Logo Studenta

cg_V_22

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

ARTES ADIVINATORIAS, BRUJERÍAS Y HECHIZOS EN 
LOS TRABAJOS DE PERSILES YSIGISMUNDA 
Ernesto J. Gil López 
Universidad de La Laguna 
Desde los tiempos más remotos, cuando el ser humano se 
sentía incapaz de resolver alguna situación, porque desbordaba 
sus capacidades o porque carecía de los instrumentos suficientes 
para afrontarla, se sirvió para estos casos de unas invocaciones o 
ceremonias rituales que los estudiosos del tema coinciden en 
denominar magia1. 
Cuando esta magia tiene fines positivos, como informar, me­
diante oráculos, sobre el destino de países, personas o haciendas, 
o propicia buenas cosechas, que se fecunden mujeres y animales, 
o que haya buena armonía en el hogar, nos hallamos ante la lla­
mada magia blanca, reconocida e institucionalizada, que suele 
gozar muchas veces del beneplácito de la colectividad, conce­
diéndole privilegios y suculentas ayudas económicas como acre­
dita el respeto con que fueron tratados los magos y adivinos en 
las civilizaciones mesopotámica, egipcia, griega y romana, por 
citar algunos referentes. Paralela a ésta, existe otro tipo de magia, 
asociada con las fuerzas del mal, cuya cabeza visible es el Diablo, 
y que, dado su carácter maléfico o destructor, se la denomina ma­
gia negra. A ella se atribuyen todos los males, desde el granizo o 
las tormentas, pasando por la esterilidad, las enfermedades o la 
muerte, aparte de no pocos amoríos impensables, rupturas conyu­
gales y todo ese repertorio de locuras amorosas conseguidas a 
cambio de vender el alma a Belcebú, según cuentan que hizo 
Fausto. 
Esta magia negra, nocturna o lunar, como la llama Julio Caro 
Baroja", celebra sus aquelaires en las sombras de la noche, invo­
cando con rituales al Diablo, que aparece bajo la extravagante fi­
gura de un macho cabrío, con el que murmuran que las brujas dis-
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
frutan lo indecible, y que, además, les inspira unas pócimas mági­
cas, con ingredientes tan repugnantes como restos humanos, rep­
tiles inmundos y plantas alucinógenas, que favorecen el trance y 
el viaje de altos vuelos, con o sin escoba. 
Y un aspecto que conviene tener en cuenta respecto a la ma­
gia negra es quién la practica y administra. Lo que se constata es 
que en la mayoría de los casos es ejercida por mujeres, las cuales 
reciben el nombre de brujas y hechiceras que, a menudo, en los 
Siglos de Oro, formaban parte de colectivos marginales, como 
pueden ser el de las gitanas, esclavas, moriscas o judías 3 . Una 
posible explicación para este fenómeno podría ser que, viéndose 
la mujer discriminada al impedírsele el acceso a la medicina ofi­
cial, se dedicó a practicar una medicina paralela, basada en cono­
cimientos y recetas heredadas de otras mujeres, valiéndose de 
plantas y remedios naturales, con los que muchas veces alcan­
zaban resultados más benéficos y menos dañinos que los logrados 
por los médicos. Pero estos, viendo mermado su poder, optaron 
por denunciarlas como brujas y hechiceras, con el objeto de fre­
nar su avance y, al ser ellas condenadas, lograron, en algunos ca­
sos, recuperar su clientela perdida. 
Pues bien, aparte de notables ejemplos de la literatura uni­
versal donde las brujas tienen una función importante, como su­
cede con la subyugante Circe de La Odisea o aquellas brujas es-
tremecedoras de Macbeth, si nos situamos en la literatura espa­
ñola, además del Peí-siles, cabe mencionar otros ejemplos noto­
rios, entre los que no puede descartarse un conjunto de textos 
relacionados con la figura del rey Alfonso X el Sabio (1221-
1284) quien, al fundar la Escuela de Traductores de Toledo, faci­
litó el traslado a nuestra lengua de una serie de libros relacio­
nados con el tema que aquí nos ocupa, como el Libro de las Cru-
ces (1259), considerado el primer tratado de astrología en caste­
llano; las Tablas alfonsies, valioso documento sobre las posicio­
nes planetarias; el Lapidario (1279) compendio que detalla las 
piedras preciosas y sus propiedades; y el Libro complido de los 
indicios de las estrellas, cuya traducción dio comienzo el 12 de 
marzo de 1254 a las seis de la mañana, por considerar el equipo 
de traductores que aquel era el momento más propicio para que 
su empresa se llevara a buen término. 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
Y aunque es posible en nuestras letras haya otras piezas don­
de el tema de la brujería está presente de algún modo, no puede 
negarse que uno de los modelos más representativos es la famosa 
Tragicomedia de Calisto y Melibea, de Fernando de Rojas, más 
conocida como La Celestina, dado el indudable protagonismo de 
su figura central. En ella confluyen, ciertamente, esos tres adje­
tivos que algunos críticos señalan que se dan en el retrato de toda 
bruja: vieja, fea y desastrada 4 (a los que Christian Andrés añade 
el de tuerta, que fue como Picasso retrató magistralmente a Celes­
tina). Y, junto a estos, cabría sumar algún otro atributo tan desca­
lificativo como el que recuerda su oficio anterior (el más antiguo 
del mundo). Pero Celestina es mujer de muchos recursos, los cua­
les le abren todas las puertas de la ciudad, y así de ella dirá 
Pánneno que es hilandera, perfumera, fabricante de productos de 
belleza, que cose (y no sólo telas, pues una de sus habilidades es 
la de rehacer virgos perdidos), y además es bruja, según cuenta el 
criado a su señor, enumerándole sus diversas hechicerías: 
Venían a ella muchos hombres y mujeres, y a unos 
demandaba el pan do mordían: a otros, de su ropa; a otros, de 
sus cabellos: a otros pintaba en ¡a palma letras con azafrán: a 
otros, con bermellón y a otros daba unos corazones de cera, 
llenos de agujas quebradas, y otras cosas en barro y en plomo 
hechas, muy espantables al ver. Pintaba figuras, decía palabras 
en tierra [...] Y todo era burla y mentira.5 
Pero que sirven para rodearla de un halo de magia y la sitúan 
en la cumbre de nuestras brujas literarias. Y junto a ella, está Fa-
bia, la alcahueta de El caballero de Olmedo, de Lope de Vega, 
otra vieja trotera que, como la de Rojas, se las apaña para atraer 
con sus (malas) artes a las doncellas incautas. Y, al hablar de las 
obras de este autor, no puede dejar de mencionarse que en la pri­
