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Fundamentos éticos 
de la salud pública
Héctor abad Gómez
Fundamentos éticos 
de la salud pública
selección de textos
universidad de antioquia - rectoría
© Universidad de Antioquia
© Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez 
ISBN: 978-958-874-891-7
Primera edición: Universidad de Antioquia, 1987, Teoría y práctica de la salud pública
Segunda edición, 1.000 ejemplares: Universidad de Antioquia, 2012
Alberto Uribe Correa
Rector Universidad de Antioquia
Clara Inés Abad Faciolince
Representante legal Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez
Coordinación editorial: Gisela Sofía Posada Mejía, Asesora de la Rectoría para las 
Comunicaciones
Selección de textos: Luz Adriana Ruiz Marín
Edición de textos: Giovanny Castaño Blanco, Comunicador Oficina de Relaciones Públicas
Corrección de textos: Stella Caicedo Villa, Imprenta Universidad de Antioquia
Diseño de carátula: Carolina Velásquez Valencia, con base en un diseño original de 
Carolina Bernal
Diseño: Carolina Bernal
Diagramación: Carolina Velásquez Valencia, Imprenta Universidad de Antioquia
Rectoría Universidad de Antioquia
Teléfono: (574) 219 50 00
Correo electrónico: rectoria@udea.edu.co
Página web: www.udea.edu.co
Medellín, Colombia
Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez
Teléfono: (574) 268 77 88
Correo electrónico: corphag@gmail.com
Medellín, Colombia
Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia
Impreso y hecho en Colombia en 2012 / Printed and made in Colombia in 2012
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, 
sin la autorización escrita de la Rectoría de la Universidad de Antioquia y de la 
Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez.
El contenido de la obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete 
el pensamiento institucional de la Universidad de Antioquia ni desata su responsabilidad 
frente a terceros. El autor asume la responsabilidad por los derechos de autor y conexos 
contenidos en las obras, así como por la eventual información sensible publicada en ellas.
Esta obra se editó en conmemoración del vigésimo quinto aniversario de la muerte del 
doctor Héctor Abad Gómez.
Los textos incluidos en este libro aparecieron originalmente en 
Teoría y práctica de la salud pública, publicado por la Universidad 
de Antioquia en 1987, en el cual el autor no refirió las fuentes de 
todas las citas. Por esta razón, no aparecen en esta nueva edición. 
[Nota de los editores]
CONTENIDO
Presentación
Prólogo
Introducción
El significado de la vida humana 
Qué es el hombre
¿Qué es educar?
Una nueva ética
Ecología
Política y salud 
Problemas colombianos básicos 
El papel de la educación
Concepto ecológico de enfermedad 
El personal en la salud pública 
Un nuevo profesional médico latinoamericano
¿Qué es la salud pública? 
Pasado, presente y futuro de la salud pública
Ética social 
Filosofía de la salud pública 
Un programa de salud para colombia 
La poliatría y la teoría mesopanómica 
Qué es y qué no es el mesoísmo 
xi
xiii
xxv
1
9
13
27
33
37
41
65
71
77
83
99
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131
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145
155
165
PRESENTACIÓN
No solo constituye un asunto universitario rendir homenaje 
a una persona como Héctor Abad Gómez, insigne egresado 
y profesor de nuestras aulas, sino un deber ético con alguien 
que defendió los postulados más elevados de libertad para bien 
de la democracia. Por ello, al cumplirse veinticinco años de 
la brutal intolerancia que llevó a su asesinato, la Rectoría de la 
Universidad de Antioquia comparte la selección de diecinueve 
de los textos que fueron publicados en la primera edición del 
libro Teoría y práctica de la salud pública y que ahora reunimos 
con el título: Fundamentos éticos de la salud pública.
Estamos seguros de que este esfuerzo de rescatar del olvido 
las tesis defendidas por el autor, con su claro compromiso que 
trascendió el conocimiento médico para hacer de él un asunto 
y de gran valor civil como transformador de las condiciones 
sociales de las comunidades, no será en vano.
Es aleccionador ejercer el derecho a la oposición con argumen-
tos y con la crítica al Estado y a los distintos sectores en tono 
enérgico, pero generoso, para reclamar de ellos acierto en sus 
políticas, verdadero y real compromiso con el bienestar y, a la 
xii
vez, la falta de una dosis de sensatez al momento de hablar de 
la salud como derecho inalienable. En esa medida, este libro 
constituye un intento de evitar que mueran las ideas de un 
ser humano íntegro que dedicó su existencia a la defensa de 
la vida, la salud y los derechos humanos.
Esta publicación quiere ser tributo que se integra a la 
conmemoración Contra la muerte, coros de alegría, mediante 
la cual la Universidad de Antioquia y la Corporación para la 
Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez nos unimos 
para rendir homenaje a los sembradores de vida y defensores 
de los derechos humanos que participaron con valentía en 
las causas defendidas por Héctor Abad Gómez como los pro-
fesores de nuestra Alma Máter Pedro Luis Valencia Giraldo, 
Leonardo Betancur Taborda y Luis Fernando Vélez Vélez, 
asesinados en Medellín en 1987. Un sincero reconocimiento 
a cuatro hombres que lucharon con convicción y con denuedo 
en defensa de la libertad y de la vida digna.
ALBERTO URIBE CORREA
Rector
PRÓLOGO
Este libro fue escrito por mi padre, el siglo pasado. Recuerdo 
el día exacto que me lo dio y me lo dedicó; era yo estudiante 
de Medicina de último año. Me lo entregó no solo a mí sino 
a todos mis hermanos con una dedicatoria especial y distinta a 
cada uno. Quería decirnos, creo yo, que uno podía trabajar 
por la salud pública de su país desde cualquier profesión que 
uno escogiera. Lo importante era entender bien el sentido de 
la misma y después querer hacerlo.
Como era de esperarse de una estudiante de Medicina jo-
ven, que quería ser cualquier cosa menos salubrista, lo archivé 
en mi biblioteca y no lo leí sino después de que lo mataron. 
Cuando ya él no podía hablarme ni enseñarme era cuando 
yo quería oírlo. Así somos los hijos y los alumnos desagrade-
cidos. Con razón dijo Montaigne: El hombre es cosa vana, 
variable y ondeante. 
Yo leí su libro varias veces y ahora a mis cincuenta años 
cumplidos (casi a la edad que él tenía cuando lo escribió) y 
casi siempre cuando estoy triste y aburrida de mí misma, de 
mi trabajo, de lo que hago, lo releo y lo releo, primero para 
xiv
recordar sus enseñanzas y segundo para consolarme. El trabajo 
en salud es con frecuencia duro y desagradecido. 
Cuando mis compañeros de trabajo me dicen que no soy 
epidemióloga sino salubrista, no me ofendo, porque pienso 
que me hacen un gran honor. Ojalá fuera yo salubrista.
Pienso que hay en este libro una visión muy optimista de la 
vida y también del trabajo en salud pública que yo desafortuna-
damente no tengo. Al mismo tiempo creo que es importante 
conservar ese optimismo. Como yo pierdo el entusiasmo con 
facilidad me aseguro de tener el libro cerca, para recargar mi 
optimismo y no hundirme en el pesimismo.
Este libro es fácil de leer, entretenido, claro, conciso. Aunque 
parezca increíble está actualizado aún. Si alguien quiere saber 
qué debe hacer un buen salubrista en su paso por el mundo, 
debería leerlo con atención.
El libro tiene descrita toda una filosofía de la salud pública 
que es en esencia una ética social y es fundamentalmente la 
manera como debería concebirse el ejercicio de la medicina 
en todos los países.
Las cifras, los datos, las estadísticas ya no están actualizadas, 
como es obvio, pero las definiciones, los conceptos de salud, 
de salud pública, del quehacer en salud son apreciaciones 
muy claras y fáciles de entender.
Los trece principios de este saber en salud son reglas básicas 
que no deberíamos olvidar los médicos, seamos o no salubris-
tas.Recordemos siempre las enseñanzas de este gran salubrista 
xv
que dijo que no todos los médicos pueden ser salubristas ni 
todos los salubristas pueden ser médicos.
El concepto de salud ha venido cambiando a través del 
tiempo; igualmente el de salud pública. Es conocido por to-
dos que los conceptos en el tema de salud no son estáticos y 
van por supuesto evolucionando a medida que se van dando 
los adelantos científicos. Sin embargo, me parece percibir 
que la concepción moderna de la salud pública ha dado un 
viraje tan grande y tan drástico que ya a la fecha se desvir-
túo completamente. Se perdió su esencia, su sentido. Este 
concepto, esta concepción, esa manera de entender la vida y 
principalmente el sentido humano que debe tener el trabajo 
en salud, que es finalmente como debería definirse la salud 
pública, ese enfoque altruista del quehacer médico en salud, 
me temo que no es ya para nada el espíritu y el aroma que se 
percibe en gran parte de los escenarios estatales, universitarios 
ni hospitalarios contemporáneos. Percibo que no tiene ya ese 
sentido que menciono, el ejercicio de la salud pública actual 
y pienso que tal vez no vuelva a tenerlo jamás. 
