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TEMAS DE PSICOANÁLISIS Núm. 14 – Julio 2017 
Albert Mariné–Acoso moral en el trabajo 
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© 2017 TEMAS DE PSICOANÁLISIS y Albert Mariné 
 
 
ACOSO MORAL EN EL TRABAJO 
 
Albert Mariné Torrent 
 
 
Definición 
 
El acoso moral en el trabajo, también denominado hostigamiento laboral, en inglés 
workplace bullying, bossing y mobbing, fue conceptualizado por primera vez por el 
psicólogo sueco Heinz Leymann en la década de los 80 del pasado siglo. Llegó a describir 
de forma minuciosa este tipo de comportamiento a partir de una metódica investigación 
realizada en diversos ámbitos laborales. Leymann fue quien acuñó la palabra mobbing, que 
se refiere a un modo de actuar que presentan algunas especies animales, consistente en 
agruparse para poder hostigar a animales más fuertes. El acoso moral ha recibido también 
la denominación de psicoterror y acoso psicológico. 
Hay diversas definiciones de acoso moral. La psiquiatra y psicoanalista francesa 
Marie France Hirigoyen, reconocida experta en el tema, propuso la siguiente: “Conducta 
abusiva a través del gesto, la palabra, comportamiento o actitud, que atenta, por su 
repetición o sistematización, contra la dignidad o la integridad psíquica o física de una 
persona, poniendo en peligro su empleo y degradando el ambiente de trabajo.” 
Otro autor Einarsen (2000) ha propuesto una definición, que contiene los 
principales componentes del fenómeno: “El mobbing ocurre cuando alguien se convierte 
en objetivo sistemático de acoso, es excluido socialmente, forzado a hacer tareas 
humillantes, llevado a una clara posición de inferioridad debido a dificultades para 
defenderse por sí mismo; todo ello ocurre repetidamente (al menos una vez por semana) y 
durante un extenso periodo de tiempo (al menos seis meses)”. 
Todas las definiciones contienen elementos parecidos: acciones diversas que a 
través de su repetición buscan la desestabilización psíquica de un trabajador. El mobbing 
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guarda paralelismo con el acoso escolar o bullying, y podría relacionarse con otras 
situaciones en las que se ejerce el poder sin control y se busca obtener placer a través del 
dolor ajeno. Vemos ya de entrada que existe una intencionalidad clara y unas 
consecuencias potencialmente graves. Precisamente estos dos factores han consolidado un 
posicionamiento legal cada vez más severo, justificado en que el acoso laboral grave atenta 
contra derechos personalísimos como el derecho a la integridad y la dignidad personal, 
concurriendo además una intención dolosa. Puede, pues, ser considerado delito, 
especialmente si procede de un superior en la línea jerárquica de la empresa. Ello explica 
en parte que las acciones de acoso se hayan ido transformando progresivamente en más 
sutiles y disimuladas. Así mismo, esas posibles consecuencias penales obligan a redoblar 
esfuerzos para diferenciar lo que es acoso moral grave de otros problemas psicosociales, 
que se dan en el ámbito laboral. 
Durante la primera semana de abril del 2017 el diario The Guardian abrió un 
espacio on line, Bullying at work week, para tratar el tema del acoso laboral y pedir 
testimonios personales. Hubo bastantes víctimas que relataron sus experiencias. A 
continuación se han traducido dos de los testimonios, representativos de los distintos 
factores imbricados. 
 
 
Testimonio 1 
 
“En el periodo entre dejar la escuela y empezar la universidad conseguí un trabajo como 
cuidadora en una residencia de la tercera edad. Me encantaron los residentes, pero el 
personal era terrible. El acoso comenzó con comentarios sarcásticos y me forzaban a 
aceptar cambios extras de horario cuando nadie más quería trabajar. Pero lo peor fue 
cuando una mujer con sobrepeso falleció. Nunca había visto antes a una persona muerta y 
me hicieron lavar su cuerpo desnudo mientras varios colegas estaban de pie, 
observándome, riéndose y burlándose de como lo hacía. Me reprimí las lágrimas y cuando 
ataba una etiqueta de identificación al dedo del pie, resoplaban y decían: ‘¡Apriétalo más o 
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se caerá!’ La gota final fue cuando dijeron: ‘Date prisa o explotará’. Me fui tan pronto como 
pude y me quedé bloqueada durante un buen rato. Me quejé de la intimidación y de la 
actitud irrespetuosa de mis colegas hacia los pacientes, pero la gerencia la aceptó como 
parte del trabajo. Posteriormente he trabajado para el movimiento por los derechos de las 
personas con discapacidad y he estado defendiendo los derechos humanos desde entonces. 
Mis experiencias en este centro me hicieron dolorosamente consciente de lo cruel y egoísta 
que puede ser la gente. Sin embargo, tuve suerte: podía ir a casa por la noche, a diferencia 
de los residentes, y además tuve la opción de irme.” 
 
 
Testimonio 2 
 
“A lo largo de un año fui acosado por una colega. Comenzó con la crítica sistemática a mi 
trabajo y la manera como gestionaba el tiempo, pero luego se hizo más personal. Criticaba 
mis expresiones faciales, lenguaje corporal, tono de voz. La tenía siempre encima y me 
gritaba delante de los colegas e incluso los clientes. Informé a mi jefe de línea varias veces. 
Después de una experiencia particularmente dura, en que ella me gritó, y tuve un ataque 
de angustia, informé de ello a Recursos Humanos. Mi jefe de línea también fue intimidado 
por ella y vino a mí lloroso, pidiéndome que retirara la queja. El gerente entonces me 
amenazó con no renovar mi contrato a menos que retirara la queja. No me sentía apoyado 
en absoluto. Afortunadamente, cuando empezó el acoso, yo había empezado a escribir un 
diario con lo que me iba pasando (por consejo de un miembro de la familia), así que 
cuando lo informé, al menos tenía pruebas para respaldarlo. El responsable de Recursos 
Humanos me hizo sentir como si yo fuera el que tenía que defenderse. Fui al sindicato, 
pero a penas pusieron interés. Con la cantidad de pruebas que había reunido y los testigos, 
finalmente mi caso fue tomado en consideración y me cambiaron de puesto, pero hasta el 
día de hoy ni siquiera he recibido una disculpa." 
 
