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Terico 11 - 15-11-05 doc

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Teórico #11 – 15/11/05. Carlos Gassmann.
Vamos a proseguir con el desarrollo de esta cuarta y última unidad del programa. Venimos revisando una
serie de autores que hacen un aporte significativo en la problemática del discurso. Voloshinov, Pêcheux,
Foucault, etc. Hoy nos vamos a referir especialmente a la propuesta de Laclau.
Laclau es argentino, estudió filosofía. Militante del Partido Socialista de la Izquierda Nacional. Esta
experiencia de militancia política en Argentina lo marcó fuertemente. Particularmente, con el fenómeno
del peronismo. La obsesión de Laclau con el populismo y cierta perspectiva que Laclau tiene sobre los
fenómenos políticos. Hegemonía y estrategia socialista (1985) es la obra fundamental. Lo fundamental de la
propuesta teórica de Laclau está en ese libro y lo esencial del libro está en el capítulo tres.
Laclau ha sido caracterizado como un pos-marxista. Él no se ha llamado a sí mismo de tal manera, pero ha
terminado asumiendo esta caracterización. Acepta ser pos-marxista si eso quiere decir que proviene del
marxismo, pero también que quiere ir más allá del marxismo. Por eso, sería un pos-marxista. Uno y otra
vez aparece esta cuestión de sostener una postura anti-esencialista. Laclau se llama a sí mismo
anti-esencialista. Reconoce distintas influencias: hay una influencia importante de Derrida en Laclau, sobre
todo, en la propuesta de deconstrucción, y también influencias de Lacan. De él toma el concepto de point
de capiton, que Laclau llamará puntos nodales. También en la concepción de sujeto, Laclau está influencia
por la perspectiva de Lacan.
Esto de adoptar una postura anti-esencialista quiere decir lo siguiente: vale la pena remitirse a los planteos
de Derrida (La escritura y la diferencia), sobre todo, un artículo que aparece citado por Laclau, en el capítulo
tres. Derrida comenzó ponderando, halagando al estructuralismo. Cuando dice el estructuralismo está
pensando fundamentalmente en Lévi-Strauss, por plantear la importancia de pensar en términos de
relaciones. Impuso un punto de vista relacional. La importancia de pensar los distintos problemas como
jugos de relaciones. El estructuralismo y el proyecto de Lévi-Strauss fue convertir a la lingüística en una
especie de ciencia piloto que proveyera de modelos al resto de las disciplinas humanas.
La noción de valor en Saussure: la lengua es un sistema donde sólo hay diferencias: ningún termino se
puede definir positivamente. Cada elemento se define por su relación con otros elementos. Adquiere un
valor diferencial. Por ejemplo: para entender qué significa padre, hay que entender, al mismo tiempo, qué
significa madre o hijo. Si no entiendo la diferencia entre esos términos, no puedo definir por sí mismo qué
significa padre. Los términos adquieren un valor por su diferencia con otros términos que se encuentran
simultáneamente en el sistema. Derrida dice que ha sido muy productivo que el estructuralismo tradujese
hacia las ciencias humanas este enfoque relacional y nos invitara a analizar los fenómenos como juegos de
relaciones.
Ahora bien: el problema es que el estructuralismo tuvo una dificultad y es que no se atrevió a llevar el
enfoque relacional hasta sus últimas consecuencias, porque postula un centro de la estructura. Le atribuye
a ese sistema, a esa estructura, un centro y el centro era precisamente el lugar donde el juego de las
relaciones se detenía. El centro era lo único que podía ser definido positivamente. Por ejemplo: cuando
Lévi-Strauss se puso a investigar los distintos sistemas de parentesco que existen en las distintas culturas,
escribe Las estructuras de parentesco. Había un juego de relaciones con una excepción: lo que estaba en el
centro de la estructura se definía positivamente. Una regla que ya no se plantea como cultural sino como
natural, que es el tabú del incesto. Había tenido la ventaja de plantear el enfoque relacional, pero al mismo
plantea el centro como el lugar donde el juego de las relaciones se detenía.
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Entonces, Derrida se preguntó qué pasaría si pensáramos en una estructura sin centro. Lo que
quedaría serian puras relaciones, sería discurso. Con lo que nos encontramos es no con discursos que
pretenden dar cuenta de lo real, sino con la realidad del discurso.
