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DESARROLLO EcoNOMIco, vol. 41, N2 161 (abril-junio de 2001) -~ 1274 TERRATENIENTES, INDUSTRIALES Y CLASE DOMINANTE EN LA ARGENTINA: RESPUESTA A UNA CRITICA* ROY HORA** Jorge Schvarzer ha tenido la cortesla de leer mi articulo "Terratenientes, empresarios industriales y crecimiento industrial en la Argentina: los estancieros y el debate sobre el proteccionismo, 1890-1914" y se ha tornado el trabajo de manifestar por escrito sus opiniones, mayormente crlticas, sobre el mismo. No puedo menos que destacar este gesto que, ine- vitablemente, compromete una respuesta. Sus comentarios merecen considerarse con la debida atenci6n, en parte porque es necesario aquilatar el valor de sus argumentos, en parte porque sus afirmaciones resultan ilustrativas de un modo de entender el pasado argentino con el que manifiesto m~s de un desacuerdo. Schvarzer somete mi escrito a una serie de objeciones, para finalmente concluir que la evidencia alli presentada no hace sino corroborar la perspectiva analitica con la que se identifica, planteadas originariamente por Milclades Pela, y reelaborada mAs tarde por Jorge SAbato y por el propio Schvarzer. En defensa de sus ideas, este crltico argumenta que se trata de un artlculo que aporta algunos datos novedosos, pero que no acierta en c6mo interpretarlos. Es el intento por presentar mi articulo como una confirmaci6n de ideas alas que no adscribo la que me obliga a volver sobre aspectos puntuales del trabajo, pero tambi~n a formular algunas consideraciones mAs generales, referidas alas debilidades de la perspectiva que Schvarzer defiende. Seflalemos, desde el inicio, que nuestro critico tiende a considerar en conjunto dos problemas: el de las caracterlsticas del empresariado y el de la evoluci6n de la economla argentina en el largo plazo. Aunque 6stos se tocan en varios puntos, de todas maneras merecen, cada uno, un tratamiento especlfico. Por este motivo, aqui s6lo nos proponemos hacer algunas consideraciones sobre el primero (aunque, como el lector advertird, ello tiene consecuencias sobre c6mo abordar el segundo). Uno de los objetivos de mi articulo es someter a crltica dos interpretaciones, en gran medida opuestas, sobre las relaciones entre te- rratenientes e industriales en el periodo de crecimiento agroexportador. Cada una de Ostas se apoya en un cOmulo (ciertamente parcial) de evidencias hist6ricas, pero es incapaz de integrar otras. Mi perspectiva se propone salir de un debate cuya productividad se ha agotado hace mucho tiempo, tomando distanciatanto de la visi6n que afirma que los intereses de terratenientes e industriales eran esencialmente contradictorios u opuestos entre si (la versi6n tradicional) como de la que sostiene que 6stos eran fundamentalmente compatibles debido al carActer diversificado del gran empresariado del perlodo (la versi6n revisionista que Schvarzer suscribe). Sugiere que, en Ilneas generales, empresarios rurales e industriales deben ser considerados como actores distintos y aut6nomos. En este punto, la interpretaci6n tradicional se ajusta mejor que la revisionista a lo que nos dice la evidencia hist6rica. Pero (como Ezequiel Gallo lo intuy6 hace tiempo) 6sta tambidn indica que los intereses de * Respuesta a la nota de JORGE SCHVARZER, en este mismo ejemplar, prigs. 121-26. ** Universidad Nacional de Quilmes - CONICET. [Direcci6n electr6nica: <rhora@unq.edu.ar>.] This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions 128 ROY HORA terratenientes e industriales, si bien no eran id~nticos, se revelaron compatibles en distintos momentos del periodo en consideraci6n. S6lo en ciertas circunstancias hist6ricas la diferencia se convirti6 en oposicidn1. El articulo argumenta que los problemas vinculados a la colocaci6n de la producci6n exportable argentina en los mercados externos constituyeron el principal punto de fricci6n entre terratenientes e industriales a lo largo de todo el perlodo analizado. Si en la segunda mitad de la d~cada de 1860 los empresarios rurales consideraron, siquiera timidamente, promover una politica proteccionista, para la d6cada de 1880 ya no dudaban de que su suerte estaba atada a la de la expansi6n del mercado externo, por Io que nunca volvieron a "fluctuar" entre proteccionismo y librecambio. Pero la presencia de una industria que, al menos en parte, crecid6 a la sombra de la proteccidn aduanera, afectaba la fluidez de esa vinculaci6n. Son las diferencias surgidas en torno de este punto las que, en determinados momentos, volvieron conflictivas las relaciones al interior de una clase empresaria en la que encontramos unos pocos grandes empresarios diversificados, asi como un nOmero mayor de empresarios industriales especiali- zados, pero cuya cOspide se encontraba am- pliamente dominada por grandes terratenientes con intereses fundamentalmente limitados al sector rural (volver6 sobre este punto verdade- ramente crucial mAs abajo). Cu.n significativas fueron las diferencias entre terratenientes e industriales puede discutirse larga e infruc- tuosamente, por lo que quizcs la mejor forma de encontrar un camino que permita avanzar en la resoluci6n de este interrogante sea colocarlo en una perspectiva comparativa (a la que, dicho sea de paso, Schvarzer siempre se resisti6). LTuvieron estos conflictos menor hondura que los que enfrentaron entre si a los empresarios norteamericanos, los franceses, los mexicanos, los chilenos, los colombianos o los brasileiros de ese periodo? Nada parece indicarlo, en parte porque la existencia de elites empresarias con activos esparcidos en distintas esferas de actividad que, contratoda evidencia, Schvarzer insiste en presentar como uno de los rasgos distintivos del caso argentino, y como uno de los motivos centrales que explican su particular deriva, si bien no se confirma para el caso que nos ocupa, resulta muy generalizada en otras experiencias nacionales. Por si hiciera falta, conviene aclarar que mi articulo no equipara industria y proteccionismo, ni afirma que 6ste, necesariamente, forrna parte de una politica industrial. De hecho, las razones que ofrece para explicar lo mts sustancial del crecimiento manufacturero del periodo son de otra indole (expansi6n del mercado dombstico, especialmente urbano, mejora del sistema de comunicaciones, eslabonamientos con la actividad de exportaci6n, etc~tera), y s6lo hace menci6n a la protecci6n arancelaria para explicar la presencia de aquel segmento de la industria que competia con la producci6n importada pero que tenia costos de producci6n m.s altos que los internacionales. Este fen6meno es conocido y no vale la pena detenerse en 6l. Schvarzer tampoco parece haber advertido