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TEMA 1: LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Prof. Dr. Eduardo Escartín González 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO 
 
 
 
 
 
TEMA 1 
 
LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
TEMA 1: LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Prof. Dr. Eduardo Escartín González 
 
 
 
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1.- PRIMERAS EXPRESIONES DEL PENSA-
MIENTO ECONÓMICO 
La cultura occidental es heredera de la 
tradición grecolatina y prácticamente no tiene aportes 
de culturas más antiguas, algunas de ellas próximas a 
nuestro entorno geográfico como la egipcia o la asiria y 
otras más alejadas como la india o la china. De todas 
las sociedades de esas culturas prácticamente no se 
conservan escritos de los que pueda deducirse un 
pensamiento científico en el aspecto económico. No 
obstante, de los fragmentos que se conservan, los 
historiadores del pensamiento económico, debido a las 
dificultades de leer los textos antiguos, no han podido 
interesarse lo suficiente por dichas sociedades. Lo cual 
no quiere decir que en los textos antiguos, cuya difusión 
es muy restringida, no haya opiniones y referencias 
sobre asuntos propios de la economía, ni que no se 
explicaran las formas de resolver los problemas 
económicos con los que tenían que enfrentarse esas 
sociedades. Principalmente esas referencias contienen 
conocimientos fácticos extraídos de la experiencia 
cotidiana que, si bien entran en el campo del 
pensamiento económico, no pueden considerárseles 
como conocimientos científicos en el sentido moderno 
de la ciencia. 
En los poemas épicos atribuidos a Homero (c. 
850 a. de C.), la Iliada y la Odisea, se encuentran 
numerosas referencias a la vida y la economía de los 
antiguos griegos y pueblos vecinos hacia el siglo XII a. 
de C., aunque dichas costumbres deben estar afectadas 
por el modo de vida de la época en que se compusieron 
los poemas. 
Si, como afirma J. A. Schumpeter (en un 
sentido lato para que pueda aplicarse a muchas épocas 
históricas), se considera que es ciencia todo esfuerzo 
intelectual para adquirir conocimientos, realizado por 
personas especializadas, utilizando técnicas específicas 
e instrumentos analíticos apropiados para adquirir un 
dominio de los hechos superior al mero conocimiento 
fáctico –proporcionado por la experiencia de la vida 
cotidiana–, entonces puede considerarse que la primera 
Economía Científica de nuestra civilización 
occidental empieza en la Grecia clásica. Sin 
embargo este tipo de conocimiento económico no 
adquiere un nivel de independencia de otras ramas 
del saber hasta muchos siglos después. 
Hesiodo (c. siglo VII a. de C.) introdujo 
un nuevo género de literatura en su poema Los 
trabajos y los días; se trata de una poesía didáctica, 
basada en sentencias morales. Con ellas busca que 
los hombres se comporten de acuerdo con la 
justicia y practique una vida virtuosa sin perjudicar 
a los demás (principio, este último –el de no causar 
perjuicio a los demás– muy importante que en las 
sociedades muy materialistas suele ser ignorado). 
En el «Mito de las razas» del mencionado poema 
(pp. 47 y 48), Hesiodo se refiere a la primera raza 
de hombres que era de oro. Éstos habitaban en un 
paraíso terrenal, donde “el fecundo suelo producía 
espontáneamente abundantes y generosas 
cosechas, y así era como vivían de sus campos, con 
alegría y paz, colmados de toda suerte de 
bienandanzas”; no envejecían, ni morían, ni tenían 
inquietudes ni padecían penas y miserias. A los 
hombres actuales, los de la raza de hierro, les da 
consejos para cultivar bien la tierra y obtener frutos 
abundantes de ella. Con estas recomendaciones, 
Hesiodo inicia otro género literario que más tarde 
se denominaría «económico». Hesiodo (poema 
citado p. 65) exalta la prodigalidad de la Tierra, 
pues ofrece multitud de frutos, y la considera como 
“madre de todos los seres”. En La Teogonía (ib., p. 
99) se refiere a ella como la “morada perenne y 
segura de los seres vivientes”. Por otra parte, en 
Los trabajos y los días (ib., pp. 55 y 56), exalta el 
trabajo ya que gracias a él los hombres llenan sus 
graneros, se hacen ricos en ganado y en oro. Puesto 
que la tierra y el trabajo son dos elementos que 
constituyen la fuente de las riquezas, podríamos 
atribuir a Hesíodo la consideración de dos factores 
de la producción, según terminología moderna. 
Pero aún considera una nueva fuente de riqueza: la 
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justicia; a la que también exalta (ib., p. 52) y exhorta a 
los humanos a practicarla, ya que los pueblos que nunca 
se apartan de ella son más gozosos, viven en paz 
preservados del horror de la guerra y su población 
prospera sin padecer hambre ni calamidades, al obtener 
abundantes frutos y ganados del campo. Además, 
propone (ib., p. 57) practicar la generosidad, porque 
ello proporciona gran felicidad y alegría al que da de 
buen grado. Hesiodo, con esta propuesta, nos informa 
que en la donación el que da no recibe bien material 
alguno a cambio, pero sí uno inmaterial: la satisfacción 
personal de haber ayudado a otros. 
En siglos posteriores, los grandes pensadores 
griegos encuadraron los temas económicos en el 
conocimiento en general, en su Filosofía a la cual 
también pertenece todo conocimiento sobre el Estado y 
la Sociedad. 
Los logros conseguidos por los griegos en el 
pensamiento económico fueron más bien modestos, 
porque los conocimientos que adquirieron apenas 
sugieren un desarrollo posterior. Fundamentalmente, 
los autores griegos recopilaron conocimientos fácticos, 
obtenidos a lo largo de siglos de experiencia, los 
sistematizaron y los legaron a la posteridad en sus 
escritos. Quizá las parcas excepciones que entran en el 
campo de la economía científica pueden encontrarse en 
el pensamiento platónico y en el aristotélico aunque con 
notables diferencias. Por otra parte, el legado cultural 
griego que ha llegado íntegro a nuestros días es más 
bien escaso; de algunos autores sólo se tienen 
