciones respecto a la «normalidad» y «patología» psíquica. Simplemente a mayor integración del ser, mayor equilibrio, mayor salud mental. Lo que llamamos comúnmente locura sería la pérdida de identidad personal, desintegración del ser, más «yoes» sin integrar. Coincido con el continuo flexibilidad-rigidez propuesto por Siegel (2017), que se nos muestra como una multiplicidad flexible y es más adaptativo y rico que una simple rigidez. La persona que tiene muy claro quién es no está atendiendo a la infinidad de sí misma, es más fácil agarrarse a una idea de sí mismo y mantenerla, pero es más saludable el que se permite dudar de sí mismo e investigar en las contradicciones de un ser humano amplio. De tal manera, la persona que haya desarrollado un yo interno lo suficientemente fuerte gracias al impulso natural del ser humano y al crecimiento le llevará a trascender la necesidad de mantener una identidad. Más que el diagnóstico me interesa la funcionalidad, que la persona sienta que puede con sus dificultades y que accede a sus propias capacidades para manejarse en la vida. Muchas personas vienen pidiendo «herramientas» para funcionar y siempre les contesto que, en todo caso, el equipo que trabajamos le podemos ayudar a encontrar las suyas propias. Se trata simplemente de acompañar a la persona, ella sabe, pero no sabe que sabe. El método solo puede salir bien si el terapeuta va traspasando su dolor. Es con el método que el terapeuta se enfrenta a sus monstruos personales, si los traspasa, podrá acompañar bien y crecer con cada sesión, si no lo hace, esta no es su manera. En tres sesiones se puede ver si al paciente le funciona o no, si no hay ningún cambio, pienso que el método no está preparado para la persona o la persona para el método, y lo mejor es poder derivar a otro profesional antes de que uno pueda pensar que no tiene solución. Cuando digo cambios, puede ser cualquier cosa que ocurra después de la sesión. Recuerdo a Cristina, que mientras era alumna del método, vino a hacer una sesión y no me pareció que pasaba mucho. Era como que no llegamos a nada claro y le expliqué: «Cristina, igual este método no es para ti». Esa semana me llamó, había estado toda la semana en la cama con fiebre, me explicó que era muy raro que tuviera fiebre. Entonces le contesté: «Cristina, ¡me he confundido! Sí que es para ti, el cuerpo habla y sabe, ¡yo no sé!». Hoy en día es mi mano derecha, ella dice que la izquierda, aunque no sé muy bien por qué. Qué integra NUR de los diferentes métodos NUR se ha desarrollado partiendo de la experiencia clínica. En estos momentos estamos en proceso de investigación para poder describir los mecanismos que subyacen al método, el cual se nutre de las diferentes teorías sobre el apego de Bowlby (1997), de la teoría del trauma de Onno van der Hart (Hart, Nijenhuis y Steele, 2005), de la visión de Pat Ogden (2006) y su profundización en nivel corporal, de los descubrimientos de Antonio Damásio a nivel neurológico sobre la emoción, de la teoría de dinámicas de sistemas, y no me olvido de la teoría que fue la que me hizo apasionarme por este mundo: la terapia de interacción recíproca de Roberto Aguado. No pueden faltar los guiños a Erickson (1992), dado que el lenguaje que empleo en las preguntas es a veces ericksoniano, hipnótico; las reglas del lenguaje no se mantienen, la misma pregunta de la entrevista está fuera de la lógica, intento dirigirme a ese hemisferio derecho menos analítico, ese donde está comprimida la información más emocional que necesita expresarse. La terapia breve de G. Nardone (Nardone y Watzlawick, 1993) me ayudó a creer que se podían hacer intervenciones más rápidas, Brennan (1990) me ayudó a abrir la mente y a creer en el campo de la energía humana y Pinkola (2001) me guio a través del inconsciente, de un lenguaje simbólico, arquetípico y universal; me pasó como cuando leía a Freud, no entendía mucho, pero intuía la grandeza. Castaneda (1974) me adentró en la manera de intentar ser impecable en el trabajo y saltar al vacío, de poder vivir la incertidumbre con dignidad, sin que te entre terror o, más bien, que cuando te entre te quedes. Voy a intentar exponer brevemente la parte de lo que he estudiado que sí sé relacionar con el método. Hay una gran parte que viene del trabajo —ensayo- error— con los pacientes y otra gran parte que desconozco de dónde viene porque es el propio método el que me va enseñando, como si se tratara de una obra