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El for ta lecim iento y ( re) const rucción del capita l s ocia l com unitar io: un m edio para la autonom ía de las sociedades rura les. María Evelinda Sant iago Jiménez℘ Rubí Alicia Mart ínez Cast ro ℘℘ Abdiel Sosa López ℘℘℘ Efrén Armando Osorio Ramírez ℘℘℘℘ Resum en Para que las organizaciones logren llevar con éxito sus acciones colect ivas es im portante que cuenten con un buen bagaje de capital social. Es decir, todas aquellas característ icas y valores que se fortalecen, const ruyen, ( re)const ruyen, abandonan y rescatan dent ro de un grupo para crear alternat ivas que les perm itan mantenerse unidos, com part iendo logros y fracasos durante el proceso de const rucción de un proyecto com ún. Ost rom y Ahn (2003: 1) definen com o capital social “ [ el tej ido de] confianza y normas de reciprocidad, redes y formas de part icipación civil y reglas o inst ituciones tanto formales como informales” . En este sent ido, en m ucho de los casos las acciones colect ivas comunitar ias t ienen de suyo una ser ie de valores que son llevados por las personas que se unen a dichas act ividades; sin embargo, debido al proceso colonizador histór ico m uchos de estos valores int r ínsecos se han visto m inados por las intervenciones de agentes externos, quienes se han dado a la tarea de llevar hasta esas organizaciones t radicionales programas asistencialistas o paternalistas que socavan el capital social existente. Desafortunadamente, al ejecutarse estos programas no logran crear el bienestar en la colect ividad, sino dividen la com unión existente porque no son proyectos diseñados con la part icipación local y dent ro de un desarrollo a escala humana (Max-Neef, 1998) , sino son una imposición confeccionada fuera de los intereses personales y comunales del grupo. Por ot ro lado, también la carencia o dism inución del capital social se presenta cuando existen grupos dom inantes dent ro de las com unidades rurales, éstos hacen prevalecer sus intereses cuando part icipan en las asambleas comunitar ias. Este documento t iene el objet ivo de hacer un análisis sobre la importancia del fortalecim iento y la creación del capital social dent ro de las acciones colect ivas en las zonas rurales, haciendo hincapié en experiencias personales en com unidades de la Costa de Oaxaca, México. Palabras claves : capital social, autonom ía, proyectos product ivos sustentables, redes de fam ilias cam pesinas. ℘ Doctora en Ciencias en Planificación de Em presas y Desarrollo Regional por el I nst ituto Tecnológico de Oaxaca. Profesora adscrita a la División de Estudios de Posgrado e I nvest igación del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Em ail: evelindasant iago@yahoo.com.m x ℘℘ Pasante de la Licenciatura en Administ ración del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Tesista del proyecto de invest igación: “Estudio I ntegral de la Franja Tunera Las Villanuevas: Tecnología, Sociedad y Medio Am biente” . Em ail: rubi_m art inez_c@yahoo.com.m x ℘℘℘ Pasante de la Licenciatura en Administ ración del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Tesista del proyecto de invest igación “Estudio I ntegral de la Franja Tunera Las Villanuevas: Tecnología, Sociedad y Medio Am biente” . Em ail: abdiel_helasie@yahoo.com.mx ℘℘℘℘ Doctor en Ciencias en Planificación de Em presas y Desarrollo Regional por el I nst ituto Tecnológico de Oaxaca. Jefe de la División de Estudios de Posgrado e I nvest igación del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Em ail: efrenosorio@yahoo.com .m x I nt roducción El discurso sobre el capital social nace en la década de los ochenta, refir iéndose al m ismo como un recurso o una forma de poder acceder a recursos; promovido principalmente a t ravés de la conformación de relaciones sociales que generen confianza, ayuda recíproca y cooperación. “El concepto pone el acento específicamente en aspectos com o son: confianza y normas de reciprocidad, redes y form as de part icipación civil y reglas o inst ituciones tanto formales com o informales. La perspect iva del capital social ayuda a abordar la cuest ión de cómo acelerar el desarrollo económ ico y la gobernabilidad democrát ica (Ost rom y Ahn, 2003: 1) ” . Acorde a Durston (2000) el paradigma del capital social plantea que las relaciones estables de confianza, reciprocidad y cooperación pueden cont r ibuir a t res t ipos de beneficios: a) reducir costos de t ransacción, b) producir bienes públicos y c) facilitar la const itución de organizaciones de gest ión de base efect ivas, de actores sociales y de sociedades civiles saludables. Durston en su art ículo ¿Qué es el capital social com unitar io? hace una reseña sobre una serie de definiciones cortas en las que se resalta la posibilidad de crear acciones product ivas que en ausencia del capital social no serían posibles. Sin em bargo, dent ro de las definiciones citadas (Bourdieu, 1985; Colem an, 1990; Granovet ter, 1985; North, 1990 y Putnam, 1993) por el autor se hace ver la importancia de la const itución de normas y la pract ica de valores para facilitar la confianza ent re los actores que part icipan en una organización o en un proyecto que tenga fines com unes. La existencia de la confianza y su const rucción, día con día, es parte de una organización ya que los actores sociales, tam bién t ienen interacciones económ icas ent re ellos y con el resto de la sociedad. La confianza es vital porque es la parte que mant iene sus relaciones, adem ás, este valor siem pre está presente en las redes que forman y sus est ructuras sociales. Por lo que el fortalecim iento y ( re)const rucción del capital social, entendido como un medio para hacerse de recursos de manera colect iva, es de t rascendente im portancia porque facilita la acción y la cooperación para el beneficio m utuo. Si bien es cierto que el capital social provoca la acción y la cooperación, no siempre genera altos niveles de part icipación de un colect ivo o lo hace más democrát ico porque siem pre exist irán sujetos que verán com o beneficiarse de las acciones de un grupo de gente que esté t rabajando para generar proyectos alternat ivos. En muchos de los casos, estos actores sociales al no encont rar cubiertos sus intereses harán todo lo posible por establecer contacto con los actores solidarios externos a la organización para revert ir los procesos de cooperación técnica o económ ica. Dent ro de este documento se hace referencia a un estudio de caso en las com unidades de la Costa de Oaxaca donde una acción colect iva para la recuperación y mantenim iento de la diversidad ecológica y social fue socavada por los intereses de los líderes internos y externos a la organización. Por ot ra parte, la form ación de redes dent ro y fuera de la com unidad son est ratégicas para potenciar los recursos naturales que se puedan encont rar en un terr itor io, para ello es necesario contar con una cooperación organizada que perm ita m ejorar la infraest ructura, los accesos a los medios de producción y los servicios públicos m ínim os necesarios para lograr llevar las acciones colect ivas a un éxito establecido. Una cooperación organizada estará regularmente basada en normas e inst ituciones de confianza, reciprocidad y cooperación que pueden cont r ibuir al desarrollo product ivo, sin embargo al faltar la ent rega económ ica a t iempo, la em isión de perm isos para hacer uso de los recursos naturales, la toma de decisiones fuera del t iempo establecido y los intereses polít icos y económ icos de los líderes internos y externos dest ruyen las intenciones de cooperación y confianza en los individuos que part icipan act ivamente en una acción colect iva. Este t ipo de problem a – la pérdida de la confianza – puede darse dent ro de una acción colect iva debido al desencuent ro de dos t ipos de capitales: el indiv idual y el colect ivo, “ [ m ient ras elpr im ero] se m anifiesta principalm ente en las relaciones sociales que t iene la persona con contenido de confianza y reciprocidad, y se ext iende a t ravés de redes egocent radas, [ el segundo] se expresa en inst ituciones com plejas, con contenido de cooperación y gest ión Durston (2000: 21) ” . Cuando el pr imero prevalece, las acciones colect ivas t ienden a no concretar sus fines