Los médicos generales y especialistas modernos, creo que 
nunca más, y para desgracia de sus enfermos, pensarán con 
ya el corazón. 
Tengo la impresión de que la salud pública con la que so-
ñaba mi padre ya no existe. Se quedó en sus sueños. En sus 
palabras. En sus cátedras. En sus enmohecidos libros y en las 
bibliotecas de sus alumnos. Quisiera que la gran mayoría de la 
xvi
gente joven que estudia temas de salud, y que me doy cuenta 
de que cada vez lee menos los libros clásicos o textos guía de las 
materias, consulta poco en los libros y prefiere el computador, 
los chats, los mensajes de texto, el Black Berry el iPhone, y 
otros equipos modernos, invirtiera algo de tiempo en pensar 
y en reflexionar en las palabras de un excelente maestro de la 
salud pública. No importa que ya esté muerto. Pero veo con 
tristeza que no hay mucho tiempo ni demasiado interés en 
seguir sus enseñanzas, su ejemplo de vida.
Por eso y por mucho más, pienso que la salud pública tal 
como la concebía mi padre, ya no está de moda, ya no existe. 
Mejor dicho, es un tema de poco interés para muchos.
Siento que las enseñanzas de nuestro profesor, del casi único 
profesor de salud pública de la gran mayoría de los médicos 
antioqueños, se las llevó el viento. 
En términos generales puedo decir con un porcentaje de error 
no calculado, que los médicos y las enfermeras de las nuevas 
generaciones no han tenido la oportunidad de entender a 
cabalidad el concepto de salud y mucho menos el concepto de 
salud pública que es aún un concepto un poco más complejo 
que el concepto de salud.
Pienso que los médicos generales y especialistas de hoy no 
saben muy bien qué significa trabajar por la salud pública, y 
me temo que los médicos subespecialistas modernos mucho 
menos; no es muy claro para mí si ellos sí comprenden bien 
qué utilidades prácticas tiene esta ciencia, y cómo se involucra 
xvii
en el quehacer médico, ni de la administración de los servicios 
de salud. Lo que sí sé que saben a cabalidad es que con ese 
tema no se hace fortuna y apenas, quizás, se sobrevive. 
Los médicos mayores, aunque no todos, si acaso conocieron 
el concepto de salud pública ya casi todos también, lo olvi-
daron. Y los pocos salubristas puros que hay, o los pocos que 
quedan, sus cuasi hermanos, sus colegas, los llaman, ingenuos, 
soñadores e incluso tontos y desactualizados. Quieren ahora 
los médicos jóvenes dar a los más viejos lecciones de moder-
nismo y realidad, quieren entregar conceptos supuestamente 
contemporáneos y de actualidad en el tema de salud. De 
salud pública.
Me parece que algunos médicos salubristas jóvenes deci-
dieron sin previo aviso cambiar la concepción de la salud 
pública y se atrevieron a llamarla sin sonrojarse: salud pública 
moderna. Cuando los escuchen, deténganse un poco en su 
discurso y podrán ver claramente que lo moderno es el culto 
al lucro individual y de empresa como único mensaje para 
tener en cuenta.
La salud pública moderna con la que soñaba mi padre ya 
no existe. En términos generales me temo que buena parte 
de las nuevas generaciones médicas, no introyectaron ya ese 
asunto. Ellos a veces parece que estuvieran convencidos de 
que lo que les intentan enseñar los médicos mayores son 
concepciones del siglo pasado que no tienen que ver con las 
concepciones actuales, ni con los conceptos supuestamente 
xviii
modernos de UPC, IPS, EPS, copago, cuota moderadora e 
integración vertical. Lenguaje moderno y supuestamente ac-
tualizado de la salud pública, cuando con frecuencia me doy 
cuenta de que ese lenguaje no es otra cosa que el lenguaje 
y las siglas de la no muy bien parada Ley 100. Mejor dicho, 
en muchos tópicos, el lenguaje de la deshumanización, del 
abandono y del olvido.
No voy a negar tampoco ni desconozco los avances en cober-
tura y en atención en salud que se han logrado en Colombia 
con esta ley, pero pienso que hay todavía muchos problemas 
de calidad, de indicadores de salud, de corrupción y desvío de 
dineros a otros asuntos ajenos a la salud que aún no se han 
resuelto. Bien sabemos que tener salud no es tener un carné 
de atención, ni una EPS, ni un médico de familia. Tener 
salud colectiva, tener salud individual, tener calidad de vida, 
es mucho más que eso.
No desconozco que las tasas de mortalidad infantil han 
disminuido en Antioquia, lo mismo que las muertes por en-
fermedad diarreica aguda y por infección respiratoria aguda. 
También sé que han bajado las muertes por desnutrición. Pero 
sigo pensando que el concepto clásico y esencial de la salud 
pública ha venido cambiando a través del tiempo, para mal. 
Para el mal de los otros. Para el mal de aquellos a los que los 
médicos en nuestro juramento hipocrático juramos proteger. 
Lo cierto es que el ejercicio de esa ciencia que supuestamente 
iba a cambiar la vida de los demás y le traería la esperanza, 
xix
la paz y la felicidad al colombiano contemporáneo, aquella 
ciencia que me enseñó mi padre y les enseñó con bastante 
rigor científico a muchos médicos, no es, ya no existe. Se 
transformó, se desvirtúo, se está muriendo.
Es triste constatar todavía hoy en pleno siglo xxi, cómo nos 
matamos por pocos pesos, cómo están hospitalizados día tras 
día en las UCIS (unidades de cuidados intensivos) de los hos-
pitales de mayor complejidad de nuestro país, pacientes con 
tétanos neonatal, leptospirosis, moribundos de tuberculosis 
pulmonares, extrapulmonares y multirresistentes, mujeres y 
hombres con intentos de suicidio, muertes maternas que tal 
vez pudieron evitarse, en fin.
Hace parte todavía de la cotidianidad hospitalaria casos de 
mujeres y niños maltratados, niños muertos por desnutrición, 
enfermedad diarreica aguda, niñas violadas y asesinadas, 
bebés muertos por tos ferina, niños sin vacunar, niños que 
nacen con sida, con sífilis y toxoplasmosis congénita, mujeres 
jóvenes que mueren ante nuestros ojos atónitos, por cáncer 
de mama y de cérvix. Esta última enfermedad conocida como 
la enfermedad del subdesarrollo, qué digo subdesarrollo, de la 
pobreza y la extrema ignorancia en las que se encuentran 
aún sumergidas muchas mujeres de este país. Reconozco el 
trabajo dedicado en este tema de la médica colombiana Nubia 
Muñoz Calero (candidata al premio Nobel de Medicina) en el 
descubrimiento de la vacuna del virus del papiloma humano 
para la prevención del cáncer de cuello uterino. Valoro, además, 
xx
la reciente inclusión de la vacuna en el plan ampliado de 
inmunizaciones por la doctora Beatriz Londoño, Ministra 
de la Protección Social. Esas son acciones de salud pública 
admirables y valientes.
No obstante, creo que si ni siquiera todos los niños en nues-
tro país tienen agua limpia para tomar,ni tampoco en nuestro 
departamento, ni en nuestro municipio, no hemos trabajado 
suficientemente en salud pública y es muy largo todavía el ca-
mino que debemos recorrer. Si todavía se mueren los niños de 
diarrea y de neumonía, en Antioquia y en Colombia, debemos 
seguir trabajando arduamente para que esto no ocurra, por 
enfermedades prevenibles.
Siento decir y constatar que hemos avanzado muy lenta-
mente en los indicadores más importantes de salud pública 
de Colombia y que casualmente coinciden con veinticinco 
años de la ausencia de mi padre. 
Más que estadísticas y cifras frías, lo que en últimas vemos 
hoy con claridad, son hombres, mujeres y niños tristes enfer-
mos y desamparados. Mejor dicho, olvidados por el Estado 
y tal vez también por Dios que quizás se haya cansado de ver 
cómo los seres humanos cada vez nos hacemos entre nosotros 
más daño. 
Creo que a los médicos colombianos, principales responsa-
bles de la salud pública de este país, se nos olvida con frecuencia 
que la ambición de lucro y la sed de gloria, no deben influir 
para nada en el ejercicio de nuestra profesión. 
xxi
En mi infancia, cuando le decía a mi padre mi miedo a la 
muerte, me contestaba, para consolarme, que estar muerto era 
como estar dormido: “Es como estar dormido y uno en ese 
momento, no siente nada, me aclaraba”. También me decía 
que debía ser fuerte al vivir mi vida y al ejercer mi profesión, 
porque el valiente moría una vez y el cobarde mil.
Por eso solo por hoy voy a pensar que mi padre muerto está 
dormido. Y que tal vez así pueda escuchar desde muy lejos, algo 
de lo que le quiero decir y es, en primer lugar, que no debió 
haberse dejado matar, que no se debió arriesgar tanto, que 
ese sacrificio no valía la pena. Ese actuar tan arriesgado, no 
era justo con sus hijos. Quisiera que supiera hoy que tampoco 
valieron la pena tantas clases y horas de profesor universitario. 
