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Inscribir y borrar Del mismo autor El mundo como representación: historia cultural. Entre la práctica y la representación, Barcelona, El orden de los libros: lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos y , Barcelona, Libros, lecturas y lectores en la edad moderna, Madrid, Espacio público, crítica y desacralización en el siglo : los orígenes culturales de la Revolución Francesa, Barcelona, Escribir las prácticas, Buenos Aires, Historia de la lectura en el mundo occidental, Madrid, (obra colectiva, dirigida por Roger Chartier y Guglielmo Cavallo) Cultura escrita, literatura e historia, México, Les usages de l’imprimé, París, Histoire de l’édition française (con Henri-Jean Martin), París, -, volúmenes Culture écrite et société, París, Roger Chartier Inscribir y borrar Cultura escrita y literatura (siglos XI-XVIII) conocimiento Traducido por Víctor Goldstein Revisado por el autor Chartier, Roger Inscribir y borrar : cultura escrita y literatura : siglos XI-XVIII - 1ª ed. - Buenos Aires : Katz, 2006. 256 p. ; 23x15 cm. Traducido por: Víctor A. Goldstein ISBN 987-1283-09-1 1. Estudios Literarios. 2. Historia del Libro. I. Goldstein, Víctor A., trad. II. Título CDD 807 Primera edición, 2006 © Katz Editores Sinclair 2949, 5º B 1428, Buenos Aires www.katzeditores.com Título de la edición original: Inscrire et effacer © Éditions du Seuil/Gallimard París, 2005 ISBN: 987-1283-09-1 (rústica) ISBN: 84-609-8360-9 (tapa dura) El contenido intelectual de esta obra se encuentra protegido por diversas leyes y tratados internacionales que prohíben la reproducción íntegra o extractada, realizada por cualquier procedimiento, que no cuente con la autorización expresa del editor. Diseño de colección: tholön kunst Impreso en la Argentina por Latingráfica S. R. L. Hecho el depósito que marca la ley 11.723. Agradecimientos Introducción. Misterio estético y materialidades del escrito I. La cera y el pergamino. Los poemas de Baudri de Bourgueil II. Escritura y memoria. El “librillo” de Cardenio III. La prensa y las letras. Don Quijote en la imprenta IV. Noticias manuscritas, gacetas impresas. Cymbal y Butter V. Libros parlantes y manuscritos clandestinos. Los viajes de Dyrcona VI. El texto y el tejido. Anzoletto y Filomela VII. El comercio de la novela Epílogo. Diderot y sus corsarios Índice de nombres Índice temático Índice Este libro está en deuda con la amistad de Fernando Bouza, José Emilio Burucúa y Peter Stallybrass, que en estos últimos años fueron maravillo- sos compañeros de enseñanza e investigación, en Madrid, en Buenos Aires y en la Universidad de Pennsylvania. Mi reconocimiento también a todos los miembros de mi seminario de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales y a Jean Hébrard, quie- nes, con sus preguntas y sus críticas, incesantemente me obligaron a borrar y enmendar mis ensayos. Por último, quisiera agradecer a todos aquellos y aquellas que me dieron la ocasión de presentar, en forma de conferencias o de comunicaciones, los borradores de los capítulos de este libro. Agradecimientos El temor a la pérdida obsesionó a las sociedades europeas de la primera modernidad entre los siglos y . Para dominar su inquietud, fijaron mediante la escritura las huellas del pasado, el recuerdo de los muertos o la gloria de los vivos, y todos los textos que no debían desaparecer. La pie- dra, la madera, el tejido, el pergamino, el papel, procuraron los soportes donde podía quedar inscripta la memoria de los tiempos y de los hom- bres. En el espacio abierto de la ciudad, así como en el retiro de la biblio- teca, en majestad sobre el libro o con humildad sobre objetos más comu- nes, el escrito tuvo la misión de conjurar la ansiedad de la pérdida. En un mundo donde las escrituras podían ser borradas, donde los libros esta- ban siempre amenazados por la destrucción, la tarea no era fácil. Para- dójicamente, su éxito no dejaba de crear otro peligro, el de una prolife- ración textual incontrolable, el de un discurso sin orden ni límites. El exceso de los escritos, que multiplica los textos inútiles y sofoca el pensa- miento bajo los discursos acumulados, fue percibido como un riesgo tan grande como su contrario. Temido, el borrar era entonces necesario, como lo es el olvido para la memoria. No todas las escrituras fueron destinadas a convertirse en archivos sustraídos de los avatares de la historia. Algu- nas eran trazadas sobre soportes que permitían escribir, borrar, y luego volver a escribir. Son las relaciones múltiples entre inscribir y borrar, huellas duraderas y escrituras efímeras, las que este libro querría elucidar, ocupándose de la manera en que entraron en la literatura a través de algunas obras, que pertenecen a diferentes géneros, a diferentes lugares, a diferentes tiempos. Para entender la tensión entre la inquietud frente a la pérdida y el temor al exceso es menester cruzar la historia de la cultura escrita y la sociología de los textos. Definida por D. F. McKenzie como “la disciplina que estudia los textos como formas registradas, así como los procesos de su transmi- Introducción Misterio estético y materialidades del escrito sión, incluyendo su producción y su recepción”, y la sociología de los textos apunta a comprender cómo las sociedades humanas construyeron y transmitieron las significaciones construidas por los diferentes lengua- jes que designan a los seres y las cosas. Puesto que no disocia el análisis de las significaciones simbólicas del de las formas materiales que las trans- miten, una aproximación semejante cuestiona en profundidad la división duradera que separó las ciencias de la interpretación y las de la descrip- ción, la hermenéutica y la morfología. Lo mismo ocurre con la noción de “cultura gráfica”, tal como la propuso Armando Petrucci. Al designar para cada sociedad el conjunto de los obje- tos escritos y las prácticas que los producen o los manipulan, esta catego- ría invita a comprender las diferencias que existen entre diversas formas del escrito, contemporáneas unas de otras, y a inventariar la pluralidad de los usos de la escritura. Los estudios de textos que componen este volu- men tratan de comprender cómo algunas obras se adueñaron de la “cul- tura gráfica” de su tiempo, o por lo menos de algunos de sus elementos, para hacer del escrito la materia misma de la creación estética. Para desplazar de tal modo la frontera trazada entre las produccio- nes y las prácticas más ordinarias de la cultura escrita y la literatura, con- siderada un campo particular de creaciones y experiencias, es necesario acercar lo que la tradición occidental alejó en forma duradera: por un lado, la comprensión y el comentario de las obras; por otro lado, el aná- lisis de las condiciones técnicas o sociales de su publicación, circula- ción y apropiación. Existen varias razones para esta disociación: la per- manencia de la oposición entre la pureza de la idea y su inevitable corrupción por la materia, la definición del copyright, que establece la propiedad del autor sobre un texto considerado siempre idéntico a sí mismo, sea cual fuere la forma de su publicación, o, incluso, el triunfo | I N S C R I B I R Y B O R R A R D. F. McKenzie, Bibliography and the sociology of texts, Panizzi Lectures, , Londres, The British Library, , p. : “The discipline that studies texts as recorded forms and the processes of their transmission, including their production and reception” [trad. esp.: D. F. McKenzie, Bibliografía y sociología de los textos, trad. de Fernando Bouza, Madrid, Akal, , p. ]. Armando Petrucci, La scrittura. Ideologia e rappresentazione, Turín, Einaudi, , pp. -, y Armando Petrucci, Alfabetismo, escritura, sociedad, trad. de Juan Carlos Gentile Vitale, Barcelona, Gedisa, . B. W. Ife, Reading and fiction in Golden-Age Spain. A platonist critique andsome picaresque replies, Cambridge, Cambridge University Press, [trad. esp.: Lectura y ficción en el Siglo de Oro, Barcelona, Crítica, ]. Mark Rose, Authors and owners. The invention of copyright, Cambridge (Mass.)/Londres, Harvard University Press, , y Joseph Loewenstein, The de una estética que juzga las obras independientemente de la materiali- dad de su soporte. Paradójicamente, los dos abordajes críticos que prestaron más atención a las modalidades materiales de inscripción de los discursos reforzaron, y no contrariaron, ese proceso de abstracción textual. La bibliografía ana- lítica movilizó el estudio riguroso de los diferentes estados de una misma obra (ediciones, emisiones, ejemplares) con el designio de recuperar un texto ideal, purificado de las alteraciones infligidas por el proceso de publi- cación e idéntico con el texto tal y como fue escrito, dictado o soñado por su autor. De ahí, en una disciplina consagrada casi exclusivamente a la comparación de objetos impresos, la obsesión por los manuscritos perdidos y la radical distinción entre la obra en su esencia y los acciden- tes que la deformaron o la corrompieron. La perspectiva desconstruccionista insistió fuertemente en la materia- lidad de la escritura y en las diferentes formas de inscripción del len- guaje. Pero en su esfuerzo por abolir o desplazar las oposiciones más inme- diatamente evidentes (entre oralidad y escritura, entre la singularidad de los actos de lenguaje y la reproductibilidad del escrito), construyó cate- gorías conceptuales (“archi-escritura”,“iterabilidad”) que necesariamente alejan de la percepción de los efectos producidos por las diferencias empí- ricas que separan las diversas modalidades de la publicación de los textos. Contra semejante abstracción de los discursos, es conveniente recordar que la producción, no sólo de los libros, sino también de los propios tex- tos, es un proceso que, más allá del gesto de la