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Unidad 6 - Nochteff - Patrones de crecimiento y políticas tecnológicas en el siglo XX docx

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Patrones de crecimiento y políticas tecnológicas en el siglo XX- Nochteff
(En este artículo, lo que Nochteff quiere tratar de explicar es porque existen países
cuyo crecimiento es dependiente y porque otros pueden crecer
independientemente. Especialmente trata el tema de Argentina y su imposibilidad
de no volver a caer en una nueva crisis-o por lo menos así lo entendí yo)
En Argentina, las políticas científicas y tecnológicas nunca fueron prioridad. Y esto
está desarrollado con el tipo de crecimiento que tuvo la Argentina a lo largo de su
historia.
Nochteff retoma a Schumpeter para dar cuenta de la relación entre innovaciones
tecnológicas y tipo de crecimiento. La cuestión tecnológica está ligada al tipo de
impulso que va a tener un país. Hay dos tipos de impulsos: el exógeno y el
endógeno. Las fuentes de crecimiento exógenas provienen de sucesos externos a
la voluntad de la economía nacional. Debido a que no se generan innovaciones
mayores, la economía crece debido a ajustes marginales a los impulsos exógenos.
Estos ajustes son en general protecciones a las industrias nacionales (por
ejemplo, a través de impuestos a las importaciones o subsidios), lo cual genera
monopolios no transitorios. Estas empresas no son competitivas, y su principal
función es la de hacer lobby para conseguir estos beneficios por parte del estado.
Contrariamente, cuando hay un impulso para el crecimiento endógeno, esto es
porque existe algunos entrepreneurs(supongo que serán emprendedores o algo
así) ávidos de ganancias extraordinarias, innovan para obtener rentas
monopólicas. Las innovaciones crean nuevas industrias y destruyen otras. Los
demás empresarios tratan de competir con los innovadores, y van erosionando los
monopolios, que por eso son transitorios. Finalmente, se vuelve a la situación de
flujo circular(o sea, a una situación de competencia perfecta sin monopolios).
Crecimiento Exógeno Crecimiento Endógeno
Protección a la industria Inversión en tecnología
Sujeto a cambios en otras economías Mayor independencia de otras economías
Monopolios no transitorios Monopolios transitorios
En el caso argentino, el agro pampeano tenía ventajas comparativas suficientes
como para generar una renta per capita superior prácticamente al de todos los
países industriales europeos, parece evidente que la industrialización se inició en
Argentina con fuertes desventajas comparativas(es decir, la industria se inicio en
desventaja comparándola con la alta renta de los campos). Aquí Nochteff
introduce la noción de “El modelo de dos sectores”: el agro y la industria, es decir,
el de altas ventajas y el que no las tenía. Durante la ISI, la coexistencia de los dos
sectores fue posible pudiendo funcionar la industria a precios muy superiores a los
internacionales pero protegido por tarifas, y otro que exporta. Lo industrial queda,
al no haber innovaciones, limitado al mercado interno(no tiene perspectivas de
progresar y volverse más competitivo, se generan los monopolios no transitorios).
En los momentos de crisis, la solución fue el denominado “stop and go”. Estas son
violentas fluctuaciones (léase, devaluaciones)que se llevaban a cabo cuando el
sector industrial crece más rápidamente que el agropecuario, o sea que la
demanda de divisas crece más rápidamente que la oferta, esto produce un
desequilibrio externo, que a su vez produce la depresión de la actividad.(stop and
go consiste en devaluar la moneda. De esta manera, las empresas nacionales
recuperan la competitividad, pero al mismo tiempo, no se adaptan a los precios
internacionales, es decir, pierden cada vez más ventajas comparativas con el
agro). La tecnología que se importaba del exterior ya era obsoleta en el resto del
mundo, y a nuestro país llegaba como una novedad, con lo cual también se seguía
perdiendo competitividad con el resto del mundo.
Oportunidad Financiera y cambio organizacional
A partir de 1976 se produjo un corte en la historia Argentina. Desde entonces se
comenzó a dar una reestructuración regresiva. Los factores que causaron este
fenómeno fueron el endeudamiento externo, el cambio parcial del comportamiento
organizacional de la elite económica, la apertura doblemente asimétrica de la
economía y los subsidios estatales a algunos grupos y ramas industriales.
Creciente ´resistencia de una economía de expansión por adaptación a los
impulsos endógenos y la creciente importancia económica de los monopolios no
basados en la innovación.
