Logo Studenta

Nuria Montejo Moreno - Abrazar al monstruo Manual del método Psicoterapéutico NUR para el tratamiento del trauma

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Abrazar	al	monstruo
Manual	del	método	Psicoterapéutico	NUR	©	para	el
tratamiento	del	trauma
Nuria	Montejo	Moreno
Abrazar	al	monstruo
Manual	del	método	Psicoterapéutico	NUR	©
para	el	tratamiento	del	trauma
Primera	edición:	2021
ISBN:	9788418435942
ISBN	eBook:	9788418435492
©	del	texto:
Nuria	Montejo	Moreno
©	de	la	cubierta:
Diseño:	Marta	Torreblanca	Pacheco
Realización:	Tomas	Carrascal	Gallardo
Ilustración:	Egon	Schiele
©	del	diseño	de	esta	edición:
Penguin	Random	House	Grupo	Editorial
(Caligrama,	2021
www.caligramaeditorial.com
info@caligramaeditorial.com)
Impreso	en	España	–	Printed	in	Spain
Quedan	prohibidos,	dentro	de	los	límites	establecidos	en	la	ley	y	bajo	los
apercibimientos	legalmente	previstos,	la	reproducción	total	o	parcial	de	esta	obra
por	cualquier	medio	o	procedimiento,	ya	sea	electrónico	o	mecánico,	el
tratamiento	informático,	el	alquiler	o	cualquier	otra	forma	de	cesión	de	la	obra
sin	la	autorización	previa	y	por	escrito	de	los	titulares	del	copyright.	Diríjase	a
info@caligramaeditorial.com	si	necesita	fotocopiar	o	escanear	algún	fragmento
de	esta	obra.
Índice
Sobre	mí	9
Prólogo	de	Roberto	Aguado	13
Introducción	19
Antecedentes	del	método	NUR	22
Hipótesis	del	método	NUR	25
Metodología	34
Qué	integra	NUR	de	los	diferentes	métodos	39
Capítulo	1.	Entrevista	(fase	1)	47
1.	Presencia	48
2.	Pregunta	basada	en	la	solución	53
3.	Triángulo	del	equilibrio	56
4.	El	tanto	por	ciento	de	presencia	65
5.	Acuerdo	de	la	intención	70
6.	Trabajo	con	la	parte	boicoteadora	73
Capítulo	2.	Estado	alterado	de	conciencia	(fase	2)	81
1.	Encuadre	81
2.	Qué	es	el	EAC	83
3.	Cómo	conseguir	el	EAC	87
Capítulo	3.	Resolución	(fase	3)	109
Introducción:	Ejercicios	de	resolución	109
1.	Nivel	sensoriomotor	(corporal)	113
2.	Ejercicio	de	frases	de	profundización	123
3.	Ejercicio	del	niño	interno	131
4.	Carga	sistémica	141
5.	La	sombra;	yo	como	tú	144
6.	Nivel	metafórico	150
7.	Vacío	165
Anexo	1.	Algunas	teorías	en	las	que	se	basa	el	método	NUR	181
1.	Teoría	de	apego	por	Laura	Regalado	—psicóloga	y	psicoterapeuta—	181
2.	Teoría	de	la	mente	187
3.	Teoría	del	trauma	192
4.	Principios	de	constelación	familiar	195
Conclusiones	198
Anexo	2.	Primera	aproximación	hacia	la	valoración	de	la	eficacia	del	método
NUR	199
Resumen	199
Diferencias	en	malestar	psicológico	tras	llevar	a	cabo	el	método	psicoterapéutico
NUR	200
Método	202
Referencias	bibliográficas	207
Agradecimientos	213
Sobre	mí
Mi	nombre	es	Nuria	Montejo,	el	editor	me	recordó	que	no	había	puesto	mi
nombre	al	enviarle	el	libro	—esa	soy	yo—.	Puedo	fallar	en	lo	básico	y	luego
hacer	algo	complejo	y	abstracto	me	puede	resultar	más	fácil.	Soy	psicóloga	y
psicoterapeuta,	he	desarrollado	el	método	NUR,	que	está	dirigido	a	psicólogos,
psiquiatras	y	terapeutas	fundamentalmente,	aunque	quizá	las	personas
interesadas	en	el	conocimiento	del	ser	humano	puedan	encontrarle	sentido	y
utilidad.	Mi	pasión	por	aliviar	el	sufrimiento	humano	me	llevó	a	estudiar	y	a
experimentar	en	mí	diferentes	técnicas,	para	después,	casi	sin	casi	darme	cuenta,
ir	integrándolas	en	una	metodología.	Soy	consciente	de	que	todos	hacemos	eso
de	alguna	manera,	pero	yo	sentía	la	necesidad	de	ir	sistematizándola	para	que
otros	pudieran	replicarla	y	expandir	sus	beneficios.	Mis	fuentes	has	sido:
hipnosis	clínica	(Terapia	de	Interacción	Reciproca),	EMDR,	brainspotting,
somatic	experience,	constelaciones	familiares	y	otro	sinfín	de	propuestas	que	fui
investigando	para	mí	misma	primero	y	para	mis	pacientes	después.
Al	poco	de	terminar	la	carrera	de	Psicología	en	la	Universidad	de	Deusto,	me
puse	a	trabajar	en	una	multinacional	farmacéutica	donde	me	impregné	de	una
forma	de	trabajar	en	la	que	se	buscaba	lo	más	«seguro»,	«eficaz»	y	lo	más
«rápido».	Ese	mantra	lo	trasladé	después	a	la	psicología,	campo	que	yo	percibía
demasiado	etéreo	y	en	general	poco	práctico.	Gracias	a	una	crisis	personal	en	la
que	un	psiquiatra	amigo	mío,	Pepelu,	vio	cómo	se	activaba	mi	cuerpo	por	una
simple	llamada	de	mi	jefe	y	me	dijo	muy	serio:	«Nuria,	¡eso	que	tienes	es
ansiedad!».
Me	tomé	entonces	un	tiempo	para	mí	en	el	que	retomé	la	psicología,	me	apunté
al	máster	de	Hipnosis	Clínica	de	Roberto	Aguado	y	allí	fue	donde	entendí	por
qué,	en	su	día,	había	elegido	la	carrera	de	psicología;	me	encontraba	en	mi
ambiente,	me	encantaba	todo	lo	que	aprendíamos,	aun	así	me	parecía	que	la
psicología	centrada	solo	en	la	palabra,	era	demasiado	lenta	y	mi	foco	se	centró
en	buscar	técnicas	rápidas,	que	a	la	vez	fuesen	a	la	raíz	del	problema.	Al	no
sentirme	miembro	de	ninguna	corriente,	no	tenía	miedo	de	probar	cosas	locas,	ni
mezclar	temas,	ni	ser	demasiado	ortodoxa.	Me	dejé	influir	por	todas	las	técnicas
que	estudié,	incluso	si	estaban	«proscritas»,	abrí	mi	consulta	y	el	boca	a	boca	la
fue	llenando.	Mis	pacientes	fueron	mis	mejores	maestros	y	quizá	tenga	que
pedirles	perdón,	porque	en	mi	necesidad	por	encontrar	una	manera	mejor	de
hacer,	a	veces,	no	los	veía	a	ellos,	no	obstante,	ellos	son	los	que	más	me
ayudaron	a	seguir	buscando	maneras	diferentes	para	entrar	en	ese	infinito	que
hay	dentro	de	cada	uno.
El	nombre	NUR	surge	en	una	cena	de	Navidad	con	amigas,	les	conté	cómo	me
habían	propuesto,	MOMO,	las	iniciales	de	mis	apellidos,	para	nombrar	al
método.	Entonces	una	de	mis	amigas	me	recordó	que	ya	existía	un	libro	con	ese
nombre	además	de	un	bar	cercano.	Otra	de	las	amigas	que	yo	no	conocía	dijo:
«¿Y	por	qué	no	NUR?,	es	el	principio	de	tu	nombre».	En	ese	instante,	alguien
leyó	en	el	móvil:	«NUR	significa	‘luz’	en	árabe».	Entonces	lo	vi	claro,	si	NUR
es	luz,	ese	era	el	nombre	adecuado	para	el	método.	En	esos	momentos	del
método,	muchos	pacientes	veían	una	especie	de	luz	blanca	casi	al	final	de	las
sesiones	cuando	habían	hecho	el	proceso,	y	a	mí	me	salía	decirles	que	esa	luz
seguro	que	tenía	algo	que	ver	con	su	«esencia».	Lo	de	la	luz	en	las	sesiones,
dicho	así,	puede	parecer	extraño,	pero	cuando	estás	en	un	estado	alterado	de
conciencia,	el	paciente	ha	pasado	por	momentos	de	pánico,	alguna	parte	de	su
cuerpo	le	ha	dolido	a	rabiar,	ha	sentido	mareo	o	náuseas	y,	finalmente,	le	ha
aparecido	una	luz	blanca	asociada	con	calma	interna,	es	algo	tan	gratificante	que
comienzas	a	darte	cuenta	de	la	grandeza	de	quien	tienes	enfrente.
Prólogo	de	Roberto	Aguado
Nuria	Montejo	sabe	relacionarse	como	nadie	con	la	trama	de	la	vida	en	la	que
están	subrayadas	las	memorias	priming	de	cada	uno	de	sus	pacientes.
La	vida	nos	va	tejiendo	a	través	del	aprendizaje	y	nuestra	genética	y	epigenética,
las	cuales	se	centran	en	el	estudio	de	toda	la	maquinaria	molecular	encargada	de
la	expresión	fenotípica,	comodulada	por	el	entorno	y	nuestra	base	biológica.
Heredamos	no	solo	genes,	también	costumbres,	hábitos,	ritos,	etc.,	que	nos	van
esculpiendo	desde	mucho	antes	de	nacer.
Se	debe	reseñar	que	la	conducta	no	es	realmente	la	unidad	de	medida	respecto	a
nuestra	forma	de	proceder.	La	unidad	de	medida	debe	ser	la	emoción	desde	la
que	se	realiza	dicha	conducta	(Aguado,	2014).	Es	fundamental	para	poder
determinar	el	verdadero	acto	o	conducta	poner	más	atención	en	la	intención	que
en	la	acción,	y	la	intención	siempre	es	emotiva.	«No	es	lo	que	dices,	no	es	lo	que
haces,	es	lo	que	sientes»	(Aguado,	2015).
LeDoux	(en	Belmonte,	2007)	indica	que	las	emociones	se	diferencian	entre	sí
por	implicar	a	múltiples	mecanismos	cerebrales	que	han	ido	surgiendo	en
estadios	muy	primitivos	de	la	evolución	animal,	por	lo	que	la	emoción	desde	la
que	se	hace	un	comportamiento	es	la	que	condiciona	la	acción	que	se	va	a
realizar,	siendo	todo	ello	inconsciente	para	el	sujeto.	De	tal	manera	que,	para
poder	cambiar	dicho	comportamiento,	si	no	es	adecuado,	lo	principal	es
gestionar	la	emoción	desde	la	que	se	ejecuta	(Aguado,	2005,	2009,	2014,	2015).
Un	mismo	comportamiento,	por	ejemplo,	morder,	no	tiene	la	misma
consecuencia	si	se	hace	desde	la	rabia	o	el	asco	que	si	se	realiza	desde	la
curiosidad	o	la	calma	—admiración—.	Maturana	(1997,	p.	15)	indica	que	las
emociones	son	«disposiciones	corporales	dinámicas	que	definen	los	distintosdominios	de	acción	en	que	nos	movemos.	Cuando	uno	cambia	de	emoción,
cambia	de	dominio	de	acción».
La	emoción	enmarca	nuestros	comportamientos	y	decisiones,	definiendo	los
parámetros	tomados	en	cuenta	en	cualquier	deliberación	particular,	y	determina
en	el	proceso	de	deliberación	racional	qué	alternativa	es	la	más	adecuada	para
encarar	la	situación	estimular,	dependiendo	del	aprendizaje	previo	en	situaciones
semejantes	(Maffía,	2005).	Es	por	esto	que	la	emoción	debe	ser	considerada
como	la	unidad	de	evaluación	básica,	y	no	la	conducta,	ya	que	iguales	conductas
tienen	diferentes	consecuencias	en	función	de	la	emoción	desde	la	que	se	realiza
(Aguado,	2014).
Y	es	en	esa	red	de	asociaciones	estímulos	y	respuesta	emocional	en	la	que	va
surgiendo	nuestra	forma	singular	de	proceder,	entender	y,	sobre	todo,	convivir
con	aquello	que	nos	rodea.
El	método	NUR	tiene	la	capacidad	de	conectar	con	esa	trama	vital,	identificando
aquello	que	impide	la	flexibilidad	emocional	como	equivalente	de	salud	mental.
Siempre	que	podemos	identificar	lo	acertado	de	nuestro	clima	emocional	ante
cualquier	situación	en	la	que	vivimos,	y	por	ello,	podemos	gestionarnos	para
poder	dar	una	respuesta	más	adaptativa,	nos	encontramos	dentro	del	paradigma
de	salud,	ya	que	esa	flexibilidad	nos	proporciona	la	capacidad	de	resiliencia	para
admitir	lo	que	ha	sucedido	sin	descomponer	nuestra	esencia	como	ser	único.	Sin
embargo,	la	rigidez	emocional,	es	decir,	responder	con	el	mismo	clima	a	todo
aquello	que	acontece,	es	propia	de	lo	que	hemos	denominado	enfermedad	o
trastorno	mental.
Esa	adaptación	a	los	avatares	de	la	vida	necesita	del	conocimiento	de	tres
grandes	saberes:
•Saber	lo	que	sabes	de	ti.
•Saber	lo	que	no	sabes	de	ti.
•Y	saber	por	qué	no	sabías	lo	que	no	sabías	de	ti.