porque no t ienen la consistencia de las norm as y est ructuras que const ituyen las inst ituciones de cooperación grupal. En si, el capital social indiv idual esta proclive a formar cotos de poder porque consta del crédito acum ulado de m anera difusa que se puede reclam ar o imponer en momentos de necesidad o interés personal. Por el cont rario el capital social colect ivo o comunitar io reside, no en las relaciones interpersonales diádicas, sino en sistem as com plejos, en sus est ructuras norm at ivas, gest ionarias y sancionadoras. Cada una de las acciones individuales está circunscrita al logro de un beneficio común que abarca aspectos im portantes de act ividades coordinadas que t ienen un propósito com ún, una form a de autogobierno, una superest ructura cultural y un sent ido de ident idad o pertenencia. El capital social comunitar io cont rariamente al capital social individual no pertenece a nadie en part icular, pero cont r ibuye al beneficio de cada uno de los integrantes del grupo, a part ir de ahí se forman las inst ituciones que no son ot ra cosa que sistem as de norm as y de relaciones sociales estables que resultan de las interacciones en un grupo de personas, y que t ienden a producir la sat isfacción de necesidades de algunos o de todos ellos a un costo menor que en forma individual, o que sería imposible producir de ot ra m anera. Durston (2000: 22) resum e que tanto los fundadores de la teoría del capital social como los que la han amplificado y la han crit icado han ident ificado una serie de característ icas inst itucionales y funciones del capital social com unitar io: • el cont rol social a t ravés de la imposición de normas compart idas por el grupo y el sancionam iento por oprobio o cast igo de individuos t ransgresores; • la creación de confianza ent re los m iem bros de un grupo; • la cooperación coordinada en tareas que exceden las capacidades de una red; • la resolución de conflictos por líderes o por una judicatura inst itucionalizada; • la m ovilización y gest ión de recursos comunitarios; • la legit im ación de líderes y ejecut ivos con funciones de gest ión y adm inist ración, y • la generación de ám bitos y est ructuras de t rabajo en equipo, Como beneficios más específicos que se puede esperar de las inst ituciones del capital social comunitar io: • la prevención y sanción del “ free r iders” , [ gorrones] o “polizontes” ( i.e., individuos que quieren beneficiarse del capital social sin aportar esfuerzo o recursos propios a su fortalecim iento) ; • la producción de bienes públicos creados por estas formas colect ivas de capital social, como prevención del delito, sistemas de r iesgo, fondos rotator ios, resolución del conflicto, empresas asociat ivas m ás rentables, etc. La autonom ía y e l capita l socia l Existe poca literatura que hable sobre la relación que existe en el fortalecim iento y const rucción del capital social como fuente para robustecer la autonomía pract icada dent ro de las sociedades rurales. Sin embargo, si existe bibliografía que toca el tema de la autonomía. En este sent ido, (Carlsen 1999: 51) describe a la pract ica de la autonom ía indígena dent ro del contexto del sistem a de cargos, com o un sistema que “ [ …] organiza e integra la vida municipal, así como sus normas y oficios para la const rucción de la autonomía y la const rucción de [ los] pueblos indígenas. El sistema de cargos es una forma compleja de autogobierno local que en m uchas com unidades form a parte de los llam ados “usos y costum bres” [ que no es ot ra cosa que] un sistem a de normas colect ivas que ha sido integrada en las com unidades indígenas a t ravés de los siglos – un sistem a que, com o todos, no es infalible pero que ha probado su flexibilidad, coherencia y capacidad de coexist ir con el estado m oderno” . Se puede observar en la definición del sistema de cargos que pueden encont rarse bases que sustentan la relación ent re el capital social com unitar io y la constante ( re)const rucción de la autonomía pract icada por las sociedades rurales ya que declara el establecim iento de normas colect ivas que organizan, integran e inst itucionalizan la vida municipal. De suyo, las comunidades rurales e indígenas, t ienen inst itucionalizado el capital social a t ravés de diferentes form as de cooperación y autogest ión que se presentan cuando se organizan para realizar un proyecto que beneficia a sus integrantes o a la mayoría de ellos. El capital social, dent ro de la m ayoría de las com unidades rurales actuales, está fortalecido y reproducido debido a la existencia de un gran abanico de elem entos culturales que son propios de ellas. En este sent ido, la incorporación de las práct icas de capital social en la personalidad y en los proyectos de vida, no son decisiones conscientes ni cam bios en est rategias personales, sino que estas práct icas y los valores que las apoyan son t rasm it idos de generaciones anteriores dent ro de la socialización comunitar ia. A la práct ica de esa t ransm isión se le conoce com o el aprendizaje colect ivo, siendo éste quizá uno de los aspectos m ás im portantes porque nut re sustant ivam ente la generación de capital social porque está basado en la diversidad de la experiencia y el intercambio de conocim ientos. Adem ás, quien realiza este t ipo de intercam bios – regularm ente son de padre a hijo o de m adre a hija- const ruye un estatus dent ro de su am biente social al que los campesinos le llaman am istad, pero en ot ros térm inos podríamos nombrarle prest igio. El aprendizaje colect ivo puede generarse a t ravés de la socialización de normas relevantes de una cultura, un ejem plo de una norm a social en el m undo rural es enseñar a los varones en su infancia a sembrar, para ello deben t rabajar con sus padres en el campo, ya sea en la siembra o en la cosecha. De esta forma se educa al varón para que m antenga la “em presa” fam iliar o para que cuando esté en edad, reproduzca las formas de adm inist ración t radicional que le fueron t ransm it idas. Regularmente, la em presa fam iliar campesina logra sobrevivir gracias a la reproducción de esas enseñanzas y a las práct icas de reciprocidad, confianza, cooperación, etc. que se dan ent re los cam pesinos y const ituye indudablem ente el elem ento aglut inador de esa sociedad en part icular por lo que puede afirmarse que el capital social comunitar io, en definit iva, viene dado por las característ icas de la organización social, com o la confianza, las normas, las sanciones y las redes, todas estas característ icas pueden mejorar la eficiencia de la sociedad facilitando las acciones enlazadas como es la pract ica de las formas de gobierno que en consecuencia resulta en la cierta autonom ía que pract ican los comuneros. Esta autonom ía t iene algunas de las variables que Ost rom y Ahn (2003) visualizan. La práct ica de la autonom ía com unal basada en su capital social: 1. Busca objet ivos com part idos ent re el individuo y el grupo que realiza la acción colect iva 2. I mplementa est rategias que hacen posible t ransformar los bienes públicos que genera una acción colect iva en bienes excluyentes: como lo es la práct ica del tequio (servicio que beneficia indiv idualmente, pero que tam bién genera beneficios colect ivos) 3. Establece sistemas de beneficio exclusivo para quienes han incurr ido en los costos de implementación de la acción colect iva (existe unaprem isa en las comunidades oaxaqueñas: quien no sirve a la comunidad no t iene derecho de usar los bienes comunales, com o es el bosque) . Todo lo anterior cont r ibuye a que exista un cierto nivel de gobernabilidad democrát ica dent ro de las acciones colect ivas comunales y por ende capital social que nut re a las redes de Unidades Domést icas Campesinas (UDCs) . Gobernabilidad dem ocrát ica sustento de procesos a l desarrollo Una de las característ icas prim ordiales del capital social es que posibilita la gobernabilidad dem ocrát ica. Dent ro de las com unidades rurales existe un cierto nivel de gobernabilidad dem ocrát ica a t ravés del ejercicio de las asambleas comunales, que m uchas de las veces se encuent ran contam inadas por la inducción de pat rones individualistas como es la presencia de los program as asistencialistas, provocando la merma del t rabajo comunitar io. Programas