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854 Oncología ginecológica SECCIÓ N 4 La nuliparidad se relaciona con periodos largos de ovulación repetida y las mujeres sin hijos tienen un riesgo dos veces mayor de padecer cáncer ovárico (Purdie, 2003). Entre las mujeres nulípa- ras, las que tienen antecedente de infertilidad tienen un riesgo aún mayor. No están claras las razones de ello, pero es más probable que se trate de una predisposición ovárica inherente que un efecto yatrógeno de los fármacos inductores de la ovulación. Por ejemplo, las mujeres tratadas por infertilidad que logran el nacimiento de un hijo vivo no tienen mayor riesgo de cáncer ovárico (Rossing, 2004). En general, los riesgos disminuyen con cada parto de un hijo vivo y al fi nal se alcanza una meseta en las mujeres que han tenido más de cinco partos (Hinkula, 2006). Una teoría interesante para explicar dicho efecto protector es que el embarazo induce el desprendimiento de células ováricas pre- malignas (Rostgaard, 2003). La menarquia temprana y la menopausia tardía se relacionan con riesgo mayor de cáncer ovárico. En cambio, el amamantamiento tiene un efecto protector, tal vez porque prolonga la amenorrea (Yen, 2003). Se supone que también al evitar la ovulación, el uso prolongado de anticonceptivos orales disminuye 50% el riesgo de cáncer ovárico. El efecto protector dura hasta 25 años después del último uso (Riman, 2002). Por el contrario, el tratamiento de sus- titución hormonal conlleva un riesgo elevado (Lacey, 2006). Las mujeres caucásicas tienen la mayor incidencia de dicho cán- cer entre todos los grupos raciales y étnicos (Quirk, 2005). En comparación con el de mujeres de raza negra e hispanas, el riesgo se eleva 30 a 40% (Goodman, 2003). Se desconocen las razones exactas, pero las discrepancias raciales en la paridad y las tasas de cirugía ginecológica podrían explicar parte de las diferencias. La ligadura tubaria y la histerectomía se relacionan con disminu- ción sustancial en el riesgo de generar cáncer ovárico (Hankinson, 1993). Se propuso que cualquier tipo de procedimiento ginecoló- gico que impida a los irritantes llegar a los ovarios por ascensión mediante el aparato genital quizá tenga un efecto protector similar. Por ejemplo, las mujeres que usan de forma regular talco perineal tienen mayor riesgo (Gertig, 2000; Rosenblatt, 2011). La incidencia general de cáncer ovárico se eleva con la edad hasta mediados del octavo decenio de vida, antes de disminuir un poco entre las mujeres mayores de 80 años (Goodman, 2003). Por lo regular, el envejecimiento aporta un tiempo más prolongado para acumular alteraciones genéticas aleatorias en el epitelio superfi cial del ovario. Las mujeres que residen en Norteamérica, el norte de Europa o en cualquier país occidental industrializado, como Israel, tienen mayor riesgo de padecer cáncer ovárico. En todo el mundo, la incidencia varía mucho, pero los países en desarrollo y Japón tienen las tasas más bajas (Jemal, 2011). Los hábitos dietéticos regionales pueden ser una explicación parcial (Kiani, 2006). Por ejemplo, parece que el consumo de alimentos bajos en grasa, pero ricos en fi bra, caro- teno y vitaminas tiene efecto protector (Zhang, 2004). Un antecedente familiar de cáncer ovárico en una pariente de primer grado, es decir madre, hija o hermana, triplica el riesgo de una mujer para presentarlo. Los riesgos aumentan aún más con dos o más familiares en primer grado afectadas. Por ahora, la identifi cación de pacientes de alto riesgo cuyas parientes tuvieron cáncer ovárico, mamario o colónico es la mejor estrategia preven- tiva (National Cancer Institute, 2011a). Si el antecedente familiar se refi ere sobre todo a cáncer