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Comunicación I Segundo Parcial - Cátedra Entel (2012) doc

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TEORIAS Y PRÁCTICAS DE LA COMUNICACIÓN I
ESTUDIOS CULTURALES
El aporte de los estudios culturales a la teoría de la cultura es que por primera vez se puede pensar lo cultural en términos de prácticas
sociales. Ya no hay una alta cultura (Bellas Artes) y una baja cultura (chamamé), no hay jerarquización. Hay diferencias, pero son todas en el mismo
plano porque son todas prácticas, modos de hacer. Es una diferencia horizontal (se borra la jerarquización).
Según Williams, el materialismo histórico no generó lo que tenía que generar concebir lo cultural en términos de praxis. Los estudios culturales vincularon
cultura y poder de forma original.
HALL: “ESTUDIOS CULTURALES: DOS PARADIGMAS” (1980)
Como introducción a los estudios culturales. Experiencia y Cultura para Williams y Thompson – Estudios culturales fundacionales
Comparación estudios culturales britanicos y franceses. Diferencias dentro de los estudios culturales británicos.
En el trabajo intelectual serio no hay comienzos absolutos, y se dan pocas continuidades sin fracturas. Lo importante son las rupturas significativas,
donde las viejas líneas de pensamiento son desarticuladas, las constelaciones más antiguas son desplazadas y los elementos (viejos y nuevos)
reagrupados en torno a un esquema distinto de premisas y de temas. Los cambios de perspectiva no reflejan solo los resultados de una labor intelectual
interna, sino también la manera como desarrollos históricos y transformaciones reales son apropiados por el pensamiento, y como proporcionan al
pensamiento, no una garantía de corrección, sino sus orientaciones fundamentales, sus condiciones de existencia.
Los Estudios Culturales, como problemática diferenciada, emergen en uno de tales momentos, ocurrido a mediados de los años ´50. Pero no fue ésta la
primera vez que sus interrogantes característicos habían sido puestas sobre el tapete. Los dos libros que ayudaron a delimitar el nuevo territorio (Uses of
literacy de Hoggart y Culture and society de Williams) fueron ambos a su manera obras de rescate.
Uses of literacy (Hoggart) - 1957
Tomaba sus referencias del debate cultural que durante mucho tiempo se apoyó en los argumentos en torno a la sociedad de masas. Se propuso una
“lectura” de la cultura de la clase trabajadora en pos de los valores y significados encarnados en sus esquemas y disposiciones: como si fueran algo así
como “textos”. Mas la aplicación de este método a una cultura viva y el rechazo de los términos del “debate cultural” (polarizado en torno a la
diferenciación de alta y baja cultura) fue una novedad cabal.
Culture and Society (Williams) - 1959
Reconstruía una larga tradición que Williams ha definido como compuesta del registro de una cantidad de reacciones importantes y continuas a los
cambios en nuestra vida social, económica y política, y que ofrecía un tipo especial de mapa través del cual puede explorarse la naturaleza de los
cambios. Culture and society fundó una tradición (la tradición de “cultura y sociedad”), definió su unidad, le aportó una definida contribución moderna, y a
la vez escribió su epitafio. El siguiente libro de Williams (The long revolution) fue un claro indicio de que la manera de pensar tipo “cultura y sociedad”
sólo podía ser completada y desarrollada mudándose a otra parte (obra de ruptura).
Making of the English Working Class (Thompson) - 1968
Si bien fue cronológicamente posterior, también pertenece al momento de ruptura. Fue “pensado” dentro del marco de ciertas tradiciones históricas
definidas: la historiografía marxista inglesa, la historia económica y “del trabajo”. Pero al relevar los asuntos de la cultura, la conciencia y la experiencia, y
en su acento en la cuestión de la agencia, también hizo una ruptura decisiva: respecto de cierto tipo de evolucionismo tecnológico, de un reduccionismo
económico y de un determinismo organizacional.
En conjunto estros tres libros constituyen la cesura de la cual emergieron -entre otras cosas- los Estudios Culturales. Fueron textos seminales y
formativos. Sus enfoques estuvieron a su vez enfocados por, organizados a través de y constituidos como respuestas a las presiones inmediatas del
tiempo y la sociedad en la que fueron escritos. No solo tomaron la “cultura” en serio (como una dimensión sin la cual las transformaciones históricas,
pasadas y presentes) simplemente no podían ser adecuadamente pensadas. Sino que fueron en sí mismos “culturales”, en el sentido de Culture and
Society. Obligaron a sus lectores a prestar atención al hecho de que “concentrados en la palabra cultura hay asuntos directamente planteados por los
grandes cambios históricos que las transformaciones de la industria, la democracia y la clase, cada una a su modo, representan, y frente a las cuales los
cambios artísticos resultan respuestas estrechamente relacionadas.
Esta línea de pensamiento más o menos coincide con lo que ha sido llamada la “agenciada” de la temprana New Left, a la cual, en un sentido u otro,
estos autores pertenecían, y cuyos textos eran éstos. Esta conexión desde un principio colocó a la “política del trabajo intelectual” en el centro de
los Estudios Culturales”.
En un sentido profundo, el “ajuste de cuentas” de Culture and Society (Williams), de la primera parte de The long revolution, del estudio densamente
específico y concreto de Hoggart acerca de algunos aspectos de la cultura de la clase trabajadora, y de la reconstrucción histórica que hace Thompson
de la formación de la cultura de una clase y de las tradiciones populares en el período 1790-1830, formaron en su conjunto la ruptura y definieron el
espacio a partir del cual se abrió una nueva área de estudio y de práctica. Este fue el momento de la “re-fundación” de los Estudios Culturales. La
institucionalización de los Estudios Culturales pertenece a los años ´60 y posteriores.
La “cultura” fue el ámbito de la convergencia. Lo cierto es que no hay una sola definición de “cultura” que no sea problemática. Se resumirán las
inflexiones y los énfasis característicos a través de los cuales el concepto ha llegado a su actual Estado de (in)determinación.
❖ Primer momento: Revisa vertiente culturalista. Cómo llegan los autores a trabajar con el concepto de cultura.
❖ Segundo momento: A partir del 50/60 discuten con el estructuralismo y ve relaciones entre culturalismo y estructuralismo.
❖ Tercer momento: Otras influencias donde señala el estructuralismo de Levi-Strauss y otros autores.
De The long revolution se extraen dos formas de conceptualizar cultura. La primera vincula a la “cultura” con la suma de todas las descripciones
disponibles a través de las cuales las sociedades confieren sentido a, y reflexionan sobre, sus experiencias comunes. Esta definición asume el
anterior énfasis en las “ideas” pero lo somete a una exhaustiva reelaboración. La propia concepción de “cultura” es democratizada y socializada. Ya no
consiste en la suma de lo mejor que ha sido pensado y dicho, considerado como cúspide de una civilización lograda, aquel ideal de perfección al que
todos aspiraban. Hasta el “arte” ahora es redefinido sólo como una forma, especial, de un proceso social general: el de conferir y retirar significados, y, el
lento desarrollo de significados “comunes”, una cultura común: en este particular sentido la “cultura” es “corriente”.
No hay forma de que este proceso sea compartimentado o diferenciado de otras prácticas del proceso histórico ni hay forma de que la comunicación de
las descripciones pueda diferenciarse y compararse externamente con otras cosas. Para estudiar las relaciones adecuadamente debemos estudiarlas
activamente, considerando a todas las actividades como formas particulares y contemporáneas de la energía humana.
El segundo énfasis hace hincapié en ese aspecto de la cultura que se refiere a las prácticas sociales. De este segundo énfasis se ha abstraído,
demasiado limpiamente, una definición algo simplificada: la “cultura” como toda una forma de vida.
Pero la anterior definiciónme parece más central, en la cual se integra la “forma de vida”. El punto importante del argumento reposa sobre las
interrelaciones activas entre elementos o prácticas sociales normalmente sujetos a separación. Es en ese contexto que la “teoría de la cultura” es
definida como el estudio de las relaciones entre elementos en una forma total de vida. La “cultura” no es una práctica, ni es simplemente la
suma descriptiva de los “hábitos y costumbres” de las sociedades. Está imbricada con todas las prácticas sociales, y es la suma de sus
interrelaciones.
La “cultura” viene a ser todos aquellos patrones de organización, aquellas formas características de energía humana que pueden ser detectadas
revelándose en, o bajo, todas las prácticas sociales. El análisis de la cultura es, entonces, el intento de descubrir la naturaleza de la organización que es
el complejo de estas relaciones. Comienza con el descubrimiento de patrones característicos. Que no serán descubiertos en el arte, en la producción, el
comercio, la política, o la crianza de familias tratados como entidades separadas, sino mediante el estudio de una organización general en un ejemplo
particular. Analíticamente, uno debe estudiar, las relaciones entre estos patrones. El propósito del análisis es captar cómo las interrelaciones entre estos
patrones y prácticas son vividos y experimentados como un todo, en cualquier período determinado. Esta es su “estructura de sentimiento”.
Existe una toma de posición frente a las definiciones “idealistas” y “civilizadoras” de la cultura; y la asimilación de la cultura a un ideal, que prevalece en
los términos elitistas del “debate cultural”. Pero también se da una toma de posición más amplia frente a ciertas formas de marxismo, contra las cuales
están deliberadamente concebidas las definiciones de Williams. Él está discutiendo contra las operaciones literales de la metáfora
base/superestructura, que en el marxismo clásico adscribía al ámbito de las ideas y de los significados a las “superestructuras”, ellas mismas
concebidas como meros reflejos y determinaciones simples de la “base”, sin una efectividad social propia.
