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El antes y el después del turismo Evolución de los lugares y papel de los actores del turismo fuera de lo común Análisis bibliográfico

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20/2/24, 7:21 El antes y el después del turismo. Evolución de los lugares y papel de los actores del turismo «fuera de lo común». Análisis bibliográfico
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Tourism Review
9 | 2016 :
Aux marges du tourisme : utopies et réalités du tourisme hors des sentiers battus
El antes y el después del turismo.
Evolución de los lugares y papel
de los actores del turismo «fuera
de lo común». Análisis
bibliográfico
A������ C��������, G�������� D������-T��� �� M���� G������-
B�����
Traduction de Université Bretagne Occidentale
https://doi.org/10.4000/viatourism.414
Cet article est une traduction de :
Avant et après le(s) tourismes(s). Trajectoires des lieux et rôles des acteurs du
tourisme « hors des sentiers battus ». Une analyse bibliographique [fr]
Autre(s) traduction(s) de cet article :
Before and after tourism(s). The trajectories of tourist destinations and the role of
actors involved in "off-the-beaten-track" tourism: a literature review [en]
Notes de la rédaction
Síntesis elaborada dentro del marco de la investigación colectiva (Chenevez Alain, Cominelli
Francesca, Condevaux Aurélie, Djament-Tran Géraldine, Fagnoni Edith, Gravari-Barbas Maria,
Guinand Sandra, Hertzog Anne, Jacquot Sébastien, Renard-Delautre Cécile) sobre « La puesta en
turismo de lugares ordinarios y la depreciación de enclaves turísticos: ¿qué implicación de la sociedad
civil?», PLAN URBANISMO CONSTRUCCIÓN ARQUITECTURA (PUCA), Francia.
Texte intégral
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Introducción
Post-turismo y «salidas del turismo»
La evolución de las prácticas turísticas tiende a poner en cuestión la oposición entre
lugares turísticos y lugares no turísticos: algunos lugares turísticos se convierten en lugares
ordinarios, mientras que, al contrario, ciertos lugares ordinarios se convierten en lugares
turísticos. Así, ciertas estaciones turísticas se transforman en ciudades (Stock, Lucas, 2012)
mientras que suburbios populares se afirman como destinos turísticos emergentes (Gravari-
Barbas, Fagnoni, 2013).
1
Estos entrecruzamientos entre ordinario y extraordinario resultan, en ocasiones,
provocados por la idea de que el siglo XXI marca la entrada en una era «post-turística».
Dicha era estaría caracterizada por una disolución del turismo como campo factor de
sociabilidades, de espacialidad y de temporalidad específicas y, por tanto, por una «des-
diferenciación» entre turístico y no turístico, ya sea en los lugares o en las prácticas. Las
fronteras entre «otra parte» y el «aquí», entre lo «exótico» y lo «cotidiano», se tambalean
(Bourdeau, 2012). El turista ya no puede definirse únicamente como «el que realizaba el
paso periódico y temporal del espacio-tiempo ordinario del trabajo industrial hacia el
espacio-tiempo extra-ordinario del viaje de vacaciones» (Girard, 2013: 45).
2
Esta disolución del turismo en las prácticas cotidianas representaría, además, un
debilitamiento de la distinción entre el «sector turístico» como ámbito mercantil y la
sociedad civil. En un momento en que las experiencias se han convertido en la palabra clave
del marketing turístico, los profesionales subrayan la necesidad de responder a las
demandas de los turistas con una oferta basada en un compromiso total y sincero, que
supere las fronteras entre «negocio» y «placer» (Blondeau, 2015). Al contrario, los turistas
se convierten en actores de la creación de los productos turísticos, fenómeno del que da
cuenta la expresión «prosumption» – contracción de production y consumption – de A.
Toffler (1980) (citado en Gombault, 2011). Con la ayuda del desarrollo de las nuevas
tecnologías, las prácticas turísticas consisten a partir de ahora, y con frecuencia, en formas
de auto-organización que se apoyan en las redes sociales, las redes de transporte y las redes
de alojamiento según modalidades que se escapan al control de los profesionales del
turismo, por una parte, y a la reglamentación política, por otra. En opinión de B. Schéou
(2013), si existe el «fin del turismo», dicho crepúsculo podría definirse como la puesta en
cuestión de las dimensiones mercantiles del turismo a través de estas nuevas prácticas.
3
El objetivo de este análisis bibliográfico es el de interrogarse acerca de los procesos de
hibridación en marcha entre ordinario y turismo, interesándose en la puesta en turismo de
lugares ordinarios, por una parte, y en las salidas del turismo, por otra parte. Estas
cuestiones son examinadas con respecto al contexto más amplio de la reflexión sobre la
noción de «post-turismo», especialmente importante en los Tourism studies a partir de los
años 1990. Dos cuestiones actuarán como hilo conductor del presente documento sobre el
estado de la cuestión: por un lado, ¿cómo un amplio conjunto de actores que no proceden
necesariamente del ámbito político —institucionalizado— ni del «mercado» participa en las
dinámicas contemporáneas del turismo? Y por otro lado, ¿cómo caracterizar estas
transformaciones: acaso marcan la entrada en una nueva era del turismo (con
independencia de cómo se la califique, post- o híper-turística)?
4
Tras una síntesis de los enfoques del «post-turismo», esta síntesis bibliográfica presenta y
analiza el modo en que las investigaciones han permitido reflejar la puesta en turismo de
lugares ordinarios, tanto en contextos urbanos como rurales. A continuación examina el
papel que desempeñan los actores que no proceden del ámbito del sector o de las políticas
turísticas (o no se consideran vinculados a tal ámbito) en estas dinámicas entrecruzadas.
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La noción de post-turismo fue introducida a partir de 1985 por Feifer, que analiza los
«post-turistas» como personas menos dependientes del sector turístico y que atraviesan
diversos tipos de experiencias turísticas. Esta expresión, retomada por numerosos autores
desde entonces, reviste varias acepciones. Según A. Girard (2013) el «post-turismo» puede
entenderse en dos sentidos, que pueden vincularse, cada uno, a los puntos de vista
desarrollados en los años 1990 y de manera independiente por dos sociólogos, Jean Viard y
John Urry (Girard, 2013: 43), pero que parten ambos de la constancia de una confusión de
los puntos de referencia entre lo turístico y lo no turístico, ligada a la des-diferenciación
entre el aquí y otra parte.
6
La primera perspectiva, la de J. Urry (1995), sitúa este fenómeno en una globalidad
postmoderna. Este punto de vista supone una ruptura entre modernidad y postmodernidad,
no sólo en la difusión de las distinciones sino también en la renovación de los valores que
fundamentan las prácticas turísticas. Dicho punto de vista pretende dar cuenta de manera
teórica de las transformaciones profundas de la sociedad y de las nuevas maneras de hacer
turismo. Esta perspectiva permite así dar cuenta de la crítica global aplicada al turismo:
para algunos, este estaría condenado a desaparecer en un mundo en el que la movilidad —
por razones tanto ecológicas como económicas— debe ser reconsiderada. También permite
dar cuenta de nuevas tendencias en las prácticas turísticas,ya se trate de la búsqueda de
«experiencias auténticas» o de nuevas maneras en que se manifiesta esta autenticidad.
7
La segunda perspectiva, que corresponde a la postura de J. Viard (2000; 2006), describe
el proceso de extensión de los valores culturales del turismo hacia distintos campos de lo
social. Más en concreto, pretende dar cuenta de lo que sucede tras la puesta en turismo en
ciertos lugares altamente «turísticos» cuando estos dejan de atraer únicamente a turistas
para seducir también a nuevos residentes, que pueden, por tal motivo, considerarse como
«post-turistas». Esta perspectiva permite dar cuenta del «después», de las prolongaciones
de la puesta en turismo, de las «espirales post-turísticas», por retomar la expresión A.
Girard.
8
Tendríamos así, por un lado, un enfoque que destaca la reinvención del turismo a través
de las prácticas que no respetan las fronteras entre lo ordinario y lo extraordinario, que
proponen prácticas o destinos alternativos «que favorecen la heterogeneidad de los nuevos
lugares puestos en turismo» (Bourdeau, 2012: 43). Por otro lado, el «post-turismo» reviste
un sentido literal; designa un proceso de transición y de reconversión residencial de las
estaciones y regiones turísticas (Viard, 2000 y 2006; Violier, 2002; Rieucau, 2000).
9
Sea cual sea la perspectiva planteada (sentido literal o sentido más «general»), las
tendencias contemporáneas en el turismo supondrían el comienzo de una ruptura con «el
turismo en sentido estricto, nacido con la Modernidad» (Bourdeau, 2012: 43), que se basa
en «una lógica de planificación y de acondicionamiento de espacios específicos altamente
polarizados y polarizantes, y cuyos exponentes emblemáticos serían el emplazamiento
patrimonial importante (monumento, punto de interés) y la estación turística» (ibíd.: 44).
Recordemos en qué medida esta idea de ruptura espacial, y también temporal, se
consideraba constitutiva del turismo en el siglo XX. Así, N. Graburn (1989) veía en el
turismo, dentro de las sociedades modernas secularizadas, un modo de marcar la oposición
entre lo sagrado y lo profano o, dicho de otra forma, una práctica equivalente a la de los
rituales que, en las sociedades más «tradicionales», operaba una inversión del curso normal
de la vida social. Este «turismo en sentido estricto» está, además, marcado por una
pronunciada intervención política y socioeconómica (Bourdeau, 2012).
