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MANUAL DE ASESORAMIENTO PSICOPEDAGÓGICO 2 MANUAL DE ASESORAMIENTO PSICOPEDAGÓGICO Joan Bonals, Manuel Sánchez-Cano (coords.) 3 © © Colección Crítica y fundamentos Serie Formación y desarrollo profesional del profesorado Directores de la colección: Rosario Cubero, José Escaño, Miquel Essomba, Juan Fernández Sierra, Ramón Flecha, Juan Bautista Martínez Rodríguez, Carles Monereo, Lourdes Montero, Javier Onrubia, Miguel Ángel Santos Guerra, Jaume Trilla Joan Bonals Picas, Manuel Sánchez-Cano (coords.), Ester Andújar Castro, Miren Josu Aretxaederra de Juan, Carme Armengol Asparó, Carles Augé Lidon, Eulàlia Bassedas Ballús, Claustre Cardona Pera, Joan de Diego Navalón, Gerardo Echeita Sarrionandia, Manuel Fernández Pérez, Josep Font Roura, Jaume Funes Artiaga, Joaquín Gairín Sallán, Climent Giné Giné, Carme Gomar Uteza, Remei Grau Pujol, M. Claustre Jané Ballabriga, J. Ramón Lago Martínez, Dolors Llobet Mascaró, Francesc Mena Berbegall, Josep Lluís Moya de León, Javier Onrubia Goñi, Mireia Planas Sisquella, Pere Pujolàs Maset, Víctor M. Rodríguez Muñoz, Núria Rosich Sala, Carlos Ruiz Amador, Robert Ruiz Bel, Pilar Sanlorien Sánchez, Angélica Sepúlveda Castillo, Eulàlia Solé Sugranyes, Ana Teberosky Coronado, Marta Viñas Clemente de esta edición: Editorial GRAÓ, de IRIF, S.L. C/ Hurtado, 29. 08022 Barcelona www.grao.com 1.a edición: noviembre 2007 ISBN: 978-84-9980-799-7 Diseño de cubierta: Maria Tortajada Quedan rigurosamente prohibidas, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción o almacenamiento total o parcial de la presente publicación, incluyendo el diseño de la portada, así como la transmisión de la misma por cualquier medio tanto si es eléctrico como químico, mecánico, óptico, de grabación o bien de fotocopia, sin la autorización escrita de los titulares del copyright. 4 http://www.grao.com 1. 2. 3. Índice Introducción Parte 1. El asesoramiento psicopedagógico Colaborando desde el asesoramiento psicopedagógico al desarrollo de una educación escolar más inclusiva, G. Echeita, V.M. Rodríguez ¿Por qué hablamos de inclusión educativa? Razones, conceptos básicos y cambios necesarios El asesoramiento psicopedagógico para la mejora de la inclusión en acción A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de los autores La colaboración entre profesionales y el trabajo en red, E. Bassedas . La mirada a una realidad compleja Descripción y análisis de los profesionales que están alrededor del alumnado que presenta dificultades en los centros educativos La colaboración vivida por los diferentes profesionales Estrategias que favorecen el trabajo colaborativo Los momentos y situaciones en los que se hace más necesario el trabajo en red Las estructuras organizativas que facilitan el trabajo colaborativo de los profesionales A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de la autora Evaluación y formación para la mejora de la práctica asesora, J. de Diego Navalón Los procesos de mejora en las organizaciones. Necesidad, características y modalidades La evaluación y la formación como rasgos de profesionalidad individual y colectiva La evaluación de la práctica asesora Propuestas para la evaluación de los equipos de asesoramiento La formación de los asesores psicopedagógicos A modo de conclusión Bibliografía comentada 5 4. 5. 6. 7. Acerca del autor Parte 2. Los escenarios educativos El centro como escenario educativo, J. Gairín La innovación educativa como reto El centro educativo como espacio de innovación La intervención del asesor o asesora A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca del autor El trabajo en equipo del profesorado, J. Bonals Los niveles de trabajo en equipo El asesoramiento y el trabajo del equipo El asesoramiento y la organización del equipo El asesoramiento y la dinámica del equipo Los roles A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca del autor El centro y su evaluación, C. Armengol ¿Qué entendemos por evaluación? Los procesos de evaluación en los centros: su planificación y diseño Los instrumentos propuestos A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca de la autora Familia y escuela: estrategias para una relación constructiva, M. Planas Las prácticas educativas de la familia La escuela: compartiendo la educación con la familia Construir nuevas realidades desde una mirada sistémica Estrategias, recursos y técnicas útiles para la colaboración entre escuela, familia y asesor A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de la autora 6 8. 9. 10. 11. Trabajar en y con la comunidad, J. Funes Sobre la escuela y la comunidad Recursos y programas clave para el asesoramiento pedagógico El trabajo compartido con los profesionales de la infancia y la adolescencia del territorio A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca del autor Parte 3. La práctica educativa Procedimientos de evaluación y de planificación multinivel y personalizada del currículo en el aula inclusiva, R. Ruiz El procedimiento de diseño de programaciones múltiples (DPM): fuentes y aspectos generales Un marco general para la planificación eficaz inclusiva en el aula ordinaria que orienta el DPM Los componentes de la planificación en el DPM Un formato para conducir la planificación múltiple Las fases del procedimiento de planificación múltiple El plan educativo individualizado de aula (PEI de aula) en la programación múltiple El plan educativo individualizado amplio (PEI amplio) en la programación múltiple A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca del autor El asesoramiento a la planificación y revisión de secuencias didácticas, J. Onrubia Criterios y contenido de la respuesta asesora Rol del asesor y proceso de asesoramiento A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca del autor La organización cooperativa de la actividad educativa, P. Pujolàs, J.R. Lago Algunos conceptos fundamentales en torno a la estructura de aprendizaje cooperativa Niveles de intervención Algunas pautas para el análisis de la estructura de la actividad Los procesos de asesoramiento para la construcción de estructuras de trabajo 7 12. 13. 14. 15. cooperativo A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca de los autores La organización y la dinámica del aula. Los grupos en la escuela, M.J. Aretxaederra, C. Ruiz Dos maneras de abordar la organización y la dinámica: enfoque integrador y enfoque inclusivo El acoso como caso extremo de deterioro del clima y la dinámica A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca de los autores El asesoramiento en momentos de cambio de ciclo y de etapas, P. Sanlorien Inicio del parvulario a los tres años De la etapa de educación infantil a la educación primaria y cambios de ciclo dentro de la propia etapa De la etapa de educación primaria a la educación secundaria obligatoria Finalización de la educación secundaria obligatoria. La orientación Bibliografía comentada Acerca de la autora El asesoramiento a través de programas, R. Grau El asesoramiento psicopedagógico a través de programas: concepto y características Tipos y ejemplos de programas Las fases de una intervención mediante programas Los contextos del asesoramiento a través de programas Alcances y límites de la intervención asesora mediante programas A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca de la autora Parte 4. Los escenarios educativos específicos Los centros de educación especial, J. Font, Cl. Giné El sentido de los centros de educación especial en el sistema educativo Los principios de la atención al alumnado con necesidades especiales de apoyo La evaluación psicopedagógica del alumnado 8 16. 17. 18. Planificación y organización de los apoyos El currículo: acceso, participación y progreso Otras cuestiones de interés A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de los autores Los otros escenarios educativos específicos, M. Fernández Pérez Proyecto general de atención a la diversidad Contenidos básicos del currículo Actuacionesrelacionadas con la orientación La evaluación final de la etapa de ESO Trabajo con las familias A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca del autor Parte 5. El alumnado con barreras a la comunicación y al aprendizaje El alumnado con un entorno social desfavorecido. El trabajo social, D. Llobet, E. Andújar Evolución del marco normativo Ámbitos de intervención, actuaciones y funciones del trabajador o trabajadora social del equipo de asesoramiento psicopedagógico Evaluación-orientación-asesoramiento Procedimiento metodológico que hay que seguir por parte del trabajador social A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de las autoras El alumnado extranjero y de nueva incorporación, J.Ll. Moya, E. Solé ¿De quién estamos hablando? El alumnado, ciudadano (proceso de migración) El alumnado, sus necesidades educativas específicas (marco sociocultural de origen, requerimientos del nuevo contexto) Nosotros: profesorado, asesores y centros, nuestras necesidades (crisis del centro receptor, replanteamientos posibles) Necesidad de comunicación y comprensión por ambas partes El asesoramiento, proceso dinámico: hipótesis versus juicio A modo de conclusión Bibliografía comentada 9 19. 20. 21. Para saber más Acerca de los autores La atención educativa en modalidad oral al alumnado con pérdida auditiva: evaluación y asesoramiento, M. Cl. Cardona, C. Gomar Las dificultades auditivas El papel de la pérdida auditiva en el desarrollo de los niños Elementos y circunstancias que inciden en las consecuencias de una pérdida auditiva Evaluación psicopedagógica El asesoramiento psicopedagógico en la educación del alumnado con pérdida auditiva A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca de las autoras El alumnado con déficit visual, F.V. Mena-Berbegall, M. Viñas Perspectiva histórica de la educación especial con ciegos y deficientes visuales Definiciones Aproximación al sentido de la visión y patologías más comunes Parámetros para valorar la visión de forma objetiva La visión como un proceso evolutivo y de aprendizaje El asesoramiento psicopedagógico de los niños con baja visión y ciegos en la primera infancia Evaluación psicopedagógica de las necesidades del alumnado con discapacidad visual El asesoramiento psicopedagógico del alumnado con discapacidad visual en la escuela ordinaria A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca del autor Trabajar la capacidad motriz en la escuela, C. Augé, J. Aviñoa El marco normativo en una escuela para todos La discapacidad motriz Las necesidades del alumno y del contexto familiar Necesidades del profesorado y del contexto escolar A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más 10 22. 