escritura, implica diferen- tes momentos, diferentes técnicas, diferentes intervenciones: las de los copistas, los libreros editores, los maestros impresores, los cajistas, los correctores. Las transacciones entre las obras y el mundo social no con- I N T R O D U C C I Ó N | author’s due. Printing and the prehistory of copyright, Chicago, Chicago University Press, . Martha Woodmansee, The author, art, and the market. Rereading the history of aesthetics, Nueva York, Columbia University Press, . Walter Greg, Collected papers, ed. por J. C. Maxwell, Oxford, Clarendon Press, ; R. B. McKerrow, An introduction to bibliography for literary students, Oxford, Clarendon Press, ; Fredson Bowers, Principles of bibliographical description, Princeton, Princeton University Press, ; Bibliography and textual criticism, Oxford, Clarendon Press, , y Essays in bibliography, text, and editing, Charlottesville, University Press of Virginia, . Jacques Derrida, De la Grammatologie, París, Éditions de Minuit, , en particular pp. - para el concepto de archi-escritura [trad. esp.: De la gramatología, Buenos Aires, Siglo , ], y Limited Inc., París, Galilée, , en particular pp. - para la noción de iterabilidad. sisten únicamente en la apropiación estética y simbólica de objetos comu- nes, lenguajes y prácticas rituales o cotidianas, como lo pretende el “New Historicism”. Conciernen más fundamentalmente a las relaciones múl- tiples, móviles, inestables, anudadas entre el texto y sus materialidades, entre la obra y sus inscripciones. El proceso de publicación, cualquiera que sea su modalidad, siempre es un proceso colectivo, que implica a nume- rosos actores y que no separa la materialidad del texto de la textualidad del libro. Por lo tanto, es vano querer distinguir la sustancia esencial de la obra, considerada para siempre semejante a sí misma, y las variaciones accidentales del texto, consideradas sin importancia para su significación. Sin embargo, estas múltiples variaciones que impusieron a los textos las preferencias, los hábitos o los errores de quienes los copiaron, compusie- ron o corrigieron no destruyen la idea de que una obra conserva una iden- tidad perpetuada, inmediatamente reconocible por sus lectores u oyentes. Hace poco, David Kastan calificó de “platónica” esa perspectiva según la cual una obra trasciende todas sus posibles encarnaciones materiales, y de “pragmática” la que afirma que ningún texto existe fuera de las mate- rialidades que lo dan a leer u oír. Esta percepción contradictoria de los textos divide tanto a la crítica literaria como a la práctica editorial, y opone a aquellos para quienes es necesario recuperar el texto tal y como su autor lo redactó, imaginó, deseó, reparando las heridas que le infligieron la trans- misión manuscrita o la composición tipográfica, con aquellos para quie- nes las múltiples formas textuales en las que fue publicada una obra cons- tituyen sus diferentes estados históricos que deben ser respetados, editados y comprendidos en su irreductible diversidad. Una misma tensión entre la inmaterialidad de las obras y la materiali- dad de los textos caracteriza las relaciones de los lectores con los libros de | I N S C R I B I R Y B O R R A R Stephen Greenblatt, Shakespearean negotiations. The circulation of social energy in Renaissance England, Berkeley/Los Ángeles, University of California Press, , pp. -. David Scott Kastan, Shakespeare and the book, Cambridge, Cambridge University Press, , pp. -. A título indicativo, véase la edición de Don Quijote de Francisco Rico, Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, edición del Instituto Cervantes, dirigida por Francisco Rico, Barcelona, Instituto Cervantes/Crítica, . A propósito de los dos Rey Lear de y , véanse Gary Taylor y Michael Warren (eds.), The division of the Kingdoms. Shakespeare’s two versions of “King Lear”, Oxford, Oxford University Press, , y a propósito de los tres Hamlet de , y , Leah Marcus, “Bad taste and bad Hamlet”, en Leah Marcus, Unediting the Renaissance. Shakespeare, Marlowe, Milton, Londres/Nueva York, Routledge, , pp. -. que se apropian, aunque no sean ni críticos ni editores. En una conferen- cia pronunciada en , “El libro”, Borges declara: Yo he pensado, alguna vez, escribir una historia del libro. Pero, de inmediato, diferencia radicalmente su proyecto de todo interés por las formas materiales de los objetos escritos: No me interesan los libros físicamente (sobre todo los libros de los biblió- filos, que suelen ser desmesurados), sino las diversas valoraciones que el libro ha recibido. Para él, los libros son objetos sin interés cuyas particularidades no impor- tan mucho. Lo que cuenta es la manera en que el libro, sea cual fuere su modalidad específica, fue considerado –y a menudo despreciado res- pecto de la palabra “alada y sagrada”–. Un Borges “platónico”, en suma. Pero cuando en el fragmento de la autobiografía que dictó a Norman Thomas di Giovanni, el mismo Borges evoca su encuentro con uno de los libros de su vida, Don Quijote, lo que acude a su memoria es ante todo el objeto: Todavía recuerdo aquellos volúmenes rojos con letras estampadas en oro de la edición Garnier. En algún momento la biblioteca de mi padre se fragmentó, y cuando leí El Quijote en otra edición tuve la sensación de que no era el verdadero. Más tarde hice que un amigo me consiguiera la edición de Garnier, con los mismos grabados en acero, las mismas notas a pie de página y también las mismas erratas. Para mí todas esas cosas forman parte del libro; considero que ése es el verdadero Quijote. Para siempre, la historia escrita por Cervantes será para Borges ese ejem- plar de una de las ediciones que los Garnier exportaban al mundo de lengua española y que fue la lectura de un lector todavía niño. El princi- pio platónico no es de mucho peso ante el retorno pragmático del recuerdo. La contradicción de Borges sugiere que el enfrentamientoentre “pla- tonismo”y “pragmatismo”depende sin duda de una falsa disputa o de una I N T R O D U C C I Ó N | Jorge Luis Borges, “El libro”, en Borges oral, Madrid, Alianza Editorial, , pp. - (cita en p. ). Jorge Luis Borges con Norman Thomas di Giovanni, Autobiografía -, Buenos Aires, El Ateneo, , p. . cuestión mal planteada. En efecto, una obra siempre se da para leer o para oír en uno de sus estados particulares. Según los tiempos y los géne- ros, las variaciones entre estos diversos estados son más o menos impor- tantes y pueden concernir, de manera separada o simultánea, a la mate- rialidad del objeto, a la grafía de las palabras o a los propios enunciados. Pero siempre, también, son múltiples los dispositivos (filosóficos, estéti- cos, jurídicos) que se esfuerzan por reducir dicha diversidad, cuando postulan la existencia de una obra idéntica a sí misma, independiente- mente de su forma. En Occidente, el neoplatonismo, la estética kantiana y la definición de la propiedad literaria contribuyeron a construir ese texto ideal que los lectores reconocen en cada uno de sus estados. Más que inten- tar, de una u otra manera, desprenderse de esa tensión irreductible, o resol- verla, lo que importa es identificar la manera en que es construida en cada momento histórico. Y, en primer lugar, en y por las mismas obras. Tal es el propósito de este libro, que querría mostrar cómo determina- das obras se adueñaron de los objetos o de las prácticas que pertenecían a la cultura escrita de su época. Sus autores transfiguraron las realidades materiales de la escritura o de la publicación en un recurso estético, movi- lizado para fines poéticos, dramáticos o narrativos. Los procesos que dan existencia al escrito en sus diversas formas, públicas o privadas, efímeras o duraderas, se convierten así en el mismo material de la invención lite- raria. La elección de los textos comentados en los capítulos que siguen no tiene nada de sistemática o de razonada, y no pretende ninguna exhaus- tividad. Se impuso con el correr de las lecturas y las preferencias, pensando en lo que escribe Erich Auerbach a propósito de las obras que comentó en Mimesis: El método que consiste en dejarme guiar por un pequeño número de temas que se presentaron poco a poco a mi espíritu y sin intención de mi parte, y en confrontarlos con una serie de textos que se me vol- vieron familiares en el curso de mi actividad de filólogo, me parece prac- ticable y fecundo. | I N S C R I B I R Y B O R R A R Margreta de Grazia y Peter Stallybrass, “The materiality of the Shakespearean text”, Shakespeare Quarterly, vol. , N° , , pp. -. Una perspectiva comparable sostiene el libro de Aurora Egido, La voz de las letras en el Siglo de Oro, Madrid, Abada Editores, , en particular los capítulos “Lope al pie de la letra”, pp. -, y “La escritura viva en la poesía de Quevedo”, pp. -. Erich Auerbach, Mimésis. La représentation de la réalité dans la littérature occidentale, trad. del alemán por Cornélius Heim, París, Gallimard, , En la edad de la imprenta, el taller tipográfico es el lugar por excelencia donde se multiplican en número los objetos que, para lo mejor o lo peor, garantizan la circulación de las obras. Por lo tanto, no es sorprendente que, durante su estadía en Barcelona, don Quijote haya deseado visitar una imprenta, donde entraremos con él (capítulo ). Pero la invención de Gutenberg de ningún modo abolió el papel de la copia manuscrita como soporte de la publicación y la transmisión de los textos. Las noticias escri- tas a mano constituyeron una competencia duradera para las gacetas impre- sas, y los manuscritos clandestinos, más fácilmente que las obras impre- sas, garantizaron la circulación de las obras poco respetuosas de las autoridades y las ortodoxias. De ahí proviene la atención que aquí se dedica a la comedia de Ben Jonson The Staple of News, que pone en escena