Logo Studenta

El_fortalecimiento_y_re_construccion_del

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

El for ta lecim iento y ( re) const rucción del capita l s ocia l 
com unitar io: un m edio para la autonom ía de las 
sociedades rura les. 
 
María Evelinda Sant iago Jiménez℘ 
Rubí Alicia Mart ínez Cast ro ℘℘ 
Abdiel Sosa López ℘℘℘ 
Efrén Armando Osorio Ramírez ℘℘℘℘ 
Resum en 
Para que las organizaciones logren llevar con éxito sus acciones colect ivas es 
im portante que cuenten con un buen bagaje de capital social. Es decir, todas aquellas 
característ icas y valores que se fortalecen, const ruyen, ( re)const ruyen, abandonan y 
rescatan dent ro de un grupo para crear alternat ivas que les perm itan mantenerse 
unidos, com part iendo logros y fracasos durante el proceso de const rucción de un 
proyecto com ún. Ost rom y Ahn (2003: 1) definen com o capital social “ [ el tej ido de] 
confianza y normas de reciprocidad, redes y formas de part icipación civil y reglas o 
inst ituciones tanto formales como informales” . En este sent ido, en m ucho de los casos 
las acciones colect ivas comunitar ias t ienen de suyo una ser ie de valores que son 
llevados por las personas que se unen a dichas act ividades; sin embargo, debido al 
proceso colonizador histór ico m uchos de estos valores int r ínsecos se han visto m inados 
por las intervenciones de agentes externos, quienes se han dado a la tarea de llevar 
hasta esas organizaciones t radicionales programas asistencialistas o paternalistas que 
socavan el capital social existente. Desafortunadamente, al ejecutarse estos 
programas no logran crear el bienestar en la colect ividad, sino dividen la com unión 
existente porque no son proyectos diseñados con la part icipación local y dent ro de un 
desarrollo a escala humana (Max-Neef, 1998) , sino son una imposición confeccionada 
fuera de los intereses personales y comunales del grupo. Por ot ro lado, también la 
carencia o dism inución del capital social se presenta cuando existen grupos 
dom inantes dent ro de las com unidades rurales, éstos hacen prevalecer sus intereses 
cuando part icipan en las asambleas comunitar ias. 
Este documento t iene el objet ivo de hacer un análisis sobre la importancia del 
fortalecim iento y la creación del capital social dent ro de las acciones colect ivas en las 
zonas rurales, haciendo hincapié en experiencias personales en com unidades de la 
Costa de Oaxaca, México. 
Palabras claves : capital social, autonom ía, proyectos product ivos sustentables, redes 
de fam ilias cam pesinas. 
 
