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Patrones de crecimiento y políticas tecnológicas en el siglo XX- Nochteff (En este artículo, lo que Nochteff quiere tratar de explicar es porque existen países cuyo crecimiento es dependiente y porque otros pueden crecer independientemente. Especialmente trata el tema de Argentina y su imposibilidad de no volver a caer en una nueva crisis-o por lo menos así lo entendí yo) En Argentina, las políticas científicas y tecnológicas nunca fueron prioridad. Y esto está desarrollado con el tipo de crecimiento que tuvo la Argentina a lo largo de su historia. Nochteff retoma a Schumpeter para dar cuenta de la relación entre innovaciones tecnológicas y tipo de crecimiento. La cuestión tecnológica está ligada al tipo de impulso que va a tener un país. Hay dos tipos de impulsos: el exógeno y el endógeno. Las fuentes de crecimiento exógenas provienen de sucesos externos a la voluntad de la economía nacional. Debido a que no se generan innovaciones mayores, la economía crece debido a ajustes marginales a los impulsos exógenos. Estos ajustes son en general protecciones a las industrias nacionales (por ejemplo, a través de impuestos a las importaciones o subsidios), lo cual genera monopolios no transitorios. Estas empresas no son competitivas, y su principal función es la de hacer lobby para conseguir estos beneficios por parte del estado. Contrariamente, cuando hay un impulso para el crecimiento endógeno, esto es porque existe algunos entrepreneurs(supongo que serán emprendedores o algo así) ávidos de ganancias extraordinarias, innovan para obtener rentas monopólicas. Las innovaciones crean nuevas industrias y destruyen otras. Los demás empresarios tratan de competir con los innovadores, y van erosionando los monopolios, que por eso son transitorios. Finalmente, se vuelve a la situación de flujo circular(o sea, a una situación de competencia perfecta sin monopolios). Crecimiento Exógeno Crecimiento Endógeno Protección a la industria Inversión en tecnología Sujeto a cambios en otras economías Mayor independencia de otras economías Monopolios no transitorios Monopolios transitorios En el caso argentino, el agro pampeano tenía ventajas comparativas suficientes como para generar una renta per capita superior prácticamente al de todos los países industriales europeos, parece evidente que la industrialización se inició en Argentina con fuertes desventajas comparativas(es decir, la industria se inicio en desventaja comparándola con la alta renta de los campos). Aquí Nochteff introduce la noción de “El modelo de dos sectores”: el agro y la industria, es decir, el de altas ventajas y el que no las tenía. Durante la ISI, la coexistencia de los dos sectores fue posible pudiendo funcionar la industria a precios muy superiores a los internacionales pero protegido por tarifas, y otro que exporta. Lo industrial queda, al no haber innovaciones, limitado al mercado interno(no tiene perspectivas de progresar y volverse más competitivo, se generan los monopolios no transitorios). En los momentos de crisis, la solución fue el denominado “stop and go”. Estas son violentas fluctuaciones (léase, devaluaciones)que se llevaban a cabo cuando el sector industrial crece más rápidamente que el agropecuario, o sea que la demanda de divisas crece más rápidamente que la oferta, esto produce un desequilibrio externo, que a su vez produce la depresión de la actividad.(stop and go consiste en devaluar la moneda. De esta manera, las empresas nacionales recuperan la competitividad, pero al mismo tiempo, no se adaptan a los precios internacionales, es decir, pierden cada vez más ventajas comparativas con el agro). La tecnología que se importaba del exterior ya era obsoleta en el resto del mundo, y a nuestro país llegaba como una novedad, con lo cual también se seguía perdiendo competitividad con el resto del mundo. Oportunidad Financiera y cambio organizacional A partir de 1976 se produjo un corte en la historia Argentina. Desde entonces se comenzó a dar una reestructuración regresiva. Los factores que causaron este fenómeno fueron el endeudamiento externo, el cambio parcial del comportamiento organizacional de la elite económica, la apertura doblemente asimétrica de la economía y los subsidios estatales a algunos grupos y ramas industriales. Creciente ´resistencia de una economía de expansión por adaptación a los impulsos endógenos y la creciente importancia económica de los monopolios no basados en la innovación. Desde el 76, las oportunidades de ganancias estuvieron en el sector financiero y en la obtención de subsidios del