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MICHAEL PORTER LA VENTAJA COMPETITIVA DE LAS NACIONES PREFACIO ¿Cuál es la razón de que algunas colectividades sociales, instituciones económicas y naciones avancen y prosperen? Este asunto ha fascinado y absorbido la atención a escritores, compañías y Gobiernos durante todo el tiempo en el que ha habido unidades sociales, económicas y políticas. En campos tan diversos como la antropología, la historia, la sociología, la economía y la ciencia política se han hecho persistentes esfuerzos para comprender las fuerzas que explican los interrogantes planteados por el progreso de algunas entidades y la decadencia de otras. En años recientes, una gran parte del trabajo realizado sobre este asunto ha estado centrado en las naciones, examinadas bajo el patrón de lo que comúnmente se ha dado en llamar «competitividad». La sorprendente internacionalización de la competencia en las décadas siguientes a la Segunda Guerra Mundial ha ido acompañada de cambios importantes en las vicisitudes económicas de las naciones y de sus empresas. Los Gobiernos y las empresas han entrado, inevitablemente, en un acalorado debate respecto a lo que se debe hacer. He llegado a esta cuestión de forma algo renuente, al haber pasado la mayor parte de mi carrera profesional centrado en compañías y no en naciones. Mi principal interés han sido la naturaleza de la competencia a escala sectorial y los principios de estrategia competitiva. Mi investigación más temprana, resumida en Competitive Strategy (1980), se centró en la estructura de los sectores y la elección de posición dentro de ellos. La obra Competitive Advantage (1935) presentaba un marco para la comprensión de las fuentes de ventajas competitivas de una compañía y de cómo podían aumentarse las ventajas competitivas. En Competition in Global Industries (1986), amplié el marco para abordar los desafíos de la competencia internacional. Aunque la estrategia para competir internacionalmente ha sido una parte esencial del planteamiento, mis principales unidades de análisis han sido el sector y ¡a empresa. La nación y su Gobierno tenían un papel dentro de mi marco, pero más bien limitado. Esto empezó a cambiar cuando el presidente Ronald Reagan me incorporó a la Comisión sobre Competitividad Industrial, que informa directamente al Presidente, que está formada por ejecutivos empresariales, líderes sindicales, académicos y antiguos funcionarios del Gobierno, y que tiene como misión examinar la competitividad de Estados Unidos. La Comisión, nombrada en medio de un debate altamente politizado respecto a la necesidad de una «política industrial» para Norteamérica, estudió la cuestión durante más de un año y emitió un informe considerado y equilibrado. Lo que quedó harto claro para mí durante el período de actividad ele la Comisión fue que no había una definición aceptada de competitividad. Para las empresas, competitividad significaba la capacidad de competir en los mercados mundiales con una estrategia mundial. Para muchos miembros del Congreso, competitividad significaba que la nación tuviera una balanza comercial positiva. Para algunos economistas, competitividad significaba un bajo coste unitario de mano de obra ajustado a los tipos de cambio. Debido en parte a estas diferencias, se han desperdiciado muchas energías en Estados Unidos debatiendo si hay problema alguno de competitividad. El informe de la Comisión, en lugar de facilitar un consenso para la acción, produjo escasos efectos. El debate acerca de la competitividad siguió exacerbándose, sin que, hasta la fecha, haya remitido su acritud. Cualquiera que hubiera sido la definición adoptada de competitividad, no habría resuelto el problema más grave de la carencia de una teoría generalmente aceptada que la explique. Son innumerables las características de las naciones y de las empresas que se han propuesto como importantes, pero no ha habido forma de aislar e integrar las sobresalientes. Además, muchas explicaciones se basan en supuestos que, apartados de la competencia real, lo que despierta dudas razonables respecto a su pertinencia y generalidad. Era difícil conciliar muchas de las explicaciones con mi propia experiencia, tanto en el estudio de compañías internacionales como en el trabajo con ellas. Tampoco escasearon las recomendaciones para mejorar la competitividad mediante la conjunción de estrategia empresarial y política gubernamental. Estas recomendaciones han sido tan diversas e inconsistentes como los criterios implícitos o explícitos sobre competitividad en que estaban basadas. Muchas de estas recomendaciones me pareció que serían contraproducentes, dicho sea una vez más, desde el punto de vista de alguien estrechamente familiarizado con las empresas. Habiendo dicho todo esto, llegué, sin embargo, al firme convencimiento de que el entorno nacional desempeña un papel estelar en el éxito competitivo de las empresas. Con sorprendente regularidad, empresas de una o dos naciones alcanzan un desproporcionado éxito en todo el mundo, dentro de sectores específicos. Algunos entornos nacionales parecen más estimulantes del avance y el progreso que otros. Quedé convencido de que comprender el papel de la nación en la competencia internacional sería tan valioso para las empresas como podría serlo para los Gobiernos, porque nos llevaría a la percepción profunda de algunos hechos fundamentales respecto a la creación y mantenimiento de las ventajas competitivas. Mi propósito con esta obra es contribuir a la comprensión de las ventajas competitivas de las naciones, o los atributos nacionales que fomentan las ventajas competitivas en determinados sectores, y las implicaciones tanto para las empresas como para los Gobiernos. En el núcleo de mi teoría están los principios de estrategia competitiva en sectores específicos. Esto no representará sorpresa alguna para aquellos que estén familiarizados con mis trabajos anteriores. Aunque podemos identificar características nacionales aplicables a muchos sectores, mi experiencia ha sido que éstas se ven ensombrecidas en la competencia real por particulares circunstancias, preferencias y resultados, frecuentemente propios de un sector. Aunque puede aprenderse mucho mediante un enfoque global a escala de toda una economía de las razones del éxito competitivo de una nación, yo busco un punto de arranque diferente. Mi teoría empieza a partir de competidores y sectores individuales y va aumentando hasta la economía como un todo. El sector en particular, automóviles, aparatos de telefax, servicios contables, rodamientos a bolas, es donde se gana o se pierde la ventaja competitiva. La nación donde radican influye en la capacidad de sus empresas para triunfar en determinados sectores. El resultado de miles de luchas en sectores individuales determina el estado de la economía de una nación y su capacidad para progresar. Hay algunas trampas intelectuales en el paso de sectores a toda una economía, trampas que debemos evitar con sumo cuidado, pero el enfoque ofrece, en mi opinión, una enriquecida comprensión del progreso económico de una nación. La teoría expuesta en esta obra pretende captar la plena compleja dad y riqueza de la competencia real, en lugar de resumirla. He tratado de integrar aquí los muchos elementos que influyen en la forma de comportarse de las compañías y de progresar de las economías. El resultado es un planteamiento balístico cuyo nivel de complejidad puede ser incómodo para algunos. Creo, no obstante, que una mayor simplificación oscurecería algunas de las partes más importantes del problema, tales como la interacción entre cada una de las influencias y su evolución a lo largo del tiempo. La teoría se inspira en (y cubre) varios campos. En su núcleo está la teoría de la estrategia competitiva, pero también pueden sacarse ideas ciaras e importantes de la investigación continuada en campos tales como la innovación tecnológica,la economía industrial, el desarrollo económico, la geografía económica, el comercio internacional, la ciencia política y la sociología industrial, que no suelen combinarse habitualmente. Dado el gran número de campos itéranos de numerosas disciplinas que inciden de una u otra forma en mi tema, no era posible facilitar referencias completas. Tampoco puedo abordar aquí una completa historia intelectual de mi tema. No obstante, he anotado algunos de los más importantes antecedentes de mi enfoque en varios campos, así como algunos de los trabajos que encontré más convincentes. Con