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CLÍNICA Y EXPERIENCIA Vanesa Baur- Rosana Scandalo Ficha de cátedra- Psicología Clínica- Facultad de Psicología UNMdP “Pretendemos mostrar en qué la impotencia para ejercer auténticamente una praxis se reduce, como es corriente en la historia de los hombres, al ejercicio de un poder” Lacan, 1985, p.566 Comenzamos esta presentación de la concepción de la clínica que transmitimos con un epígrafe, una breve cita de Lacan que se encuentra en “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1966). Es un pasaje que nos parece elocuente, apunta al corazón de los fundamentos desde los cuales se ejerce una praxis. En este caso, la clínica. Práctica para la cual habilita el título de grado en Psicología y que es uno de los ámbitos que, en el ejercicio liberal de la profesión, más accesible resulta para quien se ha graduado. Tal como proponemos en el programa de la asignatura, la capacitación para el ámbito clínico implica brindar una especial atención a los fundamentos de nuestra práctica. Es en relación a estos que podemos dar cuenta de las variadas intervenciones que pueden llevarse a cabo de acuerdo a la inserción profesional (en lo público, en lo privado, en el marco de una institución, en el consultorio particular) y los dispositivos en que el psicólogo participe o diseñe (grupal, individual, con niños, con parejas, etc.). Incluso, los fundamentos que sostienen la práctica clínica se encuentran implicados en los espacios de carácter interdisciplinario, los que requieren de cada profesional dar cuenta de la especificidad de su posición de modo que desde allí pueda intervenir en el diálogo posible con los otros discursos. La concepción de la clínica que planteamos no se encuentra en ningún modo aislada en una elucubración teórica, los fundamentos a los que nos referimos son aquellos que interrogan dialécticamente la experiencia, nutriéndose de ella para poner en cuestión los saberes que pueden de otra manera cristalizarse, ofreciendo un cómodo reposo en lo ya sabido, tanto respecto de los conceptos como de las técnicas. La pretendida unidad instrumental Como ya habrán advertido a lo largo de la carrera que están finalizando, la Psicología está aquejada por su aspiración a la unidad y a la integración, bienes a los que no logra acceder por su naturaleza misma. Esta situación ha sido descripta por importantes teóricos de la Psicología y por epistemólogos interesados en dar cuenta de sus particularidades. Nos referiremos en este caso a Georges Canguilhem. En su conferencia “¿Qué es la psicología?” (1966) Canguilhem se detiene en esa misma pregunta, cuya respuesta o búsqueda de respuesta implican consecuencias en el hacer. No se encuentra una respuesta uniforme en términos de método y objeto, lo que da cuenta de una tensión interna; la que resuena con otra tensión, entre ciencia y profesión, a la que no puede responder una unidad de proyecto. El autor describe las diferentes corrientes imperantes en psicología. Por una parte, las que buscan o sustentan sus afirmaciones en referencias neurobiológicas (que se remonta a la psicofisiología y hunde sus raíces en el estudio aristotélico del alma, a la que podía considerarse un objeto natural de estudio). En segundo lugar, las psicologías herederas del mecanicismo, en cuyo marco emerge la ciencia de la subjetividad, aquella que ubica al sujeto de la experiencia como posible fuente de engaño y distorsión de los aparatos perceptivos. Finalmente, a Canguilhem le preocupa otro campo de la psicología, menos enraizado en su herencia filosófica que en la biología y en el cual el psicólogo se ubica como instrumento, aún sin saber de qué o de quien. Lo describe del siguiente modo: … aceptando convertirse, sobre el patrón de la biología, en una ciencia objetiva de las aptitudes, de las reacciones y del comportamiento, esta psicología y esos psicólogos olvidan totalmente de situar su comportamiento específico en relación con las circunstancias históricas y con los medios sociales dentro de los cuales son llevados a proponer sus métodos o técnicas y a hacer aceptar sus servicios. (Canguilhem 1966, p.7) Como podemos ver, Canguilhem alude a la importancia de los fundamentos, los que se pierden si aceptamos reducirnos a una