10
Entre los elementos que marcarían más claramente la ruptura con este modelo turístico y
la entrada en el post-turismo figura la des-diferenciación de las prácticas. Esta hipótesis,
formulada mayormente por J. Urry (1995), se impone ante las nuevas prácticas de
movilidad de difícil clasificación entre el registro del turismo o del ocio: la duración muy
corta de la estancia, la pernoctación única (o la ausencia de pernoctación), la ausencia de un
diferencial de alteridad, plantean intensos interrogantes sobre el carácter turístico o no de la
práctica (Equipo Mit, 2011: 201). La ruptura entre el espacio-tiempo de lo cotidiano y el de
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las vacaciones se ve aquí cuestionado. El hecho constatado de la des-diferenciación se
impone igualmente ante prácticas que pasan de lo cotidiano a lo extra-cotidiano: por
ejemplo, «hobbies» o pasatiempos pueden convertirse en el motivo central de una estancia
turística —en el marco de unas prácticas de golf o de tango, por ejemplo—, o a la inversa,
prácticas recreativas asociadas a destinos turísticos pueden acceder al espacio cotidiano
(muro de escalada en su propia vivienda) (Equipo Mit, 2011). Esta des-diferenciación o
disolución del turismo en las prácticas ordinarias o viceversa supondría también, como se
indicaba en la introducción, un debilitamiento de la distinción entre «anfitriones» y
«visitantes» (Cohen y Cohen, 2012: 2182). Por último, afecta también a los lugares en sí: las
antiguas «estaciones turísticas» se convierten en espacios de múltiples usos, entre los cuales
el turismo no es sino uno más entre ellos (cf. parte III). En resumen, estaríamos ante una
«infiltración» de lo cotidiano por parte del turismo, que se convierte en «un modo
ordinario de organización espacial de las realidades sociales que no sólo se manifiesta en
espacios y prácticas específicas, sino que también, y sobre todo, pasa a estar presente en el
núcleo de situaciones que aparentemente no son turísticas» (Lussault, 2007: 199).
La perspectiva post-turística insiste, asimismo, en las transformaciones del
comportamiento de los propios turistas. Poon (1993 y 1994) utiliza la expresión de «nuevos
turistas», que describe como más experimentados y educados. Estos se distinguirían por su
preferencia por el «juego y la transgresión lúdica, ironizando con el artificio, la
inautenticidad, el pastiche, la provocación e incluso el cinismo, sustentándose en el “¿por
qué no?”» (Bourdeau, 2012: 44). «En este turismo irónico, el principal factor de atracción
ya no sería de orden geográfico, paisajístico o patrimonial, sino que se centraría en la
sensación y la experiencia ofrecidas por los eventos, los espectáculos, las fiestas o por
experimentaciones recreativas desenfrenadas e híbridas, en las que el marketing de la
novedad y la animación desempañarían un papel central» (ibíd.). Esta dimensión central
concedida al juego se acompaña de una aceptación del carácter ficticio de los productos
turísticos. Así, el «’el post-turista’, en lugar de interesarse por el origen de las atracciones
estimadas auténticas, prefiere dejarse llevar, de manera irónica y juguetona, por
atracciones inauténticas» (Cohen, 2008 citado en Gravari-Barbas y Delaplace, 2015).
12
En paralelo, y ello contradice parcialmente las presentes observaciones, ciertos autores
insisten en el hecho de que los «nuevos turistas» estarían más que nunca en busca de
experiencias «auténticas», pero también de una oferta individualizada, a medida (Equipo
Mit, 2011). Buscan una experiencia «fuera de lo común», les atrae lo banal, lo cotidiano, lo
familiar (Gravari-Barbas y Delaplace, 2015). Más que una evolución unidireccional,
estaríamos por tanto ante una pluralidad de comportamientos, que ciertos autores han
reflejado mediante tipologías más detalladas. Así, G. Hughes habla de «turistas
posindustriales» con respecto a los turistas preocupados por controlar el impacto de sus
prácticas y por comportarse de manera ética en su relación con las poblaciones locales (lo
cual corresponde, asimismo, al transturismo definido por Bourdeau [2012: 44]), y de
«turistas postmodernos» con respecto a los turistas que pueden disfrutar de un espectáculo
«sobreactuado» siendo conscientes de su inautenticidad (Hughes, 1995 citado en Moscardo
y Pearce, 1999).
13
Por último, en lugar de contraponer por completo estas categorías de turistas con el
argumento de que se caracterizan por actitudes y valores distintos, ciertos autores destacan
la multiplicidad de las expectativas y deseos de los turistas contemporáneos como un rasgo
de los mismos (Gombault2011: 19). Esta hipótesis es la del híper-turismo, retomada por
varios autores que constatan igualmente que las nuevas prácticas turísticas (turismo
alternativo, turismo «fuera de lo común», etc.) no sustituyen la afluencia a emplazamientos
importantes (Gravari-Barbas y Delaplace, 2015) o que los turistas interesados en formas
«alternativas» de turismo pueden continuar alimentando de forma simultánea un turismo
de balneario o vacacional que está lejos de decaer (Berriane y Nakhli, 2011). Así, la tesis del
«híper-turismo» permite dar cuenta de esta acumulación y diversificación de prácticas, con
turistas que pasan indistintamente del turismo balneario al turismo alternativo o
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La puesta en turismo de los «lugares
ordinarios»
patrimonial, así como de la generalización y de la transversalidad de los fenómenos
turísticos contemporáneos (Gravari-Barbas y Delaplace, 2015).
A pesar de las críticas recibidas por la tesis del post-turismo (Girard, 2013), su enfoque
tiene el mérito de señalar la renovación de los valores que fundamentan las prácticas
turísticas. La puesta en cuestión de ciertas dimensiones del turismo invita a un
redescubrimiento de lo «cercano» y/o a una búsqueda de maneras alternativas de hacer
turismo. Por ejemplo, es en parte como una crítica del turismo de masa que resurge la
cuestión del turismo rural, como un turismo más sostenible. Por otra parte, la hipótesis de
una salida del turismo conduce a interrogarse sobre la reconversión de los lugares turísticos
(¿qué sucede después del turismo?). La puesta en turismo de los lugares ordinarios, junto
con la depreciación de los lugares turísticos, pueden, por tanto, ser analizadas como los
efectos —localizados o globalizados— de un cuestionamiento de las prácticas turísticas.
Estos enfoques permiten clarificar los mecanismos de puesta en turismo de lo «ordinario»,
de «salida del turismo», y de «hibridación», y sobre todo, permiten pensar estos procesos
de forma conjunta.
15
La cuestión de lo ordinario en el turismo debe resituarse dentro de la sensibilidad reciente
de las ciencias humanas y sociales hacia la temática de lo ordinario (Marie, Dujardin,
Balme, 2002) y/o de lo cotidiano. Desde finales de los años 1980, la antropo-sociología
poética de Pierre Sansot aboga «por una estética de los paisajes ordinarios» (Sansot, 1989).
Desde la segunda mitad de los años 1990, la geografía, en especial la geografía social, se
interroga acerca de los «territorios de lo cotidiano» (di Meo, 1996) y acerca de los «espacios
ordinarios» (Berger, Pousin, 2008), en la línea de los trabajos de H. Lefebvre (1947) y de M.
de Certeau (1990) o de los escritos de Georges Perec (1989) sobre lo infra-ordinario. En la
misma época, los estudios urbanos conocen una evolución similar, marcada por un
militantismo en favor del estudio del «curso ordinario de las cosas en la organización de la
ciudad» (Farge, 1994), del entramado urbano ordinario, a la inversa de la focalización
historiográfica en los proyectos extraordinarios (Clémençon, 1999; Montel, Backouche,
2007). Se trata de estudiar la metrópolis no tanto como «ciudad de excepción» sino en su
funcionamiento ordinario (Halbert, 2010), así como las ciudades ordinarias, rompiendo con
las dicotomías ciudades globales/otras ciudades y ciudades del Norte/ciudades del Sur
(Robinson, 2006). En el ámbito de los estudios patrimoniales, en los que se ha podido
denunciar una «clasificación de clase» (Aguilar, 1982) en la valoración de lo extraordinario,
las nociones de pequeño patrimonio, patrimonio de lo cotidiano (Geppert y Lorenzi, 2013),
de patrimonio y de patrimonialización ordinarios (Isnart, 2012; Letissier, 2014) se difunden
bajo la influencia de la etnología (Bromberger, 1999; Dassié, 2012) y de la nueva museología
(Rivière, 1989), mientras que la atención se dirige hacia las prácticas ordinarias del
patrimonio monumental (Watremez, 2008). Un cuestionamiento similar afecta a los
tourism studies.
16
La puesta en cuestión de las prácticas turísticas lleva, en especial, a recentrarse en los
espacios próximos o, en ocasiones, incluso en formas de renuncia al turismo, al menos en
algunas de sus manifestaciones (la utilización del avión, el viaje «lejos»). ¿La puesta en
turismo de los lugares «ordinarios» es el futuro del turismo? ¿De qué manera forman parte
estas transformaciones de una reconfiguración del sistema turístico y responden a una
implicación más amplia de la sociedad civil? Pero, en primer lugar, ¿qué papel puede
corresponder a estos lugares «ordinarios» dentro del turismo?