De	tal	manera	que	poder	ser	consciente	de	tu	entramado	vital	te	ayudará	no	solo
a	liberar	las	tensiones	propias	de	tus	puntos	de	cruce,	lo	crucial,	representados
por	tus	vínculos,	sino	que	podrás	desaprender	aquello	que	te	impide	salir	de	tu
rigidez	para	posteriormente	reaprender	maneras	de	vincularte	mucho	más	sanas
y	por	ello	flexibles.
Debes	saber	que	vas	a	vivir	contigo	toda	la	vida,	y	no	sabemos	de	cierto	si	solo
será	esta,	por	lo	que	te	viene	bien	conocerte,	descubrirte	y,	sobre	todo,	sentir	que
llevas	las	riendas	de	tu	destino,	ya	que	lo	que	te	espera	tiene	mucho	que	ver	con
lo	que	en	este	momento	está	sucediendo.
Nuria	Montejo	ha	sido	capaz	de	elaborar	todo	un	método	en	el	que	facilita	esa
labor	de	comprensión	y	escenificación	de	aquello	que	te	pertenece,	y	que	quizás
esté	oculto	en	tu	cuerpo	como	escenario	de	expresión	de	todas	tus	memorias.
La	memoria	es	una	red	neurológica	de	conexión	que,	una	vez	establecida,	al
activar	una	de	sus	partes,	se	activan	todas	las	demás.	Lo	importante	en	la	clínica
y	la	salud	de	las	personas	no	lo	encontramos	tanto	en	las	memorias	explícitas	o
declarativas	como	en	aquellas	que	están	archivadas	en	estructuras	que	dan	lugar
a	las	memorias	implícitas	o	no	declarativas.
Las	estructuras	neurológicas	que	componen	esta	red	de	registro	de	memorias
implícitas	están	muy	ligadas	al	cerebro	reptiliano	que	sintetiza	las	químicas	que
posteriormente	activarán	las	estructuras	del	cerebro	emocional.	Estos	ríos	de
química	surgen	según	la	decisión	de	una	formación	de	nódulos	nerviosos	que
denominamos	formación	reticular.	Ella,	su	rama	ascendente	—tallo	cerebral-
neocórtex—,	nos	interesa	sobremanera,	y	se	denomina	sistema	activador
reticular	ascendente	(SARA).	La	formación	reticular	se	localiza	en	el	diencéfalo,
cerebro	medio,	puente	o	protuberancia	anular,	bulbo	raquídeo	y	la	médula
espinal,	constituyendo	una	amplia	red	de	núcleos	y	fibras	nerviosas
exquisitamente	interconectadas	que	se	encuentra	a	lo	largo	de	todo	el	neuroeje,
formando	el	entretelado	sobre	el	cual	reposa	y	se	construye	la	conciencia	y	el
aprendizaje	(Llinas	et	al.,	1998).
La	formación	reticular	forma	el	filtro	y	es	la	responsable	de	la	interpretación	de
la	información	percibida	mediante	los	órganos	de	los	sentidos	por	el	individuo.
Todos	aquellos	procesos	sensoriales	que	se	transformen	en	percepciones	y	que
tengan	información	que	potencialmente	se	puede	convertir	en	emociones	deben
ser	filtrados	y	analizados	por	esta	formación.	Sus	efectos	sobre	la	actividad
motora	pueden	ser	como	facilitador	o	estimulador	de	la	actividad,	así	como
inhibidor	o	depresor	de	la	misma.	Cuando	aumenta	la	actividad	del	SARA,	el
organismo	se	pone	en	alerta,	ya	que	comienza	a	bombardear	señales
inespecíficas	sobre	la	corteza	cerebral,	mientras	que,	cuando	disminuye,
sobreviene	la	somnolencia	(Moruzzi	y	Magoun,	1949).
En	cuanto	al	aprendizaje,	la	formación	reticular	se	encarga	de	advertir	la
respuesta	más	adaptada	para	cada	estímulo,	dependiendo	de	la	experiencia	ya
acontecida	sobre	estímulos	similares,	a	través	de	los	neurotransmisores	que
elige,	y	que	van	a	repercutir	en	las	áreas	del	cerebro	emocional	que	activan	o
inhiben,	forjándose	las	plataformas	de	acción	o	respuestas	psicofisiológicas	que
anteceden	a	la	emoción	básica	escogida.
La	activación	de	un	universo	emocional	es	adecuada	según	su	utilidad,	en
términos	de	supervivencia	o	adaptación,	ante	la	situación	estimular	que	en	ese
momento	se	está	viviendo.	Quien	determina	la	adecuación	de	la	respuesta
emocional	es	siempre	la	situación	contextual	en	la	que	se	está	viviendo	en	ese
momento	(Aguado,	2009).	Para	lograr	dicha	adecuación,	es	necesario	no	solo
activar	el	universo	emocional	más	útil,	sino	que	también	es	necesario	que	sea
activado	en	la	intensidad	requerida	para	la	adaptación	a	dicha	situación.	Tanto	lo
ajustado	del	universo	emocional	como	la	intensidad	está	determinada	por	el
consenso	cultural	y	social	y,	por	ello,	una	misma	respuesta	emocional	será
adecuada	o	no	según	en	qué	contexto	cultural	y	en	qué	momento	social	lo
realizamos	(Day	y	Parlakian,	2004;	Gross	et	al.,	2006).
Con	el	método	NUR	puedes	viajar	a	lo	más	profundo	de	tus	memorias,	y	por	ello
a	lo	más	cercano	a	ti.	Disfruta	de	este	viaje,	pero	también	del	encuentro	con	todo
aquello	que	habite	en	el	paisaje	de	tu	vida.
Roberto	Aguado
Noviembre	2020
Introducción
El	método	NUR	surge	del	dolor,	de	la	desconexión,	quizá	de	la	mentira,	e
intenta	ir	hacia	algo	auténtico.	Es	a	través	de	la	enfermedad,	del	síntoma,
como	creo	que	vamos	encontrando	partes	de	nosotros	que	se	separaron	en	el
momento	traumático.
El	método	surge	de	mi	dolor,	de	mi	búsqueda	por	entenderme.	Detrás	de	una
apariencia	de	niña	buena,	llevaba	dentro	un	mundo	no	expresado	que	había	sido
aplacado,	primero	por	mi	entorno,	y	después,	de	forma	más	despiadada,	por	mí.
El	sentir	que	no	tenía	nada	especial	que	aportar	creo	que	fue	lo	que	me	hizo
buscarlo	desesperadamente.	Ser	original	fue	uno	de	mis	intentos.	Recuerdo	a	una
amiga	de	la	adolescencia	que	me	descolocó	al	decirme:	«¿Para	qué	tienes	que	ser
tan	original?».	Ser	original	ahora	lo	veo	como	buscar	eso	que	nos	hace	únicos,
llegar	al	origen	de	lo	traumático	para	deshacer	el	bloqueo	que	se	formó	y	no	te
dejó	mirar	esas	partes	que	se	rompieron,	se	cerraron	y/o	se	desconectaron	de	ti.
Entonces	perdiste	fuerza	porque	estabas	separado,	escindido.	Solo	se	trata	de
buscar	los	pedazos,	y	ellos	ya	saben	cómo	unirse,	pero	¿cómo	buscar?	Te	voy	a
ir	presentando	una	manera.	Se	trata	de	llegar	a	recordar	quiénes	somos	y	de
dónde	venimos.
En	las	terapias,	lo	que	aprendía	y	recibía	sentía	que	para	mí	no	era	suficiente.
Todas	me	ayudaban	a	su	forma,	pero	no	llegaban	a	donde	yo	necesitaba.	No
tenía	muchos	recuerdos	de	la	infancia,	mi	cabeza	no	era	demasiado	lógica	y	mi
falta	de	identidad	me	llevaba	a	que	cada	cosa	que	me	dijera	mi	profesor	o	mi
terapeuta	me	pareciera	bien,	pero	no	sentía	que	llegara	yo	a	mis	conclusiones,
sino	que	daba	por	buenas	sus	interpretaciones.	Me	guiaban	demasiado	y	yo	me
dejaba.	Por	otro	lado,	en	las	terapias	que	aprendía	no	encontraba	una	manera	de
hacer	en	la	que	el	paciente	«hiciera»	y	llegara	a	algo	por	él	mismo,	que	fuera
algo	auténtico	de	él	y	no	una	afirmación	de	la	teoría	propuesta	por	el	terapeuta
elegido.	A	raíz	de	ello,me	di	cuenta	enseguida	de	que	me	producían	mayor
fascinación	los	pacientes	complejos,	raros	y	difíciles,	esos	que	no	tenían
solución	desde	otras	perspectivas.	Ha	sido	en	gran	parte	gracias	a	ellos	que	di
forma	a	este	método,	cuyo	objetivo	comenzó	con	ayudar	a	aliviar	el	sufrimiento.
Entendí	más	tarde	que	el	paciente	que	no	llegaba	a	su	solución	conmigo	era
simplemente	porque	yo	no	había	llegado,	así	que	seguí	en	mi	búsqueda.
Mis	comienzos	en	la	psicología	partieron	de	leer	a	Sigmund	Freud.	Lo	leía	como
si	de	una	novela	se	tratara,	mi	parte	más	racional	no	le	entendía	demasiado,	pero
distinguía	lo	poderoso	y	lo	original	de	su	increíble	aportación.	Podía	percibir	que
llegar	a	«tocar»	algo	parecido	a	la	idea	de	inconsciente	era	donde	había	que	ir	y
que	el	resto	me	parecía	pérdida	de	tiempo.
Cuando	Freud	(1920)	habla	de	esa	fuente	en	la	psique	que	está	más	allá	del
principio	del	placer,	que	no	obedece	a	sus	leyes	y	es	previa,	es	a	esa	zona	sin
explorar,	esa	fuente	que	está	más	allá	del	principio	del	placer,	esa	zona	que
existe	presa,	es	allí	donde	creo	que	intenta	llegar	el	método	NUR.	¡Quizá
demasiado	ambicioso!	¡Totalmente	de	acuerdo!
Su	aportación	fue	ver	las	emociones	inexpresadas	como	enterradas	vivas	que
salen	después	de	peores	formas.	Esa	información	atascada	y	bloqueada	es	la	que
yo	entendí	en	su	momento	que	nos	impedía	en	parte	vivir	el	presente.
Lo	que	sí	me	faltaba	en	su	increíble	aportación	al	entendimiento	humano	era	ver
de	forma	más	clara	que	esas	emociones	no	expresadas,	reprimidas,	de	las	que
Freud	hablaba	están	alojadas	en	el	cuerpo	y	que	el	cuerpo	nos	lleva	a	ellas	si
sabemos	cómo	preguntarle.
Su	teoría	«pulsión	de	vida	y	de	muerte»	tenía	para	mí	todo	el	sentido.
Simplemente	añadiría	después	de	estudiar	otras	corrientes	que	esa	pulsión	de
muerte	dentro	de	nosotros	también	está	conectada	con	el	sistema	familiar,	con
nuestros	antepasados.	No	es	exactamente	como	el	inconsciente	colectivo	de
Jung,	es	algo	más	sencillo,	más	asequible	para	cualquier	terapeuta,	pero	a	la	vez
muy	real.
Veo	la	búsqueda	de	la	salud	mental	como	una	integración	de	partes	escindidas	de
nosotros	mismos,	y	es	«integrando»	esas	partes	cuando	se	puede	ir	sintiendo
unidad	en	el	yo	o,	cuanto	menos,	mayor	equilibrio.	A	diferencia	de	las	teorías
psicoanalíticas,	creo	que	la	identificación	de	estas	partes	escindidas	del	yo	es
necesario	hacerla	incluso	primero	desde	el	cuerpo	con	el	tejido,	porque	es	el
tejido	el	que	nos	explica	cómo	es	el	camino	de	vuelta	al	ser.	Es	curiosa	la	forma
que	tiene	el	yo	de	ir	integrándolas.	Hay	un	orden,	como	el	principio	de	física	en
el	que	los	trozos	se	rompen	de	una	manera	—exfoliación—.	La	«vuelta	a	casa»
tiene	sus	leyes	y	niveles,	y	es	el	cuerpo	el	que	nos	guía	en	el	camino.
Seguro	que	muchos	otros	han	visto	y	definido	infinitamente	mejor	el	sentido	de
integración	de	partes	y	búsqueda	del	equilibrio.	Mi	aportación	viene	de	una
manera	funcional	y	directa	de	hacerlo,	con	un	método	que	guía	en	el	acceso	a
este	vasto	universo	que	es	la	mente	humana.
El	método	NUR	trabaja	en	el	nivel	más	sistémico	o	estructural	del	que	habla
Freud,	en	el	que	no	hay	palabra,	sino	investidura,	por	ejemplo,	se	habla	de	la
representación	de	un	árbol	y	no	de	la	palabra	árbol.
Antecedentes	del	método	NUR
Una	de	las	influencias	en	el	desarrollo	del	método	fue	la	hipnosis,	tanto	la
clásica	como	la	post-Ercksoniana	que	estudié	con	Roberto	Aguado	(Aguado,
2005).
Creo	que	el	giro	que	tomó	la	hipnosis	después	de	las	aportaciones	de	Charcot
(1888)	hacia	el	mundo	del	espectáculo	la	colocaron	en	una	posición	en	la	que	ni
los	psiquiatras	ni	los	neurólogos	quisieron	investigar	más	y	se	ha	quedado	con
una	mala	imagen	fruto	también	de	falta	de	investigación	rigurosa.