que mi escrito no niega la fuerte dependencia del Estado federal respecto de los recursos generados por el comercio exterior, ni el hecho de que ese sistema fiscal no distribula sus cargas de forma neutral entre los distintos grupos sociales. MAs bien lo opuesto, a punto tal que, como alli se argumenta, estos motivos esttn en la base del acuerdo interempresario sobre el sistema fiscal madu- rado a principios del siglo XX que, en definitiva, volvi6 aceptable, incluso para los terratenientes, la protecci6n a la industria dom6stica menos competitiva. El trabajo tampoco niega que, en algunos puntos, la definici6n de la tarifa aduanera haya estado influida por presiones puntuales. Todo lo contrario, como puede advertir quien se tome el trabajo de revisar la nota 53, donde se afirma que "las desigualdades entre los niveles arancelarios que protegian a distintas activi- dades parecen deberse, al menos en parte, a una modalidad de relaci6n entre industriales y legisladores altamente fragmentada, en la que primaban los contactos y las presiones indi- viduales de algunos empresarios por sobre laacci6n colectiva". Pero quedarse s6lo en este I Aprovecho aqui para seiialar dos erratas en el articulo mencionado. En p. 470, linea 3, donde dice "la producci6n industrial" debiera decir "la producci6n rural"; en p. 479, linea 22, donde dice "productiva" debiera decir "realidad productiva". This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions DEBATE: SOBRE LA CLASE DOMINANTE EN LA ARGENTINA AGROEXPORTADORA 129 nivel de andlisis seria simplificar el problema. De la existencia cierta de presiones puntuales no parece legitimo concluir, como hace nuestro critico, que los intereses sectoriales y regionales no tuvieran ninguna relevancia en la definici6n de los lineamientos generales de la tarifa. Los encargados de definir la politica arancelaria argentina (en primer lugar los parlamentarios) seguramente estaban sujetos a presiones puntuales, pero tambidn actuaban en respuesta a demandas sectoriales y regionales, y, por supuesto, ademAs tenlan sus propias ideas sobre aquello que resultaba deseable para impulsar el desarrollo econ6mico de la rep0blica. Mi articulo, por ejemplo, ofrece evidencias de reclamos que (como los de la Sociedad Rural y de otros representantes de intereses rurales) s6lo pueden ser entendidas desde la perspecti- va sectorial. Por otra parte, &es posible entender la protecci6n al vino y al az0car, que contribulan a dinamizar provincias enteras, como conse- cuencia Onicamente de las presiones de algunos empresarios? Parece una perspectiva dema- siado estrecha. Aunque no es tema del trabajo, medidas como la exenci6n de impuestos a las importaciones de maquinaria agricola nos hablan de que, adem.s de influencias particulares, regionales o sectoriales, las elites politicas argentinas tambidn crelan en la necesidad de promover determinadas actividades, con cierta independencia del costo fiscal que esto trajese aparejado. En su inmensa mayoria, la maquinaria agri- cola que ingresaba libre de impuestos provenia no de Gran Bretara sino de America del Norte. Este dato invita a dudar de la consistencia de algunas afirmaciones de Schvarzer sobre las caracteristicas de la relaci6n entre Gran Bretaina y Argentina. El papel dominante que este autor le asigna a la influencia brit~nica en la definici6n de la tarifa, y por intermedio de ella, del orden econ6mico argentino en general, es mas mitol6gico que real. El trabajo al que Schvarzer remite para fundar sus afirmaciones merece serios reparos, sobre los cuales aqui no podemos detenernos2. Pero es importante recordar que no podria haber preferencias hacia un pals en particular cuando el principio que presidia las relaciones econ6micas argentinas con el mundo era el de "naci6n mfs favorecida" (definido, por otra parte, a mediados de la decada de 1820, esto es, en un contexto muy distinto al de fin de siglo), que autom~ticamente obligaba a genera- lizar al resto de los socios comerciales cualquier concesi6n que se hiciese a alguno de ellos en particular. En verdad, la visi6n que Schvarzer nos ofrece de la relaci6n entre Gran Bretana y Argentina es por demrs simplista, en gran medi- da porque presenta a los intereses britAnicos como si se tratase de un Onico sujeto: el "Gran Comprador y Mayor Acreedor externo", a cuyos deseos resultaba necesario someterse. Esta interpretaci6n proyecta indebidamente hacia el pasado una imagen de la relaci6n bilateral que 2 En su articulo "Politica industrial y entorno macroecon6mico", Schvarzer insiste en la capacidad de Gran Bretara para definir los par&metros del sistema fiscal argentino. Pero los dos grandes ejemplos que invoca, asi como la literatura sobre la que se funda, no terminan de sustentar esta hip6tesis. Nuestro critico argumenta que el ingreso libre de derechos de material ferroviario respondia a la imposici6n britAnica, en especial ala de los dueros de las companias ferroviarias radicadas en Argentina, que desde el comienzo mostraron especial inter6s en el negocio de provisi6n de equipo e insumos para sus empresas ubicadas en nuestro pals. Contra lo que sugiere Schvarzer, estas afirmaciones no pueden sustentarse en el estudio de Henry Ferns sobre las relaciones anglo-argentinas, y en rigor resultan contradictorias con su argumento general. Ferns no s6lo recusa la idea de que Gran Bretaria impuso una l6gica peculiar al comercio externo argentino; tambi6n afirma que "no existe prueba alguna de que los fabricantes brit~nicos de equipos ferroviarios, de refrigeraci6n o de cualquier otro tipo de maquinaria que se usara en la Argentina ejercieran algOn control sobre empresas britAnicas radicadas en la Argentina o que de alguna manera estuvieran en condiciones de obligarlas a comprar articulos de esa procedencia". V6ase Henry FERNS: Gran Bretalia yArgentina en el siglo XIX(Buenos Aires, 1984), p. 429 y ss. Las afirmaciones de Schvarzer sobre el carb6n (el otro ejemplo invocado de supuesto favoritismo hacia los intereses britAnicos) son igualmente cuestionables. Si bien los ferrocarriles britAnicos se contaban entre los principales consumidores de este producto (aunque Schvarzer parece exagerar su importancia), no eran los Onicos. No debiera deses- timarse la importancia de esta fuente de energia para otros sectores (en especial, la industria dom6stica, la navegaci6n fluvial y gran parte de los hogares argentinos). En este sentido, la decisi6n de mantener libre de derechos el ingreso de un insumo tan bsico como el carb6n parece deberse mis al deseo de mantener bajos los costos de producci6n de una amplia gama de servicios y actividades industriales y rurales que al de favorecer a ciertas empresas