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En contraste con los lugares turísticos prestigiosos, «sagrados», los lugares ordinarios se
plantean como «núcleos de población pequeños o medianos y espacios periurbanos sin
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La difusión y sus límites
tradición de acogida [que] buscan (...) en el turismo una nueva vía de desarrollo o de
recalificación económica y territorial.» (Bourdeau, 2012: 39). Estos «lugares ordinarios»
corresponden, por ejemplo, a zonas rurales no de montaña, no litorales, al margen de las
atracciones turísticas insulares. Pierre Vitte los describe como «territorios no turísticos,
puesto que no se reconocen ni identifican como tales, que escapan a las normas
estructurales y funcionales de los lugares denominados turísticos.» (1988: 69). El término
de «lugar ordinario» se convierte en sinónimo de «lugar no turístico» en la medida en que
no está marcado por un elemento notorio que lo haga atractivo. Así, lo «ordinario» se define
en negativo o por oposición a los «espacios turísticos híper-especializados, es decir, los
espacios donde el índice de funciones turísticas domina respecto a las demás actividades»
(Fagnoni, 2004: 51).
En este sentido, cualquier lugar sería «ordinario» antes de ser descubierto por los
turistas. Este mecanismo de invención de los lugares turísticos es puesto de relieve por R.
Knafou (1991 principalmente), quien lo define como «una utilización nueva de un lugar
existente que conduce a la vez a subvertirlo y a agrandarlo» (ibíd.: 11), es decir, a desviarlo
de su utilización habitual y a incorporar el lugar en cuestión a nuevos territorios a los que no
estaba vinculado a través de los usos anteriores (por ejemplo, la playa a los pueblos costeros
o la alta montaña a los pueblos alpinos). Se prefiere el término de invención al de
«descubrimiento», que denota la exploración de un lugar desconocido, mientras que el
término de «invención» insiste en un cambio en la manera de ver (ibíd.).
19
La expresión «turismo de lo ordinario», poco frecuente, es empleada por los Promenades
urbaines [Paseos urbanos] (Aguas, Gouyette, 2011), asociación creada en 2007 a partir de
un programa de caminatas urbanas experimentado desde 2001 y orientado a «todos los
públicos», ya sean «caminantes perspicaces», «residentes informados» o «turistas
ilustrados»1. Más allá de la «invención turística», la expresión «turismo de lo ordinario»
remite también a formas innovadoras de turismo. Las categorizaciones utilizadas por la
literatura en la materia para dar cuenta de estas nuevas formas de turismo son: el turismo
fuera de lo común (Maitland, Newmann, 2004); el turismo alternativo (Breton, 2009;
Butler, 1990, 1992; Cohen, 1987; Stephen, 2004); el turismo experimental (Urbain, 2002);
el turismo intersticial (ibíd.), que añade al carácter innovador del precedente una dimensión
transgresiva; el slow tourism (Fullagar y Markwell, 2012); el turismo participativo o
colaborativo (Coquin, 2008; Ferrary, 2015); el turismo creativo (Gombault, 2011)…
20
La puesta en turismo de los lugares ordinarios puede derivarse de al menos tres grandes
lógicas: una lógica de difusión de lugares «extraordinarios» hacia lugares ordinarios
próximos; una lógica de invención de un lugar turístico, a partir de un lugar ordinario o
incluso mediante el consumo de su carácter ordinario; una lógica de erradicación del
estigma.
21
La difusión de la puesta en turismo desde lugares centrales hacia lugares periféricos
aparece en particular en el turismo de suburbios. El caso de los suburbios parisinos es
ejemplo de ello, un lugar históricamente poco turístico respecto al Central Tourist District
(Duhamel, Knafou, 2007).
22
Ciertos barrios, sobre todo antiguos barrios populares y/o de inmigración pericentrales
en fase de gentrificación se convierten progresivamente en destinos turísticos. Ciertas
metrópolis turísticas son paradigmáticas de estas evoluciones: París, Londres, Nueva York y
Berlín. En Berlín, J. Novy y S. Huning (2008) identificaron la apariciónde nuevas zonas
turísticas en los antiguos barrios obreros de Kreutzberg (antiguo barrio de inmigración
situado al sur del centro histórico) y Prenzlauer Berg, barrios de ambiente «creativo»
gentrificados en los años 1990. En su tesis, Johannes Novy (2011) compara el barrio
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berlinés de Kreutzberg y el neoyorquino de Harlem, mostrando cómo el turismo contribuye
a la revalorización de espacios urbanos históricamente marginales.
En Londres, Robert Maitland estudia la emergencia de un turismo fuera de lo común, en
especial a partir de los casos Islington, de Bankside y de Spitalfields, barrios pericentrales
posindustriales gentrificados donde se concentra ahora la actividad «creativa». Pone de
relieve la emergencia de una búsqueda de experiencias «creativas» de la vida cotidiana y las
sinergias entre turistas y residentes que pertenecen en su totalidad a la clase cosmopolita
consumidora (Maitland, 2010a). Considera el turismo como parte implicada en un
continuum de movilidades e integrado en la vida cotidiana (ibíd.). Muestra que la visión
turística vuelve a dar encanto a la ciudad y que lo cotidiano no es solo ordinario, sino que
abarca lo extraordinario en lo ordinario para el visitante que esté dispuesto a observar
(Maitland, 2013).
24
En la metrópolis parisina, la literatura en la materia identifica asimismo varias tentativas
de ampliación del área de afluencia turística más allá de las fronteras del París intra-muros,
para responder a una competencia mundializada en aumento, y que fueron formalizadas en
2015 a través del contrato de destino «Paris ville augmentée [París, ciudad aumentada]».
Los actores turísticos de la periferia metropolitana abogan de modo precoz Por un turismo
participativo en Île-de-France. Fomentar el acercamiento entre visitantes y habitantes de
la región, por retomar el título de un estudio para el Instituto de acondicionamiento y
urbanismo de la región Île-de-France (IAURIF) realizado por Hélène Sallet-Lavorel desde
2003.
25
El caso francés presenta una especificidad, en cuanto a que el desarrollo de un turismo
«fuera de lo común» contrasta con los esfuerzos hechos desde los años 1990 y sobre todo
2000 en la promoción de un turismo y de un patrimonio suburbano (Jacquot, Fagnoni,
Gravari-Barbas, 2013). Si bien la trayectoria del lugar turístico en los suburbios
(conservando funciones turísticas), ilustrada por Enghien, es objeto de un trabajo detallado
(equipo MIT 2005), hoy en día puede identificarse la trayectoria inversa, de suburbio a
lugar turístico.
26
La invención turística de lugares ordinarios en las metrópolis también está vinculada a la
valoración turística de la inmigración. Así, el proyecto Migrantour, proyecto europeo de
origen italiano para la promoción desde diciembre de 2013 a julio de 2015 de la diversidad
cultural de nueve metrópolis (Turín, Roma, Florencia, Milán, Génova, Valencia, Lisboa,
Marsella y París), proponía paseos urbanos en los barrios multiculturales guiados por
acompañantes interculturales denominados «transmisores de cultura».
27
Asistimos a las mismas lógicas de difusión en el caso de «espacios apartados del medio
rural», como el de Essaouira y sus inmediaciones en Marruecos (Berriane y Nakhli, 2011).
Estos «márgenes» «se ven favorecidos por la proximidad de estaciones turísticas
redistribuidoras de flujo». Dichos lugares se definen en mayor medida, por tanto, por su
carácter marginal o periférico con respecto a los centros de atracción turística que por su
carácter «ordinario». Cabe señalar, por otra parte, que no todos los lugares periféricos
parecen verse favorecidos por una difusión de las prácticas turísticas.
28
En efecto, los «desbordamientos» o difusiones del turismo a partir de los lugares
«extraordinarios» hacia los lugares ordinarios próximos no son en absoluto automáticos. X.
Bernier (2013), a partir del estudio de lo que denomina «márgenes patrimoniales» y
«periferias turísticas» de las Rutas turísticas e Itinerarios culturales, observa que son
posibles varias configuraciones en la relación entre estas rutas y sus periferias. Mientras que
ciertas rutas tienden a actuar como verdaderos «túneles», otros casos muestran
desbordamientos laterales o acumulaciones lineales. Parece que el carácter demasiado
«ordinario» o «banal» de los lugares periféricos no baste para explicar una falta de difusión.
De hecho, pueden existir «efectos de sombra», incluso donde los márgenes presenten un
potencial interés turístico.
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La invención de un lugar turístico a partir de un lugar
ordinario
La puesta en turismo de lugares rurales obedece a menudo a lógicas distintas debido a su
desconexión de los «emplazamientos importantes» metropolitanos de carácter turístico. El
análisis de la literatura sobre el turismo rural revela que este afecta a lugares que encajan de
manera bastante sistemática en la apelación de «ordinario». La definición del turismo rural
se encuentra, además, con el mismo problema que la de los lugares ordinarios: tiende a
producirse «de manera indirecta», por oposición a referentes positivos. Así, según ciertas
definiciones, el «rural» es lo que no corresponde ni al turismo de montaña, ni al turismo
costero (Sceau y Plancoulaine, 1988). La literatura en la materia describe estos espacios
como «frágiles» o fragilizados (por el éxodo rural, sobre todo).
30
La puesta en turismo de lugares rurales ordinarios se percibe a menudo como un medio
de «redinamizar» la economía local. Sin embargo, el análisis de las políticas elaboradas para
la puesta en turismo de estos espacios demuestra que se queda a menudo lejos del objetivo
previsto y conduce a conclusiones pesimistas sobre «el fracaso turístico del mundo rural en
el sistema actual, que resulta ser en menor medida una periferia dominada que un
margen olvidado» (Vitte, 1998: 71).
