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© © © © Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Cañón Bustos, Elizabeth, 1953- Nutrición y cáncer : guía para la prevención y tratamiento del cáncer por medio de la alimentación / Elizabeth Cañón Bustos, Carlos A. Guerrero Fonseca -- 2ª edición. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá). Facultad de Medicina, 2016 196 páginas : ilustraciones. -- (Salud pública y nutrición humana) Incluye referencias bibliográficas y glosario ISBN : 978-958-775-680-7 (papel) -- ISBN : 978-958-775-681-4 (digital) ISBN : 978-958-775-682-1 (IPD) Enfermos de cáncer – Nutrición 2. Neoplasias - Prevención y control 3. Enfermedad crónica - Prevención y control 4. Nutrición de grupos vulnerables 5. Pacientes 6. Estado Nutricional 7. Programas de nutrición 8. Salud pública I. Guerrero Fonseca, Carlos Arturo, 1955- III. Título IV. Serie CDD-21 616.99405 / 2016 Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá Facultad de Medicina Sede Bogotá, Vicerrectoría de Sede Dirección de Investigación y Extensión - DIEB Vicerrectoría de Investigación Editorial Universidad Nacional de Colombi Elizabeth Cañón B. Carlos A. Guerrero Fonseca Segunda edición, 2016 ISBN: 978-958-775-680-7 (papel) ISBN: 978-958-775-682-1 (IPD) ISBN: 978-958-775-681-4 (digital) Colección Salud Pública y Nutrición Humana Facultad de Medicina Diseño de colección Ángela Pilone Herrera Preparación editorial Editorial Universidad Nacional de Colombia direditorial@unal.edu.co - www.editorial.unal.edu.co Editor: Pablo Emilio Daza Velásquez Diagramador: Henry Ramírez Fajardo Fotografías: Gabriel Osorio C., María Alejandra Osorio C., Editorial UN mailto:direditorial@unal.edu.co http://www.editorial.unal.edu.co/ Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. La medicina es un área de constante evolución. La investigación básica, clínica y de salud pública día a día introduce nuevos elementos que aportan al manejo de los pacientes, en lo que respecta a la prevención, diagnóstico y tratamientos de las patologías. En consecuencia, se sugiere a los lectores revisar los últimos conocimientos relativos al manejo de las patologías específicas. Ni los editores, ni los autores asumen responsabilidad alguna por los daños que pudieran generarse a personas o propiedades como consecuencia del uso inapropiado de esta obra o de los contenidos de esta, o por cualquier error u omisión que se haya producido. Los mejores médicos del mundo son: el doctor dieta, el doctor reposo y el doctor alegría Jonathan Swift Que tu alimento sea tu única medicina Hipócrates Dejamos de temer a lo que se ha aprendido a entender Marie Curie Gracias a mis pacientes de cáncer que pusieron en práctica las recomendaciones nutricionales y lograron superar la enfermedad. A mis hijos María Alejandra Osorio y Gabriel Osorio, quienes con sus conocimientos sobre el arte y la sociedad han contribuido a la realización de esta nueva edición del libro Nutrición y cáncer. A quienes confían en el conocimiento científico y aplican las sugerencias de los nutricionistas como una forma de prevenir las enfermedades. A mi sobrina Silvia María Cañón como un incentivo en sus estudios de medicina. Al doctor Carlos A. Guerrero Fonseca, como coautor de esta actualización, quien contribuyó con uno de los capítulos de esta nueva edición, aportando su valiosa experiencia y conocimientos para realizar esta obra que dejamos en manos de los lectores. Elizabeth Cañón Bustos Contenido Prólogo Presentación Introducción El alimento regula y modifica la expresión de los genes e influye en nuestra salud La relación entre los genes y los alimentos Prevención del cáncer Cómo prevenir el cáncer Factores de riesgo que pueden causar cáncer Los factores de riesgo más conocidos Sistema inmunológico y antioxidantes La primera barrera de defensa Procesos generales de defensa El sistema específico de defensa Radicales libres y antioxidantes Radicales libres Los antioxidantes Interacción entre nutrientes y cáncer El cáncer una enfermedad prevenible Los nutrientes y su relación con el cáncer Los macronutrientes Las proteínas y su relación con el cáncer La grasa y el colesterol y su relación con el cáncer Ácidos grasos Obesidad y calorías La fibra dietaria El azúcar Los micronutrientes Retinoides-vitamina A, beta caroteno Vitamina C y su relación con el cáncer Vitamina E y su relación con el cáncer Vitamina D y su relación con el cáncer Vitamina K y su relación con el cáncer Vitamina B1 y su relación con el cáncer Vitamina B2, riboflavina, y su relación con el cáncer Vitamina B3, niacina, y su relación con el cáncer Ácido pantotémico, vitamina B5, y su relación con el cáncer La vitamina B6 y su relación con el cáncer El ácido fólico, vitamina B9, y su relación con el cáncer Vitamina B12, cobalamina, y su relación con el cáncer Minerales El zinc y su relación con el cáncer El selenio y su relación con el cáncer El calcio y su relación con el cáncer El hierro y su relación con el cáncer Algunos alimentos que pueden prevenir el cáncer Verduras crucíferas Importancia del agua Sustancias no nutritivas y el cáncer El alcohol Nitritos y nitratos Edulcorantes Mohos y aflatoxinas La cafeína La cafeína y su relación con el cáncer Comida chatarra o basura, alimentos light y su relación con el cáncer Algunas de las consecuencias que trae para nuestro organismo el consumo de comida chatarra o basura Alimentos light ¿Por qué se consumen los alimentos “light”? Desventajas del consumo de alimentos light Alimentos transgénicos Definición Aplicaciones y usos Conclusiones de la Comisión Mixta de Expertos, Organización Mundial de la Salud-Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura La nutrición y el cáncer Cómo afecta el cáncer el estado nutricional del paciente Efectos del cáncer en la nutrición del paciente Cambios del cuerpo debido al cáncer Desnutrición en el cáncer Factores determinantes de la desnutrición en el paciente con cáncer Causas de desnutrición en el paciente con cáncer Consecuencias de la desnutrición en el individuo con cáncer Evaluación nutricional del paciente con cáncer Importancia de la dieta en el paciente con cáncer Efectos secundarios del tratamiento contra el cáncer Las terapias y sus consecuencias La radioterapia La quimioterapia La inmunoterapia Trasplante de médula ósea Tratamiento alimentario de los efectos secundarios de las terapéuticas contra el cáncer Anorexia Alteraciones del gusto y del olfato Náuseas y vómito Sensación de plenitud gástrica o llenura La mucositis y la esofagitis La xerostomía Diarrea El estreñimiento La distensión abdominal La inmunodepresión Pirosis (gases) La astenia (debilidad física) Requerimientos nutricionales en el paciente con cáncer Macronutrientes Necesidades energéticas Necesidades proteicas Necesidades de lípidos (grasas) Necesidades de agua Micronutrientes Bebida rehidratante Menús y recetas especiales Sugerencias alimenticias El desayuno Las medias nueves o merienda El almuerzo Sugerencias de almuerzos Modificaciones y consistencia en la alimentación para pacientes con cáncer Cómo enfrentarse al cáncer: recomendaciones para familiares y amigos La familia como apoyo, fuente de afecto y cuidado “No pasa nada” Falsas creencias y preguntas sobre el cáncer Dudas, temores y creencias erróneas Referencias Glosario Prólogo Es importante conocer los “secretos” de la dieta y saber que lo que comemos o no modifica o regula la expresión de los genes e influye en la salud. La idea de que son los genes los únicos determinantes de la herencia ha cambiado. En la actualidad, se sabe que los genes no son absolutamente específicos de los organismos de cada especie, sino que hay un buen número de estos compartidos. Son tan similares que se pueden intercambiar y sustituir; por ejemplo, el equivalente en ratones, moscas u otro animal con el de un humano. No se llega al mundo con la predestinaciónde sufrir una enfermedad. El medio ambiente, lo externo a la célula o al organismo, determina la salud o la enfermedad en un individuo. Dado que tenemos alrededor de 30.000 genes, y una buena proporción de estos los compartimos con los demás animales, no podemos explicar sus diferencias al analizar solo su secuencia. Este tipo de observación, en otro contexto, se denominó determinismo genético, que significa asignar muchos atributos (enfermedades, conductas, funciones) a la secuencia de los genes. Es decir, que se nacía predispuesto a sufrir una dolencia, a padecer una cualidad que no era modificable por el ambiente. Ya se sabe que los genes codifican para un producto con actividad biológica —proteína o ácido ribonucleico (RNA, por sus siglas en inglés)— y su expresión está determinada por los demás genes (el contexto en que se expresa) y por las señales provenientes del medio ambiente (citoplasmático y extracelular). Es lo que se ha denominado la relación entre lo interno (los núcleos) y lo externo (el citoplasma, lo extracelular y el medio ambiente que incluye lo que se come o no, el ejercicio que se hace o no). La célula, en un determinado momento, recibe y responde a señales (proteínas), no solo de un gen, sino de muchos otros que son encendidos o apagados de forma simultánea. Su manifestación es influenciada por lo que sucede en la totalidad del resto del genoma de una célula, del órgano, del organismo o del medio ambiente. En este caso, el “código” informativo está dado por las múltiples interacciones entre los genes y el medio ambiente. En la mutua relación entre la actividad genética y los factores medioambientales se generan estructuras embrionarias u órganos cuya actividad a su vez incide sobre la actividad genética. La biología sugiere que el individuo no es el mismo en cada momento de su existencia. Esto significa que cada organismo tiene un plan de desarrollo que es heredable y que se concreta en la medida y en la forma en que el ambiente lo permite. Quiere decir que el medio ambiente, lo externo a la célula o al organismo, puede determinar la salud o la enfermedad de