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Cultura Viva Comunitaria Políticas culturales en Brasil y América Latina Alexandre Santini Cultura Viva Comunitaria Políticas culturales en Brasil y América Latina Alexandre Santini LIBROS Traducción: Adrián Dubinsky Corrección: Juan Rosso Diseño de interior y de tapa: Ana Uranga B. Foto de tapa: Cobertura colaborativa “Asalto Poético a La Paz” Cultura de Red (2013) www.flickr.com/culturadered/ ISBN: 978-987-45790-4-1 Hecho el depósito que prevé la ley 11.723. Impreso en la Argentina / Printed in Argentina Santini, Alexandre Cultura Viva Comunitaria : políticas culturales en Brasil y América Latina / Alexandre Santini. - 1a ed . - Caseros : RGC Libros, 2017. 216 p. ; 22 x 14 cm. Traducción de: Adrián Dubinsky. ISBN 978-987-45790-4-1 1. Estudios Culturales. 2. Derecho a la Cultura. I. Dubinsky, Adrián, trad. II. Título. CDD 306 Índice Presentación / 7 Prólogo / 13 Introducción / 19 Capítulo 1 Breve historia de las políticas culturales en Brasil / 31 Capítulo 2 Ruptura CONTradição: las políticas culturales en el Brasil del siglo XXI / 43 Capítulo 3 La construcción política y conceptual del programa Cultura Viva / 55 Capítulo 4 Cultura Viva y los nuevos paradigmas para las políticas culturales en Brasil / 69 Capítulo 5 Cultura Viva Comunitaria en América Latina / 121 Conclusiones / 195 Bibliografía / 209 Presentación “Hacer política cultural es, también, producir cultura”, afirmó Gilberto Gil en su discurso de asunción como ministro de Cultura del gobierno de Lula, en enero de 2003. El discurso-manifiesto de Gil, en su osadía conceptual y contundencia política, nos otorgó regla y compás para una transformación radical de la forma en que el Estado brasileño se relacionaría con la cultura. Optamos por lo incluyente, por el conjunto amplio, diverso y complejo de la dimensión simbólica del país. Nada que sobrepasase su funciona- lidad y tuviese significado y carga simbólica debería quedar afuera. Sabíamos que con ello también estábamos ampliando el desafío. Asumimos ese reto con la convicción de que era preciso refundar el Ministerio de Cultura, recolocar a la cultura en otro andarivel y redefinir la responsabilidad del Estado en su relación político-admi- nistrativa con la cuestión cultural. Para construir dicha refundación, era necesario ampliar el con- cepto de cultura. Cultura no sólo es arte. Todo, todo aquello que tenga significado, más allá de su funcionalidad, pasa a insertarse en el mundo de la cultura. Por eso ampliamos nuestra mirada. Ya en ese entonces, este no era un concepto nuevo: la novedad, sí, fue su incorporación por parte del Estado brasileño. Asumimos así 8 Presentación que teníamos responsabilidades con las artes, con las manifesta- ciones tradicionales, con los valores, con las tecnologías, con los saberes, con los quehaceres, con las creencias, con todo aquello que es parte de nuestras formas de ser. Cultura como derecho de todos; un Estado que garantice el pleno desarrollo de un conjunto dinámico de actos creativos, valorice la diversidad, preserve el patrimonio material e inmaterial y posibilite la plena expresión de los valores culturales y la califi- cación de los diferentes lenguajes artísticos. Y para todo lo que íbamos a hacer era decisivo el reconocimiento de la importancia y del papel intransferible del Estado para garantizar el acceso pleno a la cultura. Esto, al mismo tiempo, ponía –y pone– de manifiesto que el acceso a través del mercado siempre es del tamaño de la billetera: los ricos tienen acceso a todo; la clase media tiene acceso a muchas cosas; y a los pobres sólo les queda la televi- sión abierta. A fin de garantizar el desarrollo cultural de un país, es preciso que el Estado cree las mejores condiciones para el desarrollo de las artes, estimule la producción artística y todo el proceso cultural, fomente la formación y el desarrollo técnico y garantice una estruc- tura pública capaz de brindar acceso a todos y a todas. Otro cambio fundamental radicó en comprender que el público al cual se debe dirigir el Ministerio de Cultura es el conjunto de la sociedad. Esa visión se contrapone a la concepción –que aún existe en ciertos sectores de la gestión cultural– de que los usuarios pri- vilegiados de las políticas culturales son los artistas. Esa postura equivale a definir a los médicos como usuarios privilegiados de las políticas de salud, o a los profesores como usuarios privilegiados de las políticas de educación. De modo que se hacía imperioso estructurar la gestión del Ministerio de Cultura a partir del concepto de “política pública”, con el objetivo de atender las necesidades y Presentación 9 demandas culturales del pueblo brasileño. Para ello, los producto- res culturales y los artistas son agentes importantes y decisivos, parte clave del proceso. En resumen: estábamos convencidos del papel intransferible del Estado en el proceso cultural, que no es el de hacer cultura, sino el de crear condiciones para que la cultura se desarrolle. En el contexto brasileño y latinoamericano, en que los problemas y contradicciones sociales son muy concretos y visibles, las políticas culturales deben ser centrales y estratégicas. No habrá ciclos de desarrollo económico efectivo y sustentable en nuestro continente sin intervenciones claras para la garantía del pleno desarrollo cultu- ral de nuestros pueblos. Cultura y educación, así, son dos vectores fundamentales de cualquier proyecto serio de desarrollo. En este sentido, uno de los marcos más importantes y sim- bólicos de esa reivindicación entre Estado y cultura en Brasil fue la creación de los Puntos de Cultura y el programa Cultura Viva. De manera potencial, existen millares –tal vez centenas de miles– de Puntos de Cultura en Brasil y, por extensión, en los países de Amé- rica Latina. La capacidad del Estado de reconocer y fomentar esas iniciativas fue –y aún lo es– limitada, dadas la extensión y la diversi- dad cultural de nuestro país y de nuestro continente, y las muchas iniciativas y manifestaciones que componen el protagonismo cultu- ral del pueblo brasileño. Pero al concebir e implementar los Puntos de Cultura, el Minis- terio de Cultura de Brasil invertía una lógica común de cierto pen- samiento de izquierda sobre la cuestión cultural. Esa lógica –hasta cierto punto generosa aunque dotada de cierta dosis de elitismo– estaba basada en la idea mesiánica de que sería necesario “llevar la cultura al pueblo”, es decir, lo contrario a reconocer y potenciar el contenido y las prácticas culturales ya producidas y desarrolladas por el pueblo en sus comunidades y territorios. 10 Presentación A partir de los Puntos de Cultura se produce, en palabras de Gil, un “do-in antropológico”: se reconocieron y activaron puntos neurálgicos, aunque momentáneamente adormecidos, del cuerpo cultural de Brasil; asimismo, el programa Cultura Viva influyó en el modo de hacer y de pensar políticas públicas culturales, no sólo en Brasil, sino en particular en los países de América Latina. Ciudades y países de todo el continente comenzaron a desarrollar e imple- mentar Puntos de Cultura y políticas públicas basadas en el con- cepto (que resignifica el Cultura Viva originalmente desarrollado en Brasil) de Cultura Viva Comunitaria. La sociedad civil y las organi- zaciones culturales comunitarias de diferentes países se reunieron, articularon redes, pasaron a actuar como agentes políticos y a inci- dir en foros y organismos internacionales, creando instancias orga- nizativas propias, como los Congresos Latinoamericanos de Cultura Viva Comunitaria. Más recientemente, la Organización de Estados Iberoamericanos constituyó el programa intergubernamental espe- cífico, el IberCultura Viva, que reúne países de la región alrededor de las políticas públicas de base comunitaria. El trabajo desarrollado por Alexandre Santini en este libro sis- tematiza y reconstruye,en un ejercicio historiográfico, momentos importantes de esa trayectoria. A partir de una revisión crítica del desarrollo de las políticas culturales en Brasil, el autor establece relaciones con el contexto político, social y económico en que ellas se instauran, al tiempo que aborda el proceso de implementación del programa Cultura Viva y de los Puntos de Cultura en Brasil. Así, a lo largo de estas páginas se describen y analizan los impactos y las consecuencias positivas de dichos programas e iniciativas, pero también los desafíos y las interrupciones institucionales de una política pública que se contrapone a la tradición burocrática, nota- rial y elitista del Estado brasileño. Al abordar el panorama continental, Santini reconstruye de manera minuciosa la línea de tiempo del desarrollo de esas políticas Presentación 11 en los países latinoamericanos, relacionándolas con el ciclo político progresista vivido en América Latina a partir de la primera década del siglo XXI. Y lo hace desde la perspectiva de un agente compro- metido, que vivenció y participó de buena parte de esos procesos, desplazándose por los espacios de la investigación, de la militancia cultural y de la gestión pública, lo que le confiere una dimensión singular y extremadamente interesante a su relato. En el continente latinoamericano vivimos un momento político muy delicado, donde las experiencias democráticas y de amplia- ción de derechos sociales y culturales en diferentes países se encuentran bajo una fuerte amenaza, ya sea por graves tensiones internas, o por un escenario hostil y de recrudecimiento de la into- lerancia y de las desigualdades. En ese contexto, publicaciones como esta adquieren aún mayor relevancia, pues amplían la pro- ducción de conocimiento sobre políticas culturales emancipatorias, describen trayectorias y preservan la memoria de esos procesos. Como bien observa el autor de este libro, políticas como Cultura Viva y los Puntos de Cultura “sólo se realizan plenamente en un contexto