Si me oyera le diría: Hablaste más de lo que se puede hablar en 
este país. Si pudiera oírme, quisiera decirle también que solo 
por algunos cambios positivos en salud que han ocurrido en 
estos veinticinco años, me gustaría que pudiera abrir sus ojos, 
me gustaría que nos sonriera de medio lado o que explotara 
en carcajadas y nos dijera: “Se lo dije.”
Pero por otro lado, quisiera, aunque me duela, que no 
despertara jamás. Que siguiera dormido para siempre. No 
podrías creer, si acaso despertaras, que muchas de tus clases, la 
gran mayoría se nos olvidaron. Que nosotros, tus alumnos, 
las olvidamos. No quisiera que supieras que tus alumnos olvi-
daron tus principios de higiene y de salubridad. Lo olvidaron 
incluso aquellos alumnos a quienes más querías, a los que 
xxii
más preferías, de los que jamás dudaste. Si los oyeras hablar 
hoy acerca de la gente, acerca de su quehacer en salud, me 
temo que se te aguarían los ojos. Tus mejores alumnos, sien-
to decírtelo, ya no te quieren, ni te recuerdan y los médicos 
y enfermeras más jóvenes, ni te conocieron, ni te leen, y lo 
peor, no te quieren conocer a través de tus libros, y tal vez no 
te conocerán jamás. Son sordos, permanecen inmunes a tus 
enseñanzas, a tus libros y a tu legado. Parecen a veces, seres 
insensibles.
Por eso la salud pública que tú intentase enseñar en este 
libro ya no existe. Exagerando algo, creo que tu concepción 
de la salud pública murió al mismo tiempo y en el mismo 
instante en que te fuiste tú. Murió contigo. La salud pública 
en Colombia está muerta como tú. No está dormida, está 
muerta igual que tú. Así lo veo hoy, por lo menos.
A los pocos médicos y enfermeras que te recuerdan ya nadie 
los escucha, tal vez porque son pocos y hablan muy pasito. O 
porque ya son viejos como tú, cuando dabas tus últimas clases.
Quisiera sí que vieras, si acaso te pudieras despertar, cómo 
mi madre sigue luchando sin ti. Y sigue viva como un roble 
fuerte. Para el asombro de muchos. Todos tus hijos también 
hemos sobrevivido, no sin muchas dificultades de todo tipo, 
pero principalmente aquellas injuriosas y descalificadoras de 
tu quehacer en el mundo. Porque ni muerto te dejan en paz.
Siento tener una visión tan pesimista de la salud en Colom-
bia. Tal vez se trate de mi miopía actual. Quisiera ser optimista 
xxiii
y no perder el entusiasmo que siempre tuvo mi padre. Tal vez 
mi vivencia de médica epidemióloga de un hospital de cuarto 
nivel de atención, no me permite tener otra visión. No obs-
tante lo que leo y evidencio en otros escenarios de primero y 
segundo nivel de atención, no me permite cambiar demasiado 
mi concepción y análisis del tema.
Quisiera pensar que la reedición de este libro tan viejo y tan 
actual a la vez, despierte a algunas mentes dormidas y que ellas 
entiendan por fin el verdadero sentido de nuestro quehacer en 
salud, que es trabajar pensando siempre en los otros, porque 
como dijo alguien lo importante son los otros. Pero sé que es 
solo otro sueño, como muchos de los otros que tuviste. 
Deberíamos los médicos, y en general todas las personas 
que trabajan por la salud del país, ubicarnos sin resistir en 
el nivel de salud en que nos necesiten y trabajar indepen-
dientemente de nuestro sitio de trabajo, en la promoción 
de la salud, la prevención de la enfermedad, la curación y 
rehabilitación en salud de la gente. Todos los médicos inde-
pendientemente de su especialidad y de su cargo deberían 
trabajar por la salud pública.
Los colombianos privilegiados independientemente del 
oficio que desempeñemos, tenemos una obligación moral, y 
es trabajar sin descanso por la salud y el bienestar de nuestro 
país pero siempre priorizando al más pobre y al más olvidado.
SOL BEATRIZ ABAD FACIOLINCE
INTRODUCCIÓN
La teoría mesopanómica (de meso = en el medio y pan = todo; 
es decir una mirada que tiene en cuenta no solo el medio 
mayoritario sino los dos extremos minoritarios de todo fenó-
meno colectivo natural) constituye la base estadística de los 
pensamientos expresados a través de los distintos capítulos de 
este libro. Es una teoría totalizadora, pero de ninguna manera 
totalitaria, que reconoce no solamente los cambios que se dan 
y se deben dar en el medio mayoritario de todo fenómeno 
natural, sino los cambios que en este mismo medio produce la 
lucha dialéctica permanente entre los minoritarios extremos. 
Se trata, por supuesto, del análisis de los fenómenos de los 
grupos, de colectivo, no de los fenómenos individuales. Por 
eso su tratamiento es fundamentalmente estadístico.
Pero tal vez más importante que lo anterior, es el re-
conocimiento de que cuando se traslada este estudio a 
los fenómenos sociales, su tratamiento —así siga siendo de 
reconocimiento realístico de la por mi llamada “curva natural 
de distribución”, de cualquiera de las frecuencias analizadas— 
debe ser fundamentalmente ético, es decir, con el propósito 
xxvi
de cambiar “hacia el mejoramiento humano” los fenómenos 
naturales analizados. Es lo que también he llamado “ética 
social”.
Por eso la salud pública, entendida como tradicionalmente 
se ha hecho, como la disciplina que previene y trata las enferme-
dades colectivas (biológicas o traumáticas fundamentalmente), 
se amplía aquí hacia otra disciplina más social, más compren-
siva, que yo he llamado poliatría (de polis = ciudad-estado 
e iatría = estudio, tratamiento, curación) que implicaría 
una profesión totalmente nueva, no solo multidisciplinaria 
sino transdisciplinaria, que trataría de armonizar las demás 
disciplinas o profesiones que hasta ahora han surgido en el 
transcurso de la historia de la cultura humana: medicina, 
salud pública, epidemiología, antropología, sociología, sico-
logía social, economía, política, por medio de algo similar 
a lo que tuvo que hacer la música hace un poco más de un 
siglo, cuando la variedad, la cantidad de instrumentos y la 
complejidad de las partituras, crearon la orquesta sinfónica y 
la necesidad de un directorque entendiera a toda la orquesta 
como su instrumento.
En el campo social, esto lo ha hecho tradicionalmente el 
cacique, el rey, el monarca, el gobernante, el político, el alcalde, 
el gobernador, el presidente; sin ninguna preparación académica 
ética-universitaria-científica para ello. Por el contrario, es la 
ambición de poder y de fuerza, no de servicio —lo sabemos 
desde Macchiavello— lo que también tradicionalmente ha 
xxvii
movido a estos directores sociales que hemos llamado “polí-
ticos”, para dirigir los grupos sociales.
El poliatra sería un trabajador social preparado —repito— 
ética, académica, universitaria, científicamente para dirigir 
dichos grupos hacia el bienestar de todos sus componentes 
individuales, teniendo en cuenta la distribución mesopanómica 
de todo grupo natural.
Pero esto ya sería materia, no ya de la salud pública —que 
es lo que solamente se trata de abarcar en este libro— sino de 
la poliatría, que requeriría otra obra que se pudiera intentar 
posteriormente.
Por ahora, permítaseme consignar lo siguiente:
Esta no es sino una compilación de algunos escritos del 
autor, durante los últimos veinte años, que pudieran servir 
a los actuales estudiantes de Salud Pública para adquirir una 
perspectiva global de lo que han sido, a través de los años, 
las concepciones del mismo sobre los problemas de la salud 
pública colombiana y latinoamericana.
Por ser una compilación —y no una revisión— es posible que 
se encuentren muchas repeticiones y —seguramente— también 
algunos cambios en el enfoque de situaciones de las cuales se 
fueron presentando variables a lo largo del tiempo.
No es ni pretende ser un tratado de salud pública y ni 
siquiera un curso de salud pública.
Pudiera ser —tal vez— una filosofía de la salud pública que ha 
venido siendo elaborada —sin orden ni sistema preestablecido 
xxviii
por una persona abierta y sometida a múltiples influjos, dis-
puesta siempre al cambio al que la realidad lo va sometiendo, 
pero con una meta única: el bienestar de los seres humanos. 
Aquí están expuestos sus vivencias, sus pasos, sus caídas, sus 
errores, sus luchas y anhelos. Sin maquillajes, sin tapujos; 
sin revisiones ni apologéticas rectificaciones. Simplemente 
tal como han sido, a través del tiempo.
EL SIGNIFICADO 
DE LA VIDA HUMANA
En la Escuela de Medicina aprendemos mucho sobre las 
vidas de los parásitos, de las bacterias y de los hongos y muy 
poco sobre la vida de los hombres, sujetos a quienes nos 
hemos dedicado a salvar sin preguntarnos por qué ni para 
qué. Asumimos que toda vida humana es valiosa y creemos 
contribuir al bienestar humano general, salvando la mayor 
cantidad de vidas que podamos y previniendo toda muerte 
prevenible. ¿Qué hemos conseguido con esto? Aumentar la 
cantidad de vidas humanas, sin preguntarnos su calidad. Ya 
es tiempo de que los médicos dejemos la vieja dicotomía que 
consiste en creer que siempre la vida es buena y la muerte es 
mala y la remplacemos por un análisis más científico y a fondo 
del problema vida-muerte humanas, para que tengamos más 
clara nuestra tarea. No debemos seguir creyendo que nuestra 
misión es salvar vidas, sino que debemos integrarnos a una 
concepción más amplia de nuestro mundo y mirar el problema 
desde un punto de vista más general y social.