fragmentos de sus obras y de otros apenas unas 
referencias en los escritos de otros autores. 
Si bien las contribuciones de los filósofos 
griegos a la Economía no son tan importantes como las 
de Platón y Aristóteles, es preciso citar, al menos, a 
algunos de los más destacados en este campo: 
Demócrito (c. 460-370 a. de C.), del que sólo 
se conservan unas trescientas citas, por algunas de las 
cuales se sabe que escribió un tratado de economía en 
el que puede entreverse la concepción de una teoría 
subjetiva del valor y una teoría de la preferencia de 
los bienes presentes respecto a los futuros: “El 
hombre anciano fue joven una vez, pero nadie 
puede asegurar que un joven llegue a alcanzar la 
vejez; así, una mercancía en mano es superior a 
una que está todavía por llegar” (Rothbard, 1995, 
p. 39). Por otra parte, defendió la propiedad 
privada y, además, fue el primer autor en concebir 
una filosofía materialista, la cual se expone en el 
Tema 21, Epígrafe 2. 
Jenofonte (c. 430-c. 355 a de C.) fue 
discípulo de Sócrates, y, entre otras obras, escribió 
su famosísima Anábasis y Económico. 
El Económico de Jenofonte, escrito en 
forma de diálogo, es uno de los primeros libros que 
se conserva completo. En él, Jenofonte trata con 
pretensión científica asuntos económicos relativos 
al acrecentamiento de la hacienda (economía –
oιχovoμία– proviene de oikós = hacienda, casa, y 
nomos = costumbre, norma, ley). Así se expresa 
Jenofonte: “La administración de la hacienda [...] 
nos pareció ser, desde luego, el nombre de un 
saber, y este saber resultó ser el que permite a los 
hombres acrecentar su hacienda”. (VI,4, p.314). 
Para ello se precisa “obrar de modo que el 
patrimonio se encuentre en las mejores condiciones 
y se acrecientelo más posible por medios honrados 
y legítimos”. (VII,15, p.326). El requisito más 
importante para lograr este fin es la vigilancia 
diligente del dueño; a propósito de lo cual 
Jenofonte menciona la respuesta que dio el esclavo 
bárbaro, que era un experto en cría caballar, ante el 
requerimiento del rey sobre qué era lo que más 
rápidamente podría engordar a un buen caballo: “el 
ojo de su amo” –respondió el bárbaro. (XII,20, 
p.380). Además de este principio, tan elemental y 
obvio como importante, y también para lograr 
pingües rendimientos del quehacer económico se 
precisa conocer bien el oficio (III,9, p. 290). 
Según Jenofonte, la agricultura es la 
actividad más productiva (XV,4, p.390) y, por 
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tanto, la principal fuente de riqueza, sostenimiento y 
prosperidad de los pueblos. Por eso dice que: “La 
agricultura es la madre y nodriza de las demás artes”. 
(V,17, p.312). Aquí tenemos una consideración que 
siglos después sería recogida por los fisiócratas y por 
Adam Smith 
La agricultura, la milicia y la política son 
actividades nobles; en cambio, los oficios manuales no. 
(IV,2, p.294; IV,4, p.296). En la concepción de los 
griegos clásicos la gente noble debe disponer tiempo 
para ocuparse de los amigos, de la política y de la 
defensa de la patria. (IV,3, p.294). La importancia de la 
milicia estriba en que si ésta “no presta suficiente 
protección a la provincia [...] no se puede trabajar la 
tierra por falta de amparo” (IV,10, pp. 298-230), pues 
“de nada serviría arar la tierra una y otra vez si no 
hubiera quien la defendiera” (IV,15, p. 300). En estas 
apreciaciones de Jenofonte, y ante el planteamiento de 
la pretendida improductividad de las fuerzas armadas, 
encontramos la respuesta a la cuestión: ¿Qué es lo que 
produce el ejército? Produce seguridad. Sin seguridad 
exterior ni interior sería francamente difícil ejercer el 
libre mercado. Éste y la competencia exigen seguridad. 
A su vez, la agricultura es importante porque sus 
productos permiten avituallar a la población y pagar los 
impuestos (IV,11, p. 300); además, ni los más valientes 
militares podrían subsistir si no existieran labriegos 
(IV,15, p. 300). Obsérvese cómo Jenofonte alude a la 
gran productividad obtenida por los pueblos sedentarios 
mediante el cultivo de los campos y la cría de ganado, 
de forma que se lograban excedentes suficientes para 
abastecer a estamentos sociales no involucrados 
directamente en la producción. 
Para Jenofonte, los bienes económicos son los 
que proporcionan una utilidad a quien los posea; es 
decir, no considera bienes las cosas perjudiciales. (I,9, 
p.270). Por consiguiente, se trata de una característica 
subjetiva, extrínseca al objeto en sí, pues una misma 
cosa puede ser dañina o no para su dueño, según sepa o 
no utilizarla, (I,10, p.270), o conozca o no la forma de 
obtener de ella una aplicación “provechosa para la 
vida de cada cual”. (VI,4, p.316). 
La riqueza no consiste exactamente en 
tener gran cantidad de bienes; se puede ser rico con 
bienes escasos si éstos son más que suficientes para 
satisfacer las necesidades. (II,4, p.278). Tal opinión 
ha dado lugar al dicho popular de que no es más 
rico quien más tiene sino quien menos necesita. De 
todos modos, una forma de lograr riqueza es 
mediante el ahorro, pero quien más medios tenga 
tanto más podrá ahorrar (II,10, p. 182). Para 
Jenofonte (VI,5, p. 316) la propiedad es tener “todo 
aquello de lo que se sepa hacer uso” y que sea 
provechoso para la vida de cada cual 
Respecto al valor de los bienes, este autor 
expresa una teoría en la que mezcla el principio 
objetivo de la escasez y la abundancia relativas con 
el principio subjetivo de la estima por el bien: “Los 
comerciantes... [acuden ] por el trigo, doquiera 
más abunde, allí navegan en su busca surcando el 
mar (XX,27, p.428). Y cuando se ven en precisión 
de dinero no se deshacen de él en cualquier lugar y 
a la buena ventura, sino que, doquiera tenga el 
trigo un valor más alto y de mayor estima goce, allí 
lo llevan para entregarlo a sus habitantes” 
(XX,28, p.428). 
A su vez, de estas apreciaciones de 
Jenofonte, se desprende una teoría del comercio 
basada en el principio de las ventajas absolutas, 
esto es: comprar donde esté barato para vender 
donde esté caro. 
 