mera edición de La Arcadia, se insertaba un pasaje en el 'que la 
sabia Polinesta mostraba un Libro de suertes , con el que adivi­
naba el futuro al pastor Anfriso y al Rústico y luego desplegaba 
sus artes quirománticas. Y no deja de ser indicativo que en la edi­
ción de 1602 ambos pasajes hubieran desaparecido, debido, qui­
zá, a los recortes de la censura. 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
Aparte de otros textos, como el Buscón de Quevedo, cuya 
madre tiene sus visos de bruja, a juzgar por lo que el protagonista 
nos cuenta sobre ella, llama la atención la actitud que adoptan dos 
grandes figuras de la literatura religiosa de aquella época en rela­
ción con estos temas. Una es Santa Teresa, quien en el capítulo 
quinto del Libro de la Vida , comenta que un confesor suyo, al 
adquirir confianza con ella, le reveló que vivía en relación marital 
con una mujer, y que, pese a haber intentado dejarla, no lo con­
seguía. Traía él colgado del cuello un idolillo que le había rega­
lado su compañera, y que le encarecía que no se quitara nunca, 
como muestra de amor hacia ella. Como quiera que la santa 
sospechara que se trataba de algún amuleto embrujado, le pidió 
que se lo diera y lo hizo arrojar a un río. Casualidad o santo reme­
dio, lo cierto es que el religioso comenzó, desde entonces, a re­
chazar a su concubina y volvió a su vida ejemplar. Y no deja de 
ser llamativo que la santa concluya esta anécdota aclarando que 
ella no creía en hechizos, pero, de ser cierta su afirmación, 
entonces, si no creía, ¿por qué mandó, entonces, echar el idolillo 
al río? 
Y otro tanto sucede con fray Luis, que, sometido a un proceso 
inquisitorial,no sólo admitió haber leído un libro sobre astrolo-
gía, sino que llegó a confesar que hasta se había atrevido a probar 
una de las recetas brujeriles allí expuestas. Pero, al igual que 
santa Teresa, también él insistía en descalificar aquellas prácticas, 
calificándolas de "burlería'* s. 
Y ya, para cerrar este capítulo introductorio, recordaremos el 
papel decisivo que desempeñan los oráculos y las predicciones en 
La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, donde los 
nefastos augurios de un astrólogo determinarán el injusto encierro 
de Segismundo en una torre, hasta que su padre decida 
comprobar el alcance de tan inciertos vaticinios. No cabe duda 
que la obra expone la tensa polémica que suscitó en su época el 
enfrentamiento entre defensores de la predestinación y del libre 
albedrío. 
Al centramos ya en la producción cervantina, recordaremos 
que ya había algunos elementos de hechicería en algunas de sus 
Novelas ejemplares y tampoco faltan en el Quijote, pero es en el 
Persiles donde alcanzan un tratamiento más profundo. 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
Si distribuimos el conjunto de las artes adivinatorias, bruje­
rías y hechizos en Los trabajos de Persiles y Sigismundo, po­
demos diferenciar cuatro conjuntos perfectamente delimitados 
que son: 
1) el de las adivinas puntuales (Constanza y Auristela) 
2) el de los adivinos científicos (Mauricio, Soldino y el 
abuelo del jadraque) 
3) el de los relatores de historias de lobos (Antonio, 
Rutilio y Mauricio) y 
4) El de las hechiceras (Cenotia, la judía romana, la novia 
de Rutilio y la esclava de Lorena). 
Dejamos para otra ocasión el análisis de la profecía hecha por 
un hechicero a los habitantes de la isla Bárbara, según la cual ten­
drían un rey que llegaría a conquistar gran parte del mundo; pero 
esto requería una madre bellísima -para lo que compraban todas 
las esclavas que reunieran este requisito- y un padre tan valiente 
que tomara, sin torcer el gesto, el polvo de los corazones de cuan­
to extranjero pisara la isla 9. En relación con esto nos viene a la 
memoria algún aspecto de los ceremoniales religiosos aztecas con 
las ofrendas de corazones a una deidad; así como, por orra parte, 
la utilización de elementos pulverizados, como por ejemplo el del 
cuerno del unicornio, en las leyendas medievales, para favorecer 
la masculinidad, en un contexto de preparados afrodisíacos que 
no está demasiado alejado de los que se dice que preparaban las 
hechiceras. 
También descartamos el caso de posesión diabólica de Isabe­
la Castrucha, por considerar que, lejos de ser un problema rela­
cionado con la brujería, se trataba de una farsa muy bien medi­
tada con el objeto de llevar a buen término sus proyectos amoro­
sos de casarse con el joven Andrea Marulo. 
Considerando ya, con cierto detenimiento, cada uno de estos 
grupos, podemos decir que en el primero, el de las adivinas pun-
tuales, tanto Auristela como Constanza manifiestan en algún mo­
mento concreto poseer dotes adivinatorias, pero lo cierto es que 
se trata de inspiraciones instantáneas, que no vuelven a repetirse a 
lo largo de la novela, y además, y esto es importante, sin que pre-
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
viamente se hayan encomendado ni a Dios ni al Diablo, ni hayan 
hecho trabajo ni ritual alguno preparatorio para atraer tales facul­
tades, lo que permite descartar en ambos casos cualquier cone­
xión con la hechicería. Es más, recuérdese que es la propia Auris-
tela quien anuncia a las pescadoras Leoncia y Selviana poseer 
cualidades adivinatorias que le han permitido saber que aman a 
hombres distintos de los que les han asignado, cuando les dice: 
Sabed, amigas [...] que, juntamente con este buen parecer 
que el cielo me ha dado, me dotó de un entendimiento perspicaz y 
agudo, de tal modo que, viendo el rostro de una persona, le leo el 
alma y le adevino los pensamientos. Para prueba desta verdad, 
os presentaré a vosotras por testigos: tú, Leoncia, mueres por 
Carino, y tú Selviana, por Solercio; la virginal vergüenza os tiene 
mudas, pero, por mi lengua, se romperá vuestro silencio, y por 
mi consejo (que sin duda alguna será admitido), se igualarán 
vuestros deseos, (p. 346) 
Pero, como los lectores saben, lejos de haberse producido un 
acto de adivinación, en realidad lo que ha sucedido es que ella ha 
sido previamente informada por Periandro de los deseos de los 
enamorados, de manera que, entre las muchas cualidades de Au-
ristela no estaban, al parecer, ni la sinceridad, ni, por lo que pa­
rece, tampoco la humildad. 
