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La ventaja competitiva de las naciones

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MICHAEL PORTER 
 
 
 
 
LA VENTAJA 
COMPETITIVA 
DE LAS 
NACIONES 
PREFACIO 
 ¿Cuál es la razón de que algunas colectividades sociales, instituciones 
económicas y naciones avancen y prosperen? Este asunto ha fascinado y 
absorbido la atención a escritores, compañías y Gobiernos durante todo 
el tiempo en el que ha habido unidades sociales, económicas y políticas. 
En campos tan diversos como la antropología, la historia, la sociología, la 
economía y la ciencia política se han hecho persistentes esfuerzos para 
comprender las fuerzas que explican los interrogantes planteados por el 
progreso de algunas entidades y la decadencia de otras. 
 En años recientes, una gran parte del trabajo realizado sobre este 
asunto ha estado centrado en las naciones, examinadas bajo el patrón de 
lo que comúnmente se ha dado en llamar «competitividad». La 
sorprendente internacionalización de la competencia en las décadas 
siguientes a la Segunda Guerra Mundial ha ido acompañada de cambios 
importantes en las vicisitudes económicas de las naciones y de sus 
empresas. Los Gobiernos y las empresas han entrado, inevitablemente, 
en un acalorado debate respecto a lo que se debe hacer. 
 He llegado a esta cuestión de forma algo renuente, al haber pasado la 
mayor parte de mi carrera profesional centrado en compañías y no en 
naciones. Mi principal interés han sido la naturaleza de la competencia a 
escala sectorial y los principios de estrategia competitiva. Mi 
investigación más temprana, resumida en Competitive Strategy (1980), se 
centró en la estructura de los sectores y la elección de posición dentro de 
ellos. La obra Competitive Advantage (1935) presentaba un marco para la 
comprensión de las fuentes de ventajas competitivas de una compañía y 
de cómo podían aumentarse las ventajas competitivas. En Competition in 
Global Industries (1986), amplié el marco para abordar los desafíos de la 
competencia internacional. Aunque la estrategia para competir 
internacionalmente ha sido una parte esencial del planteamiento, mis 
principales unidades de análisis han sido el sector y ¡a empresa. La 
nación y su Gobierno tenían un papel dentro de mi marco, pero más bien 
limitado. 
 Esto empezó a cambiar cuando el presidente Ronald Reagan me 
incorporó a la Comisión sobre Competitividad Industrial, que informa 
directamente al Presidente, que está formada por ejecutivos 
empresariales, líderes sindicales, académicos y antiguos funcionarios del 
Gobierno, y que tiene como misión examinar la competitividad de 
Estados Unidos. La Comisión, nombrada en medio de un debate 
altamente politizado respecto a la necesidad de una «política industrial» 
para Norteamérica, estudió la cuestión durante más de un año y emitió 
un informe considerado y equilibrado. 
 Lo que quedó harto claro para mí durante el período de actividad ele 
la Comisión fue que no había una definición aceptada de competitividad. 
Para las empresas, competitividad significaba la capacidad de competir 
en los mercados mundiales con una estrategia mundial. Para muchos 
miembros del Congreso, competitividad significaba que la nación tuviera 
una balanza comercial positiva. Para algunos economistas, 
competitividad significaba un bajo coste unitario de mano de obra 
ajustado a los tipos de cambio. Debido en parte a estas diferencias, se 
han desperdiciado muchas energías en Estados Unidos debatiendo si hay 
problema alguno de competitividad. El informe de la Comisión, en lugar 
de facilitar un consenso para la acción, produjo escasos efectos. El 
debate acerca de la competitividad siguió exacerbándose, sin que, hasta 
la fecha, haya remitido su acritud. 
 Cualquiera que hubiera sido la definición adoptada de competitividad, 
no habría resuelto el problema más grave de la carencia de una teoría 
generalmente aceptada que la explique. Son innumerables las 
características de las naciones y de las empresas que se han propuesto 
como importantes, pero no ha habido forma de aislar e integrar las 
sobresalientes. Además, muchas explicaciones se basan en supuestos 
que, apartados de la competencia real, lo que despierta dudas razonables 
respecto a su pertinencia y generalidad. Era difícil conciliar muchas de 
las explicaciones con mi propia experiencia, tanto en el estudio de 
compañías internacionales como en el trabajo con ellas. 
 Tampoco escasearon las recomendaciones para mejorar la 
competitividad mediante la conjunción de estrategia empresarial y 
política gubernamental. Estas recomendaciones han sido tan diversas e 
inconsistentes como los criterios implícitos o explícitos sobre 
competitividad en que estaban basadas. Muchas de estas 
recomendaciones me pareció que serían contraproducentes, dicho sea 
una vez más, desde el punto de vista de alguien estrechamente 
familiarizado con las empresas. 
 Habiendo dicho todo esto, llegué, sin embargo, al firme 
convencimiento de que el entorno nacional desempeña un papel estelar 
en el éxito competitivo de las empresas. Con sorprendente regularidad, 
empresas de una o dos naciones alcanzan un desproporcionado éxito en 
todo el mundo, dentro de sectores específicos. Algunos entornos 
nacionales parecen más estimulantes del avance y el progreso que otros. 
Quedé convencido de que comprender el papel de la nación en la 
competencia internacional sería tan valioso para las empresas como 
podría serlo para los Gobiernos, porque nos llevaría a la percepción 
profunda de algunos hechos fundamentales respecto a la creación y 
mantenimiento de las ventajas competitivas. 
 Mi propósito con esta obra es contribuir a la comprensión de las 
ventajas competitivas de las naciones, o los atributos nacionales que 
fomentan las ventajas competitivas en determinados sectores, y las 
implicaciones tanto para las empresas como para los Gobiernos. En el 
núcleo de mi teoría están los principios de estrategia competitiva en 
sectores específicos. Esto no representará sorpresa alguna para aquellos 
que estén familiarizados con mis trabajos anteriores. Aunque podemos 
identificar características nacionales aplicables a muchos sectores, mi 
experiencia ha sido que éstas se ven ensombrecidas en la competencia 
real por particulares circunstancias, preferencias y resultados, 
frecuentemente propios de un sector. 
 Aunque puede aprenderse mucho mediante un enfoque global a 
escala de toda una economía de las razones del éxito competitivo de una 
nación, yo busco un punto de arranque diferente. Mi teoría empieza a 
partir de competidores y sectores individuales y va aumentando hasta la 
economía como un todo. El sector en particular, automóviles, aparatos de 
telefax, servicios contables, rodamientos a bolas, es donde se gana o se 
pierde la ventaja competitiva. La nación donde radican influye en la 
capacidad de sus empresas para triunfar en determinados sectores. El 
resultado de miles de luchas en sectores individuales determina el estado 
de la economía de una nación y su capacidad para progresar. Hay 
algunas trampas intelectuales en el paso de sectores a toda una 
economía, trampas que debemos evitar con sumo cuidado, pero el 
enfoque ofrece, en mi opinión, una enriquecida comprensión del progreso 
económico de una nación. 
 La teoría expuesta en esta obra pretende captar la plena compleja dad 
y riqueza de la competencia real, en lugar de resumirla. He tratado de 
integrar aquí los muchos elementos que influyen en la forma de 
comportarse de las compañías y de progresar de las economías. El 
resultado es un planteamiento balístico cuyo nivel de complejidad puede 
ser incómodo para algunos. Creo, no obstante, que una mayor 
simplificación oscurecería algunas de las partes más importantes del 
problema, tales como la interacción entre cada una de las influencias y 
su evolución a lo largo del tiempo. 
 La teoría se inspira en (y cubre) varios campos. En su núcleo está la 
teoría de la estrategia competitiva, pero también pueden sacarse ideas 
ciaras e importantes de la investigación continuada en campos tales 
como la innovación tecnológica,la economía industrial, el desarrollo 
económico, la geografía económica, el comercio internacional, la ciencia 
política y la sociología industrial, que no suelen combinarse 
habitualmente. 
 Dado el gran número de campos itéranos de numerosas disciplinas 
que inciden de una u otra forma en mi tema, no era posible facilitar 
referencias completas. Tampoco puedo abordar aquí una completa 
historia intelectual de mi tema. No obstante, he anotado algunos de los 
más importantes antecedentes de mi enfoque en varios campos, así como 
algunos de los trabajos que encontré más convincentes. 