objeto de desarrollar una teoría exhaustiva de la ventaja competitiva de las naciones y para demostrar su pertinencia, emprendí el estudio de una amplia gama de naciones y, dentro de cada una de ellas, investigué los detalles de 1a competencia en muchos sectores. La investigación basada solamente en una o dos naciones o en un puñado de sectores corre el peligro de confundir por principios generales lo que puede ser excepcional. Seleccioné para mi investigación diez naciones con características e instituciones ampliamente diferentes. Un resultado tanto de la naturaleza de mi teoría y del método que lie seguido para presentarla y verificarla es un libro muy largo. Lamento imponer semejante extensión al lector pero vi que no podía evitarla si trataba de defender mi teoría con pruebas suficientes y si iba a desarrollar sus implicaciones para quienes han de marcar la política empresarial y para quienes han de ejecutaría. La Parte I de la obra presenta la teoría en sí y facilita suficientes generalidades de los principios de estrategia competitiva para establecer la base necesaria. En la Parte II, aplico la teoría para explicar la historia de cuatro sectores representativos; seleccionados de entre los muchos que estudiamos. También aplico la teoría al sector de los servicios, muy importante desde hace tiempo pero en el que la competencia internacional se ha estudiado poco, pero es de creciente importancia. En la Parte III, aplico la teoría a las naciones. En el caso de ocho de las diez naciones investigadas facilito un perfil detallado de los sectores internacional- mente triunfantes con que cuenta su economía e indico cómo ha ido cambiando el modelo. Uso mi teoría para explicar tanto los éxitos como los fracasos así como la evolución de la economía de la nación en el período de la posguerra. La experiencia colectiva de las naciones me permite ampliar la teoría para explicar cómo avanzan las economías nacionales en pleno. La Parte IV desarrolla algunas de las implicaciones de la teoría para la estrategia de las compañías y la política del Gobierno, El capítulo final expone cómo puede utilizarse la teoría para identificar algunas de las cuestiones que regirán el futuro desarrollo de la economía de cada nación. Sin embargo, puede que los lectores deseen tomar caminos más cortos a través de la obra, dependiendo de sus particulares apetencias. La mayoría de los lectores cubrirán los cuatro primeros capítulos con un nivel de detalle que dependerá de su formación y del grado de comodidad con que asimilen la teoría. La Parte II será del mayor interés para aquellos que buscan una demostración de la teoría en determinados sectores en particular. Los ejecutivos empresariales deben leer casi toda la Parte II y el lector general deberá hojearla, cuando menos. Comprender el proceso mediante el cual un sector nacional se forma y llega a alcanzar un éxito competitivo internacional, es un importante marco de referencia para capítulos posteriores, al menos en unos pocos casos específicos. La Parte III brinda la oportunidad de seleccionar entre las naciones que comento, de acuerdo con los intereses particulares del lector. No obstante, todos los lectores deben ver la introducción del Capítulo 7, que explica la metodología y la estructura de la descripción de cada país, así como la parte final del Capítulo 9 que compara las naciones en grupo. Luego, los lectores pueden seleccionar sus propias naciones, las naciones donde tienen sus sedes importantes competidores, u otras naciones cuyo estudio les interese. Después de leer la parte correspondiente a algunas o todas las naciones, la totalidad de los lectores deberá leer el Capítulo 10, que amplía el razonamiento para desarrollar una teoría de cómo progresan las economías nacionales, cada una en su conjunto. Los conceptos contenidos en el Capítulo 10 serán particularmente importantes al considerar los programas a que se enfrenta cada nación, tema del Capítulo 13. La Parte IV también puede despacharse de una forma acorde ¿1 marco de referencia del lector, aunque las implicaciones cié la teoría para los ejecutivos empresariales informará a quienes han de marcar la política y viceversa. Los ejecutivos empresariales necesitarán leer el Capítulo 11 que trata de las implicaciones de mi teoría para la estrategia empresarial. Aquellos lectores interesados o que participen en la formulación de política pública deben leer el Capítulo 12. El Capítulo 13, que expone algunas de las cuestiones a que se enfrenta cada nación si su economía ha de progresar más, puede leerse de forma selectiva dependiendo de los intereses del lector. Dado que una de las principales finalidades del Capítulo 13 es ilustrar la forma de aplicar la teoría para identificar las trabas al avance económico nacional, los lectores se beneficiarán no sólo del análisis de su propia nación, sino también de comprender los problemas a que se enfrentan otras naciones con diferentes circunstancias. El libro concluye con un breve Epílogo que contiene algunas de mis reflexiones personales sobre el estudio. El texto de la obra contiene el razonamiento básico y mis descubrimientos empíricos, presentados de una forma comprensible para el lector serio. Los estudiosos encontrarán en las notas la mayoría de las referencias a otras obras, así como el comentario más técnico sobre la teoría y sus relaciones con trabajos anteriores. La metodología se describe en los Capítulos 1 y 7 y en el Apéndice A, Mi objetivo no es un libro sobre una sola nación, sino sobre un conjunto de principios aplicables de manera más amplia. Aunque algunos lectores puedan pensar que tal vez haya una cierta parcialidad norteamericana, bien cierto es que he tratado de evitarlo. Confío también en que ningún lector se centrará exclusivamente en lo que tengo que decir sobre algunas naciones en particular, especialmente en el Capítulo 13. Tal como he procurado dejar en claro, mi conocimiento de una nación en concreto no puede aproximarse al de un experto. Ni tampoco voy a pretender atribuirme un conocimiento exhaustivo de todas las concesiones y contraconcesiones políticas y sociales que guían cada una de las opciones políticas. La finalidad que se persigue aquí no es la de brindar unas detalladas recomendaciones magistrales para cada nación o analizar cada uno de los problemas pertinentes, sino la de ilustrar una útil línea de pensamiento que pueda aplicarse a cualquier nación en particular. Mi esperanza es que los lectores, con sus diferentes formaciones y puntos de vista, podrán avanzar más a la hora de sacar consecuencias en sus áreas de interés. Este libro se ha concluido durante un período de estimulantes acontecimientos, insólitamente significativos, dentro de determinadas naciones y entre grupos de naciones, que inciden de forma importante en los asuntos que aquí se debaten. Entre las más notables están las medidas destinadas a implantar una mayor unificación económica europea en 1992, un acuerdo de libre comercio entre Canadá y Estados Unidos, una corriente de iniciativas de nueva política en el Reino Unido, propuestas de cambios fiscales en Japón y Alemania, una nueva y controvertida ley de comercio en Estados Unidos y las conmociones sociales y políticas en Europa Oriental y Oriente Medio con sus todavía imprevisibles consecuencias económicas. No obstante,mi propósito con esta obra no es analizar los acontecimientos actuales sino crear una teoría que pueda utilizarse para hacerlo, A decir verdad, uno de los descubrimientos de nuestra investigación histórica es que ha habido más estabilidad de la que yo supuse inicialmente en los determinantes de la ventaja competitiva nacional, aun cuando el alcance de la internacionalización ha aumentado. Muchos de los principios son independientes de las circunstancias del momento. Haré referencias a implicaciones de mi teoría para importamos acontecimientos tales como Europa 1992 allá donde surjan, pero dejaré el análisis exhaustivo de los acontecimientos actuales para otros focos. Algunos encontrarán polémicas las opiniones aquí expuestas. Mi propósito no ha sido buscar la controversia, ni rehuirla, sino desarrollar una teoría consistente respaldada por un amplio conjunto de pruebas. Una vez terminada, debo advertir que mis descubrimientos rebasan posiciones habitualmente asociadas con etiquetas tales como liberal y conservador, cuya visión de! problema tiende a reflejar posiciones filosóficas particulares. Encuentro, de acuerdo con la posición liberal tradicional que las leyes