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El desarrollo de las relaciones interpersonales

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El desarrollo de las relaciones interpersonales
La investigación psicosocial ha puesto de manifiesto cómo para que surja y se desarrolle una 
relación interpersonal son muy importantes una serie de factores cognitivos fuertemente in-
fluidos por el contexto social.
Cogniciones y expectativas concernientes a las relaciones
Un elemento crucial que influye en la supervivencia de una relación más allá de los primeros 
contactos son las expectativas y creencias existentes tanto sobre la otra persona implicada en 
la relación como sobre las futuras interacciones. Si, por ejemplo, pensamos que una persona 
a la que acabamos de conocer es atractiva, simpática, con intereses y gustos semejantes a los 
nuestros e imaginamos que le hemos caído bastante bien, es probable que intentemos relacio-
narnos con ella más veces. En cambio, si la persona no nos ha caído demasiado bien, creemos 
que es muy diferente de nosotros e intuimos que se ha formado una impresión negativa de no-
sotros, lo más probable es que desistamos de relacionarnos en un futuro con ella. En muchas 
ocasiones, las personas no somos conscientes de estas creencias o expectativas, lo que hace su 
influencia incluso más poderosa.
El problema de estas expectativas es que pueden dar lugar al fenómeno conocido como 
profecía que se cumple a sí misma: si nos hemos formado una imagen positiva de la otra perso-
na puede ser que mostremos interés por ella y que la tratemos con amabilidad, favoreciendo 
—por el simple hecho de la reciprocidad— que ella se comporte de esa misma manera con 
nosotros. En cambio, si la imagen que nos hemos formado de ella es negativa y anticipamos 
que su actitud hacia nosotros será de ignorancia o desprecio, por ejemplo, lo más probable es 
que ignoremos a esa persona o que incluso nos comportemos negativamente con ella, favore-
ciendo —también por reciprocidad— que ella se comporte de manera negativa con nosotros. 
Así lo pone de manifiesto un conocido estudio. Véase el Cuadro 13.1.
Cuadro : Profecía que se cumple a sí misma en la interacción.
Con el pretexto de estudiar las primeras interacciones entre personas, los investigadores pidieron a unos 
chicos que mantuvieran una conversación telefónica con una chica. A todos se les dio una foto de la 
chica con la que iban a hablar. La mitad de los chicos recibió una foto de una chica bastante atractiva 
y la otra mitad una foto de una chica considerablemente menos agraciada. A continuación, los chicos 
hablaban por teléfono con chicas que, en realidad, eran ajenas a toda la manipulación relacionada con 
la foto, y cuyo atractivo físico era variado. Su asignación a cada uno de los chicos se había hecho de 
forma aleatoria. 
Tras finalizar la conversación, quienes creían que habían hablado con una chica guapa, la evaluaban de 
manera más positiva y consideraban que sería una compañera más simpática que quienes habían hablado 
con una chica supuestamente menos atractiva. 
Pero lo más llamativo es que las chicas se comportaban efectivamente tal y como los chicos creían: 
las supuestamente atractivas de forma simpática y las supuestamente no atractivas de forma más 
antipática (éste es el resultado obtenido de los análisis que unos jueces externos realizaron de las 
conversaciones telefónicas).
Los resultados de este estudio sugieren que es perfectamente posible que los chicos acabaran pensando 
que sus impresiones reflejaban la realidad, sin caer en la cuenta de que tal vez era su propio comporta-
miento, alimentado por la visión de la fotografía que le habían presentado, lo que hacía que las chicas 
se comportaran de forma más o menos simpática.
Como también se indica en otros capítulos de este libro (Cognición social y Estereotipos), 
una vez que las personas tenemos formadas unas creencias y expectativas, es bastante probable 
que distorsionemos o ignoremos información que la contradice. Este proceso, unido a la pro-
fecía que se cumple a sí misma, hace que las expectativas sean bastante resistentes al cambio.