britanicas en particular. This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions 130 ROY HORA s6lo resulta medianamente aceptable para la d6cada de 1930. No caben dudas sobre la importancia de la City de Londres como fuente de capital, pero la idea de "Gran Comprador" no parece la mas adecuada para describir a un pals que, para el periodo en consideraci6n, y de acuerdo con cAlculos bastante confiables, s61o alcanzaba a adquirir entre un 19 y un 25 % del total de las exportaciones argentinas3. Todavia en los anos del cambio de siglo, el mercado continental tenia una importancia abrumadora respecto del britAnico. (Incidentalmente, ello se refleja en la notable expansi6n de grupos empre- sariales que, como los de Ernesto Tornquist, Antonio Devoto, Federico Portalis y Otto Bern- berg, hablan crecido a la sombra de ese intercambio en el 01timo cuarto del siglo XIX.) Este error fdctico se vincula con otro mayor de interpretaci6n. Es sabido que en la primera mitad del siglo XIX, la politica de la corona britAnica hacia el Rio de la Plata (como en general haciatoda Amnrica Latina, Asiay Africa) puede entenderse en el contexto de sus esfuerzos por abrir nuevas Areas al comercio, incluso por la fuerza. Pero en la segunda mitad del siglo, especialmente tras el fracaso de la intervenci6n en M~xico de 1861, la linea maestra de la diplomacia britAnica hacia las reptblicas independientes de America Latina cambi6. La consolidaci6n politica de estos paises y la plena apertura de sus mercados a los flujos del co- mercio mundial, sumadas a la presencia que los empresarios y comerciantes britAnicos habian alcanzado en muchos de ellos (especialmente en Brasil y el cono sur), hizo que el Foreign Office (que recien entonces monopoliz6 el diseho e implementaci6n de la politica exterior, despla- zando al Almirantazgo y a la Colonial Office, con quienes previamente habia compartido respon- sabilidades) se volviese un decidido promotor de una politica de no intervenci6n. En el 01timo cuarto de siglo y hasta la Gran Guerra, los actores centrales de la relaci6n anglo-argentina fueron hombres de negocioscuyos intereses, considerados en su conjunto, estaban lejos de ser homog~neos. En la Argentina, salvo en cuestiones vincula- das con conflictos laborales (cuya aparici6n fue muy tardla) o con el procesamiento e industria- lizaci6n de carnes (que afectaban, en especial, a los productores rurales), no hay evidencia algunaque sustente que las empresas britAnicas que actuaban en un sector particular de actividad accionaran en forma coordinada, menos aun que hubiese cooperaci6n entre el conjunto de los intereses del "Gran Comprador y Mayor Acreedor externo". En muchos casos (como el de los ferrocarriles), estas empresas competlan entre si, y las presiones que ejerclan sobre el gobierno no se distingulan sustancialmente de las de otras empresas o empresarios nativos (salvo, quizdAs, por su poder econ6mico indivi- dual). Ello fue consecuencia, en gran medida, del hecho de que el gobierno britAnico se mantuvo a distancia tanto de los intereses de la City como del norte manufacturero, en una acti- tud que contrasta con la mAs agresiva de la diplomacia estadounidense o alemana del perlodo. El gobierno britAnico no hizo esfuerzo alguno por atar la concesi6n de pr~stamos a la compra de productos britAnicos, y no mostr6 inclinaci6n por favorecer las exportaciones de bienes o de capital; cuando la crisis de 1890 suscit6 reclamos de intervenci6n, el Foreign Office, como antes o despubs, los rechaz6 categ6ricamente. S61o tras la Primera Guerra Mundial se advierte un cambio de perspectiva, cuyo punto de inflexi6n para el caso argentino lo constituye la Misi6n D'Abernon de 19294. 3 B. B. MITCHELL: International Historical Statistics: the Americas and Australasia (Londres, 1983), pp. 593- 609, citado en Rory MILLER: Britain and Latin America in the Nineteenth and Twentieth Centuries (Londres, 1993), p. 109. Aunque las cifras para periodos previos son m&s aproximativas, se ha estimado que para mediados de la d6cada de 1820 s6lo un cuarto de los barcos que entraron al Rio de la Plata eran brit&nicos, y que para 1850 esta cifra habia caido al 20 %. En los dos casos, los barcos de esta bandera pagaron derechos de tonetaje por un porcentaje que reflejaba en lineas generales su contribuci6n al movimiento comercial de los puertos de la RepOblica (23 % y 20 % respectivamente). V6ase Ferns: Gran Bretalia y Argentina, pp. 142-3. 4 Existe una abundante literatura sobre las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaia, gran parte de ella de dudoso valor. Estas apreciaciones se basan en el trabajo de Rory Miller (citado en la nota anterior), que es la mejor visi6n de conjunto de que disponemos, tanto para la Argentina como para Ambrica Latina. Es importante seeialar que aceptar una visi6n mis compleja del caracter de la influencia del capital extranjero, y de su capacidad para moldear la orientaci6n que tomaba la economia argentina, no significa negar su importancia ni sus This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions DEBATE: SOBRE LA CLASE DOMINANTE EN LA ARGENTINA AGROEXPORTADORA 131 Se nos permitirA entonces disentir con la visi6n de Schvarzer que insiste sobre "la l6gica del comercio externo impuesta por Gran Bretaha"5 (que nos remite a interpretaciones corrientes en la historiografia revisionista, y hasta cierto punto acad~mica, de mcAs de un cuarto de siglo atrds), pues ella no resulta consistente con la evidencia hist6rica hoy disponible. La objeci6n de Schvarzer sobre el carActer meramente coyuntural de los conflictos entre terratenientes e industriales es mAs central a los problemas en discusi6n, pero igualmente endeble. Nuestro critico intenta restarle importancia a estos conflictos con el fin de reforzar sus argumentos sobre laausencia defraccionamientosal interior del gran empresariado. Pero contra lo que sugiere Schvarzer en su comentario, no nos hallamos frente a unas diferencias limitadas a "s6lo tres aIros de crisis", o que "no tuvieron permanencia". Es indudable que en la primera parte de la decada de 1890 el problema de las amenazas a la producciOn exportable argentina alcanzd mayor relevancia que en las dos d6cadas posteriores. Pero ello no invita a concluir, como hace nuestro critico, que se trataba meramente de un conflicto circunstancial, reducido a los ailos 1893-95. Aunque atenuado por Ia recuperacidn de la economia tras la Crisis del Noventa, el problema nunca desapareci6 del horizonte. Aunque Schvarzer se obstine en negarlas, mi texto ofrece repetidas evidencias de protestas pOblicas contra la protecci6n aduanera por parte de miembros de la copula del empresariado rural y