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Psicosis, perversión, • neurosis La lectura de Jacques Lacan Philippe Julien Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid (¡.( 'l (' /'· ª 'V ta '1 J /f1..,t ·r ,¡ . .-' / e( CL<--rf .~ ,r Cr"1:.,.... ¡rn it /-~/2il ',,u11. _.1 'I' " -_/ / f f . I C/CO 7 .i'*l ú u::l re b':·. e ( ¡/~ /; .~ /' ..-.. 'h' ~ ( ' - "' I ··f-i-" /7.r-; ~ """ ¿...._ ..,-:t.•14-(7 , •• · /"'.'.! ' > _. A •' > ¡, /-· ..,,, J Ir')¿¡- C ~ tt::~ ¡¿...,...,, ¡~,-~Vi:. .. <-··,.,, ) ~ / ~~··:> >1l , .. ) ',/ .. 7 "! : ! • ,( , ·"' !"" I . .~ :. , . ?_ ¡'yr c4 ,..., d1l(H 4,,,frt~r A ,c ... ,(, L,,,,,,..7:,.,. ~' o ,, / ) e'/?+'-_ 7· ¡f t<. ~.: t;l '7 ... l ,'.: ~l/~ '\ f-té,..J ('' ,, ~·'1 ) .. / ¡ / Biblioteca de psicología y psicoanálisis Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky Psychose, perversion, néurose. La lecture de Jacques Lacan, Philippe Julien © Editions Eres, París, 2000 TraduccióH: Horacio Pons Primera edición en castellano, 2002. Segunda edición, 2012 ©Todos los derechos de la edición en castellano reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7º piso - C 1057 AAS Buenos Aires Amorrortu editores España S.L., C/López de Hoyos 15, 3º izquierda - 28006 Madrid www.amorrortueditores.com La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo foto- copia, grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola dere- chos reservados. Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11.723 Industria argentina. Made in Argentina ISBN 978-950-518-238-1 ISBN 2-86586-863-X, París, edición original Julien, Philippe Psicosis, perversión, neurosis : la lectura de Jacques Lacan.- 2º ed.- Buenos Aires: Amorrortu, 2012 . 208 p. ; 23x14 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis/ Jorge Colapinto y David Maldavsky) Traducción de: Horacio Pons ISBN 978-950-518-238-1 l. Psicosis 2. Perversiones. 3. Neurosis. l. Pons, Horacio, trad. 11. Título. CDD 150.195 Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provin- cia de Buenos Aires, en noviembre de 2012. Tirada de esta edición: 1.500 ejemplares. Indice general 9 11 13 19 25 Introducción I. Psicosis l. Una paranoia común 2. Una relación demasiado poco paranoica 3. Psicosis y modernidad 4. La vía freud iana 5. La psicosis, una respuesta al acontecimiento 6. Un retorno al tope freudiano 37 45 59 71 7. Del Nombre-del-Padre al Padre-del-Nombre como sínthoma 83 8. La publicidad del nombre propio 97 II. Perversión 99 l. Un escandaloso descubrimiento 109 2. Delante o detrás del velo 117 3. Dos casos de inversión 123 4. Una desmentida de lo real J 29 III. Neurosis obsesiva 131 l. La neurosis normal t:'l 7 2. La verdad de Freud 7 145 3. El retroceso de Freud 157 Iv. Histeria 159 l. La subversión histérica 167 2. La ruptura freudiana 175 3. La histeria no es una neurosis 185 4. La histeria del psicoanálisis 191 Conclusión \ 8 d ión , ÓV! ;;,.tr ~º ¡ Intro ucc ----¿ fr'>crr;._/ " C'C!l. l i.e .,-fr . Í; ·'/ ~¡,. I Psicosis, perversión, neurosis. Esta clasificación consti- tuye una nomenclatura: un saber para compartir que da el sentido de cada denominación, una tras otra, en la claridad y la fijeza. Pero la verdad, por su parte, es otra: «Yo, la verdad, ha- blo». Habla por la boca del analizante. Y no se detiene. Por haber querido escucharla, Freud no dejó de despertar para conquistar un saber siempre nuevo sobre ella. Habría de ser ese Acteón perseguido por los perros lanzados por la diosa, que lotrañ"sformó en ciervo por su ambición de sorprenderla en su verdad desnuda. Así, Freud no dejaría de correr para desconcertar a los suyos, sus discípulos, que creían saber por fin a qué atener- se con él: «¡Pero no, no es eso!», les respondía. Í Cada analista hace la experiencia de ello, preocupado y f perseguido por los perros de sus pensamientos: «¡Eh! ¿Qué 1 piensas entonces de la verdad que a~abas -de ~scuchar de es- te, de aquella ... en su decir a medias?». ~ Y, a su turno, un tal Jacques Lacan se pasaría la vida dando testimonio público de los perros de su pensamiento. Acteón parisino, no dejaría de poner en cuestión el sentido oficial de las definiciones: psicosis, perversión, neurosis. No para borrar sus huellas, como lo quiso el DSM III, sino para subvertir su significación. La institución analítica juzgó insoportable esa actitud, y Lacan fue excluido de ella en 1963. Pero a partir del año si- guiente relanzó a los suyos, al punto de hacerles esta confe- sión, el 29 de mayo de 1964: «La verdad es lo que corre detrás de la verdad, y ahí corro yo, ahílos llevo, como los perros deActeón, tras de mí. Cuan- do haya encontrado el escondite de la diosa, me convertiré i· í <-~- /) ;<' .:~-;;) 9 sin duda en ciervo y ustedes podrán devorarme, pero aún te- nemos algo de tiempo ante nosotros».1 Hoy, ese tiempo ha pasado. «Devora el libro», todavía gri- ta la verdad. Ahora, empero, es posible un saber literal. Esa es en lo sucesivo la apuesta, tal como Lacan la anunciaba: «Lo importante es saber qué dará el libro cuando haya sido devorado por completo».2 Por completo, es decir, no tal Lacan, de tal período, el de - lo imaginario (1936-1951), el de lo simbólico (1951-1963) o el de lo real (1964-1980), sino Lacan tomado en la dinámica misma de toda su marcha, desde la A hasta la Z. ¿Qué resulta de esto? Scilicet: puedes saberlo ... ¡si quieres! - o' / Sé¡ re lr( e /J,{rj ./ V'r ¡:; / r<',,-, ,,¿('.".{, C1 t:-, 1¡.r .. _,~ vt-<,1 1 Le Séminaire, Livre XI, Les qzwtre concepts fondumenluux de la psy- chanulyse, París: Seuil, 1973, pág. 172. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, 1964, Bue- nos Aires-Barcelona: Paidós, 1986]. 2 Le Séminaire, Livre Vil, L'éthique de la psychanalyse, París: Seuil, 1986, pág. 375. [El Seminario de Jacques Lacan, Libro 7, La ética del psi- coanálisis, 1959-1960, Buenos Aires-Barcelona: Paidós, 1988.] 10 I. Psicosis «Si no somos capaces de darnos cuenta de que hay cierto grado, no arcaico y que deba situarse en alguna parte en el nivel del naci- miento, sino estructural, en el nivel del cual los deseos son propia- mente hablando locos, si para nosotros el sujeto no incluye en su definición, en su articu~n primera, la posíbilidad de la estruc- tura psicótica, entonces nunca seremos -otra cosa que alienistas». - ~ ·- - ·-- -- -~ ------' J. Lacan, seminario L'identification, clase inédita del 2 de mayo de 1962 1 f. 1 ¡{;,t, 1 " ,, ., / ,:;( ·fr.\ /v ~(6\ . r. ( 1 . • ..... fr- '1 " ' '{ l. Una paranoia común El psicoanálisis no tiene palabra propia; la idiotez, si la tomamos en su etimología, no es su fuerte. _Como el_yiddish, sólo habla con préstªmos de otras lenguas. Pero con una condición: dar un nuevo sentido a los significantes incorpo- rados. De tal modo, Lacan, como lo había hecho Freud en el ca- so de la histeria, pervierte como hereje la significación de palabras de origen psiquiátrico. En efecto, si la locura no es ni un déficit ni una disociación de funciones, tiene, enton- ces, mucho que enseñarnos; saca a relucir lo que está pre- sente en la llamada persona normal, y por eso concierne a cualquier hijo de vecino. Es lo que tacan mostró, muy en particular, para las denominaciones de paranoia y psicosis, la primera antes de 1953, la segunda a partir de ese mismo año, con la invención de RSI. Tomemos la noción de paranoia. ¡Psicosis paranoica, dicen! ¿No es el tema de la tesis de 1932 del joven Lacan? Pero la senda desbrozada por él consistió en desanudar ese lazo, para enlazar el calificativo de paranoico con el con- cepto de conocimiento. Por su ladÜ,-:Í{raepelin y Genil-Pe-' rrm- habían separado la paranoia de la demencia para de- finir con ella uncarácter, una personalidad o una consti- tución según estos cuatro rasgos: fatuidad, desconfianza, raciocinio, marginalidad. En lo que respecta a Lacan, su invención primera, destinada a sorprender -antes de la de RSI (real, simbólico, imaginario) en 1953-, fue efectuar otra identificación, al ligar paranoia y conocimiento. Y así, como consecuencia, la psicosis, lejos de ser para- noica, ¿no aparecería con el delirio a partir de una falta de paranoia? Pregunta que tendremos que responder. En efec- to, el trabajo del análisis no consiste únicamente en escu- char, sino en fundar un saber teorico a partir de la escucha. Trabajo incesante que recusa el saber establecido. 13 De ese modo, desde 1931 Lacan comienza a efectuar una disyunción entre psicosis y paranoia. En su artículo «Struc- ture des psychoses paranoi:aques»,r distingue con claridad lo que llamamos constitución o personalidad paranoica de los delirios de interpretación o los delirios pasionales. Del mismo modo, un año después, en 1932, mientras es- cribe su tesis sobre la psicosis paranoica, tropieza con esta dificultad: «En esta enferma, nada nos permite hablar de una dispo- sición congénita y ni siquiera adquirida, que se exprese en los rasgos definidos de la constitución paranoica».2 En rigor, podríamos hablar de una disposición adquiri- da, «Secundaria con respecto a la eclosión delirante». 3 Pero lo decisivo de la psicosis está en otra parte. Entonces, ¿cómo puede hablarse aún de psicosis para- noica? Lacan responderá dando una nueva definición de esa «paranoia» de Aimée: I?_?ranoia de autocastig<]. Se apoya en la comprobación de que el delirio desaparece en ella cuando la encierran, y ve en ese hecho una relación de causa a eféC- to: jun castigo exitoso!. Pura hipótesis, «pescante», dirá en 1966,4 que abandonará más adelante; veremos cómo. Pero el lazo psiquiátrico entre psicosis y paranoia va a desanudarse poco a poco, y cada vez más claramente, en el transcurso de los años siguientes. En el apres-coup, en 1966, al presentar sus Escritos, La- can señalará que introdujo la noción de «conocüniento para- noico» con su tesis de 1932 sobre Aimée. 