función instrumental. Resuena también en estas líneas una perspectiva marxista acerca de la dominancia ontológica de la forma mercancía, que, como vemos, involucra a todos los participantes de los procesos de la psicología. Pero para una psicología en la que la palabra alma hace huir y la palabra conciencia, reír, la verdad del hombre está dada en el hecho de que no existe más la idea del hombre en tanto que valor diferente del de una herramienta. (Canguilhem 1966, p.7) Podríamos establecer una analogía entre la perspectiva instrumental acerca de la función del psicólogo y la caracterización de su rol como aplicación de técnicas. Esta perspectiva instrumental se vincula estrechamente con las consecuencias éticas de la acción profesional. Canguilhem concluye que … el comportamiento del psicólogo del comportamiento humano encierra casi obligatoriamente una convicción de superioridad, una buena conciencia dirigista, una mentalidad de manager de las relaciones del hombre con el hombre. Es por eso que debemos volver a la pregunta cínica; ¿quién designa a los psicólogos como instrumentos del instrumentalismo? ¿en qué se reconoce a los hombres que son dignos de asignar al hombre-instrumento su rol y su función? ¿quién orienta a los orientadores? (Canguilhem, p. 8) Estas últimas incómodas preguntas provenientes de un filósofo de la ciencia obran de presentación de los problemas que enfrenta una psicología clínica si se reduce a su faz instrumental, si no se interroga por sus fundamentos, si no atiende al concepto de ser humano que involucra, si no está advertida de que una praxis puede reducirse al ejercicio de un poder. Asimismo, el psicólogo clínico necesita estar advertido de que muchas veces ideales acerca de su acción (vg. la brevedad de las terapias, la resolución rápida de problemas) no se encuentran sostenidos en criterios clínicos sino que se basan en necesidades del mercado de la salud, dónde se prioriza la ecuación tiempo-dinero. Esto no implica desconocer estas demandas sino poder pensar de qué manera responder a las mismas sin dejar de lado los criterios clínicos. De la misma manera, el psicólogo clínico que participa en instituciones del Estado donde se elaboran, se implementan o se transmiten políticas de salud, necesita poder pensar si su praxis puede quedar reducida el ejercicio de un poder aunque este sea, y más aún, por la carga de ideal que conlleva, el bien común. Lacan (2015) afirma que “…la referencia de un discurso es lo que manifiesta querer dominar”, (p. 73) es decir, no hay ningún discurso que no sea de dominación. Nacimiento de la clínica Avancemos ahora respecto de lo específico de nuestro ámbito ¿Qué es la clínica? El término clínica proviene del griego kliniké, cuya significación alude al lecho, a atender a quien se encuentra en el lecho, inclinándose hacia él. En su origen, el término remite a la terapéutica y el padecimiento y su surgimiento como campo propio de la psicología es fechable a fines del siglo XIX, con las primeras aplicaciones o intervenciones de la psicología en USA. Según H. Carpintero (2008) El campo clínico ha sido, tal vez, el primero en constituirse como ámbito profesional; también el más amplio, y el que atrae la atención de un mayor número de profesionales (…) la figura del profesional clínico debe mucho a Lightner Witmer, fundador de la primera clínica en Pennsylvania, en USA, en 1896, que abrió la marcha de la vía profesional del psicólogo en este campo1. Desde un punto de vista estructural, la psicología clínica hereda no solo el nombre sino una tradición en la clínica médica.Descripta magistralmente por M. Foucault en su libro “El nacimiento de la clínica” (2001), vemos que esta práctica y discurso supone una radical transformación de la medicina. Cobra una importancia radical aquel que ejerce su práctica que procura aliviar el padecer de quien está en el lecho, conjugando ver y decir, observar y producir un saber. Es una mirada (ojo clínico) que conjuga ver y decir (“¿Dónde le duele a usted?”) Es una mirada que recorre un cuerpo y busca llegar, a través del desciframiento, a una verdad que le permita enunciar un nombre y producir una elucubración de saber. La clínica nace entonces en la medicina a finales del siglo XVII dónde para curar es