2.- PLATÓN 
Es uno de los más egregios filósofos 
griegos del que se conservan casi todos sus escritos. 
Vivió del año 427 al 347 a. de C. y, proveniente de 
una de las más aristocráticas familias atenienses, 
recibió una esmerada educación, siendo discípulo 
de Sócrates cuya sentencia de muerte le sumió en 
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una profunda desilusión hacia la democracia ateniense 
vigente en su época. 
Esta circunstancia le llevó a efectuar un 
análisis crítico de los diversos sistemas políticos y a 
concebir un Estado Ideal. Sus principales escritos, 
donde se encuentra su pensamiento económico, son La 
República y Las Leyes. 
Platón fundó en Atenas La Academia y fue 
Aristóteles su discípulo más memorable. 
El Estado ideal de Platón, descrito en su libro 
La República, ha fascinado a muchos estudiantes en 
todas las épocas históricas. Aunque se considera una 
obra de pura imaginación, lo cierto es que su 
construcción utópica no está exenta, en absoluto, de un 
previo y riguroso análisis, que para su época constituye 
un ejemplo de verdadero esfuerzo científico. Dicho 
Estado se estructura en tres clases sociales: 
Los Gobernantes o Filósofos, miembros más 
sobresalientes de la clase de los guerreros, por 
sus cualidades morales e intelectuales. 
Los Guerreros, esmeradamente educados y 
entrenados para la defensa de la polis. Es una 
clase fundamental para la supervivencia de la 
comunidad. Pero con nuestros conocimientos 
actuales debemos considerar que, si bien se 
trata de una condición necesaria, esta clase no 
es suficiente para el desarrollo económico. 
Los Productores, clase constituida por los 
campesinos, artesanos y comerciantes; es 
decir, por todos aquellos individuos que 
proporcionan los medios necesarios para 
satisfacer las múltiples necesidades de la 
Polis. 
Las dos primeras clases sociales, que se 
reducen a una puesto que los mejores de ella pasan a 
ser los dirigentes, son privilegiadas y en ellas centra 
Platón su atención. En ambas clases está proscrita la 
propiedad privada y la riqueza, ya que las considera 
el origen de los crímenes. (Lib. 3º, VI,2, p.116). 
A los miembros de estas dos clases se les 
provee de todos los medios según sus necesidades. 
Viven en comunidad sin ataduras de ningún género, 
especialmente de las familiares; y ya que no forman 
familias, existen unas reglas para la procreación y 
el disfrute de los placeres en un plano de igualdad 
absoluto entre hombres y mujeres que reciben el 
mismo trato y educación, y desempeñan idénticas 
funciones. 
Los niños son educados en común y son 
destinados a las clases sociales en función de sus 
aptitudes. 
La Polis platónica tiene una extensión 
geográfica limitada y constituye un modelo de 
Ciudad-Estado perfecta, estacionaria e inmovilista, 
y, por tanto, no sujeta a mejora ni a superación 
mediante cambios políticos, considerados caóticos 
por Platón. Para éste la perfección tiene que ser 
inmutable, pues no se estaría en ella si todavía fuera 
posible cambiar a mejor (Lib. 2º,VI,3, p.70). 
Para Platón el origen del Estado se 
encuentra en el intercambio, puesto que éste es 
imprescindible para complementar la limitada 
capacidad del hombre aislado en procurarse 
satisfactoriamente todo cuanto necesita (Lib.2º, V,I, 
p.57). Según su idea, debemos interpretar que la 
clase productora está al servicio del Estado para 
atender las necesidades de las clasesprivilegiadas 
que no son consideradas como productivas, en el 
sentido de dedicarse a la obtención de productos 
materiales. 
Su sistema de clases sociales es posible en 
base a la especialización del trabajo (esto es, las 
personas se ocupan en elaborar un único bien, en 
lugar de producir todos los bienes que cada uno 
necesita) porque ella incrementa la productividad y 
aporta el excedente necesario para el intercambio. 
Esa especialización se realiza según las aptitudes 
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innatas de cada persona. Sin embargo la Polis que 
describe Platón, a pesar de su inmovilismo, no es un 
Estado autárquico puesto que precisa el comercio 
exterior y la guerra para obtener los recursos y las 
tierras suficientes para su sostenimiento. También 
considera Platón que el aumento de la población, hasta 
alcanzar el Estado su tamaño apropiado, suscita un 
incremento de las necesidades y también de los oficios, 
ya que deben producirse cuantos bienes se requieren 
para la satisfacción de las necesidades generales del 
Estado y para que las dos clases superiores puedan 
educarse y vivir de acuerdo con su status social. 
 En otro orden de valores, Platón no se priva de 
recomendar el control de la natalidad (Lib. 2º. V,2) la 
eugenesia, la eutanasia y la selección biológica de la 
especie humana (Lib. 3º, IV,3 y5; y Lib. 5º, II,2). 
En el aspecto político expone diferentes tipos 
de gobierno que pueden evolucionar de forma 
degenerativa a partir del tipo ideal o aristocracia, 
término que emplea Platón en su acepción originaria y 
etimológica, es decir, el gobierno de los mejores, los 
magistrados, que son los más sabios tanto en 
conocimientos como en costumbres éticas. 
Platón explica la evolución de un tipo de 
gobierno a otro en términos de luchas de clases por la 
consecución del poder fundadas en motivaciones 
económicas. 
La timocracia es el gobierno de los guerreros 
en su afán de obtener el poder y las riquezas frente a la 
laxitud de los magistrados en el tipo de gobierno ideal 
aristocrático. 
La oligarquía adviene cuando unos pocos 
acaban enriqueciéndose y, en su codicia desmedida, 
también desean lograr el poder político. 
La democracia sucede a la anterior debido a 
la conquista del poder por parte del pueblo oprimido 
ante las desigualdades económicas causadas por el tipo 
de gobierno anterior. 
Por último, la democracia da paso a la 
tiranía ya que los desórdenes e incapacidad de las 
masas en el control de los sucesos políticos acaban 
por originar el surgimiento de un salvador de la 
patria quien, en principio, apoyado por el pueblo 
para poner fin a los disturbios termina por usurpar 
el poder y lo ejerce de forma absoluta y despótica. 
Los razonamientos de Platón le conducen 
a concluir que en la desigualdad se encuentra el 
origen de la amenaza para la cohesión social, por 
eso propugna la supresión de la propiedad privada 
en las dos clases superiores y la eliminación de la 
acumulación de las riquezas. Según él, la justicia y 
la riqueza son incompatibles, ya que el hombre 
justo siempre lleva la peor parte cuando se 
encuentra con el hombre injusto, de forma que en 
las transacciones y negocios particulares nunca el 
justo saca más que el injusto.(Lib.1º, XII, p.24). Es 
decir, la virtud y la riqueza son como dos pesos 
puestos en ambos platillos de una balanza: no 
puede subir el uno sin que el otro baje. (Lib.8º,II, 
p.285). 
Por tanto, propone la práctica de la virtud 
como el mayor bien y el modo de conseguirla es 
mediante una esmerada educación y una adecuada 
legislación. Ahora bien, si los hombres están bien 
educados, son sanos, nobles y virtuosos no precisan 
leyes para regular las transacciones en el mercado, 
o los convenios que entre sí hacen los mercaderes, 
o los tratos entre artesanos, o la conveniencia de 
exacciones o de tributos y, en una palabra, de todo 
lo referente al tráfico comercial, tanto el de la 
ciudad como el marítimo.(Lib.4º, I,4-5, p.131). Así 
pues, en Platón encontramos, asociado a la virtud, 
el moderno principio de la desregulación. 
El control público del Estado abarca todos 
los órdenes sociales y en especial los precios, la 
calidad de los productos y el comercio exterior. 
En lo referente al dinero, aprecia que en 
realidad es un símbolo arbitrario del valor de las 
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cosas ya que su principal función es la de facilitar los 
intercambios: “venimos a necesitar un mercado y una 
moneda, como signo del valor de los cambios”(Lib.2º, 
V,2, p.59). La moneda, por tanto, no tiene que estar 
vinculada al valor intrínseco del material empleado en 
materializarla. Platón es así el primer pensador que 
expone una idea nominalista del dinero (es decir, el 
dinero no tiene valor por sí mismo como si de una 
mercancía se tratase, sino que es una representación 
abstracta, o signo, del valor de las cosas establecida por 
convención social o por imposición del Estado). 
Por lo que respecta al interés, opina que el 
crédito debe basarse en la confianza personal (a modo 
de pacto entre caballeros) y en consecuencia, no se 
debería cobrar interés por el préstamo de dinero; pero 
de cobrarse, las transacciones privadas se deberían 
hacer a cargo y ventura de los prestamistas, para que así 
“la usura se ejerciera menos impúdicamente y nadie se 
enriquecería de manera tan desvergonzada”. ( Lib.8º, 
III,1, p. 290). 
La distribución de los bienes en el Estado de 
Platón se realiza mediante un equitativo reparto por el 
Estado según el principio de dar según sus necesidades 
a cada uno de los miembros de las clases privilegiadas 
y, suponemos ante el silencio de Platón, que a través 
del mercado, es decir, por la compraventa, se realiza la 
distribución de bienes en la tercera clase. Por tanto, se 
puede considerar que el Estado recaba cuantos bienes 
se precisan para su propio sostenimiento y el de sus 
miembros que no participan en la producción. 
 