 Con objeto de desarrollar una teoría exhaustiva de la ventaja 
competitiva de las naciones y para demostrar su pertinencia, emprendí el 
estudio de una amplia gama de naciones y, dentro de cada una de ellas, 
investigué los detalles de 1a competencia en muchos sectores. La 
investigación basada solamente en una o dos naciones o en un puñado 
de sectores corre el peligro de confundir por principios generales lo que 
puede ser excepcional. Seleccioné para mi investigación diez naciones 
con características e instituciones ampliamente diferentes. 
 Un resultado tanto de la naturaleza de mi teoría y del método que lie 
seguido para presentarla y verificarla es un libro muy largo. Lamento 
imponer semejante extensión al lector pero vi que no podía evitarla si 
trataba de defender mi teoría con pruebas suficientes y si iba a 
desarrollar sus implicaciones para quienes han de marcar la política 
empresarial y para quienes han de ejecutaría. La Parte I de la obra 
presenta la teoría en sí y facilita suficientes generalidades de los 
principios de estrategia competitiva para establecer la base necesaria. En 
la Parte II, aplico la teoría para explicar la historia de cuatro sectores 
representativos; seleccionados de entre los muchos que estudiamos. 
También aplico la teoría al sector de los servicios, muy importante desde 
hace tiempo pero en el que la competencia internacional se ha estudiado 
poco, pero es de creciente importancia. En la Parte III, aplico la teoría a 
las naciones. En el caso de ocho de las diez naciones investigadas facilito 
un perfil detallado de los sectores internacional- mente triunfantes con 
que cuenta su economía e indico cómo ha ido cambiando el modelo. Uso 
mi teoría para explicar tanto los éxitos como los fracasos así como la 
evolución de la economía de la nación en el período de la posguerra. La 
experiencia colectiva de las naciones me permite ampliar la teoría para 
explicar cómo avanzan las economías nacionales en pleno. La Parte IV 
desarrolla algunas de las implicaciones de la teoría para la estrategia de 
las compañías y la política del Gobierno, El capítulo final expone cómo 
puede utilizarse la teoría para identificar algunas de las cuestiones que 
regirán el futuro desarrollo de la economía de cada nación. 
 Sin embargo, puede que los lectores deseen tomar caminos más 
cortos a través de la obra, dependiendo de sus particulares apetencias. 
La mayoría de los lectores cubrirán los cuatro primeros capítulos con un 
nivel de detalle que dependerá de su formación y del grado de comodidad 
con que asimilen la teoría. La Parte II será del mayor interés para 
aquellos que buscan una demostración de la teoría en determinados 
sectores en particular. Los ejecutivos empresariales deben leer casi toda 
la Parte II y el lector general deberá hojearla, cuando menos. Comprender 
el proceso mediante el cual un sector nacional se forma y llega a alcanzar 
un éxito competitivo internacional, es un importante marco de referencia 
para capítulos posteriores, al menos en unos pocos casos específicos. 
 La Parte III brinda la oportunidad de seleccionar entre las naciones 
que comento, de acuerdo con los intereses particulares del lector. No 
obstante, todos los lectores deben ver la introducción del Capítulo 7, que 
explica la metodología y la estructura de la descripción de cada país, así 
como la parte final del Capítulo 9 que compara las naciones en grupo. 
Luego, los lectores pueden seleccionar sus propias naciones, las naciones 
donde tienen sus sedes importantes competidores, u otras naciones cuyo 
estudio les interese. Después de leer la parte correspondiente a algunas o 
todas las naciones, la totalidad de los lectores deberá leer el Capítulo 10, 
que amplía el razonamiento para desarrollar una teoría de cómo 
progresan las economías nacionales, cada una en su conjunto. Los 
conceptos contenidos en el Capítulo 10 serán particularmente 
importantes al considerar los programas a que se enfrenta cada nación, 
tema del Capítulo 13. 
 La Parte IV también puede despacharse de una forma acorde ¿1 
marco de referencia del lector, aunque las implicaciones cié la teoría para 
los ejecutivos empresariales informará a quienes han de marcar la 
política y viceversa. Los ejecutivos empresariales necesitarán leer el 
Capítulo 11 que trata de las implicaciones de mi teoría para la estrategia 
empresarial. Aquellos lectores interesados o que participen en la 
formulación de política pública deben leer el Capítulo 12. El Capítulo 13, 
que expone algunas de las cuestiones a que se enfrenta cada nación si su 
economía ha de progresar más, puede leerse de forma selectiva 
dependiendo de los intereses del lector. Dado que una de las principales 
finalidades del Capítulo 13 es ilustrar la forma de aplicar la teoría para 
identificar las trabas al avance económico nacional, los lectores se 
beneficiarán no sólo del análisis de su propia nación, sino también de 
comprender los problemas a que se enfrentan otras naciones con 
diferentes circunstancias. El libro concluye con un breve Epílogo que 
contiene algunas de mis reflexiones personales sobre el estudio. 
 El texto de la obra contiene el razonamiento básico y mis 
descubrimientos empíricos, presentados de una forma comprensible para 
el lector serio. Los estudiosos encontrarán en las notas la mayoría de las 
referencias a otras obras, así como el comentario más técnico sobre la 
teoría y sus relaciones con trabajos anteriores. La metodología se 
describe en los Capítulos 1 y 7 y en el Apéndice A, 
 Mi objetivo no es un libro sobre una sola nación, sino sobre un 
conjunto de principios aplicables de manera más amplia. Aunque 
algunos lectores puedan pensar que tal vez haya una cierta parcialidad 
norteamericana, bien cierto es que he tratado de evitarlo. Confío también 
en que ningún lector se centrará exclusivamente en lo que tengo que 
decir sobre algunas naciones en particular, especialmente en el Capítulo 
13. Tal como he procurado dejar en claro, mi conocimiento de una nación 
en concreto no puede aproximarse al de un experto. Ni tampoco voy a 
pretender atribuirme un conocimiento exhaustivo de todas las 
concesiones y contraconcesiones políticas y sociales que guían cada una 
de las opciones políticas. La finalidad que se persigue aquí no es la de 
brindar unas detalladas recomendaciones magistrales para cada nación o 
analizar cada uno de los problemas pertinentes, sino la de ilustrar una 
útil línea de pensamiento que pueda aplicarse a cualquier nación en 
particular. Mi esperanza es que los lectores, con sus diferentes 
formaciones y puntos de vista, podrán avanzar más a la hora de sacar 
consecuencias en sus áreas de interés. 
 Este libro se ha concluido durante un período de estimulantes 
acontecimientos, insólitamente significativos, dentro de determinadas 
naciones y entre grupos de naciones, que inciden de forma importante en 
los asuntos que aquí se debaten. Entre las más notables están las 
medidas destinadas a implantar una mayor unificación económica 
europea en 1992, un acuerdo de libre comercio entre Canadá y Estados 
Unidos, una corriente de iniciativas de nueva política en el Reino Unido, 
propuestas de cambios fiscales en Japón y Alemania, una nueva y 
controvertida ley de comercio en Estados Unidos y las conmociones 
sociales y políticas en Europa Oriental y Oriente Medio con sus todavía 
imprevisibles consecuencias económicas. 
 No obstante,mi propósito con esta obra no es analizar los 
acontecimientos actuales sino crear una teoría que pueda utilizarse para 
hacerlo, A decir verdad, uno de los descubrimientos de nuestra 
investigación histórica es que ha habido más estabilidad de la que yo 
supuse inicialmente en los determinantes de la ventaja competitiva 
nacional, aun cuando el alcance de la internacionalización ha 
aumentado. Muchos de los principios son independientes de las 
circunstancias del momento. Haré referencias a implicaciones de mi 
teoría para importamos acontecimientos tales como Europa 1992 allá 
donde surjan, pero dejaré el análisis exhaustivo de los acontecimientos 
actuales para otros focos. 
 Algunos encontrarán polémicas las opiniones aquí expuestas. Mi 
propósito no ha sido buscar la controversia, ni rehuirla, sino desarrollar 
una teoría consistente respaldada por un amplio conjunto de pruebas. 