Desde el 76, las oportunidades de ganancias estuvieron en el sector financiero y
en la obtención de subsidios del estado, en otras palabras, hubo un
desplazamiento desde la actividad industrial(y las pocas actividades tecnológicas)
hacia la actividad financiera y de lobbyng. Consecuentemente, las políticas
tecnológicas e industriales fueron totalmente relegadas.
Especialmente desde 1978 se llevó a cabo la apertura de la economía, operando a
la vez con los instrumentos cambiarios y comerciales. La apertura comercial tuvo
dos aspectos centrales: la coincidencia entre la apreciación del peso y la caída de
las barreras comerciales: esto ha sido llamado la doble asimetría(ver primer
párrafo de este subtítulo). La apreciación del peso redujo la competitividad de la
industria tanto en los mercados externos como frente a las importaciones. La
consecuencia obvia de esta política fue un desequilibrio comercial en la balanza
de pagos, lo que devino en un aumento del riesgo cambiario(se necesita que
entren más divisas para mantener un dólar alto) y las tasas de interés(más divisas
tienen que entrar para compensar la balanza de pagos). Un nuevo efecto de estas
políticas fue la fuga de capitales y en especial la salida de las inversiones en los
sectores industriales para pasar a la especulación financiera. Las pocas empresas
que sobrevivieron a la apertura económica fueron aquellas que estuvieron
protegidas y subsidiadas por el estado, con lo que se acrecentaron los monopolios
y oligopolios.
Las tasas de interés argentina fueron muy altas en términos internacionales, lo
que motivo un aumento en la inversión especulativa financiera. Las empresas más
grandes pudieron endeudarse en el exterior para colocar fondos en el mercado
financiero local, obteniendo ganancias extraordinarias de origen financiero(sacan
préstamo afuera a tasas de interés bajas, lo depositan en banco argentino con
tasas de interés altas). En este periodo empeoró la competitividad de las industrias
más alejadas de las ventajas comparativas naturales. Es importante tener en
cuenta que un 80% de estos subsidios otorgados fueron a un reducido grupo de
grandes empresas.
Brenner.
El largo ciclo descendente (desde 1973 hasta nuestros días)
La contraofensiva norteamericana con la devaluación del dólar le permitió a
EE.UU. una baja de los precios relativos que no había logrado a través del
aumento de la productividad. Así se produjo una caída en el nivel de los salarios
relativos, los que contrariamente aumentaron en Alemania y Japón (como
resultado de la revaluación del marco y del yen). EE.UU logró volver a los
superávits comerciales en el año 73, empezando a caer sobre Alemania y Japón
el peso de la crisis económica mundial.
En el caso de Alemania, la tasa de ganancia cayó el 30% en el sector
manufacturero, cayó la productividad, aumentaron los costos relativos, había pleno
empleo y fuerte militancia obrera, todo lo cual contribuyó a la baja de la tasa de
ganancia. En 1967 ya había habido un proceso de huelgas salvajes exitosas que
dieron por resultado un aumento salarial; los salarios crecieron por encima del
aumento de la productividad. Nuevamente la caída de la rentabilidad podría haber
sido menor si se hubieran podido aumentar los precios al mismo tiempo que
subían los costos relativos. Esto fue lo que sucedió en el sector no manufacturero
alemán. La economía alemana estaba basada centralmente en las exportaciones.
Tenía dos caminos, uno mantener el mercado mundial o mantener los precios
altos y las ganancias, a costa de perder una porción del mismo. La patronalalemana eligió este último, lo que trajo aparejada una caída de la tasa de ganancia
que propinó un duro golpe a las perspectivas de crecimiento alemán de largo
plazo.
Frente a una situación similar, Japón cuya tasa de ganancia ya había caído entre
1970 y 1973, intentó buscar una salida ampliando su mercado interno. Pero el
crecimiento de los salarios en términos relativos (15%) en Japón, significó un
aumento de los costos del trabajo en la manufactura, medidos en dólares, de un
20% acabó precipitando una mayor caída de la tasa de ganancia ya que los
fabricantes japoneses no podían aumentar los precios al nivel necesario como
para recuperar la ganancia. La clave de este aspecto estuvo dada por la reducción
de la demanda mundial y la revaluación del yen, lo que provocó una reducción de
la tasa de crecimiento de las exportaciones al 4.6% anual en comparación con un
17.2% de crecimiento anterior. Al igual que Alemania, Japón eligió mantener el
mercado externo aceptando una tasa de ganancia reducida en el marco de una
caída del 75% en el ritmo del crecimiento de las exportaciones.