23. 24. 25. Acerca de los autores El alumnado con trastornos del espectro autista, M. Sánchez-Cano El alumnado con graves trastornos de la comunicación en el entorno escolar Criterios que definen el autismo en el DSM-IV Teorías que ayudan a entender el trastorno autista A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca del autor Alumnos con trastornos emocionales y de conducta, M. Claustre Jané Importancia de los trastornos emocionales y conductuales de la infancia y la adolescencia Claves del asesoramiento de problemas emocionales y conductuales Intervención Aplicación del proceso de asesoramiento en los trastornos conductuales Aplicación del proceso de asesoramiento en los trastornos emocionales Programas de intervención psicológica en el marco escolar para los problemas conductuales y emocionales A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de la autora El alumnado y el trabajo de la lengua oral, M. Sánchez-Cano De qué hablamos, cuando hablamos de lengua oral Proceso de adquisición Para qué hay que plantearse el trabajo de la lengua oral Qué y cómo podemos hacerlo A quién corresponde el trabajo de lengua oral Iniciativas para potenciar el trabajo de la lengua oral La conversación en el aula La asamblea de clase El debate-coloquio La exposición oral A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca del autor El alumnado con dificultades en el aprendizaje de la lengua escrita, A. Sepúlveda, A. Teberosky 11 26. 27. Perspectiva constructivista sobre alfabetización inicial Evaluación - Intervención - Evaluación A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca de las autoras Alumnado con dificultades en el aprendizaje matemático, N. Rosich Características de los aprendizajes matemáticos de alumnado con dificultades Metodologías de enseñanza de las matemáticas, asesoramiento e intervención A modo de conclusión Bibliografía comentada Para saber más Acerca de la autora El alumnado con discapacidad intelectual y del desarrollo, Cl. Giné, J. Font ¿Qué entendemos por discapacidad intelectual y del desarrollo? La evaluación del alumnado con DIyD ¿Cómo promover el desarrollo del alumnado con DIyD? Aportaciones a la educación y calidad de vida del alumnado con DIyD A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de los autores Referencias bibliográficas Lista de siglas 12 Introducción Manuel Sánchez-Cano Joan Bonals Durante estas últimas décadas, los profesionales de la psicología, de la pedagogía y del trabajo social han contribuido a la mejora de la función social de la educación. Al mismo tiempo, la institución escolar ha ido modificando sus estructuras para adaptarse a las necesidades de una sociedad dinámica y cambiante. A partir de las aportaciones de las diferentes disciplinas que han tenido mayor incidencia en la educación se ha contribuido a enfatizar una concepción de la enseñanza y aprendizaje que supera los límites de la instrucción y mira hacia unos objetivos ambiciosos de transformación social. Baste recordar, en ámbitos más propios de la psicopedagogía, los esfuerzos para superar los diversos marcos conceptuales que han intentado abarcar la realidad educativa del alumnado. Así, con la integración escolar se pretendía romper las fronteras infranqueables entre los sistemas de educación especial y ordinario. Con la atención a las necesidades educativas especiales y la atención a la diversidad se daba un paso adelante en la concepción interactiva entre las necesidades del alumnado y los recursos que debe generar el centro. Por último, con la concepción inclusiva de la educación se pretende crear unos escenarios en los que la totalidad del alumnado viva en el espacio que le es propio y se sienta incluido en el proyecto de esta parcela de la sociedad que es la escuela. Dos de las principales funciones que se han atribuido a los profesionales de la psicología y la pedagogía han sido la evaluación y el asesoramiento. Para ejercer estas funciones a lo largo de la reciente trayectoria se han generado toda una serie de procedimientos que le han dado dinamismo y que la han diferenciado de otros enfoques. El año 2005, con la publicación de La evaluación psicopedagógica, intentamos desarrollar uno de los principales elementos de nuestra intervención a partir de la experiencia profesional y académica de los distintos coautores que intervinimos. En la actualidad, con el Manual de asesoramiento psicopedagógico, queremos dar continuidad al trabajo anterior, y avanzar un paso más en nuestras aportaciones a la educación. Para la descripción de los diferentes ámbitos de asesoramiento psicopedagógico, se ha recurrido a pensar en unos escenarios que delimiten unas características diferenciadas de asesoramiento. En tanto que escenarios, se piensa en los distintos elementos que lo configuran. Así, por ejemplo, hallamos un decorado que sitúa a los actores en unas coordenadas de tiempo, espacio y condicionantes sociales que determinan, en buena parte, cómo debe desarrollarse el trabajo. Los actores, que llevan a cabo la obra deben desempeñar su trabajo en buena armonía y coordinación entre ellos y los diferentes agentes sociales. La relación que se establece entre los actores suele ser decisiva en su ejecución. Para no hacer una lista exhaustiva deelementos que intervienen en un escenario, vamos a centrarnos en el elemento clave de toda representación: el público. El 13 público, la sociedad en general, observa, tiene expectativas y –¿por qué no?– exige de los agentes una actuación decidida que dé respuesta a sus necesidades. Entendemos que el asesoramiento psicopedagógico se dirige fundamentalmente, desde los conocimientos y herramientas que le son propios, a la transformación de los centros y demás escenarios educativos; hacia una educación de máxima calidad para todos y para todas, en sus contextos ordinarios. Una educación de calidad pasa, sin duda, por llevar a término una amplia y profunda innovación educativa, que tenga en cuenta las culturas, las políticas y las prácticas inclusivas. Para ello, es necesario garantizar un excelente nivel profesional de los equipos asesores, que depende, en buena parte, del acierto en sus procesos de formación. La evaluación de la práctica profesional es, a su vez, una estrategia esencial para conseguir que el asesoramiento potencie de manera eficaz los procesos de mejora sostenibles en los centros. Por ese motivo se ofrecen criterios que ayudan a repensar con rigor los propios itinerarios formativos y los procesos de evaluación de la práctica, fundamentalmente desde cada uno de los equipos. Un signo de identidad de los actuales escenarios educativos es la colaboración entre equipos de profesionales y el trabajo en red, que se convierten en elementos imprescindibles, dentro y fuera de los centros. Se hace evidente la conveniencia del trabajo compartido entre profesionales y la necesidad de consolidar culturas, estrategias y actitudes que faciliten la colaboración entre los implicados en la educación. En la medida en que la tarea asesora pone la mirada en los escenarios educativos, sobrepasa, sin duda, el ámbito escolar, y los considera, de manera indirecta y también de manera directa, ámbitos de actuación. Los centros escolares pasan a ser uno de los escenarios, ciertamente importante, en la educación de las nuevas generaciones, al lado de otros, objeto también de la tarea asesora. El asesoramiento a los centros, entendidos desde esta perspectiva, requiere una visión global de la institución, que tenga en cuenta la situación actual y el proyecto educativo de cada uno, con la finalidad de promover su desarrollo. El asesoramiento psicopedagógico puede tener un papel considerable en el desarrollo del trabajo en equipo del profesorado, imprescindible para enfrentarse, como grupo inteligente, a la planificación, al rediseño y a la puesta en práctica del trabajo de la institución. En el marco del trabajo en equipo, el tema de la evaluación toma un relieve importante, como evaluación de la misma institución, orientada a la mejora y al cambio, y basada en la recogida y valoración de las evidencias, como base para la toma de decisiones, en función de la valoración realizada. La familia constituye, de hecho, el contexto de desarrollo principal en los primeros años de vida de cada niño o niña, y se puede entender como un escenario social que facilita sus procesos de crecimiento y de maduración. El asesoramiento puede favorecer las condiciones para un mayor conocimiento mutuo entre escuela y familia, para consolidar un marco sólido de colaboración entre las dos instituciones. En todo caso, puede facilitar los marcos de colaboración, en los cuales la confianza mutua permita la coparticipación en un trabajo basado en objetivos compartidos. La tarea asesora tiene que incorporar a la comunidad, entendida también como escenario 14 educativo. Dentro del entorno próximo debe tener especialmente en cuenta el barrio, las entidades, la educación no formal o las tecnologías de la información y la comunicación, como objetivo de evaluación, diseño de estrategias de intervención y seguimiento. El asesoramiento a la práctica educativa de los centros, desde una perspectiva amplia, ha de contemplar la evaluación y el seguimiento en general del alumnado. Lo cual supone facilitar el avance a los equipos docentes con respecto a los instrumentos para