de arquitectura enseñándome los pasos, y una vez que los doy, me digo: «¿Cómo no se me había ocurrido antes?, ¡si va seguido!». Entonces es cuando me doy cuenta de que no pinto mucho en el proceso, todo estaba ya antes y solo se trata de ir caminándolo. Intentamos partir de una estructura de las tres fases y los siete ejercicios muy delimitados, para que después el terapeuta pueda ser muy libre y llegue a ese estado en el que no hay que hacer casi nada. A pesar del infinito que descubrir en cada paciente, hay un hilo que converge que se encuentra siguiendo la estructura. Expongo a continuación la información consciente que he aprendido y que veo implícita en el método. La otra parte más inconsciente que ha sido registrada en cientos de sesiones durante quince años soy incapaz de transcribirla, solo me rindo a ella. Después de haber estudiado EMDR, brainspotting, psicoterapia sensoriomotriz, hipnosis clínica y haberlas aplicado en cientos de pacientes, se ha ido integrando lo que considero que es más nuclear de cada una. Una de las características principales del método es que no se basa en la información verbal porque, según mi experiencia, las terapias verbales fracasan con individuos traumatizados: estos son incapaces de comprender, expresarse o formular pensamientos cuando se activan los recuerdos traumáticos, en especial cuando estos recuerdos se originan en edades anteriores al desarrollo del lenguaje. Como nos sugiere Tutté (2004): «Las memorias de la infancia tienden a persistir en forma de patrones de conducta destinados a repetirse más tarde en la vida». Constaté en la clínica cómo muchas personas sin traumas aparentes tampoco podían acceder a un nivel verbal; bien por estar muy confusas y no podían explicarse, porque ellas mismas no se entendían o porque entraban en bucle de pensamiento y no llegábamos a ningún lado. Según mi experiencia, el mecanismo que subyace en pacientes con trauma coincidía con el de los pacientes que presentan un trastorno de ansiedad generalizada, una fobia simple o síntomas depresivos, y observé cómo al desbloquear las experiencias negativas de la infancia, la sintomatología asociada a la ansiedad o depresión disminuía o desaparecía de forma más rápida y se mantenía la mejoría en el tiempo. Como explica Mario Salvador (2009, p. 5): «El trauma psicológico es un acontecimiento presente en la vida de casi todo ser humano en la medida en que todos hemos tenido algunas experiencias que han determinado patrones de comportamiento que en el momento presente resultan disfuncionales». La hipótesis de trabajo es sencilla: el cerebro integra las experiencias habituales,pero los sucesos traumáticos lo desbordan y bloquean parte de esa capacidad integradora, fragmentando la unidad psíquica —percepción sensorial, emoción y pensamiento asociado—. La mayoría de terapias habladas pueden integrar la información del pensamiento, incluso de la emoción, pero si no accedemos a la información sensorial que el cuerpo expresa, no hacemos la integración completa. «Las experiencias traumáticas alteran la regulación fisiológica y emocional del cuerpo, generando unos profundos efectos sobre el procesamiento de la información» (Ogden, 2009, p. 42). Esas alteraciones fisiológicas impiden, de alguna manera, integrar las experiencias traumáticas. El método NUR, por tanto, trata de recuperar esa unidad psíquica y restablecer la capacidad integradora del cerebro para acercarnos más al equilibrio de cada persona. Esto lo consigue integrando herramientas propias de los siguientes métodos psicoterapéuticos. EMDR. Desensibilización y reprocesamiento a través del movimiento ocular Creado por la Dra. Francine Shapiro, la desensibilización y reprocesamiento a través del movimiento ocular promueve la integración de las memorias disfuncionales traumáticas a través de la estimulación bilateral. La idea es poder acceder a recuerdos que no están en nuestra consciencia y que nos llevan a aprendizajes disfuncionales. Se desconocen aún los mecanismos de funcionamiento de esta técnica, a pesar de tener evidencia científica. Una de las hipótesis es la de que la respuesta de la posición ocular que emplea el método pudiera explicarse a raíz del reflejo de orientación (Shapiro,1995). El enfoque principal de Shapiro comenzó, en definitiva, para disminuir la ansiedad del cliente, como había sucedido en su propio caso al recibir la noticia de su enfermedad. Ella asoció el enfoque a un protocolo