antitrust estrictas, las normas rígidas sobre seguridad y salud y las fuertes inversiones en la formación de los recursos humanos, por ejemplo, son beneficiosas. Pero mis pruebas ponen seriamente en tela de juicio el acierto de la intervención para resucitar sectores enfermos, la regulación que limita la competencia, la mayoría de los esfuerzos por restringir las importaciones y las políticas tendentes a gravar las plusvalías a largo plazo. Aunque sospecho que pocos lectores estarán completamente de acuerdo con mis descubrimientos, no pierdo la esperanza de que muchos acabarán persuadidos. I. LA NECESIDAD DE UN NUEVO PARADIGMA ¿Por qué algunas naciones tienen éxito y otras fracasan en la competencia internacional? Esta pregunta bien pudiera ser la pregunta económica que más frecuentemente se formula en nuestros tiempos. La competitividad ha pasado a ser una de las preocupaciones cardinales del Gobierno y la industria de todas y cada una de las naciones. Estados Unidos es un ejemplo evidente, con su creciente debate público respecto al éxito económico, aparentemente mayor, de otras naciones comerciales. Pero también se está produciendo un intenso debate a propósito de la competitividad en naciones tan «pródigas en éxitos» como Japón y Corea, Países socialistas tales como la Unión Soviética y otros de Europa Oriental y Asia también se están formulando esta pregunta a medida que reevalúan fundamentalmente sus sistemas económicos. Sin embargo, aunque la pregunta se formula frecuentemente, es una pregunta inadecuada, si lo que se pretende es sacar a la luz los cimientos de la prosperidad económica para las empresas o para las naciones. Debemos centrarnos, antes al contrario, en otra pregunta, mucho más estrecha. Que es ésta; ¿por qué se hace una nación la sede de competidores internacionales triunfadores en un sector? O, por decirlo de una marera algo diferente, ¿por qué las empresas asentadas en determinada nación pueden crear y mantener una ventaja competitiva contra los mejores competidores del mundo en un campo en particular? ¿Y por qué una nación es frecuentemente la sede de tantos líderes mundiales de un sector? ¿Cómo podemos explicar la razón ele que Alemania sea la sede de tantísimos fabricantes de máquinas de imprimir, automóviles de lujo y productos químicos que son líderes mundiales en su sector? ¿Por qué la diminuta Suiza es la sede de líderes internacionales en productos farmacéuticos, chocolate y mediación financiera? ¿Por qué los líderes mundiales en camiones pesados y equipo para minería tienen su sede en Suecia? ¿Por qué han surgido en Norteamérica los competidores internacionales más descollantes en ordenadores personales, software, tarjetas de crédito y películas? ¿Por qué son las firmas italianas tan fuertes en alicatados cerámicos, botas de esquiar, maquinaria de envasado y equipo de automatización de fábricas? ¿Qué hace que las empresas japonesas dominen los campos de la electrónica de consumo, las máquinas fotográficas, la robótica y los aparatos de telefax? Las respuestas son evidentemente de interés crucial para las empresas que deben competir en mercados crecientemente internacionales. Una empresa debe comprender lo que sucede en su propia nación que es más crucial para determinar su capacidad, o incapacidad, para crear y mantener una ventaja competitiva en términos internacionales. Pero la misma pregunta resultaría ser igualmente decisiva para la prosperidad económica nacional. Tal como veremos, el nivel de vida de una nación depende a largo plazo de su capacidad de alcanzar un elevado y ascendente nivel de productividad en los sectores en que compiten sus empresas. Esto se basa en la capacidad de sus empresas para conseguir una calidad cada vez mejor o una mayor eficacia, La influencia de la propia nación en la búsqueda de la ventaja competid va en determinados campos es de importancia vital para el nivel y tasa de crecimiento de la productividad que puedan conseguirse. Pero carecemos de una explicación convincente de la influencia de la nación. El paradigma de por qué las naciones triunfan internacionalmente en determinados sectores está evidenciando síntomas de fatiga, después de haber imperado durante bastante tiempo. Hay un amplio historial de teorías para explicar las pautas de las importaciones y exportaciones de las naciones, que se remonta a los trabajos de Adam Smith y David Ricardo en el siglo XVIII. No obstante, se ha convenido de forma general que estas teorías resultan ya inadecuadas para tal cometido. Los cambios en la naturaleza de la competencia internacional, entre los que cabe citar de manera muy especial el nacimiento de la corporación multinacional que no sólo exporta sino que compite en el extranjero mediante sus subsidiarias foráneas, han debilitado las explicaciones tradicionales de por qué y a dónde exporta una nación. Aunque se han propuesto nuevas razones fundamentales, ninguna es suficiente para explicar por qué algunas empresas con sede en determinadas naciones son capaces de competir con gran éxito, gracias tanto a la exportación como a la inversión extranjera, en determinados sectores. Tampoco pueden explicar por qué las empresas de una nación pueden mantener sus posiciones competitivas durante considerables períodos de tiempo. Explicar el papel que desempeñan el entorno, las instituciones y las políticas económicas de una nación en el éxito competitivo de sus empresas en determinados sectores es la materia de este libro. Trata de violar la ventaja competitiva de una nación, esto es, los atributos nacionales que fomentan ventajas competitivas en un sector. Basándome en mi estudio de diez naciones y en los detallados historiales de más de un centenar de sectores, presentaré en la Parte I una teoría de la ventaja competitiva de las naciones en determinados campos. En la Parte II expondré cómo puede emplearse la teoría para explicar el éxito competitivo de determinadas naciones en un buen número de sectores específicos. En la Parte III, usaré la teoría para exponer a la luz los modelos generales del éxito y fracaso sectoriales en las economías de las naciones que estudiamos y la forma en que los modelos han ido cambiando. Esto servirá como base para presentar un marco dentro del cual explicar cómo avanzan en términos competitivos las economías nacionales en pleno. Finalmente, en la Parte IV, desarrollaré las implicaciones de mi teoría tanto para la estrategia empresarial como para la política gubernamental. El libro concluye con un capítulo titulado «Programas Nacionales», que aclara cómo puede utilizarse la teoría para identificar algunos de los asuntos más importantes que conformarían el futuro progreso económico en cada una de las naciones que estudié.Sin embargo, antes de exponer mi teoría, debo explicar por qué no han sido convincentes los esfuerzos orientados a explicar la competitividad de toda una nación, y la razón de que tales esfuerzos no pasen de ser la búsqueda de respuesta a una pregunta improcedente. Debo demostrar que comprender las razones de la capacidad de las empresas de la nación para crear y mantener ventajas competitivas en determinados sectores sí es abordar la pregunta procedente, no sólo para informar la estrategia empresarial sino también para alcanzar las metas económicas nacionales. También he de describir por qué hay un creciente consenso en el sentido de que el paradigma dominante utilizado hasta ahora para explicar el éxito internacional en determinados sectores es inadecuado, y por qué intentos muy recientes por modificarlo todavía no abordan algunas de las cuestiones más relevantes. Finalmente, describiré el estudio que se llevó a cabo, a fin de que el lector pueda comprender las bases objetivas de lo que sigue. Explicaciones contradictorias No puede decirse que hayan escaseado las explicaciones de por qué algunas naciones son competitivas y otras no. Sin embargo estas explicaciones suelen ser contradictorias y no hay una teoría generalmente aceptada. Dista mucho de estar claro lo que el término «competitiva» ha de significar al aplicarlo a una nación. Ésta es una de las principales partes de la dificultad, como veremos. El hecho de que haya habido intensos debates en muchas naciones que, para empezar, desean aclarar si tienen un problema de competitividad, es un claro indicio de que el asunto no se ha acabado de comprender en su totalidad. Algunos ven la competitividad nacional como un fenómeno macroeconómico, movido por variables tales como los tipos de cambio, los tipos de interés