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inmunopatologias

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 Inmunopatología 
 
 
En este apartado abordaremos los temas que en conjunto configuran la Inmunopatología. 
En su conjunto son enfermedades que aparecen como consecuencia de alteraciones del 
sistema inmune, bien por defecto en algunos casos o por exceso en otros. 
• Inmunodeficiencias tanto primarias como secundarias. 
• Inmunopatología de las enfermedades autoinmunes. 
• Hipersensibilidad y alergias. 
• Inmunología de los trasplantes. 
• Inmunología de las infecciones. 
• Inmunología de los tumores. 
• Inmunomediadores de la inflamación. 
• Principales inmunofármacos. 
 Estos procesos se tratarán por expertos en cada una de las materias de manera concisa y 
sobre todo analizando las bases moleculares y celulares en las que se basan las alteraciones 
que subyacen como causas de dichos procesos. 
J.L. Rodríguez 
Autoinmunidad 
La Autoinmunidad patológica viene definida por reacciones de base inmunológica, 
habitualmente persistentes y de larga duración, en las que intervienen antígenos propios 
(autoantígenos). Su expresión clínica es la consecuencia de la alteración orgánica o funcional 
de las células u órgano donde reside el antígeno que interviene en la reacción (enfermedades 
autoinmunes órgano-específicas). 
Cuando complejos de autoantígeno-autoanticuerpos circulan por la sangre y se depositan en 
diversos lugares del organismo, dan lugar a patología a nivel de diversos órganos, y 
constituyen la base de las denominadas enfermedades autoinmunes sistémicas o no órgano 
especificas. La idea de Autoinmunidad patológica lleva implícita la de autoinmunidad 
fisiológica o natural. En efecto todos los individuos tenemos linfocitos T y linfocitos B con 
potencialidad autoreactiva. Sin embargo como ha quedado dicho en el capitulo anterior, 
existen una serie de mecanismos que permiten que aquellos linfocitos autorreactivos 
potencialmente peligrosos sean eliminados física o funcionalmente. 
 
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Criterios que definen las enfermedades autoinmunes 
No existen unos criterios definidos y aceptados internacionalmente que permitan incluir como 
autoinmune una determinada enfermedad. Sin embargo muchas de las que actualmente se 
aceptan como autoinmunes lo son por combinar algunos o todos de los criterios que 
apuntamos a continuación: 
• Presencia en el suero del enfermo de autoanticuerpos reactivos con autoantígenos, 
presentes específicamente en el órgano o en algunas células del órgano diana de la 
enfermedad; o autoanticuerpos contra autoantígenos distribuidos de forma más general en el 
organismo. 
• Presencia de autoanticuerpos fijados en las células o estructuras que sufren el proceso 
patológico. 
• Demostración de que dichos autoanticuerpos juegan un papel patogénico en la 
enfermedad correspondiente. 
• Presencia de infiltrados linfocitarios de forma crónica en los tejidos afectados. 
• Demostración de que los linfocitos T aislados del órgano que sufre el proceso autoinmune, 
pueden ser activados in vitro por el autoantígeno putativo presentado adecuadamente. 
• Existencia de modelos experimentales espontáneos o inducidos que remedien la 
enfermedad correspondiente en el hombre, y en los que se demuestre que el sistema 
inmunológico juega el papel fundamental en su instauración. 
• Asociación en un mismo paciente de alguna otra enfermedad considerada de base 
autoinmune. 
• Mejoría del cuadro clínico con tratamientos inmunosupresores. 
• La observación de que un órgano o tejido trasplantado de un individuo idéntico, es 
rechazado de forma acelerada por el receptor, confirma el origen autoinmune del proceso 
que llevó a la necesidad de dicho trasplante. (Este hecho se ha visto en pacientes diabéticos 
trasplantados con páncreas de gemelos idénticos). 
 Factores genéticos y enfermedades autoinmunes 
Hoy sabemos que existen factores genéticos que imprimen susceptibilidad para el desarrollo 
de enfermedades autoinmunes y en muchos casos el genotipo del complejo principal de 
histocompatibilidad influye en la susceptibilidad a desarrollar determinadas enfermedades 
autoinmunes como se trata en el capitulo HLA y enfermedad. Sin embargo, el mecanismo 
que relaciona la asociación de determinados alelos del complejo principal de 
histocompatibilidad con susceptibilidad a enfermedades autoinmunes no está aclarado y hay 
que dejar constancia del carácter incompleto de dichas asociaciones. Solamente una 
pequeña fracción de los individuos que presentan un determinado alelo HLA desarrollará la 
enfermedad con que dicho alelo se asocia. 
 
 
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Factores ambientales y enfermedades autoinmunes 
La concordancia de gemelos monocigotos para una enfermedad autoinmune no supera en 
ningún caso el 60%. En consecuencia debe haber factores no controlados genéticamente que 
intervienen en la expresión de las enfermedades autoinmunes. A dichos factores en general 
les denominamos factores ambientales. Entre ellos destacan: 
Agentes infecciosos 
Es frecuente que una enfermedad autoinmune venga precedida de forma más o menos 
próxima de una enfermedad infecciosa. Los agentes infecciosos pueden poner en marcha una 
enfermedad autoinmune actuando de diversas maneras, por ejemplo: 
• Actuando como superantígenos, pueden mediar la activación policlonal de linfocitos T y/o 
B y macrófagos y liberar gran cantidad de citocinas que rescatarían células anergizadas 
autorreactivas. 
• Pueden causar la modificación de un autoantígeno, creándose un neoantígeno capaz de 
desencadenar una respuesta que actuaría sobre el autoantígeno. 
• Virus infectando las propias células linfocitarias podrían destruir o alterar la función de 
determinadas poblaciones con capacidad reguladora de la respuesta. 
• Los anticuerpos y/o linfocitos T generados en una respuesta inmune contra componentes 
de un agente infeccioso, pueden reaccionar en forma cruzada con ciertos componentes del 
propio huésped, al presentar estos últimos ciertos epítopos compartidos con el componente 
microbiano. 
Este fenómeno de reactividad cruzada entre componentes de un huésped y componentes de 
un agente infeccioso suele designarse como mimetismo molecular. El mimetismo molecular 
como mecanismo de enfermedad autoinmune, fue descrito por primera vez, al demostrarse 
que pacientes con fiebre reumática presentaban anticuerpos que reaccionaban con antígenos 
del estreptococo y con el tejido cardiaco. El mecanismo de mimetismo molecular es uno de 
los que en la actualidad tiene más predicamento para explicar la iniciación del fenómeno 
autoinmune. 
En esta dirección se han buscado moléculas en agentes infecciosos con epítopos reconocidos 
por linfocitos B y que se encuentren también en moléculas propias, y aun más importante 
moléculas conteniendo secuencias con los motivos requeridos para poder ser presentados 
por determinados alelos de antígenos de histocompatibilidad y que mimeticen péptidos 
propios. Epítopos con estas características se han encontrado en moléculas altamente 
conservadas en la filogenia, de todas ellas las más analizadas han sido las proteínas de 
estrés o de choque térmico (HSP heat shock proteins). 
Las proteínas de estrés, son producidas por todas las células procariotas y eucariotas. 
Existen varias familias de estas proteínas cuya producción se incrementa rápidamente, en 
situaciones de estrés o estímulos adversos para la célula (incremento de la temperatura, 
desecación, falta de glucosa en el medio, falta de otros nutrientes, irradiación ultravioleta, 
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radiaciones ionizantes, estímulos inductores de apoptosis en general). Entre las proteínas de 
estrés equivalentes de distintos orígenes existe una alta similitud. 
La denominada HSP 70 de la E. coli y del hombre tienen un 50% de homologías. Por otra 
parte dichas proteínas juegan un papel fundamental en el correcto plegamiento de 
determinadas proteínas a lasque a veces acompañan temporalmente para translocarlas de 
un compartimento de la célula a otro. 
En cualquier caso, una respuesta inmunológica montada en principio contra epítopos o 
péptidos de la proteína de estrés del microorganismo, podría reaccionar cruzadamente con 
proteínas de estrés propias y colaborar a que se establezca por un mecanismo de spreading 
(diseminación) una respuesta contra antígenos propios, preferentemente contra las proteínas 
que acompañadas por las proteínas de estrés forman con ellas complejos moleculares. 
Anticuerpos contra varias proteínas de estrés se encuentran en diversas enfermedades 
autoinmunes como diabetes tipo I, enfermedad de Crohn, artritis reumatoide, lupus 
eritematoso. Intervienen en el desarrollo de enfermedades autoinmunes experimentales, 
como en la artritis por adyuvante, y posiblemente en aquellas que se consiguen por la 
inmunización de animales con extractos proteicos emulsionados con adyuvante completo. 
Sustancias químicas 
Ciertas drogas, como hidralazina y procainamida, pueden inducir la aparición de LES y de 
determinados anticuerpos antinucleares. Otras como la alfa metil dopa pueden inducir 
anemia hemolítica por anticuerpos de la clase IgG. El halotane y ácido tienílico inducen la 
producción de anticuerpos contra el citocromo P450 y hepatopatía. Por otra parte la 
administración de cloruro de mercurio a animales de experimentación les induce un cuadro 
de LES con neuropatía y anticuerpos antinucleares. 
En este momento no se conoce con certeza el mecanismo de actuación de dichas sustancias 
en el desarrollo del fenómeno, pero una posibilidad es que modifiquen determinadas 
proteínas creando neoantígenos y que estos intervengan en la rotura de la tolerancia para 
los antígenos propios. 
Factores hormonales 
Las hormonas sexuales femeninas intervienen de forma aun no aclarada en favorecer la 
aparición de enfermedades autoinmunes. De hecho las enfermedades autoinmunes son en 
general mucho más frecuentes en mujeres que en varones. La relación mujer/varón va 
desde 4:1 para la diabetes tipo I y para la artritis reumatoide, hasta 50:1 para la tiroiditis de 
Hashimoto, cirrosis biliar primaria y hepatitis autoinmune clásica. 
Tipos de enfermedades autoinmunes 
Las enfermedades autoinmunes se clasifican clásicamente en: sistémicas o no específicas de 
órgano y específicas de órgano. Entre las primeras se incluyen las que afectan a gran 
número de órganos y se asocian a menudo a hiperactividad de linfocitos B y a un número 
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amplio y variado de autoanticuerpos. En este grupo destacan: Lupus eritematoso sistémico, 
Artritis reumatoide, Esclerodermia, Dermatomiositis y Polimiositis. De todas ellas la 
verdaderamente sistémica y que sin duda presenta más alteraciones inmunológicas es el 
LES. Además la existencia de diversas cepas de ratones (NZBxNZW, MRL lpr/lpr ó n/n, BXSB, 
SWRxSJL), que de forma espontánea presentan un cuadro clínico y hallazgos inmunológicos 
muy similares a los del lupus del hombre, ha permitido conocer más a fondo diversos 
aspectos inmunológicos y genéticos de dicha enfermedad. (Tabla 1) 
En las enfermedades autoinmunes específicas 
de órgano, como la miastenia gravis, el 
pénfigo o la tiroiditis de Hashimoto, los 
autoanticuerpos se dirigen específicamente 
contra un órgano o un tipo celular concreto 
de un órgano determinado. Existe un grupo 
de enfermedades autoinmunes difícilmente 
incluibles en las dos anteriores 
clasificaciones, por compartir características 
de ambos grupos, esto es, afectar un 
órgano sólo o preferentemente, pero tener 
autoanticuerpos contra estructuras 
antigénicas diversas sobre todo nucleares. 
Entre ellas destacan: la cirrosis biliar 
primaria, la hepatitis autoinmune, y el 
síndrome de Sjógren. 
 