31
Estos destinos tienen dificultades en especial para lograr que se reconozca su «identidad
específica» y son víctimas de una imagen demasiado vaga, incluso negativa, asociada a la
idea de pobreza de un medio rural «profundo» (ibíd.). Las modalidades en que la acción
política se pone en práctica refuerzan las dificultades de la valorización de esta imagen: los
«países» se imponen como escala del desarrollo turístico, aunque a menudo su «sentido
turístico» y su «identidad» no resultan en absoluto evidentes. A pesar de estudios en
ocasiones onerosos para intentar impulsar la emergencia de un denominador común y de
una imagen que pueda ser promovida en el mercado turístico, a menudo los turistas no
logran aprehender estos territorios, su originalidad, su atractivo (Vitte, 1998).
32
Ciertas investigaciones demuestran que, para que «funcione» la puesta en turismo de
lugares ordinarios rurales, resulta un elemento esencial su puesta en red. Así lo confirman
tanto estudios europeos como no europeos. En este sentido, P. Vitte (1988, 1998) subraya
que la afluencia a alojamientos en medio rural depende muy a menudo de la pertenencia a
una etiqueta, a una marca: por ejemplo Relais y Châteaux (la mayoría se hallan en medio
rural), Logis de France, Relais du silence o bien Hôtels de charme.
33
En contextos extra-occidentales se impone la misma conclusión. Como subrayan
Briedenhann y Wickens (2004) en su estudio sobre la puesta en turismo de zonas rurales en
Sudáfrica, los empresarios turísticos del medio rural se caracterizan por su reducida
dimensión, y por ello tienen una escasa capacidad de inversión en marketing y en
promoción turística. El trabajo en red se revela entonces como una necesidad para quien
pretenda «llevarse el gato al agua» (ibíd.: 76). Los autores señalan la capacidadde las «rutas
turísticas» organizadas alrededor de un tema (por ejemplo, la preservación del rinoceronte),
que unen entre sí varias zonas rurales, a veces entre diversos países, para crear empleo y
ofrecer una visibilidad turística real. Una de las principales herramientas del éxito de las
empresas turísticas en medio rural sería, así pues, como lo resume una entrevistada, «to (…)
form part of a nodal development with a main attraction as the tourist drawcard»
(Briedenhann y Wickens, 2004: 78). Por lo tanto, finalmente regresamos a la cuestión de la
difusión: para valorizar territorios «ordinarios» o «marginales», resulta esencial operar una
conexión con zonas atractivas.
34
También pueden implantarse otros dispositivos para dotar de atractivo a estos lugares,
como la artialización, movilizada tanto en el contexto rural (lago de Vassivière en el
Lemosín [Limousin], y su centro de arte contemporáneo) como en el urbano. Este proceso
se apoya con frecuencia en formas artísticas inicialmente alternativas, que pueden
experimentar luego formas de institucionalización. Así, se desarrollan visitas en torno al
street art en las metrópolis neoyorquina, parisina (en especial en el distrito 13, bajo los
35
20/2/24, 7:21 El antes y el después del turismo. Evolución de los lugares y papel de los actores del turismo «fuera de lo común». Análisis bibliográfico
https://journals.openedition.org/viatourism/414 9/26
La erradicación del estigma
auspicios de la administración municipal, que ha creado varios recorridos street art, y en
Vitry sur Seine, bajo los auspicios de la asociación Vitry’n urbaine [Escaparate urbano]) o
berlinesa. Los actores de esta invención turística metropolitana son actores públicos o
asociaciones, pero también empresas. Así pues, en París, la start up Architrip propone a los
habitantes de la región Île-de-France, a los profesionales, así como a los turistas, visitas
guiadas originales con el fin de «conocer mejor las destacadas muestras de arquitectura
construidas en París y en Île-de-France durante los últimos dos siglos, así como las
especificidades del desarrollo urbano parisino».
La invención turística solo puede adquirir efecto si se hace frente a los estigmas asociados
a estos lugares, ya sean urbanos o rurales; y no únicamente hacerles frente, sino invertirlos
y sustituirlos por un valor positivo. La afluencia turística a lugares social y moralmente
desvalorizados tiene su origen, ambiguo, en el slumming, «práctica turística nacida a
finales del siglo XIX que consistía en que los habitantes ricos de Londres o de Nueva York
acudiesen a visitar los barrios de su ciudad habitados por las clases más pobres, por las
minorías étnicas o sexuales, para escandalizarse y disfrutar del espectáculo de su
alteridad y de sus desviaciones, que confortaban naturalmente a los visitantes en el
sentimiento de su propia identidad y en el valor de sus propias normas (Heap 2009,
Koven 2004)» (Staszak, 2015).
36
Hoy en día, la afluencia turística a lugares desvalorizados a menudo se debe, al contrario,
a un procedimiento militante de inversión del estigma. Numerosas ciudades han pasado de
un estatus de ciudades portuarias y/o industriales poco atractivas o incluso de reputación
altamente negativa —ligada a una imagen de inseguridad, de suciedad y de fealdad
(Marsella, Lodz o Belfast)— al estatus de destino turístico en boga. «Su emergencia
turística no se produce únicamente por la superación de esta herencia difícil o dolorosa,
sino por la puesta en relieve e incluso la puesta en valor de sus hándicaps» (Gravari-
Barbas y Delaplace, 2015). Uno de los casos más reveladores de este tipo de dinámica es de
las ciudades reunidas en el hermanamiento de «Cities on the Edge» («ciudades al
margen»), iniciado por Liverpool en 2008, organizando una red de entreayuda entre las
«ciudades más detestadas en sus propios países»2. Estas ciudades «horribles, sucias e
inseguras» (Thomazeau, 2009 citado en Gravari-Barbas y Delaplace, 2015), Marsella,
Liverpool, Bremen, Nápoles y Gdansk, «han hecho de su ‘mala’ reputación un nexo de
unión y un medio de afirmar una identidad y dotarse de visibilidad (Gravari-Barbas,
2013)» (Gravari-Barbas y Delaplace, 2015). Un caso emblemático de puesta en turismo
mediante la inversión de un imaginario territorial negativo también nos lo ofrece la ciudad
posindustrial belga de Charleroi, «ciudad más fea del mundo» según un periódico
neerlandés (2008). Como reacción, un artista local lanzó el urban safary tour, organizado
por la asociación Charleroi Adventure, que ironiza con los clichés.
37
La puesta en turismo de lugares urbanos «ordinarios» en Francia, en particular en los
suburbios, obedece también a la erradicación del estigma, objetivo igualmente, en este caso,
de la acción política. Los esfuerzos de promoción de un turismo y de un patrimonio
suburbano referidos anteriormente (Jacquot, Fagnoni, Gravari-Barbas, 2013) actúan en
favor de una nueva visión sobre los suburbios, contraria a un imaginario territorial
despreciativo (de Clapiers, 2004). Así, Saint-Denis realiza, en un contexto posindustrial,
una activa política turística desde principios de los años 1990, prolongada por el esquema
turístico de la intermunicipalidad Plaine Commune desde 2003 (Kouloumbri, 2004) y que
dinamiza una cierta alternativa metropolitana (Cousin, Djament-Tran, Gravari-Barbas,
Jacquot, 2016), y Seine Saint Denis lo hace desde finales de los años 1990. El CDT 93
organiza en concreto visitas tituladas «Douce banlieue [Dulce suburbio]» que están
conociendo el éxito. Proponen conocer un patrimonio «sorprendente, a veces insólito, a
38
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Las salidas del turismo. ¿(Re)convertirse
en lugar ordinario?
menudo poco conocido» y «encontrar a la gente de aquí, que habita y trabaja en Seine-
Saint-Denis».
En la misma lógica de trabajo sobre el imaginario territorial y de inversión del estigma de
barrios populares desfavorecidos, aunque situados administrativamente en la ciudad de
Marsella, los barrios del norte de Marsella son objeto de una puesta en valor patrimonial y
turístico experimental, realizada por la cooperativa Hôtel du Nord (Jolé, 2012; Breton,
2015; Hascoët, tesis en realización), que construye una red internacional: «H2H, de
humano a humano, de hospedador a huésped, de historia a historia«. El origen de esta
valorización reside en una Misión experimental europea de patrimonio integrado creada en
1995. Esta experiencia, cuyos actores pertenecen al ámbito patrimonial pero no reivindican
una acción turística, es identificada por M. Jolé (art. cit.) como correspondiente al turismo
alternativo (es decir, alternativo al turismo de masa).
39
La erradicación del estigma no procede necesariamente de una voluntad política o
asociativa. La valorización de espacios rurales, por ejemplo, resulta de un proceso largo de
inversión de los valores y del imaginario que se asocia a tales espacios: «el espacio rural, la
tierra y el campo, representan hoy en día un lugar soñado, imaginado, elegido, tras haber
sido durante mucho tiempo repelido, rechazado o denigrado» (Bessière, 2012: 27). Este
fenómeno se hace eco del incremento de las preocupaciones ecológicas y de la insatisfacción
generada por la vida urbana: por oposición a la ciudad, el campo se percibe como un lugar
de revitalización purificadora, donde pueden vivirse relaciones de cordialidad y auténticas
(ibíd.)