estado, en otras palabras, hubo un desplazamiento desde la actividad industrial(y las pocas actividades tecnológicas) hacia la actividad financiera y de lobbyng. Consecuentemente, las políticas tecnológicas e industriales fueron totalmente relegadas. Especialmente desde 1978 se llevó a cabo la apertura de la economía, operando a la vez con los instrumentos cambiarios y comerciales. La apertura comercial tuvo dos aspectos centrales: la coincidencia entre la apreciación del peso y la caída de las barreras comerciales: esto ha sido llamado la doble asimetría(ver primer párrafo de este subtítulo). La apreciación del peso redujo la competitividad de la industria tanto en los mercados externos como frente a las importaciones. La consecuencia obvia de esta política fue un desequilibrio comercial en la balanza de pagos, lo que devino en un aumento del riesgo cambiario(se necesita que entren más divisas para mantener un dólar alto) y las tasas de interés(más divisas tienen que entrar para compensar la balanza de pagos). Un nuevo efecto de estas políticas fue la fuga de capitales y en especial la salida de las inversiones en los sectores industriales para pasar a la especulación financiera. Las pocas empresas que sobrevivieron a la apertura económica fueron aquellas que estuvieron protegidas y subsidiadas por el estado, con lo que se acrecentaron los monopolios y oligopolios. Las tasas de interés argentina fueron muy altas en términos internacionales, lo que motivo un aumento en la inversión especulativa financiera. Las empresas más grandes pudieron endeudarse en el exterior para colocar fondos en el mercado financiero local, obteniendo ganancias extraordinarias de origen financiero(sacan préstamo afuera a tasas de interés bajas, lo depositan en banco argentino con tasas de interés altas). En este periodo empeoró la competitividad de las industrias más alejadas de las ventajas comparativas naturales. Es importante tener en cuenta que un 80% de estos subsidios otorgados fueron a un reducido grupo de grandes empresas. Brenner. El largo ciclo descendente (desde 1973 hasta nuestros días) La contraofensiva norteamericana con la devaluación del dólar le permitió a EE.UU. una baja de los precios relativos que no había logrado a través del aumento de la productividad. Así se produjo una caída en el nivel de los salarios relativos, los que contrariamente aumentaron en Alemania y Japón (como resultado de la revaluación del marco y del yen). EE.UU logró volver a los superávits comerciales en el año 73, empezando a caer sobre Alemania y Japón el peso de la crisis económica mundial. En el caso de Alemania, la tasa de ganancia cayó el 30% en el sector manufacturero, cayó la productividad, aumentaron los costos relativos, había pleno empleo y fuerte militancia obrera, todo lo cual contribuyó a la baja de la tasa de ganancia. En 1967 ya había habido un proceso de huelgas salvajes exitosas que dieron por resultado un aumento salarial; los salarios crecieron por encima del aumento de la productividad. Nuevamente la caída de la rentabilidad podría haber sido menor si se hubieran podido aumentar los precios al mismo tiempo que subían los costos relativos. Esto fue lo que sucedió en el sector no manufacturero alemán. La economía alemana estaba basada centralmente en las exportaciones. Tenía dos caminos, uno mantener el mercado mundial o mantener los precios altos y las ganancias, a costa de perder una porción del mismo. La patronalalemana eligió este último, lo que trajo aparejada una caída de la tasa de ganancia que propinó un duro golpe a las perspectivas de crecimiento alemán de largo plazo. Frente a una situación similar, Japón cuya tasa de ganancia ya había caído entre 1970 y 1973, intentó buscar una salida ampliando su mercado interno. Pero el crecimiento de los salarios en términos relativos (15%) en Japón, significó un aumento de los costos del trabajo en la manufactura, medidos en dólares, de un 20% acabó precipitando una mayor caída de la tasa de ganancia ya que los fabricantes japoneses no podían aumentar los precios al nivel necesario como para recuperar la ganancia. La clave de este aspecto estuvo dada por la reducción de la demanda mundial y la revaluación del yen, lo que provocó una reducción de la tasa de crecimiento de las exportaciones al 4.6% anual en comparación con un 17.2% de crecimiento anterior. Al igual que Alemania, Japón eligió mantener el mercado externo aceptando una tasa de ganancia reducida en el marco de una caída del 75% en el ritmo del crecimiento de las exportaciones. En el G7 de conjunto, la rentabilidad por fuera de