Caso muy distinto es el de la adivinación de Constanza, en el 
que, más que dotes de este tipo, cabe apreciar una excelente 
capacidad deductiva que la convertiría en un magnífico detective, 
si fuera su contexto el de la novela negra contemporánea. Al cru­
zar los peregrinos un rio, Constanza encuentra en la otra orilla a 
una joven, vestida a la manera española, que se dirige a ella en 
castellano, feliz por ver a unos compatriotas. Y, apenas le dice su 
interlocutora que es de Talavera de la Reina, comienzan a cal­
zarse en su mente una serie de datos que le permiten suponer que 
se trata de Luisa, la esposa fugitiva de Ortel Banedre. No cabe 
duda que algunos de los términos que emplea Cervantes (y que 
destacamos en cursiva) predisponen a considearla así, pues más 
que adivinar, parece que está planteando una hipótesis científica: 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
Apenas hubo dicho esto, cuando a Constanza le vinieron 
barruntos que debía ser la esposa de Ortel Banedrc el polaco, 
que, por adúltera, quedaba presa en Madrid; cuyo marido, per-
suadido de Periandro, la había dejado presa y idose a su tierra. 
Y en este instante fabricó en su imaginación un montón de cosas 
que, puestas en efecto, le sucedieron casi como ¡as había 
pensado, (p. 584) 
El hecho de que ella misma explique que su "ciencia" no 
atañe a las cosas que están por venir (privilegio que ella reserva 
exclusivamente a Dios), sino a cosas ya pasadas, invita a pensar 
que, más que ante una postura adivinatoria, nos hallamos ante un 
proceso de deducción científica. Es más, su "ciencia" parte de 
unos hechos conocidos y los asocia, sacando posibles conclu­
siones, en la línea de trabajo utilizada en las ciencias experi­
mentales, de manera que aquí, como en la situación previa, tam­
poco hay nada que tenga que ver con la hechicería. 
Muy distinto es el conjunto de los que podemos denominar 
adivinos científicos, pues lo primero que apreciamos es que se 
trata de tres ancianos venerables (Mauricio tiene unos sesenta 
años, Soldino más de ochenta y suponemos que el abuelo del ja-
draque del pueblo costero valenciano no sería ya ningún mucha­
cho) que suscitan respeto, pese a lo pintoresco de sus vestiduras, 
en cuanto que de Mauricio se nos dice que viste un traje talar de 
terciopelo negro y que se cubre con un gorro cónico forrado del 
mismo tejido, con un aspecto que recuerda al de los típicos magos 
de los relatos medievales; mientras que Soldino va ataviado con 
un hábito, que está entre los que llevaban los monjes y los de los 
peregrinos, tiene largos cabellos y barba blancos y se apoya en un 
bastón. De los tres sabemos que cultivan la astrología judiciaria, 
(que equivale a la Astrología actual), y que ellos consideran una 
ciencia, en cuanto que utilizan un método científico: deducen 
datos (que en su caso son adivinaciones) a través de la obser­
vación de las estrellas y de la ubicación en sus casas astrológicas, 
y conviene añadir que sus predicciones se suelen cumplir. Así, 
del abuelo del jadraque, del que apenas conocemos que "era 
famoso en el astrología" (p. 547), sabemos que, según su nieto, 
había vaticinado la total implantación del cristianismo en todos 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
los pueblos de España, así comola expulsión de los moriscos ba­
jo un rey de la casa de Austria, y ambos hechos se habían cum­
plido ya cuando Cervantes escribe su novela en 1616. Cabe, pues, 
tomar tales vaticinios como muestras de adhesión del autor al 
catolicismo y de su admiración personal a Felipe II. 