la evaluación y el registro de los progresos en las aulas ordinarias. La pedagogía y la psicología tienen un lugar prometedor en la planificación de las secuencias didácticas. Desde el asesoramiento se pueden introducir mejoras en estas secuencias en dirección a la adecuación a la diversidad. Desde este punto de vista, se puede entender como un proceso colaborativo orientado al cambio de la práctica en las aulas. Uno de los avances más destacables en los procesos de enseñanza-aprendizaje en las aulas debe producirse en las metodologías que acompañan a estos procesos. En este sentido, el asesoramiento tiene un espacio considerable en la consolidación del aprendizaje en grupos cooperativos, la tutoría entre iguales, los padrinos o el autoaprendizaje. De la misma manera, la psicología y la pedagogía tienen mucho que aportar sobre la organización y la dinámica del aula. La competencia social, el clima social en el aula o el acoso, como caso extremo de deterioramiento del clima y de la dinámica, entre otros temas, entran de lleno en este marco de trabajo. Desde otra perspectiva, el asesoramiento psicopedagógico tiene un lugar de consideración en cada uno de los momentos de cambio de ciclos y de etapas, a lo largo de la escolarización obligatoria. La entrada del alumnado en la escuela se puede convertir en un momento clave para el inicio de un proceso satisfactorio, que supondrá más de una década de trabajo cooperativo entre familia, escuela y otros agentes implicados en educación. La salida del alumnado al finalizar la educación obligatoria requiere, a su vez, una atención especial que tenga en cuenta la orientación laboral y la continuación de los estudios. El asesoramiento tiene unas extraordinarias posibilidades abriendo el marco de trabajo por programas, entendidos éstos como formas de concretar intervenciones que enfatizan actuaciones de carácter más amplio en los centros educativos. Se trata de procesos de intervención estructurados para abordar temas educativos vinculados a la psicología, la pedagogía o el trabajo social, con un docente, un ciclo, un claustro o un subgrupo de profesionales de un mismo centro o de centros diversos, que pretenden abordar temas o proyectos conjuntos, vinculados a innovaciones o mejoras educativas. El asesoramiento a través de programas es, sin duda, una propuesta importante para mejorar la calidad de la educación en los centros. Otro marco de considerable interés para la tarea asesorara se organiza alrededor de los escenarios educativos específicos: la intervención en los centros de educación especial, aulas de educación especial, unidades de escolarización compartida y otras unidades internas o externas a los contextos ordinarios, que requieren un trabajo asesor, y en los 15 cuales, en estos momentos, uno de los objetivos fundamentales se podría definir como su progresiva incardinación dentro de la propuesta inclusiva. Finalmente, el asesoramiento psicopedagógico tiene un marco de reconocida importancia en el avance hacia una educación sin barreras para la comunicación y para el aprendizaje relacionados con alumnos de los entornos sociales desfavorecidos; en la condición de extranjería y de nueva incorporación de alumnado; en las dificultades en el lenguaje oral, capacidades auditivas, visuales, motrices y aquellas vinculadas a la vida emocional, de relación y comportamental; en la lengua escrita y en las matemáticas, y en la diversidad de capacidades intelectuales. Una concepción amplia y abierta del asesoramiento permite el acceso a un marco exento de tareas impropias a aquellas que tienen que ocuparnos, y contiene una riqueza prometedora y desbordante referente a las aportaciones posibles y necesarias para el avance de la educación. Este marco nos tendrá que permitir una mejor clarividencia de lo que en el mundo educativo merece ser conservado o recuperado, y también de lo que requiere profundas transformaciones. Esta obra pretende desplegareste marco de manera organizada, hacia una apertura a las amplias posibilidades de la tarea asesora a inicios de este nuevo siglo que tenemos por construir. Apertura que supone una visión mucho más compleja del asesoramiento en nuestros contextos sociales. En la medida en que define sus posibilidades, marca también, de manera implícita, sus límites, pone sobre la mesa lo que es propio del asesoramiento, pero también lo impropio, porque no corresponde a las tareas de los asesores. Y marca, sin duda, las prácticas que el asesoramiento no puede permitirse, porque perpetúan o refuerzan lo establecido que claramente se debe transformar. La tarea asesora tiene que ir a favor de una educación transformadora y comprometida para la ciudadanía global, que reconoce al otro, próximo o lejano, y tiene cuidado del mundo que habitamos y el que habitarán las generaciones futuras. Queremos acabar estas líneas con un recuerdo emocionado a nuestro compañero Juanjo Siguero, con quien hemos compartido objetivos e ilusiones durante muchos años. Desde la práctica cotidiana en el EAP para Deficientes Visuales ha mostrado su compromiso en la disminución de las barreras a la comunicación y al aprendizaje. 16 1. 2. Parte 1 El asesoramiento psicopedagógico Colaborando desde el asesoramiento psicopedagógico al desarrollo de una educación escolar más inclusiva, G. Echeita, V.M. Rodríguez ¿Por qué hablamos de inclusión eduativa? Razones, conceptos básicos y cambios necesarios Razones para un cambio conceptual Barreras para el aprendizaje El camino hacia la inclusión El asesoramiento psicopedagógico para la mejora de la inclusión en acción Palancas para un cambio necesario Agentes y escenarios del cambio A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de los autores La colaboración entre profesionales y el trabajo en red, E. Bassedas La mirada a una realidad compleja Descripción y análisis de los profesionales que están alrededor del alumnado que presenta dificultades en los centros educativos Ámbito educativo Ámbito de la salud Ámbito de los servicios sociales Otros profesionales La colaboración vivida por los diferentes profesionales Estrategias que favorecen el trabajo colaborativo Estrategias Actitudes profesionales Los momentos y situaciones en los que se hace más necesario el trabajo en red Situaciones de colaboración que vienen marcadas por las dinámicas de las acciones de los propios servicios o instituciones Situaciones de colaboración que deben establecerse a partir de las demandas o situaciones personales o familiares aportadas por los propios usuarios de los servicios Las estructuras organizativas que facilitan el trabajo colaborativo de los profesionales 17 3. Las estructuras de colaboración en el interior de la escuela Las estructuras de colaboración en el sector A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca de la autora Evaluación y formación para la mejora de la práctica asesora, J. de Diego Navalón Los procesos de mejora en las organizaciones. Necesidad, características y modalidades Las innovaciones sostenibles Modalidades de proceso innovador La evaluación y la formación como rasgos de profesionalidad individual y colectiva Profesionalidad y profesionalización La complejidad de la acción profesional en el asesoramiento educativo La evaluación de la práctica asesora Las grandes opciones en evaluación de programas Características de la evaluación para la mejora de la práctica asesora Propuestas para la evaluación de los equipos de asesoramiento Algunas formas habituales de evaluación de los equipos de asesoramiento Algunos modelos para la evaluación de equipos de asesoramiento Nuestra propuesta para la evaluación. El modelo EDSOM-EAP La formación de los asesores psicopedagógicos Etapas del desarrollo profesional El contenido de la formación. Las competencias profesionales de los asesores Estrategias, actuaciones y modalidades de formación A modo de conclusión Bibliografía comentada Acerca del autor 18 1 Colaborando desde el asesoramiento psicopedagógico al desarrollo de una educación escolar más inclusiva Gerardo Echeita Víctor M. Rodríguez 19 Resumen En este capítulo se analiza el sentido y los distintos significados del concepto de inclusión educativa como marco de referencia para tratar de avanzar hacia una enseñanza de calidad para todos y con todo el alumnado. El camino hacia esta aspiración pasa, necesariamente, por la tarea de llevar a cabo en los centros amplios y profundos procesos de innovación educativa, vinculados, en buena medida, a la labor de suprimir las barreras al aprendizaje y la participación, que interactúan negativamente con las condiciones personales de algunos alumnos particularmente vulnerables a los procesos de exclusión. Dicha tarea tiene plena vigencia y sentido en el marco de las dinámicas de desarrollo del currículo, ámbito en el que los servicios de orientación, desde un modelo de asesoramiento colaborativo, pueden tener, bajo determinadas condiciones, un cometido destacado. 