Una idea parecida se recoge en el concepto de fatalismo relacional. Véase el Cuadro 13.2.
Cuadro : Fatalismo relacional o la creencia en la predestinación de las relaciones 
interpersonales al éxito o al fracaso. 
Goodwin (1999, p. 69) recoge una creencia tradicional bastante extendida en China y relativa al yuan.
Esta creencia se refleja en esta frase: “si dos personas tienen yuan entre sí, aunque estén a miles de 
kilómetros, se encontrarán. En cambio, si no tienen yuan, aunque estén una frente a la otra, nunca 
se encontrarán”. 
Esta frase es un buen ejemplo del fatalismo relacional: las relaciones interpersonales están predestina-
das al éxito o al fracaso, y las personas implicadas tienen poco control sobre ellas. 
El fatalismo relacional no es exclusivo de China y del mundo oriental. Creencias similares se pueden en-
contrar también en el mundo occidental, donde se habla del amor romántico como una fuerza misteriosa 
y volátil, se hace hincapié en el amor a primera vista y son frecuentes afirmaciones como la siguiente: 
“estamos predestinados el uno para el otro”. 
RECUADRO: El efecto Miguel Ángel.
Drigotas y cols. (1999) han denominado efecto Miguel Ángel a un proceso de interdependencia 
mediante el que los dos miembros de una pareja se “esculpen” uno al otro en la dirección de sus 
respectivos Yo ideales. 
Por ejemplo, imaginemos que una persona es afectuosa y cálida y así se manifiesta a su pa-
reja; sin embargo, cuando se comporta así, la otra persona reacciona de forma fría e intentando 
distanciarse. Cuanto más se repita ese proceso, más probable es que la primera persona deje de 
comportarse de forma afectuosa, con lo que ya no manifiesta este aspecto de su Yo e, incluso, con 
el tiempo, tal vez llegue a cambiar la percepción que tiene de sí misma. 
El efecto Miguel Ángel consta de tres fases: 
1. Afirmación perceptiva de uno de los miembros de la pareja (por ejemplo, A cree que B es gene-
roso —y la generosidad forma parte del Yo ideal de B, de lo que a él o a ella le gustaría ser).
2. Afirmación conductual (por ejemplo, A se comporta de manera que favorece la generosidad de B).
3. Movimiento hacia el Yo ideal del otro miembro de la pareja (B se hace cada vez más generoso).
Cuando el proceso camina en esta dirección, la relación mejora. En cambio, cuando funciona
en sentido inverso (A cree que B no es generoso, pero si en realidad la generosidad es un aspecto 
del Yo ideal del B, la creencia de A no favorece comportamientos generosos en B y este acaba siendo 
menos generoso de lo que era), la relación empeora. 
Cuanto más estrecha o íntima es una relación, más intensidad adquirirá este fenómeno dado 
que la frecuencia de interacción probablemente sea mayor y además las motivaciones para adaptar 
el Yo a las percepciones y demandas de la otra persona también serán más elevadas. 
En una serie de estudios con poblaciones diferentes y utilizando medidas distintas, Drigotas y 
cols. (1999) han confirmado la relación positiva entre la afirmación perceptiva y conductual y la 
satisfacción y estabilidad de las relaciones de pareja.
La aproximación de Knee, Patrick y Lonsbary (2003) comparte la importancia atribuida a 
las cogniciones. Estos autores defienden la existencia de dos teorías implícitas (conjuntos de 
creencias de las que el individuo generalmente no es consciente) sobre las relaciones: 
• Creencia en el destino romántico, por ejemplo, la creencia de que “las parejas potenciales
son compatibles o incompatibles”, o de que “las relaciones que no empiezan bien, acaban
mal inevitablemente”.
• Creencia en el crecimiento de la relación, por ejemplo, la creencia de que “la relación ideal se
desarrolla gradualmente a lo largo del tiempo”, o de que “una relación con éxito evoluciona 
mediante el trabajo duro y la resolución de incompatibilidades”.