un individuo. El ser humano puede nacer con genes mutados o alelos que lo predisponen a diversas afecciones. Pero esto no es suficiente para su expresión, para ello es preciso que los genes mutados, a su vez, interaccionen con el medio ambiente que los rodea. De ello, se deduce que es posible modificar las enfermedades más importantes que nos acechan si conocemos esos determinantes ambientales decisorios. En términos prácticos implica hacer preguntas como: ¿qué componentes de la dieta son benéficos para la salud?, ¿cómo, dónde y cuándo ejercen sus efectos?, ¿pueden algunos de estos mismos elementos ser también adversos?, ¿en qué cantidad, en qué forma y en qué combinaciones son más efectivos?, ¿qué necesidad hay de comer tales sustancias para prevenir el desarrollo de determinadas enfermedades (cardiovascular, cáncer, diabetes, obesidad, etc.) y alcanzar un máximo de prevención con un riesgo mínimo?, ¿cómo varían las exigencias dietéticas según las características genéticas, edad, género y modo de vida? Para responder a estas preguntas, es preciso entender cómo funciona, de manera integral, la célula, producto del movimiento molecular en su conjunto. Esto genera un aspecto importante por tener en cuenta: entre lo interno (los genes) y lo externo (el medio ambiente). ¿Cuál de los dos es el aspecto https://calibre-pdf-anchor.a/#a257 central y cuál el secundario?, ¿cuándo se invierte esta relación?, ¿se puede delimitar esta interrelación entre el gen y el medio ambiente? Definir esto es importante porque permite comprender cómo funciona la célula y evita desviaciones conceptuales relacionadas con el determinismo genético o medioambiental. En el primer caso, el extravío implica dar demasiada importancia a lo genético y en el segundo al medio ambiente. Al respecto, es preciso considerar que el estudioso en biología ha de ceñirse al análisis genético para entender el movimiento puramente bioquímico o extracelular, sin reducirlo todo a ello; pero esto no basta para entender y calcular la complejidad de las manifestaciones celulares. La función celular es producto del movimiento molecular en su conjunto, el cual incluye la actividad genética, la molecular citoplasmática y las señales extracelulares. Todo lo anterior contribuye a la función celular sin que dependa exclusivamente de algún factor en particular. A veces, el funcionamiento molecular en el citoplasma y las señales extracelulares realizan una tarea que aparenta ser autónoma, pero a la postre la actividad genética la determina y la utiliza. Por ejemplo, un individuo puede ingerir alcohol hasta embriagarse, pero sus genes dictaminan hasta cuándo. La capacidad de “desintoxicación” es estrictamente heredada y depende de la información de los genes. Esta es la norma fundamental del funcionamiento celular y nos permite predecir, en términos generales, el rumbo de los diferentes procesos, más no revela una forma detallada y específica de la actividad bioquímica celular de los procesos en cada individuo. Esto significa que en esta inagotable interacción de procesos azarosos, la actividad genética es la que determina la dirección de la célula. En ello radica su carácter absoluto, mientras que su relatividad está en que el gen no es el que determina cuándo, cómo, ni dónde expresarse, porque esto depende del medio ambiente. Los factores externos determinan qué genes deben activarse o inhibirse de acuerdo con la dirección que deba seguir la regulación genética, es decir, son la condición para su expresión. Lo externo es el aspecto principal y lo interno (los genes) el secundario, debido a que las señales externas no modifican el contenido (número de genes), pero sí el orden o la forma en que se manifiestan; esto determina la función celular y, por tanto, las características del órgano o del individuo. Los cambios en el orden cronológico de la expresión genética producen variaciones en la cantidad y calidad de genes por expresarse sin modificar su contenido o número. Una de las características de las dolencias severas, como la diabetes, el cáncer, la obesidad o la hipertensión, es que implica a varios genes. Por esto, es muy difícil que presenten un conjunto idéntico de síntomas de una enfermedad en particular en los distintos individuos que la padecen, aún siendo de la misma familia. Asimismo, ninguno de estos genes tiene una acción predominante, cada uno de manera individual aporta pequeños defectos genéticos y muchas de estas mutaciones son bastante comunes en la población. Así, ningún gen en particular es necesario ni suficiente para producir la afección. La asociación entre lo interno y lo externo se comprende al estudiar gemelos univitelinos, los cuales comparten el genoma pero no siempre padecen la misma enfermedad cuando se crían en ambientes diferentes. Además, se esperaría que hubiese menos probabilidad de transmitir la dolencia que padeció su hermano, al analizar los hijos del que no padeció la afección. Sin embargo, esto no es así. Los hijos del gemelo que no padeció la enfermedad, heredan el mismo riesgo de un padre que no estaba afectado. El desafío para la ciencia, y para el médico o personal que trabaja en el área de la salud, está en descubrir en cada individuo y para cada enfermedad o condición fisiológica cuál de los dos es el que predomina. Se comete un error si solo se le da importancia a uno de los aspectos y se descuida el otro. Tenemos un grado de libertad ante las enfermedades propias, y la intervención dietética será útil para prevenir, mitigar o curar las que son crónicas. Por ejemplo, algunas estadísticas señalan que una dieta inapropiada, la falta de actividad física y el tabaco pueden influir entre el 50 y el 75 % en la incidencia de aparición de condiciones cardiovasculares. Desde este punto de vista, se proponen algunos principios relacionados con la dieta y la expresión genética: 1. 2. 3. 4. 5. Existen acciones de loscomponentes de la alimentación sobre el genoma humano que, directa o indirectamente, pueden alterar la expresión o estructura de los genes. En algunos individuos y bajo ciertas circunstancias, la nutrición puede ser un factor de riesgo de una enfermedad. Algunos genes regulados por la dieta (y sus variantes comunes) pueden desempeñar un papel en el inicio, incidencia, progresión y severidad de las condiciones fisiológicas crónicas. El grado en el cual la dieta influye sobre el binomio salud-enfermedad puede depender de la constitución genética individual. Cualquier intervención dietética basada en el conocimiento de las necesidades nutricionales, el estado nutricional y el genotipo (por ejemplo, “la nutrición individualizada”) será útil para prevenir, mitigar o curar las enfermedades crónicas. Por ejemplo, es bien sabido el efecto benéfico del ejercicio físico en la prevención de la diabetes tipo 2, desde el estadio de intolerancia a la glucosa. El estilo de vida sedentario, junto con el fácil acceso a los alimentos (reducción en el gasto energético e incremento en la ingesta calórica), ha contribuido a lo que se ha denominado el ambiente obesogénico, lo cual podría haber dado lugar a un subgrupo de población que es genéticamente más susceptible a la ganancia de peso y a llegar a ser obeso en exceso. Una hipótesis dice que los componentes de la dieta son ingeridos con regularidad y participan de forma directa e indirecta en la coordinación de la expresión genética; un grupo de genes normalizados por la alimentación pueden estar involucrados en el inicio, progresión y severidad de la enfermedad. De esta manera, algunas afecciones son el resultado de diferencias en la manifestación genética o de procesos moleculares alterados. Las preferencias alimenticias no parecen demasiado heredables, se adquieren de la experiencia temprana, no de los genes. Sin embargo, comiendo lo mismo, algunas personas engordarán más que otras. La gente sube más de peso en las sociedades occidentales porque ingiere demasiada comida, no realiza actividades físicas, y no debido a cambios en sus genes. Pero cuando se https://calibre-pdf-anchor.a/#a256 tiene el mismo acceso a la alimentación, los que engordan con más rapidez son los que tienen determinados genes; la variación del peso puede ser heredada, aunque los cambios, en promedio, puedan ser ambientales. En la vida de un individuo existen dos aspectos entrelazados que operan de manera desigual: el genético y el medio ambiente. Ambos parecen estar en equilibrio pero tal situación es solo temporal y relativa, en tanto que el predominio de uno sobre el otro es el aspecto principal. Lo genético es la base, es decir, el aspecto principal en el funcionamiento celular, y el medio ambiente la condición del cambio; actúa a través de lo genético. Así, los genes son los instrumentos mediante los cuales se expresa el medio ambiente, son agentes del entorno. Esta situación no es estática y en algunos individuos y para algunas enfermedades, lo genético es más importante que las modificaciones medioambientales, y, en otros, los aspectos medioambientales son determinantes en explicar su fisiopatología. También se sabe que envejecer no obedece a un programa genético de tipo determinante, como el de los procesos de desarrollo, sino que es uno en el cual las causas suceden al azar. Esto sugiere que con el pasar de los años, los factores externos determinan qué genes deben activarse o inhibirse dando dirección a la regulación genética, es decir, son la condición para que la base genética se exprese. En este sentido, “el estilo de vida” es lo que determina la vejez, incluidas las enfermedades que se van a padecer. Otro aspecto fundamental que se debe considerar, con respecto a épocas pasadas, es que en la actualidad las personas tienen más y mejor acceso al conocimiento; sin embargo, todavía somos esclavos de lo desconocido; cada individuo es prisionero de su ignorancia. Existen diferencias en el grado de saber científico entre los miembros de una misma sociedad, y la libertad consiste en no dejarnos controlar por las emociones sino en adquirir