Con	la	hipnosis	se	me	abrió	un	universo.	Las	técnicas	hipnóticas	que	aprendí,
junto	con	la	técnica	que	desarrolló	Roberto	Aguado,	movimiento	de	cabeza
involuntario	(MCI®),	me	dieron	un	lenguaje	diferente	de	acceso	y,	sobre	todo,	la
defensa	de	la	parte	mental	que	protege	para	no	sufrir	otra	vez	disminuía.	Las
personas	que	eran	más	sugestionables	mejoraban	con	las	técnicas	hipnóticas,
además,	las	sensaciones	eran	para	mí	muy	placenteras.	El	vínculo	que	se
conseguía	con	el	paciente	era	más	profundo	que	cuando	simplemente	hablaba
con	él	o	intentábamos	transformar	los	pensamientos	desadaptados	y	gestionar
mejor	las	emociones.	Ese	vínculo	que	se	creaba	gracias	al	estado	hipnótico	creo
que	era	el	que	conseguía	muchas	veces	la	evolución	del	paciente	hacia	la	mejoría
de	sus	síntomas	y	sensaciones	de	bienestar.
Con	las	técnicas	hipnóticas	que	aprendí,	muchos	de	los	pacientes	mejoraban,
pero	existía	un	tipo	de	pacientes	menos	sugestionables	y	otro	tipo	con	trauma
severo	con	el	que	a	mí	no	me	funcionaba	la	hipnosis	clínica	o	no	veía	cambios
significativos,	así	que	seguí	buscando.
***
Comencé	entonces	a	formarme	en	desensibilización	y	reprocesamiento	por
movimientos	oculares	(EMDR)	(Shapiro,	1995),	técnica	cuya	autora,	Francine
Shapiro,	descubrió	de	una	forma	casual	en	1987.	Es	un	abordaje	psicoterapéutico
que	trabaja	sobre	el	propio	sistema	de	procesamiento	del	paciente.
Trabajé	muchos	años	con	este	método,	incluso	muchas	mujeres	con	abuso
mejoraban	mucho	con	EMDR;	dejaban	de	tener	flashbacks,	pesadillas,	podían
integrar	bien	el	suceso	y	ponerlo	en	«pasado».
Me	ayudó	mucho	a	encontrar	los	traumas	del	pasado	que	influían	en	el	individuo
y	sus	dificultades	del	presente,	pero	para	algunas	personas	era	demasiado	duro.
Salía	el	abuso	o	la	situación	traumática	muy	fácilmente	y	con	muchos	pacientes
funcionaba	muy	bien,	pero	nos	metíamos	en	el	trauma,	para	mí,	muy
bruscamente,	por	lo	que	muchos	pacientes	después	de	la	sesión	se	quedaban	en
cama	unos	días	y	no	querían	volver.	Con	esto	no	quiero	decir	que	EMDR	sea
como	yo	lo	veo,	más	bien,	a	mí	me	pasaba	eso	con	este	método,	que	considero
muy	potente.	Esta	cuestión	me	llevó	a	investigar	el	brainspotting	como	otra
manera	quizá	más	«suave»	de	aplicación.	Encontré	que	el	punto	ocular	me	dio
sentido	y	así	lo	integré,	pero	no	seguí	investigando	más	por	ese	lado.	Así	que
seguí	buscando.
***
Un	compañero,	Joserra,	buscador	incansable,	me	guiaba	en	cada	técnica	o
propuesta	que	él	investigaba	y	me	animó	a	ir	a	una	constelación	familiar	en	San
Sebastián.	Me	pareció	poderoso	lo	que	me	contó	y	quizá	por	eso	me	animé	a	ir.
La	facilitadora	preguntó	quién	quería	trabajar	algún	tema	familiar,	y	yo,	como
siempre,	levanté	la	mano.	No	recuerdo	qué	tema	saqué	o	qué	quise	trabajar,
aunque	seguro	que	tenía	que	ver	con	mis	acúfenos.	La	facilitadora	me	hizo	elegir
a	dos	personas	que	representaran	a	mis	padres,	así	lo	hice,	y	entonces	ocurrió
algo	que	cuando	menos	me	sorprendió:	los	que	representaban	a	mis	padres
comenzaron	a	«actuar»,	a	andar	por	la	sala	casi	pegados,	y	los	reconocí.	¡Los
«representantes»	actuaban	como	mis	padres	reales!	Hasta	mi	padre	ficticio	se
agarraba	el	estómago	con	dolor	—justo	ese	era	el	punto	débil	de	mi	padre—.
Esas	personas	no	me	conocían,	ni	yo	a	ellas,	¿qué	estaba	pasando?	No	entendía
nada,	pudiera	ser	sugestión	—desde	luego,	yo	soy	sugestionable—.	Había	que
mirar	eso	mejor,	leer,	informarse	y	buscar	a	alguien	bueno	que	me	explicara	lo
que	yo	había	experimentado	ese	día.	En	esta	parada	del	viaje	investigué	en	la
formación	de	Guillermo	Echegaray,	con	Brigitte	Champetier	y	en	varios
seminarios	de	Frank	Ruppert.	El	origen	de	todos	ellos	estaba	en	Bert	Hellinguer
(2002),	creador	de	las	constelaciones	familiares.	A	pesar	de	no	existir	evidencia
científica	publicada	por	revistas	especializadas	que	avalen	la	utilidad,	más	allá
de	la	sugestión	o	placebo,	qué	interesante	me	pareció	entonces	investigar	el
mecanismo	del	placebo,	lo	que	yo	vivía	en	las	formaciones	me	daba	información
a	la	que	de	otras	maneras	no	podría	acceder.	Creo	que	con	ellos	pude	comenzar	a
discernir	lo	auténtico	de	lo	que	podía	ser	simple	sugestión.
Mis	siguientes	pasitos	me	llevaron	a	México,	mi	maestro	en	aquel	momento,	J.
M.	Doniz,	hombre	con	técnica	propia	y	saber	ancestral,	que	no	tenía	tanta	prisa
como	yo.	Cuando	le	dije	que	intuíaque	tenía	que	ir	a	México,	me	aconsejó	que
contactara	con	Iván	Ramón,	chamán	de	linaje	que	me	mostró	su	«medicina».
Recuerdo	las	friegas	que	me	hizo	por	todo	el	cuerpo,	el	dolor	y	el	susto	que,
según	él,	llevaba	encima	e	intentó	quitarme.	De	estas	experiencias	poco
ortodoxas	lo	que	más	aprendí	fue	a	quitar	miedo.	La	experiencia	con	Iván
Ramón	creo	que	me	ayudó	también	a	situarme	mejor	ante	situaciones
complicadas	con	los	pacientes;	cuando	un	paciente	entra	en	una	abreacción,
haber	pasado	por	experiencias	de	ese	tipo	te	permite	desarrollar	habilidades	y
presencia	con	las	que	sostener	sus	reacciones	más	intensas.
Una	vez	en	México,	escuché	algo	de	que	California	era	el	centro	de
comunicación	de	la	Tierra.	No	recuerdo	en	qué	contexto	fue,	pero	en	ese
momento	creí	que	mi	siguiente	parada	era	California.	Mi	amiga	y	colega	Macu,
que	es	la	claridad	personificada,	me	guio	hacia	el	Instituto	Esalen,	California.
Allí	el	antropólogo	Wesselman	(2002)	me	llevó	a	la	exploración	de	estados	de
trance	mediante	el	sonido	de	percusión.	Las	sensaciones	corporales	de	bienestar,
unidad,	plenitud	que	sentí	allí	necesitaban	de	una	explicación	al	menos
coherente,	sin	que	mis	compañeros	psiquiatras	me	dijeran:	«Nuria,	por	mucho
menos	de	eso	que	me	cuentas	ingresamos	a	la	gente».	Dicha	explicación	llegó
cuando	comenzó	a	desarrollarse	uno	de	los	aspectos	más	característicos	del
método	NUR:	el	empleo	de	un	estado	alterado	de	conciencia	no	necesariamente
tan	profundo	como	la	hipnosis	para	llegar	a	información	no	consciente	y
encontrar	así	en	el	cuerpo	la	guía	del	proceso.
Años	después,	contacté	con	la	psicología	budista	de	mano	de	Brazier,	maestro
del	dharma,	y	Redondo,	maestro	zen	de	Bilbao.	Contactar	con	su	sabiduría
bañada	de	dosis	increíbles	de	sencillez	me	ayudó	a	asentar	todo	lo	aprendido	y
dar	espacio,	a	encontrar	momentos	de	ese	espacio	que	hay	entre	lo	que	nombro
como	mi	yo	y	lo	que	alcanzamos	a	intuir	cuando	rozamos	la	burbuja	del	no	yo,
la	no	mente,	el	nagual,	el	tao	o	como	quieras	llamarlo.	La	meditación	zen	me
ayudó	a	dejar	posar	lo	que	ya	existía	sin	tener	que	ir	corriendo	en	busca	de	más
experiencias.	Encontrarse	con	personas	con	plena	dedicación	al	conocimiento	es
inspirador	en	sí	mismo.
Hipótesis	del	método	NUR
Después	de	más	de	quince	años	viendo	pacientes	y	contando	los	resultados	que
veía	en	ellos,	mi	amiga	Teresa,	de	esas	que	tienen	mucha	materia	gris,	me	dijo:
«¡Nuria,	tú	tienes	un	método!	Y	te	puedo	ayudar	a	estructurarlo	para	que	más
gente	se	vea	beneficiada,	lo	tienes	que	exportar	al	mundo».	Su	mente
marketiniana	respiraba	por	sus	poros.	Recuerdo	que	en	ese	momento	trabajaba
en	el	hospital	Quirón,	salía	del	despacho	con	la	cabeza	echando	humo	después
de	intentar	explicar	a	Teresa,	economista	de	formación,	lo	que	hacía	en	cada
sesión.	Sus	preguntas	me	llevaban	a	intentar	simplificar	y	poner	nombre	a	cada
paso	que	hacía	en	las	sesiones.	Lo	que	a	ella	no	le	encajaba	de	mis	explicaciones
lo	tenía	que	volver	a	revisar	y	contárselo	con	sentido.	Sus	frases	eran	tipo:
«¡Nuria!,	has	empleado	dos	términos	diferentes	para	lo	mismo,	elige	uno,	me
confundes».	Dentro	de	mí,	por	momentos	pensaba	en	asesinar	a	una	amiga,	pero
sabía	que	esa	labor	era	vital,	aparte	de	que	me	ayudó	a	explicarme	mejor,	aunque
me	sigan	diciendo:	«¡Nuria,	lo	mal	que	te	explicas	y	lo	bien	que	te	entiendo!».
O	cosas	como	las	que	ve	Gaizka	al	corregir	el	libro:	«Hay	espacios	que	te
inventas,	las	comillas	son	para	ti	una	diversión».	Con	infinita	amabilidad	me
dice:	«¡Nuria!,	creo	que	solo	lees	el	significado	psíquico	de	las	palabras	y	con
eso	te	sobra».	Me	podrás	decir	que	el	resto	te	da	igual	y	estaría	acertado.	Sé	que
hay	información	lógica	y	estructural	que	no	consigo	que	se	me	grabe	en	la
cabeza	y	otra	más	propia	de	«hemisferio	derecho»	con	la	que	me	muevo	como
pez	en	el	agua.
Comencé	a	darme	cuenta	de	que	había	estructurado	un	método,	una	manera	de
hacer,	que	lo	que	hacía	era	diferente	y	mis	compañeros	de	profesión	coincidían
en	destacar	la	potencia	y	rapidez	del	mismo.	Quedaba	ver	entonces	el	porqué,
qué	hacía	diferente	o	qué	cosas	se	habían	integrado	de	tal	manera	que
funcionara,	en	definitiva:	¿cuál	era	la	hipótesis	del	método?	Así	fueron	llegando
poco	a	poco	a	algunas	conclusiones.
Comenzaremos	con	la	definición	de	trauma	de	Janet	(1889):	«Ante	algo
inevitable,	los	mecanismos	de	defensa,	de	lucha	y	huida	no	van	a	funcionar,	nos
sobrepasan.	El	pasado	es	presente,	los	recuerdos	no	se	transforman,	los
pensamientos	se	rumian,	las	emociones	se	desbordan	o	no	las	hay».
Así	es	lógico	pensar	que	el	trauma	rompe	el	desarrollo	normal	de	la	persona	y
queda	enquistado,	apartado.	Lo	complicado	es	poder	demostrar	que	todos
tenemos	trauma.
Lo	que	comprobaba	en	mi	consulta	es	que	las	teorías	de	trauma	que	se	explican
en	el	libro	El	yo	atormentado	(Hart,	Nijenhuis	y	Steele,	2005)	coincidían	con	lo
que	yo	veía	en	la	consulta,	no	solo	en	los	pacientes	con	trauma	claro,	como	los
trastornos	disociativos,	sino	en	los	casos	más	comunes,	como	una	ansiedad
generalizada	o	una	depresión	endógena.
Coincido	con	la	psicoanalista	Elisabeth	Howell	y	su	visión	del	trauma.	Ella	nos
explica	cómo	para	ella	el	trauma	en	un	sentido	estadístico	es	normal,	y	así	lo	es
también	la	disociación.	Elisabeth	Howell	encuentra	disociación	también	en
entornos	familiares	caóticos,	abusivos	o	negligentes.	Relaciona,	además,	la
disociación	con	relaciones	interpersonales	en	las	que	se	da	una	relación	de
ansiedad	severa	(Howell,	2005).
Se	trataría	entonces	de	poder	constatar	cómo	el	trauma	se	queda	almacenado	en
fragmentos	de	memoria	traumática	en	forma	de	olor,	luz,	movimiento,	una
sensación	interna,	un	pensamiento	asociado	o	una	imagen	y,	además,	en	el	nivel
más	profundo	se	quedaría	grabado	en	forma	de	una	sensación	de	congelación	o
de	parálisis.	Solo	si	rescatamos	estos	fragmentos	tanto	de	la	memoria	mental,
corporal	como	cognitiva	podremos	integrar	el	trauma	y	pasarlo	a	pasado	y	que
no	siga	existiendo	en	nuestro	presente	de	manera	que	impida	la	acción.	No	solo
que	se	desbloquee	y	elimine	por	tanto	sufrimiento,	sino	que	nos	ayude	a	entender
nuestros	mecanismos	de	protección	y	defensa	y	así	poder	reconciliarnos	con
nosotros	mismos	y	crecer.