Autoanticuerpos y enfermedades autoinmunes sistémicas 
Una característica de las enfermedades autoinmunes sistémicas es la presencia de 
autoanticuerpos frente a antígenos de localización intracelular y no órgano ni especie 
específicos. En general suelen denominarse anticuerpos antinucleares. El nucleoplasma, la 
matriz nuclear y el nucleolo, son los compartimentos en que dichos antígenos suelen estar 
localizados, aunque con la misma denominación de antinucleares se definen con frecuencia a 
algunos que reconocen antígenos de localización citoplásmica. 
Los antígenos diana suelen ser moléculas muy conservadas a lo largo de la evolución, como 
el DNA, las histonas y ciertas enzimas intranucleares. Algunos de los anticuerpos 
antinucleares (ANA), se han asociado específicamente a una determinada enfermedad, (e 
incluso a la prevalencia de determinados signos o síntomas), y se utilizan como marcadores 
para su diagnóstico. 
Esto ocurre con los anticuerpos anti DNA nativo y anti Sm en el LES, los anti Scl-70 en la 
esclerodermia difusa, el anticentrómero en el síndrome de CREST (calcinosis, Raynaud, 
dismotilidad esofágica, esclerodactilia y telangiectasias), antisintetasas de RNA de 
transferencia en la dermatomiositis-polimiositis. Otros autoanticuerpos se encuentran en 
diversas entidades como los antihistonas en el LES y en el lupus inducido por drogas, el anti 
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U1 RNP en el lupus eritematoso sistémico, enfermedad mixta del tejido conjuntivo, y 
algunos casos de esclerodermia, anti La y anti Ro en LES y en el síndrome de Sjögren y 
otros muchos de menor significación. 
Enfermedades autoinmunes específicas de órgano 
Aunque algunos autores como McDevitt, preconizan que todas las enfermedades 
autoinmunes son específicas de órgano y que la única diferencia con las enfermedades 
autoinmunes sistémicas (como el LES), radicaría en que en estas últimas el órgano diana de 
la autoinmunidad es el núcleo de las células, lo cierto es que existen claras diferencias entre 
ambos tipos de enfermedades. 
En primer lugar la diversidad de autoanticuerpos que se encuentra en el suero de los 
pacientes con enfermedades autoinmunes sistémicas es mucho más amplia y variada que en 
las enfermedades de órgano, en las cuales los autoanticuerpos, y en conjunto la célula diana 
de la enfermedad, se limitan con frecuencia a un solo órgano, e incluso a antígenos 
concretos de algún tipo celular de dicho órgano. 
Por otra parte en las enfermedades específicas de órgano, los autoanticuerpos o son especie 
específicos o reaccionan con más alta afinidad con antígenos de la propia especie. Además, 
en las enfermedades autoinmunes específicas de órgano sólo se afecta el órgano diana, 
mientras que en las sistémicas, la repercusión del fenómeno autoinmune, alcanza diversas 
estructuras del organismo. 
Desde el punto de vista de la instauración de la respuesta autoinmune (y sin descartar 
alteraciones de la regulación inmunológica comunes a ambos tipos de enfermedades 
autoinmunes), todo hace pensar que en las enfermedades específicas de órgano existirían 
alteraciones cuantitativas o cualitativas relacionadas con alguno o algunos antígenos del 
órgano diana, mientras que en las sistémicas el factor más importante sería el fracaso de la 
regulación inmunológica con una hiperactivación policlonal aunque restringida de linfocitos B. 
El número de enfermedades a las que se adjudica un mecanismo autoinmune específico de 
órgano, se ha incrementado con el tiempo, lo que se debe por una parte, al desarrollo de 
técnicas más sensibles para la detección de autoanticuerpos y, por otra al empleo de 
técnicas de estudio funcional, que permiten demostrar el efecto que producen dichos 
anticuerpos. 
Mecanismos patogénicos en las enfermedades autoinmunes 
Los mecanismos inmunológicos de daño tisular en las enfermedades autoinmunes son de los 
mismos tipos que los que operan en las reacciones inmunológicas denominadas de 
hipersensibilidad. En algunos casos el resultado final es la consecuencia de la reacción 
secuencial o simultanea de varias de ellas (ver Hipersensibilidad). Cuando la respuestaautoinmune va dirigida contra antígenos presentes en las membranas basales, como en el 
caso del síndrome de Goodpasture, la activación del complemento in situ conduce a la 
liberación de mediadores que concentran granulocitos en la zona, los cuales liberan 
localmente enzimas lisosomales que conducen al daño de la membrana. 
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En algunos casos los autoanticuerpos van dirigidos contra receptores hormonales, y pueden 
actuar como activadores como en el hipertiroidismo de Grave (Figura 1). En otros los 
autoanticuerpos no activan sino que bloquean los receptores y conducen a una situación de 
hipofunción sin destruir tejidos, esta es la situación en un tipo de diabetes denominada 
insulino resistente, en la que anticuerpos contra el receptor de la insulina, interfieren con la 
acción de dicha hormona. 
En la miastenia gravis, los autoanticuerpos contra el receptor de acetil colina, no sólo 
bloquean los receptores de acetilcolina en la placa neuromuscular sino que facilitan la 
internalización y degradación de dichos receptores. En todos los casos descritos y por los 
mecanismos expuestos, los autoanticuerpos son patogénicos. La adjudicación de 
responsabilidad patogénica en los casos de enfermedades autoinmunes no órgano específicas 
es más incierta. 
En el lupus eritematoso sistémico, los anticuerpos anti DNAds (de doble hebra) o nativo, 
mediante la formación de complejos DNA-anti DNA circulantes, se depositan 
preferentemente en riñones y piel en donde activan complemento. Los productos liberados 
durante la activación del complemento atraen y activan células fagocíticas a la zona. Dichas 
células, vertiendo localmente sus enzimas lisosomales (determinadas quimiocinas), son las 
verdaderas efectoras del daño local. Para otros muchos autoanticuerpos muy frecuentes y 
variados en el lupus eritematoso sistémico no se ha podido demostrar un papel claro en la 
patogenia. Solamente los anticuerpos anti Ro y anti La en los casos de lupus neonatal, se han 
demostrado patogénicos, produciendo en algunos casos bloqueo aurículo ventricular y lesiones 
dermatológicas denominadas eritema anular. 
El mecanismo de acción no queda claro, pero su patogenicidad si, ya que las lesiones guardan 
correlación con la presencia de tales autoanticuerpos en la madre, que los transfiere al hijo a 
través de la placenta. Las lesiones del niño remiten cuando el catabolismo de la IgG (y por 
tanto los autoanticuerpos transferidos de la madre) lleva a su desaparición. Mientras que la 
patogenicidad de los autoanticuerpos es en general fácilmente demostrable, la de los linfocitos 
T no lo es. 
La complejidad del sistema que reconoce el linfocito T (péptidos en el contexto de antígenos de 
histocompatibilidad), constituye un sistema mucho más complejo que el de antígenos y 
anticuerpos, para analizar in vitro. Por otra parte el análisis in vivo por transferencia pasiva 
sólo es posible en modelos animales, de modo que es a través de dichos modelos por lo que 
conocemos algunos datos a este respecto. 
En este sentido se ha podido demostrar que linfocitos T obtenidos de animales con 
enfermedades autoinmunes, bien desarrollada de una forma espontanea, como en el caso de la 
Diabetes tipo I en los ratones NOD, o bien inducida mediante la administración de antígenos o 
péptidos de dichos antígenos, como en la encefalomielitis autoinmune experimental, son 
capaces de transferir pasivamente a animales de la misma cepa la enfermedad 
correspondiente. 
Los linfocitos T pueden producir lesiones por dos mecanismos fundamentalmente. Uno es 
dependiente de linfocitos T citotóxicos, que están mediados por poroperforinas, granzimas y 
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apoptosis, y el otro por linfocitos T colaboradores mediante la liberación de citocinas 
inflamatorias. En este último caso, es difícil entender como un mecanismo de este tipo podría 
actuar con tal finura como para destruir unas células y respetar otras íntimamente relacionadas 
en el espacio (como ocurre por ejemplo con las células beta de los islotes pancreáticos en la 
diabetes tipo I). No obstante en modelos de transferencia pasiva en ratones se ha podido 
demostrar que células CD4+ con especificidad para antígenos presentes en células beta de los 
islotes, pueden mediar la destrucción de dichas células. 
Recientemente se ha puesto en evidencia un nuevo mecanismo en la producción de lesiones 
tisulares en varias enfermedades autoinmunes: tiroiditis de Hashimoto, diabetes de ratones 
NOD, y síndrome de Sjögren. En estas entidades la concomitante expresión de Fas y Fas-L, en 
los tirocitos, células beta de los islotes pancreáticos y epitelio de las glándulas salivares, 
correspondientes a los órganos diana de las enfermedades antes enunciadas, lleva a la 
denominada muerte fratricida por mecanismo de apoptosis (la destrucción se produce entre las 
propias células al interaccionar el Fas-L de unas con el Fas de las otras). Este mecanismo no 
requeriría en principio una respuesta autoinmune. Desde esta perspectiva las reacciones 
autoinmunes formarían parte de una fenomenología más amplia que conduciría a la destrucción 
de las células o tejidos involucrados. 
 