2
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
¿Cuál es el significado de la vida humana sobre la tierra? 
¿Para qué vivimos? He aquí dos preguntas básicas, que debe-
mos saber contestarnos antes de seguir viviendo y actuando, 
inconsciente o ciegamente, como agentes de la vida humana 
porque sí, como defensores de la vida por sí misma.
¿Tiene la vida un valor en sí misma o depende dicho valor de 
la clase de vida que logremos vivir? ¿Deberemos ser agentes 
de la vida, de cualquier clase de vida, o solamente de un 
tipo de vida que consideremos ideal? ¿Cuál sería este tipo 
de vida? He aquí otra pregunta fundamental.
Digamos, de una vez por todas, que consideramos a todo ser 
humano vivo, como el máximo valor sobre la faz de la tierra. 
La conservación de su vida, pero no de una vida cualquiera, 
sino de la mejor vida posible para él, es la empresa más impor-
tante a que una sociedad debe dedicarse. Esto significa que 
toda sociedad debe asegurarles a todos sus individuos salud, 
alimentación, dignidad, decoro, en una palabra, bienestar 
físico, mental y social. Todo ser humano, desde el momento de 
su concepción, debe ser sagrado para el médico. Esta noción 
tradicional debemos conservarla, si no queremos perdernos 
por los peligrosos vericuetos del crimen. Lo que debemos 
reconsiderar es si toda clase de vida vale la pena vivirla o no. 
Esta es una decisión, obviamente, que cada ser humano debe 
hacer. Y aunque de hecho se hacen discriminaciones, esto se 
debe más al tipo de sociedad en donde vive el médico, que a 
su propia escogencia o voluntad. En una sociedad capitalista, 
3
EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA
por ejemplo, la salud es una mercancía que se compra por 
dinero y quienes no la tienen se tienen que contentar con 
atención de segundo orden o con ninguna atención a su salud. 
En una sociedad de tipo socialista la salud, como todos los 
demás bienes, se reparte más igualitariamente.
El costo de los elementos materiales de que está compuesto 
un ser humano se ha valorado en unos catorce dólares. Sin 
embargo, cuando un ser humano se muere, la pérdida es 
mucho mayor. El valor espiritual de su pérdida casi se diría 
que no puede medirse. ¿Qué potencialidades se pierden en 
la muerte de un niño o de una persona joven? ¿O de una 
persona madura en su plena actividad física y mental? ¿Valen 
lo mismo todas las personas?
Teóricamente, todos los seres humanos son iguales, pero en 
la práctica esto no es verdad. Este es un hecho real que tiene 
que aceptarse sin discusión posible. El punto importante aquí 
es cómo tratar de reducir lo más posible estas desigualdades 
biológicas, sociales y naturales, que si es verdad que de hecho 
se presentan, muchas son el resultado de condiciones socia-
les que pueden cambiarse. Cuando la educación y la salud, 
por ejemplo, se presta en igual medida, cantidad, calidad e 
intensidad, a todas las personas, sin ningún distingo, lo que se 
está haciendo es tratando de superar las diferencias naturales 
biológicas, que muchas veces se reflejan en el campo social, 
dando origen a extremas desigualdades humanas —entre el 
genio y el idiota, por ejemplo— las cuales pueden atenuarse y 
4
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
disminuirse, proporcionando a todos las mismas circunstancias 
básicas ambientales, culturales y sociales. Esto haría menos 
duro y lograría reducir, por lo menos en parte, este estado de 
desigualdad social que hoy se presenta y sigue produciéndose 
en la gran mayoría de sociedades humanas. ¿Hay algún remedio 
para esto? Es evidente que sí. Ya lo hemos dicho. Una sociedad 
humana que aspira a ser justa tiene que suministrar las mismas 
oportunidades de ambiente físico, cultural y social a cada uno 
de sus componentes. Si no lo hace, estaría creando desigual-
dades artificiales. Son muy distintos los ambientes físicos, 
culturales y sociales en que nacen, por ejemplo, los niños de 
los ricos y los niños de los pobres, en Colombia. Los primeros 
nacen en casas limpias, con buenos servicios, con biblioteca, 
recreación y música. Los segundos nacen en tugurios, o en 
casas sin servicios higiénicos, en barrios sin juegos ni escuelas, 
ni servicios médicos. Los unos van a lujosos consultorios par-
ticulares, los otros a hacinados centros de salud. Los primeros 
a escuelas excelentes. Los segundos a escuelas miserables. ¿Se 
les está dando así, entonces, las mismas oportunidades? Todo 
lo contrario. Desde el momento de nacer se los está colocan-
do en condiciones desiguales e injustas. Aun desde antes de 
nacer, en relación con la comida que consumen sus madres, yaempiezan su vida intrauterina en condiciones de inferioridad. 
En el Hospital de San Vicente hemos pesado y medido grupos 
de niños que nacen en el pabellón de Pensionados (familias 
que pueden pagar sus servicios) y en el llamado pabellón de 
5
EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA
Caridad (familias que pueden pagar muy poco o nada por estos 
servicios) y hemos encontrado que el promedio de peso y talla 
al nacer es mucho mayor (estadísticamente significante) entre 
los niños de pensionados que entre los niños de caridad. Lo 
que significa que desde el nacimiento nacen desiguales. Y no 
por factores biológicos, sino por factores sociales (condiciones 
de vida: desempleo, hambre) en las familias de los pobres, dis-
tintas a las condiciones en que viven las familias de los ricos. 
Estas son verdades irrefutables y evidentes que nadie puede 
negar. ¿Por qué nos empeñamos entonces —negando estas 
realidades— en conservar tal situación?
Porque el egoísmo y la indiferencia son características de los 
ciegos ante la evidencia y de los satisfechos con sus condicio-
nes buenas y que niegan las condiciones malas de los demás. 
No quieren ver lo que está a la vista, para así mantener su 
situación de privilegio, en todos los campos. Esta es la situa-
ción colombiana en el momento —enero de 1973— y todas las 
cifras e índices de medición social —los llamados indicadores 
sociales— así lo revelan claramente. ¿Qué hacer ante esta si-
tuación? ¿A quiénes les corresponde actuar? Es obvio que los 
que deberían actuar son los afectados perjudicialmente por 
ella. Pero casi siempre, ellos, en medio de sus necesidades, 
angustias y tragedias, no son conscientes de esta situación 
objetiva, no la internalizan, no la hacen subjetiva.
Aunque parezca paradójico —esto ha sido históricamente 
así— son algunos de los que la vida ha colocado en condiciones 
6
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
aceptables, los que han tenido que despertar a los oprimidos 
y explotados para que reaccionen y trabajen por cambiar las 
condiciones de injusticia que los afectan desfavorablemente. 
Así se han producido cambios de importancia en las condi-
ciones de vida de los habitantes de muchos países y estamos 
ciertamente viviendo una etapa histórica en la cual en todos 
ellos hay grupos de personas —éticamente superiores— que 
no aceptan como una cosa natural que estas situaciones de 
desigualdad y de injusticia perduren. Su lucha contra “lo esta-
blecido” es una lucha dura y peligrosa. Tiene que afrontar la 
rabia y desazón de los grupos más poderosos política y econó-
micamente. Tiene que afrontar consecuencias, aun en contra 
de su tranquilidad y de sus mismas posibilidades; en contra de 
alcanzar el llamado “éxito”, en la sociedad establecida. Pero 
hay una fuerza interior que los impele a trabajar en favor de 
los que necesitan su ayuda. Para muchos, esa fuerza se cons-
tituye en la razón de su vida. Esa lucha le da significado a su 
vida. Se justifica vivir si el mundo es un poco mejor, cuando 
uno muera, como resultado de su trabajo y esfuerzo. Vivir 
simplemente para gozar, es una legítima ambición animal. 
Pero para el ser humano, para el Homo sapiens, es contentarse 
con muy poco. Para distinguirnos de los demás animales, 
para justificar nuestro paso por la tierra, hay que ambicionar 
metas superiores al solo goce de la vida. La fijación de metas 
distingue y caracteriza a unos hombres de otros. Y aquí lo 
más importante no es alcanzar dichas metas, sino luchar por 
7
EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA
ellas. Todos no podemos ser protagonistas de la historia. La 
humanidad, como un todo, es la verdadera protagonista y 
hacedora de la historia. Como células que somos de este gran 
cuerpo universal humano, somos sin embargo conscientes de 
que cada uno de nosotros puede hacer algo para mejorar el 
mundo en que vivimos y en el que vivirán los que nos sigan. 
