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5 Teórico #6 – 11/10/05. Sergio Caletti. Vamos a ubicar de qué se trata que estos textos estén en el programa y vamos a hacer una cierta lectura de esos textos, no cualquier lectura. Página 21 del texto de Althusser: Freud y Lacan: “Y, hablando de su lenguaje, que para algunos es la base de todo el prestigio de Lacan («Góngora del psicoanálisis», «Gran dragón», gran celebrante de un culto esotérico en el que el gesto, el mutismo, la compunción, pueden formar el ritual tanto de una comunicación real, como de una fascinación muy «parisina»), y para otros (sabios o filósofos en primer lugar) constituye, por el contrario, su artificio, su exotismo y su «esoterismo» se aprecia que dicho lenguaje no deja de estar en relación con las condiciones de su labor pedagógica: teniendo que enseñar la teoría del inconsciente a los médicos, analistas o analizados, Lacan les da en la retórica de su palabra el equivalente mimético del lenguaje del inconsciente, el cual, como todos saben, es su última esencia: «witz» (chiste), retruécano, metáfora acertada o no: el equivalente de la experiencia vivida en su práctica, ya sea de analista o de analizado.” La forma de escribir de Lacan tal vez forma parte de una manera de entender el tipo de diálogo que puede sostener con sus lectores, que básicamente son otros analistas. ¿A raíz de qué está Lacan en el programa? ¿De qué lectura se trata? No cabe duda de que buena parte de los conceptos con los que nosotros nos estamos rozando, han tenido un impacto profundo en campos teóricos que van mucho más allá del psicoanálisis. Por ejemplo: Verón a veces escribe el Otro (con mayúsculas). Este es un elemento a tener en cuenta para pensar porqué está Lacan en el programa. Hay otro argumento que es más fuerte. Como estamos transitando el camino de la ideología hacia el discurso, tenemos que leer a Lacan. Pero hay algo más: tanto para la perspectiva de los problemas de la ideología como la perspectiva de los problemas del discurso, en esta secuencia que se completa, sobre todo, en este último cuarto del siglo XX, hay una operación que es la puesta en tela de juicio de los cimientos de una racionalidad que Occidente sostuvo en los cuatrocientos años anteriores. En esta puesta en tela de juicio, - Descartes o incluso Santo Tomás, ocho siglos – el psicoanálisis en general cumple un papel fuerte y la manera en la que en la que el psicoanálisis realiza esta tarea deconstructiva quien busca ponerla en evidencia, sobre todo, es Lacan, trabajando en un cierto regreso y relectura de Freud. Sólo que no se notaba; entonces Lacan es el encargado de que se note. Lacan no habla de la deconstrucción, sino que habla desde un lugar que ya no está organizado por aquello que cuestiona. Tanto en la problemática de la ideología como en la del discurso, esta operación de puesta en tela de juicio de un modo de concebir los hombres y sus relaciones sociales, el psicoanálisis tiene un papel importante y su explicitador principal es Lacan. Entonces, por eso, también está aquí. Por un lado, una relación muy importante con los problemas que estamos abordando sobre ideología y discurso. Por otro lado, no podría pensarse sin Lacan y el psicoanálisis. Que esté Lacan significa que tenemos que preguntarnos: ¿no habrá un anclaje de lo ideológico en lo inconsciente (Althusser)? Ej. Paisaje con montaña de fondo. En términos muy generales, en nuestro programa esta unidad tres está llamada a ser el tránsito entre la problemática de lo ideológico y la problemática del discurso. Son, inicialmente, dos problemas en torno de estos textos psicoanalíticos: 1) La posibilidad de que en ellos se encuentren elementos para una teoría del sujeto. 2) La posibilidad de que en ellos se encuentren elementos para una teoría del lenguaje o de lo discursivo. No se trata solamente de dos ramas que podemos todo el tiempo tratar por separado. En buena medida, el problema puede inteligirse cuando advertimos que lo que se está planteando desde el psicoanálisis es que 5 hablar del sujeto tiene que ver con hablar del lenguaje. Hay elementos para una teoría del sujeto y para una teoría del lenguaje y, tal vez, ambas series de elementos estén entrelazadas pero, como no se puede ver todo de golpe y al mismo tiempo, hacemos esta inicial discriminación. El problema del sujeto: el psicoanálisis colabora en la puesta en tela de juicio de una idea que Occidente ha sostenido en los cuatrocientos años anteriores. De un modo de pensar la razón, a los actores sociales, ahora podemos decir de un modo de pensar el sujeto. Hay un modo de pensar el sujeto que, cuando menos, arranca con Descartes y que hoy