20 Abstract This paper looks at the meaning and different senses of the concept of inclusive education as a frame of reference for making progress towards high-quality education for all students. Achieving this goal necessarily involves carrying out wide-ranging and far-reaching educational innovation processes in all schools, linked to a large degree to the task of removing barriers to learning and participation – barriers that have a negative impact on the personal conditions of pupils who are most vulnerable to processes of exclusion. This task falls fairly and squarely within the scope of the dynamics of curricular development, an area in which, under certain conditions, guidance services based on a model of collaborative advice can play a major role. 21 ¿Por qué hablamos de inclusión educativa? Razones, conceptos básicos y cambios necesarios Es un hecho reconocido que las estrategias actuales han sido muy insuficientes o inadecuadas en relación con los niños y jóvenes más vulnerables a la marginación y a la exclusión. Los programas dirigidos a los grupos marginados y excluidos han funcionado al margen de las actividades educativas generales en forma de programas especiales y establecimientos educativos especializados… pero, a pesar de las excelentes intenciones, el resultado ha sido con demasiada frecuencia la exclusión: oportunidades de educación de segunda clase que no garantizan la posibilidad de seguir estudios o una «adaptación de las enseñanzas» que se convierte en una forma de discriminación que deja a los niños con determinadas necesidades fuera de la corriente dominante de la vida escolar y, más tarde, ya de adultos, al margen de la comunidad social y cultural en general… Por esa razón es necesario superar la exclusión mediante planteamientos inclusivos en la educación. (UNESCO, 2003, pp. 3-4) Pero ¿por qué hablamos de inclusión cuando llevamos tantos años apoyando y defendiendo las políticas de integración escolar del alumnado en situaciones de desventaja? ¿Se trata de una simple modernización de términos para seguir hablando de la educación especial o de la educación compensatoria? Para empezar a analizar el significado y alcance de esta propuesta, cabe decir, en primer lugar, que tal vez los términos no sean lo más importante, sino los valores y las prácticas que reflejan; pero también conviene recordar, parafraseando a Ortega, que «la razón se perfecciona por la multiplicación histórica de sus términos, por el alumbramiento de nuevas perspectivas y no por el encasillamiento en lo ya conseguido». Razones para un cambio conceptual Para visualizar mejor las razones para defender el uso de un término que puede ayudarnos a revisar nuestras concepciones y prácticas profesionales con relación a la compleja cuestión de la atención a la diversidad del alumnado en la enseñanza, puede que nos sirva el siguiente ejemplo: bien sabemos los orientadores y asesores psicopedagógicos que si alguien va a un centro escolar y le pregunta a su directoro directora si en él hay alumnos integrados, seguramente le contestará que sí –de hecho los tendrá seguramente bien categorizados y documentados a tenor de los procedimientos administrativos al uso– y le mostrará con bastante probabilidad algunos alumnos con discapacidad, algún alumno inmigrante o con una importante situación de desventaja social. Se trata, en todos los casos, de alumnos que estaban fuera de nuestros centros escolares ordinarios –o fuera del sistema– y que ahora se han integrado en ellos. Pero si 22 se le preguntara a esa misma persona por los alumnos que se sienten incluidos en la escuela o en el instituto, entonces ya no sabría contestarle con precisión, porque ese concepto no se refiere, de entrada, a determinados alumnos, identificables por características personales o sociales (discapacidad, salud, procedencia, etc.), y no tiene tanto que ver con estar dentro o fuera, sino que nos remite, sobre todo, a lo que López (2005) llama «bienestar personal y social», es decir, a cómo se encuentra uno dentro de un grupo; a si tiene amigos y relaciones sociales significativas con iguales dentro de la escuela; a si se siente que participa en la vida escolar, aportando cosas; a si es tratado con igualdad, cariño y respeto como la persona única que es. Este concepto remite, en definitiva, a cuestiones que nos hablan de un elemento fundamental de la calidad educativa que se ofrece al alumnado. Sin duda, la importancia de este punto de vista tiene mucho que ver con la revolución emocional que se está produciendo y el interés creciente que lo emocional despierta en muy diversos ámbitos de nuestras vidas y, por supuesto, también en la educación. Seguramente aciertan Bach y Darder (2002) cuando nos dicen que el gran cambio que se aprecia en estos momentos respecto a las emociones tiene que ver con la incursión de la ciencia en el estudio de las emociones, especialmente de la mano de la neurobiología; y también con la complejidad y conflictividad de la vida social en la que nos desenvolvemos actualmente, lo cual nos pide una atención prioritaria y mayor en la formación de la persona en todas sus inteligencias, una tarea que ineludiblemente está ligada a las emociones y las relaciones interpersonales. Ahora bien, ésta no es una cuestión que simplemente está de moda. Una de las cosas más importantes que la investigación psicopedagógica nos está diciendo reiteradamente es que no parece posible soslayar las relaciones entre los factores de índole intra e interpersonal que se ponen en juego en una situación de enseñanza y aprendizaje; por ejemplo, el impacto que pueden tener las expectativas del profesor sobre el autoconcepto académico del alumno. Pero también se nos están haciendo visibles las relaciones entre las características emocionales y afectivas de los alumnos vinculadas al sistema del yo – en particular la autoestima y la percepción de la competencia personal (Miras, 2001)–, los contextos educativos, y los procesos de enseñanza y aprendizaje en los que se encuentran inmersos los alumnos y los profesores: la composición y organización social del grupo clase (en particular el tipo de interdependencia entre los alumnos), los objetivos y competencias que se persiguen, los contenidos y tareas de aprendizaje, o las características de la metodología didáctica y de las actividades de evaluación que se proponen. Ocurre, entonces, que el grupo de alumnos que como resultado de la interacción entre factores personales y contextos educativos puede sentirse no incluido en un ambiente escolar, esto es, excluido en el sentido que aquí estamos manejando, se agranda enormemente, porque entre ellos pueden estar aquellos que son tímidos y tienen dificultades para hacer amigos; el que no juega bien al fútbol cuando es lo que todos hacen; la alumna que es objeto de maltrato por sus compañeras; así como los que lo están pasando mal por su orientación sexual o sus dificultades para aprender, sean éstas 23 grandes o pequeñas. Y aunque cada uno de estos alumnos y alumnas necesitará respuestas educativas apropiadas a su situación personal y a sus necesidades educativas particulares, todos ellos comparten la necesidad de que sus profesores y profesoras hagan visibles una situaciones que, la mayor parte de las veces, permanecen invisibles para la mayoría de ellos (Echeita, 2006b), salvo cuando, desgraciadamente, su efecto devastador sobre su desarrollo emocional y social es irreversible, como ocurre en algunos casos extremos de maltrato entre iguales por abuso de poder (Del Barrio, Martín, Almeida, Barroso, 2003), que han terminado en suicidio. Desde esta perspectiva sobre la inclusión, resulta entonces necesario estar dispuesto a escuchar las voces de quienes están experimentando tales procesos de exclusión, si queremos invertir esta situación. Una tarea que tiene, por otra parte, importantes repercusiones desde el punto de vista de los modelos de asesoramiento (y de investigación educativa), necesarios para articular dicha estrategia. Ahora bien, cuando hablamos de inclusión no sólo debemos preocuparnos por esta faceta, vinculada a la idea de participación o bienestar emocional y social. Habría que cuidarse mucho de trasmitir la idea equivocada de que sólo andamos preocupados por la felicidad de algunos alumnos –con todo lo importante que ello sea para dicho bienestar–, sino que al mismo tiempo y con la misma intensidad debemos decir que una educación más inclusiva se refiere a la aspiración por un mejor aprendizaje y rendimiento (en un sentido amplio del término) de todos los alumnos, pues una condición necesaria –aunque sin duda no suficiente, como bien nos señalan los estudios sobre eficacia escolar– para prevenir la exclusión social en una sociedad que precisamente se define como del conocimiento y el aprendizaje es garantizar el máximo rendimiento a todos en las competencias necesarias para participar posteriormente con plenitud en la vida laboral y social. Desde el punto de vista de los principios que deberían regir la acción docente, esta perspectiva se vincula a la «ética de la justicia» de Escudero (2006). Barreras para el aprendizaje La inclusión y la exclusión educativa se configuran, entonces, como procesos en buena medida dialécticos (Ainscow, 2001), de modo que el avance de la inclusión deriva de la reducción o eliminación de los procesos de exclusión, que, en forma de barreras al aprendizaje y la participación, interactúan negativamente con las condiciones personales y sociales de determinados alumnos (Booth y Ainscow, 2002); una concepción, por otra parte, en clara sintonía con la perspectiva interaccionista del aprendizaje y el desarrollo (Coll y Miras, 2001), tan nuclear a la psicología educativa contemporánea. En consonancia con lo dicho, avanzar hacia planteamientos educativos más inclusivos requiere indagar, reconocer y sacar a la luz precisamente las barreras al aprendizaje y la participación que pueden encontrarse, tanto en la cultura de los centros escolares como en sus procesos de planificación, organización y funcionamiento, así como en las propias prácticas de su profesorado, sin perder de vista que unas y otras pueden estar condicionadas, a su vez, por barreras de mayor calado en el plano de las políticas educativas locales y nacionales. Sin lugar a dudas ésta es una tarea en la que los 24 orientadores, en el desempeño de su función asesora, pueden tener –y de hecho tienen frecuentemente–, un papel singular y muy valioso, razón por la cual más adelante volveremos sobre ella para analizar algunas estrategias y condiciones que permitan llevarla a cabo. En términos de los criterios éticos por los que aboga Escudero (2006) como referente para la mejora de la educación, esta faceta de la inclusión se apoya en lo que él denomina «ética de la crítica»: Desde este referente ético, han de ser comprendidos, sacados a la luz y denunciados los factores y dinámicas sociales y educativas que fabrican la privación de una buena educación. Ya se trate de formas de exclusión en un sentidofuerte […] o de otras formas y dinámicas más sutiles que provocan