la áspera rivalidad, pero también la común deshonestidad existente entre los impresores de periódicos y los redactores de noticias fieles al manus- crito (capítulo ). Y también una invitación al viaje en los États et Empi- res de la Lune et du Soleil con Cyrano de Bergerac, una obra en la cual, mientras que se narra en el mismo texto el relato de su propia publicación manuscrita, se despliega un imaginario del escrito cómico, crítico y nos- tálgico a la vez (capítulo ). Como dijimos, no todos los escritos están destinados a la duración. Entre la Edad Media y el siglo , diferentes objetos fueron el soporte de las escrituras que se destinaban a ser borradas, una vez que fueron trans- I N T R O D U C C I Ó N | p. . Este libro, Mimesis. Dargestelle Wirklichkeit in der abendländischen Literatur, fue escrito en Estambul entre y , y publicado en Berna por C. A. Francke AG Verlag en [trad. esp.: Mimesis. La representación de la realidad en la literatura occidental, México, Fondo de Cultura Económica, ]. Véanse las perspectivas muy diferentes propuestas por Elizabeth L. Eisenstein, The printing press as an agent of change. Communications and cultural transformations in early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press, (versión abreviada en Elizabeth L. Eisenstein, The printing revolution in early Modern Europe, Cambridge, Cambridge University Press, [trad. esp.: La revolución de la imprenta en la Edad Moderna europea, Madrid, Akal, ]), y Adrian Johns, The nature of the book. Print and knowledge in the making, Chicago, Chicago University Press, . Véanse también Elizabeth L. Eisenstein, “An unacknowledged revolution revisited”, y Adrian Johns, “How to acknowledge a revolution?”, en “ Forum: how revolutionary was the print revolution?”, American Historical Review, vol. , N° , febrero de , pp. -. Harold Love, Scribal publication in seventeenth-century England, Oxford, Oxford University Press, , y Fernando Bouza, Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro, Madrid, Marcial Pons, . François Moureau (ed.), De bonne main. La communication manuscrite au e siècle, París/Oxford, Universitas/Voltaire Foundation, . critas o se volvieron inútiles. Esto ocurre con las tabletas de cera, utiliza- das durante toda la Edad Media para la composición de textos luego copia- dos sobre pergamino. Y asimismo, en la Edad Moderna, con otras “table- tas”, que son pequeñas libretas cuyas páginas están recubiertas por un barniz o betún que permite borrar lo que se escribió y anotar en el mo- mento –sin pluma ni tinta sino con un estilo de metal– un pensamiento, una palabra, unos versos o una carta. Estos humildes objetos de la cul- tura escrita también entraron en la literatura, antes de hacerlo en el psi- coanálisis. En el recodo de los siglos y , Baudri de Bourgueil uti- lizó sus tabletas de cera como materia de sus poemas (capítulo ). En los comienzos del siglo , Cervantes puso en el camino de don Quijote y de Sancho un “librillo de memoria”,* el de Cardenio, que sirve como primer soporte a poemas y cartas que luego serán recopiados. Tanto el uno como el otro, el abad poeta y el escritor manco, asociarán estrecha- mente escrito, memoria y olvido, como si toda inscripción pudiera o debiera ser borrada, como si siempre la escritura se esforzara por conju- rar su propia fragilidad (capítulo ). La puesta en abismo del texto en el texto, del escrito en la escritura, no sólo implica objetos o técnicas. También moviliza el registro de las nume- rosas metáforas que designan el escrito. La producción del texto, de su composición a su publicación o su representación, puede ser pensada en sus correspondencias con las diferentes etapas del diseño, la fabricación y la venta de las telas. En su última comedia veneciana, Une delle ultime sere di Carnovale, Goldoni propone una figura original y melancólica, mas- culina y manufacturera, de las proximidades, metafóricas o materiales, que desdelos antiguos asocian texto y textil (capítulo ). Para Diderot, fue la comparación pictórica la que le hizo comprender la fuerza inédita de las novelas de Richardson. Compuestas como una serie de cuadros, | I N S C R I B I R Y B O R R A R Peter Stallybrass, Roger Chartier, Frank Mowry y Heather Wolfe, “Hamlet’s tables and the technologies of writing in Renaissance England”, Shakespeare Quarterly, (), , pp. -. Sigmund Freud, “Notiz über den ‘Wunderblock’”, Internationale Zeitschrift für (ärztliche) Psychoanalyse, , , , pp. - [trad. esp.: “Nota sobre la ‘pizarra mágica’”, en Obras completas (trad. por José Etcheverri), Buenos Aires, Amorrortu Editores, t. , pp. -]. Véase Jacques Derrida, “Freud et la scène de l’écriture”, en Jacques Derrida, L’écriture et la différence, París, Le Seuil, , pp. - [trad. esp.: La escritura y la diferencia, Barcelona, Anthropos, ]. * Así en el original. [N. del T.] Ann Rosalind Jones y Peter Stallybrass, Renaissance clothing and the materials of memory, Cambridge, Cambridge University Press, . obligan al lector a una nueva relación con obras que son la fuente de las emociones más puras y una guía para la entera existencia. La lectura así requerida por la escritura, transformada de este modo en imágenes, no puede ser ya la de los hábitos antiguos; supone una revolución de las prác- ticas y de los corazones (capítulo ). Los objetos de la escritura y los pro- cesos de la publicación, pues, a menudo retornan, de manera realista o metafórica, en las mismas obras. Esta puesta en literatura debe compren- derse sin duda como uno de esos procedimientos gracias a los cuales las sociedades intentan controlar la irresistible proliferación del escrito, redu- cir la inquietante dispersión de los textos o, como lo escribía Foucault, “esquivar la pesada, la temible materialidad” de los discursos. En el momento de abandonar la compañía de las obras que hemos destacado y comentado con el decurso del tiempo, la Lettre sur le com- merce de la librairie de Diderot permitirá volver sobre la tensión funda- mental que habita nuestra progresión (Epílogo). Enrolándose volunta- riamente al servicio de los libreros parisinos para afirmar la soberanía de los autores sobre sus composiciones, discutiendo las realidades tri- viales de la edición para manifestar mejor la naturaleza inmaterial de la obra de arte, Diderot, con las coerciones y los recursos que son los de su tiempo, formula la cuestión que Borges enunció de otro modo: “Art happens (el arte ocurre), declaró Whistler, pero la conciencia de que no acabaremos nunca de descifrar el misterio estético no se opone al exa- men de los hechos que lo hicieron posible”. Entre esos “hechos”, las rela- ciones anudadas entre la creación literaria y las materialidades del escrito no son de poca importancia. I N T R O D U C C I Ó N | Michael Fried, Absorption and theatricality, painting and beholder in the age of Diderot, Berkeley/Los Ángeles/Londres, University of California Press, [trad. esp.: El lugar del espectador, Madrid, Visor Distribuciones, ]. Michel Foucault, L’ordre du discours. Leçon inaugurale au Collège de France prononcée le décembre , París, Gallimard, , p. [trad. esp.: El orden del discurso, Barcelona, Tusquets, ]. Jorge Luis Borges, “William Shakespeare: Macbeth”, en Prólogos con un prólogo de prólogos, Madrid, Alianza, , pp. - (cita en p. ). En el capítulo de la primera parte de Don Quijote, el caballero andante y su escudero atraviesan las despobladas soledades de la Sierra Morena. Don Quijote se siente invadido por el deseo de escribir una carta a la dama de sus pensamientos. ¿Pero cómo hacerlo sin papel al que confiar los versos epistolares? Y sería bueno, ya que no hay papel, que la escribiésemos, como hacían los antiguos, en hojas de árboles o en unas tabletas de cera, aunque tan dificultuoso será hallarse eso ahora como el papel. En el próximo capítulo veremos cómo el hidalgo superó la dificultad. Aquí lo que importa es la percepción que tiene Cervantes en de la perte- nencia de las tabletas de cera a un pasado muy lejano, el de los antiguos. En , Pedro Mexía las situaba de la misma manera en su Silva de varia lección, cuando describe las tabletas de cera, las “tablicas enceradas”, como uno de los soportes de la escritura de “los antiguos”. Oponer así a los Modernos, que utilizan el papel y la pluma, a los Griegos y los Romanos, que escribían sobre la cera con un estilo, es olvidar que en la época medie- val las tabletas de cera fueron un soporte esencial de la escritura. Para que lo recordemos, existe un poeta que hizo de los objetos y de las prácticas del escrito la materia misma de sus composiciones. I La cera y el pergamino. Los poemas de Baudri de Bourgueil Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, edición del Instituto Cervantes, dirigida por Francisco Rico, Barcelona, Instituto Cervantes/Crítica, , p. . Pedro Mexía, Silva de varia lección [], ed. por Antonio Castro, Madrid, Cátedra, , vol. , Tercera Parte, cap. : “En qué escrivían los antiguos, antes que huviesse papel, y de qué manera”, pp. -. Se llamaba Baudri, y poca cosa sabemos de él. Había nacido en Meung- sur-Loire en o . Fue nombrado abad de la rica y poderosa abadía benedictina de Saint-Pierre-de-Bourgueil entre y . La abandonó en para convertirse en arzobispo de Dol y entró enton- ces en múltiples conflictos con sus colegas obispos, su capítulo y el legado del papa. En los últimos años de su vida se retiró a un priorato nor- mando que dependía de la iglesia de Dol. El abad era viajero, y visitó varias abadías benedictinas de Normandía e Inglaterra. Pero también era poeta. No sólo poeta, por lo demás, ya que compuso en prosa vidas de santos, relatos de milagros, una crónica de la primera cruzada, un tratado de la buena muerte. Pero, sobre todo, le gustaba el juego con los versos, como lo atestiguan los poemas