Una vez terminada, debo advertir que mis descubrimientos rebasan 
posiciones habitualmente asociadas con etiquetas tales como liberal y 
conservador, cuya visión de! problema tiende a reflejar posiciones 
filosóficas particulares. Encuentro, de acuerdo con la posición liberal 
tradicional que las leyes antitrust estrictas, las normas rígidas sobre 
seguridad y salud y las fuertes inversiones en la formación de los 
recursos humanos, por ejemplo, son beneficiosas. Pero mis pruebas 
ponen seriamente en tela de juicio el acierto de la intervención para 
resucitar sectores enfermos, la regulación que limita la competencia, la 
mayoría de los esfuerzos por restringir las importaciones y las políticas 
tendentes a gravar las plusvalías a largo plazo. Aunque sospecho que 
pocos lectores estarán completamente de acuerdo con mis 
descubrimientos, no pierdo la esperanza de que muchos acabarán 
persuadidos. 
 
I. LA NECESIDAD DE UN NUEVO PARADIGMA 
 ¿Por qué algunas naciones tienen éxito y otras fracasan en la 
competencia internacional? Esta pregunta bien pudiera ser la pregunta 
económica que más frecuentemente se formula en nuestros tiempos. La 
competitividad ha pasado a ser una de las preocupaciones cardinales del 
Gobierno y la industria de todas y cada una de las naciones. Estados 
Unidos es un ejemplo evidente, con su creciente debate público respecto 
al éxito económico, aparentemente mayor, de otras naciones comerciales. 
Pero también se está produciendo un intenso debate a propósito de la 
competitividad en naciones tan «pródigas en éxitos» como Japón y Corea, 
Países socialistas tales como la Unión Soviética y otros de Europa 
Oriental y Asia también se están formulando esta pregunta a medida que 
reevalúan fundamentalmente sus sistemas económicos. 
 Sin embargo, aunque la pregunta se formula frecuentemente, es una 
pregunta inadecuada, si lo que se pretende es sacar a la luz los cimientos 
de la prosperidad económica para las empresas o para las naciones. 
Debemos centrarnos, antes al contrario, en otra pregunta, mucho más 
estrecha. Que es ésta; ¿por qué se hace una nación la sede de 
competidores internacionales triunfadores en un sector? O, por decirlo de 
una marera algo diferente, ¿por qué las empresas asentadas en 
determinada nación pueden crear y mantener una ventaja competitiva 
contra los mejores competidores del mundo en un campo en particular? 
¿Y por qué una nación es frecuentemente la sede de tantos líderes 
mundiales de un sector? 
 ¿Cómo podemos explicar la razón ele que Alemania sea la sede de 
tantísimos fabricantes de máquinas de imprimir, automóviles de lujo y 
productos químicos que son líderes mundiales en su sector? ¿Por qué la 
diminuta Suiza es la sede de líderes internacionales en productos 
farmacéuticos, chocolate y mediación financiera? ¿Por qué los líderes 
mundiales en camiones pesados y equipo para minería tienen su sede en 
Suecia? ¿Por qué han surgido en Norteamérica los competidores 
internacionales más descollantes en ordenadores personales, software, 
tarjetas de crédito y películas? ¿Por qué son las firmas italianas tan 
fuertes en alicatados cerámicos, botas de esquiar, maquinaria de 
envasado y equipo de automatización de fábricas? ¿Qué hace que las 
empresas japonesas dominen los campos de la electrónica de consumo, 
las máquinas fotográficas, la robótica y los aparatos de telefax? 
 Las respuestas son evidentemente de interés crucial para las 
empresas que deben competir en mercados crecientemente 
internacionales. Una empresa debe comprender lo que sucede en su 
propia nación que es más crucial para determinar su capacidad, o 
incapacidad, para crear y mantener una ventaja competitiva en términos 
internacionales. Pero la misma pregunta resultaría ser igualmente 
decisiva para la prosperidad económica nacional. Tal como veremos, el 
nivel de vida de una nación depende a largo plazo de su capacidad de 
alcanzar un elevado y ascendente nivel de productividad en los sectores 
en que compiten sus empresas. Esto se basa en la capacidad de sus 
empresas para conseguir una calidad cada vez mejor o una mayor 
eficacia, La influencia de la propia nación en la búsqueda de la ventaja 
competid va en determinados campos es de importancia vital para el 
nivel y tasa de crecimiento de la productividad que puedan conseguirse. 
 Pero carecemos de una explicación convincente de la influencia de la 
nación. El paradigma de por qué las naciones triunfan 
internacionalmente en determinados sectores está evidenciando síntomas 
de fatiga, después de haber imperado durante bastante tiempo. Hay un 
amplio historial de teorías para explicar las pautas de las importaciones y 
exportaciones de las naciones, que se remonta a los trabajos de Adam 
Smith y David Ricardo en el siglo XVIII. No obstante, se ha convenido de 
forma general que estas teorías resultan ya inadecuadas para tal 
cometido. Los cambios en la naturaleza de la competencia internacional, 
entre los que cabe citar de manera muy especial el nacimiento de la 
corporación multinacional que no sólo exporta sino que compite en el 
extranjero mediante sus subsidiarias foráneas, han debilitado las 
explicaciones tradicionales de por qué y a dónde exporta una nación. 
Aunque se han propuesto nuevas razones fundamentales, ninguna es 
suficiente para explicar por qué algunas empresas con sede en 
determinadas naciones son capaces de competir con gran éxito, gracias 
tanto a la exportación como a la inversión extranjera, en determinados 
sectores. Tampoco pueden explicar por qué las empresas de una nación 
pueden mantener sus posiciones competitivas durante considerables 
períodos de tiempo. 
 Explicar el papel que desempeñan el entorno, las instituciones y las 
políticas económicas de una nación en el éxito competitivo de sus 
empresas en determinados sectores es la materia de este libro. Trata de 
violar la ventaja competitiva de una nación, esto es, los atributos 
nacionales que fomentan ventajas competitivas en un sector. Basándome 
en mi estudio de diez naciones y en los detallados historiales de más de 
un centenar de sectores, presentaré en la Parte I una teoría de la ventaja 
competitiva de las naciones en determinados campos. En la Parte II 
expondré cómo puede emplearse la teoría para explicar el éxito 
competitivo de determinadas naciones en un buen número de sectores 
específicos. En la Parte III, usaré la teoría para exponer a la luz los 
modelos generales del éxito y fracaso sectoriales en las economías de las 
naciones que estudiamos y la forma en que los modelos han ido 
cambiando. Esto servirá como base para presentar un marco dentro del 
cual explicar cómo avanzan en términos competitivos las economías 
nacionales en pleno. Finalmente, en la Parte IV, desarrollaré las 
implicaciones de mi teoría tanto para la estrategia empresarial como para 
la política gubernamental. El libro concluye con un capítulo titulado 
«Programas Nacionales», que aclara cómo puede utilizarse la teoría para 
identificar algunos de los asuntos más importantes que conformarían el 
futuro progreso económico en cada una de las naciones que estudié.Sin embargo, antes de exponer mi teoría, debo explicar por qué no 
han sido convincentes los esfuerzos orientados a explicar la 
competitividad de toda una nación, y la razón de que tales esfuerzos no 
pasen de ser la búsqueda de respuesta a una pregunta improcedente. 
Debo demostrar que comprender las razones de la capacidad de las 
empresas de la nación para crear y mantener ventajas competitivas en 
determinados sectores sí es abordar la pregunta procedente, no sólo para 
informar la estrategia empresarial sino también para alcanzar las metas 
económicas nacionales. También he de describir por qué hay un 
creciente consenso en el sentido de que el paradigma dominante utilizado 
hasta ahora para explicar el éxito internacional en determinados sectores 
es inadecuado, y por qué intentos muy recientes por modificarlo todavía 
no abordan algunas de las cuestiones más relevantes. Finalmente, 
describiré el estudio que se llevó a cabo, a fin de que el lector pueda 
comprender las bases objetivas de lo que sigue. 
 
 
Explicaciones contradictorias 
 No puede decirse que hayan escaseado las explicaciones de por qué 
algunas naciones son competitivas y otras no. Sin embargo estas 
explicaciones suelen ser contradictorias y no hay una teoría 
generalmente aceptada. Dista mucho de estar claro lo que el término 
«competitiva» ha de significar al aplicarlo a una nación. Ésta es una de 
las principales partes de la dificultad, como veremos. El hecho de que 
haya habido intensos debates en muchas naciones que, para empezar, 
desean aclarar si tienen un problema de competitividad, es un claro 
indicio de que el asunto no se ha acabado de comprender en su totalidad. 