P. García Peñarrubia 
Alergias 
La palabra alergia proviene de un término griego que significa reactividad alterada. Un 
individuo es atópico, y por lo tanto propenso a padecer enfermedades alérgicas, cuando 
presenta una predisposición genética a desarrollar respuestas de hipersensibilidad frente a 
alérgenos que son inocuos para individuos que carecen de esa predisposición genética. 
El mecanismo central de las reacciones alérgicas consiste en la producción amplificada de IgE 
específica y no específica del alérgeno (1000 a 10000 veces superior a los niveles de IgE en 
personas normales), y la degranulación de los basófilos y mastocitos a través de receptores 
de membrana para dicha IgE. Cada vez es mayor la evidencia sobre la participación de 
varios tipos celulares (basófilos, eosinófilos, linfocitos T, células endoteliales, plaquetas y 
neutrófilos) en el proceso inflamatorio que da lugar a la producción de IgE y por lo tanto a la 
reacción de tipo alérgico. 
Las reacciones de tipo I corresponden a las clásicas reacciones de hipersensibilidad 
inmediata que se producen dentro del periodo de 15 minutos desde la interacción de un 
antígeno a anticuerpos IgE preformados y unidos en la superficie del mastocito o basófilo. La 
sintomatología se debe a la liberación de mediadores de dichas células, entre los que destaca 
la histamina y leucotrienos. Ejemplos de enfermedades tipo I son: shock anafiláctico, rinitis 
alérgica y asma alérgica. 
 
 
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Alérgenos 
Podemos definir un alérgeno como aquella sustancia capaz de provocar reacciones de 
hipersensibilidad por medio de la inducción y unión a anticuerpos de clase IgE. La respuesta 
del linfocito T a un alérgeno es similar a la respuesta frente a un antígeno convencional, es 
decir, el linfocito T reconoce un péptido del alérgeno procesado y presentado por una célula 
presentadora de antígeno en la molécula de MHC de clase II. 
 
 
 
 
 
Muchos alérgenos (Tabla 1) han sido clonados y secuenciados, e incluso se han identificado 
muchos péptidos inmunodominantes que se presentan en moléculas de clase II del tipo DR y 
DP. La magnitud de la respuesta a un alérgeno viene determinada por varios factores entre 
los que destacan: la vía de exposición, la dosis, el componente genético por parte del 
huésped y la propia antigenicidad del alérgeno que depende, entre otros, de su tamaño, 
configuración espacial y sus grupos químicos (Figura 1). En la (Figura 2) se observa un ácaro 
que participa induciendo muchos de los fenómenos alérgicos observados. En la (Figura 3) se 
observa un esquema de la aparición de ciertos pólenes en el sur de España. 
Biología de la atopía 
El desarrollo de una reacción alérgica tiene lugar en varias etapas similares a las de una 
reacción inmunenormal. En primer lugar se produce la entrada del alérgeno, generalmente a 
través de las mucosas, y formación de IgE frente al mismo y después el alérgeno reacciona 
con IgE unida a mastocitos y se 
produce la degranulación de éstos 
(Figura 4). 
En la primera etapa se produce la 
sensibilización al alérgeno, de 
modo análogo a cualquier 
antígeno extraño el alérgeno se 
internaliza, se procesa en 
péptidos y se presenta en MHC de 
clase II por una célula 
presentadora de antígeno a 
linfocitos T del tipo TH2 capaces 
de reconocer de modo específico 
el complejo formado por el 
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péptido y la molécula de MHC II (Figura 5). 
A continuación se produce la activación de linfocitos B reactivos al alérgeno, mediante el 
proceso de cooperación T-B en el que participan de modo directo pares de moléculas de 
membrana como MHC II-CD4, CD40-CD40L y las interleucinas IL-4 e IL-13 con sus 
receptores. Como resultado de esas interacciones moleculares se pone en marcha la 
transcripción de los genes de las inmunoglobulinas, la diferenciación del linfocito B y el 
cambio de clase para la síntesis de IgE, lo que da lugar a células plasmáticas secretoras de 
IgE. 
Una vez sensibilizado, el linfocito 
B produce IgE que se fija en la 
superficie de células cebadas y 
basófilos a través del receptor de 
alta afinidad, FceRI. La exposición 
posterior al alérgeno produce la 
unión del mismo a la IgE 
específica soluble o fijada en la 
membrana de células que 
expresan FceRI, lo que da lugar 
al entrecruzamiento de estos 
receptores y por lo tanto a la 
transducción de señales intracelulares que conducen a la degranulación de basófilos y células 
cebadas, así como a la síntesis de diversas citocinas y mediadores de reacciones 
inflamatorias, que son las responsables de la sintomatología de las reacciones alérgicas 
(Tabla 2). 
Síntesis de IgE 
Los niveles de IgE circulantes en sangre son inferiores a 100 ng/ml incluso en individuos 
atópicos. No obstante, estos últimos poseen niveles de IgE circulantes significativamente 
superiores a los de individuos no atópicos. Esto sugiere que la síntesis de IgE está sometida 
a un proceso de regulación muy estricto. En ratones este proceso está regulado 
genéticamente, ya que existen cepas de animales muy productoras de IgE y cepas no 
productoras. La producción de IgE es un proceso dependiente de linfocitos T del tipo TH2 a 
través de la acción estimuladora de la IL-4, IL-13 y en menor escala de la IL-5 e IL-6; 
mientras que está regulada negativamente por la acción del IFNg, TGFb, IL-8 e IL-12. 
Receptores de IgE 
Se han descrito dos tipos de receptores celulares de IgE, el de alta afinidad para IgE 
monómera (FceRI) que se encuentra preferentemente en células cebadas y basófilos, aunque 
recientemente se ha descrito que también lo expresan las células de Langerhans, monocitos 
de personas atópicas y eosinófilos en enfermedades parasitarias; y el de baja afinidad (FceII 
o CD23) que se encuentra en la mayoría de células hematopoyéticas e incluso en algunas 
células epiteliales. 
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Mediadores de células cebadas y basófilos 
Los gránulos de células cebadas y basófilos contienen una serie de sustancias mediadoras 
que son liberadas al espacio extracelular cuando la célula es estimulada (Figura 1). 
Estímulos que provocan la secreción de mediadores de células cebadas y basófilos 
El estímulo fisiológico que induce la degranulación de células cebadas y basófilos está 
mediado por la unión del complejo antígeno-IgE al receptor FceRI. Ello produce agregación 
del receptor, que transduce una señal de activación intracelular. La IgE unida al FcgRI 
también puede ser ligada por anticuerpos anti-IgE, o por mitógenos, como ConA, a través de 
glicoproteínas que poseen grupos manosa o glucosa en el dominio a terminal. Los basófilos y 
células cebadas también poseen receptor para IgG, aunque es de menor importancia y 
afinidad que el de IgE. 
Así, en roedores se ha descrito la liberación de histamina tras la estimulación a través de 
este receptor. La unión de C3a y C5a a sus receptores que se encuentran en la superficie de 
estas células también da lugar a la liberación de histamina, mientras que el C4a, que posee 
menos potencia anafiláctica, parece unirse al receptor de C3a. También actúan como 
inductores de secreción de histamina algunos factores producidos por linfocitos y 
macrófagos. Así el interferón aumenta la liberación de histamina mediada por IgE. 
Mecanismo bioquímico de la liberación de mediadores de células cebadas y 
basófilos 
Las células cebadas y basófilos liberan mediadores bioquímicos cuando se estimulan por 
unión de complejos antígeno-IgE al FceRI. La cinética de esta liberación es rápida, de modo 
que al cabo de 30 minutos la liberación es total. El proceso de secreción depende de las 
concentraciones y afinidades del antígeno y de IgE en la superficie de la célula. La 
agregación de receptores puede inducir una actividad intrínseca como la formación de 
canales de iones, la activación de enzimas o la activación de otros procesos bioquímicos 
celulares por interacción con componentes citoplásmicos. 
La interacción de IgE con antígenos multivalentes produce a su vez la interacción del 
receptor con el citoesqueleto, la agregación de receptores y finalmente la concentración de 
estos en un polo de la célula. Parece probable que los microtúbulos y microfilamentos 
participen en el proceso secretorio. 
Después de la agregación de receptores tienen lugar cambios morfológicos de la célula. Las 
microvellosidades se transforman en plegamientos, la célula se hace adherente, los gránulos 
se hinchan y su matriz cristalina se vuelve amorfa, muchos se conectan entre sí y se abren al 
exterior en un punto de la membrana. La secreción granular es un proceso que requiere 
energía, y se acompaña de cambios del potencial de membrana. 
El aumento del Ca2+ intracelular parece jugar un papel importante en el proceso de 
secreción de células cebadas y basófilos. Inmediatamente después de la estimulación del 
receptor con IgE se produce un aumento del Ca2+ intracelular debido a la liberación de los 
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depósitos intracelulares de Ca2+ por la acción del inositol trifosfato, y por otro lado, a un 
aumento del flujo de entrada de Ca2+ extracelular. 
El resultado final de la activación de las células cebadas y los basófilos es la exocitosis del 
contenido granular. Por otra parte, la estimulación de células cebadas y basófilos da lugar a 
la liberación de productos del metabolismo del ácido araquidónico que se genera a partir de 
fosfolípidos de membrana por la estimulación de la fosfolipasa C y fosfolipasa A 2. Si estos 
productos se generan por la vía de la lipooxigenasa se producen leucotrienos como: LTC4, 
LTD4, LTE4 y LTB4, mientras que si se generan por la vía de la ciclooxigenasa se producen 
prostaglandinas del tipo: PGD2, tromboxano A2 y prostaciclina. 
Enfermedades atópicas 
El hecho de que una persona 
desarrolle una enfermedad 
alérgica mientras que otras 
personas no lo hacen viene 
determinado al menos por dos 
tipos de factores: genéticos y 
ambientales. Las enfermedades 
atópicas más frecuentes en 
nuestro medio, se recogen en la 
(Tabla 3). La identificación precisa de genes asociados a la atopia tendrá consecuencias 
prácticas importantes. Permitirá la detección precoz “de niños de riesgo” así como la 
instauración de medidas preventivas, concretas. Por otra parte, el conocimiento de los 
mecanismos que regulan la expresión de los genes asociados a la atopia permitirá el 
descubrimiento de agentes terapéuticos específicos que prevengan la expresión de las 
diferentes citocinas. 
R. Solana y J. Peña 
Hipersensibilidad 
Los procesos inmunitarios son utilizados por el organismo para defenderse de las agresiones 
por agentes infecciosos. No obstante, en ciertos casos, el organismo reacciona de una forma 
inapropiada oexcesiva de manera que se pueden ocasionar diversos tipos de daño tisular. 
Estas situaciones, que conocemos como hipersensibilidad, pueden tener aspectos positivos o 
negativos al poder causar ellos mismos la enfermedad. 
La respuesta del organismo para producir una reacción de hipersensibilidad depende del 
agente patógeno y del terreno genético del hospedador que responderá de una u otra forma 
al agente causal. Según la clasificación de Coombs y Gell de 1963, existen cuatro tipos de 
reacciones de hipersensibilidad: Tipos I-IV (Tabla 1). La hipersensibilidad tipo I se tratará en 
el próximo capítulo. 
También ha sido definido un Tipo V denominado hipersensibilidad estimuladora, mediada por 
anticuerpos antirreceptor, que en lugar de destruir la célula produce su estimulación. En 
cada uno de los tipos de hipersensibilidad participan de forma secuencial diferentes tipos de 
13 
 