℘ Doctora en Ciencias en Planificación de Em presas y Desarrollo Regional por el I nst ituto Tecnológico de Oaxaca. Profesora 
adscrita a la División de Estudios de Posgrado e I nvest igación del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Em ail: 
evelindasant iago@yahoo.com.m x ℘℘ Pasante de la Licenciatura en Administ ración del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Tesista del proyecto de invest igación: 
“Estudio I ntegral de la Franja Tunera Las Villanuevas: Tecnología, Sociedad y Medio Am biente” . Em ail: 
rubi_m art inez_c@yahoo.com.m x ℘℘℘ Pasante de la Licenciatura en Administ ración del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Tesista del proyecto de invest igación 
“Estudio I ntegral de la Franja Tunera Las Villanuevas: Tecnología, Sociedad y Medio Am biente” . Em ail: 
abdiel_helasie@yahoo.com.mx ℘℘℘℘ Doctor en Ciencias en Planificación de Em presas y Desarrollo Regional por el I nst ituto Tecnológico de Oaxaca. Jefe de 
la División de Estudios de Posgrado e I nvest igación del I nst ituto Tecnológico de Puebla. Em ail: efrenosorio@yahoo.com .m x 
I nt roducción 
El discurso sobre el capital social nace en la década de los ochenta, refir iéndose al 
m ismo como un recurso o una forma de poder acceder a recursos; promovido 
principalmente a t ravés de la conformación de relaciones sociales que generen 
confianza, ayuda recíproca y cooperación. “El concepto pone el acento específicamente 
en aspectos com o son: confianza y normas de reciprocidad, redes y form as de 
part icipación civil y reglas o inst ituciones tanto formales com o informales. La 
perspect iva del capital social ayuda a abordar la cuest ión de cómo acelerar el 
desarrollo económ ico y la gobernabilidad democrát ica (Ost rom y Ahn, 2003: 1) ” . 
Acorde a Durston (2000) el paradigma del capital social plantea que las relaciones 
estables de confianza, reciprocidad y cooperación pueden cont r ibuir a t res t ipos de 
beneficios: a) reducir costos de t ransacción, b) producir bienes públicos y c) facilitar la 
const itución de organizaciones de gest ión de base efect ivas, de actores sociales y de 
sociedades civiles saludables. Durston en su art ículo ¿Qué es el capital social 
com unitar io? hace una reseña sobre una serie de definiciones cortas en las que se 
resalta la posibilidad de crear acciones product ivas que en ausencia del capital social 
no serían posibles. Sin em bargo, dent ro de las definiciones citadas (Bourdieu, 1985; 
Colem an, 1990; Granovet ter, 1985; North, 1990 y Putnam, 1993) por el autor se 
hace ver la importancia de la const itución de normas y la pract ica de valores para 
facilitar la confianza ent re los actores que part icipan en una organización o en un 
proyecto que tenga fines com unes. La existencia de la confianza y su const rucción, día 
con día, es parte de una organización ya que los actores sociales, tam bién t ienen 
interacciones económ icas ent re ellos y con el resto de la sociedad. La confianza es vital 
porque es la parte que mant iene sus relaciones, adem ás, este valor siem pre está 
presente en las redes que forman y sus est ructuras sociales. Por lo que el 
fortalecim iento y ( re)const rucción del capital social, entendido como un medio para 
hacerse de recursos de manera colect iva, es de t rascendente im portancia porque 
facilita la acción y la cooperación para el beneficio m utuo. 
Si bien es cierto que el capital social provoca la acción y la cooperación, no siempre 
genera altos niveles de part icipación de un colect ivo o lo hace más democrát ico porque 
siem pre exist irán sujetos que verán com o beneficiarse de las acciones de un grupo de 
gente que esté t rabajando para generar proyectos alternat ivos. En muchos de los 
casos, estos actores sociales al no encont rar cubiertos sus intereses harán todo lo 
posible por establecer contacto con los actores solidarios externos a la organización 
para revert ir los procesos de cooperación técnica o económ ica. Dent ro de este 
documento se hace referencia a un estudio de caso en las com unidades de la Costa de 
Oaxaca donde una acción colect iva para la recuperación y mantenim iento de la 
diversidad ecológica y social fue socavada por los intereses de los líderes internos y 
externos a la organización. 
Por ot ra parte, la form ación de redes dent ro y fuera de la com unidad son est ratégicas 
para potenciar los recursos naturales que se puedan encont rar en un terr itor io, para 
ello es necesario contar con una cooperación organizada que perm ita m ejorar la 
infraest ructura, los accesos a los medios de producción y los servicios públicos 
m ínim os necesarios para lograr llevar las acciones colect ivas a un éxito establecido. 
Una cooperación organizada estará regularmente basada en normas e inst ituciones de 
confianza, reciprocidad y cooperación que pueden cont r ibuir al desarrollo product ivo, 
sin embargo al faltar la ent rega económ ica a t iempo, la em isión de perm isos para 
hacer uso de los recursos naturales, la toma de decisiones fuera del t iempo establecido 
y los intereses polít icos y económ icos de los líderes internos y externos dest ruyen las 
intenciones de cooperación y confianza en los individuos que part icipan act ivamente en 
una acción colect iva. 
Este t ipo de problem a – la pérdida de la confianza – puede darse dent ro de una acción 
colect iva debido al desencuent ro de dos t ipos de capitales: el indiv idual y el colect ivo, 
“ [ m ient ras elpr im ero] se m anifiesta principalm ente en las relaciones sociales que t iene 
la persona con contenido de confianza y reciprocidad, y se ext iende a t ravés de redes 
egocent radas, [ el segundo] se expresa en inst ituciones com plejas, con contenido de 
cooperación y gest ión Durston (2000: 21) ” . Cuando el pr imero prevalece, las acciones 
colect ivas t ienden a no concretar sus fines porque no t ienen la consistencia de las 
norm as y est ructuras que const ituyen las inst ituciones de cooperación grupal. En si, el 
capital social indiv idual esta proclive a formar cotos de poder porque consta del crédito 
acum ulado de m anera difusa que se puede reclam ar o imponer en momentos de 
necesidad o interés personal. Por el cont rario el capital social colect ivo o comunitar io 
reside, no en las relaciones interpersonales diádicas, sino en sistem as com plejos, en 
sus est ructuras norm at ivas, gest ionarias y sancionadoras. Cada una de las acciones 
individuales está circunscrita al logro de un beneficio común que abarca aspectos 
im portantes de act ividades coordinadas que t ienen un propósito com ún, una form a de 
autogobierno, una superest ructura cultural y un sent ido de ident idad o pertenencia. 
El capital social comunitar io cont rariamente al capital social individual no pertenece a 
nadie en part icular, pero cont r ibuye al beneficio de cada uno de los integrantes del 
grupo, a part ir de ahí se forman las inst ituciones que no son ot ra cosa que sistem as de 
norm as y de relaciones sociales estables que resultan de las interacciones en un grupo 
de personas, y que t ienden a producir la sat isfacción de necesidades de algunos o de 
todos ellos a un costo menor que en forma individual, o que sería imposible producir 
de ot ra m anera. 
Durston (2000: 22) resum e que tanto los fundadores de la teoría del capital social 
como los que la han amplificado y la han crit icado han ident ificado una serie de 
característ icas inst itucionales y funciones del capital social com unitar io: 
• el cont rol social a t ravés de la imposición de normas compart idas por el grupo 
y el sancionam iento por oprobio o cast igo de individuos t ransgresores; 
• la creación de confianza ent re los m iem bros de un grupo; 
• la cooperación coordinada en tareas que exceden las capacidades de una red; 
• la resolución de conflictos por líderes o por una judicatura inst itucionalizada; 
• la m ovilización y gest ión de recursos comunitarios; 
• la legit im ación de líderes y ejecut ivos con funciones de gest ión y 
adm inist ración, y 
• la generación de ám bitos y est ructuras de t rabajo en equipo, 
Como beneficios más específicos que se puede esperar de las inst ituciones del 
capital social comunitar io: 
• la prevención y sanción del “ free r iders” , [ gorrones] o “polizontes” ( i.e., 
individuos que quieren beneficiarse del capital social sin aportar esfuerzo o 
recursos propios a su fortalecim iento) ; 
• la producción de bienes públicos creados por estas formas colect ivas de capital 
social, como prevención del delito, sistemas de r iesgo, fondos rotator ios, 
resolución del conflicto, empresas asociat ivas m ás rentables, etc. 
La autonom ía y e l capita l socia l 
Existe poca literatura que hable sobre la relación que existe en el fortalecim iento y 
const rucción del capital social como fuente para robustecer la autonomía pract icada 
dent ro de las sociedades rurales. Sin embargo, si existe bibliografía que toca el tema 
de la autonomía. En este sent ido, (Carlsen 1999: 51) describe a la pract ica de la 
autonom ía indígena dent ro del contexto del sistem a de cargos, com o un sistema que 
“ [ …] organiza e integra la vida municipal, así como sus normas y oficios para la 
const rucción de la autonomía y la const rucción de [ los] pueblos indígenas. El sistema 
de cargos es una forma compleja de autogobierno local que en m uchas com unidades 
form a parte de los llam ados “usos y costum bres” [ que no es ot ra cosa que] un sistem a 
de normas colect ivas que ha sido integrada en las com unidades indígenas a t ravés de 
los siglos – un sistem a que, com o todos, no es infalible pero que ha probado su 
flexibilidad, coherencia y capacidad de coexist ir con el estado m oderno” . 
Se puede observar en la definición del sistema de cargos que pueden encont rarse 
bases que sustentan la relación ent re el capital social com unitar io y la constante 
( re)const rucción de la autonomía pract icada por las sociedades rurales ya que declara 
el establecim iento de normas colect ivas que organizan, integran e inst itucionalizan la 
vida municipal. De suyo, las comunidades rurales e indígenas, t ienen inst itucionalizado 
el capital social a t ravés de diferentes form as de cooperación y autogest ión que se 
presentan cuando se organizan para realizar un proyecto que beneficia a sus 
integrantes o a la mayoría de ellos. 
El capital social, dent ro de la m ayoría de las com unidades rurales actuales, está 
fortalecido y reproducido debido a la existencia de un gran abanico de elem entos 
culturales que son propios de ellas. En este sent ido, la incorporación de las práct icas 
de capital social en la personalidad y en los proyectos de vida, no son decisiones 
conscientes ni cam bios en est rategias personales, sino que estas práct icas y los 
valores que las apoyan son t rasm it idos de generaciones anteriores dent ro de la 
socialización comunitar ia. A la práct ica de esa t ransm isión se le conoce com o el 
aprendizaje colect ivo, siendo éste quizá uno de los aspectos m ás im portantes porque 
nut re sustant ivam ente la generación de capital social porque está basado en la 
diversidad de la experiencia y el intercambio de conocim ientos. Adem ás, quien realiza 
este t ipo de intercam bios – regularm ente son de padre a hijo o de m adre a hija- 
const ruye un estatus dent ro de su am biente social al que los campesinos le llaman 
am istad, pero en ot ros térm inos podríamos nombrarle prest igio. 
El aprendizaje colect ivo puede generarse a t ravés de la socialización de normas 
relevantes de una cultura, un ejem plo de una norm a social en el m undo rural es 
enseñar a los varones en su infancia a sembrar, para ello deben t rabajar con sus 
padres en el campo, ya sea en la siembra o en la cosecha. De esta forma se educa al 
varón para que m antenga la “em presa” fam iliar o para que cuando esté en edad, 
reproduzca las formas de adm inist ración t radicional que le fueron t ransm it idas. 
Regularmente, la em presa fam iliar campesina logra sobrevivir gracias a la 
reproducción de esas enseñanzas y a las práct icas de reciprocidad, confianza, 
cooperación, etc. que se dan ent re los cam pesinos y const ituye indudablem ente el 
elem ento aglut inador de esa sociedad en part icular por lo que puede afirmarse que el 
capital social comunitar io, en definit iva, viene dado por las característ icas de la 
organización social, com o la confianza, las normas, las sanciones y las redes, todas 
estas característ icas pueden mejorar la eficiencia de la sociedad facilitando las acciones 
enlazadas como es la pract ica de las formas de gobierno que en consecuencia resulta 
en la cierta autonom ía que pract ican los comuneros. 
Esta autonom ía t iene algunas de las variables que Ost rom y Ahn (2003) visualizan. La 
práct ica de la autonom ía com unal basada en su capital social: 
1. Busca objet ivos com part idos ent re el individuo y el grupo que realiza la 
acción colect iva 
2. I mplementa est rategias que hacen posible t ransformar los bienes 
públicos que genera una acción colect iva en bienes excluyentes: como lo 
es la práct ica del tequio (servicio que beneficia indiv idualmente, pero 
que tam bién genera beneficios colect ivos) 
3. Establece sistemas de beneficio exclusivo para quienes han incurr ido en 
los costos de implementación de la acción colect iva (existe unaprem isa 
en las comunidades oaxaqueñas: quien no sirve a la comunidad no t iene 
derecho de usar los bienes comunales, com o es el bosque) . 
Todo lo anterior cont r ibuye a que exista un cierto nivel de gobernabilidad democrát ica 
dent ro de las acciones colect ivas comunales y por ende capital social que nut re a las 
redes de Unidades Domést icas Campesinas (UDCs) . 
Gobernabilidad dem ocrát ica sustento de procesos a l desarrollo 
Una de las característ icas prim ordiales del capital social es que posibilita la 
gobernabilidad dem ocrát ica. Dent ro de las com unidades rurales existe un cierto nivel 
de gobernabilidad dem ocrát ica a t ravés del ejercicio de las asambleas comunales, que 
m uchas de las veces se encuent ran contam inadas por la inducción de pat rones 
individualistas como es la presencia de los program as asistencialistas, provocando la 
merma del t rabajo comunitar io. Programas no sólo gubernamentales, sino de 
confección externa provoca que las com unidades caigan en conflicto y se desequilibren 
por el hecho de que no benefician ni unen a la com unidad en general, sólo benefician a 
pequeños grupos que presentan un potencial product ivo. Es importante que en el 
diseño y puesta en m archa de proyectos product ivos exista la part icipación act iva de 
todos los implicados para evitar la lucha por los recursos escasos y por ende la pérdida 
de la cierta gobernabilidad democrát ica existente dent ro de una localidad. La 
importancia de la ( re)const rucción del capital social en pequeños grupos de acción y la 
formación de redes, reside en la posibilidad de increm entar la autonom ía de la 
sociedad desfavorecida, a t ravés del fortalecim iento de las pequeñas fuentes 
product ivas perm it iendo un proceso económ ico al desarrollo y una democrát ica 
gobernabilidad. 
La gobernabilidad democrát ica es una expresión que para m uchos, se encuent ra 
dent ro de un sistem a económ ico que no perm ite elevar el nivel de vida de todos los 
ciudadanos, pero sí, al m enos, a los que les toca gobernar, es un térm ino que ha 
quedado socavado por las acciones de los dir igentes ante sus escasos valores ét icos y 
morales. Sin embargo, decir que en un grupo existe una democracia colect iva la 
gobernabilidad no se ve const reñida por unos sino que todos son part ícipes de ella, ya 
que la democracia es un sistema de organización en el que el poder reside en el 
pueblo. Por ot ro lado, la confianza se siembra en personas “capaces” de pregonar un 
gobierno ét ico por su habilidad de convencim iento – en el m ejor de los casos- o por su 
liderazgo de extorsión, en el peor de los casos porque la gobernabilidad se prende de 
un desarrollo económ ico no equitat ivo. 
Por ot ra parte, la gest ión para un desarrollo económ ico sólido, constante y equitat ivo 
ent re todos sus part icipantes, es un ejercicio complejo en el cual, la posesión y/ o 
m anejo de los recursos que lo facilitan, juntamente con los intereses personales, son 
ejes que determ inan rum bos diferentes de interés indiv idual o de grupo. Sin em bargo, 
la reconst rucción del capital social sopesa, hasta cierto punto, para que los diferentes 
rum bos de los diferentes actores se igualen. Así como el capital social es un factor 
relevante en una acción colect iva y en la gobernabilidad democrát ica, también lo son la 
posesión de recursos, Portes y Landolt , citados por Durston (2000: 12) , apuntan que 
“ la posesión de los recursos m ateriales [ m edios de consumo y producción] es tanto o 
m ás relevante que el acceso a capital social: una persona que t iene una red social muy 
recíproca, muy r ica en capital social, pero que carece de recursos económ icos no 
logrará el éxito” . En este sent ido, puede decirse que la afinidad ent re estos dos 
recursos se ve m inim izada ante el liderazgo del poder adquisit ivo de cada actor, puesto 
que estos recursos facilitan el poder de t ransacción y decim os que son factores 
necesarios para lograr un desarrollo económ ico equitat ivo. Sin embargo, el capital 
social al encont rarse en un m arco colect ivo, pero que depende de cada individuo, no 
sólo colecta los recursos necesarios también concreta y solidifica la act ividad o 
act ividades del grupo, propiciando su propio progreso económ ico sin tener que 
depender de ayudas externas. Sin em bargo, cuando existen recursos, com o es un 
ecosistema bondadoso, pero no existe el capital social para catalizar una apropiación 
racional de los m ismos, provoca que tampoco las acciones colect ivas logren tener un 
éxito. Es en este últ imo aspecto en lo que se basa la experiencia vivida por una 
comunidad de la Costa de Oaxaca. 
Una com unidad de la Costa de Oaxaca, México 
Este apartado se inicia con la una reseña sobre la llegada a las Costas de Oaxaca de 
una Organización No Gubernam ental (ONG) llam ada Cent ro de Soporte Ecológico 
(CSE) . El CSE fue const ituido por el I ng. Carlos A. Paillés, un em presario ret irado 
asentado en La Crucecita, Bahías de Huatulco, Oaxaca. 
Los inicios de la operación del Cent ro de Soporte Ecológico (CSE) se remontan al año 
1992, cuando la filial de FONATUR1 llamada Baja Mantenim iento y Operación, solicitó a 
profesionales y académ icos realizar una evaluación de los recursos naturales de la faja 
costera del Megaresort de las Bahías de Huatulco para su eventual uso sustentable. 
Durante el proceso tam bién se evaluó la batería de pozos de agua que había perforado 
FONATUR en el r ío Copalita. En ese momento, después de realizar t rabajos de 
observación, el grupo de expertos encontró que exist ía una pérdida y un abat im iento 
en los niveles freát icos, que repercut ían en la altura del nivel en los pozos de agua. 
Los resultados de los t rabajos de cam po no fueron del todo alentadores; se encont ró 
que se había ext raído y se sigue ext rayendo más agua de la que llega a los acuíferos. 
La filt ración había dism inuido notoriam ente por la dest rucción de la cubierta boscosa 
en la mayor parte del terr itor io. Los suelos estaban erosionados y seguirán 
erosionándose por la m isma pérdida de la cubierta forestal y por práct icas agrícolas 
que favorecen la perdida de suelo. Las cuencas desforestadas y los cauces de los ríos 
están en un proceso de desert ificación grave. Las condiciones anteriores originaron que 
el agua desapareciera totalmente en varios ríos importantes de la costa y esté por 
desaparecer en los demás, a m enos que exista un cam bio substancial en los pat rones 
de uso del agua y de uso del suelo (Paillés, 1998) . A part ir de este hallazgo, el CSE 
est ructuró una est rategia que cont rarrestara la problemát ica ambiental que empezaba 
a most rarse en la región Costa de Oaxaca. 
 