He	comprobado	en	la	clínica	cómo	esas	partes	separadas	de	uno	mismo,	esas
partes	disociadas	en	el	momento	traumático	—entendiendo	trauma	como	un
suceso	que	toda	persona	ha	vivido	en	algún	momento	de	su	vida—	llevan
nuestra	«esencia».	Esas	partes	se	separaron	en	momentos	traumáticos	como	una
manera	eficaz	que	encuentra	nuestro	cuerpo	de	sobrevivir	ante	una	situación
dolorosa.
La	hipótesis	del	método	se	podría	condensar	así:	el	método	NUR	trata	de
conectar	con	el	origen	del	trauma,	integrando	fragmentos	de	memoria
traumática:	corporal,	emocional	y	cognitiva,	transformando	la	rigidez	en
flexibilidad,	el	caos	en	orden,	acercándonos	así	a	un	mayor	equilibrio.	Esto	lo
consigue	a	través	de	un	estado	alterado	de	conciencia,	de	la	atención	al	cuerpo	y
de	una	mirada	al	sistema.
La	última	parte	del	enunciado,	el	cómo	se	hace,	es	lo	que	podemos	ahora	esbozar
para	que	se	entienda	qué	hace	el	método:
•Estado	alterado	de	conciencia.
•Atención	al	cuerpo.
•Mirada	sistémica.
«Tan	fácil	y	tan	difícil	a	la	vez»,	como	dice	Gorka,	paciente	que	después	de
múltiples	diagnósticos	encuentra	su	parte	congelada	a	la	que	no	tenía	acceso.	Su
trauma	de	abuso	en	su	infancia	estaba	pendiente	de	ser	expresado	y	su	cuerpo
hizo	la	increíble	odisea	de	sacarlo.	Es	la	falta	de	acceso	a	esas	partes	escindidas
la	que	nos	lleva	a	sentir	vacío,	miedo,	insatisfacción,	bloqueo,	obsesión.	O	la
mayoría	del	ramillete	de	trastornos	que	se	presentan	en	los	manuales
diagnósticos.
La	información	traumática	que	se	separó	de	nosotros	para	que	pudiéramos	ir	a
por	el	pan,	al	colegio	o	a	hacer	una	vida	normal	está	codificada	en	alguna	parte
del	cerebro	de	difícil	acceso,	protegida	para	que	no	volvamos	a	sentir	ese	dolor,
pero	es	solo	atravesándolo	que	se	suelta,	se	puede	integrar,	deja	de	bloquear	y
produce	crecimiento.	La	dificultad	primera	con	la	que	nos	encontramos	es	quela
mente	nos	protege	como	un	perro	guardián,	nos	engaña,	nos	desvía	y
necesitamos	ir	allí	de	una	manera	tonta,	simple,	sin	meter	mucho	ruido,	sin	que
interprete	que	hay	peligro.
Como	decía	Castaneda	(1974,	p.	20):	«Personalmente,	detesto	la	oscuridad	y	la
morbidez	de	la	mente,	me	gusta	la	inmensidad	del	pensamiento».	El	objetivo,
entendí	entonces,	era	despistar	a	la	mente	para	que	nos	deje	acceder	a	la	no
mente,	a	esa	inmensidad	donde	está	la	enorme	capacidad	de	cambio	y	poder	para
transformar.
Según	mi	experiencia,	la	persona	más	racional,	científica	y	objetiva	en	algún
momento	de	su	vida	se	asustó	tanto	de	su	vuelo,	de	su	ruptura,	que	decidió,	con
buen	criterio	para	su	sistema	interno,	no	volar	más	y	ser	lo	más	lógica	posible.
Es	por	miedo	a	esa	sensación	de	descontrol	tan	grande	que	se	dedica	a	poner	a	su
alrededor	las	cosas	bien	en	su	sitio,	y	eso	le	da	una	sensación	de	falsa	seguridad
necesaria.	El	miedo	a	la	locura,	al	descontrol,	es	algo	horrible,	y	para	escaparse
de	ello	una	buenísima	estrategia	es	atar	todo	bien	atado.	El	problema	es	que	uno
llega	a	asfixiar	partes	de	uno	mismo,	y	la	sensación	de	insatisfacción,	de	no	estar
completo	o	de	sentirse	vacío,	a	pesar	de	tener	de	todo,	se	sigue	manifestando.
En	estas	cabezas	con	una	imagen	externa	más	racional,	la	parte	emocional	y	la
racional	están	cada	una	por	su	lado,	no	hay	conexión.	Se	crea	una	protección
racional	para	que	la	emoción	no	se	desborde,	pero	es	imposible	a	costa	de	que	la
razón	termine	agotada	de	sujetar,	la	solución	es	que	entiendan	que	las	dos	son
necesarias.	Si	la	mente	entiende	cómo	su	ser	se	colocó	de	esa	manera	para
protegerse,	y	que,	en	origen,	dicho	ser	estuvo	unido,	es	así	como	va	a	poder	por
fin	dejar	de	sujetar	para	poder	sumar	y	ayudarle	a	que	deje	de	luchar	para
protegerse.	En	realidad,	la	protección	es	de	algo	que	ya	no	está	pasando,	que	ya
pasó,	y	tratar	así	de	integrarlo,	ponerlo	en	el	pasado,	aprender	algo	de	la
experiencia	y	poder	simplemente	vivir.	Hay	que	honrar	a	esa	parte	racional	que
está	protegiendo	el	castillo	sin	tregua,	es	agotador	para	ella.
Para	poder	explicar	cómo	veo	en	consulta	el	trauma	simple,	contaré	una	historia:
Juan,	un	hombre	de	sesenta	años,	sufre	un	accidente	de	coche	donde	se	queda
«encerrado»	minutos	eternos	hasta	que	llegan	los	bomberos.	Después	de	un	año
del	accidente,	viene	a	consulta.	Presenta	angustia	con	crisis	de	pánico;	las	crisis
se	suceden	en	restaurantes,	cines,	en	el	banco	donde	trabaja.	En	la	casa	es	casi	el
único	sitio	donde	se	siente	algo	más	seguro.	Si	sale	al	cine,	su	mayor
preocupación	es	buscar	la	salida.	Necesita	tener	todas	las	posibles	situaciones
pensadas,	todo	estudiado,	dedica	el	tiempo	a	eso	y	no	puede	simplemente
disfrutar	de	la	película	porque,	si	pierde	el	control,	de	repente,	su	corazón
comienza	a	latir	como	si	viniera	un	león	y	Juan	estuviera	en	la	mismísima	selva.
Con	el	tiempo	comenzó	a	evitar	esos	sitios	que	su	cerebro	experimentaba	como
peligrosos.	Mi	manera	de	enfocarlo	es	pensar	que	para	algo	su	cerebro	le	manda
esa	información,	que	tiene	un	sentido,	nos	quiere	llamar	la	atención;	ni	está
buscando	que	su	mujer	le	deje,	ni	dejar	de	trabajar	en	algo	que	a	él	le	hacía
sentirse	útil.	Nuestra	función	como	terapeutas	es	ayudarle	a	encontrar	lo	que	nos
quiere	decir	su	mente.	Sabemos	que	cuando	sufrimos	un	accidente	grave	nuestro
cerebro	lo	va	procesando,	con	el	sueño	se	va	reparando,	con	el	apoyo	emocional
del	entorno	pasa	un	tiempo	y	el	accidente	queda	en	el	pasado.	¿Por	qué	a	Juan	no
le	pasó	eso?	En	la	sesión	sale	la	imagen.	Con	el	ejercicio	número	tres	del	niño
interno,	la	información	a	la	que	no	tenía	acceso	resulta	que	nos	desvela	que	a	los
siete	años	su	padre	le	encierra	en	un	armario,	aunque	ya	no	recordaba	muy	bien
por	qué.	Es	a	los	siete	años	donde	él	literalmente	siente	que	se	«muere»,	se
siente	encerrado,	y	es	allí	donde	sintió	el	horror.	Es	así	como	trabajando	el
desencadenante	más	original,	el	recuerdo	más	escondido,	la	persona	lo	entiende,
lo	pasa	a	pasado,	mejora	su	sintomatología	de	tal	forma	que	Juan	crece,
comienza	a	ser	un	Juan	más	auténtico,	no	exento	de	problemas,	claro,	pero	con
capacidad	para	vivir	la	vida.
El	problema	surgía	cuando	a	los	pacientes	no	les	aparecía	ninguna	escena
nuclear,	no	había	información	lógica	de	recuerdos	que	llevasen	a	hipótesis	con
las	que	entender	su	funcionamiento	actual.
Tenía	que	haber	una	manera	de	llegar	a	la	información	que	no	estaba	codificada
en	forma	de	imágenes,	sobre	todo,	porque	yo,	como	muchos	de	mis	pacientes,	no
recordaba	casi	ninguna.	Esa	forma	la	encontré	más	adelante:	a	través	del	cuerpo,
del	movimiento,	micromovimiento,	del	lenguaje	simbólico,	de	la	expresión	de	la
sensación	bloqueada.	La	imagen	podía	venir,	por	ejemplo,	en	forma	de	un
tsunami,	como	le	pasó	a	Ane	después	de	que	abusaran	de	ella.	Es	como	si	el
abuso	estuviera	codificado	de	tal	manera	que	la	persona	lo	reviviera	y	le
traspasara	a	nivel	corporal,	igual	que	si	pasara	un	tsunami,	pero,	como	en	el	caso
de	Ane,	sin	verle	la	cara	al	abusador,	lo	que	solo	pudo	ocurrir	meses	después.
Primero	apareció	la	sensación	corporal	de	pánico,	taquicardia,	sudoración,
náuseas,	dolor	en	la	vagina,	y	solo	después	llegó	la	información	mental	cuando
el	cuerpo	lo	había	podido	experimentar	primero.	En	personas	con	trauma,	es	la
fobia	a	las	sensaciones	corporales	lo	que	primero	se	necesita	trabajar	para	que	el
cuerpo	sienta	que	lo	puede	traspasar,	y	es	luego	la	mente	la	que	lo	puede	colocar
en	pasado.	Aunque,	eso	sí,	compruebo	día	a	día	con	mis	pacientes	cómo	no	es
necesario	vivir	grandes	traumas	para	que	se	«separen»	partes	de	nosotros.
***
Para	entender	esta	afirmación	de	que	«no	hacen	falta	grandes	traumas»,	pondré
el	ejemplo	de	una	mujer	joven	con	quien,	en	un	momento	de	la	sesión,	creo	que
estábamos	trabajando	el	miedo	que	tenía,	según	ella,	«a	todo	lo	que	siempre
había	sido	así»	y	que,	en	ese	momento,	le	resultaba	muy	incapacitante.	Además,
a	su	marido	le	acababan	de	diagnosticar	un	cáncer	y	ella	sentía	que	no	estaba	a	la
altura.	Al	atender	el	miedo,	conecta	con	una	escena	en	la	que	su	madre	estaba	en
el	hospital	ingresada	y	ella	tendría	unos	siete	años.	La	niña	de	siete	años,	ante	la
cama	de	hospital,	pregunta	a	su	madre:	«Mamá,	¿te	vas	a	morir?».	Y	la	madre,
que	seguro	que	no	estaba	en	su	mejor	momento,	le	contesta:	«Hija,	vete	a	la
mierda».	La	niña	percibe	que	esa	parte	de	ella,	espontánea	y	natural,	no	es
bienvenida	y	simplemente	la	congela,	la	rechaza,	rechazando	así	una	parte
nuclear,	sincera	y	muy	sana	de	sí	misma.
Esa	parte	de	la	niña	que	se	ha	expresado	desde	la	naturalidad	se	separa,	se
bloquea	ante	la	respuesta	de	rechazo.	Es	esa	parte	la	que	necesitamos	rescatar	en
terapia	para	que	uno	vaya	reconociéndose,	para	que	uno	vaya	recordando	quién
es.	Esa	parte	está	«ubicada»	en	el	cuerpo	y	solo	si	vuelve	al	cuerpo	se	integra.
Para	NUR,	trauma	se	refiere	a	un	punto	de	desconexión	del	ser	humano	consigo
mismo,	con	su	ser	esencial,	este	punto	ha	sido	provocado	por	el	exterior	y	ese
exterior	está	vinculado	íntimamente	con	uno.
***
El	cómo	llegar	a	ese	trauma	te	lo	voy	a	ir	contando.	Lo	esencial	es	dejar	que
ocurra.	Veo	NUR	como	una	posibilidad	de	entrar	en	uno	a	través	del	otro	y
encontrar	esa	forma	de	estar	que	solo	requiere	que	estés,	incluso	que	no	estés,
que	te	apartes	y	que	permitas.
En	esta	manera	de	trabajar,	a	veces	se	confunde	el	que	ayuda	y	el	ayudado,
porque	el	regalo	es	en	las	dos	direcciones.	De	lo	simple	que	es,	a	veces	me	río	de
ello,	me	río	tanto	que	digo:	«¿Seré	una	estafadora?,	¿estaré	engañando	a	todo	el
mundo?».	Y	luego	me	digo:	«Bueno,	Nuria,	tranquila,	la	persona	que	entra	en
esta	locura	se	encuentra	mejor,	el	test	da	que	mejora	en	tal	y	cual	parámetro,
simplemente	sigue	investigándolo	y,	sobre	todo,	sigue	disfrutándolo».
El	método	NUR	intenta	ayudar	a	la	integración	de	la	persona	de	forma	natural,
directa	y	a	veces	de	forma	dura,	pero	siempre	en	la	manera	y	el	nivel	en	que	cada
persona	puede	acceder.
