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Ansiedad nsiedad yy Estrésstrés ISSN: 1134-7937 1994, 0, 11994, 0, 1--1313 EMOCIONES Y TRASTORNOS PSICOFISIOLÓGICOS Juan José Miguel Tobal* y María Isabel Casado Morales *Dpto. de Psicología Básica (Procesos Cognitivos). Universidad Complutense Resumen: En el presente trabajo se lleva a cabo una revisión sobre el papel que juegan las emo- ciones en la salud, y más especificamente en el amplio campo de los trastornos psicosomáticos o psicofisiológicos. Se comentan con detalle los cambios que han tenido lugar en la conceptualización y clasifica- ción de los trastornos psicofisiológicos, desde las nosologías clásicas a las más recientes, a la vez que se señalan las distintas vías actuales de inves- tigación en este campo. Por último, se revisan los resultados de investigación sobre el papel de la ansiedad y la ira en distintos trastornos, haciendo especial hincapié en la hipertensión esencial y la úlcera péptica. Palabras Clave: Emoción, Ansiedad, Estrés, Ira, Hostilidad, Trastornos psicofisiológicos, Hiper- tensión, Úlcera péptica Abstract: In the present paper a review of the role of emotions in health is carried out, especifi- cally regarding with the wide field of psycho- physiological or psychosomatic disorders. Changes regarding with psychophysiological disorders conceptualization and classification are also reviewed in detail, from classical nosologies to current classifications, as well as different cur- rent research pathways in this area. Finally, research findings on the role of anxiety and anger in several disorders are addressed, es- pecially those related to essential hypertension and peptic ulcer. Key words: Emotion, Anxiety, Atress, Anger, Hostility, Psychophysiological disorders, Hypertension, Peptic ul- cer. Title: Emotions and psychophysiological disorders Introducción La idea de interrelación entre lo mental y lo corporal, o si se prefiere lo psíquico y lo somá- tico, ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Disciplinas orientales clásicas como el yoga señalaban que la combinación de ciertos ejercicios con una determinada disposi- ción mental, generalmente relajación concentra- da, tenía efectos importantes sobre distintos ór- ganos y funciones y sobre la salud en general. Hipócrates 400 años antes de Cristo, elaboraba una tipología en la que los distintos humores corporales correspondían a distintos tipos temperamentales, dando cuenta de la * Dirigir la correspondencia a: Dr. Juan José Miguel To- bal. Dpto. de Psicología Básica (Procesos Cognitivos). Facultad de Psicología. Universidad Complutense. 28223 Campus de Somosaguas, Madrid. © Copyright 1995: de los Editores de Ansiedad y Estrés Artículo recibido: 15-12-94, aceptado: 11-1-95. peramentales, dando cuenta de la enfermedad y la salud. No es, sin embargo, hasta el siglo XIX cuando se comienza a realizar una investigación continuada sobre esta relación entre los factores psicológicos y los orgánicos, siendo esta la ba- se de la medicina psicosomática. Aunque bien es cierto que en etapas tempranas, desde 1930 hasta 1960, la medicina psicosomática siguió un camino basado en hipótesis de carácter psicoa- nalítico, dando lugar a estudios escasamente científicos, poco sistemáticos y con una pobre capacidad predictiva. En las últimas décadas y de la mano de dis- ciplinas como la medicina psicosomática, la medicina conductual, la psicología de la salud y la psicofisiología (ver para su delimitación Ca- sado, 1994), se han ido acumulando una gran cantidad de datos que explican y matizan la re- 2 J.J. Miguel Tobal y Mª.I. Casado Morales lación entre los factores psicológicos y la salud y enfermedad físicas. Dentro de estos factores psicológicos cobran especial importancia las emociones. Las reacciones emocionales como la ansie- dad, el estrés, la ira, la hostilidad, la tristeza o la depresión, presentan correlatos fisiológicos que son el resultado de complejos mecanismos que bajo la influencia del sistema nervioso afec- tan a las secreciones glandulares, los órganos y tejidos, los músculos y la sangre. Cada vez son más los estudios que muestran la relación entre factores emocionales y trastornos como los car- diovasculares, digestivos e incluso los deriva- dos de un mal funcionamiento del sistema inmu- nológico, como el cáncer. El mejor campo de estudio de esta relación ha sido, y sigue siendo, el de los denominados clásicamente trastornos psicosomáticos, o desde una conceptualización más reciente, trastornos psicofisiológicos. Los Trastornos Psicofisiológicos Los trastornos psicofisiológicos han sido definidos tradicionalmente como aquellos que presentan una clara evidencia de enfermedad orgánica, a la vez que una proporción significa- tiva de sus determinantes son de índole psicoló- gica (Maher, 1978). Nos encontramos, por tanto, ante trastornos caracterizados por la existencia de síntomas físicos o disfunciones en varios ór- ganos del cuerpo, estrechamente relacionados con factores psicológicos (Gatchel et al., 1989). A pesar de esta doble vertiente, orgánica y psicológica, este tipo de trastornos han sido tra- tados exclusivamente desde una perspectiva médica. Sin embargo, con el auge de disciplinas como la Medicina Conductual y la Psicología de la Salud, han ido cobrando relevancia en el tra- tamiento una serie de variables relacionadas di- rectamente con aspectos psicológicos. Tanto la medicina como la psicología han buscado siempre la etiología de estos trastornos dando lugar a que a lo largo de la historia dis- tintos factores cobraran el papel de explicación decisiva, hasta llegar a la convicción de que la multicausalidad es la verdadera etiología, con sus combinaciones entre diversos factores. Esta multicausalidad, centrada en considerar simultáneamente los factores genéticos, ambientales, psicofisiológicos y, principalmente, el peso de la interacción como elemento de predisposición del individuo a padecer una determinada enfermedad, es el gran mérito de la investigación psicológica actual en este campo. Ello ha propiciado que los trastornos psicofisiológicos ya no sean entendidos como un grupo concreto o distinto de enfermedades, sino aquellas alteraciones físicas que son precipitadas, agravadas o prolongadas por factores psicológicos. En definitiva, actualmente se tiende a aso- ciar la génesis, desarrollo y mantenimiento de los trastornos psicofisiológicos con una plurali- dad de agentes, entre los que cabe destacar: la ansiedad, los factores ambientales, el estilo de vida, la resistencia del sujeto al estrés, factores genéticos, características de personalidad, la ira y/o la hostilidad, factores cognitivos, etc. Clasificación de los trastornos psicofisiológi- cos En las clasificaciones tradicionales de los trastornos psicofisiológicos se listaban y des- cribían las distintas enfermedades en las que la investigación había mostrado su relación con variables psicológicas. Estas clasificaciones solían agrupar los distintos trastornos según el sistema afectado. Entre ellos destacaban por su frecuencia e interés los siguientes: -Trastornos cardiovasculares: enfermedad coro- naria, hipertensión arterial. -Trastornos respiratorios: asma bronquial, sín- drome de hiperventilación. -Trastornos endocrinos: hipertiroidismo, hipoti- roidismo, enfermedad de Addison, síndrome de Cushing, alteraciones de las glándulas paratiroi- des, hipoglucemia, diabetes. -Trastornos gastrointestinales: trastornos esofági- cos, dispepsia no ulcerosa, úlcera péptica, sín- drome del intestino irritable, colitis ulcerosa, en- fermedad de Crohn. -Trastornos dermatológicos: pruito, hiperhidrosis, urticaria, dermatitis atópica, alopecia areata. -Dolor crónico: lumbalgias, cefaleas, dolor pre- menstrual. -Artritisreumatoide -Trastornos inmunológicos. Emociones y Tratornos Psicofisiológicos 3 El Manual de Diagnóstico de la Asociación de Psiquiatría Americana -DSM II- reconocía la existencia de enfermedades orgánicas psicóge- nas, estableciendo que sólo determinadas en- fermedades podían ser debidas a causas psico- lógicas. En este manual se definían nueve cate- gorías principales de trastornos en función del órgano o sistema corporal afectado. Sin embargo, la investigación en el campo demostraba paulatinamente la relevancia de los factores psicológicos en la etiología y desarro- llo de un gran número de enfermedades no con- sideradas inicialmente como psicofisiológicas, que engloban desde trastornos neurológicos, como la esclerosis múltiple, hasta enfermedades infecciosas, como la tuberculosis, e incluso en- fermedades inmunológicas, como la leucemia (Wittkower y Dudek, 1973). Con este creciente reconocimiento de la im- plicación de factores psicológicos o emociona- les en el desencadenamiento y/o agravamiento de la mayoría de las enfermedades orgánicas, se hizo patente la ineficacia del esquema anterior. El DSM II no podía dar cuenta de estos resulta- dos y era necesario un cambio en el sistema cla- sificatorio vigente hasta entonces. Lipp et al. (1977) señalaron que el DSM III debía tomar en consideración el grado en que los factores psicosociales pueden influir en la condición física. Este objetivo fue adoptado e incorporado en la tercera edición del manual DSM III. Recomendaron, así mismo, que la sec- ción independiente de Trastornos Psicofisioló- gicos fuese eliminada y sustituida por una nueva sección denominada "Factores psicológicos en la condición física" adoptándose finalmente el título: "Factores psicológicos que afectan al es- tado físico". Esta sección del DSM III incluye no sólo los trastornos psicofisiológicos tradicionales seña- lados en el anterior DSM II, sino también aque- llas alteraciones físicas en las que se han podi- do encontrar factores psicológicos significati- vos en la génesis o agravamiento del trastorno. De esta forma, al describir los trastornos psicofisiológicos no se hace referencia a un grupo distinto de enfermedades, sino a aquellas alteraciones físicas que son precipitadas, agra- vadas o prolongadas por factores psicológicos: "...esta categoría puede utilizarse para cualquier trastorno físico en el que los factores psicológi- cos sean considerados importantes. Puede utili- zarse para describir alteraciones que en el pa- sado se han conocido con el nombre de "psico- somáticas" o "psicofisiológicas" ..." (D.S.M. III-R, pág, 317). Entre los ejemplos comunes de enfermedades físicas en las que esta categoría puede ser apropiada se incluyen los siguientes: obesidad, cefaleas de tensión, migraña, angor pectoris, dismenorrea, dolor sacroilíaco, neuro- dermatitis, acné, artritis reumatoide, asma, ta- quicardia, arritmia, úlcera gastroduodenal, car- diopasmo, pilorospasmo, nauseas y vómitos, co- litis ulcerosa y poliaquiuria. A partir del DSM III (DSM III-R) la Ameri- can Psychiatric Association (APA) recoge la idea de que los factores psicológicos tienen un papel de gran relevancia en la mayoría de las enfermedades. Con la adopción, por parte de la APA, de este nuevo sistema se pretende evitar la consi- deración de un determinado trastorno o enfer- medad como exclusivamente psicológico u or- gánico. Esta misma idea se recoge en el capítulo V sobre Trastornos Mentales y del Comportamien- to de la 10ª edición de la Clasificación Interna- cional de Enfermedades (CIE-10), en la cual, el término psicosomático no se utiliza, ya que "... puede implicar que los factores psicológicos no jueguen un papel en el desencadenamiento, cur- so y evolución de otras enfermedades no descri- tas como psicosomáticas..." (CIE-10 cap. V pág 26). En este manual, los trastornos clasificados anteriormente como psicosomáticos se dividen en varios apartados: trastornos somatomorfos (F45), trastornos de la conducta alimentaria (F50), disfunción sexual de origen no orgánico (F52) y factores psicológicos y del comporta- miento en trastornos o enfermedades clasifica- dos en otro lugar (F54). Esta última categoría (F54) se ha creado con el fin de señalar la exis- tencia de trastornos orgánicos (codificados en otros capítulos del CIE) con etiología emocio- nal. Por ejemplo, el asma puede clasificarse como F54 + J45, la úlcera gástrica como F54 + K25, etc. 4 J.J. Miguel Tobal y Mª.I. Casado Morales La mayoría de los profesionales de la Medi- cina Psicosomática, Medicina Conductual o Psicología de la Salud apoyan este nuevo siste- ma clasificatorio ya que enfatiza una aproxima- ción etiológica multicausal de la enfermedad (Gatchel et al., 1989). Las distintas emociones y los trastor- nos psicofisiológicos Una de las características básicas de los trastornos psicofisiológicos es el carácter múl- tiple de su etiología. Este hecho dificulta el es- tudio de dichos trastornos si tenemos en cuenta que los distintos y variados factores desencade- nantes pueden adoptar diversas combinaciones, haciendo que el peso específico de cada factor sea diferente en cada caso, así como la interac- ción resultante. Junto a este