Debemos trabajar para el presente y para el futuro, y esto nos 
traerá mayor gozo que el simple disfrute de los bienes mate-
riales. Saber que estamos contribuyendo a hacer un mundo 
mejor, debe ser la máxima de las aspiraciones humanas. Cada 
cual haciendo la parte que cree hacer mejor. En un “proceso 
al Homo sapiens” que se siguió recientemente en una ciudad 
estadounidense, este fue condenado por las estupideces que ha 
hecho hasta ahora, aun a veces con las mejores las intenciones: 
la polución ambiental, la explosión demográfica, las guerras, 
el fanatismo y el odio; todo, dentro de una civilización indi-
vidualista y materialista, ha sido el resultado hasta hoy de las 
actividades del hombre sobre la faz del mundo. Pero estamos 
reconociendo que nos hemos equivocado y que andamos 
por un camino que nos conducirá al desastre, es decir, hacia 
el deterioro de la calidad de la vida humana, hacia mayores 
sufrimientos y desesperanzas. La lucha por una vida mejor 
para todo el mundo apenas empieza en la historia de la hu-
manidad. Antes las preocupaciones eran otras. Se reducían a 
preocupaciones egoístas, de familia, de clan o de parroquia. 
Si mucho, a preocupaciones nacionales. En este momento, en 
8
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
la era de las comunicaciones y del intercambio mundial, las 
preocupaciones de los mejores hombres en todo el mundo se 
hacen cada vez más universales. Se ecumenizan [sic] y catoli-
zan. Esta es la gran esperanza para la humanidad del presente 
y del futuro. Grupos de hombres cada vez crecientes, en las 
universidades y escuelas de la tierra, en las organizaciones 
técnicas y humanitarias de las Naciones Unidas y de diversas 
organizaciones filantrópicas, personas dedicadas al cultivo del 
intelecto y de las ideas de paz y de justicia, en los talleres y en 
los campos, en asociaciones y en sindicatos, van sintiendo que 
pueden ayudar al bienestar de todos los seres humanos, sin 
distinciones de raza, religión o nacionalidad. Estas personas 
sienten que tienen una misión que deben cumplir. Saben 
que el mundo nunca llegará a la utopía. Saben que nunca se 
podrá dejar de trabajar para siquiera acercarse, un poco más 
que ahora, al cumplimiento de ideales superiores. Pero van 
pasando la antorcha y la bandera a las generaciones sucesivas, 
con la esperanza de que cada vez sean mayores la igualdad, la 
justicia, la libertad, el amor entre los hombres. Eso, repito, 
les da significado a sus vidas. 
QUÉ ES EL HOMBRE
El hombre es un ser físico, bioquímico, biológico, social y 
espiritual, caracterizado por su capacidad de crear conceptos 
abstractos, extraídos de sus experiencias de interrelación con 
los medios en que se forma nace, crece, se desarrolla y mue-
re. Tiene una gran capacidad de modificar —generalmente 
a su favor— los medios físicos, los bioquímicos, biológicos, 
sociales y espirituales. Sin embargo, a lo largo de su historia 
en el planeta, ha modificado también estos medios en forma 
desfavorable para su propia vida. 
En este momento está adquiriendo conciencia cada vez 
más clara de que los grandes instrumentos que ha creado para 
la modificación de su vida sobre la tierra —religión, ciencia, 
tecnología, filosofía— son instrumentos neutros, que pueden 
dirigirse para su bien o para su mal. Su principal tarea en 
su etapa actual es la de dirigir tales instrumentos a producir 
una vida más satisfactoria para el mayor número posible de 
seres humanos.
Las ideas, mejor reparto de los bienes de la tierra, de la 
“catolicidad”, es decir, de la universalidad del ser humano, 
10
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
de la justicia social, de la mejor organización del mundo, son 
ideas a las cuales les ha llegado su tiempo y nadie va a poder 
detenerlas. En las actuales condiciones del mundo —avance 
científico, tecnológico y ético— estas ideas, conceptos, creacio-
nes del hombre, se han hecho realizables. Y van a realizarse.
Para llegar a un mundo mejor organizado va a haber todavía 
muchasdificultades, obstáculos, violencias, retrocesos, luchas 
y guerras. No sabemos cuándo se logrará aquel ideal. Pero el 
hombre se ha mostrado potencialmente capaz de organizar 
su sociedad más racionalmente. Los peligros que actualmente 
aboca son inmensos. Tal vez los más formidables a los que se 
ha enfrentado a través de su historia: 
1. El extremo fanatismo de los que quieren implantar sus ideas, 
cueste lo que cueste, sin reparar en los medios. Con el “peligro” 
de crear instituciones de poder —iglesias, políticas— que 
esclavicen a los humanos por muchas centurias y traigan 
a la humanidad entera una nueva Edad Media, con una 
doctrina monolítica, impuesta a todos por la fuerza, por 
la disciplina o por la manipulación en un mismo sentido, 
de los medios de comunicación social. ¿Serán en este 
tipo de sociedad, más felices los hombres? Es probable 
que sí; la libertad ha sido siempre para los humanos la 
mayor fuente de angustia. El hombre libre, el hombre que 
duda, es siempre un hombre angustiado. Por el contrario, 
el hombre que cree, el hombre que tiene firmes convic-
11
QUÉ ES EL HOMBRE
ciones, y que, por lo tanto, tiene un concepto más claro 
de la realidad que él cree ver, aunque no corresponda, 
exactamente, a la misma realidad (¿quién sabe qué es la 
realidad?), es un hombre más tranquilo, más seguro, más 
feliz. Así ha sido siempre y así será en el futuro.
2. El extremo fanatismo de los que creen en la vida humana como 
un valor en sí mismo, sin importarles la calidad de esa misma 
vida humana. Los médicos y los salubristas de las últimas 
generaciones han implantado esta convicción en todas 
las sociedades modernas, a un gran costo, con un gran 
esfuerzo y un con una excelente intención, pero con el 
resultado de que cada vez hay mayor miseria, mayor su-
frimiento, mayor desempleo, mayor inseguridad, mayor 
insatisfacción, mayor suciedad, más basura, más humo, 
mayor contaminación, más revoluciones y guerras, más 
fanatismo y sufrimiento, que en cualquier otra época de 
la historia. Sobre todo en los países del cinturón tropical 
de la tierra, que son los más poblados, los más pobres, 
los más subdesarrollados y los más explotados por los 
grupos que han alcanzado más riqueza y mejor tecnología 
en todo sentido.
La explosión demográfica se está constituyendo en un 
peligro tan grande como la explosión atómica. Pero el darse 
cuenta de este peligro, y poder hacer algo en relación con él, 
es lo que diferencia al hombre de otras especies animales. El 
12
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
hombre ha demostrado ya, en distintos lugares y ambientes, 
que puede manejar ese otro problema, con inteligencia y con 
racionalidad. Habrá oposiciones religiosas y políticas —fanatis-
mo irracional— a que se haga algo efectivo en relación con este 
problema. Pero este fanatismo —como todos los fanatismos 
anteriores, nacionales, religiosos, políticos, raciales— también 
será vencido. El hombre se reproducirá en los decenios fu-
turos, al obtener mayor adelanto económico, social y ético, 
en menor proporción a como se está ahora reproduciendo y 
podrá conformar una sociedad mejor.
Los hombres o seres esencialmente emocionales —por 
nuestros ancestros animales— pero potencialmente racionales, 
por nuestra capacidad humanizante al crear cultura seremos 
capaces de crear un objetivo racional y ético a nuestras vidas. 
Este objetivo, humano, racional y ético debería ser —la ética es 
la corona de la cultura— simplemente servir. Sabemos lo que 
somos, sabemos sentir más allá de la sensualidad puramente 
física (gozamos creando una idea, descubriendo una relación, 
imaginándonos una situación mejor para todos los hombres), 
somos capaces de aprender de nuestros propios errores y somos 
capaces también, y sobre todo, de gozar sirviendo. Sirviendo 
a otros seres humanos como nosotros. Sirviéndole al mun-
do. Este es el gozo supremo, la satisfacción suprema, el bien 
supremo. Servir es el destino del hombre. Para eso siente y 
sabe. Para eso vive.
¿QUÉ ES EDUCAR?1
¿POR QUÉ ANTIOQUIA ES COMO ES?
Los maestros —es decir, los que nos hemos dedicado a la educa-
ción— no somos distintos de los demás hombres: participamos 
de la misma mezcla de cualidades y defectos que tiene cada 
ser humano. Y tampoco constituimos un estereotipo único, 
sino que entre nosotros existe gran variedad: desde el extre-
mo de la alta sensibilidad social hasta la insensibilidad más 
absoluta. Pero ¿tenemos, mejor dicho, tienen en Colombia, 
alguna característica media que los asemeje entre sí? Medido 
este parámetro de “sensibilidad social”, ¿se encuentra más 
acusado entre los maestros, o menos acusado, que en otros 
grupos sociales?
Por lo que yo conozco —y conozco un poco más a nivel 
universitario, pero también conozco maestros a nivel medio 
y a nivel primario— diría que este ingrediente de “sensibilidad 
social” que en mayor o menor medida existe en cada ser hu-
1 Conferencia en la Normal Nacional de Institutores, 1969.
14
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
mano, es menor en el maestro, que en otros grupos humanos 
comparables.