Es	por	eso	que	el	terapeuta	que	aprende	la	técnica	no	podrá	llegar	a	hacer	el
ejercicio	del	vacíocon	el	paciente	si	no	lo	ha	hecho	con	él	mismo.	El	mismo
método	te	hace	crecer	o	irte,	si	te	metes	en	esta	aventura,	te	adelanto	que	no	es
fácil,	solo	si	accedes	tú	a	ti	mismo	podrás	acompañar	a	otros	a	que	lleguen.	La
mayoría	de	los	alumnos	del	método	me	explican	cómo	antes	de	lanzarse	al	vacío
con	sus	pacientes,	antes	de	poder	hacerles	las	técnicas	poco	«ortodoxas»	que
propongo,	han	necesitado	ellos	de	un	proceso	interno	para	quitarse	importancia	y
poder	acceder	de	forma	más	impecable	a	su	intuición,	a	la	fuente	de
conocimiento	que	cada	persona	trae	consigo.	Es	simplemente	acceso	a
información	que	a	través	del	método	vas	a	encontrar	de	ti	mismo,	solo	hacen
falta	ganas	de	buscar	dentro.
Cuando	escribo	estas	palabras,	se	me	hace	difícil	—solo	con	ellas—	mostrar	lo
que	hay	debajo.	Es	como	si	las	palabras	hubieran	perdido	su	fuerza;	como	si
estuvieran	desvirtuadas,	¿cuántas	personas	sabias	han	escrito:	«Está	todo	en	ti»,
«mira	hacia	dentro»?	Ya,	sí,	pero	¿¡cómo	se	hace	eso!?	¿Cómo	accedo	a	mi
núcleo,	a	lo	que	vengo	a	aportar	a	este	mundo?,	¿cómo	accedo	a	mi	ser	más
esencial	para	que	pueda	crear?
Si	eres	terapeuta,	psicólogo	o	psiquiatra,	por	algo	te	has	metido	en	esta	hermosa
locura.	Probablemente	porque	sabes	que	lo	necesitas	para	ti	mismo	y	porque
ayudando	a	otros	te	ayudas.	Te	propongo	que	te	lances	al	vacío,	sobre	todo,	si	ya
te	has	dado	cuenta	de	que	con	lo	que	sabes	llegas	hasta	un	punto	y…	¡estás
limitado!	¡Es	muy	cansado	escuchar	de	forma	empática	una	y	otra	vez	las
mismas	historias!	Te	propongo	que	saltes,	aunque	tengo	que	admitir	que	yo
misma	no	entiendo	la	magia	y	la	potencia	que	ocurren	al	aplicar	al	método.	Me
quedo	tranquila	al	decir	que	accedemos	a	«información»,	eso	relaja	mi	cabeza	de
más	preguntas	que	por	ahora	no	me	llevan	a	ningún	lado.	Quizá	más	adelante
podamos	investigar	cómo	llegamos	a	esas	informaciones,	por	ahora	nos	faltan
recursos	para	investigar	lo	que	ocurre	en	el	cerebro	cuando	aplicamos	el	método.
Quizá	en	un	futuro	nos	encontremos	con	que	lo	que	ahora	nos	parece	mágico	de
este	método	sea	algo	que,	en	un	futuro,	la	ciencia	pueda	comprender.	Por	ahora,
lo	dejamos	en	que	accedemos	a	una	parte	mágica	en	cada	ser	humano	que	nos
lleva,	cuando	menos,	a	la	sorpresa	y	curiosidad	con	una	guía;	un	método	que	te
permite	volar,	pero	dentro	de	una	estructura	definida	a	la	que	agarrarte	para	que,
de	entrada,	no	te	pierdas	primero	y	para	que	puedas	crear	después	tu	propia
manera	única	de	hacer.
Metodología
El	método	NUR	propone	encontrar	nuestras	partes	escindidas	a	través	de	una
técnica	con	tres	fases.	El	propio	método	te	hace	ir	desarrollando	tus	capacidades
como	terapeuta,	es	el	paciente	el	que	nota	tu	presencia,	tu	capacidad	de	bajar	con
él	allí	donde	se	encuentran	nuestros	monstruos	sin	miedo	o	con	mucho	miedo,
pero	con	el	propósito	de	ir	allá	donde	esté	lo	escondido,	lo	que	necesita	ser
mirado,	alumbrado	para	que	pueda	volver	a	casa.	Muchas	veces	el	terapeuta	no
lo	haría	por	sí	mismo	nunca,	pero	por	el	paciente	sí	lo	hacemos,	y	el	regalo	es	en
las	dos	direcciones.
Antes	de	exponer	en	cada	capítulo	las	fases	del	método,	haré	una	breve
introducción	de	cada	fase	para	tener	una	idea	general	del	territorio	donde	nos
adentramos.	Un	territorio	donde	se	trata	de	abrazar	al	monstruo	que	tenemos
dentro,	ese	monstruo	que,	de	no	haberlo	mirado,	simplemente	de	haberlo
apartado,	aplastado	o	incluso	enterrado	para	que	no	salga,	está	deseando
mostrarse	con	cada	síntoma,	nos	grita	a	cada	paso,	pero	hemos	ido	perdiendo	la
capacidad	para	leer	la	vida	y	solo	queremos	silenciarlo.
En	cada	sesión	del	método	se	realiza	la	misma	metodología	y	la	entrevista	es	la
que	marca	la	intención	planteada	en	cada	sesión.
Veo	necesario	comprobar	que	la	metodología	empleada	en	algo	tan	complejo
como	un	método	psicoterapéutico	que	trata	de	conseguir	que	se	den	cambios	en
el	comportamiento,	la	salud	física	y	psíquica,	la	integración	de	la	identidad
psicológica	y	el	bienestar	de	las	personas	es	efectiva	y	segura.	Te	remito	al
estudio	que	presento	al	final	del	libro,	donde	se	muestran	los	resultados	de	un
estudio	de	investigación	con	el	método	NUR	con	una	muestra	de	setenta
pacientes	donde	las	mejorías	son	significativas	en	todos	los	ítems	evaluados.
Estos	datos	son	los	que	nos	han	llevado	a	comenzar	en	octubre	de	2020	un
estudio	piloto	aleatorizado	con	un	grupo	control	en	cuidadores	de	pacientes	con
Alzhéimer	u	otras	demencias.	Se	trata	de	una	comparativa	de	treinta	pacientes:
método	NUR	versus	cognitivo	conductual.	Hemos	elegido	método	cognitivo
conductual	por	ser	en	la	actualidad	el	método	más	validado	científicamente.	Una
vez	terminado	este	estudio	de	doce	meses	de	duración,	el	objetivo	será	realizar
un	ensayo	clínico	que	nos	lleve	a	poder	obtener	la	validación	del	método	NUR.
Fase	1.	Entrevista
Entrevista.	Buscamos	la	información	más	nuclear,	lo	que	está	debajo	del	motivo
de	consulta	a	través	de	una	pregunta	basada	en	la	solución	y	un	triángulo	del
equilibrio	donde	colocamos	la	información	mental,	emocional	y	corporal	del
motivo	de	consulta.	Una	vez	encontrado	el	objetivo	de	la	sesión,	precisamos	con
el	grado	de	presencia	la	parte	del	cuerpo	que	necesita	de	mayor	integración
respecto	al	objetivo	de	la	sesión.	Se	expresa	así	la	parte	del	cuerpo	que	tiene	los
síntomas	para	poder	así	entenderlos	y	disminuir	o	eliminarlos.
Fase	2.	Profundización	(estado	alterado	de	conciencia)
El	estado	alterado	de	conciencia	(EAC)	se	crea	a	través	de	localizar	la	mirada	en
la	solución	de	la	persona,	así	conseguimos	que	la	persona	llegue	a	un	estado	de
relajación	en	el	que	el	discurso	mental	disminuye.	La	técnica	se	hace	en	posición
sentada,	la	barrera	mental	disminuye	y	el	paciente	puede	acceder	a
informaciones	que	conectan	con	movimientos	corporales	automáticos,
sensaciones	y	lenguaje	simbólico.	Este	estado	se	puede	parecer	a	la	meditación,
pero	en	este	estado,	además,	el	cuerpo	se	expresa	de	manera	muy	clara.	Lo
nombramos	EAC	para	poder	en	un	futuro	estudiar	los	mecanismos	cerebrales
que	subyacen	a	este	estado,	ya	que	el	propio	cuerpo	presenta	una	activación	y
movimientos	diferentes	a	las	terapias	psicológicas	que	he	estudiado.
Fase	3.	Resolución
En	esta	fase	se	emplean	siete	estrategias	diferentes	dependiendo	de	la	zona	que
se	active	a	nivel	corporal.	Las	siete	estrategias	son:	nivel	sensoriomotor,	frases
de	profundización,	rescate	del	niño	interno,	carga	sistémica,	integración	de	la
sombra,	nivel	metafórico	y	nivel	de	vacío	—mental,	emocional,	corporal—.
La	información	del	cuerpo	es	la	que	nos	guía	para	no	perdernos	en	la	mente	que
no	quiere	entrar	al	dolor,	es	el	cuerpo	quien	nos	enseña	el	circuito	que	seguir.
Cualquier	micromovimiento,	sensación,	presión	o	dolor	necesita	que	lo
atendamos	como	si	de	la	historia	de	su	vida	se	tratase,	porque	es	justo	eso	lo	que
nos	cuenta,	su	historia,	y	solo	hay	que	aprender	a	leer	la	información	que
expresa.
Como	dice	el	neurólogo	portugués	Damásio	(2001,	p.	16):	«El	alma	respira	a
través	del	cuerpo,	y	el	sufrimiento,	ya	empiece	en	la	piel	o	en	una	imagen
mental,	tiene	lugar	en	la	carne».
Las	siete	estrategias	nos	ayudan	a	trabajar	con	la	parte	traumatizada	que	no
resolvió	la	experiencia	negativa	y	sigue	bloqueada,	y	son	las	sensaciones
corporales	las	que	nos	indican	cuál	de	las	siete	estrategias	utilizar.	Hay,	además,
informaciones	que	la	persona	activa	en	la	sesión	sobre	hechos	traumáticos	del
sistema	familiar	que	aparecen	espontáneamente.	Pueden	ser	imágenes	o	insights
que	nos	llevan	a	integrar	dicha	información.
He	encontrado	que	en	esta	búsqueda	de	la	integración	y	de	lo	auténtico	de
nosotros	es	lo	rechazado,	lo	olvidado	o	lo	no	atendido	en	el	sistema	familiar	una
de	las	partes	que	hace	falta	mirar.
El	término	«integrar»	viene	de	las	matemáticas;	para	integrar	hay	que	diferenciar
primero	y	conectar	después.	El	trauma	y	claramente	la	disociación	provocan	una
separación.	Nos	separamos	de	nosotros	mismos.	Se	trataría	de	identificar
primero	las	partes	escindidas	para	poder	ir	integrándolas	después.
***
Como	dice	Howell	(2005):	«El	trauma,	en	un	sentido	estadístico,es	normal,	y	así
lo	es	también	la	disociación.	Además,	la	disociación	no	solo	procede	del	trauma,
sino	también	de	entornos	familiares	caóticos,	abusivos	o	negligentes,	de	dilemas
de	apego	y	de	ansiedad	severa	producida	por	relaciones	interpersonales».
Proponemos	que	nadie	se	escapa	a	esa	disociación	y	que	para	buscar	unidad
necesitamos,	por	tanto,	trabajar	con	las	partes	disociadas.	Quizá	no	se	trata	de	la
simple	búsqueda	de	«estar	bien»	como	de	la	búsqueda	de	ser	más	auténticos.	De
esa	manera,	al	integrar	partes	de	nosotros,	podemos	estar	mal	y	sostener	ese
estado;	no	necesitamos	ir	corriendo	donde	el	terapeuta	a	que	nos	diga	lo	buenos
que	somos	y	que	nos	entiende	desde	lo	más	profundo	de	su	ser,	sino	que,	una	vez
hecho	el	trabajo	de	recordar	quiénes	somos,	cada	uno	encuentra	su	camino	de
vuelta	a	casa.
El	método	NUR,	a	diferencia	de	las	tradicionales	corrientes	psicológicas	o
psiquiátricas,	no	utiliza	definiciones	respecto	a	la	«normalidad»	y	«patología»
psíquica.	Simplemente	a	mayor	integración	del	ser,	mayor	equilibrio,	mayor
salud	mental.	Lo	que	llamamos	comúnmente	locura	sería	la	pérdida	de	identidad
personal,	desintegración	del	ser,	más	«yoes»	sin	integrar.	Coincido	con	el
continuo	flexibilidad-rigidez	propuesto	por	Siegel	(2017),	que	se	nos	muestra
como	una	multiplicidad	flexible	y	es	más	adaptativo	y	rico	que	una	simple
rigidez.	La	persona	que	tiene	muy	claro	quién	es	no	está	atendiendo	a	la
infinidad	de	sí	misma,	es	más	fácil	agarrarse	a	una	idea	de	sí	mismo	y
mantenerla,	pero	es	más	saludable	el	que	se	permite	dudar	de	sí	mismo	e
investigar	en	las	contradicciones	de	un	ser	humano	amplio.
De	tal	manera,	la	persona	que	haya	desarrollado	un	yo	interno	lo	suficientemente
fuerte	gracias	al	impulso	natural	del	ser	humano	y	al	crecimiento	le	llevará	a
trascender	la	necesidad	de	mantener	una	identidad.