Toda la filosofía occidental, de una u otra manera, es tributaria de lo que Derrida llama la metafísica de la
presencia, es decir, siempre se ha postulado que hay algo que existe en sí y por sí mismo, y es el
fundamento de todo lo demás y esto, a lo largo de la filosofía, ha tenido distintos nombres: esencia,
sustancia, la Razón, Dios, la materia. Distintos filósofos postularon que hay una presencia positiva que
funda. Derrida plantea eliminar los vestigios de esa filosofía y quiere llevar el enfoque relacional hasta las
últimas consecuencias. Deconstruir, en el sentido de analizar, en un texto cuáles son las huellas que ha
dejado la metafísica de la presencia.
Es en ese sentido porque Laclau dice que tiene una postura anti-esencialista y critica al marxismo clásico
por esencialista, por ejemplo, cuando plantea la determinación en última instancia por lo económico. Por
ejemplo: cuando piensa las clases sociales como constituidas de antemano, según la relación que los
distintos agentes tienen en las relaciones sociales de producción. O sea, cuando el marxismo plantea una
identidad de clase que es anterior y exterior a los procesos sociales y políticos, está planteando una
concepción esencialista. A esto se va a oponer Laclau y va a decir que todas las identidades sociales
se definen relacionalmente. Toda identidad social o política es una construcción discursiva por la
cual se define de un modo no necesario sino contingente. La identidad de los distintos agentes
sociales y políticos. Por lo tanto, toda identidad es precaria, implica una fijación transitoria del
sentido.
Aclaración: es necesario un antagonista para que se constituya un espacio político, pero no está
establecido de antemano. Lo que Laclau quiere llevar adelante es una especie de deconstrucción del
marxismo, donde quiere eliminar los riesgos esencialistas que hay del marxismo y quiere plantear una
concepción de la política donde no hay necesariedad sino contingencia, donde lo social no está
concebido a priori, como un espacio cerrado, suturado (psicoanálisis), sino que lo social es
concebido como abierto. Hay una apertura constitutiva de lo social.
En ese marco, es que va proponiendo una serie de categorías. Por ejemplo, la categoría de articulación.
Es una categoría muy importante. La articulación es una práctica. Él habla de prácticas articulatorias. Son
prácticas discursivas en el sentido amplio que le da Laclau a la noción de discurso. Las prácticas
articulatorias son prácticas discursivas o, al revés, el discurso consiste en prácticas articulatorias que
organizan determinados elementos, que contraen relaciones recíprocas entre sí a partir de esa articulación.
Esa organización es contingente, no necesaria.
Aquí es importante detenerse en la diferencia entre articulación y mediación. Si los elementos son
considerados, en realidad, momentos necesarios de una totalidad que los trasciende, no estamos hablando de
articulación sino de mediación. Eso es lo que plantea Hegel. ¿Por qué remite a Hegel? Por la influencia
que Hegel tuvo sobre el marxismo. Piensen cómo está concebida la historia desde el marxismo clásico: la
historia humana es dialéctica. La historia humana es la historia de la lucha de clases. Esto es un (a priori)
para el marxismo. Se va a dar a lo largo de la historia el desarrollo de distintos modos de producción.
Habrá una contradicción entre las fuerzas productivas. Habrá un estallido. Son todos momentos
necesarios de la dialéctica.
Laclau dice que la articulación es contingente y no necesaria. La construcción del terreno político es una
construcción discursiva que da como resultado relaciones contingentes entre identidades que son precarias.
Laclau dice que para que haya articulación, nunca tiene que haber una transición absolutade los
elementos a momentos. Y agrega una cuestión que aparece también a lo largo del texto: la sociedad es
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imposible. Es un objeto imposible, porque por un lado no se puede definir positivamente: no se puede
decir que la sociedad es esto, porque la sociedad carece de esencia. No se puede decir de antemano qué es
lo que es.
Pero también Laclau rechaza la idea de sociedad como un espacio cerrado, suturado. La sociedad no es
una totalidad ya plenamente constituida. Hay una apertura de lo social. Frente a esa apertura de los social,
aparecen distintos órdenes sociales. Se construye un orden social. Un orden social es un intento precario
de fijación del sentido, de fijación de las identidades pero es un intento a la larga fallado, porque hay una
apertura constitutiva de lo social. Ese concepto de sutura lo toma del psicoanálisis y es un concepto que
está implícito en Lacan y quien lo desarrolla es un discípulo de Lacan. Hablaba de sutura planteando que
hay una falta originaria. Esa falta originaria, ese vacío constitutivo, esa imposibilidad de plenitud de
la sociedad, es lo que las prácticas hegemónicas van a intentar llenar. Hay una totalidad ausente, hay
un deseo de plenitud de la comunidad que nunca se concreta pero que es deseada y las prácticas
hegemónicas intentan suturar esa falta originaria.