Los profesores, en general, están más preocupados en la 
cosa que enseñan, en lo que enseñan en sí, más preocupados 
por lo que enseñan que en para qué lo enseñan. Por ejemplo: 
¿qué estoy enseñando yo ahora?
No el resultado de una investigación científica metódica, 
que haya investigado el parámetro “sensibilidad social”, en los 
grupos que se dedican a la educación; lo cual —en sí mismo— 
si los resultados fueran como yo creo que serían moverían a la 
acción, a cambiar dicha situación, lo que es de la esencia de 
la educación. “Mover hacia la acción”: he aquí la esencia del 
término educar.
Educar es influir en los demás; es hacer cambiar a los demás 
en el sentido que uno quiera que cambien.
¿Y cómo se obtiene esto? ¿Fácilmente? ¿Difícilmente? Depen-
de, primero que todo, de quien uno sea. Es más fácil, en general, 
que un presidente logre el cambio de todo un pueblo ahora que 
dispone de todos los medios de comunicación que un simple 
maestro, incomunicado y opaco. Si lo que yo quiero es que el 
país cambie, ¿cómo lo puedo obtener más eficientemente?
¿Qué tipo de cambio necesita este país?
¿Cómo puedo yo, contribuir a que se efectúe?
Primero: informando, instruyendo.
Segundo: motivando, educando. No hay soluciones fáciles. 
No hay fórmulas mágicas. Pero sí hay ciertas bases fundamen-
15
¿QUÉ ES EDUCAR?
tales, que a veces se olvidan. Hay que informar y que recalcar 
en ciertas cosas básicas, ya sabidas, fundamentales, que son 
ciertamente ciertas. Por ejemplo, el desarrollo social depende 
del desarrollo económico y este de la estructura social de un país.
Un país con una estructura social como la de la Colombia 
actual encuentra obstáculos formidables, prácticamente insu-
perables, para su desarrollo.
Nos estamos desarrollando, sí, en muchos sentidos.
Pero, ¿entendemos bien el proceso de este desarrollo y hasta 
dónde podemos llegar, en este proceso, con nuestras actuales 
estructuras?
Estructura agraria: Examinemos una básica: nuestra estruc-
tura agraria.
¿Por qué somos los antioqueños como somos?
Yo tengo una hipótesis: la estructura social agraria que le 
dio al departamento Juan Antonio Mon y Velarde a fines del 
siglo xviii.
Mucha gente se ha preguntado, incluso universidades 
extranjeras, por qué hay una diferencia tan grande entre las 
características de la sociedad latinoamericana en general y 
las características de Antioquia y Caldas, en Colombia. Va-
rias respuestas se han dado a esta inquietud, sin que se haya 
mencionado, hasta ahora, el hecho histórico de fundamental 
importancia, como fue la Reforma Agraria que implantó 
Juan Antonio Mon y Velarde, en Antioquia, durante los 
años 1785 a 1788. Se ha mencionado la minería como causa, 
16
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
olvidando que esta se inició desde el sigloxvii en Remedios 
y Chocó, permaneciendo estas regiones pobres y miserables 
por muchísimos años. A finales del siglo xviii, Antioquia era la 
provincia más pobre y atrasada del Nuevo Reino de Granada. 
En el año 1783, los oficiales reales de Antioquia informaban 
así al Virrey: “Esta Provincia por su despoblación, su miseria 
y falta de cultura solo es comparable con las de África” y en 1785, 
el gobernador Francisco Silvestre dice: “Esta Provincia inspira 
compasión del que la ve y la conoce, pues se halla casi en las 
últimas agonías de su ruina”.
Fue en este año de 1785, cuando el arzobispo virrey Antonio 
Caballero y Góngora nombró al oidor Juan Antonio Mon y 
Velarde como Visitador de Antioquia, mientras duraba la 
ausencia del gobernador Silvestre.
Cuando llegó a Antioquia Mon y Velarde encontró que 
las tierras pertenecían a unos cuantos latifundistas que las 
poseían sin utilizarlas: “La concesión de tierras hecha en 1763 
a don Felipe de Villegas comprendía una extensión donde se 
fundaron los municipios de Sonsón y Abejorral; en la de don 
José María de Aranzazu, los municipios de Neira, Manizales, 
Salamina y Aranzazu y en los [sic] de los señores Misas y Ba-
rrientos, los municipios de Santa Rosa de Osos y de Yarumal”.
Según Caballero y Góngora, Mon y Velarde “reconoció que 
la causa principal de tantos vagos y guardias era la reunión de 
inmensos terrenos en una cabeza y la tiranía con que los pro-
pietarios exigían de sus colonos todo el provecho que sacaban 
17
¿QUÉ ES EDUCAR?
de unas posesiones antes eriales e inútiles a sus dueños”. El 
visitador Mon y Velarde escribió: “La agricultura que hasta 
aquí ha sido mirada con poco aprecio, debe ser atendida y 
fomentada como que es el fundamento de la industria, de la 
minería y del comercio y [sic] por consiguiente, es el principio 
elemental de toda prosperidad”.
Emprendió por lo tanto vigorosas acciones de reparto de 
los latifundios con normas, que aún ahora, resultarían sabias. 
Decía así en sus instrucciones: “Las porciones de tierras que 
se señalaren, no deberán ser de igual calidad pues es justo 
compartir el terreno fértil con secadal o de menos sustancia” 
y agregaba: “Se avaluará cada uno y le expresará a un juicio 
prudente qué tiempo necesita para poner en labor y hacer útil 
y fructífero el terreno señalado, entendida su calidad aparente 
o fertilidad y las cualidades del sujeto a quien se concede”.
También preveía adelantándose casi 200 años al concepto 
actual de la ley de Reforma Agraria Colombiana, vigente, de 
unidades agrícolas familiares lo siguiente: “Tomando los más 
seguros informes de sujetos cristianos, prudentes y de toda 
verdad sobre qué podrá necesitar cada colono para su estable 
y decente manutención, atendida la fertilidad y buena calidad 
del terreno, de modo que ni carezcan el premio a que se han 
hecho acreedoras, ni tampoco se les concedan demasías en 
perjuicio de otros”. Así se hacía “el repartimiento de tierras 
de labor que se consideren precisas para cada uno”, además de 
tejido competente para el pueblo, donde sus habitantes pueden 
18
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
recrearse y pastar los ganados sin incomodidad”. Nombró Mon 
y Velarde “diputados de agricultura”; estableciendo premios a 
los mejores labradores; estimuló las siembras de arroz, trigo y 
anís; estableció la obligatoriedad y continuó estimulando 
la cría de ganados de toda clase, incluso de lanar, puesto 
que “la lana dará ocupación a muchas gentes que hoy viven 
ociosas, promoviendo industrias de mantas, ruanas y todas las 
manufacturas que vienen de afuera”. A su costa introdujo los 
primeros telares, estableciendo así también el complemento 
de toda reforma agraria, como es el de la industrialización 
posterior.
Por la repartición de tierra, tuvo naturalmente mucha opo-
sición. Por ejemplo de don Ventura de Arbeláez, terrateniente 
de Río negro, quien se opuso a que se establecieran en sus 
tierras cuarenta familias —lo mismo de don Joaquín Barrientos 
y don Placido Misas— por lo cual el Visitador, según lo relata 
el doctor Emilio Robledo de cuya biografía de Mon y Velarde 
se han sacado la mayoría de estos datos: 
Dirigió un memorial al Sr. Regente y a los oidores de la Real 
Audiencia, en que recalca se le aclaren algunas disposiciones 
relativas al régimen de tierras, siendo el mayor obstáculo para el 
poblamiento de las extensas concesiones que habían obtenido 
algunas [sic] individuos, que olvidaban hasta de lo que habían 
capitulado, tan pronto como algunas cabezas de familias se 
reunían para laborar la tierra, saltaban a reclamar derechos y a 
prohibir el laboreo o exigir en cambio créditos superiores a lo 
que podían obtener los colonos.
19
¿QUÉ ES EDUCAR?
Mon y Velarde fundó en tal forma poblaciones “a donde 
pudieran, todos los que hoy se hallan destituidos de tierra, 
encontrar las necesarias para su laboreo y fomento”. En dicha 
forma y en solo tres años, transformó radicalmente la atrasada 
sociedad a donde había llegado como visitador y fue acusado 
y perseguido por los que hasta entonces habían sido ociosos 
privilegiados y conocidos litigantes, como un tal Piedrahita y 
un señor Pérez, por quienes fue acusado de “traición, herejía, 
falsa moneda y otros de esta naturaleza”. A dichas acusaciones 
contestó Mon y Velarde: “No temo a querellas, acusaciones 
y bullicios de hombres semejantes... nada de esto me turba, 
porque sé que no es atropellado por los hombres el que pa-
dece persecución, sino el que teniéndola se abate, acobarda 
o entrega al despecho o a la tristeza, vive persuadido que la 
virtud y la constancia se perfeccionan en la tribulación”.