democrático”. Y hoy más que nunca, en nuestro conti- nente se torna imperativo y necesario conjugar el binomio Cultura y Democracia. Juca Ferreira Ex ministro de Cultura de Brasil Prólogo La celebración es un elemento esencial que impulsa el movi- miento de Cultura Viva Comunitaria. Se trata de celebrar la vida compartida, los logros y los fracasos, las herencias y los sueños futuros que nos desafían colectivamente. Por eso quiero iniciar estas palabras reconociendo la alegría que me genera ser parte del proceso que este valioso libro describe, así como contar con la oportunidad de reafirmar la importancia de reflexionar sobre algu- nos puntos. Detenernos a repasar los pasos dados y reconocer la energía y los factores que los permitieron, e identificar las barreras que hizo falta afrontar para lograr políticas públicas en torno a la Cultura Viva Comunitaria en Latinoamérica, nos permitirá seguir sumando esfuerzos y voluntades por lograr sociedades más justas, más democráticas y más integradas desde su diversidad cultural. ¡Y celebro que este libro contribuya tanto a ello! Reflexionar, evaluar, generar aprendizajes, identificar desafíos es tan importante como organizar, hacer y movilizar. El ejercicio con- tinuo de “ida y vuelta”, de conciliar razón y emoción, de hacer con entrega y observar con atención, nos permite adquirir una perspec- tiva amplia de los procesos y, en consecuencia, valorar los logros y 14 Prólogo hacer los ajustes necesarios para afinar las estrategias. Y también, renovar las energías para alcanzar los objetivos compartidos. Este libro es un significativo ejemplo del valor de contrastar distintas voces y ángulos que permitan comprender la importancia de la complementariedad para dar cuenta de procesos tan com- plejos y nutridos como el que se impulsa desde el movimiento de Cultura Viva Comunitaria en Latinoamérica. Es desde el recono- cimiento a los distintos roles que ha sido necesario asumir para lograr el impulso de políticas que reconozcan el aporte de la cultura comunitaria, que será posible persistir en esta tarea colectiva. Tra- bajar desde los territorios, desde la transformación de las burocra- cias, desde la reflexión académica, desde la producción simbólica, todo esto en conjunto ha permitido los pasos que Alexandre Santini analiza en este libro y que nos señalan desafíos futuros. Como buen hombre de teatro, ferviente agente cultural y ciu- dadano brasileño, Santini viene cumpliendo un importante papel en el reto de lograr diálogos e intercambios que potencien las acciones en torno a Cultura Viva Comunitaria en los diferentes territorios. La traducción al castellano de este libro es un claro ejemplo de esa voluntad por tender puentes que permitan superar las barreras que las diferencias de lenguas, orígenes, experiencias y formas de tra- bajo pudiesen generar. Y esto es algo que debe reconocerse res- pecto del rol que Brasil ha jugado en el proceso latinoamericano. A pesar del idioma, de los desafíos de su inmenso territorio y de su diversidad, Brasil ha representado un laboratorio de políticas basadas en el reconocimiento de la potencia de los pueblos y sus luchas cotidianas. Sus logros inspiran y movilizan voluntades en toda Latinoamérica. Sus referentes y activistas, como Célio Turino, han arrojado luz para trazar los caminos que cada país de la región siguió. Y este libro es, también, un logro que de algún modo debe- mos agradecer a Brasil. Prólogo 15 Durante muchos años, organizaciones y personas vinculadas entre sí por el deseo de transformar nuestras sociedades desde la cultura buscamos la manera de ampliar y hacer sostenibles nues- tras prácticas comunitarias; de lograr políticas públicas que las respalden y promuevan. No fue sino hasta conocer la experiencia brasileña que el movimiento logró plantearse objetivos más claros hasta ganar fuerza en todo el continente. Eso que muchos quería- mos lograr ya sucedía en Brasil; en este sentido, los alcances del programa Cultura Viva y de su estrategia articuladora, así como los Puntos de Cultura, se nos ofrecían como alimento para encarar los retos que cada país latinoamericano demandaba. Como bien señala Santini, al igual que la experiencia brasileña a nivel federal/ nacional, Medellín jugó un papel fundamental en el proceso de articulación del movimiento a nivel latinoamericano; en este caso, desde la experiencia de una ciudad transformada a través de la cultura ciudadana. La generosidad con que los brasileños y paisas compartieron en toda la región sus aprendizajes fue –sin duda– fundamental para potenciar las acciones en cada territorio. Esa generosidad y ese compromiso se perciben en el esfuerzo de Alexandre Santini por sistematizar en este libro el largo trayecto de las políticas públicas en torno a la Cultura Viva Comunitaria. Contextualizarlo, revisar sus antecedentes, relatar el proceso de desarrollo de la política de Cultura Viva y de los Puntos de Cul- tura en Brasil, conectar la vivencia local con las iniciativas de arti- culación a nivel latinoamericano y proponer reflexiones sobre los desafíos que tenemos para consolidar las democracias en cada uno de nuestros países, significa un enorme aporte. Un aporte que se constituye como una herramienta para seguir construyendo y dando forma a las transformaciones sociales que nuestra Patria Grande procura. 16 Prólogo Y es que, a pesar de las diferencias, las sociedades latinoa- mericanas compartimos heridas, brechas, formas de exclusión y violencia sistemáticas. Pero, también, manifestaciones de libertad y celebración, valores ancestrales de solidaridad y un deseo de justicia que encuentra siempre la forma de hacerse sentir. Esa bús- queda de justicia y esa reivindicación se expresan en una urgente necesidad de autorrepresentarnos. Necesitamos formas propias de representación tanto a nivel político como cultural; formas propias de organización, de expresión de nuestrasidentidades; de generación de nuevas narrativas. En este sentido, las experiencias de las organizaciones culturales comu- nitarias, así como este libro, contribuyen enormemente a ese fin. Tal como señala Santini, el movimiento de Cultura Viva Comu- nitaria tiene como base y finalidad el fortalecimiento de democracias deliberativas y participativas, dentro de las cuales todas y todos ten- gamos lugar, y donde sean posibles otro tipo de relaciones, distan- tes del individualismo y la competencia que el sistema económico imperante genera. De modo que este libro se suma al esfuerzo de distintos sectores por afirmar que otros mundos son posibles. El ejercicio de imaginar otros mundos posibles, como se señala desde el movimiento de Cultura Viva Comunitaria, tiene como una de sus fuentes la reivindicación de la diferencia y la valoración de nuestros saberes y prácticas ancestrales, a la par de la apropiación y resignificación de las tecnologías y formas de producción cultural globalizadas. Así, transformar la opresión que nuestros pueblos han resistido y darle sentido desde la recuperación de principios preco- lombinos, como el Sumak Kawsay (Buen Vivir o Vida Plena) que se propone desde el mundo andino, es un desafío que implica seguir transformando los Estados desde la acción cultural. Pero para que dicha transformación se produzca, será nece- sario que estemos dispuestos a ocupar esos espacios que hoy, Prólogo 17 lamentablemente, asociamos con corrupción, intereses particula- res, lentitud y desinterés. Y también aquí radica uno de los aportes de este libro: Alexandre Santini ofrece sus reflexiones desde los dis- tintos ángulos que los diversos roles que ha asumido en el proceso le han otorgado. Transmite una mirada sensible y aguerrida como ciudadano, artista y gestor cultural; pero también, alerta y realista, a partir de su experiencia como funcionario público durante los años 2015 y 2016, como director de Ciudadanía y Diversidad Cul- tural del Ministerio de Cultura de Brasil. Es por esta amplitud del rango de mirada que Santini posee, que es posible identificar las condiciones necesarias para el diálogo entre el Estado y la sociedad civil, de modo que este devenga en políticas públicas sostenidas en el tiempo, basadas en la potencia y particularidad de cada comunidad y no en caudillismos o formas de manipulación con las que –por desgracia– a menudo se opera. Así, para continuar fortaleciendo nuestras democracias desde el hacer cultural, será necesario generar retroalimentación de experiencias e influencias mutuas entre actores de distintos países, de las cua- les este libro da cuenta. El hecho de que la versión en castellano de este libro se pre- sente en el marco del III Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria es una expresión del enorme impacto que ha tenido el movimiento articulado a nivel continental. Del mismo modo, las legislaciones y programas públicos que se exponen en el libro nos muestran la enorme capacidad para lograr transformaciones cuando nos trazamos objetivos comunes. Hoy vemos en toda Latinoamérica organizaciones culturales comunitarias que se articulan para incidir en los Estados; servido- res públicos que reconocen el papel de la cultura en el desarro- llo humano; investigadores que producen conocimiento sobre las experiencias de Cultura Viva Comunitaria. 