exclusiones quinas atenuadas, pero que dejan fuera de la buena educación a contingentes importantes de estudiantes y familias, a centros o a comunidades y barrios. (Escudero, p. 31) Y aunque acabamos de señalar que la preocupación por una educación más inclusiva es algo que atañe a todos los alumnos, sin distinciones ni categorías, ello no debe hacerse en detrimento de prestar la atención requerida a quienes, precisamente, se encuentran en mayor riesgo de exclusión. Es más, su papel es central en esta aspiración, pues son ellos y no los que, afortunadamente, se sienten incluidos en todos los sentidos los que nos revelan con rotundidad lo limitado y contradictorio de muchas de nuestras concepciones, prácticas y valores educativos. De ahí también que su presencia en el marco de los contextos educativos que denominamos ordinarios sea determinante para que éstos puedan, si existe voluntad y determinación, innovar sus prácticas en sintonía con los valores de la inclusión que con solemnidad declaramos (LOE, 2006) y que, sin embargo, con tantas dificultades, reticencias y restricciones llevamos a la práctica. A este respecto, la pervivencia de determinados centros, aulas o agrupamientos «especiales» en la mayoría de las comunidades autónomas de nuestro Estado puede ser, en algunos casos, un indicador claro de unas y otras. Nuevamente, y en términos de los referentes morales en los que nos apoyamos para defender esta perspectiva, hablamos de lo que Escudero (2006) ha llamado ética del cuidado y que explica, citando a Furman (2004, p. 219), como el «valor intrínseco de los estudiantes, de forma que las relaciones que se establezcan entre ellos estén fundadas en virtudes como el cuidado, el respeto y el amor». Por lo tanto, hablar de una educación para la inclusión es sinónimo de hablar de esa aspiración por una educación de calidad para todos y con todos nuestros alumnos y alumnas, sin eufemismos en ese todos –que incluye, entonces, a los alumnos más vulnerables a los procesos de exclusión–. A este respecto, tenemos que hacer un esfuerzo para no hacerla equiparable a la educación especial o a la educación compensatoria (esto es, a lo que venimos haciendo con determinados grupos de alumnos con discapacidad o en desventaja por razones sociales o de procedencia), porque de hacerlo así estaríamos, en primer lugar, perdiendo la fuerza que se deriva de una preocupación que atañe potencialmente a todos los alumnos y alumnas y no sólo a un grupo particular de afectados y a sus familiares y, en último término, porque estaríamos reforzando unas 25 concepciones y unas prácticas educativas que, como se nos recordaba en la cita inicial de la UNESCO (2003), es palpable que, lejos de favorecer la inclusión social de los alumnos y alumnas a los que dicen servir, han contribuido a mantener su statu quo de ciudadanos invisibles y, por ello, excluidos. El camino hacia la inclusión Después de todo lo dicho, no resulta difícil de apreciar que hablar de educación para la inclusión es hablar de un proceso, no de un hecho puntual o de un lugar; de hecho, lo más valioso de esta utopía de una educación que quiere no ser excluyente estará no en el afán ilusorio de querer alcanzarla algún día plenamente, sino precisamente en su capacidad para ponernos en movimiento, esto es, para iniciar procesos de mejora e innovación educativa en el propio y singular contexto de cada centro que se comprometa con esta visión compartida (Echeita, 2006a). Recientemente Booth, Nes y Strømstad (2003) han sintetizado las principales dimensiones o lecturas que subyacen a la aspiración de una educación más inclusiva, resumen que presentamos en el cuadro 1 y que nos permite apreciar la amplitud de un marco de acción que sobrepasa, como venimos diciendo, el marco estrecho de la educación especial y compensatoria, y da un sentido global y sistémico a ese ámbito de intervención que en el quehacer profesional denominamos atención a la diversidad (véase el cuadro 1). Ahora bien, hace tiempo que los expertos en cambio conceptual (Pozo, Scheuer, Pérez Echevarría, Mateos, Martín y De la Cruz, 2006), nos previenen de que cambiar lo que se dice –el conocimiento explícito– no suele bastar para cambiar lo que se hace –los modelos implícitos en la acción–. Actuar de acuerdo a nuestras ideas y valores, en lugar de acabar pensando según nuestras acciones es más una conquista cognitiva y cultural, un logro del aprendizaje y la instrucción, que el modo defectivo o natural de funcionar de la mente humana (Pozo, 2003), por lo que no podemos darlo por supuesto, sino que es preciso diseñar deliberada o intencionalmente escenarios y situaciones sociales que lo favorezcan. Ésa podría ser, precisamente, una de las funciones que los orientadores, en su vertiente asesora, podrían desempeñar para contribuir al proceso de avanzar hacía una educación más inclusiva, si bien es cierto que no sin dificultad, habida cuenta de la naturaleza y las condiciones en las que se desenvuelven habitualmente los procesos de asesoramiento educativo (Monereo y Pozo, 2006). Cuadro 1. Significados de la inclusión educativa INCLUSIÓN SIGNIFICA DIVERSIDAD Y, POR LO TANTO, QUE: La inclusión no tiene que ver con ningún grupo de alumnos en particular, pero les concierne a todos los alumnos en la escuela. La diversidad es un valor. Hay que minimizar la categorización. 26 APRENDIZAJE Y PARTICIPACIÓN Y, POR LO TANTO: Implica remover las barreras para el aprendizaje y la participación que afectan al profesorado tanto como a los alumnos. Supone la participación en la vida académica, social y cultural de la comunidad a la que pertenece la escuela local. Implica el derecho de todos los estudiantes a aprender. DEMOCRACIA Y, POR LO TANTO, QUE: Todas las voces deberían ser oídas. La colaboración es esencial en todos los niveles. LA ESCUELA COMO TOTALIDAD Y, POR LO TANTO, QUE: Las barreras para el aprendizaje y la participación aparecen en todos los aspectos de la escuela. No deberían ser consideradas las primeras aquellas que existen dentro de los aprendices individuales. Todos son aprendices: profesores, miembros de la administración y los servicios, estudiantes y miembros de la comunidad. Inclusión no es sólo acerca de las prácticas escolares, sino también respecto a la cultura y a las políticas de las instituciones educativas en todos los niveles del sistema. Es la escuela como sistema la que tiene que cambiar. UN PROCESO QUE AFECTA A LA SOCIEDAD EN SU CONJUNTO Y, POR LO TANTO: La inclusión y la exclusión educativa están relacionadas con la justicia para todos en la sociedad. Es una cuestión política y, por lo tanto, conflictiva. Es un proceso continuo, no un estado que pueda ser alcanzado, ni un certificado que una vez que se adquiere no se puede perder. Fuente: Booth, Nes y Strømstad, 2003, p. 168 Sea como fuere, el camino para colaborar en el progreso hacia los cambios conceptuales y prácticos que anhelamos (desarrollar una educación para la inclusión con la amplitud de significados que hemos apuntado anteriormente) no pasa por confiar en el poder de la palabra articulada en forma de discursos, charlas, arengas o declaraciones, sino que el principal camino que se debe seguir es precisamente el contrario: tratar de cambiar lo que se hace, transformar radicalmente la gramática escolar al uso, esto es, los contextos de práctica habituales que generaron –y siguen manteniendo– las concepciones que hoy seguimos observando en muchos actores educativos y generar, al unísono, procesos de reflexión compartidos con los compañeros para tratar de reconstruir concepciones más coherentes con las aspiraciones de muchas familias, profesores y alumnos, siendo conscientes al mismo tiempo de que otros tantos pueden no compartirlas. Prácticas, por ejemplo, respecto a cuestiones tan importantes como los procesos de adaptación del currículo o la prestación de apoyos a los alumnos que los precisan, dos ámbitos en los que los orientadores estándirectamente implicados a través del preceptivo proceso de evaluación psicopedagógica, que los informan, y de los dictámenes o 27 informes en los que se concreta, pero en donde, lamentablemente, las tendencias excluyentes son abundantes. En efecto, muchas de las demandas de evaluación que los asesores reciben llevan implícita la idea de que nos encontramos ante un alumno o alumna que tiene un «problema» para el que debemos encontrar una solución que, en muchas ocasiones, pasa por proporcionarle una atención específica, generalmente segregadora. No es infrecuente que la demanda de evaluación contenga ya una sugerencia de respuesta educativa («a estos alumnos hay que hacerles un informe [¡no una evaluación!] para que vayan al programa de Diversificación Curricular o al Aula de Adaptación Curricular, para incorporarlos a un grupo más o menos específico o para sacarlos de su aula para recibir un apoyo individual») o como se dice habitualmente «para ver qué hacemos con él o ella», entendiendo que lo que hay que hacer es algo distinto de lo que se hace con la mayoría del alumnado del centro. La evaluación psicopedagógica, que, en esencia, debe ser el procedimiento para analizar la realidad dinámica de los procesos interactivos de enseñanza y aprendizaje en los que está implicado el alumno objeto de evaluación (Sánchez-Cano, 2005), se convierte en no pocas ocasiones en un trámite burocrático, necesario, sobre todo, para justificar una decisión prácticamente tomada de antemano. Lo cierto es que las razones para que el profesorado prefiera las medidas de carácter más segregador son cada día más variadas y a la vez aceptadas, pues cuando el alumno sale a un aula de apoyo, grupo específico singular, aula compensatoria o a uno de los muchos tipos de agrupamiento de alumnado con problemas que han ido creándose con los años, ya no sólo nos encontramos con un profesor que descansa aliviado ante la perspectiva de no verlo tanto o de no verlo nada, sino que, además, los centros «son premiados» cuanto más segregadoras son las medidas que ponen en marcha, pues