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Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Ángel, Luisa Fernanda, 1966- Terapia vocal : práctica basada en evidencia / Luisa Fernanda Ángel . -- Primera edición. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá). Facultad de Medicina, 2017 170 páginas. -- (Desarrollo Humano). Incluye referencias bibliográficas al final de cada capítulo ISBN 978-958- 783-117- 7 (e-book) 1. Fonoaudiología -- Métodos 2. Terapia del lenguaje – Métodos 3. Práctica clínica basada en la evidencia 4. Trastornos de la voz -- Terapia 5. Voz 6. Calidad de la voz 7. Patología del habla y lenguaje 8. Terapia cognitiva I. Título II. Serie CDD-21 616.85506 / 2017 Terapia vocal. Práctica basada en evidencia © Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá. Facultad de Medicina © Luisa Fernanda Ángel Primera edición, 2017 ISBN: XXX-XXX-XXX-XXX-X (e-book) Facultad de Medicina Decano Ariel Iván Ruiz Parra Vicedecano de Investigación y Extensión Fernando Pío de la Hoz Restrepo Vicedecano Académico Juan Manuel Arteaga Díaz Coordinadora Centro Editorial Angela Manuela Balcázar Muñoz Preparación editorial Centro Editorial Facultad de Medicina upublic_fmbog@unal.edu.co Diseño de carátula Said Cantor Gutiérrez Corrección de estilo Laura Flórez Millán/Shaunny Ariza Salas Diagramación Oscar Gómez Franco Corrección ortotipográfica Javier Carrillo Zamora Colección Desarrollo Humano Hecho en Bogotá, D. C., Colombia, 2017 Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. Los conceptos emitidos son responsabilidad de los autores y no comprometen el criterio del Centro Editorial ni de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. mailto:upublic_fmbog@unal.edu.co LUISA FERNANDA ÁNGEL Fonoaudióloga, magíster en Discapacidad e Inclusión Social, profesora asociada del Departamento de Comunicación Humana, Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia. Cuenta con 28 años de ejercicio profesional asistencial en el ámbito clínico y 20 años de experiencia docente. Tiene certificación en tratamiento de voz de Lee Silverman (LSVT) y entrenamiento en Lessac-Madsen, terapia confidencial y ejercicios de la función vocal. Su interés investigativo y publicaciones se han centrado en los procesos de habla y deglución de población adulta, en particular los relacionados con la voz y la disfagia. Ha construido y apoyado diversos procesos en torno a los asuntos gremiales de la práctica fonoaudiológica y la práctica basada en evidencia. Es miembro fundador del Colegio Colombiano de Fonoaudiólogos (CCF), miembro activo de la Asociación Colombiana de Fonoaudiología (Asofono) y miembro internacional de la American Speech–Language–Hearing Association (ASHA). CONTENIDO PREFACIO SIGLAS Y ABREVIATURAS 1. LA TERAPIA VOCAL Referencias 2. ENFOQUES 2.1. Terapia indirecta 2.1.1. Higiene vocal 2.1.2. Amplificación de voz 2.2. Terapia directa 2.2.1. Sintomática 2.2.2. Fisiológica 2.2.3. Psicogénica 2.2.4. Ecléctica Referencias 3. NUEVAS FRONTERAS 3.1. Repotencialización del comportamiento vocal o Behavioral voice–lift 3.2. Inmersión en el tratamiento o Boot camp 3.3. Tecnologías emergentes 3.3.1. Procedimiento Evidencia Referencias EVIDENCIA 4.1. Estado del arte 4.2. Indicadores de eficacia Resultado Referencias CONCLUSIONES PREFACIO Este libro es el producto del año sabático de la autora en su labor como docente del Departamento de Comunicación Humana de la Facultad de Medicina, Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá. Su propósito es describir las estrategias de tratamiento utilizadas por los profesionales de Fonoaudiología en las denominadas terapias comportamentales de la voz, que comúnmente se agrupan en un solo procedimiento conocido como terapia vocal. Este trabajo se construyó a partir de la revisión exhaustiva de la literatura periódica, disponible hasta el año 2014, sobre los efectos de la terapia vocal comportamental. Los contenidos se desarrollan según la propuesta de Stemple (2011, 2012) para facilitar la comprensión de la información recopilada. Dado que en la actualidad es prioritario implementar prácticas basadas en evidencia que den cuenta de la efectividad y la eficacia de las orientaciones comportamentales, en esta obra se recopila evidencia sobre el tema en cuestión, se exponen algunos de sus aspectos metodológicos y se enuncian las herramientas o instrumentos utilizados por los investigadores con el fin de determinar los resultados de la terapia vocal. Considerando el alcance de la práctica fonoaudiológica, los tratamientos farmacológicos y quirúrgicos no se tratan de manera puntual. Debe advertirse al lector que los profesionales en Fonoaudología ―también conocidos como patólogos de habla y lenguaje, logopedas, ortofonistas, foniatras, terapeutas del habla, terapeutas de la voz― en adelante se denominarán clínicos, aunque se desenvuelvan en escenarios de salud o educación. Las técnicas serán llamadas también aproximaciones, métodos y programas, términos empleados por los autores e investigadores de las mismas que no implican diferencias semióticas. De igual forma, se conservarán otras expresiones tal y como fueron empleadas por los investigadores. Dado su carácter polémico, la cualidad vocal también se referirá como calidad vocal, bajo la premisa de que el vocablo utilizado (cualidad/calidad) refleja la concepción epistemológica (atributo descrito/valoración atribuida) de quien lo emplea. Asimismo, se preservarán las siglas en inglés mediante las cuales se reconocen algunos conceptos en la literatura internacional. LA AUTORA SIGLAS Y ABREVIATURAS AFFN Analizador de función fonatoria Nagashima ASSIDS Evaluación de inteligibilidad en el habla disártrica CAPE‒V Consenso perceptual–auditivo de voz CETI–M Índice de efectividad de la modificación de la comunicación CSCFT Terapia de fluidez confidencial Casper–Stone CSL Analizador computarizado del habla C‒SV Cuestionario de síntomas vocales DME Evaluación perceptual para la estimación de magnitudes directas DSI Índice de severidad de la disfonía EAC Escala de aptitud comunicativa ECV Escala cualidad/calidad vocal EF Esfuerzo fonatorio EMG Electrolaringógrafo Endosc Endoscopia laríngea Espec Espectrograma Espir Espirómetro Estrob Videoestroboscopia laríngea ESV Escala de severidad vocal ExE Protocolo estándar para evaluar la voz GRBAS Escala de ronquera, voz con escape de aire, astenia y tensión HSDI Imágenes digitales de alta velocidad Laring Laringoscopia indirecta LMRVT Terapia resonante de Lessac‒Madsen LMT Terapia manual laríngea LSVT Tratamiento de voz de Lee Silverman MCT Terapia manual circunlaríngea MDVP Programa multidimensional de voz MSS Escala de suficiencia Minnesota Otro Ac Análisis acústico no especificado PAE Percepción articulación y entonación PAS Sistema fonatorio aerodinámico PIW‒IE Índices de inteligibilidad PT Percepción de la terapia PV Perfil vocal SF‒36 Encuesta de salud 36 formato corto SIT Índice de estabilidad espacio temporal SOVTE Terapia con tracto vocal semiocluido SPL Nivel de presión sonora (sonómetro) TOM Medida de resultado de terapia VAI Índice de articulación vocálico VAS Escala visual analógica VFE Ejercicios de la función vocal VHI Índice de discapacidad vocal VoiSS Escala de severidad de síntomas vocales VP Visi‒Pitch VPA Análisis del perfil vocal VPQ Cuestionario de interpretación vocal VRP Perfil de rango vocal o fonetograma VRQOL Calidad de vida relacionada con la voz VSA Área del espacio vocálico VTD Escala de incomodidad del tracto vocal CAPÍTULO 1 LA TERAPIA VOCAL La terapia vocal es una táctica comportamental empleada para cambiar la manera de producir la voz. Su objetivo primario es restablecer cuando sea posible los niveles óptimos de la voz y sufuncionalidad en contextos laborales, interacciones sociales y actividades de la vida diaria. Para cumplir este propósito, el profesional en Fonoaudiología cuenta con una amplia gama de orientaciones comportamentales. Ahora bien, no hay una fórmula específica para cada situación problemática de la voz, en parte porque el diagnóstico médico no determina la manera como una persona usa el mecanismo vocal. Por ello, los terapeutas de la voz integran una variedad de técnicas para rebalancear este mecanismo. Estas se aplican, por lo general, con una variedad de enfoques terapéuticos «híbridos», los cuales suelen denominarse programas de tratamiento individualizado o terapia vocal ecléctica (Stemple, 2009). Las metas de este programa terapéutico deben establecerse de manera individual según el diagnóstico inicial. El objetivo ideal de normalización de la función vocal no siempre puede alcanzarse, por ende, el terapeuta debe reconocer los factores limitantes y preparar al sujeto para aceptar un objetivo realista. El pronóstico y la eficacia del programa terapéutico dependen de: el comportamiento vocal inicial, la patología subyacente, la adecuada elección del sujeto —de acuerdo con las recomendaciones indicadas para la aplicación del método— y la adherencia del sujeto a recomendaciones generales y de higiene vocal en el futuro. En última instancia, la técnica terapéutica vocal elegida dependerá de la comparación de la respuesta del sujeto con los indicadores pronósticos (Rattenbury, Carding y Finn, 2004, apéndice 3). Las numerosas orientaciones con las que cuenta el profesional en Fonoaudiología pueden implementarse en el marco de la terapia vocal convencional o del tratamiento preventivo, que difieren principalmente en sus objetivos. Mientras que el primero apunta a la recuperación de una disfunción vocal, el segundo se orienta a la