 
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Diferenciación de otros problemas laborales 
 
Hay que partir de la base de que el entorno laboral es por su misma esencia conflictivo. Las 
relaciones de poder, la divergencia de intereses entre las diferentes partes, la existencia de 
riesgos físicos y psicosociales, son condiciones que pueden comprometer el bienestar y la 
salud mental de los trabajadores. El cuidado de estas condiciones con una visión 
preventiva es una necesidad ineludible si se pretende conseguir un entorno laboral 
satisfactorio y saludable. 
Conviene tener en cuenta que en algunas organizaciones se vulneran las normas 
básicas de respeto y profesionalidad, pudiendo hablarse entonces de la presencia de 
incivismo laboral. La definición de incivismo más aceptada es la siguiente (Andersson, 
1999): “comportamientos negativos de baja intensidad (rudeza, descortesía) donde la 
intención de causar daño no es clara y que violan las normas de la organización que 
posibilitan el mutuo respeto”. La baja intensidad se refiere a que son expresiones en el 
plano verbal más que físico, pasivo más que activo e indirecto en lugar de directo. 
Acciones como prestar poca atención a la opinión de los demás, comentarios 
despectivos acerca de la imagen personal del otro, atribuirse méritos, apropiándose de 
iniciativas de otros, realizar comentarios humillantes o despreciativos, tener conductas de 
exclusión en reuniones de trabajo,sembrar dudas sobre la profesionalidad de los demás, 
son algunas de las más extendidas. 
De forma específica, los principales fenómenos que conviene diferenciar del acoso 
moral son el ejercicio autoritario del liderazgo y los conflictos relacionales. El 
autoritarismo, que incluso puede tener tintes tiránicos, se aplica de forma generalizada y 
arbitraria, y suele ejercerse de manera burda y sin disimulo. Cualquiera dentro de la 
empresa está expuesto a gritos, lenguaje soez y decisiones arbitrarias. Es un 
comportamiento, que se da en menor medida en las empresas actuales, en las cuales el 
ejercicio del poder se ejerce, buscando convencer más que imponer, o en todo caso, 
mediante tácticas de manipulación más sutiles. 
Los conflictos relacionales se dan frecuentemente en el ámbito laboral y cuando son 
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de mediana o alta intensidad producen malestar y preocupación. Un conflicto es un 
desacuerdo entre partes respecto a objetivos, procedimientos u opiniones. Los 
desacuerdos, si no afectan cuestiones personales y no se impregnan de antipatías 
insalvables o antagonismos, se resuelven a través de la deliberación o la negociación, 
dando lugar a avances creativos. Ahora bien, cuando el conflicto se enquista o se va 
escalando y entorpece el funcionamiento del equipo de trabajo, podemos hablar de 
conflictos disfuncionales, que en determinados contextos son la antesala del acoso 
sistemático. 
 
 
Acciones constitutivas de acoso 
 
Leymann sistematizó las diferentes acciones que tienen por objetivo hacer la vida 
imposible a uno o a varios trabajadores. El listado completo de acciones que se utiliza para 
el diagnóstico LIPT-60 (González de Rivera, 2005) Leymann las agrupó en cinco grandes 
categorías: 
1. Actividades de acoso para reducir las posibilidades de la víctima de comunicarse 
adecuadamente con otros. 
2. Actividades de acoso para evitar que la víctima tenga la posibilidad de mantener 
contactos sociales. 
3. Actividades de acoso dirigidas a desacreditar o impedir a la víctima mantener su 
reputación personal o laboral. 
4. Actividades dirigidas a reducir la ocupación de la víctima y su empleabilidad 
mediante el descredito profesional. 
5. Actividades que afectan la salud física y psíquica de la víctima. 
 
Posteriormente se han ido desarrollando distintas clasificaciones y taxonomías de las 
acciones de acoso. Recientemente otro autor (J. Escartín, 2012) propone una clasificación 
en cinco componentes fundamentales: 
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1. Contextuales: a través del aislamiento, el control o la manipulación de la 
información, o el abuso de las condiciones laborales. 
2. Abuso emocional: acciones y expresiones ofensivas dirigidas a atacar, herir y 
menospreciar al trabajador en sus sentimientos y emociones. 
3. Descrédito profesional: minusvalorar o denigrar la reputación y la categoría 
profesional, devaluando sus conocimientos, experiencia, esfuerzo. 
4. Degradación del rol laboral: disminuir la importancia del rol desempeñado por el 
trabajador, quitándole injustificadamente responsabilidades o bien asignándole 
tareas inútiles, imposibles o inferiores a su categoría. 
 
La mayoría de expertos defienden que, de todos los componentes del acoso, el más dañino 
para la víctima es el abuso emocional, ya que busca a través de la ridiculización de forma 
directa o insidiosa, humillar y avergonzar a la víctima. 
La persona o el grupo acosador suelen utilizar simultáneamente varias estrategias y 
las acciones se ejercen durante un tiempo (se habla de un mínimo de seis meses) y varias 
veces a la semana. 
 