de sus voceros pasada la mitad de la d~cada de 1890, asi como del eco que estos reclamos encontraron entre los industriales. De 1898, por ejemplo, es el mani- fiesto de la Sociedad Rural citado en el articulo, que afirmaba que a "las altas tarifas aduaneras" argentinas, "los palses consumidores de nuestros articulos de exportaci6n responden con la elevaciOn de derechos a los productos de la ganaderia y la agricultura, cuando no con represalias directas, que importan una prohi- bicidn de su importaci6n" (p. 480). De 1902 es la serie de notas que Emilio Frers public6 en La Naci6n, asimismo mencionadas en el trabajo, y que reiteran la critica al proteccionismo y el reclamo de un intercambio mAs liberal (p. 483). De 1912, finalmente, es un documento del principal vocero de la industria, tambidn citado, que da cuenta de las reacciones frente a estos reclamos. AIII la UniOn Industrial sostenia que "desde hace veinte atos viene agitandose periddicamente ese fantasma (el de las represalias), sin que en tanto tiempo se haya logrado nunca cohonestar el fundamento del temor con un s6lo hecho concreto" (p. 482). Un critico atento no debiera haber pasado por alto estos testimonios, que estaban frente a sus ojos. Siempre debiera recordarse que una interpretaciOn no se vuelve mas convincente mediante el expediente (que debe calificarse cuando menos de poco elegante) de ignorar lo que le resulta problemAtico. El hecho de que en la segunda mitad de la d~cada de 1920 y primera de 1930 las tensiones entre los intereses agrarios e industriales alcanzaran renovada vigencia parece sugerir que la situaciOn descripta en mi trabajo no se habia modificado en sus rasgos bAsicos, y que, lejos de desaparecer, los problemas vinculados a la colocacidn de la producci6n agraria pam- peana en el mercado exterior permanecieron como el principal motivo de tensi6n inter- empresaria hasta entrada la d~cada de 1930. Las razones por las cuales este conflicto alcanzO renovada vigencia a fines de la decada de 1920 se vinculan con la modificaci6n del contexto internacional. Los rasgos principales de esta historia son conocidos. Tras la Gran Guerra, el declive de Gran Bretarlay del sistema multilateral de pagos que la tenla por centro, y el ascenso de Estados Unidos, erosionaron las bases del acuerdo de convivencia entre empresarios rurales e industriales madurado hacia el cambio de siglo. Durante la d~cada de 1920, Estados Unidos ofrecid el principal canal para el ingreso de capital y tecnologia que, a veces en asocia- ciOn con capitales y empresarios locales, estuvo muchos efectos sobre nuestropais. Comootros sistemas de dominaci6n, la fuerza fundamental del ordenamiento capitalista del cambio de siglo, del que Gran Bretaha era parte, radicaba no tanto en la existencia de una Onica y poderosa fuente de poder (el Sujeto Imperial), sino, por el contrario, en la miriada de intereses y convicciones que movilizaba, en su articulaci6n con otras redes de poder, y en su carcter disperso e impersonal. 5 Jorge SCHVARZER: "Politica industrial y entorno macroecon6mico", p. 84. This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions132 ROY HORA en la base de la renovaci6n que la industria dombstica experiment6 en la posguerra. Pero la economla estadounidense era competitiva antes que complementaria, por lo que la supervivencia de la relaci6n econ6mica entre la Argentina y Estados Unidos venia finalmente a depender de la salud del sistema multilateral de pagos o de un intercambio comercial mAs equilibrado. El lanzamiento en 1927 de la campaila "comprar a quien nos compra" por parte de la Sociedad Rural estaba vinculado a este 01Itimo objetivo. Pero tras el rdpido fracaso de sus intentos por abrir el mercado estadounidense alas ex- portaciones de carne argentinas, los grandes empresarios rurales comenzaron a insistir en la necesidad de modificar la tradicional politica comercial argentina basada en la clausula de naci6n mas favorecida, impulsando explicita- mente acuerdos bilaterales. Para entonces, por primera vez, el Foreign Office, preocupado por la p6rdida de competitividad internacional de la economia britAnica, presionaba en el mismo sentido. En el contexto incierto pero todavla expan- sivo de fines de la d~cada de 1920, la concesi6n de ventajas a las importaciones procedentes de Gran Bretania (que ahora si puede calificarse mcAs legitimamente como "el Gran Comprador", pues absorbla alrededor de un tercio de las exportaciones argentinas) hubiese asestado un severo golpe a la producci6n manufacturera dom6stica. Es por este motivo que, en reiteradas oportunidades, los industriales manifestaron su inquietud, denunciando los proyectos de los principales promotores locales del bilateralismo anglo-argentino. El lenguaje con el que los voceros industriales expresaron sus reclamos no deja dudas sobre sus diferencias con el empresariado rural, por lo que me permito citarlo in extenso. En 1929, por ejemplo, Luis Colombo, el presidente de la Uni6n Industrial, insistia en que una relaci6n mcAs estrecha con Gran Bretaia seria "malo, malisimo y contraproducente... redundaria en perjuicio para nuestra economia, haci~ndonos pagar mds caro articulos que po- driamosobtener mAs barato... entregaria nuestra industria a una competencia que la arruinaria... causaria desocupacidn ... destruidas y estanca- das las industrias y entregado el pais al cultivo y al ganado, sera pals pobre, atrasado y sin horizontes"6. Poco mas tarde, Colombo volvia a senlalar sus diferencias con el empresariado rural cuando insistia en que, gracias a su nefasta acci6n, "nuestra campaIa es en gran parte el latifundio, el feudo". Otra vez, la imagen que el presidente de la Uni6n Industrial presentaba de los propietarios rurales no parece indicar el tipo de afinidades entre agrarios e industriales que Schvarzer supone. Para Colombo, los terrate- nientes eran "los que por esa magica valorizaci6n producida por el esfuerzo de los laboriosos encontraron acrecidas sus fortunas sin haber contribuido en nada al progreso del pals ... los que protestan contra la industrializaci6n son los mismos que hoy s6lo se preocupan del novillo gordo y del precio caro, aun cuando sucumban todos los modestos obreros de la grandeza argentina"7. Incluso la prensa socialista, sistematica- mente hostil al gran empresariadofabril, advirti6 la hondura de los problemas que 6stos enfrenta- ban cuando afirmaba que "comprendemos el temor de los industriales argentinos frente alas exigencias de la hora"'8. La agitaci6n industrial culmin6 en la gran movilizaci6n que los empre- sarios fabriles protagonizaron en junio de 1933 en el Luna Park, al que movilizaron unas 70.000 personas, en su mayoria obreros. Esta reuni6n, el mAs importante acto piblico jamAs realizado por los industriales argentinos, fue convocada al mismo tiempo que el acuerdo Roca-Runciman era discutido en el Parlamento y, mds importante, mientras sesionaba en Buenos Aires la comisi6n tarifaria complementaria de este acuerdo. En esaocasi6n, los industriales volvieron a oponerse a la concesi6n de ventajas a las importaciones britanicas, y reclamaron que los intereses de la industria dombstica fuesen debidamente 6 La Naci6n, 5 de marzo de 1929, reproducido en el Boletin de la Uni6n Industrial Argentina, XLI1:723, marzo de 1929, p. 40. 