y los déficits públicos. Pero hay naciones que han disfrutado de niveles de vida rápidamente crecientes a pesar de los déficits presupuestarios (Japón, Italia y Corea), de la apreciación de su moneda (Alemania y Suiza) y de los altos tipos de interés (Italia y Corea). Otros argumentan que la competitividad es función de una mano de obra barata y abundante. A pesar de esto, naciones como Alemania, Suiza y Suecia han prosperado al margen de sus altos niveles salariales y de largos períodos de escasez de mano de obra. Japón, con una economía que supuestamente se levantó gracias a una mano de obra abundante y barata, también ha experimentado agobiantes escaseces de mano de obra. Sus empresas han triunfado internacionalmente en muchos sectores después de automatizar muchas tareas que antes representaban un alto contenido de trabajo humano. La capacidad de competir a pesar de pagar salarios altos parece ser un objetivo nacional mucho más deseable. Otro punto de vista es que la competitividad depende de poseer recursos naturales en cantidades ingentes. Sin embargo y en épocas bien recientes, las naciones de más éxito comercial, entre las que cabe destacar a Alemania, Japón, Suiza, Italia y Corea, han sido naciones con recursos naturales limitados que han tenido que importar la mayor parte de las materias primas que emplean. También es interesante advertir que dentro de naciones tales como Corea, el Reino Unido y Alemania, son las regiones pobres en recursos las que están prosperando en relación con las ricas en recursos. Más recientemente todavía, se ha argumentado por parte de muchos que la política gubernamental ejerce la más fuerte de las influencias sobre la competitividad. Este punto de vista identifica como claves del éxito internacional la fijación de objetivos, la protección, la promoción de las exportaciones y las subvenciones. Las pruebas se han extraído del estudio de unas pocas naciones (Japón y Corea, sobre todo) y de unos pocos y muy descollantes sectores tales como los de automóviles, acero, construcción naval y semiconductores. Sin embargo, una investigación más amplia centrada en resultados tangibles no ha confirmado que la política gubernamental haya desempeñado un papel tan decisivo en la competitividad. Por ejemplo, muchos observadores considerarían que la política gubernamental hacia la industria ha sido básicamente ineficaz en Italia durante la mayor parte del período de la posguerra, pero Italia ha experimentado un alza de su participación en las exportaciones mundiales solamente superada por la de Japón, junto con un rápido y sostenido crecimiento de su nivel de vida. La intervención significativa de la política gubernamental solamente se ha producido en un subconjunto de sectores y está muy lejos de haber sido un éxito universal, incluso en Japón y Corea. En Japón, por ejemplo, el papel del Gobierno en sectores importantes tales como los de aparatos de telefax, fotocopiadoras, robótica y materiales avanzados ha sido modesto y ejemplos tan frecuentemente citados de exitosa política japonesa como las máquinas de coser, el acero y la construcción naval, ya se han quedado anticuados. Por el contrario, el continuado establecimiento de objetivos por parte de Japón en sectores tales como la construcción aeronáutica (para la que se empezaron a marcar objetivos en 1971) y el software (ídem en 1978) no ha conseguido posiciones significativas en el plano internacional para Japón. El agresivo establecimiento de objetivos por parte de Corea en grandes e importantes sectores tales como los de productos químicos y maquinaria tampoco ha conseguido posiciones significativas en los respectivos mercados. Analizando el conjunto de las naciones, los sectores donde más intensamente ha intervenido el Gobierno, menos éxito han alcanzado en términos internacionales en la mayoría de los casos. El Gobierno bien puede decirse que interviene en la competencia internacional pero rara vez lo hace en un papel estelar. Una última explicación, bastante utilizada, de la competitividad nacional se centra en las diferencias en las prácticas de gestión, entre las que se incluyen las relaciones entre trabajadores y dirección. La gestión japonesa ha recibido muchos parabienes en el decenio de 1980, como lo hizo la gestión norteamericana en los de 1950 y 1960. Sin embargo, el problema que entraña esta explicación es que diferentes sectores requieren diferentes enfoques en su gestión. Lo que se pondera como buena práctica de gestión en un sector sería desastroso en otro. Las empresas familiares pequeñas, que no cotizan en Bolsa y organizadas muy a la ligera que tanto abundan en los sectores italianos del calzado, los textiles y la joyería, por ejemplo, son semilleros de innovación y dinamismo. Cada sector ha producido un saldo positivo en la balanza comercial de Italia por encima de los mil millones de dólares anualmente. No obstante, estas mismas estructuras y prácticas serian un desastre en una compañía alemana del sector químico o del automovilístico, en una fábrica de productos farmacéuticos de Suiza o en una empresa norteamericana de construcción de aeronaves comerciales. La gestión al estilo norteamericano, con todos los fallos que se le atribuyen ahora, ha generado empresas altamente competitivas en sectores tales como los de software, equipamiento médico, bienes de consumo envasados y servicios empresariales. La gestión al estilo japonés, con todos sus puntos fuertes, ha producido pocos éxitos internacionales en grandes segmentos de la economía, tales como los de productos químicos, bienes de consumo envasados o servicios. Tampoco se puede generalizar respecto a las relaciones entre les trabajadores y la dirección. Los sindicatos tienen mucho poder en Alemania o Suecia, con representación en la dirección impuesta por la ley (como es el caso de Alemania) y en el consejo de administración (Suecia). A pesar de la opinión por parte de algunos de que los sindicatos poderosos minan la ventaja competitiva, ambas naciones han prosperado y cuentan con algunas de las empresas y sectores internacionalmente más descollantes decualquier país. En Italia, las relaciones entre los trabajadores y la dirección son complejas y algunos dirían que bizantinas, pero esto no ha impedido un éxito sobresaliente en docenas de sectores donde se ha creado un ambiente diferente entre obreros y dirección. Claramente, ninguna de estas explicaciones de la competitividad nacional es plenamente satisfactoria, como tampoco lo son muchas otras que se han propuesto. Ninguna es suficiente por sí misma para explicar la posición competitiva de los sectores de una nación. Cada una de ellas contiene una parte de verdad, pero no resistirá un minucioso escrutinio. Parece que en todo esto interviene un conjunto de fuerzas más amplio y más complejo. Las numerosas y contradictorias explicaciones de la competitividad ponen de relieve un problema todavía más fundamental. Que consiste en determinar en primer lugar qué es una nación «competitiva». Aunque el término se usa frecuentemente, se le define inusitadamente mal. ¿Es «competitiva» una nación en la que toda empresa o sector es competitivo? De ser así, ninguna nación llegaría a clasificarse ni por aproximación. Incluso Japón, tal como veremos, tiene grandes segmentos de su economía que quedan muy por detrás de los mejores competidores del mundo. ¿Es una nación «competitiva» aquella cuyo tipo de cambio hace que el precio de sus bienes resulte competitivo en los mercados internacionales? Pues a pesar de esto, la mayoría estará de acuerdo en que naciones tales como Alemania y Japón, que han experimentado prolongados períodos de gran fortaleza de su moneda y de presiones alcistas en los precios extranjeros, han disfrutado de notables mejoras en el nivel de vida durante el período de la posguerra. La rapacidad de la industria de una nación para conseguir altos precios en los mercados exteriores parece ser un objetivo nacional más deseable. ¿Es «competitiva» una nación con un gran superávit en su balanza comercial? Suiza ha equilibrado —poco más o menos— su comercio e Italia ha arrastrado un déficit comercial crónico, pero ambas naciones han disfrutado de una renta nacional fuertemente creciente. Al contrario, muchas naciones pobres tienen equilibrada su balanza comercial, pero en modo alguno representan los tipos de economías a que aspira la mayoría de las naciones. ¿Es «competitiva» una nación que tiene un-i creciente participación en las exportaciones mundiales? Hay naciones con