la manufactura cayó un 19%, comparada con un 25.5% en el sector manufacturero entre el año ‘65 y el ‘73. La clase obrera del mundo capitalista sufrió un descenso fuerte en el crecimiento de sus salarios: en el G7 de conjunto mientras los salarios habían promediado un crecimiento del 4.4% anual, durante los años 68-73 ese promedio cayó al 1.4% entre el 73-79 y al 0.5% entre el 79 y el 89. Al mismo tiempo, la caída de la tasa de ganancia provocó una aguda caída de la inversión desde 1973 que fue la causa de la aguda caída en la productividad. En el G7 entre el ‘60 y el ‘79 el crecimiento de la productividad cayó en un 42%, pasando de alrededor del 5.2% entre 1960 y 1973 a 3% entre 1973 y 1979. El crecimiento anual del stock de capital neto cayó en un 35%, es decir desde el 5.5% por año a 3.6%. Las economías capitalistas avanzadas hicieron ajustes en el sector no manufacturero que les permitió resistir la caída de la rentabilidad a través de aumentos de precios. Esto fue posible porque el sector no manufacturero está menos expuesto a la competencia internacional. Dice Brenner: “Las trayectorias divergentes de las tasas de ganancias en la manufactura y en el sector no manufacturero y, a su vez, de las tasas de crecimiento de la producción, fuerza de trabajo y stock de capital en los sectores manufacturero y no manufacturero antes y después de 1973, reflejaron lo que yo sostengo que es la fuente fundamental de la crisis sistémica a largo plazo de la rentabilidad: la presión descendente sobre los precios que resulta centralmente de la capacidad excedente y la superproducción en la manufactura, que en sí misma se deriva de la intensificación de la competencia internacional” Brenner explica que el descenso inicial del ciclo demostró una incapacidad de ajustar la economía a la capacidad excedente y a la superproducción existentes. Pero se pregunta, ¿cómo puede explicar este mecanismo la perpetuación de la crisis durante más de dos décadas? La causa la encuentra en el hecho que la estrategia de las empresas estuvo centrada en una “salida insuficiente” de capitales de las viejas ramas o líneas de producción y “demasiada entrada” de capitales a las líneas manufactureras que ya estaban saturadas. El desarrollo de los NICS viejos y nuevos de Asia y del Sudeste Asiático, que producían con costos laborales muy bajos y con tecnología avanzada, profundizaron esta tendencia. Con sus productos baratos, estos países conquistaron una franja mayor del mercado que la que había conquistado Japón durante el boom y contribuyeron más que Japón a la superproducción mundial en el curso del largo ciclo descendente. De este modo, llegó a su fin la ganancia diferencial, dado que las líneas alternativas de altas tasas de retorno se había vuelto escasas. Se provocó así un desplazamiento de los capitales hacia las finanzas, los seguros y los bienes raíces, tanto en EE.UU. como en Alemania y Japón. Durante los ‘70, hubo una explosión del endeudamiento de las empresas de más altos costos y menores ganancias que les permitió ocupar posiciones económicas que podrían haber sido ocupadas por otras más productivas. De esto modo, entre el 73 y el 79 hubo un 20% menos de quiebras que entre el ‘60 y el ‘73. Otra política hubiera llevado a una depresión, que fue evitada a costa de un aumento de la inflación. Pero las medidas keynesianas no podían resolver la situación porque el problema central no estaba en la realización y la demanda sino en la capacidad excedente, en la superproducción existente y en la caída de la rentabilidad. Esta situación estuvo en la base del giro monetarista que signó la década del 80, y puso en escena una declinación general de la economía mundial. El mercado norteamericano cayó, imponiendo grandes limitaciones a Japón y a Alemania. En EE.UU. hubo un gran proceso de achicamiento y ajuste que impulsó una mejoría de la productividad. Hubo una rebaja sin precedentes de los salarios y un desplazamiento en gran escala de los capitales hacia el sector servicios de baja productividad y bajos salarios y hacia el sector financiero. En el año 1985, con el Acuerdo Plaza, los principales estados capitalistas se pusieron de acuerdo para forzar la baja del valor del dólar. Esto permitió mejorar la competitividad relativa del capital norteamericano, a la vez que impulsó a la suba el valor del yen. Japón adoptó una política monetaria laxa que deliberadamente produjo la economía “burbuja”, la rápida inflación en el precio de las acciones y de los bienes raíces a fines del ‘80, cuya intención era aumentar el consumo interno para contrarrestar la caída de sus