7Luis COLOMBO: Levantate y anda (Buenos Aires, 1929), pp. 111-12. Para otros ejemplos, v6ase tambidn la nota que la Uni6n Industrial envia al presidente Yrigoyen, reproducida bajo el titulo de "La defensa de los intereses agropecuarios no puede hacerse a costa de la manufactura argentina", Boletfn de la Unin Industrial Argentina, XLII:723, marzo de 1929, pp. 54-7; tambi6n Boletin de la Uni6n Industrial Argentina, XLIII:739, julio de 1930, pp. 47-9. 8 La Vanguardia, 13 de junio de 1933, p. 1. This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions DEBATE: SOBRE LA CLASE DOMINANTE EN LA ARGENTINA AGROEXPORTADORA 133 atendidos por los negociadores. En su Empre- sarios del pasado, Schvarzer ha ofrecido un relato poco convincente (y basado exclusiva- mente en unas pocas fuentes secundarias) del sentido y de los objetivos de este acto industrial (asi como, mAs en general, de las relaciones entre la Uni6n Industrial y los empresarios agrarios). No se trataba, como alli sugiere, de "que el mitin, mAs que oponerse al convenio Roca-Runciman, estaba destinado a asegurar que se cumplieran sus previsiones", pues parece obvio que esas previsiones se hubiesen cumplido de todas maneras, con o sin la presencia industrial9. Por el contrario, el acto tenla por objetivo presionar al gobierno, y en particular a los encargados de negociar los aspectos t6cnicos del acuerdo, para lograr el trato mAs benevolo posible para la industria de capital local. La capacidad de presi6n de los industriales no pas6 inadvertida, lo que, junto a la percepci6n de la importancia de la industria dombstica como fuente de empleo y actividad, contribuy6, por ejemplo, a que la firma del acuerdo complementario del Tratado Anglo- Argentino, alcanzado en setiembre de 1933, no significase modificaci6n alguna del alza general de aranceles a la importaci6n decretada por el gobierno de Uriburu en 1931. La confrontaci6n que tuvo su momento de mayor visibilidad p0blica en el acto del Luna Park fue la 1Itimagran manifestaci6n de los con- flictos interempresarios que hemos descripto para el periodo de gran expansi6n agraria. Los motivos del fin de esta tensi6n merecen sena- larse, pues ellos cerrarian toda una modalidad de relaciones entre industriales y productores rurales. Lo que modific6 sustancialmente la situaci6n creada desde fines de la d~cada de 1920fue la incapacidad de laeconomia britAnica, en severa crisis, para mantener sus compras en la Argentina en los valores previos a la Depresi6n (y mucho menos para acrecentarlas). En el marco de una relaci6n bilateral como la que tomaba cuerpo despubs de Ottawa y del Tratado de 1933, ello fij6 un limite infranqueable alas exportaciones britAnicas al mercado argentino. De esta manera se crearon condiciones que hicieron posible la supervivencia de la industria de capital dombstico e internacional radicada en la Argentina, que pronto comenz6 a expan- dirse, cubriendo los vacios dejados por la retira- da de la producci6n importada. Lo que algunos aros antes parecia un juego de suma cero dej6 de serlo, por lo que los temores asociados al bilateralismo se diluyeron, lo que a su vez hizo que las tensiones entre industriales y terrate- nientes perdieran entidad. Paa 1934 la Uni6n Industrial ya habia olvidado que hasta el aro an- terior habia atacado duramente a los promotores de "un pals pobre, atrasado y sin horizontes", y ya insistia en que "en nuestro pals puede existir, entre los intereses agrarios y los intereses industriales, una armonia digna de figurar en el c4lebre libro de Bastiat"l. Podemos concluir, entonces, que los sucesos defines de la d~cada de 1920 y comienzos de la de 1930 terminan de desmentir la afirmaci6n de que los conflictos interempresarios que el articulo describe "no tuvieron permanencia". Veamos ahora otro tipo de objeci6n, de orden conceptual. Schvarzer encuentra cuestionable la forma en que presento las ideas sobre el concepto de clase dominante, y hace de este punto "la diferencia crucial" con mi visi6n del problema, asi como, presumiblemente, el origen de muchos errores de mi texto. No creo que estas apreciaciones superen un examen deta- Ilado. Para Schvarzer, el modo en que describo la idea central de la linea de interpretaci6n a la que pertenece sobreenfatiza el grado de unidad del gran empresariado, y presta atenci6n insufi- ciente a los aspectos politicos que contribuyen a definirlo como clase dominante. La copula de la burguesia argentina, afirma Schvarzer en su comentario, estaria compuesta no tanto por "una Onica y poderosa clase empresaria que habrla obtenido el control de todos los sectores de la economia", sino por "un grupo de empresa- rios grandes y diversificados que se habria asentado en diferentes actividades y habria obtenido la hegemonla politica del pals". Mi articulo no intentaba poner a prueba la segunda parte de esta definici6n, y ello no s6lo por mi 9 Jorge SCHVARZER: Empresarios del pasado. La Unidn IndustrialArgentina (Buenos Aires, 1991), p. 63. 10 Boletfn dela Uni6n IndustrialArgentina. XLVI 1:783, marzo de 1934, p. 17. Para una reconstrucci6n mis detallada de estos sucesos, v6ase mi The Landowners of the Argentine Pampas: A Social and Political History, 1860-1945 (Oxford, 2001), pp. 184-98. This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions 134 ROY HORA preferencia por visiones relacionales antes que instrumentales del orden politico (el poder como una relaci6n social que se construye antes que como un objeto que puede apropiarse por un pequefno grupo). Lo que es mds importante, esta hip6tesis, heredera de las visiones instru- mentales del orden oligdrquico corrientes antes de la decada de 1970, ha sido desmentida por la investigaci6n hist6rica del 0timo cuarto de siglo, que ha mostrado c6mo la vida politica de la Argentina predemocrAtica resulta no sO6lo mAs compleja sino tambibn mAs representativa (tanto de sus actores sociales como de sus fuerzas econbmicas) de Io que habitualmente se supone. Aun cuando la historiografla reciente se ha preocupado mAs por el problema de la participaci6n que por el del poder, de