puede estar en crisis en lo que son las fronteras, en los lugares de más avanzada de la problematización teórica pero, entre nosotros, en el común de nuestros días, ni siquiera se ha asumido la crisis. Hay una idea del sujeto que, cuando menos, arranca con Descartes y que todavía nos tiene absolutamente convencidos. Esta idea del sujeto en la que permanecemos es parte de la dificultad, de lo chocante que nos resulta la lectura de Lacan e, incluso, algunas dificultades que podemos haber tenido con Althusser u otros textos anteriores. Página 86 El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. “Experiencia de la que hay que decir que nos opone a toda filosofía derivada directamente del cogito”. Y página 92: “A estos enunciados se opone toda nuestra experiencia en la medida en que nos aparta de concebir el yo como centrado sobre el sistema percepción – conciencia, como organizado por el «principio de realidad» en que se formula el prejuicio cientifista más opuesto a la dialéctica del conocimiento – para indicarnos que partamos de la función de desconocimiento...”. En este punto, es claro. En La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud, página 496: “Pienso, luego existo (cogito ergo sum), no es sólo la fórmula en que se constituye, con el apogeo histórico de una reflexión sobre las condiciones de la ciencia, el nexo con la transparencia del sujeto trascendental de su afirmación existencial. Acaso no soy sino objeto y mecanismo (y por lo tanto nada más que fenómeno), pero indudablemente en cuanto que lo pienso, existe –absolutamente. Sin duda los filósofos habían aportado aquí importantes correcciones, y concretamente la de que en aquello que piensa (cogitans) nunca hago otra cosa sino constituirme en objeto (cogitatum)”. Es como si Lacan dijera que lo que intenta decir “Pienso, luego existo”, está todo mal: en realidad, donde pienso, no soy; y donde efectivamente soy lo que sea que soy, es porque no pienso. Se dedicó extensamente al tema. Hay una mirada sobre el sujeto o sobre el problema del sujeto que dará lugar a reflexiones e investigaciones que serán particularmente pertinentes al psicoanálisis, pero cuya base se asienta en un lugar en el que discute no sólo con otras psicologías, sino con una tradición del pensamiento filosófico, sociológico, antropológico, lingüístico que se enclavan en una concepción que está fuertemente teñida por una determinada noción de sujeto. Aquí, el tema no tiene grandes secretos. La dificultad para incorporarlo tiene mucho menos que ver con la dificultad intelectual que nos produzca, que con la costumbre incorporada, hecha cuerpo en nosotros, según la cual es muy difícil remover de modo sistemático esa noción que nos supone a nosotros como seres humanos organizados en relación a nuestra conciencia, en relación a lo que sabemos, podemos saber, pensamos, podemos pensar, de nosotros mismos. Y, desde ahí, de esa constitución centrada en la propia conciencia, sus relaciones con el mundo que esa conciencia enfrenta, los otros, las cosas, los fenómenos, los acontecimientos, etc. Esa es la noción que por excelencia tenemos hecha carne y está tan naturalizada que, aunque leamos que alguien dice que esto es muy criticable, nosotros podemos leer las letras pero no los conceptos. En realidad, esta es una fantasía que tenemos para sentirnosbien. Pero, en realidad, no es así. De esto se trata: más bien el aporte que en este sentido hace el psicoanálisis - que no es muy distinto del que hace Marx con la ideología – es pensar que, entre otras cosas, somos creaturas que andamos por el mundo y por la vida creyendo que hacemos lo que queremos, y que no es cierto. Lo que pasa es que, como nos hacemos 5 esa película, es realmente muy difícil tomar distancia. Pero lo que, en realidad, había ya señalado Marx en la ideología desde La ideología alemana es que la manera en que nuestra conciencia organiza las palabras respecto de quién soy yo, cómo son los demás, cómo son nuestras relaciones con el mundo, no es eso lo que efectivamente es. Eso es una película que guarda una relación para nada inocente con las condiciones materiales de la película. El corte que hace Freud y Lacan es todavía más fuerte y más radical (ej. Encontrarse con un familiar después de mucho tiempo...). Todos estamos en esa película, sólo que la mayoría hemos aprendido a disimularla. No es cierto que organizamos nuestra vida con centro en nuestra conciencia. Creemos saber mucho más de lo que efectivamente sabemos. Estamos convencidos de que tenemos el control sobre nuestro centro y la hipótesis es que no tenemos control sobre nuestro centro. Entonces, si no somos aquello que nuestra conciencia