 Algunos ven la competitividad nacional como un fenómeno 
macroeconómico, movido por variables tales como los tipos de cambio, 
los tipos de interés y los déficits públicos. Pero hay naciones que han 
disfrutado de niveles de vida rápidamente crecientes a pesar de los 
déficits presupuestarios (Japón, Italia y Corea), de la apreciación de su 
moneda (Alemania y Suiza) y de los altos tipos de interés (Italia y Corea). 
 Otros argumentan que la competitividad es función de una mano de 
obra barata y abundante. A pesar de esto, naciones como Alemania, 
Suiza y Suecia han prosperado al margen de sus altos niveles salariales y 
de largos períodos de escasez de mano de obra. Japón, con una economía 
que supuestamente se levantó gracias a una mano de obra abundante y 
barata, también ha experimentado agobiantes escaseces de mano de 
obra. Sus empresas han triunfado internacionalmente en muchos 
sectores después de automatizar muchas tareas que antes representaban 
un alto contenido de trabajo humano. La capacidad de competir a pesar 
de pagar salarios altos parece ser un objetivo nacional mucho más 
deseable. 
 Otro punto de vista es que la competitividad depende de poseer 
recursos naturales en cantidades ingentes. Sin embargo y en épocas bien 
recientes, las naciones de más éxito comercial, entre las que cabe 
destacar a Alemania, Japón, Suiza, Italia y Corea, han sido naciones con 
recursos naturales limitados que han tenido que importar la mayor parte 
de las materias primas que emplean. También es interesante advertir que 
dentro de naciones tales como Corea, el Reino Unido y Alemania, son las 
regiones pobres en recursos las que están prosperando en relación con 
las ricas en recursos. 
Más recientemente todavía, se ha argumentado por parte de muchos que 
la política gubernamental ejerce la más fuerte de las influencias sobre la 
competitividad. Este punto de vista identifica como claves del éxito 
internacional la fijación de objetivos, la protección, la promoción de las 
exportaciones y las subvenciones. Las pruebas se han extraído del 
estudio de unas pocas naciones (Japón y Corea, sobre todo) y de unos 
pocos y muy descollantes sectores tales como los de automóviles, acero, 
construcción naval y semiconductores. Sin embargo, una investigación 
más amplia centrada en resultados tangibles no ha confirmado que la 
política gubernamental haya desempeñado un papel tan decisivo en la 
competitividad. Por ejemplo, muchos observadores considerarían que la 
política gubernamental hacia la industria ha sido básicamente ineficaz en 
Italia durante la mayor parte del período de la posguerra, pero Italia ha 
experimentado un alza de su participación en las exportaciones 
mundiales solamente superada por la de Japón, junto con un rápido y 
sostenido crecimiento de su nivel de vida. 
 La intervención significativa de la política gubernamental solamente 
se ha producido en un subconjunto de sectores y está muy lejos de haber 
sido un éxito universal, incluso en Japón y Corea. En Japón, por 
ejemplo, el papel del Gobierno en sectores importantes tales como los de 
aparatos de telefax, fotocopiadoras, robótica y materiales avanzados ha 
sido modesto y ejemplos tan frecuentemente citados de exitosa política 
japonesa como las máquinas de coser, el acero y la construcción naval, 
ya se han quedado anticuados. Por el contrario, el continuado 
establecimiento de objetivos por parte de Japón en sectores tales como la 
construcción aeronáutica (para la que se empezaron a marcar objetivos 
en 1971) y el software (ídem en 1978) no ha conseguido posiciones 
significativas en el plano internacional para Japón. El agresivo 
establecimiento de objetivos por parte de Corea en grandes e importantes 
sectores tales como los de productos químicos y maquinaria tampoco ha 
conseguido posiciones significativas en los respectivos mercados. 
Analizando el conjunto de las naciones, los sectores donde más 
intensamente ha intervenido el Gobierno, menos éxito han alcanzado en 
términos internacionales en la mayoría de los casos. El Gobierno bien 
puede decirse que interviene en la competencia internacional pero rara 
vez lo hace en un papel estelar. 
 Una última explicación, bastante utilizada, de la competitividad 
nacional se centra en las diferencias en las prácticas de gestión, entre las 
que se incluyen las relaciones entre trabajadores y dirección. La gestión 
japonesa ha recibido muchos parabienes en el decenio de 1980, como lo 
hizo la gestión norteamericana en los de 1950 y 1960. Sin embargo, el 
problema que entraña esta explicación es que diferentes sectores 
requieren diferentes enfoques en su gestión. Lo que se pondera como 
buena práctica de gestión en un sector sería desastroso en otro. Las 
empresas familiares pequeñas, que no cotizan en Bolsa y organizadas 
muy a la ligera que tanto abundan en los sectores italianos del calzado, 
los textiles y la joyería, por ejemplo, son semilleros de innovación y 
dinamismo. Cada sector ha producido un saldo positivo en la balanza 
comercial de Italia por encima de los mil millones de dólares anualmente. 
No obstante, estas mismas estructuras y prácticas serian un desastre en 
una compañía alemana del sector químico o del automovilístico, en una 
fábrica de productos farmacéuticos de Suiza o en una empresa 
norteamericana de construcción de aeronaves comerciales. La gestión al 
estilo norteamericano, con todos los fallos que se le atribuyen ahora, ha 
generado empresas altamente competitivas en sectores tales como los de 
software, equipamiento médico, bienes de consumo envasados y servicios 
empresariales. La gestión al estilo japonés, con todos sus puntos fuertes, 
ha producido pocos éxitos internacionales en grandes segmentos de la 
economía, tales como los de productos químicos, bienes de consumo 
envasados o servicios. 
 Tampoco se puede generalizar respecto a las relaciones entre les 
trabajadores y la dirección. Los sindicatos tienen mucho poder en 
Alemania o Suecia, con representación en la dirección impuesta por la ley 
(como es el caso de Alemania) y en el consejo de administración (Suecia). 
A pesar de la opinión por parte de algunos de que los sindicatos 
poderosos minan la ventaja competitiva, ambas naciones han prosperado 
y cuentan con algunas de las empresas y sectores internacionalmente 
más descollantes decualquier país. En Italia, las relaciones entre los 
trabajadores y la dirección son complejas y algunos dirían que 
bizantinas, pero esto no ha impedido un éxito sobresaliente en docenas 
de sectores donde se ha creado un ambiente diferente entre obreros y 
dirección. 
 Claramente, ninguna de estas explicaciones de la competitividad 
nacional es plenamente satisfactoria, como tampoco lo son muchas otras 
que se han propuesto. Ninguna es suficiente por sí misma para explicar 
la posición competitiva de los sectores de una nación. Cada una de ellas 
contiene una parte de verdad, pero no resistirá un minucioso escrutinio. 
Parece que en todo esto interviene un conjunto de fuerzas más amplio y 
más complejo. 
 Las numerosas y contradictorias explicaciones de la competitividad 
ponen de relieve un problema todavía más fundamental. Que consiste en 
determinar en primer lugar qué es una nación «competitiva». Aunque el 
término se usa frecuentemente, se le define inusitadamente mal. ¿Es 
«competitiva» una nación en la que toda empresa o sector es competitivo? 
De ser así, ninguna nación llegaría a clasificarse ni por aproximación. 
Incluso Japón, tal como veremos, tiene grandes segmentos de su 
economía que quedan muy por detrás de los mejores competidores del 
mundo. ¿Es una nación «competitiva» aquella cuyo tipo de cambio hace 
que el precio de sus bienes resulte competitivo en los mercados 
internacionales? Pues a pesar de esto, la mayoría estará de acuerdo en 
que naciones tales como Alemania y Japón, que han experimentado 
prolongados períodos de gran fortaleza de su moneda y de presiones 
alcistas en los precios extranjeros, han disfrutado de notables mejoras en 
el nivel de vida durante el período de la posguerra. La rapacidad de la 
industria de una nación para conseguir altos precios en los mercados 
exteriores parece ser un objetivo nacional más deseable. 