40
La cuestión de un eventual «después» del turismo puede abordarse en un sentido más
concreto que el del post-turismo: por ejemplo, a través del estudio de lugares que eran
turísticos y cuyas infraestructuras son cada vez más utilizadas por no turistas, mientras que
los propios turistas tienden a convertirse en residentes. En este sentido, se trata más de un
auge del turismo que de una nueva era del turismo. Este enfoque no supone el pasode la
modernidad a la postmodernidad, pero permite aprehender los fenómenos generados a
largo plazo por el turismo en un territorio, lo que A. Girard denomina la «espiral turística».
41
La cuestión de las «salidas de ruta», de la «salida del turismo» (Equipo Mit, 2011: 233),
está poco documentada. La conclusión alcanzada hace unos veinte años, según la cual
«queda por hacer el estudio de los lugares que fueron turísticos pero que hoy ya no lo son»
(Knafou, 1996), sigue estando parcialmente de actualidad. En efecto, es la permanencia de
los lugares turísticos, su capacidad a reproducirse a pesar de cambios sociales importantes,
lo que sorprende a priori. A pesar de la sucesión, a lo largo de los últimos 200 años, de lo
que se puede considerar cuatro «sistemas turísticos», un gran número de lugares se han
mantenido en su uso turístico. Esta capacidad de reproducción puede explicarse por
diversos factores. El primero es la reproducción de los valores espaciales asociados a la
afluencia turística: lo que se consideraba «bonito» entre 1700 y 1800 sigue siéndolo hoy en
día (Equipo Mit, 2011: 215). El equipo MIT habla, en este sentido, de «valor paisajístico
persistente» (ibíd.: 216). Por otra parte, aunque las prácticas turísticas conocen cambios
bastante consecuentes, un mismo emplazamiento puede presentar prácticas distintas a lo
largo del tiempo (baños en el mar en aguas frías y baños en aguas templadas en verano)
(ibíd.: 214). Otro factor de persistencia de los lugares turísticos se halla vinculado a la
reproducción social de las condiciones en las que se practica el turismo. El turismo pasa por
mecanismos de aprendizaje y de educación y por la transmisión de los valores turísticos del
espacio de una generación a otra (ibíd.: 212), pero también de una clase a otra e incluso de
una sociedad a otra. Por ejemplo, la imagen de París como ciudad romántica ha atraído
42
http://hoteldunord.coop/h2h-dhumain-a-humain-dhote-a-hote-dhistoire-a-histoire/
http://hoteldunord.coop/h2h-dhumain-a-humain-dhote-a-hote-dhistoire-a-histoire/
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La renovación permanente
Los casos de diversificación de usos y funciones
primero a los visitantes europeos, en especial ingleses y alemanes, luego norteamericanos y
hoy en día chinos. Por último, la reproducción se alimenta mediante un proceso de
complejificación, a través del cual los destinos se diversifican: los lugares turísticos ya no se
dedican únicamente a la acogida de los turistas sino de una población cada vez más amplia
(ibíd.: 221).
¿Cómo explicar, en estas condiciones en las que todo parece favorable a la reproducción
del uso turístico de los lugares, las «salidas de ruta», los procesos mediante los cuales, a
pesar de todo, ciertos destinos parecen llegar al máximo de su capacidad de acogida y
experimentan un declive? En el ámbito francófono, los trabajos dejan constancia de una
tipología de trayectorias turísticas que obedecen a tres esquemas (Clivaz, Nahrath, Stock,
2011; Darbellay, Clivaz, Nahrath, Stock, 2011): la continuación o invención turística
permanente; la metamorfosis o diversificación de las funciones; el deterioro, caracterizado
por el declive e incluso la desaparición de la función turística sin alternativa, generando así
eriales turísticos que, aunque escasos, sí están documentados (Rostock, Zadnicek, 1992;
Löfgren, 1999; Bachimon, 2013).
43
Para sobrevivir, un destino turístico debe poder transformarse y así responder, sobre
todo, a las nuevas demandas de los turistas. Esto era lo que destacaba en particular el
modelo TALC (Tourism Area Life Cycle), propuesto por el economista Butler en 1980
(Butler, 1980; 2011). En un principio, este modelo fue desarrollado en los años 1970/80
para el análisis del ciclo de vida de las estaciones turísticas. Se basa en el postulado de que
las estaciones son un producto económico como los demás: responden a una demanda
dentro del mercado turístico y se enfrentan a transformaciones de dicha demanda. Los
resorts deben transformarse para adaptarse. El modelo, que preveía por tanto un esquema
evolutivo estándar para los resorts (Butler, 2011), ha sido objeto de numerosas ampliaciones
y aplicaciones, pero también de discusiones y críticas, que subrayan en concreto que no era
empíricamente verificable, o que era incluso inútil, o bien que al ser los productos cosas
vivas, resultaba difícil definir un modelo aplicable a todos (Butler, 2011: 11). Ciertos autores
también han propuesto añadir etapas suplementarias. Más allá de estas críticas, los casos de
estudio confirman la hipótesis formulada en el modelo de Butler según la cual «mantener su
rango» turístico implica realizar inversiones importantes.
44
Esta renovación de los destinos puede pasar por fases de crisis, como la que conoció
Mallorca a finales de los años 1980. Ante un descenso significativo de la afluencia, las
autoridades respondieron de inmediato con una legislación que respondía a la demanda
creciente de los turistas respecto a prácticas responsables. Así pues, en ruptura con la
política cuantitativa se implantó una política de desarrollo más cualitativa, preocupada por
la valorización y la preservación del entorno natural. Aunque probablemente no fuese esta
rápida respuesta a la crisis lo que atrajo de nuevo a los turistas, sino más bien la coyuntura
política europea, las iniciativas por la renovación de las políticas turísticas locales fueron, no
obstante, elogiadas a nivel internacional (Equipo Mit, 2011: 227-228).
45
Los enfoques prospectivos sobre los efectos del cambio climático en el turismo anuncian
en ocasiones el final cercano de los deportes de invierno, siendo una cuestión recurrente, de
hecho, el futuro de las estaciones de montaña «después del turismo» (Bourdeau, 2009;
Savelli, 2012). No obstante, de momento, las evoluciones registradas no confirman una
«salida del turismo». Asistimos, más bien, a procesos de diversificación de usos, ligados en
particular a fenómenos de urbanización y de desarrollo de las residencias principales. Estos
46
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Las salidas del turismo
términos de «diversificación» (Violier, 2002), de complejificación o «sociedad compleja»
(Rieucau, 2000; Equipo Mit, 2011) son utilizados más a menudo que el de hibridación para
reflejar los procesos a través de los cuales las estaciones turísticas —a menudo creadas ex-
nihilo— se abren a nuevos usos. Si bien estos cambios se observan a menudo, las
evoluciones no siguen un esquema tipo en todas partes y responden a influencias alógenas y
endógenas particulares.
También se han documentado algunos casos de diversificación de las estaciones litorales.
A partir de un enfoque histórico de las transformaciones espaciales de la Baule, P. Violier
(2002) muestra, por ejemplo, cómo se pasa de un lugar turístico —construido ex-nihilo— a
un lugar múltiple (que pasa a ser objeto de un uso turístico, residencial y de ocio). Esta
evolución está marcada por una disminución en el alojamiento comercial y un aumento de
la población residencial, en gran parte personas de edad avanzada. Dicha renovación de los
usos del lugar no se produce para eliminar los usos turísticos anteriores, que tienen un
efecto determinante en la instalación de estas nuevas poblaciones. Los nuevos residentes no
cuestionan la estructura espacial producida por el turismo: se instalan en zonas de
residencia secundaria. Es más, a menudo es a través del turismo que los nuevos residentes
han descubierto los lugares. En este sentido, tal evolución hacia una especie de ciudad
doble, permanente y estacional, se observa en el caso de la Grande Motte, convertida en una
«ciudad-estación» con actividades permanentes(Rieucau, art. cit.). Aquí, al contrario, el
desarrollo de la ciudad permanente ha estado acompañado de una «desintegración del
modelo espacial inicial» (ibíd.: 644). Sin embargo, también en este caso se conserva un
legado de la estructura anterior de la estación turística.
47
Por oposición a los lugares turísticos enclavados, «en gran medida controlados», estos
lugares pueden calificarse de «heterogéneos», como propone, en especial, R. Maitland. Un
espacio turístico heterogéneo es «‘difícil de clasificar’, con fronteras borrosas; es un
espacio polivalente en el que se halla un amplio espectro de actividades y de poblaciones.
Las instalaciones turísticas coexisten con las empresas, las instituciones públicas y
privadas, las viviendas; los turistas se mezclan con la población local y con los captadores
de clientes [...] Los espacios turísticos heterogéneos son escenas en las que las identidades
transicionales se desempeñan al lado de las prácticas cotidianas de los residentes, de los
transeúntes y de los trabajadores» (Edensor, 2001: 64, traducido [al francés] por Gravari-
Barbas y Delaplace, 2015).
48
La paralización de la función turística de un lugar puede estar originada en efectos
exógenos al sistema turístico: conflictos geopolíticos, cierre de fronteras o problemas de
accesibilidad. A escala global, el terrorismo y las catástrofes naturales climáticas son
presentados por E. Cohen y S. Cohen (2012) como parte integrante de los principales
condicionantes que afectan hoy en día a la elección de destino, o que suponen incluso una
amenaza directa para la supervivencia de alguno de ellos. Así, los tsunamis de 2004 en el
océano Índico o de 2011 en Japón, así como el huracán Katrina, han tenido un efecto a largo
plazo en destinos turísticos cotizados. En este sentido, el caso del tsunami de 2004 ha sido
particularmente documentado (Coate, Handmer y Choong, 2006; Calgaro y Llyod, 2008;
Robinson y Jarvie, 2008; Smith y Henderson, 2008; Ghaderi y Henderson, 2013).