hecho, no debemos olvidar ade- más, que dichas combinaciones pueden variar a su vez en función del estadio evolutivo en que se encuentre el trastorno, como ha sido re- petidamente señalado en el caso de la hiperten- sión primaria (Obrist et al., 1983). El establecimiento de los factores determi- nantes ha potenciado considerablemente la in- vestigación en esta área haciendose hincapié en los factores fisiológicos, genéticos, psicológi- cos y ambientales. Todos ellos han de ser toma- dos en cuenta para lograr una comprensión glo- bal de estos trastornos. Entre las variables psicológicas destacan, sin duda, las emociones. Las distintas emocio- nes van a manifestarse bajo un triple sistema de respuestas: cognitivo, fisiológico y motor. La relación entre las respuestas del sistema fisioló- gico y los trastornos psicofisiológicos ha sido punto de partida de muchas teorías explicativas sobre su génesis. Entre las distintas emociones van a destacar la ansiedad y la ira. Ansiedad y Estrés Desde las primeras décadas de este siglo la ansiedad ha ocupado un lugar importante en la literatura psicológica debido fundamentalmente a dos razones: - Por un lado, la ansiedad es considerada una respuesta emocional paradigmática que ha facilitado la investigación básica y aplicada en el campo de las emociones. - Por otro lado, los avances en el estudio de la ansiedad han permitido el desarrollo de técni- cas aplicadas a prácticamente la totalidad de los ámbitos de la psicología actual. Desde el punto de vista del marco teórico todas las escuelas psicológicas se han preocu- pado por el estudio de la ansiedad, dando lugar a que haya sido tratada bajo múltiples perspec- tivas. En este punto nos interesa destacar la ansie- dad como respuesta emocional ante las situacio- nes que generalmente son catalogadas como an- siógenas o estresantes. Actualmente, la ansiedad tiende a ser considerada como una "respuesta emocional o patrón de respuestas que engloba aspectos cognitivos, displacenteros de tensión y aprensión; aspectos fisiológicos, caracterizados por un alto grado de activación del sistema ner- vioso autónomo y aspectos motores que suelen implicar comportamientos poco ajustados y es- casamente adaptativos. La respuesta de ansie- dad puede ser elicitada tanto por estímulos ex- ternos o situacionales como por estímulos inter- nos al sujeto, tales como pensamientos, ideas, imágenes, etc., que son percibidos por el indi- viduo como peligrosos o amenazantes. El tipo de estímulos (internos o externos) capaces de evocar la respuesta de ansiedad estará en gran parte, determinado porlas características del sujeto, existiendo notables diferencias indivi- duales en cuanto a la propensión a manifestar reacciones de ansiedad ante las diversas situa- ciones" (Miguel-Tobal, 1990, pág. 310). Bajo esta perspectiva destacan dos líneas de investigación complementarias e inseparables centradas en el papel de los factores fisiológi- cos y psicológicos en la génesis y desarrollo de distintas enfermedades. 1. Factores fisiológicos: Existe un amplio núme- ro de investigaciones y de modelos explicativos de los trastornos psicofisiológicos que conside- ran que las consecuencias derivadas de la res- puesta fisiológica a las situaciones de estrés son la causa principal que incide en el desarrollo de dichos trastornos. El desarrollo de la experi- Emociones y Tratornos Psicofisiológicos 5 mentación biomédica y los avances en psicofi- siología han permitido, en parte, el progresivo desarrollo de esta línea de investigación. Estos modelos, basados en general en las consecuen- cias que puede provocar la exposición a situa- ciones de estrés, parten de un eje común: el or- ganismo necesita para realizar su actividad dia- ria cierto grado de activación fisiológica. Esta- ríamos por lo tanto, en principio, ante una res- puesta positiva y adaptativa. Pero ¿qué ocurre cuando la respuesta de activación se excede en sus patrones de tiempo o duración?. a. Por un lado, el organismo no puede mantener de forma constante un ritmo de activación por encima de sus posibilidades. b. Por otro lado, en el medio en el que se desa- rrolla el hombre actual ese sentido de adapta- ción se va perdiendo, ya que es poco probable que un evento desencadenante de tal reacción desaparezca por medio de una acción de ata- que o huída, en el sentido planteado por Can- non (Cardona y Santacreu, 1984). En el mundo actual, la forma habitual de responder ante el evento estresante es por medio de respuestas de afrontamiento, como las cognitivas, que no utilizan el incremento de energía movilizado, generándose de esta forma una acumulación excesiva de dicha energía no empleada. Estos dos factores pueden dar lugar a la so- brecarga de determinados órganos, pudiendo desencadenar trastornos a diferentes niveles. Por lo tanto, la probabilidad de que un trastorno psicofisiológico se desarrolle aumentará con el incremento de la frecuencia o la duración de la respuesta de ansiedad provocada por la propia situación de estrés o por la situación considera- da como tal por el sujeto. 2. La segunda línea de investigación se centra en el papel de las variables psicológicas. La hipótesis básica sostiene que los sujetos con al- tos niveles en rasgo de ansiedad interpretarán un mayor número de situaciones como amenazan- tes, por lo que se verán expuestos con mayor frecuencia a situaciones que les generen estados de ansiedad, lo que en última instancia, según los datos aportados por múltiples investigacio- nes, supondrá una mayor y más frecuente activa- ción fisiológica y por tanto mayor probabilidad de desarrollar trastornos psicofisiológicos. Desde esta perspectiva se ha trabajado con pa- radigmas de conflicto experimental para provo- car incertidumbre o falta de control en los indi- viduos, a la vez que se han estudiado exhausti- vamente los distintos modos de afrontamiento. Pero aunque a nivel conceptual sigue siendo posible separar los factores fisiológicos de los psicológicos, en la realidad la línea divisoria está bastante desdibujada. Las emociones son variables psicológicas que se manifiestan, entre otras, por medio de respuestas fisiológicas. En la relación de la ansiedad y el estrés con los trastornos psicofisiológicos, un elemento fundamental será siempre el hecho de que las si- tuaciones de estrés o ansiedad afectan al funcio- namiento de los órganos internos produciendo en ellos cambios tanto morfológicos como fun- cionales. En resumen podemos destacar