Mauricio, al igual que otros personajes del libro cuyas pala­
bras o hechos podrían suscitar el recelo de la Inquisición, trata de 
curarse en salud, ya de entrada, al declararse cristiano católico "y 
no de aquellos que andan mendigando la fee verdadera entre opi­
niones" (p. 213); aspira así a salvaguardar su integridad física y 
espiritual, aunque su pronunciamiento parece contradecirse con 
las actividades heterodoxas que practica y de las que habla con 
pasión, pues con ellas consigue unos resultados capaces de satis­
facer la curiosidad humana de saber esas cosas a las que no se 
tiene acceso normalmente: 
...mis estudios y ejercicios, entre otros muchos gustosos y 
loables, me llevaron tras sí los de la astrologia judiciaría, como 
aquellos que, cuando aciertan, cumplen el natural deseo que to-
dos los hombres tienen [de saber] no sólo lo pasado y presente, 
sino lo por venir, (p.219) 
Tras describir su método de trabajo, basado en la observación 
de los astros y planetas, advierte que ninguna ciencia (y la 
Astrologia lo es para él), engaña; y añade algo que, si antes no su 
hubiera declarado cristiano católico, podría acarrearle 1 0 serios 
problemas con la Inquisición, en cuanto que afirma que no existe 
mejor astrólogo que el Demonio 
...porque no solamente juzga de lo por venir por la ciencia 
que sabe, sino también por las premisas y conjeturas. Y como ha 
tanto tiempo que tiene experiencia de los casos pasados y tanta 
noticia de los presentes, con facilidad se arroja a juzgar de los 
por venir, lo que no tenemos ¡os aprendices desta ciencia, pues 
hemos de juzgar siempre a tiento y con poca seguridad, (p. 220) 
Muestra Mauricio aquí una admirable discreción (en el senti­
do clásico), propia de un científico que no duda en reconocer sus 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
posibles errores frente a la experiencia dilatada del Demonio, y 
del mismo modo, resulta ejemplar su actitud, humilde y preca­
vida, siendo como es un buen astrólogo que acierta casi siempre, 
frente al descarado aplomo con que algunos que actualmente se 
llaman adivinos y videntes expresan sus conjeturas, tantas veces 
fallidas. Recuérdese que Mauricio hace su aparición en la peque­
ña isla donde las estrellas le han anunciado que encontrará a su 
hija Transila, perdida desde hace mucho tiempo (p. 221); y, cuan­
do se disponen a salir de allí, sigue dando muestra de sus capa­
cidades adivinatorias al vaticinar que sufrirán "un peligro de 
agua", en el que insiste (p. 238), hasta que se produce el nau­
fragio que soportan por la traición de unos marineros, deseosos 
de gozar a Transila y Auristela. Por otra parte, cuando los pere­
grinos intentan escapar de la isla de Policarpo y de las asechanzas 
amorosas de sus moradores, vuelve Mauricio a presagiar nume­
rosas dificultades que retrasarán la llegada a su patria, como así 
ocurre: su viaje se pospone por la enfermedad del joven Antonio 
y luego deben llegar hasta la isla de las Ermitas y marchar desde 
allí hasta Francia, para saltar a su isla natal. Y no acaban aquí sus 
viajes, pues, por Rutilio, que llega a Roma casi acabando la 
novela, sabremos que Mauricio acaba sus dias en Inglaterra, 
adonde marchó en busca de una vida más pacífica (p. 679). 
También Soldino, con su singular atuendo y los elogios que 
de él hace la posadera, tiene una espectacular entrada en escena 
en el lugar donde se celebran las bodas de Ruperta y Croriano. Y, 
apenas habla, es para anunciar una catástrofe de fuego, que 
empañará las bodas, como así sucede (pp. 598-600). Tras invitar 
a los peregrinos a su casa, se presentará como un español que en 
su juventud había servido a Carlos V como soldado (al igual que 
Cervantes), pero que luego habia preferido dedicarse al estudio de 
las matemáticas y la astronomía, aunque aclara que 
No soy mago ni adivino, sino judiciario, cuya ciencia, si bien 
se sabe, casi enseña a adivinar, (p. 599) 
De manera que también él es un adepto a la astrología judi-
ciaria, con todo lo que ello implica de posibles previsiones de fu­
turo. Y, en efecto, tras mostrar a sus invitados el maravilloso 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
vergel que ha construido con sus propias manos, según cuenta, y 
en el que se solaza con sus observaciones y estudios, predice a 
cada uno de ellos, llamándolos por su nombre, a pesar de que has-
ta muy poco antes eran unos perfectos desconocidos, lo que le 
depara su destino: augura muchos años de felicidad a Croriano y 
Ruperta; a Periandro un cambio en sus relaciones con Auristela, 
hasta entonces fraternales; para Antonio, el reconocimiento de su 
valor, y a Constanza un ascenso de condesa a duquesa (que no se 
cumple); y termina con la mala noticia de que Bartolomé, el mo-
zo de equipajes, huirá con una moza, llevándose todos sus ense-
res; pero los tranquiliza diciéndoles que no tardará en regresar y 
lo devolverá todo (tal como va a suceder). Y junto a estos 
vaticinios personales, Soldino hace otros dos de carácter patrió-
tico: uno es la victoria de Lepanto, con la decapitación de un 
pirata (Al í Pacha) por un joven de la casa de Austria, y el otro es 
la dolorosa derrota y muerte de un joven rey por manos sarra-
cenas (aludiéndose aquí a don Sebastián de Portugal") (pp. 601 -
606). El hecho de que acabe su parlamento con una clara defensa 
del catolicismo, refuerza, una vez más, lo que hemos venido 
apuntando en este trabajo acerca de la preocupación de Cervantes 
por contrarrestar lo que pudiera ser tomado como apología de lo 
diabólico oponiéndole un contrapunto de firme adhesión católica, 
y así vemos como finaliza su disertación diciendo que se siente 
feliz de v iv i r en Francia, cerca de unas gentes católicas y santas, 
para concluir con una muestra de esperanza en la vida eterna: 
...cuando conviene, recibo los sacramentos y busco lo que no 
pueden ofrecer los campos para pasar la humana vida. Esta es la 
que tengo, de la cual pienso salir a la siempre duradera, (p. 604) 
Apuntábamos, por otra parte, un tercer grupo, el de relatores 
de historias extraordinarias, referidas a lobos dotados de cuali-
dades humanas, y tenemos que quien inicia esta serie es Antonio 
de Villaseñor, un español que es conocido como Antonio el Bár-
baro, el cual refiere que, como consecuencia de ciertos altercados 
con algunos de los miembros del barco en el que viajaba, fue 
arrojado a su suerte en un pequeño bote, con algo de comida y 
agua, y, tras vagar varios días en alta mar, llegó a una isla nórdica 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
en la que halló numerosos lobos que "discutían" entre ellos, y al 
llegar la noche 
Uno de ellos (como es la verdad) me dijo en voz ciara y 
distinta y en mi propia lengua: "Español, hazte a lo largo y 
busca en otra parte tu ventura, si no quieres en ésta morir hecho 
pedazos por nuestras uñas y dientes. Y no preguntes quién es el 
que esto te dice, sino da gracias al cielo de que has hallado 
piedad entre las mismas fieras. " (pp. 169-170) 
Hay aquí varios puntos que comentar: por un lado, el que el 
narrador puntualice, como resaltamos, que lo que cuenta "es la 
verdad", descartando, así posibles dudas sobre su carácter fantás­
tico, o que lo que cuenta sea producto de las alucinaciones de un 
náufrago.que ha estado tantos días a la intemperie y sin comer; 
luego, que el lobo hable y además (pese a hallarse en una isla 
nórdica), lo haga en la misma lengua de Antonio; luego, que sien­
do aquéllas fieras violentas que se pasaban el día discutiendo 
(peleando) entre sí, respetaran su vida; y, por otra parte, el que 
semejante personaje trate de permaneceren el anonimato, da pie 
a una serie de especulaciones, entre las que cabe barajar desde 
que fuera un brujo o una bruja transformada en lobo, como más 
adelante cuentan a Rutilio que ocurre, o bien que sea el mismo 
Diablo, tan políglota, como se dice que era e, incluso, hasta pu­
diera ser una reencamación del individuo que retó a Antonio en 
su pueblo y al que éste replicó con dos cuchilladas mortales en la 
cabeza, de manera que, convertido ahora en fiera, preferiría per­
manecer en un discreto anonimato, antes que su paisano llegara a 
saber en qué había llegado a transmutarse; eso explicaría que ha­
blase su lengua, así como ese pudor por que se conociera su 
identidad 1 2 . 