18 Prólogo Si bien es impresionante todo lo que se ha logrado en las últimas décadas, tal como el autor alerta, es necesario ir más a fondo a fin de lograr que las transformaciones que el movimiento de Cultura Viva Comunitaria persigue se expresen en economías que estimulen la solidaridad, democracias que prioricen los dere- chos de las poblaciones históricamente excluidas, así como formas de relación basadas en los afectos y no en el miedo. Con ese objetivo, se trata de profundizar la capacidad de escu- char, de encontrar modos orgánicos de organización y representa- ción, de recuperar los vínculos no sólo entre quienes pensamos y sentimos de modo semejante, sino también con aquellos a quienes sentimos ajenos y distantes de nuestras prácticas cotidianas. Transformar los Estados es un deber. Lograrlo sólo será posi- ble si reconocemos a sus agentes como interlocutores válidos, si valoramos positivamente las distintas experiencias y roles que es necesario asumir en el proceso, si fortalecemos nuestros argumen- tos desde la retroalimentación y nos disponemos a relacionarnos con el otro desde la confianza y el afecto. He aquí el enorme valor de este libro del querido compañero Santini, que debe ser motivo de celebración para todas y todos los que nos sentimos llamados a seguir aportando al hermanamiento latinoamericano desde la Cultura Viva Comunitaria. Paloma carPio ValdeaVellano Artista escénica y comunicadora. Docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Impulsora de los programas Cultura Viva Comunitaria y Puntos de Cultura en Lima, Perú. Introducción Las políticas públicas de cultura y los movimientos sociocultu- rales que se articularon en Brasil a partir del gobierno de Lula y de la gestión de Gilberto Gil al frente del Ministerio de Cultura (MinC) tienen reflejos importantes en el desarrollo de las políticas culturales en América Latina. Analizar el contexto histórico y político en que se desarrolló este proceso nos permitirá presentar un panorama sobre las relaciones entre Estado, cultura y sociedad en Brasil y en el con- tinente. Se trata, también, de un ejercicio historiográfico sobre la trayectoria de una generación de gestores culturales, productores, artistas, liderazgos comunitarios, comunicadores, educadores popu- lares, representantes de pueblos y comunidades tradicionales que se involucraron en un proyecto político común construido a partir de la cultura, en un momento singular de nuestra historia. En Brasil, esas políticas culturales se hallan inscritas en el cen- tro de un ambiente de transformaciones en la trayectoria política del país. Entre los doce años comprendidos entre 2003 y 2015, políticas públicas como el programa Cultura Viva y los Puntos de Cul- tura, como parte de una estructura de políticas públicas de carácter emancipatorio, contribuyeron al establecimiento de nuevas legitimi- dades, a partir del posicionamiento de actores sociales y discursos 20 Alexandre Santini identitarios de diversos segmentos de la sociedad brasileña, espe- cialmente de aquellos oriundos de los sectores populares. La dimen- sión política de esta operación es de orden profundo, y se relaciona con la discusión sobre el papel del Estado como promotor de un modelo de desarrollo que intervenga en las cuestiones estructurales y en la reducción efectiva de la desigualdad social. También habla de la cuestión democrática, de la construcción de nuevos modelos de representación y participación, que tiene en la ocupación de los espacios públicos –tanto en el sentido estricto de las ciudades y terri- torios, como en una comprensión más amplia de la “cosa pública”, del aparato estatal y de los espacios de intervención política de la ciudadanía– un elemento fundamental para la emergencia de estos nuevos actores y sujetos sociales. Desde esta perspectiva, trabajaremos con el concepto de políticas culturales, que considera la dimensión de ciudadanía cul- tural y resalta la importancia de la participación social en procesos que involucran la afirmación de la presencia de esos sujetos en la obtención de la conquista, afirmación y ampliación de derechos. Se trata de una comprensión más vasta de las políticas cultura- les, más allá del campo estricto de la producción artística o de la democratización del acceso a los bienes culturales. En línea con lo que el investigador peruano Víctor Vich (2012) afirma en su ensayo Desculturizar la cultura, se trata de “posicionar la cultura como agente de transformación social y revelar la dimensión cultural de fenómenos aparentemente no culturales”. Por lo tanto,es nece- sario pensar la cultura relacionada con los fenómenos sociales, establecer conexiones con los procesos políticos en curso en la sociedad y analizar en qué medida las políticas culturales interfie- ren en la construcción efectiva de otras sociabilidades, proyectos y modelos de acción política. En el caso de Brasil, la política pública integrada por el programa Cultura Viva y por los Puntos de Cultura engendró Introducción 21 procesos de participación y articulación de la sociedad civil, constituyendo, a partir de una política cultural emancipadora, las bases para la articulación de un movimiento social de un nuevo tipo. Los promotores culturales se articulan desde una perspectiva de reconocimiento, afirmación y legitimación de saberes y quehaceres culturales, así como también procuran incidir concretamente en procesos de implementación de políti- cas públicas. La acción de estos promotores culturales en red, en diálogo con las diferentes esferas del Estado, hizo posible que el debate en torno de las políticas culturales cobrase mayor centralidad en el escenario político del país. La coyuntura vivida en Brasil llamó la atención de gestores y promotores culturales de ciudades y países de América Latina, que pasaban por procesos políticos similares, compartían realidades sociales y culturales, y sobre todo, buscaban construir paradigmas de política cultural similares, lo que aproximaba la experiencia bra- sileña a otras iniciativas en países latinoamericanos: Somos experiencias que creemos firmemente en la posibilidad y en la necesidad de reconstruir la acción política y la sociedad en un nuevo paradigma que desde abajo de la sociedad recree el ejercicio de poder tanto del Estado, como de la sociedad civil, como de los partidos y movimientos políticos, comprometiéndonos a establecer relaciones más dinámicas, horizontales y democráticas entre todos estos actores. (...) Creemos que estas iniciativas deben estar guia- das por la práctica de la ciudadanía cultural y el fortalecimiento de los derechos culturales en la perspectiva de la democratización cul- tural. (Cultura Viva Comunitaria, 2013, p. 22)1 1 Documento de constitución de Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria, redactado en octubre de 2010 y publicado en Cultura Viva Comunitaria: Compila- ción de documentos para la reflexión y la incidencia política (Medellín, Alcaldía de Medellín, 2013). En el prefacio del director teatral Jorge Blandón, la compilación se define como “una creación colectiva amorosa (...) un compilado de voces recreado por Jorge Blandón”. Atentos a esta indicación, señalaremos la referencia bibliográ- fica de los textos contenidos en esta publicación como Cultura Viva Comunitaria. 22 Alexandre Santini La experiencia de las políticas culturales desarrolladas en Bra- sil –en particular el programa Cultura Viva y los Puntos de Cul- tura– inspiró tanto a gobiernos locales como nacionales para que llevasen a cabo políticas públicas similares, en un proceso de arti- culación continental de promotores culturales en red alrededor del concepto de Cultura Viva Comunitaria. Esa trayectoria posibilitó la creación de políticas públicas y marcos legales a nivel local y nacio- nal en diversos países, así como acciones de incidencia concreta junto a organismos internacionales. El caso de la ley 13.018/2014 que instituyó la política nacional de Cultura Viva como política de Estado en Brasil constituye un ejemplo concreto de esa operación de transmisión de los procesos de gestión y formulación de políti- cas entre Estado y sociedad civil. En este libro transitaremos, en un movimiento pendular, entre la acción de esos movimientos y la institucionalidad, y el desarrollo de procesos autónomos de organización en el ámbito de la socie- dad civil. Al mismo tiempo en que se constituyen como actores políticos en diálogo con el Estado, estas expresiones organizadas de la sociedad en el campo de la cultura también ofrecen contribu- ciones para la construcción de nuevas formas de organización y de prácticas políticas, en un momento de crisis de las representacio- nes y de los espacios políticos consolidados, como los partidos, los sindicatos, el movimiento estudiantil, etcétera. La primera década del siglo XXI en América Latina puede caracterizarse como un ciclo de estabilidad económica que que- bró la tradición de inestabilidad y autoritarismo que marcó la historia de buena parte de los países del continente desde la segunda mitad del siglo XX hasta el final de la década de 1990. Este nuevo período se caracterizó, también, por un alineamiento político más hacia la izquierda entre los diferentes países de América Latina, en contraposición al período inmediatamente anterior, en la década de 1990, cuando el recetario económico Introducción 23 neoliberal pautó las directrices políticas y económicas de los paí- ses latinoamericanos. El ascenso al gobierno de Hugo Chávez en Venezuela (1999), Ricardo Lagos en Chile (2000), Luiz Inácio “Lula” da Silva en Brasil (2003), Néstor Kirchner en la Argentina (2003), Fernando Lugo en Paraguay (2008), Tabaré Vázquez en Uruguay (2005), Evo Morales en Bolivia (2006), Ollanta Humala en Perú (2011), Rafael Correa en Ecuador (2006), Daniel Ortega en Nicaragua (2006), Mauricio Funes en El Salvador (2009) y Manuel Zelaya en Honduras (2006) trajo una nueva configuración al panorama político latinoamericano. Y pese a las distintas realidades de cada una de estas naciones, las diferen- cias de orientación político-ideológica de los diversos gobiernos e, incluso, del rumbo tomado por sus respectivas administraciones, se advierte la emergencia de sectores vinculados con trayectorias políti- cas y pautas que reconfiguran la agenda social y política de América Latina, visibilizando procesos históricos de resistencia y afirmación de derechos latentes en el tejido social del continente: Una rápida mirada sobre la realidad actual latinoamericana nos per- mite establecer un conjunto de elementos