no sólo gubernamentales, sino de confección externa provoca que las com unidades caigan en conflicto y se desequilibren por el hecho de que no benefician ni unen a la com unidad en general, sólo benefician a pequeños grupos que presentan un potencial product ivo. Es importante que en el diseño y puesta en m archa de proyectos product ivos exista la part icipación act iva de todos los implicados para evitar la lucha por los recursos escasos y por ende la pérdida de la cierta gobernabilidad democrát ica existente dent ro de una localidad. La importancia de la ( re)const rucción del capital social en pequeños grupos de acción y la formación de redes, reside en la posibilidad de increm entar la autonom ía de la sociedad desfavorecida, a t ravés del fortalecim iento de las pequeñas fuentes product ivas perm it iendo un proceso económ ico al desarrollo y una democrát ica gobernabilidad. La gobernabilidad democrát ica es una expresión que para m uchos, se encuent ra dent ro de un sistem a económ ico que no perm ite elevar el nivel de vida de todos los ciudadanos, pero sí, al m enos, a los que les toca gobernar, es un térm ino que ha quedado socavado por las acciones de los dir igentes ante sus escasos valores ét icos y morales. Sin embargo, decir que en un grupo existe una democracia colect iva la gobernabilidad no se ve const reñida por unos sino que todos son part ícipes de ella, ya que la democracia es un sistema de organización en el que el poder reside en el pueblo. Por ot ro lado, la confianza se siembra en personas “capaces” de pregonar un gobierno ét ico por su habilidad de convencim iento – en el m ejor de los casos- o por su liderazgo de extorsión, en el peor de los casos porque la gobernabilidad se prende de un desarrollo económ ico no equitat ivo. Por ot ra parte, la gest ión para un desarrollo económ ico sólido, constante y equitat ivo ent re todos sus part icipantes, es un ejercicio complejo en el cual, la posesión y/ o m anejo de los recursos que lo facilitan, juntamente con los intereses personales, son ejes que determ inan rum bos diferentes de interés indiv idual o de grupo. Sin em bargo, la reconst rucción del capital social sopesa, hasta cierto punto, para que los diferentes rum bos de los diferentes actores se igualen. Así como el capital social es un factor relevante en una acción colect iva y en la gobernabilidad democrát ica, también lo son la posesión de recursos, Portes y Landolt , citados por Durston (2000: 12) , apuntan que “ la posesión de los recursos m ateriales [ m edios de consumo y producción] es tanto o m ás relevante que el acceso a capital social: una persona que t iene una red social muy recíproca, muy r ica en capital social, pero que carece de recursos económ icos no logrará el éxito” . En este sent ido, puede decirse que la afinidad ent re estos dos recursos se ve m inim izada ante el liderazgo del poder adquisit ivo de cada actor, puesto que estos recursos facilitan el poder de t ransacción y decim os que son factores necesarios para lograr un desarrollo económ ico equitat ivo. Sin embargo, el capital social al encont rarse en un m arco colect ivo, pero que depende de cada individuo, no sólo colecta los recursos necesarios también concreta y solidifica la act ividad o act ividades del grupo, propiciando su propio progreso económ ico sin tener que depender de ayudas externas. Sin em bargo, cuando existen recursos, com o es un ecosistema bondadoso, pero no existe el capital social para catalizar una apropiación racional de los m ismos, provoca que tampoco las acciones colect ivas logren tener un éxito. Es en este últ imo aspecto en lo que se basa la experiencia vivida por una comunidad de la Costa de Oaxaca. Una com unidad de la Costa de Oaxaca, México Este apartado se inicia con la una reseña sobre la llegada a las Costas de Oaxaca de una Organización No Gubernam ental (ONG) llam ada Cent ro de Soporte Ecológico (CSE) . El CSE fue const ituido por el I ng. Carlos A. Paillés, un em presario ret irado asentado en La Crucecita, Bahías de Huatulco, Oaxaca. Los inicios de la operación del Cent ro de Soporte Ecológico (CSE) se remontan al año 1992, cuando la filial de FONATUR1 llamada Baja Mantenim iento y Operación, solicitó a profesionales y académ icos realizar una evaluación de los recursos naturales de la faja costera del Megaresort de las Bahías de Huatulco para su eventual uso sustentable. Durante el proceso tam bién se evaluó la batería de pozos de agua que había perforado FONATUR en el r ío Copalita. En ese momento, después de realizar t rabajos de observación, el grupo de expertos encontró que exist ía una pérdida y un abat im iento en los niveles freát icos, que repercut ían en la altura del nivel en los pozos de agua. Los resultados de los t rabajos de cam po no fueron del todo alentadores; se encont ró que se había ext raído y se sigue ext rayendo más agua de la que llega a los acuíferos. La filt ración había dism inuido notoriam ente por la dest rucción de la cubierta boscosa en la mayor parte del terr itor io. Los suelos estaban erosionados y seguirán erosionándose por la m isma pérdida de la cubierta forestal y por práct icas agrícolas que favorecen la perdida de suelo. Las cuencas desforestadas y los cauces de los ríos están en un proceso de desert ificación grave. Las condiciones anteriores originaron que el agua desapareciera totalmente en varios ríos importantes de la costa y esté por desaparecer en los demás, a m enos que exista un cam bio substancial en los pat rones de uso del agua y de uso del suelo (Paillés, 1998) . A part ir de este hallazgo, el CSE est ructuró una est rategia que cont rarrestara la problemát ica ambiental que empezaba a most rarse en la región Costa de Oaxaca. 1 Fondo Nacional de Fomento al Turism o. La est rategia que diseñó el CSE está basada en un program a de reforestación de las t ierras altas de la Costa para regenerar y conservar los bosques (Barkin y Paillés, 2000; Barkin y Paillés, 2002) . Estas act ividades están enfocadas a la producción de agua para incrementar el nivel de escurr im iento a los m antos freát icos. De esta m anera, nace un proyecto con t intes ecológicos, pero debido a las circunstancias se convierte en un proyecto más ambicioso: lograr que las com unidades reconst ruyeran su proyecto de vida. La intención era dism inuir la cr isis ambiental, pero al m ismo t iempo inducir, a los habitantes de las comunidades ubicadas en las inmediaciones de las cuencas de la Costa de Oaxaca, procesos product ivos am ables con la naturaleza. Los campesinos a t ravés de una apropiación racional de los recursos naturales, tendrían la oportunidad de reconst ruir sus sociedades. Com o siem pre pasa con los proyectos bien intencionados, el problema no era aplicar directamente la tecnología y los conocim ientos llevados, sino catalizar un proceso de apropiación en los habitantes.Es im portante hacer notar que dent ro de los discursos del desarrollo sustentable se ha const ruido uno nuevo al que denom ina Escobar (1995) procesos alternat ivos al desarrollo, éstos ponen énfasis en los cambios sociales, polít icos e inst itucionales; todo ello basado en el aprovecham iento de la product ividad ecológica de los recursos naturales y la energía social contenida en los valores culturales y en las práct icas t radicionales. No desecha el conocim iento const ruido por las sociedades del Norte, toma de esa sabiduría las partes ecológica y socialm ente adaptadas a las localidades y regiones – es decir, a la diversidad ecológica y sociocultural. Este discurso const ruido a part ir de las realidades locales, no romant iza a las culturas t radicionales, ni pide el regreso a sus estados naturales, sino alza su voz para solicitar que esas culturas y sus form as de expresión sean incluidas dent ro de los proyectos polít ico-económ icos que se est ructuran dent ro la sociedad dom inante. El discurso alternat ivo declara no ét icas las acciones que conviertan a las localidades y a sus habitantes en “objetos” de estudio o víct im as rescatables. El t rabajo de campo se realizó en t res comunidades: Santa María Petatengo, El Achiote y Santa María Xadani, las dos primeras lograron apropiarse del proyecto que el CSE les ofrecía, sin embargo Xadani decidió esperar hasta ver que el Achiote y Petatengo