5 Del mismo modo, en 1975, en su presentación de la traducción de las Memo- rias de Schreber, hablará de su tesis de 1932 como «una fa- se de nuestra reflexión que fue en principio la de un psi- quiatra, armada del tema del conocimiento paranoico».6 En 1 Semana de los Hospitales de París, julio de 1931. Reeditado en Orni- car?, nº 44, París: Navarin, 1988. 2 De la psychose paranofoque dans ses rapports avec la personnalité, Pa- rís: Seuil, 1975, pág. 241. [De la psicosis paranoica en sus relaciones con lo personalidad, México: Siglo XXI, 1976.] 3 !bid., pág. 243. 4 Ecrits, París: Seuil, 1966, pág. 66. [Escritos, I y II, México: Siglo XXI, 1984.] 5 lb id., pág. 65. 6 J. Lacan, en Cahiers pour l'analyse, nº 5, pág. 71. 14 cuanto a la referencia literal, es falso; sin embargo, Lacan no deja de tener razón al hablar así a posteriori. En efecto, la significación de lo que va a desarrollar de 1936 a 1951 está sin duda en la tesis de 1932, y tomará el nombre de '~ miento paranoico» para distinguirlo claramente del delirio psicótico. - El argumento se presenta así: el conocimiento es esen- cialmente del orden de la visión; la bipolaridad vidente-vis- ~~~ orde~~paran_Q_i~. AlÍ.orafüen, el yo hunÍano se constituye por identificación gracias a la visión del objeto y de acuerdo con la misma bipolaridad. El yo tiene, por lo tan- to, una estructura paranoica, o no es. Retomemos los distintos elementos de esta proposición. El conocimiento no es ni palabra de verdad ni demostración de un saber. Es evidencia del ver en la luz de los ojos del es- píritu. Heidegger, a quien Lacan llamaba su amigo, reco- noció esta tradicional afinidad del conocimiento con lo es- pecular, el espectáculo, lo especulativo. Así, escribía lo si- guiente: «Los griegos, especialmente en la época de Platón, concibieron el conocer como una especie de visión y de contemplación». Esto proviene de la interpretación que ha- cen del ser: «Porque "ser" enuncia: presencia y consistencia, la visión, el hecho de ver, es particularmente apto para dilucidar la per- cepción de la presencia y la consistencia».7 La filosofía interroga sobre ese don maravilloso de la in- tuición de la presencia: ¿qué es activo, qué es pasivo, el ojo del espíritu o el objeto visto? Hay bipolaridad. Hay ante todo actividad del objeto: este toca, impresiona la tabula rasa del espíritu que recibe. Pero ver, a cambio, es ob-jetivar, poner delante, alú, a distancia sobre el cuadro del mundo. No es absorber, asimilar, sino acoger ob-jetando: registro como fuera de mí la presencia del objeto que se revela a mis ojos. Ahora bien, en razón de ese doble movimiento, el conoci- miento es po~ sí_paranoico, ~diferencia de la verdad o el sa: 7 Nietzsche, ll, París: Gallimard, 1971, pág. 178. [Nietzsche, Barcelona: Destino, 2000, 2 vols.] Se comprende por ello por qué Lacan adoptará a partir de 1973 el término «consistencia» para definir el acto de mant.ener unidos el objeto topológico y su presentación espacial de dos dimensiones. 15 ber. Eso es exactamente lo que comprueba Lacan con res- I>ecto a la formación del yo, en la medida en que su principio fundador es de orden visual. El conocimiento paranoico ¿Por qué caminos llegó Lacan a ese punto? Para definir este conocimiento, debemos distinguir cinco rasgos funda- mentales. Visibilidad Según el estadio del espejo presentado en Marienbad en 1936, la mirada del niño entre los ocho y los dieciocho meses hace que la imago del cuerpo del otro funde la imagen unifi- cada del cuerpo propio más allá de su fragmentación. La imago del semejante, de la madre, del hermano, anticipa la motricidad futura del niño en cuanto nacido prematura- mente. Así, en 1938 Lacan inventa la noción de complejo de intrusión, que debe situarse entre los dos complejos pro¡)ia: · mente freudianos: el de destete y el de Edipo.~ Unidad y fijeza La intrusión del semejante funda la unidad del yo del ego en su narcisismo de objeto unificado. Bay ~ol!f:gsión entre identificación y amor a sí misll!O. Confusión que debe mantenerse en favor de fa e-;tabilidad de la personalidad. En efecto, el conocimiento humano está bajo el signo ESTA [STA] por el estancamiento [stagnation] de las for- mas corporales: estructura «que constituye el yo y los obje- tos con atributos de permanencia, identidad y sustanciali- dad».9 Tal es el ego: «La estabilidad [stabilité] de la posición [station] vertical, el prestigio de la estatura, la solemnidad de los estatutos, pro- 8 Les complexes familiaux, París: Navarin, 1938. [La familia, Buenos Ai- res-Barcelona: Argonauta, 1978.) 9 J. Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 111. 16 porcionan el modelo de la identificación en la cual el ego en- cuentra su punto de partida (starting point) y dejan su hue- lla para siempre» .10 Frani;oise Dolto dirá de igual modo: «Hay que falicizarse la imagen del cuerpo; si no, naturalmente no podemos per- manecer sentados, nos caemos al suelo».11 El olvido de sí mismo Esa es la estructura paranoica del yo: «El sujeto se _aj~ga a sí mismo y acusa al otro».12 Se desconoce, como puede acr:- vertirse con facilidad en el transitivismo del niño: «jNo soy yo, es él!». Del mismo modo, Alcestes y el «alma bella» según Hegef desconocen su participación en el mal que no dejan de denunciar. El objeto del deseo El conocimiento paranoico instituye la tríada imagina- -~ia del otro, el yo y el oojeto. El Ínterés por -ese objeto nace a partir del deseo del otro por él. Así, «una alteridad primitiva se incluye en el objeto, en la medida en que este es primiti- vamente el objeto de rivalidad y competencia. ~ólo_ interesa en tanto objeto del deseo del otro».13 De tal modo, competi- ción, rivalidad, competencl.í:i. y celos son la génesis y el ar- quetipo de los sentimientos sociales. 10 «Quelques réflexionssur l'Ego•>, Le Coq Héron, nº 78, 1980, conferen- cia publicada en inglés en el lnternational Journal of Psycho-Analysis, vol. 34, 1953. 11 Autoportrait d'une psychanalyste, París: Seuil, 1989, págs. 248-9. [Autobiografía de una psicoanalista, 1934-1988, México: Siglo XXI, 1991.) 12 Ecrits, op. cit., pág. 114. l3 Le Séminaire, Livre lll, Les psychoses, París: Seuil, 1981, pág. 50. [El S eminario de Jacques Lacan, Libro 3, Las psicosis, 1955-1956, Buenos Ai- res: Paidós, 1984.) 17 Un doble movimiento Ahora bien, el rasgo decisivo y pese a ello problemático de esta paranoia es el mantenimiento de una bipolaridad irreductible. Tenemos a la vez: - inclusión con captura, fascinación, alienación en la imagen del otro por identificación; Í tA ej M 'h~ y exclusión recíproca: «jO tú o yo!». ~/ .. •< m n' ~!u 71" - 1u7"" Cada polo remite sin cesar a su contrario, a imagen de los puerco espines de Schopenhauer: demasiado lejanos (¡hay que incluirlos!), demasiado cercanos (¡hay que excluir- los!). Hay reciprocidad de privación: ¡yo te excluyo y tú me excluyes! Estos cinco rasgos del conocimiento paranoico, desarro- llados poco a poco por Lacan desde 1931hasta1951, definen con exactitud lo que a partir de 1953 llamará relación ima- ginaria, ni simbólica, ~i r~al.:. - 18 \' 2. Una relación demasiado poco paranoica Hemos visto que el conocimiento paranoico implicaba cinco rasgos específicos. Ahora bien, puede suceder que el \~. último sea deficiente: hay inclusióri __ c;:_.n capt~!..ª ~la ima- / gen del otro, pero la exclusión recíproca está ausente. Ese · füe uno de los~ desc;brimientos fundamentales de L~can. ¿Psicosis sin delirio o prepsicosis? ¿Borderline o falso self! De una u otra forma, hay una falla eii la paranoia común, un defecto de la relación imaginaria. Lacan lo presentó con tres casos: en 1932, 1965 y 1976. - ... - ·- - '! Aimée (1932) Lacan llama «el acontecimiento decisivo en el desarrollo de la vida de Aimée»1 lo que para él fue el objeto de w1a in- tuición primordial, que ordenaría el conjunto de su tesis de 1932: la intrusión de la hermana mayor en la vida matrimo- nial de Aimée y su marido luego del nacimiento de un hijo y «Su imposición en la dirección práctica deJ-ª..v.areja» al asu~ ' mir «un papel de madre».2 Ya ant~es del nacimiento de ese niño, Didier, Aimée, cuyo verdadero nombre era Marguerite Anzieu, había perdido una niña, nacida muerta. Comenza- ron entonces los primeros trastornos psíquicos. Ahora bien, lo que sorprende a Lacan, al extremo de determinar todo el sentido de su investigación, es que Ai- mée no reacciona ante la actitud de su hermana en el hogar familiar. Más aún, frente a Lacan, que hoy la interroga so- bre ese punto con la expectativa de la confesión de alguna queja legítima (¡para él!), Aimée se calla: nada de agre- 1 J. Lacan , De la psychose paranoi"aqu.e ... , op. cit., pág. 230. 2 !bid.' pág. 231. 19 sividad. Frente a ella, a quien trata durante un año y medio, Lacan se asombra de esa ausencia. Y ese asombro lo pone en marcha para descifrar este enigma: «La personalidad de Aimée no le permite reaccionar direc- tamente mediante una actitud de combate, que sería la ver- dadera reacción paranoica, entendida en el sentido que to- mó esta expresión desde la descripción de una constitución de ese nombre». 3 Aimée constituye una objeción a la reacción paranoica, tal como esta suele reconocerse. Lacan sostiene justamen- te esa objeción apoyándose en Kraepelin, que decía, acerca del paranoico, que «a menudo, cuando tiene los medios, no busca, consciente de su vulnerabilidad, más que huir de los combates serios de la existencia, y no procura asumir ninguna posición firme sino, antes bien, vagabundear, no ocuparse más que de bagatelas y evitar el contacto con la vida».4 Ahora bien, Elise, la hermana mayor, es sistemática- mente protegida. En efecto, Lacan escribe: «En las reacciones de Aimée, aparecen sin lugar a dudas unas resistencias especiales (véanse págs. 232-3) con res- pecto a esta persona en particular; en efecto, no sólo aban- dona la lucha directa, sino que renuncia a toda reivindica- ción moral de sus derechos». 