como factores desencadenantes o agravantes de distintas en- fermedades la interacción entre una situación de estrés, un modo individual de valorar la situa- ción como amenazante, un patrón de respuesta fisiológica y una sensibilidad incrementada o predisposición orgánica. Es innegable por tanto que, en gran medida, el proceso dependerá del modo en que la persona perciba y procese la si- tuación estresante y de su habilidad para encon- trar soluciones adaptativas a las nuevas situa- ciones. Ira y Hostilidad Una de las variables que en los últimos años está dando lugar al desarrollo de numerosas in- vestigaciones dentro del campo de trastornos psicofisiológicos, es la ira. En líneas generales, los distintos autores co- inciden en describir la ira como una emoción, pero discrepan en sus definiciones según los distintos elementos sobre los que recae el énfa- sis. Así, Buss (1961) incluye en su definición componentes autonómicos y esquelético- faciales. Feshbach (1964) conceptualiza la ira como un estado indiferenciado de arousal emo- cional. Kaufman (1970) la define como una emoción que implica un estado de activación fi- 6 J.J. Miguel Tobal y Mª.I. Casado Morales siológica que conlleva actos fantaseados o in- tencionados que culmina con efectos perjudicia- les para terceras personas. Schachter (1971) y Novaco (1975) definen la ira como un estado emocional en el que incluyen tanto factores cog- nitivos como fisiológicos. Izard, (1977) descri- be la ira como una emoción primaria que se presenta cuando un organismo es bloqueado en la consecución de una meta o en la satisfacción de una necesidad. Diamond (1982) la concep- tualiza como un estado de arousal con compo- nentes expresivos, subjetivos, viscerales y so- máticos. Frecuentemente el término ira se mezcla y confunde con otros como hostilidad y agresión, generándose un importante problema concep- tual. Conviene distinguir la ira (estado emocio- nal o afectivo) de la hostilidad (relacionada con las actitudes) y de la agresión (conducta destructiva). De esta manera: - Ira se refiere a un estado emocional caracteri- zado por sentimientos de enojo o enfado de in- tensidad variable. - Hostilidad hace referencia a una actitud persistente de valoración negativa de y hacia los demás. - Agresión se entiende como una conducta diri- gida a causar daño en personas o cosas. Al igual que en el caso de la ansiedad, po- demos diferenciar en la ira entre rasgo y estado. Se define el estado de ira como el estado emo- cional o condición que incluye sensaciones sub- jetivas de tensión, enojo, irritación, furia o ra- bia, con activación concomitante o arousal del sistema nervioso autónomo (Spielberger et al., 1983, 1988; Deffenbacher, 1992). Mientras que el rasgo de ira se refiere a la tendencia o pro- pensión individual a reaccionar con estados de ira. La activación concomitante es la causa de que la ira se haya relacionado, al igual que la ansiedad, con la génesis y/o agravamiento de distintas enfermedades. Desde fechas tempranas existe una extensa literatura que señala la ira y la hostilidad como factores importantes que predisponen a padecer diferentes trastornos (Diamond, 1982; Spielberger, 1988). Recientemente, se ha puesto de manifiesto la necesidad de delimitar y medir una serie de fa- cetas: la intensidad de los sentimientos en un momento particular, la frecuencia con que se experimenta la ira, si la ira es suprimida o ex- presada como conducta agresiva hacia otras personas u objetos del ambiente, y el grado en que una persona se implica en controlar la ira (Spielberger et al. 1985; Spielberger et al., 1988). En los puntos siguientes nos centraremos en la relación entre ansiedad, ira y algunos de los trastornos considerados tradicionalmente como paradigmas de las enfermedades psicofisiológi- cas. Ansiedad e ira en la hipertensión arte- rial La hipertensión arterial tanto por su inciden-cia como por sus graves repercusiones, consti- tuye uno de los problemas más importantes de los servicios de salud. Se estima que alrededor de un 20% de la población general presenta ci- fras tensionales mantenidas superiores a 160/95 mm Hg. En la mayor parte de los casos (90- 95%) se trata de una hipertensión esencial o primaria cuyos mecanismos etiopatogénicos no están bien establecidos. Es un hecho constatado que incluso en personas normotensas una amplia gama de estímulos ambientales, ligados a una reacción emocional moderada o intensa, desen- cadenan aumentos transitorios de la presión ar- terial. Esta reactividad cardiovascular es mayor en pacientes hipertensos o en personas con ante- cedentes familiares de hipertensión arterial (Ditto y Miller, 1989). Estos hechos han permi- tido postular una serie de teorías que involucran a los factores psicosociales en la patogenia de la hipertensión. Han sido muchos los autores que con mayor o menor éxito y desde distintas perspectivas han centrado sus estudios en la relación entre distin- tas variables psicológicas y la hipertensión. Para comenzar, es imprescindible hacer re- ferencia a una de las formulaciones más clási- cas, la de Alexander (1939) quien postuló una base psicodinámica en la hipertensión esencial en cuyo núcleo estaría un conflicto entre las ten- dencias pasivo-dependientes y los impulsos agresivos reprimidos. Según Alexander los pa- Emociones y Tratornos Psicofisiológicos 7 cientes hipertensos serían incapaces de expresar sentimientos hostiles, generando un resentimien- to mantenido. La constatación de esta hipótesis se enfrenta con las lógicas dificultades metodo- lógicas. En la actualidad, los estudios que intentan encontrar rasgos de personalidad característicos del sujeto hipertenso suelen trabajar en dos lí- neas: - Estudiar la incidencia de la hipertensión en poblaciones psiquiátricas. Los resultados y la metodología empleada por este tipo de estudios han sido duramente cuestionados (véase Weiner, 1979), principalmente porque el tipo de mues- tras utilizadas no permite generalizar los datos obtenidos hacia la población hipertensa en ge- neral. Por otro lado, su carácter puntual no per- mite conocer si la hipertensión surge con poste- rioridad al "trastorno psicológico" o por el con- trario es anterior al mismo. - La otra línea de estudio, y a nuestro juicio más acertada, consiste en la utilización de pruebas objetivas para la medición de variables psico- lógicas en muestras de sujetos normotensos e hipertensos. Este tipo de estudios nos permite un mayor campo de