Su argumento ha sido construido contra el materialismo vulgar y un determinismo económico. Ofrece, en cambio, un interaccionismo radical: la
interacción de todas las prácticas con y dentro de las demás, orillando el problema de la determinación. La distinción entre las prácticas es
superada considerándolas a todas como variantes de la praxis (de una actividad y energía humana de tipo general).
Ha habido varias revisiones radicales a esta temprana posición. Ya hemos reconocido la naturaleza ejemplar del proyecto de Williams, al haber
repensado y revisado anterior argumentos, al haber seguido pensando. Sin embargo, llama la atención una marcada línea de continuidad en estas
seminales revisiones. Uno de estos momentos es el de su reconocimiento de la obra de Goldmann, y a través de él de todo el acervo de pensadores
marxistas que prestaron particular atención a las formas superestructurales.
Williams creyó que debía abandonar o por lo menos dejar de lado lo que conocía como la tradición marxista. Y reemplazar la formula de base y
superestructura con la idea más activa de un campo de fuerzas mutua y desigualmente determinantes. Y aquí está el punto en que se marca la
convergencia entre la “estructura del sentimiento” de Williams con el “estructuralismo genético” de Goldmann. .
Un segundo momento es el punto en que Williams realmente asume la crítica que le hizo Thompson en The long Revolution
APUNTES
Su libro es del 80. Es el heredero de Hoggart (1957), Thompson (1968) y Williams (1959). Era jamaiquino, pero es referente británico.
El campo de estudio de lo cultural tiene dos vertientes:
● Tradición británica estructuralismo británico
● Tradición francesa estructuralismo francés (Althusser)
¿Qué tienen de particular los estudios culturales británicos? “New Left” es una nueva izquierda ligada a un pensamiento más dogmático (revisa la
distancia que va de Marx al marxismo).
Hoggart
Hoggart fue un sociólogo que pensó como etnógrafo (se apartó de la sociología clásica y partió de la experiencia de los hechos). Parte de la
caracterización del modo de vida en los barrios obreros de Londres, donde él había crecido. Aporta el conocimiento anular, diría Heller, de haber vivido
allí (particular mirada cultural). Ve una relación de poder compleja: se relacionan de manera activa, resistente con sus condiciones de existencia.
El título de su libro es “Uses of literacy” (literacy es la capacidad de leer y escribir). Tiene que ver con las características del Estado benefactor en ese
barrio obrero. Se analiza a esos hombres que han adquirido la capacidad de leer y escribir. ¿Cómo usan los sujetos sociales esta nueva capacidad?
Analiza cómo se vinculan como lectores de los medios de comunicación de la época: hacen uso creativo en función de sus intereses de clase.
Relación de la cultura con la clase obrera, dentro del materialismo.
La traducción del título fue “La cultura obrera en la sociedad de masas”. La novedad es que hay cultura obrera, hay apertura a la diferencia (antes la
cultura era solo burguesa). La cultura en contacto con los productos de la sociedad de masas ¿qué hace la gente con los medios? El pensamiento parte
de la experiencia del uso de los medios.
Williams
“Cultura y sociedad 1780-1950” (1959). Es una crítica literaria basada en creer que hay relación social, y consecuentemente económica, con lo cultural.
Thompson
“La formación de la clase obrera inglesa 1790-1930” (1968). Pasaje del siglo XVII al XIX. La formación se trata de la historia de cómo fueron cambiando
las luchas obreras.
Hall remite al tema de cómo definir cultura. Se ocupa del debate de Thompson (distinción del ser social y conciencia) y Williams (marxista más clásico).
De este modo, Thompson es la voz más crítica: le dice a Williams que es poco materialista/marxista.
● Ser social: tiene que ver con los aspectos objetivos, las condiciones materiales de existencia y la base económica. Relaciones de fuerzas,
apunta a las estructuras, que son abstractas. Las estructuras son la base, que condicionará la superestructura, las ideas.
● Conciencia: tiene que ver con los aspectos subjetivos, lo superestructural.
Es el ser social el que determina la conciencia (cuerpo, conciencia, poder). La estructura determina, en última instancia, la subjetividad (valores, ideas,
etc).
Culturalistas ingleses Estructuralistas franceses
Gramsci, Williams, Thompson Althusser
Experiencias vívidas, prácticas informales Instituciones formales
Williams Althusser
El objeto está filmado El objeto está fotografiado
Punto de vista: Incorporativista Punto de vista: Epistémico, reproductivista
GRAMSCI: CUADERNOS DE LA CÁRCEL (1948-1951)
CONTEXTO
Gramsci 1891-1937. Para él hegemonía es la dirección ideológica y moral de la burguesía.
Los Cuadernos de cárcel no fueron destinados para ser publicados. Contienen reflexiones y apuntes elaborados durante su reclusión, iniciados en 1929 y
fueron interrumpidas en 1935 a causa de la gravedad de su salud. Fueron publicados, luego de su muerte, en 6 volúmenes, ordenados no
cronológicamente sino por argumentos homogéneos. Contiene una revisión historicista del pensamiento de Marx, tendente a modernizar el legado
comunista para adaptarlo a las condiciones de Italia y de la Europa del siglo XX. El tema más persistente en sus cuadernos defiende la ampliación de las
bases sociales del comunismo a toda clase de trabajadores, incluidos los intelectuales.
¿POR QUÉ LEEMOS A GRAMSCI?
Gramsci fue un pensador y dirigente político italiano de gran influencia en el marxismo del siglo XX. Fue detenido por el fascismo: “hay que impedir que
este cerebro funcione” fue lo que dijo el funcionario que lo acusó. En 1929 obtuvo autorización para escribir en su celda y así comenzó la redacción de
los hoy conocidos Cuadernos de la Cárcel.
En un marco de cierto estancamiento teóricodel marxismo en la II Internacional y de unos procesos históricos que se volvieron poco propicios para las
transformaciones revolucionarias en una Europa dominada por tendencias de corte autoritario, Gramsci produjo una serie de reflexiones.
Consideraba que el gran aporte del materialismo histórico había sido concebir que el hombre es un proceso y, precisamente, el proceso de sus actos, es
decir, una serie de relaciones activas (un proceso) que implica también el conjunto de sus condiciones de vida. Gramsci considera que el despliegue
histórico de los procesos sociales es condición fundamental para el conocimiento crítico y la acción política. Considera que:
● Ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vía de
aparición y desarrollo.
● Ninguna sociedad desaparece y puede ser sustituida si antes no desarrolló todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones.
Estos principios para Gramsci dan lugar a la distinción entre los movimientos orgánicos (más vinculados a la estructura) y los de coyuntura (o del terreno
de lo ocasional).
La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos: como “dominio” y como “dirección intelectual y moral”. Se trata de un modo de dirección
política y moral que opera como un complejo entrelazamiento de fuerzas. Por lo tanto, hegemonía es un concepto que permite reconceptualizar el poder
como un conjunto de relaciones de fuerzas dinámicas y cambiantes. La hegemonía es abordada por Gramsci como un momento diferenciado del mero
dominio y se vincula con los procesos de construcción de consensos. Además, postula que una clase debe ser dirigente antes de volverse dominante.
Gramsci nunca considera que la hegemonía está dada de una vez y para siempre, sino que es factible de pensarla como un equilibrio inestable: es un
proceso activo y cambiante atravesado por resistencias e incitativas desafiantes.
Produce una reformulación de la concepción de Estado e introduce una nueva cuestión al diferenciar sociedad política (Estado) y sociedad civil, e
incorporar a esta última a la vida estatal. Se refiere a un Estado integral o ampliado (sociedad política + sociedad civil) del que también forman parte las
instituciones que habitualmente se perciben como privadas (los medios de comunicación, las escuelas, etc.) pero que constituyen también fuentes de
lucha en los que confrontan diferentes concepciones del mundo y de la vida. El partido político es reconocido como protagonista central de la vida política
y las disputas en torno al poder.
Cultura e ideología adquieren un status conceptual renovado porque se vuelven espacios clave de la construcción del poder. El Estado para Gramsci
debía ser pensado siempre como un “Estado educador”, es decir, promueve una determinada cultura, una forma de ver y vivir del mundo. Las masas, al
ser hegemonizadas, ya no estaban en una relación de exterioridad frente al mismo sino incorporadas a la vida estatal.
Aquí se considera fundamental el lugar de lo cultural y, en ese marco, la función de los intelectuales (especialista + político). Éstos son agentes activos en
la confrontación de diferentes concepciones del mundo que pretenden conseguir la supremacía y definir los modos de interpretar la realidad
socio-histórica.
Gramsci pensaba en una reforma intelectual y moral que era una lenta y trabajosa marcha a través del sistema de trincheras de la sociedad civil. En
parte, la tarea de los intelectuales pasaría por contribuir a remover las formas naturalizadas del sentido común (pensamiento que estructura las formas
prácticas y cotidianas de experimentar el mundo, que constituyen algo así como un “sentido de la realidad”) y desarrollar los núcleos de buen sentido
para conducirlos hacia una concepción de mundo más elaborada y coherente. También son primordiales para Gramsci los modos de sentir y las
pasiones: para pensar la política, por ejemplo, es interesante observar los modos en que se articulan las formas espontáneas con la dirección consciente.