el discernimiento científico necesario para dominar y transformar el mundo. En este sentido, depende de la inteligencia (un factor medioambiental) que el individuo pueda o no modificar la expresión de sus genes, es decir, su conducta. No existe una independencia entre lo cultural y lo genético; los dos factores se complementan y están ligados. El cerebro se desarrolló acorde con un proceso genético y la cultura evolucionó sobre la base de una estructura y una expresión genéticas. Por ejemplo, los genes influyen en el peso mediante el control del apetito. La diferencia entre un individuo gordo y uno delgado reside en el hecho de que es más probable que el primero se compre un helado. Tanto el gen como el helado son causantes de la obesidad. Los genes hacen que un individuo responda de una manera particular ante ciertos estímulos ambientales, en este caso el helado. En este análisis hay que tener en cuenta otra variable: el conocimiento. Si dos individuos heredan los mismos genes, es probable que respondan de la misma manera ante el mismo impulso, pero si uno sabe el daño que le produce es probable que se abstenga y se reprima, mientras que el ignorante no. Por todas las razones expuestas se ha vuelto trascendental conocer los “secretos” del buen comer. Esto ya lo saben las clases que están en el poder, principalmente en los países desarrollados donde con dificultad se ve a un estadista o a un adinerado gordos. La obesidad ya no se asocia con el bienestar sino con el malestar; es una epidemia en las clases medias y pobres que no poseen ni el saber ni el dinero para acceder a una alimentación adecuada. No basta con tener un buen servicio médico, la salud empieza en la despensa, la cocina y el comedor. En este punto radica la importancia de este libro, en mostrar lo esencial para comer bien. El inmenso esfuerzo de Elizabeth Cañón se ve reflejado, de la manera más sencilla, en lo básico que debe saber cualquier ama de casa o persona interesada en elegir lo que ha de comer. Tener en cuenta sus recomendaciones redundará en una mejor salud de quien lo lea. Ojalá, este tipo de educación llegara a todo el pueblo colombiano. Carlos A. Guerrero Fonseca, MD, MSc, Ph.D. Profesor asociado Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia Presentación En la actualidad, por medio de los grandes avances tecnológicos y el conocimiento científico, nos es permitido conocer con más detalle el entorno que nos rodea y tener la posibilidad de asomarnos, con mayor minuciosidad, a la prevención y control de muchas enfermedades, entre estas, el cáncer. Tanto las nuevas técnicas como los descubrimientos médicos y tecnológicos han contribuido, de forma positiva, a la reducción de un gran número de patologías (enfermedades); todavía, el cáncer es una de las principales causas de mortalidad en el mundo occidental. Hoy en día, por ejemplo, existe claridad suficiente para decir que el cáncer tiene, al igual que otras afecciones crónicas degenerativas, sus principales causas en factores ambientales y del estilo de vida, en los que la alimentación y la nutrición modifican, de manera significativa, los factores de riesgo. Podemos tomar como ejemplo el tabaco y los malos hábitos alimentarios, desempeñan un papel importante en el aumento de muertes por cáncer. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS),1 el cáncer en el mundo es una de las principales causas de muerte, y se le atribuyen 7,6 millones de defunciones (aproximadamente el 13% del total) ocurridas en el todo el mundo en el 2008. Los principales tipos de cánceres fueron los siguientes: pulmonar (1,37 millones de defunciones); gástrico (736.000 defunciones); hepático (695.000 defunciones); coloctal (608.000 defunciones); mamario (458.000 defunciones); cervicouterino (275.000 defunciones). Más del 70 % de las defunciones por cáncer se registraron en países de ingresos bajos y medianos. ▸ ▸ ▸▸ En Colombia, según el Informe del Instituto Nacional de Cancerología (INC), al año se conocen 70.000 casos de cáncer y cerca de 40.000 personas fallecen por esta causa. En comparación con el 2009, en el 2010 hubo un incremento en el número de casos nuevos de cáncer según la Revista Colombiana de Cancerología del INC (2010), y los principales grupos de tumores malignos en orden descendente siguen siendo: piel, sistema digestivo y aparato genital femenino. Con el fin de proporcionar un poco de claridad sobre este complejo tema, el presente libro abordará la enfermedad de la siguiente forma: La genética y el cáncer. La prevención del cáncer por medio de la nutrición. Alimentos y técnicas de alimentación que pudiesen tener una incidencia en el desarrollo del cáncer. El tratamiento nutricional cuando el cáncer aparece. Estos temas son abordados de la forma más sencilla posible, teniendo en cuenta que lo que se quiere es su comprensión por todo aquel que lo lea, no es un libro estrictamente científico, sino más bien didáctico, para todos los lectores que quieran saber lo mínimo relacionado con el cáncer. En un contexto general, es alarmante ver cómo en Colombia se postergan y descuidan los definitivos aspectos de la comida y sus nutrientes básicos como un factor clave en la prevención y recuperación de las diferentes patologías (enfermedades). Una buena alimentación es el motor indispensable para que los pacientes, que sufren cualquier enfermedad, incluido el cáncer, puedan recuperarse. Un editorial de El Tiempo2 mencionaba, por otra parte, los trámites “a todas luces criminales”, de que son víctimas los colombianos por parte de las super millonarias aseguradoras de salud, resultado directo de la privatización con la Ley 100 de 1993, que convirtió el bienestar de los habitantes de este sufrido país en un descarado negocio. A los pacientes, entre otras cosas, les son negadas las consultas, no son remitidos a centros especializados y tampoco les son autorizados los medicamentos indispensables para tratar afecciones como el cáncer, que no admite dilaciones. Quienes sufren ese infinito calvario son los colombianos de menos recursos, humillados y explotados; entre ellos, los niños, en un país que se precia en su Constitución de protegerlos y apoyarlos. Las necesidades de los individuos enfermos de cáncer son reales y urgentes; esa es la razón de ser de este libro, que además apunta a llenar vacíos impostergables para la salud de la sociedad colombiana. Muchos pacientes ignoran qué alimentos consumir durante el desarrollo de su padecimiento y cómo disminuir los síntomas que producen los diferentes tratamientos médicos como la radioterapia o la quimioterapia. En estos momentos la familia y red social del enfermo cumplen un papel definitivo en la mejoría de su estado de salud. El conocimiento depositado en este libro proviene de una experiencia de diez años haciendo parte del equipo de trabajo del Programa de Cáncer de Seno y Cérvix del Instituto de Seguro Social (ISS). Allí, salta a la vista el desconocimiento sobre las necesidades básicas de nutrición, no solo de los pacientes y sus familias, sino del personal de salud. A quien corresponde transmitir conceptos y recomendaciones para lograr cambios en los hábitos alimenticios y estilos de vida del enfermo, y por no tenerlo, muchas veces, confunde al paciente y lo estimula a consumir brebajes “milagrosos” con los que supuestamente va a conseguir una cura o recuperación. Esto incluso lo hace abandonar su tratamiento médico con el riesgo de llegar hasta la muerte. No hay duda de que en el individuo con cáncer hay alteraciones metabólicas (cambios que sufre el alimento para ser absorbido por el organismo) que producen desnutrición, caquexia y muerte. Por esta razón, la prevención y asistencia temprana de la desnutrición es un objetivo primordial para mejorar el estado nutricional, lo cual redunda en una mayor tolerancia a los tratamientos oncológicos. Es recomendable que personas con diagnóstico presuntivo de cáncer tengan una consulta nutricional, anterior a cualquier tratamiento contra el cáncer, para mejorar o prevenir las 1 2 complicaciones y la disminución de la tolerancia a los tratamientos oncológicos. Elizazbeth Cañón Bustos Organización Mundial de la Salud, “La batalla mundial contra el cáncer no se ganará únicamente con tratamiento”, Boletín de Noticias de la Organización Mundial de la Salud, http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2014/cancer-report-20140203/es. “Cáncer: trámites mortales”, El Tiempo, Bogotá, 15 de noviembre de 2007, Editorial. http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2014/cancer-report-20140203/es Introducción El cáncer es un conjunto de enfermedades caracterizadas por el aumento incontrolado de células anormales en cualquier parte del cuerpo y que pueden invadir otros tejidos, es lo que se denomina metástasis, y es cuando hay más riesgo de muerte por esta patología (enfermedad). El cáncer es, dentro de las estadísticas mundiales, una de las primeras causas de morbimortalidad (enfermedad y muerte) dentro de la población adulta. En el 2012 causó 8,2 millones de defunciones. La mayor incidencia la tiene: el cáncer de pulmón, de tracto digestivo (orofaringe, esófago, estómago, hígado, colon rectales) y de mama. Aproximadamente un 30 % de las muertes por cáncer son debidas a 5 factores de riesgo: malos hábitos alimentarios, obesidad, bajo consumo de frutas y verduras, también estilos de vida no saludables como el consumo de alcohol, tabaco, el sedentarismo o falta de actividad física. El consumo de tabaco es el factor de riesgo más importante, y es la causa del 22 % de las muertes mundiales por cáncer en general, y por cáncer de pulmón, con un 71 % de las muertes mundiales por cáncer. Los cánceres causados por infecciones virales tales como la hepatitis B y C y por el virus del papiloma humano (HPV, por sus siglas en inglés) son responsables del 20 % de las muertes por cáncer en los países de ingresos medios y bajos. Más del 60 % de los casos anuales nuevos de cáncer en el mundo se causan en África, Asia, América Central