acción, al poder establecer compara- ciones entre ambos grupos. En cualquier caso, algunos de estos estudios caen igualmente en el error de intentar concluir con una relación cau- sa-efecto entre las características de personali- dad y el desarrollo de la hipertensión. Sin em- bargo, como en el caso de la investigación del resto de los factores, la metodología es correla- cional por lo que no es posible establecer di- chas relaciones causales. En esta línea, los datos que se han ido obte- niendo hasta la actualidad siguen siendo contra- dictorios con más frecuencia de la que cabría esperar, debido en parte a problemas metodoló- gicos que es necesario subsanar. Uno de los principales problemas sigue siendo la elección de las muestras. Al tener que trabajar con mues- tras clínicas es importante tener en cuenta sus características (edad, sexo, nivel cultural, etc.) y principalmente requiere elegir una muestra normotensa equiparada. Otro de los problemas habituales es básica- mente un problema de conceptualización y me- dida. En muchos casos lo que se está evaluando no es un rasgo sino un estado, principalmente en el caso de la ansiedad o la ira. Sin embargo, creemos que se debe seguir trabajando en esta línea, subsanando los posi- bles errores metodológicos para conseguir arro- jar luz sobre este campo. Entre los rasgos de personalidad o emocio- nes básicas, sobre los que existe una mayor evi- dencia de correlación con la hipertensión nos centraremos principalmente en la ansiedad y la ira. Veamos a continuación las conclusiones de una serie de estudios centrados en la medida de estas variables. Harburg et al. (1979) resaltan la importancia de la supresión de ira como una variable que contribuye a elevar la presión sanguínea y, por consiguiente, a presentar hipertensión. En los trabajos de Baer et al. (1979), reali- zados a partir de distintas muestras de sujetos hipertensos y normotensos, y utilizando como instrumento de medida el Brief Hypertensive Self-Report Instrument, se encontraron diferen- cias significativas entre ambos grupos. Los au- tores apuntan que los sujetos hipertensos obtie- nen puntuaciones más altas que los sujetos nor- motensos en activación de ira, ansiedad y resen- timiento. Schalling y Svensson (1984) estudiaron la relación entre los rasgos de personalidad y la presión sanguínea en reclutas de la armada sue- ca. A partir de estas muestras se encontraron di- ferencias significativas entre hipertensos y nor- motensos en escalas de ansiedad, tensión, neuroticismo e "inhibición de agresión". Los hipertensos puntuaban más alto en estas escalas que los normotensos. Los autores describen el perfil del hipertenso como un individuo ansioso, que reprime o inhibe la ira y que no es asertivo. Estos datos son consistentes, según sus autores, con la temprana descripción de Alexander (1939) en la que dibuja la personalidad del hi- pertenso, y contraria al concepto de Tipo A co- mo una persona abiertamente agresiva, competi- tiva, asertiva e impaciente. Van Der Ploeg et al. en 1985, utilizando el State-Trait Anger Expression Inventory con muestras de pacientes hipertensos y sujetos normotensos, encontraron en el grupo de hiper- 8 J.J. Miguel Tobal y Mª.I. Casado Morales tensos puntuaciones más altas en estado de ira y expresión de ira que en el grupo de normoten- sos. Al comparar por sexos, los varones hiper- tensos muestran valores significativamente más altos que los normotensos en las variables de estado de ira y rasgo de ira, mientras que entre las mujeres las diferencias no llegaron a ser significativas. Thailer et al. (1985) sostienen que los pa- cientes hipertensos con elevación de la renina plasmática presentan mayores niveles de ira contenida, susceptibilidad, paranoidismo, de- presión y ansiedad. Dimsdale et al. (1986), confirmaron una re- lación entre la presencia de sentimientos de irri- tación e ira contenida y la hipertensión arterial esencial. Boutelle et al. (1987) en un estudio de com- paración entre sujetos normotensos e hiperten- sos concluyen que los sujetos hipertensos son significativamente más propensos a sentir ira y sin embargo muestran mayores puntuaciones en evitación de la expresión de la ira. Goldstein et al. (1988) en un estudio con muestras de sujetos normotensos e hipertensos, estudiaron la relación entre ira y presión san- guínea. Estos autores encontraron diferencias significativas entre ambos grupos en expresión de ira, medida con la escala Survey of Affective Stress, siendo mayores las puntuaciones en el grupo de normotensos que en el de hipertensos. Es decir, los hipertensos mostraron una menor expresión de ira que los sujetos normotensos, o si se prefiere, los normotensos expresaban sus sentimientos de ira con mayor facilidad. Pagotto et al. (1992) sostienen que, compa- rados con un grupo normal, los sujetos con hi- pertensión muestran significativamente mayores niveles de ansiedad. Miller (1992) examinó la influencia del ras- go de ansiedad en la respuesta cardiovascular en sujetos normotensos (PH-) y sujetos normo- tensos con antecedentes familiares de hiperten- sión (PH+). Los sujetos PH+ con alto rasgo de ansiedad exhibían mayores elevaciones de tasa cardíaca y flujo sanguíneo en el antebrazoante determinados estímulos estresores, así como descensos en la resistencia vascular, medida también en el antebrazo, que los sujetos PH+ con bajo rasgo de ansiedad y que los sujetos normotensos sin antecedentes hipertensivos (PH-). La respuesta cardiovascular de los suje- tos PH+ con bajo rasgo de ansiedad no difería de los sujetos PH-. Según el autor los resultados sugieren que la ansiedad puede ser un factor modulador de la respuesta cardiovascular indi- vidual y, por ende, del riesgo de padecer hiper- tensión. Miguel-Tobal (1993) llevó a cabo una in- vestigación con una muestra total de 105 suje- tos, divididos en dos grupos según sus niveles de presión arterial: normotensos e hipertensos. Ambas muestras estaban equiparadas en cuanto a las variables sexo y edad. Se evaluaron 16 fa- cetas distintas de la ansiedad y la ira por medio del Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad -ISRA- (Miguel-Tobal y Cano, 1986, 1988), y el Inventario de Expresión de Ira Ras- go-Estado -STAXI- (Spielberger, 1988, 1991). Los resultados muestran un perfil del sujeto hipertenso caracterizado por un alto rasgo gene- ral de ansiedad, alta reactividad en los sistemas de respuesta cognitivo y fisiológico y, en menor medida, en el