 
Direccionalidad y desequilibrio de poder 
 
En el acoso laboral existen tres vectores entre los dos niveles jerárquicos de la empresa. 
Puede ser vertical descendente, o sea de un responsable jerárquico a un trabajador, 
horizontal o sea entre colegas del mismo nivel, o vertical ascendente, desde uno a varios 
trabajadores a un supervisor. El desequilibrio de poder es un elemento básico en el acoso. 
Hay que entender el poder no solamente en el sentido de mando formal dentro de la 
organización, sino teniendo en cuenta otros elementos como la capacidad psicológica de 
influencia y de manipulación, y la presión del grupo ejercida contra un individuo. El poder 
informal basado en una distorsión de la relación laboral es el que actúa entre trabajadores 
del mismo nivel, llevando a la parte más débil a una situación difícil de sobrellevar. Las 
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motivaciones que suelen conducir a un grupo a desarrollar una estrategia coaligada para 
desacreditar o marginar a alguien son diversas. Pueden ser por prejuicios de tipo xenófobo 
o por razón de género o de orientación sexual, así como para reforzar una alianza de 
defensa frente a alguien que se vive como intruso. Esta vivencia puede deberse al temor 
frente a quien puede descubrir y revelar prácticas poco éticas o funcionamientos fuera de 
la norma de la empresa. Es el acoso al potencial “chivato” o en terminología anglosajona al 
whistleblower. 
 
 
Epidemiología 
 
El propósito de este artículo no incluye revisar toda la información sobre los estudios 
epidemiológicos de incidencia del acoso. Además, la heterogeneidad de datos 
epidemiológicos según países, profesiones y tipos de investigación, nos puede poner en 
alerta de la dificultad de delimitación del fenómeno y de la diversidad y validez de los 
cuestionarios utilizados en las encuestas. 
Existe un acuerdo en que entre un tres y un cuatro por ciento de trabajadores 
europeos han sufrido en mayor o menor grado conductas de acoso laboral grave y 
alrededor de un diez por ciento acoso de menor intensidad. Por sectores, el acoso moral se 
da con mayor frecuencia en los ámbitos de la función pública, de la sanidad y de la 
Universidad. Conviene sin embargo explicitar que el acoso laboral no siempre produce 
efectos graves en la salud. La persona acosada, si es consciente de la situación en que está 
atrapada, puede poner en marcha mecanismos de defensa activos, que le permitan 
sobrevivir o confrontar decididamente la relación malévola. 
 
 
Evolución 
 
Leymann propuso una descripción secuencial del fenómeno, que evoluciona en cuatro 
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fases. Estas fases son las de: conflicto, estigmatización, intervención inadecuada desde la 
empresa y marginación o exclusión de la vida laboral. En las primeras fases, las conductas 
de mobbing suelen ser sutiles y por tanto difíciles de identificar por parte de la víctima, que 
se cuestiona si el malestar que sufre está justificado por el deterioro de la relación laboral o 
es atribuible a un problema propio y a una interpretación distorsionada de la realidad. 
Progresivamente el acosador empieza a actuar con más determinación, minando de forma 
insidiosa el apoyo que el grupo pudiera ofrecer a la víctima. Ello es alcanzado a través del 
descrédito, malmetiendo con la difusión de rumores de supuestas conductas o actitudes 
negativas. La víctima va quedando así cada vez más aislada. 
La estigmatización suele generar un impacto emocional importante, especialmente 
si la persona se siente indefensa y existe una clara asimetría en la relación de poder. Estas 
dificultades emocionales generan ansiedades confusionales, que menoscaban el 
desempeño laboral en forma de fallos, olvidos y retrasos. Asimismo, se suscitan ansiedades 
depresivas contendencia a la autoculpabilización y al aislamiento. Se produce un deterioro 
de su salud mental y la aparición de trastornos psicosomáticos ligados a la imposibilidad 
de reconocer el origen del malestar y a la dificultad interna, ligada al sentimiento de 
vergüenza, de poder exteriorizar el dolor psíquico sufrido. Es fácil que la persona precise 
una baja laboral o que cometa errores graves, que sirvan de justificación para una 
intervención drástica por parte de la empresa. 
La mayor sensibilización de las empresas y el establecimiento progresivo de un 
marco legal de protección, ha hecho que haya disminuido la desatención de las víctimas. 
Por ello, las últimas fases y especialmente la exclusión a través del despido, solo se dan en 
empresas en las que no se toman medidas y donde las organizaciones no están 
comprometidas con el bienestar de los trabajadores. 
 