prevención de esta. Asimismo, ambos enfoques terapéuticos se dirigen a usuarios diferentes. Los candidatos a terapia vocal suelen tener manifestaciones iniciales de síntomas vocales y ser examinados primero por un médico general. Por el contrario, los candidatos a tratamiento preventivo no suelen manifiestar síntomas en la voz o la laringe y se muestran interesados en la preservación de su salud vocal debido a que sus ocupaciones les exigen un uso excesivo de la voz. Este tratamiento no implica un examen médico y suele administrarse en el lugar de trabajo o en un escenario no médico. Por último, el tratamiento preventivo se realiza de forma grupal, en tanto que la terapia vocal convencional se lleva a cabo de forma individual. Según el modelo tradicional, la terapia vocal se administra en una o dos sesiones de 40 a 45 minutos por semana, durante un período de ocho semanas (Carding, Horsley y Docherty, 1999) con un solo clínico. La evidencia disponible sugiere que este modelo es exitoso, pero no tanto como se desea (Speyer et al., 2002; Gordon, Pearson, Paton y Montgomery, 1997). La eficacia inmediata del tratamiento no es clara en los informes, que van del 41 % al 96 % (Speyer et al., 2002; Speyer, Wieneke y Dejonckere, 2004; Gordon et al., 1997). El resultado a largo plazo (más de un año) sugiere una alta tasa de recurrencias parciales de disfonía, que oscilan entre el 51°% y 68°% de los individuos. Por otra parte, el éxito de la terapia vocal tradicional puede sobreestimarse porque no incluye la deserción del sujeto, que según los reportes, tiende a aumentar debido a su dificultad para adherirse al régimen de tratamiento. La tasa de deserción entre 16 % y 65 % (Roy et al., 2003; Van Lierde, Claeys, De Bodt y Van Cauwenberge, 2007; Sellars, Carding, Deary, MacKenzie y Wilson, 2002; MacKenzie, Millar, Wilson, Sellars y Deary, 2001; Hapner, Portone–Maira y Johns, 2009), junto con la reducción de las tasas de éxito de la terapia vocal tradicional, sugiere la necesidad de desarrollar nuevas aproximaciones de aplicación del tratamiento para mejorar la eficacia del mismo. Aun así, no se encontraron investigaciones sistemáticas para determinar la duración ideal del tratamiento en condiciones vocales específicas, excepto la terapia vocal de Lee Silverman (LSVT, por su sigla en inglés), desarrollada para tratar las alteraciones de la voz en sujetos con Parkinson. Esta terapia ha revelado efectos benéficos en un período de cuatro sesiones por cada una de las cuatro semanas de duración total, bajo un régimen terapéutico intensivo (Ramig, Countryman, Thompson y Horii, 1995; Sapir, Spielman, Ramig, Story y Fox, 2007). Sin embargo, existe poca evidencia científica sobre la longitud ideal y el número más eficaz de sesiones para otros desórdenes de la voz. Referencias Carding, P., Horsley, I., y Docherty, G. (1999). A study of the effectiveness of voice therapy in the treatment of 45 patients with nonorganic dysphonia. Journal of Voice, 13(1), 72–104. Gordon, M., Pearson, L., Paton, F., y Montgomery, R. (1997). Predictive assessment of vocal efficiency (PAVE). A method for voice therapy outcome measurement. The Journal of Laryngology & Otology, 111(1), 129–133. Hapner, E., Portone–Maira, C., y Johns, M. (2009). A study of voice therapy dropout. Journal of Voice, 23(1), 337–340. MacKenzie, K., Millar, A., Wilson, J., Sellars, C., y Deary, I. (2001). Is voice therapy an effective treatment for dysphonia? A randomized controlled trial. British Medical Journal, 323(1), 658–661. Ramig, L., Countryman, S., Thompson, L., y Horii, Y. (1995). Comparison of two forms of intensive speech treatment for Parkinson disease. Journal of Speech Language and Hearing Research, 38(6), 1232–1251. Rattenbury, H., Carding, P., y Finn, P. (2004). Evaluating the effectiveness and efficiency of voice therapy using transnasal flexible laryngoscopy: a randomized controlled trial. Journal of Voice, 18(4), 522-533. Roy, N., Weinrich, B., Gray, S., Tanner, K., Stemple, J., y Sapienza, C. (2003). Three treatments for teachers with voice disorders: a randomized clinical trial. Journal of Speech Language and Hearing Research, 46(3), 670–688. Sapir, S., Spielman, J., Ramig, L., Story, B., y Fox, C. (2007). Effects of intensive voice treatment (the Lee Silverman Voice Treatment [LSVT]) on vowel articulation in dysarthric individuals with idiopathic Parkinson disease: acoustic and perceptual findings. Journal of Speech Language and Hearing Research, 50(4), 899–912. Sellars, C., Carding, P., Deary, I., MacKenzie, K., y Wilson, J. (2002). Characterization of effective primary voice therapy for dysphonia. The Journal of Laryngology & Otology, 116(12), 1014–1018. Speyer, R., Wieneke, G., y Dejonckere, P. (2004). Documentation of progress in voice therapy: Perceptual, acoustic, and laryngostroboscopic findings pretherapy and posttherapy. Journal of Voice, 18(3), 325–340. Speyer, R., Weineke, G., Hosseini, E., Kempen, P., Kersing, W., y Dejonckere, P. (2002). Effects of voice therapy as objectively evaluated by digitized laryngeal stroboscopic imaging. Annals of Otology, Rhinology & Laryngology, 111(10), 902–908. Stemple, J. (2009). Principles of voice therapy. 3.a ed. San Diego, EE.UU.: Plural Publishing, Inc. Van Lierde, K., Claeys, S., De Bodt, M., y Van Cauwenberge, P. (2007). Long–term outcome of hyperfunctional voice disorders based on a multiparameter approach. Journal of Voice, 21(2), 179–188. CAPÍTULO 2 ENFOQUES Por tradición, el programa de terapia vocal utiliza una combinación de los enfoques de tratamiento directo e indirecto, cuya diferencia se concentra en la acción directa o indirecta sobre la producción de la voz, como se analizará más adelante. Al principio, los investigadores intentaron describir y comparar la eficacia de las terapias vocales directas e indirectas. Por un lado, Roy et al.(2002) concluyeron que las indirectas fueron más eficaces que las directas. Por otro lado, Speyer (2008) y Behrman, Rutledge, Hembree y Sheridan (2008) argumentaron que las terapias de voz directas parecían más eficaces que las indirectas. Pese a lo anterior, la literatura ha reconocido que los tratamientos directos e indirectos no son excluyentes entre sí; por el contrario, los primeros requieren alguna técnica indirecta como parte de su protocolo. Esta es quizás la razón por la que: a) no se encuentran estudios que evalúen solo la eficacia de la terapia directa (Ruotsalainen, Sellman, Lehto, Jauhiainen y Verbeek, 2007) y b) existen pocos datos que comparen la aplicación de la terapia indirecta y la directa en la práctica clínica (Gartner–Schmidt, Roth, Zullo y Rosen, 2013). La evidencia que sustenta los beneficios y la eficacia de la confluencia de ambos enfoques se expone en cinco estudios (Carding, Horsley, y Docherty, 1999; Gillivan–Murphy, Drinnan, O’Dwyer, Ridha y Carding, 2006; MacKenzie et al., 2001; Rattenbury et al., 2004; Simberg, Sala, Tuomainen, Sellman y Rönnemaa, 2006). También se usaron tres estudios de ensayos aleatorizados (Gillivan–Murphy et al., 2006; MacKenzie et al., 2001; Carding et al., 1999) que muestran cómo la combinación de la terapia vocal directa e indirecta mejora el funcionamiento vocal. 2.1. Terapia indirecta La terapia vocal indirecta o entrenamiento indirecto no implica ninguna acción sobre la producción de la voz; busca modificar los factores externos que mantienen o agravan un problema de voz —por ejemplo, los patrones de abuso de la voz o de falta de higiene vocal— a fin de disminuir o eliminar sus efectos. También interviene otras estructuras y funciones mentales o corporales que influyen de forma colateral en la producción de voz. Sus técnicas se desarrollan como un proceso educativo que ayuda a las personas a identificar, evitar o cambiar los factores que afectan los comportamientos vocales antes de cualquier daño, para luego potencializar los factores saludables que permiten un óptimo desempeño vocal. Entre los enfoques indirectos están la educación del sujeto, el entrenamiento auditivo y los programas de higiene vocal. Este método parte del supuesto de que un comportamiento fonatorio inadecuado es síntoma de la demanda excesiva de la voz, la ansiedad personal, los niveles de tensión o la falta de conocimiento sobre la producción vocal saludable. Por lo tanto, en el enfoque indirecto se busca que la gestión de los factores precipitantes, predisponentes y perpetuantes (Stemple, 1984) restaure la normalidad de la voz. Debido a este propósito se le reconoce una orientación o tendencia etiológica a nivel conceptual. Ahora bien, la terapia vocal etiológica presume que cada desorden de voz tiene una causa que puede ser identificada, modificada o eliminada, para mejorar así la cualidad/calidad vocal. Según esta tendencia, cuando el factor etiológico ha sido tratado, el comportamiento vocal mejora sin la manipulación directa de la voz. Entre los muchos factores etiológicos que contribuyen a los desórdenes de voz se incluyen el abuso, el mal uso, algunas condiciones médicas y ciertos factores de la personalidad. La terapia indirecta asume que la persona necesita desarrollar un enfoque informado y racional de su condición vocal. Es decir, el sujeto debe ser capaz de identificar los factores psicológicos y sociales que influencian la salud de su voz. Esta intervención busca que el usuario pueda modificar dichos factores para disminuir o eliminar sus efectos nocivos sobre la voz y, así, mejore su cualidad/calidad vocal. Por lo general, lo anterior se logra mediante una combinación de algunas de las siguientes opciones: educación del sujeto, tranquilidad, relajación general, asesoramiento, entrenamiento auditivo, eliminación del abuso/mal uso diario de voz, programa de higiene vocal, no consumo de sustancias irritantes y conciencia ambiental. Los clínicos reportan que esta sesión dura entre 10 y 20 minutos y la implementación de estrategias indirectas se prolonga el doble de tiempo (Carding et al., 1999). En resumen, el enfoque terapéutico indirecto pretende regular un problema de voz, mejorar la comprensión de la producción vocal y fomentar la modificación del entorno y los estilos de vida. Esto con el fin de facilitar las condiciones ideales de una buena producción vocal. Las categorías y técnicas específicas del tratamiento indirecto que han sido objeto de investigación se describen a continuación. 