1 Fondo Nacional de Fomento al Turism o. 
La est rategia que diseñó el CSE está basada en un program a de reforestación de las 
t ierras altas de la Costa para regenerar y conservar los bosques (Barkin y Paillés, 
2000; Barkin y Paillés, 2002) . Estas act ividades están enfocadas a la producción de 
agua para incrementar el nivel de escurr im iento a los m antos freát icos. De esta 
m anera, nace un proyecto con t intes ecológicos, pero debido a las circunstancias se 
convierte en un proyecto más ambicioso: lograr que las com unidades reconst ruyeran 
su proyecto de vida. La intención era dism inuir la cr isis ambiental, pero al m ismo 
t iempo inducir, a los habitantes de las comunidades ubicadas en las inmediaciones de 
las cuencas de la Costa de Oaxaca, procesos product ivos am ables con la naturaleza. 
Los campesinos a t ravés de una apropiación racional de los recursos naturales, 
tendrían la oportunidad de reconst ruir sus sociedades. Com o siem pre pasa con los 
proyectos bien intencionados, el problema no era aplicar directamente la tecnología y 
los conocim ientos llevados, sino catalizar un proceso de apropiación en los habitantes.Es im portante hacer notar que dent ro de los discursos del desarrollo sustentable se ha 
const ruido uno nuevo al que denom ina Escobar (1995) procesos alternat ivos al 
desarrollo, éstos ponen énfasis en los cambios sociales, polít icos e inst itucionales; todo 
ello basado en el aprovecham iento de la product ividad ecológica de los recursos 
naturales y la energía social contenida en los valores culturales y en las práct icas 
t radicionales. No desecha el conocim iento const ruido por las sociedades del Norte, 
toma de esa sabiduría las partes ecológica y socialm ente adaptadas a las localidades y 
regiones – es decir, a la diversidad ecológica y sociocultural. Este discurso const ruido a 
part ir de las realidades locales, no romant iza a las culturas t radicionales, ni pide el 
regreso a sus estados naturales, sino alza su voz para solicitar que esas culturas y sus 
form as de expresión sean incluidas dent ro de los proyectos polít ico-económ icos que se 
est ructuran dent ro la sociedad dom inante. El discurso alternat ivo declara no ét icas las 
acciones que conviertan a las localidades y a sus habitantes en “objetos” de estudio o 
víct im as rescatables. 
El t rabajo de campo se realizó en t res comunidades: Santa María Petatengo, El Achiote 
y Santa María Xadani, las dos primeras lograron apropiarse del proyecto que el CSE les 
ofrecía, sin embargo Xadani decidió esperar hasta ver que el Achiote y Petatengo 
tuvieran éxito, entonces evaluarían su ingreso al proyecto. En el sent ido del capital 
social, Xadani, se convirt ió en lo que llamaría Param io (2000: 4) “ free r ider” o “gorrón” . 
Acorde a Param io “ [ l] a paradoja del free r ider es que en un colect ivo que comparte 
intereses siem pre existe una fracción m uy considerable de personas para las que el 
esfuerzo (el costo) de la acción a realizar para proteger esos intereses es superior a la 
esperanza matemát ica de obtener resultados significat ivos de esa acción (el 
beneficio) ” . Dent ro de la com unidad de Santa María Xadani existen dos t ipos de 
proyecto de vida: el de los que desean integrarse completamente al sistema capitalista 
y el de los que han decidido permanecer dent ro de un sistema comunal. La lucha ent re 
esos dos “puntos de vista” sobre cóm o debería ser la vida, m uchas veces no logran 
ponerse de acuerdo; específicamente si los intereses económ icos de los primeros son 
afectados. Para éstos resultaba m uy costoso integrarse a la propuesta del CSE porque 
significaba que las personas con un proyecto com unal encont rarían una nueva fuente 
de ingresos, lo que causaría que la mano de obra barata dejara de exist ir “ tan a la 
mano” , por lo que en una asamblea comunitaria – siendo la mayoría los comerciantes 
y los terratenientes, a quienes tam bién se les considera com uneros (sic) - lograron que 
Xadani decidiera que lo mejor era esperar, observar qué es lo que pasaba en las ot ras 
dos. 
Es importante hacer notar que las t res com unidades t ienen com o est rategia 
conformarse en redes fam iliares para poder realizar su t rabajo en el terr itor io. 
Teniendo como insumo importante, para la preservación de su pat r imonio, la 
educación de sus hijos a t ravés de la enseñanza práct ica, a lo que Hayek (1960: 27) 
llama aprendizaje colect ivo y que es ut ilizado para resolver los problemas de la 
escasez. El autor lo define como “aquellas experiencias que han pasado la lenta prueba 
del t iempo y que están comprendidas en el lenguaje, inst ituciones, tecnología y 
m anera de hacer las cosas. Estas experiencias se acum ulan en la cultura de un grupo o 
com unidad y define la influencia del pasado sobre el presente y el futuro” . 
En las comunidades oaxaqueñas el aprendizaje colect ivo está inmerso en las vidas de 
los indiv iduos desde que nacen hasta que mueren porque para todas acciones que ellos 
realizan lo hacen a t ravés de r ituales que se celebran por medio de redes de fam ilias. 
Estas form as de expresión tam bién dan com o resultado que exista una cierta 
gobernabilidad democrát ica, perm it iendo que la posesión de recursos este regulada a 
t ravés de normas y sanciones establecidas desde la fam ilia, las redes en las que se 
alían hasta la pract ica de la comunalidad dent ro de un terr itor io (Carlsen, 1999) . Las 
comunidades oaxaqueñas sobreviven gracias a la formación de redes donde la 
reciprocidad es el pegamento que las mant iene unidas. Las alianzas fam iliares están 
com puesta por personas que buscan significados de vida ent re ellas; en este sent ido, 
“ [ un] a red está básicam ente com puesta por una serie de fam ilias asociadas ent re sí 
por lazos de alianza y r ituales, ya que la teór ica autonomía económ ica que 
caracterizaría a la unidad domést ica campesina (UDC) requiere en realidad de 
múlt iples mecanismos de colaboración interfam iliares, puesto que dicha autonomía no 
supone necesariam ente una capacidad de reproducción independiente (Bartolomé, 
2003: 80) ” . Dent ro de las redes fam iliares no sólo se incluyen a los m iembros directos 
de las fam ilias, sino que tam bién están en constante interacción con ot ras fam ilias con 
las que se unen a t ravés de diferentes r ituales, como es el compadrazgo. El 
com padrazgo acorde a Bartolom é (2003: 70-73) “ incrementa el número de personas 
consideradas m iembros del grupo generacional del cual se forma parte y por 
consiguiente del grupo de potenciales aliados laborales, polít icos y r ituales, así como 
de ayuda y apoyo ante las eventuales circunstancias crít icas por las que at raviesa 
durante el ciclo de desarrollo de las unidades domést icas. [ …] Junto con el mat r imonio, 
el compadrazgo se manifiesta entonces como la est rategia de alianza fundamental 
para el desarrollo de la vida económ ica, polít ica y social de los grupos fam iliares a los 
que incorpora nuevos aliados” . 
La est rategia de conformar redes ent re fam ilias cam pesinas oaxaqueñas t iene la 
part icularidad de que no sólo se alían ent re los m iembros de una sola condición 
económ ica, sino se enlazan ent re r icos y pobres. Los comuneros lo hacen para que el 
hijo pueda ser apoyado por el padrino “ r ico” , específicamente para que le cont rate en 
su t ienda o le perm ita t rabajar en sus t ierras sembrando o cosechando. El ahijado 
siempre buscará que su padrino lo cont rate antes que a ot ro. Para los terratenientes, 
el ahijado es m ano de obra barata que es de fácil acceso. Sin em bargo, el cam pesino 
pobre siem pre está en desventaja porque ya sea como t rabajador, la paga no es 
equitat iva a las labores que desem peña, ni tam poco recibe un pago justo cuando 
com ercializa sus m ercancías con el “padrino” . Se hace hincapié en esta últ im a 
característ ica de las redes fam iliares oaxaqueñas porque la alianza con los m iem bros 
de fam ilias mejor avenidas económicamente es una est rategia para mantenerse en el 
terr itor io que al m ism o t iem po los ayuda, pero los socava. 
En el siguiente apartado se describe la lucha ent re estas dos fracciones o redes de 
fam ilias para m antener su proyecto de vida dent ro de la Costa de Oaxaca. 
La histor ia de Santa María Xadani 
La llegada del CSE a las comunidades causó alegría, en un inicio, significando para los 
cam pesinos la posibilidad de obtener un apoyo económ ico, com o los que ofrece el 
gobierno m exicano: asistencialistas. Sin embargo, al conocer la propuesta sobre la 
reforestación de su ecosistem a severam ente impactado, pensaron que era algo 
imposible de llevar a cabo porque incluía árboles que tardan en alcanzar “su mayoría 
de edad” cerca de cincuenta años, como es la Ceiba (un árbol sagrado en la 
cosmovisión de los pueblos originarios) . 
Cuando el CSE se fue estableciendo dent ro de la región, un pequeño núm ero de 
habitantes decidió afiliarse a él: los m ás pobres. Mient ras, los dem ás veían en la 
est rategia una medida para arrancarlesde las manos la poca o mucha t ierra fért il a la 
que t ienen acceso. Esta serie de consideraciones fueron inducidas por las partes 
privilegiadas en el terr itor io y también, como resultado de las experiencias vividas a 
raíz de la llegada del Desarrollo Turíst ico Bahías de Huatulco. Además, existen actores 
sociales que se com portan com o nuevas fuentes de salvación ya sea religiosas, 
polít icas o económ icas, ávidas por la preferencia comunal. Cada una de ellas presentó 
al CSE com o una fuente divisoria, det ractora de la unión que exist ía. Sin embargo, la 
realidad es que así fue, el Cent ro fue una fuerza divisor ia m ás dent ro de las 
com unidades, ya que se form aron dos bandos, los que veían en el programa de 
“ forestación” – así le llaman los comuneros - una alternat iva que los mantenía dent ro 
de su espacio am biental, con la oportunidad de cuidar sus m ilpas y sus animalitos. El 
ot ro sector, definía a la propuesta llevada por el CSE como una posible t rampa para 
robarles las t ierras, una vez que el pago por la reforestación cubriera su valor; una 
manera de crear sembradíos de estupefacientes ent re el bosque, para luego llevarse la 
droga dent ro de las ram as de los árboles; una est rategia para tomar especies exót icas 
y venderlas a precios descomunales; finalmente, algunas personas llegaron a decir que 
el director del Cent ro era una especie de “caballo de Troya” del gobierno. 
I ndependientem ente de esas cont ingencias, el proyecto de reforestación fortaleció a 
las redes de fam ilias más pobres porque dejaron de ir a la pizca en las fincas 
cafetaleras, tarea que les tom a sem anas - regularm ente dejan abandonadas a sus 
fam ilias y a sus t ierras2. Para los “ líderes” de las redes de fam ilia dom inantes, este 
hecho lo vieron inconveniente porque em pezaron a resent ir la falta de manos que 
t rabajaran en sus fincas cafetaleras por lo que se tomaron la labor de convencer de los 
aspectos negat ivos que encerraba la propuesta del Cent ro, pero al m ismo t iempo 
m antenían una relación am istosa con la ONG. Sin embargo, para los campesinos no 
tener que cam inar por cinco horas o m ás hasta las fincas fue un aliv io ya que la 
alternat iva del CSE les perm it ía obtener un apoyo económ ico que no los aleja de sus 
terrenos de siembra, ni de sus animalitos, ni de sus fam ilias. 
 