reunidos en el manuscrito de la Biblioteca Vaticana Reg. Lat. () que fueron editados por Jean- Yves Tilliette. Breves o amplias, las composiciones poéticas de Baudri de Bourgueil constituyen una poesía erudita, escrita en latín y en ver- sos métricos, cuyos géneros son múltiples: epístola, sátira, himno, epo- peya, epitafio, etcétera. No es esa clasificación poética la que retendremos para entrar en la obra de Baudri, descubierta en la lectura de una página de Curtius. En el capítulo que consagra a las metáforas del libro, éste cita algunos de los versos que el abad dirige a sus tabletas, su estilo y sus escribas. Gracias a la edición de Jean-Yves Tilliette, es posible calibrar la plena medida de la obsesiva presencia de la materialidad del escrito en los poemas de Bau- dri de Bourgueil y, más allá, de la trayectoria de la escritura tal como la pone en versos, de la composición a la transcripción, de la publicación a la recepción. | I N S C R I B I R Y B O R R A R Baudri de Bourgueil, Poèmes, ed. por Jean-Yves Tilliette, París, Les Belles Lettres, t. , , y t. , . Citaremos los poemas de Baudri indicando el número que les corresponde en esta edición y consignando al pie de página el texto latino con el número de página donde se encuentra. Una primera edición de los poemas de Baudri fue publicada por Phyllis Abrahams, Les Œuvres poétiques de Baudri de Bourgueil (-). Étude critique publiée d’après le manuscrit du Vatican, París, . Sobre la vida del abad poeta, véase la vieja biografía del abad H. Pasquier, Baudri de Bourgueil archevêque de Dol -, d’après des documents inédits, París, . Ernst Robert Curtius, La littérature européenne et le Moyen Âge latin [], París, Presses Universitaires de France, , pp. - [trad. esp.: Literatura europea y Edad Media latina, México, Fondo de Cultura Económica, ]. En los poemas de Baudri, la escritura está inscriptaen tres materiales: la cera de las tabletas, el pergamino de la carta o del libro, la piedra de los epitafios. Pero su propia escritura, salvo raras excepciones, siempre está representada como ligada con el estilo y con las tabletas. En dos poemas que llamaron la atención de Curtius, y luego de Richard Rouse y Mary Rouse, Baudri describe con precisión el soporte sobre el cual escribe sus versos. En Ludendo de tabulis suis [], alaba la belleza de las ocho tabli- tas de color verde, unidas entre sí por correas y protegidas en una bolsa, que lo acompañarán incluso tras su deceso: Ojalá nuestros juegos comunes se prolonguen eternamente; quiero decir: ojalá nunca me vea privado de mis tabletas. Viviré junto a voso- tras; vosotras vivís junto a mí. Que al final una tumba única nos acoja. Así sea. Sobre sus ocho tabletas, organizadas como un codex, Baudri puede escri- bir hasta versos: En altura, las páginas que constituís contienen justo ocho versos; en ancho, apenas un hexámetro. Sin embargo, como estáis compuestas de ocho planchitas, eso da dos veces dos más diez paginitas (en efecto, las dos caras exteriores no están recubiertas de cera, lo que hace que ocho planchitas den catorce páginas). Así, contienen dos veces seis versos, más cien: la suma total de páginas permite llegar a tal resultado. El querido objeto de Baudri no deja de hacer pensar en las libretas de tabletas de cera verde de Beauvais y de Oslo, que inventarió y describió L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Richard H. Rouse y Mary A. Rouse, “The vocabulary of wax tablets”, Vocabulaire du livre et de l’écriture au Moyen Âge. Actes de la table ronde. Paris - septembre , ed. por Olga Weijers, Turnhout, Brepols, , pp. -. Texto latino: “Sed uester mecum ludus perduret in aeuum, / A tabulis nunquam scilicet amouear. / Viuam uobiscum; uos autem, uiuite mecum; / Tandem nos unus suscipiat tumulus. Amen” (t. , p. ). Texto latino: “In latum, uersus uix octo pagina uestra, / In longum uero, uix capit exametrum; / Attamen in uobis pariter sunt octo tabelle, / Quae dant bis geminas paginulasque decem - / Cera nanque carent altrinsecus exteriores: / Sic faciunt octo, quatuor atque decem. / Sic bis sex capiunt, capiunt et carmina centum: / Id quoque multiplices paginulae faciunt” (t. , p. ). Elisabeth Lalou, o en las seis tabletas florentinas que publicó y estudió Armando Petrucci en . Unidas entre sí por un lomo de pergamino, estas seis tabletas (que sin duda eran más numerosas en el objeto origi- nal) constituyen un políptico sobre el cual un mercader toscano de fines del siglo o de las primeras décadas del redactó, sin duda durante las ferias de Champaña, las minutas de sus cuentas, sus compras de teji- dos y sus préstamos de dinero. En el poema Ad tabulas [], que tiene la forma de una conversación con sus tabletas a la manera de los autores latinos, Baudri promete res- taurar las “fuerzas abatidas” de sus “bellas damas”: No sé qué individuo o qué objeto rompió las correas que os unen, mas creo que fue la vejez la que os causó tal perjuicio. Curaré con ter- nura esta enfermedad que os aflige, reemplazaré la correa a mis cos- tas. En cuanto a la cera, es antigua, ennegrecida de carbonilla, y esa cera antigua desfigura vuestra belleza. Por eso vuestra complacencia para con el escritor resulta disminuida, cuando oponéis resistencia al estilo como si os resultara odioso. Así, pues, preparo la cera verde para reem- plazar la negra, para que seáis más complacientes y amables con el escriba. Las tablitas tan amadas por Baudri son un presente: “Quien os ofreció a mí (me refiero al abad de Sées) juiciosamente ofreció un pájaro a un niño | I N S C R I B I R Y B O R R A R Elisabeth Lalou, “Les tablettes de cire médiévale”, en Bibliothèque de l’École des Cartes, , t. , pp. - (lista de tabletas, N° y N° , pp. -). Armando Petrucci, Le Tavolette cerate fiorentine di casa Majorfi, Roma, . Un ejemplo no tan ameno de este “género” lo da Ovidio, Amores, libro , : “Lejos de mí, malvadas tabletas, madera fúnebre, y tú, cera, llena de palabras de rechazo. […] Lo que es yo, me he percatado de que, en efecto, merecíais ser llamadas dobles; ese número no era ya un buen augurio” (la palabra “duplices”, “pérfidos”, “astutos”, también significa “dos tabletas asociadas en un díptico”) [texto latino: “Ite hinc, difficiles, funebria ligna, tabellae, / Tuque, negaturis cera referta notis […], Ergo ego uos rebus duplices pro nomine sensi; / Auspicii numerus non erat ipse boni”], en Ovidio, Les Amours, texto establecido por Henri Bornecque, revisado por Jean-Pierre Néraudau, París, Les Belles Lettres, , pp. - [trad. esp.: Los amores, Barcelona, Ediciones Mateu, ]. Texto latino: “Nescio quis uel quid iuncturam corrigiarum / Discidit; at spero quod senium nocuit. / Huic uestro morbo nostra pietate medebor, / Nostro restituam munere corrigiam. / Cera quidem uetus est, palearum fusca fauilla, / Et turpat uestram cera uetus speciem. / Idcirco minor est scribenti gratia uestra, / Cum uelut offensum reicitis grafium. / Ergo pro nigra uiridantem preparo ceram, / Quo placeat scribe gratia uestra” (t. , p. ). afligido []”. De hecho, en sus poemas, las tabletas son un regalo fre- cuente, enviado, entregado o prometido como prenda de amistad. Bau- dri las recibió no sólo del abad de Sées sino también de Bernardo (Pro tabulis gratiarum actio []), y Eudes prometió hacérselas llegar tan pronto como tuviera un mensajero para hacerlo (Ad eum qui tabulas ei promise- rat []). A la inversa, las tabletas de cera son un don a menudo anun- ciado o hecho por Baudri: por ejemplo, a la monja Inés (“Las tabletas que te prometí y que, por tu parte, reclamas, te las haré llegar cuando pueda hacerlo; por el momento, no las tengo” []), a Guiternus que, como un acreedor obstinado (improbus exactor), le “arrebató” unas tabletas que debe sacar de entre las suyas (Ad eum qui tabulas ab eo extorsit []), o a Raúl de Mans (“Te habría enviado unas bellas tabletas, de haberlo que- rido. No quiero enviarlas, pero te las ofreceré en manos propias” []). Si las tabletas de cera son tan fuertemente deseadas y estimadas como un presente precioso, la razón es sencilla: es sobre la cera, o más bien en la cera (porque, como lo observan Richard Rouse y Mary Rouse, “ones wri- tes in, not on, a wax surface”) donde los autores redactan textos que, luego, un escriba transcribirá sobre el pergamino. Nada muestra mejor esta prác- tica común entre los escritores monásticos del siglo que los reproches de Baudri contra su escriba Gerardo: Podría haber escrito poema sobre poema, si hubiese habido todavía lugar para escribir sobre mis tabletas. Pero las llené por completo, mientras que tú holgazaneas sin cesar, mientras que te arrastras para transcribir las palabras trazadas sobre la cera. Para liberar la cera, pues, transcribe L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Texto latino: “Qui michi uos misit –hoc est abbas Sagiensis– / Sollers ploranti misit auem puero” (t. , p. ). Texto latino: “Quas tibi promisi tabulas, quas ipsa requiris, / Reddam cum potero, nam modo non habeo” (t. , p. ). Texto latino: “Pulchras misissem tabulas tibi si uoluissem; / Mittere quas nolo, comminus ipse dabo” (t. , p. ). M. T. Clanchy, From memory to written record. England - [], ª ed., Oxford/Cambridge (Mass.), Blackwell, , pp. -, que indica: “It seems to have been common practice for monastic authors to write on wax and then have a fair copy made on parchment” [Escribir sobre la cera y luego mandar hacer una copia en limpio sobre pergamino parece haber sido una práctica común entre los autores monásticos]. Para una distinción similar entre cera y papiro en el mundo romano, véase Guglielmo Cavallo, “Testo, libro, lettura”, en Guglielmo Cavallo, Paolo Fedele y Andrea Giardina (dirs.), Lo spazio letterario di Roma antica, t.: La circolazione del testo, Roma, Salerno Editrice, , pp. - (en particular, pp. -). mi