Hay referencias a Althusser. Laclau reivindica, sobre todo, el concepto althusseriano de
sobredeterminación, y dice que es un concepto fundamental. El problema es que Althusser no lo llevó
hasta sus últimas consecuencias y cayó en contradicción porque hablaba de sobredeterminación y, al mismo
tiempo, siguió hablando de determinación en última instancia por lo económico y estos dos planteos son
inconciliables. Tendría que haber llevado hasta sus últimas consecuencias la idea de sobredeterminación.
Dice Laclau que la mayor importancia de ese concepto está tomado del psicoanálisis. Proviene de Freud.
Está planteado en La interpretación de los sueños. Cuando uno afirma que todo lo social está
sobredeterminado lo que está diciendo es que lo social se constituye como orden simbólico, que es
justamente lo que él está tratando de plantear: la constitución discursiva de lo social. Lo social como un
cierto orden semiótico.
Que todas las relaciones sociales están sobredeterminadas, significa que no tienen una literalidad última,
que estamos siempre en presencia de formas precarias de fijación, propias de un cierto orden social, que
será reemplazado por otro.
Una y otra vez se encuentra en Laclau una crítica y una concepción de la política vinculada a una posición
racionalista, es decir, pensar que los agentes se constituyen en torno a intereses y que negocian o luchan en
función de esos intereses de un modo transparente. Laclau se va a oponer a este punto de vista porque
implicaría una constitución a priori de las identidades de los agentes que se agruparon alrededor de esos
intereses objetivos. Laclau piensa que no hay tal cosa.
Discursos. Tiene una concepción muy amplia de discurso. En algún momento dice: mi concepción del
discurso es similar a la idea de juegos de lenguaje (Wittgenstein): incluye en una totalidad inescindible al
lenguaje y a las acciones que están entretejidas por el lenguaje. Laclau se propone distinguir palabras de
acciones. Lo discursivo no es lo lingüístico. Discurso para Laclau es la totalidad estructurada que resulta
de las prácticas articulatorias que organizan y constituyen las relaciones sociales. Critica a Foucault por
sostener la existencia de algo que es extra discursivo. No hay, dice Laclau, prácticas discursivas y no
discursivas. Ningún objeto se constituye al margen de una superficie discursiva de emergencia. Y da un
ejemplo: esto no tiene nada que ver con la alternativa realismo – idealismo. No es que yo soy un idealista
que niega la realidad de las cosas. En realidad, no pasa por ahí. Un terremoto es algo que existe y algo que
se da con absoluta independencia de mi voluntad. Nadie niega eso. Ahora, que yo lo asuma como un
fenómeno natural, que tiene que ver con desplazamientos de las capas tectónicas o que lo tome como una
expresión de la ira de los Dioses, eso depende de un campo discursivo. Y no hay manera de convertir al
terremoto en objeto si no es poniéndolo en relación con un campo discursivo. Eso es lo que quiere decir
cuando afirma que ningún objeto se constituye al margen de la superficie discursiva de emergencia.
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(Pregunta de una alumna). Si lo imaginario tiene que ver con el deseo, Laclau hace mucho hincapié en el
orden simbólico y piensa lo social como el orden simbólico. Pero también le da mucha importancia a
cuestiones como el afecto y es muy difícil entender un fenómeno como el populismo si esto no se tiene en
cuenta. Podríamos decir que ahí está teniendo en cuenta cuestiones del orden de lo imaginario.
Discurso es una categoría abstracta. Lo que existen son formaciones discursivas.
Puntos nodales. Laclau dice que así como no es posible la fijación absoluta del sentido, tampoco es
posible una no fijación absoluta. Si hablamos de subvertir el sentido, es porque estamos postulando que
existe algún sentido, o sea, existen puntos nodales, esto es, fijaciones parciales del sentido. Ciertos
significantes privilegiados que fijan el sentido de la cadena. El que no fija ningún sentido es el
psicótico. En el discurso del psicótico no hay ninguna fijación parcial del sentido. Pero lo que ocurre
normalmente, es que hay fijaciones parciales (point de capiton lacaniano).
Los puntos nodales significan concentraciones parciales de poder. En un análisis de un escenario político
es fundamental establecer cuáles son los puntos nodales hegemónicos, sabiendo que puede haber varios.
Pero la idea es que no hay un poder difuso diseminado que se diluye y que no debiéramos preocuparnos
por las asimetrías del poder. Lo que hay son puntos nodales y ahí se concentra el poder. Hay una
concentración parcial y, en última instancia, precaria.
A lo que quiere llegar, en definitiva, Laclau es a una redefinición de la categoría gramsciana de hegemonía.