comunes y regionales. Por un lado, las últimas décadas han sido el escenario temporal de la irrupción de movimientos populares y democráticos con capacidad de acceder y gestionar el poder del Estado en algunos lugares, en gran medida en reacción al funesto despliegue de los neoliberalis- mos ultramontanos en varios de nuestros países durante la década de 1990. Esa aparición ha permitido el resurgimiento de núcleos discursivos y acciones institucionales con una resonancia positiva en aquellas organizaciones y referencias ligadas a la tradición de la búsqueda de una Patria Grande latinoamericana, emancipada de los imperialismos y con una justicia social efectiva en la vida cotidiana. En estos últimos quince años, abundaron las acciones continenta- les y nacionales vertebradas en torno de estas grandes y queridas banderas populares, acompañadas de no pocas reformas políticas de importancia (leyes de democratización de los medios de comu- 24 Alexandre Santini nicación, reformas constitucionales, programas sociales de mayor cobertura social, visibilización de nuestros pueblos originarios, pos- turas diferentes frente a los organismos multilaterales de crédito, etcétera). (Balán, 2015, p. 29) Los trazos comunes entre los países latinoamericanos son muchos: cuestiones históricas, políticas y culturales, una unidad lingüística que abarca casi la totalidad de los países de la región, y sobre todo, problemáticas económicas y sociales semejantes que incitan a la búsqueda de una visión de conjunto. La unidad lati- noamericana es antes que nada un proyecto político que da orien- tación y sustancia a un discurso, a una construcción histórica en proceso. No obstante los avances políticos, sociales y económicos obtenidos por esos gobiernos de corte democrático y progresista en América Latina, cabe destacar los claros límites de esas expe- riencias en cuanto a promover reformas estructurales, tanto en el sentido de una ruptura con elmodelo de desarrollo del capitalismo industrial y financiero, como en el de una reducción efectiva de la desigualdad social, la constitución de instrumentos de democra- cia directa y participativa, e incluso, en el ámbito de las políticas culturales, ir más allá de la promoción y de la democratización del acceso a bienes y servicios. Es en ese contexto complejo y contradictorio que debemos analizar el desarrollo de las políticas culturales en América Latina. Al identificar, en medio del proceso histórico reciente, el surgimiento de experiencias de políticas culturales basadas en el concepto de Cultura Viva Comunitaria en varios países y ciudades latinoamerica- nas, analizaremos en qué medida tales conceptos y políticas con- tribuyeron a la construcción de un repertorio común para pensar las políticas culturales en lo que respecta a la relación de la cultura con temas de identidad, territorio y comunidad. No obstante, la principal contribución de este libro tal vez sea el esfuerzo por reconstituir, desde la observación participante, el Introducción 25 proceso de construcción del concepto de Cultura Viva Comunita- ria en América Latina. En gran medida, el programa Cultura Viva y los Puntos de Cultura de Brasil influenciaron esa construcción. Sin embargo, en el desarrollo de este concepto y de estas políti- cas fueron accionados otros elementos, otros repertorios y otras experiencias, relacionados con el contexto político-cultural local y nacional de cada país. Este texto –a veces personal, a veces historiográfico– analiza cómo se establecieron los primeros contactos, encuentros y arti- culaciones entre actores gubernamentales y de la sociedad civil; de qué modo se constituye la red Plataforma Puente Cultura Viva Comunitaria, y cómo se da esa construcción continental que con- sideramos una base para un repertorio común de políticas cultura- les en América Latina. Para ilustrar mejor tal proceso, construimos una línea de tiempo destacando los principales hechos y aconteci- mientos de esa trayectoria, y por fin, analizamos experiencias que implementaron políticas de Cultura Viva o de Puntos de Cultura en distintos países, enhebrando también algunos análisis compa- rados entre políticas públicas y legislaciones de Brasil y de otras naciones. Cabe destacar en esta introducción la relación directa que tengo con el tema. Este libro fue posible a partir de la elaboración de mi disertación de maestría en el Programa de Posgraduación en Cultura y Territorialidades (PPCULT) de la Universidad Federal Fluminense (UFF), entre 2014 y 2016. Gracias al compañerismo y la persistencia de mi tutor, profesor Luiz Augusto Rodrigues, gran incentivador de las investigaciones en políticas culturales en Brasil y, también, “puntero” (gestor del Punto de Cultura Niterói Oceâ- nico). Con su apoyo y colaboración pude transformar la escritura de la disertación en un ejercicio para revisitar mi propia trayecto- ria en los últimos doce años, y los diferentes lugares que ocupé a lo largo de ese proceso. En muchos aspectos, mi trayectoria 26 Alexandre Santini personal, política y profesional se entrelaza con la trayectoria de Cultura Viva en Brasil y América Latina. En 2004, ejercía como actor y coordinador de proyectos en el Instituto Tá Na Rua para las Artes, Educación y Ciudadanía, en Rio de Janeiro. El Instituto Tá Na Rua era la asociación cultural que dirigía las actividades del grupo de teatro Tá Na Rua, en el centro cultural del barrio de Lapa, en el corazón de la ciudad. En ese mismo año salió el primer registro de Puntos de Cultura del MinC, en el cual nos inscribimos y fuimos aprobados: figu- ramos entre las primeras 200 instituciones culturales de Brasil que formaron la red inicial del programa Cultura Viva. Coordina- mos el Punto de Cultura de esa institución por tres años. Realiza- mos talleres de teatro, espectáculos y participamos de las TEIAS (encuentros nacionales de Puntos de Cultura, en 2006, 2007 y 2008). Asimismo, dicté talleres de teatro para el grupo de promo- tores Cultura Viva del Punto de Cultura; fui griô* aprendiz y coor- dinador de la Acción Griô Nacional en Rio de Janeiro. En 2007, formé parte de la comisión que coordinó el I Foro Nacional de Puntos de Cultura y resulté elegido para la Comisión Nacional de los Puntos de Cultura y coordinador del II Foro Nacional de Puntos de Cultura en 2008. Entre 2009 y 2010 me acerqué a la gestión del programa Cultura Viva por una consultoría para la Secretaría de Ciudadanía Cultural del MinC, como acompañamiento de los proyectos Premio Interacciones Estéticas y Residencias Artísticas en Puntos de Cul- tura, realizados en conjunto con la Fundación Nacional de las Artes (FUNARTE). En ese período, coordiné la realización del proyecto “Puntos de Contacto”, que promovió el intercambio entre veinte * Griô es una palabra de origen africano, que en su acepción original se refiere a la persona que es depositaria de la tradición oral africana y va de aldea en aldea como poeta, cantante, narrador y músico. También se le suele atribuir poderes sobrenaturales. [Nota del traductor]. Introducción 27 Puntos de Cultura de Brasil con organizaciones del Reino Unido, un proyecto sustentado por el MinC y el British Council. En 2011, durante la gestión de la ministra de Cultura Ana de Hollanda, con el cambio de equipo y de orientación política del MinC, actué como asesor parlamentario de la diputada fede- ral Jandira Feghali, y contribuí durante el ejercicio de su mandato en el área de Cultura. En ese momento, Jandira presidió el Frente Parlamentario Mixto de Cultura del Congreso Nacional y presentó los proyectos de Ley de Política Nacional de Cultura Viva y Ley Griô Nacional. En paralelo a esta actividad de asesoría parlamentaria, continuaban los vínculos y los lazos con los movimientos e iniciati- vas de la sociedad civil. Imagen 1. Reunión preparatoria del Primer Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria, con el entonces ministro de Cultura boliviano Pablo Groux. El Alto, Bolivia, 2013. Foto: Carla Santos. En 2012 pasé a coordinar el Laboratorio de Políticas Cul- turales, proyecto de extensión ligado al Pontão de Cultura de la 28 Alexandre Santini Escuela de Comunicación de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), donde fuimos acogidos generosamente por la pro- fesora Ivana Bentes, por entonces directora de la Escuela y coordi- nadora del Pontão de Cultura. El Laboratorio de Políticas Culturales se proponía sistematizar, registrar y difundir las políticas cultura- les desarrolladas en Brasil, en especial el programa Cultura Viva. En simultáneo, comenzábamos un proceso de articulación con el movimiento de Cultura Viva Comunitaria en América Latina. Entre 2012 y 2015 visité experiencias que abrevaron en Cul- tura Viva en la Argentina, Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Nicaragua, Guatemala, Bolivia, Costa Rica y El Salvador, donde conocí las polí- ticas públicas y las organizaciones culturales comunitarias de cada uno de esos países y dialogué con gestores, artistas, líderes políticos y articuladores culturales. En 2013 participamos de la organización del I Congreso Latinoamericano de Cultura Viva Comunitaria en La Paz, Bolivia. En 2014 organizamos la caravana de los Puntos de Cul- tura que acompañó, en el plenario de la Cámara de Diputados en Brasilia, la aprobación de la Ley Cultura Viva a nivel nacional. En 2015 fui invitado por el ministro Juca Ferreira y por la secretaria de Ciudadanía y Diversidad Cultural (SCDC), Ivana Ben- tes, para asumir la Dirección de Ciudadanía y Diversidad Cultural del MinC, cargo que ejercí hasta mayo de 2016. En poco más de un año como funcionario y gestor del MinC, tuve la oportunidad, junto al equipo de la SCDC y la participación activa de represen- tantes de los Puntos de Cultura, de promover la reglamentación de la política nacional de Cultura Viva, retomar acciones estructurales como los Puntos de Media Librey los Puntos de Cultura Indígena, y avanzar en la ampliación de Cultura Viva con el reconocimiento de Puntos de Cultura a través del proceso de autodeclaración. Esa experiencia fue interrumpida luego del desplazamiento de la presidenta Dilma Rousseff. Se produjo la exoneración de Introducción 29 nuestro equipo y el rumbo de las políticas culturales en Brasil ingresó en un proceso de profunda incertidumbre. El gobierno, entonces provisorio, de Michel Temer promovió como una de sus primeras medidas la extinción del mismísimo MinC, creando una Secretaría Nacional de Cultura ligada al Ministerio de Educación (MEC), medida posteriormente anulada debido a una amplia reac- ción de la sociedad, que se manifestó a través de la ocupación de las sedes del MinC y de sus entidades vinculadas en todas las capitales del país.2 Esta introducción es apenas un recorrido que nutre de regla y compás al ejercicio de las próximas páginas. Un recorrido que se desliza, visita y es visitado por los espacios de militancia, de acción cultural, del trabajo creativo y de la gestión pública. Como entendemos que nuestro tema está atravesado por esas múltiples dimensiones, creemos que este libro puede merecer la atención de aquellos interesados en conocer, comprender e investigar las políticas culturales en Brasil y en nuestra región del mundo, Amé- rica Latina. 