ANÁLISIS DE SITUACIONES. RELACIONES DE FUERZAS.
Un estudio sobre la forma en que es preciso analizar las “situaciones”, o sea la forma en que es preciso establecer los diversos grados de relaciones de
fuerzas, puede prestarse a una exposición elemental de ciencia y arte político, entendida como un conjunto de cánones prácticos de investigación y de
observaciones particulares, útiles para subraya el interés por la realidad efectiva y suscitar intuiciones políticas más rigurosas y vigorosas. Al mismo
tiempo hay que agregar la exposición de lo que en política es necesario entender por estrategia y táctica, por “plan” estratégico, por propaganda y
agitación, por “orgánica” o ciencia de la organización y de la administración política.
Hay diversos grados de relaciones de fuerzas, comenzando por las relaciones de las fuerzas internacionales (donde se ubicarían las notas escritas sobre
lo que es una gran potencia, sobre los agrupamientos de estados en sistemas hegemónicos y sobre el concepto de independencia y soberanía en lo que
respecta a las potencias medianas y pequeñas) para pasar a las relaciones objetivas sociales, o sea al grado de desarrollo de las fuerzas productivas, a
las relaciones de fuerza política y de partido (sistemas hegemónicos en el interior del estado) y a las relaciones políticas inmediatas (o sea,
potencialmente militares).
Las relaciones internacionales siguen a las relaciones sociales fundamentales. Toda renovación orgánica en la estructura modifica también
orgánicamente las relaciones absolutas y relativas en el campo internacional a través de sus expresiones técnico-militares. Aún la misma
posición geográfica de un Estado nacional sigue las innovaciones estructurales, incidiendo sobre ellas en cierta medida (en la medida en que las
superestructuras inciden sobre la estructura, la política sobre la economía, etc.)
Por otro lado, las relaciones internacionales inciden en forma pasiva o activa sobre las relaciones políticas (de hegemonía de los partidos). Cuando más
subordinada a las relaciones internacionales está la vida económica inmediata de una nación, tanto más un partido determinado representa esta situación
y la explota para impedir el adelanto de los partidos adversarios. El “partido del extranjero” es el partido más nacionalista, que representa la
subordinación y el sometimiento económico a las naciones o a un grupo de naciones hegemónicas.
Es el problema de las relaciones entre superestructura y estructura el que es necesario plantear exactamente y resolver para llegar a un análisis justo de
las fuerzas que operan en la historia de un período determinado y definir su relación. Es preciso moverse en el ámbito de dos principios:
1) ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vía de
aparición y desarrollo.
2) ninguna sociedad desaparece y puede ser sustituida si antes no desarrolló todas las formas de vida que están implícitas en sus relaciones.
En el estudio de una estructura es necesario distinguir los movimientos orgánicos (relativamente permanentes) de los movimientos que se
pueden llamar “de coyuntura” (y se presenta como ocasiones, inmediatos, casi accidentes).
● los fenómenos de coyuntura dependen también de los movimientos orgánicos, pero su significado no es de gran importancia histórica. Dan
lugar a una crítica política mezquina, cotidiana, que se dirige a los pequeños grupos dirigentes y a las personalidades que tienen la responsabilidad
inmediata del poder.
● Los fenómenos orgánicos dan lugar a la crítica histórica-social que se dirige a los grandes agrupamientos, más allá de las personas
inmediatamente responsables y del personal dirigente.
Crisis ideológicas Al estudiar un período histórico aparece la gran importancia de esta distinción. Tiene lugar una crisis que a veces se prolonga por
decenas de años. Esta duraciónexcepcional significa que en la estructura se han revelado (maduraron) contradicciones incurables y que las
fuerzas políticas, que obran positivamente en la conservación y defensa de la estructura misma, se esfuerzan sin embargo por sanar y por
superar dentro de ciertos límites. Estos esfuerzos incesantes y perseverantes (ya que ninguna forma social querrá confesar jamás que está
superada) forman el terreno de lo “ocasional” sobre el cual se organizan las fuerzas antagónicas que tienden a demostrar (demostración que en
última instancia se logra y es “verdadera” si se transforma en una nueva realidad, si las fuerzas antagónicas triunfan; pero inmediatamente se desarrollan
una serie de polémicas ideológicas, religiosas, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., cuyo carácter concreto es valorable en la medid en 1ue son
convincentes y desplazan la anterior disposición de fuerzas sociales) que existen ya las condiciones necesarias y significantes para que
determinadas tareas puedan y por consiguiente deban ser resueltas históricamente.
El error en que se cae frecuentemente consiste en no saber encontrar la relación justa entre orgánico y lo ocasional. Se llega así a exponer como
inmediatamente activas causas que operan en el cambio de manera mediata (exceso de economismo), o por el contrario a afirmar que las causas
inmediatas son las únicas eficientes (exceso de ideologismo). En un caso se sobreestiman las causas mecánicas, en el otro se exalta el elemento
voluntarista de lo individual.
La mediación dialéctica entre los dos principios metodológicos enunciados puede encontrarse en la fórmula política-histórica de la revolución
permanente.
Hay que analizar la situación para comprender el Estado de la relación de fuerzas y luego poder actuar.
● Cultura orgánica: momentos de organicidad, de reproducción automática (Orgánico hay organización, reproducción. Base económica).
● Cultura coyuntural: momentos en que afloran las contradicciones humanas (coyunturales hay crisis, contradicción).
Crisis es cuando lo que venía reproduciéndose orgánicamente empieza a chispear (y trastabillan todos los elementos). Es cíclico.
En la “relación de fuerzas” mientras tanto es necesario distinguir diversos momentos o grados, que en lo fundamental son los siguientes:
1) Una relación de fuerzas sociales estrechamente ligadas a la estructura objetiva, independiente de la voluntad de los hombres, que puede ser
medida con los sistemas de las ciencias exactas o físicas. Esta relación es lo que es, una realidad rebelde. Esta fundamental disposición de fuerzas
permite estudiar si existen en la sociedad las condiciones necesarias y suficientes para su transformación, o sea, permite controlar el grado de
realismo y de posibilidad de realización de las diversas ideologías que nacieron en ella misma, en el terreno de las contradicciones que generó durante
su desarrollo.
2) un momento sucesivo es la relación de fuerzas políticas, es decir, la valoración del grado de homogeneidad, autoconciencia y organización alcanzado
por los diferentes grupos sociales. Este momento puede ser subdividido en diferentes grados que corresponden a los diferentes momentos de la
conciencia política colectiva:
● Económico-corporativo
● Se logra la conciencia de la solidaridad de intereses entre todos los miembros del grupo social, pero todavía en el campo meramente
económico, Ya en este momento se plantea la cuestión del Estado, pero solo en el terreno de lograr una igualdad política-jurídica con los grupos
dominantes.
● Se logra la conciencia de que los propios intereses corporativos superan los límites de la corporación, de un grupo puramente económico y
pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la frase más estrictamente política, que señala el neto pasaje de
la estructura a la esfera de las superestructuras complejas, es la fase en la cual las ideologías ya existentes se transforman en partido, se confrontan
y entran en lucha hasta que una sola de ellas o al menos una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse, a difundirse por toda el área
social, determinando además de la unidad de los fines económicos y políticos, la unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones en torno a
las cuales hierve la lucha no sobre un plano corporativo sino sobre un plano universal y creando así la hegemonía de un grupo social fundamental
sobre una serie de grupos subordinados. El Estado es concebido como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables
para la máxima expansión del mismo grupo, pero este desarrollo y esta expansión son concebidos y presentados como la fuerza motriz de la expansión
universal, de un desarrollo de todas las energías nacionales. El grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los
grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y una superación continua de los equilibrios inestables entre los
intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen pero
hasta el punto en que chocan con el mezquino interés económico-corporativo
En la historia real estos momentos se influyen recíprocamente. Estas relaciones internas de un Estado-Nación se confunden con las relaciones
internacionales, creando nuevas combinaciones originales e históricamente concretas. Una ideología nacida en un país muy desarrollado se difunde
hacia países menos desarrollados, incidiendo en el juego local de las combinaciones.
3) El tercer momento es el de la relación de las fuerzas militares, inmediatamente decisivo según las circunstancias (el desarrollo histórico oscila
entre el primer y el tercer momento, con mediación del segundo). Aquí también se pueden distinguir dos grados: uno militar en el sentido estricto o
técnico-militar, y otro que puede denominarse político-militar. En el curso del desarrollo histórico estos dos graos se presentaron en una gran variedad de
combinaciones. La nación oprimida opondrá inicialmente a la fuerza militar hegemónica una fuera que será sólo política-militar, o sea, una forma de
acción política que posea la virtud de determinar reflejos de carácter militar en el sentido de que sea eficiente para disgregar íntimamente la eficacia
bélica de la nación hegemónica y que obligue a la fuerza militar hegemónica a diluirse y dispersarse en un gran territorio, anulando en gran parte su
capacidad bélica.
Otra cuestión es determinar si las crisis históricas fundamentales son provocadas inmediatamente por las crisis económicas. Se puede excluir que las
crisis económicas produzcan por sí mismas acontecimientos fundamentales; solo pueden crear un terreno más favorable a la difusión de
ciertas maneras de pensar, de plantear y resolver las cuestiones que hacen a todo el desarrollo ulterior de la vida estatal. Por oto lado, todas las
afirmaciones que conciernen a los periodos de crisis o de prosperidad pueden dar lugar a juicios unilaterales.