tuvieran éxito, entonces evaluarían su ingreso al proyecto. En el sent ido del capital social, Xadani, se convirt ió en lo que llamaría Param io (2000: 4) “ free r ider” o “gorrón” . Acorde a Param io “ [ l] a paradoja del free r ider es que en un colect ivo que comparte intereses siem pre existe una fracción m uy considerable de personas para las que el esfuerzo (el costo) de la acción a realizar para proteger esos intereses es superior a la esperanza matemát ica de obtener resultados significat ivos de esa acción (el beneficio) ” . Dent ro de la com unidad de Santa María Xadani existen dos t ipos de proyecto de vida: el de los que desean integrarse completamente al sistema capitalista y el de los que han decidido permanecer dent ro de un sistema comunal. La lucha ent re esos dos “puntos de vista” sobre cóm o debería ser la vida, m uchas veces no logran ponerse de acuerdo; específicamente si los intereses económ icos de los primeros son afectados. Para éstos resultaba m uy costoso integrarse a la propuesta del CSE porque significaba que las personas con un proyecto com unal encont rarían una nueva fuente de ingresos, lo que causaría que la mano de obra barata dejara de exist ir “ tan a la mano” , por lo que en una asamblea comunitaria – siendo la mayoría los comerciantes y los terratenientes, a quienes tam bién se les considera com uneros (sic) - lograron que Xadani decidiera que lo mejor era esperar, observar qué es lo que pasaba en las ot ras dos. Es importante hacer notar que las t res com unidades t ienen com o est rategia conformarse en redes fam iliares para poder realizar su t rabajo en el terr itor io. Teniendo como insumo importante, para la preservación de su pat r imonio, la educación de sus hijos a t ravés de la enseñanza práct ica, a lo que Hayek (1960: 27) llama aprendizaje colect ivo y que es ut ilizado para resolver los problemas de la escasez. El autor lo define como “aquellas experiencias que han pasado la lenta prueba del t iempo y que están comprendidas en el lenguaje, inst ituciones, tecnología y m anera de hacer las cosas. Estas experiencias se acum ulan en la cultura de un grupo o com unidad y define la influencia del pasado sobre el presente y el futuro” . En las comunidades oaxaqueñas el aprendizaje colect ivo está inmerso en las vidas de los indiv iduos desde que nacen hasta que mueren porque para todas acciones que ellos realizan lo hacen a t ravés de r ituales que se celebran por medio de redes de fam ilias. Estas form as de expresión tam bién dan com o resultado que exista una cierta gobernabilidad democrát ica, perm it iendo que la posesión de recursos este regulada a t ravés de normas y sanciones establecidas desde la fam ilia, las redes en las que se alían hasta la pract ica de la comunalidad dent ro de un terr itor io (Carlsen, 1999) . Las comunidades oaxaqueñas sobreviven gracias a la formación de redes donde la reciprocidad es el pegamento que las mant iene unidas. Las alianzas fam iliares están com puesta por personas que buscan significados de vida ent re ellas; en este sent ido, “ [ un] a red está básicam ente com puesta por una serie de fam ilias asociadas ent re sí por lazos de alianza y r ituales, ya que la teór ica autonomía económ ica que caracterizaría a la unidad domést ica campesina (UDC) requiere en realidad de múlt iples mecanismos de colaboración interfam iliares, puesto que dicha autonomía no supone necesariam ente una capacidad de reproducción independiente (Bartolomé, 2003: 80) ” . Dent ro de las redes fam iliares no sólo se incluyen a los m iembros directos de las fam ilias, sino que tam bién están en constante interacción con ot ras fam ilias con las que se unen a t ravés de diferentes r ituales, como es el compadrazgo. El com padrazgo acorde a Bartolom é (2003: 70-73) “ incrementa el número de personas consideradas m iembros del grupo generacional del cual se forma parte y por consiguiente del grupo de potenciales aliados laborales, polít icos y r ituales, así como de ayuda y apoyo ante las eventuales circunstancias crít icas por las que at raviesa durante el ciclo de desarrollo de las unidades domést icas. [ …] Junto con el mat r imonio, el compadrazgo se manifiesta entonces como la est rategia de alianza fundamental para el desarrollo de la vida económ ica, polít ica y social de los grupos fam iliares a los que incorpora nuevos aliados” . La est rategia de conformar redes ent re fam ilias cam pesinas oaxaqueñas t iene la part icularidad de que no sólo se alían ent re los m iembros de una sola condición económ ica, sino se enlazan ent re r icos y pobres. Los comuneros lo hacen para que el hijo pueda ser apoyado por el padrino “ r ico” , específicamente para que le cont rate en su t ienda o le perm ita t rabajar en sus t ierras sembrando o cosechando. El ahijado siempre buscará que su padrino lo cont rate antes que a ot ro. Para los terratenientes, el ahijado es m ano de obra barata que es de fácil acceso. Sin em bargo, el cam pesino pobre siem pre está en desventaja porque ya sea como t rabajador, la paga no es equitat iva a las labores que desem peña, ni tam poco recibe un pago justo cuando com ercializa sus m ercancías con el “padrino” . Se hace hincapié en esta últ im a característ ica de las redes fam iliares oaxaqueñas porque la alianza con los m iem bros de fam ilias mejor avenidas económicamente es una est rategia para mantenerse en el terr itor io que al m ism o t iem po los ayuda, pero los socava. En el siguiente apartado se describe la lucha ent re estas dos fracciones o redes de fam ilias para m antener su proyecto de vida dent ro de la Costa de Oaxaca. La histor ia de Santa María Xadani La llegada del CSE a las comunidades causó alegría, en un inicio, significando para los cam pesinos la posibilidad de obtener un apoyo económ ico, com o los que ofrece el gobierno m exicano: asistencialistas. Sin embargo, al conocer la propuesta sobre la reforestación de su ecosistem a severam ente impactado, pensaron que era algo imposible de llevar a cabo porque incluía árboles que tardan en alcanzar “su mayoría de edad” cerca de cincuenta años, como es la Ceiba (un árbol sagrado en la cosmovisión de los pueblos originarios) . Cuando el CSE se fue estableciendo dent ro de la región, un pequeño núm ero de habitantes decidió afiliarse a él: los m ás pobres. Mient ras, los dem ás veían en la est rategia una medida para arrancarlesde las manos la poca o mucha t ierra fért il a la que t ienen acceso. Esta serie de consideraciones fueron inducidas por las partes privilegiadas en el terr itor io y también, como resultado de las experiencias vividas a raíz de la llegada del Desarrollo Turíst ico Bahías de Huatulco. Además, existen actores sociales que se com portan com o nuevas fuentes de salvación ya sea religiosas, polít icas o económ icas, ávidas por la preferencia comunal. Cada una de ellas presentó al CSE com o una fuente divisoria, det ractora de la unión que exist ía. Sin embargo, la realidad es que así fue, el Cent ro fue una fuerza divisor ia m ás dent ro de las com unidades, ya que se form aron dos bandos, los que veían en el programa de “ forestación” – así le llaman los comuneros - una alternat iva que los mantenía dent ro de su espacio am biental, con la oportunidad de cuidar sus m ilpas y sus animalitos. El ot ro sector, definía a la propuesta llevada por el CSE como una posible t rampa para robarles las t ierras, una vez que el pago por la reforestación cubriera su valor; una manera de crear sembradíos de estupefacientes ent re el bosque, para luego llevarse la droga dent ro de las ram as de los árboles; una est rategia para tomar especies exót icas y venderlas a precios descomunales; finalmente, algunas personas llegaron a decir que el director del Cent ro era una especie de “caballo de Troya” del gobierno. I ndependientem ente de esas cont ingencias, el proyecto de reforestación fortaleció a las redes de fam ilias más pobres porque dejaron de ir a la pizca en las fincas cafetaleras, tarea que les tom a sem anas - regularm ente dejan abandonadas a sus fam ilias y a sus t ierras2. Para los “ líderes” de las redes de fam ilia dom inantes, este hecho lo vieron inconveniente porque em pezaron a resent ir la falta de manos que t rabajaran en sus fincas cafetaleras por lo que se tomaron la labor de convencer de los aspectos negat ivos que encerraba la propuesta del Cent ro, pero al m ismo t iempo m antenían una relación am istosa con la ONG. Sin embargo, para los campesinos no tener que cam inar por cinco horas o m ás hasta las fincas fue un aliv io ya que la alternat iva del CSE les perm it ía obtener un apoyo económ ico que no los aleja de sus terrenos de siembra, ni de sus animalitos, ni de sus fam ilias. 