necesario, antes, determinar científicamente en qué consiste el padecimiento y cuál es su tratamiento. La clínica psicoanalítica hereda de la clínica médica la atención a la singularidad pero se diferencia en el desplazamiento pulsional que va de la mirada a la escucha. No se dedica a observar y objetivar los síntomas de la enfermedad, la fenomenología del síntoma, sino a la escucha atenta acerca de lo que el sujeto dice de su síntoma, de su padecimiento. Experiencia, terapéutica, clínica La psicología clínica es un campo íntimamente ligado al ejercicio profesional. Tal como advertimos en el recorrido apoyado en Canguilhem, nos interesa una perspectiva diferente a la instrumental. Pero entonces ¿dónde encontramos la clínica? Nos serviremos de una distinción fecunda, entre experiencia, terapéutica y clínica. 1 Witmer inició su labor clínica con la atención de niños con dificultades de aprendizaje. La experiencia es fundamento, piedra de toque, un real… que se pierde. Ya la transmisión de lo que pasó en alguna escena de la práctica del psicólogo clínico implica una elaboración de esa experiencia -sea en formas institucionalizadas como la historia clínica, el informe; o más íntimas como el relato realizado en una supervisión; la preparación del caso para su presentación entre colegas. Justamente en la elaboración, en la puesta en discurso, reside lo propio de la clínica que es una disciplina de discurso, una elucubración de saber sobre “lo imposible de soportar” que es la clínica como experiencia de lo real. Disciplina de discurso que articula la práctica terapéutica con la elaboración de saber (tal como lo muestra Foucault en el caso de la clínica médica) y no se deduce naturalmente de la aplicación de procedimientos curativos. Esta otra dimensión, la terapéutica, la de las técnicas y su aplicación, no alcanzan el estatuto de discurso. O, en otros términos, atender solo a ellas deja a nuestra práctica en un nivel pre profesional en tanto es el profesional el que puede discernir merced a su conocimiento, medios y fines adecuados a la resolución de problemas (algo más que la aplicación de un procedimiento) y dar cuenta de las razones y efectos de su proceder. En palabras de Gabriel Lombardi: La clínica no es la experiencia entonces. No es tampoco la acumulación de experiencia. Tal acumulación tiene sus ventajas por supuesto, pero en la perspectiva radical sostenida por Lacan “lo propio de la experiencia es preparar casilleros”2: al mismo tiempo que uno aprende el oficio, sus trucos, un saber hacer, se consolidan esquemas y clasificaciones que tejen el lazo entre los prejuicios del propio fantasma… (Lombardi, 2000, p. 2) La clínica refiere a un campo práctico, a un saber en estrecha relación con la práctica de hacer respecto al padecimiento. En el dominio del hacer encontramos el procedimiento o método para curar la enfermedad, en términos de la medicina una terapéutica que busca restablecer un estado anterior a la enfermedad, es decir, que implica una idea de salud y enfermedad atravesada a su vez por las nociones de lo que se considera normal o patológico. El campo médico realiza sus procedimientos clínicos con un criterio de objetividad, es decir, ajeno al sujeto y extraño al padecimiento en términos subjetivos, sólo atendiendo al dolor en términos de signo, pero en sus procedimientos la revisación clínica, el interrogatorio clínico es fundamental en cada paciente. La clínica psicoanalítica en su terapéutica establece desde sus comienzos la máxima oposición posible entre el análisis y los métodos psicoterapéuticos que utilizan técnicas sugestivas 2 J. Lacan. “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”. Intervenciones y textos 2. Manantial. Buenos Aires. 