Más	que	el	diagnóstico	me	interesa	la	funcionalidad,	que	la	persona	sienta	que
puede	con	sus	dificultades	y	que	accede	a	sus	propias	capacidades	para
manejarse	en	la	vida.	Muchas	personas	vienen	pidiendo	«herramientas»	para
funcionar	y	siempre	les	contesto	que,	en	todo	caso,	el	equipo	que	trabajamos	le
podemos	ayudar	a	encontrar	las	suyas	propias.	Se	trata	simplemente	de
acompañar	a	la	persona,	ella	sabe,	pero	no	sabe	que	sabe.
El	método	solo	puede	salir	bien	si	el	terapeuta	va	traspasando	su	dolor.	Es	con	el
método	que	el	terapeuta	se	enfrenta	a	sus	monstruos	personales,	si	los	traspasa,
podrá	acompañar	bien	y	crecer	con	cada	sesión,	si	no	lo	hace,	esta	no	es	su
manera.	En	tres	sesiones	se	puede	ver	si	al	paciente	le	funciona	o	no,	si	no	hay
ningún	cambio,	pienso	que	el	método	no	está	preparado	para	la	persona	o	la
persona	para	el	método,	y	lo	mejor	es	poder	derivar	a	otro	profesional	antes	de
que	uno	pueda	pensar	que	no	tiene	solución.	Cuando	digo	cambios,	puede	ser
cualquier	cosa	que	ocurra	después	de	la	sesión.	Recuerdo	a	Cristina,	que
mientras	era	alumna	del	método,	vino	a	hacer	una	sesión	y	no	me	pareció	que
pasaba	mucho.	Era	como	que	no	llegamos	a	nada	claro	y	le	expliqué:	«Cristina,
igual	este	método	no	es	para	ti».	Esa	semana	me	llamó,	había	estado	toda	la
semana	en	la	cama	con	fiebre,	me	explicó	que	era	muy	raro	que	tuviera	fiebre.
Entonces	le	contesté:	«Cristina,	¡me	he	confundido!	Sí	que	es	para	ti,	el	cuerpo
habla	y	sabe,	¡yo	no	sé!».	Hoy	en	día	es	mi	mano	derecha,	ella	dice	que	la
izquierda,	aunque	no	sé	muy	bien	por	qué.
Qué	integra	NUR	de	los	diferentes	métodos
NUR	se	ha	desarrollado	partiendo	de	la	experiencia	clínica.	En	estos	momentos
estamos	en	proceso	de	investigación	para	poder	describir	los	mecanismos	que
subyacen	al	método,	el	cual	se	nutre	de	las	diferentes	teorías	sobre	el	apego	de
Bowlby	(1997),	de	la	teoría	del	trauma	de	Onno	van	der	Hart	(Hart,	Nijenhuis	y
Steele,	2005),	de	la	visión	de	Pat	Ogden	(2006)	y	su	profundización	en	nivel
corporal,	de	los	descubrimientos	de	Antonio	Damásio	a	nivel	neurológico	sobre
la	emoción,	de	la	teoría	de	dinámicas	de	sistemas,	y	no	me	olvido	de	la	teoría
que	fue	la	que	me	hizo	apasionarme	por	este	mundo:	la	terapia	de	interacción
recíproca	de	Roberto	Aguado.	No	pueden	faltar	los	guiños	a	Erickson	(1992),
dado	que	el	lenguaje	que	empleo	en	las	preguntas	es	a	veces	ericksoniano,
hipnótico;	las	reglas	del	lenguaje	no	se	mantienen,	la	misma	pregunta	de	la
entrevista	está	fuera	de	la	lógica,	intento	dirigirme	a	ese	hemisferio	derecho
menos	analítico,	ese	donde	está	comprimida	la	información	más	emocional	que
necesita	expresarse.	La	terapia	breve	de	G.	Nardone	(Nardone	y	Watzlawick,
1993)	me	ayudó	a	creer	que	se	podían	hacer	intervenciones	más	rápidas,
Brennan	(1990)	me	ayudó	a	abrir	la	mente	y	a	creer	en	el	campo	de	la	energía
humana	y	Pinkola	(2001)	me	guio	a	través	del	inconsciente,	de	un	lenguaje
simbólico,	arquetípico	y	universal;	me	pasó	como	cuando	leía	a	Freud,	no
entendía	mucho,	pero	intuía	la	grandeza.	Castaneda	(1974)	me	adentró	en	la
manera	de	intentar	ser	impecable	en	el	trabajo	y	saltar	al	vacío,	de	poder	vivir	la
incertidumbre	con	dignidad,	sin	que	te	entre	terror	o,	más	bien,	que	cuando	te
entre	te	quedes.
Voy	a	intentar	exponer	brevemente	la	parte	de	lo	que	he	estudiado	que	sí	sé
relacionar	con	el	método.	Hay	una	gran	parte	que	viene	del	trabajo	—ensayo-
error—	con	los	pacientes	y	otra	gran	parte	que	desconozco	de	dónde	viene
porque	es	el	propio	método	el	que	me	va	enseñando,	como	si	se	tratara	de	una
obra	de	arquitectura	enseñándome	los	pasos,	y	una	vez	que	los	doy,	me	digo:
«¿Cómo	no	se	me	había	ocurrido	antes?,	¡si	va	seguido!».	Entonces	es	cuando
me	doy	cuenta	de	que	no	pinto	mucho	en	el	proceso,	todo	estaba	ya	antes	y	solo
se	trata	de	ir	caminándolo.
Intentamos	partir	de	una	estructura	de	las	tres	fases	y	los	siete	ejercicios	muy
delimitados,	para	que	después	el	terapeuta	pueda	ser	muy	libre	y	llegue	a	ese
estado	en	el	que	no	hay	que	hacer	casi	nada.	A	pesar	del	infinito	que	descubrir	en
cada	paciente,	hay	un	hilo	que	converge	que	se	encuentra	siguiendo	la	estructura.
Expongo	a	continuación	la	información	consciente	que	he	aprendido	y	que	veo
implícita	en	el	método.	La	otra	parte	más	inconsciente	que	ha	sido	registrada	en
cientos	de	sesiones	durante	quince	años	soy	incapaz	de	transcribirla,	solo	me
rindo	a	ella.
Después	de	haber	estudiado	EMDR,	brainspotting,	psicoterapia	sensoriomotriz,
hipnosis	clínica	y	haberlas	aplicado	en	cientos	de	pacientes,	se	ha	ido	integrando
lo	que	considero	que	es	más	nuclear	de	cada	una.
Una	de	las	características	principales	del	método	es	que	no	se	basa	en	la
información	verbal	porque,	según	mi	experiencia,	las	terapias	verbales	fracasan
con	individuos	traumatizados:	estos	son	incapaces	de	comprender,	expresarse	o
formular	pensamientos	cuando	se	activan	los	recuerdos	traumáticos,	en	especial
cuando	estos	recuerdos	se	originan	en	edades	anteriores	al	desarrollo	del
lenguaje.
Como	nos	sugiere	Tutté	(2004):	«Las	memorias	de	la	infancia	tienden	a	persistir
en	forma	de	patrones	de	conducta	destinados	a	repetirse	más	tarde	en	la	vida».
Constaté	en	la	clínica	cómo	muchas	personas	sin	traumas	aparentes	tampoco
podían	acceder	a	un	nivel	verbal;	bien	por	estar	muy	confusas	y	no	podían
explicarse,	porque	ellas	mismas	no	se	entendían	o	porque	entraban	en	bucle	de
pensamiento	y	no	llegábamos	a	ningún	lado.
Según	mi	experiencia,	el	mecanismo	que	subyace	en	pacientes	con	trauma
coincidía	con	el	de	los	pacientes	que	presentan	un	trastorno	de	ansiedad
generalizada,	una	fobia	simple	o	síntomas	depresivos,	y	observé	cómo	al
desbloquear	las	experiencias	negativas	de	la	infancia,	la	sintomatología	asociada
a	la	ansiedad	o	depresión	disminuía	o	desaparecía	de	forma	más	rápida	y	se
mantenía	la	mejoría	en	el	tiempo.
Como	explica	Mario	Salvador	(2009,	p.	5):	«El	trauma	psicológico	es	un
acontecimiento	presente	en	la	vida	de	casi	todo	ser	humano	en	la	medida	en	que
todos	hemos	tenido	algunas	experiencias	que	han	determinado	patrones	de
comportamiento	que	en	el	momento	presente	resultan	disfuncionales».
La	hipótesis	de	trabajo	es	sencilla:	el	cerebro	integra	las	experiencias	habituales,pero	los	sucesos	traumáticos	lo	desbordan	y	bloquean	parte	de	esa	capacidad
integradora,	fragmentando	la	unidad	psíquica	—percepción	sensorial,	emoción	y
pensamiento	asociado—.	La	mayoría	de	terapias	habladas	pueden	integrar	la
información	del	pensamiento,	incluso	de	la	emoción,	pero	si	no	accedemos	a	la
información	sensorial	que	el	cuerpo	expresa,	no	hacemos	la	integración
completa.	«Las	experiencias	traumáticas	alteran	la	regulación	fisiológica	y
emocional	del	cuerpo,	generando	unos	profundos	efectos	sobre	el	procesamiento
de	la	información»	(Ogden,	2009,	p.	42).
Esas	alteraciones	fisiológicas	impiden,	de	alguna	manera,	integrar	las
experiencias	traumáticas.
El	método	NUR,	por	tanto,	trata	de	recuperar	esa	unidad	psíquica	y	restablecer	la
capacidad	integradora	del	cerebro	para	acercarnos	más	al	equilibrio	de	cada
persona.	Esto	lo	consigue	integrando	herramientas	propias	de	los	siguientes
métodos	psicoterapéuticos.
EMDR.	Desensibilización	y	reprocesamiento	a	través	del	movimiento	ocular
Creado	por	la	Dra.	Francine	Shapiro,	la	desensibilización	y	reprocesamiento	a
través	del	movimiento	ocular	promueve	la	integración	de	las	memorias
disfuncionales	traumáticas	a	través	de	la	estimulación	bilateral.
La	idea	es	poder	acceder	a	recuerdos	que	no	están	en	nuestra	consciencia	y	que
nos	llevan	a	aprendizajes	disfuncionales.
Se	desconocen	aún	los	mecanismos	de	funcionamiento	de	esta	técnica,	a	pesar
de	tener	evidencia	científica.	Una	de	las	hipótesis	es	la	de	que	la	respuesta	de	la
posición	ocular	que	emplea	el	método	pudiera	explicarse	a	raíz	del	reflejo	de
orientación	(Shapiro,1995).	El	enfoque	principal	de	Shapiro	comenzó,	en
definitiva,	para	disminuir	la	ansiedad	del	cliente,	como	había	sucedido	en	su
propio	caso	al	recibir	la	noticia	de	su	enfermedad.	Ella	asoció	el	enfoque	a	un
protocolo	cognitivo	conductual	que	era	el	que	seguía	en	esa	época	(Haou	y
Dobbelaere,	2019).
El	método	NUR	no	emplea	la	estimulación	bilateral	de	EMDR	ni	ejerce	ningún
movimiento	ocular	en	el	paciente,	pero	sí	que	integra	del	EMDR	la	idea	de
acceder	a	recuerdos	que	no	están	en	nuestra	consciencia	y	que	nos	llevan	a
aprendizajes	disfuncionales.	En	vez	de	emplear	la	estimulación	bilateral,	NUR
accede	a	esas	memorias	disfuncionales	a	través	del	estado	alterado	de
conciencia,	pero	el	objetivo	es	el	mismo.
Brainspotting
Descubierto	por	el	Dr.	Grand	(2014)	a	través	de	la	localización	de	posiciones
oculares	de	la	mirada	que	correlacionan	de	forma	significativa	con	la	experiencia
emocional	y	fisiológica	de	la	persona,	desarrolla	el	procesamiento	en	la	fijación
de	la	posición	ocular.
Afirma	que	las	diferentes	posiciones	oculares	están	relacionadas	con	una
experiencia	interna	y	una	actividad	neuronal	específica.	Al	mantener	la	mirada
en	una	posición	determinada,	se	favorece	la	focalización	de	la	actividad
neuronal,	lo	cual	conduce	a	un	reprocesamiento	cognitivo	y	emocional	más
profundo	(Corrigan,	Grand	y	Raju,	2015).
El	método	NUR	rescata	la	posición	ocular	fija,	sin	movimiento.	El	ojo	encuentra
por	sí	solo	el	punto	que	está	relacionado	con	la	intención	que	trabajar	y,	de	esta
manera,	el	procesamiento	de	la	información	es	más	estable,	se	accede	a	las	redes
neuronales	donde	está	registrada	la	experiencia	tanto	positiva	de	recursos	como
la	que	tiene	carga	emocional,	que	limita	el	funcionamiento	de	la	persona.
En	la	fase	de	entrevista	con	el	método	NUR,	al	determinar	el	objetivo	que
trabajar	en	la	sesión,	buscamos	espontáneamente	hacia	dónde	se	dirige	la	mirada
de	la	persona.
En	el	punto	donde	se	fija	la	mirada	es	donde	encontramos	una	respuesta	en	la
activación	corporal	y	simplemente	le	indicamos	que	siga	mirando	en	esa
posición.
La	persona	puede	encontrar,	al	mirar	naturalmente	al	punto,	diferentes
activaciones	corporales	que	serán	las	que	trabajamos	con	los	siete	ejercicios.
Quizá	esta	característica	del	método	tenga	que	ver	con	el	reflejo	de	orientación
que	estudia	el	EMDR	(Dobbelaere,	2019).
Puede	ocurrir	que	se	encoge	el	estómago,	se	activa	el	pecho,	se	carga	la
espalda…	Y	ese	será	el	indicador	para	realizar	uno	u	otro	ejercicio.	Así,	por
ejemplo,	puede	notar	la	carga	en	los	hombros	—ejercicio	cuatro	del	método
NUR—	y	detectar	que	el	peso	que	lleva	en	su	vida	no	es	suyo,	entonces,
hacemos	el	ejercicio	y	devuelve	la	carga	a	quien	corresponde.	Así	se	comprueba
que	la	persona	no	solo	ha	pensado	la	emoción,	sino	que	la	ha	sentido	con	todo	su
cuerpo,	y	es	así	como	podemos	ayudar	a	resolver	en	todos	los	niveles,	no	solo	el
mental.