5 Del mismo modo, mucho más adelante, en 1946, al reto- mar este caso, Lacan escribirá: f:Es digno de señalarse que si bien la enferma parece sufrir j ;ue su hijo le haya sido sustraído por esta hermana, cuyo mal agüero bastaba para revelarnos la mera entrevista, se ; niega a considerarla como hostil a ella misma o simplemen- te nefasta, ni en ese aspecto ni en ningún otro».6 3 Ibid., pág. 232. 4 lb id. , pág. 59. 5 Ibid., pág. 282. 6 J . Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 170. 20 Si es cierto que el yo tiene una «estructura paranoica» -como Lacan lo mostrará en 1948 en «La agresividad en psicoanálisis»- , es preciso concluir que en Aimée hay un déficit del yo (y no del intelecto), ausencia de amor propio, de ~elbstgefühT¡ Ella está fuera de lugar, fuera del nombre, fue- ra ael yo. '!t. 1 (" - J - ,,,..,, ¿ l '1 ,. , > 1 ' oU:' ¿,-¡ Lol V Stein (1965) e? <-s-:. 11. r ,,.., )-.... / rt' 9..a J. ;;. / t1 En 1964, Marguerite Duras P.Ublica Le rauissement de {bolv. Steinl El año sigui~nte, Lacan le dedica algunas páginas titu atlas «Hommage fait a Marguerite Duras, du Rauissement de Lol V. Stein».7 En efecto, Lacan encuentra en esa novela el mismo síntoma anterior al delirio: inclusión del otro sin exclusión recíproca. Más adelante, en -i9S7, en La uie ;,;:;;,teiieÜ~, Du- ·:ras se explieará así: «En el momento del baile de S. Tahla, Lol V. Stein está tan atrapada en el espectáculo de su prometido y esa desconoci- da vestida de negro que se olvida de sufrir. No sufre por ser olvidada, traicionada. EAA8upresión del dolor la volverá lo- ca. Podría decirse de otra manera: decir que compren-de qué s u comprometido vaya hacia otra mujer, que adhiere por completo a esa elección hecha contra sí misma y que debido a ello pierde la razón». 8 A los dieciocho años, Lol, comprometida con Michael, asiste a un baile en T. Beach, durante el cual su novio la traiciona. Se produce la intrusión de otra mujer, Anne-Ma- rie Stretter , c on quien Michael va a bailar y alejfil§.!L.pª :r:.a_ siempre ante la mirada de Lol. - ---i:orha p erdido su ropa, su imagen, su yo. El genio de Duras radica en señalar que la joven no puede decir su do- 7 Publicado en los Cahiers Renaud-Barrault nº 52. Reeditado en Omi- car?, nº 34, otoño de 1985, Navarin. [«Homenaje hecho a Marguerite Du- ras», Conjetural, nº 3, abril de 1984.] 8 M. Duras, La vie materielle, París: POL, 1987, pág. 32. [La vida mate- rial, Barcelona: Plaza y Janés, 1988]. 21 lor. No hay afecto, celos, lucha para conservar su lugar de novia. Así, Lacan puede escribir con respecto a ella: cvV «No supo encontrar la palabra, esa palabra que, al cerrar f \; 1 e, las puertas sobre ellos tres, la hubiese casado al momento c~v-. le¡ en que su amante despojara de su vestido negro a la mujer \ \[ 1 ~ para develar su desnudez. ¿La cosa va más lejos? Sí, a lo in- . ,. ' L \; ,<- decible de esa desnudez que se insinúa para reemplazar su ' D'' propio cuerpo. Allí, todo se detiene».9 'I ~\ ,I· "' rt ·11: (/O 'i 1 d< ¿Por qué entonces ese no-dicho? Duras nos responde: "'); Ú' riJ, \! ,e- «Creo que Lol no piensa jamás en lo que pasó entre ellos, y ' luego del baile y sin su presencia. Que pensara que, luego de su separación, él se había marchado para siempre, a pesar de ella, sería una buena señal en su favor».10 , rc<v/Jje v.-._c.1J - / e-¡·± _ '~<1 1 ' r ~ro Lol está arrebatada, des-vestida.'7 Ahora bien, esta {~, , ... :··' ausenªa_ d~_,t::;¡;clu!ión recípro~ en la relaci?n imaginaria lv( t 6 .. :., pone '3({ relieve lo que estaba presente desde siempre. Según · •. r :~. dice Tatiana, su amiga de la infancia, Lol «daba la impre- ;< /,~ í, , .) sió~ de soportar en un tedio tranquilo ~ una persona a quien .., · debia parecerse pero de la que se olvidaba a la menor oca-sión. Gloria de sosiego pero también de indiferencia, como se descubriría muy pronto; nunca había dado muestras de sufrir o estar apenada, nunca~ ae mu d 1á.Cha, se·re hafoa vis.:- t~~a lágrima;, .11 En efecto, «mm parte de sí misma estaba siempre lejos de ti y del instante. ¿Dónde? ¿En el sueño adolescente? No, contesta Tatiana, habríase dicho que en nada aún».12 Y Lol va a pagar cara esa extraña omisión. Algún tiempo después del baile de T. Beach, en su primera salida a la ca- lle, sigue como una autómata a un hombre con quien tropie- za. Y de e~~ modo <l,01 se casó sin haberlo querido, de lama- 9 Ornicar?, nº 34, pág. 9. 10 Le ravissem.ent de Lol V. Stein, París: Gallimard, 1964, pág. 56. [El arreb,ato-de_f;:_ol V. Stein, Barcelona: 'I\.1squets, 1987.] ''(!!é-robée e n el original: juego de palabras entre dérobée, sustraída, arrancacla, ¡(surpada, y robe, vestido, traje. (N. del T.l -··-----r- - 11 M. Duras, Le ravissem.cnt de Lol V. SteúÍ, ojJ.cÚ., pág. 11. I_ 12 lb"d 0' p ¡ ' C>./1f01J 4\/ 22 ' :?/'-"'-"';}<Y'• CiJ.f (.. . 1.A.ei¡v {..,..., 4 ..1.., J¡ l í/ ¡ f• -, r J 1 , , 1 nera que le convenía, sin haber pasado por el salvajismo de una elección».13 Vivirá así durante diez aü.os, como mujer adaptada a la situación, «dormida de pie» en el orden y la p~ntualidad. No reemplaza a ·MiChael por otro hombre. No, no lo traiciona: permanece en el abandono ejemplar en el que él la dejó una noche, durante el baile de T. Beach. ¿Saldrá algún día de esos estados límites al encontrar a Jacques Hold y Tatiana? Ese es el enigma que nos plantea Duras con esta obra maestra. James Joyce (1976) Por último, en la clase del 11 de mayo de 1976 de su se- minario Le Sinthome, Lacan presenta el ejemplo típico de Joyc~ Con la decisión de no hablar ni de psicosis ni de per-· versión, muestra por fin de qué se trata: Joyce, sin duda, es- tá «chiflado», pero con una «chifladura» que no es el privile- gio de un valedor único y singular, sino que concierne a la 1:el~ción con el cuerpo R_roQ!Q. La causalidad psíquica es el{eidolo11;. ~lajm~~ decía ya Lacan en 1946 en «Acerca de la causalidad psíquica». Y en esa última clase del seminario de 1976 lo reitera exacta- mente: «La psicología no es otra cosaq~e esto, a saber, la imagen confusa que tenemos de nuestro cuerpo». Lo cua no debe tomarse únicamente eñel sentido -éognl.tivo o in- telectual; en efecto, esa imagen es la condición del af_ecto: me siento tocado, interesado, afectado ... ¡narcisistam~ ~ Gracias a la relación imaginaria, «hay algo qu-e se a fecta: que reacciona, que no es separable»; vale decir que mi cuer- po no me es ajeno: lo tengo, lo sostengo, lo siento y ... soy l f susceptible a él. - Ahora bien, resulta que en Joyce la relación imaginaria se derrumba; no siem¡Jre tiéñe luga-¡:~ Ese es ;1 signo d e su particularidad. Pa; a ~nostrarlo, LacarÍ señala en el Retrato del artista adolescente un episodio que, según dice el herma- no de James, es completamente autobiográfico: la escena de 1 ~ lbid., pág. 33. 23 la tunda que Heron y sus dos amigos aplican a Stephen. Un poco más adelante, al recordar el furioso ataque del que fue víctima, Stephen «Se preguntaba por qué no se sentía mal dispuesto contra quienes lo habían atormentado. No había olvidado un solo detalle de su vil cobardía, pero el recuerdo no despertaba en él ninguna ira. Todas las descripciones de amor y odio feroces que había encontrado en los libros le parecían, debido a ello, desprovistas de realidad. Y aun aquella noche, mientras regresaba vacilante por la Jones Road, había sentido que una fuerza lo despojaba de esa furia súbitamente acumulada, con la misma facilidad con que se quita a un fruto su piel suave y madura».14 De igual modo, en el capítulo 4, Joyce escribirá lo si- guiente con referencia a sus iras: «En todas las ocasiones había tenido la impresión de salir bien parado, como si su mismo cuerpo se hubiese despojado con facilidad de una piel o una corteza superficial». Por lo común, !a imagen que tenemos de nuest_ro proJ?.!:~ cuerpo entraña afectos; pero Stephen tiene un cuerpo que es Coiñü-ün oojeto extraño, como un «mueble;~ dice Lacan.-se" separa ·ae-s~imagen:-como de üñ peÜe}o~>. La relación nJir- cfsista del cuerpo C'oñ efyo-no eXiste. Hay deficiencia de c~~ nacimiento paranoico. Eso es «lo sospechoso para un analis- ta», concluye Lacan: esa manera de «abandonar» lo que con- cierne a la imagen del cuerpo propio. Así, de 1932 a 1976, con Aimée, Lol V. Stein y Stephen, Lacan nos transmite su inquietud con respecto a ~q~n.o ~ absoluto la psi¡;_o~;!s con delirio, pero que sin embarg9 la precede, sin que pese a ello baste para causarla. Se plan- te a eñtonces una cuestión: ¿qué hace falta, en consecuencia, para que algún día se desencadene la psicosis? f. 14 James Joyce, Le portrait de l'artiste enjeune homme, en Oeuvres, t. 1, arís: Gallimard, pág. 611. [Retrato del artista adolescente, Madrid: Alian- a, 1997.] 24 3. Psicosis y modernidad Leer a Lacan sobre el tema de la psicosis es leer cómo evoluciona bifurcándose, cómo se reitera objetándose. ¿Por qué, por ejemplo, llegara a decir que, en definitiva, sólo el péc~t~co de~n~~1P1.~~lisis?1 ¿No significa eso dáirina" nueva significación a esta denominación? Antes de respon- der, consideremos la primera contradicción: ¿qué pasó entre 1932 y 1956, para que Lacan llegara a decir este último año exactamente lo contrario de lo que afirmaba en su tesis de 1932? Comprender al psicótico La originalidad de la tesis de 1932 sobre la psicosis pa- ranoica consistió en situarse en la línea de Dilthey (1833- 1911), que fundó la antropología separándola de cualquier metafísica, así como en la de Jaspers (1883-1969), que opu- so las ciencias «puras» que «explican» (erkldren) a las causas y las ciencias humanas que «Comprenden» (verstehen) se- gún el sentido. Lacan define entonces su método de lectura: l. La relación de comprensión concierne a la «personali- dad», concebida como la unidad de un desarrollo regular y orientado. Esta relación es posible si se opta por una psico- génesis de los fenómenos manifiestos. 