2 Algunas UDCs se llevan a todos los m iem bros para poder obtener m ás grano, por lo tanto un m ayor ingreso que aum enta 
al ent regar m ás kilos al finquero. 
El proyecto de reforestación no fue visto com o un proyecto que beneficiaba a todos los 
habitantes del terr itor io com unal. No pudo verse colect ivamente que el rescate y 
preservación de la selva baja caducifolia existente les ayudaría a mantener sus 
proyectos de vida, ya fuera en un sent ido u ot ro. Cont rariam ente sólo percibieron la 
pérdida de los beneficios inmediatos que ese ecosistema les ent regaba. 
El capital social dent ro de la región si existe, las redes fam iliares existen, pero cada 
uno es pract icado dent ro de diferentes contextos. El reto del CSE consist ió en la 
const rucción de una est rategia que pudiera hacer de la reforestación un interés com ún, 
quizá su falta consist ió en diseñarla com o un proyecto técnico, sin los mat ices 
est ructurales que las ciencias sociales br indan para “ver” cóm o prom over un proceso 
que catalicé una red como resultado de ambas redes, involucrada en el rescate y 
conservación de la diversidad ecológica. En este sent ido, podría decirse que las 
organizaciones o inst ituciones –redes externas- cuando se involucran en este t ipo de 
proyectos, deben diseñar y llevar a cabo polít icas que const ruyan inst ituciones 
económ icas que perm itan el fortalecim iento o la catálisis de acciones colect ivas 
com unales –redes internas. Entonces, es preciso generar e internalizar en las redes 
campesinas la idea de que unirse para la reconst rucción y conservación de la 
diversidad ecológica, también puede t raer beneficios económ icos, si se apropia esa 
naturaleza de manera racional, dent ro de sus t iem pos de recreación. Adem ás, tam bién 
es importante hacerles ver que sería un negocio compart ido que, al m ismo t iempo, 
t rae un r iesgo compart ido. Cuando las redes fam iliares campesinas logran “ver” los 
beneficios de t rabajar en la const rucción de un proyecto product ivo vinculado formal e 
inform alm ente con una red de actores externa aprenden un nuevo juego social porque 
se perciben com o actores dent ro de un escenario más amplio que el que existe en su 
comunidad. 
En su t rabajo Param io (2000: 7) reflexiona sobre la propuesta de Olson quien dice que 
los individuos llegan a una acción colect iva cuando, “adem ás de la esperanza de 
obtener el objet ivo compart ido por todo el colect ivo [ …] exista un mecanismo que 
incent ive la part icipación en la acción, en la forma de beneficios select ivos, privados, 
para quienes lo hagan” . Para el caso que nos ocupa, se puede observar que exist ió un 
conflicto ent re los beneficios colect ivos y los beneficios select ivos, tanto a nivel 
comunal, como a nivel terr itor ial porque sólo dos comunidades se apropiaron del 
proyecto. El punto que fortaleció esta separación fue la pérdida de la confianza, un 
punto medular para la reconst rucción y preservación del capital social (Ost rom y Ahn, 
2003) . La encarnación de esta desconfianza estuvo materializada en la burocracia 
pract icada en la ent rega del apoyo económ ico promet ido por el gobierno cent ral y las 
diferentes instancias involucradas en el proyecto – redes externas de profesionales. 
Ese apoyo siempre llegaba tarde, erosionando de manera sustant iva el entusiasmo de 
los que decidieron part icipar3. Las dudas de los jefes de fam ilia sobre la lógica del 
program a de “ forestación” fueron vert idas en las asam bleas com unales, las opiniones 
encont radas sobre sí la comunidad debería m antenerse dent ro del proyecto fueron 
increm entadas cuando ot ros personajes importantes de la com unidad em pezaron a 
em it ir su punto de vista: a) dir igentes de las diferentes religiones, b) representantes 
de los programas gubernamentales, c) dir igentes de los part idos polít icos y con m ás 
ahínco, d) los líderes t radicionales, quienes empezaron a resent ir la ausencia de la 
m ano de obra que les t rabajaba en sus fincas. Cuando se pierde la confianza y la 
reciprocidad ent re las redes es detenida, ot ros actores con sus intereses pueden 
socavar una acción social que inicia y si a esto se unen ot ros factores com o la 
indolente burocracia de las inst ituciones que “pretenden” apoyar a un proyecto 
comunal, la descomposición es inm inente. Por lo que puede decirse que los pr incipales 
“pegamentos” del capital social son la confianza y la reciprocidad como Ost rom y Ahn 
(2003) lo especifican. 
Un movim iento silencioso se difundió a t ravés de los vínculos existentes en las redes 
de UDCs, y por supuesto en las asam bleas, donde el tema de la “ forestación” se 
convirt ió en un tem a candente. Después de un largo proceso de deliberación, como es 
t ípico en las asambleas campesinas, se llegó a la decisión que Santa María Xadani se 
abstendría de part icipar y que esperaría los resultados que se obtuvieran en las ot ras 
com unidades. 
Después de esa ruptura ent re el Cent ro y Xadani, se observó que la part icipación de 
cada comunidad depende de la art iculación de la esperanza de tener, tanto beneficios 
colect ivos y beneficios select ivos o privados que sólo sería posible a t ravés la 
est ructuración de objet ivos colect ivos y part iculares. En una com unidad con una 
complej idad social como Xadani, se puede decir que t iene su específica m anera de 
art icular sus diferentes proyectos de vida a proyectos de corte sustentable, alternat ivo 
y complementario. Este t ipode com unidades tom a su t iem po para reflexionar sobre la 
conveniencia de part icipar de m anera act iva en una propuesta. Sin em bargo, 
part icipan entusiastam ente, si el proyecto viene del gobierno y si no les pide “prestar” 
su t ierra para recuperar y conservar los ecosistem as, específicam ente sus terrenos de 
 