organiza, que da por cierto, ¿qué carajo somos? Otra cosa: no la res cogitans, es decir, no la cosa pensante, no la cosa que piensa. Lo que dice Lacan es “cuando pienso, no soy. No soy realmente el que soy, aunque yo lo ignore. Soy quien efectivamente soy cuando no pienso. El problema es de qué manera piensa Lacan el problema del sujeto. (El docente señala que Lacan escribe en los ’50, ’60, ’70 y que se pueden encontrar diferencias en sus textos). Sin entrar en ese territorio, el problema en torno del sujeto, de qué cosa es el sujeto, es, en buena medida, lo que aparece inicialmente en El estadio del espejo y lo que aparece ya dicho desde antes, puesto en práctica por otros autores desde antes, en relación con los famosos tres registros: imaginario, simbólico y real o real, simbólico e imaginario. Vale la pena una referencia a estos tres registros porque en torno de ellos parece organizarse lo que somos. En esta mínima referencia, diremos que vale la pena hacer como Lacan y, en vez de empezar por lo que aparentemente debería ser la base de todo lo demás, es decir, lo real, empezar por lo imaginario. Aclaración: estos tres registros no están descriptos desde el lugar de la ciencia, que mira a la especie humana desde arriba y dice de qué se trata. La reflexión respecto de los tres registros está pensada, básicamente, desde la propia mirada de eso que provisoriamente llamamos el sujeto. Entonces, en El estadio del espejo centralmente hace alusión a dos de estos registros. Otra aclaración: en El estadio del espejo lo esquematiza en torno del proceso de construcción de la subjetividad en los primeros dieciocho meses de vida. Entonces, aparece una suerte de problema de distancia (dieciocho meses) y de contraposición entre una etapa y la otra. Estos diferentes registros, cuya relación Lacan va a plantear, están permanentemente operando como distinto tipo de instancias en nuestra vida, aunque no tengamos noción de su existencia como tales. Aquí hay un primer elemento para una teoría del sujeto que tiene que ver con pensar en una suerte de estructura del sujeto que nosotros ignoramos. Pero este ordenamiento de distintos niveles que forman parte de lo que somos, intervienen en lo que pensamos, hacemos, como nos relacionamos, abrir la puerta a otra mirada que no es la del cogito cartesiano, ni tiene centralidad en la conciencia. Entonces, para empezar, están siempre presentes. En segundo lugar, no son fronteras que demarcan territorios, no es de un lado está lo imaginario, del otro lo simbólico, y del otro lo real. Se trata de modos de relación de lo que somos, con lo que somos, y con el mundo. Son registros y estos registros aluden al modo en el que nos relacionamos con algunos lugares o algunos niveles de los que en nuestra vida aparecen o están. 5 Entonces, al primero al que hace mención Lacan es el registro de lo imaginario. Es el primero que aparece en el infans, es decir, esta criatura que está por realizar la travesía de la animalidad a la humanidad. La primera forma en la que nos constituimos, en la que empezamos esta travesía hacia la humanidad, es a través de una relación con otro: no es, hoy por hoy, algo demasiado llamativo. Este es un primer golpe a Descartes: no somos, por definición intrínseca, algo que suponemos ser, sino que lo que somos, aquello en lo que nos constituimos, sólo se entiende en la relación que vamos construyendo con el mundo que nos rodea, con el otro, etc. En esa relación con la madre, vamos adquiriendo una identidad. Nos vamos constituyendo en unos ciertos seres. Este es un golpe a Descartes, porque no hay el centro, el enorme y famoso centro que nos organiza, que es nuestra conciencia. Lacan dirá que, en realidad, es un sujeto descentrado, no está en su centro, porque el que aparece como capaz de sostener su identidad, es un punto que está fuera de él, en el vacío que se encuentra del otro lado del espejo. Ese que yo veo en lo que refleja de mí la imagen del espejo, tanto sean las palabras de mi madre o lo que el mundo da de mí, no es un centro. Lo que ocurre en este registro imaginario, en este tipo de relaciones que mantenemos con los demás, es, por excelencia, todo afectividad. Es todo del orden de lo emocional. Allí se sitúa, por allí discurre ese tenaz motorcito que hay en la vida humana, que se llama deseo, y que me lleva a desear una determinada relación con mi madre. Lacan dice que así vivimos felices, hasta que llega el padre y se acabó. Pero, también aclara que la figura del padre es, a la vez, la de la ley, y la ley es, por excelencia, que se impone sordamente, es la ley de las cosas que son así. No se dice, pero queda claro. Esta ley es, a su vez, la ley que