exportaciones. En EE.UU. el gobierno de Reagan implementó enormes reducciones impositivas a los ricos, y aumentó astronómicamente el gasto en armamentos (neo-keynesianismo militar), que provocaron los déficits presupuestarios norteamericanos más altos de la historia. Según Brenner estas políticas tranformaron a Ronald Reagan en el “...más grande keynesiano de la historia”. Durante estos años la concentración de capital tomó proporciones históricas: entre 1980 y 1989 hubo 31.105 fusiones y adquisiciones por un valor de 1.34 trillones de dólares. Esto se combinó con la derrota de la huelga de los controladores aéreos que permitió rebajar los costos salariales lo que sumado a las reducciones impositivas y una reactivación de la demanda abrió las puertas a un nuevo ciclo de ascenso extendido de la economía norteamericana. La situación actual y las perspectivas del capitalismo El estado del capitalismo a lo largo del largo ciclo descendente es revelado por las siguientes cifras: “Hoy, cuando la economía mundial disfruta su recuperación de la cuarta gran recesión de fines de los 60, la tasa de desempleo promedio de las economías capitalistas líderes (sacando a Estados Unidos) es al menos tan alta como el promedio de la gran depresión de los 30. El desempleo de los 11 países de la Unión Europea promedió el 11,3% mientras que las 16 principales economías capitalistas en los años 30 al 38 inclusive fue del 10.3%. El revival de la economía norteamericana estuvo basado en una tremenda devaluación del dólar contra el marco y el yen que ya lleva una década. El crecimiento de la productividad para la economía de conjunto ha caído a sus niveles más bajos en la historia norteamericana para los casi 25 años que van desde 1973 a 1996. Durante ese período el crecimiento del PBI por hora trabajada ha promediado el 0.9%. Esto es mucho menos que la mitad del promedio histórico para el siglo previo y el promedio para los 90 (hasta 1996) ha caído el 0,7%. En este contexto la defensa de la rentabilidad y su recuperación parcial en los 90 ha sido el resultado de una rebaja salarial sin precedentes durante el último siglo y quizá desde la Guerra Civil. Entre 1973 cuando los salarios reales por hora en la economía privada alcanzaron su pico y 1990 cayeron un 12%, bajando a unatasa anual promedio del 0,7% y no aumentaron en absoluto durante la década del 90 hasta el año 97.”10 Continúa diciendo Brenner: “Lo más revelador quizás a la luz de las actuales celebraciones de un supuesto milagro económico norteamericano, es que el ascenso cíclico de los 90 ha sido -en términos de los principales indicadores macroeconómicos de crecimiento (producción, inversión, productividad y remuneración real)- incluso menos dinámico que sus antecesores relativamente débiles de los ‘80 y los ‘70 (para no hablar de los de los ‘50 y los ‘60). De este modo, lo único espectacular del “boom Clinton” fue el crecimiento de la bolsa. En 1998 la proporción entre los precios de los activos y las ganancias duplicó su promedio de 13,7% que se mantuvo entre 1871 y 1992, situándose a un nivel récord. El empleo en los servicios (hoteles, restaurantes, y comercio minorista) creció en 20 millones entre el ‘79 y el ‘90 y 8.6 millones entre el ‘90 y el ‘96. A su vez el empleo en la manufactura cayó respectivamente 1.1 millón y 830.000 en los mismos períodos. Esto constituye una manfiestación de la declinación económica norteamericana. Esta situación en cierto modo podría compararse con el boom de la bolsa japonesa en los ‘80 que acabó por explotar dando lugar a una profunda recesión. La diferencia no obstante entre estos dos procesos estaría dada por el aumento de la rentabilidad en EE.UU. en los ‘90. Entre 1995 y 1996, la tasa de ganancia en la manufactura logró por primera vez desde el comienzo del largo ciclo descendente superar su nivel de 1973 situándose un 30% por debajo del pico máximo alcanzado en el boom. La recuperación de EE.UU en los ‘90 estuvo así centrada en la caída del salario y el aumento de las exportaciones como consecuencia de la gran devaluación del dólar en esta década. En 1997 se dio el primer año de boom en EE.UU. cuando la productividad, el PBI, los salarios y el empleo aumentaron al unísono. Lo que sucedió es que, al mismo tiempo que Japón y Alemania en los ‘90 entraron en las peores crisis de la posguerra, EE.UU., gracias a su mayor competitividad, se volvió más dependiente del mercado mundial de exportaciones. Así se produjo una bifurcación no simétrica: las caídas alemana y japonesa no fueron compensadas por la recuperación norteamericana, hubo en realidad un menor