2. El acontecimiento que surge se llama «proceso psíqui- co», y se opone directamente al desarrollo de la personali- dad. Pero este mismo elemento, nuevo y heterogéneo, se in- 1 El 9 de enero de 1978, en Lettres de l'Ecole Freudienne, nº 23, pág. 181. 25 troduce en la personalidad, que efectúa entonces una nueva síntesis según relaciones de comprensión. 2 3. Si el proceso psíquico, al contrario, se mantiene en su oposición, el desequilibrio se agrava, razón por la cual se en- tiende que algún día se produzca un pasaje a la psicosis . Pe- ro, ¿por qué? :t:{o a causa de trastornq_s_orgánicoso aé'onte- (f):cimientos de la historia; estos «IW nos . ~:!1Uestrall1?LáS. gue el desencadenamiento del proceso mórbido». El verdadero ori- gen es el de una «anomalía ps!_qyi_ca anterior», que debe ae- finirse c omo «un tr~~torno psicogénico» de l_a per~@aITd.ad.3 Todo debe comprenderse de acuerdo con la potencialidad de un dinamismo interior e inmanente. Así en el caso de Ai- l ;;;ée, ese trastorno anterior es(uñ conflicto~n su her-1~~i,j)roc_ecj.ent,e de una fijació_E. antigua en_eJ c9mJ2!.ajj) L!@.terno. Ahora bien, en su seminario de 1955-1956 sobre las psi- cosis, Lacan dirá precisamente todo lo contrario: nada de psicogénesis de la psicosis ni de relaciones de comprensión; el proceso psíquico es «una concepción falaz». 4 Del mismo modo, «el verstehen es la ªE.er.!u!~~ toª as l~~ confl!_~~s» .5 Jaspers se aleja y Freud se acerca, con la noción de incons- ciente como puro efecto de lenguaje, sin presuponer un di- namismo o un proceso: «La naturaleza del erkliiren es el retorno al significante co- m~ único. fundameñto d e todaestr~ct~ración científica con- cebible». 6 . . - - - . Este cambio radical con respecto a la locura se produce dos aüos antes con el Discurso de Roma (1953). Veremos quese efectúa a través de la consideración de la historia co- lectiva y por lo tanto del contexto social y cultural del sujeto. Pero se ha preparado lentamente a lo largo de la década de 1940. En 1945, al final de la guerra y cuando regresan alb'1mos deportados sobrevivientes de los campos alemanes, Lacan escribe «El tiempo lógico». Un sofisma ilustra una ló- 2 De la psyclwse paranofoque . .. , op. cit., pág. 142. :l lb id., pág. 254. 4 Ecrits, op. cit., pág. 536. 5 Le Séminaim, Livre III, Les psychoses, op. cit., pág. 216. 6 !bid. 26 gica colectiva según la cual «si bien en esta carrera a la ver- dad uno está solo, si bien uno no es todos al tocar lo verdade- ro, nadie lo toca, sin embargo, como no sea por los otros». 7 ¿Cómo por los otros? El silogismo final de la prisa por concl~ir se enuncia así: «Afirmo para mí mismo que soy un hombre, por temor a que los hombres--1n e coi~venzan-de que no lo soy». Pánico y pro- tesfU: ¡perocfaro que sí, soyüñ h ombre! S( pero ¿de acuerdo con qué rasgo se asimila el sujeto a la esencia de hombre, si no es por lo que se toma, se proclama, se exige en el campo social y cultural? En 1946, en «Acerca de la causalidad psíquica», Lacan muestra que la locura es un problema de idel!_tjfic~sió11 y que esta sólo se realiza a partir de ese afuera social que es la imagen del otro. En 1947, por último, al hablar de su experiencia ingle- sa de los grupos con Bion y Rickmann, protestará vigorosa- mente contra su antigua posición: «¿Es lícito porfiar aún en la psicogénesis de los trastornos mentales, cuando la estadística ha mostrado una vez más el sorprendente fenómeno de la reducción, durante la guerra, de los casos de enfermedades mentales, tanto entre los civiles como en el ejército?».8 ¡Lugar al acontecimiento! Una nueva nosografía Esos años no hacen más que preparar el momento deci- sivo de 1953, que va a inaugurar un nuevo esquema: el Dis- curso de Roma. En tres páginas y media,9 Lacan presenta una nueva nosografía que va a determinar la orientación de su investigación por el lado de[ o si~~ en el momento en que acaba de distinguirlo con claridad de lo imaginario y lo real. 7 Ecrits, op. cit., pág. 212. 8 «La psychiatrie anglaise et la guerre», L'Evolution Psychiatrique, fas- cículo I, 1947, pág. 308. 9 Ecrits, op. cit., págs. 273-83. 27 '"·,··e En efecto, el deseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del otro, porque «Su primer objeto es ser reconocido por el otro».1º Ese es sin duda el destino del ser humano. La- can lo aprendió de Hegel por intermedio de Kojeve, quien lo comenta así: $') íl<El ser humano sólo se constituye en función de un deseo t;;:¡J/ referido a ~tr? deseo; es decir, a fin de cuentas, de un deseo de reconocimiento».11 :..---- Y he aquí que Lacan lo retoma ahora exactamente en el Discurso de Roma: «Para ser satisfecho en el hombre, ese deseo mismo exige ser reconocido, por el acuerdo de la palabra o la lucha de prestigio, en el símbolo o en lo imaginario». Y esa es la apuesta misma del psicoanálisis: «Nuestro camino es la ex¡>eriencia intersubjetiva en la cual ese deseo r._:. ...... .,,. ·'."\:_ -.... ...... "- '"' - - ..- se hace reconocer» .12 Y Lacan concluye: «Se advierte por ello que el problema es el de las relaciones de la palabra y el lenguaje en el sujeto».13 Allí está el problema, porque la relación entre palabra y lenguaje difiere según los casos, en lo concerniente a la realización de un reconocimiento intersubjetivo. Y a partir de esa diferencia se engendra una nueva nosografia. Si el lenguaje es el enunciado colectivo en una sociedad y la palabra es la enunciación de un sujeto, encontramos estas tres posibilidades: Estructura Locura Neurosis --- -~ Hombre moderno ~ Lenguaje sin palabra y palabra o palabra La primera es la que llamamos 1ocum):lesde siempre: el sujeto está en el lenguaje pero no haofi( si se entiende por '---- lO !bid.' pág. 268. 11 Introduction a la lecture de Hegel, París: Gallimard, 1947, pág. 14. [La dialéctica del amo y del esclavo en Hegel, Buenos Aires: La Pléyade, 1971.) , 12 Ecrits, op. cit., pág. 276. \ 13 !bid. · ÁJ M/h ~ J 'f . /'t"~/ c1 e.e, ;..,-,,..,,., L.,.U 28 ( "),_ / v Lt~/,,.11'"',¿. .. :t~ ' _!llo el intento de hacerse reco:p._ocer por _y en la P!_2Eia l.lill; \ gua. La segunda es la~sis;)gracias al retorno de lo re- 1J;>r1mido que son las formac1óñes del inconsciente, lenguaje l y palabra se encuentran; se dialectizan, se ponen en marcha el uno a la otra. Pero lo decisivo es la invención de una tercera paradoja, en la cual está atrapado elhombre moderni). La novedad de la actitud de Lacan radica en salir de la psiquiatría, es decir, de una nosografia general e intemporal, cuya ambición se- ría definir un psiquismo humano en todo momento y todo lugar. Es preciso tomar en cuenta la historicidad del ser hu- mano. Y por eso Lacan adopta un acento típicamente heide- ggeriano para describir al hombre moderno, mostrando ~ill semejanza de esta situación con la alienación de la locura», debido a que-ta.fito en una como en otra, «más que hablar, el sujeto es hablado». ¿De qué manera? Por una antinom/,Ci eñ - tre ~l lengua}é y la palabra, de modo tal que ~ }'l,!xtaponen sin encontrarse. · - ~-· Un lenguaje sin sujeto En el siglo XVII nació un nuevo discurso, el de la ciencia, que se desarrolló lentamente y determinó la llamada civili- zación científica. La objetivación en ese discurso es la alie- nación más profunda del sujeto de nuestros días, en princi- pio en Occidente y luego, y poco a poco, en todo el planeta, cubierto por la ciencia y la tecnología. De ello se deduce una obra común en la que circula una enorme objetivación según esta triple comunicación sin fronteras: el mercado de bienes, la migración de las fami- lias, la información mediática. Ahora bien, Lacan retorna a Heidegger para hacer un diagnóstico: esa obra que invade trabajo y ocio tiene una función de ocultación del sentido es- pecífico de la existencia. En ella, el hombre se olvida en la forclusión (¡corresponde decirlo!) de la interrogación sobre su ser: ¿qué soy, entonces, en todo esto? La pregunta ni si- quiera se plantea. Nacimiento y muerte se desubjetivan. El enigma del deseo del Otro: che vuoi?, queda triturado por in- quietudes técnicas de autoconservación, promoción buro- crática y rendimientos numéricos. 29 Ese universal que es el discurso de la ciencia subvierte a la vez nuestra lengua y nuestras relaciones sociales. Del he- cho de que sólo hay ciencia de un saber que se comunica sin límites puramente internos nace un universal. El poder poético y particular de la lengua se borra en beneficio de un poder instrumental y universal de pura transmisión de in- formaciones. Así, el conflicto entre grupos o individuos se explicará hoy de buen grado por una comunicación insufi- ciente de saberes: ¡hablemos más clara y extensamente, y el malentendido se disipará! Como lo universal del lenguaje es una pared contra la palabra del sujeto, esta debe borrarse para que la pared caiga y, de ese modo, triunfe lo universal. En ese conflicto, la palabra es el lugar de la verdad del suje- to, en cuanto se manifiesta en la historicidad de una memo- ria (de acuerdo con tal o cual pasado) y el saber de la finitud de su propio ser mortal. El lenguaje, por el contrario, es el lugar de un saber sin sujeto, porque carece de pasado y tiene un futuro ilimitado. Así, Heidegger, al hablar del hombre moderno, decía: «aunque sea lícito preguntarse, acerca del hombre de hoy en día, cuya "cultura", con frecuencia, sólo es producto de "com- pendios" y "revistas ilustradas'', de "reportajes radiofónicos" y "salas de espectáculos", si aún sabe, este hombre pura- mente norteamericano zarandeado en un torbellino seme- jante, y si aún puede saber, lisa y llanamente, qué quiere de- cir "leer"».14 Palabras publicadas en 1941, a las que Lacan hace eco en 1953 al hablar de ese hombre:«En su trabajo cotidiano, colaborará eficazmente en la obra común, y llenará sus ocios con todos los esparcimientos de una cultura profusa que, de la novela policial a las memo- rias históricas, de las conferencias educativas a la ortope- dia de las relaciones grupales, le dará motivos para olvidar su existencia y su muerte, al mismo tiempo que para des- conocer en una falsa comunicación el sentido particular de su vida».15 14 Conccpts fondamentaux, París: Gallimard, 1985, págs. 27-8. [Concep- tos fundamentales, Madrid: Alianza, 1994.] 