3 Estos pagos son esenciales para los cam pesinos, debido al constante déficit alimentario y product ivo en el que viven; sí 
ellos no reciben el apoyo promet ido se sienten burlados y culpan de la situación al agente externo. 
siembra y el “monte” – léase el bosque porque no les encuent ran sent ido. Pero, si 
part icipan act iva y compromet idam ente cuando const ruyen un proyecto propio, com o 
es la elect r ificación de su pueblo o la pavimentación del cam ino principal de Xadani, 
donde m ujeres y niños t rabajaron. Es im portante hacer notar que los cam pesinos se 
involucran a profundidad cuando un proyecto t iene sent ido para sus vidas y sobre todo 
si ellos los consideran t ransparentes, como sucede cuando son financiados por ellos 
m ismos. Cuando aceptan part icipar en los proyectos externos lo hacen de una m anera 
m esurada, van observando el terreno, a la vez se van apropiando, inventando y 
reinventando las est rategias que les muest ra el agente externo. Esto, hace que el 
proceso sea pausado y determ inado por una serie de acoplam ientos, definidos 
principalm ente, por el deseo de añadir un ingreso que complemente sus magros 
ingresos. Si los beneficios colect ivos pernean hacia lo pr ivado, es decir hacia las 
fam ilias, las redes de Unidades Domést icas Cam pesinas (UDCs) se coordinan para 
llevar a cabo las labores que están involucradas en un proyecto. 
Los primeros que se unieron a la propuesta del CSE fueron las UDCs que tenían 
lim itadas posibilidades para obtener medios de consum o y producción. Esta condición, 
los hizo m antenerse por un periodo m ás largo dent ro del programa de reforestación, 
en com paración a los que ya tenían, de alguna manera, resuelto su problem a 
alim entario y que, adem ás, tenían ot ras opciones para m antener la supervivencia de 
su fam ilia. Sin embargo, a t ravés del t iempo en el que se pudo m antener un núm ero 
de com uneros dent ro de proyecto, las relaciones ent re am bas redes siguió un curso 
que podría decirse normal, pero la democracia dent ro de sus formas de gobierno o 
gobernabilidad dem ocrát ica sufr ió un cambio. Los sujetos dent ro de las redes 
dom inantes hicieron siempre prevalecer sus form as de ver la vida, socavando con 
actos no ét icos, como el incendio de los predios com unales para const ruir un cam ino 
hacia sus t ierras. 
El proyecto de reforestación estableció como est rategia el acercam iento a las 
autoridades de la Tele Secundaria, quienes respondieron sem brando árboles frutales 
dent ro de sus terrenos, sin em bargo, la confianza ent re los padres de fam ilia ya se 
había m inado4. Además, en ot ro intento para resolver la situación, el CSE se unió a la 
reunión convocada por Bienes Com unales. En esa reunión se explicó a los com uneros 
la t rascendencia del proyecto para el terr itor io y sus habitantes. Sin embargo, el peso 
 