Estas creencias, y las teorías implícitas que originan son independientes entre sí. Es decir,
se puede mantener una de ellas y no la otra, se pueden mantener las dos o se pueden rechazarlas dos. Ahora bien, en ocasiones se combinan de una forma especial y entonces dan lugar a 
dos claras orientaciones: 
• Orientación de cultivo, combinación en la que la creencia intensa en el crecimiento de la
relación se conjuga con una creencia débil en el destino romántico.
• Orientación de evaluación, combinación en la que la creencia intensa en el destino román-
tico se une a una creencia débil en el crecimiento de la relación.
Estas combinaciones se presentan gráficamente en la Figura 13.1.
Figura: Las dos teorías implícitas sobre las relaciones y las dos orientaciones resultantes. 
La investigación de Knee y colaboradores (véase Knee, 1998) ha mostrado que estas creen-
cias determinan, al menos en parte, las metas, motivaciones y conductas que las personas 
tienen respecto a sus relaciones:
• Entre quienes creían en el destino romántico, había una relación más intensa entre la satis-
facción inicial con la relación y su duración: si estaban satisfechos, la relación duraba, pero
si no lo estaban al principio, la relación se rompía.
• Entre quienes creían en el crecimiento de la relación, las relaciones de noviazgo eran más
duraderas y se apreciaba una mayor utilización de estrategias de afrontamiento cuando
había algún problema en la relación.
Yela (2000) señala la existencia de mitos, o creencias ampliamente extendidas en nuestra 
cultura occidental, sobre las relaciones amorosas. Postula que estos mitos influyen poderosa-
mente en el comportamiento amoroso de las personas, a pesar de que en su opinión algunos 
son absurdos, otros falsos, otros imposibles y todos problemáticos. El Cuadro 13.3 presenta 
algunos de estos mitos.
Cuadro : Algunos de los mitos más extendidos sobre las relaciones amorosas.
Exclusividad El amor romántico sólo puede sentirse por una única persona al mismo tiempo.
Omnipotencia El amor “lo puede todo”.
Perdurabilidad El enamoramiento puede durar siempre.
Media naranja Siempre se elige la pareja predestinada.
Celos Los celos son un indicador de verdadero amor.
Matrimonio o 
convivencia El amor romántico-pasional debe conducir a la convivencia (o matrimonio).
Fidelidad Todos los deseos pasionales, románticos o eróticos, deben satisfacerse 
exclusivamente con una única persona.
La Teoría del apego: modelos de funcionamiento interno
La Teoría del apego, propuesta por Bowlby (1969/1982), parte del supuesto de que los seres hu-
manos poseemos un sistema conductual-motivacional que emerge en la infancia con el fin de 
protegernos a través del desarrollo evolutivo. Este sistema, compartido con otros primates, se 
desarrolla a partir de las relaciones con las personas que cuidan del niño desde su nacimiento. 
Según esta teoría, las experiencias tempranas de apego desempeñan un papel crucial. Ellas 
se encargan de suministrar la base emocional segura a la persona y, de esta forma, moldean los 
sentimientos de valía y confianza interpersonal (Bowlby, 1973, 1980). Por eso: 
• Las experiencias infantiles en las que se reciben respuestas y apoyo cuando se necesita, y un 
cuidado suministrado de manera consistente, proporcionan a los niños y niñas sentimien-
tos de autovalía y comodidad al depender de los demás.
• En cambio, las experiencias infantiles de cuidado abusivas, inconsistentes (unas veces el
adulto atiende al niño, pero otras lo ignora) o de dejadez, por el contrario, generan estilos
de apego negativos o disfuncionales.
Los pensamientos y sentimientos suscitados en nosotros según el estilo de apego con el que 
nos hayan criado cristalizan en modelos de funcionamiento interno, integrados básicamente 
por dos esquemas complementarios: 
• Primer esquema: se refiere a uno mismo; son las creencias concernientes a si uno merece o
no amor y cuidado.

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