15 Ecrits, op. cit., pág. 162. 30 Con mayor razón desde 1953: la comunicación generali- zada mediante la computadora, y luego por Internet. En síntesis, anonimato del horno technicus que se olvida al erigirse en el instrumento que debe responder al fracaso técnico del «¿cómo hacer?» mediante una solución puramen- te técnica, para no tener que pensar en el «¿por qué hacer esto?». Se suman a ello la globalización de los mercados, la uniformación de los usos (lo que suele llamarse «macdonali- zación» ), un cuerpo de funcionarios de mera aplicación ges- tionaría de reglamentos. A escala planetaria, el espacio de- be dominarse y neutralizarse quitándole poesía, recuerdo, éxtasis, en pro del triunfo de una emigración general y per- manente. Una palabra delyo Ahora bien, ese lenguaje universalizante no deja de te- .,_. ner efectos sociales exactamente contrarios: una segrega- ción, es decir, la exclusión de tal o cual otro, se pone en el fundamento de una fraternidad. El reconocimiento mutuo entre sujetos es sustituido por la reivindicación del yo de ca- da uno de ellos, en favor de una fraternidad grupal de re- pliegue identitario; el llamado a los líderes (Führers) desig- na en alta voz una frontera inmutable entre amigos y ene- migos del grupo, como salvaguardia de una pureza étnica. Lo mismo ocurre con la exaltación de las raíces y tradiciones locales, la visibilidad de los signos distintivos (dialecto, ves- timenta, alimentos, vivienda) y la salvaguardia del secreto contra la transparencia mediática y la mirada médica, edu- cativa o jurídica. Así, hay complicidad entre dos opuestos: la exigencia de información sin censura que nos deja sin pensamiento y la propaganda que nos impone tal o cual respuesta urgente a las cuestiones planteadas por la información. El caso Eichmann Heidegger decía: «La ausencia de pensamiento (Gedan- kenlosigkeit) es un huésped inquietante que se insinúa por 31 . (;,,/,..., .. /;.,,.J;«.r -¡; ' . / )_, l J - J . . --r;r. '--~~V r·.,,-".V,.1-'· i t r:t,-te~;l.f ,¡V/,·~~~;:"'-/'L{_' ~-··;•_ (d~ui:r en ~l mundo de nuestros dí~;,,:;~_~::::;:'~~~- '.~ d:: tac10nes mas sorprendentes de ese «huesped mqmetante» /- .ír" es el testimonio dado por Hannah Arendt en su libro Eich- · ,¡_, •,(Y).?! t>~ ". ·.l.:r. .. -~' / ~· ... ( .. f- ~ ¡ mann a Jérusalem. Rapport sur la banalité du mal. 17 ( , . Ese texto no siempre fue bien comprendido. Se vio en él ' ,e·· una tendencia a «minimizar» ese mal que es la Shoah. Si se 11.fa/,r, (}, lo lee bien, es lo inverso, como nos lo señaló Myriam Revault ~;7., e. d'Allones en Ce que l'homme fait a l'homme. 18 AdolfEich- l,,¡_,1 mann es el ejemplo típico del burócrata afanoso, atrapado c,r·; '•. 1 ° en un sistema. «Recordaba perfectamente -escribe H. r '''." Arendt- que sólo habría tenido mala conciencia si no lmbiese ejecutado las órdenes»,19 las de llevar a la muerte a millares de inocentes. El «sólo ... si ... » es decisivo. Así, los psiquiatras consultados atestiguaron que Eichmann era «normal»: vida familiar respetable, conformidad social, nor- malidad psicológica. Y él mismo decía que «personalmente (. .. ) nunca había tenido nada contra los judíos».20 En efecto, Eichmann es el hombre «normal» en tanto «no era una excepción»21 en el contexto social y político del na- zismo. Era el hombre de la calle, bien adaptado y buen eje- cutante, sin demasiados afectos ni emociones. Entonces, ¿por qué entrar al partido y las SS? Porque, escribe H. Arendt, «en su vida monótona, vacía de sentido, desprovista de impOrta;cia~ ¡;_·abía s~plado eCviento de la Historla;,, 2Z-coñ toda naturalidad. ¿Ser SS no es un medio --- --- como cualquier otro de hacer carrera? Y en este caso lo que cuenta son los actos y no los senti- mientos subjetivos. Así, en el proceso, Eichmann repetía los mismos clisés «entusiastas», las mismas «banalidades» acerca de un acontecimiento capital como la muerte de otro o la suya propia en la horca. De allí la contradicción «entre el indecible horror de los actos y la indiscutible ridiculez del l6 «L'expérience de la pensée», en Questions III, París: Gallimard, 1966, pág. 133. [Desde la experiencia del pensamiento, Barcelona: Península, 1986.] 17 París: Gallimard, 1996, «Folio/Histoire», nueva traducción. [Eich· mann en Jerusalén, Barcelona: Lumen, 1967.] l8 París: Seuil, 1997, págs. 21-41. l9 Eichmann ii. Jérusalem, op. cit., pág. 48. 20 !bid., pág. 49. 21 !bid., pág. 50. 22 !bid., pág. 61. 32 hombre que los había cometido».23 En efecto, para él sólo importaba lo que estaba ligado «técnica y burocráticamen- te» a su trabajo;24 así, lo que <<para Eichmann no era más que un empleo con su rutina, fue para los judíos literalmen- te el fin del mundo».25 Eso es la banalidad del mal: «Lo que le había pasado --dice H. Arendt- podía pasarle en el futuro a cualquiera: todo el mundo civilizado estaba frente al mismo proble- ma». 26 Efectivamente, es el problema del hombre de hoy, el de nuestra civilización técnica y científica: Eichmann no es más que uno entre otros; ni un monstruo ni una excepción (la excepción, al contrario, es el a-normal que por conciencia moral se rebela o margina). Y Hannah Arendt llega a la conclusión de que esa nor- malidad es absolutamente aterrorizadora, ya que supo- ne que este hombre normal «comete crímenes en circuns- tancias tales que le es imposible saber o sentir que hace el mal».27 Hay_gara él algo indecible, impensable_,_igexpfü~:able que hace de la m aldad del mal perpetrado~ «banalidad». All!eSta-eTñorrof: ~~li_mailn~n-º-liªy nif!guna profunai: dad ;~reta de orden diabólico o maligno, sino una «p~ra au- sencia de pensamiento»,28 ausericía q"ú.e-coñcierne af ~~l mismo. Esa es sin duda la novedad del siglo XX, de modo que ese crimen carece de precedentes: burocracia, adminis- tración, cuerpo de funcionarios y tecnocracia alcanzaron una forclusión del sujeto. Estamos ante una paradoja: en efecto, si no hay inven- ción de una nueva ciencia sin sujeto (como lo mostró Descar- tes), en cambio la tecnociencia, una vez constituida, tiene efectos sociales que borran a cualquier sujeto. f rd,/c,.¡,,._f.:_ d, fr,_~' _.q "'-rC /(...,_ vtri. 7,,,)J,._ (2 v '12) 1 (/," r /;! e;_..., '"' (,· ~• r if <"<-1 a. ,l iA -e::'-' t.J "'· 23 !bid., pág. 93. 24 !bid. 25 !bid., pág. 251. 26 !bid., pág. 399. 27 !bid., pág. 444. 28 !bid., pág. 460. 33 El psicoanálisis interrogado Esa borradura está en el origen de la nueva nosografía mediante la cual Lacan da lugar al conocimiento paranoico del yo del hombre moderno como función reactiva contra el universal abstracto del lenguaje tecnocientífico. De allí la siguiente antinomia: o bien el discurso científico, o bien una palabra del yo, pero de tal modo que la segunda alternativa venga a dar una respuesta compensatoria a la primera. Pudimos llegar a creer que el universalismo de la comu- nicación de nuestra civilización homogeneizaría las rela- ciones entre los hombres en su demanda de reconocimiento mutuo. Ahora bien, no hay nada de eso. El siglo XX se carac- teriza por una segregación más fuerte que nunca, de tal mo- do que el nazismo aparece hoy en el papel de precursor. Lacan expresó esta inquietud al término de las Jornadas de Estudio sobre la Psicosis Infantil, el 22 de octubre de 1967. En efecto, se trata, dice, del «problema más candente de nuestra época, en cuanto esta es la primera en experi- mentarel cuestionamiento de todas las estructuras sociales por el progreso de la ciencia. Aquello con lo cual (. .. ) vamos a tener que vérnoslas, y cada vez de manera más apremian- te: la segregación. Los hombres se internan en un tiempo al que se califica de planetario, en el que se informarán de lo que surge de la destrucción de un antiguo orden social». Ahora bien, lo que surge es esta nueva cuestión, que Lacan enuncia del siguiente modo: «¿Cómo hacer para que las masas humanas, condenadas al mismo espacio, no sólo geográfico sino, llegado el caso, fa- miliar, sigan separadas?».29 y .:: .. o;- ¡~,/c• ';,., Esa es la verdadera cuestión: ~qué separación es_t~ juego en el psicoanálisis? ¿Es este cómplice de una separa- ción segregatiüa7 fa que el conocimiento paranoico del yo instaura contra la ciencia? ¿Una separación en beneficio de un yo fuerte? Este interrogante es ineludible para los psicoanalistas; coincide con el que planteamos en el capítulo anterior acer- ca de la exclusión recíproca. Para responderlo, es preciso 29 Recherches, «Enfance aliénée>>, 2 diciembre de 1968, págs. 144-5. 34 partir de esta nueva nosografía de Lacan; pues ella abre en 1953 un sendero que va a subvertir la denominación de psi- cosis. En efecto, dos años después, en su seminario Las psi- cosis, Lacan introduce una analogía entre estado prepsicó- tico y situación del hombre moderno.30 Y así resulta claro que elñacim iento def ¡:}Sicoanálisis er{ tal o cual cultura sólo es posible en la modernidad; aquel «es intrínsecamente sin- a rónico de la ciencia moderna».31 Por ello, podemos decir ue sólo el pasaje del hombre moderno a la «psicosis» da ori- en a una demanda de análisis. ,,. ;,1,Í¡ .fV\-1."1? f9y.. / (':?{.,' ..1· ~-1 ~-u._ 30 Por ejemplo, con referencia al «conformismo» de uno y otro: Le Sémi- naire, Livre 111, op. cit. , págs. 226 y 231. 31 Jean-Claude Milner, L' amure claire, París: Seuil, 1995, pág. 149. [La obra clara, Buenos Aires: Manantial, 1997.] 