células y mediadores solubles. Las características más relevantes de cada tipo de 
hipersensibilidad se resumen a continuación y se esquematizan en la (Tabla 1). 
 
 
 
 
 
 
 
 
Hipersensibilidad tipo II 
Las reacciones de hipersensibilidad de tipo II son mediadas por anticuerpos tipo IgG o IgM. 
Estos anticuerpos pueden haberse producido como consecuencia de una respuesta 
inmunitaria normal y reconocer elementos no propios (como en el caso de inmunización 
reiterada con antígenos extraños o en enfermedades infecciosas agudas o crónicas), o por el 
contrario pueden ser autoanticuerpos que reconozcan componentes propios del organismo. 
Las reacciones de tipo II son reacciones mediadas por la interacción de antígenos presentes 
en la superficie de diferentes células con anticuerpos de tipo IgG e IgM preformados y que 
reconocen el tejido en cuestión. El daño celular resulta de la posterior activación de la 
cascada del sistema complemento o su interacción con células efectoras a través de su 
fracción Fc. Los receptores para la fracción Fc de la IgG se encuentran presentes en células 
fagocíticas (neutrófilos, macrófagos), células NK y plaquetas. 
La activación de estos receptores causa la liberación de proteasas y radicales libres de las 
células fagocíticas, el proceso de citotoxicidad dependiente de anticuerpo (ADCC) mediado 
por los linfocitos NK y la liberación de histamina y sustancias vasoactivas por las plaquetas. 
Además la activación del sistema del complemento origina el depósito de las fracciones C3b y 
C3bi en la membrana celular. Tanto las células fagocíticas como las NK poseen receptores 
para estos fragmentos (CR1 y CR3), lo que favorecerá su unión a la célula diana y su 
subsecuente destrucción. 
Los ejemplos más claros de hipersensibilidad de tipo II lo constituyen las reacciones 
hemolíticas. En determinadas circunstancias existen anticuerpos preformados que pueden 
reaccionar con antígenos de membrana del eritrocito y ocasionar su destrucción. Tal es el 
caso de las reacciones contra antígenos de grupos sanguíneos y que pueden dar lugar a dos 
cuadros clínicos de gran importancia: las reacciones postransfusionales y la eritroblastosis 
fetal. Entre los diferentes sistemas de grupos sanguíneos existentes, los sistemas AB0 y Rh 
son los más importantes. 
Casi todos los individuos poseen anticuerpos tipo IgM contra los antígenos del sistema de 
grupos sanguíneos AB0 que ese individuo no posee. En el caso de la eritroblastosis fetal son 
los anticuerpos contra determinantes del sistema Rh los responsables del daño ocasionado. 
Estos anticuerpos anti-Rh (D) no existen de forma espontánea en los individuos Rh (-), pero 
se sintetizan en los casos en los que haya habido un contacto previo (Figura 1). 
14 
 
En el momento del parto suelen pasar glóbulos rojos portadores de antígenos Rh (+) del feto 
a la madre. Como consecuencia, en ésta se puede producir una sensibilización de sus 
linfocitos que, en un contacto subsiguiente, sintetizarán anticuerpos tipo IgG. En un 
embarazo posterior, al permanecer las células sensibilizadas en la madre, se están 
produciendo anticuerpos anti Rh D (+) que pasan de la madre al feto y reaccionan frente a 
los glóbulos rojos de éste, llegando a la destrucción de los mismos. Esto produce una 
bilirrubinemia muy intensa que si no es tratada pronto, puede costar la vida al feto. 
Para prevenir este fenómeno, actualmente existe un tratamiento específico que consiste en 
inyectar a la madre, después del parto, inmunoglobulinas IgG anti Rh D (+) que reaccionan 
con los determinantes Rh D (+) de los glóbulos rojos fetales que han pasado a la circulación 
materna, con lo cual se evita la inmunización de la madre por algún mecanismo no muy bien 
conocido todavía, pero en el cual podría intervenir la acción supresora específica de la IgG 
inyectada. 
 
Hipersensibilidad tipo III 
Las reacciones de hipersensibilidad tipo III se producen por la existencia de 
inmunocomplejos circulantes que al depositarse en los tejidos causan la activación de los 
fagocitos y el subsecuente daño tisular. Los inmunocomplejos formados por la unión del 
anticuerpo y el antígeno pueden ser patógenos según sus características físico-químicas 
(Figura 2). 
Así dependiendo de su tamaño serán eliminados por la orina si son de pequeño tamaño o 
captados por los fagocitos si son de gran tamaño. Por el contrario los de tamaño intermedio 
pueden depositarse en los tejidos y causar lesiones. Otros factores como la carga también 
son determinantes para su efecto patológico. Los inmunocomplejos circularán por la sangre y 
se podrán localizar en diferentes tejidos del organismo, como articulaciones, vasos 
sanguíneos, riñón, etc. 
En la mayoría de los casos, los inmunocomplejos se forman como consecuencia de: 
• Post-estreptocócica, o persistentes como la hepatitis vírica tipo B o C. 
• Exposición e inhalación persistente de agentes ambientales como hongos 
(pulmón del granjero) o proteínas animales (enfermedad del cuidador de aves). 
• O bien como consecuencia de la presencia mantenida de altos niveles de 
autoanticuerpos en algunas enfermedades autoinmunes como lupus eritematoso 
sistémico o artritis reumatoide. La unión de los anticuerpos tipo IgG a los 
enfermedades infecciosas agudas como la glomerulonefritis antígenos solubles en 
el organismo causa el daño tisular por diferentes mecanismos. 
En primer lugar pueden inducir la activación de la cascada del complemento y la producción 
de C3a y C5a que atrae PMN al sitio inflamatorio lo que ocasiona un rico infiltrado de 
neutrófilos. La activación de estos y la liberación de enzimas lisosomales causa daño tisular. 
Asimismo son atraídos al foco inflamatorio mastocitos y células cebadas que liberan 
histamina incrementando la permeabilidad vascular. 
 
15 
 
Hipersensibilidad tipo IV 
La reacción de hipersensibilidad retardada juega un papel importante contra agentes 
patógenos intracelulares (por ejemplo, Mycobacterium tuberculosis, Listeria monocytogenes, 
Brucella mellitensis, Candida albicans, Pneumocytis carinii). Sin embargo, también tiene 
aspectos nocivos y a veces las lesiones tisulares causadas por la hipersensibilidad retardada 
son tan extensas que comprometen gravemente al organismo. 
La reacción de hipersensibilidad tipo IV se caracteriza por la llegada al foco inflamatorio de 
un gran número de células no específicas de antígeno con predominio de los fagocitos 
mononucleares. El desarrollo de una reacción de hipersensibilidad retardada requiere un 
período de sensibilización de 1 a 2 semanas tras el primer contacto con el antígeno. Durante 
este período, los linfocitos Th1 son activados por el antígeno presentado junto con las 
moléculas de clase II del MHC en una célula presentadora de antígeno y se expanden 
clonalmente. 
Tras un segundo contacto con el antígeno, se inicia la fase efectora de la respuesta. En 
general requiere unas 24 horas para que la reacción sea evidente y el máximo se produce 
entre 48 y 72 horas.Al cabo de unas horas de la inyección del antígeno, alrededor de las 
venas post-capilares se acumulan los neutrófilos. Al cabo de 12 horas, el lugar de inyección 
del antígeno aparece infiltrado por linfocitos T y monocitos con una distribución perivascular. 
Las células endoteliales se hinchan y dejan pasar macromoléculas del plasma. El fibrinógeno 
presente en el espacio intersticial se deposita en forma de fibrina y junto con los monocitos y 
linfocitos T extravasados causan la hinchazón y endurecimiento del tejido (granuloma). 
Las células que actúan como presentadoras de antígeno son células de Langerhans, 
macrófagos y células endoteliales. En la hipersensibilidad retardada, al contrario de lo que 
sucede en la hipersensibilidad inmediata, intervienen las citocinas segregadas por los 
linfocitos Th1 (Figura 3). 
La IL-2, actuando de forma autocrina, aumenta la población de células Th1. Además, se 
produce IFN-g que actúa sobre los fagocitos mononucleares activándolos y atrayéndolos al 
lugar de la inflamación. La IL-3 y el GM-CSF pueden inducir a nivel local una proliferación de 
los macrófagos. Además, los macrófagos activados producen a su vez M-CSF, GM-CSF y 
TGF-b que estimulan de forma autocrina su propia proliferación. Sobre las células 
endoteliales vasculares actúan el IFN-g y la linfotoxina, así como el TNF-a y la IL-1, ambas 
producidas por macrófagos, induciendo una serie de modificaciones que facilitan la salida del 
lecho vascular de los neutrófilos y monocitos. 
 