2 Algunas UDCs se llevan a todos los m iem bros para poder obtener m ás grano, por lo tanto un m ayor ingreso que aum enta al ent regar m ás kilos al finquero. El proyecto de reforestación no fue visto com o un proyecto que beneficiaba a todos los habitantes del terr itor io com unal. No pudo verse colect ivamente que el rescate y preservación de la selva baja caducifolia existente les ayudaría a mantener sus proyectos de vida, ya fuera en un sent ido u ot ro. Cont rariam ente sólo percibieron la pérdida de los beneficios inmediatos que ese ecosistema les ent regaba. El capital social dent ro de la región si existe, las redes fam iliares existen, pero cada uno es pract icado dent ro de diferentes contextos. El reto del CSE consist ió en la const rucción de una est rategia que pudiera hacer de la reforestación un interés com ún, quizá su falta consist ió en diseñarla com o un proyecto técnico, sin los mat ices est ructurales que las ciencias sociales br indan para “ver” cóm o prom over un proceso que catalicé una red como resultado de ambas redes, involucrada en el rescate y conservación de la diversidad ecológica. En este sent ido, podría decirse que las organizaciones o inst ituciones –redes externas- cuando se involucran en este t ipo de proyectos, deben diseñar y llevar a cabo polít icas que const ruyan inst ituciones económ icas que perm itan el fortalecim iento o la catálisis de acciones colect ivas com unales –redes internas. Entonces, es preciso generar e internalizar en las redes campesinas la idea de que unirse para la reconst rucción y conservación de la diversidad ecológica, también puede t raer beneficios económ icos, si se apropia esa naturaleza de manera racional, dent ro de sus t iem pos de recreación. Adem ás, tam bién es importante hacerles ver que sería un negocio compart ido que, al m ismo t iempo, t rae un r iesgo compart ido. Cuando las redes fam iliares campesinas logran “ver” los beneficios de t rabajar en la const rucción de un proyecto product ivo vinculado formal e inform alm ente con una red de actores externa aprenden un nuevo juego social porque se perciben com o actores dent ro de un escenario más amplio que el que existe en su comunidad. En su t rabajo Param io (2000: 7) reflexiona sobre la propuesta de Olson quien dice que los individuos llegan a una acción colect iva cuando, “adem ás de la esperanza de obtener el objet ivo compart ido por todo el colect ivo [ …] exista un mecanismo que incent ive la part icipación en la acción, en la forma de beneficios select ivos, privados, para quienes lo hagan” . Para el caso que nos ocupa, se puede observar que exist ió un conflicto ent re los beneficios colect ivos y los beneficios select ivos, tanto a nivel comunal, como a nivel terr itor ial porque sólo dos comunidades se apropiaron del proyecto. El punto que fortaleció esta separación fue la pérdida de la confianza, un punto medular para la reconst rucción y preservación del capital social (Ost rom y Ahn, 2003) . La encarnación de esta desconfianza estuvo materializada en la burocracia pract icada en la ent rega del apoyo económ ico promet ido por el gobierno cent ral y las diferentes instancias involucradas en el proyecto – redes externas de profesionales. Ese apoyo siempre llegaba tarde, erosionando de manera sustant iva el entusiasmo de los que decidieron part icipar3. Las dudas de los jefes de fam ilia sobre la lógica del program a de “ forestación” fueron vert idas en las asam bleas com unales, las opiniones encont radas sobre sí la comunidad debería m antenerse dent ro del proyecto fueron increm entadas cuando ot ros personajes importantes de la com unidad em pezaron a em it ir su punto de vista: a) dir igentes de las diferentes religiones, b) representantes de los programas gubernamentales, c) dir igentes de los part idos polít icos y con m ás ahínco, d) los líderes t radicionales, quienes empezaron a resent ir la ausencia de la m ano de obra que les t rabajaba en sus fincas. Cuando se pierde la confianza y la reciprocidad ent re las redes es detenida, ot ros actores con sus intereses pueden socavar una acción social que inicia y si a esto se unen ot ros factores com o la indolente burocracia de las inst ituciones que “pretenden” apoyar a un proyecto comunal, la descomposición es inm inente. Por lo que puede decirse que los pr incipales “pegamentos” del capital social son la confianza y la reciprocidad como Ost rom y Ahn (2003) lo especifican. Un movim iento silencioso se difundió a t ravés de los vínculos existentes en las redes de UDCs, y por supuesto en las asam bleas, donde el tema de la “ forestación” se convirt ió en un tem a candente. Después de un largo proceso de deliberación, como es t ípico en las asambleas campesinas, se llegó a la decisión que Santa María Xadani se abstendría de part icipar y que esperaría los resultados que se obtuvieran en las ot ras com unidades. Después de esa ruptura ent re el Cent ro y Xadani, se observó que la part icipación de cada comunidad depende de la art iculación de la esperanza de tener, tanto beneficios colect ivos y beneficios select ivos o privados que sólo sería posible a t ravés la est ructuración de objet ivos colect ivos y part iculares. En una com unidad con una complej idad social como Xadani, se puede decir que t iene su específica m anera de art icular sus diferentes proyectos de vida a proyectos de corte sustentable, alternat ivo y complementario. Este t ipode com unidades tom a su t iem po para reflexionar sobre la conveniencia de part icipar de m anera act iva en una propuesta. Sin em bargo, part icipan entusiastam ente, si el proyecto viene del gobierno y si no les pide “prestar” su t ierra para recuperar y conservar los ecosistem as, específicam ente sus terrenos de 3 Estos pagos son esenciales para los cam pesinos, debido al constante déficit alimentario y product ivo en el que viven; sí ellos no reciben el apoyo promet ido se sienten burlados y culpan de la situación al agente externo. siembra y el “monte” – léase el bosque porque no les encuent ran sent ido. Pero, si part icipan act iva y compromet idam ente cuando const ruyen un proyecto propio, com o es la elect r ificación de su pueblo o la pavimentación del cam ino principal de Xadani, donde m ujeres y niños t rabajaron. Es im portante hacer notar que los cam pesinos se involucran a profundidad cuando un proyecto t iene sent ido para sus vidas y sobre todo si ellos los consideran t ransparentes, como sucede cuando son financiados por ellos m ismos. Cuando aceptan part icipar en los proyectos externos lo hacen de una m anera m esurada, van observando el terreno, a la vez se van apropiando, inventando y reinventando las est rategias que les muest ra el agente externo. Esto, hace que el proceso sea pausado y determ inado por una serie de acoplam ientos, definidos principalm ente, por el deseo de añadir un ingreso que complemente sus magros ingresos. Si los beneficios colect ivos pernean hacia lo pr ivado, es decir hacia las fam ilias, las redes de Unidades Domést icas Cam pesinas (UDCs) se coordinan para llevar a cabo las labores que están involucradas en un proyecto. Los primeros que se unieron a la propuesta del CSE fueron las UDCs que tenían lim itadas posibilidades para obtener medios de consum o y producción. Esta condición, los hizo m antenerse por un periodo m ás largo dent ro del programa de reforestación, en com paración a los que ya tenían, de alguna manera, resuelto su problem a alim entario y que, adem ás, tenían ot ras opciones para m antener la supervivencia de su fam ilia. Sin embargo, a t ravés del t iempo en el que se pudo m antener un núm ero de com uneros dent ro de proyecto, las relaciones ent re am bas redes siguió un curso que podría decirse normal, pero la democracia dent ro de sus formas de gobierno o gobernabilidad dem ocrát ica sufr ió un cambio. Los sujetos dent ro de las