puede estar en el lenguaje, que organiza, ordena, impone una síntesis a los términos, a los significados, a las palabras, a lo que aluden, etc. Entonces, si seguimos el relato de Lacan, diremos que a los dieciocho meses el infans ingresa en el orden simbólico, a saber: desde el punto de vista psicológico, su mundo ya no es más un mundo indiferenciado, donde no sabe dónde termina él y dónde termina la madre, él ingresa a un mundo en el que paulatinamente va a poder comenzar a decir “Yo soy Pepito y esto es tal cosa y esto se hace y esto no se hace”. Y la mayor parte de las cosas que no se hacen, ni las digo porque no se me ocurre decirlas. A partir de aquí, el orden de lo imaginario y el orden de lo simbólico andarán toda la vida permanentemente entrecruzados. Permanentemente. Será tarea de lo que Lacan piensa como el orden simbólico la de regular, poner en caja, los elementos que son propios del orden de lo imaginario y que persisten. El deseo persiste; sólo a partir de ciertas operaciones el deseo se convierte en otras cosas como tener mucha plata, por ejemplo, y resulta que así vienen regulados nuestros deseos. No es que el deseo deja de existir, pero la ley, la síntesis de lo que no se dice pero sabe que constituye a las cosas en un determinado orden, que va mucho más allá de mi relación con mi espejo, que organiza el mundo, la cultura, como diría Althusser, organiza, regula también la esfera de mis deseos, de mis relaciones imaginarios que mantengo con las cosas; entonces, si la ideología es la representación de mis relaciones imaginarias con mis condiciones materiales de vida... Entonces ocurre, según la hipótesis de Lacan que desde el punto de vista desde nosotros mismos, nos pensamos la mayor parte de la vida en este juego entre las relaciones imaginarias, del orden de lo imaginario, y las relaciones del orden de lo simbólico. Las relaciones de orden de lo imaginario son aquellas que fantaseamos y las del orden simbólico, la ley de la cultura. Ninguna de los dos tieneun principio fundante en algún lugar que sea absolutamente exterior ni absolutamente interior. Ni la biología (exterior), ni el cogito cartesiano (interior). En realidad, habría que admitir que si en el común de los casos de todos los días oscilamos en las relaciones y conexiones entre estos dos órdenes, ¿eso es todo? Pero, el tercer registro, al que Lacan reserva 5 el nombre de lo real, no va a dar una respuesta que nos calme. El orden de lo real no es la realidad de las cosas. La realidad es la realidad. Pensado desde el lugar de la relación analista – paciente, para poder pensar qué le pasa al paciente, el orden de lo real se refiere a aquello de lo que, en principio y en general menos idea tenemos. Lo que tenemos es un radical desconocimiento. En un giro bastante osado y esclarecedor respecto de qué cosa es lo real, a quienes dicen que lo real es lo que no podemos simbolizar, lo que no podemos incorporar al orden de lo simbólico. Por ejemplo: el trauma. Es trauma porque ni siquiera lo podemos nombrar, porque está radicalmente afuera del orden simbólico. En general, cuando decimos “yo tal cosa”, “yo tal otra”, etc., nos desplegamos en conexión con estas zonas, estas dimensiones imaginarias de nuestra vida. El propio decir “yo” es bastante una construcción imaginaria. En realidad, lo que efectivamente yo soy, lo seguiré desconociendo. Lo que opera más del lado de lo inconsciente es la ley; por eso, la frase de Lacan según la cual el inconsciente se organiza como un discurso. Por eso, la preocupación de Žižek en relación con el pasaje de una forma a la otra, cuando habla del pasaje en relación con los sueños o la mercancía. La perspectiva que Lacan ofrece del inconsciente es bastante distinta de la que se cultiva a partir de Freud y de algunas lecturas de Freud. Lacan dice que lo complicado es el modo en el que las cosas se elaboran para pasar de una forma a la otra. Pero, en términos iniciales, lo inconsciente es la ley. La ley por la cual actuamos, por la cual muchas veces estamos dispuestos a someter a forma nuestros deseos, nuestras fantasías más locas y terminamos transigiendo. Si la ley, el orden simbólico, la ley de la cultura, etc., nos vincula precisamente con lo inconsciente, habrá que detenerse en el modo en el que el lenguaje – no sólo el verbal, sino las significaciones – se enlazan y se organizan entre sí. Es en relación con este problema acerca de los dos trabajadores del sueño, la condensación y el desplazamiento. Es en este juego de posibilidades del movimiento en el campo de la propia ley inconsciente donde valdrá la pena articular alguna reflexión más.
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