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Del deseo al Malestar en la cultura
(el infinitivo del deseo ya no es una alegría en el aire) 
“Ser una bella chica 
rubia y popular
que coloca alegría en el aire
cuando sonríe, 
y provoca la apetencia
de los obreros de Saint-Denis.”
“Es posible que sea la forma pura, no digo del deseo (voeu), sino del anhelo (souhait), es decir, lo que en el deseo (voeu) es enunciado como anhelado. Decimos que el sujeto primitivo está elidido, pero eso no quiere decir nada; no está elidido porque está articulado aquí, es lo anhelado (souhaité), es algo que se presenta en infinitivo, como ven, y de lo cual, si tratan de introducirse en el interior de la estructura, verán que eso se sitúa en posición de estar delante del sujeto, y de determinarlo retroactivamente.”
Lacan, Seminario 6 El deseo y su interpretación, 10 de diciembre 1958.
 Todavía, en 1958, Lacan rescataba el deseo como infinitivo, así como afirmaba que para Freud el deseo inconsciente era indestructible.
 Del deseo histérico que se corporizaba en síntoma en Estudios sobre la histeria, circa 1890, en la Belle époque, pasando por el cumplimiento del deseo como tentativa fundamental de los sueños en la Interpretación de los sueños (1900) hasta el Malestar en la cultura (1930) hay un vector en el deseo de Freud que va girando hacia el goce mortífero que la cultura está imponiendo en la subjetivación, a partir de la Primera Guerra Mundial y del fascismo, donde la voluntad de poder y el terror predominan, hasta nuestros días de globalización, imperio entero y esparcido del horror. EL secretario de la ONU, Antonio Gutierres, ha dicho: la humanidad ha entrado en la Era del Caos. 
 Es curioso que un antiguo representante internacional de un medio hegemónico como Newsweek, de ultraderecha, publique en el 2022 un libro titulado Saving Freud, -rescuers-who-brought-him- to- freedom (salvando a Freud…), traducido este año como Salvar a Freud. El infinitivo del deseo no creo que pegue con el episodio donde el embajador de EE.UU, William Bullit, participó junto con una fuerte suma de Marie Bonaparte y la acción de Ernest Jones para trasladar a Freud de Viena a Londres. ¿Y de qué libertad habla?
 EE.UU no quiso salvar un error, la peste que se les podía traer y que caía mejor en Londres. Lo demostró con los numerosos episodios de cancelación que tuvo con las exposiciones sobre Freud y la transmisión de su obra. 
 Preferimos totalmente la historiografía de Roudinesco.
 Mas el tema que nos ocupa es siempre la relación del psicoanálisis y la subjetividad de la época. 
 El deseo, presentado como infinitivo, como deseo del deseo del Otro, como insatisfecho desde el principio va girando desde 1920 en adelante a aceptar el goce mortífero, el más allá del principio del placer, la culpa inconsciente y la pulsión de muerte. La voluntad de poder se impone en la historia cada vez más globalmente y marca el lazo social y el lazo erótico con estigmas de segregación, odio y voluntad de yo soberano sectario (Roudinesco) que va perfilando distorsiones de la sexualidad y odios al cuerpo y competencias entre sexos y subsexos que determinan la vida cotidiana. El caso del ex primer ministro belga y su esposa que practican la eutanasia final conjunta tomados de la mano a los 93 años, tras 70 de pareja es una excepción notable. No suele haber pareja que dure 70 años ni amor que lo resista. 
 Una cosa curiosa es que no parece haber títulos de libros en infinitivo. Apenas recordamos el de Bettelheim, Sobrevivir (a los campos de concentración en su experiencia propia), si bien es originalmente Surviving, sobreviviendo, un gerundio que se mantiene desde entonces. Más aún, productores telemáticos de títulos desaconsejan los infinitivos.
 El infinitivo del deseo ya no es una alegría en el aire, parece.

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