4 Las autor idades educat ivas prom ovieron ent re los alum nos un program a de reforestación dent ro de sus linderos, 
perm it ieron que los coordinadores del CSE dieran plát icas a los estudiantes, en los que explicaban el proceso de depredación 
que estaban sufr iendo los ecosistem as de su terr itorio. Pero dent ro de las filas de m aest ros, tam bién exist ía gente no 
convencida de la bondad del program a y prom ovían posibles intenciones oscuras por parte del Cent ro. 
de la opinión de las autoridades m orales, polít icas y económ icas se escuchó con m ás 
fuerza sobre todo y Xadani se promulgó en espera de resultados; los que obtuvieran 
las dem ás com unidades involucradas, part icularm ente Petatengo. Si la propuesta tenía 
éxito Xadani ent raría de lleno al m ismo. 
Como se mencionó anteriormente la div isión representada por las diferentes corr ientes 
conform adas por las tendencias polít icas, económ icas y religiosas prevalecen de 
m anera m ás acentuada en Xadani. Cada una le ofrece la reconst rucción y preservación 
de su proyecto de vida5, de la m isma manera el CSE les ofrece ot ra. La diferencia es 
que al CSE lo ven com o un invasor y a los líderes espir ituales, económ icos y polít icos 
los conciben como parte del entorno, parte de su vida cot idiana, una presencia menos 
agresiva. Lo que no notan los com uneros es que, regularmente el cont rol y el poder de 
estos líderes están art iculados a los intereses de los que t ienen un proyecto de vida 
conectado al mercado capitalista6. El CSE tam bién se relacionó con los habitantes 
pudientes, se apoyó de manera constante en ellos para poder tener acceso a terr itor io 
“ libre” de posibles agresiones legales. Cuando el Cent ro invitaba a comuneros –pobres 
y pudientes – dejaba en claro los térm inos de lo que estaba promoviendo; pero nunca 
comentaba sobre la problemát ica ambiental que se vivía abajo. Ni el impacto que 
tendría reforestar la parte alta de la Costa de Oaxaca: sostener el m egaproyecto 
Bahías de Huatulco. 
El proyecto se manejaba en dos ámbitos: el comunal y el globalizado. La unión de dos 
intereses sería el pretexto para recuperar la diversidad ecológica perdida. Manejar esa 
complej idad social fue la prem isa del CSE, tal vez es por eso la información sobre la 
est ructura total del proyecto nunca fue conocida. Además, por palabras propias del 
director no se desplegaba toda la información porque había sufr ido despojo intelectual 
por técnicos que había capacitado. Sin embargo, el Cent ro fue facultando a los 
comuneros en act ividades específicas como: hacerse cargo del pago catorcenal a los 
campesinos involucrados en la reforestación. 
Para que los campesinos se involucren en un proyecto deben tener cubiertas todas sus 
necesidades básicas. La necesidad de obtener m edios para cont inuar con su producción 
t radicional no les deja margen para esperar con paciencia. El retorno de la inversión de 
 
5 Un ejem plo de la influencia de uno de los sectores que m ás impactan en la región: la religión. El periódico La Jornada del 
día viernes 10 de enero de 2003, en su sección: Estados ht tp: / / www.jornada.unam.mx/ 2003/ ene03/ 030110/ . Habla de la 
decisión de cinco habitantes de Xadani de ayunar para llegar a Dios. Los habitantes de las t res com unidades t ienen la 
tendencia de recurrir a la religión para evadir la precariedad en que viven. La religión, cualquiera que sea, ofrece la 
espiritualidad para lograr concretar un proyecto de vida. 
6 Com o se ha comentado anteriormente, esta situación im pacta considerablemente en la tom a de decisiones dent ro de una 
asam blea com unitaria. Haciendo a un lado a los que t ienen un proyecto de vida basado en las costum bres t radicionales 
porque se encuent ra suspendido en la historia, por lo tanto, considerado un proyecto obsoleto 
su fuerza de t rabajo, aunque este sea magro, debe de llegar en los t iem pos del hoy de 
las UDCs, para cubrir el déficit alim entario –no cubierto por sus cosechas de m aíz7. El 
ret raso del apoyo económ ico fue una razón im portante para que los cam pesinos se 
sust rajeran del proyecto y regresaran a las alternat ivas donde obtenían de manera 
más mediata, los medios para cont inuar en su terr itor io - la Com isión Nacional Forestal8 
les ofrece año con año t rabajo de apaga fuegos, con una paga ext raordinaria para 
ellos. 
A pesar de que el Cent ro no les ent regaba en apoyo económ ico de manera sostenida, 
los comuneros más pobres de Xadani se mantuvieron dent ro del programa durante dos 
años. Poco a poco la urgencia de cubrir susnecesidades y la sectorización del pueblo 
fueron m inando la confianza de los campesinos, dism inuyendo su part icipación hasta 
abandonar el proyecto. Es im portante, m encionar que quienes resint ieron m ás la salida 
del CSE de Xadani – salida técnica, pero los integrantes del CSE seguían pernoctando 
en Xadani - fueron las m ujeres. Ellas tuvieron una gran influencia en el t iempo que se 
mantuvo el proceso de reforestación; ayudaban a recolectar sem illa, sem braban 
árboles frutales en los alrededores de sus casas, lo que se llaman su jardín9. A las 
comuneras les hacia falta el ingreso para cubrir las demandas de las inst ituciones 
educat ivas: uniformes, cooperaciones, multas por llegar tarde y los art ículos escolares. 
Sin dejar de m encionar la necesidad de cubrir los requerim ientos básicos para poder 
mantener a la fam ilia. La separación fue una tarea que tenía que ser resuelta por los 
hombres, ellas tuvieron que mantenerse al m argen de dicha disposición. 
El hecho de no abordar la part icipación act iva de las mujeres dent ro del proyecto de 
reforestación fue una om isión que no provocó el fortalecim iento del capital social y una 
posibilidad de reconst ruir lo ya que está m inado por las concepciones inmersas en las 
visiones de dos proyectos de vida antagónicos, pero ent relazados. 
 
7 Los cam pesinos logran colectar de un terreno al que le aplicaron la roza, tumba y quema por primera vez, una tonelada y 
media de maíz, pero después, sólo logran mantener una producción de 750 kilogram os por hectárea. El ecosistem a no se 
presta a que la cant idad se m antenga por m ucho t iempo porque son lom eríos que en tem porada de lluvias se deslavan, 
dejando sólo el suelo infért il. 
8 Los com uneros t rabajan com o apaga fuegos en época de secas, regularm ente, los alistados a esta opción, esperan en el 
edificio de la Agencia Municipal hasta que se presenta una eventualidad. Es decir, que ellos reciben dinero ya sea que ocurra 
o no ocurra un incendio en el bosque. El CONAFOR t iene un program a que inicia a part ir del m es de m arzo. En esta 
tem porada invierte sum as considerables de dinero para evitar que los bosques sufran siniest ros. Para mayor inform ación, 
visitar la página de la instancia: 
ht tp: / / www.conafor.gob.m x/ program as_nacionales_forestales/ incendios/ campana_incendios.htm 
9 Este jardín, no t iene la m ism a conform ación a las concebidas en los cent ros urbanos, sino está dist r ibuido de m anera 
irregular y acorde a la disposición de la naturaleza. 
Conflictos ent re las concepciones de t iem po 
El proceso de apropiación de un sistema product ivos complementario y a la vez alterno 
fue lento debido principalmente, a las divisiones internas en las com unidades – 
específicam ente en Xadani para el caso de estudio de esta invest igación - , y por las 
desacreditaciones generadas ent re los diferentes agentes externos. Cada una de ellas 
quería ser la única influencia existente dent ro de la región. No pensaron en la 
posibilidad de buscar un consenso que cubra un objet ivo m ayor como es la 
coordinación para la erradicación de la crisis ambiental y la pobreza. Esto podría 
lograrse a t ravés de la asignación de proyectos art iculados a un program a de 
desarrollo regional sustentable que provoque la form ación de redes de pares 
interesados en la reconst rucción y preservación de la diversidad social y ecológica. Una 
falta de comprom iso integral ent re actores sociales puede provocar m ás daño que 
beneficio. Se puede decir que estos actores sociales no sólo deben involucrarse 
teniendo en m ente incent ivos económ icos, sino tam bién deben tener en cuenta el 
incent ivo moral que provoca la solidaridad hacia individuos despojados histór icamente. 
A final de cuentas, los comuneros e indígenas no están buscando la bondadosa 
m isericordia del resto de la sociedad, sino buscan la solidaridad de todos aquellos que 
se acercan a ellos, ya sea para el intercambio de conocim ientos com o para el 
intercambio justo en la comercialización de sus productos 
A pesar de todas esas vicisitudes, el fortalecim iento interno de las com unidades se dio 
paulat inamente. A lo largo del cam ino, el proceso ha encont rado áreas de oportunidad 
a desarrollar, reconst ruir , inventar o detallar. Esto quiere decir que no sólo se tuvo que 
negociar con la desconfianza natural de los habitantes, sino tam bién, se entablaron 
negociaciones con las fuentes de financiam iento y las instancias gubernam entales que 
otorgan los perm isos para el aprovecham iento de los recursos. Aunado a todo esto el 
Cent ro tuvo que aprender a escabullirse de las “patadas debajo de la mesa” de los 
dem ás agentes externos10. Personajes deseosos de ser los únicos en acom pañar11 a las 
comunidades en la const rucción de un desarrollo endógeno. 
Com o se ha hecho notar, existen un núm ero de diferencias significat ivas que 
sobresalen: la manera de concebir el compás a los que debe darse el cambio y el r itmo 
 