Infección 
Una amplia variedad de agentes infecciosos (virus, bacterias, protozoos, hongos y helmintos) 
son capaces de infectar a los seres humanos. En muchos casos, el agente infeccioso puede 
colonizar un tejido u órgano y mantener su número sin causar daño (colonización). La 
enfermedad infecciosa ocurre cuando ocasiona signos y síntomas de inflamación o de 
perturbación funcional de los órganos dando lugar a un problema clínico y no es una 
consecuencia inevitablemente asociada a infección. 
16 
 
La patogenicidad es un término relativo, que resulta del balance entre virulencia, o poder 
patogénico intrínseco, y los recursos defensivos utilizados por el hospedador para neutralizar 
la amenaza infecciosa. Los factores de virulencia son los componentes del microorganismo 
que le permiten colonizar, proliferar, invadir y destruir los tejidos del hospedador y 
determinan su capacidad de causar enfermedad. 
Existen dos tipos principales: 1) Factores que estimulan el crecimiento de los 
microorganismos y favorecen la colonización e invasión tisular, como moléculas de superficie 
(adhesinas), enzimas digestivas segregadas por el microorganismo invasor, etc. 
2) Las toxinas bacterianas, que pueden ser secretadas (exotoxinas), o lipopolisacáridos 
estructurales muy heterogéneos que forman parte de la pared de las bacterias Gram-
negativas (endotoxinas). Las exotoxinas son proteínas que pueden originar una enfermedad 
sin infección previa. 
Existen una gran variedad de mecanismos mecánicos, químicos, celulares e inmunológicos 
que se han desarrollado a lo largo de la evolución de la especie humana para prevenir la 
invasión de los microorganismos. Entre estos últimos el más importante es el sistema 
inmune. Una ligera perturbación en uno de estos mecanismos puede dar lugar a una 
infección por microorganismos poco virulentos y una alteración mayor, incluso a 
microorganismos avirulentos. Muchos microorganismos cuya patogenicidad habitual es baja, 
pueden dar lugar a una enfermedad grave en hospedadores con inmunidad deprimida y se 
les llama microorganismos oportunistas. 
Mecanismos de defensa del hospedador 
Las reacciones de defensa pueden producirse de 
forma específica o inespecífica. Las respuestas 
inespecíficas, aunque indiscriminadas y no 
específicas de Ag, tienen la ventaja de intervenir 
rápidamente durante una infección aguda y 
pueden permitir la supervivencia del hospedador 
hasta que las respuestas específicas congreguen 
nuevas defensas. Las respuestas inespecíficas, 
la mayoría de las cuales se producen minutos u 
horas después de la infección, componen lo que 
se denomina respuesta o inmunidad natural o 
innata cuyo nivel no se incrementa por 
inmunización repetida. 
En contraposición, la inmunidad adaptativa o Ag 
específica, se incrementa por inmunización repetida del Ag que la induce, tarda en aparecer 
días o semanas tras la exposición primaria, pero con frecuencia es indispensable para una 
completa resolución de la enfermedad (Figura 1). Aunque la mayor parte de los mecanismos 
de defensa se describen por separado son sistemas íntimamente relacionados que rara vez 
actúan independientemente. 
17 
 
Inmunidad natural 
La inmunidad natural implica los mecanismos inespecíficos, mecánicos, químicos, celulares y 
algunos de los inmunológicos, que previenen la colonización o infección de individuos sanos 
por los microorganismos del entorno (ver capítulo 1). Una de las más importantes defensas 
contra la infección la constituyen los fagocitos profesionales del hospedador, 
polimorfonucleares (PMN) y los monocitos/macrófagos. Cuando se produce una infección, los 
PMN son las células que primero acuden al sitio de la misma. 
Los PMN, guiados por sustancias quimiotácticas difundidas desde la región infectada, alteran 
sus mecanismos de adhesión, adhiriéndose y atravesando el endotelio. Posteriormente, estos 
mismos factores provocan una migración dirigida de los PMN hacia el lugar de la inflamación 
e infección. Estos factores quimiotácticos son sustancias liberadas por el hospedador en 
respuesta a la infección y productos microbianos, entre los que se encuentran los formil 
péptidos producidos por las bacterias que son reconocidos por los fagocitos. Varios 
microorganismos activan la vía alternativa del C, generando C5a. 
Además, los fagocitos secretan leucotrieno LTB4. Tanto C5a como LTB4 son quimiotácticos. 
Los fagocitos son capaces de internar por endocitosis y destruir toda una serie de 
microorganismos, aunque estas funciones se ven potenciadas por componentes de la 
respuesta inmune específica entre los que se encuentran: 
• Citocinas, secretadas principalmente por linfocitos después del reconocimiento 
del Ag, necesarias para su activación. 
• Acs, secretados por linfocitos B, que les dotan de propiedades opsónicas y 
efectoras aumentando el reconocimiento y unión de los microorganismos. Los 
fagocitos producen una serie de moléculas que median su acción antiinfecciosa 
que se han dividido clásicamente en dependientes o independientes del 
metabolismo de oxígeno. 
Entre estas últimas se incluyen una serie de compuestos microbicidas extremadamente 
básicos como lisozima, lactoferrina, catepsina, elastasa y las recientemente descritas 
defensinas (un conjunto de péptidos homólogos que dañan una gran variedad de 
microorganismos procarióticos y eucarióticos). 
También producen C que sirve para eliminar determinadas bacterias, bien promoviendo la 
opsonización en presencia de Ac, bien directamente, o incrementando la permeabilidad 
celular asociada con las respuestas inflamatorias. Los eosinófilos contienen una serie de 
proteínas tóxicas que destruyen helmintos. En los mecanismos dependientes de oxígeno se 
incluyen una serie de compuestos derivados del consumo de O2, como O2
-, H2O2, y radical 
hidroxilo, muy reactivos y que son muy importantes en la destrucción de patógenos 
intracelulares. Recientemente, se ha descrito un nuevo mecanismo que implica la síntesis de 
intermediarios reactivos de óxidos de nitrógeno, como el NO, a partir de L-arginina, por una 
enzima denominada NO sintetasa. 
Esta enzima es inducible en macrófagos por citocinas como TNF e IFN-g o por endotoxinas 
bacterianas como LPS y parece ser el mecanismo más importante en la destrucción de 
patógenos intracelulares. Las células NK son un grupo de linfocitos granulares que destruyen 
18algunas células infectadas por virus y parásitos intracelulares mediante citotoxicidad directa 
no restringida por el MHC o por mecanismos de citotoxicidad celular dependiente de Ac 
(ADCC). 
Los productos de los microorganismos también estimulan directamente la síntesis de 
citocinas por macrófagos y células NK, por lo que algunas citocinas pueden ser consideradas 
como parte de la inmunidad natural. Sin embargo, su cantidad aumenta después de una 
respuesta inmune específica debido a su síntesis directa o a su control por parte de los 
linfocitos T Ag-específicos. 
Las endotoxinas bacterianas estimulan directamente la síntesis de IL-1 y TNF por macrófagos 
aumentando la adhesión de fagocitos y linfocitos al endotelio. El TNF juega un papel central 
en la respuesta antiinfecciosa por sus propiedades inflamatorias, activando a los macrófagos 
y PMNs, además de tener un importante papel como inductor de necrosis e inducir fiebre. 
Esta citocina también induce la producción de prostaglandinas, activa las propiedades 
antitrombocíticas, la síntesis de factor activador de plaquetas (PAF) y la expresión de 
moléculas de adhesión en células endoteliales y la proliferación de fibroblastos. 
Además, TNF estimula la citotoxicidad de otras células efectoras inmunes, como son los 
eosinófilos, células NK y linfocitos T. Los virus inducen la síntesis de varios IFNs que juegan 
un papel muy importante en la resistencia a ciertas infecciones virales. Los IFNs son capaces 
de ejercer la acción antiviral de varias maneras sinérgicas: bloqueo de la replicación viral, 
aumento en la expresión de MHC, activación de las células NK y de los macrófagos. 
 
