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Alain Rouquie
Hegemonía militar, Estado y dominación social en Argentina, hoy
Desde 1930 se forman en Argentina, lo que serán las dos caras de los sucesivos derrocamientos de
gobiernos civiles por parte de las fuerzas armadas: inestabilidad política y persistente hegemonía
del poder militar. De 1930 hasta 1980 ningún presidente fue libremente elegido sin
condicionamiento ni veto militar dentro de un proceso normal de sucesión.
Para entender la Argentina de “hoy” (1982) es preciso recordar que la dominación militar no es ni
nueva ni coyuntural. Se inicia en 1930 y ya cumplió medio siglo. Por eso el golpe de 1976 aparece
como una recaída, una nueva fase del ciclo sin fin con la retorica de siempre y las mismas
aparentes finalidades, no solo el “destino de grandeza” de los discursos sino los objetivos (“y no
plazos”) (el mismo concepto una vez mas..)de la democracia fuerte y estable y del aparato
productivo eficiente y competitivo que permitirán superar definitivamente el estancamiento y la
alternancia cívico-militar.
El golpe del 24 de marzo de 1976 tiene ciertas similitudes con las situaciones chilenas y uruguayas..
Pero en el 76 la situación fue diferente. Aunque en la historia contemporánea de Argentina nunca
un golpe de Estado tuvo como objetivo derrocar un gobierno que amenazara directamente el statu
quo social y que tratara de realizar importantes transformaciones estructurales.
Tipos de gobierno militar:
1. Provisional (muchas veces disfrazado de civil),
2. Constituyente.
Tipos de gobierno civil:
1. Los que apoyan las fuerzas armadas (ejemplo 1951-1952),
2. Los que gobiernan neutralizando al ejército por tener cierta legitimidad militar propia
(ejemplo la Concordancia de Justo 1932-1938),
3. Los que tienen como destino ser derrocados por gobiernos militares (ejemplo todos los
demás).
En 1958 el radical disidente y desarrollista Arturo Frondizi es electo presidente con el apoyo de los
votos peronistas (por orden del mismo Perón). Frondizi logrará mantenerse cuatro años en el
poder. No obstante la coalición de los radicales del pueblo y los militares antiperonistas lo
derrocarán en 1962.
La situación es casi simétrica en el 63 con el radical del pueblo, Arturo Illia que es electo.
Frondizistas y militares antiradicales van a programar el golpe menos violento y mejor planeado de
la historia argentina. Esta intervención militar anunciada públicamente con un año de antelación
fue prolijamente organizada con intensas propagandas para desprestigiar al gobierno legal ante la
opinión pública
El gobierno que lo sucede en el 66 no se considera provisional. Pertenece a la categoría de
dictadura constituyente. La “Revolución argentina” encabezada por Onganía pretendía hacer
grandes transformaciones económicas y sociales que permitirán redistribuir el poder político.
Onganía exponía que necesitaba 10 años para lograr su proyecto neocorporativista. Pero la
sublevación del 69 en varias capitales del interior arruinarán estos sueños antipolíticos. Luego
Levingston y más tarde Lanusse intentarán continuar con la idea de Onganía pero fracasarán
debido a la coyuntura convulsionada. El auge de la violencia revolucionaria alentada por Perón
desde Madrid hace temer a los militares argentinos de un posible “argentinazo”. Lanusse va a
proponer el GAN (Gran Acuerdo Nacional) que será un acuerdo con las principales fuerzas políticas
para encontrar una salida honorable de la “Revolución argentina” como un final al cumplimiento
de su deber y un retorno a la vía democrática del sufragio. De esta manera las FFAA se
comprometían a organizar las elecciones y abstenerse al obvio resultado del triunfo del peronismo:
Hector Cámpora. El eslogan era “Cámpora al gobierno, Perón al poder”. Las organizaciones
armadas continuaban cobrando vidas de militares y el presidente se negaba a condenarlas.
Además libera a los presos políticos.
Cuando Perón regresa a la Argentina se producen enfrentamientos sangrientos en Ezeiza entre
grupos armados que se disputaban al líder. Los peronistas ortodoxos piden el ascenso al poder y la
renuncia del débil presidente. Así, la renuncia de Cámpora será vista para muchos como un “golpe
de derechas” apenas disfrazado por la personalidad del líder del movimiento. La muerte de Perón
el 1° de julio de 1974 provocará un vacío político muy grande en un sistema de poder creado por él
y para él.
Las FFAA esperarán a ver como el poder les cae como una fruta madura donde la opinión pública
(inclusive las clases populares) consiente un crédito de confianza en el militarismo y ven que la
única alternativa es un nuevo golpe. El general Videla, defensor intransigente de la no participación
al poder político, asumirá el puesto del comandante en jefe con uno de sus objetivos principales:
desperonizar el país.