 
Modelos explicativos 
 
Hay que partir de la base (M.R. Tuckey, 2009) de que las condiciones de trabajo 
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estresantes con la combinación de altas exigencias con un bajo control y un escaso apoyo, 
son un caldo de cultivo de las interacciones negativas y conflictos debido a: 
1. Aumento de la tensión psicológica y reducción del umbral de aparición de 
reacciones airadas y conflictos dentro del grupo de trabajo. 
2. Aumento de la probabilidad de que los empleados expresen su malestar a través 
de quejas, lo que puede ser afrontado por los superiores utilizando medidas de carácter 
punitivo e intimidatorio. 
Leymann introdujo esta perspectiva, situando como elemento nuclear la propia 
organización del trabajo. Tanto el mal diseño de los puestos de trabajo como un liderazgo 
inadecuado y una mala gestión de los conflictos son el caldo de cultivo en el que surgen las 
dinámicas de acoso. El estrés laboral por sobrecarga de trabajo genera un malestar que 
propicia que determinadas personas lo evacuen, dirigiéndolo hacia algún colega, 
especialmente si los responsables utilizan la táctica del avestruz. 
Otros autores (S. Einarsen, 2000) han propuesto un modelo abarcativo, que permite 
llevar a cabo un análisis del acoso moral integrando diversos determinantes causales, que 
interactúan y se influyen mutuamente. Esta visión amplia contempla los siguientes 
factores: individual, interpersonal, grupal, organizacional y social. En general, los diversos 
modelos propuestos en las últimas dos décadas contemplan los antecedentes del acoso, 
tanto del perpetrador como de la víctima, las dinámicas que se establecen y el contexto 
grupal y organizacional en el que tiene lugar. Esta visión dinámica y holística permite 
abordar mejor los aspectos preventivos. 
Un buen ejemplo de este enfoque es el propuesto por E. Baillien (2009) a partir de 
un trabajo de campo con un estudio cualitativo de ochenta y siete personas que habían 
padecido mobbing. De las entrevistas en profundidad, los autores extraen unas 
conclusiones que les permiten construir el modelo. 
El acoso se iniciaría por una gestión ineficiente de las frustraciones laborales a 
través de mecanismos de defensa activos o pasivos. Cuando el empleado utiliza 
mecanismos activos pero que resultan ineficaces, convierte y desplaza las frustraciones en 
actuaciones hostiles hacia otro empleado. En cambio, los empleados que hacen frente a 
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estas frustraciones de forma pasiva e ineficiente, pueden disminuir su rendimiento e 
incluso acabar contraviniendo las normas existentes, lo que puede inducir que otros 
adopten una actitud negativa hacia ellos. Por lo tanto, estos empleados son los que entran 
en una situación de riesgo de victimización. 
En segundo lugar, el acoso puede ser el resultado de conflictos interpersonales sin 
resolver. En este caso, la persona que detenta el poder se convierte en el perpetrador y el 
empleado indefenso se convierte en víctima. Ambas vías, frustraciones y conflictos, están 
estrechamente relacionadas, ya que las frustraciones pueden contribuir a crear conflictos 
interpersonales, mientras que la mayoría de los conflictos crónicos generan frustración. 
En la tercera vía del modelo, el acoso se origina directamente desde el equipo o de 
las propias características organizativas (por ejemplo, una cultura de falta de respeto y de 
diseminación de rumores y chismes). Esta vía influye a su vez sobre las dos anteriores, en 
la medida que un mal clima laboral es origen de frustraciones, y la propia intimidación 
influye al mismo tiempo en la manera que el empleado hace frente a las frustraciones y los 
conflictos. 
Los resultados descritos conducen a pensar que las diversas vías son 
complementarias y están interrelacionadas, lo que implica que no existe una causa única 
que explique el hecho de convertirse en una víctima o en un perpetrador de acoso. Esta es 
también la opinión de la mayoría de entrevistados en el estudio. 
Otra autora (S. White, 2004) ha propuesto un modelo de compresión netamente 
psicoanalítico, partiendo de tres conceptos enraizados en el mundo psíquico temprano: 
contención (en el sentido de Winnicott y de Bion), límites (bounderies) y reconocimiento. 
Existe en la persona acosadora −y esto es aplicable no solo al ámbito laboral− una 
falta de empatía en la medida en que desestima un diálogo real. Las relaciones son usadas 
como pura evacuación de aspectos no integrados de uno mismo. En situaciones de gran 
estrés se desborda la capacidad de contención y se proyecta la ansiedad en el entorno 
buscando algún elemento contenedor. La falta de límites en el self, hace que se proyecten 
las ansiedades básicas de forma sistemática en los demás. Los acosadores están 
comprobando continuamente cuales son los límites de los demás para detectar cómo 
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reaccionan y si son fácilmente manipulables. 
El reconocimiento es reflexivo en la medida en que precisa no solo de una respuesta 
confirmativa del otro, sino también como se siente con la respuesta recibida. Es pues un 
proceso relacional, que no se da de forma automática y definitiva, ya que precisa 
reactualizaciones a lo largo del tiempo. La falta de consideración o reconocimiento es la 
condición previa necesaria en cualquier tipo de acoso. La autora explica la evolución del 
acoso en cuatro fases: 
Fase embrionaria: en esta fase ambos protagonistas están en una posición 
vulnerable en la medida en que tienen fuertes deseos de reconocimiento, que van más allá 
de lo habitual. En un contexto propicio ambos podrían ir desarrollando una relación 
maligna. Una falta de reconocimiento y de apoyo dentro del sistema de trabajo, una falta 
de contención de las ansiedades por parte de los líderes y una excesiva necesidad de apoyo, 
pueden cristalizar en una relación de dependencia destructiva. Dominio por una parte y 
sumisión por otra van polarizándose poco a poco. 
Desencadenante: casi siempre ocurre un acontecimiento, a veces sin importancia 
aparente, que da una vuelta de tuerca. Los cambios organizativos no previstos suelen 
provocar en el potencial acosador una importante ansiedad paranoide producto de su 
necesidad de control. La frustración no puede ser contenida en la mente y se produce una 
escisión drástica en términos de bueno y malo con una necesidad perentoria de descargar a 
través del mecanismo psicológico de proyección la parte mala en otra persona, que la 
pueda contener. Para ello se escoge a alguien considerado dependiente y vulnerable y/o 
con elementos de rivalidad envidiosa. 
Fase de lealtad: aquí interviene por omisión lainocencia de la víctima. Llama la 
atención en otros que lo presencian, como persiste en tratar de convencer al acosador, 
aplacar su deriva autoritaria y su desconsideración. Esta ingenuidad provoca un velo de 
negación de la realidad, y atrapa a la víctima en su confusión, indefensión e incluso de 
forma paradójica en una idealización. 
Danza de la muerte: ahí entra en juego una intrincada madeja de proyecciones 
múltiples que produce una confusión de identidades. La víctima se convierte en 
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perseguidor para el acosador, que teme la retaliación, y, por otra parte, acepta el rol 
denigrado que le ha atribuido el acosador. En algunas ocasiones el acosador se ve impelido 
a buscar una nueva víctima al constatar que ya ha sido destruida y ha perdido para él 
capacidad de contención de sus proyecciones. Es lo que algunos autores describen como 
“hay muchos cadáveres en el armario”. 
El modelo que propone González de Rivera (2002) y que él mismo califica de 
modelo unificado, tiene también la virtud de integrar distintos determinantes causales. 
 
