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Caracas 25 de marzo de 2021 
U.E.P “Colegio Madre Matilde”
Francis Chirinos
4To Año B 
Castellano y literatura 
El chico que contaba frente al lago
 Helena nació en el seno de una familia amorosa y cálida, aquella que cualquiera desearía tener. Tuvo una infancia maravillosa junto a sus padres, Paúl y Marta y, su querido hermano, llamado Cristóbal, en un lindo pueblo a las afueras de España, el cual era rodeado por un lago precioso. La familia Arroyo eran los dueños de una hermosa floristería. A decir verdad, eran verdaderamente populares entre los locales y turistas (que no eran poco, precisamente) debido a sus preciosas flores.
 Una tarde, como cualquier otra Helena caminaba de regreso a la floristería luego de salir de la universidad. Decidió tomar el camino largo y pasar por el cementerio, le vendría bien dar unas vueltas antes de ir a ayudar a sus padres. La tarde era de un color naranja opaco, el viento frío característico de esas fechas de otoño le acariciaba las mejillas sonrojadas mientras ella seguía con su caminar. Suspiró cuando el olor del viento llegó a sus fosas nasales, al parecer, se avecinaba una tormenta, sonriendo tras eso. Fue entonces cuando escuchó una voz, una sumamente dulce que entonaba una canción que le era totalmente desconocida, pero que la hacía sentir una extraña sensación en el pecho.
 Así que observó y vio a un chico de espaldas, él estaba frente al lago con los brazos extendidos cantando al horizonte. Su canto demostraba tristeza, como si su alma se encontrara en una lucha interna con el dolor de un corazón afligido, o al menos, así lo sintió la morena que, absorta lo observaba a sobre el puente central del pueblo, escuchando aquello que a su corazón le dolía. Ella observó, sin poder moverse del lugar cómo aquel chico, de unos veintitrés años quizá, tomaba algo del suelo y se acercaba hasta que el agua tocara sus pies, le vio agacharse y vaciar el contenido del recipiente en aquellas aguas en calma para luego observar como el lago se unía, a lo que una vez, fue lo más cercano que tuvo a una familia.
· ¿Lo recuerdas, querida Sara? Tú amabas este lugar, aquí creciste y aquí te he traído, como me lo pediste antes de marcharte-. Ella le escuchó decir mientras el camino de pesadas lágrimas se había marcado en sus pómulos rosados por el frío de aquella tarde, el mar que caía de sus ojos solo intentaba aliviar la pérdida de su ser. De aquella mujer que había marcado el inicio de la persona que aquel joven era ahora, aquella que lo acogió cuando no tenía a nadie, aquella que lo amó sin condiciones ni prejuicios, aquella que le enseñó que la calidez no duele y que tenía un hogar.
 El chico secó sus mejillas con algo de brusquedad usando el dorso de su mano derecha y sonrió levemente al océano, aquel lugar que se había convertido en el refugio de su persona amada. Se dio la vuelta con un revoltijo de emociones en su corazón y caminó arrastrando los pies sobre el suelo, como si unas pesadas cadenas fueran su impedimento para avanzar correctamente por el duro sendero de lo que era la vida. Levantó el rostro, hace varios minutos se había comenzado a sentir observado pero no le prestó atención, pero al observar el pequeño puente sobre él se sintió cautivado al chocar mirar con esos orbes cafés que le miraban con curiosidad, su pecho se llenó de una extraña calidez al ver a esa joven observarlo. Sus ojos le parecían tan ridículamente familiares que no pudo evitar sentirse a gusto.
· Dispénseme, no quería ser importuna, pero me fue imposible no sucumbir ante su cantar-. Helena le habló con cortesía, algo la había descolocado en esos ojos tan brillantes como el océano mismo, con todos los rastros de haber pasado una tempestad.
· Se lo agradezco, señorita, espero que no le suponga un problema haber detenido su camino-. Respondió algo apenado por las palabras de la chica, puesto, solo había cantado para su madre, y aquella fue su última canción para la misma.