participaciones estables o ligeramente descendentes en las exportaciones mundiales que han experimentado un fuerte crecimiento de la renta per cápita, por lo que la participación en las exportaciones mundiales no indica todo lo necesario en este caso. Finalmente, ¿es «competitiva» una nación cuyos costes unitarios de mano de obra son bajos? Los bajos costes unitarios pueden lograrse mediante unos salarios bajos tales como los de India o México, pero esto difícilmente es un modelo industrial atractivo. Cada una de estas medidas dice algo respecto a la industria de una nación, pero ninguna claramente con la prosperidad económica nacional. Formular la pregunta procedente La búsqueda de una explicación convincente para la prosperidad tanto nacional como empresarial debe empezar con la formulación de la pregunta procedente. Debemos abandonar toda la noción de que el término «nación competitiva» tiene mucho significado a efectos de prosperidad económica. La principal meta económica de una nación es producir un alto y creciente nivel de vida para sus ciudadanos. La capacidad de conseguirlo depende no de la amorfa noción de «competitividad» sino la productividad con que se empleen los recursos de una nación (trabajo y capital). La productividad es el valor del producto generado por una unidad de trabajo o de capital. Depende tanto de la calidad y características de los productos (lo que determina los precios a que pueden venderse) y de la eficiencia con la que se producen. La productividad es el principal determinante, a la larga, del nivel de vida de una nación, porque es la causa radical de la renta nacional per cápita. La productividad de los recursos humanos determina sus salarios, mientras que la productividad con que se emplea el capital determina el rendimiento que consigue para sus poseedores. La elevada productividad no sólo genera altos niveles de renta, sino que brinda a los ciudadanos la opción de disfrutar de más tiempo de esparcimiento en lugar de trabajar durante jornadas muy largas. También crea la renta nacional sobre la que se aplican impuestos con los que pagar servicios públicos que, a su vez, elevan más todavía el nivel de vida. La capacidad para ser altamente productivas permite igualmente a las empresas de una nación cumplir unas normas exigentes de tipo social que mejoran el nivel de vida, tales como las de seguridad e higiene en el trabajo, igualdad de oportunidades e impacto sobre el medio ambiente. El único concepto significativo de la competitividad a nivel nacional es la productividad nacional Un creciente nivel de vida depende de la capacidad de las firmas de una nación para alcanzar altos niveles de productividad y para aumentar la productividad con el transcurso del tiempo. Nuestra tarea es comprender por qué ocurre esto. El crecimiento sostenido de la productividad requiere que una economía se perfeccione continuamente. Las empresas de una nación deben mejorar inexorablemente la productividad en los sectores existentes mediante la elevación de la calidad de los productos, la adición de características deseables, la mejora de la tecnología del producto o superación de la eficiencia de la producción. Alemania ha disfrutado de una creciente productividad durante muchas décadas porque sus empresas han sido capaces de producir artículos cada vez más diferenciados y de introducir crecientes niveles de automatización para incrementar espectacularmente la producción por trabajador. Las empresas de una nación también deben adquirir las aptitudes requeridas para competir en segmentos cada vez más refinados de su propio sector, donde la productividad generalmente es mayor. Al mismo tiempo, una economía en vías de perfeccionamiento es aquella que puede competir con éxito en sectores completamente nuevos y refinados. Al hacer esto, absorbe recursos humanos que se liberaron en el proceso de mejorar la productividad en los campos existentes. Todo esto debe dejar bien clara la razón de que la mano de obra barata y un tipo de cambio «favorable» no son definiciones significativas de la competitividad. El objetivo ha de ser soportar unos salarios altos y cobrar unos precios superiores en los mercados internacionales. Si no hubiera competencia internacional, el nivel de productividad alcanzable en la economía de una nación sería en gran medida independiente de lo que estuviera teniendo lugar en otras naciones. Sin embargo, el comercio internacional y las inversiones extranjeras brindan, por una parte, la oportunidad de elevar el nivel de productividad nacional, y por la otra, una amenaza para aumentarla o incluso mantenerla. El comercio internacional permite que una nación eleve su productividad al eliminar la necesidad de producir todos los bienes y servicios dentro de la misma nación. Por esta razón una nación puede especializarse en aquellos sectores y segmentos en los que sus empresas sean relativamente más productivas e importar aquellos productos y servicios en los que sus empresas sean menos productivas que sus rivales extranjeras, elevando de esta manera el nivel medio de productividad en la economía. Así pues, las importaciones —al igual que las exportaciones— son un factor integrante del crecimiento de la productividad. El establecimiento de subsidiarias extranjeras por parte de empresas de una nación también puede elevar la productividad nacional, siempre que la maniobra entrañe el traslado de las actividades menos productivas a otras naciones o la realización en el extranjero dedeterminadas actividades (tales como la prestación de servicio o la modificación del producto para satisfacer las necesidades locales) que sirvan de apoyo para una mayor penetración en los mercados extranjeros. Las empresas de una nación pueden aumentar de este modo las exportaciones y obtener beneficios en el extranjero que revierten hacia la nación para incrementar la renta nacional. Sirva de ejemplo el traslado en la última década de las actividades de montaje menos complicadas en el sector de la electrónica que, Habiéndose hecho originalmente en Japón, pasaron a Corea, Taiwán y Hong Kong, y ahora a Malasia y Tailandia. Ninguna nación puede ser competitiva en todo (y exportadora neta de lodo). El conjunto de recursos humanos y materiales de una nación necesariamente es limitado. El ideal es que estos recursos se apliquen a los usos más productivos que sean posibles. El éxito exportador de aquellos sectores con una ventaja competitiva elevará los costes de mano de obra, insumos y capital en la nación y hará que otros sectores dejen de ser competitivos. En Alemania, Suecia y Suiza, por ejemplo, este proceso ha llevado a la contracción del sector de confección en el que sólo subsisten aquellas empresas de segmentos especializados que pueden soportar salarios muy altos. Al mismo tiempo, las crecientes exportaciones de los sectores competitivos ejercieron presiones alcistas sobre el tipo de cambio, lo que hizo más difícil la exportación a los sectores relativamente menos productivos de la nación. Incluso aquellas naciones con niveles de vida más altos tienen muchos sectores en los que las firmas locales no son competitivas. El proceso de incrementar las exportaciones de los sectores más productivos, trasladando las actividades menos productivas al exterior mediante inversiones extranjeras, e importar bienes y servicios de aquellos sectores en los que la nación sea menos productiva, es una práctica saludable para la prosperidad económica nacional. De esta forma, la competencia internacional ayuda a mejorar la productividad con el transcurso del tiempo. Sin embargo, el proceso implica que necesariamente habrá que perder posiciones de mercado en algunos segmentos y sectores si la economía nacional ha de progresar. El empleo de subvenciones, medidas proteccionistas u otras formas de intervención para mantener tales sectores solamente ralentiza la mejora de la economía y limita el nivel de vida a largo plazo de la nación. Aunque el comercio y la inversión internacional pueden dar lugar a importantes mejoras en la productividad nacional también pueden amenazarla. Esto es así porque la exposición a la competencia internacional crea para cada sector un estándar absoluto de productividad, necesario para hacer frente a los rivales extranjeros, no sólo un nivel relativo de productividad en comparación con oíros sectores dentro de su economía nacional. Incluso si un sector es relativamente más productivo que otros en la compañía y puede atraer los necesarios recursos humanos y de otros