35 4. La vía freudiana La respuesta del psicoanalista a la cuestión que plantea la antinomia entre lenguaje y palabra en el hombre moder- no, nacido de la civilización científica, dependerá ante todo de la manera como conciba el inconsciente freudiano. Este debate esencial comenzó entre Freud y Jung. Pero sigue siendo actual. La aparición reciente de la nueva tra- ducción francesa del libro de H . Ellenberger, Histoire de la découverte de l'inconscient,1 nos brinda la oportunidad de precisar cuál es la- apuesta de ese debate, de acuerdo con los cuatro postulados siguientes: l. La noción de inconsciente tendría por origen la psi- quiatría dinámica, de la que el psicoanálisis sería el~ redero. En oposición a una Esiguiatría científica, organicis- ta y mecanicista, a partir de fin.el y Esquirol se afirmó una psiquiatría que supo recoger de la sabiauría grecolatina, a j , ia vez médica y filosóficj ,l a_ noción_ de stvnaaiiis o impetus .- :: v t:r~ ~ 1 En nuestra naturaleza está inscripto un poder, una fuerza, . / . .; una potencialidad que se halla en el origen de todos los ac- · ·' ' ''(: _ ":~.) . (· •.. ~ J tos, para orientarlos y darles una finalidad. Hablar de in- a -' 4t r :.~ consciente es calificar el lugar de ese proceso inmanente (" t '"' 1 " • que, en el apreS-COUIJ., permite decir que tal síntoma es el f signo del desarrollo negativo o positivo de una tendencia su- J)", ... ,,, puestamente presente. ' Contra los pavorosos racionalistas modernos que sólo admiten lo demostrable a la vez experimental y estadístico y niegan cualquier finalidad natural o religiosa, médicos y filósofos románticos coinciden en afirmar un inconsciente que colma felizmente las fallas de lo consciente. Así, Von Hartmann, Schopenhauer, Nietzsche, Fechner, H. Jackson, 1 París: Fayard, 1994. [Historia del descubrimiento del inconsciente , Madrid : Gredos, 1976.] 37 v--.l "~ (_2 / (. ., ('!, ;.::,, i r/r E. Bleuler y H. Ey se unirían a Freud, Adler y Jung, sus he- rederos. Por ejemplo, con su principio de placer-displacer, Freud no hace más que retomar la tesis de Schopenhauer: un acto no deriva de la calidad de las representaciones cons- cientes, sino de un impetus, una voluntad inconsciente qm~. admite o reprime tal_? cual repr~_gtación según el placer o el displacer q!:!~xperimenta con ella. Así,__!lp exceso de re- presión en el hombre moderno lo convierte en impotente y enfermo.2 · Ahora bien, ¿qué nos dice Freud contra esta interpreta- ción? El inconsciente está hecho de huellas mnésicas (Erin- nerung;p¡;;;n), d~ in~~riyción {Niedersc_hrift);-«La oposición entre Cs e les no se aplica a la pulsión».3 ~n efecto, la repre.- sión es «Un proceso que actúa sobre representaciones (Vors- ielluYJ:.gen )», 4 con retorno d.§ lo reprimido como Vorstellung- repriisentanz, es decir, representante de la representación. Pero hablar de ese modo no es recurrir a una energética ni al afecto, sino a lo que depende específicamente de la rela- ción de significante con significante, o sea, desde Saussure, del campo de la lingüística. ¡Se terminó la apelación a la dynamis griega, a las divinidides de la noche del romanti- cismo y de la filosofía de Schopenhauer! Lacan insiste en ello: el lenguaje es la condición del inconsciente (y no a la in- versa), y por lo tanto el inconsciente como efecto de lenguaje tiene una estructura de elementos discretos. 2. La segunda apuesta del inconsciente sería, contra la modernidad y su vagabundeo, un retorno por fin posible a nuestras fuentes siempre presentes, aunque reprimidas: lo primitivo, la infancia, lo mítico, lo oculto, lo legendario, lo fe- menino. Contra el universal abstracto de la razón, el incons- ciente sería la presencia de la particularidad de nuestras raíces, nuestra genealogía y nuestra cultura. La locura mo- derna se origina en la destrucción de esa particularidad. 2 Cf. el artículo de Michel Henry en R.-P. Droit (comp.), Présences de Schopenhauer, París: Grasset, 1989, así como el libro de P. Raikovic, Le sommeil dogmatique de Freud, Le Plessis-Robinson: Les Empecheurs de penser en rond, 1994. 3 S. Freud, Métapsychologie, París: Gallimard, «Folio/Essais», 1968, pág. 81. [Trabajos sobre metapsicología, en Obras completas, Buenos Ai- res: Amorrortu editores (en adelante AE), 24 vols., 1978-1985, vol. 14, 1979.] 4 lb id., pág. 86. 38 La curación, por lo tanto, es un pasaje a la posmoderni- dad mediante un retorno a la premodernidad de cada uno, según su propia historia. De allí proviene el éxito de la etno- p~l hombre moderno es o bien un migrantedefin- erior por el paso de la comunidad rural al monoblock urba- no, 5 o bien un migran te llegado del exterior, de un país de cultura tradicional. Algún día, el desarraigo hace un trau- ma. ¿Cómo superarlo y darle sentido, si no por el retorno al material cultural y religioso del grupo de origen? Curar es curar de la modernidad reconciliando al sujeto con su propio inconsciente como feliz presencia del pasado. Pero el inconsciente freudiano es muy distinto: rompe con el pasado. La función del retorno de lo reprimido no con- siste en colmar las lagunas de lo consciente del hombre de la civilización moderna. Muy por el contrario, instaura en él _ una laguna, restaura una pérdida original, una falta pri- ,,.17; e - mera de objetos colmantes y totalizan tes. Provoca el tropie- " 'ª zo del dlscurso social qué pretend-; dará cada verdad su sa- ber. El retorno de lo reprimido es repetición con respecto a un encuentro siempre fallidÜ: - Por lo tanto, lejos de dar c abida a significaciones del dis- curso social, el inconsciente introduce el sinsentido y actua- liza en el sujeto lo no realizado.@3 agujero de des~ Cüñücimierito,-heñdiaura, cojera enfre la causa y el efecto, tropiezo, claudicación, fisura, traspié: en resumen, el in- consciente, de acuerdo con el juego de palabras de Lacan, debe pronunciarse en voz alta en alemán y leer en él lo que deja oír el francés: § 0 évue[~e_quivocaciónJ. ) ('/' Vale decir que el inconsciente tiene, topológicamente :r'f' ,, .,. hablando, estructuraaeborlle.Pone oe rélieve la ausencia (' •'() Cn" de un significante que pueda ci'ecir el ser del sujeto,-y marca esa ausencia con un trazo de borde. 3. De ese punto de disputa se deriva un tercero:~ habría inconsciente colectivo. Lo cual sería evidente por sí 'mism<\ ya que el retorno a 13.s fuentes es la recuperación de la pertenencia y la afiliación al grupo cultural propio. Hay homología entre psiquismo y cultura. La psicosis del hom- bre moderno es la de un desarraig_ado, Uilvagabundo, por: q.ue es la de u n n<?_ embaucado [non-dupe] por·s~ in~onscie~- :; Cf. Tobie Nathan, La folie des autres, París: Dunod, 1986, pág. 217. 39 te. Pero para dejarse embaucar por él de la manera adecua- da, sería preciso entonces que el terapeuta no estuviera en la a-topía, en el fuera de lugar de una neutralidad objetivis- ta. En efecto, si rituales y mitos son los verdaderos lugares de la transmisión de los sentidos, ¿cómo recibirlos, si no en la comunidad étnica fundada en un asentimiento común, de acuerdo con una misma dinámica integradora? Pero Freud rompió radicalmente con cualquier incons- ciente colectivo. La Massenpsychologie promueve la identi- ficación del yo seifui los rasgos del ideal del yo. Pero el yo no es el sujeto. Este es eCefecto dé Ürt inconscie~te individual según la estricta singularidad de una historia. Por eso La- can podrá decir: «No hay enunciado colectivo del sujeto de la enunciación». El genio de Freud-consistió en haber saoiaó es~uchar a ese sujeto de labios de la histérica, que por defi- nición impugna cualquier rasgo común y por lo tanto colec- tivo que diga el ser femenino o el ser masculino. El discurso del sujeto de la enunciación es el discurso del Otro en la singularidad de tal o cual historia. En ese senti- do, el inconsciente está marcado por una alterigi!_d, no obs- tante lo cuai no es colectivo: -· «En cada cual -¡no se sabe por qué vía!- algo camina des- de sus primeras palabras escuchadas, y hace que cada uno tenga su inconsciente».6 4. Para terminar, el último punto: por ser grupal, el in- consciente psíquico sería transmitido por el líder de la co- munidad cultural o religiosa. Contra la psiquiatría organi- cista, la psiquiatría dinámica redescubrió la eficacia tera- péutica de la palabra del maestro que tiene un poder mágico ~ sobre el psiquismo. La verdad actúa como causa eficiente por medio de la consigna. Así, el psicoanalista ocuparía el lugar del chamán, el sa- nador, el exorcista, el hipnotizador. La terapéutica sería uña cura psíquica, un tratamiento moral, como diría Pinel, gracias al poder de sugestión del verbo y la mirada, que el paciente reclama. En efecto, el hombre moderno estaría en- fermo por carecer de maestro; laico, demanda un clérigo que sepa hablar bien. 6 J. Lacan, «Üuverture de la section clinique» (5 de enero de 1977), Orni· car?, nº 9, pág. 10. 40 Justamente con respecto a este punto Freud dice no. El análisis es laico o no es. Si la transferencia es su cond1Ci~ no es ni su término ni su meta. Y Lacan agrega: «El analista es el desecho del goce», vale deci&_lo ir!