1. Características psicológicas de la víctima. Propone una tríada de rasgos psicológicos 
que exponen a la persona al riesgo de sufrir acoso. 
1.1. Autenticidad. La persona con riesgo de ser acosada suele poseer un elevado 
compromiso con su desarrollo profesional, mientras que está poco atenta a las 
conveniencias materiales y las convenciones sociales, lo que puede hacerla aparecer 
como poco flexible, sobre todo en contextos disfuncionales o directamente 
perversos. 
1.2. Inocencia psicológica. La persona cándida o inocente tiene dificultades para 
detectar en los demás la capacidad de tener malas intenciones. Más que una virtud, 
debe ser considerado como un problema, ya que interfiere seriamente con la 
percepción de la realidad y, en entornos malévolos, puede comprometer la propia 
supervivencia. Denota por tanto un déficit de inteligencia emocional. La explicación 
psicodinámica se sustenta en que la inocencia tiene un carácter defensivo 
inconsciente. Ahora bien, la capacidad para entender las intenciones y sentimientos 
ocultos de los demás no está obliterada como en las personas con rasgos autistas, 
sino simplemente inhibida. Esta inhibición procede del fracaso en la integración de 
las contradicciones internas que produce la envidia, lo que lleva al sujeto a creer que 
puede exponer lo mejor de sí sin provocar animadversión. 
1.3. Dependencia afectiva. El dependiente no se concibe separado de las personas 
de su entorno y tiende a buscar vínculos afectivos sinceros. Cuando se manifiesta un 
rechazo, entra en una espiral autodestructiva. La exigencia constante de apoyo en su 
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entorno inmediato puede llegar a desgastar el apoyo y provocar incomodidad en los 
compañeros de trabajo. Ello puede alimentar el resentimiento de la persona 
acosada, que solo ve como salida acudir a los propios acosadores en busca de 
comprensión, demostrando así su inocencia psicológica. 
 
2. Características psicológicas del acosador. El papel de acosador va ligado a la existencia 
de rasgos narcisistas de carácter maligno, especialmente cuando están exacerbados por la 
posibilidad de ejercer el poder sin control y con la complacencia o la pasividad del entorno 
de la organización. Junto con el narcisismo, González de Rivera señala unos rasgos 
distintivos de los acosadores: 
2.1. Mediocridad, como falta de aspiración auténtica hacia la mejora personal y la 
excelencia profesional, que podría ligarse a la existencia de un falso self. En la 
mediocridad existirían tres subtipos de gravedad creciente: en los primeros destaca 
la simple mediocridad −son vacíos e hiperadaptados−. Los segundos son fatuos o 
pseudocreativos, y los terceros son verdaderamente malvados −voraces, con 
ambición desmesurada−. A este tipo de personas sin escrúpulos los encuadra bajo el 
acrónimo de MIA (mediocridad inoperante activa). 
2.2. Envidia maligna. La forma más habitual de envidia es relativamente inofensiva 
y consiste en una sensación de malestar por el bien ajeno. Es bastante frecuente y se 
limita a un malestar, que suele compensarse por los esfuerzos para emular al otro. 
La envidia maligna, derivada de un malestar primario que se proyecta de forma 
destructiva, tal como fue ya descrito por Melanie Klein, busca el placer a través de la 
desgracia ajena −término alemán: Schadenfreude−, que el envidioso intenta 
provocar por todos los medios a su alcance. La persona envidiada no es ya un 
contrincante a emular o a superar, sino un antagonista que debe ser simplemente 
eliminado. 
2.3. Necesidad de control. Las personas con un afán de control absoluto del otro se 
sienten cómodas cuando no existe ningún atisbo de ambigüedad y las relaciones 
están desubjetivizadas y carentes de la mínima empatía. Si tienen atribuciones de 
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mando formal dentro de la empresa, exigen entonces un cumplimiento estricto y no 
soportan la originalidad ni la autonomía. 
 
3. Dinámicas que proceden de la organización. Las tres principales características de las 
organizaciones disfuncionales serían: 
3.1. Aislamiento activo impuesto por los órganos de dirección a través de 
procedimientos de admisión de nuevos miembros manipulados, limitación de 
evaluadores externos, secretismo sobre acuerdos y desavenencias internas, y en 
general inexistencia de órganos apropiados de control interno. 
3.2. Cohesión interna con la aceptación incondicional por parte de los miembros de 
la uniformidad de criterio y el compromiso de perseguir a quien promueva cambios 
relevantes. González de Rivera lo asimila a dinámica de la familia mafiosa y a las 
instituciones en las que ser “uno de los nuestros” es el criterio de promoción más 
importante. 
3.3. Improductividad. Las organizaciones burocráticas que priorizan el control 
sobre la eficacia, defienden incondicionalmente sus estructuras de poder por encima 
de la productividad y la eficiencia. En este tipo de organizaciones las personas más 
capaces son las que más fácilmente sufren acoso institucional, porque es 
precisamente su autenticidad y creatividad lo que les convierte en un peligro para el 
status quo. 
 