2.1.1. Higiene vocal En la mayoría de los casos, la higiene vocal no trata la producción de la voz de manera directa sino marginal. En general, los programas de higiene vocal suelen centrarse en los factores que pueden afectar la salud genérica de la mucosa vocal, tales como los comportamientos fonotraumáticos, la hidratación, el reflujo laringofaríngeo, el aclaramiento agresivo de la garganta o el tipo de inicio de la fonación. El programa de higiene vocal tradicional hace hincapié en la conservación de la voz, incluyendo — pero sin limitarse a— la dosificación de esta, el reposo vocal combinado con la hidratación, el monitoreo del volumen y la elusión de los llamados patrones vocales abusivos. En resumen, es una actividad educativa que brinda información sobre asuntos la ergonomía de la voz y sobre cómo modificarla en una situación con demandas vocales particulares. Los programas de higiene vocal suelen ser grupales, ya que no se adaptan al perfil de cada persona, sino a listas generales sobre «qué hacer» y «qué no hacer», según comportamientos que se creen pertinentes para la salud vocal. Por ello, estos programas pueden ser valiosos para la prevención de los problemas vocales (Nanjundeswaran et al., 2012). Procedimiento Cabe aclarar que, aunque existe gran diversidad de estrategias, solo se describen las reportadas en los artículos de investigación. La higiene vocal incluye: a) educación del usario acerca de cómo se produce la voz normal, b) identificación de usos abusivos relacionados con la voz (gritar) y usos abusivos no relacionados con la voz (el medio ambiente lleno de humo), c) educación sobre las posibles etiologías, entre ellas los nódulos vocales y los efectos en la producción de la voz, y d) reducción/eliminación del abuso vocal a través de programas para tal fin. Los asistentes ven un video con información estándar acerca de cómo se produce la voz y cuál es la descripción de las fuentes de abuso vocal. El clínico presenta información sobre la patología vocal relacionada. Clínicos y participantes identifican fuentes de abuso vocal específicos en la vida diaria y discuten cómo limitar o eliminar estas fuentes (Holmberg, Hillman, Hammarberg, Sodersten y Doyle, 2001). Las instrucciones deben ser extensivas. Se recomienda hidratación constante y abstención de gritos, chillidos o aullidos, tos, inicios glóticos duros para el habla, consumo de alcohol o cafeína y carraspeo. También se aconseja hablar con frases cortas y optimizar el soporte respiratorio durante la fonación (Nanjundeswaran et al., 2012). Del mismo modo, se enseña que todos los participantes: a) eviten o reduzcan el uso vocal excesivo, b) reduzcan el consumo de tabaco o dejen de fumar (cuando el caso aplique), c) eviten consumir alimentos que puedan provocar reflujo gastroesofágico (ERGE) y d) beban dos litros de agua diarios. Para monitorear las conductas de higiene vocal modificadas, cada participante debe completar un seguimiento diario de uso vocal, en el que se pide identificar los factores de riesgo y cómo lidiar con ellos. Después, los beneficiarios presentany discuten estas anotaciones en cada sesión, lo cual aumenta la autoconciencia del uso e higiene vocal. Se sugiere negociar un número ideal de recomendaciones con cada individuo, entre tres o cuatro y máximo ocho por sujeto. Luego, la información que se introdujo al inicio en una conferencia suele ser reiterada y discutida durante alrededor de 10 o 15 minutos en cada sesión de terapia directa, cuando esta se implementa (Simberg et al., 2006). Evidencia La efectividad del entrenamiento en higiene vocal como único método de prevención de los desórdenes de voz ha sido investigada en ciertas poblaciones: cantantes en capacitación (Broaddus–Lawrence, Treole, McCabe, Allen y Toppin, 2000), maestros en jardín infantil (Chan, 1994), profesores en formación (Bistritsky y Frank, 1981; Verdolini et al., 2012) y en ejercicio (Ilomaki, Laukkanen, Leppanen y Vilkman, 2008; Niebudek–Bogusz et al., 2008; Roy et al., 2001; Roy et al., 2002). A pesar de su uso generalizado, el soporte de la utilidad de los programas de higiene vocal no arroja los resultados deseados. Los estudios aleatorizados y no aleatorizados no han logrado detectar beneficios claros de la higiene vocal, aunque para ello emplearan un amplio rango de medidas de resultado (funcionales, perceptuales y acústicas). En los estudios más notables, realizados con profesores, los resultados vocales de un programa estándar de higiene vocal como método único de tratamiento son insuficientes. En concreto, los estudios de Roy et al. (2001) y Roy et al. (2002) no reportaron mejoras significativas en el índice de discapacidad vocal (VHI), una medida clásica del impacto de la voz en la calidad de vida, y mejoras leves en el producto vocal, la facilidad y la claridad vocal. Por su parte, Niebudek–Bogusz et al. (2008) no observaron progresos en ninguna de las medidas vocales. De igual forma, los sujetos que solo recibieron el programa de higiene vocal en el estudio de Ilomaki et al. (2008) mostraron resultados más dispersos, pues solo un tercio manifestó voces mejoradas. Por último, el estudio de Verdolini et al. (2012) concluyó que los programas de higiene vocal no bastaron para disminuir los problemas de voz. Así pues, resulta paradójico que estas investigaciones hayan mostrado un mayor cumplimiento en la administración del programa de higiene vocal (en comparación con otros programas de intervención directa) y que, sin embargo, las voces de los sujetos no mejoraran (Roy et al., 2001). Por el contrario, Bistritsky y Frank (1981), Chan (1994), Pasa, Oates y Dacakis (2007) y Silverio et al. (2008) encontraron que el entrenamiento solo con higiene vocal indicó progresos en la voz, cuando se empelaron medidas acústicas y electroglotográficas, y reducción significativa de los síntomas vocales. Por su parte, el estudio de Chan (1994) no pudo concluir que la intervención de higiene fuera útil para prevenir un problema de voz en individuos sanos, debido a que tales problemas, en general, no surgieron durante el período experimental del grupo de control. En cambio, se podría pensar que el programa de higiene hizo que profesores saludables aumentaran tal estado a nivel vocal. En las otras investigaciones, la disminución de síntomas vocales en el grupo de higiene vocal se debió, probablemente, a formación en el cuidado de la voz, detección de síntomas de deterioro vocal y estrategias para reducir el mal uso vocal. Estos factores pueden haber generado en el grupo de higiene vocal más conciencia de su voz y de cómo cuidarla, de modo que experimentaron síntomas vocales menos frecuentes. Cuando los sujetos recibieron higiene vocal y tratamiento directo individual (Gillivan–Murphy et al., 2006) o grupal (Ilomaki et al., 2008), las investigaciones mostraron mejorías significativas en: jitter y shimmer, esfuerzo vocal al final de la jornada de trabajo, puntuaciones del cuestionario de calidad de vida relacionada con la voz (V-RQOL, por su sigla en inglés), y mayor conocimiento sobre el cuidado de la voz en comparación con los sujetos del grupo control sin tratamiento (Gillivan–Murphy et al., 2006). Dos tercios de los sujetos sintieron que sus voces habían mejorado como resultado del tratamiento y las calificaciones del clínico también indicaron mejoría en la cualidad/calidad vocal (Ilomaki et al., 2008). Por último, es pertinente señalar que incluso los datos negativos proveen apoyo indirecto a las técnicas de higiene vocal: si bien las personas que experimentaron estas técnicas no mostraron cambios relacionados con la voz, los resultados mostraron que aquellos no tratados hubiesen empeorado después del período de intervención (Roy et al., 2001; Roy et al., 2002). Con ese panorama se puede concluir que los programas de higiene vocal son preferibles a ninguna intervención. Además, puede ser prematuro descartar el valor de estos programas para algunas personas. Con excepción del estudio de Verdolini et al. (2012), todos los programas analizados en la literatura han sido genéricos que no se han adaptado al perfil particular del sujeto. Parece probable que algunos de sus objetivos fueran irrelevantes para algunos sujetos y que otros, con probabilidad de relevancia, no se incluyeron o se perdieron en la instrucción, la cual involucra un gran número de indicaciones bastante detalladas y desalentadoras para los sujetos. Podría decirse que los programas de higiene vocal puntuales, individualizados y simplificados tienen valor para los individuos, en contraste con los programas genéricos que se han evaluado de manera usual (Ziegler, Gillespie y Abbott, 2010). En cuanto al tiempo que requiere implementar este programa y obtener efectos favorables, el entrenamiento en higiene vocal que recibieron los participantes del estudio de Pasa et al. (2007) fue más corto (una sesión de dos horas y otra de 30 minutos después de tres semanas) que el recibido durante dos meses por los profesores del estudio de Chan (1994). Aunque estos hallazgos sugieren que un curso breve puede ser tan eficaz como uno largo para reducir los síntomas vocales, es necesaria más investigación. En conclusión, tanto la higiene vocal individual como grupal —ambas de naturaleza instructiva― evidencian, por lo general, menos beneficios que los obtenidos en los programas de entrenamiento directo, independientemente de su instrucción en higiene vocal. La higiene vocal puede producir beneficios sobre algunos aspectos de la voz de determinados individuos. No obstante, los datos sugieren que produce mejores resultados que cualquier intervención, de modo que sus efectos pueden mejorar mediante la reducción del número de instrucciones y su adaptación a cada sujeto. 