y Suramérica. Estas regiones representan el 70 % de las muertes por cáncer en el mundo. Se prevé que la incidencia de cáncer aumentará de 14 millones de cánceres en el 2012 a 22 millones en el 2014. Según el boletín de la OMS de febrero del 2013, página web de 10 millones de cánceres diagnosticados en el 2000, en Colombia, 2,3 millones ▸ ▸ fueron del tracto digestivo. Para el 2007, se estimaron en Colombia 70.000 casos de cáncer, de los cuales, condujeron a la muerte 40.000.3 Según la Revista Colombiana de Cancerología 2009-2010, en el INC se presentó en el 2010 un aumento en el número de casos nuevos de cáncer. Y en orden descendente siguen siendo: piel, sistema digestivo y aparato genital femenino. El Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (American Institute for Cancer Research) y el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (World Cancer Research Fund) concluyeron que entre el 30 y el 40 % de los casos pueden ser prevenidos a través de nutrición y actividad física adecuada y el mantenimiento de un peso corporal apropiado. Un estudio realizado por la Universidad Nacional de Colombia, cuya investigadora fue la nutricionista Elizabeth Sanabria Gómez, estuvo basado en patrones alimentarios e indicadores antropométricos del estado nutricional, relacionados con el cáncer de seno, durante agosto del 2000 y mayo del 2001 en Bogotá. Entre sus conclusiones se destacan: Es bajo el consumo de frutas enteras. Se prefiere el jugo, lo cual disminuye el contenido de fibra y vitamina C. La fibra, que previene el cáncer, proviene del consumo de leguminosas. Es alto el contenido de grasas en la dieta, los resultados identificaron que una alimentación rica en grasas y azúcares es otro factor de riesgo para padecer cáncer de seno. Datos epidemiológicos han revelado que el desarrollo de tumores malignos cambia entre poblaciones, lo que explica que las variables ambientalestales como sustancias químicas, radiaciones ionizantes, infecciones (virus, bacterias, hongos), los traumas, la alimentación, son factores de riesgo importantes para el desarrollo del cáncer, además de los genéticos. Los constituyentes de la dieta pueden promover o inhibir factores carcinógenos. La inducción de esta enfermedad por elementos que hacen parte de la alimentación es un proceso que evoluciona a través del tiempo, meses o incluso años. 1. 2. 3. 4. 3 Casi todas las sustancias necesitan ser activadas metabólicamente mediante alteraciones químicas antes que puedan ejercer su carcinogenicidad. Por ejemplo, los aditivos en los alimentos, los nitritos, pueden causar cáncer si hay una exposición a ellos durante largo tiempo. La relación entre los genes y los alimentos es otro tema científico que explica la importancia de los alimentos en el desarrollo o no de las enfermedades crónicas incluyendo el cáncer; de esta manera es expuesto por el doctor Guerrero, genetista de Universidad Nacional de Colombia, en uno de los capítulos de este libro, y que aborda, entre otros, el siguiente interrogante: ¿podemos modificar la expresión de nuestros genes, dependiendo de lo que comamos? Los nuevos conocimientos sobre los genes y su relación con los alimentos proponen algunos principios y son, a saber: Los componentes de la dieta influyen sobre el genoma y directa o indirectamente, alteran la expresión de los genes. En algunos individuos y bajo ciertas circunstancias, la dieta puede ser un factor de riesgo de una enfermedad. Algunos componentes de la dieta pueden regular genes implicados en el inicio, incidencia, progresión o severidad de las enfermedades crónicas. El grado en el cual la dieta influye sobre el binomio salud-enfermedad puede depender de la constitución genética individual. Organización Mundial de la Salud, “Datos y cifras sobre el cáncer”, Boletín de Noticias de la Organización Mundial de la Salud, http://www.who.int/cancer/about/facts/es. https://calibre-pdf-anchor.a/#a259 https://calibre-pdf-anchor.a/#a253 http://www.who.int/cancer/about/facts/es El alimento regula y modifica la expresión de los genes e influye en nuestra salud Somos lo que comemos. Las personas suelen pensar que no tiene importancia poner atención a lo que comemos porque, al fin y al cabo, el organismo lo transforma según sus necesidades y según la herencia genética que tengamos. Igualmente, por la presión del tiempo, comemos lo que está a nuestro alcance, que sea rápido de preparar y “sabroso”. Ante esto, la industria y el comercio han generado la comida rápida, rica en grasa saturada y azúcar, dos componentes claves para una comida barata y “rica” al paladar. El éxito comercial de toda la industria alimenticia radica en combinar la proporción de grasa saturada y el azúcar. Ocurre que esos dos componentes de la dieta, en la naturaleza silvestre (no intervenida por el hombre) son escasos y los animales desarrollaron un buen número de receptores en la boca para captarlos porque son esenciales para sobrevivir. Aprovechando esa anatomía y fisiología evolutiva, para asegurar el éxito comercial de cualquier alimento, ha prosperado la costumbre de producir y, por ende, consumir, de manera masiva, alimentos que contienen lípidos (grasa) saturados, mezclados con azúcar, o individualizados, pero consumidos simultáneamente: comidas rápidas, comida en paquetes, bebidas dulces, productos derivados de harina de maíz o trigo, etc.. Adicionalmente, la población se encuentra en condición de estrés “crónica” por la inseguridad, falta de empleo o inestabilidad en este y los bajos salarios. ¿Están estos hábitos alimenticios y condiciones de la población interfiriendo con su salud? Qué tanto el alimento que consume o no está consumiendo la población, es responsable de la proliferación de enfermedades como la diabetes, el cáncer, la obesidad, la hipertensión, enfermedades neurológicas, entre otras. ¿El https://calibre-pdf-anchor.a/#a262 alimento puede usarse a manera de fármaco, para prevenir o atenuar enfermedades? ¿Podemos modificar la expresión de nuestros genes, dependiendo de lo que comamos? ¿Heredamos las enfermedades o estamos condenados a padecerlas porque nuestros padres tienen o tuvieron la misma enfermedad y esto es inmodificable dependiendo de lo que comemos? Estos son los aspectos que trataré a continuación. Debo aclarar que soy consciente de que el libro va dirigido al público en “general”, y es posible que algunos lectores encuentren términos que no les son familiares y aspectos bioquímicos que parecieran dirigidos más a expertos que a los no expertos. Sin embargo, he tomado la decisión de dejarlos, porque considero que son necesarios para entender el fundamento de por qué son convenientes o no determinadas conductas, a la luz de ese conocimiento. Afortunadamente o infortunadamente la relación comida- salud no es un juego, ni es un capricho del gusto, ni hay una receta mágica para hacer una “dieta”. Es decir, no se puede dar consejos a la ligera resaltando consumir tales alimentos catalogados como “buenos”, estigmatizando otros como “malos”. No pretendo ofrecer recetas de cocina mágicas, ni el elixir de la eterna juventud, solo deseo compartir lo más “sencillo” posible, sin caer en la ligereza, el actual conocimiento que existe sobre la relación entre el alimento y la salud. Entiendo que quienes no dominan la bioquímica, les costará entender su terminología, pero igualmente es nuestro deber intentar entender ese lenguaje, aunque a veces parezca aburrido, para comprender la profundidad del tema que no dominamos y que es vital para nuestra salud. Todos tenemos que esforzarnos por entender el progreso en las áreas que no dominamos, si no queremos ser manipulados por vendedores de falsas ilusiones. El gen es lo que el medio le permite ser y hacer. La definición antigua, según la cual, un “gen es una secuencia de nucleótidos en ácido desoxirribonucleico (DNA, por sus siglas en inglés) —o el ácido ribonucleico (RNA, por sus siglas en inglés), en el caso de algunos virus— que contiene la información necesaria sobre las características hereditarias del ser vivo”, es decir, que es el único determinante de la herencia, ha cambiado radicalmente. Hoy, se sabe que compartimos un buen número de genes con diversas especies, lo cual ha cambiado el concepto de que los https://calibre-pdf-anchor.a/#a264 https://calibre-pdf-anchor.a/#a252 genes son específicos de los organismos de cada especie. Tan similares son que algunos de estos genes pueden intercambiarse y sustituir al gen equivalente en los humanos, en el ratón, en la mosca o en otros animales, durante su etapa de desarrollo. Así, la secuencia del gen por sí misma o la presencia de una mutación no es la única determinante de las características del individuo o de la enfermedad que padece. El ser humano puede nacer con genes mutados o alelos de genes (formas alternativas que puede tener un gen) que le pueden predisponer a diferentes enfermedades, pero esto no es suficiente para que estas enfermedades se presenten; para ello es necesario que los genes mutados, en su acción e interacción entre estos y con otros genes, se comuniquen a su vez con el medio ambiente que rodea al individuo. De ello se deduce que el ser humano podría modificar las enfermedades más importantes que nos acechan si conociera esos determinantes ambientales decisorios. El contexto bioquímico en el cual se expresa un gen en particular es lo que determina que la secuencia normal o la mutada sean o no relevantes. Cuando se hace referencia al contexto bioquímico implica la presencia de proteínas producto de otros genes, diversos RNA, aminoácidos que provienen de las proteínas como la carne, lípidos (incluye todas las grasas), carbohidratos (azúcares), vitaminas, minerales, y en general, todo aquello adicional que proviene del medio ambiente, incluido el ejercicio o la falta de este, la actividad sexual o su carencia, el estrés o la tranquilidad, dormir bien o mal, etc. Un punto muy importantey que llama la atención es que solo tenemos unos cuantos genes (alrededor de 30.000) que codifican