cognitivo conductual que era el que seguía en esa época (Haou y Dobbelaere, 2019). El método NUR no emplea la estimulación bilateral de EMDR ni ejerce ningún movimiento ocular en el paciente, pero sí que integra del EMDR la idea de acceder a recuerdos que no están en nuestra consciencia y que nos llevan a aprendizajes disfuncionales. En vez de emplear la estimulación bilateral, NUR accede a esas memorias disfuncionales a través del estado alterado de conciencia, pero el objetivo es el mismo. Brainspotting Descubierto por el Dr. Grand (2014) a través de la localización de posiciones oculares de la mirada que correlacionan de forma significativa con la experiencia emocional y fisiológica de la persona, desarrolla el procesamiento en la fijación de la posición ocular. Afirma que las diferentes posiciones oculares están relacionadas con una experiencia interna y una actividad neuronal específica. Al mantener la mirada en una posición determinada, se favorece la focalización de la actividad neuronal, lo cual conduce a un reprocesamiento cognitivo y emocional más profundo (Corrigan, Grand y Raju, 2015). El método NUR rescata la posición ocular fija, sin movimiento. El ojo encuentra por sí solo el punto que está relacionado con la intención que trabajar y, de esta manera, el procesamiento de la información es más estable, se accede a las redes neuronales donde está registrada la experiencia tanto positiva de recursos como la que tiene carga emocional, que limita el funcionamiento de la persona. En la fase de entrevista con el método NUR, al determinar el objetivo que trabajar en la sesión, buscamos espontáneamente hacia dónde se dirige la mirada de la persona. En el punto donde se fija la mirada es donde encontramos una respuesta en la activación corporal y simplemente le indicamos que siga mirando en esa posición. La persona puede encontrar, al mirar naturalmente al punto, diferentes activaciones corporales que serán las que trabajamos con los siete ejercicios. Quizá esta característica del método tenga que ver con el reflejo de orientación que estudia el EMDR (Dobbelaere, 2019). Puede ocurrir que se encoge el estómago, se activa el pecho, se carga la espalda… Y ese será el indicador para realizar uno u otro ejercicio. Así, por ejemplo, puede notar la carga en los hombros —ejercicio cuatro del método NUR— y detectar que el peso que lleva en su vida no es suyo, entonces, hacemos el ejercicio y devuelve la carga a quien corresponde. Así se comprueba que la persona no solo ha pensado la emoción, sino que la ha sentido con todo su cuerpo, y es así como podemos ayudar a resolver en todos los niveles, no solo el mental. Psicoterapia sensoriomotriz Creada por Pad Ogden (2006). Enfoque de orientación somática que enfatiza el procesamiento cerebral ascendente de la información, a través de las sensaciones y los movimientos corporales. NUR rescata de este abordaje la manera secuenciada y segura de trabajar las respuestas corporales desreguladas y procesarlas somáticamente. Esta manera de abordar la secuencia corporal produce un estado de focalización y atención plena que ayuda a la integración de recuerdos. Integramos de esta técnica el ejercicio número tres del método NUR, donde se utiliza siempre la conciencia dual, que consiste en facilitar la presencia del «yo adulto» cuando se trabaja con el «niño interior». El propósito de esto es mantener a los clientes, que se pierdan en esa experiencia, evitando la retraumatización. Se mantiene la conciencia del paciente mediante la verbalización constante de las sensaciones corporales —ejercicio uno del método NUR— para que el paciente no se pierda en la información y la pueda contextualizar. Así se facilita la integración de la memoria, la experiencia negativa deja de estar teñida con las informaciones de las mismas sensaciones corporales y pasa a «pasado» en el cerebro. De este modo, la persona puede no solo pensar, sino sentir que ya pasó, que no está pasando ahora. Se trata de que dejen de activarse los disparadores que conectan con situaciones del pasado. Al abordar el pensamiento que se expresa en la sesión, atendemos en otro nivel de atención más «plena» a los micromovimientos, sensaciones corporales y sensaciones de percepciones corporales internas que se dan sobre esos pensamientos. Al explorar los movimientos a cámara lenta, conseguimos que la emoción no se «adueñe» de la persona, y así los pacientes pueden intervenir somáticamente en base