· ¡Oh, no! Tranquilo, fui yo quien…
· ¡Helena!-. La voz, gruesa y autoritaria que sonó a sus espaldas la interrumpió, ella giró y miró el semblante preocupado de Cristóbal, su hermano—. ¿Qué haces aquí, jovencita? Mamá pensó que te había pasado algo, tú nunca llegas tarde-. La morena le sonrió a modo de disculpa. El rubio, tras escuchar la conversación de los desconocidos subió las escaleras al puente, observando a los presentes.
· Lamento la demora, Cris, no pude evitar hablar un poco con él-. Ambos le miraron.
· ¡Oh, vaya, no lo había visto amigo, lo siento!-. Se disculpó amablemente Cristóbal.
· No se preocupe, lamento haber entretenido a la señorita sin saberlo-. Mencionó y se dio la vuelta dispuesto a irse, a él no le quedaba algo que lo atara a ese lugar, ya había cumplido el último deseo de su madre, ¿habría, acaso, algún otro motivo para quedarse?
· ¡Espere, por favor!-. Helena le detuvo bajo la mirada interrogante de su hermano, el rubio se giró a ella dándole su atención—. Me llamo Helena Arroyo, y éste es mi hermano mayor, Cristóbal, ¿me permitiría conocer su nombre?-. Ambos hombres la miraron con asombro y curiosidad, uno más que otro. Ella no sabía el por qué, pero algo en su interior le decía que no dejara a ese chico sólo, siempre ha tenido muy buena intuición con las personas y, ese día no fue la excepción. Algo en ella le decía que lo apoyara, que ese hombre necesitaría de un amigo y, por el motivo que fuera, ella amaba ayudar al necesitado, así como muchos (en su momento) la ayudaron a ella. El chico, aún frente a ella le regaló una sonrisa dulce que hizo su corazón latir desenfrenado.
 Parecía tan inocente y, a la vez, tan roto.
· Mi nombre es Natanael-. Ella le devolvió la sonrisa.
· Algún día pasa por nuestra floristería, quizá hay algo que pueda sanar tus heridas-. Natanael no lo entendió en el momento pero asintió. Y así, con una sonrisa, se marchó en la dirección opuesta a la de los hermanos Arroyo.
 *** 
 Los días se comenzaron a convertir en semanas y, a su vez, éstas en meses casi sin que pudieran notarlo, el tiempo realmente parecía volar. Natanael había ido a la floristería tres días después del encuentro con Helena y su hermano. Él pensó que solo cumpliría la petición de su amada Sara y se marcharía nuevamente a quién sabe dónde, pero se equivocó, en aquel pueblo que una vez odió encontró una razón para quedarse. Él y la morena había construido una sólida amistad en esas semanas en las que se veían, tanto había mejorado el dolor en su corazón que comenzó a trabajar y convivir con ellos y quiso retomar sus estudios como estudiante de ingeniería, carrera que había dejado en el pasado por problemas personales.
 Los señores Arroyo, Paúl y Marta, estaban encantados con el joven. Natanael era educado, respetuoso y sumamente caballeroso y les daba a todos un sentimiento de calidez y cariño. Él, desde que era un niño le daba a las personas lo mismo que recibía de ellas, quizá por esa causa es que nunca podría perdonar a cierto grupo de personas, pero esa historia solo se la contó en su momento a la persona en la que había aprendido a confiar ciegamente: Helena Arroyo.
(Flash Back)
 Ambos parados en ese puente frente al lago en el que se conocieron mantenían una charla amena, no se dieron cuenta cuando la conversación comenzó a tomar un rumbo de una historia que dolía.
· Mis padres no eran para nada unidos, Lena, él era un bastardo adicto al juego y el alcohol, eso destruyó en muchas maneras la vida de mi madre, o bueno, de la mujer que me crió-. Aquellas palabras salían con amargura en su boca.