2 Para más información sobre la extinción provisoria del MinC, véase un ar- tículo de mi autoría publicado en el momento en que el MinC estaba siendo desmantelado. Allí introduzco un paralelo con el primer momento de clausu- ra del MinC durante el gobierno de Collor. Disponible en: http://www.une.org.br/ noticias/com-a-extincao-do-minc-temer-repete-collor-por-alexandre-santini/>. Visitado en septiembre de 2016. Asimismo, véase ensayo de Francisco Bos- co, expresidente de FUNARTE, donde el autor analiza las consecuencias políti- cas y sociales del “nuevo MinC”. Disponible en: <http://www1.folha.uol.com.br/ ilustrissima/2016/06/1780296-francisco-bosco-escreve-sobre-a-cultura-dividida- e-o-vaivem-do-minc.shtml?cmpid=compfb. Visitado en septiembre de 2016. Capítulo 1 Breve historia de las políticas culturales en Brasil Según el profesor Albino Rubim (2007), hasta fines del siglo XX las políticas culturales en Brasil fueron signadas por “ausencia, autoritarismo e inestabilidad”. Estos tres aspectos incidirán más o menos en cada momento, de acuerdo con las circunstancias y la coyuntura política, y la combinación de ellos conforma una “triste tradición” en la relación entre Estado y cultura en Brasil. La ausencia de un proyecto cultural caracterizó prácticamente todo el período colonial, el imperio y buena parte de la historia republicana del país. Por otra parte, la formación de la sociedad brasileña está fuertemente marcada por trazos prejuiciosos y discri- minatorios por parte de la elite dirigente del país en relación con las matrices negra e indígena, constitutivas del pueblo brasileño. En el incipiente ambiente intelectual del país de la independencia hasta fines del siglo XIX, el debate sobre la cultura estaba fuertemente influenciado por las teorías evolucionistas y racistas europeas, que imponían un signo negativo y una visión pesimista respecto de lo que sería una civilización mestiza en el ambiente del trópico. La proclamación de la república no produjo alteraciones significativas en ese escenario de ausencia, al menos en cuanto a la acción 32 Alexandre Santini del Estado sobre todas aquellas cuestiones relacionadas con la cultura. El autoritarismo es otro de los elementos que se hace pre- sente en el “currículum” de las políticas culturales del país. Paradó- jicamente, fue en los períodos autoritarios de la historia republicana brasileña –el “Estado Novo” de Getúlio Vargas (1937-1945) y la dictadura militar (1964-1985)–, cuando el Estado pasó a tener una actuación más participativa en asuntos de cultura, ya sea como elemento coercitivo, a través de la censura y del cercena- miento de la libertad de expresión artística y cultural, o mediante mecanismos de cooptación y atracción del ambiente cultural e intelectual, o incluso con la creación de dispositivos y relatos de la cultura brasileña que servían a los objetivos políticos e ideológicos de los regímenes vigentes. En el caso del gobierno de Vargas, durante el período del Estado Novo la censura se convirtió en política de Estado con la creación del Departamento de Prensa y Propaganda (DIP, en por- tugués). Al mismo tiempo que se establecía la persecución a artis- tas e intelectuales por motivos ideológicos, el gobierno diseñaba estrategias de aproximación y cooptación de sectores de la cul- tura y de la intelectualidad, en especial a través del recién creado Ministerio de Salud, Educación y Cultura que, bajo la gestión de Gustavo Capanema, cobijó en su cuerpo de funcionarios a inte- lectuales como Carlos Drummond de Andrade y Cecília Meirelles, entre otros. Al mismo tiempo, el Estado Novo tenía una estrategia de propaganda cultural que valorizaba positivamente la “brasileñi- dad”. La música nacional, la comida, el carácter mestizo del pueblo brasileño y sus rasgos culturales, hasta entonces vistos con reserva y desconfianza por las elites políticas y económicas, pasaron a ser elementos centrales para la construcción de una “identidad nacio- nal”, centralidad de un proyecto político que tenía en la afirmación de la nación uno de sus elementos constitutivos. Capítulo 1. Breve historia de las políticas culturales en Brasil 33 En este momento inaugural de las políticas culturales en Bra- sil se produce otro hecho importante: el paso de Mário de Andrade por el Departamento de Cultura de la Ciudad de São Paulo (1935- 1938). Aunque simultáneo y en varios aspectos convergente con el proyecto modernizante de Gustavo Capanema, y a pesar de la oposición del gobierno local y de la oligarquía paulista al gobierno de Vargas, la gestión de Mário de Andrade consolidó presupues- tos importantes, como la amplitud y transversalidad de la cultura con las áreas de urbanismo, deporte, entretenimiento y movilidad. Mediante políticas para la ciudad que hicieran de la cultura algo, en sus palabras, “tan vital como el pan”, Mário proponía extrapo- lar la dimensión de las bellas artes, y abarcar las culturas popula- res, asumiendo la dimensión del patrimonio inmaterial, intangible y pertinente de los diferentes estratos de la sociedad. El mayor símbolo de esa extensa visión fue el patrocinio de las “Misiones de Investigaciones folclóricas”, expediciones etnográficas a las regio- nes amazónica y nordestina cuyo objetivo principal era investigar y registrar manifestaciones culturales vinculadas con los modos de vida y trabajo, valores sociales, historias, religiones, leyendas, mitos, relatos, literatura, canciones, danzas, etcétera. El período comprendido entre el fin del Estado Novo y el inicio de la dictadura militar –entre 1945 y 1964– fue un momento de relativa estabilidad democrática. La consolidación del Teatro Bra- sileño de la Comedia, en São Paulo, con la modernización de la escena teatral, rindió importantes frutos, tales como la creación de los grupos teatrales Arena y Taller hacia el final de la década de 1950. Asimismo, el lanzamiento de Chega de Saudade, del bahiano João Gilberto, la invención de la bossa nova, que ganó los corazones y las mentes de la juventud de clase media carioca, y la creación, a principios de la década de 1960, del Centro Popular de Cultura (CPC) de la Unión Nacional de los Estudiantes fueron algu- nos de los hitos de ese ciclo virtuoso de la vida cultural brasileña. 34 Alexandre Santini No obstante, desde el punto de vista de las políticas culturales, ese florecimiento no significó una mayor participación o presencia del Estado en el área de la Cultura. El uso, a partir de 1953, de la expresión “cultura” para designar secundariamente un ministerio (Educación y Cultura) y la crea-ción del Instituto Superior de Estudios Brasileños (ISEB), además de otras medidas menores, no sugieren ninguna mutación esen- cial a esta persistente ausencia de políticas culturales en Brasil. (Rubim, 2008, p. 186) Desde el punto de vista cultural, la dictadura militar retoma, a partir de 1964, elementos de afirmación de la identidad nacio- nal vinculada con un sentimiento de patriotismo, como parte de la llamada Doctrina de Seguridad Nacional. El período anterior a la instalación del régimen militar fue de gran movilización para los sectores progresistas en el campo de la cultura y de las artes en el país, e incluso entre 1964 y 1968, a pesar de haberse insta- lado una dictadura de derecha, existía una hegemonía cultural de la izquierda en los círculos intelectuales del país (Schwarz, 2014). No obstante, con la instalación del Acto Institucional Número 5,* en diciembre de 1968, la dictadura logró establecer su proyecto cultural, que combinaba censura, represión, autoritarismo, apela- ción al sentimiento patriótico (“ámelo o déjelo”) y consolidación de una estructura cultural y educacional moldeada de acuerdo con los propósitos del régimen: La política cultural vigente en Brasil bajo la dictadura militar de 1964-1985 divide a los intelectuales, a las organizaciones en las cuales ellos trabajan y, principalmente, a su producción, en tres * El Acto Institucional Nº 5 fue el quinto auto emitido por la dictadura mili- tar brasileña, firmado el 13 de diciembre de 1968. Amparándose en la Cons- titución de 1967, daba poderes extraordinarios al presidente de la República y suspendía distintas garantías constitucionales. Entre otras cuestiones, el Poder Ejecutivo podía decretar el receso del Congreso cuando lo creyese oportuno. [Nota del traductor]. Capítulo 1. Breve historia de las políticas culturales en Brasil 35 categorías. Primero, la producción que es incentivada o protegi- da, oficiosa u oficial. Para los gobernantes, esa es la única váli- da. Segundo, la producción que es