a realizar una acción alternativa o incluso encontrar un recurso. De esta manera, la información corporal se va liberando de manera controlada en la medida en que el paciente puede. Si tuviera que decir y nombrar un maestro que me alentó todo el tiempo, ese fue el paciente que en cada momento confió en mí más que yo misma. Encontrar personas que accedían a mundos increíbles de información nueva, creativa, que les hacía cambiar su presente, parecía algo mágico, hasta que caía en la cuenta de que existe esa parte que nos parece mágica —por desconocida o más bien anulada en nuestra cultura—, pero más real que la vida misma, en la que contactamos con algo a lo que podríamos llamar «nuestra esencia». Las palabras solas no alcanzan a explicarlo sin que parezca una locura, creo que es algo que solo se puede experimentar. Quizá lo único que hace el método es darle la mano a nuestra cabecita que tiene miedo, como si de un guardián del castillo se tratara, un guardián del horror que gracias a su férrea defensa impidió que nos volviéramos locos y que no quiere volver a sentir ese dolor. Solo si nos aliamos con él y nos deja conectar con el cuerpo podemos revivir el dolor primero para poder darle sentido después. Es para mí la integración de partes separadas de uno, que normalmente no detectamos, pero que a través de los síntomas nos gritan, que podemos llegar de esas partes que han quedado congeladas, apartadas, excluidas y nos llevan a sentir que algo no va bien, que no estamos completos, a pesar de tener de todo. Integrar esas partes nos lleva a una sensación de unidad y equilibrio interno, nos hace poder mirar de forma compasiva nuestras zonas que siguen oscuras, nos hace sentir mayor equilibrio y nos permite accederasí a nuestras propias herramientas y recursos. Actualmente estamos en el camino de un estudio piloto de treinta pacientes en el que se compara el método NUR con el método cognitivo conductual, para que así nos dé paso a un futuro ensayo clínico. En este estudio de diez meses de duración, que ha comenzado en octubre de 2020, vamos a comparar las variables de depresión, ansiedad y somatización en ambos grupos. Por ahora, son muchos cientos de pacientes los que se han beneficiado, así como alumnos que lo han recibido, quienes lo han vivido en una primera fase como un proceso interno para después poder aplicarlo con sus pacientes. Creo que es esa la manera de poder acompañar, primero vivirlo los terapeutas con nuestros propios procesos para después poder ayudar a otros. Excepto el EMDR, que tiene validez científica con estudios comparativos frente a la terapia cognitivo-conductual, el resto de técnicas arriba nombradas están en una fase previa y no hay estudios suficientes que las validen. Creo que simplemente los clínicos necesitamos ir por delante, nuestros pacientes no esperan al largo, aunque necesario, proceso de la evidencia científica. Meditación zen David Brazier, con su aproximación al budismo, me enseñó a activar un nivel de atención más «plena». Esa atención más plena es, junto con la hipnosis, lo que ha ayudado a que se integrara todo lo aprendido de las diferentes técnicas y fuera cogiendo una forma propia. A partir de la meditación, comencé a buscar dentro de mí más que en técnicas de otros, y es donde pude intuir el infinito que tiene todo ser humano dentro. Capítulo 1 Entrevista (fase 1) En la entrevista buscamos la información más nuclear, lo que está debajo del motivo de consulta a través de una pregunta basada en la solución y un triángulo del equilibrio donde colocamos la información mental, emocional y corporal del motivo de consulta. Una vez encontrado el objetivo de la sesión, precisamos con el grado de presencia la parte del cuerpo que necesita de mayor integración respecto al objetivo de la sesión. 1.Presencia. 2.Pregunta basada en la solución. 3.Triángulo del equilibrio. 4.Tanto por ciento de presencia. 5.Acuerdo de la Intención de la sesión. 6.Trabajo con la parte Boicoteadora. Explicaremos esta primera fase a continuación: el objetivo es encontrar una intención nuclear para poder trabajar lo que subyace al motivo de consulta que presenta el paciente. La entrevista, programada de esta manera, te hace enfrentarte a motivos universales, primarios, disminuyendo al mínimo las emociones secundarias que enmascaran la realidad. No puedes escaparte, te hace enfrentarte a la cruda y bella realidad, de esta manera, si sigues los pasos, evolucionas tú con el paciente. 