10 La asistencia a las com unidades rurales ha sido, casi siempre, diseñada por las inst ituciones burocrát icas urbanas, quienes 
conocen relat ivam ente o desconocen por completo las culturas locales; el análisis de este documento involucra la 
part icipación directa de los im plicados, a part ir de los primeros estados del proyecto hasta su im plementación 
11 Debido a que la característ ica de los apoyos a los habitantes rurales siempre ha estado fincada en su planeación en un 
escritorio lejano del lugar, por alguien que no conoce nada, ni de la cultura, ni del ecosistem a; se propone que el “experto” 
ya no diseñe las alternat ivas de acuerdo a su inspiración, sino que las construya con la part icipación act iva de los im plicados 
y que se rem ita a acom pañarlos en todo el proceso de definición hasta la apropiación del m ismo por parte de la comunidad. 
de la apropiación de las innovaciones del proyecto. Muchas veces, el proceso se ve 
interrumpido o at rasado debido a la falta de art iculación de una serie de t iempos12. 
Conocerlos es importante para comprender la dinám ica del proceso de cam bio. Hay 
t res aspectos que definen esta variación: t iem po com unal, t iem po de las 
inst ituciones f inancieras y t iem po de las instancia s gubernam enta les para 
em it ir perm isos. 
1. En las com unidades , el t iempo está medido dent ro de sus est ructuras 
gubernamentales: la asamblea. La que frecuentemente opera en una base 
de consenso y raram ente aceptan la idea de definir un t iem po de 
term inación para llegar a un acuerdo. A menudo replantean el asunto a 
dir im ir, var ias veces para clar ificar las fases de una propuesta. Esto crea 
com prom isos y reduce la posibilidad de que una idea, no entendida por 
todos, se convierta un conflicto público. 
2. Para las inst ituciones f inancieras nacionales e internacion ales , el 
t iem po es m edido, regularm ente, por los comprom isos para conseguir, 
ejercer o complementar un presupuesto. Los apoyos y préstamos, para el 
desarrollo humano e infraest ructura física, están basados en la concepción 
de que las com unidades estarán sum am ente agradecidas y aceptarán de 
manera incuest ionable la asistencia financiera. Todo con tal de tener la 
facilidad de su incorporación -como protagonistas- a un nuevo sistem a 
product ivo; y, 
3. La burocracia de las instancias gubernam enta les t iene su propio 
calendario definido acorde a los ciclos polít icos. Estos determ inan cómo y 
cuándo poner en marcha las est rategias públicas para la em isión de 
perm isos para el uso de los recursos naturales. A part ir de lo anterior, se 
observó que estos toman dos vert ientes regularmente: a) se det iene el 
acceso a los recursos naturales porque consideran que se erosionaran los 
ecosistemas -sin hacer una inspección y sin molestarse para conocer a fondo 
el programa; o b) se decide que es inoperante la solicitud porque está fuera 
de programación. A menudo estas decisiones son, una respuesta a los 
intereses de algún polít ico sobre esos recursos o por la necesidad de 
most rar resultados a un dignatario. 
 
12 La palabra “ t iem pos” aquí se ut iliza para hacer referencia a las etapas involucradas en el proceso de concreción de un 
evento o act ividad. La observación sobre los t iem pos a conjugar fue hecha por el Arquitecto Jorge Rocha, ant iguo residente 
del Cent ro de Soporte Ecológico. 
Un programa sustentable en un ecosistema sólo puede ser exitoso cuando estos t res 
t iempos humanos se acoten a los t iem pos de recreación de la natura leza . Este es 
el cuarto t iempo a conjugar y el más importante a considerar por ser el “proveedor” de 
los recursos a aprovechar. 
La coordinación ent re estos t iempos es algo compleja ya que, tanto los intercambios de 
información, como la const rucción del proceso product ivo alternat ivo, se dan dent ro de 
dos culturas diferentes: una, donde sus códigos culturales están definidos a part ir de 
una relación m ás cercana con la naturaleza y la ot ra, con el código cultural de las leyes 
del mercado capitalista. La experiencia sugiere que el éxito requiere de la “ calibración” 
de la relación ent re los t iempos humanos – m encionados anteriorm ente– y los 
t iempos de la naturaleza. Esto hace inferir que el logro de una “sustentabilización” 
suficientemente flexible, necesita de la part icipación de un “socio intermediario” . Este 
puede estar representado por un grupo de personas que sea: a) capaz de definir las 
posibilidades y lim itaciones involucradas en las est rategias a generar para asegurar 
bienestar y sustentabilidad; b) sensible a las necesidades y demandas de todos los 
protagonistas involucrados; c) consciente de la importancia de su papel como 
catalizador del proceso de reconst rucción de la diversidad social y ecológica; y d) 
capaz de catalizar un proceso de recuperación y conservación del capital social para así 
generar un desarrollo endógeno de una célula de red que pueda irse extendiendo hacia 
el inter ior y al exterior. 
La ét ica debe ser el sello que m arque su capacidad de gest ión, ya que su t rabajo 
est r iba en ser un art iculador de culturas13 que está, al m ismo t iempo, catalizando la 
const rucción de un proceso polít ico, al capacitar a los habitantes en habilidades que 
desconocen y al m ost rar les cam inos para interactuar con el resto de la sociedad. 
I ndudablem ente, una de las partes más difíciles que encaran los potenciales socios es 
la sincronización de am bas culturas. Para dism inuir la presión, se cree imperante que 
los agentes externos hagan com unalidad14. El objeto es const ruirse un m odelo 
 
13 Una especie de t raductor de las concepciones y de las recreaciones de la vida dent ro de ciertos ambientes – tecnificados o 
aún apegados a la naturaleza. Es decir, un em bajador de la diversidad sociocultural y ecológica que abogue por la 
cont inuidad de la cultura dent ro de los espacios part iculares de las act ividades necesarias para la concreción del proyecto. 
Este bien puede ser una inst itución oficial, una universidad o una ONG. 
14Com unalidad es hacer “vida colect iva” con los pueblos, sin perturbar de sobrem anera los “usos y costumbres” . Carlsen 
(1999: 46) cita al ant ropólogo Floriberto Díaz ( indígena Mixe) quien define que “ la comunidad, sus formas de autogobierno y 
reglas norm at ivas (usos y costum bres) t ienen mucho que ver con aspectos ligados a la t ierra, al idiom a y a la educación” . 
Díaz se refiere a la comunidad no sólo com o un conjunto de casas con personas, sino personas con historia, pasado, 
presente, y futuro, que no sólo se pueden definir concretam ente, físicam ente, sino tam bién espir itualmente en relación con 
la naturaleza toda. Los habitantes de las comunidades ut ilizan este espacio para realizar acciones de recreación y 
t ransform ación de la naturaleza, teniendo com o vínculo de prim er orden los sistem as product ivos creados a t ravés de la 
relación est recha con la t ierra. Alrededor de esta relación hom bre- t ierra se generan las diferentes form as de expresión que 
le dan sent ido a los usos y costum bres. Al cambiar una de las partes se em piezan a desart icular las dem ás expresiones 
am arradas al núcleo, em pezándose a perder la razón de perm anencia en las localidades cercanas a la naturaleza; así com o 
la preservación de las t radiciones poco congruentes con el sistem a dominante. Sí se pierde el sent ido de lo que significa la 
conceptual y diseñar acciones acordes a los “usos y costumbres” de la localidad, 
ganándose la confianza. Estos conocim ientos se ut ilizan para que los procesos logren 
alcanzar un cierto nivel de fluidez, sin que se t rastoque la prem isa del intercam bio 
justo y sin dejar de poner una especial atención a los t iempos de recreación de la 
naturaleza. 
El requerim iento de un intermediario capaz de balancear los r itm os de la cultura 
occidental, de la naturaleza y de la cultura t radicional, podría parecer una barrera 
infranqueable para la const rucción de la autonomía local y regional de los pueblos. Esto 
puede pensarse porque existe la posibilidad de crear dependencia en un mediador, 
quien estaría definiendo cont inuam ente la est ructura general de los proyectos. Sin 
embargo, debido a la situación actual de los pueblos marginados se t iene que confiar y 
buscar la “mejor oferta” personificada, ya sea, en ONGs, gente de la localidad, de la 
sociedad civil o del m ismo gobierno. El agente ópt imo sería aquel que represente a un 
interm ediario que tenga com o vir tud, la sensibilidad para calibrar las dos culturas de 
m anera justa y que cuente con especial respeto por la diversidad cultural, social y 
ecológica. De esta manera, el interm ediario y la red de actores sociales que él 
representa, estaría en las condiciones para acom pañar a las com unidades en sus 
negociaciones con el resto de la sociedad. El agente externo sería un apoyo que 
perm ita el fortalecim iento de la com unidad a t ravés de sortear los problem as que van 
presentándose – ya sean provocados por la tardanza en la em isión de perm isos para el 
aprovecham iento de los recursos naturales o por la oposición de los sectores 
dom inantes dent ro de la población – sin que interrumpa las decisiones que los 
com uneros consideren.15 Las com unidades tendrían la oportunidad de ir t razando 
est rategias conjuntamente con el “ socio” que les perm itan internalizar el proceso de 
aprendizaje de la generación y m anejo los ingresos con pasos cortos y firm es. 
Asim ismo, los habitantes del mundo rural se adent rarían en un proceso para establecer 
los térm inos en los que se va fundamentando la art iculación de su autonom ía com unal 
con las condicionantes sociopolít icas y económ icas del resto de la sociedad.16 
 