La ruptura del equilibrio de fuerzas no ocurre por causas mecánicas inmediatas de empobrecimiento del grupo social que tiene interés en romper el
equilibrio y de hecho lo rompe. Ocurre, por el contrario, en el cuadro de conflictos superiores al mundo económico inmediato, vinculados al prestigio de
clase, a una exasperación del sentimiento de independencia, de autonomía y de poder. La cuestión particular del malestar o bienestar económico
como causa de nuevas realidades históricas es un aspecto parcial de la cuestión de las relaciones de fuerzas en sus diversos grados.
Todos los elementos son la manifestación concreta de las fluctuaciones de coyuntura del conjunto de las relaciones sociales de fuerzas, sobre
cuyo terreno adviene el paisaje de éstas a relaciones políticas de fuerzas para culminar en la relación militar decisiva.
La observación más importante a plantear a propósito de todo análisis concreto de las relaciones de fuerzas es la siguiente:que tales análisis no pueden
y no deben convertirse en fines en sí mismos y que adquieren significado sólo en cuanto sirven para justificar una acción práctica, una iniciativa de
voluntad. Ellos muestran cuáles son los puntos de menor resistencia donde la fuerza de la voluntad puede ser aplicada de manera más fructífera,
surgieren las operaciones tácticas inmediatas, indican cómo se puede lanzar mejor una campaña de agitación política, qué lenguaje será el mejor
comprendido por las multitudes, etc.
Es una tarea esencial entonces velar sistemática y pacientemente por formar, desarrollar y tornar cada vez mas homogénea, compacta y
consciente de sí misma a esta fuerza.
GRAMSCI - WILLIAMS
Gramsci elabora la crítica al reduccionismo economicista marxista en la que se apoyará Williams después. En este sentido, postula que hay que
alejarse de los reduccionismos economicistas y eso se refiere a ampliar la metáfora de base-superestructura, sobre todo en función de la
determinación, considerando que la superestructura tiene también alguna autonomía relativa, digamos que no todo es tan lineal. La
superestructura no debe reducirse a cuestiones económicas (distinto del marxismo clásico). Desde la superestructura se crea el movimiento
revolucionario que se necesita.
Es decir, Gramsci y Williams son de distintos contextos y diversas tradiciones políticas e intelectuales.
GRAMSCI WILLIAMS
Italia – Primeras décadas del siglo XX Gran Bretaña – Mitad del siglo XX
Fue teórico y revolucionario comunista. No se trata de revolucionarios sino de un intelectual de izquierda.
Busca la toma del poder político por parte de la organización de
obreros y campesinos: transformar la sociedad a través de la acción
política y militar.
Quiere dar respuestas a la falla en la concepción de cultura: cómo
pensar la cultura en un marco de materialismo histórico.
Escritura fragmentada y clandestina. Lee a Gramsci cuando los textos son traducidos al inglés.
Su proyecto: quiere teorías para analizar la realidad y así poder
caracterizar cuál es el Estado de cosas, relaciones de fuerza y ver si
están dadas las condiciones para la revolución. Es un proyecto
intelectual dentro de la revolución. Los textos de la cárcel son para
llegar a las personas que están resistiendo.
Su proyecto: quiere desarrollar una teoría materialista de la cultura.
El concepto de Hegemonía, en la definición tradicional, refiere a la dirección política o dominación especialmente en las relaciones entre los Estados. El
marxismo amplió esta definición a la dirección o dominación entre las clases sociales, y es Antonio Gramsci, quien profundiza el desarrollo de este
concepto, tanto que puede considerarse un punto crítico en el desarrollo no solo de su obra sino de toda la teoría cultural marxista.
Gramsci distingue entre dominio y hegemonía, entendiendo al primero expresado en formas directamente políticas y, en tiempos de crisis, coercitivas, y al
segundo, la hegemonía, como una expresión de la dominación, pero desde un "complejo entrecruzamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales".
Para Raymond Williams, intelectual marxista de origen galés, que ha hecho maravillosos aportes a la creación de una teoría crítica de la cultura, la
hegemonía es esto, o "las fuerzas activas sociales y culturales que constituyen sus elementos necesarios"*.
Williams define a una cultura como un "proceso social total", y plantea que la hegemonía va más allá que el concepto de cultura porque relaciona a este
proceso con las distribuciones específicas del poder.
De esta manera el concepto de hegemonía cultural revoluciona la forma de entender la dominación y la subordinación en las sociedades actuales. Si bien
es cierto que los que detentan la dominación material son también los que ejercen la dominación espiritual, lo que resulta decisivo no es solamente el
sistema consciente de creencias, significados y valores impuestos, es decir la ideología dominante, sino todo el proceso social vivido, organizado
prácticamente por estos valores y creencias específicos.
La ideología constituye un sistema de significados, valores y creencias relativamente formal y articulado, que conforma una concepción universal o una
perspectiva de clase. En el proceso de "imposición" de esta ideología, la conciencia relativamente heterogénea, confusa, incompleta o inarticulada de los
hombres es atropellada en nombre de este sistema decisivo y generalizado. Plantea Williams que "en una perspectiva más general, esta acepción de
"una ideología" se aplica por medios abstractos a la verdadera conciencia tanto de las clases dominantes como de las clases subordinadas. Una clase
dominante tiene esta ideología en formas simples y relativamente puras. Una clase subordinada, en cierto sentido, no tiene sino esta ideología como su
conciencia (...) o en otro sentido, esta ideología se ha impuesto sobre su conciencia -que de otro modo sería diferente- que debe luchar para sostenerse
o para desarrollarse contra la ideología de la clase dominante".
Habitualmente el concepto de hegemonía se vincula a estas definiciones, sin embargo, debe diferenciarse en lo que refiere a su negativa a igualar la
conciencia con el sistema formal articulado que es la ideología. Esto no excluye los significados, valores y creencias que propaga la clase dominante,
pero no se iguala con la conciencia, no se reduce la conciencia a la ideología dominante, sino que "comprende las relaciones de dominación y
subordinación según sus configuraciones asumidas como conciencia práctica, como una saturación efectiva del proceso de la vida en su totalidad; no
solamente de la actividad económica y política, no solamente de la actividad social manifiesta, sino de toda la esencia de las identidades y las relaciones
vividas a una profundidad tal que las presiones y límites de lo que puede ser considerado en última instancia un sistema cultural, político y económico nos
dan la impresión a la mayoría de nosotros de ser las presiones y límites de la simple experiencia y del sentido común".
Y quizás la experiencia histórica del llamado "socialismo real", sea una muestra práctica de la incomprensión de la profundidad de los procesos
hegemónicos. Si la Unión Soviética hubiese sido capaz de construir una hegemonía cultural alternativa a la que se intentó desplazar con la revolución de
octubre, en lugar de atenerse a imponer una nueva ideología dominante, seguramente otra hubiese sido la historia.
En este sentido la hegemonía no es solamente el nivel superior articulado de ideología y sus formas de control y dominio, sino que esta constituye todo
un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones definidas que
tenemos de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. La hegemonía cultural es entonces un "sentido de la realidad". Tanto que Williams llega a
afirmar que "en el sentido más firme, es una cultura, pero una cultura que debe ser considerada asimismo como la vívida dominación y subordinación de
clases particulares".
Dos ventajas se desprenden de la utilización práctica del concepto: En primer lugar, la incorporación del problema de la hegemonía cultural para el
análisis de las sociedades actuales y sus formas de dominación, está más a tono con los procesos normales de organización y control social que hoy
vivimos. Mucho más que lecturas que aún se sujetan a hacer mecánicos paralelismos entre nuestra realidad y la de situaciones geográficas e históricas
muy distantes a nosotros, en general en fases de desarrollo de las tecnologías de la dominación más simples y primitivas. Basta con echar un vistazo a
las variadas lecturas que la izquierda hizo de los significados del 19 y 20 de diciembre de 2001 y de todo el proceso de recomposición del poder hasta
nuestros días, para dar cuenta de la importancia de mejorar las herramientas conceptuales con las que analizamos los procesos políticos (recordemos
que hubo quienes creyeronver el febrero ruso en el diciembre argentino).
Cuando Gramsci insiste en la necesidad de la creación de una hegemonía alternativa, y desarrolla su idea del pase de la guerra de maniobras a la guerra
de posiciones, está entendiendo que con el desarrollo de las sociedades no se podía seguir con las mismas formas de lucha. La incorporación del
concepto de hegemonía cultural al análisis político conduce a un "sentido de la actividad revolucionaria mucho más profundo y activo que en el caso de
los esquemas persistentemente abstractos derivados de situaciones históricas sumamente diferentes".