todos modos es indudable que la idea de un orden politico controlado por un reducido grupo de empresarios, diversificados o no, no goza de predicamento, y no creo que aqul valga la pena volver sobre ella11. Por este motivo, en lugar de extendernos en discusiones algo nominalistas sobre la interpretaciOn correcta del concepto de clase dominante, quizAs resulte mas interesante escuchar Io que Schvarzer tiene para decir sobre los desarrollos historiogrAficos del 01timo cuarto de siglo referidos a estetema, pues ellos han puesto en cuesti6n los supuestos sobre los que basa la idea de una elite empresarial que "habrla obtenido la hegemonia politica del pals". Pero mAs en general, y dejando de lado el problema de la relacidn entre empresariado y poder politico, quisieramostrarque mi definiciOn no se distingue sustancialmente de otras que han ofrecido autores que se identifican (o en su momento se identificaron) con la corriente a la que Schvarzer adscribe. Veamostres ejemplos. En un valioso andlisis sobre los debates en torno a la industrializaci6n argentina, Juan Carlos Korol e Hilda Sabato (el primero, colaborador directo de Jorge F. Sabato en la redaccidn de La clase dominante; la segunda, autora de un conocido trabajo sobre el desarrollo del capitalismo agrario en la segunda mitad del siglo XIX influido por estas hip6tesis) han descripto el nudo central del punto de vista inaugurado por Milciades Penia, senalando que, para esta corriente, "una sola clase habrla reunido en sus manos el control de la economia -agro, industria, comercio, finanzas-"12. La caracterizaci6n que nos propone Jorge F. SAbato en La clase dominante en la Argentina modernma es similar: "por su evoluciOn y caracteristicas, la clase dominante Ilegarla a poseer una gran unidad como tal. Dicho de otro modo, la clase estarla muy poco fraccionada internamente, a diferencia de Io que hubiese ocurrido si distintos subgrupos se hubiesen implantado y controlaran preferentemente actividades econ6micas distin- tas (industriales, agricolas, ganaderas, etcetera), circunstancia que habrla sido susceptible de generar conflictos o contradicciones de intereses entre estas distintas fracciones" y pocas lineas mcAs abajo insiste en que este grupo habria alcanzado "el control del comercio y las finanzas"13. Y en un conocido ensayo, SAbato y Schvarzer insisten en que "la concentracion del poder econOmico y la unidad multisectorial de los sectores propietarios dominantes" habria resultado en "Ia ausencia de fracciones propietarias con intereses diferentes y, por lo tanto, con conflictos entre ellas"14 Afirmaciones como 6stas parecen indicar que la lectura que propongo parece menos caprichosa que la critica de que es objeto. Al mismo tiempo, sugieren cierta indeterminaci6n que el concepto mismo de clase dominante 11 Para ello mencionemos s6lo tres ejemplos (por otra parte muy distintos entre si): Hilda SABATO: La polftica en las calles. Entre el voto y la movilizaci6n. Buenos Aires, 1862-1880 (Buenos Aires, 1998); Tulio HALPERIN DONGHI: "Clase terrateniente y poder politico en Buenos Aires, 1810-1930", en Cuadernos de Historia Regional, 15:5 (1995). Paula ALONSO: Between Revolution and the Ballot Box: The Origins of the Radical Party (Cambridge, 2000) (hay traducci6n castellana). 12 Juan Carlos KOROL e Hilda SABATO: "Incomplete Industrialization: An Argentine Obsession", Latin American Research Review25:1 (1990), p. 22 (la versi6n castellana de la cita es de los propios autores, y corresponde a una versi6n de este trabajo presentada en el VIII Simposio Internacional de Historia Econ6mica, Buenos Aires, 1987). 13 Jorge F. SABATO: La clase dominante en la Argentina moderna. Formaci6n ycaracterfsticas (Buenos Aires, 1991), p. 110. 14 Jorge F. SABATO y Jorge SCHVARZER: "Fun- cionamiento de la economia y poder politico en la Argentina: trabas para la democracia", publicado originariamente en 1983y reeditado en Jorge F. SABATO: La clase..., pp. 263, 273. This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions DEBATE: SOBRE LA CLASE DOMINANTE EN LA ARGENTINA AGROEXPORTADORA 135 adopta en los textos de estos autores. Ello nos conduce al punto que, creo, debiera ocupar el centro de la discusi6n sobre el gran empre- sariado argentino antes de la Gran Depresi6n, del que las objeciones de Schvarzer nos han desviado. Ya hemos serflalado que las inves- tigaciones de este autor estAn presididas por la premisa de la existencia de una clase dominante diversificada, implantadatanto en las actividades productivas como de servicios, que habrla constituido (yen gran medidatodavla constituye) la copula de la gran burguesia argentina. Formulada inicialmente mAs de cuatro d~cadas atrAs, esta afirmaci6n aOn permanece como una hip6tesis detrabajo, cuya contrastaci6n empirica no ha sido nunca intentada con rigor para el periodo que estamos considerando. Es claro que ni los atractivos ensayos de Milciades Perla, ni el conocido La clase dominante en laArgentina moderna de Jorge F. SAbato, sugestivo pero siempre hipotetico, alcanzan para cubrir este verdadero vacio. No es menos cierto que, con todo lo valiosas que resultan, tampoco lo cubren las investigaciones de Schvarzer. Centradas en elestudio de los empresarios industriales y de sus expresiones corporativas, ninguna de ellas se ocupa de analizar a los grandes propietarios rurales, el grupo que tradicionalmente (y por razones muy bien fundadas), ha sido conside- rado el coraz6n de la elite econdmica argentina antes de la Gran Depresi6n. MAs allA de la discusi6n sobre el carActer de estos empresarios rurales, sobre su dinamismo o su contribuci6n al crecimiento de la economla argentina, un hechose impone por su propiafuerza. Tanto por razones historiograficas (una larga tradici6n de estudios que concibe a la clase terrateniente como clase econ6micamente dominante) como por otras igualmente fundamentales, tanto hist6ricas como analiticas (la percepci6n gene- ralizada de los contemporAneos sobre c6mo estaba compuesta la cima de la sociedad argentina; el notable peso que antes de 1930 alcanzaba la producci6n rural en el conjunto de la economla argentina; la centralidad de la gran propiedad en esa economia), todo estudio de la elite econ6mica, en particular si se proclama critica de las visiones heredadas, no puede ahorrarse el trabajo de analizar a los principales empresarios del sector rural. Desde ya, la ausencia de un an.lisis de este punto capital en la linea de investigaci6n que Schvarzer suscribe invitaa una lectura sintomal, que por el momento dejamos a cargo de los lectores. Una de sus consecuencias, que resulta particularmente relevante para el caso que nos ocupa, salta a la vista. Como resultado