1. Presencia Antes de comenzar con el protocolo para encontrar el motivo de consulta más nuclear, necesitamos estar lo más cerca posible de un estado en que el terapeuta esté lo más «vacío» y abierto posible, sin juicio. Nos vamos encontrando con las habilidades que necesitamos como terapeutas. El propio método nos lleva a crecer al tener que sostener y acompañar conflictos tan nucleares en el ser humano que todos compartimos. Se trata de atender a lo que tiene energía en el discurso del paciente, lo espontáneo, lo que te dice nada más entrar, sin pensar, lo que te resuena más a ti en tus tripas cuando lo escuchas. Esto es todo un arte, cuanto más limpios estamos de nuestras historias, cuantos más años de trabajo auténtico, más detectamos lo que tiene fuerza. En el caso de ser nuevo en esto, una de las maneras es atender a la palabra que se repite más, a la emoción en los ojos, la disminución en el tono de voz, la postura y dejarte llevar, confiar, para que la parte de ti que sabe se fíe de su instinto y note hacia dónde va tu atención. Si preguntas demasiado solo para tener información para ti mismo, por cotillear, eso es agresión, si estamos pensando en la persona que entrará después a la terapia, eso es agresión, si escuchamos algo del paciente que nos irrita y le devolvemos con palabras técnicas la irritación que provocó en nosotros, eso es agresión. En su interior siente la ofensa que estás haciendo y comienza a resistirse, y al resistirse no hay acceso a la información y el inconsciente se cierra. En definitiva, si no estás presente, no estás ayudando, y estar presente es todo un trabajo personal y un arte. Es importante que nos acerquemos a estar sin juicio e incluir todo lo que viene, aunque no nos guste. Todas las partes que aparecen son bienvenidas; la que quiere salir corriendo, la que quiere matar, la que solo quiere que le quieras a cualquier precio y te dice lo que quieres escuchar, la exceptiva que ya no cree en nada. Se trata de poder mirar con curiosidad cada opción. A mí me ayuda el sentir que simplemente hay que ir recogiendo trozos de uno, y cuantos más trozos reunimos y ayudamos a encontrar, más auténtico, más esencial es el ser que tienes enfrente y más me apasiona ver lo auténtico de alguien. El mismo método te ayuda, aunque ni sepas lo que es estar presente. Al hacer la pregunta cruda, tal cual, con el lenguaje de dentro, no hay manera de no ir errando en presencia. Llegó un día a mi consulta un paciente enorme, con mucha fuerza, de los que tienen algo que notas un gran empoderamiento. Un paciente de estos que también detectas que tiene mucho trauma, sin filtros, sin tonterías, mucho monstruo interno, y con los que puedes hablar de su horror, que no ponen muchas máscaras de defensa y están en «carne viva». Me pareció que estábamos en sintonía. Digamos más bien un trastorno límite, pero muy adecuado y encantador a su vez. Intuía que solo me daría una sesión de «prueba», así que después de la entrevista y encontrando rápido su objetivo, sin perder mucho tiempo, comencé con la segunda fase —inducción—. Seguido de la inducción, su cuerpo empezó a ponerse rígido y me dijo que mi voz le pareció de repente como de horror, le dio pánico, me miró y me dijo: «Tu voz es una bruja horrible». Le pareció la de una perfecta bruja, se sentía vulnerable y pequeñito y no podía con la sensación. Me recoloqué para recibir eso, los pacientes no nos suelen decir esas cosas. Le pregunté a ver cómo era mejor para él, a ver si necesitaba que me alejara y a ver a cuánta distancia. Me quedé donde a él le pareció bien. Le pregunté si esa sensación de escuchar la voz de una bruja era nueva en él y si la había sentido desde el principio. Me dijo que era muy antigua. Le hice una simple técnica de estabilización; que pusiera una mano en el estómago y otra en el pecho y que estuviera con ello. La técnica en ese momento fue lo de menos, lo que él notó fue mi manera de «digerir» eso de que mi voz es como la de una bruja. Me coloqué en posición de curiosidad total, de ver si había interferido yo de alguna manera. Entonces mi parte bruja se desplegó sin yo saberlo, mirándolo como una oportunidad increíble de llegar a algo muy nuclear también en mí. Intuyo que fue eso lo que a él le calmó, porque justo en la siguiente sesión no solo no salió la bruja, sino que él pudo sentir una parte de él muy poderosa —no creo que por casualidad—. La presencia, para mí, no es ser empático y