En segundo lugar, la apropiación de este concepto, implica un modo completamente diferente de pensar y comprender la actividad cultural como tradición
y como práctica. Desde esta perspectiva, el trabajo y la actividad cultural no constituyen de manera habitual una superestructura. No sólo por la
minuciosidad y profundidad con la que se vive una hegemonía cultural, sino porque la tradición y la práctica cultural pasan a ser comprendidas como algo
más que expresiones superestructurales de una base económica y social determinada. Por el contrario, ahora se hallan entre los procesos básicos de la
propia formación, y vinculadas a un área de realidad mucho mayor que las abstracciones de la experiencia económica. El pueblo utiliza sus recursos
físicos y materiales en lo que una sociedad define como "ocio", "entretenimiento" y "arte". Desde esta óptica, todas estas experiencias y prácticas
culturales, que integran una parte importante de la realidad de una sociedad y de su producción cultural, pueden ser comprendidas tal como son, es decir,
sin ser reducidas a otras categorías y sin la característica tensión necesaria para encuadrarlas como reflejos o mediaciones dentro de otras relaciones
políticas y económicas determinadamente manifiestas. Y a su vez, esta perspectiva conceptual nos permite, aún cuando no reducimos estas
manifestaciones a una superestructura, seguir considerándolas como elementos de una hegemonía.
Advierte Williams los riesgos de llevar el concepto de hegemonía a una "totalización abstracta". Si bien el concepto debe tener una tendencia
totalizadora, la abstracción de esto puede llevarnos a una utilización errónea en la práctica. Una hegemonía existente es siempre un proceso, nunca algo
estático, inmóvil o inmodificable. "Es un complejo efectivo de experiencias, relaciones y actividades que tiene limites y presiones específicas y
cambiantes". Y por otra parte, nunca se da de modo pasivo como sistema de dominación: es continuamente renovado, recreado, defendido y modificado.
Así como también es continuamente, resistido, limitado alterado desafiado por presiones que no le son propias. Es por esto que, pegado al concepto de
hegemonía, encontramos al de contrahegemonía y al de hegemonía alternativa.
Desde un sentido político y cultural, la realidad de toda hegemonía es que, mientras por definición es siempre dominante, nunca lo es de modo absoluto o
exclusivo. En todo momento las formas de oposición o alternativa de la cultura y la política constituyen elementos significativos de la relación de fuerzas
general de la sociedad, entendiendo lo alternativo u opuesto como formas que han tenido un efecto decisivo en el propio proceso hegemónico.
"Una hegemonía estática -dice Williams- del tipo indicado por las abstractas definiciones totalizadoras de una "ideología" o una "concepción del mundo"
dominante, puede ignorar o aislar tales alternativas y tal oposición; pero en la medida en que estas son significativas, la función hegemónica decisiva es
controlarlas, transformarlas o incluso incorporarlas".
Al reconocer esto, es necesario comprender que es un reduccionismo incorporar a todas las iniciativas o prácticas culturales a los términos que plantea la
hegemonía dada. Y en esto se diferencia de la superestructura, no todo lo que produce y crea el hombre está integrado a la hegemonía, muchas
manifestaciones culturales alternativas se mantienen al margen o se hallan en oposición a la hegemonía, aún sufriendo sus límites y presiones.
Por tanto, "la parte más difícil e interesante de todo análisis cultural, en las sociedades complejas, es la que procura entender lo hegemónico en sus
procesos activos y formativos, pero también en sus procesos de transformación. Las obras de arte, debido a su carácter fundamental y general, son con
frecuencia especialmente importantes como fuentes de esta compleja evidencia".
¿Cuál es el lugar que ocupa entonces la cultura alternativa, de oposición o contracultura? Puede decirse que todas o casi todas las iniciativas y
contribuciones, aún cuando sean manifiestamente alternativas o de oposición, en la práctica se hallan vinculadas a lo hegemónico. He aquí la
profundidad de la hegemonía cultural. Para decirlo más simple: la cultura dominante produce y limita a la vez sus propias formas de contracultura.
De todas formas, y aún asumiendo la profundidad de las hegemonías culturales, sería un gran error descuidar la importancia de las manifestaciones
culturales que, aunque se encuentren afectadas por los límites y las presiones hegemónicas, constituyen -al menos en parte- rupturas significativas y aún
cuando pueden -también en parte- ser incorporadas o neutralizadas, en lo que refiere a sus elementos más activos pueden mantener su independencia y
originalidad.
Los desafíos para la cultura revolucionaria son inmensos, la hegemonía cultural instalada en nuestra sociedad tiene bases muy firmes y gran capacidad
de renovación. El desarrollo de la estrategia de poder popular nos desafía a potenciar los embriones de contrahegemonía, a construir una poderosa
hegemonía alternativa que le permita al bloque popular en formación convertirse en un bloque potencialmente hegemónico. Y aquí nos topamos con una
paradoja: para que los esfuerzos populares, nuestras luchas, nuestras experiencias, sean cristalizadas en una hegemonía alternativa del campo popular,
es decir, en la constitución de un nuevo bloque histórico, nuestro pueblo necesita de una fuerza política alternativa que sea expresión del pueblo y de los
movimientos sociales en la lucha por construir un poder popular. Es decir: la lucha por la construcción de una hegemonía cultural alternativa, no se define
exclusivamente en el terreno de la batalla cultural, sino fundamentalmente en el campo de la construcción política. La lucha política, la lucha por el poder,
es un complejo proceso histórico en donde el entrecruzamiento de fuerzas sociales, políticas y culturales transformadoras, debe hacer nacer un sistema
de fuerzas capaz de oponer alternativa en todos los terrenos en donde el bloque dominante realiza su hegemonía. Saber dirigir los esfuerzos en este
sentido, en cada momento político, en cada terreno en el que se manifiesta la lucha, es el desafío intelectual y práctico más importante que tenemos las
organizaciones con vocación revolucionaria.
HOGGART: LA CULTURA OBRERA EN LA SOCIEDAD DE MASAS (1957)
INTRODUCCION
Es mencionado en el texto de Hall (“Estudios Culturales: dos paradigmas”). Hoggart escribe “La cultura obrera en la sociedad de masas” que es
considerado uno de los textos fundadores de los Estudios Culturales Británicos (junto con Thompson y Williams).
Habla de la cultura obrera, su familia, se inclina mucho al género de la mujer (él pertenece a la clase obrera, habla desde la experiencia).
Cuando habla de las actitudes de la clase obrera frente a los patrones, toma una posición interesante. Analiza los mensajes de los medios de
comunicación (los poderosos) cuando llegan a las tradiciones. El encuentro entre estos medios (industria cultural, aunque no lo mencione) y la cultura de
masas o cultura obrera es complicado.
● El objeto de estudio es la cultura de un grupo social subordinado: la clase obrera.
● Contexto de Estado de bienestar social.
● Son conceptos puestos en práctica por el analista. Hay una investigación.
PREFACIO
El objetivo del texto está expresado al comienzode éste. Este libro trata de los cambios que han ocurrido en la cultura de la clase obrera inglesa durante
los últimos 30 o 40 años, especialmente a partir de la influencia creciente de las publicaciones de masas. Considero que podrían obtenerse resultados
similares si se analizan otras formas de diversión, sobre todo el cine, la radio y la televisión.
En cuanto al origen de la información, debo mencionar que gran parte esta basada en la experiencia personal, y no pretende tener el carácter científico
de la encuesta sociológica.
Tiene una primera parte denominada “Un viejo orden” (contexto de la clase obrera), y una segunda llamada “La tradición cede paso a las nuevas
tendencias” (análisis literario de las publicaciones populares, se trata de las fuerzas que han influido en la transformación de las actitudes y que podrían
determinar la evolución hacia una sociedad en la que las diferencias culturales entre las clases fuesen menos marcas.
APUNTES
Si bien es cierto que hay una integración de clases, las diferencias (la cuestión de clases y superioridad de éstas) aún persisten.
Describe la aparición de los medios de comunicación en un ámbito muy cerrado. Este carácter cerrado de la cultura obrera tiene un sentido. En relación
no la actitud de éstos ante los medios se habla de “resistir”, reforzar lo particular, lo distinto. Puede haber resistencias más y menos activas.
SE vincula con el capítulo de Williams de “Tradiciones”. Es una tradición de la cultura obrera ser una cultura oral (lo escrito lo trae el modernismo
burgués, vinculado con el Estado benefactor y la capacidad de leer y escribir). Vinculo con el título original del libro: “Uses of literacy” (literacy =
capacidad de leer y escribir).
Hereda y refuerza la tradición. Hay un refuerzo de la tradición como modo de resistencia (nosotros contra ellos). En el discurso, el uso del habla, se
afirma una identidad cultural. Todas las fuerzas residuales alternativas son resistencia (vinculación con Williams).
Horizontalidad de los lazos “adentro” contra el “afuera”. Trabaja con la solidaridad: deben estar juntos por una cuestión de supervivencia. Ligado a esto
esta la tolerancia, la compresión (Gramsci también vio esto: el sujeto de la revolución se construye con la conciencia práctica – lo saben, tienen que estar
juntos). La razón de la solidaridad es el no endeudarse, el compartir las humillaciones, las faltas, etc.
Vinculación con Gramsci: obra popular. Toma frases y refranes populares. No importa lo que digan sino usarlos, reafirmarlos. Dentro del refrán hay un
momento de buen sentido: hay que aceptar las cosas como son (“es lo que hay”). Si bien el sentido común es impuesto por los dominantes. hay
momentos de buen sentido. Hay que calmarse, tener paciencia, pero darnos cuenta de las condiciones reales.
Le otorgan al lenguaje una importancia para analizar lo social. No debe despreciarse el lenguaje popular.
¿QUIÉNES CONSTITUYEN LA “CLASE OBRERA”?