para proteínas, y compartimos una alta proporción de estos con los demás animales, por esto, no podemos explicar las diferencias entre las distintas especies de animales con solo analizar la secuencia de los genes. Al hecho de pensar que la secuencia de los genes lo define todo, se le denominó determinismo genético que significa intentar atribuir muchas funciones (enfermedades, conductas, funciones) exclusivamente a la secuencia de los genes, es decir, se pensaba que una persona u organismo nacía predestinado a sufrir una enfermedad, o a tener una cualidad que no era modificable por el ambiente. Ahora se sabe que los genes codifican para un producto con actividad https://calibre-pdf-anchor.a/#a269 https://calibre-pdf-anchor.a/#a279 biológica (proteína o RNA) y que la expresión y la función del producto están determinadas por los demás genes (el contexto en que se expresa) y por las señales provenientes del medio ambiente (citoplasmático y extracelular). Lo anterior es lo que en términos filosóficos se denomina la relación entre lo interno (los núcleos) y lo externo (el citoplasma, lo extracelular y el medio ambiente que incluye todo lo que rodea al individuo). La célula permanentemente está recibiendo señales y respondiendo a señales, no solo de un gen, a través de la proteína o RNA que este codifica, sino de muchos otros genes. La expresión de un determinado gen es influenciada por lo que está sucediendo en la totalidad del genoma de una célula, del órgano, del organismo o del medio ambiente. En este caso el “código” informativo no solo está en el gen sino que aparece en el tiempo y está dado por las múltiples interacciones entre lo interno y lo externo, es decir, entre los genes y el medio ambiente. Así, el gen es lo que el medio le permite ser y hacer. https://calibre-pdf-anchor.a/#a274 https://calibre-pdf-anchor.a/#a261 https://calibre-pdf-anchor.a/#a265 El alimento que consume la madre influye en la vida fetal y del adulto. Así como Leonardo da Vinci o cualquier otro hombre genial estuvo atrapado en la cultura de su época, un humano actual solo puede hacer lo que la sociedad en su conjunto se lo permite. Un individuo puede influir en la sociedad, pero esta a la vez influye en el individuo. De la misma manera, la actividad genética influye sobre la información citoplasmática o actividad bioquímica y esta sobre la genética. En la mutua interacción entre la actividad genética y los factores medioambientales se generan estructuras embrionarias u órganos cuya actividad a su vez influye sobre la actividad genética. Es decir, la secuencia de los genes, transmitida por los padres, se lee y se expresa según la información que llega desde el medio ambiente (citoplasma del zigoto, las hormonas maternas, los alimentos que consume la madre, la actividad física, el estrés, etc.). Esto implica que el medio ambiente es el que dirige la expresión genética, es el que determina qué genes se prenden y cuáles se deben apagar. Esta acción se ejerce fundamentalmente sobre los genes que están directamente influenciados por el medio ambiente, como son los relacionados con las vías metabólicas implicadas en la transformación de los alimentos. Esto es fundamental para preparar al feto bioquímicamente para lo que será su medio ambiente alimenticio. Una madre “informa” y “prepara” al feto bioquímicamente para su ambiente futuro: rico o pobre en proteína, en azúcar, lípidos, etc. En buena medida, el recién nacido de cualquier animal, humano o no, estará preparado bioquímicamente para procesar el alimento, dependiendo de lo que la madre comió durante el embarazo. Esto es fundamental porque cada madre “adapta” a su progenie al ambiente alimenticio al que se enfrentará durante su crecimiento y desarrollo. De esta manera, el ambiente (las condiciones alimenticias que hay en el medio) dirige los genomas y los condiciona a situaciones cambiantes, y le permite a las especies adaptarse y conquistar nuevos hábitats. El mecanismo bioquímico por medio del cual lo hace ya ha sido descubierto: la madre apaga y prende genes implicados en vías relacionadas con el metabolismo de los componentes principales (proteínas, lípidos, azúcares y demás factores esenciales) y lo hace mediante el mecanismo conocido como epigénesis. Este mecanismo epigenético hace referencia a todo aquello que regula la información genética: metilar o acetilar (adición de un grupo -CH3 o -CH2-CH3, respectivamente) el DNA y las proteínas que envuelven el DNA, como las histonas, modificar todas las proteínas a través de adicionar o quitar fosfatos, adición de lípidos, cofactores como vitaminas, minerales, etc., para “impulsar” o “lentificar” actividades enzimáticas. Estos mecanismos determinan que todos seamos diferentes. Ni siquiera los gemelos univitelinos (provienen del mismo espermatozoide, del mismo óvulo y https://calibre-pdf-anchor.a/#a266 están envueltos en la misma placenta) son bioquímicamente idénticos, aunque su secuencia en el DNA lo sea. Esto explica que aún los gemelos univitelinos padezcan enfermedades diferentes, aún más si comen diferente o viven en diferentes sitios. Las interacciones entre los genes con el ambiente, en cada etapa de la vida, producen adaptaciones en el metabolismo, la fisiología y la función endocrina que dan forma a las respuestas al ambiente y a la expresión del genotipo en etapas posteriores de la vida. La programación fetal determina cómo se expresará el genotipo más adelante. El medio ambiente también influye sobre la organogénesis, respecto a su fisiología y estructura, pero esto toma más tiempo (es el denominado proceso evolutivo) y es un desarrollo más complejo que no vamos a discutir en este escrito. El metabolismo de la célula y del cuerpo cambia con la edad y depende de los genes y del medio ambiente. En todas las especies de mamíferos el nivel de metilación (adición de un grupo metilo, -CH3, a una molécula) en el genoma declina con el envejecimiento. Al metilar el DNA se silencian genes, lo que altera la transcripción genética sin alterar la secuencia del DNA, y es uno de los mecanismos responsables de la plasticidad genómica; en este proceso intervienen las enzimas DNA-metiltransferasas. También se pueden metilar las proteínas, regulándose su función. Sin embargo, la metilación puede ser inconsistente porque en algunos tipos celulares el declive de metilación puede ser rápido, mientras que en otros es estable o puede incluso incrementarse; esta pérdida de metilación podría ser específica limitándose a promotores génicos particulares. Se sabe que el envejecimiento no obedece a un programa genético determinista, sino que es un proceso en el cual las causas se suceden esencialmente al azar. Esto sugiere que con el envejecimiento, los factores externos determinan qué genes deben activarse o inhibirse dando dirección a la regulación genética, es decir, son la condición para que la base genética se exprese. En este sentido, “el estilo de vida” es lo que determina la vejez, incluidas las enfermedades que se van a padecer. El azar, asociado con el envejecimiento, está dado porque el medio ambiente, a través del control https://calibre-pdf-anchor.a/#a268 https://calibre-pdf-anchor.a/#a263 epigenético, rige cambios concomitantes en la expresión génica. La pérdida de metilación puede resultar en un incremento en la expresión de genes que habían sido suprimidos durante la vida fetal, niñez, adolescencia o en la adultez, produciendo así la aparición tardía de una enfermedad. La biología sugiere que el individuo no es el mismo en cada momento de su existencia. Esto significa que cada organismo tiene un plan de desarrollo que es heredable y que se concreta en la medida y en la forma en que el ambiente lo permite. En lo fundamental, no podemos modificar la secuencias que hemos heredado, pero sí la actividad del genoma, mediante mecanismos epigenéticos. Esto lo hacemos permanentemente, es una constante en la vidade los individuos; podemos reprogramar nuestra expresión genética todo el tiempo. Sin embargo, para reprogramar las vías metabólicas se requieren de segundos, minutos, horas, semanas, meses o años, dependiendo de la vía metabólica implicada y de la persistencia de los factores que la activan o la inhiben. Por ejemplo, si un individuo no comió ni desayunó se requieren cambios rápidos (en segundos o minutos) en ciertas vías para mantener al cerebro y a los glóbulos rojos con suficiente glucosa. Si un individuo no consume alimento, y solamente consume agua, durante más de doce horas, la célula modifica, en horas, las vías. Igualmente, en el paso del día a la noche o lo inverso, el organismo requiere de varias horas para preparar estos cambios, guiado por los estímulos lumínicos que impactan el cerebro. Los cambios hormonales durante los periodos menstruales toman semanas. El tránsito de niño a adolescente o adulto requiere de cambios que toman meses o años. De la misma forma, si un individuo consume un alto contenido de azúcar o grasa saturada debe mantener unas vías que propician su metabolismo y eso trae consecuencias propias de la actividad de tales vías. Si súbitamente o constantemente no vuelve a consumir grasa saturada (conocidas como grasas “malas”) y en su lugar ingiere grasas insaturadas (conocidas como grasas “buenas”), o disminuye los niveles de azúcar, las vías metabólicas serán diferentes o funcionarán de manera diferente y las consecuencias en su salud también serán visibles. Ahora bien, ¿cuánto tiempo tomará “revertir” o “reprogramar” esas vías? No es una respuesta fácil, pero por lo general puede tomar meses o años como lo explicaré más adelante. En términos prácticos implica hacer preguntas como: ¿qué componentes de la dieta tienen efectos beneficiosos importantes para la salud? ¿Cómo, dónde y cuándo ejercen estos efectos? ¿Pueden algunos de estos mismos componentes tener también efectos adversos? ¿En qué cantidad, en qué forma y en qué combinaciones son más efectivos? ¿Qué necesidad tenemos de comer tales componentes para prevenir el desarrollo de