Las relaciones civiles-militares en Argentina:
● Las violaciones de la subordinación constitucional por las FFAA nunca provocaron una
unión de fuerzas civiles para defender estas instituciones.
● El militarismo nunca está ausente en los discursos de los partidos políticos tanto de
izquierda como derecha. Si bien las FFAA tienen un alto grado de conservadurismo, no
están consideradas por definición adherentes a un sector definido. Todas las formaciones
políticas esperan que el ejército responda a sus aspiraciones.
● En el sistema así edificado, civiles y militares no se enfrentan, se hallan complementarios.
No cabe imaginar la vida pública nacional como dos bandos enfrentados, por un lado los
civiles y por otro los militares. Los civiles rondan los cuarteles en busca de aliados
uniformados y las cabezas políticas de las FFAA están siempre al asecho del apoyo
partidario.
Hay una situación de interdependencia: una militarización de la vida pública y una politización de
las instituciones militares. La estabilidad y regularidad institucional están fuera de alcance.
Existe una gran ausencia de un partido conservador de masas bien organizado y apto para ganar
las elecciones. La Argentina nunca tuvo después de 1914 un partido conservador moderno con
voluntad de aceptar el juego de las instituciones representativas. También llama la atención la
falta de movimientos de izquierda poderosos y con raíces profundas. El abanico de las principales
formaciones políticas se abre más bien del centro a la derecha.
La especificidad de la sociedad argentina se debe a la existencia de un grupo dominante nacional
relativamente hegemónico que detenta el prestigio y domina el sector motor de la máquina
económica. Pero este grupo es muy difícil de situar: ¿oligarquía, minoría dominante, fracción
dominante de las clases superiores, gran burguesía? Los partidos populares suelen denunciar a
este grupo como plutocrático. Puede que sea una estrategia retórica para designar al enemigo
pero hay algo de cierto en esa acusación. “Es como el fantasma de Sancho: por supuesto que no
existen pero que los hay, los hay.”
La crisis política permanente se da porque existe este grupo socioeconómico caracterizado por la
flexibilidad financiera unida al apoyo estatal que se refuerza con la crisis permanente. (Por
ejemplo, con los golpes del 55 y del 62 se producen devaluaciones decisivas que favorecen las
exportaciones agropecuarias. El mejoramiento de su posición merced al alza de precios relativos,
frena la expansión industrial tanto como provoca la retracción del consumo popular.) Los
miembros de este grupo no se limitan a administrar sus estancias y a ser los dueños de la tierra,
sino que son más comerciantes y financieros que ganaderos o agricultores. La hipótesis es que
estos grupos se precaven contra esquemas rígidos de intervención para aprovechar mejor las
coyunturas favorables y dispersar los riesgos. A pesar de su antiestatismo y su liberalismo a
ultranza, le deben todo al Estado por haberle dado sus tierras el siglo pasado. Su posición
económica crucial le da poder de veto económico que se traduce en deslegitimación política.
En el caso argentino,la concentración del poder económico y el exclusivismo social no permiten al
grupo dominante organizar el consentimiento sobre las bases de un partido policlasista que
responda a sus intereses. Por esto recurren a la fuerza más autónoma del Estado: el ejército; ya
que no pueden gobernar dentro del marco constitucional.
Las fuerzas armadas tienen la misión de mantener el equilibrio colectivo para desempeñar en los
períodos de crisis y de presiones antagónicas fuertes, una hegemonía burocrática de sustitución.
En el 43 los militares intentaron superar la contradicción entre el grupo minoritario dominante y el
partido mayoritario por una dictadura nacionalista de integración económica y social.
En el 66 el ejército abre un proceso de modernización económica para superar, por un proyecto
desarrollista, la exclusión política de los sectores sociales mayoritarios que frenaban la expansión
del gran capital industrial.
En el 76 se dio algo diferente. La radicalización de la clase media asalariada y la movilización
combativa de los trabajadores unidos al peso espectacular del aparato sindical del Estado lograron
amedrentar a todos los grupos propietarios, ampliando así la base de la coalición intersectorial,
que la violencia guerrillera transformó en un frente contrarrevolucionario. La disgregación del
Estado populista y la pendiente de la guerra civil parecían ofrecer las condiciones adecuadas para
una vuelta al orden “natural” del liberalismo reclamado por la minoría agroexportadora. El golpe
de 1976 se trata de un proyecto de reacomodamiento de la economía adaptándola a la nueva
situación del capitalismo mundial.
Las circunstancias son distintas esta vez y el régimen mucho más institucionalizado como lo
demuestra la bien ordenada sucesión presidencial, pero los beneficiarios casi permanentes de la
inestabilidad difícilmente podrán imponer una “democracia fuerte y estable” prescindiendo de la
sociedad avanzada y conflictiva en la que se establece.

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