En primera instancia, elabora qué es para él la clase obrera. Se afirma a menudo que ya no existe la clase obrera en Inglaterra, que las diferencias
sociales se han reducido, gracias a una “revolución sin sangre”, y que la mayoría constituimos una base bastante homogénea, que abarca desde la clase
media baja hasta la clase media alta. Esta afirmación encierra cierta verdad. La clase obrera ha mejorado su nivel de vida, ha adquirido bienes y
creciente poder, pero especialmente el que ya no se sienta parte de las “clases bajas”. Aún consideran que hay otras clases, por encima de ellos,
ero esto se ha ido perdiendo.
A pesar de estos cambios, las actitudes se han modificado más lentamente de lo que pensamos. Podemos tener serias dudas sobre la cantidad de la
vida actual del obrero y especialmente sobre la velocidad con la que ésta se va deteriorando. Sin embargo, algunas de estas tendencias hacia el
deterioro han sido posibles porque se han identificado con actitudes tradicionales que no eran del todo admirables. A pesar de que los males
contemporáneos que llaman la atención del observador ciertamente existen, sus efectos no han sido tan considerables como pareciera; en parte, quizá,
porque la clase obrera aún conserva algo de esa vieja resistencia interior.
No cabe duda que este mito se sustenta, en general, en una gran admiración hacia la calidad potencial de la clase obrera y la consiguiente lástima por su
situación. Esta tendencia se ve reforzada por la actitud de los intelectuales de clase media con marcada conciencia social. Posiblemente esto se deba a
que la mayoría de los obreros que han conocido estos intelectuales constituyen, en sí, una categoría particular, producto de la autoselección: hombres y
mujeres jóvenes que asisten a los cursos de verano, individuos excepcionales a quienes su cuna ha privado de su herencia intelectual y que han hecho
admirables esfuerzos por acceder a ella. Su sola presencia, es el resultado de un deseo de alejarse del mundo en que viven la mayoría de sus
compañeros sin ningún conflicto aparente.
Estas apreciaciones varían, desde la leve exageración en la descripción de aspectos típicos de su vida que han hecho varios grandes novelistas, hasta
las fantasías baratas de ciertos escritores. También debemos ser cautelosos en cuanto a las interpretaciones de los movimientos obreros que hacen los
historiadores. El tema resulta a tal grado fascinante y conmovedor, y existe tal cantidad de material sobre las aspiraciones sociales y políticas de la clase
obrera, que es fácil que el lector suponga que tal es la historia de la clase obrera, y no de una minoría. Da la impresión de que los autores sobrestiman el
lugar que ocupa la actividad política en la vida del obrero, y de que realmente no conocen a fondo sus raíces. La versión que un marxista de la clase
media tiene de la clase obrera a menudo incluye algunos de los errores antes mencionados.
Sin embargo, algunas novelas realmente nos han acercado a la esencia de la vida del obrero. También lo han logrado, a su manera, las encuestas
sociológicas que sobre la clase obrera se han realizado en los últimos 20 años. Una encuesta sociológica puede o no sernos de utilidad, pero es preciso
que intentemos ver más allá de los hábitos para comprender lo que éstos representan; no tomar las afirmaciones al pie de la letra, sino leer entre líneas
lo que realmente significan, detectar las diferentes intensidades de emotividad que hay detrás de las frases idiomáticas y de los rituales.
Mi origen social me ayuda a plasmar los sentimientos de la clase obrera y a no caer en algunos de los lugares comunes en los que suele caer
un extraño. Sin embargo, estar involucrado emocionalmente tuene sus peligros. Por ejemplo, considero que los cambios que se han mencionado en la
segunda parte del libro han hecho que la clase obrera pierda una valiosa cultura propia, a cambio de la cual ha recibido mucho menos de lo que debería
aceptar.
Las publicaciones de masas, de donde obtuve la mayor parte de mi información, afectan a un grupo mucho más amplio que la clase obrera, a la que
conozco de cera. De hecho, al ser publicaciones que no pretenden dirigirse a una clase específica, afectan a todas las capas de la sociedad. Tomé un
grupo bastante homogéneo de personas de la clase obrera; traté de evocar su atmósfera y su calidad de vida, a través de la descripción de su escenario
y sus actitudes. Con este telón de fondo, es posible apreciar cómo los difusos estímulos de las publicaciones de masas están relacionados con actitudes
comúnmente aceptadas, cómo las están alterando y cuál es la resistencia que encuentran. Las actitudes descritas en la primera parte son compartidas
por otros grupos que también forman parte de las “personas comunes y corrientes”, lo cual confiere a éste análisis una mayor relevancia. En particular,
muchas actitudes de éstas pueden atribuirse a quienes frecuentemente se denomina la “clase media baja”.
El escenario y la comprobación de las actitudes están tomados principalmentede mi experiencia en las zonas urbanas del norte de Inglaterra durante
los años 20 y 30.
La gente de la clase obrera generalmente no se siente parte de un grupo “inferior”, como sucedía hace una o dos generaciones. Sin embargo, las
personas que recuerdo aún conservan la sensación de pertenecer a un grupo propio, sin que esto implique necesariamente un sentimiento de
inferioridad ni de orgullo. Sienten que son “clase obrera” en gustos y costumbres, en que “pertenecen” a ella.
Mi experiencia está más ligada a quienes viven a lo largo de kilómetros de las casas amontonadas y humeantes de Leeds. Generalmente, la casa es
alquilada y cada vez con más frecuencia se ubican en las nuevas áreas. La mayoría de los habitantes que trabaja de empleados perciben un jornal, y no
un sueldo (jornal que se les paga semanalmente) y la mayoría carece de otra fuente de ingresos. Algunos trabajan por su cuenta, otros prestan servicios.
Supongo que en la mayoría de las familias aquí descritas el jefe de familia percibe un jornal semanal de 9 o 10 libras esterlinas.
La mayoría se educó en lo que hoy llamamos una escuela secundaria moderna, aunque popularmente se le sigue conociendo como “escuela
elemental”. Por lo general, trabajan de obreros calificados o no calificados, o de artesanos, y quizá aprendices.
Mis indicadores serán el habla, en especial el cúmulo de frases de uso común, el estilo de habla, el uso de dialectos urbanos, el acento, la entonación.
Existen múltiples detalles que nos permiten distinguir, a partir de la experiencia cotidiana, a las personas de clase obrera, tales como la costumbre de
pagar en pequeños abonos mensuales, o el que todo obrero está registrado en la “lista de pacientes” del médico de la localidad.
Tratar de aislar a la clase obrera no implica que no exista un gran número de diferencias, matices y distinciones de clase dentro del mismo grupo. De
hecho, hay un amplio rango de posibilidades para catalogar a los demás. A lo largo de una misma calle hay complejas diferencias de categoría social y
de “posición”. También hay diferencias de grado entre moradores.
Hasta cierto punto, existe también una jerarquía por especialización en cualquier tipo de calles. Un hombre acaso tenga fama de “intelectual” porque
posee una hilera de enciclopedias empastadas a la que siempre hace referencia y que con gusto compartirá, otro es buen “escribiente” por lo que ayuda
a llenar las formas. Este tipo de especialización está desapareciendo en los grandes centros urbanos de clase obrera que conocí cuando yo era niño.
Es posible, por lo tanto, generalizar, sin que esto implique que toda la clase obrera coincide en actitudes o creencias respecto al matrimonio o la religión;
por otra parte, no hay manera de analizar una cultura sino a través de las constantes de la uniformidad. Me ha interesado la mayoría que toma la vida
tal como viene, aquéllos a los que algunos líderes sindicales llaman “la gran masa apática”, a quienes los compositores mencionan como “la
gente sencilla”, y a quienes la propia clase obrera describe como “la gente común y corriente”.
La estricta división entre actitudes “nuevas” y “viejas” tiene el propósito fundamental de la claridad, aunque de ninguna manera indica una sucesión
cronológica rígida. Lo que se conoce como actitudes “viejas” contienen elementos que han existido desde hace mucho tiempo; de hecho, la visión de la
“gente común” de cualquier generación y de cualquier lugar las incluye. Al describir las actitudes viejas me he basado principalmente en los recuerdos de
mi infancia, ya que las viví en su punto más extremo con los adultos de aquel entonces. Esa generación creció en un medio urbano y entre muchas
dificultades pero no experimentó en el transcurso de su juventud el asalto de los mensajes culturales transmitidos por la prensa, la radio, la televisión y
los cines baratos. Pero estas actitudes “viejas” no se encuentran sólo entre los ancianos: forman un telón de fondo en la vida de buena parte de la
juventud.
Muchos de los valores que se resaltan como de la clase obrera tienen una profunda consistencia entre los trabajadores de la mayoría de los países de
Europa. Mi argumento no es que hace una generación había en Inglaterra una cultura urbana “auténticamente popular”, que en la actualidad ha
sido sustituida por una cultura urbana de masas, sino que los estímulos de quienes controlan los medios masivos de comunicación son ahora,
por muchas razones, más insistentes, eficaces, globales y centralizados que antes; que estamos yendo hacia la creación de una cultura de
masas; que los residuos de lo que era, por lo menos parcialmente, una cultura urbana popular, están siendo destruidos, y que la nueva cultura
urbana de masas es en muchos aspectos menos sana que la cultura primitiva a la que intenta reemplazar.
Generalmente se acepta que, en Inglaterra, la pauta del desarrollo futuro se dio alrededor de 1830. Mi familia entró en este proceso un tanto tardíamente.