colónico, los médicos deben tener presente la posibilidad de cáncer de colon hereditario sin poliposis (HNPCC, hereditary nonpolyposis colon cancer), también conocido como síndrome de Lynch. Las pacientes con este síndrome tienen riesgo alto de generar cánceres colónicos (85%) y ovárico (10 a 12%) en algún momento de su vida. Como la neoplasia maligna ginecológica es cáncer endometrial (riesgo de 40 a 60% en toda la vida), el HNPCC se describe con más detalle en el capítulo 33 (pág. 823). ■ Cánceres mamario y ovárico hereditarios Detección genética Más de 90% de los cánceres ováricos hereditarios se debe a muta- ciones en la línea germinal en los genes BRCA1 o BRCA2. Por tanto, cualquier paciente con riesgo personal mayor de 20 a 25% se debe someter a una valoración del riesgo genético (cuadro 35-2). Además, es recomendable ofrecer una valoración del riesgo genético a cualquier persona con una probabilidad mayor de 5 a 10% de tener predisposición hereditaria (cuadro 35-3) (American College of Obstetricians and Gynecologists, 2009; Lancaster, 2007). Por lo general, estas pacientes se envían con un genetista cer- tifi cado quien inicialmente realizará un árbol genealógico. A con- tinuación, se realiza una valoración del riesgo mediante alguno de los modelos de población que han sido aprobados. Éstos com- prenden los programas BRCAPRO y el de Tyrer-Cuzick, que se encuentran disponibles, respectivamente, en http://www4.utsouth western.edu/breasthealth/cagene/default.asp y comunicándose con el International Breast Cancer Intervention Study (IBIS) en ibis@cancer.org.uk. Estos modelos analizan el riesgo de portar una mutación nociva de la línea germinal de los genes BRCA1 y BRCA2. Estos modelos y sus programas informáticos permiten medir con precisión el riesgo y los resultados establecen si una paciente se debe someter a pruebas genéticas (Euhus, 2002; James, 2006; Parmigiani, 2007). Genes BRCA1 y BRCA2 Estos son dos genes supresores de tumores cuyos productos proteí- nicos son BRCA1 y BRCA2. Ambas proteínas actúan de manera recíproca con las proteínas de recombinación-reparación de DNA para mantener íntegra la estructura cromosómica. Las mutaciones de los genes BRCA1 y BRCA2 originan disfunción de las proteínas BRCA1 y BRCA2, lo cual produce inestabilidad genética y con- fi ere a la célula un mayor riesgo de transformación maligna (fig. 35-1) (Deng, 2006; Scully, 2000). El gen BRCA1 se localiza en el cromosoma 17q21. Las pacientes con mutaciones comprobadas tienen un riesgo mucho mayor de padecer cáncer ovárico (39 a 46%). El BRCA2 se ubica en el cromosoma 13q12 y, en gene- CUADRO 35-1. Factores de riesgo para el desarrollo de cáncer ovárico epitelial Nuliparidad Menarquia temprana Menopausia tardía Caucásicas Edad avanzada Residencia en Estados Unidos y norte de Europa Antecedente familiar Antecedente personal de cáncer mamario Antecedentes étnicos (judíos europeos, islandeses, húngaros) Abreviado con autorización de Schorge, 2010a. 35_Chapter_35_Hoffman_4R.indd 85435_Chapter_35_Hoffman_4R.indd 854 06/09/13 22:0106/09/13 22:01 GINECOLOGÍA������������������������������������������������� SECCIÓN 4 ONCOLOGÍA GINECOLÓGICA���������������������������������������������������������������������������������������������������������������� 35. CÁNCER OVÁRICO EPITELIAL���������������������������������������������������������������������������������������������������� EPIDEMIOLOGÍA Y FACTORES DE RIESGO���������������������������������������������������������������������������������������������������������������������� CÁNCERES MAMARIO Y OVÁRICO HEREDITARIOS�������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������
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