49
En ciertos casos, el coste de la reconstrucción prevalece por encima de su interés para los
promotores, lo cual conduce a un simple y total abandono de los lugares, como en las
Antillas tras el paso de los ciclones Luis (1995) y Lenny (1999) (Magnan, 2008, citado en
MIT, 2011). En la mayoría de los casos, se observa un descenso importante de la afluencia —
que se traduce en una mayor presión de los T.O. [turoperadores] para provocar la bajada de
precios (Henderson, 2005) — y una disminución simultánea de la oferta turística, debida a
las destrucciones masivas.
50
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En otros casos, a la inversa, la reconstrucción es rápida y asistimos, en ocasiones, a un
aumento de la afluencia. Es el ejemplo de las Gargantas de Katherine, en el territorio del
norte de Australia. Después de una inundación sin precedentes y extremadamente
devastadora a principios del año 1998, las gargantas y el pueblo experimentaron un
aumento de la afluencia del 15% a lo largo del año (Faulkner y Vikulov, 2001), que puede
explicarse en parte por la exposición mediática amplificada debido a la catástrofe (ibíd.:
335). Asimismo, cabe constatar que los ataques terroristas tienen una influencia de primer
orden en la afluencia turística, como ha sido el caso tras los ataques de Bali (Ghaderi, Som y
Henderson, 2012) o en Egipto, donde se estima que el descenso de la afluencia fue del 43%
tras los atentados de 1992-1995 (Robinson y Jarvie, 2008).
51
Estos descensos de afluencia se vinculan en especial a los temores relativos a la seguridad
del destino y a su capacidad de recibir visitantes (Ghaderi y Henderson, 2013). Estas
imágenes negativas pueden tener un impacto a largo plazo y necesitan de campañas de
marketing consecuentes para contrarrestarlas, algo subrayado de manera unánime
(Faulkner y Vikulov, 2001; Henderson, 2005; Rittichainuwat, 2011; Robinson y Jarvie,
2008). Las investigaciones muestran, además, que los efectos de una catástrofe natural no
afectan únicamente al destino dañado, sino que pueden repercutir en otros (Ghaderi y
Henderson, 2013). Ciertos autores subrayan que, más allá de su efecto traumático, las crisis
turísticas post-catástrofe —en el caso en que la reconstrucción ocurre efectivamente con
rapidez— pueden tener efectos positivos para el turismo: como en el caso de las Gargantas
de Katherine; dicho suceso dio pie a la oportunidad de reconstruir y así mejorar
infraestructuras envejecidas, además de permitir la concienciación a nivel local de la
importancia del turismo (Faulkner y Vikulov, 2001).
52
Cabe subrayar igualmente otros factores, en especial las epidemias (SRAS, H1N1, etc.), o
incluso los cambios políticos importantes (Ghaderi, Som y Henderson, 2012), que pueden
también significar el «parón» de destinos turísticos. Con bastante frecuencia, la
interrupción de la afluencia turística es temporal (y coyuntural). Por ejemplo, en Vietnam,
diversas prácticas y destinos turísticos que habían conocido un desarrollo durante el
período colonial cesaron a la conclusión de la ocupación francesa, hasta ser reactivadas por
los vietnamitas: hoy en día son 300.000 los que pasan su luna de miel en Dalat, en el área
de Saigón (Equipo Mit, 2011: 233-234). Los cambios políticos violentos o radicales en un
destino, al igual que las catástrofes naturales, pueden tener efectos en destinos próximos: en
su decisión de evitar un destino repentinamente presentado como poco seguro, numerosos
turistas se reorientan hacia un país vecino (Ghaderi, Som y Henderson, 2012). Los golpes de
estado en Tailandia, por ejemplo, han tendido a favorecer a destinos de países vecinos,
como Penang y Kuala Lumpur (ibíd.: 81).
53
En otros casos, la salida del turismo parece más duradera, aunque, como apunta el
Equipo MIT, los eriales turísticos son menos frecuentes que los eriales industriales o
agrícolas. Estos casos afectan a hoteles o a instalaciones turísticas de dimensión modesta,
infralocales, más que a localidades enteras, como en los Catskills, en Estados Unidos, a
partir de 1824 (Brown, 1998). La expresión de resort ruins, de «ruinas de complejos
hoteleros» (Rostock y Franz Zadnicek, 1992; Löfgren, 1999) fue popularizada para dar
cuenta de estas «salidas de ruta». Más próximo a nosotros, el caso de Waulsort, en Haute
Meuse (Bélgica), no afecta únicamente a algunas instalaciones: fue la ciudad fluvial entera la
que fue abandonada progresivamente por los turistas (Equipo Mit, 2011: 238). Estos
abandonos proceden, en general —aparte de las catástrofes evocadas anteriormente— de
cambios profundos en las costumbres y prácticas turísticas. Frecuentada por la aristocracia
y la burguesía, Waulsort era uno de los destinos más concurridos de la región hasta la
primera guerra mundial, junto con Spa, Namur o Dinant (ibíd.). Pero la moda de las
vacaciones en mares cálidos y al sol acabó descartando a este destino, así como a muchas
otras estaciones costeras del norte y de la Mancha (ibíd.: 239), a pesar del intento, en los
años 1970, de redinamizar esta zona turística con la creación de un pueblo vacacional
habilitado para camping y caravanas. En cuestión de años, Waulsort se convierte en «el
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«Entradas» y «salidas» del turismo:
actores y procesos
El lugar de los actores no turísticos en la puesta en
turismo de lugares ordinarios
arquetipo —prácticamente único a nivel de una estación— de arqueología turística»
(ibíd.). Los descensos de afluencia y los eriales hoteleros que se derivan de ello también
pueden ser resultado de la competencia internacional y de condicionantes económicos y
legislativos locales, como es el caso de las regiones francesas de ultramar (Gay,2009).
La puesta en turismo de los lugares ordinarios implica a distintos actores: lo político está
presente, pero los mecanismos no se limitan a esta intervención, escapando en parte a
cualquier planificación, y las dinámicas resultan a menudo suscitadas por actores que no se
perciben ellos mismos como turísticos. Así pues, cabe preguntarse cuál es el lugar de los
actores y de la «sociedad civil»3 en la puesta en turismo de lo ordinario o en el retorno a lo
ordinario de los lugares turísticos. Si se considera que la sociedad civil está abocada a
desempeñar un papel más importante en las actividades turísticas, ello nos lleva en un
segundo momento a volver a centrarnos en la manera en que estas dinámicas cuestionan o
no las oposiciones que fundamentan las prácticas turísticas: ¿el marco de interpretación
propuesto por las teorías del post-turismo y la hipótesis de la des-diferenciación de las
prácticas permiten reflejar la implicación de la sociedad civil?
55
El papel de las «sociedades locales» en la invención turística ha sido descrito desde hace
tiempo. Así, R. Knafou (1991) subrayaba que, junto a celebridades que han contribuido al
«descubrimiento» de lugares turísticos —B. Bardot en Saint-Tropez, el Duque de Monry en
Deauville, por ejemplo— los actores locales han sabido poner en valor el interés en sus
pueblos o valles gracias a precursores con el fin de atraer a más visitantes. Así, los
Chamoniards contribuyeron a forjar la reputación de su valle grabando en piedra el nombre
de los «descubridores» del Mar de hielo, Windham y Pococke (ibíd.: 14).
56
Varios ejemplos demuestran que una «invención turística» que no dependa en absoluto
de decisiones políticas puede funcionar. En tales contextos, la visión exterior desempeña un
papel importante en la revalorización del territorio: lo que para algunos es banal, poco
atractivo, sí puede ser atractivo para los foráneos, que a través de su interés contribuirán a
reforzar el reclamo de estos lugares (Knafou, 1991). Es lo que sucede con las zonas rurales
de Poitou-Charentes, que han sido objeto de una valorización turística gracias al interés de
visitantes británicos. Además, son ellos quienes compran más viviendas en las zonas de
interior de este territorio, lejos de la costa, donde la afluencia turística está garantizada.
Algunos de estos nuevos residentes abren alojamientos turísticos (albergues, bed and
breakfast etc.) y contribuyen a reforzar el turismo en dicho interior: «los usos residenciales
de los británicos, lejos de entrañar el fin del turismo, permiten un cambio de visión, una
‘deseabilidad’ (Viard, 1998) de estos lugares, poco valorados por los franceses.» (Sacareau,
Vacher, Vye, 2013: 186).
57
El caso de viviendas secundarias —a menudo alquiladas durante los períodos de
vacaciones— muestra, además, toda la complejidad de la articulación entre el sector
turístico «formal» e «informal» (Sacareau et al., 2013). Ya sea en Francia o en el extranjero,
los propietarios de residencias secundarias pasan progresivamente a implicarse en una
puesta en turismo que se opera «por abajo», a través de actores que se sitúan en principio
fuera de la esfera turística y se reivindican como tales. Los trabajos de Berriane y Nakhli
(2011) en Marruecos muestran así cómo ciertos alojamientos que son en principio simples
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¿Hacia una mayor implicación de la sociedad civil en
el turismo?
viviendas secundarias se transforman poco a poco, mediante la inscripción, en una primera
fase, en sitios web de intercambio de alojamiento (home exchange), y luego mediante la
acogida de viajeros de paso, en alojamientos turísticos comerciales. La ocupación de la
esfera turística por parte de la sociedad civil se acompaña de una renovación de los valores
que orientan las prácticas turísticas. El hecho de cortocircuitar el sistema turístico mercantil
a través de una puesta en contacto de particulares entre ellos parece responder a ciertas
expectativas en materia de «autenticidad», o incluso de ética (Priskin y Sprakel, 2008): «al
rechazar ser un simple ‘consumidor’, el turista podrá sentirse ‘invitado’, como en el caso
del couchsurfing, que se presenta como vector de renovación del sentido del viaje —
encuentro ‘real’ (en el sentido de no virtual) orientado hacia los intercambios y la
hospitalidad reinventada» (Bourdeau, 2012).