Mi abuela se casó con un primo suyo, la familia era todavía rural. Hacia 1870 mi abuela y su marido se mudaron a esa ciudad en expansión, a trabajar en
las minas de acero de la zona sur. En el norte y en el centro la gente joven dejaba sus pueblos, y las ciudades comenzaron a manchar la campiña con
construcciones de baja calidad. No había suficientes servicios médicos, educativos ni sociales; las calles carecían de limpieza e iluminación adecuadas, y
cada vez estaban más atestadas de familias cuya pauta de vida era en gran medida rural. Muchos morían jóvenes.
En nuestra familia, ella fue la pionera, y por lo tanto, solo parcialmente una habitante de ciudad, mientras que la segunda generación, la de sus hijos,
creció, en el período entre la tercera acta de reforma y la guerra de los boers, en medio de una serie de leyes sobre educación, vivienda,
fábricas y salud pública. Los chicos iban a la escuela primaria, y de ahí a la fábrica de acero o, en el caso que tuvieran ciertas aspiraciones, a trabajos
menos sucios, lo que se consideraba casi como un paso ascendente en la clase social. A las chicas, una tras otra, se las fue tragando la creciente
demanda de costureras y modistas.
La generación de mis padres y tíos formaba parte de la nueva generación, y ese mundo les ofrecía grandes ventajas: ropa y comida variada y barata,
carne congelada por unos cuantos peniques el kilo, piñas enlatadas casi regaladas, dulcen enlatados a bajísimo precio, pescado y papas fritas a la vuelta
de la esquina. También había medios de transporte cómodos y asequibles, como los tranvías y medicinas empacadas que podían conseguirse en
cualquier tienda.
Esta segunda generación tuvo menos hijos y mayor presión de la organización de la vida urbana; sin embargo, se sentían contentos de que “los
muchachos tuvieran más oportunidades en la vida”, pero se preocupaban de que no pudieran terminar la escuela. Mi generación, desde que nacimos
hemos sido habitantes de las ciudades, de tranvía y autobús; hemos formado parte de la intrincada red de servicios sociales, cadenas de tiendas, cines,
viajes al mar. Para nosotros, el campo no es nuestra casa.
LA TRADICIÓN ORAL, RESISTENCIA Y ADAPTACIÓN: UNA MANERA FORMAL DE VIDA
Si escuchamos al obrero, tanto en el trabajo como en el hogar, nos sorprenderá el poco efecto que ha tenido medio siglo de periódicos y cine popular
sobre el habla común y en el grado en que ésta se sigue basando en la tradición oral y local. Sin dudan esta tradición se está debilitando, pero aún
persiste.
Entre la gente de edad madura, y aun entre los jóvenes, persisten las viejas formas de habla mucho más de lo que nos imaginamos; no como algo vital,
sino formal. La utilizan mecánicamente, de memoria, sin ningún significado, sin conexión alguna con su modo de vida. Si únicamente nos fijamos en el
contenido de estas frases (la aceptación de la muerte, la burla y a la vez aceptación del matrimonio) casi podríamos convencernos de que las actitudes
de antaño no se han alterado. La verdadesta entre los dos extremos: la persistencia de gran cantidad de formas antiguas de habla no indica una
poderosa continuidad de la tradición, aunque ésta no haya muerto del todo. Sirve de referencia, de respaldo, como la imagen de algo confiable
en un mundo que no es fácil de entender. Los aforismos proporcionan cierta tranquilidad, dice la gente, y en realidad hay docenas de variantes de esa
frase. Por otra parte, no debe sorprendernos que una misma frase se utilice con sentidos opuestos, en realidad, las frases populares jamás se utilizan
como parte de un razonamiento o de una argumentación intelectual.
Lo mismo puede afirmarse del arraigo que tienen la superstición y el mito. El mundo de la experiencia está plagado de hitos, que podrían dividirse en dos
grupos: cosas o situaciones que son “de buena suerte” y las que son “de mala suerte”. La superstición se aferra, especialmente, a cualquier cosa que
afecte la salud. Probablemente mi generación sea la última a la que le hayan curado casi todos los males infantiles con azufre y miel, pero la receta aún
perdura.
La mayoría de los mitos han existido desde hace mucho tiempo, y algunos se están perdiendo lentamente. Sin embargo, algunos nuevos surgen de vez
en cuando. He notado especialmente algunos sobre personajes del mundo exterior. Dentro del folclor más elemental de la clase obrera se tiende a
engrandecer las figuras públicas.
Ciertamente, la superstición no es prerrogativa de la clase obrera. Se da también en otras clases, aunque la gente del pueblo tiene una manera peculiar
de aferrarse a las consejas. Repite las frases, pero siempre con la salvedad preliminar “Dicen que…” El cambio es muy lento, y a la gente no le
preocupa las incongruencias; cree y no cree. Sigue repitiendo viejos refranes y atacando sus sanciones y licencias. La tradición oral aún es
muy fuerte.
Lo mismo sucede con otros aspectos de la vida de la calase obrera. No se trata de una continuidad de actitudes o de una simple forma de resistencia
pasiva. La clase obrera tiene una habilidad natural para sobrevivir al cambio, asimilando las cosas nuevas que le convienen y desechando el
resto.
Vivir entre la clase obrera, aun hoy, significa pertenecer a una cultura difusa, que resulta tan formal y estilizada como la de la clase alta. Para conocer la
rutina de la clase obrera, es necesario observar cientos de detalles que la caracterizan.
La mayoría de los mensajes que los medios de comunicación envían a la clase obrera realmente no la afectan de manera significativa. Quizá
haya una verdad profética (más adelante) en la tesis de “las grandes masas anónimas, cuyas respuestas son absolutamente uniformes”. Sin
embargo, esta consideración responde más al MITO que a la realidad; si no se puede reducir a la mayoría de la clase obrera a la situación de
consumidores pasivos de la cultura de masas, es porque en general sus integrantes están “ausentes”, viven en otro mundo, intuitivamente (no
consciente), de donde siguen sacando sus expresiones, mitos, aforismos y rituales. Si bien esta defensa (como escudo) ancestral los salva de
los peores efectos de las agresiones de los medios de comunicación de masas, su simplicidad también los convierte, en otras formas, en
presas fácil de estos embates. La vida moderna los ha afectado en aquellos aspectos en los que sus antiguas tradiciones hacen a estas
personas más vulnerables e indefensas. Se puede vincular con la cultura como estilos de vida (Williams).
“HOGAR, DULCE HOGAR”
Cuanto más observamos a la clase obrera y tratamos de aproximarnos a su estilo de vida, más nos percatamos de que el origen de sus actitudes es el
gusto por lo concreto y el apego a su grupo, que se manifiestan en la importancia que atribuyen a la familia y al vecindario. Esto permanece inalterable.
Resulta significativo que las revistas para jóvenes y amas de casa de clase obrera utilicen con frecuencia el término “pecado”. Esto es cualquier
acto contrario a los ideales del hogar y familiar, que pudiera poner en peligro la unidad del hogar. El bienestar que produce la familia quizá se valores hoy
más que nunca, cuando todo parece tan incierto y agresivo.
La clase obrera tiene un fuerte sentimiento de apego a la vida doméstica. La insistencia en la intimidad del hogar surge de ese sentimiento,
reforzado por la experiencia de que, aunque los vecinos sean de “tu clase” y te ayuden en un momento delicado, siempre tienen a habladurías. El “¿qué
dirán los vecinos?” es una preocupación fundamental entre ellos. El círculo familiar incluye a los miembros inmediatos del hogar, hijos casados y sus
familias, así como a amigos cercanos que “acostumbran caer” de vez en cuando.
En el interior, la decoración ha cambiado poco. Al hacer memoria sobre la casa en que viví, puedo decir que el “salón de estar” debe tener tres
características: ser acogedor, tener calor de hogar y comida en abundancia. El salón de estar es el corazón de la familia y, por lo mismo, quizá resulte un
poco sofocante para el visitante de clase media. No es un centro social, sino un centro familiar. El hogar esta reservado a la familia inmediata, así como a
quienes “significan algo”.
El hogar es un escenario congestionado, una cueva alejada del mundo exterior. No hay teléfono, y las llamadas a la puerta son muy raras. Sin embargo,
el grupo, aunque restringido, no es privado; es un grupo gregario en donde se compare casi todo, incluso la personalidad: “nuestra mamá” es una forma
común de referirse a los seres queridos. Estar a solas, pensar a solas, leer a solas es difícil. En medio del ruido del radio o la televisión, cada quien hace
algo, hay plática intermitente. En algunas casas más cuidadas, la unidad familiar se simboliza a través de un tapete fabricado en casa, frente al hogar.
El calor del hogar es lo más importante. Sentirse cómodo y calentito amerita todos los cuidados. Una buena ama de casa sabe que “mantener un
buen fuego” es fundamental, y es probable que esto le preocupe más que comprar ropa de lana de mejor calidad; el fuego se ve y se comparte.
“Una buena mesa”, es igualmente importante. Esto significa una mesa repleta, más que con alimentos equilibrados. “La comida casera” siempre
es mejor que cualquier otra. En cambio, consideran que la comida de los cafés está adulterada. “Algo sabroso” es la frase clave para la comida: significa
algo sólido, de preferencia con carne, y con sabor bien definido. En la actualidad se come bastante carne, desde que se convirtió en alimento accesible
para la población, y cualquier esposa de la clase obrera que haya pasado penurias económicas conocerá perfectamente los cortes que, in ser caros,
resultan nutritivos y sabrosos.