Y no deja de ser llamativo que, por separado y sin conocer el 
relato de Antonio, también Rutilio toque de nuevo el tema de los 
lobos, con ocasión de contar la historia de la hechicera que lo 
transportó en volandas hasta una tierra desconocida y allí se 
transformó en loba. Como quiera que sobre ella hablaremos más 
adelante, vamos a considerar ahora la información que aporta el 
bailarín italiano a sus compañeros sobre los lobos, la cual coin-
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
cide, en buena parte con la que ya antes les había ofrecido 
Antonio. Refiere el profesor de danza que, tras dar muerte a la 
bruja, vagó por aquellas tierras hasta tropezar con un hombre que, 
al preguntarle que dónde estaban, le aclaró que se hallaban en 
Noaiega y, al saber su historia, mostró su sorpresa porque hubiera 
logrado escapar ileso, a pesar del grave peligro que había corrido: 
Puedes, buen hombre, dar infinitas gracias al cielo por ha-
berte librado del poder destas maléficas hechiceras, de las cuales 
hay mucha abundancia en estas setentrionales partes. Cuéntase 
deltas que se convierten en lobos, asi machos como hembras, 
porque de entrambos géneros hay maléficos encantadores. Cómo 
esto pueda ser, yo lo ignoro y como cristiano que soy católico, no 
lo creo; pero la experiencia me muestra lo contrario. Lo que 
puedo alcanzar es que todas estas transformaciones son ilusiones 
del demonio y permisión de Dios y castigo de ¡os abominables 
pecados deste maldito género de gente (p. 189) 
Vemos aquí, por una parte, la confirmación de la teoría de 
que las brujas se transformaban en lobos, que coincide, como se 
ha visto, con la que ha expuesto Antonio anteriormente y que no 
se encuentra muy lejos de la que Cervantes propone, a su vez, si 
bien esta vez en canes, en su novela ejemplar El coloquio de los 
perros l j; pero, de todo el párrafo, quizá lo más llamativo sea su 
final, en el que el personaje, después de manifestar a Rutilio, 
primero su sorpresa y luego su admiración porque hubiera 
escapado de tan maléficas fieras, de inmediato, en una actitud que 
deja bien claro el pavor que existía ante las represalias inqui­
sitoriales, proclama su firme adhesión al cristianismo católico y, 
del mismo modo que vimos que sucedía en los textos que men­
cionamos más arriba, al hablar de santa Teresa y de fray Luis, 
niega que esto pueda ser cierto, aunque, en una de esas contra­
dicciones de las que ya hemos hablado y que no acaban de enca­
jar con lo expuesto previamente, añade que, aunque él no cree en 
estas cosas, "la experiencia me muestra lo contrario", de manera 
que cabe más bien pensar en el temor de quien expone estas cosas 
de ser alcanzado por la larga garra implacable de la Inquisición y 
de la necesidad de protegerse de sus consecuencias. 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
Y también sobre este tema opina Mauricio, quien, con la 
perspectiva del hombre de ciencia practicante de la astrología ju-
diciaria, trata de ser lo más objetivo posible, y comienza recha­
zando las teorías aportadas por sus dos antecesores, con un lacó­
nico 
-Eso de convertirse en lobas y lobos algunas gentes dcstas 
setentrionales es un error grandísimo (...), aunque admitido de 
muchos, (p.243) 
y, tras corregir a Arnaldo, que cree que Inglaterra está llena 
de manadas de lobos errantes, a consecuencia de que hay huma­
nos que se transforman en ellos, le aclara que allí no hay alimaña 
que entre, porque muere al instante, y de inmediato expone su 
teoría sobre la metamorfosis de humanos en lobos contem­
plándolo como una enfermedad: 
Lo que se ha de entender desto de convertirse en lobos es que 
hay una enfermedad, a quien los médicos llaman manía lupina, 
que es de calidad que, al que la padece, le parece que se ha con-
vertido en lobo, y aulla como lobo, y se junta con otros heridos 
del mismo mal, y andan en manadas por los campos y por los 
montes, ladrando ya como perros ova aullando como lobos; des-
pedazan ¡os árboles, matan a quien encuentran y comen la carne 
cruda de los muertos, y hoy día sé yo que hay en la isla de Sicilia 
(que es ¡a mayor del mar Mediterráneo) gentes desde género, a 
quien los sicilianos llaman lobos menar, los cuales, antes que les 
dé tan pestífera enfermedad, lo sienten y dicen a los que están 
junto a ellos que se aparten o huyan dellos. o que los aten o 
encierren, porque si no se guardan, los hacen pedazos a bocados 
y los desmenuzan, si pueden, con las uñas, dando teiribles y 
espantosos ladridos, (pp. 244-245) 
Se trata, pues, de la Licantropía, esa enfermedad que el Dic­
cionario de la Real Academia define como 'un trastorno mental 
en que el enfermo se cree transformado en lobo e imita su com­
portamiento' 1 4 . Y, a pesar de que Cervantes intentaba, segura­
mente, ofrecer una información objetiva, es evidente que se han 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
mezclado la ciencia y la superstición popular, para traer aquí la 
figura del hombre-lobo, esa fantasmagórica transformación que, 
según el mito, sufren algunos humanos para convertirse en lobos 
y hacer fechorías atroces 1 5 . 