sistema motor, y con reacciones de ansiedad intensas ante las situaciones de prueba o evaluación, las situaciones potencial- mente fóbicas, las situaciones habituales en su vida diaria y, en menor medida, ante las situa- ciones interpersonales. En relación a la ira, los individuos hiperten- sos presentan una mayor disposición a expresar ira cuando son criticados o tratados de forma in- justa, refrenan sus sentimientos de ira con mayor frecuencia y sus estados de ira se manifiestan en conductas agresivas directas de forma menos frecuente que en el grupo normotenso. Para concluir, quisieramos destacar los re- sultados de una investigación llevada a cabo du- rante los últimos años, en la que se ha cuidado especialmente la selección de la muestra, tanto clínica como normal, para subsanar una de las fuentes de error más comunes. Casado (1994) realizó en estudio de comparativo entre sujetos con hipertensión esencial y sujetos normotensos. La muestra total estaba formada por 202 sujetos distribuidos en dos grupos: - Grupo de Hipertensión: 93 sujetos, 61 mujeres (66%) y 32 varones (34%), con edades com- Emociones y Tratornos Psicofisiológicos 9 prendidas entre 19 y 74 años, siendo la media de edad de 49 años. - Grupo Control: 109 sujetos, 72 mujeres (66%) y 37 varones (34%), con edades comprendidas entre 19 y 77 años y media de edad de 47 años. Entre las variables analizadas se encuentran la ansiedad y la ira. En cuanto a la ansiedad, medida por medio del Inventario de Situaciones y Respuestas de Ansiedad -I.S.R.A.- (Miguel-Tobal y Cano, 1986, 1988), los resultados muestran diferen- cias altamente significativas en todas y cada una de las variables analizadas: rasgo general de ansiedad, ansiedad cognitiva, ansiedad fisioló- gica (p≤ .0001 en todos los casos) y, en menor grado, aunque también claramente significativa, ansiedad motora (p≤ .001). En cuanto a las áreas situacionales o rasgos específicos, las di- ferencias son igualmente significativas en todos los casos, ansiedad de evaluación, ansiedad in- terpersonal, ansiedad fóbica y ansiedad de la vida cotidiana (p≤ .0001 en los cuatro factores). En todos los casos, sin excepción, las medias de las puntuaciones del grupo de hipertensión son más elevadas que las del grupo normal. Respecto a la ira, medida por medio del In- ventario de Expresión de Ira Rasgo-Estado - S.T.A.X.I.- (Spielberger, 1988, 1991), de las 8 medidas registradas, solamente es significativa la diferencia en una de las variables, ira hacia dentro o ira interna (p≤ .007), siendo mayor la puntuación de los sujetos del grupo de hiperten- sión. Por tanto, el grupo de hipertensión muestra: - Altos niveles de ansiedad caracterizados por un elevado rasgo de ansiedad, alta reactividad cognitiva, fisiológica y motora, y niveles altos de ansiedad ante distintas situaciones ansióge- nas, como situaciones de evaluación, situacio- nes de relación interpersonal, estímulos poten- cialmente fóbicos y ante las distintas situacio- nes de su vida cotidiana. - Mayor ira interna o internalización de la ira, lo que implica que cuando el individuo hipertenso se siente airado o enfurecido tiende con fre- cuencia a refrenar o suprimir sus sentimientos de ira. Para finalizar, y a pesar de los problemas metodológicos y la ambigüedad de los datos de algunos estudios, podemos afirmar que existe un número importante de investigaciones que sos- tienen que los sujetos hipertensos presentan ma- yores niveles de ansiedad que los sujetos nor- motensos (Baer et al., 1979; Schalling y Svens- son, 1984; Thailer et al., 1985; Pagotto et al., 1992; Miguel-Tobal, 1993; Méndez, 1993 y Ca- sado, 1994). Con relación a la ira, en general los datos de investigación sugieren que los suje- tos hipertensos se caracterizan por presentar mayores niveles de ira en general y en lo que especialmente algunos autores han denominado inhibición de ira, ira interna o dificultad de ex- presar la ira (Baer et al., 1979; Harburg et al., 1979; Schalling y Svensson, 1984; Van Der Ploeg et al., 1985; Thailer et al., 1985; Dimsda- le et al., 1986; Boutelle et al. 1987; Goldstein et al., 1988; Suarez y Williams, 1990; Miguel- Tobal, 1993 y Casado, 1994). Una amplia y re- ciente revisión sobre el papel de la ira y la hos- tilidad en un buen número de trastornos cardio- vasculares puede verse en Siegman y Smith (1994). Ansiedad e ira en las úlceras pépticas La úlcera péptica constituye uno de los tras- tornos considerado como prototipo de enferme- dad psicosomática. Se trata de la erosión de la mucosa localizada en el estómago o en el duo- deno, cuya etiología es desconocida en la mayo- ría de los casos. Las hipótesis psicofisiológicas actuales aportan datos interesantes sobre la génesis de esta enfermedad y resaltan el papel de los facto- res psicosociales en su génesis. Numerosas investigaciones han constatado en repetidas ocasiones que emociones como la ira, la ansiedad o la frustración van acompa- ñadas de incrementos de secreción de ácido gástrico. Por ello, se estableció la hipótesis de que determinados estados emocionales facilita- ban un exceso de secreción gástrica que era la responsable del desarrollo o agravamiento del problema. Si aceptamos que el estado emocional re- percute sobre la actividad secretora y teniendo en cuenta que este efecto parte del SNC encar- gado de modular la secreción gástrica a través 10 J.J. Miguel Tobal y Mª.I. Casado Morales de distintos sistemas, como el parasimpático o el sistema neuroendocrino, pueden efectivamen- te existir mecanismos fisiopáticos a través de los cuales los factores psicosociales pueden in- cidir en el desarrollo de la úlcera péptica. Una de las hipótesis psicofisiológicas más extendidas relaciona la hipersecreción de ácido gástrico en ausencia de comida con aconteci- mientos estresantes. Esta hipótesis se basa en investigaciones con animales y humanos centra- das en la relación entre estrés y actividad secre- tora. Hay numerosos ejemplos de pacientes ex- puestos a situaciones emocionales estresantes que muestran un aumento en el volumen y acidez de la secreción gástrica (Wolf, 1965). Ya en 1859, Brinton observó que la úlcera péptica coincidía frecuentemente con altos nive- les de ansiedad, siendo frecuente que los enfer- mos relacionasen el inicio o la reagudización de los síntomas de la enfermedad con períodos de tensiones de origen psicosocial, aunque hay que señalar que estos antecedentes no se daban en todos los enfermos. Wolf y Wolff, en 1947, llevaron