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La filosofía de Platón. - Dos tipos de conocimiento y dos tipos de realidad. - Ética y política. 1.- Dos tipos de conocimiento y dos tipos de realidad. Teoría de las ideas. Los dos mundos. Por influencia de los pitagóricos (que le habían enseñando que los teoremas matemáticos son universales) su punto de partida es la constatación de que existen las verdades universales (válidas para todo lugar y tiempo). Ahora bien, ¿cuál es el origen de estas verdades? Si en el mundo material en el que vivimos todas las cosas están en continuo cambio, de ellas no podemos hacer ciencia, es decir, verdades eternas inmutables, por lo que del mundo material sólo tenemos opiniones cambiantes. Entonces, ¿a qué mundo se refieren nuestras verdades eternas? Tiene que haber otro mundo donde los seres sean perfectos e inmutables. A los seres de ese mundo Platón les llamó “ideas”. Las ideas no tienen su origen en el ser humano, sino que tienen realidad y existencia propias. Más aún: son la auténtica realidad, mientras que el mundo material es una fugaz sombra del mundo ideal. Existen, pues, dos mundos: el mundo de las ideas (inteligible y inmutable y eterno) y el mundo de las cosas (sensible, cambiante y finito). En el mundo de las ideas se fundamenta la ciencia, mientras que en el mundo de las cosas, la opinión. Las cosas son copias de las ideas; cuanto más se aproxime una cosa a una idea, mejor será. También las ideas están jerarquizadas: existen ideas de cosas materiales, ideas matemáticas, ideas morales y finalmente la idea del Bien. El objetivo del ser humano es alcanzar el conocimiento de las ideas, la sabiduría. El ser humano está formado por cuerpo y alma; puesto que a través de él sólo recibimos cosas, el cuerpo oscurece el conocimiento innato que el alma posee de las ideas. Por lo tanto, se hace necesario remontarse de nuevo hasta el mundo de las ideas (para Platón conocer es recordar). A este ascenso se lo denomina dialéctica. Es un ascenso que parte de lo sensible para llegar a lo inteligible (idea del Bien), como explica Platón en el Mito de la caverna de La República. En él se ve cómo la mayoría de la gente cree que lo único que existe es el mundo material y dedica toda su vida a acumular riqueza y placeres, que no son más que meras sombras, copias de la auténtica realidad, las ideas. Por lo tanto, el conocimiento de las ideas tiene consecuencias ético-políticas. Los dos tipos de conocimiento. De la misma forma que la concepción platónica de la realidad es dualista (ideas frente a seres materiales), también distingue dos niveles de conocimiento: 1. La opinión (doxa): tiene como objeto el mundo sensible, por lo que puede ser errónea. 2. El saber o ciencia (episteme): tiene como objeto las ideas, por lo que es imposible el error. ¿Cómo nos es posible conocer las ideas si pertenecen a otro mundo distinto del nuestro? Dado que los seres sensibles “imitan” o “participan” de las ideas, la visión de dichos seres nos sirve de ocasión para el recuerdo, reminiscencia es el término que utiliza Platón. En todo caso, el conocimiento es un proceso de ascenso que exige esfuerzo y en el que se distinguen sucesivos grados: Dentro de la opinión (doxa), en nivel ascendente, se encuentran la imaginación (Eikasía), el nivel de quienes creen fielmente en el mundo de los sentidos, y la creencia (Pístis) el nivel de quienes al menos saben diferenciar las cosas, sirviéndose de las matemáticas, aunque sea en un nivel muy simple. Dentro del saber o ciencia (Epistéme), también en nivel ascendente, se encuentran la Diánoia (el nivel de las matemáticas como antesala del saber, aunque se basen en axiomas), y la Nóesis (el nivel del conocimiento dialéctico, donde se buscan los fundamentos que lo fundamentan todo para conseguir alcanzar la idea de Bien). Platón refleja estos 4 niveles en el mito de la caverna que cuenta en el capítulo VII de “La República”, el texto estudiado. En ella, el hombre liberado parte de la Eikasía, la ignorancia absoluta, y asciende de niveles al tiempo que descubre el mundo exterior, contemplando finalmente el Sol como la idea de Bien tras la Nóesis. Este proceso se conoce como dialéctica ascendente. Tras esto, el hombre debe regresar a la cueva para sacar de su ignorancia al resto, por lo que regresa de la Epistéme a la Doxa, recorriendo lo que se conoce como dialéctica descendente. 