blandito, todo lo contrario, si percibes una sonrisa que es falsa y pretende que te rías con él, no te ríes, se lo haces ver con el mayor de los respetos: «Esa sonrisa no me llega, quizá sea porque detrás esconde tristeza». Lo auténtico nos llega, nos toca, no aburre y, si le ayuda al paciente, me ayuda a mí. Si un paciente te está aburriendo y eres un terapeuta al que le encanta lo que haces, algo pasa, la persona está en emociones muy superficiales, en discursos ya muy aprendidos, y creo que nuestra labor es ir ayudándole a profundizar en la información que es más auténtica, lo verdadero nunca aburre. Uno de los pacientes sabios de los que he aprendido tanto es Gorka; un hombre joven, enérgico y exitoso en sus negocios. Llega a NUR como muchos de los que vienen, desesperado después de dar muchas vueltas por diferentes profesionalesde la salud mental, con un largo proceso de dieciocho años de médicos, psiquiatras y psicólogos. Siente «un bloqueo, un bicho en la parte derecha de la cabeza que no le dejaba vivir». Después de las pruebas físicas y comprobar que en su cerebro no había nada que explicase ese dolor, llegó a tener diferentes diagnósticos: ansiedad, trastorno obsesivo, hiperactivo, depresivo, trastorno de personalidad, cuadro psicótico. Encontró de bueno en NUR que no nos centrábamos en encasillarle en ningún diagnóstico, más bien hacemos diagnóstico de proceso, según el cuerpo nos expresa, allí trabajamos. Descubrió en las sesiones cómo una parte del síntoma venía de un suceso traumático en su vida en el que casi muere por un cóctel de drogas. Tiene grabada la imagen en las fiestas de San Fermín, tumbado en la ambulancia escuchando: «¡Se nos va!». Y creo que una parte de él de verdad se fue en ese instante. El dolor le está recordando que no habita en él, que hay una parte que se quedó allí en la ambulancia. No sé a dónde se va a nivel físico, pero cientos de pacientes tienen esa parte que en algún momento quiso desaparecer. Estar con 3/4 de uno mismo, siendo muy optimistas, está claro que no nos hace sentir bien. Gorka cuenta su proceso con el método como «tan difícil y tan fácil a la vez». Encontró después el trauma más enquistado, un abuso en la infancia, aunque eso da para otro libro. Lo difícil como terapeutas es simplemente dejar que ocurra, confiar en el enorme potencial del ser humano. Si nos colocamos por encima del paciente pensando que sabemos lo que ocurre y que un montón de títulos nos dan esa capacidad, posiblemente nos alejemos del camino que nos lleva a lo humano. Es curioso, a mí me pasa que cuando me subo arriba y creo que lo hago genial viene un nuevo paciente con el que no va bien la técnica y entonces me toca seguir buscando. Cuando más creas que has conseguido ese estado, se evapora. No te dejes embaucar, sigue buscando. Confiar en lo que tu intuición te dice y cada vez que la persona diga: «No sé si tiene que ver, pero…». «¡Eso es importante!». Eso pasa la barrera mental porque en un nivel parece una «tontería» y para nosotros no lo es. Esto es lo que yo entiendo en mi momento presente, lo que es estar en presencia y lo que puede ayudar a un terapeuta a conectar bien con el protocolo que viene a continuación. Muchas cosas pueden ayudar a que tengas presencia; la meditación, los viajes a tu cueva, la mirada a la naturaleza, la música, el baile. En general, cosas que te apasionan ayudan a potenciar la presencia. Si esta parte te parece aún difícil, solo comienza con el método, que te irá guiando. Solo el acceder a la pregunta que sigue en el siguiente punto te va a mover a estar más presente. No te escapes de ti y de tu propósito en la sesión y no le dejes al paciente que se escape en sus historias. La relación terapeuta-paciente debe ser una experiencia emocionalmente correctiva, que repare las carencias o traumas que se establecieron en los primeros vínculos con las figuras de apego. Lo que se ha roto en el vínculo debe repararse en el vínculo. Schore (2003) considera que en la relación vincular — fusional— primaria el infante «toma prestado» el córtex medial de la madre, permitiéndole regular el sistema límbico y reptiliano a través de la madre. Ante la idea de que el terapeuta sintonice psicológica y corporalmente con el paciente, de la misma manera que un padre/madre sintoniza con el cuerpo y las necesidades de su hijo, entiendo que esta capacidad permitiría que las acciones bloqueadas puedan ser completadas. En el método NUR pasa una