redes dom inantes hicieron siempre prevalecer sus form as de ver la vida, socavando con actos no ét icos, como el incendio de los predios com unales para const ruir un cam ino hacia sus t ierras. El proyecto de reforestación estableció como est rategia el acercam iento a las autoridades de la Tele Secundaria, quienes respondieron sem brando árboles frutales dent ro de sus terrenos, sin em bargo, la confianza ent re los padres de fam ilia ya se había m inado4. Además, en ot ro intento para resolver la situación, el CSE se unió a la reunión convocada por Bienes Com unales. En esa reunión se explicó a los com uneros la t rascendencia del proyecto para el terr itor io y sus habitantes. Sin embargo, el peso 4 Las autor idades educat ivas prom ovieron ent re los alum nos un program a de reforestación dent ro de sus linderos, perm it ieron que los coordinadores del CSE dieran plát icas a los estudiantes, en los que explicaban el proceso de depredación que estaban sufr iendo los ecosistem as de su terr itorio. Pero dent ro de las filas de m aest ros, tam bién exist ía gente no convencida de la bondad del program a y prom ovían posibles intenciones oscuras por parte del Cent ro. de la opinión de las autoridades m orales, polít icas y económ icas se escuchó con m ás fuerza sobre todo y Xadani se promulgó en espera de resultados; los que obtuvieran las dem ás com unidades involucradas, part icularm ente Petatengo. Si la propuesta tenía éxito Xadani ent raría de lleno al m ismo. Como se mencionó anteriormente la div isión representada por las diferentes corr ientes conform adas por las tendencias polít icas, económ icas y religiosas prevalecen de m anera m ás acentuada en Xadani. Cada una le ofrece la reconst rucción y preservación de su proyecto de vida5, de la m isma manera el CSE les ofrece ot ra. La diferencia es que al CSE lo ven com o un invasor y a los líderes espir ituales, económ icos y polít icos los conciben como parte del entorno, parte de su vida cot idiana, una presencia menos agresiva. Lo que no notan los com uneros es que, regularmente el cont rol y el poder de estos líderes están art iculados a los intereses de los que t ienen un proyecto de vida conectado al mercado capitalista6. El CSE tam bién se relacionó con los habitantes pudientes, se apoyó de manera constante en ellos para poder tener acceso a terr itor io “ libre” de posibles agresiones legales. Cuando el Cent ro invitaba a comuneros –pobres y pudientes – dejaba en claro los térm inos de lo que estaba promoviendo; pero nunca comentaba sobre la problemát ica ambiental que se vivía abajo. Ni el impacto que tendría reforestar la parte alta de la Costa de Oaxaca: sostener el m egaproyecto Bahías de Huatulco. El proyecto se manejaba en dos ámbitos: el comunal y el globalizado. La unión de dos intereses sería el pretexto para recuperar la diversidad ecológica perdida. Manejar esa complej idad social fue la prem isa del CSE, tal vez es por eso la información sobre la est ructura total del proyecto nunca fue conocida. Además, por palabras propias del director no se desplegaba toda la información porque había sufr ido despojo intelectual por técnicos que había capacitado. Sin embargo, el Cent ro fue facultando a los comuneros en act ividades específicas como: hacerse cargo del pago catorcenal a los campesinos involucrados en la reforestación. Para que los campesinos se involucren en un proyecto deben tener cubiertas todas sus necesidades básicas. La necesidad de obtener m edios para cont inuar con su producción t radicional no les deja margen para esperar con paciencia. El retorno de la inversión de 5 Un ejem plo de la influencia de uno de los sectores que m ás impactan en la región: la religión. El periódico La Jornada del día viernes 10 de enero de 2003, en su sección: Estados ht tp: / / www.jornada.unam.mx/ 2003/ ene03/ 030110/ . Habla de la decisión de cinco habitantes de Xadani de ayunar para llegar a Dios. Los habitantes de las t res com unidades t ienen la tendencia de recurrir a la religión para evadir la precariedad en que viven. La religión, cualquiera que sea, ofrece la espiritualidad para lograr concretar un proyecto de vida. 6 Com o se ha comentado anteriormente, esta situación im pacta considerablemente en la tom a de decisiones dent ro de una asam blea com unitaria. Haciendo a un lado a los que t ienen un proyecto de vida basado en las costum bres t radicionales porque se encuent ra suspendido en la historia, por lo tanto, considerado un proyecto obsoleto su fuerza de t rabajo, aunque este sea magro, debe de llegar en los t iem pos del hoy de las UDCs, para cubrir el déficit alim entario –no cubierto por sus cosechas de m aíz7. El ret raso del apoyo económ ico fue una razón im portante para que los cam pesinos se sust rajeran del proyecto y regresaran a las alternat ivas donde obtenían de manera más mediata, los medios para cont inuar en su terr itor io - la Com isión Nacional Forestal8 les ofrece año con año t rabajo de apaga fuegos, con una paga ext raordinaria para ellos. A pesar de que el Cent ro no les ent regaba en apoyo económ ico de manera sostenida, los comuneros más pobres de Xadani se mantuvieron dent ro del programa durante dos años. Poco a poco la urgencia de cubrir susnecesidades y la sectorización del pueblo fueron m inando la confianza de los campesinos, dism inuyendo su part icipación hasta abandonar el proyecto. Es im portante, m encionar que quienes resint ieron m ás la salida del CSE de Xadani – salida técnica, pero los integrantes del CSE seguían pernoctando en Xadani - fueron las m ujeres. Ellas tuvieron una gran influencia en el t iempo que se mantuvo el proceso de reforestación; ayudaban a recolectar sem illa, sem braban árboles frutales en los alrededores de sus casas, lo que se llaman su jardín9. A las comuneras les hacia falta el ingreso para cubrir las demandas de las inst ituciones educat ivas: uniformes, cooperaciones, multas por llegar tarde y los art ículos escolares. Sin dejar de m encionar la necesidad de cubrir los requerim ientos básicos para poder mantener a la fam ilia. La separación fue una tarea que tenía que ser resuelta por los hombres, ellas tuvieron que mantenerse al m argen de dicha disposición. El hecho de no abordar la part icipación act iva de las mujeres dent ro del proyecto de reforestación fue una om isión que no provocó el fortalecim iento del capital social y una posibilidad de reconst ruir lo ya que está m inado por las concepciones inmersas en las visiones de dos proyectos de vida antagónicos, pero ent relazados. 7 Los cam pesinos logran colectar de un terreno al que le aplicaron la roza, tumba y quema por primera vez, una tonelada y media de maíz, pero después, sólo logran mantener una producción de 750 kilogram os por hectárea. El ecosistem a no se presta a que la cant idad se m antenga por m ucho t iempo porque son lom eríos que en tem porada de lluvias se deslavan, dejando sólo el suelo infért il. 8 Los com uneros t rabajan com o apaga fuegos en época de secas, regularm ente, los alistados a esta opción, esperan en el edificio de la Agencia Municipal hasta que se presenta una eventualidad. Es decir, que ellos reciben dinero ya sea que ocurra o no ocurra un incendio en el bosque. El CONAFOR t iene un program a que inicia a part ir del m es de m arzo. En esta tem porada invierte sum as considerables de dinero para evitar que los bosques sufran siniest ros. Para mayor inform ación, visitar la página de la instancia: ht tp: / / www.conafor.gob.m x/ program as_nacionales_forestales/ incendios/ campana_incendios.htm 9 Este jardín, no t iene la m ism a conform ación a las concebidas en los cent ros urbanos, sino está dist r ibuido de m anera irregular y acorde a la disposición de la naturaleza. Conflictos ent re las concepciones de t iem po El proceso de apropiación de un sistema product ivos complementario y a la vez alterno fue lento debido principalmente, a las divisiones internas en las com unidades – específicam ente en Xadani para el caso de estudio de esta invest igación - , y por las desacreditaciones generadas ent re los diferentes agentes externos. Cada una de ellas quería ser la única influencia existente dent ro de la región. No pensaron en la posibilidad de buscar un consenso que cubra un objet ivo m ayor como es la coordinación