Hay una directiva importante de Mon y Velarde, la N.° 16, 
que dice así: 
Les hará también entender que para adquirir dominio y poder 
enajenar estas tierras, deben residir en la nueva población por 
espacio de 4 años, pues si antes de este tiempo se ausentare 
perderá su derecho, el que nunca podrá vender ni enajenar ni 
traspasar a la iglesia, monasterio, o mano muerta, pues por solo 
este hecho se volverá a incorporar en la corona y se declararán 
por vacas.
No es de extrañar, por lo tanto, que de Mon y Velarde, 
algunos historiadores, como Eduardo Zuleta Ángel, háyase 
20
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
dicho que era uno de los hombre más crueles y de carácter más 
arbitrario. Al final, Mon y Velarde fue “residenciado”, pero 
había ya efectuado una Reforma Agraria irreversible que aunque 
es calificado por el autor Ramón Franco, de un dinamismo 
[…] a veces atrabiliario, también el mismo autor reconoce que 
con la parcelación de la propiedad, vino el auge de la agricultura, 
por lo tanto la regeneración de Antioquia:” Autorizando Mon 
y Velarde la posesión de las tierras, decretando gratificaciones 
para la siembra de cacao, anís y algodón, introduciendo y re-
partiendo semillas y dotando de tierras y herramientas hasta 
a los mendigos.
Fue así como la provincia más atrasada del Virreinato, An-
tioquia, pasó a ser una de las más prósperas en la época de la 
independencia. Después, la República no continúo la labor 
de Mon y Velarde pero ya se habían creado varios núcleos 
sociales igualitarios, acostumbrados a trabajar para vivir, los 
mismo que conquistaron y parcelaron más tarde Quindío y 
crearon el tipo de propiedades agrícolas medianas cafeteras, 
que hicieron posible la posterior industrialización de Antio-
quia, al aumentar la productividad, por el buen reparto de 
la propiedad de la tierra. Su prohibición de que las tierras 
fueran vendidas a la iglesia y a las congregaciones religiosas 
impidió que en Antioquia se crearan grandes haciendas de 
propiedad de dichas comunidades, que fueron las que dieron 
origen a los también improductivos latifundios y minifundios 
de Cundinamarca y Boyacá.
21
¿QUÉ ES EDUCAR?
Según T. Lynn Smith, distinguido sociólogo norteamerica-
no, las características socioculturalesse derivan del sistema de 
distribución de la propiedad de la tierra: cuando esta se distri-
buye igualitariamente, habrá una sociedad igualitaria; cuando 
haya latifundio, habrá una sociedad de grupos privilegiados.
Esta es la clave de la creación en Antioquia y Caldas, de un 
tipo de sociedad, diferente a la típica sociedad de latifundio 
y privilegios en otras partes de Latinoamérica, y en donde, 
como lo quería Mon y Velarde, se reconoce que “Todos hemos 
nacido para el trabajo y que hay que mirar como un delin-
cuente en la sociedad humana al que no es útil a su patria y 
no emplea sus fuerzas y talentos en procurarse por sí mismo 
su subsistencia”. Este es el caso de los latifundistas ociosos o 
semiociosos, que todavía subsisten en las costas de Colombia, 
en el Valle y aun —porque después hubo una regresión, aunque 
en menor medida— en Antioquia y Caldas, que viven a costa 
del trabajo de otros.
Cuando se acusaba a Mon y Velarde por aquellos hechos, 
contestaba: “Mi ánimo no es perjudicar a nadie; pero tampo-
co será justo que por comprender un sujeto inmensidad de 
tierras en un registro o denuncio, quede privado Su Majestad 
de conceder tierras a cien colonos”. El reconocimiento de 
este evento importante de la historia de Colombia como 
es el de la Reforma Agraria en Antioquia, hacia los finales 
del siglo xviii, sería de gran conveniencia para las nuevas 
generaciones colombianas.
22
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
¿Cómo se hacen los cambios?
¿Puede Colombia cambiar?
Yo creo que sí.
Para mí la Reforma Agraria, en último término, no es 
tanto una cuestión económica o técnica y ni siquiera social o 
política, sino una cuestión eminentemente ética. Dice Peter 
Weiss: “Los poseedores de la tierra, un grupo relativamente 
pequeño (10.000 familias en Colombia, digo yo) se esfuerzan 
por fortalecer y defender sus posiciones. Frente a ellos se 
impone poco a poco un poder que parte del convencimiento 
de que los bienes del mundo deben pertenecer a todos los 
hombres en la misma medida”. Esta es una posición ética que 
debemos mantener y reforzar.
Para mí ha sido cada vez más claro que la obra del Instituto 
Colombiano de la Reforma Agraria está llamada a transformar 
fundamentalmente la vida colombiana y que hay un equipo 
humano dispuesto y capaz de realizar dicha transformación. 
También es perfectamente claro que esta obra está apenas 
en sus períodos iniciales. Transformar la actual inequitativa 
distribución de la tierra, como dice la ley colombiana, es 
ciertamente una gran empresa, de los mayores alcances y 
consecuencias. Esto obtenido, transformará radicalmente la 
estructura del país.
Pero para esto hay todavía un gran camino por recorrer. 
Transformar la actual distribución de la tierra de minifundios 
23
¿QUÉ ES EDUCAR?
y latifundios en “unidades agrícolas familiares” o sea lo que 
yo he llamado “mesofundios”, para todas las familias campe-
sinas, va a ser tarea que va a requerir el esfuerzo constante, 
decidido y valeroso, de cada uno de nosotros y el activo apoyo 
y participación de todos los campesinos colombianos.
El programa de arrendatarios y aparceros es un gran paso 
adelante hacia ese objetivo fundamental de la Reforma Agraria 
y la adecuación de las tierras para después de ello, repartirlas 
en “unidades agrícolas familiares” también se encamina hacia 
el mismo objetivo básico. Las parcelaciones, se proponen lo 
mismo. Y el crédito adecuado a las familias que ya tienen 
una porción de tierra suficiente, así como las titulaciones de 
las pequeñas fincas abiertas en las zonas de colonización, se 
encaminan todas a lo mismo: “Reformar la estructura social 
agraria colombiana”, como lo dice, en su primer parágrafo, 
el artículo 1.° de la Ley 135 de 1961.
Siendo esto perfectamente claro, la labor hasta ahora ha 
sido fructífera, habiéndose alcanzado a beneficiar directamente 
unas 90.000 familias campesinas colombianas (unas 60.000 
con titulaciones, 25.000 con crédito y 5.000 con parcelas). Pero 
no debemos olvidar que hay 1.400.000 familias en nuestros 
campos, y que todas estas, son nuestro objetivo final. Dicho 
objetivo consiste en que en un futuro no muy lejano, cada una 
de las familias que permanezcan en el campo, puedan contar 
con una “unidad agrícola familiar”, que permita ser explotada, 
con razonable eficiencia, por el trabajo del propietario y su 
24
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
familia y les permita alcanzar “el progresivo mejoramiento de la 
vivienda, equipo de trabajo y nivel general de vida” (artículo 50 de 
la Ley). Solo así con tierra suficiente, a la que se agregue crédito 
y asistencia técnica podrá el nivel de las familias campesinas 
colombianas, para que estas se conviertan en productoras y 
consumidoras de los bienes y servicios que ofrece una sociedad 
desarrollada. Pero para esto, tienen que dividirse mejor los 
27 millones de hectáreas tituladas que tiene el país y que no 
sean 15 millones los que pertenecen a las 20.000 haciendas 
de más de doscientas hectáreas que poseen 10.000 familias 
del país; si no que en vez de los 700.000 minifundios y 
los 20.000 latifundios, haya un millón de “mesofundios” o 
unidades agrícolas familiares o granjas tipo medio familiar con 
una extensión promedio de veintisiete hectáreas por familia, 
dependiendo de las condiciones de la topografía y del terreno. 
¿Qué hacer en este campo?
¿Cómo puede cambiar Colombia?
Con la colaboración de toda la sociedad.
Lo que primero hizo Mon y Velarde fue educar: utilizó los re-
cursos que encontró: los concejos municipales; todos los medios 
de comunicación que tenía a su alcance y fue el catalizador 
que ayudó a transformar su sociedad. Esa sociedad tenía en 
sí los gérmenes de su propia transformación pero encontró 
el “catalizador” que la hizo posible. ¿Podrá ser el maestro el 
catalizador de la comunidad en donde actúa?
25
¿QUÉ ES EDUCAR?
¿Hasta dónde quiere serlo?
¿Hasta dónde tiene vocación de serlo?
¿Hasta dónde puede despertarse esta vocación?
Yo creo que las vocaciones pueden despertarse.
No son llamadas internas, pues desde Aristóteles sabemos 
que “no hay nada en el entendimiento que no haya pasado 
antes por los sentidos”. Lo que uno tiene adentro ha estado 
siempre antes, afuera.
Uno —con los materiales del exterior que a todos ha sido 
dado en distinta medida—forma su propia personalidad y se 
hace a sí mismo tal como es. Pero no nos hacemos de la nada. 
Nos hacemos de los productos del exterior. Somos el resul-
tado de todas las influencias que hemos recibido a través de 
nuestras vidas. Hay influencias más poderosas que otras. Hay 
“vivencias” que influyen en nosotros y otras que no influyen. 