Y consideremos ya el cuarto grupo, el de quienes practican la 
hechicería. De entrada, parece conveniente explicar, primero, qué 
entendemos por hechicería y a tal respecto consideramos que 
podría resultar ilustrativa la definición que sobre esto propor­
ciona Rafael Martín Soto en su análisis sobre la Magia y la Inqui­
sición en el reino de Granada. Para este investigador, la hechi­
cería consiste en un conjunto de prácticas que pretenden la 
manipulación de la naturaleza por medios no naturales; quienes la 
practican, se sirven de las propiedades ocultas de las plantas, de 
minerales y fluidos animales, con los que fabrican remedios 
terapéuticos, filtros amorosos o venenos que pueden provocar 
enfermedades e incluso la muerte. Además, aparte de estos 
recursos naturales, los hechiceros utilizan unas fórmulas orales 
llamadas conjuros, que recitan durante la ceremonia o ritual 
mágico, para cargar o aumentar el poder de sus preparados 1 6 . 
Pues bien, al aproximarnos a este grupo, hallamos un claro 
contraste con el de los adivinos, pues mientras en aquél todos 
eran hombres, aquí son todas mujeres (la enamorada de Rutilio, 
Cenotia, la esclava de Lorena y la judía romana); y, si los adi­
vinos eran aficionados a estudiar las matemáticas y la astrología 
judiciaria, las hechiceras no parecen haber seguido estudios al­
gunos (salvo en el caso de Cenotia, que dice haber estudiado tam­
bién algo de astrología), por lo que hay que pensar que sus cono­
cimientos los han adquirido o heredado fuera del ámbito cien­
tífico. Otro detalle que llama la atención es que se trata de mu­
jeres que en su mayoría (salvo la esclava de Lorena) vive en 
ciudades: Cenotia habita en la corte de Policarpo, en el palacio 
real; la hechicera judía, en Roma, la enamorada de Rutilio en 
Sena o Siena y sólo la esclava de Lorena vive en el campo, aun­
que cerca de su señora, posiblemente en un palacio. 
Y si a ellos se los describía como ancianos y hasta sus atuen­
dos, no deja de ser llamativo que Cervantes, tan proclive a dar 
detalles sobre sus personajes femeninos (como puede apreciarse,por ejemplo, en las Novelas ejemplares), escatime aquí todo tipo 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
de datos (salvo el apunte de la supuesta y aproximada edad de 
Cenotia, de la que se dice que podría tener hasta cuarenta años, 
pero que con su brío y donaire podría encubrir otros diez (p. 329), 
y deje al lector total libertad para imaginar a estas figuras a 
caballo entre el mundo real y el mundo de la fantasía, en el que 
han sido tan diversamente representadas, pero casi siempre de 
forma negativa. Eso sí, y ésta es otra nota importante, todas ellas 
pertenecen a colectivos marginales: pues una es esclava, otra 
musulmana, otra judía y de la cuarta sabemos que está en la 
cárcel por hechicerías. De manera que forman un cuadro bastante 
especial. 
Breve, pero efectiva, es la intervención de la primera, la 
esclava de Lorena sabemos que "estaba en opinión de maga", que 
es como decir que se reconocían sus habilidades como tal. 
Despechada su señora, una aristócrata francesa, por la boda con 
otra mujer, de su primo el conde Domicio, del que estaba ena­
morada, le regala unas camisas "ricas por el lienzo y, por la labor 
vistosas", que habían sido embrujadas por esta esclava. Los 
resultados son tan trágicos como contundentes, pues, apenas 
Domicio estrena una, queda dos días como muerto, y al quitár­
sela, da tales muestras de demencia, que deben atarlo, y aun así se 
escapa y provoca su propia muerte y heridas graves a Periandro 
(pp. 573-579). Cervantes, en un gesto de honestidad que lo enal­
tece, cita en el propio texto la fuente referencia!, que no es otra 
que la historia clásica de la camisa que Deyanira, ignorando que 
estaba envenenada por la sangre de la hidra, regaló a Hércules, 
causándole dolorosas y mortales heridas 1 7 . Cabe, además, la posi­
bilidad de que existiera también alguna historia medieval con este 
mismo tema, derivada, a su vez, de la clásica. 
Más rica y compleja es la historia de la enamorada de Rutilio, 
cuya historia se mencionó al hablar de los relatores de historias 
de lobos. Al estar éste prisionero en la cárcel de Sena (o Siena), 
por haber gozado de los favores de una de sus alumnas de baile 
sin el permiso parterno, conoce en tal lugar a una mujer que había 
ido a parar a la prisión, acusada de "hechicerías" (y Cenantes 
utiliza el término italiano), pero que, incluso allí es admirada por 
su arte y gozaba de gran libertad, por haber sanado "con yerbas y 
palabras" a la hija de la alcaidesa de una enfermedad que los 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
médicos "no acertaban a curar" (p. 187). Esta mujer había prome­
tido a Rutilio la libertad, a cambio de que él fuera su marido, y el 
bailarín, sin pensarlo mucho, y sin saber dónde se metía, no dudó 
en darle su palabra de matrimonio. A partir de ese instante, el 
profesor de baile vivirá una serie de experiencias tan extraor­
dinarias como la de comprobar cómo gracias a una caña, se abren 
sus cepos y cadenas y cómo puesto sobre un manto, vuela por los 
aires, desde Italia hasta lejanas tierras, que luego se entera de que 
resultan ser las de Noruega. Pero antes descubrirá, horrorizado, 
que su compañera se transforma en una loba repelente a la que el 
dará muerte. Hay en esta historia varios aspectos dignos de ser 
destacados, comenzando por el motivo que ha causado el encar­
celamiento de la mujer, esas "hechicerías", en general, de las que 
nada se concreta, pero que, fueron, al parecer, motivo suficiente 
para encerrarla, si bien se reconoce su capacidad curativa, supe­
rior a la medicina oficial, basada en esas "yerbas y palabras" que, 
informándonos de manera objetiva, se dice que han conseguido 
curar a la hija de la alcaidesa, de una enfermedad que no consi­
guen afrontar los médicos. Y está, también el uso de esa caña, 
que libera de los grilletes al prisionero, y que Christian Andrés 
asocia con las varitas mágicas de los cuentos de hadas, y el manto 
que les permite desplazarse por los aires, comparado, por el mis­
mo crítico con la alfombra voladora del cuento de La mil y una 
noches 1 8 . Además, y reforzando el carácter demoníaco de la he­
chicera, y quizá para justificar su muerte (que así dejaría de ser 
un crimen, para convertirse así en una más de las muchas muertes 
"ejemplares" promovidas por la Inquisición a modo de escar­
miento para quienes se atrevieran a meterse en actividades simi­
lares), se señala que la mujer, cuando sube a Rutilio en el manto 
para emprender tan singular viaje, insiste en que deje sus devo­
ciones, y él, sabedor de que aquel traslado no era en vehículo 
bendito, se sobrepone al miedo y dice: "cerré los ojos y déjeme 
llevar de los diablos (que no son otras las postas de las hechi­
ceras)" (p. 187), de manera que, también aquí se confirma la exis­
tencia de las hechiceras y sus (malas) artes; pero, junto a esa 
constancia va la advertencia para quien las utiliza, del grave 
riesgo de sufrir una muerte "ejemplar". 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
Y hay situaciones en las que algunas personas malévolas se 
sirven de las capacidades de las hechiceras para provocar enfer­
medades, como ya vimos al tratar sobre las Novelas ejemplares 
en las historias de Tomás Rodaja (El licenciado Vidriera) o 
Isabela (en La española inglesa) 1 ' ', víctimas, ambos de envene­
namientos, pero lo más llamativo es que en el Persiles dichos 
envenenamientos son ejecutados por miembros de los dos colec­
tivos expulsados de España por no convertirse al cristianismo. 