para la erradicación de la crisis ambiental y la pobreza. Esto podría lograrse a t ravés de la asignación de proyectos art iculados a un program a de desarrollo regional sustentable que provoque la form ación de redes de pares interesados en la reconst rucción y preservación de la diversidad social y ecológica. Una falta de comprom iso integral ent re actores sociales puede provocar m ás daño que beneficio. Se puede decir que estos actores sociales no sólo deben involucrarse teniendo en m ente incent ivos económ icos, sino tam bién deben tener en cuenta el incent ivo moral que provoca la solidaridad hacia individuos despojados histór icamente. A final de cuentas, los comuneros e indígenas no están buscando la bondadosa m isericordia del resto de la sociedad, sino buscan la solidaridad de todos aquellos que se acercan a ellos, ya sea para el intercambio de conocim ientos com o para el intercambio justo en la comercialización de sus productos A pesar de todas esas vicisitudes, el fortalecim iento interno de las com unidades se dio paulat inamente. A lo largo del cam ino, el proceso ha encont rado áreas de oportunidad a desarrollar, reconst ruir , inventar o detallar. Esto quiere decir que no sólo se tuvo que negociar con la desconfianza natural de los habitantes, sino tam bién, se entablaron negociaciones con las fuentes de financiam iento y las instancias gubernam entales que otorgan los perm isos para el aprovecham iento de los recursos. Aunado a todo esto el Cent ro tuvo que aprender a escabullirse de las “patadas debajo de la mesa” de los dem ás agentes externos10. Personajes deseosos de ser los únicos en acom pañar11 a las comunidades en la const rucción de un desarrollo endógeno. Com o se ha hecho notar, existen un núm ero de diferencias significat ivas que sobresalen: la manera de concebir el compás a los que debe darse el cambio y el r itmo 10 La asistencia a las com unidades rurales ha sido, casi siempre, diseñada por las inst ituciones burocrát icas urbanas, quienes conocen relat ivam ente o desconocen por completo las culturas locales; el análisis de este documento involucra la part icipación directa de los im plicados, a part ir de los primeros estados del proyecto hasta su im plementación 11 Debido a que la característ ica de los apoyos a los habitantes rurales siempre ha estado fincada en su planeación en un escritorio lejano del lugar, por alguien que no conoce nada, ni de la cultura, ni del ecosistem a; se propone que el “experto” ya no diseñe las alternat ivas de acuerdo a su inspiración, sino que las construya con la part icipación act iva de los im plicados y que se rem ita a acom pañarlos en todo el proceso de definición hasta la apropiación del m ismo por parte de la comunidad. de la apropiación de las innovaciones del proyecto. Muchas veces, el proceso se ve interrumpido o at rasado debido a la falta de art iculación de una serie de t iempos12. Conocerlos es importante para comprender la dinám ica del proceso de cam bio. Hay t res aspectos que definen esta variación: t iem po com unal, t iem po de las inst ituciones f inancieras y t iem po de las instancia s gubernam enta les para em it ir perm isos. 1. En las com unidades , el t iempo está medido dent ro de sus est ructuras gubernamentales: la asamblea. La que frecuentemente opera en una base de consenso y raram ente aceptan la idea de definir un t iem po de term inación para llegar a un acuerdo. A menudo replantean el asunto a dir im ir, var ias veces para clar ificar las fases de una propuesta. Esto crea com prom isos y reduce la posibilidad de que una idea, no entendida por todos, se convierta un conflicto público. 2. Para las inst ituciones f inancieras nacionales e internacion ales , el t iem po es m edido, regularm ente, por los comprom isos para conseguir, ejercer o complementar un presupuesto. Los apoyos y préstamos, para el desarrollo humano e infraest ructura física, están basados en la concepción de que las com unidades estarán sum am ente agradecidas y aceptarán de manera incuest ionable la asistencia financiera. Todo con tal de tener la facilidad de su incorporación -como protagonistas- a un nuevo sistem a product ivo; y, 3. La burocracia de las instancias gubernam enta les t iene su propio calendario definido acorde a los ciclos polít icos. Estos determ inan cómo y cuándo poner en marcha las est rategias públicas para la em isión de perm isos para el uso de los recursos naturales. A part ir de lo anterior, se observó que estos toman dos vert ientes regularmente: a) se det iene el acceso a los recursos naturales porque consideran que se erosionaran los ecosistemas -sin hacer una inspección y sin molestarse para conocer a fondo el programa; o b) se decide que es inoperante la solicitud porque está fuera de programación. A menudo estas decisiones son, una respuesta a los intereses de algún polít ico sobre esos recursos o por la necesidad de most rar resultados a un dignatario. 12 La palabra “ t iem pos” aquí se ut iliza para hacer referencia a las etapas involucradas en el proceso de concreción de un evento o act ividad. La observación sobre los t iem pos a conjugar fue hecha por el Arquitecto Jorge Rocha, ant iguo residente del Cent ro de Soporte Ecológico. Un programa sustentable en un ecosistema sólo puede ser exitoso cuando estos t res t iempos humanos se acoten a los t iem pos de recreación de la natura leza . Este es el cuarto t iempo a conjugar y el más importante a considerar por ser el “proveedor” de los recursos a aprovechar. La coordinación ent re estos t iempos es algo compleja ya que, tanto los intercambios de información, como la const rucción del proceso product ivo alternat ivo, se dan dent ro de dos culturas diferentes: una, donde sus códigos culturales están definidos a part ir de una relación m ás cercana con la naturaleza y la ot ra, con el código cultural de las leyes del mercado capitalista. La experiencia sugiere que el éxito requiere de la “ calibración” de la relación ent re los t iempos humanos – m encionados anteriorm ente– y los t iempos de la naturaleza. Esto hace inferir que el logro de una “sustentabilización” suficientemente flexible, necesita de la part icipación de un “socio intermediario” . Este puede estar representado por un grupo de personas que sea: a) capaz de definir las posibilidades y lim itaciones involucradas en las est rategias a generar para asegurar bienestar y sustentabilidad; b) sensible a las necesidades y demandas de todos los protagonistas involucrados; c) consciente de la importancia de su papel como catalizador del proceso de reconst rucción de la diversidad social y ecológica; y d) capaz de catalizar un proceso de recuperación y conservación del capital social para así generar un desarrollo endógeno de una célula de red que pueda irse extendiendo hacia el inter ior y al exterior. La ét ica debe ser el sello que m arque su capacidad de gest ión, ya que su t rabajo est r iba en ser un art iculador de culturas13 que está, al m ismo t iempo, catalizando la const rucción de un proceso polít ico, al capacitar a los habitantes en habilidades que desconocen y al m ost rar les cam inos para interactuar con el resto de la sociedad. I ndudablem ente, una de las partes más difíciles que encaran los potenciales socios es la sincronización de am bas culturas. Para dism inuir la presión, se cree imperante que los agentes externos hagan com unalidad14. El objeto es const ruirse un m odelo 13 Una especie de t raductor de las concepciones y de las recreaciones de la vida dent ro de ciertos ambientes – tecnificados o aún apegados a la naturaleza. Es decir, un em bajador de la diversidad sociocultural y ecológica que abogue por la cont inuidad de la cultura dent ro de los espacios part iculares de las act ividades necesarias para la concreción del proyecto. Este bien puede ser una inst itución oficial, una universidad o una ONG. 14Com unalidad es hacer “vida colect iva” con los pueblos, sin perturbar de sobrem anera los “usos y costumbres” . Carlsen (1999: 46) cita al ant ropólogo Floriberto Díaz ( indígena Mixe) quien define que “ la comunidad, sus formas de autogobierno y reglas norm at ivas (usos y costum bres) t ienen mucho que ver con aspectos ligados a la t ierra, al idiom a y a la educación” . Díaz se refiere a la comunidad no