t ierra para el hom bre – en térm inos de t rabajo y sustento – la com unidad inicia un proceso de desintegración que la lleva a 
hacer concesiones a los sistem as dominantes en la búsqueda del sustento –por ejemplo: la m igración a las grandes urbes. 
15 Esta situación es la que hace precisam ente objetar la viabilidad del proceso autonómico a t ravés de proyectos de 
reconst rucción ecológica, porque están som et idos a la “buena voluntad” de agilización de los t rám ites por parte de las 
instancias financieras. Adem ás, sin la inclusión de leyes const itucionales que les respalden se encuent ran inerm es ante las 
polít icas em it idas por el gobierno y se corre el r iesgo de dar por term inado un proyecto,sí se hace una observación desde la 
elite gobernante para su conclusión. Sin embargo, el proceso polít ico local, a m enudo, le da espacio a las com unidades para 
encontrar las form as de conform ar sus propias est rategias, a t ravés del fortalecim iento que encierran las experiencias. 
16 Se puede inferir que el proceso las convert iría en comunidades administ radoras de tecnologías m odernas y sustentables 
sin que esto les im ponga percibir el m undo dentro de una cosmovisión occidental a menos que ellas así lo decidan. Sin 
em bargo, el hecho de que ellas perm anezcan dent ro de sus form as t radicionales de vivir no quiere decir que no sean 
m odernas, lo son, porque viven en este m om ento histórico y no en el pasado, dent ro de una cultura híbr ida (García Canclini, 
1989) debido al resultado de combinaciones de pat rones modernos con pat rones t radicionales: esto significa que no son 
Conclusiones 
El capital social puede ser fortalecido y reconst ruido sólo si existe la generación de 
confianza y reciprocidad ent re los habitantes de una localidad y los actores sociales 
(agentes externos) . El incumplim iento de una promesa socava la confianza dent ro de 
los locales y hace que las palabras vert idas por los det ractores se vean com o una 
realidad. El hecho que el Cent ro de Soporte Ecológico no ent regara la ayuda para 
realizar la reforestación del terr itor io de las comunidades de la Costa de Oaxaca. Se 
puede decir que una falta de organización, coordinación, reglas, sanciones y un 
proyecto bien est ructurado a nivel regional provoca que no se const ruyan redes de 
pares que buscan un m ism o objet ivo: catalizar un proceso de fortalecim iento de la 
autonom ía com unal. Por lo que tam bién es importante generar capital social ent re las 
redes externas para que su acción colect iva no tenga el corte de caridad imposit iva, 
sino sea una serie de acciones solidarias, donde exista la part icipación act iva de todos 
los actores; pero sobre todo para que no m ine el cierto nivel de gobernabilidad 
dem ocrát ica que existe en las com unidades rurales, representada a t ravés de sus 
form as de gobierno y la práct ica de sus usos y costum bres. 
Const ruir redes en com unidades afectadas por la diferencia de proyectos de vida 
podría ser llevada a cabo a t ravés de la ( re)const rucción de significados de vida, es 
decir t radiciones e ident idades part iculares y colect ivas. Quizá una forma más amable 
de provocar redes con alto grado de capital social es a t ravés de las celebraciones 
apegadas a la cosm ovisión del lugar, conjugando la creación de nuevas oportunidades. 
Pero, sin dejar de tomar en cuenta que todo beneficio crea una obligación y esa 
obligación debe estar contenida en un cierto nivel de rest r icciones. Ost rom y Ahn 
(2003) definen que el capital social es difícil de const ruir a t ravés de intervenciones 
externas, sin em bargo, nuest ra experiencia nos hace decir que sí es posible catalizar 
un proceso de capital social, sí los actores externos hacen com unalidad ent re los 
individuos que desean dedicar esfuerzos de desarrollo a largo plazo y sí estos actores 
externos, tam bién, dent ro de sus redes definen reglas y sanciones que fortalezcan la 
const rucción de un capital social, donde la reciprocidad y la confianza sean valores 
pract icados. En una palabra no podem os generar, lo que no tenem os dent ro de 
nosot ros m ism os. 
 
sociedades at rasadas –como suele llam árseles – sino son sociedades que han decidido quedarse dent ro de las inm ediaciones 
de la naturaleza, aunque apropiándose de conocim ientos externos y recreándolos dent ro de sus est ructuras product ivas y 
socioculturales para que les sirvan com o m arco de art iculación con resto de la sociedad, dent ro de su propia visión. 
Referencias bibliográficas 
Bartolom é, M. A. (2003) . “Sistem as y lógicas parentales en las culturas de Oaxaca” . 
En: S. Millán y J. Valle (coordinadores) , La com unidad sin lím ites. Est ructura social y 
organización com unitaria en las regiones indígenas de México, Vol. I . México: I nst ituto 
Nacional de Ant ropología e Historia. 
 
Barkin, D. and C. Paillés (2002) . “NGO-collaborat ion for ecotourism : A st rategy for 
Sustainable Regional Development in Oaxaca.” Current I ssues in Tourism , Vol. 
5: 3(245-253) . 
 
- y C. Paillés (2001) . “El agua en un plan regional de manejo” . En: D. Barkin 
(com pilador) I nnovaciones m exicanas en el m anejo del agua. México: Universidad 
Autónom a Met ropolitana. 
 
Carlsen, L. (1999) . "Autonom ía indígena y usos y costum bres: la innovación de la 
t radición" . Chiapas 7. N. Espresate. Ciudad de México I nst ituto de I nvest igaciones 
Económ icas/ Ediciones Era, S.A. de C. V. 7 : 45-70. 
 
Durston, J. (2000) . "¿Qué es el capital social comunitar io?" Cepal. Serie Polít icas 
Sociales 3 8 : 44. 
 
Escobar, A. (1995) . "Encountering development : the making and unmaking of the third 
world" . Princenton, New Jersey: Princenton University Press. 
 
North, D. (1994) . "Econom ic performance through t ime". En: The American Econom ic 
Review . Vol. 84. Nº 3. Junio 1994. Pp: 359- 368. Tam bién disponible en: 
ht tp: / / www.azc.uam .mx/ publicaciones/ etp/ num 9/ a2.htm (13.03.07) 
 
García Canclini, N (1989) . "Culturas híbridas. Est rategias para salir y ent rar de la 
modernidad". México: Editorial Grij albo. 
 
Max-Neff, M.A. (1993) . "Desarrollo a Escala Humana: Conceptos, aplicaciones y 
algunas reflexiones". Barcelona: I caria Editorial. 
 
Ost rom , E. and T. K. Ahn (2003) . "Una perspect iva del capital social desde las ciencias 
sociales: capital social y acción colect iva." Revista Mexicana de Sociología 6 5 . (Nº 1. 
Ene/ Mar) : 32. 
 
Paillés, C. (1998) . "Costa de Oaxaca 2020. Tres escenarios: una desecación t rágica, 
una m ezcla de conflictos de uso del suelo y un bosque cuenca sustentable" . 
Docum ento propiedad del Cent ro de Soporte Ecológico. 
 
Param io, L (2000) . "Decisión racional y la acción social" . Leviatán: Revista de hechos e 
ideas, 79: 65-83,

Continuar navegando

Materiales relacionados

53 pag.
DocsTec-1264

ITESM

User badge image

Todo para Aprender

52 pag.
DocsTec-1267

ITESM

User badge image

Todo para Aprender

197 pag.
Pensar_desde_los_comunes_web

SIN SIGLA

User badge image

albersanchez