2.1.2. Amplificación de voz El sistema electrónico de amplificación de voz es una estrategia indirecta que considera el volumen o la sonoridad vocal como el principal factor a modificar, de modo que apunta a preservar o restablecer la voz sin restringir la cantidad usada. Asimismo, requiere cambios insignificantes de estilo de vida o comportamientos (Roy et al., 2003). Una de las técnicas para reducir la dosis de vibración es proporcionar al orador un sistema de amplificación electrónica de la voz para su uso en el salón. Así, se cree que la amplificación de la voz reduce la carga vocal impuesta a la laringe e incluso la protege de las demandas de uso extendido. Mediante la reducción de los niveles de sonoridad y, por lo tanto, de la dosis de vibración se disminuye el grado de lesión en los tejidos, ocasionado por colisión y fuerzas cortantes. Esto conlleva una mejora en la cualidad/calidad vocal. Procedimiento Comienza con una sesión de entrenamiento que demuestrela funcionalidad del dispositivo de amplificación portátil. Se realiza, de preferencia, con un micrófono de cabeza que garantice la transmisión de la totalidad del producto vocal, a pesar de los movimientos de cabeza del hablante. Existen diversos dispositivos en el mercado que pueden cumplir esta función, entre ellos está el equipo utilizado en los estudios de Roy et al. (2003) y McCormick y Roy (2002) quienes emplearon un ChatterVox™ (Modelo #61071) y un micrófono de cabeza HiGain (Modelo #16007; Luminaud Inc., EE.UU). El bajo costo y la facilidad de transporte del dispositivo de amplificación portátil lo convierten en una opción de tratamiento atractiva para oradores (profesores, conferencistas y similares) con desórdenes de voz. Aunque los dispositivos de amplificación más costosos (incluso los sistemas FM) producen mayor cantidad de ganancias, son menos portátiles y sus beneficios reales deben verificarse de manera experimental. Para un mejor desempeño, los usuarios deben entrenarse en la utilización del dispositivo mediante una práctica guiada y una retroalimentación correctiva. Asimismo, los clínicos deben revisar los materiales escritos sobre el uso y mantenimiento correcto del aparato antes de darlos a los usuarios. Estos materiales de instrucción se extraen solo de la literatura proporcionada por el distribuidor que acompaña la unidad de amplificación y el micrófono de cabeza. En el caso del programa de amplificación electrónica de la voz, el clínico revisa el cumplimiento de las hojas de registro de control, observa al sujeto utilizar el amplificador y proporciona orientación y retroalimentación correctiva sobre el desempeño. Evidencia El efecto positivo de esta técnica observado en el ensayo clínico aleatorizado de Roy et al. (2003) corrobora los resultados ya reportados por Sapienza, Crandell y Curtis (1999), Roy et al. (2002) y McCormick y Roy (2002), quienes utilizaron diseños de investigación comparables para evaluar la eficacia de la amplificación electrónica de la voz. Sobre la base de comparaciones pre y postratamiento, el grupo de amplificación experimentó reducciones significativas en las puntuaciones medias del índice de discapacidad vocal, la autoevaluación de la severidad de la voz y las medidas acústicas de porcentaje de jitter y shimmer. Tales resultados son la primera evidencia objetiva de la eficacia de este método como tratamiento alternativo para los oradores y, en particular, los profesores con problemas de voz (Ziegler et al., 2010). Tras seis semanas de seguimiento, las altas tasas de cumplimiento y, por ende, la falta de deserción que reportaron los estudios de Roy et al. (2002) y Roy et al. (2003) sugieren que la amplificación electrónica de la voz es un método que reduce la dosis de vibración sin mayor dificultad. Después del tratamiento, no solo se verificaron los beneficios que el sujeto recibió, sino que en comparación con otras técnicas, se reportó más claridad en la voz y facilidad al hablar y cantar. En una línea similar, McCormick y Roy (2002) examinaron la eficacia del sistema de amplificación de voz portátil para reducir el nivel de presión sonora (SPL, por su sigla en inglés) de un hablante —medido a nivel de la boca— durante una conferencia simulada en un salón de clase. Al realizar la amplificación con dispositivo portátil, los participantes experimentaron una disminución de la intensidad vocal media, a nivel de la boca de 6.03 dB SPL (p<0.002). Además, se observó un aumento promedio de 2.55 dB SPL (p<0.038) en la parte posterior del aula. Los anteriores resultados indicaron que el dispositivo de amplificación redujo el nivel de intensidad vocal del hablante hacia el micrófono, mientras que aumentaba la sonoridad de la voz en la parte posterior del salón de clases. Sapienza et al. (1999) encontraron resultados similares al usar un sistema de amplificación de frecuencia modulada (FM) en campo sonoro. Estos autores concluyeron que cuando se amplifica la voz, la atenuación de la intensidad medida a nivel de la boca contribuye a la reducción deseable de la dosis de vibración, minimizando así el riesgo de problemas de voz relacionados con sobredosis vibratorias. 2.2. Terapia directa La terapia vocal directa busca modificar la producción de voz defectuosa para promover su carácter adecuado y eficiente. Estas técnicas se enfocan en modificar los componentes de la producción vocal inadecuada, tales como la respiración, el posicionamiento laríngeo o la compresión medial de las cuerdas vocales. Este enfoque se basa en el supuesto de que el usuario de la voz ha adoptado métodos incorrectos y potencialmente perjudiciales para la producción vocal, de manera que debe aprender a modificar o sustituir la fonación problemática por un modelo más adecuado. Así, este tratamiento busca identificar los aspectos de la función fonatoria que generan dificultad, modificarlos y luego dejar que la persona los corrija, asumiendo que la voz volverá a la normalidad. Esta terapia modifica la fisiopatología específica de la laringe exhibida por la voz del usuario y, por ende, se centra en los cambios fisiológicos subyacentes que mejoren el uso del sistema vocal. Requiere instrucción sobre cómo realizar movimientos específicos de la laringe para reducir el patrón fonatorio desordenado. Para esto, se han diseñado muchas técnicas vocales que consisten, por lo general, en una combinación individualizada —que se ajusta a las necesidades y particularidades de cada individuo― de algunas de las siguientes técnicas: relajación laríngea específica, manipulación laríngea, método bostezo–suspiro, técnica de masticación, alteración de la posición de la lengua, respiración diafragmática, coordinación de la respiración con la fonación, reducción de la intensidad o sonoridad vocal, eliminación del ataque glótico fuerte, creación y mantenimiento del tono laríngeo apropiado, variación y control del tono, establecimiento de un tono óptimo, posicionamiento de la voz, desarrollo de la resonancia y mantenimiento y generalización de un óptimo control fonatorio. También ha sido necesario incoporar algunos tratamientos indirectos, por lo que los modos de intervención directos e indirectos no se describieron como mutuamente excluyentes. Respecto al tiempo empleado, los clínicos usan de 10 a 90 minutos para la implementación de estrategias directas en cada sesión (Carding et al., 1999). A partir de la década de los 90, se han publicado estudios sobre la eficacia de las terapias directas y la evidencia sobre sus beneficios ha tomado fuerza en el último quinquenio. Solo hasta años recientes, las denominadas terapias empaquetadas u holísticas como el tratamiento de Silverman, los ejercicios de la función vocal, el masaje laríngeo, la terapia de resonancia vocal de Lessac–Madsen y el método del acento están impulsando la investigación rigurosa sobre la eficacia de la terapia directa. En resumen, este enfoque se concentra en modificar las falencias de la producción vocal y promover la producción apropiada y eficiente de la voz. En otras palabras, a través de cambios en la respiración, la fonación, la resonancia y la articulación, se modifica la técnica de habla de manera directa. En el enfoque directo, se reconocen cuatro orientaciones o tendencias de trabajo: las centradas en el producto vocal (sintomáticas), también conocidas como aproximaciones facilitadoras; aquellas enfocadas en la fisiología del mecanismo vocal (fisiológicas); las que enfatizan los sustratos de la conducta y los procesos mentales de la voz (psicológicas), y aquellas que combinan todas las anteriores (eclécticas). Lasorientaciones y sus técnicas específicas de tratamiento directo se enumeran y describen a continuación. 