Psicoterapia	sensoriomotriz
Creada	por	Pad	Ogden	(2006).	Enfoque	de	orientación	somática	que	enfatiza	el
procesamiento	cerebral	ascendente	de	la	información,	a	través	de	las	sensaciones
y	los	movimientos	corporales.
NUR	rescata	de	este	abordaje	la	manera	secuenciada	y	segura	de	trabajar	las
respuestas	corporales	desreguladas	y	procesarlas	somáticamente.	Esta	manera	de
abordar	la	secuencia	corporal	produce	un	estado	de	focalización	y	atención	plena
que	ayuda	a	la	integración	de	recuerdos.
Integramos	de	esta	técnica	el	ejercicio	número	tres	del	método	NUR,	donde	se
utiliza	siempre	la	conciencia	dual,	que	consiste	en	facilitar	la	presencia	del	«yo
adulto»	cuando	se	trabaja	con	el	«niño	interior».	El	propósito	de	esto	es
mantener	a	los	clientes,	que	se	pierdan	en	esa	experiencia,	evitando	la
retraumatización.
Se	mantiene	la	conciencia	del	paciente	mediante	la	verbalización	constante	de
las	sensaciones	corporales	—ejercicio	uno	del	método	NUR—	para	que	el
paciente	no	se	pierda	en	la	información	y	la	pueda	contextualizar.	Así	se	facilita
la	integración	de	la	memoria,	la	experiencia	negativa	deja	de	estar	teñida	con	las
informaciones	de	las	mismas	sensaciones	corporales	y	pasa	a	«pasado»	en	el
cerebro.	De	este	modo,	la	persona	puede	no	solo	pensar,	sino	sentir	que	ya	pasó,
que	no	está	pasando	ahora.	Se	trata	de	que	dejen	de	activarse	los	disparadores
que	conectan	con	situaciones	del	pasado.
Al	abordar	el	pensamiento	que	se	expresa	en	la	sesión,	atendemos	en	otro	nivel
de	atención	más	«plena»	a	los	micromovimientos,	sensaciones	corporales	y
sensaciones	de	percepciones	corporales	internas	que	se	dan	sobre	esos
pensamientos.	Al	explorar	los	movimientos	a	cámara	lenta,	conseguimos	que	la
emoción	no	se	«adueñe»	de	la	persona,	y	así	los	pacientes	pueden	intervenir
somáticamente	en	base	a	realizar	una	acción	alternativa	o	incluso	encontrar	un
recurso.	De	esta	manera,	la	información	corporal	se	va	liberando	de	manera
controlada	en	la	medida	en	que	el	paciente	puede.
Si	tuviera	que	decir	y	nombrar	un	maestro	que	me	alentó	todo	el	tiempo,	ese	fue
el	paciente	que	en	cada	momento	confió	en	mí	más	que	yo	misma.	Encontrar
personas	que	accedían	a	mundos	increíbles	de	información	nueva,	creativa,	que
les	hacía	cambiar	su	presente,	parecía	algo	mágico,	hasta	que	caía	en	la	cuenta
de	que	existe	esa	parte	que	nos	parece	mágica	—por	desconocida	o	más	bien
anulada	en	nuestra	cultura—,	pero	más	real	que	la	vida	misma,	en	la	que
contactamos	con	algo	a	lo	que	podríamos	llamar	«nuestra	esencia».	Las	palabras
solas	no	alcanzan	a	explicarlo	sin	que	parezca	una	locura,	creo	que	es	algo	que
solo	se	puede	experimentar.	Quizá	lo	único	que	hace	el	método	es	darle	la	mano
a	nuestra	cabecita	que	tiene	miedo,	como	si	de	un	guardián	del	castillo	se	tratara,
un	guardián	del	horror	que	gracias	a	su	férrea	defensa	impidió	que	nos
volviéramos	locos	y	que	no	quiere	volver	a	sentir	ese	dolor.	Solo	si	nos	aliamos
con	él	y	nos	deja	conectar	con	el	cuerpo	podemos	revivir	el	dolor	primero	para
poder	darle	sentido	después.
Es	para	mí	la	integración	de	partes	separadas	de	uno,	que	normalmente	no
detectamos,	pero	que	a	través	de	los	síntomas	nos	gritan,	que	podemos	llegar	de
esas	partes	que	han	quedado	congeladas,	apartadas,	excluidas	y	nos	llevan	a
sentir	que	algo	no	va	bien,	que	no	estamos	completos,	a	pesar	de	tener	de	todo.
Integrar	esas	partes	nos	lleva	a	una	sensación	de	unidad	y	equilibrio	interno,	nos
hace	poder	mirar	de	forma	compasiva	nuestras	zonas	que	siguen	oscuras,	nos
hace	sentir	mayor	equilibrio	y	nos	permite	accederasí	a	nuestras	propias
herramientas	y	recursos.
Actualmente	estamos	en	el	camino	de	un	estudio	piloto	de	treinta	pacientes	en	el
que	se	compara	el	método	NUR	con	el	método	cognitivo	conductual,	para	que
así	nos	dé	paso	a	un	futuro	ensayo	clínico.	En	este	estudio	de	diez	meses	de
duración,	que	ha	comenzado	en	octubre	de	2020,	vamos	a	comparar	las	variables
de	depresión,	ansiedad	y	somatización	en	ambos	grupos.	Por	ahora,	son	muchos
cientos	de	pacientes	los	que	se	han	beneficiado,	así	como	alumnos	que	lo	han
recibido,	quienes	lo	han	vivido	en	una	primera	fase	como	un	proceso	interno
para	después	poder	aplicarlo	con	sus	pacientes.	Creo	que	es	esa	la	manera	de
poder	acompañar,	primero	vivirlo	los	terapeutas	con	nuestros	propios	procesos
para	después	poder	ayudar	a	otros.
Excepto	el	EMDR,	que	tiene	validez	científica	con	estudios	comparativos	frente
a	la	terapia	cognitivo-conductual,	el	resto	de	técnicas	arriba	nombradas	están	en
una	fase	previa	y	no	hay	estudios	suficientes	que	las	validen.	Creo	que
simplemente	los	clínicos	necesitamos	ir	por	delante,	nuestros	pacientes	no
esperan	al	largo,	aunque	necesario,	proceso	de	la	evidencia	científica.
Meditación	zen
David	Brazier,	con	su	aproximación	al	budismo,	me	enseñó	a	activar	un	nivel	de
atención	más	«plena».	Esa	atención	más	plena	es,	junto	con	la	hipnosis,	lo	que
ha	ayudado	a	que	se	integrara	todo	lo	aprendido	de	las	diferentes	técnicas	y	fuera
cogiendo	una	forma	propia.	A	partir	de	la	meditación,	comencé	a	buscar	dentro
de	mí	más	que	en	técnicas	de	otros,	y	es	donde	pude	intuir	el	infinito	que	tiene
todo	ser	humano	dentro.
Capítulo	1
Entrevista	(fase	1)
En	la	entrevista	buscamos	la	información	más	nuclear,	lo	que	está	debajo	del
motivo	de	consulta	a	través	de	una	pregunta	basada	en	la	solución	y	un	triángulo
del	equilibrio	donde	colocamos	la	información	mental,	emocional	y	corporal	del
motivo	de	consulta.	Una	vez	encontrado	el	objetivo	de	la	sesión,	precisamos	con
el	grado	de	presencia	la	parte	del	cuerpo	que	necesita	de	mayor	integración
respecto	al	objetivo	de	la	sesión.
1.Presencia.
2.Pregunta	basada	en	la	solución.
3.Triángulo	del	equilibrio.
4.Tanto	por	ciento	de	presencia.
5.Acuerdo	de	la	Intención	de	la	sesión.
6.Trabajo	con	la	parte	Boicoteadora.
Explicaremos	esta	primera	fase	a	continuación:	el	objetivo	es	encontrar	una
intención	nuclear	para	poder	trabajar	lo	que	subyace	al	motivo	de	consulta	que
presenta	el	paciente.	La	entrevista,	programada	de	esta	manera,	te	hace
enfrentarte	a	motivos	universales,	primarios,	disminuyendo	al	mínimo	las
emociones	secundarias	que	enmascaran	la	realidad.	No	puedes	escaparte,	te	hace
enfrentarte	a	la	cruda	y	bella	realidad,	de	esta	manera,	si	sigues	los	pasos,
evolucionas	tú	con	el	paciente.
1.	Presencia
Antes	de	comenzar	con	el	protocolo	para	encontrar	el	motivo	de	consulta	más
nuclear,	necesitamos	estar	lo	más	cerca	posible	de	un	estado	en	que	el	terapeuta
esté	lo	más	«vacío»	y	abierto	posible,	sin	juicio.	Nos	vamos	encontrando	con	las
habilidades	que	necesitamos	como	terapeutas.	El	propio	método	nos	lleva	a
crecer	al	tener	que	sostener	y	acompañar	conflictos	tan	nucleares	en	el	ser
humano	que	todos	compartimos.	Se	trata	de	atender	a	lo	que	tiene	energía	en	el
discurso	del	paciente,	lo	espontáneo,	lo	que	te	dice	nada	más	entrar,	sin	pensar,
lo	que	te	resuena	más	a	ti	en	tus	tripas	cuando	lo	escuchas.	Esto	es	todo	un	arte,
cuanto	más	limpios	estamos	de	nuestras	historias,	cuantos	más	años	de	trabajo
auténtico,	más	detectamos	lo	que	tiene	fuerza.	En	el	caso	de	ser	nuevo	en	esto,
una	de	las	maneras	es	atender	a	la	palabra	que	se	repite	más,	a	la	emoción	en	los
ojos,	la	disminución	en	el	tono	de	voz,	la	postura	y	dejarte	llevar,	confiar,	para
que	la	parte	de	ti	que	sabe	se	fíe	de	su	instinto	y	note	hacia	dónde	va	tu	atención.
Si	preguntas	demasiado	solo	para	tener	información	para	ti	mismo,	por	cotillear,
eso	es	agresión,	si	estamos	pensando	en	la	persona	que	entrará	después	a	la
terapia,	eso	es	agresión,	si	escuchamos	algo	del	paciente	que	nos	irrita	y	le
devolvemos	con	palabras	técnicas	la	irritación	que	provocó	en	nosotros,	eso	es
agresión.	En	su	interior	siente	la	ofensa	que	estás	haciendo	y	comienza	a
resistirse,	y	al	resistirse	no	hay	acceso	a	la	información	y	el	inconsciente	se
cierra.	En	definitiva,	si	no	estás	presente,	no	estás	ayudando,	y	estar	presente	es
todo	un	trabajo	personal	y	un	arte.	Es	importante	que	nos	acerquemos	a	estar	sin
juicio	e	incluir	todo	lo	que	viene,	aunque	no	nos	guste.	Todas	las	partes	que
aparecen	son	bienvenidas;	la	que	quiere	salir	corriendo,	la	que	quiere	matar,	la
que	solo	quiere	que	le	quieras	a	cualquier	precio	y	te	dice	lo	que	quieres
escuchar,	la	exceptiva	que	ya	no	cree	en	nada.
Se	trata	de	poder	mirar	con	curiosidad	cada	opción.	A	mí	me	ayuda	el	sentir	que
simplemente	hay	que	ir	recogiendo	trozos	de	uno,	y	cuantos	más	trozos
reunimos	y	ayudamos	a	encontrar,	más	auténtico,	más	esencial	es	el	ser	que
tienes	enfrente	y	más	me	apasiona	ver	lo	auténtico	de	alguien.	El	mismo	método
te	ayuda,	aunque	ni	sepas	lo	que	es	estar	presente.	Al	hacer	la	pregunta	cruda,	tal
cual,	con	el	lenguaje	de	dentro,	no	hay	manera	de	no	ir	errando	en	presencia.
Llegó	un	día	a	mi	consulta	un	paciente	enorme,	con	mucha	fuerza,	de	los	que
tienen	algo	que	notas	un	gran	empoderamiento.	Un	paciente	de	estos	que
también	detectas	que	tiene	mucho	trauma,	sin	filtros,	sin	tonterías,	mucho
monstruo	interno,	y	con	los	que	puedes	hablar	de	su	horror,	que	no	ponen
muchas	máscaras	de	defensa	y	están	en	«carne	viva».	Me	pareció	que	estábamos
en	sintonía.	Digamos	más	bien	un	trastorno	límite,	pero	muy	adecuado	y
encantador	a	su	vez.	Intuía	que	solo	me	daría	una	sesión	de	«prueba»,	así	que
después	de	la	entrevista	y	encontrando	rápido	su	objetivo,	sin	perder	mucho
tiempo,	comencé	con	la	segunda	fase	—inducción—.	Seguido	de	la	inducción,
su	cuerpo	empezó	a	ponerse	rígido	y	me	dijo	que	mi	voz	le	pareció	de	repente
como	de	horror,	le	dio	pánico,	me	miró	y	me	dijo:	«Tu	voz	es	una	bruja
horrible».	Le	pareció	la	de	una	perfecta	bruja,	se	sentía	vulnerable	y	pequeñito	y
no	podía	con	la	sensación.	Me	recoloqué	para	recibir	eso,	los	pacientes	no	nos
suelen	decir	esas	cosas.	Le	pregunté	a	ver	cómo	era	mejor	para	él,	a	ver	si
necesitaba	que	me	alejara	y	a	ver	a	cuánta	distancia.	Me	quedé	donde	a	él	le
pareció	bien.	Le	pregunté	si	esa	sensación	de	escuchar	la	voz	de	una	bruja	era
nueva	en	él	y	si	la	había	sentido	desde	el	principio.	Me	dijo	que	era	muy	antigua.