cosa muy curiosa, cuando algún paciente no es de tu agradado y te saca de quicio por el motivo que sea, no es necesario que intentes ser empático porque el paciente detecta que es falso. Solo necesitas adentrarte un par de sesiones hasta que veas su yo más auténtico, entonces el cuerpo comienza a expresarse y eso es siempre verdadero, con eso sí conectas. Quizá su discurso siga proviniendo de las máscaras y defensas, pero como no le dejamos hablar mucho rato y nos adentramos rápido en lo corporal, el método no cansa, es simple, creativo y único en cada paciente. Todos tenemos filias y fobias, es solo que al ver lo auténtico a través del cuerpo expresado no aburre. Eso lo conseguimos con las preguntas y la metodología que proponemos. Todo el método está encaminado a que la persona se encuentre con lo que hay y deje de poner cara de lo que «debería» encontrar. Quizá en un futuro podré desarrollar más a nivel teórico el tema de la transferencia y contratransferencia porque sé que ocurre algo distinto, aunque aún no alcanzo a explicarlo. 2. Pregunta basada en la solución Se trata de proponer una pregunta que le ayude a él mismo a profundizar. La pregunta es tan sencilla como decir: «¿Qué necesitas?, ¿cómo sería que hacemos algo hoy y te va bien?, ¿qué necesitarías ver, sentir, notar, escuchar, cómo sería que solucionas?». La dividimos en tres partes para explicarla, aunque luego la formulamos completa. La pregunta se fue desarrollando en el método con influencias de la terapia estratégica de Nardone (Nardone y Watzlawick, 1993). «¿Qué necesitas?». Después de la pregunta dejamos un silencio, pueden pensar en quitarse esa angustia, dejar de sentir tristeza, acabar con el horror que hay dentro de su cabeza. Mi experiencia es que muchos se van en las primeras sesiones a buscar algo que les estorba en su mente. Como si tacharan a su jefe o a su suegra o eliminaran el «problema de su vida». Las opciones son infinitas. «¿Cómo sería que hacemos algo hoy y te va bien?, ¿qué necesitarías ver, notar, sentir, escuchar?, ¿cómo sería que tu problema está solucionado?». A veces les ayudo con la pregunta: «¿Cómo sería que ya no tienes que venir más a consulta?». Lo ponemos en diferentes canales: visual, kinestésico y auditivo, y colocamos la cuestión en la posibilidad de que se arregle lo que cada uno necesite. La pregunta se hace en tono hipnótico, lenta, pausada, como si intentáramos que nuestras ondas de voz acunaran al paciente, lo mecieran, lo envolvieran en algo esponjoso y suave y a su vez lo sostenga. Posición ocular: después de formular la pregunta, ponemos la atención en la dirección hacia la que van los ojos del paciente, hacia donde buscan la respuesta. En cuanto percibamos dónde se han colocado sus ojos, le decimos que intente mantener esa posición ocular, y es justo en esa posición donde vamos a poder profundizar más en la entrevista. Esto ya nos ayuda a que el paciente comience a entender que es él el protagonista y el que sabe; los ojos saben y nosotros los seguimos. Cuando la persona conecta con la posición ocular y le invitas a que se mantenga en esa posición unos segundos, su cuerpo comienza a expresar alguna sensación asociada a la posición ocular. Pudiera ser que se le active el pecho o cualquier parte del cuerpo. La activación puede ser negativa o positiva, por ejemplo, que se suelten los hombros, y eso nos lleve a ver qué parte de la solución tiene que ver con soltar carga del sistema familiar. El cuerpo no miente, con este método no nos perdemos en las palabras, en las historias que nos hemos contado, y comenzamos ya desde la entrevista a integrar el cuerpo en nuestro gran ayudante para «diagnosticar». Las respuestas a la pregunta de «qué necesitas» suelen ser de diferentes tipos: •Informaciones desde el nivel mental: «Quitar el runrún de la cabeza, entender qué me pasa, no sé, aclarar mi mente, estoy confuso». •Respuestas en el nivel emocional: «Soltar la presión del pecho, quitar los nervios del estómago, angustia en el pecho». •Respuestas en el nivel corporal: «Poder sostenerme, rigidez en todo mi cuerpo, estoy paralizado». Puede venir la respuesta en positivo, lo que necesita conseguir: «Sentir claridad en la cabeza». O en negativo: «Quitar presión en la cabeza, quitar dolor del pecho, soltar los músculos de todo el cuerpo». Necesitamos trasladar lo negativo en positivo para poder trabajarlo y poner así a la persona
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