2.2.1. Sintomática Según Boone (1988), el tratamiento sintomático de la voz funciona sobre la premisa de que los desórdenes de voz son causados por un mal uso o abuso del apoyo respiratorio, el tono, la intensidad/sonoridad o la tensión muscular. La terapia vocal sintomática utiliza diversas técnicas de facilitación con la finalidad de modificar los síntomas vocales que se detectan durante el proceso de diagnóstico, reducir o eliminar los componentes inadecuados y promover una mejor producción de la voz. En la terapia vocal con orientación sintomática se reduce la tensión no fisiológica y debe construirse suficiente tensión fisiológica (Seifert y Kollbrunner, 2005). Los aspectos primordiales aquí son: percepción, regulación de la tensión en el cuerpo y de la respiración y mejora de la fonación y articulación. La modificación de los síntomas exige gran participación y motivación del sujeto para trabajar directamente sobre su voz, manipulando los parámetros vocales. Por este motivo, los resultados del estudio de Gelfer y Van Dong (2013) sugieren que el tratamiento vocal sintomático juega un rol muy importante en la feminización vocal de la población transgénero. Una de las ventajas de esta tendencia es que la modificación directa de los síntomas puede ofrecer resultados inmediatos. No obstante, las críticas señalan que no se aborda el aspecto fisiológico subyacente o causante de la producción vocal alterada y, por ende, el problema vocal puede reaparecer (recidivar), aun tras haber trabajado y eliminado los parámetros audibles, palpables y visibles de la voz alterada, es decir, los síntomas. Por lo tanto, aunque rápida, la recuperación puede ser aparente. Métodos de relajación El objetivo de esta técnica es reducir o eliminar el exceso de tensión muscular en la región laríngea. Se enseña a los sujetos cómo relajar los músculos de la laringe, utilizando técnicas de distensión muscular en todo el cuerpo, incluso las sugeridas por Jacobson (1938). Un programa de relajación de siete días instruye al usuario para que identifique las tensiones en los músculos grandes del cuerpo. Esta habilidad se generaliza en la zona de los hombros, cuello y laringe. Después de la enseñanza inicial del programa, se ofrece una relajación de quince minutos de calentamiento como precursor del tratamiento. El programa de Bollinger, citado por Treole y Trudeau (1997), desplaza la tensión de la zona laríngea hacia el bajo abdomen, mediante una serie de más o menos 45 ejercicios. Este enseña un patrón de respiración abdominal bajo por medio de un programa de desplazamiento de la tensión. Evidencia Hay dos estudios que emplean técnicas de relajación para el tratamiento de los nódulos vocales: a) Treole y Trudeau (1997), con un programa resumen del trabajo de Jacobson (1938) adaptado para usarse en la clínica junto con otro programa que resume los 10 ejercicios de Bollinger; y b) Holmberg et al. (2001), quienes utilizaron en un programa de relajación generalizada una combinación entre técnicas de relajación progresiva (diferencial), imaginaciones e instrucción básica en el manejo del estrés. El primer estudio no encontró cambios significativos, pero el segundo reportó disminución de la disfonía general, presión, inestabilidad, aspereza, ronquera y fricción vocal. Sin embargo, no halló ningún efecto significativo en la cualidad/calidad con escape de aire, los episodios afónicos y la falta de sonoridad. Una explicación para esta diferencia entre resultados puede sustraerse del empleo de versiones reducidas (Treole y Trudeau, 1997) versus versiones completas (Holmberg et al., 2001) de los programas de relajación. Soporte respiratorio El trabajo sobre la respiración no se centra en el desarrollo de uno de sus tipos específicos per se (por ejemplo, la diafragmática), sino que se orienta hacia dos áreas relacionadas: a) la facilitación (refuerzo) de la respiración para que el habla esté libre de esfuerzos externos y b) la identificación y mejora de los comportamientos que reflejan un manejo pobre del soporte de aire para la producción de la voz o el habla. El control del flujo espiratorio se facilita mediante una serie de ejercicios que enfatizan la respiración fácil y relajada, que empiezan con una descansada o sin ninguna producción vocal para progresar, mediante una jerarquía de tareas de voz y habla, hasta el nivel coloquial. Se hace hincapié en el buen manejo del suplemento del aire, la coordinación entre la respiración y la iniciación de la fonación, la cual es proseguida por la inhalación de un cantidad normal de aire en los puntos de conexión adecuados (Holmberg et al., 2001). Aunque muchos sujetos con disfonía no necesitan modificar sus patrones respiratorios, Boone (1988) ofrece un programa tradicional de cuatro puntos simples que, la mayoría de veces, ayudan al sujeto a desarrollar un mejor control espiratorio. En primer lugar, se les enseña que la respiración inspiratoria- espiratoria es un movimiento en curso continuo; las imágenes mentales o imaginación se usan para mostrar que hay poco o ningún espacio discernible entre la inspiración-espiración. Luego, el sujeto comienza a trabajar en el control de la espiración prolongando la fonación, pero sin recibir la instrucción de tomar aire. Así, la tarea del participante no presenta esfuerzo inspiratorio notorio para prolongar un sonido. También se le pide que coincida con un modelo verbal meta, evitando cualquier esfuerzo especial para tomar una bocanada de aire antes de producir el modelo. Por último, se le instruye para desarrollar habilidades que le permitan tomar nuevas respiraciones (inspiraciones catch-up) al decir o cantar un enunciado. Para documentar la eficacia de este tipo de tratamiento, los estudios de Hoffman–Ruddy, Sapienza, Lehman, Davenport y Martin (2001), Roy et al. (2003), Baker et al. (2003), Sapienza, Brown, Martin y Davenport (1999), Sapienza, Davenport y Martin (2002), y Sapienza, Troche, Pitts y Davenport (2011) aplicaron estrategias de entrenamiento de los músculos respiratorios. Por su parte, los estudios de Dromey, Ramig y Johnson (1995), Ramig, Countryman, Thompson y Horil (1995) y Spielman, Borod y Ramig (2003) aplicaron estrategias para el control de la respiración. Detalles de ambos énfasis se exponen a continuación. Entrenamiento de la respiración Esta técnica fue diseñada para fortalecer los músculos espiratorios con el fin de ayudar a los cantantes y demás individuos con desórdenes de voz a incrementar su capacidad para generar presiones espiratorias controladas, protegiendo de esta manera al hablante de potenciales comportamientos vocales fonotraumáticos. Este entrenamiento puede rehabilitar la voz —siempre y cuando el sujeto lo requiera— y se centra en mejorar la mecánica respiratoria para la producción de voz, sin integrar de forma directa la fonación. El principio fundamental de dicho entrenamiento es el siguiente: si la bomba respiratoria proporciona insuficiente conducción de aire para la voz, de manera compensatoria puede darse una hiperfunción laríngea. Esta última puede generar una lesión de los tejidos y voz muda o áfona. Al mejorar la fortaleza de los músculos espiratorios, la carga en la laringe parece disminuir, al igual que el comportamiento compensatorio hiperfuncional de la laringe y el trauma en el tejido. Por consiguiente, si los músculos respiratorios pueden fortalecerse, la hiperfunción laríngea compensatoria debe disminuir y la eficiencia vocal debe mejorar, en especial si es secundariaa un soporte respiratorio pobre o a una alteración de la función de las cuerdas vocales. De lo anterior, se concluye que es necesario e importante comprobar y ajustar el patrón de respiración del sujeto durante la respiración y la vocalización. Los proponentes del entrenamiento de los músculos respiratorios sugieren que estos son como otros músculos esqueléticos, de modo que responden a programas de fortalecimiento y acondicionamiento. El entrenamiento para fortalecer los músculos espiratorios de Sapienza et al. (2011) se ha convertido en una herramienta valiosa para mejorar la fuerza respiratoria de las vocalizaciones y la deglución, cuando el impulso respiratorio es inadecuado. En años más recientes, se ha desarrollado un dispositivo de umbral de presión para lograr el entrenamiento de los músculos respiratorios. Procedimiento El entrenador del umbral de presión espiratorio es un dispositivo calibrado que consta de una boquilla unida a una válvula accionada en una vía por un resorte. Los bloques de flujo de aire se producen en la válvula hasta un umbral de presión predeterminado, con el fin de superar la fuerza del resorte. Para generar el umbral de presión, el individuo debe exhalar con el suficiente esfuerzo espiratorio para liberar la válvula contra el resorte ajustable. Una vez que la válvula se libera, se escucha una ráfaga de aire. Siempre que se mantenga el umbral de presión, el aire debe fluir a través del dispositivo. Hasta que se complete el entrenamiento de los músculos espiratorios, el umbral de la presión se ajusta con algún porcentaje fijo (por lo general 80%) de la presión espiratoria máxima de una persona. Si existen ajustes más altos en el entrenador, debe desarrollarse una mayor presión respiratoria por parte del individuo, para mantener el umbral de presión. El entrenador de los músculos espiratorios y su carga de trabajo no dependen del flujo de aire o del rango respiratorio, un factor que difiere considerablemente de los programas de entrenamiento de resistencia tradicionales (Hoffman–Ruddy et al., 2001). Bajo la propuesta de Sapienza et al. (2011), readaptada por Roy et al. (2003), el sujeto debe completar el programa de entrenamiento cinco días a la semana, de modo que realice cinco series de ejercicios, con cinco repeticiones por cada vez que termine su entrenamiento. Para esto, se le entrega un entrenador respiratorio que puede usar en casa durante seis semanas y se le pide llevar un registro de cumplimiento. Una semana de entrenamiento incluye los siguientes pasos (Roy et al., 2003): 1. Coloque una pinza nasal plástica en la nariz. 