2.- Ética y política. El alma y el cuerpo. También la concepción platónica del hombre es dualista, ya que lo interpreta como un compuesto de alma y cuerpo. Igual que el mundo de las ideas tiene prioridad sobre el mundo sensible, el alma la tiene sobre el cuerpo. Platón tiene una visión negativa del cuerpo, al que considera un estorbo para el alma, ya que la arrastra con sus pasiones y le impide la contemplación de las ideas. El alma, en cambio, es afín al mundo de las ideas, al que se siente impulsada por naturaleza. Platón establece una división tripartita del alma (a veces habla de tres partes del alma; otras, de tres almas distintas): 1.- Alma apetitiva: mortal, fuente de pasiones innobles (de los deseos irracionales). Situada en el abdomen. 2.- Alma irascible o animo: mortal, fuente de pasiones nobles (coraje o fuerza). Situada en el torax. 3.- Alma racional: inmortal, inteligente. Situada en el cerebro. Mientras pertenece unida al cuerpo, la tarea fundamental del alma es purificarse, prepararse para la contemplación de las ideas: el alma racional debe controlar y ordenar los deseos y las pasiones que la esclavizan al cuerpo material. Las virtudes y la felicidad. Como Sócrates, Platón se planteó cómo tener una vida buena y feliz, y consideraba que la virtud es el camino que nos lleva a la felicidad. Podemos destacar tres rasgos en el concepto de virtud platónico: 1.- La virtud es, ante todo, sabiduría, el conocimiento de las ideas, y su cúspide, la idea de bien, nos lleva a ser virtuosos. En este sentido, Platón se mantuvo fiel al intelectualismo moral de su maestro, Sócrates. 2.- Es virtuoso el que purifica su alma de las pasiones y la desprende del cuerpo para poder acceder a las ideas. 3.- La virtud es armonía, de ahí que la justicia sea la virtud fundamental, pues consiste en el perfecto equilibrio entre las tres partes del alma. Para alcanzar esta armonía, cada parte del alma debe estar guiada por una virtud: la parte racional, por la prudencia; la irascible, por la fortaleza (el valor), y la apetitiva por la templanza. La ciudad justa. En la República, Platón expone cómo debe ser el Estado ideal, perfecto. Como Sócrates, Platón creía que solo en la ciudad justa puede el hombre tener una buena vida, y una ciudad es justa si son justos los individuos que la componen. Platón establece una clara correlación entre el alma y el Estado. La ciudad ideal tiene tres grupos sociales: 1.- Los productores (artesanos, labradores, comerciantes), que se corresponden con el alma apetitiva. 2.- Los guardianes-guerreros, que se corresponden con el alma irascible. 3.- Los gobernantes-filósofos, que se corresponden con el alma racional. Cada clase social debe cumplir la función que le es propia, pues no todos los seres humanos están igualmente dotados ni son aptos para realizar las mismas funciones. En cada uno predomina un alma y ha de ser educado de acuerdo con las funciones que deba realizar. La educación, una de las principales tareas del Estado, habrá de ser igual para hombres y mujeres, y en el proceso educativo se verá el alma que predomina en cada individuo. Así pues, la justicia en el Estado se logra cuando cada uno de los grupos sociales desempeña la función que le corresponde y la lleva a cabo de modo adecuado por poseer la virtud que le es propia. Los sabios han de gobernar, pues el conocimiento de la idea de bien supone haber alcanzado tanto lacúspide del conocimiento teórico (la dialéctica), como la cima del saber práctico (el conocimiento del bien proporciona las normas de toda ordenación moral y política). De esta manera, el filósofo, que conoce el bien, sabrá optar en cada caso por lo más adecuado. Para evitar que se busque el bien privado y para que sea el bien de la colectividad y no del egoísmo lo que guíe las acciones, se debe suprimir la familia y la propiedad privada en las clases superiores (guardianes y gobernantes). Platón mantuvo los principios básicos de su filosofía política hasta el final de su vida. Siempre creyó que a la razón le corresponde gobernar, que el fin propio del Estado y del gobierno es hacer mejores a los ciudadanos y que la justicia es condición indispensable para la felicidad.
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