consentida, tolerada. Tercero, aquella censurada, prohibida. (…) Toda la producción intelectual brasileña –periodística, artística y científica– está sufriendo las consecuencias del cercenamiento o represión inherente a la sub- división mencionada. Es ilusorio imaginar que la libertad de pen- samiento pueda ser distribuida en partes desiguales (…). La po- lítica cultural de los gobiernos militares perjudica, en escala cre- ciente, al conjunto de la producción intelectual del país. (Ianni, 1991, pp. 161-162) En 1968, la reforma universitaria instituyó el sistema de crédi- tos, acercando la estructura curricular de enseñanza superior bra- sileña al modelo norteamericano. Instituciones como el Consejo Federal de Cultura, la Empresa Brasileña de Filmes S.A. (EMBRA- FILME) y, posteriormente, la Fundación Nacional de las Artes (FUNARTE) y el Consejo Federal de Cultura (CFC) también fueron creadas en ese período, lo que revela una preocupación por gene- rar una institucionalidad de la cultura bajo el control y orientación del Estado. Como rasgo persistente de la ausencia, cabe destacar el crecimiento vertiginoso de la industria cultural, principalmente la expansión de las redes de televisión, por todo el territorio nacional, que contó con el apoyo político y económico del régimen, pero a través de la iniciativa privada y de los conglomerados nacionales y extranjeros, sin políticas públicas de mediación ni de regulación de ese proceso. La inestabilidad, una de las tristes tradiciones a las que alude Rubim, constituye un elemento persistente en la combinación entre ausencia y autoritarismo. Con la redemocratización del país y la Nova República, la inestabilidad será el signo principal de las políticas culturales en las últimas décadas del siglo XX. Incluso la creación, en 1985, durante el gobierno de Sarney, del Ministerio de Cultura, encabezado primero por José Aparecido de Oliveira, y 36 Alexandre Santini después por Celso Furtado, no fue suficiente para dotar de una dinámica estable a la conducción de las políticas públicas para el sector. En los primeros diez años de existencia del organismo, el MinC tuvo diez gestores diferentes al frente de la cartera, lle- gando incluso a ser disuelto y transformado en secretaría durante el gobierno de Collor (1990-1992). El gobierno de José Sarney (1985-1989), que asumió tras el fallecimiento de Tancredo Neves, instaura la “Nova República” y efectúa la transición democrática luego del fin de la dictadura militar. Durante la administración Sarney se garantiza la creación del Ministerio de Cultura, que posibilita la construcción de una ins- titucionalidad mínima para una política cultural a nivel federal. Este movimiento del Gobierno federal se desdobló en la creación y con- solidación de organismos de gestión de la cultura en estados* y municipios, creando un ambiente favorable para la consolidación de los derechos culturales en el proceso de la Asamblea Constitu- yente de 1988. Desde una perspectiva más amplia, la existencia de un capítulo específico dedicado a los derechos de los indígenas en la Carta Magna es el resultado de un proceso de luchas sociales que permitió la consolidación de los derechos culturales. Por otro lado, en lo que atañe específicamente a la producción y el fomento a la cultura, al crear la primera Ley de Incentivo a la Cultura de Brasil (Ley Sarney), el Gobierno instaura un modelo basado en la exención fiscal, delegando a los productores y a las empresas el destino de los recursos y del fomento de las actividades culturales. Este modelo se mantendrá y consolidará a lo largo de la década de 1990. No obstante, algunas experiencias de políticas cultura- les en estados y municipios a lo largo de la década de 1980 ya * En este caso, la referencia al “estado” alude a una entidad federada análoga a provincia en Argentina o departamento en Bolivia. [Nota del traductor]. Capítulo 1. Breve historia de las políticas culturales en Brasil 37 apuntaban en otra dirección. El primer gobierno de Leonel Brizola en el estado de Rio de Janeiro, entre 1983 y 1986, tuvo como secretario de Educación al antropólogo Darcy Ribeiro. A partir del Programa Especial de Educación, matriz de los Centros Integrados de Educación Pública (CIEP), Darcy, con el apoyo de un equipo de intelectuales y artistas que contaba con nombres como Augusto Boal, Amir Haddad, Cecília Conde y Caíque Botkay, crea la figura de “animador cultural”: realizadores de cultura de las comunidades, incorporados al equipo de las escuelas, promovían acciones artís- ticas y culturales para los alumnos de enseñanza básica que estu- diaban en jornada completa. Inicialmente, estos animadores eran seleccionados y contratados a través de un régimen diferente al de los demás educadores y servidores escolares, lo que, sumado al carácter innovador de la iniciativa, generó conflictos y resistencias internas en la comunidad escolar. Posteriormente, con la Consti- tución de 1988, los animadores culturales fueron incorporados al régimen jurídico único del funcionariado público. Aún hoy, algunos de esos animadores continúan activos como servidores del estado de Rio de Janeiro. La gestión de Marilena Chauí, quien en 1989 asume la Secretaría Municipal de Cultura de la ciudad de São Paulo, en el gobierno de la prefecta (intendenta) Luiza Erundina, tuvo un carácter inaugural, en medio de un proceso de redemocratización de Brasil, donde por primera vez el Partido de los Trabajadores (PT) asumió el comando de la administración de la mayor ciudad del país. Chauí promovió la “ciudadanía cultural”, constituida esta en el elemento rector de su gestión al frente de la cartera; los enfrentamientos políticos y los desafíos de la gestión permitieron que su análisis del concepto de ciudadanía cultural tuviese rela- ción con su actuación como administradora. Al definir las premi- sas de la gestión, afirmó que pretendía superar “el modo en que la tradiciónoligárquica autoritaria opera con la cultura a partir 38 Alexandre Santini del Estado” en Brasil: lo liberal, lo autoritario, lo populista y lo neoliberal.3 Marilena Chauí destaca la necesidad de democratización no sólo del acceso a los bienes culturales, sino de la participación social en las políticas públicas de cultura. Para ella, democratiza- ción significa incorporar e incluir a los sectores menos favorecidos de la sociedad, posicionando la cultura como un factor de reduc- ción de las desigualdades sociales y como un elemento fundamen- tal para la construcción de una sociedad más justa y democrática: Nuestra política cultural se ha propuesto enfrentar el desafío de ad- mitir que la cultura es simultáneamente un hecho y un valor, enfren- tar la paradoja de que la cultura es el modo de ser de los humanos y al mismo tiempo necesita ser entendida como un derecho de aque- llos humanos que no pueden ejercer plenamente su ser cultural –en este caso, la clase trabajadora. (Chauí, 2006) El concepto de ciudadanía cultural definido por Marilena Chauí revela la relación indisociable entre cultura y política, así como la dimensión que la cultura ocupa en los procesos socia- les e históricos. Al mencionar a la clase trabajadora, Chauí incor- pora la dimensión de la lucha de clases al reconocimiento de los derechos culturales, considerando la cultura como un hecho social atravesado por los conflictos y contradicciones estructurales de la sociedad. 3 Según Chauí (1995, p. 81), “fueron cuatro las principales modalidades de relación del Estado con la cultura en Brasil. La liberal, que identifica cultura y bellas artes [...]. En tanto artes liberales, son vistas como privilegio de una elite escolarizada y consumidora de productos culturales. La del Estado autoritario, en la cual el Estado se presenta como productor oficial de cultura y censor de la pro- ducción cultural de la sociedad civil. La populista, que manipula una abstracción generalmente denominada cultura popular, entendida como producción cultural del pueblo y relacionada con el pequeño artesanado y el folclore, es decir, con la versión popular de las bellas artes y de la industria cultural. La neoliberal, que iden- tifica cultura y evento de masa, consagra todas las manifestaciones del narcisismo desarrolladas por la massmedia, y tiende a privatizar las instituciones públicas de la cultura dejándolas bajo la responsabilidad de empresarios culturales”. Capítulo 1. Breve historia de las políticas culturales en Brasil 39 A contramano de este proceso, y tras derrotar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales al candidato petista Luiz Inácio “Lula” da Silva, Fernando Collor de Mello gana las prime- ras elecciones directas por la presidencia de la República luego de finalizada la dictadura militar. El fenómeno electoral de su vic- toria combinó una estrategia de publicidad basada en el hombre valiente que combate a los corruptos (El “Cazador de Marajás”)* y una plataforma de modernización conservadora del país, basada en el modelo neoliberal aplicado por los gobiernos de Ronald Rea- gan (Estados Unidos) y Margaret Thatcher (Reino Unido). Collor intentó implementar una agenda alineada con la “receta” del neo- liberalismo para los países latinoamericanos, que incluía la privati- zación de empresas y de organismos públicos, la disminución de la estructura administrativa del Estado y el recorte presupuestario en políticas sociales. Al asumir el mando, Collor anunció un conjunto de medi- das rimbombantes, con las cuales prometía dejar “a la derecha indignada y a la izquierda perpleja”. Algunas de ellas fueron extre- madamente impopulares, como la confiscación de inversiones financieras y de libretas de ahorro. El mismo día de la asunción, el Gobierno publicó las Medidas Provisorias (MP) 150 y 151. La primera se trataba de una reforma ministerial que reducía drás- ticamente el número de ministerios. Entre otras cosas, eliminaba el Ministerio de Cultura y creaba una Secretaría Nacional de Cul- tura vinculada con la Presidencia de la República. Por su parte, la MP 151 disolvía una serie de organismos y autarquías federales. En el ámbito de la cultura, fueron suprimidos en aquel momento Embrafilme, FUNARTE, la Fundación Cultural Palmares (FCP), la Fundación Pro-Memoria, la Fundación Nacional de Artes Escénicas * Así lo denominó la prensa brasileña, mediante una estrategia de prensa de sus colaboradores, para mostrarlo como quien encarnaría la “cruzada contra la corrupción”. [Nota del traductor]. 