3.- ARISTÓTELES 
Llamado el Estagirita por haber nacido en la 
ciudad de Estagira (Macedonia) en el año 384 a.C.; 
murió en la isla de Eubea en 322 a.C. al exilarse, para 
evitar las iras de los atenienses en su exaltación 
antimacedónica, a la muerte de Alejandro Magno de 
quien el Estagirita fue preceptor. 
Con diecisiete años de edad se trasladó a 
Atenas para ser discípulo de Platón del que acabó 
difiriendo profundamente. En Atenas fundó el 
Liceo; esta escuela y las enseñanzas que en ella 
impartía Aristóteles se denominaron peripatéticas 
por la costumbre de su fundador de impartir las 
lecciones paseando con sus discípulos. 
De lo mucho que escribió Aristóteles 
(aunque no todo ha llegado hasta nuestros días) lo 
más importante a los efectos de la Economía son La 
Política y Ética a Nicómaco, obra ésta última que 
lleva el nombre de su padre por habérsela dedicado. 
Aristóteles, más asentado en la realidad y 
menos imaginativo que Platón, demuestra en sus 
escritos un auténtico estudio analítico y científico 
de los temas relacionados con la economía. Su 
interés por esta rama del conocimiento le llevó a 
escribir (como otros autores, entre ellos su 
condiscípulo Jenócrates, quien también redactó un 
Económico) un tomo titulado Sobre la economía, 
referente a la administración de la hacienda. 
El método de Aristóteles consiste en 
descomponer un todo en sus partes (trabajo 
analítico) para estudiarlo y comprenderlo. Además 
recopila datos para inducir resultados (trabajo 
sintético). 
El análisis que efectúa de los asuntos 
económicos, en La Política, lo desarrolla partiendo 
de las necesidades humanas y su satisfacción para 
llegar al ideal de una economía doméstica, y, por 
extensión, a la autosuficiencia del Estado, el cual 
es diversidad y multitud (Lib.2º, I,4,p.32). Ahora 
bien, todo cuanto se gana en diversidad, y por tanto 
en autosuficiencia, se pierde en unidad. Así, un 
individuo constituye una unidad pero no es 
autosuficiente, puesto que necesita de los demás 
para la satisfacción de todas sus necesidades; la 
familia, al complementar las actividades 
productivas de sus miembros, logra mayor 
autosuficiencia pero pierde en unidad, y a nivel de 
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la ciudad-estado se puede alcanzar la autosuficiencia 
completa dada la gran diversidad de las actividades de 
sus ciudadanos (Lib.2º, I,7, p.33-34). Por eso, los 
elementos fundamentales del sistema económico 
aristotélico son la especialización del trabajo, con la 
que se obtiene mayor productividad, y el trueque como 
forma de distribución de los bienes. 
Otro elemento que adquiere una crucial 
importancia en el pensamiento aristotélico es el criterio 
valorativo de Justicia, o virtud en la conducta humana. 
En el aspecto económico, identifica lo justo con lo 
natural y lo injusto con lo antinatural. Para resolver la 
dificultad que esto implica, Aristóteles se apoya en el 
estudio y acopio de datos sobre el comportamiento de 
grupos humanos y sociedades cronológicamente 
anteriores. Así, intenta analizar en estas sociedades sus 
instituciones sociales y económicas para descubrir 
cuáles son las mejores, las más justas o virtuosas. 
Sin embargo, Aristóteles, al pertenecer a la 
clase aristocrática, ve natural (justa) la esclavitud, como 
fuerza de trabajo, ya que en su criterio hay hombres que 
al no ser capaces de razonar por sí mismos, son por 
naturaleza esclavos (Lib.1º, II,13, p.11). No obstante, 
como en su época algunos filósofos opinaban que la 
esclavitud era injusta por ser de origen humano y 
opuesta a la naturaleza, Aristóteles distingue entre los 
que lo son por la fuerza de la ley y los que lo son por 
naturaleza (Lib.1º, II,21, p.14). 
Los principales temas económicos tratados por 
este autor en La Política son: 
A) LA CREMATÍSTICA 
Es la forma de adquirir la riqueza. Pero sobre 
la posesión de los bienes diferenció en realidad dos 
ciencias según la finalidad que se diera a los bienes. 
Así, la ciencia de adquirir tiene por fin proporcionar o 
acumular medios y la ciencia de la economía tiene por 
finalidad hacer uso de ellos para vivir en asociación ya 
sea civil o doméstica (Lib.1º, III,10, p.18). 
Aristóteles distinguió, según su concepto de la 
justicia, entre formas naturales y antinaturales de 
adquirir la riqueza. La forma natural se basa en la 
satisfacción de las necesidades empleando los 
recursos de forma funcional; por eso, porque las 
necesidades se sacian, tiene límite la acumulación 
de riquezas naturales. Estas formas son: el pastoreo; 
la agricultura; la pesca; la caza y, en cierto modo, la 
guerra. La forma antinatural consiste en utilizar 
los propios bienes de forma no funcional, o sea, 
intercambiándolos, para extraer una plusvalía y 
obtener más riqueza. Los bienes que contribuyen a 
la riqueza se utilizan a la vez como medios y como 
un fin en sí mismo. Al superar este fin las propias 
necesidades, la acumulación antinatural de las 
riquezas no tiene límite. El dinero es el bien 
económico que mejor se presta para obtener este 