determinadas enfermedades (enfermedad cardiovascular, cáncer, diabetes, obesidad, etc.), alcanzando un máximo de prevención, con un riesgo mínimo? ¿Cómo varían las exigencias dietéticas según las características genéticas, edad, género y modo de vida? Esto genera un aspecto importante por tener en cuenta, y es, entre lo interno (los genes) y lo externo (el medio ambiente), ¿cuál de los dos es el aspecto central y cuál el secundario? Igualmente, ¿cuándo se invierte esta relación? ¿Se puede delimitar esta interrelación entre el gen y el medio ambiente? Esta última pregunta es clave porque permite entender el funcionamiento integral de la célula y evita las desviaciones conceptuales relacionadas con el determinismo genético o medioambiental. En el primer caso, la desviación implica dar demasiada importancia a lo genético y en el segundo, al medio ambiente. Respecto a la relación entre los genes y el medio ambiente, es preciso tener en cuenta que el estudioso en biología ha de ceñirse al análisis genético para entender el movimiento puramente bioquímico o extracelular. No se trata de reducirlo todo a la actividad genética, porque se incurre en el absurdo. Pero el conocimiento de la actividad genética no basta para entender y calcular la complejidad de las manifestaciones celulares. Durante el funcionamiento celular, la concentración molecular se altera a cada momento, debido a sus continuas interacciones. La función celular es producto del movimiento molecular en su conjunto, el cual incluye la actividad genética, la molecular citoplasmática, las señales extracelulares y del medio ambiente. Todos estos aspectos contribuyen a la función celular sin que esta dependa exclusivamente de alguno en particular. A veces, la actividad molecular en el citoplasma, las señales extracelulares y del medio ambiente realizan una actividad que aparenta ser autónoma, pero a la postre la actividad genética determina la actividad molecular poniendo límite a las influencias del medio ambiente. Así, un individuo puede ingerir el alcohol que quiera hasta embriagarse, pero sus genes dictaminan hasta cuándo, porque la capacidad de “desintoxicarlo” es estrictamente heredada y depende de la información que tenga en sus genes. Esta es la norma fundamental del funcionamiento celular y nos permite predecir en términos generales, el rumbo de los diferentes procesos, más no permite predecir una forma detallada y específica de la actividad bioquímica celular de cada proceso en cada individuo. Quiere decir, que en esta inagotable interacción de procesos azarosos, la actividad genética (incluida la secuencia genética y su expresión) es la base que determina la actividad celular. En ello radica su carácter absoluto, mientras que su relatividad está en que la secuencia genética no determina cuándo, cómo, ni dónde expresarse, porque esto depende del medio ambiente. ¿De qué manera la acción del medio ambiente influye sobre la expresión genética? Para entenderlo se debe tener en cuenta que los factores externos determinan qué genes deben activarse o inhibirse dando dirección a la regulación genética, es decir, son la condición para que la base genética se exprese. Cuando el medio ambiente es lo predominante, lo externo es el aspecto principal y lo interno (los genes) el aspecto secundario, debido a que las señales externas no modifican el contenido (número de genes), pero sí el orden o forma en que se expresan, y esto determina la función celular y, por tanto, las características del órgano o del individuo. Ejemplo, un niño nace de una madre que no consumió suficiente proteína (carnes, huevo, pescado, etc.) y en cambio consumió alto contenido de azúcar (papa, arroz, plátano, panela, azúcar de mesa, etc.); otro niño recibió suficiente proteína y menos azúcar, los dos niños pueden tener la misma secuencia en sus genes pero la alimentación induce diferencias en la expresión de esos genes y hace que las vías metabólicas y las consecuencias (estatura, salud o enfermedad) sean diferentes en cada uno. El primer niño nacerá con bajo peso y tendrá predisposición a ser obeso cuando adulto. En este caso, hay que modificar el medio ambiente (la alimentación), no la secuencia de sus genes para intentar “revertir” la expresión genética. Es en este sentido que lo externo es el aspecto principal y la secuencia genética o su expresión, lo secundario. Cambios en el orden cronológico de la expresión genética (dialécticamente hablando: en la forma) producen cambios en la cantidad y calidad de genes por expresarse sin modificar el contenido o número de estos. En este caso, los factores externos producen cambios en la forma sin modificar el contenido. El segundo niño nacerá con peso normal y si recibe una alimentación balanceada crecerá sin sobrepeso y seguramente estará libre de riesgo de diabetes. Otro ejemplo que permite entender la asociación entre los genes y el medio ambiente es estudiar a los gemelos univitelinos: ellos comparten el mismo genoma pero no siempre padecen la misma enfermedad, cuando se crían en ambientes diferentes. Al analizar los hijos del gemelo que no padeció la enfermedad, se esperaría que hubiese menos probabilidad de transmitir la enfermedad que padeció su hermano gemelo. Sin embargo, esto no es así. Los hijos del gemelo que no padeció la enfermedad heredan el mismo riesgo del gemelo que estaba afectado. Esto indica que tener genes que predisponen a una patología es necesario, pero no suficiente, para desarrollar el trastorno. El desafío para la ciencia y para el médico o personal que trabaja en el área de la salud, está en descubrir, en cada individuo y para cada enfermedad o condición fisiológica, cuándo el aspecto genético o el medio ambiente es el que está predominando. En general, se comete un error si solo se le da importancia a uno de los aspectos, descuidando el otro. Un ejemplo de cómo un “marcador” que intenta ser utilizado para hacer diagnósticoy pronóstico no dice mucho, está relacionado con los genes implicados en el metabolismo de los lípidos: las personas que tienen el genotipo E4E4 de la apolipoproteína E (gen APOE) tienen un riesgo de padecer enfermedad coronaria del 40 %, pero tienen un 60 % de no padecerla. En la enfermedad de Alzheimer, los portadores E4E4 tienen un riesgo del 50 % y otro 50 % de no tener la enfermedad. La razón para esto es que el mismo genotipo puede dar lugar a múltiples fenotipos, debido a las interacciones con el medio ambiente, incluyendo por supuesto la nutrición. Una de las características de las enfermedades complejas, como la diabetes, el cáncer, la obesidad o la hipertensión, es que en estas están implicados muchos genes y también el medio ambiente. Por esto, es muy difícil que haya un conjunto idéntico de síntomas de la enfermedad en los distintos individuos que la padecen, aún siendo de la misma familia. Para el caso de los genes de estas enfermedades, ningún gen tiene una acción predominante, cada gen de manera individual, en cada individuo, influye mucho o poco sobre las diferentes vías metabólicas. De esta manera, al relacionar una población (no un individuo), ningún gen en particular es necesario ni suficiente para producir la enfermedad. Ocurre que en poblaciones con genealogías comunes, las mutaciones que se intentan relacionar con enfermedades como la diabetes, el cáncer, la obesidad o la hipertensión son bastante frecuentes, como ocurre en núcleos de pobladores fundadores endogámicos. No es el caso colombiano, donde poseemos genes de pobladores indígenas que inmigraron de diferentes lugares, en diferentes fechas, sumado a genes de españoles invasores, genes de esclavos africanos y unos pocos núcleos de blancos. Lo que es común en Colombia es el tipo de alimentación básica que tenemos. Para el caso colombiano, el que haya muchas enfermedades “comunes” es porque el medio ambiente (la alimentación), en lo fundamental, es la misma: abundancia de azúcares (papa, arroz, plátano, yuca, pan, pastas, gaseosas o jugos azucarados, panela, azúcar de mesa, etc.), frituras en aceites recalentados a más de 150 °C y rehusados muchísimas veces, poca o escasa proteína durante el desarrollo y la adultez reproductiva (menores de 35 años), escasez de ácidos grasos poliinsaturados esenciales (fundamentalmente bajo consumo de los omega-3, con alto consumo de omega-6) y escaso consumo de frutas y verduras. Durante la adultez (mayores de 35 años) algunas cosas se invierten y agravan el problema: aumenta el consumo de carnes, a esta edad ya innecesaria, junto con el de grasas saturadas; continúa el alto consumo de azúcares, además del alcohol, cigarrillo, café, y altos niveles de estrés, entre otros. Al respecto, algunas estadísticas señalan que una dieta inapropiada, la falta de actividad física y el tabaco influyen entre un 50 y un 75 % en la incidencia de aparición de enfermedades cardiovasculares como el infarto cardíaco y las “trombosis” cerebrales, en el cáncer y la diabetes. La relación entre los genes y los alimentos ¿Podemos modificar la expresión de nuestros genes, dependiendo de lo que comamos? Los nuevos conocimientos sobre los genes y su relación con los alimentos proponen algunos principios y son, a saber: 1. Los componentes de la dieta influyen sobre el genoma y directa o indirectamente, alteran la expresión de los genes. Hasta ahora se están dilucidando los mecanismos por medio de los cuales los alimentos inducen un genotipo y un fenotipo particular. Principalmente tiene que ver con la regulación en la transcripción génica (la secuencia del DNA se transfiere a RNA como intermediario, antes de traducirse a proteína) en la denominado regulación epigenética a través de metilación del DNA, modificación de las histonas y expresión de micro RNA (son RNA cortos que tienen la capacidad de regular otros genes). La metilación es el proceso mejor comprendido, aunque no del todo. La metilación en la citosina del DNA dentro de un dinucleótido CpG (el p denota el grupo fosfato que interviene), es una modificación común en los genomas mamíferos