La función de la comida sabrosa y llenadora como elemento compensatorio es bastante explícita: “mientras tengas algo bueno dentro, no puedes
quejarte”; es necesario que la comida de los obreros sea rica en proteínas, pues realizan trabajos pesados. Como cualquier otro estilo de vida con un
centro firme, tiene un poderoso arraigo, la gente de la clase obrera generalmente es muy sentimental.
Lo importante es la pauta de conducta que prevalece desde hace mucho tiempo. En muchos aspectos, la vida del obrero es una vida agradable y
buena, basada en el cuidado, el afecto, la sensación de grupo pequeño, más que individual. Es compleja y desordenada, y sin embargo sobria. No es
ridícula, ni caprichosa, ni afeminada. A pesar que parezca sucia y descuidada, la pauta persiste, afianzada por un sentimiento inconsciente, pero
fuerte, de lo que representa el hogar. La vieja tradición está siendo invadida en éste y en otros terrenos. Sin embargo, el fuerte arraigo por el
hogar garantiza que la asimilación sea lenta. Generaciones de oposición a la principal causa de ruptura hogareña, “el alcohol”, han ayudado a
construir una sólida resistencia a otros posibles destructores.
La madre
La madre ocupa una posición central dentro de la familia. Constituye el pivote de la casa, ya que vive dedicada a ella. Más queel padre, es ella quien
mantiene unido el hogar. El efecto de este encierro es tan fuerte que, para aquellas mujeres que no son muy fuertes o imaginativas, puede ser un
empobrecimiento de la personalidad: su mundo se ha convertido en un claustro donde nada que no sea la familia tendrá sentido.
Es una vida difícil. La madre debe estar “al pie del cañón” desde que se levanta hasta que se acuesta. Ella cocina, remienda, talla, lava, cuida a los niños,
hace las compras y satisface los deseos de su marido. El poco tiempo libre lo ocupan en remendar y parchar y, de vez en cuando, en hacer ropa para los
niños.
Todo se dificulta más porque, en la mayoría de los casos, hay poco espacio para operaciones financieras. Sólo hay lo suficiente para “irla pasando”. El
dinero para la casa generalmente está “comprometido” hasta el último penique. El presupuesto familiar es siempre tan restringido que administrarlo
requiere no de poca habilidad. Desde el momento que se casa, la esposa sabe que tendrá que “apretarse el cinturón” para que el dinero alcance. En
general, es una vida de restricciones.
No obstante, por regla general, las amas de casa están condenadas a interminables cálculos para ajustar el presupuesto, tanto porque no tienen un buen
equilibrio financiero como porque, sin darse cuenta, dejan que las deudas comiencen a acumularse. Siempre es la esposa la que tiene que hacer las
cuentas semanales. Los clubes de venta a crédito tienen cada vez más clientela de la clase obrera.
La vida se vive semana a semana, con pocas posibilidades de ahorrar. No tienen en cuenta en el banco, ni seguro de enfermedad, salvo el seguro social,
quizá el de alguna mutualista, pero seguramente por muy poco. Si “el señor está enfermo” los problemas son verdaderamente graves. La vieja costumbre
de cuidar a los que ganan el salario, especialmente en lo que se refiere a comida, aún persiste. También sigue la presión por “mantenerse juntos”. De otra
manera, el barco se hundiría. Una esposa vive contenta si puede “irla pasando”, con algunos ingresos extra al final de la semana.
Como en otros aspectos de la vida doméstica, la mujer es por tradición la responsable. El marido sale a ganar el pan. El quiere comida y su propia
satisfacción cuando regresa a la casa.
A los 45 o 50 comienzan las enfermedades. Durante los períodos de mayor pobreza, ella comenta que “está envejeciendo”. En general la madre de clase
obrera no dispone de mucho tiempo para ir al médico. Si se siente demasiado mal, va a la clínica por algún medicamento, pero generalmente la larga
espera o la vergüenza de darle molestias al doctor hacen que la mayoría de las veces no lo visite. Prefiere comprar medicinas de patente que le
recomiende cualquier vecina.
Es importante no confundir la determinación con la que tienen que afrontar la pobreza, con algún sentido de heroísmo (no caer en el lugar
común). Si ahora escucho que alguien pronuncia palabras como “pena” y “miseria”, pienso que son un tanto arcaicas; estos términos sólo deben
utilizarse en ocasiones especiales. Para mi abuela, eran de uso común, como también lo eran “cuidado” y “dificultad”. Las utilizaba con tanta frecuencia y
con el mismo significado que lo hacen otras personas con los términos “molestia” y “complicación”: Cuando ella mencionaba que “alguien le quitaba el
pan de la boca” no pretendía ser dramática ni hablaba en sentido figurado; se refería a una inquebrantable tradición, y su habla, en esos momentos, tenía
esa calidad elemental de la poesía anglosajona.
Esta es la vida de una madre de clase obrera. De vez en cuando se da sus “gustos”, como los hombres. Su mayor placer “es ser atendidas” de alguna
manera. Para la mayoría, la vida cotidiana pronto se convierte en una rutina tranquila, dedicada a la familia, que rebasa el orgullo o la autocompasión.
Únicamente existe cierta satisfacción de saber cuánto depende de ellas.
¿Cuánto se ha transmitido a las adolescentes que pasean por las calles en las tardes? Estas chicas sólo tienen un breve período de florecimiento, unos
cuantos años en los que no tienen ninguna responsabilidad y sí algo de dinero para gastar. Es raro que estas chicas tengan un rechazo explícito por la
casa, aunque en apariencia haya poco interés. Para la mujer, el matrimonio es el fin de esa libertad temporal y el comienzo de una vida en la que fregar
sea lo normal. La mayoría acepta esa pauta de vida como algo inevitable, el período de libertad es embriagador mientras dura, pero breve.
Una vez que esto sucede, comienzan a salir las viejas raíces. La mayoría retoman con facilidad el ritmo que tenía su vida antes de los bailes y los novios
del cine. Para confirmar este regreso a las raíces, basta observar cómo, a pesar del mal gusto de los artículos que compra, la recién casada logra esa
atmósfera tradicional y cálida del salón de estar. Otro indicador es la manera como atiende el bebé. La mayoría de las chicas de la clase obrera no se
lamentan de la libertad perdida, jamás la consideraron permanente. De acuerdo con los estándares de la gente “educada”, las madres de clase
obrera no tratan bien a sus hijos. Me refiero a las normas de los libros modernos sobre el cuidado del infante.
El padre
El punto de partida para comprender la posición de un padre de la clase obrera dentro de su casa es que es el jefe, el “señor de la casa”. Lo es por
tradición, y ni él ni su esposa quieren que la tradición cambie. Ante los demás, ella se referirá a él como “el señor”. Ser “el señor de la casa” no impide ser
considerado, colaborador y buen marido. El permanece como el contacto principal con el mundo exterior, y es el que aporta el dinero.
Generalmente tiene cierta rudeza de modales que una mujer de clase media consideraría insoportable. En parte, esto es una rudeza bastante campesina
en las relaciones personales, y no indica necesariamente la carencia de afecto o incapacidad por parte de la mujer. El hombre que es capaz de gruñir,
también es capaz de defender. Por esto, entre la clase obrera, se admira a los muchachos rudos.
Nadie espera que el marido realmente ayude en los quehaceres. En la clase obrera, no se estila que marido y mujer compartan las labores domésticas,
así pues, cuando él decide ayudar a lavar los platos o cuidar al bebé, la esposa lo toma como una muestra de amabilidad.
Hay muchos maridos que consideran los asuntos del dinero familiar como problemas compartidos, que entregan el sobre con su jornal el viernes por la
noche y dejan que la mujer lo administre. Pero hay otros que suponen que el dinero es de su propiedad, y la mujer recibe una cantidad fija cada semana.
Aun si el marido depende de la seguridad social, por estar enfermo o porque busca nuevo trabajo, tanto él como su mujer suponen que él debe disponer
de dinero para gastos menores, ya que esto es parte de su autoestima. Un hombre se sentiría menos hombre sino tiene dinero en el bolsillo, inferior a la
mujer, y eso es contra la naturaleza. Debe tener su dinero para cigarrillos y cerveza, para apostar de vez en cuando. Los privilegios masculinos
comienzan a temprana edad.
Sin duda todo gira alrededor del “señor de la casa” y esto lleva a una distribución muy desigual de las cargas de trabajo, en perjuicio de las mujeres. Sin
embargo, hay muchos maridos comprensivos y considerados, que pasan gran parte de tiempo libre en casa, haciendo arreglos, pero aun así, se tiene la
sensación de que el padre ocupa un lugar especial. Hay algunas cosas que solo el hombre puede hacer, otras las hará por amabilidad.
Entre algunos maridos muy jóvenes, hay signos de fuertes cambios básicos de actitud. Algunas mujeres presionan para que esto suceda, y ambos
están dispuestos a modificar la visión que heredaron de los padres. Como en otros aspectos, esto se debe, sin duda, a los avances de la educación,
que están promoviendo, sutil pero sistemáticamente, una actitud distinta entre grupos dispuestos al cambio. Las parejas jóvenes de la clase
obrera comienzan a seguir el ejemplo de las

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