En el G7 de conjunto, la rentabilidad por fuera de la manufactura cayó un 19%,
comparada con un 25.5% en el sector manufacturero entre el año ‘65 y el ‘73. La
clase obrera del mundo capitalista sufrió un descenso fuerte en el crecimiento de
sus salarios: en el G7 de conjunto mientras los salarios habían promediado un
crecimiento del 4.4% anual, durante los años 68-73 ese promedio cayó al 1.4%
entre el 73-79 y al 0.5% entre el 79 y el 89.
Al mismo tiempo, la caída de la tasa de ganancia provocó una aguda caída de la
inversión desde 1973 que fue la causa de la aguda caída en la productividad. En
el G7 entre el ‘60 y el ‘79 el crecimiento de la productividad cayó en un 42%,
pasando de alrededor del 5.2% entre 1960 y 1973 a 3% entre 1973 y 1979. El
crecimiento anual del stock de capital neto cayó en un 35%, es decir desde el
5.5% por año a 3.6%. Las economías capitalistas avanzadas hicieron ajustes en el
sector no manufacturero que les permitió resistir la caída de la rentabilidad a
través de aumentos de precios. Esto fue posible porque el sector no
manufacturero está menos expuesto a la competencia internacional. Dice Brenner:
“Las trayectorias divergentes de las tasas de ganancias en la manufactura y en el
sector no manufacturero y, a su vez, de las tasas de crecimiento de la producción,
fuerza de trabajo y stock de capital en los sectores manufacturero y no
manufacturero antes y después de 1973, reflejaron lo que yo sostengo que es la
fuente fundamental de la crisis sistémica a largo plazo de la rentabilidad: la presión
descendente sobre los precios que resulta centralmente de la capacidad
excedente y la superproducción en la manufactura, que en sí misma se deriva de
la intensificación de la competencia internacional”
Brenner explica que el descenso inicial del ciclo demostró una incapacidad de
ajustar la economía a la capacidad excedente y a la superproducción existentes.
Pero se pregunta, ¿cómo puede explicar este mecanismo la perpetuación de la
crisis durante más de dos décadas? La causa la encuentra en el hecho que la
estrategia de las empresas estuvo centrada en una “salida insuficiente” de
capitales de las viejas ramas o líneas de producción y “demasiada entrada” de
capitales a las líneas manufactureras que ya estaban saturadas. El desarrollo de
los NICS viejos y nuevos de Asia y del Sudeste Asiático, que producían con costos
laborales muy bajos y con tecnología avanzada, profundizaron esta tendencia.
Con sus productos baratos, estos países conquistaron una franja mayor del
mercado que la que había conquistado Japón durante el boom y contribuyeron
más que Japón a la superproducción mundial en el curso del largo ciclo
descendente.
De este modo, llegó a su fin la ganancia diferencial, dado que las líneas
alternativas de altas tasas de retorno se había vuelto escasas. Se provocó así un
desplazamiento de los capitales hacia las finanzas, los seguros y los bienes
raíces, tanto en EE.UU. como en Alemania y Japón.
Durante los ‘70, hubo una explosión del endeudamiento de las empresas de más
altos costos y menores ganancias que les permitió ocupar posiciones económicas
que podrían haber sido ocupadas por otras más productivas. De esto modo, entre
el 73 y el 79 hubo un 20% menos de quiebras que entre el ‘60 y el ‘73. Otra
política hubiera llevado a una depresión, que fue evitada a costa de un aumento
de la inflación. Pero las medidas keynesianas no podían resolver la situación
porque el problema central no estaba en la realización y la demanda sino en la
capacidad excedente, en la superproducción existente y en la caída de la
rentabilidad.
Esta situación estuvo en la base del giro monetarista que signó la década del 80, y
puso en escena una declinación general de la economía mundial. El mercado
norteamericano cayó, imponiendo grandes limitaciones a Japón y a Alemania. En
EE.UU. hubo un gran proceso de achicamiento y ajuste que impulsó una mejoría
de la productividad. Hubo una rebaja sin precedentes de los salarios y un
desplazamiento en gran escala de los capitales hacia el sector servicios de baja
productividad y bajos salarios y hacia el sector financiero.
En el año 1985, con el Acuerdo Plaza, los principales estados capitalistas se
pusieron de acuerdo para forzar la baja del valor del dólar. Esto permitió mejorar la
competitividad relativa del capital norteamericano, a la vez que impulsó a la suba
el valor del yen. Japón adoptó una política monetaria laxa que deliberadamente
produjo la economía “burbuja”, la rápida inflación en el precio de las acciones y de
los bienes raíces a fines del ‘80, cuya intención era aumentar el consumo interno
para contrarrestar la caída de sus exportaciones.