la dotación de profesorado de apoyo y de otros recursos adicionales (materiales didácticos, ordenadores, ayudas económicas o técnicas…) está vinculada precisamente a la existencia de un número determinado de alumnos o de grupos de alumnos con necesidades educativas «específicas» que satisfagan una ratio preestablecida en la que prima la idea de rentabilizar los siempre escasos recursos (en algunos casos más escasos que en otros) que las administraciones educativas ponen a disposición de las escuelas. Volviendo a lo que apuntábamos, debemos resaltar entonces que sólo por la vía de la mejora y la innovación profunda y de la reflexión en y sobre nuestras acciones educativas (docentes, evaluadoras, asesoras…) podrán asentarse en lo cotidiano, aunque lentamente, las concepciones y las prácticas sobre la equidad educativa que tan solemnemente y por doquier declaramos, año tras año, en manifiestos internacionales, leyes nacionales, decretos autonómicos y proyectos educativos de centro. Como asesores, saber apoyar y comprometerse con estas iniciativas seguramente sea uno de los mejores puntos de partida para iniciar el viaje hacia mayores niveles de inclusión educativa. Pero, para iniciar ese proceso de cambio conceptual y práctico, los equipos educativos tienen que desarrollar estrategias que les permitan detener el curso habitual de su pensamiento (y de sus acciones educativas) y acceder, en algún grado, a esas 28 concepciones implícitas que se resisten a cambiar, acometer el complejo y duro proceso de analizarlas, contrastarlas con sus efectos reales sobre los alumnos más vulnerables a los procesos de exclusión (y sobre ellos mismos) y hacer por reconstruirlas (redescribirlas dicen los expertos) a la vez que tratar de innovar sus prácticas. Dicho en otros términos necesitamos, a modo de palancas para el cambio, iniciativas, instrumentos, asesoramiento y apoyos para hacer visibles los invisibles procesos de exclusión educativa. Una última consideración, antes de entrar en los análisis más pormenorizados de estas palancas para el cambio, tiene que ver con el uso que hacemos del término alumnos vulnerables, con el cual tratamos de evitar en todo lo posible el término necesidades educativas especiales tan cercano, por otra parte, a los profesionales de la orientación y el asesoramiento psicopedagógico de nuestro país. Lo hacemos porque compartimos con Booth y Ainscow (2002) la crítica de que, a pesar de las buenas intenciones y los buenos augurios con los que vio la luz, su uso seguramente no está sino perpetuando viejas concepciones que se resisten a cambiar: Consideramos que el enfoque con que se asocia [el concepto de necesidades educativas especiales] tiene limitaciones como modelo para resolver las dificultades educativas y puede ser una barrera para el desarrollo de prácticas inclusivas en los centros educativos, ya que, al «etiquetar» a un alumno con NEE, puede generar expectativas más bajas por parte de los docentes, y además esta práctica se centra en las dificultades que experimentan los alumnos que están «etiquetados», lo que puede desviar la atención de las dificultades experimentadas por otros alumnos. Además, algunos docentes piensan que la educación de los estudiantes clasificados como con «Necesidades Educativas Especiales» es fundamentalmente responsabilidad de un especialista […] En el Index, el concepto de «Necesidades Educativas Especiales» es sustituido por el término barreras al aprendizaje y la participación […] El uso de este concepto implica un modelo social de las dificultades de aprendizaje y de la discapacidad. […] De acuerdo al modelo social, las barreras al aprendizaje y a la participación aparecen a través de una interacción entre los estudiantes y sus contextos; la gente, las políticas, las instituciones, las culturas, y las circunstancias sociales y económicas que afectan sus vidas. (Booth y Ainscow, 2002, pp. 18-20) Por su parte, ha sido Castell (2004) quien ha utilizado el concepto de vulnerabilidad en su estudio sobre la exclusión, en un sentido que encontramos generalizable a las situaciones educativas que estamos analizando: La vulnerabilidad: personas que viven de un trabajo precario, que ocupan una vivienda pero de la que pueden ser expulsadas si no logran pagar su alquiler; también puede tratarse de alguien que parece estable, integrado a través de un trabajo regular, pero que va a perder su empleo porque la empresa ha decidido invertir sus capitales en otro lado y entonces esa persona va a caer en aquella «zona». He intentado distinguir pues, metafóricamente, «zonas» de la vida social. 29 Hay una zona de integración: se trata en general de personas que tienen un trabajo regular y soportes de sociabilidad bastantes firmes. Hay una zona de vulnerabilidad: por ejemplo, el trabajo precario, situaciones relacionales inestables. Y hay una tercera zona, la zona de exclusión, en la que caen algunos de los vulnerables e incluso de los integrados. Estos son los procesos es que preciso tratar de analizar y describir para apreciar las dinámicas que atraviesan el conjunto de la sociedad, y que tienen su origen en el centro y no en los márgenes de la vida social. (Castell, 2004, p. 58) Hoy, muchos de nuestros alumnos y alumnas en los centros escolares, tanto de educación infantil como de primaria y secundaria, se encuentran en esas «zonas de la vulnerabilidad» o «en riesgo» como consecuencia, en parte, de sus situaciones personales (déficits, situaciones familiares y sociales, desarraigo, etc.), pero sobre todo como consecuencia de las barreras al aprendizaje y la participación existentes en los centros que los escolarizan y en las políticas educativas establecidas; barreras que pueden interactuar muy negativamente con sus condiciones personales y llevarles, sin ellos desearlo, a las «zonas de exclusión» que tanto nos preocupan. Creemos ver en el concepto de vulnerabilidad una expresión más acorde con el carácter interactivode los procesos de enseñanza y aprendizaje (se es vulnerable no sólo por lo que uno es, sino también por la presión de los procesos que intentan homogeneizar la vida escolar, por organizaciones escolares y horarios rígidos, por la metodología trasnochada, etc. ) que en el concepto de necesidades educativas especiales, el cual, como apuntábamos, a pesar de las buenas intenciones sigue generando una mayor deriva hacia lo individual y hacia la categorización, hacia los márgenes y no hacia el centro de la vida escolar. Somos conscientes, no obstante, de que en este mismo manual se vuelve a utilizar el término de necesidades educativas específicas y aunque nos vuelve a resonar la cita de Ortega respecto a la importancia de los términos para ayudarnos a mirar la realidad con otra perspectiva, no creemos necesario ni oportuno hacer de esta controversia terminológica una disputa permanente, sobre todo si ello contribuye a distraer nuestra atención de la principal tarea que tendríamos como asesores, que no es otra que la de tratar de colaborar en los procesos de innovación y mejora educativa que contribuyan a una mayor inclusión educativa con la amplitud de significados que hemos recordado. 30 El asesoramiento psicopedagógico para la mejora de la inclusión en acción Aunque algunos dudan de que el sabio Arquímedes dijera aquello de «Dadme una palanca y un punto de apoyo y moveré el mundo», lo cierto es que la imagen nos resulta útil para llamar la atención sobre el hecho de que, como asesores, deberíamos tener siempre a mano y saber manejar con pericia «palancas» para colaborar en los distintos procesos de innovación y mejora necesarios para el cambio hacia una educación más inclusiva, empezando por aquellos que, como apuntábamos, ayuden a detener el curso habitual de pensar y hacer, tanto en el profesorado como en los propios asesores. Palancas para un cambio necesario A este respecto, resultan muy sugerentes los trabajos desarrollados por Ainscow y otros (Ainscow y West, 2006) en el marco global de lo que han denominado investigación colaborativa y participativa (que, por su carácter, tiene también una clara función de asesoramiento), en los que proponen algunas estrategias que pueden servirnos para generar la sorpresa, el extrañamiento que permita desencadenar el proceso de reflexión individual y grupal que lleve al profesorado a revisar sus concepciones y prácticas, esto es, a que se pregunte cosas como: ¿por qué hacemos lo que hacemos y no lo que decimos que deberíamos hacer? Entre esas estrategias están las siguientes: La observación mutua de clases seguida de una discusión estructurada sobre lo desarrollado. La discusión en grupo de las grabaciones en vídeo del trabajo de un colega. Escuchar (dar voz) a los alumnos y sus familias. La planificación colaborativa de las clases (study lessons) y revisión conjunta de los resultados. Actividades de formación en los centros basadas en el estudio de casos o en los datos procedentes de entrevistas. Innovaciones en el currículo (proyectos compartidos…). La cooperación entre centros escolares, incluidas visitas mutuas para ayudar a recopilar información relevante. Detrás de todo ello están los beneficios que nos reporta a los lugareños «la mirada del forastero»1 para sacarnos de nuestras perspectivas rutinarias sobre lo que hacemos y por qué lo hacemos. Un «forastero», que no siempre tiene que venir de lejos, pues puede ser otro profesor o los propios alumnos, quienes viven y ¿sufren? cotidianamente las prácticas que sería preciso cambiar. Todo apunta a que la disponibilidad de este asesoramiento colaborativo (en forma, tiempo y condiciones adecuadas) es un componente básico en todos los procesos de mejora educativa (Stoll y Fink, 1999) y vital en aquellos con una orientación hacia la inclusión educativa (Giné, 2006). 