1988. El procedimiento psicoanalítico se distingue de todos los métodos sugestivos, persuasivos, etc., por el hecho de que no pretende sofocar mediante la autoridad ningún fenómeno anímico. Procura averiguar la causación del fenómeno y cancelarlo mediante una transformación permanente de sus condiciones generadoras. (Freud, 1996, p. 246). En este sentido el psicoanálisis es tanto el procedimiento que sirve para investigar los procesos anímicos inconscientes como el método terapéutico fundado en dicha investigación, pero también la teoría elaborada a partir de ambos. Estos aspectos teóricos no son especulativos, todo lo contrario son producto de la investigación clínica, están construidos sobre la interpretación de la empiria “no son el cimiento sino el remate del edificio íntegro, y pueden sustituirse y desecharse sin perjuicio” (Freud, 1996b p.750). Por su parte, Lacan se refiere a que “el psicoanálisis no es una terapéutica como las demás” (1985b), no establece una cura-tipo y considera que no se puede abordar una terapéutica sin referencia a una ética. Como epígrafe de estas líneas tomamos una frase de Lacan de “La dirección de la cura…”. En dicho artículo encontramos también distinciones que nos permiten situar diferentes niveles que se ponen en juego en la cura, como la analogía con la postulación estratégica de von Clausewitz. Lacan se sirve de una diferenciación entre política, estrategia y táctica, en la cual la primera determina a las demás. O, abordado a la inversa, a nivel de las tácticas somos libres, vale decir, las intervenciones en sí mismas pueden ser cualquiera, no obstante lo cual no se determinan en sí mismas sino que están sometidas al nivel que le es superior: la estrategia. Con la estrategia Lacan analoga al lugar que ocupemos en la transferencia, ya que el efecto de nuestros procederes “técnicos” está influido por ese lugar que es inconsciente (vale decir, escapa a nuestra buena voluntad e incluso a la de quien consulta). La política, finalmente, es una que se sostiene y que sostiene las estrategias que se definen y las tácticas relativas a esa política. Vale decir que el nivel de mayor determinación es a su vez el más determinado, en el que no somos libres sino que nos sujetamos a una dirección. En el caso de la clínica podemos ubicar allí nuestra concepción del sujeto y del síntoma, que orienta nuestras acciones y define nuestra ética. Si en la política no somos libres (es decir, no somos relativistas, no varía la concepción de sujeto y síntoma desde la cual nos ubicamos en la práctica acomodándonos al trastorno o a la demanda), lo somos en mayor medida en la estrategia (la maniobra transferencial) y en las tácticas… sin olvidar que se trata de tres niveles de determinación jerárquica. Conclusión Estas páginas se presentan como una introducción que sitúa la concepción de la clínica con la que vamos a trabajar. Mencionamos conceptos complejos que recibirán un tratamiento específico a la largo de la cursada. Finalmente, hacemos nuestra una no-tan-académica (pero no por ello menos verdadera) descripción de nuestro trabajo: No fui cirujano, como mi padre había esperado, pero acabé dedicándome a atender el mostrador de esta oficina de objetos perdidos, donde acude la gente creyendo que aquí va a recuperar el suyo. Es una oficina muy especial, porque aunque en realidad aquí no está lo que busca, en el trámite de averiguarlo encuentra otras cosas que ni siquiera sabíaque existían. Y lo más extraordinario es que eso les cambia la vida (Dessal, 2018) Bibliografía Canguilhem, G. (1966) “¿Qué es la psicología?” Ficha de cátedra Fac. Psicología UBA Carpintero, H. (2008) “Un paseo por la historia de la psicología clínica y de la salud: entrevista a Helio Carpintero” en Clínica y Salud vol.19 no.1 Madrid abr./may. 2008. Recuperado el 10/12/2017 en http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-52742008000100006 Dessal, G. (2018) “El caso Anne. Lecciones para sobrevivir a la noche más larga”. Interzona: Bs. As. Freud, S. (1996) “El psicoanálisis” en Obras Completas vol. XVIII. Amorrortu: Bs. As. Freud, S. (1996b) “Introducción del narcisismo” en Obras Completas vol. XIV. Amorrortu: Bs. As. 1914 Lacan, J. (1985) “La dirección de la cura y los principios de su poder” en Escritos II. Siglo XXI: México. 1966. Lacan, J. (1985b) “Variantes de la cura-tipo” en Escritos I. Siglo XXI: México. 1966. Lacan, J. (2015) El Seminario. Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Paidós: Bs. As. 1969-70. Lombardi, G. ¿Qué es la clínica psicoanalítica?. Material de circulación interna. Texto redactado sobre la base de la presentación del Colegio Clínico de Buenos Aires, realizada el 8 de mayo de 2000 http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1130-52742008000100006
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