En un enfoque psicodinámico del análisis social actual, según otros autores “el aumento de 
las situaciones de acoso sería consecuencia de una evolución de las estructuras de 
personalidad, organizadas cada vez más frecuentemente en la sociedad postmoderna según 
el funcionamiento psíquico narcisista de la búsqueda del placer y de la economía psíquica 
del clivaje” (C. Dejours, 2014). Paralelamente, las nuevas técnicas de la gestión empresarial 
favorecen el debilitamiento progresivo de la solidaridad colectiva y la competencia entre 
los trabajadores, dejando expuesto al trabajador en su soledad al riesgo de abusos de 
poder. 
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Consecuencias para la salud de la persona acosada 
 
La gravedad de las consecuencias en términos de afectación de la salud es proporcional a la 
intensidad y duración de las acciones de acoso. Asimismo, el aislamiento y la falta de apoyo 
hacen más vulnerable al afectado. Por otra parte, la resistencia psicológica amortigua el 
impacto, aunque por sí sola puede conllevar el riesgo de hacer que la persona se exponga 
durante mucho más tiempo a las acciones de acoso, lo que a la larga será 
contraproducente.Como se ha dicho, las reacciones emocionales que resultan más perturbadoras son 
la humillación y la indefensión. La humillación coloca la persona en una posición de 
inferioridad sostenida, que mina gravemente su autoestima, que de hecho es lo que 
pretenden los acosadores. Si a este sentimiento se añade la percepción de que no hay 
escapatoria, la sensación de indefensión y de enclaustramiento adquiere una intensidad 
claramente desestabilizadora de la vida psíquica y la persona vive la situación como una 
tortura. La reacción emocional, antes de llegar a sentirse completamente sometido, suele 
ser de enojo y rabia que, si no son bien analizados, pueden agravar aún más la situación, 
provocando represalias e incluso acciones disciplinarias. 
Las consecuencias negativas en cuanto a la afectación de la salud se enumeran a 
continuación: 
 
1. Trastornos adaptativos 
En un primer momento, surgen una serie de síntomas psicológicos de mediana 
intensidad de tipo ansioso o depresivo que, si la situación mejora o la persona 
encuentra vías de afrontamiento asertivo, suelen ser limitados. 
Predomina la rumiación del pensamiento que vuelve una y otra vez sobre los 
hechos y sentimientos negativos vividos. Suele haber insomnio de tipo mixto con 
dificultades de conciliación y despertar precoz. Los sueños tienen carácter repetitivo 
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y poco simbolizado, vinculados de forma concreta a la vivencia laboral conflictiva. 
La persona puede estar más sensible e hipervigilante, lo que puede ser 
interpretado por el entorno como que se ha vuelto más desconfiada incluso 
paranoica. La falta de motivación y la pena pueden ser la antesala de una depresión 
mayor con predominio de los sentimientos de culpa, soledad, fatiga e incapacidad 
para disfrutar de aquellas cosas que antes eran placenteras. 
 
2. Trastornos psicosomáticos 
La angustia relacionada con los sentimientos de humillación e indefensión puede 
tener su reflejo somático, sobre todo si se cronifica, en una serie de síntomas que 
dependen de la idiosincrasia de la persona. 
Son típicas las cefaleas tensionales que conllevan falta de concentración, así 
como las contracturas musculares, las reacciones dérmicas, los problemas digestivos 
funcionales y la hipertensión arterial. 
El estrés puede empeorar el curso de otras enfermedades que pueda padecer 
la persona o desencadenar otras relacionadas con una distorsión de la respuesta 
inmunitaria. 
 
3. Trastorno por estrés postraumático 
El acoso sistemático tiene una clara potencialidad desestabilizadora y puede tener el 
efecto de un traumatismo psíquico, pese a no tener un carácter inesperado y 
repentino. En este sentido, se podría comparar el estrés del combatiente, que es 
también sostenido y acumulativo, y que a menudo genera un trastorno por estrés 
postraumático. Este es un trastorno caracterizado por: miedo intenso con 
reexperimentación persistente de los hechos vividos, evitación persistente de 
estímulos asociados a los eventos, síntomas persistentes de hipervigilancia, rabia e 
irritabilidad o anestesia emocional. 
Las víctimas de acoso tienen un gran nivel de angustia ligado al recuerdo de 
las situaciones vividas, así como a la vivencia emocional anticipada de volver a 
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encontrase con los acosadores o simplemente a entrar en la empresa. Se puede 
desarrollar así una verdadera fobia al trabajo, que dificulta enormemente la 
reincorporación, aunque aparentemente se haya resuelto el conflicto. 
 
4. Adicciones 
El abuso de alcohol y otras drogas, con el riesgo de generar una dependencia crónica 
y problemas de salud sobreañadidos, es una de las consecuencias más graves del 
acoso. Es una forma inadecuada de paliar la angustia, como una vía de escape, que 
empeora la capacidad de afrontar la situación de forma asertiva. Otras conductas 
distorsionadas están emparentadas con las adicciones. Son las conductas de riesgo 
como el juego patológico, la compulsión consumista y la conducta alimentaria 
bulímica. 
 
5. Suicidio 
Aunque no hay estadísticas fiables sobre la incidencia del acoso laboral como factor 
desencadenante de las conductas suicidas y para suicidas, varios autores han 
atribuido a este fenómeno y otros relacionados, como la extrema presión por el 
rendimiento laboral, una clara causalidad. 
 