31 Disponemos también de algunos medios formalizados para ayudar a los equipos educativos comprometidos con estos cambios a revisar sus concepciones y prácticas en pro de una educación más inclusiva. Nos referimos al Index for Inclusion (Booth y Ainscow, 2002), que entre nosotros ha sido traducido como Guía para la evaluación y mejora de la educación inclusiva, de la cual existen versiones, tanto en castellano como en catalán y euskera2, y experiencias de uso y adaptación, tanto entre nosotros (Durán y otros, 2005; Alonso y Echeita, 2006) como en otros países (Rustemier y Booth, 2005; Booth, en preparación). Nuestro convencimiento profundo es que se trata de un instrumento muy útil para la tarea que nos ocupa cuando en los centros existen las condiciones internas en las que se sustenta su uso eficiente (Giné, 2006). El Index propone un proceso de autoevaluación de los centros educativos en tres dimensiones referidas a la cultura, las políticas y las prácticas escolares. La investigación- acción que implica este proceso está pautada a través de un conjunto de indicadores y de preguntas (organizadas en dos secciones para cada dimensión) a partir de las cuales el centro educativo se tiene que comprometer a realizar un análisis exhaustivo de su situación presente y de sus posibilidades futuras de cara a una mayor inclusión. La dimensión «Cultura» está orientada hacia la creación de una comunidad segura, acogedora y colaboradora. Pretende desarrollar valores inclusivos, compartidos por todo el profesorado, el alumnado, los miembros del consejo escolar y las familias. La dimensión «Políticas» configura la inclusión como el terreno de cultivo para desarrollar las actuaciones de mejora del aprendizaje y de la participación de todo el alumnado. Por tanto, todas las modalidades de apoyo se reúnen dentro de un único marco y se visualizan desde la perspectiva de los alumnos y su desarrollo en lugar de desde la perspectiva del centro educativo o de las estructuras de la administración. La tercera dimensión, «Prácticas», garantiza que las actuaciones del centro educativo reflejen la cultura y las políticas inclusivas escolares. Esta dimensión pretende asegurar que las actividades en el aula y las actividades extraescolares alienten la participación de todo el alumnado, y tengan en cuenta el conocimiento y las experiencias de los estudiantes dentro y fuera de la escuela. En el cuadro 2 se recogen las dimensiones, las secciones y algunos ejemplos de los indicadores del Index, los referidos a la primera sección de la dimensión A: crear culturas inclusivas. Estas dimensiones y secciones podrían también utilizarse para estructurar el plan de mejora del centro educativo y servirle de epígrafes principales. Serían de gran utilidad también para dirigir el proceso de elaboración y revisión de los actuales planes de atención a la diversidad, sobre los que muchas administraciones educativas han legislado. Cada sección contiene hasta un máximo de doce indicadores. Podríamos decir que los indicadores representan una formalización de «aspiraciones» con las que se valora y compara la situación presente en el centro, para poder llegar a establecer determinadas 32 prioridades de mejora. Cada centro puede seleccionar aquellos indicadores o aspectos que considere importante trabajar. Como, por ejemplo, desarrollar estrategias a través del currículo para mejorar la autoestima de los estudiantes, introducir actividades de formación del profesorado para hacer que las clases respondan más a la diversidad o promover el trabajo colaborativo entre estudiantes. En el cuadro 3 se presentan algunos ejemplos de preguntas relacionadas con un indicador que involucra a los asesores psicopedagógicos en los centros. Las dimensiones, las secciones, los indicadores y las preguntas proporcionan, en definitiva, un mapa más detallado que puede guiar el análisis de la situación del centro en un momento determinado ayudando a especificar futuras posibilidades de acción. En todo momento, el carácter del Index es flexible, ya que se va construyendo sobre la base del conocimiento de todos los miembros de la comunidad educativa y debe adaptarse a sus circunstancias específicas. Cuadro2. Dimensiones, secciones y ejemplos de indicadores del Index DIMENSIÓN A. CREAR CULTURAS INCLUSIVAS SECCIÓN A.1: CONSTRUIR COMUNIDAD SECCIÓN A.2: ESTABLECER VALORES INCLUSIVOS Indicadores Sección A.1: A.1.1. Todo el mundo merece sentirse acogido. A.1.2. Los estudiantes se ayudan unos a otros. A.1.3. Los profesores colaboran entre ellos. A.1.4. El profesorado y el alumnado se tratan con respeto. A.1.5. Existe colaboración entre el profesorado y las familias. A.1.6. El profesorado y los miembros del consejo escolar trabajan bien juntos. A.1.7. Todas las instituciones de la comunidad están involucradas en el centro. DIMENSIÓN B. ELABORAR POLÍTICAS INCLUSIVAS SECCIÓN B.1: DESARROLLAR UNA ESCUELA PARA TODOS SECCIÓN B.2: ORGANIZAR EL APOYO PARA ATENDER A LA DIVERSIDAD DIMENSIÓN C. DESARROLLAR PRÁCTICAS INCLUSIVAS SECCIÓN C.1: ORQUESTAR EL PROCESO DE APRENDIZAJE SECCIÓN C.2: MOVILIZAR RECURSOS Fuente: Booth y Ainscow, 2002 Si la reflexión compartida y la indagación crítica sobre nuestras concepciones educativas son condiciones clave para la mejora, no será, por tanto, por falta de estímulos (preguntas) por lo que algunos estarán parados. Ahora bien, también es cierto que, para poner en marcha las dinámicas de cambio que pueden derivarse de los múltiples análisis que el Index propone, no basta con las ganas y la buena voluntad. Resulta necesario encontrar espacios y contextos que propicien y 33 1. 2. 3. 4. estimulen este análisis, y es seguro que desde los servicios de asesoramiento psicopedagógico puede proporcionarse una importante ayuda para encontrarlos o aprovecharlos. Porque lo cierto es que estos espacios existen, aunque no siempre se aprovechen como sería de desear: la mayor parte de los claustros pone en marcha procesos periódicos de evaluación de la práctica, incluso exigidos por la Administración educativa, que suelen resolverse como un trámite más, tal vez engorroso e incómodo. Las revisiones de los resultados de las evaluaciones, las valoraciones de cada curso, las memorias finales de todos y cada uno de los planes o programas que se ponen en marcha en los centros son, todas ellas, oportunidades para ir un poco más lejos en los procesos de reflexión y análisis de la realidad de cada centro. Si los asesores pueden jugar un papel determinante en esta tarea, sugiriendo nuevas vías para dotar de verdadero sentido a estos procesos de evaluación para la mejora, también deberán, como requisito previo, profundizar en las competencias que les habiliten precisamente para realizar con profesionalidad esta tarea específica de asesoramiento. Cuadro 3. Ejemplos de preguntas del Indexpara un indicador DIMENSIÓN B. ELABORAR POLÍTICAS INCLUSIVAS SECCIÓN B.2: ORGANIZAR EL APOYO PARA ATENDER A LA DIVERSIDAD Indicador B.2.6. Las políticas de orientación educativa y psicopedagógica se vinculan con las medidas de desarrollo curricular y de apoyo pedagógico. Preguntas: ¿Se considera la mejora del aprendizaje y la participación de los estudiantes como el principal objetivo de los profesionales que prestan apoyo psicopedagógico individualizado? ¿Los problemas emocionales y conductuales de los alumnos son tratados con estrategias que mejoran las experiencias en el aula y en el área del juego y la interacción con los demás? ¿Las estrategias de orientación psicopedagógica empleadas son una oportunidad para la reflexión acerca de los modelos para mejorar la enseñanza y el aprendizaje de todos los estudiantes? ¿Se preocupan los responsables del apoyo psicopedagógico de las barreras al aprendizaje y a la participación en las políticas y en las culturas del centro educativo, además de en las prácticas? Fuente: Booth y Ainscow, 2002 Para llevar a cabo esta tarea de promover la reflexión individual y grupal que antecede a la mejora, no sólo son útiles, sino que tal vez deberían considerarse obligadas, las estrategias dirigidas a escuchar la voz de los propios niños, jóvenes o adultos en riesgo de marginación (Ballard, 1999; Messiou, 2006) o de sus familias (ANSHDA, 2005). Es sorprendente la capacidad de los estudiantes vulnerables para reflexionar sobre sus propias experiencias, demostrando reiteradamente que son «expertos de sus propias vidas», así como para aportarnos información valiosa con capacidad para iluminar tanto las fortalezas como las debilidades en los asuntos y procesos educativos que les afectan (calidad educativa, provisión de recursos, apoyos, etc.); quienes trabajamos en este 34 ámbito deberíamos estar bien prevenidos de nuestra usual tendencia a subestimar esta capacidad, y lo que es peor, a sobrestimar nuestras propias opiniones al respecto. Es éste un terreno en el que, además, los asesores psicopedagógicos solemos encontrarnos cómodos y preparados, ya que buena parte de nuestro trabajo descansa a menudo en el conocimiento profundo de nuestros alumnos y sus familias, y en la puesta en práctica de unas habilidades y técnicas (entrevistas, cuestionarios, observación de grupos o individuos), que podríamos poner al servicio de la institución escolar con unos fines algo más complejos y de contenido más global que el usual de la evaluación del alumno o de la ayuda individual, sin duda necesaria, pero, por lo general, poco contextualizada. Como apuntábamos antes, incluir la propia perspectiva de los alumnos en la indagación sobre los procesos de exclusión es una poderosa estrategia para acceder no sólo a la perspectiva sobre la inclusión que hemos vinculado a la participación de los alumnos en la vida escolar, sino también con relación a su aprendizaje; por otra parte, resulta coherente con el creciente reconocimiento de los niños y jóvenes como sujetos activos y competentes para saber y participar sobre todo aquello que afecta a sus vidas. En este marco, por ejemplo, la llamada estrategia mosaico (mosaic approach) de Clark y Moss (2006) es, entre otras, una forma peculiar (con su uso convergente de entrevistas, fotografías, historias, paseos, etc.), pero muy productiva de conocer e incluir la perspectiva de los niños y los jóvenes en los procesos de revisión de los