 ¿Es «competitiva» una nación con un gran superávit en su balanza 
comercial? Suiza ha equilibrado —poco más o menos— su comercio e 
Italia ha arrastrado un déficit comercial crónico, pero ambas naciones 
han disfrutado de una renta nacional fuertemente creciente. Al contrario, 
muchas naciones pobres tienen equilibrada su balanza comercial, pero 
en modo alguno representan los tipos de economías a que aspira la 
mayoría de las naciones. ¿Es «competitiva» una nación que tiene un-i 
creciente participación en las exportaciones mundiales? Hay naciones 
con participaciones estables o ligeramente descendentes en las 
exportaciones mundiales que han experimentado un fuerte crecimiento 
de la renta per cápita, por lo que la participación en las exportaciones 
mundiales no indica todo lo necesario en este caso. Finalmente, ¿es 
«competitiva» una nación cuyos costes unitarios de mano de obra son 
bajos? Los bajos costes unitarios pueden lograrse mediante unos salarios 
bajos tales como los de India o México, pero esto difícilmente es un 
modelo industrial atractivo. Cada una de estas medidas dice algo 
respecto a la industria de una nación, pero ninguna claramente con la 
prosperidad económica nacional. 
 
 
Formular la pregunta procedente 
 La búsqueda de una explicación convincente para la prosperidad 
tanto nacional como empresarial debe empezar con la formulación de la 
pregunta procedente. Debemos abandonar toda la noción de que el 
término «nación competitiva» tiene mucho significado a efectos de 
prosperidad económica. La principal meta económica de una nación es 
producir un alto y creciente nivel de vida para sus ciudadanos. La 
capacidad de conseguirlo depende no de la amorfa noción de 
«competitividad» sino la productividad con que se empleen los recursos de 
una nación (trabajo y capital). La productividad es el valor del producto 
generado por una unidad de trabajo o de capital. Depende tanto de la 
calidad y características de los productos (lo que determina los precios a 
que pueden venderse) y de la eficiencia con la que se producen. 
 La productividad es el principal determinante, a la larga, del nivel de 
vida de una nación, porque es la causa radical de la renta nacional per 
cápita. La productividad de los recursos humanos determina sus 
salarios, mientras que la productividad con que se emplea el capital 
determina el rendimiento que consigue para sus poseedores. La elevada 
productividad no sólo genera altos niveles de renta, sino que brinda a los 
ciudadanos la opción de disfrutar de más tiempo de esparcimiento en 
lugar de trabajar durante jornadas muy largas. También crea la renta 
nacional sobre la que se aplican impuestos con los que pagar servicios 
públicos que, a su vez, elevan más todavía el nivel de vida. La capacidad 
para ser altamente productivas permite igualmente a las empresas de 
una nación cumplir unas normas exigentes de tipo social que mejoran el 
nivel de vida, tales como las de seguridad e higiene en el trabajo, 
igualdad de oportunidades e impacto sobre el medio ambiente. 
 El único concepto significativo de la competitividad a nivel nacional es 
la productividad nacional Un creciente nivel de vida depende de la 
capacidad de las firmas de una nación para alcanzar altos niveles de 
productividad y para aumentar la productividad con el transcurso del 
tiempo. Nuestra tarea es comprender por qué ocurre esto. El crecimiento 
sostenido de la productividad requiere que una economía se perfeccione 
continuamente. Las empresas de una nación deben mejorar 
inexorablemente la productividad en los sectores existentes mediante la 
elevación de la calidad de los productos, la adición de características 
deseables, la mejora de la tecnología del producto o superación de la 
eficiencia de la producción. Alemania ha disfrutado de una creciente 
productividad durante muchas décadas porque sus empresas han sido 
capaces de producir artículos cada vez más diferenciados y de introducir 
crecientes niveles de automatización para incrementar 
espectacularmente la producción por trabajador. Las empresas de una 
nación también deben adquirir las aptitudes requeridas para competir en 
segmentos cada vez más refinados de su propio sector, donde la 
productividad generalmente es mayor. Al mismo tiempo, una economía 
en vías de perfeccionamiento es aquella que puede competir con éxito en 
sectores completamente nuevos y refinados. Al hacer esto, absorbe 
recursos humanos que se liberaron en el proceso de mejorar la 
productividad en los campos existentes. Todo esto debe dejar bien clara 
la razón de que la mano de obra barata y un tipo de cambio «favorable» 
no son definiciones significativas de la competitividad. El objetivo ha de 
ser soportar unos salarios altos y cobrar unos precios superiores en los 
mercados internacionales. 
 Si no hubiera competencia internacional, el nivel de productividad 
alcanzable en la economía de una nación sería en gran medida 
independiente de lo que estuviera teniendo lugar en otras naciones. Sin 
embargo, el comercio internacional y las inversiones extranjeras brindan, 
por una parte, la oportunidad de elevar el nivel de productividad 
nacional, y por la otra, una amenaza para aumentarla o incluso 
mantenerla. El comercio internacional permite que una nación eleve su 
productividad al eliminar la necesidad de producir todos los bienes y 
servicios dentro de la misma nación. Por esta razón una nación puede 
especializarse en aquellos sectores y segmentos en los que sus empresas 
sean relativamente más productivas e importar aquellos productos y 
servicios en los que sus empresas sean menos productivas que sus 
rivales extranjeras, elevando de esta manera el nivel medio de 
productividad en la economía. Así pues, las importaciones —al igual que 
las exportaciones— son un factor integrante del crecimiento de la 
productividad. 
 El establecimiento de subsidiarias extranjeras por parte de empresas 
de una nación también puede elevar la productividad nacional, siempre 
que la maniobra entrañe el traslado de las actividades menos productivas 
a otras naciones o la realización en el extranjero dedeterminadas 
actividades (tales como la prestación de servicio o la modificación del 
producto para satisfacer las necesidades locales) que sirvan de apoyo 
para una mayor penetración en los mercados extranjeros. Las empresas 
de una nación pueden aumentar de este modo las exportaciones y 
obtener beneficios en el extranjero que revierten hacia la nación para 
incrementar la renta nacional. Sirva de ejemplo el traslado en la última 
década de las actividades de montaje menos complicadas en el sector de 
la electrónica que, Habiéndose hecho originalmente en Japón, pasaron a 
Corea, Taiwán y Hong Kong, y ahora a Malasia y Tailandia. 
 Ninguna nación puede ser competitiva en todo (y exportadora neta de 
lodo). El conjunto de recursos humanos y materiales de una nación 
necesariamente es limitado. El ideal es que estos recursos se apliquen a 
los usos más productivos que sean posibles. El éxito exportador de 
aquellos sectores con una ventaja competitiva elevará los costes de mano 
de obra, insumos y capital en la nación y hará que otros sectores dejen 
de ser competitivos. En Alemania, Suecia y Suiza, por ejemplo, este 
proceso ha llevado a la contracción del sector de confección en el que sólo 
subsisten aquellas empresas de segmentos especializados que pueden 
soportar salarios muy altos. Al mismo tiempo, las crecientes 
exportaciones de los sectores competitivos ejercieron presiones alcistas 
sobre el tipo de cambio, lo que hizo más difícil la exportación a los 
sectores relativamente menos productivos de la nación. Incluso aquellas 
naciones con niveles de vida más altos tienen muchos sectores en los que 
las firmas locales no son competitivas. 
 El proceso de incrementar las exportaciones de los sectores más 
productivos, trasladando las actividades menos productivas al exterior 
mediante inversiones extranjeras, e importar bienes y servicios de 
aquellos sectores en los que la nación sea menos productiva, es una 
práctica saludable para la prosperidad económica nacional. De esta 
forma, la competencia internacional ayuda a mejorar la productividad 
con el transcurso del tiempo. Sin embargo, el proceso implica que 
necesariamente habrá que perder posiciones de mercado en algunos 
segmentos y sectores si la economía nacional ha de progresar. El empleo 
de subvenciones, medidas proteccionistas u otras formas de intervención 
para mantener tales sectores solamente ralentiza la mejora de la 
economía y limita el nivel de vida a largo plazo de la nación. 