Le	hice	una	simple	técnica	de	estabilización;	que	pusiera	una	mano	en	el
estómago	y	otra	en	el	pecho	y	que	estuviera	con	ello.	La	técnica	en	ese	momento
fue	lo	de	menos,	lo	que	él	notó	fue	mi	manera	de	«digerir»	eso	de	que	mi	voz	es
como	la	de	una	bruja.	Me	coloqué	en	posición	de	curiosidad	total,	de	ver	si	había
interferido	yo	de	alguna	manera.	Entonces	mi	parte	bruja	se	desplegó	sin	yo
saberlo,	mirándolo	como	una	oportunidad	increíble	de	llegar	a	algo	muy	nuclear
también	en	mí.	Intuyo	que	fue	eso	lo	que	a	él	le	calmó,	porque	justo	en	la
siguiente	sesión	no	solo	no	salió	la	bruja,	sino	que	él	pudo	sentir	una	parte	de	él
muy	poderosa	—no	creo	que	por	casualidad—.
La	presencia,	para	mí,	no	es	ser	empático	y	blandito,	todo	lo	contrario,	si
percibes	una	sonrisa	que	es	falsa	y	pretende	que	te	rías	con	él,	no	te	ríes,	se	lo
haces	ver	con	el	mayor	de	los	respetos:	«Esa	sonrisa	no	me	llega,	quizá	sea
porque	detrás	esconde	tristeza».	Lo	auténtico	nos	llega,	nos	toca,	no	aburre	y,	si
le	ayuda	al	paciente,	me	ayuda	a	mí.	Si	un	paciente	te	está	aburriendo	y	eres	un
terapeuta	al	que	le	encanta	lo	que	haces,	algo	pasa,	la	persona	está	en	emociones
muy	superficiales,	en	discursos	ya	muy	aprendidos,	y	creo	que	nuestra	labor	es	ir
ayudándole	a	profundizar	en	la	información	que	es	más	auténtica,	lo	verdadero
nunca	aburre.
Uno	de	los	pacientes	sabios	de	los	que	he	aprendido	tanto	es	Gorka;	un	hombre
joven,	enérgico	y	exitoso	en	sus	negocios.	Llega	a	NUR	como	muchos	de	los
que	vienen,	desesperado	después	de	dar	muchas	vueltas	por	diferentes
profesionalesde	la	salud	mental,	con	un	largo	proceso	de	dieciocho	años	de
médicos,	psiquiatras	y	psicólogos.	Siente	«un	bloqueo,	un	bicho	en	la	parte
derecha	de	la	cabeza	que	no	le	dejaba	vivir».	Después	de	las	pruebas	físicas	y
comprobar	que	en	su	cerebro	no	había	nada	que	explicase	ese	dolor,	llegó	a	tener
diferentes	diagnósticos:	ansiedad,	trastorno	obsesivo,	hiperactivo,	depresivo,
trastorno	de	personalidad,	cuadro	psicótico.	Encontró	de	bueno	en	NUR	que	no
nos	centrábamos	en	encasillarle	en	ningún	diagnóstico,	más	bien	hacemos
diagnóstico	de	proceso,	según	el	cuerpo	nos	expresa,	allí	trabajamos.	Descubrió
en	las	sesiones	cómo	una	parte	del	síntoma	venía	de	un	suceso	traumático	en	su
vida	en	el	que	casi	muere	por	un	cóctel	de	drogas.	Tiene	grabada	la	imagen	en
las	fiestas	de	San	Fermín,	tumbado	en	la	ambulancia	escuchando:	«¡Se	nos	va!».
Y	creo	que	una	parte	de	él	de	verdad	se	fue	en	ese	instante.	El	dolor	le	está
recordando	que	no	habita	en	él,	que	hay	una	parte	que	se	quedó	allí	en	la
ambulancia.	No	sé	a	dónde	se	va	a	nivel	físico,	pero	cientos	de	pacientes	tienen
esa	parte	que	en	algún	momento	quiso	desaparecer.	Estar	con	3/4	de	uno	mismo,
siendo	muy	optimistas,	está	claro	que	no	nos	hace	sentir	bien.	Gorka	cuenta	su
proceso	con	el	método	como	«tan	difícil	y	tan	fácil	a	la	vez».	Encontró	después
el	trauma	más	enquistado,	un	abuso	en	la	infancia,	aunque	eso	da	para	otro	libro.
Lo	difícil	como	terapeutas	es	simplemente	dejar	que	ocurra,	confiar	en	el	enorme
potencial	del	ser	humano.	Si	nos	colocamos	por	encima	del	paciente	pensando
que	sabemos	lo	que	ocurre	y	que	un	montón	de	títulos	nos	dan	esa	capacidad,
posiblemente	nos	alejemos	del	camino	que	nos	lleva	a	lo	humano.	Es	curioso,	a
mí	me	pasa	que	cuando	me	subo	arriba	y	creo	que	lo	hago	genial	viene	un	nuevo
paciente	con	el	que	no	va	bien	la	técnica	y	entonces	me	toca	seguir	buscando.
Cuando	más	creas	que	has	conseguido	ese	estado,	se	evapora.	No	te	dejes
embaucar,	sigue	buscando.	Confiar	en	lo	que	tu	intuición	te	dice	y	cada	vez	que
la	persona	diga:	«No	sé	si	tiene	que	ver,	pero…».	«¡Eso	es	importante!».	Eso
pasa	la	barrera	mental	porque	en	un	nivel	parece	una	«tontería»	y	para	nosotros
no	lo	es.
Esto	es	lo	que	yo	entiendo	en	mi	momento	presente,	lo	que	es	estar	en	presencia
y	lo	que	puede	ayudar	a	un	terapeuta	a	conectar	bien	con	el	protocolo	que	viene
a	continuación.	Muchas	cosas	pueden	ayudar	a	que	tengas	presencia;	la
meditación,	los	viajes	a	tu	cueva,	la	mirada	a	la	naturaleza,	la	música,	el	baile.
En	general,	cosas	que	te	apasionan	ayudan	a	potenciar	la	presencia.
Si	esta	parte	te	parece	aún	difícil,	solo	comienza	con	el	método,	que	te	irá
guiando.	Solo	el	acceder	a	la	pregunta	que	sigue	en	el	siguiente	punto	te	va	a
mover	a	estar	más	presente.	No	te	escapes	de	ti	y	de	tu	propósito	en	la	sesión	y
no	le	dejes	al	paciente	que	se	escape	en	sus	historias.
La	relación	terapeuta-paciente	debe	ser	una	experiencia	emocionalmente
correctiva,	que	repare	las	carencias	o	traumas	que	se	establecieron	en	los
primeros	vínculos	con	las	figuras	de	apego.	Lo	que	se	ha	roto	en	el	vínculo	debe
repararse	en	el	vínculo.	Schore	(2003)	considera	que	en	la	relación	vincular	—
fusional—	primaria	el	infante	«toma	prestado»	el	córtex	medial	de	la	madre,
permitiéndole	regular	el	sistema	límbico	y	reptiliano	a	través	de	la	madre.
Ante	la	idea	de	que	el	terapeuta	sintonice	psicológica	y	corporalmente	con	el
paciente,	de	la	misma	manera	que	un	padre/madre	sintoniza	con	el	cuerpo	y	las
necesidades	de	su	hijo,	entiendo	que	esta	capacidad	permitiría	que	las	acciones
bloqueadas	puedan	ser	completadas.	En	el	método	NUR	pasa	una	cosa	muy
curiosa,	cuando	algún	paciente	no	es	de	tu	agradado	y	te	saca	de	quicio	por	el
motivo	que	sea,	no	es	necesario	que	intentes	ser	empático	porque	el	paciente
detecta	que	es	falso.	Solo	necesitas	adentrarte	un	par	de	sesiones	hasta	que	veas
su	yo	más	auténtico,	entonces	el	cuerpo	comienza	a	expresarse	y	eso	es	siempre
verdadero,	con	eso	sí	conectas.	Quizá	su	discurso	siga	proviniendo	de	las
máscaras	y	defensas,	pero	como	no	le	dejamos	hablar	mucho	rato	y	nos
adentramos	rápido	en	lo	corporal,	el	método	no	cansa,	es	simple,	creativo	y
único	en	cada	paciente.	Todos	tenemos	filias	y	fobias,	es	solo	que	al	ver	lo
auténtico	a	través	del	cuerpo	expresado	no	aburre.	Eso	lo	conseguimos	con	las
preguntas	y	la	metodología	que	proponemos.	Todo	el	método	está	encaminado	a
que	la	persona	se	encuentre	con	lo	que	hay	y	deje	de	poner	cara	de	lo	que
«debería»	encontrar.	Quizá	en	un	futuro	podré	desarrollar	más	a	nivel	teórico	el
tema	de	la	transferencia	y	contratransferencia	porque	sé	que	ocurre	algo	distinto,
aunque	aún	no	alcanzo	a	explicarlo.
2.	Pregunta	basada	en	la	solución
Se	trata	de	proponer	una	pregunta	que	le	ayude	a	él	mismo	a	profundizar.	La
pregunta	es	tan	sencilla	como	decir:	«¿Qué	necesitas?,	¿cómo	sería	que	hacemos
algo	hoy	y	te	va	bien?,	¿qué	necesitarías	ver,	sentir,	notar,	escuchar,	cómo	sería
que	solucionas?».	La	dividimos	en	tres	partes	para	explicarla,	aunque	luego	la
formulamos	completa.	La	pregunta	se	fue	desarrollando	en	el	método	con
influencias	de	la	terapia	estratégica	de	Nardone	(Nardone	y	Watzlawick,	1993).
«¿Qué	necesitas?».	Después	de	la	pregunta	dejamos	un	silencio,	pueden	pensar
en	quitarse	esa	angustia,	dejar	de	sentir	tristeza,	acabar	con	el	horror	que	hay
dentro	de	su	cabeza.	Mi	experiencia	es	que	muchos	se	van	en	las	primeras
sesiones	a	buscar	algo	que	les	estorba	en	su	mente.	Como	si	tacharan	a	su	jefe	o
a	su	suegra	o	eliminaran	el	«problema	de	su	vida».	Las	opciones	son	infinitas.
«¿Cómo	sería	que	hacemos	algo	hoy	y	te	va	bien?,	¿qué	necesitarías	ver,	notar,
sentir,	escuchar?,	¿cómo	sería	que	tu	problema	está	solucionado?».
A	veces	les	ayudo	con	la	pregunta:	«¿Cómo	sería	que	ya	no	tienes	que	venir	más
a	consulta?».
Lo	ponemos	en	diferentes	canales:	visual,	kinestésico	y	auditivo,	y	colocamos	la
cuestión	en	la	posibilidad	de	que	se	arregle	lo	que	cada	uno	necesite.
La	pregunta	se	hace	en	tono	hipnótico,	lenta,	pausada,	como	si	intentáramos	que
nuestras	ondas	de	voz	acunaran	al	paciente,	lo	mecieran,	lo	envolvieran	en	algo
esponjoso	y	suave	y	a	su	vez	lo	sostenga.
Posición	ocular:	después	de	formular	la	pregunta,	ponemos	la	atención	en	la
dirección	hacia	la	que	van	los	ojos	del	paciente,	hacia	donde	buscan	la	respuesta.
En	cuanto	percibamos	dónde	se	han	colocado	sus	ojos,	le	decimos	que	intente
mantener	esa	posición	ocular,	y	es	justo	en	esa	posición	donde	vamos	a	poder
profundizar	más	en	la	entrevista.
Esto	ya	nos	ayuda	a	que	el	paciente	comience	a	entender	que	es	él	el
protagonista	y	el	que	sabe;	los	ojos	saben	y	nosotros	los	seguimos.
Cuando	la	persona	conecta	con	la	posición	ocular	y	le	invitas	a	que	se	mantenga
en	esa	posición	unos	segundos,	su	cuerpo	comienza	a	expresar	alguna	sensación
asociada	a	la	posición	ocular.	Pudiera	ser	que	se	le	active	el	pecho	o	cualquier
parte	del	cuerpo.	La	activación	puede	ser	negativa	o	positiva,	por	ejemplo,	que
se	suelten	los	hombros,	y	eso	nos	lleve	a	ver	qué	parte	de	la	solución	tiene	que
ver	con	soltar	carga	del	sistema	familiar.
El	cuerpo	no	miente,	con	este	método	no	nos	perdemos	en	las	palabras,	en	las
historias	que	nos	hemos	contado,	y	comenzamos	ya	desde	la	entrevista	a	integrar
el	cuerpo	en	nuestro	gran	ayudante	para	«diagnosticar».
Las	respuestas	a	la	pregunta	de	«qué	necesitas»	suelen	ser	de	diferentes	tipos:
•Informaciones	desde	el	nivel	mental:	«Quitar	el	runrún	de	la	cabeza,	entender
qué	me	pasa,	no	sé,	aclarar	mi	mente,	estoy	confuso».
•Respuestas	en	el	nivel	emocional:	«Soltar	la	presión	del	pecho,	quitar	los
nervios	del	estómago,	angustia	en	el	pecho».
•Respuestas	en	el	nivel	corporal:	«Poder	sostenerme,	rigidez	en	todo	mi	cuerpo,
estoy	paralizado».
Puede	venir	la	respuesta	en	positivo,	lo	que	necesita	conseguir:	«Sentir	claridad
en	la	cabeza».	O	en	negativo:	«Quitar	presión	en	la	cabeza,	quitar	dolor	del
pecho,	soltar	los	músculos	de	todo	el	cuerpo».
Necesitamos	trasladar	lo	negativo	en	positivo	para	poder	trabajarlo	y	poner	así	a
la	persona

Continuar navegando