último tipo de riqueza (Lib.1º, III,10-23, p.18-23). 
Aristóteles considera implícitamente que 
el principio de las ventajas absolutas es el que rige 
en el comercio; se trata de saber elegir dónde 
comprar barato y dónde y cuándo se deben vender 
los productos para obtener ganancias. Según él, la 
necesidad del intercambio condujo a la invención 
de la moneda y con ella apareció otra ciencia, la de 
adquirir por medio del comercio. Al principio el 
comercio se ejercía de una forma sencilla, pero más 
tarde, con la experiencia, se hizo más ingenioso, ya 
que se tenía que saber “dónde convenía tomar los 
objetos de cambio y lo que había de hacerse para 
obtener mayores ganancias” ( Lib. I, Cap. III, 15, 
pp. 19 y 20). Debido a esta circunstancia, 
Aristóteles (p. 20) añade que “la ciencia de la 
crematística parece tener por objeto el dinero 
acuñado y los medios de procurárselo en cantidad 
crecida. Es, en efecto, la ciencia que produce la 
opulencia y las grandes fortunas”. 
 B) LA PROPIEDAD PRIVADA 
En función de su teoría de la diversidad 
frente a la unidad, Aristóteles es partidario, al 
contrario que Platón, de la propiedad privada, 
forma de propiedad más acorde con la diversidad 
de actividades productivas requeridas en la ciudad 
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estado. Según él, nada inspira menos interés que una 
cosa cuya posesión es compartida, puesto que se da más 
importancia a lo que nos pertenece en propiedad 
exclusiva (Lib.2º, I,10, p.34). 
Además, la propiedad privada permite un 
mayor goce para quien la tiene y también la práctica de 
la virtud y la filantropía; compartir los bienes con los 
amigos (incluso con los extraños) y poner parte de ellos 
al servicio de la comunidad evita la avaricia y 
proporciona gran placer (Lib2º,II,6, p.39). 
Aristóteles no ignora la existencia de pueblos 
donde la tierra y el cultivo son comunes, repartiéndose 
los frutos según las necesidades; pero se trata de 
pueblos bárbaros, es decir, incultos (Lib.2º, II,1, p.38). 
En cambio, en los pueblos más civilizados de la Hélade 
de su tiempo, la propiedad privada estaba avalada por 
la autoridad de las costumbres y la sanción de las leyes 
(Lib.2º,II,4, p.38). Además, si fuera mejor la propiedad 
comunal desde hace siglos se habría implantado en las 
sociedades humanas (Lib.2º, II,10, p.41). 
Aristóteles reconoce que la pobreza origina 
crímenes y sediciones (Lib.2º, III,7, p.46) y que la 
desigualdad tanto en la riqueza como en prestigio social 
(en honores) provoca revoluciones (Lib.2º, IV,7, p.50). 
Pese a ello, él cree ver en la propiedad privada más 
ventajas que en la comunal, pero para evitar los 
inconvenientes de aquélla propugna un buen uso y una 
limitación en la posesión de la riqueza privada; así la 
propiedad privada debía en parte ser puesta al servicio 
de los convecinos (Lib.2º, II,5, p.39). Otros medios 
eficaces para lograrlo son la educación para conseguir 
una moderación voluntaria en los deseos de acumular 
riquezas y las instituciones sociales que pongan frenos 
coactivos, aunque no injustos, a la acumulación de 
riquezas. 
C) EL VALOR, PRECIO E INTERCAMBIO 
Aristóteles diferenció entre valor de uso y valor de 
cambio (Lib.1º, III,11, p.18); pero no consiguió 
determinar un procedimiento para establecer el precio 
justo dinerario (cuando se utiliza el dinero en el 
intercambio). 
El problema con el que se enfrenta es el 
pasar, de la consideración de que el intercambio 
sólo es posible si ambas partes obtienen un 
provecho, a la equivalencia entre dos valores de uso 
subjetivos. 
Creyó encontrar la solución en la Justicia 
Conmutativa, según la cual tiene que existir una 
equivalencia entre lo que se da y lo que se recibe, 
principio del do ut des (o dar para recibir). Este 
principio está perfectamente claro (cuando la 
voluntad de las partes no está viciada) y es lo 
natural (lo justo) en el caso del trueque en el que se 
intercambian aquellos bienes que satisfacen 
directamente las necesidades (Lib.1º, III,13, p.19). 
Sin embargo, esa equivalencia no se puede apreciar 
cuando en el intercambio interviene el dinero. En 
este caso, manifestó una gran preocupación por el 
"precio justo". Puede interpretarse que intentó 
fundamentarlo en el coste del trabajo, pues según 
sus palabras: "así como el trabajo del agricultor se 
compara con el del zapatero, así también el 
producto del agricultor se compara con el 
producto del zapatero" (citado por Schumpeter, 
1954, p.97n). Si a esto leunimos su teoría de la 
equivalencia, podemos suponer que si el producto 
del agricultor es A y su precio justo PA y el 
producto del zapatero es Z y su precio justo PZ, 
entonces el principio de la justicia conmutativa 
conduce a que A ⋅ PA = Z ⋅ PZ.1
En general, Aristóteles no condenó los 
precios que se establecen sin la participación de la 
voluntad de los individuos, es decir los precios 
competitivos. En cambio, sí condenó el precio de 
monopolio: el que establece arbitraria y 
unilateralmente un único vendedor. A este autor se 
 