En EE.UU. el gobierno de Reagan implementó enormes reducciones impositivas a
los ricos, y aumentó astronómicamente el gasto en armamentos
(neo-keynesianismo militar), que provocaron los déficits presupuestarios
norteamericanos más altos de la historia. Según Brenner estas políticas
tranformaron a Ronald Reagan en el “...más grande keynesiano de la historia”.
Durante estos años la concentración de capital tomó proporciones históricas: entre
1980 y 1989 hubo 31.105 fusiones y adquisiciones por un valor de 1.34 trillones de
dólares. Esto se combinó con la derrota de la huelga de los controladores aéreos
que permitió rebajar los costos salariales lo que sumado a las reducciones
impositivas y una reactivación de la demanda abrió las puertas a un nuevo ciclo de
ascenso extendido de la economía norteamericana.
La situación actual y las perspectivas del capitalismo
El estado del capitalismo a lo largo del largo ciclo descendente es revelado por las
siguientes cifras: “Hoy, cuando la economía mundial disfruta su recuperación de la
cuarta gran recesión de fines de los 60, la tasa de desempleo promedio de las
economías capitalistas líderes (sacando a Estados Unidos) es al menos tan alta
como el promedio de la gran depresión de los 30. El desempleo de los 11 países
de la Unión Europea promedió el 11,3% mientras que las 16 principales
economías capitalistas en los años 30 al 38 inclusive fue del 10.3%. El revival de
la economía norteamericana estuvo basado en una tremenda devaluación del
dólar contra el marco y el yen que ya lleva una década. El crecimiento de la
productividad para la economía de conjunto ha caído a sus niveles más bajos en
la historia norteamericana para los casi 25 años que van desde 1973 a 1996.
Durante ese período el crecimiento del PBI por hora trabajada ha promediado el
0.9%. Esto es mucho menos que la mitad del promedio histórico para el siglo
previo y el promedio para los 90 (hasta 1996) ha caído el 0,7%. En este contexto
la defensa de la rentabilidad y su recuperación parcial en los 90 ha sido el
resultado de una rebaja salarial sin precedentes durante el último siglo y quizá
desde la Guerra Civil. Entre 1973 cuando los salarios reales por hora en la
economía privada alcanzaron su pico y 1990 cayeron un 12%, bajando a unatasa
anual promedio del 0,7% y no aumentaron en absoluto durante la década del 90
hasta el año 97.”10
Continúa diciendo Brenner: “Lo más revelador quizás a la luz de las actuales
celebraciones de un supuesto milagro económico norteamericano, es que el
ascenso cíclico de los 90 ha sido -en términos de los principales indicadores
macroeconómicos de crecimiento (producción, inversión, productividad y
remuneración real)- incluso menos dinámico que sus antecesores relativamente
débiles de los ‘80 y los ‘70 (para no hablar de los de los ‘50 y los ‘60).
De este modo, lo único espectacular del “boom Clinton” fue el crecimiento de la
bolsa. En 1998 la proporción entre los precios de los activos y las ganancias
duplicó su promedio de 13,7% que se mantuvo entre 1871 y 1992, situándose a un
nivel récord. El empleo en los servicios (hoteles, restaurantes, y comercio
minorista) creció en 20 millones entre el ‘79 y el ‘90 y 8.6 millones entre el ‘90 y el
‘96. A su vez el empleo en la manufactura cayó respectivamente 1.1 millón y
830.000 en los mismos períodos. Esto constituye una manfiestación de la
declinación económica norteamericana. Esta situación en cierto modo podría
compararse con el boom de la bolsa japonesa en los ‘80 que acabó por explotar
dando lugar a una profunda recesión. La diferencia no obstante entre estos dos
procesos estaría dada por el aumento de la rentabilidad en EE.UU. en los ‘90.
Entre 1995 y 1996, la tasa de ganancia en la manufactura logró por primera vez
desde el comienzo del largo ciclo descendente superar su nivel de 1973
situándose un 30% por debajo del pico máximo alcanzado en el boom. La
recuperación de EE.UU en los ‘90 estuvo así centrada en la caída del salario y el
aumento de las exportaciones como consecuencia de la gran devaluación del
dólar en esta década. En 1997 se dio el primer año de boom en EE.UU. cuando la
productividad, el PBI, los salarios y el empleo aumentaron al unísono. Lo que
sucedió es que, al mismo tiempo que Japón y Alemania en los ‘90 entraron en las
peores crisis de la posguerra, EE.UU., gracias a su mayor competitividad, se
volvió más dependiente del mercado mundial de exportaciones. Así se produjo
una bifurcación no simétrica: las caídas alemana y japonesa no fueron
compensadas por la recuperación norteamericana, hubo en realidad un menor
dinamismo de la economía mundial que en cualquier período desde 1950.