de la carencia de un s6lido estudio sobre los grandes empresarios rurales, en su comentario, asi como en otros textos, Schvarzer se ve obligado a desplazar el eje de sus afirmaciones y criticas del terreno en el que debiera situarlo-el de los actores econ6micos "de carnme y hueso" exis- tentes en la Argentina del cambio de siglo XIX al XX- al relevante, pero menos decisivo, de sus intereses. La falta de un estudio sistematico del segmento central de la clase empresaria lo conduce a intentar deducir la morfologia del gran empresariado de la existencia o no de intereses comunes al interior de este colectivo (ya que no hay conflicto, ergo no hay clases distintas). Las limitaciones 16gicas de este procedimiento son evidentes. Aun si aceptAra- mosque la elite empresarial compartia intereses similares, o incluso id~nticos, ello nos dice poco sobre la forma de estructuraci6n de las clases propietarias. Como intent6 mostrar en mi articulo, la ausencia de conflictos abiertos entre indus- triales y terratenientes desde comienzos de siglo reconoce motivos distintos a los de la unidad de la clase propietaria. En sintesis, el abordaje de Schvarzer puede ilustrarnos sobre algunos aspectos relevantes de las relaciones entre empresarios (o en todo caso sobre las relaciones entre sectores de actividad), pero no nos permite dilucidar hasta quO punto nos encontramos frente a un gran empresariado diversificado. En sintesis, la hip6tesis de una clase dominante diversificada no puede ser corro- borada insistiendo en la ausencia de conflictos internos a la clase empresaria. Tampoco puede probarse afirmando, como lo hace Schvarzer, que la Argentina del cambio de siglo poseia un muy reducido grupo de grandes empresarios con intereses en distintos sectores de actividad (Bemberg, Tornquist, Bunge y Born). Este fen6meno, muy generalizado tambidn en otros paises, nos dice poco sobre c6mo era el resto del empresariado, en especial su sector mAs This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions 136 ROY HORA poderoso. En rigor, la existencia de una clase econ6micamente diversificada s6lo puede ser validada mediante un estudio empirico que demuestre fehacientemente la ausencia de especializaci6n entre distintos segmentos del gran empresariado, con especial referencia al rural. La verdadera prueba de fuego para la corriente de interpretaci6n que Schvarzer ha venido defendiendo por docadas -una prueba que 6sta siempre prefiri6 esquivar- debiera ser un anAlisis hist6rico preciso de los principales hombres de negocios del periodo, que necesariamente debe empezar por el estudio de los mayores empresarios rurales de la rep0blica. Es 6ste uno de los motivos por los que, en un texto que Schvarzer cita en su comentario, me he interesado en la historia de Pastor Seni- Ilosa. Aunque Schvarzer prefiera no mencionarlo, quisiera recordar que no se trata de un terrateniente cualquiera, elegido al azar. Pastor Senillosa es uno de los pocos hombres de negocios cuidadosamente elegidos por Jorge F. SAbato para ilustrar sus hip6tesis. El valor de un estudio sobre este gran terrateniente radica precisamente en este dato: presentado por Sabato como modelo de empresario diversifica- do, en verdad resulta un verdaderoterrateniente, por cierto dinamico y emprendedor, aunque no particularmente exitoso. Si bien seria arriesgado afirmar sin mAstrAmite que Senillosa ejemplifica rasgos habituales del gran empresariado argentino, no podemos menos que recordar que el autor de La clase dominante nos lo ha presentado como representativo del universo en el que 61 mismo lo ha incluido (que contiene trece empresarios en total, varios de los cuales, por cierto, estAn lejos de responder al modelo de empresario diversificado)15. Considerado en este contexto, la biografia de Senillosa indica que ni siquiera los propios ejemplos que nos ofrecen los defensores de la hip6tesis de la clase dominante diversificada responden cabal- mente a ese modelo de hombre de negocios. Es indudable, sin embargo, que el caso de Senillosa es mAs indicativo de las debilidades del trabajo de Jorge F. SAbato que de las caracteristicas del gran empresariado rural. Y es el estudio de este grupo social el que, mas alla de esta polbmica puntual, debibramos abordar. Por ello conviene hacer algunas breves consideraciones sobre c6mo estaba compuesta la cumbre del gran empresariado agrario del cambio de siglo. Para ello quisiera presentar algunos resultados de una investigaci6n en curso, basados en informaci6n tomada de juicios sucesorios, que ofrece una imagen particu- larmentefidedigna de lasformas de acumulaci6n de riqueza del periodo16. Setrata de informaci6n sobre veinte grandes empresarios rurales fallecidos entre comienzos de la d~cada de 1880 y el fin de la Primera Guerra Mundial, que poselan, al menos, 10.000 hectAreas en la pampa. Esta muestra comprende a varios de los terratenientes mAs poderosos del cambio de siglo. Se trata, en algunos casos, de empresarios que heredaron patrimonios considerables, junto a un mundo de relaciones, pero que, a su vez, se encargaron de aumentar significativamente sus fortunas (entre ellos, Saturnino y Mariano Unzu6, Nicolas Anchorena, Leonardo Pereyra, Diego de Alvear y F6lix de Alzaga). Pero la lista tambidn comprende ejemplos de hombres nuevos, que hicieron su fortuna por si mismos (entre ellos, Emilio Bunge, Pedro Luro, Urbano Duhau, Julio Pueyrred6n, Julio Roca). LQu6 nos permite afirmar el analisis de esta fuente decisiva? Nos informa que para las d~cadas del cambio de siglo la inversi6n en la actividad rural conforma la base sobre la cual se erigen, sin excepci6n, todas estas fortunas. Aunque en el caso de las fortunas mAs antiguas el peso de la inversi6n urbana suele ser mayor, las diferencias no son significativas, y la estructura de los patrimonios es, a grandes 15 Emilio Frers, por caso, a quien ya hemos encontrado en las p~ginas de este comentario, era un prestigioso estanciero, pero no era particularmente rico, ni tenia inversiones en otras esferas de la economia. 