tipos, será incapaz de exportar (o incluso, en muchos casos, de mantener su posición frente a las importaciones) a menos que también sea competitivo frente a los rivales extranjeros. El sector norteamericano del automóvil consigue más producto por hora- hombre (y paga salarios superiores) que muchos otros sectores de EE.UU., pero Norteamérica ha experimentado un creciente déficit comercial (y una pérdida de empleos altamente retribuidos) en el sector de los automóviles porque el nivel de productividad en los sectores alemán y japonés ha sido todavía superior. La productividad norteamericana en la fabricación de automóviles no ha sido suficientemente mayor que la de las empresas coreanas para contrarrestar los salarios coreanos más bajos. Pruebas similares, cara a cara con los extranjeros, han de ser superadas por un creciente número de actividades y sectores. Si los sectores que están perdiendo posiciones frente a los rivales extranjeros son los relativamente más productivos de la economía, la capacidad de esa nación para mantener un crecimiento de la productividad está en grave peligro. Lo mismo es cieno cuando las actividades que entrañan altos niveles de productividad (tales como las de fabricación avanzada) se transfieren a! exterior mediante inversiones extranjeras, porque la productividad interior es insuficiente para hacer que resulte eficiente realizarlas en la nación, después de tener en cuerna los salarios extranjeros y otros costes. Ambos limitan el crecimiento de la productividad y producen una presión bajista sobre los salarios. Si se vieran afectados suficientes sectores y actividades intrasectoriales de una nación, también podría producirse una presión bajista sobre el valor de la moneda de esa nación. Pero la devaluación también baja el nivel de vida de la nación al hacer que las importaciones salgan más caras y al reducir los precios obtenidos por los bienes y servicios de la nación que se venden en el extranjero. Comprender por qué las naciones pueden o no pueden competir en sectores y actividades de vanguardia que entrañen una alta productividad resulta determinante para comprender la prosperidad económica. Los comentarios precedentes también dejarán en claro por qué es inapropiado definir la competitividad nacional como el logro de un superávit comercial o un comercio equilibrado per se. El aumento de las expoliaciones debido a salarios bajos o a una moneda débil, al mismo tiempo que la nación importa bienes más perfeccionados, que sus empresas no pueden fabricar con suficiente productividad para competir con los rivales extranjeros, puede hacer que la balanza comercial se equilibre o presente superávit, pero rebaja el nivel de vida de la nación. Por el contrario, una favorable combinación comercial en términos de productividad y un alto nivel tanto de exportaciones como de importaciones, como reflejo de la capacidad exportadora de una variedad de sectores, son objetivos más deseables porque se traducen en una productividad superior. Japón, que exporta muchos bienes manufacturados en los que alcanza una gran productividad e importa materias primas y componentes en cuya elaboración intervino mano de obra no especializada, ejemplifica una nación en la que la combinación comercial dispara la productividad. Naciones tales como Suiza, Italia, Japón y Corea han experimentado déficits comerciales durante períodos en los que su nivel de vida estaba subiendo, debido a una mejor combinación comercial. Lo que es importante para la prosperidad económica es la productividad nacional. La búsqueda de la competitividad en forma de superávit comercial, moneda débil o bajos costes unitarios de mano de obra está plagada de trampas y peligros. Una creciente participación nacional en las exportaciones mundiales está vinculada al nivel de vida cuando las crecientes exportaciones de sectores que alcanzan elevados niveles de productividad contribuyen al crecimiento de la productividad nacional. Un descenso en la participación en el conjunto de las expoliaciones mundiales debido a la incapacidad de aumentar positivamente las exportaciones de tales sectores es, por el contrario, una señal de peligro para una economía nacional. Sin embargo, la combinación específica de sectores que están exportando es más importante que la participación media de una nación en las exportaciones. Un creciente nivel de calidad y complejidad de los bienes o servicios exportados puede ayudar al crecimiento de la productividad aunque las exportaciones generales estén creciendo lentamente. Tratar de explicar la «competitividad» a nivel nacional es, consecuentemente, responder a una pregunta improcedente. Antes al contrario, lo que debemos comprender son los determinantes de la productividad y la tasa de crecimiento de la productividad. Para encontrar respuestas, debemos centrarnos no en la economía como un todo, sino en sectoresy segmentos de sectores específicos. Aunque los esfuerzos por explicar el crecimiento global de la productividad en economías al completo han resaltado la importancia de la calidad de los recursos humanos de una nación y la necesidad de mejorar la tecnología, un examen a este nivel tiene que centrarse, por necesidad, en determinantes muy latos y generales que no son suficientemente completos y operativos para orientar la estrategia empresarial o la política súbita. No pude abordar el tema central de nuestros propósitos aquí y ahora, que es por qué y cómo se crean técnicas y tecnologías significativas y comercialmente valiosas. Esto sólo se puede comprender plenamente a nivel de sectores específicos. Los recursos humanos, extraordinariamente decisivos en la moderna competencia internacional, por ejemplo, son los que poseen altos niveles de técnicas especializadas en determinados campos. Y no son resultado del sistema educativo general solamente, sino de un proceso estrechamente vinculado a la competencia en sectores específicos, tal como es el desarrollo de tecnología comercialmente fructífera. Es el resultado de los miles de luchas en pos de la ventaja competitiva contra rivales extranjeros en determinados segmentos y sectores, en que se crean y mejoran los productos y procesos, lo que sustenta el proceso de perfeccionamiento de la productividad nacional que he descrito. La ventaja competitiva en los sectores Nuestra tarea fundamental es por lo tanto, explicar la razón de que empresas con sede en una nación sean capaces de competir con todo éxito contra rivales extranjeros en determinados segmentos y sectores. El hecho de competir internacionalmente puede materializarse en forma de exportaciones y/o e n el traslado de algunas actividades de la compañía al extranjero. Estamos particularmente interesados en los determinantes- del éxito internacional en sectores y segmentos de sectores relativamente complicados que entrañen tecnología compleja y recursos humanos altamente cualificados, que ofrecen la posibilidad de altos niveles de productividad así como de crecimiento sostenido de la productividad. Para alcanzar el éxito competitivo, las empresas de 1a nación han de poseer una ventaja competitiva en forma bien de costes inferiores, bien de productos diferenciados que obtengan precios superiores. Para mantener la ventaja, las empresas han de conseguir con el tiempo ventajas competitivas más refinadas, mediante la oferta de productos y servicios de calidad superior o mediante un proceso de producción más eficiente. Esto se traduce directamente en crecimiento de la productividad. Cuando uno observa atentamente cualquier economía nacional, aprecia diferencias sorprendentes en el éxito competitivo de unos y otros sectores. La ventaja internacional se concentra frecuentemente en sectores estrechamente definidos e incluso en unos segmentos sectoriales en particular. Las exportaciones alemanas de coches se decantan acusadamente hacia los coches de alto rendimiento, mientras que las exportaciones coreanas se centran en modelos compactos y utilitarios. La modesta participación danesa en las exportaciones mundiales de vitaminas se compone de una participación sustancial en vitaminas basadas en sustancias naturales y es virtualmente inexistente en vitaminas sintéticas. La fuerte posición japonesa en maquinaria se basa mayoritariamente en las variedades universales, como las máquinas herramientas con control numérico, mientras que la de Italia se deriva de posiciones frecuentemente, líderes a escala mundial en máquinas altamente especializadas para aplicaciones por parte de usuarios finales