2. Respire tanto aire como sea posible y coloque la boquilla en su boca. 3. Tan pronto como la boquilla esté en la boca, sople tanto aire como pueda. Además, mantenga un sellado hermético con la boca alrededor de la boquilla y un movimiento bucal (mejilla) mínimo; y cuando la presión espiratoria sea lo suficientemente fuerte para abrir la válvula, se escuchará una ráfaga de aire que se mueve a través del dispositivo. 4. Repita este ejercicio de espiración cinco veces (pasos 1-3), descansando de 15 a 30 segundos entre cada espiración. 5. Cuando haya terminado las cinco espiraciones, descanse durante dos minutos (se ha completado un set) 6. Después de haber descansado durante dos minutos, repita los pasos 1-4 (las cinco repeticiones). 7. Se continuará con este patrón de cinco espiraciones y dos minutos de descanso hasta que haya completado los cinco procedimientos de espiración, durante cinco veces (se han completado cinco sets). 8. En el diario de entrenamiento, registre la fecha y hora en que se completan estos ejercicios. 9. Se completan los pasos 1 a 8, cinco veces durante la semana (de lunes a viernes). 10. Después de cada intervalo de dos semanas, en una cita con el clínico, este toma la presión espiratoria máxima (PEM) y recalibra el entrenador respiratorio. Luego de que el entrenador respiratorio es recalibrado, deberán seguirse los procedimientos descritos con anterioridad. En la primera sesión de tratamiento, se registran tres medidas de presión espiratoria máxima (PEM) y se selecciona la medida más alta (la mejor). Entonces, se establece el 80% del nuevo PEM en el entrenador de umbral de presión, mientras el clínico observa cómo el individuo completa la sesión de entrenamiento con el nuevo objetivo. Roy et al. (2003) proveen en su artículo investigativo (anexo C) información sobre cómo adquirir, mediante el uso de un manómetro calibrado, el PEM máximo, calcular el objetivo del umbral de presión y, según este, ajustar la configuración adecuada del entrenador. En resumen, el programa de entrenamiento de los músculos respiratorios requiere que el participante inspire al máximo y luego exhale, con vigor, en un dispositivo de entrenamiento del umbral de presión, 25 veces por día (es decir, cinco series de cinco repeticiones) y cinco días a la semana durante seis semanas. Después, el clínico revisa el registro del entrenamiento y establece un nuevo PEM con ayuda del manómetro. Así, el entrenador de umbral de presión se fija, al inicio, en el 80% del PEM del individuo y se ajusta dos veces durante el tratamiento (es decir, al final de las semanas dos y cuatro, respectivamente). Evidencia Se han reportado resultados positivos del entrenamiento respiratorio en artistas de alto riesgo y otros individuos con desórdenes de voz. Los que experimentaron mejoras significativas aumentaron la resistencia de la vía aérea laríngea luego de una parálisis, estenosis o altos grados de hiperfunción laríngea (Baker et al., 2003; Hoffman–Ruddy et al., 2001; Sapienza et al., 1999). Sin embargo, en la actualidad no hay evidencia que apoye su utilidad como un tratamiento de alta efectividad para una variedad de desórdenes de voz. Aunque el entrenamiento de los músculos respiratorios ha demostrado beneficios para los actores callejeros ―cuyos puestos de trabajo exigen una fonación extrema (Hoffman–Ruddy et al., 2001)―, no se observaron beneficios similares en los profesores con problemas de voz, teniendo en cuenta que sus demandas vocales son menores (Roy et al., 2003). En el estudio prospectivo de Roy et al. (2003), los sujetos informaron un mayor cumplimiento de sus programas de tratamiento. Además, la comparación pre y postratamiento reveló una mejoría en la presión máxima espiratoria, pero no mostró ningún cambio significativo en: las puntuaciones del índice de discapacidad vocal, la autopercepción de la voz y la escala de severidad de los síntomas vocales. Así, los resultados sugieren que, pese a la aparente existencia de un entrenamiento muscular espiratorio, no necesariamente hay mejoras funcionales de la voz. Por ello, los investigadores sugirieron la posibilidad de hacer modificaciones más frecuentes del PEM para producir mayores mejoras. Estas pueden generar más efectos sobre la función vocal y originar un estudio del grado de entrenamiento requerido para producir reducciones deseables en la autopercepción del esfuerzo, la cual se encuentra en las vías respiratorias y el esfuerzo vocal. Por lo anterior, se concluye que la ausencia de cambios significativos en el grupo de profesionales de la voz pone en duda la utilidad del entrenamiento de los músculos respiratorios como una aproximación de terapia de amplio espectro. Control de la respiración El tratamiento de control respiratorio permite entrenar el incremento de la actividad muscular respiratoria para los procesos de inspiración-espiración y espiración sostenida. Lo anterior busca que los sujetos generen mayor volumen y presión del aire por debajo de la glotis para el habla. Sinembargo, no aborda la fonación ni el aumento del esfuerzo fonatorio, la aducción de las cuerdas vocales o las modulaciones del tono vocal. Procedimiento Este tratamiento emplea ejercicios de alto esfuerzo que incluyen tareas de inhalación y exhalación máxima, producción sostenida máxima de sonidos fricativos continuos sin voz (tales como /s/ y /f/) y sostenimiento de la presión de aire intraoral —para lo cual se utiliza el instrumento de desempeño oral de Iowa (IOPI, por su sigla en inglés)— a fin de lograr el máximo apoyo respiratorio para el habla. Los sujetos también reciben instrucciones sobre la toma de inspiraciones profundas y frecuentes para hablar. Además, los participantes reciben motivación para maximizar su esfuerzo respiratorio y un estímulo frecuente para respirar en dos momentos, antes de cada fonación sostenida y durante las pausas entre las tareas de lectura o de habla conversacional. Es importante aclarar que estas técnicas de apoyo respiratorio se practican durante tareas de comunicación funcional (lectura en voz alta y habla espontánea), usando la siguiente jerarquía: labores centradas en las palabras y frases, luego en oraciones, más adelante en párrafos largos leídos y hablados y, por último, en conversación. Después se realiza una retroalimentación sobre la expansión del tórax y el abdomen mediante sistemas de monitoreo no invasivos (NIMS, por su sigla en inglés). Luego, cada participante identifica su tipo de respiración y aprende respiración diafragmática y soporte medio. Sin embargo, esta práctica no se centra de manera directa en la respiración diafragmática. En su lugar, se enfoca en la reducción del esfuerzo respiratorio. Más adelante, estos principios básicos se implementan, de forma gradual, en palabras aisladas, frases y habla continua. Durante esta etapa del ejercicio, se busca reducir el ataque glótico fuerte —muy común en los hablantes— y reemplazarlo por la aparición de un inicio vocal suave con consonantes específicas (especialmente /g/ y /j/). Evidencia Según los objetivos del tratamiento de control respiratorio, se detectaron cambios en el tiempo de las pausas (Dromey et al., 1995) y la duración máxima de la fonación sostenida y de frases. Es probable que el tratamiento contribuyera al aumento significativo en la duración, magnitud y frecuencia de la inspiración y la espiración, y en el control de volumen, presión y flujo respiratorio (Ramig et al., 1995). Bostezo–suspiro (yawn–sigh) Propuesta por Boone y Mcfarlane (1988), la técnica del bostezo–suspiro es un enfoque de facilitación utilizado con frecuencia para reducir o eliminar el exceso de tensión muscular en la región laríngea y disminuir el esfuerzo y brusquedad del inicio vocal, lo cual reduce, a su vez, la hiperfunción vocal. Se ofrece como un método efectivo para minimizar los efectos de la tensión laríngea en la hiperfunción, mediante la facilitación del descenso laríngeo y el ensanchamiento hipofaríngeo. Se suele emplear este patrón en el bostezo y su posterior espiración sonora relajada (suspiro). La técnica está al alcance de la mayoría de los sujetos dada su relativa facilidad. Se probó en cantantes de ópera occidentales, quienes aprendieron un método de vocalización con un patrón de bostezo-respiración (Xu, Ikeda y Komiyama, 1991). Según esta modalidad, el patrón de respiración que se utiliza al bostezar es similar al empleado mientras se canta el bel canto italiano, cuyo efecto permite la máxima expresión de la voz humana. Esta técnica es muy útil para ampliar la capacidad vocal cuando una disfonía es causada por sobreesfuerzo del individuo. El efecto científico de esta aproximación consiste en mantener el diafragma en estado constrictivo de empuje y la laringe en posición baja al vocalizar. Con esta particular focalización sobre el diafragma, Xu et al. (1991) recomiendan el uso de la biorretroalimentación, la cual permite aprender esta técnica respiratoria especial, dar forma a la conducta y clasificar la capacidad de implementarla de forma apropiada. Dicha