Pero ¿cuál es el pronóstico para la evolución del capitalismo mundial? Brenner
sostiene que la superación del problema secular de la capacidad excedente y la
superproducción es una cuestión clave para relanzar un nuevo boom. Para
EE.UU. es definitorio si puede o no extender y consolidar la recuperación de la
rentabilidad esquivando el aumento salarial y la competencia internacional, dado
que su crecimiento anterior, estuvo basado en la caída del dólar, el aumento de las
exportaciones y una rebaja salarial sin precedentes. Sin embargo, en 1996 la
remuneración salarial ya creció en un 1.5% y siguió creciendo más aún en 1997 y
1998. Pero las tendencias económicas norteamericanas en última instancia
dependerán de la situación mundial. Ahora bien, las fuerzas actuantes en el
terreno del mercado mundial hoy están dadas por el freno en la demanda de
conjunto, la aceleración de las exportaciones y una tendencia a la reducción de
precios por la capacidad excedente. La clave es que las grandes economías
buscan salir de la crisis mediante el aumento de su dependencia del mercado
mundial, recurriendo a un nuevo ciclo de rebaja salarial y austeridad
macroeconómica. Brenner sostiene que lo más probable es que haya una
inundación de exportaciones en el mercado mundial, y mercados saturados que
aumenten la superproducción. Si se toma en cuenta que en la última década y
media hasta el 96, el Sudeste y el Este de Asia fueron el único centro dinámico de
acumulación de capital dentro de un capitalismo mundial estancado (en el 96 las
economías asiáticas combinadas, excluyendo a Japón, invirtieron casi lo mismo
que EE.UU. durante ese mismo año), se puede tener una idea de lo que va a
provocar su caída y su presión exportadora sobre la superproducción mundial.
Ya, el hundimiento del sudeste de Asia fue un factor clave que socavó la
recuperación japonesa siendo que Japón había usado a esta región como un
mercado para la exportación de capitales y mercancías.
A su vez, según Brenner, salvo que hubiese un improbable gran aumento salarial
en EE.UU, es impensable un aumento en la demanda interna norteamericana. El
destaca que el efecto riqueza fue creado exclusivamente por el aumento de la
bolsa ligado a una caída de los ahorros a su tasa más baja en 50 años. De este
modo, la expansión norteamericana sólo podría continuarse si pudieran ser
aumentadas sustancialmente las ventas al mercado mundial, cuestión altamente
improbable. Ya ha habido otro reajuste de las monedas, motivo por el cual las
manufacturas norteamericanas están siendo erosionadas. Alemania y Japón miran
hacia las exportaciones, ya han comenzado a actuar las tendencias a la baja del
yen, cuya caída en el ‘95 (combinada con el aumento del dólar) empujó al
hundimiento de las economías del Sudeste de Asia. La crisis asiática tuvo por
origen la reducción de su mercado de exportaciones, por su parte el FMI exigió la
restricción del crédito y la austeridad, exacerbando la crisis de la deuda, y
provocando una depresión devastadora. La caída anual promedio de las monedas
de esos países es del orden del 35%.
De este modo, con la presión de los productos asiáticos muchos más baratos
desde el ´97 se combina una disminución de la demanda con un aumento de la
competencia internacional. A su vez, estas economías van a depender más de las
exportaciones al resto del mundo por la disminución de la demanda interna en la
región. Si se tiene en cuenta que el Sudeste de Asia y Japón absorbieron de un
cuarto a un tercio de las exportaciones norteamericanas durante los ‘90, no es fácil
pensar que EE.UU, pueda en el nuevo contexto aumentar sus ventas. El escenario
más probable entonces, dado que los mercados tienden a contraerse, es un
aumento en la superproducción mundial.
El estrechamiento de la economía parece inevitable. Si la rentabilidad cae, caería
la inversión y la productividad acompañadas de una mayor presión sobre las
ganancias por parte del crecimiento salarial. En este contexto, la bolsa
norteamericana debería caer también, en cuyo caso también se derrumbaría el
consumo y la disminución de las exportaciones no podría ser reemplazada por un
aumento de la demanda interna. Según Brenner, este es el escenario más
probable, la producción redundante socavaría las conquistas comerciales y la
competencia acabaría triunfando en el marco de mercados que se encogen cada
vez más. De este modo se socavaría la recuperación norteamericana y se
plantearía una nueva caída de la economia mundial.

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