en particular, tales como trabajo del cuero o elaboración de cigarrillos. El creciente comercio ha llevado a la creciente especialización en sectores y segmentos intrasectoriales estrechamente definidos. Si no fuera por las medidas proteccionistas que mantienen en pie a muchas empresas y sectores nacionales al completo a pesar de que carecen de ventajas competitivas reales, las diferencias entre naciones serian todavía más evidentes en lo que se refiere a posición competitiva. Además, en muchos sectores y especialmente en segmentos claramente definidos de algunos sectores, los competidores con auténtica ventaja competitiva internacional están ubicados en unas pocas naciones solamente. La influencia de la nación parece que es aplicable a sectores y segmentos, más que a firmas per se. Los sectores nacionales de mayor éxito comprenden grupos de firmas, no participantes aislados, tal como ponen de relieve mis anteriores ejemplos. Los competidores internacionales líderes no sólo tienden a localizarse en la misma nación sino que frecuentemente se encuentran en la misma ciudad o región dentro de la nación. Las posiciones nacionales en los sectores son sorprendentemente estables y se extienden durante muchas décadas y, en algunos de nuestros estudios le casos, durante un siglo. Los éxitos aislados pueden explicarse frecuentemente por diferentes segmentos objetivos, o por subvenciones o protecciones oficiales, lo que significa que el productor nacional aislado no es un auténtico éxito en absoluto (como sucede en el caso de los automóviles, el sector aeroespacial y las telecomunicaciones). Los sectores y los segmentos intrasectoriales ocuparán, consecuentemente, el centro de nuestra investigación. Claramente se deja entrever la poderosa influencia de la nación en la competencia internacional dentro de determinados campos, lo que es importante no sólo para las empresas sino para la prosperidad nacional. Razones fundamentales clásicas del éxito sectorial Hay una larga historia de esfuerzos para explicar el éxito internacional de algunos sectores en el comercio internacional. El clásico se centra en la teoría de la ventaja comparativa. La ventaja comparativa tiene un significado específico para los economistas. Se atribuye a Adam Smith la noción de ventaja absoluta, según la cual una nación exporta un artículo si es el productor de más bajo coste del mundo. David Ricardo refino esta noción, pasando a la ventaja comparativa, reconociendo que las fuerzas del mercado asignarán los recursos de una nación a aquellos sectores donde sea relativamente más productiva. Esto significa que una nación puede importar un artículo en el que podría ser el producto de más bajo coste, si todavía es más productiva en la producción de otros bienes. Tal como he comentado, la ventaja absoluta, tanto como la relativa, son necesarias para el comercio. En la teoría de Ricardo, el comercio se basaba en las diferencias en la productividad de la mano de obra entre unas y otras naciones. Diferencias que atribuía a diferencias inexplicadas en el entorno o «clima» de las naciones que favorecía a algunos sectores. Sin embargo, aunque Ricardo estaba en el buen camino, el centro de atención en la teoría del comercio tomó otras direcciones. La versión dominante, de la teoría de la ventaja comparativa, propuesta inicialmente por Heckscher y Ohlin, está basada en la idea de que las naciones tienen todas, una tecnología equivalente pero que difieren en sus dotaciones de lo que se dio en llamar factores de producción tales como tierra, mano de obra, recursos naturales y capital. Los factores no son más que los insumos básicos necesarios para la producción. Las naciones consiguen ventaja comparativa basada en los factores en aquellos sectores que hacen un uso intensivo de los factores que poseen en abundancia. Exportan estos bienes e importan aquellos en los que tienen una desventaja comparativa en los factores. Las naciones con abundante y barata mano de obra, como Corea, por ejemplo, expoliarán bienes intensivos en mano de obra tales como confección y montajes electrónicos. Las naciones con ricas dotaciones de materias primas o de tierra cultivable exportarán productos que dependan de ellas. La fuerte posición histórica de Suecia en el sectordel acero, por ejemplo, tuvo su origen en el hecho de que los yacimientos de mineral de hierro de Suecia tienen un contenido muy bajo do impurezas de fósforo, lo que da como resultado unos aceros de superior calidad a partir del hierro de sus altos hornos. La ventaja comparativa basada en los factores de producción tiene un interés intuitivo y las diferencias nacionales en los costes de los factores han desempeñado a buen seguro un papel importante en la determinación de las estructuras del comercio en muchos sectores. Este punto de vista ha condicionado una gran parte de la política gubernamental respecto a la competitividad, porque se ha reconocido que los Gobiernos pueden alterar la ventaja en los factores, sea con carácter general o en sectores específicos, mediante varias formas de intervención. Acertada o desacertadamente, los Gobiernos han implantado varias políticas destinadas a mejorar la ventaja comparativa en los costes de los factores. Cabe citar como ejemplos la reducción de los tipos de interés, los esfuerzos por mantener bajos los costes salariales, la devaluación que pretende afectar a los precios comparativos, las subvenciones, las desgravaciones vía amortizaciones especiales, y la financiación a la exportación dirigida a determinados sectores. Cada una en su peculiar manera y abarcando diferentes marcos temporales, estas políticas tratan de reducir los costes relativos de las empresas de una nación en comparación con los de sus rivales internacionales. La necesidad de un nuevo paradigma No obstante, ha habido un creciente convencimiento de que la ventaja comparativa basada en los factores de producción no es suficiente para explicar las estructuras del comercio. No es difícil encontrar pruebas prácticamente imposibles de conciliar con la ventaja comparativa en los factores. Corea, que prácticamente no tenía capital después de la guerra de Corea, consiguió, no obstante, alcanzar exportaciones sustanciales en una amplia gama de sectores relativamente intensivos en capital, tales como los del acero, la construcción naval y los automóviles. Por el contrario, Estados Unidos, con mano de obra cualificada, científicos descollantes y abundancia de capital, ha tenido que ver cómo se erosionaban sus participaciones en el mercado de exportación en sectores donde nadie se lo podía imaginar, tales como los de las máquinas-herramienta, semiconductores y productos electrónicos refinados. En un sentido más amplio, una gran parte del comercio mundial tiene lugar entre naciones industrialmente avanzadas con dotaciones similares de factores. Al mismo tiempo, los investigadores han demostrado documentalmente el grande y creciente volumen de comercio en productos cuya producción entraña proporciones similares de factores. Ambos tipos de comercio son difíciles de explicar con la teoría. Una cantidad significativa de comercio entraña también exportaciones e importaciones entre las diferentes subsidiarias de empresas multinacionales, forma de comercio qué la teoría no contempla. Sin embargo, más importante todavía es el hecho de que ha habido una creciente consciencia de que los supuestos que fundamentan las teorías de la ventaja comparativa en el comercio son tan impracticables como ilusorios en muchos sectores. La teoría estándar asume que no hay economías de escala, que las tecnologías son idénticas en todos los sitios, que los productos no se diferencian unos de otros y que el conjunto de factores nacionales es fijo. La teoría también da por descontado que los factores, tales como la mano de obra especializada y el capital, no se mueven entre las naciones. Todas estas suposiciones guardan poca relación, en la mayoría de los sectores, con la competencia real. En el mejor de los casos la teoría de la ventaja comparativa en los factores se está llegando a considerar útil fundamentalmente para explicar las tendencias más generales en las estructuras del comercio (por ejemplo, su intensidad media en mano de obra o capital) más que para determinar si una nación exporta o importa en sectores específicos. La teoría de la ventaja comparativa en los factores también es frustrante para las empresas porque sus supuestos tienen muy poco parecido con la competencia real. Una teoría que pasa