_verso del maestro de antaño. Tal es nuestra situación: laica, científica y democrá- tica. Por eso el psicoanálisis freudiano sólo puede practicar- se en ciertas circunstancias socioculturales, las que permi- tieron su nacimiento en Viena con Freud, es decir, con el su- jeto nacido de la civilización científica. La historia de ese sujeto se puntúa según la lógica de estos tres tiempos: 0 en el nacimiento de toda ciencia en el sentido moder- no, está la duda con respecto a los saberes constitui- dos, recibidos por la costumbre y la educación. Es la divisa de las Luces; el estado de minoridad se define .como «la incapacidad de valerse del propio entendi- miento sin ser dirigido por otro», según decía Kant, que agregaba: «Ten el valor de valerte de tu propio en- tendimiento», es decir, de hacer de la duda el apoyo mismo de la certeza. Así, de esa distancia moderna wtre verdad y saber nace sin cesar el sujeto de la ciencia, sujeto dividido entre el significante con el :-'~ < /.... cual ~e ,identifica pero- que él no es, y el sign~ficante. (~e_,/, que dina su ser pero falta; · pero una vez constituida y establecida, la ciencia olvi- da su nacimiento y reprime al sujeto. Transmite el sa- ber adquirido como verdad y sutura al sujeto. Es la enseñanza escolar; ahora bien, ese sujeto olvidado por la ciencia estable- cida espera. Ese sujeto, y ningún otro, espera su re- torno con Freud y un psicoanalista, con vistas a su certidumbre a partir del apoyo del primer tiempo. Con y por el psicoanálisis, en lo sucesivo está en su propia casa. Estas cuatro negaciones permiten señalar cuál es la res- puesta freudiana al hombre de la modernidad: no perpetuar una nostalgia identitaria sino, al contrario, permitir,-como decía-:Cacan, que nadie más «que el sujeto de la ciencia se. realice de manera satisfactoria».7 7 Ecrits, op. cit., pág. 862. 41 1) 11 .; b!' El paso que hay que dar Como el lenguaje es la condición del inconsciente, Lacan, al retomar el inconsciente según Freud, podrá abordar por fin la psicosis gracias a la invención de una triple nomi- nación. Esa es la clave de su seminario sobre las psicosis (1955-1956). «Dentro del fenómeno mismo de la palabra, podemos inte- grar los tres planos: - de lo simbólico, representado por el significante; - de lo imaginario;'"representado por la significación; - y de lo real, que es el d[sclirso efectiva y realmente pro- nunciado en la dimensión diacrónica».s Esta triple afirmación es determinante para la interpre- tación de la psicosis, y permite distinguir significante y sig- nificación. Durante casi veinte años, desde 1932, Lacan qui- so «comprender» la psicosis, es decir, captar sus significacio- nes. Desde 1953, la actitud es la inversa: ya no comprender, sino explicar. Primera ley: en cuanto ~aQsa de las signifisacion~s, el _ si~nificant~xe_l§yorffi!§ JC> simp_ólico determina lo ima- ginario y no al revés. No hay imaginario puro, como Lacan pudo hacerlo cree"; i!~~l estadio del espejo. El significante procedente del Otr~al o cual significación a una imagen del cuerpo. El ejemplo más sorprendente es el del conocimiento pa- ranoico. En el capítulo 1 vimos que su rasgo específico es la bipolaridad inclusión-exclusión. Ahora bien, la exclusión re-- ~ÍP!¡;ca no es purament; imaginaria como Lo ~s la inclu-~i@ de lo semejante. Aquella es el efecto, en la relación imagina- ria, de un significante primordial, sin el cual sólo la inclu- sión existe, cautiva, subyuga, fascina. El paradigma de esta ley de la primacía de lo simbólico sobre lo imaginario es el del significante fundamental que es el Nombre-del-Padre. En efecto, sólo este introduce la ex--------- 8 Le Séminaire, Liure III, op. cit., págs. 75-6. . / Cti. , , /:ve._/< '¡ {. e ,' ~~ ~ • JC ¡,....,p~,,:: . .....,.jc< J¿..._¿j.. ~-tq ~Á-'""-,:· ~ / ! tC l " . " ' - /. ,.¡,.......,c..0 ~c. ¿,._ 42 ' <~.-r ª'?r-i,,,,,oY' (' r (j I,. i' . & X(,.,t;,,_...,,..,,,~ rúh. A7 ~e..-. { 1l.Jt 17 ' ~ \ "1~ N. ',,/""'"·w·t(r./L k-- . f ~ ,., ,...... j e cA,..,{t:JJ...d. ,.l.,..,_.,"}/',/., /rr ;.i • 1 • «Todos hemos conocido a esos hijos delincuentes o psicóticos que proliferan a la sombra de una personalidad paterna de carácter excepcional, uno de esos monstruos a los que se lla- ma sagrados(. .. ) SÜpongamos que esta situación entra- ña para el sujeto, justamente, la imposibilidad de asumir la realización del significante padre en el nivel simbóliCO. · i Qué le queda? Le queda la imagen á la cual se reduce la función paterna. Es una imagen que no se inscribe en nin- guna dialéctica triangular, pero cuya función de modelo, de alienación especular, da al sujeto, de todos modos, un punto de enganche, y le permite aprehenderse en el plano imagi- nario». 9 Pero si permaneceen ese plano, la relación, en conse- cuencia, «no tiene la significación de exclusión recíproca que implica el enfrentamiento especular, sino la otra función, que es la de la captura imaginaria». Así, «será preciso que el sujeto haga suyo el peso de esta verdadera desposesión pri- mitiva del significante y asuma largamente su compensa- ción, en la vida, mediante una serie de identificaciones pu- ramente conformistas con personajes que le darán la idea de lo que hay que hacer para ser un hombre». 1º .) Segunda ley: si el significante falta, hay a cambio proli- feración de significacíO~es qu_e suplen esa fa lta: El Nom~e:u . 11 del-Padre es u_!.1 puro siggificante. Si falta, se darán signifi- ·X, caciones que respo!ld~njl la pre~ta: ¿qué es ser padre? y aquí lac osa fluye, se desenhebra sincesar: ¡es el genitor! ¡No, es el sostén que asegura la subsistencia! ¡No, es el edu- cador que sirve de modelo! ¡No, es el padre legal inscripto en el discurso jurídico sobre el matrimonio o la cohabitación prolongada! Etcétera. La cosa puede sostener durante un tiempo, pero ¿reem- plaza realmente el significante faltante? Es cierto, Lacan constata esta suplencia: «Así, la situación puede sostenerse mucho tiempo, los psicó- ticos viven compensados, tienen en apariencia los compor- 9 lb id., pág. 230. 10 lbid., pág. 231. • ..<.rt ,p, ' """' ,~ f ,}., ~ ... 'l·) (-1•1'-• 43 o @ tamientos ordinarios considerados como normalmente vi- riles, y de repente, de manera misteriosa, Dios sabe por qué, se descompensan».11 Es preciso, por lo tanto, abordar por fin la cuestión fun- damental: «¿Qué convierte en súbitamente insuficientes las muletas imaginarias que permitían al sujeto compensar la ausencia del significante? ¿Cómo vuelve el significante a formular sus exigencias en cuanto tales? ¿Cómo interviene e interroga lo que faltó?».12 11 !bid. 12 !bid. 44 5. La psicosis, una respuesta al acontecimiento Como todo el mundo No hay psicogénesis de la psicosis, si se entiende por gé- nesis un movimiento inmanente que conduce necesaria- mente a tal o cual término. Eso significaría atribuirlo todo al psiquismo. < Así, Lacan preguntaba: «¿Tiene una psicosis, como una <-l neuros!§.,,_1m_a_nreh~?». Y contestaba: «Todo hace-peñ- ':~ sarque la psicosis no tiene prehistoria».1 Aparentemente, i.;.- ;;fiada sé parece tanto a una sintomatología neurótica como -~; 1 una sintomatología prepsicótica».2 Desde luego, a poste- ,~·· riori, al querer como buen discípulo de Jaspers «compren- der» al delirante, se atribuirá significación a tal o cual ante- cedente, calificado entonces de síntoma específico. Pero no se trata sino de una reconstrucción en el apres coup. /' 1 ( •,.·~ Reconozcamos este hecho: aquel a guien se llama~ f f ~ )'-,~·> 'c~ no es reconocibl~ como tal. Al parecer, se compo~ta ~ 1 : / mo toaüel munao; social:rlleñtelíablando, se las arregla oas- ·-.. ~ "tante bien para a6rirse camino. ¿De qué manera? «Median- "J . ---- te una serie de identificaciones puramente conformistas con personajes que le darán la idea de lo que es preciso hacer pa- ra ser un hombre»,3 o lo que es preciso hacer para ser una mujer. Así, «por intermedio de una imitación, un engan- che»4 a la imagen del semejante, del par, que le sirve de mu- leta, el:Qrepsicótico puede vivir sin que se declare_ una psico- sis. Vive «en su capullo, como una polilla».5 --¿Hasta su muérte?7,POrqúé no, en efecto? ¿No es la si- tuación de todo el mundo, por lo menos la del hombre mo- 1 J . Lacan, Le Séminaire, Livre III, op. cit. , pág. 100. 2 Ibid., pág. 216. 3 !bid., pág. 231. 4 Ibid., pág. 217. 5 !bid., pág. 285. 45 derno reducido «a permanecer muy perezosamente en el conformismo»,6 según moldes exteriores y estereotipos de comportamientos?7 La cosa se repit~ en el Rªr hast~ el día en _que aparece el impar: puede_§ei:,: que~l acontecimient~Emo encuenJ;raso!!:. o real, trastorne ese e_guilibri~. ¡Contingencia del aconteci- miento! No es previsible en virtud de un movimiento pura- mente inmanente y de una prehistoria determinante. Pero puede ocurrir ... ¡a algunos! r r.~rl 1-1~~ ~- ,..,~l--4 ~~. Un nuevo reparto de cartas Puede suceder fortuitamente que un acontecimiento, como encuentro con lo real, rompa con las significaciones adquiridas; se les escapa. La verdad singular sobrepasa el saber que respondía hasta ese momento. Había coinciden- cia entre saber y verdad, y resulta que, de improviso, el acontecimiento__se erige ep. supJemell!Q,_§egúnJ a expr~ajQn de A. Badjoµ.8 En efecto, es transgresión de las reglas admi- t idas y de las garantías reconocidas de acuerdo con lo que ordena la ley de los intercambios. Bueno o malo, el aconteci- miento es uno de más, que hace impar: por un lado, un encuentro amoroso, una.próxima pa- ternidad, un descubrimiento científico o artístico, una causa política o militar,9 una revelación religiosa; por el otro, una traición conyugal, un fallecimiento inesperado, un fracaso profesional, una derrota políti- ca o militar, 10 una desconsoladora noche mística. 6 !bid., pág. 226. 7 Es justamente lo que la teoría comportamentalista utiliza como méto- do de curación. 8 L'éthique, París: Hatier, 1993, cap. 4. 9 Cf. ~ asom~p 2:!:.lat~ J~ !:.aulhan, Le guerrier appliqu.~ , París: Gallimard, «lmaginaire», 1982, con esta presentación del autor: «En Le guerrier appliqué se verá que las trincheras, la muerte de un amigo, un ataque bastante torpe, pueden enseñar a un joven soldado lo que el amor, el matrimonio, el trabajo y las demás distracciones de la vida le hubiesen enseñado de manera más negligente». 10 Lo que el artículo 16 de la Constitución francesa llama «una situación excepcional», por ejemplo la de junio de 1940 en Francia. 