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Qué es el miedo

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¿Qué es el miedo?
El miedo es una de las emociones primarias del ser humano y los animales (es decir, una de sus reacciones fundamentales y primitivas), y se produce por la presencia (real o imaginaria) de un peligro, un riesgo o una situación amenazante. Se trata de una emoción desagradable, muy vinculada con la ansiedad, y cuyo grado máximo lo representa el terror.
La palabra “miedo” proviene del latín metus, con el mismo significado, y es más o menos equivalente a pavor, espanto, susto o temor. Desde tiempos antiguos, el miedo ha estado presente en las consideraciones culturales de tipo ético y moral, o en los códigos de conducta y los valores fomentados tradicionalmente.
El miedo, además, ha ocupado un lugar destacado en el arte y la mitología. Los antiguos griegos, por ejemplo, lo asociaban al dios Fobos, hijo de Ares (dios de la guerra) y Afrodita (diosa de la pasión), y hermano gemelo de Deimos (dios del terror).
Los romanos bautizaron a este mismo dios Timor y, al igual que sus antecesores, lo vincularon con el miedo previo al combate en las guerras, o al que inspiraban las más feroces criaturas. Mientras que otros pueblos, como los vikingos y las tribus nórdicas de Europa, ahuyentaban el miedo inherente a sus existencias belicosas con relatos religiosos de un más allá exclusivo para quienes cayeran en combate.
El miedo en biología
El miedo permite a las especies animales prepararse para el peligro y sobrevivir.
El miedo ha sido estudiado, a lo largo de la historia de la humanidad, desde numerosas perspectivas y por distintas disciplinas, cada una a su manera. Por ejemplo, la biología lo considera un esquema adaptativo que permite a los animales prever y responder ante estímulos amenazantes, lo cual se traduce en mayores márgenes de supervivencia.
El individuo con miedo reacciona por adelantado al peligro venidero, y dispone su cuerpo para reacciones rápidas e instintivas de lucha o de huída. Muchos animales, al sentirse amenazados, reaccionan mediante la agresión preventiva, la huida desesperada o la liberación de fluidos corporales defensivos.
El miedo según la psicología
El enfoque de la psicología distingue entre dos aproximaciones al miedo:
· Según el enfoque conductista, el miedo es una emoción adquirida, es decir, aprendida a través de la experiencia directa o indirecta, de modo que se trata de una reacción defensiva para impedir que un evento desagradable o peligroso vuelva a producirse o se produzca por primera vez luego de que lo hayan advertido.
· Según el enfoque de la psicología profunda, un miedo es el reflejo de un conflicto básico e inconsciente que, al no estar resuelto en la psique profunda, se manifiesta de manera primitiva y corporal, muchas veces sin que la persona pueda comprender por qué lo siente.
· El miedo también se interpreta evolutivamente como un complemento de la función del dolor, es decir, como una alerta mental y emocional respecto de la reaparición de estímulos dolorosos, tanto para el cuerpo o como para la mente. Así, por ejemplo, el miedo a lo desconocido o el miedo al rechazo se vinculan con un trauma anterior y reaccionan con angustia y temor ante la oportunidad de volver a experimentar algo parecido.
¿Para qué sirve el miedo?
Fundamentalmente, el miedo es un sentimiento de alerta, equiparable al dolor. Sentimos dolor cuando un estímulo resulta dañino para nuestro bienestar, por ejemplo, cuando sin querer nos cortamos con el filo de un objeto. El daño físico recibido se informa al cerebro en forma de dolor, y este intenta ponerse a salvo del estímulo dañino.
Lo mismo ocurre con el miedo: una situación amenazadora o de riesgo dispara el miedo para preparar el organismo y hacer frente de manera eficaz a un contexto en el que debemos luchar o escapar. Se trata, pues, de una emoción fundamental para la autopreservación y el procesamiento de las experiencias traumáticas, al punto tal que el recuerdo de una situación dolorosa es suficiente, en ocasiones, para disparar de manera inconsciente el miedo.
Pero esta “función” del miedo no es enteramente consciente, y podemos reaccionar con distintos niveles de miedo o ansiedad ante situaciones que no suponen un peligro real o inmediato, pero que son interpretadas inconscientemente como si lo fueran. Así, por ejemplo, una persona que sufre de miedo escénico experimentará grandes cuotas de angustia y pavor cuando deba dirigirse a un auditorio repleto ; una situación que para otras personas podría ser fuente, más bien, de felicidad y entusiasmo.
¿Qué ocurre en el cerebro cuando sentimos miedo?
El miedo prepara cuerpo y mente para huir y atacar.
Tanto en el ser humano como en los animales, la parte del cerebro encargada de sentir y procesar el miedo es el llamado “cerebro reptiliano”, es decir, el más primitivo, encargado de las funciones básicas para la supervivencia, como comer y respirar, en conjunto con el sistema límbico cerebral, esto es, el encargado de regular las emociones, evitar el dolor y controlar las reacciones de lucha o escape.
Estas estructuras cerebrales monitorean de manera continua (incluso durante el sueño) lo que registran los sentidos corporales y evalúan la respuesta acorde en una estructura llamada amígdala cerebral o cuerpo amigdalino, encargado de disparar las emociones básicas, como el afecto o, justamente, el miedo. La activación de la amígdala produce reacciones inmediatas de agresión, parálisis o escape, y segrega para ello una hormona antidiurética (vasopresina).
Esta reacción cerebral desencadena en el organismo ciertos cambios fisiológicos:
· Se incrementa del ritmo metabólico y la cantidad de glucosa en sangre (para disponer de mayor energía).
· Aumenta la presión arterial y del ritmo cardíaco (para reacciones físicas más intensas).
· Se dispara la adrenalina.
· Se interrumpen las funciones corporales no esenciales.
· Aumenta la coagulación sanguínea (en caso de ocurrir una herida).
· Aumenta también la actividad cerebral, aunque de un modo muy específico, totalmente focalizada en aquello que produce el miedo. De hecho, los lóbulos frontales del cerebro (que permiten cambiar la atención consciente de un objeto a otro de manera continua) se desactivan temporalmente y la mente entera se dedica a evaluar el riesgo o la amenaza.

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