obra, arráncate con coraje a tu pereza acostumbrada (Ad Girardum scriptorem suum []). Así se establece una distinción fundamental entre composición y trans- cripción. En Baudri, la composición de los poemas siempre es designada por los verbos componere, cantare o dictare, sin que este último implique que el texto fue dictado en voz alta. En el poema que abre la recopila- ción Contra obtrectatores consolatur librum suum [], Baudri, hablando de él mismo, indica que “este género de versos los hacía de noche o a caba- llo”, es decir, en dos situaciones donde escribir es imposible, o por lo menos difícil. Por tanto, la composición puede ser totalmente mental y memorial, pero en Baudri, las más de las veces, supone la escritura trazada en la cera, que autoriza tachaduras y arrepentimientos. El abad poeta del valle del Loira ilustra perfectamente la afirmación de Richard Rouse y Mary Rouse, según la cual la tableta de cera, como soporte del escrito, tuvo una relación ininte- rrumpida con la civilización escrita occidental, más larga que el perga- mino o el papel, y una relación más íntima con la creación literaria. Sobre las tabletas, la escritura es necesariamente efímera. Para que los poe- mas puedan ser enviados a un amigo o reunidos en un libro (designado como liber, libellus o codex), es necesario que sean recopiados sobre el per- gamino. Baudri presenta una tarea semejante como un arte, que supone una habilidad particular, y como un trabajo que merece remuneración. El puer Gautier,“experto en caligrafía”, es un artista que respetó elegante- mente las consignas de Baudri para la ornamentación del manuscrito de sus poemas: | I N S C R I B I R Y B O R R A R Texto latino: “Carmina carminibus nostris superapposuissem, / Si superapposita susciperent tabulae. / Impleui nostras, dum tu pigritare, tabellas, / Dum scriptum in cera lentus es excipere. / Ut uero ceram uacues, opus excipe nostrum; / Ut probus a solita te excute pigricia” (t. , p. ). Sobre el sentido de los verbos “dictare” o “dictitare” que designan la composición de los textos, cualquiera que sea su modalidad, véase M. T. Clanchy, From Memory to Written Record..., op. cit., p. . Texto latino: “Talia dictabat noctibus aut equitans” (t. , p. ). Richard H. Rouse y Mary A. Rouse, art. cit., p. : “The wax tablet, as a support for the written word, had a longer uninterrupted association with literate Western civilization than either parchment or paper, and a more intimate relationship with literary creation”. Ordené que las letras mayúsculas sean hechas de metal brillante, para que el aspecto material, a falta de ideas, incremente el valor del libro (fueron los Árabes, tal vez, los que hicieron llegar hasta aquí el oro con que resplandecen las primeras letras de los textos); hice pintar las otras iniciales en rojo o en verde, para que toda la obra tenga un brillo más admirable: de tal modo, aquellos a quienes la riqueza de la expresión sea muy incapaz de seducir por lo menos se verán seducidos por la apa- riencia del manuscrito []. De hecho, como lo observa Jean-Yves Tilliette, ésas son las disposiciones que se encuentran en el manuscrito de la Biblioteca Vaticana. En el poema Ad scriptorem suum [], que él dirige a Hugo, otro copista del manuscrito, Baudri detalla con precisión lo que le será concedido si trabaja bien y rápido. Como ocurre en general, la remuneración está com- puesta por un salario (pretium) y una serie de presentes: un queso, un viaje a Roma (“también quiero llevarte a Roma a mis costas, para que nuestras conversaciones alivien mis inquietudes. Respirarás entonces el perfume de una amistad sin equívocos, cuando me deleite con la miel de tus palabras”) y la fama (“perpetuaré tu nombre en los siglos futuros, si mis poemas logran garantizar a alguien la perpetuidad”). La lógica del don, que supone la amistad, aquí se cruza con la contradicción del contrato, que exige el pago. Como lo mostró Natalie Zemon Davis, ésa es la regla común en las sociedades antiguas, que asocian sin contradic- ción sueldo y larguezas, salario y regalos. La distinción entre composición y transcripción, entre la mano del autor y la del copista, es tan tajante que su transgresión da un valor particular al escrito. Así, en la carta dirigida a una religiosa llamada Constanza a la que le propone un “pacto de amor” (foedus amoris) que ligará sus cora- zones (“Que nuestros corazones estén unidos, pero nuestros cuerpos, sepa- L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Texto latino: “Praecepi fieri capitales aere figuras, / Vt quod non sensus, res tribuat precium – / Ad nos miserunt Arabes huc forsitam aurum, / Materiarum quo signa priora micant. / Introitus alios minio uiridiue colore, / Vt mirabilius omne nitescat opus. / Vt quos allicere sententia plena nequibit, / Hos saltem species codicis alliciat” (t. , pp. -). Texto latino: “Sumptibus ipse meis uolo te nunc ducere Romam, / Vt leuies nostrum per mutua uerba laborem. / Tunc tibi anceps signum redolebit amoris / Cum iocundabor uerborum melle tuorum” e “Ipse tuum nomen in saecula perpetuabo, / Si ualeant aliquem mea carmina perpetuare” (t. , p. ). Natalie Zemon Davis, The gift in sixteenth-century France, Madison, The University of Wisconsin Press, . rados”), Baudri insiste en el hecho de que él mismo escribió (scribere) el poema epistolar que compuso (dictare): Sin testigos, lee hasta el final mis versos, sigue atentamente la pista que dibujan: todo cuanto en él se encuentra fue la mano de un amigo quien lo escribió. Fue la mano de un amigo quien lo escribió, y fue también un amigo quien lo compuso: el escriba es también el autor del poema []). No obstante, muy raramente Baudri se representa escribiendo con la pluma y sobre el pergamino. El estilo metálico que le permite trazar las letras en la cera de sus tabletas es el único instrumento de la escritura que evoca. En la lamentación heroico-cómica dirigida a su estilo quebrado (De gra- phio fracto grauis dolor []), Baudri describe minuciosamente la fabri- cación del objeto, que requiere “industria y habilidad” por parte del arte- sano, y deplora amargamente la pérdida del estilo (designado como stilus o graphium) que utilizó durante nueve años: Ahí estás, mi querido estilo, arrancado a mi mano. ¿Qué punzón sabrá trazar tan correctamente tu surco en la cera? ¿Qué estilo convendrá tan atinadamente a mis tabletas? En la vida ideal con que sueña en el poema De sufficientia uotorum suo- rum [], estilo y tabletas bastan para su felicidad. La creación poética –que, si seguimos a Mary Carruthers, implica un tra- bajo de rememoración que permite la búsqueda de la materia [res] y su organización (collectio) en una nueva composición–, está por tanto estre- | I N S C R I B I R Y B O R R A R Texto latino: “Perlege sola meos uersus indagine cauta, / Perlege: quicquid id est, scripsit amica manus; / Scripsit amica manus et idem dictauit amicus, / Idem qui scripsit carmina composuit” (t. , p. ). Texto latino: “Ecce meae manui, mi stile, subtraheris! / Quo perarabo meas tam digno pectine ceras / Tamque meis tabulis qui stilus aptus erit?” (t. , p. ). Texto latino: “Et michi sufficerent et stilus et tabulae” (t. , p. ). Mary Carruthers, The Book of memory. A study of memory in Medieval culture, Cambridge, Cambridge University Press, . chamente ligada con la escritura sobre las tabletas de cera. A menudo la memoria es descrita como una colección de tabletas (tabulae memoriae) –y esto hasta Hamlet, que debe borrar de las “tables of [his] memory”todos los archivos inútiles para sólo conservar las palabras del espectro:“Remem- ber me”–; inversamente, las tabletas son el soporte privilegiado, pero no siempre necesario, de la invención y de la composición poéticas, que con- vocan los materiales de las ideasy los fragmentos de textos clasificados en la memoria. Ésta también representa un papel esencial en la transmisión de los poe- mas. El poeta es un “cantor”* cuya voz y aliento habitan los cantos. Como consecuencia, el modo ordinario, esperado, de su “publicación”es un reci- tado o una declamación que se apoya en una memorización del texto. El ejercicio tiene sus virtuosos, como Godofredo de Reims, poeta muerto en , de quien Baudri alaba el arte de decir (Ad Godefredum Remen- sem []): Además posees hasta un punto eminente una cualidad por la cual pre- dominas sobre todos cuantos leen en público: cuando declamas un texto, cualquiera, tu voz lo acentúa de tal modo que las palabras que pro- nuncias, todas cuantas sean, encantan todos los oídos. En efecto, tan bien sabes casar las palabras con la melodía y la melodía con las pala- bras que entre ellas no existe la menor disonancia. El arte de Godofredo hace justicia tanto a sus propias obras, presentes en su memoria, como a las de sus colegas, de las que fue oyente: En fin, lo que tú compones, pero también lo que oyes por primera vez, siempre eres capaz de repetirlo añadiéndole el tono. L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Véase Peter Stallybrass, Roger Chartier, Frank Mowry y Heather Wolfe, “Hamlet’s tables and the technologies of writing in Renaissance England”, Shakespare Quarterly, (), , pp. -. Mary Carruthers, The Book of memory…, op. cit. * Así en el original. [N. del T.] Texto latino: “In te praeterea uiget excellentia quaedam, / Cunctis qui recitant qua superemineas. / Quicquid enim recitas, recitas ita uoce sonora / Vt, quicquid dicas, omnibus id placeat; / Nam sic uerba sonis uerbisque sonos moderaris / Quatenus a neutro dissideat neutrum” (t. , p. ). Texto latino: “Denique quod dictas, sed et illud quod semel audis, / Viuaci semper ore referre potes” (t. , p. ). Una capacidad semejante remite al aprendizaje de las técnicas de memo- rización exigida por todas las prácticas intelectuales. Así, Baudri admira al joven