Así, Cenotia se presenta al joven Antonio como una española, de 
estirpe agarena (musulmana, pues) nacida y criada en Alhama 
(Granada), que dice haber salido de su tierra "huyendo de la 
vigilancia que tienen los mastines veladores que en aquel reino 
tienen del católico rebaño" (p.330), aludiendo, sin duda, a los 
espías de la Inquisición. Cenotia se ufana de pertenecer a una 
saga de magas y encantadoras, así como de su capacidad de 
realizar auténticos prodigios, al menos verbales: 
Pero nosotras, las que tenemos nombre de magas y encan-
tadoras, somos gente de mayor cuantía: tratamos con las estre-
llas, contemplamos el movimiento de los cielos, sabemos la virtud 
de las yerbas, de las plantas, de las piedras, de las palabras, y, 
juntando lo activo a lo pasivo, parece que hacemos milagros... 
(p. 331) 
Puede que Cervantes tuviera noticia de un proceso que se 
desarrolló en Toledo, en 1558, en el que fue encausada por bruja 
una mujer de Alhama - 0 ; pero, sea así o no, lo cierto es que supo 
trazar en su relato la figura de una hechicera humanizada y con­
tradictoria, pues sorprende que, aunque tuviera tanto poder sobre 
la naturaleza y sobre la salud, fuera incapaz de controlar el amor, 
de modo que, consciente de ello, se ofrece al joven Antonio, no 
como esposa, sino como esclava, y aun así, el inmaduro joven la 
rechaza de forma tan despectiva, que provoca la venganza de la 
hechicera, que le hace un maleficio que lo deja a las puertas de la 
muerte, pues, como se señala en el texto. 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
...de ahí a dos días, se sintió mal dispuesto y cayó en la cama 
con tanto decaimiento que los médicos dijeron que se le acababa 
la vida, sin conocer de qué enfermedad, (p. 337) 
Y una vez más reaparece esa enfermedad desconocida, tantas 
veces presente en estos relatos y, al sospechar Antonio padre que 
ha sido provocada por Cenotia, sirviéndose de "algún envoltorio 
de agujas sin ojos o de alfileres sin cabeza", la amenaza de muer­
te, en caso de que su hijo no se cure pronto. Y, en efecto, desve­
lando parte del ritual, Cenotia retirará del quicio de una puerta los 
hechizos dispuestos, y al poco tiempo el joven recupera la salud. 
Y, al igual que le sucedió a la hechicera enamorada de Rutilio, 
también esta mujer, de estirpe agarena y heredera de una saga de 
brujas, sufrirá unfinal aleccionador, pues, acusada con Policarpo 
del incendio del palacio, a pesar de la admiración y el temor que 
suscita, es colgada de una "entena" (de un poste) (p.395). 
Mejor panorama gozará la última hechicera, una judía 
próxima al hebreo Zabulón, personaje tan marginal y difuso como 
el anterior y del que sólo conocemos sus efectos. A instancias de 
Hipólita, despechada por el desprecio de Periandro, dispondrá un 
hechizo con el que menoscabar la salud de Auristela y ocasio­
narle la muerte 2 1 . Y, al describirnos el deterioro de su belleza, no 
podemos evitar el recuerdo del proceso similar que sufría Isabela, 
la protagonista de La española inglesa, pues de manera seme­
jante, las hermosas mejillas de Auristela pasan de rosadas a cár­
denas, el carmín de sus labios se hace verde y las perlas de sus 
dientes parecen topacios y se nos comenta que hasta sus cabellos 
parecían haber mudado de color (p. 684); sólo que, a diferencia 
de aquella situación, aquí no hay envenenamiento directo, sino a 
distancia. Será el egoísmo, el temor a perderse al ver morir a Pe­
riandro por amor a Auristela, lo que incite a Hipólita a parar el 
proceso destructivo y romper el maleficio. Un maleficio que, si 
no expuesto con todo lujo de detalles, al menos sí con cierta 
delectación, hace que Cervantes, siempre ojo avizor y tan expe­
rimentado de la vida que está escribiendo esta novela cuando ya 
se iba de ella, concluya la anécdota de este hechizo con una 
coletilla moralizante que, de no producirse en aquellos tiempos 
difíciles de libertad en entredicho, se consideraría completamente 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
fuera de contexto, ya que, más que en una novela constituye una 
página ideal para un devocionario religioso, como puede verse: 
Hizolo asi la judia [curar a Auristela] como si tuviera en su 
mano la salud o la enfennedad ajenas, o como si no dependieran 
todos los males que llaman de pena de la voluntad de Dios, como 
no dependen los males de culpa; pero Dios, obligándole (si asi se 
puede decir) por nuestros mismos pecados, para castigo dellos 
permite que pueda quitar la salud ajena esta que llaman hechi-
cería, con lo que hacen las hechiceras. Sin duda, ha él permitido, 
usando mezclas y venenos, que con tiempo limitado quitar ¡a vida 
a la persona que quiere, sin que tenga remedio de escusar este 
peligro, porque lo ignora y no se sabe de dónde procede la causa 
de tan moral efeto; así que para guarecer destos males, la gran 
misericordia de Dios ha de ser la maestra, la que ha de aplicar la 
medicina, (p.689) 
Sabio y precavido discurso, en el que, una vez más, hallamos 
que, tras exponer unos hechos que pudieran resultar peligrosos, 
por precaución y para evitar el escándalo, se adjunta un añadido 
moralizante, que lo arregla todo y reconcilia con Dios el alma 
perturbada por el Diablo. 