 Aunque el comercio y la inversión internacional pueden dar lugar a 
importantes mejoras en la productividad nacional también pueden 
amenazarla. Esto es así porque la exposición a la competencia 
internacional crea para cada sector un estándar absoluto de 
productividad, necesario para hacer frente a los rivales extranjeros, no 
sólo un nivel relativo de productividad en comparación con oíros sectores 
dentro de su economía nacional. Incluso si un sector es relativamente 
más productivo que otros en la compañía y puede atraer los necesarios 
recursos humanos y de otros tipos, será incapaz de exportar (o incluso, 
en muchos casos, de mantener su posición frente a las importaciones) a 
menos que también sea competitivo frente a los rivales extranjeros. El 
sector norteamericano del automóvil consigue más producto por hora-
hombre (y paga salarios superiores) que muchos otros sectores de 
EE.UU., pero Norteamérica ha experimentado un creciente déficit 
comercial (y una pérdida de empleos altamente retribuidos) en el sector 
de los automóviles porque el nivel de productividad en los sectores 
alemán y japonés ha sido todavía superior. La productividad 
norteamericana en la fabricación de automóviles no ha sido 
suficientemente mayor que la de las empresas coreanas para 
contrarrestar los salarios coreanos más bajos. Pruebas similares, cara a 
cara con los extranjeros, han de ser superadas por un creciente número 
de actividades y sectores. 
 Si los sectores que están perdiendo posiciones frente a los rivales 
extranjeros son los relativamente más productivos de la economía, la 
capacidad de esa nación para mantener un crecimiento de la 
productividad está en grave peligro. Lo mismo es cieno cuando las 
actividades que entrañan altos niveles de productividad (tales como las 
de fabricación avanzada) se transfieren a! exterior mediante inversiones 
extranjeras, porque la productividad interior es insuficiente para hacer 
que resulte eficiente realizarlas en la nación, después de tener en cuerna 
los salarios extranjeros y otros costes. Ambos limitan el crecimiento de la 
productividad y producen una presión bajista sobre los salarios. Si se 
vieran afectados suficientes sectores y actividades intrasectoriales de una 
nación, también podría producirse una presión bajista sobre el valor de 
la moneda de esa nación. Pero la devaluación también baja el nivel de 
vida de la nación al hacer que las importaciones salgan más caras y al 
reducir los precios obtenidos por los bienes y servicios de la nación que 
se venden en el extranjero. Comprender por qué las naciones pueden o 
no pueden competir en sectores y actividades de vanguardia que 
entrañen una alta productividad resulta determinante para comprender 
la prosperidad económica. 
 Los comentarios precedentes también dejarán en claro por qué es 
inapropiado definir la competitividad nacional como el logro de un 
superávit comercial o un comercio equilibrado per se. El aumento de las 
expoliaciones debido a salarios bajos o a una moneda débil, al mismo 
tiempo que la nación importa bienes más perfeccionados, que sus 
empresas no pueden fabricar con suficiente productividad para competir 
con los rivales extranjeros, puede hacer que la balanza comercial se 
equilibre o presente superávit, pero rebaja el nivel de vida de la nación. 
Por el contrario, una favorable combinación comercial en términos de 
productividad y un alto nivel tanto de exportaciones como de 
importaciones, como reflejo de la capacidad exportadora de una variedad 
de sectores, son objetivos más deseables porque se traducen en una 
productividad superior. Japón, que exporta muchos bienes 
manufacturados en los que alcanza una gran productividad e importa 
materias primas y componentes en cuya elaboración intervino mano de 
obra no especializada, ejemplifica una nación en la que la combinación 
comercial dispara la productividad. Naciones tales como Suiza, Italia, 
Japón y Corea han experimentado déficits comerciales durante períodos 
en los que su nivel de vida estaba subiendo, debido a una mejor 
combinación comercial. Lo que es importante para la prosperidad 
económica es la productividad nacional. La búsqueda de la 
competitividad en forma de superávit comercial, moneda débil o bajos 
costes unitarios de mano de obra está plagada de trampas y peligros. 
 Una creciente participación nacional en las exportaciones mundiales 
está vinculada al nivel de vida cuando las crecientes exportaciones de 
sectores que alcanzan elevados niveles de productividad contribuyen al 
crecimiento de la productividad nacional. Un descenso en la participación 
en el conjunto de las expoliaciones mundiales debido a la incapacidad de 
aumentar positivamente las exportaciones de tales sectores es, por el 
contrario, una señal de peligro para una economía nacional. Sin 
embargo, la combinación específica de sectores que están exportando es 
más importante que la participación media de una nación en las 
exportaciones. Un creciente nivel de calidad y complejidad de los bienes o 
servicios exportados puede ayudar al crecimiento de la productividad 
aunque las exportaciones generales estén creciendo lentamente. 
 Tratar de explicar la «competitividad» a nivel nacional es, 
consecuentemente, responder a una pregunta improcedente. Antes al 
contrario, lo que debemos comprender son los determinantes de la 
productividad y la tasa de crecimiento de la productividad. Para 
encontrar respuestas, debemos centrarnos no en la economía como un 
todo, sino en sectoresy segmentos de sectores específicos. Aunque los 
esfuerzos por explicar el crecimiento global de la productividad en 
economías al completo han resaltado la importancia de la calidad de los 
recursos humanos de una nación y la necesidad de mejorar la tecnología, 
un examen a este nivel tiene que centrarse, por necesidad, en 
determinantes muy latos y generales que no son suficientemente 
completos y operativos para orientar la estrategia empresarial o la 
política súbita. No pude abordar el tema central de nuestros propósitos 
aquí y ahora, que es por qué y cómo se crean técnicas y tecnologías 
significativas y comercialmente valiosas. Esto sólo se puede comprender 
plenamente a nivel de sectores específicos. Los recursos humanos, 
extraordinariamente decisivos en la moderna competencia internacional, 
por ejemplo, son los que poseen altos niveles de técnicas especializadas 
en determinados campos. Y no son resultado del sistema educativo 
general solamente, sino de un proceso estrechamente vinculado a la 
competencia en sectores específicos, tal como es el desarrollo de 
tecnología comercialmente fructífera. Es el resultado de los miles de 
luchas en pos de la ventaja competitiva contra rivales extranjeros en 
determinados segmentos y sectores, en que se crean y mejoran los 
productos y procesos, lo que sustenta el proceso de perfeccionamiento de 
la productividad nacional que he descrito. 
 
 
La ventaja competitiva en los sectores 
 Nuestra tarea fundamental es por lo tanto, explicar la razón de que 
empresas con sede en una nación sean capaces de competir con todo 
éxito contra rivales extranjeros en determinados segmentos y sectores. El 
hecho de competir internacionalmente puede materializarse en forma de 
exportaciones y/o e n el traslado de algunas actividades de la compañía 
al extranjero. Estamos particularmente interesados en los determinantes-
del éxito internacional en sectores y segmentos de sectores relativamente 
complicados que entrañen tecnología compleja y recursos humanos 
altamente cualificados, que ofrecen la posibilidad de altos niveles de 
productividad así como de crecimiento sostenido de la productividad. 
 Para alcanzar el éxito competitivo, las empresas de 1a nación han de 
poseer una ventaja competitiva en forma bien de costes inferiores, bien 
de productos diferenciados que obtengan precios superiores. Para 
mantener la ventaja, las empresas han de conseguir con el tiempo 
ventajas competitivas más refinadas, mediante la oferta de productos y 
servicios de calidad superior o mediante un proceso de producción más 
eficiente. Esto se traduce directamente en crecimiento de la 
productividad. 
 Cuando uno observa atentamente cualquier economía nacional, 
aprecia diferencias sorprendentes en el éxito competitivo de unos y otros 
sectores. La ventaja internacional se concentra frecuentemente en 
sectores estrechamente definidos e incluso en unos segmentos sectoriales 
en particular. Las exportaciones alemanas de coches se decantan 
acusadamente hacia los coches de alto rendimiento, mientras que las 
exportaciones coreanas se centran en modelos compactos y utilitarios. La 
modesta participación danesa en las exportaciones mundiales de 
vitaminas se compone de una participación sustancial en vitaminas 
basadas en sustancias naturales y es virtualmente inexistente en 
vitaminas sintéticas. La fuerte posición japonesa en maquinaria se basa 
mayoritariamente en las variedades universales, como las máquinas 
herramientas con control numérico, mientras que la de Italia se deriva de 
posiciones frecuentemente, líderes a escala mundial en máquinas 
altamente especializadas para aplicaciones por parte de usuarios finales 
en particular, tales como trabajo del cuero o elaboración de cigarrillos. El 
creciente comercio ha llevado a la creciente especialización en sectores y 
segmentos intrasectoriales estrechamente definidos. Si no fuera por las 
medidas proteccionistas que mantienen en pie a muchas empresas y 
sectores nacionales al completo a pesar de que carecen de ventajas 
competitivas reales, las diferencias entre naciones serian todavía más 
evidentes en lo que se refiere a posición competitiva. 