Pedro por la fidelidad de su memoria: Lo que lees y oyes lo repites con una memoria tan fiel que ni una pala- bra puede faltar a tu recitado (Ad puerum mirandi ingenii []). Sin lugar a dudas, el carácter excepcional de Pedro radica en el hecho de que, en un tiempo en que la memoria “ad res”, es decir, de las materias y no necesariamente de las palabras, en general es suficiente, él es capaz de una restitución integral y literal. Es un bello talento, pero que también puede conducir a la repetición automática y sin invención de los mate- riales memorizados. ¿A qué tipo de memoria eran dirigidos los poemas métricos de Baudri y de los otros abades poetas? La forma misma de los hexámetros parece implicar el necesario respeto del texto tal y como fue compuesto por su autor, para que su “melodía”, o sea, la alternancia regulada de los largos y los breves, sea restituida sin error. En el poema que invita a Avit a una pronta visita, Baudri evoca el placer compartido de la justa declamación en común: Ven aquí, pues, hijo mío; ven a saborear conmigo el encanto del jardín y abrevar para tu corazón y el mío un consuelo en este decorado encan- tador. Tú cantarás tus poemas o yo podré cantar los míos, y afinare- mos nuestras voces con el acariciador sonido de la lira (Ad Auitum ut ad eum ueniret []). Pero también puede pensarse, con referencia a la poesía oral, tanto épica como lírica, que las formas métricas autorizan una memorización y un recitado que puede reemplazar una palabra por otra, o un verso por otro, a condición de que sea estrictamente respetada la distribución de los dáctilos y espondeos que ritman los hexámetros. Baudri quería dar a sus poemas una forma estable, y además un orden lógico y estético a su suce- | I N S C R I B I R Y B O R R A R Texto latino: “Quod legis aut audis memori sic mente retractas / Vt recitantem te nil queat effugere” (t. , p. ). Texto latino: “Huc ades ergo, puer, ut iocundemur in orto / Iocundoque situ recreentur pectora nostra. / Vel tua cantabis uel ego mea carmina cantem / Et fidibus lentis aptabimus organa nostra” (t. , p. ). Véase Albert Bates Lord, The singers of tales, Cambridge (Mass.)/Londres, Harvard University Press, . sión en el liber que organiza con cuidado. Por desgracia, nada sabemos acerca de la manera en que fueron recibidos, memorizados y declamados por sus lectores y sus oyentes. Las tabletas de cera no son el único soporte de escritura presente en los poemas de Baudri. El pergamino también lo está, en tres formas: el libro, la carta, la misiva. Las palabras liber o codex designan tanto el compendio de poemas mismos, copiados y adornados por los escribas contratados por Baudri, como los libros que él u otros leen, hojean y consultan. En el poema dirigido a Godofredo de Reims [], describe de este modo su pro- pia manera de componer: Componer poemas, en efecto, aguza el hilo entumecido de la inteligen- cia, pues, cuando compongo, no dejo de compulsar libros. La composición mental y memorial, ayudada por la escritura sobre las tabletas, no excluye la presencia de los libros que Baudri puede encontrar en la biblioteca de su monasterio. Recomienda a Gerardo de Loudun: Yo sé de un lugar floreciente que procura esparcimientos, libros y pergaminos, y todos los objetos necesarios para el estudio: ese lugar es Bourgueil. Gerardo es invitado a unirse a la comunidad benedictina, con la que podrá compartir el tesoro libresco: El saber dispersado a través del vasto mundo, tras el que corres, te espera: llena la biblioteca de nuestro claustro (Ad eundem ut monachus fiat []). L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Texto latino: “Nam dictare acuit ebetatum mentis acumen; / Dictando siquidem sepe reuolo libros” (t. , p. ). Texto latino: “Ipse locum noui qui floridus ocia gignit, / Libros et carta et cuncta studentibus apta” y “Littera quam queris uastum dispersa per orbem Optat te, nostri complens armaria claustri” (t. , p. ). Conservados en las bibliotecas, los libros también son ofrecidos, presta- dos y solicitados. Una circulación semejante no carece de riesgos. Baudri prestó uno de los suyos a un pedigüeño insistente, y no es seguro que la obra le será restituida: ¡Ojalá haya pronunciado un juramento veraz, cuando prometió devol- verme el Ovidio que me hurtó a fuerza de perversas astucias! (Ad eum qui ab eo Ovidium extorsit []). El hecho de que el libro prestado sea un manuscrito de los poemas de Ovi- dio no carece de significación en un compendio saturado de citas e imi- taciones de los poetas latinos: Virgilio, Horacio, Juvenal, Persio, Lucano, el propio Ovidio. Esa gran familiaridad de Baudri con las letras latinas llevó a suponer que había frecuentado una de las escuelas catedrales que, en la segunda mitad del siglo , abrieron su enseñanza a los autores anti- guos. Ellos proveen a Baudri el repertorio de situaciones, figuras y refe- rencias que contienen sus versos, prohibiendo así leerlos como la des- cripción de realidades efectivamente vividas. La frecuentación de los libros debe acompañar el aprendizaje de la escri- tura hecho sobre las tabletas. Al joven Geraldo, Baudri lo exhorta a leer y escribir todo junto: Es mi niño, más amable que cualquier otro, el que aplica su talento a las tabletas de escribir. Si por lo tanto deseas –deséalo, Geraldo– serme agradable, inclínate sin descanso sobre libros y tabletas. Hojea los libros, hojéalos todavía más; lo que ignoras, búscalo, búscalo todavía más; pro- duce una obra digna de ser declamada ante tus compañeros (Ad Geral- dum []). Los consejos ofrecidos a Geraldo asocian estrechamente los dos modos de apropiación de los textos: por la escucha de una voz que declama, recita o lee, y por la lectura personal del texto escrito. | I N S C R I B I R Y B O R R A R Texto latino: “O utinam uerum iurauerit, ut michi reddat / Quem male decepto sustulitOuidium!” (t. , p. ). Véase Jean-Yves Tilliette, “Introduction”, en Baudri de Bourgueil, Poèmes, op. cit., pp. -. Texto latino: “Ille mihi puer est, puero iocundior omni, / Qui proprium tabulis applicat ingenium. / Si cupis ergo mihi, cupiasque, Geraude, placere, / Libros et tabulas sedulus insequere. / Volue, reuolue libros, que nescis quere, require, / Fac aliquid dignum quod recites sociis” (t. , p. ). Los poemas, tanto los de Baudri como los de Geraldo, están compues- tos para ser dichos, cantados y escuchados. No obstante, este destino de las obras no prohíbe su lectura solitaria. En Baudri, el verbo perlegere designa la lectura atenta que él espera de algunos de los destinatarios de sus poemas. Esto ocurre con Ema, religiosa y docente, cuyas críticas espera: Hoy te confío mi librito en su totalidad para que lo leas con atención, para que lo mires con cuidado. […] Ojalá Ema, con sus labios de Sibila, pueda responder a mi demanda; ojalá pueda leer a fondo, alabar, corre- gir, completar (Emme ut opus suum perlegat []). Esto ocurre con Constanza, a quien, como vimos, propone un “pacto de amor” en una carta escrita por su propia mano. La dama Constanza, en la respuesta imaginada por Baudri, realmente es la lectora que él deseaba: Leí vuestra carta hasta el final, siguiendo con fervor la pista que hilvana, y, con mi mano desnuda, toqué vuestro poema. Lleno de dicha, dos, tres y cuatro veces desenrollé el pergamino, y no podía saciarme de escru- tar cada uno de los detalles. El libro era encantador para mí, las pala- bras no podían ser más encantadoras; por eso me pasé la jornada leyén- dolas y releyéndolas []. Este poema de Baudri muestra que el mismo objeto, la carta dirigida a Constanza, puede ser designado de múltiples maneras: como carta, volu- men, liber y, más adelante, pagina. La evocación es útil para poner en guar- dia contra toda lectura brutalmente documental del lenguaje poético, y muy en particular para una época en que la palabra volumen no sólo designa los rollos de los antiguos, sino que se ha convertido en un sinó- nimo de liber, y comienza a ser utilizada como un equivalente de codex en los colofones y en los catálogos de las bibliotecas. Entre las cosas del L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Texto latino: “Sed tibi nunc totum nostrum commendo libellum / Vt studiosa legas, sollicite uideas […] Ore Sibillino respondeat Emma roganti, / Perlegat, extollat, corrigat, adiciat” (t. , pp. -). Texto latino: “Perlegi uestram studiosa indagine cartam / Et tetigi nuda carmina uestra manu. / Explicui gaudens bis terque quaterque uolumen / Nec poteram refici singula discutiens. / Ille liber mihi gratus erat, gratissima dicta; / Ergo, consumpsi sepe legendo diem” (t. , p. ). François Dolbeau, “Noms de livres”, en Vocabulaire du livre et de l’écriture au Moyen Âge…, op. cit., pp. -. escrito y las palabras de los poemas, las relaciones jamás carecen de dis- tancia ni desfase. La lectura atribuida por Baudri a Constanza no es solamente una lec- tura solitaria, atenta, sino que moviliza el cuerpo y los sentidos: Puse sobre mi pecho el pliego y lo coloqué sobre mi seno izquierdo, el más cercano, se dice, al corazón. Si pudiera confiar vuestras páginas a mi corazón, confiaría cada una de ellas a mi corazón, no a mi pecho. Al final, agotada, abandoné mis miembros al sueño nocturno, pero un amor inquieto no sabe nada de la noche. ¿Qué esperaba? ¿Qué me era permitido esperar? El libro había hecho nacer la esperanza, la noche me procuraba distracción… A la hora del sueño, el sueño escapaba de mí, porque vuestra carta, ciertamente sobre mi pecho, me quemaba las entrañas. La lectura ardiente de Constanza culmina en una perturbación de los sen- tidos, una emoción del corazón y del cuerpo más esperadas en una lec- tora de Richardson que en una monja del siglo , aunque debamos recor- dar que su modelo viene de los antiguos y que la Constanza de Baudri es ante todo un ser de