y constituye una estable marca epigenética que es transmitida a través de la división celular. Los dinucleótidos CpG se encuentran agrupados en los promotores genéticos (región del ADN que controla la iniciación de la transcripción de dicho gen a RNA) en las regiones conocidas como islas CpG. La hipermetilación de estas islas CpG está asociada con la represión transcripcional (no se forma RNA a partir de DNA), mientras que la hipometilación de las islas CpG está asociada con la activación transcripcional. Una dieta pobre en proteína durante el embarazo disminuye la expresión de la enzima 11β-hidroxiesteroide-deshidrogenasa tipo 2 (interviene en la degradación de las hormonas esteroideas de la glándula suprarrenal), incrementa la expresión del receptor glucocorticoide en hígado, riñón y cerebro del feto, en el neonato y en la vida adulta, regulando la expresión de genes implicados en el desarrollo, metabolismo y respuesta inmune. En condiciones nutricionalmente normales, la enzima 11β-hidroxiesteroide- deshidrogenasa tipo 2 inactiva el cortisol circulante y si disminuye o está ausente produce altas concentraciones de cortisol. En el hígado, la actividad del receptor glucocorticoide aumenta la expresión e induce actividad de la enzima fosfoenolpiruvato-carboxiquinasa, aumentando la capacidad de gluconeogénesis, lo cual permite la obtención de glucosa a partir de moléculas no derivadas de azúcares, por ejemplo, a partir de los aminoácidos que conforman las proteínas. Se sabe que los cambios metabólicos ocurridos durante la vida fetal persisten a lo largo de la vida del individuo, porque implican cambios estables en la transcripción génica que resulta en actividades alteradas de las rutas metabólicas. En animales de experimentación, cuando se restringe el suministro de proteínas durante el embarazo o la lactancia, también se altera la expresión de los genes involucrados en el metabolismo de los lípidos, aumentando las concentraciones sanguíneas de triglicéridos y ácidos grasos (AG) no esterificados (grasas libres unidas a albumina). Igualmente aumenta el factor proliferador de peroxisoma alfa (PPAR-α) en el hígado, la enzima acil- CoA-oxidasa, ambos compuestos implicados en el metabolismo de las grasas, mientras que la expresión del factor PPAR gama1 (PPARγ1) no cambia. Adicionalmente, en el tejido adiposo (tejido graso), la expresión de PPARγ se disminuye, lo que lleva a un menor depósito de ácidos grasos en el adiposito. El aumento de PPARα en el hígado aumenta la liberación de triglicéridos a la sangre y esto se agrava porque hay baja expresión de PPARγ en el tejido adiposo. Lo descrito anteriormente implica que ante la restricción de proteína durante la vida fetal, también se restringe la capacidad de almacenar grasa y el recién nacido tendrá tendencia a ser delgado, pero con aumento de los triglicéridos en sangre y, dependiendo del tipo de alimento que ingiera durante la vida, a desarrollar problemas relacionados con ateroesclerosis, como hipertensión o problemas neurológicos. Otro ejemplo es lo que ocurre en los ratones agouti que son naturalmente gordos y de color amarillo, pero si estos ratones reciben vitamina B12, ácido fólico, betaina y colina durante el embarazo, dan a luz ratones delgados y de color marrón. Al parecer los componentes de la dieta suministran grupos metilo a las madres preñadas en suficiente cantidad, apagando la expresión del gen agouti (gen relacionado con obesidad) mediante la metilación del ADN. Los ratones con el gen agouti apagado evidencian una reducción significante en la aparición de cáncer y de diabetes. Esto demuestra que los componentes de la dieta pueden alterar https://calibre-pdf-anchor.a/#a277 permanentemente la expresión de los genes en los fetos sin alterar los genes mismos. Estos ejemplos se enmarcan dentro de la teoría del genotipo económico del investigador David Barker. Esta teoría indica que fetos con nutricióndeficiente (desbalanceada) desarrollan metabolismos ahorradores, lo que implica un metabolismo lento (difícilmente bajan de peso aun haciendo ejercicio) y son más eficientes en almacenar el alimento en forma de grasa. Hacen ejercicio y “dieta” y pierden poco peso, en cambio, recuperan rápido el peso perdido con “gran esfuerzo”. En el pasado, esto fue adaptativo desde el punto de vista evolutivo porque si un bebé nacía con un fenotipo ahorrador, hace 10.000 años, durante un periodo de escasez de alimentos, su metabolismo conservacionista lo ayudaría a sobrevivir al hambre relativa. Pero si ya como adulto come en exceso, seguramente engordará. Otro ejemplo es la acción de la vitamina A en sus formas comunes: ácido retinoico cis y trans o como provitamina (los β-carotenos). Durante la embriogénesis, la vitamina A sirve como una molécula de señalización intercelular que guía el desarrollo de la parte posterior del embrión, implicada en la formación de las extremidades. Esta vitamina está implicada en la diferenciación celular que es el proceso por el cual las células de un tipo celular concreto, por ejemplo, células de la piel, sufren modificaciones en su expresión génica, para adquirir la morfología y las funciones de un tipo celular específico y diferente al resto de tipos celulares del organismo (el linaje celular se determina en el momento de la formación del embrión). La vitamina A interviene también en la producción de moco en las células epiteliales del tracto gastrointestinal y en los mecanismos que controlan la reacción inflamatoria, ya que ha sido relacionada con disminuir la generación y la expresión de óxido nítrico, prostaglandinas, interleucina y citosinas, que actúan en la generación o el mantenimiento del dolor debido a la inflamación. Altos niveles de la forma activa (ácido retinoico) son hepatotóxicos y, como tal, pueden inducir la muerte. Por eso, la forma más segura es tomarlo como β-carotenos porque es hidrosoluble y un exceso se elimina más fácil a través del riñón, sin consecuencias para la salud. Las fuentes de los β-carotenos son frutas de color naranja y amarillo brillante como la toronja, los duraznos y las hortalizas (zanahorias, calabaza, batata o camote, calabacín, brócoli, espinaca, y la mayoría de las hortalizas de hoja verde). Otro ejemplo es la ingesta de grasa saturada (presente en carnes de rumiantes como bovinos, ovinos, caprinos, cérvidos) que favorece la expresión de genes que inducen la maduración del preadiposito a adiposito y la acumulación de grasa en estos, lo que lleva al desarrollo de la obesidad, o a la inflamación asociada con la obesidad, a la resistencia a la insulina y a la diabetes. Por el contrario, la ingesta de ácidos grasos poliinsaturados (presente en aceites vegetales, algas marinas y pescados de aguas frías) contribuye a disminuir la inflamación asociada con la obesidad, previene la resistencia a la insulina, por tanto, a la diabetes. Sin embargo, hay que distinguir que existen poliinsaturados omega 3 y omega 6 porque tienen efectos opuestos. Los aceites poliinsaturados omega 3 inhiben la expresión del factor de transcripción adipogénico PPAR gamma y otro factor denominado CBP alfa. Los omega 3 de 18 carbonos (aceite de canola, semilla de linaza) evitan que los lípidos se almacenen como grasa en el cuerpo, por tanto, no engordan; en cambio, los omega 6 de 18 carbonos (ricos en el aceite de maíz, girasol, soya) no lo hacen. Es decir, dependiendo del ácido graso de la dieta se regula de manera diferente su almacenaje en el cuerpo (adipogénesis). También se han descrito para algunos ácidos grasos omega 3 propiedades hipolipemiantes (bajan los triglicéridos y el colesterol). Los ácidos grasos omega 3 también regulan la actividad de algunas enzimas o moléculas clave en el metabolismo, implicadas en la regulación de la saciedad (control del apetito) en el hipotálamo. Al consumir omega 3, se activa AMPK y esto estimula CGC1 alfa, que es uno de los factores implicados en generar más mitocondrias, que es el organelo donde se metabolizan las grasas (beta oxidación) para generar energía. En el músculo promueven el metabolismo de grasas activando la molécula AMPK y promoviendo la captación de glucosa y la biogénesis mitocondrial. Los omega 3 en el tejido adiposo promueven la oxidación de ácidos grasos, estimulan la lipólisis (rompimiento de grasa) en el hígado y de esta manera disminuyen la secreción de insulina en el páncreas. Puesto que la insulina es una hormona de crecimiento que promueve la proliferación tumoral, evitar niveles altos en el organismo indirectamente retarda o previene el cáncer. En cambio, altos niveles de insulina promueven la proliferación tumoral, como ocurre por el alto consumo de carbohidratos (papas, gaseosas, harinas, azúcar, pan, pastas, etc.). Lo anterior significa que a través de la nutrición se puede modular la actividad de enzimas como AMPK, específicamente los aceites omega 3 activan su fosforilación. En cambio, la ingesta de grasas saturadas inhibe la fosforilación y de esta manera inactiva el AMPK, esto hace que el músculo capte menos glucosa y es una de las razones por las cuales se dice que las grasas saturadas inducen resistencia a la insulina, porque se oponen a la acción de la insulina (captación de glucosa en el músculo). Los anteriores ejemplos son muy importantes, porque en obesidad y diabetes generalmente hay mal funcionamiento mitocondrial (no se metabolizan bien las grasas) lo que contribuye al desarrollo de las complicaciones asociadas con la obesidad, y las grasas saturadas lo agravan, mientras las poliinsaturadas lo mejoran. En ratas alimentadas con dieta alta en grasa saturada, o en células tratadas con palmitato (un ácido graso saturado de cadena larga, formado por 16 átomos de carbono) se suprime la generación de nuevas mitocondrias y se disminuye el factor de transcripción PGC-1 alfa, disminuyendo las proteínas mitocondriales. En conclusión, dependiendo del tipo de grasa de la dieta, se expresan de manera distinta los genes y las proteínas relacionadas con el metabolismo de las grasas. Otro