técnica facilita que los sujetos sepan ajustar su patrón de respiración, aunque más tarde suela ser muy difícil trabajar sin biorretroalimentación tanto para el alumno como para el clínico. Asimismo, al terapeuta se le ofrece una técnica para observar objetivamente la cinemática de la caja torácica del hablante y evaluar su rendimiento. De acuerdo a su capacidad para practicar el método, las formas de las curvas que muestra el monitor se pueden clasificar en tres tipos, según la capacidad del diafragma y de los otros músculos inhaladores que apoyan o controlan la respiración durante la fonación. Procedimiento En primer lugar, el clínico explica la fisiología del bostezo con énfasis en la ampliación de la vía aérea y la relajación de la musculatura asociada. Después, cada uno de los pasos del método es demostrado por el clínico y realizado por el sujeto. Al parecer, hay varias maneras de emplear el bostezo–suspiro en la terapia vocal; una de ellas, aunque sea obvia, es el uso de una voz suspirada que produzca un sonido relajado. Para el sujeto con problemas severos de hiperfunción vocal, la voz suspirada puede ser su primer intento de generar una sensación auditiva de voz relajada. La sensación y el sonido de la producción deben ser revisados por el clínico y el sujeto. Otra forma útil de utilizar el bostezo–suspiro es extenderlo con sílabas que comiencen por /h/. Así, el individuo recibe instrucciones para mantener la laringe descendida y producir sonidos calmados, con una serie de palabras que contengan la /h/, vocales medias y posteriores. De esta forma, y mediante poca práctica, las frases y oraciones se pueden decir con el suspiro. Los sujetos suelen controlar la posición de la laringe baja al colocar sus dedos con suavidad sobre el cartílago tiroides y, si sienten una elevación laríngea, se les dice que regresen de nuevo al suspiro (lo que descenderá la laringe), para continuar hacia una extensión del método en una conversación. Cabe advertir que en este último nivel de complejidad se podría producir solo una mínima elevación de la laringe, sobre todo en las vocales agudas anteriores. Un uso más reciente del bostezo–suspiro se ha aplicado a hablantes normales, quienes a veces experimentan una voz tensa. En esta clase de situación, se solicita que el sujeto produzca un bostezo– suspiro invisible o silencioso, es decir, bostezar y luego suspirar con la boca cerrada, de modo que solo sea visible una pequeña dilatación de la fosa nasal. Aunque no hay diferencia en la capacidad de los sujetos para dominar el método de bostezo– respiración, se necesita de su esfuerzo sostenido en las primeras dos o tres semanas. Ellos tienen que practicarla tanto como les sea posible, al menos 30 minutos cada día. Evidencia El método bostezo–suspiro en la terapia vocal y sus efectos han sido investigados por Boone y Mcfarlane (1993) y Xu et al. (1991). Estos últimos han empleado este método como aproximación homóloga. En la investigación de Boone y Mcfarlane (1993), las observaciones en videoendoscopias de la faringe y la laringe durante la producción de la técnica confirmaron el descenso de la posición laríngea, la elevación retraída de la lengua y la dilatación de la faringe. Al parecer, el descenso de la laringe y la ampliación de la faringe permiten una fonación más relajada, caracterizada por un ligero aumento en la respiración (por lo general, como resultado de una disminución de la tensión glotal), una ligera elevación del jitter y un descenso de los segundos y terceros formantes. Los autoanálisis del hablante y de sus oyentes concluyeron que la voz producida durante el suspiro se sentía y sonaba relajada. El experimento clínicode Xu et al. (1991) demostró que la mayoría de los sujetos mejoraron su curva de producción original después de un tratamiento ambulatorio de tres meses aproximadamente. Los resultados mostraron una ampliación del rango vocal del sujeto, un aumento de la intensidad de la voz y una disminución en la tasa de flujo de aire en comparación con el pretratamiento. El examen laringoscópico y la evaluación subjetiva de los síntomas por parte de los sujetos mostraron la misma mejoría. Este ensayo clínico indicó que la mayoría de los sujetos pueden llegar a dominar esta técnica para vocalizar y sus síntomas pueden desparecer o mejorar después de esta terapia. Asimismo, los resultados de los exámenes de voz y las evaluaciones subjetivas de mejora concordaron, de manera significativa, con la evaluación que los terapeutas hicieron de la capacidad para realizar la vocalización mediante el patrón bostezo-respiración, a partir de las curvas cinemáticas. En conclusión, los efectos analizados en estadísticas muestran que la terapia con el patrón de bostezo– suspiro o bostezo–respiración son eficaces para los síntomas de la disfonía. Ambos métodos emplean el bostezo como estrategia facilitadora de la producción vocal, aunque cada uno concentra la atención del sujeto en la sensación experimentada por la laringe (en el método de bostezo–suspiro) o el diafragma (en el método de bostezo–respiración). Métodos de terapia manual perilaríngea Aronson (1990) describió y abogó por la terapia manual de la laringe como principal aproximación para los sujetos con trastornos de la tensión músculo esquelética. Su objetivo principal es relajar la tensión excesiva de la musculatura laríngea y perilaríngea, la cual inhibe la función fonatoria normal. El término de terapia manual perilaríngea se ha utilizado como una expresión sombrilla que puede referirse a cualquier tratamiento manual sobre la laringe para disminuir la tensión laríngea y perilaríngea. A la fecha, se han reconocido y evaluado al menos tres aproximaciones de terapia manual perilaríngea: a) terapia manual laríngea (LMT, por su sigla en inglés), b) terapia manual circunlaríngea (MCT, por su sigla en inglés) y c) masaje vocal. En años más recientes, Rosing–Schow y Pedersen (2010) presentaron una nueva propuesta denominada VoiceRelease (VozLibre). Solo unos pocos estudios de Bélgica, Finlandia, Reino Unido y EE.UU. han investigado los efectos de la terapia manual, ya sea aislada o en comparación con otra técnica. Ahora bien, como precaución de seguridad, antes de realizar esta técnica en sus diversas modalidades, los clínicos deben tener en cuenta los posibles riesgos y sensaciones experimentadas durante la terapia, en particular por sujetos vulnerables. En especial, deben considerar la proximidad del seno carotídeo durante el masaje, presión y estiramiento de la musculatura perilaríngea adyacente. Es importante ser consciente de los problemas que pueden surgir en la aplicación de la presión digital en el cuello y, en particular, de los tipos de individuos aptos para esta aproximación. Durante el procedimiento se observan, de manera permanente, las expresiones faciales de los sujetos para detectar signos de malestar o dolor. Terapia manual laríngea Con base en la propuesta de Aronson (1990), practicantes de diversas disciplinas —incluidas la osteopatía y la terapia física— han desarrollado técnicas de tratamiento manual para reducir la tensión musculoesquelética asociada con la hiperfunción vocal. Estos métodos varían de acuerdo con los antecedentes del profesional que los aplique. La terapia manual para el tratamiento de desórdenes vocales suele ser más vigorosa que los métodos implementados por los profesionales de Fonoaudiología Clínica. Las técnicas de LMT aquí descritas han sido desarrolladas, en su mayoría, para ser usadas por estos clínicos, a fin de ser lo menos invasivas y lo más efectivas posible. El objetivo principal de las terapias manuales en la zona laríngea y perilaríngea es relajar la musculatura tensa en exceso —la cual inhibe la función normal fonatoria—, modificar el estado de tensión de los músculos del tracto vocal y mejorar el rango de movimiento de las articulaciones de la laringe. A diferencia de las terapias vocales tradicionales, en esta se refuerza la retroalimentación propioceptiva. Procedimiento El tiempo que requiere este proceso varía según la respuesta del sujeto al procedimiento. En los casos con niveles más altos de tensión muscular no es necesario un período más largo de tratamiento. En muchas situaciones, el proceso de LMT toma cerca de 10 minutos y se puede repetir durante una misma sesión. El detalle con que se describen estas intervenciones cambia bastante según el autor y el estudio. De la variedad de protocolos, dos han sido objeto de estudio por parte de los investigadores: el primero desarrollado por Lieberman (1998, como se citó en Van Lierde, De Bodt, Dhaeseleer, Wuyts y Claeys, 2010) y el segundo por Mathieson et al. (2009). Como requisitos para iniciar el tratamiento, este último incorpora en la evaluación la escala de incomodidad del tracto vocal (autoevaluación del sujeto) y un protocolo de evaluación a través de la palpación. El sistema estructurado de la terapia manual incluye un masaje del músculo esternocleidomastoideo, un masaje digital de la zona supralaríngea y el estiramiento de los músculos supralaríngeos en la depresión del cartílago tiroides, mediante la aplicación de presión en el borde superior del cartílago tiroides. Esta presión digital lateral en el cartílago tiroideo se utiliza para supervisar los cambios en la tensión de la musculatura perilaríngea. Esta técnica no trabaja en el espacio tiroideo ni solicita vocalizaciones durante todo el proceso. La falta de trabajo en el espacio tiroideo se debe a que, después del masaje digital y el estiramiento de la musculatura perilaríngea durante la terapia, el