poesía. No obstante, sus emociones ponen en guar- dia contra la tentación de reducir la diversidad de las maneras de leer de una época, ya sean efectivas o imaginadas, a una tipología demasiado pobre. Nada dice Baudri de la lectura solitaria de los poemas y los libros. ¿Es silenciosa u oralizada? Mientras tanto, como lo recalcaron Guglielmo Cava- llo, Armando Petrucci y Franco Alessio, probablemente la oposición | I N S C R I B I R Y B O R R A R Texto latino: “Composui gremio posuique sub ubere laeuo / Scedam, quod cordi iunctius esse ferunt. / Si possem cordi mandare uolumina uestra, / Cordi mandarem singula, non gremio. / Tandem fessa dedi nocturno membra sopori, / Sed nescit noctem sollicitatus amor. / Quid non sperabam? Quid non sperare licebat? / Spem liber ediderat, ocia nox dederat. / In somnis insomnis eram, quia pagina uestra / Scilicet in gremio uiscera torruerat” (t. , pp. -). Sobre el vocabulario latino de la lectura, retomado por Baudri, véase Emmanuelle Valette-Cagnac, La lecture à Rome. Rites et pratiques, París, Belin, , pp. -. Guglielmo Cavallo, “Testo, libro, lettura”, art. cit., pp. -. Armando Petrucci, “Lire au Moyen Âge”, en Mélanges de l’École Française de Rome, , t. , pp. - [trad. esp.: “Leer en la Edad Media”, en Armando Petrucci, Alfabetismo, escritura, sociedad, trad. de Juan Carlos Gentile Vitale, Barcelona, Gedisa, , pp. -]. Franco Alessio, “Conservazione e modelli di sapere nel Medioevo”, en Pietro Rossi (al cuidado de), La memoria del sapere. Forme di conservazione e strutture organizzative dall’Antichità a oggi, Roma/Bari, Laterza, , pp. -. no tiene la importancia que se le concedió como consecuencia de los tra- bajos de Paul Saenger. Tres modalidades de lectura coexisten en la época medieval y, siguiendo a Armando Petrucci, caracterizan o a diferentes lectores o a diferentes prácticas del mismo lector: la lectura silenciosa, “in silentio”; la lectura en voz baja, llamada susu- rro o ruminatio, que servía de apoyo a la meditación y de instrumento de memorización; y, por último, la lectura pronunciada en voz alta que exigía, como en la antigüedad, una técnica particular y se aproxi- maba bastante a la práctica de la recitación litúrgica y del canto. Estas diferentes maneras de leer pueden ser puestas al servicio de diver- sos fines. Cuando se lee, ante todo se trata de incrementar los recursos dis- ponibles para la invención y la composición. En el poema donde dibuja la vida ideal, Baudri evoca los instrumentos de tal atesoramiento: Tendría libros y pergaminos en abundancia donde copiaría los extrac- tos que elegiría al leer []. La operación de conservación, aquí confiada al escrito, puede ser asimismo totalmente mental y distribuir entre los sistemas alfabéticos las series numé- ricas o las divisiones arquitectónicas que estructuran la memoria, los mate- riales que allí deben ser archivados. El segundo fin de la lectura es la meditatio, que pone en relación el texto leído con otros, encontrados en las “tabletas de la memoria”. Si la lectura que permite la memorización puede ser silenciosa, subvocalizada u oralizada sin que eso tenga mucha importancia, la que se separa de la linealidad del texto exige concentra- ción y silencio. Una lectura semejante, a todas luces, es más apta para los textos de saber que para los juegos de la poesía, cuya versificación métrica L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Paul Saenger, Spaces between words. The origins of silent reading, Stanford, Stanford University Press, , y Paul Saenger, “La lectura en los últimos siglos de la Edad Media”, trad. de Fernando Borrajo, en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier (dirs.), Historia de la lectura en el mundo occidental, Madrid, Taurus, , pp. -]. Armando Petrucci, “Lire au Moyen Âge”, art. cit., p. [trad. esp.: op. cit., p. ]. Para un análisis paralelo de las relaciones entre maneras de leer y situaciones deenunciación en el mundo romano, véase Emmanuelle Valette- Cagnac, La lecture à Rome..., op. cit., pp. -. Texto latino: “Nec michi librorum nec desit copia carte / Excerpamque legens carta quod excipiat” (t. , p. ). requiere una voz, lectora o interior. Baudri, que participa en una cultura escrita en vías de mutación, pero anterior a las transformaciones de los siglos y , por supuesto no evoca las técnicas que serán las de la lec- tura escolástica. Para él, la lectura de sus poemas siempre supone un des- ciframiento lento y atento, capaz de hacer oír, al otro o a sí mismo, la melo- día de los versos, y esto incluso cuando son leídos en silencio por sus destinatarios. Un último soporte de la escritura se encuentra en el abad del valle del Loira: la piedra que soporta las inscripciones funerarias. El manuscrito de los poemas de Baudri contiene epitafios, la mayoría de los cuales no estaba destinada a ser grabada, como, por ejemplo, los seis que dedica a Cicerón. Pertenecen al género de la “tumba”, que imita, inspira y desborda la epigrafía funeraria. Baudri también practica otra escritura de los muer- tos: la de las encíclicas mortuorias o rotuli. Seis veces añade sus propios versos sobre un rollo de pergamino que circula de una comunidad a otra tras la muerte de un abad. En dos ocasiones deplora la inútil verborragia de los que intervinieron antes, que desvían el género de sus fines (a saber, las oraciones para el difunto y la compasión para sus hermanos) y derro- chan una materia escasa y cara, el pergamino. Sobre el rollo mortuorio del abad Noel [], se dirige a los próximos redactores retomando un tema clásico de los rotuli: Sobre este rollo, muchos se aplican sistemáticamente a hacer remon- tar a Adán la cadena de sus discursos. […] Por nuestra parte, nos ago- taríamos en composiciones poéticas, si un largo poema pudiera venir en ayuda del creyente. Pero puesto que el charlataneo de las odas no le sirve de ninguna ayuda, hagamos a un lado, os lo ruego, las odas y su ligereza. Conservando vuestras fuerzas para la oración, mencionad aquí debajo mediante una breve inscripción vuestro lugar de residencia, y | I N S C R I B I R Y B O R R A R Véanse Armando Petrucci, Le scritture ultime. Ideologia della morte e strategie dello scrivere nella tradizione occidentale, Turín, Einaudi, , pp. -, y la reproducción del rollo mortuorio para el abad Vital (monasterio de Savigny, comienzo del siglo ). velad porque del frenesí de vuestra pluma no resulte un inútil gasto de pergamino. De la misma manera, deplora los excesos de la pluma sobre el rollo de Rai- naldo de Mans: Este rollo encíclico contiene muchas cosas fuera de propósito sobre las cuales, por una suerte de indulgencia por tales necedades, pasa- mos sin abrir la boca. Pero justo habría sido economizar el escaso per- gamino []. Fue una economía semejante la que permitía el uso de las tabletas de cera para las escrituras destinadas a ser borradas. Y precisamente por eso, sin desaparecer del todo, su utilización se volverá marginal cuando el papel proponga un soporte menos oneroso que el pergamino. Por lo menos, así es como Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana, aparecido en , relaciona el retroceso de la escritura sobre la cera con el descubri- miento del papel: Antes que se hubiese hallado el papel y la tinta, escribían en tablas ence- radas, y con unos punteros abrían en la cera las letras. De hecho, como lo mostró Elisabeth Lalou, con el desarrollo de la fabri- cación del papel, las contabilidades reales y municipales abandonan las tabletas de cera, y los fabricantes de tableros parisinos reorientan su actividad hacia la fabricación de objetos de madera que no son ya “tablas para escribir”. L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Texto latino: “In rotulo multi, cum sollicitudine quadam, / Dicendi seriem semper moetantur ab Adam. […] Nos pro Natali carmen faceremus anheli, / Si multum carmen posset prodesse fideli; / Sed quia non prosunt odarum garrulitates, / Odarum, queso, seponamus leuitates. / Intenti precibus, breuiter loca subtitulate, / Ne calamus uehemens pariat dispendia cartae” (t. , p. ). Texto latino: “Colligit ultra fas rotuaris epistola multa, / Quae, quasi parcentes nugis, transimus inulta. / Et fuit exiguae condignum parcere cartae” (t. , p. ). Sebastián de Covarrubias Orozco, Tesoro de la Lengua Castellana o Española [], ed. por Felipe C. R. Maldonado, revisada por Manuel Camarero, Madrid, Editorial Castalia, , p. . Elisabeth Lalou, “Les tablettes de cire médiévales”, art. cit., pp. y . Entre amigos, los intercambios mutuos son de gran precio, es el reparto lo que anuda las amistades, afirma Baudri en un poema dirigido a Payen []. Los objetos de la escri- tura, y, más aun, los poemas en forma de carta, son prendas u ofreci- mientos de amistad que exigen reciprocidad. Para Baudri, dirigir un poema a un corresponsal es comprometerlo a rescribere, a escribir a su vez. Es lo que espera de Godofredo de Reims: Así, un amor compartido me obligó a escribirte algunos versos, para obligarte de tal modo a escribirme muchos []. Sin embargo, el intercambio a distancia siempre es considerado un susti- tuto disminuido o un simple escalón intermedio del encuentro, la visita, el colloquium. Abundan los ejemplos escritos por el estilo de Baudri. A Muriel, monja y poetisa, le declara: ¡Oh, ojalá pueda venir, que venga, te lo ruego, ese momento donde podré aprovechar una segunda entrevista! Tú me abrirás tu corazón multipli- cando las respuestas a mis preguntas, y yo, por mi parte, multiplicaré las respuestas a las tuyas. Mientras tanto, confiémonos uno a la otra mediante los versos intercambiados; que una silenciosa lealtad sea su guía y compañero (Murieli []). A su amigo, el monje Esteban, le pide que venga lo más rápido que pueda: Así, el pergamino que aquí tienes, esta carta te dirige mi saludo y te