a cabo un estudio clínico (el llamado caso Tom) con un paciente que habíaingerido una solución cáusti- ca que lesionó su esófago por lo que fue necesa- rio implantarle una fístula gástrica permanente a través de la cual ingería los alimentos. La mu- cosa gástrica era perfectamente visible y permi- tía una observación directa de los cambios ex- perimentados por estos tejidos durante los di- versos estados emocionales por los que pasaba el sujeto. Wolf y Wolff (1947) señalaron que cuando Tom se encontraba enfadado, o frustrado, se po- día observar una hiperfunción de la mucosa gás- trica aumentando la secreción de ácido clor- hídrico y la motilidad, apareciendo el estómago bastante enrojecido y con diversas hemorragias. En experimentación animal se ha demostra- do que la exposición prolongada de ratas a si- tuaciones estresoras (descargas eléctricas incontrolables o impredecibles) conlleva un in- cremento en la frecuencia de aparición de úlce- ras (Weiss, 1968, 1972, 1977; Levine et al., 1978; Schuster, 1985). En este tipo de experimentos se encuentra un marcado descenso noradrenérgico en aquellos animales que no se defienden ante la situación aversiva (coping pasivo), siendo éstos los que presentan mayores signos de ulceración. Te- niendo en cuenta, como hemos mencionado ante- riormente, que el SNC es el encargado de modu- lar la secreción gástrica a través de los sistemas parasimpático y neuroendocrino, estos datos confirman la relación entre la exposición a si- tuaciones estresantes y el desarrollo de úlceras; ahora bien, sólo ante determinadas situaciones estresantes, concretamente ante aquellas que elicitan una respuesta de coping pasivo. En una situación de estrés se puede observar una oscilación en la homeostasis simpática- parasimpática del SNA. En la primera fase do- mina la actividad simpática. Posteriormente, cuando el sujeto entra en un estado de indefen- sión, el nivel de arousal o activación desciende al igual que los niveles de aminas cerebrales. En este momento comienza una mayor actividad de la cadena parasimpática, lo que provoca au- mentos de las secreciones gástricas pudiendo ser las causantes de la ulceración. Muchos investigadores relacionan el sistema parasimpático con las secreciones gástricas, es- pecialmente con la de ácido clorhídrico cuyo responsable parece ser el nervio vago. Experi- mentalmente se ha comprobado que cuando se práctica una vagotomía se inhibe marcadamente la secreción de jugo gástrico al igual que las "úlceras producidas por estrés" (Molina, 1981). En 1980, Henke realizó varios trabajos en los que encontró evidencia a favor de la rela- ción entre el eje Hipotálamo-Amígdala y las úl- ceras gástricas producidas por un tipo concreto de estrés: la inmovilización. Atendiendo a estos resultados, quizá el ele- mento responsable de que actualmente siga siendo muy discutido el papel del estrés inespe- cífico en la patogenia de las úlceras y que en distintos estudios no se haya podido encontrar una mayor incidencia de acontecimientos vitales estresantes en pacientes ulcerosos comparados con un grupo control, sea el hecho de no haber tenido en cuenta, en la relación entre el estrés y la úlcera, la forma de afrontamiento ante la si- tuación estresante. Sí parece constatarse que emociones como la ira o el enfado contenido parecen producir un Emociones y Tratornos Psicofisiológicos 11 incremento en la secreción de ácido gástrico (Wolf y Wolff, 1947). Teniendo en cuenta definiciones de ira como la de Izard (1977), quien la describe como una emoción primaria que se presenta cuando un or- ganismo es bloqueado en la consecución de una meta o en la satisfacción de una necesidad, esta- ríamos refiriéndonos a una situación frustrante. Desde posiciones psicodinámicas, Alexan- der (1950) propuso que la úlcera péptica es la expresión de un conflicto neurótico motivado por un deseo desproporcionado de cuidado y protección. Según Alexander, la frustración de estas necesidades de dependencia durante la in- fancia facilita una hipersecreción gástrica que conduce a la úlcera. Más recientemente, y me- diante el empleo de metodologías más depura- das, diversos autores han intentado buscar rela- ciones entre diversas variables psicológicas y la úlcera. En un estudio realizado en 1986 por Tennant y Goulston, trabajando con muestras de sujetos con úlcera duodenal y úlcera gástrica encuen- tran que, comparados con el grupo control, los sujetos con úlcera duodenal obtienen mayores puntuaciones en introversión y psicoticismo, mientras que los sujetos con úlcera gástrica ob- tienen puntuaciones significativamente más ele- vadas en psicoticismo y rasgo de ansiedad. Al comparar las dos muestras de sujetos con úlcera obtienen que el grupo de úlcera gástrica mostra- ba mayores puntuaciones en neuroticismo, psi- coticismo y hostilidad que los sujetos con úlce- ra duodenal. Magni et al. (1986) en un estudio realizado con sujetos que padecen úlcera gástrica conclu- yen que dichos sujetos están caracterizados por un alto rasgo de ansiedad, dependencia, intros- pección, desconfianza, tendencia a ser taciturnos y ausencia de rasgos paranoides. Langeluddecke et al. (1987), en un estudio en el que comparan muestras de sujetos que pa- decen úlcera duodenal y úlcera gástrica, encuentran que los sujetos con úlcera gástrica obtienen mayores puntuaciones en rasgo de ansiedad y psicoticismo que los sujetos normales, mientras que los sujetos con úlcera duodenal presentan elevados niveles sólo en medidas de estado de ansiedad. En un nuevo estudio, Magni et al. (1987) trabajando con sujetos que padecen úlcera duo- denal, encuentran que los pacientes que presen- tan altos niveles en rasgo de ansiedad son más propensos a las recaídas que los que presentan bajos niveles de rasgo de ansiedad. Tennant (1988), en un artículo de revisión sobre los efectos de distintos estresores en con- junción con diferentes estados emocionales, en cuanto al incremento de secreción de ácido péptico, sostiene que los sujetos con altos nive- les de rasgo de ansiedad o neuroticismo son más propensos a sufrir estados de ansiedad induci- dos por los distintos estresores diarios y, en consecuencia son más propensos a padecer tras- tornos gastrointestinales. Sreedhar (1989) señala que los sujetos con úlcera péptica tienen puntuaciones anormalmen- te elevadas en ansiedad medida por una versión de la escala de Taylor (M.A.S.). Casado y Miguel-Tobal (1993) llevaron a cabo una investigación con