40 Alexandre Santini (FUNDACEN), la Fundación del Cine Brasileño (FCB) y la Fundación Nacional Pro-lectura. El comando de la Secretaría Nacional de Cultura fue entre- gado al cineasta Ipojuca Pontes, que en declaraciones al periodismo afirmó que el papel del Estado “no es producir ni fomentar directa- mente las actividades culturales”, y que se combatiría “el perchero de empleos” en que, según él, se habían transformado los orga- nismos de gestión cultural del Gobierno federal. Estaba creando el escenario de “tierra arrasada” que marcó la relación del gobierno de Collor con las políticas culturales y con el sector cultural.4 La gestión de Ipojuca Pontes estuvo marcada por el distancia- miento y por una relación tensa con el sector cultural, que ofreció una fuerte resistencia a las medidas de su administración. El des- gaste del secretario nacional de Cultura, sumado a la impopulari- dad creciente del Gobierno, llevó a su sustitución por el embajador Sérgio Paulo Rouanet. El nuevo secretario retomó el diálogo con el sector cultural y procuró restablecer una institucionalidad para el fomento. Rouanet rescató el modelo de mecenazgo y exención fis- cal existente en la Ley Sarney, así como en otras legislaciones esta- duales que surgieron en el período, para crear la Ley 8.313/1991, que instituyó el Programa Nacional de Apoyo a la Cultura (PRONAC) y que se conocería como Ley Rouanet. La Ley 8.313 fue innovadora por constituir un trípode para el fomento a la cultura en Brasil basado en el incentivo directo a acti- vidades culturales a través del Fondo Nacional de Cultura (FNC), del Fondo de Inversión Cultural y Artístico (FICART) –que posibilitaría la creación de líneas de crédito para el financiamiento de proyectos 4 Existen pocos estudios que se detengan sobre las políticas culturales en el gobierno de Collor, que, a pesar de haber sido muy corto, resulta fundamental para comprender las concepciones en juego en el debate de las políticas culturales en Brasil, así como la relación entre estas y los proyectos políticos para el país. En este sentido, cabe destacar el trabajo de Mendes (2015). Capítulo 1. Breve historia de las políticas culturales en Brasil 41 culturales– y del mecenazgo, a través de la exención fiscal. El ter- cer mecanismo se consolida, así, como el principal instrumento de fomento a la cultura en el país, de modo que, en la práctica, la Ley Rouanet representó su restitución (originalmente creada en la Ley Sarney) y su profundización como modelo principal de fomento a la actividad cultural en el país, situación que, desde el punto de vista presupuestario y financiero, y pese a los cambios de rumbo y de orientación de las políticas culturales en los últimos años, aún continúa inalterable. Collor renunció en noviembre de 1992, para evitar que el cese de su mandato se produzca tras un proceso de impeachment exi- gido por buena parte de la sociedad brasileña, que se movilizó junto a la juventud –de amplia participación–, los artistas y los inte- lectuales. En su lugar asumió Itamar Franco, que recreó el Ministe- rio de Cultura. En poco más de dos años de gobierno, tres ministros diferentes estuvieron al frente de la cartera: Antônio Houaiss, Jerô- nimo Moscardo y Luiz Roberto Nascimento Silva. Con la elección de Fernando Henrique Cardoso en 1994, amparado por una coalición política de centroderecha, en la estela de la estabilización económicaobtenida a través del Plan Real, el Ministerio de Cultura fue ocupado por ocho años por el sociólogo y profesor de la Universidad de São Paulo (USP) Francisco Weffort. El nuevo ministro venía de una trayectoria política e intelectual de izquierda; de hecho, había sido uno de los firmantes del manifiesto de fundación del Partido de los Trabajadores. Sin embargo, Weffort no se privó de aplicar a las políticas públicas de cultura el recetario neoliberal presente en la agenda política y económica de Brasil en aquel momento. “La Cultura es un buen negocio” fue el eslogan de su gestión al frente del MinC. La frase se explica a sí misma: ausen- cia de inversiones públicas directas y de regulación del Estado en el establecimiento de prioridades, y delegación en el mercado del fomento a la cultura. 42 Alexandre Santini Desde el punto de vista de la gestión, el concepto de “Estado mínimo” justificaba la cada vez mayor precarización de las estruc- turas, de los empleados y del cuerpo técnico del Ministerio de Cul- tura e instituciones vinculadas. El modelo de fomento basado en el incentivo fiscal se consolidó. Más allá de la histórica tradición de ausencia del Estado, en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y en la gestión de Weffort, el MinC tomó para sí la dinámica del sector privado y del marketing cultural como vectores preponderan- tes de las inversiones y de la orientación de las políticas culturales del país. Capítulo 2 Ruptura CONTradição:* las políticas culturales en el Brasil del siglo XXI5 A finales de 2002, con la victoria del candidato del PT, Luiz Inácio “Lula” da Silva, en las elecciones presidenciales, el entonces ministro de Cultura del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, el sociólogo Francisco Weffort, en una entrevista con la revista Folha de S. Paulo, lanzó un vaticinio sobre el próximo gobierno: Folha – ¿Quién cree usted que va a ser el ministro de Cultura en el gobierno del PT? Weffort – En cualquier gobierno democrático, del PT o de cualquier otro partido, la política de cultura es básicamente la misma. La política de cultura fue decidida por Mário de Andrade y por Rodrigo de Melo Franco. Todas las políticas de cultura en Brasil, desde 1930 hasta el presente, han sido de corte democrático. Siempre está el * En el término “CONTradição” anida un juego de palabras en portugués, difícil de representar en castellano: “ruptura con tradición / ruptura contradicción”. Por este motivo, se ha optado por mantener el original en portugués, que por otra parte, como indica la nota siguiente, se trata del nombre de una exposición foto- gráfica. [Nota del traductor]. 5 La expresión “Ruptura CONTradição” es el nombre de una exposición foto- gráfica del periodista y poeta TT Catalão, colaborador de la primera hora en la im- plementación del programa Cultura Viva, curador de la primera TEIA Nacional (São Paulo, 2006) y director y secretario de Ciudadanía Cultural del MinC entre 2009 y 2010. 44 Alexandre Santini tema de la identidad nacional, el tema de la vinculación de la cultura erudita con la cultura popular, que es muy típico del Brasil, ¿no? La cultura no puede reflejar sólo esas desigualdades sociales de Brasil, sino que tiene que ser una actividad estructural, que tenga concien- cia de ello y que abra espacios para la crítica de esa desigualdad. Todo eso es la política de cultura que, probablemente, el PT va a continuar. (Weffort, 2002, s/p) Los dichos de Weffort, un profesor de la Universidad de São Paulo (USP) que en la década de 1980 había firmado el mani- fiesto de fundación del Partido de los Trabajadores (PT) y había sido dirigente nacional de esa fuerza política, contienen afirmaciones inconsistentes; sin embargo, aunque incurre en generalizaciones, también presenta, a su manera y con una sinceridad desconcer- tante, un cierto tipo de pensamiento “liberal-modernista” que orientó el debate de las políticas culturales en sucesivos períodos de la historia republicana de Brasil. La principal inconsistencia de las respuestas de Weffort es la afirmación de que “todas las políticas de cultura en Brasil, desde 1930 hasta el presente, han sido de corte democrático”. El soció- logo Francisco Weffort ciertamente no ignora que el autoritarismo es uno de los rasgos característicos que configuran las “tristes tradiciones” de las políticas culturales en Brasil, y que el “estilo democrático” no se hizo presente en las políticas de cultura de los períodos de los regímenes autoritarios, ya que no puede existir un estilo democrático sin democracia y bajo censura y represión. Como intelectual que luchó contra la dictadura en Brasil, Weffort, sin duda, no desconoce el panorama en que se desarrolló la pro- ducción artística e intelectual del período en la dictadura militar y sus graves consecuencias para el desarrollo artístico, cultural e intelectual del país. La afirmación, travestida de pregunta, de que “siempre está el tema de la identidad nacional, el tema de la vinculación de la Capítulo 2. Ruptura CONTradição: las políticas culturales en el Brasil del siglo XXI 45 cultura erudita con la cultura popular, que es muy típico del Brasil, ¿no?” es una generalización que tal vez cabría en el discurso de un político que circunstancialmente estuviese dirigiendo la cartera de cultura, pero suena escabrosa cuando parte de un intelectual del campo de las ciencias sociales. ¿Cómo ignorar que el tema de la cultura popular y su relación con el llamado campo erudito ha sido objeto de enfrentamientos y tensiones teóricas y con- ceptuales de lo más relevantes para las ciencias humanas? Sólo para dar un ejemplo, el sociólogo francés Roger Chartier (1995, p. 179) afirma que La cultura popular es una categoría erudita. (…) los debates en torno de la definición de cultura popular fueron (y son) ligados adrede a un concepto que quiere delimitar, caracterizar y denominar prácticas que nunca son designadas por sus actores como pertenecientes a