 Además, en muchos sectores y especialmente en segmentos 
claramente definidos de algunos sectores, los competidores con auténtica 
ventaja competitiva internacional están ubicados en unas pocas naciones 
solamente. La influencia de la nación parece que es aplicable a sectores y 
segmentos, más que a firmas per se. Los sectores nacionales de mayor 
éxito comprenden grupos de firmas, no participantes aislados, tal como 
ponen de relieve mis anteriores ejemplos. Los competidores 
internacionales líderes no sólo tienden a localizarse en la misma nación 
sino que frecuentemente se encuentran en la misma ciudad o región 
dentro de la nación. Las posiciones nacionales en los sectores son 
sorprendentemente estables y se extienden durante muchas décadas y, 
en algunos de nuestros estudios le casos, durante un siglo. Los éxitos 
aislados pueden explicarse frecuentemente por diferentes segmentos 
objetivos, o por subvenciones o protecciones oficiales, lo que significa que 
el productor nacional aislado no es un auténtico éxito en absoluto (como 
sucede en el caso de los automóviles, el sector aeroespacial y las 
telecomunicaciones). Los sectores y los segmentos intrasectoriales 
ocuparán, consecuentemente, el centro de nuestra investigación. 
Claramente se deja entrever la poderosa influencia de la nación en la 
competencia internacional dentro de determinados campos, lo que es 
importante no sólo para las empresas sino para la prosperidad nacional. 
 
 
Razones fundamentales clásicas del éxito sectorial 
Hay una larga historia de esfuerzos para explicar el éxito internacional de 
algunos sectores en el comercio internacional. El clásico se centra en la 
teoría de la ventaja comparativa. La ventaja comparativa tiene un 
significado específico para los economistas. Se atribuye a Adam Smith la 
noción de ventaja absoluta, según la cual una nación exporta un artículo 
si es el productor de más bajo coste del mundo. David Ricardo refino esta 
noción, pasando a la ventaja comparativa, reconociendo que las fuerzas 
del mercado asignarán los recursos de una nación a aquellos sectores 
donde sea relativamente más productiva. Esto significa que una nación 
puede importar un artículo en el que podría ser el producto de más bajo 
coste, si todavía es más productiva en la producción de otros bienes. Tal 
como he comentado, la ventaja absoluta, tanto como la relativa, son 
necesarias para el comercio. 
 En la teoría de Ricardo, el comercio se basaba en las diferencias en la 
productividad de la mano de obra entre unas y otras naciones. 
Diferencias que atribuía a diferencias inexplicadas en el entorno o «clima» 
de las naciones que favorecía a algunos sectores. Sin embargo, aunque 
Ricardo estaba en el buen camino, el centro de atención en la teoría del 
comercio tomó otras direcciones. La versión dominante, de la teoría de la 
ventaja comparativa, propuesta inicialmente por Heckscher y Ohlin, está 
basada en la idea de que las naciones tienen todas, una tecnología 
equivalente pero que difieren en sus dotaciones de lo que se dio en llamar 
factores de producción tales como tierra, mano de obra, recursos 
naturales y capital. Los factores no son más que los insumos básicos 
necesarios para la producción. Las naciones consiguen ventaja 
comparativa basada en los factores en aquellos sectores que hacen un 
uso intensivo de los factores que poseen en abundancia. Exportan estos 
bienes e importan aquellos en los que tienen una desventaja comparativa 
en los factores. Las naciones con abundante y barata mano de obra, 
como Corea, por ejemplo, expoliarán bienes intensivos en mano de obra 
tales como confección y montajes electrónicos. Las naciones con ricas 
dotaciones de materias primas o de tierra cultivable exportarán 
productos que dependan de ellas. La fuerte posición histórica de Suecia 
en el sectordel acero, por ejemplo, tuvo su origen en el hecho de que los 
yacimientos de mineral de hierro de Suecia tienen un contenido muy bajo 
do impurezas de fósforo, lo que da como resultado unos aceros de 
superior calidad a partir del hierro de sus altos hornos. 
 La ventaja comparativa basada en los factores de producción tiene un 
interés intuitivo y las diferencias nacionales en los costes de los factores 
han desempeñado a buen seguro un papel importante en la 
determinación de las estructuras del comercio en muchos sectores. Este 
punto de vista ha condicionado una gran parte de la política 
gubernamental respecto a la competitividad, porque se ha reconocido que 
los Gobiernos pueden alterar la ventaja en los factores, sea con carácter 
general o en sectores específicos, mediante varias formas de intervención. 
Acertada o desacertadamente, los Gobiernos han implantado varias 
políticas destinadas a mejorar la ventaja comparativa en los costes de los 
factores. Cabe citar como ejemplos la reducción de los tipos de interés, 
los esfuerzos por mantener bajos los costes salariales, la devaluación que 
pretende afectar a los precios comparativos, las subvenciones, las 
desgravaciones vía amortizaciones especiales, y la financiación a la 
exportación dirigida a determinados sectores. Cada una en su peculiar 
manera y abarcando diferentes marcos temporales, estas políticas tratan 
de reducir los costes relativos de las empresas de una nación en 
comparación con los de sus rivales internacionales. 
La necesidad de un nuevo paradigma 
No obstante, ha habido un creciente convencimiento de que la ventaja 
comparativa basada en los factores de producción no es suficiente para 
explicar las estructuras del comercio. No es difícil encontrar pruebas 
prácticamente imposibles de conciliar con la ventaja comparativa en los 
factores. Corea, que prácticamente no tenía capital después de la guerra 
de Corea, consiguió, no obstante, alcanzar exportaciones sustanciales en 
una amplia gama de sectores relativamente intensivos en capital, tales 
como los del acero, la construcción naval y los automóviles. Por el 
contrario, Estados Unidos, con mano de obra cualificada, científicos 
descollantes y abundancia de capital, ha tenido que ver cómo se 
erosionaban sus participaciones en el mercado de exportación en 
sectores donde nadie se lo podía imaginar, tales como los de las 
máquinas-herramienta, semiconductores y productos electrónicos 
refinados. 
 En un sentido más amplio, una gran parte del comercio mundial tiene 
lugar entre naciones industrialmente avanzadas con dotaciones similares 
de factores. Al mismo tiempo, los investigadores han demostrado 
documentalmente el grande y creciente volumen de comercio en 
productos cuya producción entraña proporciones similares de factores. 
Ambos tipos de comercio son difíciles de explicar con la teoría. Una 
cantidad significativa de comercio entraña también exportaciones e 
importaciones entre las diferentes subsidiarias de empresas 
multinacionales, forma de comercio qué la teoría no contempla. 
 Sin embargo, más importante todavía es el hecho de que ha habido 
una creciente consciencia de que los supuestos que fundamentan las 
teorías de la ventaja comparativa en el comercio son tan impracticables 
como ilusorios en muchos sectores. La teoría estándar asume que no hay 
economías de escala, que las tecnologías son idénticas en todos los sitios, 
que los productos no se diferencian unos de otros y que el conjunto de 
factores nacionales es fijo. La teoría también da por descontado que los 
factores, tales como la mano de obra especializada y el capital, no se 
mueven entre las naciones. Todas estas suposiciones guardan poca 
relación, en la mayoría de los sectores, con la competencia real. En el 
mejor de los casos la teoría de la ventaja comparativa en los factores se 
está llegando a considerar útil fundamentalmente para explicar las 
tendencias más generales en las estructuras del comercio (por ejemplo, 
su intensidad media en mano de obra o capital) más que para determinar 
si una nación exporta o importa en sectores específicos. 