una muestra de 82 sujetos divididos en dos grupos, uno de sujetos normales y otro de sujetos que padecían úlcera péptica. Los sujetos fueron evaluados en distin- tas facetas de la ansiedad y la ira por medio del Inventario de Situaciones y Respuestas de An- siedad -ISRA- (Miguel-Tobal y Cano, 1986, 1988), y el Inventario de Expresión de Ira Ras- go-Estado -STAXI- (Spielberger, 1988, 1991). Los resultados muestran un perfil del sujeto con úlcera caracterizado por un alto rasgo gene- ral de ansiedad, alta reactividad en los tres sis- temas de respuesta, con reacciones de ansiedad intensas ante situaciones habituales en su vida diaria, ante situaciones en que puedan ser eva- luados o criticados, ante las situaciones inter- personales y, por último, ante situaciones o es- tímulos potencialmente fóbicos. En relación a la ira, los individuos con úlce- ra no presentan un rasgo mayor que los del gru- po control, es decir, que no tienden a sentirse airados con más frecuencia que los sujetos nor- males; sin embargo, la gran diferencia se mani- fiesta en que cuando se sienten airados o enfure- cidos presentan una mayor disposición a refre- nar sus sentimientos de ira. Estos resultados se confirmaron en un estudio posterior (Casado, 1994) en el que se evaluaron, entre otras, la an- 12 J.J. Miguel Tobal y Mª.I. Casado Morales siedad y la ira utilizando los mismos instrumen- tos del estudio anterior, conuna muestra más amplia. La muestra de este estudio estaba for- mada por un total de 158 sujetos distribuidos de la siguiente forma: - Grupo de Ulcera: 61 sujetos, 24 mujeres (40%) y 37 varones (60%), con edades que oscilan entre 18 y 65 años, siendo la media de edad de 40 años. - Grupo Control: 97 sujetos, 40 mujeres (41%) y 57 varones (59%), con edades comprendidas entre 18 y 64 años y una media de edad de 39 años. En cuanto a la ansiedad, los resultados muestran diferencias altamente significativas en- tre ambos grupos en todas y cada una de las va- riables, rasgo general de ansiedad (p≤ .0004), ansiedad Cognitiva (p≤ .0005), ansiedad Fisio- lógica (p≤ .0003) y en menor grado, aunque también claramente significativa, ansiedad Mo- tora (p≤ .003). En cuanto a las áreas situaciona- les, las diferencias son igualmente significati- vas: ansiedad de evaluación (p≤ .001), ansiedad interpersonal (p≤ .004), ansiedad fóbica (p≤ .001) y ansiedad de la vida cotidiana (p≤ .0004). En todos los casos, las medias de las puntuaciones del grupo de úlcera son más ele- vadas que las del grupo normal. Respecto a la ira, los resultados muestran diferencias significativas entre los grupos nor- mal y úlceras en dos de las variables, Ira hacia dentro (p≤ .03), y Expresión de ira (p≤ .05), siendo en ambos casos mayor la puntuación de los sujetos con úlcera que la puntuación obteni- da por el grupo normal. En conclusión, de los datos obtenidos po- demos deducir que el perfil del sujeto con úlce- ra presenta las siguientes características: altos niveles de ansiedad caracterizados por un ele- vado rasgo de ansiedad, alta reactividad en los tres sistemas de respuesta, cognitivo, fisiológico y motor, y niveles altos de ansiedad ante distin- tas situaciones ansiógenas, como situaciones de evaluación, situaciones de relación interperso- nal, estímulos potencialmente fóbicos y ante las distintas situaciones de su vida cotidiana. En re- lación a la ira, el grupo de úlceras presenta un mayor nivel de expresión de ira. Esto implica que el sujeto ulceroso cuando se siente airado o enfurecido, tiende con más frecuencia que la población normal a expresar sus sentimientos de ira. A su vez, presenta mayor nivel de ira inter- na, lo que significa que el sujeto con úlcera tiende con frecuencia a refrenar o suprimir di- chos sentimientos de ira. Estos dos datos unidos indican que la ira es una emoción que el sujeto con úlcera expresa con más frecuencia que la población normal, si bien la dirección en la ex- presión de esta emoción en el sujeto ulceroso es frecuentemente de forma interna, es decir, inten- tando reprimirla. Como puede observarse, estos resultados coinciden en gran medida con los obtenidos en pacientes hipertensos. ¿Supone esto la existen- cia de un patrón de activación, caracterizado por altos niveles de ansiedad y tendencia a la interiorización de la ira, común a los distintos trastornos psicofisiológicos?. ¿Existe un patrón o perfil específico para cada trastorno?. Quizá sea prematuro dar una respuesta definitiva a es- tas cuestiones, aunque nuestros datos apoyarían más una hipótesis de no especificidad. De hecho, al comparar hipertensos y ulcerosos (Ca- sado, 1994) no se encuentran diferencias esta- dísticamente significativas en ninguna de las va- riables estudiadas relacionadas con la ansiedad y la ira, si bien la tendencia de las puntuaciones mostraba mayores niveles de ansiedad en los hipertensos, llegando la diferencia a rozar la significación estadística en ansiedad cognitiva y fóbica, mientras que los ulcerosos mostraban una mayor tendencia a la expresión externa de la ira que los hipertensos, alcanzando la diferencia valores cercanos a la significación estadística. Esperamos que las futuras investigaciones en esta línea posibiliten un conocimiento más preciso de las relaciones entre los factores emocionales y los trastornos psicofisiológicos, sirviendo de guía para la elaboración de pro- gramas de intervención capaces de eliminar o reducir el trastorno. Por nuestra parte, este de- seo ha revertido ya en la implantación de un programa de reducción de la hipertensión, que mediante la combinación de técnicas cognitivo- conductuales para el control de la ansiedad y la ira, entre otras variables, ha mostrado una alta eficacia en la disminución de la presión sanguí- Emociones y Tratornos Psicofisiológicos 13 nea sistólica y diastólica (ver Miguel-Tobal et al., 1994). Referencias bibliográficas Alexander, F. (1939). Emotional fac- tors in essential hypertension. Psychosomatic Medicine, 1, 175-179. Alexander, F. (1950). Psychosomatic Medicine: Its principles and ap- plications. New York: Norton. American Psychiatric Association (APA) (1987). Diagnostic and stadistical manual of mental disorders (DSM-III-R), 3ª ed. re- visada. Washington, DC. American Pychiatric Association (APA) (1980). Diagnostic and stadistical manual of mental disorders (DSM-III), 3ª ed. Washington, DC. Baer, P.E., Collins, F.H., Bourenoff, G.C. y Ketchel, M.F. (1979). 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