exhorta a que vuelvas, Esteban. No tardes más. Vuelve, por favor; que nos volvamos a ver y que nuevas entrevistas nos acostumbren nueva- mente uno al otro. ¡Qué felicidad traerá la Fortuna a mi vida de todos | I N S C R I B I R Y B O R R A R Texto latino: “Inter amicos sunt commertia mutua magni, / Quas res communis iungit amicitias” (t. , p. ). Texto latino: “Ergo alternus amor me scribere pauca coegit / Vt sic te cogam scribere multa michi” (t. , p. ). Texto latino: “O utinam ueniat! Ueniat, rogo, terminus ille, / Lucrer ut alterius commoda colloquii! / Ipsa dares animum respondens plura roganti / Et responderem plura rogatus ego. / Interea nobis nos mutua carmina mandent, / Duxque comesque suus sit taciturna fides” (t. , p. ). los días, si te conduce hacia mí antes de lo previsto! Un solo día sin ti me parece un año; mil días en tu compañía, una corta y breve jornada (Ad Stephanum monachum suum []). A Avit le escribe: Mi querido Avitus, ven a verme aquí, ven a morar junto a mí, para sabo- rear conmigo las delicias de dulces entrevistas, para pasar conmigo un buen tiempo [], y como vimos, ese buen tiempo será el de los poemas recitados en común. En el mundo escriturario de Baudri de Bourgueil, el intercambio más fundamental sigue siendo el de las palabras vivas. La metáfora clásica que designa las palabras como manjares y el poema como un festín encuen- tra aquí todo su sentido. Los poemas cantados alternativamente, los libros leídos en común, las conversaciones eruditas constituyen los más deli- ciosos de los banquetes: Con estas cosas estará cargada la mesa de mi sabio amigo: a esto nos invita, con estas cosas deseo alimentarme. Al releer los libros, descu- briremos sabores variados, capaces de predominar sobre los del sabroso maná. […] Que rápidamente se dirija en dirección a esta mesa cual- quiera que esté invitado: aquí la filosofía da el pecho.Y porque mi amigo me invitó, con prisa acudiré, dejandopara más tarde todos los otros asuntos y obligaciones. Despacharé mis actividades y apuraré mis pasos de anciano, para no acarrear por incuria demora sobre demora. No quiero ser causa de tristeza para aquellos a quienes debo ofrecer la dicha L A C E R A Y E L P E R G A M I N O | Texto latino: “Ergo salutat te praesentis epistola cartae / Et monet ut redeas: Stephane, tolle moras, / Fac, precor, ut redeas, ut mutuo nos uideamus / Nosque reconcilient altera colloquia. / O michi quam laetam reddet fortuna dietam / Te tempestiuum si michi reddiderit. / Sola dies sine te mecum decernitur annus, / Mille dies tecum parua breuisque dies” (t. , p. ). Texto latino: “Noster Auite, / Huc venias ad me, uenias mecumque moreris / Nos ut nostrorum dulcedine colloquiorum / Condelectemur, laetum quoque tempus agamus” (t. , p. ). Sobre el modelo romano de las amistades y las sociabilidades literarias, véase Catherine Salles, Lire à Rome, París, Les Belles Lettres, , pp. -. Véase Michel Jeanneret, Des mets et des mots. Banquets et propos de table à la Renaissance, París, Librairie J. Corti, (sobre las “metáforas de la bibliofagia”, pp. -; sobre los banquetes de los “golosos gramáticos”, pp. -). de mi pronta llegada y de mi conversación (Ad ipsum qui eum invi- tauerat []). Alrededor de las mesas de los banquetes, como sobre las tabletas de cera, “verba volant”, las palabras levantan vuelo. El pergamino puede retenerlas, y mejor aun puede hacerlo el dulce recuerdo de su reparto entre amigos. | I N S C R I B I R Y B O R R A R Texto latino: “His onerabuntur mensae sapientis amici: / Nos inuitat ad has, his cupio refici. Inuenies uarios libros relegendo sapores / Qui superent illud manna saporiferum. […] Promptus ad hanc mensam properet quicumque uocatur, / Quo prebet mammas philosophia suas. / Hanc inuitatus ab amico promptus adibo / Postpositis aliis rebus et officiis; / Maturando pedes actus celerabo seniles, / Ne quas innectam dissimulando moras. / Nolo tristentur quos debeo laetificare / Aduentu propero colloquioque meo” (t. , p. ). Cuando acaban de entrar en la Sierra Morena, en el capítulo de la primera parte de Don Quijote, Sancho y su amo encuentran en el camino “un cojín y una maleta asida a él, medio podridos, o podridos del todo, y deshechos”. Don Quijote solicita a Sancho que examine lo que contiene la maleta abandonada. Sancho pone manos a la obra y encuentra cuatro camisas de delgada holanda y otras cosas de lienzo no menos curiosas que limpias, y en un pañizuelo halló un buen montoncillo de escudos de oro, y así como los vio dijo: —¡Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una aventura que sea de provecho! Y, buscando más, halló un librillo de memoria ricamente guarnecido. Cervantes escribió “un librillo de memoria ricamente guarnecido”, desig- nando de este modo un objeto que los traductores franceses de Don Qui- jote comprendieron de diversas maneras:“un petit livre de souvenirs riche- ment relié” o “un carnet de voyage, richement relié”. Las traducciones más antiguas hacían una elección distinta y proponían otro equivalente: por ejemplo, la que apareció en traduce “librillo de memoria”por “des II Escritura y memoria. El “librillo” de Cardenio Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, edición del Instituto Cervantes, dirigida por Francisco Rico, Barcelona, Instituto Cervantes/Crítica, , p. . Ibid., pp. -. Miguel de Cervantes, L’Ingénieux hidalgo don Quichotte de la Manche, trad. de Louis Viardot [un librito de recuerdos ricamente encuadernado] [], París, Garnier-Flammarion, , p. . Miguel de Cervantes, L’Ingénieux hidalgo don Quichotte de la Manche, trad. de Aline Schulman [una libreta de viaje, ricamente encuadernada], París, Le Seuil, , p. . tablettes fort richement accommodées” y la que se publicó en , por “des tablettes richement garnies”. Una misma incertidumbre se encuen- tra en las traducciones inglesas, porque si las más recientes escogen los tér- minos “memorandum book”, “notebook” o “diary”, las más antiguas pre- ferían otros: “a tablet very costly bound”, “a little pocket-book richly bound” o “a pocket-book elegantly bound”. Como consecuencia, las vacilaciones recaen a la vez sobre la índole del “librillo” y sobre el sentido de la expre- sión “ricamente guarnecido”, entendida como la descripción de su encua- dernación o bien de su ornamentación. Por lo tanto, ¿cuál es el objeto que don Quijote y Sancho encontraron en una maleta perdida sobre un camino polvoriento de la Mancha? Deseoso de saber algo más sobre su propietario y la razón del aban- dono, que no puede ser un robo, ya que los “escudos de oro” siguen allí, don Quijote abre el “librillo” y lo primero que halló en él, escrito como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto, que, leyéndole alto porque Sancho tam- bién lo oyese, vio que decía desta manera. La lectura de la endecha amorosa puesta en poema sugiere a don Quijote el proyecto de escribir una carta semejante en verso a Dulcinea del Toboso, que le será llevada por Sancho. Prosiguiendo el examen del “librillo” del poeta desdichado, don Quijote encuentra otro texto: “Volvió la hoja don Quijote y dijo: ‘Esto es prosa y parece carta’”. Lo lee en voz alta, lo que le confirma que su autor con seguridad es un amante desdeñado: | I N S C R I B I R Y B O R R A R Miguel de Cervantes, Le Valeureux Don Quixote de la Manche [tabletas muy ricamente aderezadas], París, , vol. , p. . Miguel de Cervantes, Histoire de l’Admirable Don Quichotte de la Manche [tabletas ricamente guarnecidas], París, , p. . La reciente traducción de Edith Grossman (Miguel de Cervantes, Don Quixote, a new translation by Edith Grossman, Nueva York, Ecco, Harper Collins, ) traduce “librillo de memoria” por “small diary”, p. , y por “notebook”, pp. , , y . Miguel de Cervantes, The History of the Valorous and Witty Knight-Errant Don Quixote of the Mancha, trad. de Thomas Shelton, Londres, , p. ; The Life and Exploits of the Ingenious Gentleman Don Quixote de la Mancha, trad. de Charles Jarvis, Londres, , p. ; The History of the Renowned Don Quixote de la Mancha, trad. por Charles Henry Wilmot, Londres, , vol. , p. . Agradezco a Peter Stallybrass por estas referencias. Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, op. cit., p. . Ibid., p. . Y hojeando casi todo el librillo, halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no; pero lo que todo contenían eran quejas, lamen- tos, desconfianzas, sabores y sinsabores, favores y desdenes, soleniza- dos los unos y llorados los otros. El misterio de la identidad del propietario de los escudos de oro, del pañuelo de calidad y del “librillo” se ve disipado en el capítulo siguiente, cuando don Quijote y Sancho se encuentran con Cardenio, un joven noble anda- luz que, por desesperación y arrebato amoroso, hizo un retiro salvaje en la Sierra Morena. En el momento de comenzar el relato de su triste histo- ria, Cardenio pide a don Quijote y a Sancho que nunca lo interrumpan, porque, dice, querría pasar brevemente por el cuento de mis desgracias, que el traer- las a la memoria no me sirve de otra cosa que añadir otras de nuevo. Se bosqueja así uno de los temas esenciales de los capítulos de la Sierra Morena: el contraste entre la memoria como huella duradera del pasado, recuperable mediante una búsqueda que puede ser dolorosa, como la de Cardenio, y la memoria percibida como vulnerable, efímera, borrable, como lo es la que se escribe “como en borrador” sobre los “librillos de memoria”. En el relato de sus amores desdichados, Cardenio recuerda que el padre de Luscinda le había prohibido visitarla. El envío de poemas y el intercam- bio de billetes hicieron entonces algo más que compensar la ausencia; infla- maron el deseo: ¡Ay, cielos, y cuántos billetes le escribí! ¡Cuán regaladas y honestas respuestas
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