16 No podemos ofrecer aqui un andlisis de esta fuente. Pero es importante seralar que los juicios sucesorios constituyen la fuente mis completa y m~s conflable para un andlisis del tamafio y la composici6n de los patrimonios individualesdel periodo, y 6ste es el punto de partida necesario para cualquier andlisis del problema que nos interesa dilucidar. Esta fuente ofrece una imagen aceptable de las formas de acumulaci6n de riqueza debido a la ausencia de impuestos de magnitud que gravaran la transmisi6n gratuita de bienes, y ms en general, de impuestos a la propiedad o la renta, y a la importancia muy secundaria de formas de propiedad no individuales, como las sociedades an6nimas. This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions DEBATE: SOBRE LA CLASE DOMINANTE EN LA ARGENTINA AGROEXPORTADORA 137 rasgos, similar. Para todo el grupo en consideraci6n, la inversi6n en propiedad y empresas rurales alcanza al 78 %, y aquella en propiedad urbana y suburbana al 14,5 %. La inversi6n en activos liquidos (efectivo, acciones) y emprendimientos comerciales y financieros es ciertamente marginal, y apenas alcanza al 6 % de estos patrimonios17. Las fortunas de estos grandes estancieros del cambio de siglo, que coronaban la cospide de la burguesla argentina, no s6lo tuvieron como base principal (y en algunos casos excluyente) la producci6n rural y la valorizaci6n del suelo. Las mayores de ellas tambien superaban las de los grandes empresarios diversificados. Por Io que sabemos, este fen6meno es muy propio de la Argentina del cambio de siglo, y refleja la centralidad que la gran propiedad posela en esa economia. Ernesto Tornquist, seguramente el mAs importante de todos los grandes empresarios diversificados, leg6 bienes por 25 millones de pesos cuandofalleci6 en 1908. Esta fortuna, de por si notable, estaba bastante lejos de alcanzar a la de Mariano Unzu6 (casi exclusivamente fundada en la tierra), que dej6 al morir (dos antes que Tornquist) 35 millones. Resulta dificil pensar en un financista o industrial mas formidable que Ernesto Tornquist. Pero los nombres de familias tales como Anchorena, Guerrero, Leloir, Luro, Diaz V6lez o Santamarina indican que eran muchos los estancieros quizd no tan ricos como Mariano Unzu6, pero que estaban cerca de alcanzar fortunas como la de Tornquist. En definitiva, mientras que los ejem- plos de grandes empresarios diversificados de gran poder econdmico pueden contarse con los dedos de una mano, los grandes terratenientes de similar o mayor peso se cuentan por docenas. La diferencia entre unos y otros es la que existe entre un apindice (significativo pero en definitiva secundario) y el coraz6n de la gran burguesla argentina del cambio de siglo. Podemos concluir, entonces, que la hip6tesis de la clase dominante diversificada-el eje de la argumentaci6n que comentamos- no sale airosa de la prueba decisiva de la contrastaci6n con las fuentes. MAs bien, 6sta parece confirmar la antigua idea que ve a la copula de la elite argentina como un gran empresariado rural. La existencia de una burguesia terrateniente con intereses en gran medida limitados a la actividad rural, y por tanto separada del industrial, esta en la base de las diferencias interempresarias que son objeto del intercambio de opiniones que motiva este comentario. Salvo la presentaci6n de nuevos testimonios que obliguen a revisar o rechazar esta interpretaci6n (y la historia de la historiografia estA poblada de episodios de este tipo), la evidencia empirica mas consistente de que hoy disponemos nos Ileva a concluir que la visi6n de Schvarzer no encuentra la empiria que lafundamente, yen cambio obliga a darle nuevo cr~dito a la interpretaci6n tradicional del pro- blema. Los socialistas de principios de siglo, junto a muchos de sus contemporAneos, no se equivocaban cuando describlan a la elite argen- tina como una burguesla terrateniente. Esta aseveraci6n nos invita a formular una Oltima precisi6n, con la que cerramos este co- mentario. Juan B. Justo y sus colegas socialistas nunca desconocieron quelas clases propietarias son, por definici6n, una realidad compleja. De hecho, ademAs de su interns en los grandes terratenientes, se contaron entre los promotores de estudios pioneros sobre el gran empresariado urbano y sobre los fendmenos de concentracion en la economla argentina. Preocupado por la oligopolizaci6n de la oferta de bienes de consumo popular, Justo impuls6 en 1919 la creaci6n de una Comisi6n Investigadora de los Trusts en la CAmara de Diputados, cuya tarea ofrece testimonio de la importancia, todavia relativa, de ese proceso18. Pero a pesar de su interns por este fen6meno de concentraci6n econ6mica, Justo y sus camaradas del Partido Socialista nunca perdieron de vista un hecho central: que la presencia de un grupo de grandes empresarios con cierta influencia sobre algunos 17 Los juicios sucesorios de Nicolas Anchorena, Diego de Alvear, F61ix de Alzaga, Carlos Casares, Urbano Duhau, Pedro Luro, Benjamin Martinez de Hoz, Saturnino Unzu6 y Guillermo Udaondo se encuentran en el Archivo General de la Naci6n. Los de Pedro Anchorena, Emilio Vicente Bunge, Alberto L. Bunge, Santiago Luro, Eduardo Olivera, Julio Pueyrred6n, Julio A. Roca, Ram6n Santamarina, Ram6n Santamarina (h), Jos6 Santamarina y Mariano Unzu6, en el Archivo de la Justicia Federal. .18 Cmara de Diputados, Comisi6n Investigadora de los Trusts: Informe de la Comisi6n Investigadora de los Trusts (Buenos Aires, 1919). This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions 138 ROY HORA mercados, aunque en si misma significativa y digna de la mayor consideraci6n, no modificaba sustancialmente el panorama mds general de una clase propietaria que estaba presidida por los mayores detentadores del suelo pampeano. Este fen6meno, altamente especifico de la so- ciedad argentina, justificadamente concentr6 los mejores esfuerzos anallticos del socialismo justista. Esta sabia perspectiva por momentos parece haberse perdido. Pero hoy no podemos menos que insistir en que, hasta cierto punto, todavla somos herederos de aquellos trabajos pioneros. Con todas sus cegueras y silencios, a pesar de sus inmensas limitaciones, muchos de los interrogantes que inquietaron a los socialistas de las primeras d~cadas del siglo XX contin0an ofreciendo el suelo desde el cual debiera erigirse todo estudio de la elite econ6mica argentina pre peronista. Sin duda, es necesario complejizar sus descripciones de la clase terrateniente, y avanzar mAs profundamente en el an.lisis de las caracteristicas de este grupo, de sus formas de acumulaci6n, de sus relaciones con el resto de las clases propietarias (incluidos los grandes empresarios diversificados cuya importancia, aunque exagerada, los trabajos de Schvarzer nos han ayudado a entender mejor). Lo que nunca debiera perderse de vista es que todo estudio sobre la elite econ6mica de la Argentina agroexportadora, como todo estudio sobre su elite social, debe necesariamente colocar en el centro de sus preocupaciones no a los empresarios diversificados sino a la clase terrateniente. This content downloaded from 190.220.3.39 on Tue, 23 Dec 2014 11:21:21 AM All use subject to JSTOR Terms and Conditions Article Contents p. 127 p. 128 p. 129 p. 130 p. 131 p. 132 p. 133 p. 134 p. 135 p. 136 p. 137 p. 138
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