 
1 No obstante, el precio justo dinerario no queda en absoluto 
determinado: idénticos múltiplos o submúltiplos de PA y PZ 
satisfacen la igualdad. 
 
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debe el término, que lo definió en su actual concepción 
al explicar el caso de un comerciante que en Sicilia 
compró toda la mercancía de un producto pasando a ser 
el único vendedor y a unos precios que le permitieron 
una gran ganancia, injusta según Aristóteles (Lib.1º, 
IV,7, p.25). 
D) EL DINERO Y EL INTERÉS 
La naturaleza del dinero fue muy bien 
estudiada por Aristóteles, hasta el punto que las más 
importantes funciones del dinero y sus características, 
que actualmente consideramos, se deben en esencia a 
este autor. 
Partiendo de la base de que el intercambio 
natural y justo es el trueque, enseguida, los hombres 
aprecian las dificultades que entraña este procedimiento 
para el comercio, ya que la persona que necesita un 
bien que otro posee probablemente no tenga el que ese 
otro precisa. Por eso se llega fácilmente, al empezar a 
generalizarse el comercio, a concebir la conveniencia 
de utilizar un bien que, debido a su valor intrínseco, sea 
apreciado por la mayoría de la gente como medio para 
facilitar el intercambio (Lib,1º, III,14 y 15, pp. 19 y 
20). En esta consideración, ya puede reconocerse en 
Aristóteles una concepción o teoría metalista del 
dinero (según la cual el dinero está constituido por una 
mercancía con valor propio) y la primera función del 
dinero, la de ser un medio de cambio. 
También observa Aristóteles que el dinero 
sirve para facilitar la acumulación (antinatural) de 
riqueza, que distingue de la adquisición natural (Lib. 1º, 
III,16 y 17, p. 20). En esta acumulación de riqueza 
podemos identificar la moderna la función de depósito 
de valor, en la que suele usarse como dinero alguna 
mercancía, como los metales preciosos, que son muy 
aptos para estos menesteres dadas sus propiedades y 
características; a saber: divisibilidad; homogeneidad; 
portabilidad; estabilidad y durabilidad (Schumpeter, 
1954, p.99). Aun así, Aristóteles constató que ni el oro 
siquiera conserva inmutable su valor y que el dinero no 
constituye en sí la riqueza; para ilustrar este último 
extremo expone el caso del rey Midas:”Extraña 
riqueza la que, por grande que sea, no libra a su 
poseedor de perecer de hambre” (Lib. 1º, III,16, 
p.20). Y puesto que el dinero es de origen humano, 
no es natural y, por tanto, la riqueza con él obtenida 
es injusta. 
Respecto al interés, sólo se limitó a 
reflejar la práctica de su cobro por los préstamos 
dinerarios sin llegar a distinguir su finalidad, ya 
fuera consumista o productiva (siendo ambas muy 
frecuentes en su época, sobre todo los préstamos 
para realizar empresas marítimas de comercio). No 
obstante, preocupado por la justicia, observó que se 
usaba el dinero con finalidad distinta de su función 
primordial, la de ser medio de cambio (Lib.1º, 
III,23, p.23) y consideró el interés como usura y 
condenó, por injusta, la obtención de una ganancia 
mediante la utilización del dinero (ya de por sí 
antinatural, pues el dinero no podía parir dinero). 
 