dinamismo de la economía mundial que en cualquier período desde 1950. Pero ¿cuál es el pronóstico para la evolución del capitalismo mundial? Brenner sostiene que la superación del problema secular de la capacidad excedente y la superproducción es una cuestión clave para relanzar un nuevo boom. Para EE.UU. es definitorio si puede o no extender y consolidar la recuperación de la rentabilidad esquivando el aumento salarial y la competencia internacional, dado que su crecimiento anterior, estuvo basado en la caída del dólar, el aumento de las exportaciones y una rebaja salarial sin precedentes. Sin embargo, en 1996 la remuneración salarial ya creció en un 1.5% y siguió creciendo más aún en 1997 y 1998. Pero las tendencias económicas norteamericanas en última instancia dependerán de la situación mundial. Ahora bien, las fuerzas actuantes en el terreno del mercado mundial hoy están dadas por el freno en la demanda de conjunto, la aceleración de las exportaciones y una tendencia a la reducción de precios por la capacidad excedente. La clave es que las grandes economías buscan salir de la crisis mediante el aumento de su dependencia del mercado mundial, recurriendo a un nuevo ciclo de rebaja salarial y austeridad macroeconómica. Brenner sostiene que lo más probable es que haya una inundación de exportaciones en el mercado mundial, y mercados saturados que aumenten la superproducción. Si se toma en cuenta que en la última década y media hasta el 96, el Sudeste y el Este de Asia fueron el único centro dinámico de acumulación de capital dentro de un capitalismo mundial estancado (en el 96 las economías asiáticas combinadas, excluyendo a Japón, invirtieron casi lo mismo que EE.UU. durante ese mismo año), se puede tener una idea de lo que va a provocar su caída y su presión exportadora sobre la superproducción mundial. Ya, el hundimiento del sudeste de Asia fue un factor clave que socavó la recuperación japonesa siendo que Japón había usado a esta región como un mercado para la exportación de capitales y mercancías. A su vez, según Brenner, salvo que hubiese un improbable gran aumento salarial en EE.UU, es impensable un aumento en la demanda interna norteamericana. El destaca que el efecto riqueza fue creado exclusivamente por el aumento de la bolsa ligado a una caída de los ahorros a su tasa más baja en 50 años. De este modo, la expansión norteamericana sólo podría continuarse si pudieran ser aumentadas sustancialmente las ventas al mercado mundial, cuestión altamente improbable. Ya ha habido otro reajuste de las monedas, motivo por el cual las manufacturas norteamericanas están siendo erosionadas. Alemania y Japón miran hacia las exportaciones, ya han comenzado a actuar las tendencias a la baja del yen, cuya caída en el ‘95 (combinada con el aumento del dólar) empujó al hundimiento de las economías del Sudeste de Asia. La crisis asiática tuvo por origen la reducción de su mercado de exportaciones, por su parte el FMI exigió la restricción del crédito y la austeridad, exacerbando la crisis de la deuda, y provocando una depresión devastadora. La caída anual promedio de las monedas de esos países es del orden del 35%. De este modo, con la presión de los productos asiáticos muchos más baratos desde el ´97 se combina una disminución de la demanda con un aumento de la competencia internacional. A su vez, estas economías van a depender más de las exportaciones al resto del mundo por la disminución de la demanda interna en la región. Si se tiene en cuenta que el Sudeste de Asia y Japón absorbieron de un cuarto a un tercio de las exportaciones norteamericanas durante los ‘90, no es fácil pensar que EE.UU, pueda en el nuevo contexto aumentar sus ventas. El escenario más probable entonces, dado que los mercados tienden a contraerse, es un aumento en la superproducción mundial. El estrechamiento de la economía parece inevitable. Si la rentabilidad cae, caería la inversión y la productividad acompañadas de una mayor presión sobre las ganancias por parte del crecimiento salarial. En este contexto, la bolsa norteamericana debería caer también, en cuyo caso también se derrumbaría el consumo y la disminución de las exportaciones no podría ser reemplazada por un aumento de la demanda interna. Según Brenner, este es el escenario más probable, la producción redundante socavaría las conquistas comerciales y la competencia acabaría triunfando en el marco de mercados que se encogen cada vez más. De este modo se socavaría la recuperación norteamericana y se plantearía una nueva caída de la economia mundial.
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