· ¿Él lastimó a la señora Sara?-. Se atrevió a preguntar con cautela, sabía que no era agradable para él hablar de esos temas. Le tomó la mano y la acarició con cariño, demostrándole que estaba con él, que siempre estaría con él, aquel fue un gesto que Natanael agradeció internamente. 
· Más o menos, él sí arruinó nuestras vidas pero lo que la mató a ella fue el cáncer. Yo… Bueno, dejé la universidad para trabajar y costear sus gastos, pero igual no sirvió, el tumor estaba muy avanzado así quela enfermedad se llevó su vida-. La lluvia en sus ojos se hizo presente mientras Helena, con su corazón destrozado al ver a aquel que se había convertido en su ser especial se rompía frente a ella. La morena lo abrazó de forma protectora, brindándole su calor y tratando de demostrar un poco de su amor y admiración por él.
· Está bien, ya no estás sólo Natty, no voy a dejarte caer nunca más. Estás conmigo, por favor, quédate a mi lado-. Le pidió, el rubio, totalmente conmovido la miró a los ojos, perdiéndose en ellos por varios segundo mientras ella trataba de mantenerle la mirada, con su corazón desenfrenado y sus mejillas ardiendo.
 Natanael, totalmente absorto en la galaxia de sus ojos elevó su mano y acarició varios de los mechones revendes de su cabello mientras, tímida y nerviosa, Helena lo miraba con atención. Poco a poco se fueron acercando uno al otro, perdidos en sus miradas hasta que de manera suave y dulce sus labios se tocaron comenzado una danza estimulante mientras sus belfos se acariciaban con delicadeza. Abrazados tiernamente uno al otro sentía como una corriente eléctrica les recorría el cuerpo. Para ambos ese beso fue como probar un pequeño pedazo del cielo, era abrazar una estrella y sentir el suspiro de una nube. Tan dulce, tan puro. Tan solo aquella noche estrellada de luna menguante fue testigo del brillo que emanaban sus almas enamoradas y sedientas de vida.
“Sí, nunca antes nada se había sentido tan correcto”.
(Fin Flash Back)
 Y así es como había sido. Unos desconocidos que se encontraron por casualidad o mero capricho del destino, quizá nadie lo sepa jamás. Unos amigos y confidentes que se entendían mejor que cualquiera, conocían sus heridas y sus fallas, también sus sueños y añoranzas, aprendieron del otro la magia de ser confidentes. Eran unos amates de su sentir, adoraban fervientemente aquello que le dio vida a sus corazones que albergaban la duda de amar o ser amado, entre ellos todo estaba bien. Se entendían y apoyaban, habían logrado construir la más pura y verdadera confianza.
Es fácil amar a alguien cuando todo es perfecto, amar significa estar disponible para los milagros, para celebrar la victoria y renacer de la derrota. Amar es no querer ocupar el lugar de alguien, es crear un lugar que nadie más pueda ocupar. El amor es saber soltar, no es egoísta ni incomprensivo, el amor significa nunca tener que decir lo siento. 
 De esa forma, un par de años después de ese primer encuentro resonaban en el alegre pueblo las campanas de la iglesia. El ruido y la música mostraban el ambiente de festejo que abrazaba a los pueblerinos en esa hermosa tarde primavera. Una sonriente y feliz pareja de recién casado saludaban alegre a sus amigos y familiares, quienes lloraban eufóricos y contentos al observarles, contentos y hermosos en sus elegantes trajes de boda. Los hermosos arreglos florarles eran el tema de conversación del momento. Natanael miraba con devoción a su, ahora, esposa mientras ésta sonreía con alegría entrelazando sus manos.
Natanael por fin había entendido que, efectivamente, sí encontró la cura para sus heridas cuando aceptó ir a esa floristería.
Por su parte, para Helena descubrió que, el mayor regalo de su vida fue conocer al chico que cantaba frente al lago.

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