 
Prevención 
 
Siendo el mobbing, como se ha reiterado a lo largo del artículo, un fenómeno de causas 
múltiples y que puede ser difícil de diagnosticar especialmente en sus primeras fases, las 
intervenciones dentro del marco de la empresa deben estar cuidadosamente diseñadas. En 
los últimos años se han generalizado múltiples iniciativas dentro de las organizaciones 
para articular las bases de la prevención y diseñar circuitos internos de denuncia e 
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investigación. A raíz de los hechos de France Telecom1 y de los elevados índices de acoso 
laboral encontrados por algunos autores −por cierto, severamente cuestionados por otros 
(M. Fernández Enguita, 2012)− se fue generando una verdadera alarma social, que es la 
que ha impulsado a los técnicos de prevención y los responsables de Recursos Humanos de 
las empresas a redactar guías de prevención. 
Últimamente el interés se ha ampliado a los conflictos disfuncionales y a las 
conductas incívicas, situando el acoso en la parte más maligna de un conjunto de 
comportamientos a evitar dentro de las organizaciones. Por ello muchas empresas están 
ampliando el foco, formulando protocolos de valoración de conflictos dentro de los cuales 
se encuadra el acoso psicológico y el sexual. 
 
1. Intervenciones primarias 
Las intervenciones primarias se enfocan en prevenir la aparición del mobbing. Tal como se 
ha venido diciendo, el acoso tiene su base en el mal clima laboral. La evaluación de los 
factores de riesgo psicosocial proporciona un fundamento claro para poder prever cuándo 
y dónde es probable que ocurra. Elevadas cargas de trabajo, poco control y autonomía, 
ambigüedad del rol laboral, poco reconocimiento y falta de apoyo son factores que es 
necesario modificar para evitar la violencia interna en las empresas. 
Aunque ha habido relativamente pocas pruebas rigurosas del efecto de este tipo de 
iniciativas, la intervención ligada al programa Civility, Respect, Engagement in Workforce 
(CREW) (K. Osatuke, 2013) ofrece resultados prometedores. Esta intervención incluye una 
serie de ejercicios participativos como grupos de discusión y juegos de rol diseñados para 
cultivar la conciencia del impacto interpersonal en el lugar de trabajo y aumentar la 
inteligencia emocional. Produce mejoras significativas sostenidas durante un año en el 
comportamiento cívico laboral y mejoras adicionales en la satisfacción laboral, el 
compromiso, confianza en la gestión y agotamiento (H.K. Spence Laschinger, 2009). Las 
 
1 La empresa, privatizada en 1997 y que contaba con cien mil empleados en Francia, suprimió veintidós mil 
puestos de trabajo con una política del beneficio a toda costa y una gran presión a los empleados. A partir de 
2008 empezó una “epidemia de problemas mentales” y hubo sesenta suicidios. 
 
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investigaciones sobre las características de las situaciones que contribuyen a la aparición 
de mobbing también pueden proporcionar vías fructíferas para futuras intervenciones.Factores como la ambigüedad de los roles, las elevadas demandas, el liderazgo inadecuado 
y la injusticia percibida influyen en la probabilidad de acoso laboral. Así pues, hay que 
facilitar sistemas que puedan realmente garantizar la claridad de roles y cargas de trabajo 
razonables, ofrecer formación en liderazgo, que aliente la autenticidad y el apoyo, evitando 
los estilos de mando hipercontroladores, y promover un trato justo en la promoción. 
 
2. Intervenciones secundarias 
Las intervenciones secundarias tienen como objetivo proporcionar a los empleados las 
habilidades necesarias para hacer frente al acoso en caso de que ocurra. Estudios recientes 
han sugerido una serie de vías potencialmente prometedoras para tales intervenciones. Por 
ejemplo, el trabajo de Zapf (2001) sugiere que las personas que logran lidiar con el acoso 
difieren de las que no lo lograron en que saben reconocer y evitar la escalada de los 
conflictos. Del mismo modo, el trabajo de K. Niven (2009) y sus colegas sobre la 
regulación emocional sugiere que las estrategias que emplean los trabajadores para 
manejar sus propias emociones en respuesta a las agresiones parecen ser factores 
importantes que influyen en la severidad de las consecuencias para la salud y el bienestar 
de los empleados. La forma de valorar la agresión tratando de no reaccionar en un plano 
personal, amortigua los efectos negativos de la misma y controla la respuesta emocional, 
evitando el pensamiento obsesivo. 
 
3. Intervenciones terciarias 
Las intervenciones terciarias se centran en la reducción de daños después de que se haya 
producido el mobbing. Es crucial que las organizaciones respondan apropiadamente una 
vez que se ha informado del acoso. Cualquier investigación de acoso debería partir de una 
denuncia formal por parte de la persona que se considera víctima, que tiene que aportar un 
relato coherente de los hechos y eventualmente de los efectos negativos en su salud. Puede 
además aportar testigos. Esta información es valorada por el profesional que la empresa 
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tenga designado (técnico en riesgos laborales, RRHH, defensor del trabajador), que es 
quien inicia la investigación. Generalmente existe una comisión específica que planifica 
esta investigación a través de una serie de entrevistas en profundidad con personas del 
entorno y evaluaciones cualitativas y cuantitativas del riesgo psicosocial. 
La denuncia de acoso puede conllevar consecuencias negativas debido a las 
respuestas inadecuadas de la organización. Habría que evitar ante todo la minimización de 
lo que ha ocurrido, esperando que el tiempo lo arregle (Bergman, 2002). 
Una forma de respuesta de la organización consiste en el uso de la mediación en el 
lugar de trabajo, en la que un tercero (por ejemplo, un consultor externo o un miembro del 
personal de recursos humanos) facilite el diálogo y vaya identificando los puntos de mejora 
que espera y desea cada parte en el presente y en el futuro. El estudio de J. Saam (2010), 
en el que se entrevistó a consultores sobre las estrategias que preferían para lidiar con el 
acoso laboral, identificó que la mediación puede ser útil para prevenir la escalada, 
principalmente cuando una situación se considera un conflicto en lugar de un acoso total. 
Sin embargo, cuando el patrón de comportamiento maligno se ha arraigado, la mediación 
puede ser inapropiada debido al desequilibrio de poder que se desarrolla entre el 
perpetrador y la víctima. Las organizaciones tienen que determinar en los casos de 
mobbing grave si cabe considerar la posibilidad de un traslado del acosador a otro puesto 
de trabajo junto con acciones formativas específicas o ejercer acciones más drásticas. 
 