ejemplo es analizar PPARα, un importante sensor de lípidos (sinónimo de grasas) y regulador del metabolismo energético celular, porque induce la β-oxidación de los ácidos grasos (metabolización de grasas para obtener energía) e inhibe la expresión de factores de transcripción que activan genes que inducen la síntesis de ácidos grasos (por ejemplo, SRBP1). PPARα aumenta la expresión de dos proteínas que transportan a los ácidos grasos a través de la membrana celular: la proteína transportadora de ácido graso (FATP, por sus siglas en inglés) y la translocasa de ácido graso (FAT, por sus siglas en inglés), sugiriendo un papel en la captura celular y el metabolismo de lípidos. La activación de PPARα también estimula directamente la transcripción del ácido graso de cadena larga acil-CoA sintetasa y de varias enzimas de las rutas de β- oxidación peroxisómica (al metabolizarse en los organelos denominados peroxisoma, se genera menos energía que cuando solamente se metabolizan en mitocondria), como acil-CoA-oxidasa, acil-CoA-hidratasa, acil-CoA- deshidrogenasa y cetoacil-CoA-tiolasa. Se conoce que los ácidos grasos poliinsaturados tienen preferencia (mayor afinidad) por PPARα que por PPARγ, y esto trae como consecuencia que dichas grasas se metabolicen más fácilmente en la mitocondria y consumirlas no engorde. Es decir, los ácidos grasos poliinsaturados se unen a PPARα y estimulan la captación de otras grasas y aceleran su metabolización. Por esto se aconseja consumir ácidos grasos poliinsaturados, junto con el ejercicio, para adelgazar. En cambio, los ácidos grasos saturados prefieren a PPARγ que induce la expresión de genes encargados de almacenar los ácidos grasos como los triglicéridos en la célula denominada adiposito y en la maduración del preadiposito a adiposito, lo que lleva a la obesidad. Lo hace controlando la expresión de genes como la proteína ligadora de ácido graso y la fosfoenolpiruvatocarboxiquinasa, así como acil-CoA sintetasa y lipoproteína lipasa, aumentando la acumulación de grasa blanca, que produce obesidad y sobrepeso. La acción de PPARγ, especialmente en el adiposito de la grasa abdominal, ha sido asociada con la expresión de genes que afectan la acción de la insulina, como el TNFα y leptina. En cambio, en los individuos con predisposición genética a ser delgados, con mayor proporción de grasa marrón o parda, que se metaboliza con facilidad en estos individuos, PPARγ regula genes que incrementan la expresión de las proteínas desacopladoras mitocondriales (UCP, por sus siglas en inglés), UCP-1, UCP-2 y UCP-3, induciendo calor y aumentando la metabolización de ácidos grasos. Esto explica que algunos individuos delgados a pesar de comer grasa saturada, no la almacenan como triglicéridos (se les dificulta engordar) y en su lugar la convierten en calor. Igualmente, los diferentes tipos de ácidos grasos afectan de manera diferente la acción bioquímica de la insulina. Las grasas saturadas como el palmitato (abundante en las carnes de animales rumiantes y en el aceite de palma) disminuyen la sensibilidad a la insulina (el receptor donde se une la insulina requiere mayor cantidad de insulina para estimularse) y la señalización de la insulina (interrumpe las señales bioquímicas que genera al estimular el receptor). En cambio, el consumo de ácido graso omega 3 facilita la señalización de la insulina porque vuelve la membrana celular más fluida y se requiere menos insulina para estimular el receptor, además, este tipo de ácido graso inhibe moléculas inhibidoras de la señalización generadas por el estímulo del receptor, potenciando la acción de la insulina. Cuando se frita grasa o sebo de un animal, permanece líquido con la alta temperatura y se solidifica (“manteca”) a temperatura baja (inferior a -20 °C), en cambio, los aceites utilizados en la cocina, en general, permanecen líquidos a temperaturas cercana a 4 °C. Este mismo fenómeno físico ocurre en la membrana de las células de nuestro cuerpo, entre más ácidos grasos saturados se comen y se incorporen a la membrana de nuestras células, más “dura” y menor fluidez tendrá, generando resistencia a la acción de la insulina. Esto ocurre porque la grasa saturada se agrupa ordenadamente (como billetes de banco), mientras los aceites con ácidos grasos insaturados están menos ordenados y se mantienen líquidos. A mayor instauración (poliinsaturados) más fluidez en la membrana. Los ácidos grasos omega 3 estimulan la producción de adiponectina que es una hormona importante porque genera señales implicadas en sensibilizar la acción de la insulina, tiene propiedades antiinflamatorias, promueve la oxidación de ácidos grasos y activa la AMPK. La adiponectina disminuye el reclutamiento de macrófagos proinflamatorios e interfiere en las vías de señalización proinflamatorias, como en el factor de transcripción NFkB. Los ácidos grasos omega 3 previenen la secreción de citoquinas proinflamatorias como TNF, el factor quimioatrayente de macrófagos, o la interleuquina 6, IL-6 del adiposito, y esto reduce la inflamación asociada con la lipólisis de la grasa abdominal. La célula que almacena grasa (adiposito) ubicada en la región abdominal, responsable de la acumulación de grasa abdominal (“barriga” o “llantas”), secreta las citoquinas proinflamatorias que se mencionan. Se sabe que los ácidos grasos omega 3 inhiben la lipólisis porque inducen la fosforilación de la lipasa sensible a hormonas en el residuo serina 565 e inhiben la actividad de la enzima, evitando así los niveles altos de triglicéridos en la sangre. Se debe insistir en que dependiendo del tipo de grasa que consumimos, influimos en la constitución lipídica de las membranas celulares. Estrictamente, somos lo que comemos y la proporción de las grasas (ácidos grasos poliinsaturados/saturados y colesterol) de nuestras membranas celulares depende, en buena parte, de la proporción que comemos. La razón es que las enzimas que reconocen las grasas no discriminan a unas u otras; estas enzimas incorporan los ácidos grasos a las membranas dependiendo de la concentración de cada ácido graso, es decir, de la ingesta. Esto trae consecuencias importantes para la salud a corto y largo plazo. Por ejemplo, a partir de los ácidos grasos omega 3, ubicados en las membranas de las células, se forman una serie de mediadores lipídicos endógenos con potentes capacidades antiinflamatorias y proresolutivas de la inflamación, denominadas resolvinas y protectinas. Este hecho potencia la actividad antiinflamatoria de los fármacos desinflamentes. En cambio, a partir de los omega 6 se forman mediadores lipídicos proinflamatorios. Lo anterior implica que si dos individuos tienen la misma herida o la misma infección, cada uno responde según la composición lipídica que tengan sus membranas. El que tiene mayoritariamente omega 6, tendrá una respuesta inflamatoria muy acentuada y durará más tiempo. El que tiene mayoritariamente omega 3 tendrá una respuesta inflamatoria atenuada y durará menos tiempo. Igualmente, si dos individuos consumen la misma comida rica en azúcares, el que tiene mayoritariamente grasa saturada en sus membranas requerirá más insulina (hará insulino-resistencia) y tendrá hiperglicemia más tiempo. El que tiene mayoritariamente grasa insaturada en sus membranas requerirá menos insulina (insulino-sensible) y su hiperglicemia será menos acentuada en el tiempo. Esta acción, a través de los años, determinará que se sufra o no ateroesclerosis o enfermedad cardiovascular (infarto, trombosis, aneurismas, etc.) o cáncer. Ahora bien, se debe tener en cuenta que las células hacen recambio de los ácidos grasos en las membranas dependiendo del ciclo celular, esto es, de la velocidad con que se repliquen. Tejidos como la piel, el tracto gastro- intestinal, el pelo, el tejido hemato-poyético (produce glóbulos rojos y blancos), entre otros, tienen una relativa alta tasa de proliferación celular. En cambio, en la mayoría de órganos, como el cerebro, el corazón, el riñón, el páncreas, el músculo esquelético, entre otros, su recambio es muy lento. Al modificar la dieta, por ejemplo, dejar de consumir grasa saturada y en su lugar reemplazarla por grasa insaturada, trae diferentes consecuencias en los tejidos: el efecto benéfico se observa, en promedio, entre 6 y 12 meses en los tejidos con alta proliferación celular. En cambio, para los órganos con recambio lento puede tomar entre 5 y 10 años para observar efectos evidentes. Lo anterior quiere decir que comer bien debe ser un estilo de vida, no es cuestión de hacer una “dieta” durante un tiempo definido o por épocas intermitentes. Se trata de modificar vías metabólicas de manera permanente, no transitoriamente. No se hace camino transitando una vez o unas pocas veces por el mismo lugar, sino de manera permanente. Así funcionan las vías metabólicas de nuestro cuerpo. Lo anterior nos permite entender que la capacidad de la madre para alimentar a su bebé establece las vías metabólicas del feto y se refuerza por sus experiencias nutricionales en la infancia y la adolescencia, que determinan su tamaño corporal, la composición y el metabolismo. La dieta de la madre durante el embarazo determina el programa bioquímico del bebé. Por ejemplo, el feto se adapta a la desnutrición, cambiando su metabolismo, la alteración de la producción de hormonas y la sensibilidad de los tejidos a las hormonas, la redistribución de su flujo de sangre, y de esta manera lentifica su tasa de crecimiento. En algunas circunstancias, la placenta puede agrandarse. Las adaptaciones a la desnutrición o la obesidad durante la vida fetal alteran permanentemente la estructura y función del cuerpo del adulto, predisponiéndolo a sufrir enfermedades. 2. En algunos individuos y bajo ciertas circunstancias, la dieta puede ser un factor de riesgo de una enfermedad. Uno de los ejemplos más estudiados y demostrados es en la enfermedad cardiovascular, el cáncer y la diabetes. En cuanto a la enfermedad cardiovascular,
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