 La teoría de la ventaja comparativa en los factores también es 
frustrante para las empresas porque sus supuestos tienen muy poco 
parecido con la competencia real. Una teoría que pasa por alto el papel 
de la estrategia de la empresa, tal como mejorar la tecnología o 
diferenciar los productos, deja pocas salidas a las empresas, salvo tratar 
de influir en la política del Gobierno. No ha de sorprender a nadie que la 
mayoría de los directivos que han experimentado los efectos de la teoría 
opinen que pasa por alto lo que ellos consideran que es más importante y 
que ofrece poca guía para la adecuada estrategia empresarial. 
Competencia cambiante 
Los supuestos en que se basa la ventaja comparativa en los factores eran 
más persuasivos en los siglos dieciocho y diecinueve, cuando muchos 
sectores estaban fragmentados, la producción era más intensiva en mano 
de obra que en especialización de ésta y una gran parte del comercio 
reflejaba diferencias en condiciones de crecimiento, recursos naturales y 
capital. Norteamérica era un producto líder de barcos, por ejemplo, 
debido en no poco a su gran riqueza en maderas. Muchas mercancías 
objeto de comercio eran productos tales como especias, seda, tabaco y 
minerales cuya disponibilidad estaba limitada a una o unas pocas 
regiones. 
 Los costes de los factores siguen siendo importantes en sectores 
dependientes de los recursos naturales, en aquellos otros en los que la 
parte dominante c el coste total es mano de obra no cualificada o semi-
cualificada, y finalmente en aquellos otros en los que la tecnología es 
sencilla y ampliamente disponible. Canadá y Noruega son verdaderas 
potencias en fundición de aluminio, por ejemplo, debido en gran medida 
a una geografía que permite la generación de energía hidroeléctrica muy 
barata. Corea alcanzó prominencia en la construcción internacional de 
proyectos sencillos de infraestructura debido a su abundancia de 
trabajadores altamente disciplinados y de bajo coste. 
 En muchos sectores, sin embargo, la ventaja comparativa en los 
factores ha sido durante mucho tiempo una explicación incompleta del 
tráfico comercial. Esto es particularmente cierto en aquellos sectores y 
segmentos intrasectoriales en los que intervienen tecnologías refinadas y 
empleados altamente cualificados, precisamente aquellos más 
importantes para la productividad nacional. Puede parecer una ironía, 
pero precisamente a medida que se iba formulando la teoría de la ventaja 
comparativa, la Revolución Industrial estaba haciendo obsoletas algunas 
de sus premisas. A medida que ha ido creciendo el número de sectores 
que han pasado a ser intensivos en conocimiento durante el período 
posterior a la Segunda Guerra Mundial, el papel de los costes de los 
factores se ha debilitado todavía más. 
 Cambio tecnológico. Cada vez es mayor el número de sectores que en 
nada se parecen a aquellos que sirvieron de base para edificar la teoría 
de la ventaja comparativa. Las economías de escala están muy 
difundidas, la mayoría de los productos están diferenciados y las 
necesidades de los compradores varían de unos países a otros. El cambio 
tecnológico se está produciendo por todas partes y de manera 
continuada. Tecnologías ampliamente aplicables, tales como la 
microelectrónica, la utilización de materiales avanzados y los sistemas de 
información han hecho obsoleta la tradicional distinción entre sectores 
de alta y baja tecnología. El nivel de tecnología empleado en un sector 
frecuentemente difiere de manera acusada entre empresas de diferentes 
naciones. 
 La tecnología ha dado a las empresas la facultad de poder salvar la 
escasez de factores mediante nuevos productos y procesos. Ha anulado, o 
reducido, la importancia de determinados factores de producción que en 
tiempos pasados eran de gran importancia. La automatización flexible 
que permite la fabricación de lotes de pequeñotamaño y los fáciles 
cambios de modelo, está reduciendo el contenido de mano de obra en los 
productos de muchos sectores. El acceso a las tecnologías más modernas 
está pasando a ser más importante que las bajas escalas salariales 
locales. En el decenio de 1980 las empresas de fabricación trasladaron 
frecuentemente la producción a lugares de elevados costes salariales 
(para estar cerca de los mercados consumidores) y no al revés. El 
consumo de materiales, energía y otros insumos basados en recursos se 
ha reducido sustancialmente o se han desarrollado sustitutivos 
sintéticos. Los materiales modernos, tales como los plásticos 
mecanizables, las cerámicas, las libras de carbono y el silicio que se usa 
en la fabricación de semiconductores se hacen a base de materias primas 
que son baratas y abundantes en muchos sitios. 
 El acceso a abundantes factores es menos importante en muchos 
sectores que la tecnología y las técnicas para procesarlos de forma 
efectiva o eficiente. Por ejemplo, los minerales de hierro con bajo 
contenido de fósforo típicos de Suecia, fueron una ventaja mientras que 
la tecnología de la elaboración de aceros tuvo dificultades para salvar el 
escollo de las impurezas. A medida que mejoró la tecnología de la 
elaboración de aceros, el problema derivado del fósforo se solventó y de 
esta manera se anuló la ventaja de Suecia basada en ese factor. 
 Dotaciones comparables de factores. La mayor parte del comercio 
mundial tiene lugar entre naciones avanzadas con dotaciones de factores 
bastante similares. Muchos países en vías de desarrollo han alcanzado 
también un nivel de desarrollo económico que significa que también ellos 
poseen dotaciones comparables de muchos factores. Sus masas 
trabajadoras tienen la formación y dominan las técnicas necesarias para 
trabajar en muchos sectores. Estados Unidos, por ejemplo, bien cierto es 
que ya no ocupa la posición singular en mano de obra especializada que 
ocupó en tiempos. Muchas otras naciones también tienen ahora la 
infraestructura básica, como telecomunicaciones, redes viarias y puertos, 
que hoy en día es necesaria para competir en la mayoría de los sectores 
de fabricación. Las fuentes tradicionales de ventaja en los factores que 
favorecían a las naciones avanzadas han perdido mucha de su 
importancia en el proceso. 
 Mundialización. La competencia se ha internacionalizado en muchos 
sectores, no sólo en aquellos que se dedican a la fabricación, sino 
también y de forma creciente en los de servicios. Las empresas compiten 
con estrategias auténticamente mundiales que entrañan la venta a escala 
mundial, el aprovisionamiento de materiales y componentes a la misma 
escala y la ubicación de las actividades en muchas naciones para 
aprovechar las ventajas de los factores de bajo coste. Establecer alianzas 
con empresas de otras naciones para conseguir puntos fuertes. 
 La mundialización de los sectores libera a la empresa de la 
servidumbre que pueda representar la dotación de factores de una sola 
nación. Las materias primas, los componentes, la maquinaria y muchos 
servicios se pueden conseguir prácticamente en cualquier lugar del 
mundo en condiciones comparables. Las mejoras en el transporte han 
rebajado los costes del intercambio de factores o de bienes dependientes 
de factores entre las naciones. Tener un sector local del acero, por 
ejemplo, ya no representa ventaja alguna a la hora de comprar acero. 
Antes al contrario, bien puede ser una desventaja si hay políticas o 
presiones nacionales que promueven la compra a proveedores nacionales 
con altos costes. 
 El capital fluye internacionalmente hacía naciones con buena 
solvencia crediticia y en las que la financiación no esté restringida a los 
fondos que puedan captarse [ocalmente. Corea, tal como señalé más al 
principio, ha alcanzado una buena posición internacional en una gama 
de sectores intensivos en capital tales como los del acero, los automóviles 
y los chips de memoria, a pesar de haber empezado virtualmente sin 
capital allá por el decenio de 1950. Similares afluencias de fondos 
caracterizaron a diversas naciones, entre las que cabe citar al Reino 
Unido, Estados Unidos, Suiza y Suecia, muchos años antes. Incluso la 
tecnología se comercializa en mercados mundiales, aunque normalmente 
con un cierto retraso. Allí donde resulta difícil acceder a ventajas 
específicas en los factores por la vía del mercado, las empresas 
multinacionales pueden establecer subsidiarías. 
 Sin embargo, y aunque muchos factores están aumentando 
continuamente su movilidad, persiste su comercio. Esta aparente 
paradoja ofrece un importante punto de reflexión que se desarrollará en 
el texto que sigue. El lugar y la eficacia donde y con que se despliegan los 
factores han demostrado ser más decisivos que los factores en sí mismos 
a la hora de determinar el éxito internacional.

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