 
Tratamiento psicológico de la persona afectada 
 
El grado de afectación de las víctimas de acoso es variado. En primer lugar, hay que 
considerar la influencia del grado de resistencia psicológica y los mecanismos de defensa 
utilizados durante el curso de la situación de acoso. En segundo lugar, está el grado de 
aislamiento o por el contario de apoyo social por parte del entorno y de la familia. Y 
finalmente hay que tener en cuenta la duración. Algunas personas, una vez alejadas de la 
situación, se pueden ir recuperando de forma autónoma de la herida psicológica sufrida. 
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Otras precisan ayuda psicoterapéutica debido al daño emocional ligado al carácter 
traumático de lo vivido y a la posible reactualización de experiencias traumáticas previas. 
Además, la ayuda psicológica permite revisar la manera de afrontar situaciones complejas 
y evitar el sometimiento a relaciones de dependencia tóxica en un futuro. 
En general como en cualquier proceso de ayuda psicológica en que se hace 
consciente una traumatización, debe comenzarse por una fase de reconocimiento del dolor 
sufrido y de los hechos negativos acaecidos. Cuando la persona se siente más reconocida y 
más segura, pueden empezar a investigarse aspectos de su mundo interno y también del 
contexto relacional que hayan podido contribuir a quedar atrapado en una situación 
crónica de violencia psíquica. 
Un objetivo importante de la recuperación es la reinserción laboral en la medida en 
que muchas personas afectadas por procesos de acoso terminan estando de baja laboral 
durante periodos frecuentemente largos. Son habituales las defensas fóbicas no elaboradas 
con una clara exacerbación de la ansiedad frente la reincorporación laboral y deben ser 
tratadas de forma específica. Así mismo hay que tener en cuenta la pérdida de autoestima 
ligada a la culpa por no haber podido reconocer y hacer frente de forma activa a las 
acciones de acoso sostenido. 
De cara a la reincorporación laboral, una condición previa necesaria es el 
distanciamiento del acosador y del contexto grupal que acompañó al proceso, 
especialmente en los casos en que el acoso haya sido múltiple o haya existido un 
desentendimiento flagrante por parte de otras personas del equipo. El reconocimiento por 
parte del acosador o acosadores del daño hecho con la disculpa correspondiente, aunque 
infrecuente y a menudo de carácter superficial, podría ser también de gran valor. 
Diversos autores han abogado por los beneficios de las terapias realizadas por 
profesionales con conocimientos específicos en las interacciones y conflictos 
organizacionales. J. Schwickerath (2011) ha sistematizado el proceso terapéutico 
proponiendo una evolución secuencial a través de cuatro fases. La fase inicial requiere un 
distanciamiento de la situación, en la segunda fase es necesaria la comprensión en 
profundidad de lo ocurrido con la ayuda del psicoterapeuta. La tercera fase tiene por 
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objetivo una toma de decisiones con respecto al futuro de la relación laboral abriéndose 
creativamente a nuevos planteamientos. A partir de aquí se irán considerando y poniendo 
en práctica las habilidades y conocimientos necesarios para encarar con éxito los nuevos 
objetivos. 
Algunos enfoques terapéuticos proponen la terapia de grupo como un marco 
sanador en la medida en que compartir experiencias de forma segura puede resultar 
positivo y permite conocer las distintas estrategias utilizadas para hacer frente a las 
situaciones. Ello podría ser especialmente pertinente en este tipo de procesos en los que el 
aislamiento junto con la culpa y la vergüenza son tan frecuentes. 
 
 
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Resumen 
 
La compresión actual del acoso moral en el trabajo tiene un carácter dinámico e 
integrador, y pone en primer plano el contexto organizacional y relacional en el que se 
desarrolla. Ello permite plantear medidas preventivas de amplio alcance y desarrollar 
iniciativas legislativas que protejan realmente la dignidad de los trabajadores y los efectos 
nocivos hacia la organización. 
Además, el mobbing se entiende como un proceso escalonado y de carácter 
progresivo, con acciones intencionadas, que tienen como principal objetivo la exclusión, y 
donde subyacen motivaciones de carácter inconsciente en las que se imbrican la envidia, el 
resentimiento y el narcisismo maligno. 
 
Palabras clave: acoso laboral, factores causales, modelos explicativos, psicodinámica, 
niveles de prevención, tratamiento víctimas. 
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Summary 
 
Current understanding of workplace harassment has a dynamic and integrative focus and 
puts in the foreground the organizational and relational context in which it develops. This 
enables taking wide-ranging preventive measures and legislative initiatives in order to 
protect effectively both harmful effects on organizations and workers' dignity. 
In addition, workplace bullying is understood as a progressive step-by-step process 
with intentional actions, whose main objective is exclusion, and where unconscious 
motivations underlie, overlapping envy, resentment and malignant narcissism. 
 
Key words: workplace harassment, causal factors, explanatory models, psychodinamics, 
prevention levels, treatment of victims. 
 
 
Albert Mariné Torrent 
Psiquiatra. Psicoterapeuta. Responsable del Centro de Salud Mental de Sabadell (1984-96). 
Responsable de psicosociología laboral Corporació Sanitària Parc Taulí (desde 1996 hasta 
la actualidad). 
amarine@tauli.cat

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