En el caso del turismo urbano resulta difícil, asimismo, una demarcación clara entre los
actores de la «sociedad civil» y los profesionales del turismo, responsables políticos o
actores económicos. H. Sallet-Lavorel subraya la importancia del turismo participativo para
la puesta en turismo de los «territorios al margen de estos grandes flujos turísticos» (Sallet-
Lavorel, 2014). Las iniciativas de turismo participativo proceden a menudo del ámbito
asociativo: así, en Berlín, se cuentan entre 35 y 40 asociaciones de habitantes locales que
desean de por sí hablar de su ciudad a los turistas (ibíd.). La Startreisen Berlin, creada en
1983 por arquitectos e historiadores, que trabajan sobre la reconciliación entre este y oeste,
sería un ejemplo de ello. En la región parisina, la asociación Accueil Banlieue [Acogida
suburbana], que propone 31 alojamientos en viviendas de particulares, nace también como
una iniciativa puramente voluntaria y militante. No obstante, estas iniciativas no vienen
únicamente «de abajo» y la idea de participación no denota necesariamente una lógica
claramente de «bottom up». Por ejemplo, el despliegue de greeters en Mulhouse resulta de
una decisión emitida «desde arriba»: es la Oficina de Turismo y Congresos la que, en 2011,
tras decidir implicar el conjunto del territorio en el proyecto turístico, instaura un punto de
contacto local de la red. Aunque los iniciadores pretendan no ser percibidos como
«recuperadores de tendencias alternativas», el hecho es que, para no ser considerados como
tales, tuvieron que disimular el aspecto de iniciativa «por encargo» para que no lo pareciese
(Colombo, 2014: 26). De igual manera, la instauración de una red de greeters en París y en
Seine-Saint-Denis, mediante la acción conjunta del CDT 93 y de la asociación Parisien d’un
jour [Parisino por un día] «no habría visto la luz sin el apoyo de las administraciones
públicas y sin la iniciativa del CDT 93» (Duarte, 2014: 33). La voluntad de responder a una
demanda turística en busca de «auténticos residentes» puede, además, cruzarse con
proyectos sociales. El proyecto implantado por el CAUE de Val-de Marne, mediante el cual
jóvenes de urbanizaciones suburbanas son formados y remunerados por trabajar como
guías y hacer descubrir su entorno (Sallet-Lavorel, 2014) responde así a un doble objetivo
de puesta en turismo del territorio y de inserción profesional de los jóvenes.
59
Así pues, aunque el papel desempeñado por las sociedades locales en la invención de los
lugares turísticos ha sido descrito desde hace tiempo, a la inversa, lo que resulta novedoso
es el hecho de que los nuevos medios de comunicación han facilitado el acceso de diversos
actores al ámbito de la oferta turística. Según ciertos análisis correspondientes a la
economía de la cultura, habríamos entrado en una nueva fase del turismo, caracterizada por
la mayor implicación de los «consumidores» en la producción de sus experiencias. Este
nuevo enfoque, como subraya Gombault, vendría «posibilitado por las tecnologías
interactivas de la web 2.0 que hallamos en las plataformas sociales o en los blogs, que
tendrían por consecuencia (...) una importante democratización de la creación, hasta el
punto de difuminar las fronteras entre creadores y consumidores y de incitar a los
60
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creadores tradicionales a encontrar nuevos modelos de negocio que vulgaricen la creación
y su difusión.» (2011: 22).
Internet, por ejemplo, ofrece la posibilidad de entrar en conexión directa con propietarios
de alojamientos en un destino turístico a las personas que deseen acudir a él por vacaciones
(Fang, Ye y Law, 2016: 1). Estos intercambios pueden presentar un carácter mercantil
(AirBnB, por ejemplo) o no lucrativo, como en el caso del couchsurfing.
61
En este último caso, la dedicación (en términos de tiempo, en particular) de los actores
privados es significativa. Esta práctica implica compartir su espacio privado y su día a día
(Schéou, 2013). El anfitrión debe acondicionar su domicilio para recibir y ofrecer un espacio
disponible al huésped, pero también proteger el suyo (ibíd.: 101). Asimismo, debe estar
disponible, dedicar tiempo a conversar, a comer y a visitar con su invitado. A menudo se
transforma en un guía —cuyas competencias son más o menos reconocidas— de su propia
ciudad. En otros casos, sin embargo, la implicación de los actores privados en el alojamiento
turístico se opera de una manera menos directa.
62
Como destacan K. Cassidy y C. Guilding (2009), a partir del caso de Australia, los
apartamentos amueblados constituyen una parte en aumento del alojamiento turístico, un
fenómeno igualmente reforzado por la utilización de Internet: si en el año 2005
representaban un 20% del alojamiento turístico, se estima que esta proporción podría
elevarse próximamente al 60% (ibíd.: 422). A menudo estos alojamientos son propiedad de
actores individuales que no tienen ninguna implicación en la economía turística, pero que
ven en estas adquisiciones una inversión remuneradora en potencia. Estos pisos
amueblados suelen formar parte de comunidades de propietarios gestionadas por personas
designadas (resident managers), pero que no tienen ninguna formación en el sector
turístico, no son contratadas por sus competencias en este ámbito y no se perciben como
actores del turismo, aun cuando desempeñan un papel de acogida y de información
importante. El uso turístico de estos alojamientos sólo interviene como argumento de venta
utilizado por los agentes inmobiliarios para captar inversores privados (ibíd.: 426).
63
Los trabajos acerca de las redes sociales de alojamiento confirman que la utilización de las
mismas corresponde a un proceso que valoriza en especial la autenticidad y el desarrollo
personal mencionado anteriormente (Duarte, 2014; Schéou, 2013). Asimismo, demuestran
que se trata ante todo, para estos usuarios, de distinguirse de los «simples turistas»
(Schéou, 2014: 41). Esta importancia de los valores es utilizada por los promotores de las
empresas colaboradoras o participativas de alojamiento y de transporte (coche compartido,
redes sociales de alojamiento) para valorizar sus acciones. Así, F. Mazzella (2015), creador
de Blablacar, declara que más allá de los intereses ecológicos y económicos de compartir
coche, su empresa está «orgullosa de aportar su grano de arena al turismo colaborativo
creador de vínculos humanos fuertes» y «más auténtico». La red reúne hoy en día a más de
20 millones de personas en más de 19 países, y tres de cada cuatro nuevos inscritos viven en
otro país. Ante esta expansión internacional, F. Mazzella invita a los usuarios de Blablacar a
«compartir coche en el extranjero», lo cual «permite encontrarse con gente autóctona y
aportar un toque de autenticidad a su viaje gracias a intercambios que hubiese sido difícil
de provocar de otro modo» (ibíd.: 56). Por otra parte, la empresa está asociada a sitios web
de viajes como Kayak o Liligo y es en el turismo donde su creador parece contemplar las
principales oportunidades de desarrollo futuro (ibíd.: 57).
64
Por otro lado, estos valores no son nuevos. El deseo de acceder a la intimidad de «otro»,
que desempeña un factor de motivación importante para los usuarios del coachsurfing, por
ejemplo, no tiene nada de novedoso: como recuerda B. Schéou (2013) el deseo de descubrir
la «trastienda» ya era reconocido como uno de los fundamentos de las prácticas turísticas
por MacCannell en los años 1970.
65
Además, el estudio de los modelos económicos utilizados por estas empresas
«colaborativas» muestra que no se pueden plantear en oposición al «mercado». Como
subraya J.Y. Hégron (2014), las redes de alojamiento se organizan normalmente en torno al
trabajo de voluntarios. La red de alojamiento Hospitality Club fue creada sin financiación y
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Elementos de conclusión: regreso al
«post-turismo» y a la hipótesis de la des-
diferenciación
gracias a los ingresos de su publicidad a través de Google. El fundador, V. Kühne, que
declina desvelar sus ingresos publicitarios, ha visto a algunos de sus voluntarios abandonar
la red y crear un sitio web alternativo, Bewelcome. Couchsurfing, que en sus inicios también
era una asociación no lucrativa, se convirtió en 2011 en una sociedad mercantil, cuya
financiación se realiza, en particular, a través de la concesión de una categoría de
«miembro comprobado» adquirida mediante pago (ibíd.). De nuevo, esta comercialización
suscitó vivas reacciones y provocó la marcha de numerosos miembros hacia Bewelcome, que
por el momento sigue siendo una asociación con arreglo a la Ley 1901.
La puesta en turismo de los lugares ordinarios y la diversificación de los enclaves
turísticos serían muestra de una des-diferenciación de las esferas turísticas y no turísticas,
de lo cotidiano y de lo extra-cotidiano, característico de la nueva «era» post-turística. La
invención turística —en particular cuando afecta a lugares considerados poco atractivos—
pasa a menudo por un proceso de encantamiento. Se trata de obtener lo «extraordinario» a
partir de lo ordinario. Pero, ¿se ponen de verdad en cuestión las oposiciones que
estructuran la experiencia turística —ordinario/extra-ordinario, cercano/lejano,
exotismo/familiar— en las evoluciones aquí constatadas?