la “Cultura Popular”. La concepción “liberal-modernista” del discurso de Weffort está bien definida en el análisis de Guattari y Rolnik (1996) sobre el espíritu modernista que orienta la definición de las políticas de cultura en las democracias occidentales: En este momento están comenzando a surgir ministerios de cultura en todas partes, desarrollando una perspectiva modernista desde la cual se proponen incrementar, de manera aparentemente democrá- tica, una producción cultural que les permita figurar entre las socie- dades desarrolladas. Y también, alentar formas de cultura particula- rizadas, con el fin de que las personas, de algún modo, se sientan en una especie de territorio y no queden perdidas en un mundo abs- tracto. (…) Detrás de esa falsa democracia de la cultura se siguen instaurando –de manera completamente subyacente– los mismos sistemas de segregación a partir de una categoría general de cultu- ra. Los ministros de Cultura y los especialistas de los equipamientos culturales, desde esa perspectiva modernista, declaran no pretender calificar socialmente a los consumidores de los objetos culturales, sino sólo difundir cultura dentro de un determinado campo social, 46 Alexandre Santini según una ley de libertad de intercambio. No obstante, lo que aquí se omite es que el campo social que recibe la cultura no es homo- géneo. (p. 20) La victoria de Luiz Inácio “Lula” da Silva en la elección pre- sidencial de 2002 representó un cambio profundo en el papel del Estado, en la relación del Gobierno con el conjunto de la sociedad, y en la participación social en la definición e implementación de las políticas públicas. Dichos cambios tendrán reflejos importantes no sólo en las políticas culturales strictu sensu, sino fundamental- mente en el ethos que anima la relación entre Gobierno y sociedad civil. Hay, en la victoria de Lula, más allá de la construcción progra- mática y del proyecto político construido por el Partido de los Traba- jadores(PT), partidos aliados y movimientos sociales a lo largo de tres décadas, una relación subjetiva con la figura del gobernante: la simbología del presidente obrero, oriundo de las clases populares, inaugura una nueva mirada de la amplia mayoría del pueblo brasi- leño en relación con el Gobierno o el presidente de la República. Nuevos actores sociales en la escena política y en el poder nacio- nal. Este carácter, digamos, cultural, de una posible llegada de Lula al poder ya había sido señalada por Guattari y Rolnik: Lo que le otorga un aire extraño a la ascención política y social de una persona como Lula es el hecho de que entendamos muy bien que no se trata sólo de un fenómeno de ruptura en relación con la gestión de los flujos sociales y económicos, sino de poner en práctica un proce- so de subjetivación diferente del capitalista (…). Poner en práctica la gestión de una subjetividad que va a ser capaz de dirigir la realidad de las sociedades desarrolladas y, al mismo tempo, de dirigir procesos de singularización subjetiva que no van a desterrar las diferentes catego- rías sociales (minorías sexuales, raciales, culturales, etcétera) en el encuadramiento dominante del poder. (op.cit., p. 22) También Gilberto Gil, en su discurso de asunción como minis- tro de Cultura, marcó la importancia del aspecto simbólico y cultu- ral de la elección de Lula: Capítulo 2. Ruptura CONTradição: las políticas culturales en el Brasil del siglo XXI 47 La elección de Luiz Inácio “Lula” da Silva fue la más elocuente manifestación de la nación brasileña por la necesidad y por la urgencia de cambio. No por un cambio superficial o mera tácti- ca de ajedrez de nuestras posibilidades nacionales, sino por un cambio estratégico y esencial que se sumerja en el cuerpo y en el espíritu del país. El ministro de Cultura entiende de esa manera el mensaje enviado por los brasileños, a través de la consagración popular del nombre de un trabajador, del nombre de un brasile- ño profundo, sencillo y directo, de un brasileño identificado por cada uno de nosotros como un par, como un compañero. (Gil y Ferreira, 2013, p. 229) Lula ganó las elecciones en su cuarto intento, luego de reali- zar una serie de inflexiones programáticas. Su candidatura, en una amplia alianza político-partidaria, incorporó sectores del empresa- riado nacional, con la elección del empresario minero José Alencar da Silva como candidato a vicepresidente; esto es, dio señales claras al mercado de que no alteraría las líneas estructurales de la política macroeconómica vigente en el país. La “Carta al Pue- blo Brasileño”, documento lanzado durante la primera vuelta de la elección presidencial, señalaba el mantenimiento de la estabilidad económica basada en el control de la inflación, el compromiso del pago de la deuda externa y el reconocimiento de los mecanismos de regulación del sistema financiero internacional. Los cambios en el campo de las políticas sociales, con foco en el combate al ham- bre y a la miseria, la realización de una vasta reforma agraria y la reducción de las desigualdades sociales en las ciudades continua- ban como metas del programa de gobierno, pero sin alteraciones sustanciales en la política económica. Promover un Estado de bien- estar social en la periferia del capitalismo, con reformas estructu- rales y otorgando derechos y conquistas para la clase trabajadora, pero sin grandes agitaciones y rupturas con la clase dominante: ahí se halla la delicada ecuación con la cual Lula se proponía equilibrar el gobierno. 48 Alexandre Santini Ese precario equilibrio entre intereses contradictorios se hallaba impreso en el amplio arco de alianzas que dieron sustento a la victoria de Lula y quedó reflejado en la ecléctica composición de su equipo ministerial, cuyo objetivo era garantizar la “gobernabi- lidad” y una mayoría política en el Congreso Nacional. La elección del compositor Gilberto Gil para el Ministerio de Cultura, en cambio, fue un punto fuera de la curva en ese rompecabezas de la realpoli- tik. La trayectoria de Gil desentonaba tanto con el pragmatismo de la composición de fuerzas políticas de diferente orientación al PT, como con los cuadros petistas de los ministerios del área social. Atribuida a una elección personal de Lula, la designación de Gil incomodó, en un primer momento, a sectores del propio PT, especialmente a aquellos más ligados al campo cultural. A fin de cuentas, el partido hacía mucho tiempo que venía acumulando bagaje de gestiones culturales en el ámbito local, y tenía como referencia la experiencia de Marilena Chauí, ya mencionada, al frente de la Secretaría de Cultura de São Paulo. La misma Chauí, además de artistas e intelectuales como Augusto Boal, Bete Men- des, Sérgio Mamberti, Antônio Grassi, Celso Frateschi, entre otros, que ya habían ocupado cargos o habían implementado proyectos culturales en administraciones petistas, tuvieron un papel activo en la elaboración del documento “La imaginación al servicio de Brasil” (que sería el texto base del programa de gobierno del PT en el área de cultura), además de que habían participado activamente de las campañas electorales. Por trayectoria, formación y posicionamiento político, Gilberto Gil era una nota disonante en el grupo que se constituyó en el PT alrededor de la formulación de políticas culturales. Gil emergió como artista en la década de 1960, como una de las referencias del tropicalismo, y ya en aquel momento de su carrera enfrentó duras críticas del campo de la izquierda, principalmente por parte de intelectuales y artistas que tuvieron un papel destacado en la Capítulo 2. Ruptura CONTradição: las políticas culturales en el Brasil del siglo XXI 49 construcción y organización del PT. Esa crítica enfrentaba a los artistas e intelectuales ligados al Partido Comunista Brasileño (PCB), y posteriormente al PT, con aquellos identificados con el tropicalismo, visto por los primeros como un movimiento vanguar- dista, formalista, que presumía de cosmopolitismo al proponer, en tono grotesco y colores chillones, una crítica ambigua al “atraso” brasileño en su modernización tardía.6 Las divergencias de los artistas e intelectuales de izquierda con el tropicalismo fueron sintetizadas, desde el punto de vista de Gilberto Gil, como una diferencia sobre la comprensión del con- cepto de cultura. Al explicitar su punto de vista en ese debate, Gil nos brinda algunas definiciones sobre el concepto de cultura que fijaría su actuación como artista –también como ministro de Cul- tura– y que, en cierta forma, ayudan a comprender las diferencias entre el pensamiento y la práctica de Gil y los propios de los inte- lectuales y artistas ligados al PT: [El tropicalismo] Al principio, fue un movimiento terriblemente mal entendido por otros universitarios que también pensaban que defen- dían la “verdadera” cultura popular brasileña. El problema era que teníamos visiones diferentes sobre cómo defender esa cultura, sobre lo que sería verdadero en esa cultura y sobre esa misma cultura. (...) Lo que diferenciaba nuestras visiones sobre identidad cultural y so- bre cultura brasileña, lo que separaba a los tropicalistas de los estu- 6 Roberto Schwarz, uno de los fundadores del PT, en el artículo Cultura e Políti- ca (1964-1969) explicita un análisis crítico de los sectores de la izquierda al tropi- calismo: “La cresta de la ola, que es, en cuanto a la forma, donde los tropicalistas están, a veces encuentra una línea por su esfuerzo crítico, a veces por el éxito de moda en las grandes capitales. Esta indiferencia, este valor absoluto de lo nuevo, hace que la distancia histórica entre técnica y tema, fijada en la imagen-tipo del tropicalismo, pueda tanto provocar ataque a la reacción, como el triunfo de los nietos urbanos sobre los abuelos del interior, el mérito irrefutable de haber nacido después de leer revistas extranjeras. Sobre el fondo ambiguo de la modernización, es incierta la línea entre