4.- LAS ESCUELAS FILOSÓFICAS GRIEGAS 
Otras aportaciones menores, más en el 
plano de los valores éticos que en el análisis 
económico, se deben a diversas escuelas filosóficas 
que a través de su influencia y arraigo entre altas 
personalidades del imperio romano, acabaron 
incorporándose en la escala de valores morales del 
cristianismo que, junto a Aristóteles, tanto 
condicionaron el pensamiento económico medieval. 
Las escuelas filosóficas más significativas fueron: 
A) LA ESCUELA CÍNICA 
Debe su nombre al vocablo griego kynos 
que significa perro, en alusión al tipo de vida 
austero que llevaban los seguidores de esta escuela, 
que inspiró ideas de pobreza y ascetismo. Su 
fundador fue Antístenes (c.444-365 a. de C.), 
discípulo de Sócrates y autor de otro Económico 
(hoy perdido), basaba su filosofía en la virtud, el 
trabajo y una vida libre de exigencias sociales. Su 
principal discípulo, Diógenes (hacia 412-323 a. de 
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C.), que incluso usaba como vivienda un tonel, 
predicaba un tipo de vida virtuoso libre de las 
necesidades materiales, la extinción de los deseos y la 
renuncia a toda clase de riquezas. 
B) LA ESCUELA ESTOICA 
Su denominación proviene del nombre del 
famoso pórtico ateniense stoa pecile, exornado con 
pinturas por Polignoto, en donde Zenón (c. 335-264 a. 
de C) impartía sus enseñanzas. Para este filósofo, muy 
influenciado por la escuela cínica, la virtud es el único 
bien existente y su práctica debe ejercerse libre de 
emociones y pasiones. No excluye la posesión de las 
riquezas si se lleva un género de vida conforme a la 
naturaleza, que se concibe como un universo racional 
regido por leyes inmutables. 
La filosofía de esta escuela tuvo un hondo 
arraigo entre las clases nobles del imperio romano y su 
legado nos ha llegado a través del Derecho Romano y 
del Derecho Natural, suprema razón que gobierna el 
mundo. 
El Derecho Natural es utilizado como norma 
valorativa de las acciones humanas y para distinguir el 
vicio de la virtud, según se ajusten o no a los ideales 
derivados de la Ley Natural. 
C) LA ESCUELA EPICÚREA 
Según Epicuro (341-270 a. de C) el 
enriquecimiento debe provenir de la disminución de las 
apetencias, llevando un tipo de vida sencillo, retirado y 
con tranquilidad de ánimo (la ataraxia). 
La finalidad de la vida es la satisfacción de los 
deseos necesarios y el disfrute de los placeres en unión 
de los amigos. Aunque se trata de una filosofía 
materialista y hedonista, inspira un cierto ideal de amor 
por la humanidad al considerar como placer más 
importante el disfrute de la compañía de los amigos. 
Esta filosofía también predica un pragmatismo 
conformista cuando las circunstancias sean adversas 
para la obtención de los bienes con que satisfacer los 
placeres. 
5.- EL PENSAMIENTO ECONÓMICO 
EN ROMA 
Los romanos, a lo largo de su dilatada 
historia, tuvieron que resolver numerosos y graves 
problemas económicos. Por eso no es de extrañar 
que se sintieran atraídos por la economía; pero ésta, 
en la literatura, se circunscribió al ámbito de su 
significado etimológico: la administración de la 
hacienda. En cambio, el análisis de los hechos 
económicos no suscitó inquietud entre los autores 
latinos. Afrontaron los problemas económicos de 
una forma eminentemente práctica, en los campos 
político, jurídico y militar. Por eso, en lo que 
respecta al nivel científico de sus aportaciones en 
economía no llegaron a la altura de los griegos. 
Más bien se limitaron a traducir y recoger las 
enseñanzas del pensamiento económico de los 
grandes filósofos helenos. Así, los contenidos 
económicos que los escritores latinos nos ofrecen 
en sus obras, hoy los catalogaríamos como temas de 
agricultura (o sea, de explotación agraria). Sin 
embargo, hay dignas excepciones, pues 
ocasionalmente aparece algún autor al que se le 
puede atribuir ciertas incursiones en el campo de la 
teoría económica, como ocurre con Séneca, que 
luego se estudiará brevemente. Según el profesorSchumpeter (1954, p. 107n), también es el caso de 
Julio Paulo, quien explica la naturaleza del dinero 
al estilo aristotélico y expone una teoría nominalista 
del mismo: al usar el dinero la gente no piensa 
conscientemente en su valor intrínseco, sino en su 
valor nominal. 
Entre los autores que escribieron sobre 
cuestiones agrícolas (más o menos inspirados en la 
obra de Jenofonte) destacan: 
Catón el Viejo (116 a.C.-149 a.C.) con su 
Tratado de Agricultura. 
Varrón (116 a.C.-27 a.C.) quien escribió 
tres libros de agricultura: Rerum rusticarum libri 
III. 
TEMA 1: LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Prof. Dr. Eduardo Escartín González 
 
 
 
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Cicerón (106 a.C.-43 a.C.) que con el título de 
Oeconómica tradujo el Económico de Jenofonte. 
Columela, autor nacido en Cádiz en el s. I, 
escribió De re rustica, obra dividida en 12 libros (o 
capítulos) y de ahí que una de sus traducciones al 
castellano se titule Los doce libros de Agricultura. 
La influencia de Jenofonte en el mundo latino 
también se dejó sentir hasta la misma caída del Imperio 
romano a través de las escuelas estoica y neopitagórica. 
Las verdaderas aficiones de la aristocracia 
romana se decantaron hacia la política, el derecho y la 
guerra. El afán por resolver todo tipo de conflictos 
llevó a los romanos a crear un conjunto de instituciones 
y normas que constituyen el hoy llamado Derecho 
Romano, que puede considerarse como uno de los 
principales legados a la cultura occidental. 
La meticulosidad, profundidad y extensión a 
las instituciones sociales y económicas de las normas 
legales supusieron un verdadero esfuerzo científico en 
el análisis de la naturaleza de las situaciones, los hechos 
y sus relaciones. Y en la medida en que se referían a 
instituciones económicas, puede considerarse que 
contribuyeron a la Ciencia de la Economía, aunque no 
en el campo de la teoría pura, sino en el campo de la 
economía aplicada (en este caso en su aplicación 
jurídica). Su trabajo fue preparatorio, de modo que en 
base a él generaciones posteriores pudieron desarrollar 
un conocimiento científico. En el Derecho Romano se 
encuentra la definición y regulación de numerosas 
instituciones económicas, como el precio, el dinero, las 
obligaciones, los contratos (la compraventa entre ellos), 
la prodigalidad, los bienes fungibles y no fungibles, los 
bienes consumibles y no consumibles, las donaciones, 
las sucesiones, los derechos reales (entre los que 
destaca la propiedad privada y los modos de 
adquirirla), el préstamo, los alquileres, las rentas, los 
intereses y un largo etc. 
De entre las múltiples disposiciones del 
derecho romano podemos destacar, por la gran 
trascendencia que posteriormente tuvo durante siglos, 
las regulaciones de los préstamos. Los romanos 
contemplaron diversas clases de préstamos: 
Mutuo era un préstamo de bienes 
fungibles sin interés. En este contrato el mutuario 
(o sea, quien recibe el préstamo) se compromete, al 
cabo del tiempo estipulado, a devolver al mutualista 
igual cantidad de cosas de la misma especie y 
calidad. 
Comodato era un préstamo gratuito 
referente al uso de cosas duraderas. 
Foenus era un préstamo de dinero con 
interés (Vadillo, 1805, p. 39). 
Pecunia traiectitia era un mutuo especial 
cuando el dinero recibido debía ser transportado 
por mar. El mutuario sólo estaba obligado a 
devolver la cantidad de dinero o las mercancías con 
él obtenidas cuando hubieran llegado al puerto de 
destino, pero no corría por su cuenta el riesgo. 
Foenus nauticum era un préstamo similar 
al anterior, pero con el pago de intereses. 
 