Implica una reelaboración, reformulación del concepto. Ahora, para que haya prácticas articulatorias que
den lugar a operaciones hegemónicas, tiene que haber necesariamente significantes flotantes. Laclau a
veces habla de significantes flotantes y a veces de significantes vacíos. Esto puede confundir: en realidad lo
que termina diciendo es que significante vacío y flotante son las dos caras de una misma operación de
significación. Es una distinción analítica.
En principio, parecen querer decir cosas diferentes: un flotante tiene un exceso de sentido. Es flotante
porque puede ser articulado a una cadena de significantes o a otras. En principio, un significante vacío es
un significante sin significado. Para que haya flotación, el significante tiene que ser tendencialmente vacío.
Si está lleno, es decir, si está adherido a un significado no puede haber flotación. Tiene que ser
tendencialmente vacío para que se lo pueda articular a una u otra cadena. Entonces por eso hablar de
significante vacío y flotante es hablar de las dos caras de un mismo proceso de significación.
No hay práctica hegemónica sin significantes vacíos. Práctica hegemónica es una construcción
de puntos nodales. El significante vacío, en sentido estricto, se está vaciando de sentido y que
tenga esa tendencia es lo que le permite ser flotante, es decir, articularse a una cadena o a otra.
Hay que ver a qué cadena significante se articula y cómo queda redefinido.
El significado es contextual, o sea, el significado de un término es diferencial y sólo se puede establecer
poniéndolo en relación con otros términos; por lo tanto, en sentido estricto, es incorrecto decir que un
flotante en sí mismo es flotante o vacío. Hay que ver a qué cadena se articula y qué papel está jugando.
Laclau da el ejemplo de Perón, el nombre de Perón, como significante vacío. En los ’60 el nombre de
Perón se había constituido en significante vacío, es decir, articulaba una serie de demandas frentea un
antagonista que era el régimen represivo y frente a esas múltiples demandas, cada una de esas demandas es
una demanda particular, pero como todas se oponen a un antagonista, se convierten en equivalentes.
Equivalentes en tanto opuestas al antagonista.
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Equivalencia y diferencia. En la constitución de los espacios políticos, en la estructuración de los
espacios políticos intervienen de manera distinta estas dos lógicas.
A) la lógica de la equivalencia y
B) la lógica de la diferencia.
La lógica de la equivalencia es una lógica de simplificación del campo político, o sea, convierte una serie de
demandas particulares – cada una distinta, diferente de la otra – en equivalentes, frente a un antagonista.
La noción de antagonismo es crucial en Laclau, no hay práctica hegemónica sin antagonismo. La existencia
del antagonismo es lo que permite que se desarrolle esta lógica de la equivalencia. En 1945 la operación
fue construir el campo político de una manera dicotómica ... o Perón. Ambos pasaban a significar un
montón de cosas. En ambos se condensaban y se volvían equivalentes un montón de demandas
particulares.
La lógica de la equivalencia opera por simplificación del campo político, campo político dicotómico que es
el modelo jacobino que está presente, incluso, en Marx. En Marx también están las huellas de este modo
de estructurar los espacios políticos. Equivale a expandir el polo paradigmático. La lógica de la
equivalencia expande el polo paradigmático, sustituye una demanda por otra.
Lo contrario es la lógica de la diferencia. Cuando predomina en la construcción del espacio político la
lógica de la diferencia lo que ocurre es que proliferan las demandas particulares y el sistema trata de
absorberlas una a una y darles respuestas tratando de que no pierdan su particularidad, es decir, que no se
vuelvan equivalentes. El ejemplo más claro que da Laclau es la constitución, sobre todo en Europa, tras la
finalización de la Segunda Guerra, del Estado de Bienestar. El Estado de Bienestar trataba de dar respuesta
a las distintas demandas sociales que iban surgiendo. Que el sistema absorba esas demandas y que esas
demandas no se volvieran equivalentes de manera que se constituya un sujeto popular, un pueblo. La
constitución de un pueblo tiene que ver con la lógica de la equivalencia. Por ejemplo: el pueblo vs. La
oligarquía. Al mismo tiempo que se construye un pueblo, se está construyendo un adversario, por ejemplo,
la oligarquía, y una cosa no se puede dar sin la otra, sin esa frontera porque ambas identidades son
relacionales. Se definen recíprocamente.
La lógica de la diferencia trata de eliminar el papel de los antagonismos. Pero Laclau dice que nunca se
puede imponer de modo absoluto ni la lógica de la equivalencia ni la lógica de la diferencia, sino que
siempre operan entremezcladas. En las prácticas hegemónicas intervienen tanto una lógica como otra. Si
alguna de las dos se impusiera de un modo absoluto, lo cual para Laclau es imposible, sería el fin de la
política. Por ejemplo: si se impone la lógica de la diferencia, no habría política sino administración. No
habría posibilidad de construir un adversario y, sin efecto de frontera, no hay diferencia, hay pura
equivalencia.