Inmunidad adquirida 
La respuesta inmune específica normalmente es lenta y no muy efectiva cuando se enfrenta 
a un microorganismo por primera vez. Sin embargo, cuando se induce memoria 
inmunológica, la segunda vez es mucho más rápida y efectiva. Esta respuesta, que se 
caracteriza por poseer especificidad y memoria, está mediada tanto por linfocitos T como B 
que poseen receptores específicos de Ag en su membrana, capaces de reconocer variados 
determinantes antigénicos. 
Las respuestas inmunes adaptativas pueden ser de tres tipos considerando los principales 
mecanismos efectores (ver capítulo 8). Los monocitos son incapaces de destruir ciertos 
patógenos, pero su capacidad de destrucción aumenta considerablemente si son activados 
por citocinas secretadas por células Th1. Esta activación es mediada por IFN-g, aunque otras 
linfocinas, especialmente TNF juegan un papel coestimulador de la actividad de IFN. 
La activación de macrófagos implica un mayor aumento de todos los mecanismos de 
destrucción de los mismos especialmente de aquellos dependientes de oxígeno y de NO. Los 
linfocitos B segregan Acs específicos con la cooperación de los linfocitos Th2 y en menor 
medida por los Th1. Estos Acs son capaces de erradicar ciertas infecciones por varios 
mecanismos: 
 
 
 
19 
 
• Previenen la unión de los 
microorganismos a sus receptores 
tisulares y celulares. 
• Neutralizan o inactivan directamente 
al microorganismo; ocurre cuando los 
Acs se unen a un Ag que posee una 
función vital para el parásito, como 
pueden ser las toxinas. 
• Activan la fijación y el sistema del C 
promoviendo la lisis de los 
microorganismos. 
• Favorecen la fagocitosis de los 
monocitos, macrófagos y PMNs a través 
de la unión a los FcR (opsonización). 
• Promueven las reacciones de citotoxicidad celular dependiente de Ac (ADCC) de las 
células citotóxicas y eosinófilos (Figura 2). 
 
Las células T CD8+ citotóxicas destruyen células infectadas con microorganismos 
intracelulares a través del reconocimiento del Ag asociado al MHC. Su activación requiere la 
cooperación de las citocinas producidas por las células Th1, IL-2 y en menor medida IFN-g. 
Median preferentemente la actividad antiviral, aunque también son efectivas contra algún 
protozoo intracelular. Su acción puede ser directamente citotóxica o debida a la secreción de 
linfocinas como IFN-g. 
La inducción de una u otra subpoblación de linfocitos T (Th1 o Th2), que implica la síntesis 
concomitante de las respectivas linfocinas, es clave para inducir una respuesta inmune 
protectiva en la mayoría de las infecciones por microorganismos. 
Evasión de la respuesta inmune 
Desgraciadamente, los agentes infecciosos se han adaptado de la manera más conveniente 
para su propia supervivencia, desarrollando sofisticados sistemas de evasión de las 
respuestas protectivas del hospedador. Así, ciertos parásitos intracelulares facultativos, 
especialmente protozoos y bacterias, están protegidos de gran parte de los sistemas 
efectores inmunes, debido a su localización intracelular y aunque la célula hospedadora 
puede expresar Ags del parásito en su membrana, éstos, de hecho, no suelen desencadenar 
una respuesta inmune protectiva frente a las células infectadas, a diferencia de lo que ocurre 
con infecciones virales. 
Otros muchos parásitos han desarrollado diversas estrategias para evitar el reconocimiento 
antigénico del cual dependen todos los mecanismos inmunológicos: mimetismo, debido a la 
absorción de proteínas del hospedador o por imitación de las proteínas de superficie del 
hospedador; liberación de Ags al medio bloqueando la interacción de los Acs con el 
microorganismo; cambio de Ags durante las diferentes fases del desarrollo. Otros 
mecanismos para dicha evasión son: 
• Variación antigénica. Conocida especialmente bien en algunos tripanosomas africanos, 
bacterias y virus. Ésta puede ser por mutación, cambio de genes o por recombinación 
génica. En teoría el cambio antigénico puede estar relacionado con la respuesta a los 
20 
 
mecanismos inmunes efectores, pero en la práctica, ningún parásito que utilice la variación 
antigénica lo hace, posiblemente porque así evita que se produzca su eliminación por una 
respuesta inmune efectiva. 
• Evitando la lisis mediada por C. Muchos microorganismos evitan la lisis mediada por C, 
bien por inhibición de la activación de la cascada del C o de la acción del C. La inhibición de 
la activación se puede conseguir por la síntesis o adquisición de moléculas reguladoras, el 
bloqueo de la activación del C o la formación de un complejo del complemento C5b-9 no 
lítico. 
• Evasión de los sistemas microbicidas. Ciertos microorganismos intracelulares facultativos 
son capaces de evadir los sistemas microbicidas de los fagocitos. Existen básicamente 3 tipos 
de evasión: a) Inhibición de la fusión entre el fagosoma y el lisosoma, b) Escape de la 
vacuola fagocítica al citoplasma, c) Resistencia a los sistemas de degradación de los 
lisosomas. 
• Inducción de supresión de la respuesta inmune Para evitar ser eliminados por el sistema 
inmune los parásitos inducen generalmente una supresión de la respuesta inmune. Los 
mecanismos son muy variados e incluyen la inducción de células supresoras, la alteración de 
las funciones de las citocinas o la inducción preferencial de la subpoblación Th no protectiva. 
A veces la inmunosupresión causada por una infección conduce a estados de 
inmunosupresión severa. 
 Este es el caso de la infección por HIV-1 que como es sabido conduce a una 
inmunosupresión, de ahí su denominación de SIDA (síndrome de inmunodeficiencia 
adquirida) que se alcanza cuando avanza la infección. Otros casos de deficiencias 
inmunológicas como consecuencia de una infección viral aparecen en el sarampión, hepatitis 
A, B y C, influenza y rubeola. Tras infecciones bacterianas también se han observado 
defectos inmunológicos. 
Inmunopatología 
Existen multitud de factores que determinan por qué ciertas complicaciones patológicas 
están asociadas a unas infecciones y no a otras. La patología puede ser mediada por el 
parásito o por la propia respuesta del hospedador. En algunos microorganismos el daño 
tisular se produce como consecuencia de la propia replicación, para permitirla colonización, 
para evadir la respuesta inmune o debido a las toxinas. 
En muchos otros casos es la propia respuesta inmune frente al microorganismo la causante 
de una Inmunopatología. Las respuestas inmunes pueden ser potencialmente peligrosas 
debido principalmente a reacciones autoinmunes o de hipersensibilidad. La autoinmunidad, 
suele ser una consecuencia del mimetismo antigénico utilizado como mecanismo de evasión 
de la respuesta inmune realizado por varios microorganismos. 
Cada día toma más fuerza la creencia de que ciertas enfermedades autoinmunes tienen una 
etiología infecciosa debido a la similitud antigénica entre microorganismos y el hospedador. 
Cuando las reacciones inflamatorias son de intensidad leve o moderada constituyen un 
mecanismo importante de defensa, favoreciendo la llegada de células inmunes a los lugares 
de la infección. Sin embargo, un exceso de respuesta inmune, hipersensibilidad, puede ser 
perjudicial para el hospedador destruyendo tejidos normales. La producción excesiva de 
ciertas citocinas, puede provocar también patología. 
21 
 
El ejemplo más dramático lo constituye el papel de TNF en el shock séptico asociado a 
múltiples infecciones bacterianas y en malaria cerebral. El predominio, en la respuesta 
inmune frente a un agente infeccioso, de una u otra subpoblación de linfocitos T (Th1 o Th2), 
y de las respectivas linfocinas que ellos producen da lugar bien a resistencia o a 
Inmunopatología en muchas infecciones. 
La inhibición de un tipo de Th, con la consiguiente estimulación del otro, está asociada a la 
patología de muchas enfermedades entre ellas el SIDA. En resumen, una mejor comprensión 
de todos los fenómenos implicados en las relaciones hospedador-agente infeccioso es 
fundamental para conseguir vencer a las infecciones mediante una estimulación correcta de 
la respuesta inmune permitiendo: 
• Corregir los factores que predisponen a la infección. 
• Una quimioprofilaxis y sobre todo una mejor inmunoprofilaxis pasiva que incluya además 
de Igs, citocinas, etc. 
• Mejorar enormemente los procesos de inmunización activa (estabilidad, ruta de 
administración, etc.) para conseguir aumentar la eficacia de las nuevas vacunas. 
 
A. Celada 
Inflamación 
Cuando se produce una rotura de la piel o de las mucosas, los microorganismos pueden 
pasar del medio externo al interno. Como consecuencia de esto, y en un intento de 
neutralizar al agente invasor, se produce una reacción en el tejido conectivo vascularizado 
que se denomina inflamación. 
Este complejo proceso produce el acúmulo de fluidos y leucocitos en el espacio 
extravascular. La inflamación puede ser originada por factores endógenos (necrosis tisular o 
rotura ósea) o factores exógenos como lesiones por agentes mecánicos (corte, etc), físicos 
(quemaduras), químicos (corrosivos), biológicos (microorganismos) e inmunológicos 
(reacciones de hipersensibilidad). Aunque en algunos casos, como la hipersensibilidad, la 
inflamación puede tener consecuencias nocivas, por lo general es una respuesta protectora 
que trata de restaurar los tejidos lesionados. 
Tras un proceso inflamatorio puede ocurrir lo siguiente: 
 • Resolución con retorno a una estructura y función normales. 
 • Supuración con formación de abceso. 
 • Hinchazón con regeneración de tejido especializado o fibroso formando una cicatriz. 
 • Persistencia del agente causante, haciéndose el proceso crónico (Figura 1). 
 
22 
 
 
La respuesta inflamatoria está formada por plasma, células circulantes, vasos sanguíneos y 
constituyentes celulares y extracelulares del tejido conectivo. Entre las células circulantes se 
incluyen los neutrófilos, monocitos, eosinófilos, linfocitos, basófilos y plaquetas. Las células 
del tejido conectivo son los mastocitos, que rodean los vasos sanguíneos y los fibroblastos. 
La matriz extracelular está constituida por proteínas fibrosas estructurales (colágeno, 
elastina), glicoproteínas adherentes (fibronectina, laminina, entactina, tenascina y otras) y 
proteoglicanos. La membrana basal es un componente especializado de la matriz extracelular 
formada por glicoproteínas adhesivas y proteoglicanos. 
Los cuatro signos cardinales de la inflamación fueron descritos por Paracelso, (30 AC al 38 
DC) y son: 
 • Rubor (coloración roja). 
 • Tumor (hinchazón). 
 • Calor. 
 • Dolor. 
 