Cenantes , que manejaba una amplia cultura y que había 
visto ya muchas cosas cuando escribe el Persiles no deja de 
admirarnos por sus conocimientos en general, y muy particu­
larmente los que demuestra sobre estos temas, aquí y en sus otros 
escritos. Que creyese o no en ellos, como se han planteado algu­
nos críticos, es difícil de saber, pero lo cierto es que los expone 
con una minuciosidad y un lujo de detalles que casi se podría 
afirmar que, por lo menos, no le desagradaban. 
NOTAS 
1 A modo de referencia, citaremos entre las clásicas, la obra de James 
George Frazer. The Golden Bough. A study in Magic and Religión. Mc-
Millan Press, 1976. (traducción española. La rama dorada. Fondo de 
Cultura Econónúca. México. 1997) 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
' Julio Caro Baroja. Las brujas y su mundo. Revista de Occidente. 
Madrid. 1961. (Reedición en Alianza Editorial. Madrid. 1997. con pró­
logo y álbum de Francisco J. Flores Arroyuelo). pp. 40 y ss. 
' Manuel Fernández Álvarez. Casadas, monjas, rameras y brujas. 
(La olvidada historia de la mujer española en el Renacimiento). Espasa 
Calpe. Madrid. 2002. También en Círculo de Lectores. Barcelona. 2002. 
4 Véase M. Fernández Alvarez, obra citada, p. 304 y Christian 
Andrés. "Figures de la Sorcière chez Cenantes et Lope de Vega". Iris. 
Centre de Recherche sur l'Imaginaire de 1' Université de Grenoble. III rï's 
8-9. segundo semestre 1989-primer semestre 1990. pp. 89-109. 
? Fernando de Rojas (y "antiguo autor"). La Celestina. Tragicomedia 
de Calisto y Melibea. Edición y estudio de Francisco J. Lobera y 
Guillermo Seres. Paloma Díaz-Mas. Carlos Mota e Iñigo Ruiz Arzálluz y 
Francisco Rico. Editorial Crítica. Barcelona. 2000. p. 62. 
6 Anónimo, Libro de suertes (Edición de Rosa Navarro Duran). 
Editorial Interpress' S.L. Barcelona. 1994. 
Teresa de Jesús. Libro de la vida (edición de Dámaso Chicharro). 
Cátedra. Madrid. 1990. 
8 Ángel Alcalá (edición crítica y notas). Proceso inquisitorial de fray 
Luis de León. Salamanca. 1991. 
' Véase el capítulo segundo del libro primero de Los trabajos de 
Persiles y Sigismundo (edición de Carlos Romero Muñoz). Cátedra. 
Madrid. 2002. Colección Letras Hispánicas, 427. Todas las citas que 
hacemos en este trabajo siguen esta edición. 
1 0 De ser un personaje real y no literario, claro está. 
" Véase las notas a pie de página que incluye sobre estos aspectos 
Carlos Romero en su edición. 
'" Y en relación con estas figuras, entre lobos y humanos, no deja de 
resultar curioso lo que nos cuenta Jurgis Baltrusaitis. en // Medioevo 
fantastico. Antichità ed esotismi nelT arte gotica. Oscar Studio 
Mondadori. Milán. 1977. de que Hades, el señor del Infierno, y. por tanto, 
el equivalente del Demonio cristiano, llevaba una cabeza de lobo que 
difundía la oscuridad, (p. 49) 
" Donde queda patente que el hecho de que los perros hablen es 
consecuencia de su vinculación con la brujería, pues en este caso uno de 
ellos es hijo de una bruja, como señalábamos en nuestro trabajo 
"Reflexiones sobre la figura de la Mujer en las Novelas ejemplares de 
Cervantes". ìólver a Cenantes. Actas del II' Congreso Internacional de 
Cervantistas. (Lepanto. 1 8 octubre 2000). Universität de les Ules Balears. 
Palma. 2001. Vol. II. pp. 797-807. 
1 4 Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 
Espasa Calpe. Madrid. 2001 (22 a ed.). Vol. II, p. 1375. 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...
1 3 Véase a este respecto el trabajo de Christian Andrés. "Fantasías 
brujeriles. metamorfosis animales y licantropía en la obra de Cenantes". 
Actas del III Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas. 
Anthropos. Barcelona. 1993. pp. 527-540. 
1 6 Rafael Martín Soto, Magia e Inquisición en el antiguo Reino de 
Granada (siglos A7 7-.YI III). Editorial Arguval. Málaga. 2000, p. 34. 
1' Vid. Ovidio, Metamorfosis, libro IX. 
I S Vid. Christian Andrés, artículo citado. 
" Véase la nota 13. 
"° Del que da noticia M. Fernández Álvarez. en Casadas, monjas... 
pp. 313-314. 
Véase a este respecto el trabajo de Antonio Ruiz Casado. "Au-
ristela hechizada: un caso de maleficio en el Persiles". Cervantes XII. 2 
(1992). pp. 91-104. 
ACTAS V - ACTAS CERVANTISTAS. Ernesto J. GIL LÓPEZ. Artes adivinatorias, brujerí...

Continuar navegando