Antagonismo. La importancia de la noción de antagonismo en Laclau. El antagonismo es lo que revela
los límites de toda objetividad. La presencia del otro, del antagonista me impide ser Yo mismo; pero
tampoco el otro tiene una identidad plena: el ser del otro es un símbolo de mi no ser. Volvemos a la
definición relacional de las identidades. Plantea Laclau que no necesariamente hay un único antagonista.
Puede haber múltiples antagonistas en los social, y la producción de efectos de frontera es el principal
problema político, es decir, la construcción del adversario. Piensa en Lacan y también cuando habla del
sujeto: no hay sujetos que sean origen del sentido, sino posiciones del sujeto que se constituyen en el
interior de una formación discursiva. “La oposición no existe” tiene varios sentidos que cambian, según se
articulen en una u otra cadena. El significado es siempre contextual, es decir, que no se pueden dar
ejemplos abstractos. Por eso, la articulación es contingente.
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No hay que pensar que ese exterior que es antagonista y que posibilita la constitución de la hegemonía
suponga un extra discurso. Son otros discursos. Pero, ¡cuidado!, discurso quiere decir una totalidad donde
son inescindibles las palabras, las acciones, las prácticas.
Laclau cuestiona la idea de intereses objetivos. No es algo que esté dado a priori.
Hegemonía. Supone el carácter abierto de lo social. Sin la apertura de lo social no habría hegemonía.
Dice Laclau que la hegemonía es la construcción discursiva que intenta instituir puntos nodales en un
espacio social no suturado. No intenta dar cuenta de todas las situaciones que se dieron a lo largo de la
historia, sino que, en realidad, la articulación hegemónica tiene condiciones para que se de. Si ellas no se
cumplen, no hablamos de constitución hegemónica para Laclau. Son dos:
1) La presencia de fuerzas antagónicas. La hegemonía supone una lucha de fuerzas antagónicas.
2) La inestabilidad de las fronteras que separan a esas fuerzas antagónicas. Que las fronteras pueden
desplazarse, moverse; que es como decir tienen que existir significantes vacíos para que haya
articulación hegemónica.
En el Medioevo no había prácticas hegemónicas en el sentido en el que Laclau lo plantea. Había
diferencias de poder muy marcadas pero no había una inestabilidad de fronteras. No había un
desplazamiento en la construcción del adversario. Había más repetición que otra cosa. La articulación
hegemónica se da con la Modernidad, del modo en que Laclau la define. Porque hegemonía, en definitiva,
es una forma de la política, entre otras formas posibles y es una forma de la política que supone fuerzas
antagónicas e inestabilidad de las fronteras que dividen a esas fuerzas antagónicas que se dan en
determinados momentos históricos, bajo determinadas condiciones.
A Laclau le interesa mucho hacerle un lugar a las luchas de los nuevos movimientos sociales, es decir,
tomar especialmente en cuenta a los movimientos feministas, las luchas en torno de las reivindicaciones de
género, a los movimientos ecologistas, que luchan por la preservación del medio ambiente, a los
movimientos anti – racistas, a los movimientos de gays y lesbianas, que luchan por el respeto de las
distintas inclinaciones sexuales. Laclau insiste en que hay que hacerles lugar y que, desde el marxismo, se
pretendía que todas las luchas quedaban subsumidas en la lucha de clases. Con la toma del poder por el
proletariado, y el cambio en la propiedad de los medios de producción, todo se iba a solucionar.
A eso Laclau se opone y dice que lo que hay que construir es una nueva hegemonía que cree equivalencias
entre las diferentes luchas democráticas: feminismo, ecologismo, etc. Laclau termina el prefacio en la
edición a la segunda edición (veinte años después de escrito Hegemonía y estrategia socialista), diciendo que la
consigna debe ser construir una nueva hegemonía.
Hablamos de construcción hegemónica: la característica de la operación hegemónica tiene que ver con que,
por un lado, hay demandas particulares que son diferentes pero, frente a un antagonista, se vuelven
equivalentes y una pasa a representar al conjunto. Por un lado, sigue siendo una particularidad pero, por
otro lado, representa a una universalidad. Es una identidad doble. Aquí vemos cómo opera la lógica de la
diferencia y la lógica de la equivalencia. La hegemónica significa que una de esas demandas particulares
pasa a representar al conjunto.

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