Posteriormente, Galeno (130-200), añadió un quinto signo: pérdida de función. La coloración 
y el calor se deben a un aumento del flujo sanguíneo en el área traumática y a la 
constricción de las vénulas. Los cambios de la microcirculación son inducidos por mediadores 
químicos. Estos mediadores, además, aumentan la permeabilidad capilar con lo que los 
líquidos y las células sanguíneas pasan al espacio extravascular provocando la hinchazón y 
un aumento de la presión local que es el que origina el dolor. 
Tipos de inflamación 
La inflamación según su duración se divide en aguda y crónica. La aguda es de duración 
relativamente corta (minutos, horas o unos pocos días), se inicia muy rápidamente y se 
caracteriza por el exudado de fluidos plasmáticos y la migración de leucocitos 
predominantemente neutrófilos. La inflamación crónica dura semanas, meses o incluso años 
23 
 
y se caracteriza histológicamente por el infiltrado de linfocitos y macrófagos con la 
proliferación de vasos sanguíneos y tejido conectivo. 
Inflamación aguda 
Los cambios que se producen tras la lesión tisular se deben a tres procesos: 
• Cambios en el flujo y calibre vascular, que hacen que aumente el flujo sanguíneo. 
• Cambios estructurales en los vasos sanguíneos que aumentan la permeabilidad 
vascular e inducen la formación de exudado inflamatorio. 
• Paso de los leucocitos del espacio vascular al extravascular alcanzando así el foco de 
las lesiones. El resultado de todo ello es el acúmulo de un fluido rico en proteínas, 
fibrina y leucocitos. En los primeros 10-15 minutos se produce una hiperhemia por 
dilatación de arteriolas y vénulas y apertura de los vasos de pequeño calibre. 
Tras esta fase aumenta la viscosidad de la sangre, lo que reduce la velocidad del flujo 
sanguíneo. Al disminuir la presión hidrostática en los capilares, la presión osmótica del 
plasma aumenta, y en consecuencia un líquido rico en proteínas sale de los vasos sanguíneos 
originando el exudado inflamatorio. 
 
Inflamación crónica 
Si la inflamación dura semanas o meses se considera crónica, y tiene dos características 
importantes: 
• El infiltrado celular está compuesto sobre todo por macrófagos, linfocitos y células 
plasmáticas. 
• La reacción inflamatoria es más productiva que exudativa, es decir, que la 
formación de tejido fibroso prevalece sobre el exudado de líquidos. 
La inflamación crónica puede producirse por diversas causas: 
• Progresión de una inflamación aguda. 
• Episodios recurrentes de inflamación aguda. 
• Inflamación crónica desde el comienzo asociada frecuentemente a infecciones 
intracelulares (tuberculosis, lepra, etc). Microscópicamente la inflamación crónica se 
caracteriza por la presencia de macrófagos y sus derivados (células epitelioides y 
gigantes), linfocitos, células plasmáticas, neutrófilos, eosinófilos y fibroblastos. 
 
Inflamación crónica granulomatosa 
Algunas formas de inflamación crónica tienen una histología peculiar que consiste en el 
acúmulo de macrófagos modificados llamados epitelioides formando unos agregados 
nodulares llamados granulomas. Las células epitelioides reciben ese nombre porque se 
asemejan a células epiteliales. Tienen un núcleo vesicular y abundante citoplasma eosinófilo 
y segregan el enzima convertidor de angiotensina (Kininasa II), la fosfatasa ácida y 
24 
 
mucopolisacáridos. Además, los macrófagos pueden fusionarse por efecto del IFN-gamma y 
formar células gigantes que contienen hasta 100 núcleos. 
Mecanismos que intervienenen la inflamación 
Migración leucocitaria 
Inicialmente, en la inflamación aguda se acumulan predominantemente los leucocitos 
neutrófilos polimorfonucleares y en las fases tardías, los monocitos y macrófagos. Hay tres 
fases para el reclutamiento de las células en la región dañada, es decir, la extravasación o 
salida de las células desde la luz del vaso al espacio intersticial. En el capítulo dedicado al 
estudio de las moléculas de adhesión se analiza la función de las mismas en los procesos de 
migración leucocitaria. 
Normalmente las células 
ocupan la parte central del 
torrente sanguíneo teniendo 
muy poco contacto con el 
endotelio. Al aumentar la 
permeabilidad vascular, el 
flujo sanguíneo se enlentece, 
lo que permite a los 
leucocitos acercarse al 
endotelio vascular. Este 
proceso se denomina 
marginación y se debe a los 
cambios hemodinámicos 
producidos en la inflamación 
(Figura 2). Los leucocitos escapan del torrente circulatorio mediante un movimiento 
ameboide activo. 
Cuando los leucocitos entran en contacto con la célula endotelial, proyectan pseudópodos y 
migran por la superficie hasta que detectan una unión celular interendotelial. Durante su 
paso desde la luz vascular al tejido extravascular, el leucocito rompe las uniones 
interendoteliales y la membrana basal probablemente a través de la secreción de 
colagenasa. El tipo de leucocito que migra depende mucho del tiempo que dura la 
inflamación y del tipo de estimulo. 
En la mayoría de los casos, en la inflamación aguda los neutrófilos son las células 
predominantes durante las primeras 24 horas. Estas células empiezan a acumularse en los 
primeros minutos tras la lesión, mientras que los monocitos y macrófagos se acumulan más 
tarde, tras 24 horas. Después de la extravasación, los leucocitos migran en los tejidos a los 
lugares donde se ha producido la lesión mediante el proceso de quimiotaxis. 
 
 
 
 
 
25 
 
Células que intervienen en la 
inflamación 
En la inflamación intervienen multitud de 
células pero entre ellas destacan los 
granulocitos neutrófilos y los fagocitos 
mononucleares. La vida de los neutrófilos 
es muy corta, sólo de 3 a 4 días. Algunos 
de los productos de los gránulos son 
bactericidas, mientras que otros son 
capaces de degradar la matriz proteica 
extracelular (Tabla 1). 
Muchos de los neutrófilos mueren en los lugares de inflamación liberando los enzimas que 
pueden dañar las células o las proteínas de la matriz extracelular. Los fagocitos 
mononucleares se diferencian en prácticamente todos los tejidos del organismo de distinta 
manera, según el tejido que ocupan, dando lugar a macrófagos. Los macrófagos tienen una 
producción autocrina de factores de crecimiento tales como el GM-CSF o el M-CSF que hacen 
que proliferen localmente en los tejidos. Para llevar a cabo sus funciones, los macrófagos 
necesitan ser activados por el IFN-gama. 
 
Moléculas que intervienen en la 
inflamación 
Además de las células directamente 
implicadas en la inflamación, como son 
los neutrófilos, macrófagos y linfocitos, 
los basófilos, mastocitos, plaquetas y 
células endoteliales también producen 
mediadores químicos (Tabla 2). Hay 
dos tipos, los mediadores tisulares y los 
mediadores plasmáticos de la 
inflamación. 
 
 
Mediadores tisulares de la inflamación 
La activación de los mastocitos, basófilos y plaquetas estimula el metabolismo del ácido 
araquidónico con la consiguiente síntesis de prostaglandinas, leucotrienos y tromboxanos 
(Figura 3). La histamina y la serotonina, segregadas por mastocitos, basófilos y plaquetas, 
producen vasodilatación y aumentan la permeabilidad vascular. El PAF es un complejo 
lisofosfolípido-acetilado que induce la agregación plaquetaria y la degranulación. Además, 
aumenta la permeabilidad vascular, induce la adhesión leucocitaria y estimula la síntesis de 
derivados del ácido araquidónico. 
Estos derivados incluyen las prostaglandinas y los leucotrienos. El ácido araquidónico es un 
ácido graso derivado del ácido linoleico que se encuentra en la membrana celular y bajo 
26 
 
estimulación puede ser liberado al exterior de la célula por una fosfolipasa (Figura 5). El 
óxido nítrico se produce por las células endoteliales, macrófagos y neuronas del cerebro. 
 
 
Mediadores plasmáticos de la 
inflamación 
El factor XII de la coagulación (Factor 
Hageman) se activa por superficies 
extrañas cargadas negativamente, tales 
como la membrana basal, enzimas 
proteolíticos o lipopolisacáridos. Una vez 
activado, el factor XII puede activar el 
sistema de la coagulación, el de la 
fibrinolisis y el de las kininas-kalicreína. 
 