46 ,3 _ En cada ocasión, con una nueva verdad, el saber falta y la interrogación queda suspendida. verdad saber ? ---------------------· ¿Cuál va a ser la respuesta psicótica a esta interroga- ción? Para que una psicosis llegue a dar respuesta, se re- quiere ante todo la ca-incidencia (en griego sín-toma) de ~os <~ídas;>, ~~n~o fortu~, uñ a eñ10 imaginario, la otra en IOSímbólico: yuxtaposición de dos . agujeros. --- ,, ()_ . ,/ ,.1,(, ,.,t~ ~~~---f _. Gvv -Tí'CWflO'-- La elisión en lo imaginario f 1- 6 Para posibilitar la comprensión de la primera elisión, Lacan retoma su esquema L, que articula dos diagonales: la de la relación en lo simbólico (A~ S) y la de la relación en lo imaginario (a' ~ a): Esquema L (Es) S •:········._ ......... ,@otro ·~ ·'lr $· § Cl " ·-.$','lró-0, '.>;: ':'.>,. A...,<lJ ~- ~ <(, (yo) a u • 'C @Otro La relación en espejo según la imagen puede sostener una distancia a lo largo de toda una vida, salvo que un día no logre proporcionar la respuesta exigida por la novedad de la aparición de tal o cual acontecimiento. En efecto, para responder a ella, el modelo de las significaciones que dan los 47 ,j)S otros (los otros con minúscula: a' ~ a) ya no basta para echar luz sobre la conducta requerida. Por ejemplo, Daniel Schreber, con su lucidez habitual, hace esta observación respecto ae su designación como pre- sidente de cámara en la corte de apelaciones del Land de Dresde, el 1 º de octubre de 1893: «Esta tarea era tanto más pesada cuanto que los miembros del consejo (compuesto por cinco jueces) cuya presidencia tenía que asumir me superaban en edad, y con mucho (has- ta en veinte años)».11 ~ Hay inversión de generaciones. En ese caso, ¿cómo asu- r entonces una función de autoridad paterna de presiden- ? Sólo es posible hacerlo pasando del ~º~ªl Otro, del apo- yo Óe lo eSP.eCul~,r al apoyo ,de la palabra, O bien ae ~i fic;¡ciones establecidas a los significaiites puros como funda- dores de nuevas significaéiones. ··· • - - Si ese pasa]e se ef~túa, el s~jeto puede tomar por sí solo la palabra y hacer frente al acontecimiento. Ahora bien, el asaje requiere que en el Otro, lugar de los siggificantes1 lll- garque Freudllamá-Unbewuf3te, se inscriban para el sujeto ·tüssignificantes fun71.amenta1es üei.a existencia bumaña, en particular el de la paternidad: el Nombre~del-Pádre. Con esta condición, el sujeto que debe cortar amarras c on lo especular puede internarse pese a todo en lo desconocido, con la ley del significante inconsciente como único apoyo. 11 Mémoires d'un névropathe, París: Seuil, 1975, pág. 46, § 37. [Memo- rias de un enfermo nervioso, Buenos Aires: Perfil, 1999.] 48 El esquema L y la psicosis Lacan se explayó de distintas maneras sobre la natura- leza de ese pasaje, que la aparición del acontecimiento hace necesario algún día. La apuesta consiste, en todas las opor- tunidades, en explicitar lo que presentan el esquema L y sus dos diagonales. Una de las fuentes de ese esquema es la lectura que hace Lacan de los estudios de Etienne Gilson so- bre la Edad Media.12 En ellos encuentra la cuestión plan- teada por la teoría del amor en el medioevo y, más preci- samente, por el debate que provocará e( tr~bajo de Pierre Rousselot, Pour l'histoire du probleme de l'amour au M(jjeñ Age.13 Laca'ii. hablará a menliao de -ello durante el semina- rio, en particular para hacer comprender qué es la psicosis: "·/ «Tal vez les parezca un curioso y singular rodeo recurrir a .~ 11 una teoría medieval del amor para introducir la cuestión de la psicosis. Sin embargo, de lo contrario es imposible conce- bir la naturaleza de la locura».14 En la Edad Media hubo dos teorías sobre la naturaleza del amor. Una, llamad.affisicilJ, se funda, no en lo corporaÍ, ·sino en la Physis, la Naturaleza. Propiciada por santo To- más, tiene su origen en la ética de Aristóteles y su presen- Í.j . tación de la philia, el amor de amistad. El amor es atracción 7 ' 'c.;- por el bie'Ti; el v-erdadero bien, sin em.bargo, no puede ser· más que mi filen, el g,e mi psique, bien interior_y espiritual. Así, a fin de cuentas, lo que veo en el otro en cuanto amado es mi porvenir anticipádo, mi yo ideal. ¿Cómo no reconocer eñello el-estadio derespejo? La otra teoría, menos lógica pero más lírica y poética, es /e í, la «extática» Presentada por Abelardo, san Bernardo de 0-:1ticc... laraval y o ros, retoma el neoplatonismo a través de san Agustín. El amor es Eros¡ no tiene nada que hacer con ~ propio bien porque pone «fuera de sí mismo», nos hace ex-- 12 Es indudable que Lacan conoció a Gilson gracias a J. Baruzi, su profesor de filosofia en el colegio Stanislas. l3 París: Vrin, 1933 y 1981. M.-C. d'Arcy, en La double nature de l'amour, París: Aubier, 194 7, nos dio un panorama general de la historia literaria y teológica de esta dualidad. 14 J. Lacan, Le Séminaire, Livre III, op. cit., pág. 287. 49 státicos ., ¿No es la relación A_ -7 S en el esquema L? Ahora bien, esa relación es interrumpida y detenida por el muro de la relación imaginaria; debe hacer ese rodeo; ya veremos cóillü. Podemos presentar la oposición entre ambas teorías en el cuadro siguiente: Física ~ J ,,_d.ü, "'- Extática Philia -1'- _ - ~ -> Eros Amor de amistad • Amor de deseo . .• _ _ Saber de mi bien No saber de mi bien El amor por el otro carece de razón 'JQifcl t1. t! El amor por el otro es la razón del }7ci,,¿ ,.._ amor de sí , ·,,-(e< 4 Sabiduría, mesura Jo A;• l".J if. k; Unidad del amado y el amante por · ""' " ' ' identificación Locura, viol encia 11'-·~/.;rh, Dualidad y desigualdad La unicidad del goce del amado y el amante los relaciona ,., , / l , El absoluto del goce del otro no constituye una relación entre el amante y el amado é~C\·ózr¡!; ><~' [eºffEV'ó.J )" La aRuesta_deLdebate.consiste.en mantener Ja dualidad <!_e lÜs dci~ a_mores yno.r_educir el uno al otro. El amo~ sólo es sostenible entre el ser humano y Uios-;-éhtre un hombre y una mujer (y a la inversa), si puede mantenerse esta distin- ción sin separación. El esquema L de Lacan retoma la dis- tinción: no el uno sin el otro. ¿Qué pasa, al contr~, en el prepsicótico? La relación imaginaria según el amor de amistad existe, pero de tal mo- do que excluye la otra relación. La diagonal a' -7 a tapona, obtura la relación A -7 S. Dice Lacan: «En nuestro pequeño esquema debemos hacer recubrir la relación amorosa con el Otro en cuanto radicalmente Otro, con la situación en espejo, todo lo que es del orden de lo imaginario» .15 ,~ -v,., a a' ' cflfCC A s Tenemos una huella de esta situación en Schreber. Aun después de su delirio, este mantendrá con su nmjer,por otra 15 Jbid. 50 parte, una relación «tan elevada como la de la amistad en el sentido en que Aristóteles hace de ella la esencia del lazo conyugal», 16 de acuerdo con la ética siempre actual del bien y el bienestar. Pero, ¿cómo se produce la eclosión de la psicosis? Esta eclosión se define como el estallido de ese mismo recubri- miento. La relación de amistad en espejo ya no basta y abre un abismo, eí del Otro absoluto.: - - - - ~ ara el psicótico, es posible una relación amorosa que lo imine como sujeto, en la medida en que ella admite una eterogeneidad radical del Otro. Pero ese amor es también un amor muerto».17 El amor «extático» se convierte en el amor loco, insopor- table, que conduce al suicidio. ¿No decimos acaso que el loco está «fuera de sí», ex-stasiado? G En consecuencia, en la psicosis tenemos el amor «físico» bien el amor «extático», pero nunca ambos en su relación de distinción. La elisión en lo simbólico Hemos visto una primera elisión. Un día, lo imaginario que hacía de sostén y referencia en la prepsicosis falla. Así, Ida Macalpine podía señalar en Schreber una incertidum- bre acerca de su identidad sexual: ¿qué es ser un hombre, una mujer?18 Los modelos ya no bastan para responder. V"1 . (,~; Hay, se dice, descompensación, descomposición (Verwes- ¡,.11J ) - - - - - --ung. · Pero una psicosis se desencadena cuando a esa falla se suma, coincide con ella una segunda, debido al encuentro 9 '' fCon otro acontecimiento: ~l ll~n!_ado a.un-significante deba~ U• se, llamado procedente de una autoridad calificada de pa- terna y dirigido a l-süjefo_. Porejemplo, en el caso de Schre- l6 J. Lacan, Ecrits, op. cit., pág. 574. 17 Le Séminaire, Livre Ill, op. cit. , pág. 287. l8 Cf. su notable exposición «Discussion sur le cas Schreber» (1955), incluida en Le cas Schreber, París: PUF, 1979, págs. lTl:füL- - -- 51 ( tJ;Uvl~ [l-1? V'-" C"" rrr.~' . ... ':'" '/''r>' Jol"' "'\ ~ i:f ¡:".· ... " ;t..._ ée c{r.,C ... ? (/...f..t-,.~,, a 111. e ;1j ~ n...J'.....Y? ~.( (J o,').. ,,l_ te ,,,.. {--,,, '., /V -:.>V\.(· N dr e> .> (: e ' /"Í ~ ,.Lr, ele_(! - ~ e,./ .. /,...;: ,, ,. -~ C't.--c..:,··i...-? ber, en junio de 1893, «un llamado 7expreso de los minis- tros»19 en posición de pares reales. Ahora bien, esta invoca- ción situada en el Otro, lugar de los significantes primordia- les, no es recibida por el sujeto. Esos significantes son for- cluidos, abolidos, sin Bejahung posible. Conminado a con- corda r con tal o cual significante fundamental, allí mismo donde hay elisión de las significaciones en lo imaginario, er Süjeto no pue<!e responder: hay elisión eñ lo simbólico. - · Lacan se refiere a los recursos gramaticales CíeTa lengua para hacer que captemos esa imposibilidad en el futuro psi- cótico. Escoge esta afirmación procedente del lugar del Otro y dirigida al sujeto: ~Tú eres quien me seguirás».20 ¿Cómo salvará el «tú» la pantalla del «quien» para hacer oír lo que sigue? ¿El sujeto recibirá un «me seguirá» o un «me segui- rás»? ¿Cuál recibirá con exclusión del otro, pese a su idenb-·· d ad fonemática? El primer caso, el «me seguirá», es el del prepsicótico. Es- te recibe una constatación en tercera persona: tú eres una persona afanosa, identificada con su tarea, conforme a su papel, buen elemento de un sistema. Y por lo tanto respon- de: ¡sí, claro, lo soy! Pero he aquí que un día la cosa ya no funciona; la identi- ficación según la imagen deja al sujeto en la