Lucio Anneo Séneca (3-65) nació en 
Córdoba y murió en Roma. Hijo de un rico 
hacendado romano perteneciente al Orden Ecuestre 
recibió una esmerada educación en la capital del 
Imperio, adonde se había trasladado la familia en el 
año 12. La altura moral del pensamiento de Séneca, 
acorde con las enseñanzas filosóficas que había 
aprendido, no estuvo a la par del género de vida 
práctico, muy apegado a las riquezas materiales, 
que desarrolló Séneca. Fue preceptor de Nerón, el 
futuro emperador, sobre el que inicialmente ejerció 
una considerable influencia, a la vez que Nerón 
confiaba en él para desempeñar tareas de gobierno. 
Empero, se fue estableciendo un distanciamiento 
entre ambos y apareció la animadversión del 
emperador hacia su maestro. Habiendo surgido la 
sospecha de la participación de Séneca en una 
conjura contra la vida de Nerón, éste ordenó la 
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muerte de Séneca, aunque le dejó que eligiera la forma 
de quitarse la vida. Séneca fue principalmente un 
filósofo, pero también uno de los escasos científicos en 
Ciencias Naturales que produjo la civilización romana. 
Entre sus escritos filosóficos puede extraerse un 
apreciable pensamiento económico, que se encuentra en 
sus libros De los beneficios y Epístolas a Lucilio. Como 
Séneca extrae los principios económicos del 
comportamiento de los hombres, realizando una 
introspección en el alma humana, alguna de sus 
conclusiones se asemejan a las de Carl Menger (Tenia 
24), fundador de la denominada Escuela Psicológica de 
Viena. 
En el pensamiento económico de Séneca cabe 
destacar una clasificación de los bienes, en la que se 
distinguen los bienes materiales de los inmateriales; así 
como los diferentes órdenes de los mismos según se 
aproximen más o menos a la satisfacción directa de las 
necesidades humanas. Incluso llega a la consideración 
de justificar el valor de un bien de orden superior por el 
valor adquirido por el bien de primer orden que es el 
que satisface directamente una necesidad; por eso dice 
que "el vino da valor a la viña". Fue el primer autor en 
considerar los bienes públicos (véase en Tema 26, p. 
418). Para él la riqueza eran "las cosas a las que te 
inclinas y a las que juzgas, o necesarias, o útiles o 
agradables para la vida". Esta consideración es 
asombrosamente igual a la de Adam Smith (1776, p. 
31): “Todo hombre es rico o pobre según el grado en 
que pueda gozar de las cosas necesarias, convenientes 
y gratas de la vida”. Respecto al consumo de los ricos 
observó que, al satisfacer sus placeres viciosos, 
proporcionan trabajo a mucha gente (Epíst. XCV, 24). 
Es de apreciar entre sus estimaciones una 
teoría del valor que se apoya en un elemento subjetivo: 
el afán de las personas por conseguir las cosas que 
desea; y otro objetivo: la escasez, que convierte en más 
valiosos y distinguidos los objetos raros. Igualmente es 
de tener en cuenta su teoría sobre la preferencia 
temporal de los bienes, en el sentido de conferir 
mayor valoración a los bienes presentes respecto a 
los futuros. Séneca (Epíst. CXVII, 27) expuso la 
idea del siguiente modo:¿Quién ignora que no es 
un bien eso que es futuro, por esto mismo: porque 
es futuro? Pues lo que es un bien, es útil en verdad; 
no pueden ser útiles sino las cosas presentes. Si no 
es útil, no es un bien; si es útil, ya lo es [...] 
¿Cómo, dime tú, lo que todavía no es nada, ya es 
un bien?” Esta misma idea está hondamente 
asentada en el sentir popular mediante este 
proverbio: Más vale pájaro en mano que ciento 
volando. Quizá el refrán esté inspirado en esta 
afirmación de Tomás de Mercado (1569, p. 144): 
“más vale pájaro en mano que buitre volando”. Tal 
frase la expuso este último autor como ejemplo del 
mayor valor concedido por las personas a los bienes 
presentes respecto a los futuros, y, en concreto, a lo 
que Mercado (ib., p. 144) se refiere es al dinero: 
“más vale el dinero presente que el ausente: el que 
ya se tiene está seguro, el ausente sujeto a dos mil 
peligros, que puede ser no paguen o difieran la 
paga”. Estas consideraciones darían lugar a lo que 
Böhm-Bawerk en el siglo XIX denominaría la 
teoría del agio para explicar el interésdel dinero. 
Pero lo que más sobresale del pensamiento 
económico de Séneca es una teoría del intercambio 
muy completa, en la que se distingue el intercambio 
simple: dar para recibir; un intercambio especial 
consistente en las donaciones: dar a cambio de 
nada, excepto el agradecimiento, que en realidad es 
la recepción de un bien inmaterial; y un intercambio 
completo, o caso general que abarca a los dos 
anteriores. En este último tipo de intercambio se 
distingue un doble flujo de bienes en ambos 
sentidos, unos materiales y otros inmateriales. Tal 
teoría del intercambio y de las donaciones es 
bastante similar a la explicada en el Tema 29 (p. 
480): «La economía de las donaciones» de Kenneth 
E. Boulding. 
 
TEMA 1: LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA Prof. Dr. Eduardo Escartín González 
 
 
 
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BIBLIOGRAFÍA 
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Otros materiales