 
Manifestaciones sistémicas de la 
inflamación 
Las manifestaciones sistémicas se conocen de forma colectiva como respuesta de la fase 
aguda (acute phase response). Al llegar un agente que produzca una lesión hay un ajuste 
rápido en la composición de las proteínas plasmáticas y la concentración de algunas 
aumenta, mientras que la de otras disminuye. 
Una de las que aumenta es la proteína C reactiva, que funciona como opsonina de 
bacterias, la alfa-2-macroglobulina y otras antiproteinasas, el fibrinógeno del sistema de la 
coagulación y el amiloide sérico A, cuya función se desconoce. La albúmina y la transferrina 
disminuyen. La mayoría de estos cambios se producen por alteraciones en la síntesis de 
estas proteínas por los hepatocitos. La inflamación produce fiebre a través de pirógenos 
externos (endotoxina generalmente) que estimulan la producción de pirógenos endógenos 
como la IL-1 o el TNF. 
27 
 
Estas citocinas actúan sobre el hipotálamo anterior, donde se encuentra el termostato central 
del organismo e inducen la producción de PGE2 que hace aumentar la temperatura corporal. 
Además, en la sangre periférica se puede observar una leucocitosis, es decir, un aumento del 
número de leucocitos (dos o tres veces). Este aumento se debe sobre todo a los neutrófilos, 
entre los que aparecen algunas formas inmaduras (cayados). 
Reparación de la inflamación 
En la inflamación se produce una destrucción de las células del parénquima y de las del 
estroma. El tejido lesionado se repara mediante tejido conectivo que va a producir la fibrosis 
y la escarificación. En este proceso intervienen los componentes siguientes: 
• Formación de nuevos vasos sanguíneos (angiogénesis). 
• Migración y proliferación de fibroblastos. 
• Depósito de matriz extracelular. 
• Maduración y organización del tejido fibroso (remodelación). El proceso de reparación 
empieza a las 24 horas tras la lesión. Los fibroblastos y las células del endotelio vascular 
comienzan a proliferar formando el tejido de granulación en el cual se forman nuevos vasos 
(angiogénesis). 
E. Gómez de la Concha 
Inmunodeficiencias 
En ocasiones, por fortuna poco frecuentes, existe una deficiencia de alguno de los 
componentes del sistema inmune, apareciendo las enfermedades que llamamos 
inmunodeficiencias primarias. En ellas, el defecto se circunscribe en general a un sólo 
aspecto de la respuesta, por lo que se pueden catalogar en inmunodeficiencias específicas (si 
se afecta la parte específica de la respuesta inmunitaria, es decir, los linfocitos B o T) o 
inespecíficas, si afectan a la porción inespecífica de la respuesta (células fagocíticas y 
complemento). 
Con mayor frecuencia, la respuesta inmunitaria se afecta secundariamente a la aparición de 
otra patología (cáncer, enfermedades metabólicas, malnutrición etc.) o a la administración 
de drogas (drogas inmunosupresoras), hablamos entonces de inmunodeficiencias 
secundarias. 
Tanto las inmunodeficiencias primarias como las secundarias se manifiestan clínicamente por 
la aparición de infecciones crónicas, persistentes o recurrentes. Es la consecuencia lógica de 
un trastorno del sistema encargado de defendernos frente a microorganismos. También 
numerosas infecciones provocansecundariamente una inmunodeficiencia, siendo la más 
antiguamente conocida el sarampión, y la más grave e importante en la actualidad la 
infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV), que produce el síndrome de 
inmunodeficiencia adquirida (SIDA). En enfermos con inmunodeficiencia también aumenta el 
riesgo de padecer tumores y enfermedades autoinmunes, todo ello como consecuencia de un 
mal funcionamiento y una mala regulación del sistema inmunitario. 
28 
 
Debido al rápido progreso en los últimos años de la genética y la biología molecular, cada día 
se conocen mejor las causas de las inmunodeficiencias primarias, siendo más precisos y 
efectivos su diagnóstico y su tratamiento. 
Inmunodeficiencias primarias 
Son enfermedades en general poco 
frecuentes, que en su mayoría aparecen 
en la infancia y tienen un componente 
genético importante, habiéndose definido 
en muchas de ellas el modo de herencia y 
la localización cromosómica de la 
alteración (Tabla 1). 
Específicas 
En ellas se afecta la parte específica de la respuesta inmunitaria (aquella capaz de reconocer al 
antígeno): los linfocitos T o B, o los anticuerpos. 
Inmunodeficiencias predominantemente de anticuerpos 
Si se afecta sólo la producción de anticuerpos hablamos de una inmunodeficiencia humoral, que 
puede afectar únicamente a la producción de anticuerpos de la clase IgA (déficit selectivo de 
IgA), a la producción de IgA e IgG (Síndrome de Hiper IgM) o a todas las clases de 
inmunoglobulinas (agammaglobulinemia ligada al sexo e inmunodeficiencia variable común). 
Son las más frecuentes dentro de las inmunodeficiencias específicas (especialmente el déficit 
aislado de IgA), y también las menos graves y las que mejor responden al tratamiento. 
Inmunodeficiencias combinadas 
En ellas se afectan los linfocitos B y T. Se presentan prácticamente desde el nacimiento con 
infecciones graves que ponen en peligro la vida, falta de desarrollo, linfopenia e 
hipogammaglobulinemia. Pueden confundirse con el SIDA trasmitido por la madre, 
debiéndose investigar por PCR la presencia de genoma viral. Las más frecuentes son las 
diversas formas de inmunodeficiencias combinadas severas (SCID). Entre ellas cabe 
mencionar: 
• SCID ligada al cromosoma X: debida a una mutación en la cadena gamma del 
receptor de la IL-2. Casi siempre se presenta con cifras normales de linfocitos B 
circulantes. 
• Déficit de adenosina deaminasa (ADA): debida a mutaciones o delecciones en 
el gen que codifica para este enzima. 
• Déficit de purina-nucleosido fosforilasa (PNP). También debida a defectos en el 
gen que codifica para el enzima PNP. En ambos defectos enzimáticos la 
acumulación de metabolitos tóxicos afecta a los linfocitos impidiendo su 
proliferación; pero mientras que en el defecto de ADA se afectan tanto los 
linfocitos T como B, en el defecto de PNP se afectan preferentemente los linfocitos 
T. 
• Déficit de HLA clase II: Al faltar estas moléculas el reconocimiento del antígeno 
por los linfocitos T CD4+ no se puede realizar. El número total de linfocitos es 
29 
 
normal pero las células T CD4+ están disminuidas, así como la producción de 
anticuerpos y las inmunoglobulinas del suero. 
• Disgenesia reticular: Producida por la falta de diferenciación de las células 
progenitoras de la médula ósea hacia células linfoides y mieloides, por lo que 
además de linfopenia se observa neutropenia y trombocitopenia. La muerte suele 
ocurrir en este caso pocos días después del nacimiento. 
Inmunodeficiencias asociadas a otros defectos 
En algunas enfermedades la inmunodeficiencia no es más que uno de los componentes del 
proceso: 
• Síndrome de Wiskott-Aldrich: Caracterizado clínicamente por 
inmunodeficiencia, eczema y trombocitopenia. Aparecen alteraciones en el 
citoesqueleto de los linfocitos T y de las plaquetas. Se conoce el gen defectuoso 
presente en el brazo corto del cromosoma X, que ha sido clonado y codifica para 
una proteína de 501 aminoácidos (WASP), pero la función de esta proteína aún se 
desconoce. 
• Ataxia-telangiectasia: Es un trastorno autosómico recesivo caracterizado por 
ataxia cerebelosa progresiva, dilataciones vasculares (telangiectasias) y una 
extrema sensibilidad a las radiaciones ionizantes que junto con una incidencia 
muy elevada de cáncer parecen depender de un defecto en los mecanismos de 
reparación del DNA. 
• Anomalía de Di George: Caracterizado por la aparición de múltiples anomalías 
en el desarrollo de la tercera y cuarta bolsa faríngea (aplasia del timo y las 
paratiroides y anomalías cardiovasculares severas). 
Inespecíficas 
Estas pueden ser por defecto del sistema del complemento o de células fagocíticas 
principalmente: 
Deficiencias del sistema del complemento 
Se han descrito defectos en prácticamente todos los componentes del sistema del 
complemento, aunque son poco frecuentes. Todos tienen una herencia autosómica recesiva, 
y los heterocigotos pueden ser reconocidos por tener la mitad de los niveles normales del 
componente afectado. Tanto en el caso de los defectos de los primeros componentes de la 
vía clásica (C1q, C1r, C4 y C2), como en los defectos de los últimos (C5, C6, C7, C8 y C9) no 
se observa un aumento en el número de infecciones o el incremento es escaso, lo que indica 
que la vía clásica no es indispensable, y que la parte terminal de la cascada tampoco es 
esencial, existiendo una protección aceptable con la activación del C3 por cualquiera de las 
dos vías. 
Defectos de las células fagocíticas 
Además de las neutropenias, que pueden tener diversas causas, existen diversos defectos de las 
células fagocíticas (en general muy poco frecuentes) que pueden afectar a los fagocitos 
30 
 
polimorfonucleares o mononucleares. En la enfermedad granulomatosa crónica existe un 
defecto de la capacidad para producir la muerte intracelular de los microorganismos fagocitados 
al no producirse intermediarios reactivos del oxigeno. 
En la enfermedad de Chediak-Higashi los lisosomas son deficientes en elastasa y catepsina G. 
Más frecuentes son los defectos de moléculas de adhesión de los leucocitos. Son debidos a la 
biosíntesis anormal de la cadena ß (CD18) común para el receptor del iC3b, el receptor del C3dg 
denominado p150/95 y la molécula de adhesión de los fagocitos y de los linfocitos T, LFA-1. Se 
hereda de forma autosómica recesiva y su expresión fenotípica es variable, pudiendo expresar 
desde el 1% de las moléculas de adhesión normales (casos severos) hasta el 10% (fenotipo 
moderado). Estos enfermos tienen con frecuencia infecciones en la piel, periodontitis y fístulas 
perianales o intestinales. La deficiencia de mieloperoxidasa, que es uno de los enzimas más 
abundantes en los leucocitos polimorfonucleares, tampoco es demasiado rara, pero cursa en 
general sin sintomatología. 
Diagnóstico de las inmunodeficiencias primarias 
La historia familiar y la aparición de infecciones recurrentes son, en la mayoría de los casos, los 
datos iniciales que apuntan hacia un diagnóstico de inmunodeficiencia. El tipo de infecciones 
orienta hacía el tipo de inmunodeficiencia. Así los déficits puramente de anticuerpos tienen 
infecciones por bacterias piógenas, mientras que en las deficiencias que afectan también a los 
linfocitos T predominan las infecciones por hongos, virus y bacterias intracelulares. 
Inmunodeficiencias secundarias 
La respuesta inmunitaria puede afectarse secundariamente por numerosos factores. La 
afectación es en general difusa, aunque suele predominar el defecto de la respuesta celular, y 
de intensidad muy variable dependiendo del proceso primario. En el tercer mundo la 
malnutrición es la causa más frecuente de inmunodeficiencia. 
En países desarrollados lo son las enfermedades metabólicas, los tumores, las enfermedades 
infecciosas y diversos tratamientos (drogas citotóxicas y corticosteroides fundamentalmente). 
Entre los

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