67
Ver a alguien trabajando en su ordenador a través de la ventana se vive como algo «really
cool» y acudir al supermercado de la esquina se convierte en una experiencia «increíble»
(Maitland, 2013: 17). Para dar cuenta de este proceso, Maitland toma prestada de Wynn la
expresión de «alquimia urbana», definida como un proceso que «transforms the material
of everyday experience into something else – that re-enchants the city and creates mutual
attachment between the city and the tourists» (Wynn, 2010: 150, citado en Maitland, 2013:
17). En ese caso, el ejercicio de encantamiento requiere efectivamente un desplazamiento
geográfico, en la medida en que las personas interrogadas son turistas internacionales o
residentes temporales. Los habitantes, sin duda, están lejos de considerar el hecho de ver a
alguien trabajando en su despacho como algo «extraordinario».
68
Esta importancia del proceso de encantamiento y de cambio de visión también se percibe
en la visita alternativa de San Francisco propuesta por Bernie Lubell, Juliett Flower
MacCannell y Dean MacCannell (1998). Esta vez, la fórmula se dirigía a habitantes locales:
así, se invitaba a las personas que participaban en la excursión a cambiar la visión sobre su
propia ciudad. Uno de los objetivos, subrayado por sus organizadores, era, por tanto, el de
«slow people down and bring them to consider mystery and surprise, as though they were
hunters: the tunnel as though it were a cave, the exposure of the savannah-like polo fields,
the enclosure and loss of direction in the woods and the discovery of possibility in the
clearing» (ibíd.: 147). Como en las prácticas turísticas más «clásicas», estas experiencias se
fundan en la búsqueda de un elemento «extraordinario», de algo «fuera de lo cotidiano»: o
bien se trata de buscar/crear este elemento extraordinario en un entorno conocido (casodel
anti-tour de San Francisco), o bien lo ordinario del «otro» puede convertirse en
extraordinario para uno mismo (situaciones estudiadas por Maitland).
69
Además, en el margen opuesto a estas experiencias que valorizan lo «banal», la puesta en
turismo de los espacios próximos, en particular metropolitanos, puede basarse en una
exotización de estos últimos, en la puesta en valor de una «alteridad» cultural presentada
con la misma importancia que la descubierta en el confín más lejano del mundo.
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Las nuevas formas de alojamiento cuestionan también la frontera entre cotidiano y extra-
cotidiano. Antes hemos evocado el hecho de que el couchsurfing implicaba una puesta a
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disposición de un espacio cotidiano. Sin embargo, la idea según la cual estas prácticas serían
muestra de un «fin del turismo» marcado por la desaparición de la frontera entre lo
ordinario y lo extraordinario, lo cotidiano y lo extra-cotidiano, merece ser matizada en
varios aspectos. En primer lugar, B. Schéou (2013) recuerda que el alojamiento no
comercial no es en absoluto una novedad y ha constituido desde siempre una parte
importante de las estancias turísticas de los franceses. La novedad, aquí, sería que dicho
alojamiento no es ofrecido por la familia o por amigos, sino por personas que no se conocen
previamente. Además, un tal procedimiento no contribuye a la desaparición de la frontera
entre ordinario y no-ordinario. Por una parte, el que viaja se encuentra, efectivamente, en
ruptura respecto a su actividad cotidiana, y lo ordinario del anfitrión se convierte en lo
«extraordinario» del turista (ibíd.: 108). Si existe una confusión, quizá sea para el anfitrión,
dado que para él también esta actividad cotidiana tiende a dotarse de un carácter
«extraordinario» durante los períodos de acogida (ibíd.).
Estas experiencias cuestionan, sin duda, la relación entre próximo y lejano. Pero, al
mismo tiempo, las oposiciones entre exótico y familiar, ordinario y extra-ordinario, siguen
estructurándolas, así como el sistema de motivaciones de quienes participan en tal relación.
Estas prácticas, que hacen que ya no sea necesaria una ruptura y un alejamiento geográfico,
¿corresponden totalmente al ámbito del turismo? ¿Deberíamos concluir, más bien, que los
dispositivos del turismo han penetrado, «infiltrado» prácticas que corresponderían más al
ámbito del ocio o del entretenimiento?
72
Esta pregunta recibe distintas respuestas según los autores. H. Vergopoulos, más que
concluir en un carácter no turístico de los guías que analiza4, enuncia que éstos contribuyen
a redefinir el universo socio-cultural de las representaciones del turismo (Vergopoulos,
2013: 58): «Extirpado del imperativo del desplazamiento geográfico, [el turismo] se
convierte en un único (?) proceso de reconfiguración de los tiempos y de los espacios de la
cotidianeidad efectuado a través de un ejercicio de transformación de la mirada. Es, por
retomar el término de Michel Foucault, una especie de ‘técnica de sí’ que permite
reapropiarse el territorio y habitarlo de manera positiva.» (ibíd.: 59). Así, el turismo no
sería más que un «ejercicio del encantamiento» (ibíd.), independiente del desplazamiento
geográfico. A la inversa, en lugar de incluir estas prácticas en el ámbito turístico, el Equipo
MIT sugiere que corresponden a una situación «no turística», pero en la que «ciertos
atributos, comportamientos, gestos, son fruto de la práctica turística. Es de ese modo que
el referente ‘turismo’ se transfiere a las situaciones ordinarias.» (Equipo Mit, 2011: 200).
Subrayemos, además, que los actores de estas actividades se sitúan fuera del ámbito
turístico. En el caso de la cooperativa Hôtel du Nord en Marsella, por ejemplo, la etiqueta
«turístico» es objeto de discusión entre los miembros de la cooperativa (Gravari-Barbas y
Delaplace, 2015). Esta inhibición, esta negación del calificativo «turístico», en el caso de
dichas empresas que se presentan como «fuera de lo común», puede ser un elemento
estratégico. No presentarse como empresario turístico es una manera de afirmar su
autenticidad. Asimismo, la implicación de la sociedad local, presentada como una prueba de
autenticidad, se produce a menudo a su pesar, lo cual puede suscitar un resentimiento o
incluso resistencias activas (Gravari-Barbas y Delaplace, 2015). Apelar a las ideas de
«sociedad civil» y de «participación» en distintas empresas de turismo alternativo puede,
así pues, ser planteado como herramienta de legitimación.
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Igualmente, las dimensiones colaborativas o participativas de las redes de alojamientos
son utilizadas como argumento de venta sin que ello cuestione la existencia de un «sistema
turístico» fundado en un intercambio mercantil. Si los sitios web de coche compartido o las
redes de alojamiento, por ejemplo, han nacido a menudo como iniciativas no vinculadas al
sector económico y que corresponden a un intercambio de servicios entre particulares, cabe
señalar que la economía de mercado acaba siempre por asimilar estas iniciativas. La
originalidad de Blablacar, «start up» convertida en «scale-up» mundializada —una empresa
que reúne a más de 300 «colaboradores» (Mazzella, 2015)— no procede, hoy en día, de un
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Bibliographie
carácter «no lucrativo», sino de la cultura de empresa moderna sobre la cual se ha
construido, fundada en especial en una gestión más horizontal que vertical.
Además, las nuevas tecnologías y sus usos para poner en contacto a particulares en el
marco turístico no suponen una amenaza para la hostelería clásica (Blondeau, 2015). Por
una parte, en los lugares en donde se ha estudiado la aparición de una oferta AirBnb, los
trabajos muestran que el sector hotelero en su conjunto no resulta fragilizado (Fang, Ye,
Law, 2016). Solamente supone competencia para las ofertas de precios más bajos (ibíd.).
Además, la oferta AirBnb sería en realidad un motor para el sector turístico en la medida en
que su utilización implica una traslación de los gastos ahorrados a otros sectores al margen
del alojamiento, en particular a la restauración.
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Así, debe matizarse la idea según la cual las nuevas maneras de practicar turismo (recurso
a los greeters, a lo no lucrativo) contribuye a una confusión o a una des-diferenciación de
las prácticas. Como expone A. Girard (2013), la idea de confusión podría proceder en parte
de un efecto de visión ligado al hecho de que, en la construcción del objeto «turismo» en
ciencias sociales y con el fin de legitimar un campo de estudio naciente, se ha estado
abocado a insistir de modo exagerado en las distinciones entre lo turístico y lo no-turístico,
cuando las prácticas turísticas son y siempre han sido transversales. Estimar que estas
dinámicas corresponden a una forma de «des-diferenciación» de las esferas turísticas y no-
turísticas, marcada por una mayor implicación de la «sociedad civil» (entendida como
conjunto de actores que no pertenecen ni al sector mercantil ni al ámbito político
institucionalizado) no basta para dar cuenta de las nuevas formas de organización
económica que se constituyen. Supone retomar, en parte, un discurso que tiende a
promover estas nuevas formas de organización con fines políticos y económicos (con el
argumento de que, como son «auto-organizadas», estas empresas son más «auténticas»).
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Aguas J.-C., Gouyette B., 2011, « L’invention d’un tourisme de l’ordinaire. L’exemple des Promenades
urbaines », Espaces, n° 292.
Aguilard Y., 1982, « La Chartreuse de Mirande. Le monument historique, produit d’un classement de
classe », Actes de la recherche en sciences sociales n° 42, p. 76-85.
Bachimon P., 2013, Vacance

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