por alto el papel de la estrategia de la empresa, tal como mejorar la tecnología o diferenciar los productos, deja pocas salidas a las empresas, salvo tratar de influir en la política del Gobierno. No ha de sorprender a nadie que la mayoría de los directivos que han experimentado los efectos de la teoría opinen que pasa por alto lo que ellos consideran que es más importante y que ofrece poca guía para la adecuada estrategia empresarial. Competencia cambiante Los supuestos en que se basa la ventaja comparativa en los factores eran más persuasivos en los siglos dieciocho y diecinueve, cuando muchos sectores estaban fragmentados, la producción era más intensiva en mano de obra que en especialización de ésta y una gran parte del comercio reflejaba diferencias en condiciones de crecimiento, recursos naturales y capital. Norteamérica era un producto líder de barcos, por ejemplo, debido en no poco a su gran riqueza en maderas. Muchas mercancías objeto de comercio eran productos tales como especias, seda, tabaco y minerales cuya disponibilidad estaba limitada a una o unas pocas regiones. Los costes de los factores siguen siendo importantes en sectores dependientes de los recursos naturales, en aquellos otros en los que la parte dominante c el coste total es mano de obra no cualificada o semi- cualificada, y finalmente en aquellos otros en los que la tecnología es sencilla y ampliamente disponible. Canadá y Noruega son verdaderas potencias en fundición de aluminio, por ejemplo, debido en gran medida a una geografía que permite la generación de energía hidroeléctrica muy barata. Corea alcanzó prominencia en la construcción internacional de proyectos sencillos de infraestructura debido a su abundancia de trabajadores altamente disciplinados y de bajo coste. En muchos sectores, sin embargo, la ventaja comparativa en los factores ha sido durante mucho tiempo una explicación incompleta del tráfico comercial. Esto es particularmente cierto en aquellos sectores y segmentos intrasectoriales en los que intervienen tecnologías refinadas y empleados altamente cualificados, precisamente aquellos más importantes para la productividad nacional. Puede parecer una ironía, pero precisamente a medida que se iba formulando la teoría de la ventaja comparativa, la Revolución Industrial estaba haciendo obsoletas algunas de sus premisas. A medida que ha ido creciendo el número de sectores que han pasado a ser intensivos en conocimiento durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, el papel de los costes de los factores se ha debilitado todavía más. Cambio tecnológico. Cada vez es mayor el número de sectores que en nada se parecen a aquellos que sirvieron de base para edificar la teoría de la ventaja comparativa. Las economías de escala están muy difundidas, la mayoría de los productos están diferenciados y las necesidades de los compradores varían de unos países a otros. El cambio tecnológico se está produciendo por todas partes y de manera continuada. Tecnologías ampliamente aplicables, tales como la microelectrónica, la utilización de materiales avanzados y los sistemas de información han hecho obsoleta la tradicional distinción entre sectores de alta y baja tecnología. El nivel de tecnología empleado en un sector frecuentemente difiere de manera acusada entre empresas de diferentes naciones. La tecnología ha dado a las empresas la facultad de poder salvar la escasez de factores mediante nuevos productos y procesos. Ha anulado, o reducido, la importancia de determinados factores de producción que en tiempos pasados eran de gran importancia. La automatización flexible que permite la fabricación de lotes de pequeñotamaño y los fáciles cambios de modelo, está reduciendo el contenido de mano de obra en los productos de muchos sectores. El acceso a las tecnologías más modernas está pasando a ser más importante que las bajas escalas salariales locales. En el decenio de 1980 las empresas de fabricación trasladaron frecuentemente la producción a lugares de elevados costes salariales (para estar cerca de los mercados consumidores) y no al revés. El consumo de materiales, energía y otros insumos basados en recursos se ha reducido sustancialmente o se han desarrollado sustitutivos sintéticos. Los materiales modernos, tales como los plásticos mecanizables, las cerámicas, las libras de carbono y el silicio que se usa en la fabricación de semiconductores se hacen a base de materias primas que son baratas y abundantes en muchos sitios. El acceso a abundantes factores es menos importante en muchos sectores que la tecnología y las técnicas para procesarlos de forma efectiva o eficiente. Por ejemplo, los minerales de hierro con bajo contenido de fósforo típicos de Suecia, fueron una ventaja mientras que la tecnología de la elaboración de aceros tuvo dificultades para salvar el escollo de las impurezas. A medida que mejoró la tecnología de la elaboración de aceros, el problema derivado del fósforo se solventó y de esta manera se anuló la ventaja de Suecia basada en ese factor. Dotaciones comparables de factores. La mayor parte del comercio mundial tiene lugar entre naciones avanzadas con dotaciones de factores bastante similares. Muchos países en vías de desarrollo han alcanzado también un nivel de desarrollo económico que significa que también ellos poseen dotaciones comparables de muchos factores. Sus masas trabajadoras tienen la formación y dominan las técnicas necesarias para trabajar en muchos sectores. Estados Unidos, por ejemplo, bien cierto es que ya no ocupa la posición singular en mano de obra especializada que ocupó en tiempos. Muchas otras naciones también tienen ahora la infraestructura básica, como telecomunicaciones, redes viarias y puertos, que hoy en día es necesaria para competir en la mayoría de los sectores de fabricación. Las fuentes tradicionales de ventaja en los factores que favorecían a las naciones avanzadas han perdido mucha de su importancia en el proceso. Mundialización. La competencia se ha internacionalizado en muchos sectores, no sólo en aquellos que se dedican a la fabricación, sino también y de forma creciente en los de servicios. Las empresas compiten con estrategias auténticamente mundiales que entrañan la venta a escala mundial, el aprovisionamiento de materiales y componentes a la misma escala y la ubicación de las actividades en muchas naciones para aprovechar las ventajas de los factores de bajo coste. Establecer alianzas con empresas de otras naciones para conseguir puntos fuertes. La mundialización de los sectores libera a la empresa de la servidumbre que pueda representar la dotación de factores de una sola nación. Las materias primas, los componentes, la maquinaria y muchos servicios se pueden conseguir prácticamente en cualquier lugar del mundo en condiciones comparables. Las mejoras en el transporte han rebajado los costes del intercambio de factores o de bienes dependientes de factores entre las naciones. Tener un sector local del acero, por ejemplo, ya no representa ventaja alguna a la hora de comprar acero. Antes al contrario, bien puede ser una desventaja si hay políticas o presiones nacionales que promueven la compra a proveedores nacionales con altos costes. El capital fluye internacionalmente hacía naciones con buena solvencia crediticia y en las que la financiación no esté restringida a los fondos que puedan captarse [ocalmente. Corea, tal como señalé más al principio, ha alcanzado una buena posición internacional en una gama de sectores intensivos en capital tales como los del acero, los automóviles y los chips de memoria, a pesar de haber empezado virtualmente sin capital allá por el decenio de 1950. Similares afluencias de fondos caracterizaron a diversas naciones, entre las que cabe citar al Reino Unido, Estados Unidos, Suiza y Suecia, muchos años antes. Incluso la tecnología se comercializa en mercados mundiales, aunque normalmente con un cierto retraso. Allí donde resulta difícil acceder a ventajas específicas en los factores por la vía del mercado, las empresas multinacionales pueden establecer subsidiarías. Sin embargo, y aunque muchos factores están aumentando continuamente su movilidad, persiste su comercio. Esta aparente paradoja ofrece un importante punto de reflexión que se desarrollará en el texto que sigue. El lugar y la eficacia donde y con que se despliegan los factores han demostrado ser más decisivos que los factores en sí mismos a la hora de determinar el éxito internacional.
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