espacio tirohioideo se alarga de manera espontánea, la musculatura se relaja más y la laringe desciende. La no vocalización durante todo el proceso terapéutico obedece a que muchos sujetos con tensión muscular desarrollan una postura habitual de los músculos asociados con la fonación; en consecuencia, si vocalizan durante el tratamiento, hay una tendencia a utilizar patrones fonatorios habituales que podrían lentificar o revertir los efectos de la intervención. Por lo tanto, la vocalización no se solicita durante la terapia, sino hasta después de obtener una respuesta de la laringe a la presión digital lateral en la etapa final de la intervención. Cuando se alcanza la relajación máxima de la musculatura laríngea, es posible intentar la fonación con el tono muscular óptimo y la incomodidad reducida o eliminada. Entonces, se anima al sujeto mediante conteo de los días de la semana, producción de escalas vocales y uso del habla espontánea. La terapia manual de la laringe propuesta por Lieberman (1998, como se citó en Van Lierde et al., 2010) describe la manipulación de los diferentes músculos. La tabla 2.1 muestra las técnicas empleadas sobre músculos específicos, las dolencias expresadas por los sujetos y el propósito de la manipulación (duración aproximada: 20 minutos). Tabla 2.1. Terapia manual de la laringe según Lieberman (1998). Músculo Acción Problema/Dolencia Propósito Esternocleidomastoideo (EMC) Inclinación de la cabeza hacia atrás (o giro del cráneo) Hipertonicidad con dolor a la palpación Disminuir o eliminar la hipertonicidad o sobreuso del ECM. Estimular la conciencia de la normalidad en tensión y postura de la cabeza. Trapecio Estabilización de los hombros Posición subida de hombros Tensión Dolor a la palpación Disminuir o eliminar la elevación de los hombros.Eliminar el sobreuso del músculo trapecio. Esternohioideo Descenso del hueso hioides Hipertonicidad Relajar el músculo Genihioideo Movimiento del hioides en direcciónanterosuperior Posición alta de hioides debido a hipertonicidad del músculo genihioideo Imposibilidad de palpar el hioides debido a su alta posición Descender el hioides. Disminuir la incomodidad en la región faríngea. Estilohioideo Movimiento del hioides en direcciónposterosuperior Posición alta de hioides debido a hipertonicidad del músculo estilohioideo Imposibilidad de palpar el hioides debido a su alta posición Dolor en la región aural Descender el hioides. Eliminar el dolor. Tirohioideo Descenso del hueso hioides y muy probableelevación de la laringe Tensión laríngea Dolor laríngeo Incomodidad después de ejecutar tareas vocales Descender la laringe a la posición normal. Eliminar la tensión y el dolor. Esternohioideo Descenso de la laringe Tensión laríngeaDolor laríngeo Descender la laringe a la posición normal. Eliminar la tensión y el dolor. Cricofaríngeo Posición laríngea en el cuello Tensión en la región laríngeaGlobus faríngeo Eliminar la tensión. Cricotiroideo Aducción de los cartílagos cricoides y tiroides con incremento en la longitud de la cuerda vocal y el tono vocal Tensión laríngea Dificultades para alternar entre sonidos altos y bajos o pasajes durante el canto Báscula cricotiroidea cerrada por lo general Incrementar la distancia de los cricotiroideos. Ajustar de manera fina las cuerdas vocales durante el canto (en teoría). Reducir la cualidad/calidad vocal hiperquinética. Masetero Elevación de la mandíbula para cerrar la boca Dolor en la articulación temporomandibular en posición de descanso y durante la apertura mandibular Relajar y eliminar el dolor. Fuente: adaptada de Van Lierde et al. (2010). La terapéutica descrita por Mathieson et al. (2009) se dirige, sobre todo, a los músculos ECM al inicio de la intervención y, luego, al área supralaríngea. El masaje digital y el consiguiente ablandamiento del área supralaríngea permiten que la laringe descienda. La LMT se lleva a cabo después de la evaluación, mediante palpación de la musculatura perilaríngea. Durante este procedimiento, el clínico se encuentra detrás del sujeto, quien debe estar sentado en una silla de espaldar bajo, bien apoyado contra este, con la columna recta y la cabeza en posición neutral, sin la barbilla levantada, deprimida, retraída o protruida. Luego, se invita al sujeto a relajar sus hombros y mandíbula, no apretar los dientes, tener la lengua relajada y no hacer contacto fuerte; si lo hace, que sea contra el paladar duro. La LMT consta de masaje de rotación, masaje digital (amasado1) y estiramiento de los músculos perilaríngeos. Como es habitual, el procedimiento se inicia en los músculos EMC de manera simultánea, usando las yemas de los dedos índice, corazón y anular de ambas manos. El número de dedos utilizados puede variar según el tamaño de las manos del clínico y del cuello del sujeto. Se puede empezar el masaje en los puntos de unión de los músculos ECM, sea en la mastoides o esternal, el vientre muscular o cuerpo de los músculos, o la zona que se haya encontrado menos tensa en la evaluación palpatoria. La experiencia sugiere que trabajar en las zonas de menor tensión y avanzar hacia las de mayor tensión es más cómodo para el sujeto y logra reducir más rápido la tensión muscular general. Se aconseja que, durante el masaje, los movimientos de las puntas de los dedos de cada mano no sean totalmente sincrónicos, pues la presión simultánea en los ECM y a cada lado del cuello podría generar una presión indeseable en los senos carotídeos. Por esta razón, el clínico debe identificar los ECM con exactitud y no desviar el masaje del curso del músculo. A medida que el masaje se repite en la misma área, puede sentirse que el músculo cambia de forma gradual: de ser tenso y similar a un cordón, pasa a ser mucho más suave y con menos definición. Cuando se ha alcanzado este punto, la atención puede dirigirse a la zona supralaríngea. El área supralaríngea se masajea con los dedos de la mano dominante. La otra mano acuna el occipucio del sujeto, de modo que la cabeza no se mueva hacia atrás cuando se aplique presión en la zona supralaríngea. Se ejerce una acción de amasado hacia arriba y hacia atrás desde el punto medio de la mandíbula, con las yemas de los dedos índice, corazón y anular. En la práctica, la mayor parte de la presión tiende a aplicarse con el dedo corazón, debido a que es el más largo. El participante debe relajar la mandíbula, evitar apretar los dientes y permitir que la lengua descanse en el suelo de la boca, de manera que la tensión innecesaria se reduzca al mínimo. Después de trabajar en la línea media, el masaje digital se realizará desde una posición más lateral en la mandíbula, hacia la laringe. Como la tensión de los músculos supralaríngeos se reduce, la suavidad del área posibilita el aumento de la presión ―sin incomodar al sujeto―, hasta que las yemas de los dedos puedan ser presionadas más allá del borde de la mandíbula. Las primeras dos etapas pueden repetirse hasta lograr la máxima reducción de la tensión muscular sin incomodar al sujeto. Si la laringe está retenida arriba durante la evaluación de palpación, en esta etapa se puede aplicar la presión bilateral en el borde superior del cartílago tiroides, de manera que la laringe descienda con firmeza y cuidado. Luego, cuando la musculatura perilaríngea esté más relajada que al inicio de la técnica, se aplica presión digital bilateral a la lámina tiroidea. En comparación con el estado preterapéutico, el incremento del movimiento lateral de la laringe en respuesta a esta presión indica la reducción de la tensión en la musculatura perilaríngea. Para finalizar, se pide al sujeto que trague y luego vocalice, en respuesta a la pregunta: ¿qué tal se siente esto? Según los procedimientos descritos, es necesario recordar las precauciones de seguridad frente a los riesgos, debido a la proximidad del seno carotídeo durante el masaje, presión y estiramiento de la musculatura perilaríngea adyacente. Evidencia Los efectos de esta técnica han sido publicados por Van Lierde et al. (2010), Mathieson et al. (2009) y Mathieson (2011). El primer estudio encontró que esta técnica fue un tratamiento efectivo para los síntomas de disfonía causada por cambio de tensión muscular de moderada a severa. Después de la terapia, todos los casos mejoraron los puntajes GRBAS y DSI (aunque no hasta la normalidad): la impresión perceptiva de la cualidad/calidad vocal mejoró un poco, la percepción de la tensión (S) de la voz se redujo, la producción de la frecuencia más alta fue mayor, la frecuencia fundamental (F0) estuvo más cerca de la norma y los parámetros acústicos jitter y shimmer mejoraron, lo cual se acerca a la norma. Aunque los resultados de Mathieson et al. (2009) no fueron estadísticamente significativos, mostraron que el efecto durante el análisis acústico fue de gran tamaño. Los promedios relativos de las medidas tomadas antes e inmediatamente después de esta terapia no fueron diferentes, pero el resultado después de una semana fue bastante inferior a estas. Aunque ninguna otra variable fue significativa, el tamaño del efecto en el rango del ruido de los armónicos (NHR), en el índice de fonación suave (SPI) y en la irregularidad de la perturbación de la frecuencia fundamental indica una tendencia a la normalización de la señal glótica. Asimismo, los síntomas en la escala de autovaloración del malestar del tracto vocal (VTD) tuvieron una reducción significativa desde el pretratamiento hasta una semana después de la terapia. Incluso después de la terapia, los sujetos suelen hacer comentarios
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