servicios que les incluyen y, a efectos de lo que nos ocupa, un estímulo para imaginar formas creativas de llegar a la experiencia vital y las emociones que afectan a determinados alumnos en riesgo de marginación. Porque, además de la sorpresa necesaria para hacer aflorar las concepciones implícitas en nuestras prácticas, para escuchar y mostrar empatía con lo que los alumnos sienten, tiene la capacidad de generar emociones que ayudan al cambio; y es que, como nos comenta el ya citado Ballard, ocurre algo importante cuando uno se identifica con una persona «herida», como son las que ahora nos ocupan: la emoción – incluidas la pena y la rabia– hace más factible que la gente plante cara a las políticas opresivas y dañinas. Pero el trabajo que realizan Ainscow y West (2006) no sólo da cuenta del uso y la utilidad de estas estrategias, que permiten al profesorado pararse a repensar sus concepciones y sus prácticas, sino que también es una demostración de lo crucial que resulta, para todo ello, la tarea de crear y sostener amplias y sólidas redes de colaboración e interdependencia positiva entre centros escolares, tanto como entre todos los miembros de cada comunidad educativa (profesorado, padres, alumnos, servicios de apoyo, organizaciones no gubernamentales,…), creando auténticas comunidades de aprendizaje (Elboj y otros, 2002). Y ello para generar, tanto las sinergias y la fuerza que procede de la unión como para apoyarse mutuamente ante las dificultades, frustraciones y dudas que a buen seguro deben surgir en ese proceso de transformación de los centros escolares, pues tales «turbulencias» son un indicador objetivo de intentos de cambio y mejora escolar sustanciales y no simplemente cosméticos. Indudablemente cada uno de los «nudos» de esta red (los alumnos entre sí, los profesores, las familias, etc.), tiene sus propias condiciones para poder cumplir bien con su cometido y ofrecernos algo concreto 35 y valiosopara la tarea de incluir a los alumnos más vulnerables en los procesos de exclusión. Una vez más no podemos decir que sea la falta de conocimiento y experiencias la que limita nuestra capacidad de crearlas, pues cualquier revisión somera sobre estas cuestiones nos pondría de inmediato frente a multitud de obras valiosas y estimulantes. Como asesores, cualquier contribución que facilite la creación y el fortalecimiento de esta red será un aporte decisivo en el proceso hacia centros con mayor capacidad para atender a la diversidad del alumnado en marcos no excluyentes. Agentes y escenarios del cambio Ahora bien, en todos los casos, lo que la investigación está poniendo de manifiesto es la importancia e influencia decisiva de los equipos directivos y de los estilos de liderazgo flexibles para adaptarse en cada fase del proceso de mejora a la cultura imperante en los centros (Ainscow y West, 2006) y para propiciar con ello que la colaboración conduzca a cambios sostenibles. Asesorar a estos equipos es hoy un compromiso ineludible de los sistemas educativos que pretendan, si lo pretenden, salir de su estancamiento en la dirección de una mayor calidad y justicia educativa para todos los alumnos y alumnas. Pero la duda que ello nos sugiere es la de quiénes tienen en nuestros contextos educativos la capacidad y la credibilidad para asesorar a los directivos en esta dirección, y si son los servicios de orientación los que están en mejor posición para afrontar esta tarea o, por el contrario, sería una tarea propia de «otros asesores»: inspectores, técnicos de educación, asesores de las redes de formación, etc. Mientras esta situación no esté del todo clara, se plantea un serio interrogante con respecto al alcance de los cambios que podamos esperar. A la espera de que se vaya resolviendo esta cuestión, sí es importante resaltar que la relación estrecha y funcional entre orientadores y equipos directivos resulta ser, en cualquier caso, una pieza crítica en la dinámica del trabajo de asesoramiento y un indicador fiable de las expectativas de éxito o fracaso de las iniciativas en las que pudiéramos colaborar para ir avanzando. Sea como fuere, nosotros mantenemos que, a tenor de la legislación educativa vigente, es posible –aunque frecuentemente muy difícil– llevar a cabo en los centros escolares un trabajo de asesoramiento que facilite el avance hacia prácticas educativas más inclusivas. En este sentido, en el espacio que se crea alrededor de los procesos de análisis, concreción y revisión de los proyectos de centro (proyecto educativo, proyecto curricular, programaciones, plan de atención a la diversidad, plan de acción tutorial, etc.) pueden tener cabida –y así ocurre afortunadamente en muchos centros– las tareas de llevar a cabo un análisis de las barreras al aprendizaje y la participación, y las consiguientes propuestas de planes de acción para sustituir dichas barreras por las prácticas escolares que puedan actuar entonces como facilitadoras de los cambios deseados. La larga experiencia profesional acumulada por los asesores psicopedagógicos escolares en estas tareas, en condiciones muchas veces tremendamente adversas, hace posible a estas alturas compartir lo esencial de lo aprendido en este ámbito, tan complejo pero a la vez tan imprescindible, para llevar a cabo una práctica profesional coherente con el modelo colaborativo de asesoramiento psicopedagógico que defendemos y con los 36 valores y las prácticas propias de una educación más inclusiva. El lector podrá comprobar por sí mismo que esa experiencia esta bien recogida en el resto de los capítulos que constituyen este manual. Por definición, un manual tiene que tener una perspectiva de futuro y contribuir en lo posible a configurar una realidad profesional mejor de la que en este momento conocemos. En este sentido no debe pasar por alto la crítica rigurosa y profunda de la situación existente, pero debe crear la ilusión de que las cosas pueden mejorar si aspiramos a que en algún momento ciertamente mejoren. En este sentido no podemos dejar de señalar que en nuestro país los servicios de orientación tienen atribuidas gran cantidad de funciones que están relacionadas con la participación en los procesos de concreción del currículo y en la elaboración o puesta en marcha de programas educativos en los centros, de carácter integral y sistémico. Pero la realidad es que estos programas, a veces promovidos por una Administración educativa que incurre en frecuentes y llamativas contradicciones, se han convertido en muchas ocasiones en meros trámites administrativos y tediosas ocupaciones burocráticas más que en mecanismos de planificación, innovación y mejora eficaces. No olvidemos que, por ejemplo, la noción de proyecto curricular ha desaparecido de la última ley orgánica de educación (LOE, artículo 121), engullida, por lo que parece, en un concepto más amplio de proyecto educativo, que ha de integrar las decisiones curriculares, o sustituida, con más probabilidad, por unas programaciones de los departamentos didácticos, que vienen a ser precisamente la antítesis de la planificación integral o compartida de un centro educativo. Algo similar cabría decir respecto a la discrepancia entre el modelo de orientación que subyace a la normativa que rige la labor de la orientación educativa y psicopedagógica y las demandas continuas que desde los centros y la propia Administración se realizan a los servicios de orientación, sean externos o internos a los centros. Estas demandas, que están muy a menudo relacionadas con procesos de intervención directa con el alumnado que presenta alguna necesidad educativa «especifica», sugieren la pervivencia de unos modelos implícitos de tipo clínico remedial, que contribuyen de manera poco eficaz a modificar las condiciones más institucionales de las escuelas y que, en cualquier caso, absorben la mayor parte de las energías y los tiempos de dedicación de los asesores psicopedagógicos a los centros. Pero «siempre existe la posibilidad de lo posible», como decía en una canción Pablo Guerrero, y por esa razón debemos resaltar, de nuevo, que es en el espacio de intervención institucional, configurado por los procesos de concreción del currículo, por la elaboración de los planes de atención a la diversidad o los planes de acción tutorial, donde los asesores deben poner el énfasis de su acción asesora, pues es en estos espacios donde se libra la verdadera batalla de la inclusión, en la medida que en ellos se concretan, por acción u omisión, las posibles barreras que limitan el aprendizaje y la participación de algunos estudiantes. En ocasiones, como a todo buen estratega, no nos quedará más remedio que replegarnos a tareas más concretas y paliativas y, por qué no decirlo, menos estresantes también (la entrevista individual con un alumno o su familia para intentar 37 poco más que animarle a no desfallecer, la intervención en un grupo para trabajar sobre un caso aislado de acoso escolar o la preparación de unas sesiones de prevención del tabaquismo), a la espera de que vengan tiempos mejores. Ahora bien, nuestra preocupación deberá ser entonces no quedar al confortable abrigo de la complacencia cuando fuera se dirime el dilema entre nuestros valores y las obtusas prácticas que se resisten a cambiar. 38 A modo de conclusión En este capítulo hemos realizado un recorrido guiado por la idea de que la educación debe superar toda tentación de exclusión de determinados alumnos y alumnas y de que los asesores psicopedagógicos estamos llamados a jugar un importante papel en esta tarea. Hemos partido de la necesidad de un cambio de envergadura tanto en las concepciones como en las prácticas educativas para contribuir de manera más eficaz a extender la educación a todos y cada uno de los alumnos, sean cuales sean sus condiciones o necesidades personales; hemos apuntado las que consideramos que son las palancas para que ese cambio llegue a producirse y hemos tratado de visualizar el papel de los agentes educativos, especialmente de
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