sólo com o un conjunto de casas con personas, sino personas con historia, pasado, presente, y futuro, que no sólo se pueden definir concretam ente, físicam ente, sino tam bién espir itualmente en relación con la naturaleza toda. Los habitantes de las comunidades ut ilizan este espacio para realizar acciones de recreación y t ransform ación de la naturaleza, teniendo com o vínculo de prim er orden los sistem as product ivos creados a t ravés de la relación est recha con la t ierra. Alrededor de esta relación hom bre- t ierra se generan las diferentes form as de expresión que le dan sent ido a los usos y costum bres. Al cambiar una de las partes se em piezan a desart icular las dem ás expresiones am arradas al núcleo, em pezándose a perder la razón de perm anencia en las localidades cercanas a la naturaleza; así com o la preservación de las t radiciones poco congruentes con el sistem a dominante. Sí se pierde el sent ido de lo que significa la conceptual y diseñar acciones acordes a los “usos y costumbres” de la localidad, ganándose la confianza. Estos conocim ientos se ut ilizan para que los procesos logren alcanzar un cierto nivel de fluidez, sin que se t rastoque la prem isa del intercam bio justo y sin dejar de poner una especial atención a los t iempos de recreación de la naturaleza. El requerim iento de un intermediario capaz de balancear los r itm os de la cultura occidental, de la naturaleza y de la cultura t radicional, podría parecer una barrera infranqueable para la const rucción de la autonomía local y regional de los pueblos. Esto puede pensarse porque existe la posibilidad de crear dependencia en un mediador, quien estaría definiendo cont inuam ente la est ructura general de los proyectos. Sin embargo, debido a la situación actual de los pueblos marginados se t iene que confiar y buscar la “mejor oferta” personificada, ya sea, en ONGs, gente de la localidad, de la sociedad civil o del m ismo gobierno. El agente ópt imo sería aquel que represente a un interm ediario que tenga com o vir tud, la sensibilidad para calibrar las dos culturas de m anera justa y que cuente con especial respeto por la diversidad cultural, social y ecológica. De esta manera, el interm ediario y la red de actores sociales que él representa, estaría en las condiciones para acom pañar a las com unidades en sus negociaciones con el resto de la sociedad. El agente externo sería un apoyo que perm ita el fortalecim iento de la com unidad a t ravés de sortear los problem as que van presentándose – ya sean provocados por la tardanza en la em isión de perm isos para el aprovecham iento de los recursos naturales o por la oposición de los sectores dom inantes dent ro de la población – sin que interrumpa las decisiones que los com uneros consideren.15 Las com unidades tendrían la oportunidad de ir t razando est rategias conjuntamente con el “ socio” que les perm itan internalizar el proceso de aprendizaje de la generación y m anejo los ingresos con pasos cortos y firm es. Asim ismo, los habitantes del mundo rural se adent rarían en un proceso para establecer los térm inos en los que se va fundamentando la art iculación de su autonom ía com unal con las condicionantes sociopolít icas y económ icas del resto de la sociedad.16 t ierra para el hom bre – en térm inos de t rabajo y sustento – la com unidad inicia un proceso de desintegración que la lleva a hacer concesiones a los sistem as dominantes en la búsqueda del sustento –por ejemplo: la m igración a las grandes urbes. 15 Esta situación es la que hace precisam ente objetar la viabilidad del proceso autonómico a t ravés de proyectos de reconst rucción ecológica, porque están som et idos a la “buena voluntad” de agilización de los t rám ites por parte de las instancias financieras. Adem ás, sin la inclusión de leyes const itucionales que les respalden se encuent ran inerm es ante las polít icas em it idas por el gobierno y se corre el r iesgo de dar por term inado un proyecto,sí se hace una observación desde la elite gobernante para su conclusión. Sin embargo, el proceso polít ico local, a m enudo, le da espacio a las com unidades para encontrar las form as de conform ar sus propias est rategias, a t ravés del fortalecim iento que encierran las experiencias. 16 Se puede inferir que el proceso las convert iría en comunidades administ radoras de tecnologías m odernas y sustentables sin que esto les im ponga percibir el m undo dentro de una cosmovisión occidental a menos que ellas así lo decidan. Sin em bargo, el hecho de que ellas perm anezcan dent ro de sus form as t radicionales de vivir no quiere decir que no sean m odernas, lo son, porque viven en este m om ento histórico y no en el pasado, dent ro de una cultura híbr ida (García Canclini, 1989) debido al resultado de combinaciones de pat rones modernos con pat rones t radicionales: esto significa que no son Conclusiones El capital social puede ser fortalecido y reconst ruido sólo si existe la generación de confianza y reciprocidad ent re los habitantes de una localidad y los actores sociales (agentes externos) . El incumplim iento de una promesa socava la confianza dent ro de los locales y hace que las palabras vert idas por los det ractores se vean com o una realidad. El hecho que el Cent ro de Soporte Ecológico no ent regara la ayuda para realizar la reforestación del terr itor io de las comunidades de la Costa de Oaxaca. Se puede decir que una falta de organización, coordinación, reglas, sanciones y un proyecto bien est ructurado a nivel regional provoca que no se const ruyan redes de pares que buscan un m ism o objet ivo: catalizar un proceso de fortalecim iento de la autonom ía com unal. Por lo que tam bién es importante generar capital social ent re las redes externas para que su acción colect iva no tenga el corte de caridad imposit iva, sino sea una serie de acciones solidarias, donde exista la part icipación act iva de todos los actores; pero sobre todo para que no m ine el cierto nivel de gobernabilidad dem ocrát ica que existe en las com unidades rurales, representada a t ravés de sus form as de gobierno y la práct ica de sus usos y costum bres. Const ruir redes en com unidades afectadas por la diferencia de proyectos de vida podría ser llevada a cabo a t ravés de la ( re)const rucción de significados de vida, es decir t radiciones e ident idades part iculares y colect ivas. Quizá una forma más amable de provocar redes con alto grado de capital social es a t ravés de las celebraciones apegadas a la cosm ovisión del lugar, conjugando la creación de nuevas oportunidades. Pero, sin dejar de tomar en cuenta que todo beneficio crea una obligación y esa obligación debe estar contenida en un cierto nivel de rest r icciones. Ost rom y Ahn (2003) definen que el capital social es difícil de const ruir a t ravés de intervenciones externas, sin em bargo, nuest ra experiencia nos hace decir que sí es posible catalizar un proceso de capital social, sí los actores externos hacen com unalidad ent re los individuos que desean dedicar esfuerzos de desarrollo a largo plazo y sí estos actores externos, tam bién, dent ro de sus redes definen reglas y sanciones que fortalezcan la const rucción de un capital social, donde la reciprocidad y la confianza sean valores pract icados. En una palabra no podem os generar, lo que no tenem os dent ro de nosot ros m ism os. sociedades at rasadas –como suele llam árseles – sino son sociedades que han decidido quedarse dent ro de las inm ediaciones de la naturaleza, aunque apropiándose de conocim ientos externos y recreándolos dent ro de sus est ructuras product ivas y socioculturales para que les sirvan com o m arco de art iculación con resto de la sociedad, dent ro de su propia visión. Referencias bibliográficas Bartolom é, M. A. (2003) . “Sistem as y lógicas parentales en las culturas de Oaxaca” . En: S. Millán y J. Valle (coordinadores) , La com unidad sin lím ites. Est ructura social y organización com unitaria en las regiones indígenas de México, Vol. I . México: I nst ituto Nacional de Ant ropología e Historia. Barkin, D. and C. Paillés (2002) . “NGO-collaborat ion for ecotourism : A st rategy for Sustainable Regional Development in Oaxaca.” Current I ssues in Tourism , Vol. 5: 3(245-253) . - y C. 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