Las mismas “vivencias” pueden influir en unos y en otros no. 
“La vivencia” de esta conferencia, ¿cómo va a influir en la vida 
de algunos de ustedes?
Lo más probable que pase será lo siguiente: algunos la olvi-
darán totalmente; otros recordarán de ella alguna frase, alguna 
idea, algún concepto; otros incorporarán algo de ella dentro 
de su mentalidad —consciente o inconscientemente—. Otros 
se afirmarán más en lo que creían anteriormente, aunque sea 
distinto a lo que oyeron. Algunos tal vez cambiarán.
Si algunos en algo han cambiado; si hay un pequeño cam-
bio en su actitud hacia la sociedad o hacia la vida, por lo que 
26
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
oyeron esta mañana, esta conferencia no habrá sido en vano. 
Si no es así, pasarán como tantas otras, sin dejar nada, sin 
dejar ninguna huella.
Ojalá no sea así. Ojalá alguno de ustedes pueda servirle un 
poco más y un poco mejor a Colombia, influidos por lo que 
aquí hayamos dialogado en esta hora.
UNA NUEVA ÉTICA
Un político produce seguidores ciegos, fanáticos, que no lo 
desplacen, sino que lo sostengan, en su posición de poder, 
de prestigio y de dominio, qué es lo que los políticos buscan.
Un maestro, para hacerlo, debe producir discípuloscons-
cientes, que sean capaces de cuestionar y superar sus teorías, 
tesis o principios y producir otros mejores. Esa es la diferencia. 
Los grandes maestros de la historia necesitan ser, al mismo 
tiempo estudiados y superados.
Ni Santo Tomás de Aquino, ni Adam Smith, ni Carlos Marx, 
parecen haber logrado crear una filosofía común, aceptable 
para todo el mundo contemporáneo, ni en el futuro.
Ni la Edad Media, ni el capitalismo predatorio, ni el socialis-
mo totalitario parece que hayan podido, en la práctica, hacer 
felices a todos los humanos. Sin embargo, estamos sufriendo, 
en todo el mundo, los traumatismos y convulsiones de una 
etapa de transición. ¿Hacia algo mejor o hacia algo peor? 
No lo sabemos. Los reaccionarios de todos los partidos y los 
detentadores de todos los privilegios se oponen a cualquier 
cambio. ¿Con qué resultados? Crisis y conflictos.
28
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
En África, en Asia, en América, en Europa y en Oceanía, las 
mareas de una nueva sociedad, de un hombre nuevo, azotan 
los acantilados de los viejos estamentos. 
El mundo va pudiendo ser, por primera vez, católico, 
universal: ¿las comunicaciones, la técnica, la televisión, el 
transistor y una nueva filosofía van a conseguir lo que la 
religión no pudo lograr?
¿Irá a ser el mundo del futuro un mundo mejor? Pudiera 
ser. Una filosofía común, más congruente, está empezando a 
surgir. Que superará a la concepción exclusivamente política 
del marxismoleninismo.
Marx y Cristo no deben ser punto de llegada, sino un punto 
de partida. Somos los hombres comunes y corrientes actuales, 
con la ayuda de los grandes pensadores del presente y del pa-
sado, los que debemos ir formándonos esta nueva filosofía. 
¿Qué bases podría tener una filosofía común?
Naturalmente, y primero que todo, el método científico. La 
ciencia ha demostrado ser el mejor camino para el conocimiento 
de la verdad y siguiendo el método científico hemos descu-
bierto y seguiremos descubriendo muchas verdades.
Pero sin poner a la ciencia en el lugar superior de la escala 
de los valores humanos. El arte, la ética y aun el método 
religioso-místico deben tener un lugar, aún más destacado 
que la ciencia, en esta nueva filosofía. El artista nos muestra 
dimensiones del hombre y del mundo que el científico no 
puede darnos. El hombre religioso, es decir, aquel que mira al 
29
UNA NUEVA ÉTICA
universo como un misterio, nos da una visión del mundo que 
no puede tampoco olvidar esta filosofía. Y la ética, es decir, 
la aspiración hacia la bondad humana, debe ser el valor que 
corone esta común filosofía. La aspiración hacia el bien sería 
su punto máximo. El universo actual, producto del azar, lo 
podemos interpretar, también científicamente, apenas hasta 
cierto punto.
A la vida la podemos vivir con un objetivo: servir. A la 
muerte, la podemos aceptar, con la tranquilidad del que sabe 
que solo es el fin de la conciencia individual. A la humanidad 
la podemos concebir como encaminada hacia una sociedad 
única regida primordialmente por la razón, pero limitada 
por su tamaño mismo, por las contradictorias calidades del 
ser humano y por los distintos ambientes en que tiene que 
desarrollarse y vivir.
Habrá que dejar a un lado muchas ilusiones: la total conquis-
ta de la felicidad, por ejemplo. Se puede aspirar a un relativo 
bienestar físico, mental y social, para la mayoría de los seres 
humanos. Pero aspirar al bienestar absoluto o siquiera una 
relativa felicidad para toda la humanidad, es apenas quimera, 
de imposible realización, en cualquier sistema o esquema, que 
se adopte o se logre realizar.
La humanidad debe conformarse con concepciones más rea-
listas de sus posibilidades. Debe saber estudiar qué es probable 
y no ilusionarse con lo que sea meramente ideal o deseable. 
Una parte importante de esta filosofía, sería una nueva ética. 
30
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
Una ética más racional y más acorde con los descubrimientos 
científicos, antropológicos, políticos y sociológicos que se 
han hecho. La ética de la nueva sociedad tendrá que admitir, 
por ejemplo, la eugenesia y la eutanasia, para la limitación 
del número y la mejora de la calidad de los seres humanos. 
Normas flexibles, pero racionales, lógicas y científicas, debe-
rían adoptarse. Se debería tender, evidentemente, hacia un 
gobierno mundial, capacitado para fijar normas mínimas de 
bienestar humano: alimentación, vivienda, recreación, trabajo, 
pero al mismo tiempo, con un criterio flexible de diversidad y 
expresión propia de los diferentes grupos étnicos y ecológicos.
El bienestar debería aceptarse como concepto de grupos 
étnicos y ecológicos, y no como concepto de un solo individuo 
o de un solo grupo gobernante.
Las libertades humanas tendrían el solo límite del bienestar 
de los demás. Sería alrededor de estas o de similares concep-
ciones filosóficas del mundo actual y futuro, como podríamos 
ir reuniéndonos, paulatinamente, diversos grupos de hombres 
y mujeres, de todos los lugares de la tierra. Las concepciones 
exclusivamente religiosas, nacionalistas, raciales o políticas, 
han desunido más que unido al género humano. Tal vez una 
concepción común, ética y filosófica, no muy complicada, 
sino lo más sencilla posible, lograría unirlo.
Una concepción que pudiera encaminarse a lograr una base 
filosófica y ética, principios comunes, que pudieran servir 
como comienzo a un posible acuerdo de todos los seres huma-
31
UNA NUEVA ÉTICA
nos, para la posible solución de los abrumadores problemas 
del mundo contemporáneo. Estos problemas, a mi entender, 
son tres, primordialmente:
1. La posibilidad de una guerra atómica.
2. El exagerado crecimiento de la población mundial, su-
perior a sus recursos para una vida digna.
3. La creciente contaminación ambiental.
Todos estos problemas se pueden reducir a uno solo: la 
disminución de la calidad de la vida humana.
Lo que está en juego, no es la mera supervivencia del hom-
bre sobre la tierra. Que todos nos extinguiéramos, como dijo 
Dubos, sería lo de menos. Ni una sola estrella, de los billones 
de millones que existen en el universo, se conmovería. Pero 
el enorme sufrimiento de millones de seres humanos, en un 
mundo ecológicamente deteriorado, sí nos debe conmover. 
Este, hacer el mundo mejor para los hombres y no permitir que 
se convierta en peor, es el gran reto para la generación actual.
ECOLOGÍA
La biosfera, esta pequeña parte del mundo, es el dominio de la 
vida, no solo de la vida humana. Los hombres, que somos los 
únicos animales que sabemos esto, deberíamos vivir de acuerdo 
con este importante concepto. Pero no lo hacemos, estamos 
destruyendo, con contaminantes físicos, químicos, biológicos, 
sociales y espirituales vidas útiles al ser humano, y también 
estamos destruyendo la calidad de nuestras propias vidas. La 
contaminación ambiental es uno de los más graves problemas 
del mundo contemporáneo. Lo estamos contaminando con 
humos, con detritus difícilmente reincorporables a su estado 
natural, con elementos físicos, químicos, sociales y “éticos”, 
dañinos para la vida vegetal, animal y humana. Esto se produce 
tanto en las zonas llamadas “civilizadas” de la tierra, como en 
las grandes ciudades del llamado mundo subdesarrollado. 
Medellín no es, desgraciadamente, ninguna excepción a esta 
regla. Cada vez hay más gente, más automóviles, más fábricas, 
más detritus, contaminando el aire, las aguas y la tierra. Ni 
la ciudad, ni la nación, tienen ninguna “política” en relación 
con este problema. Se sigue tolerando toda clase de contami-
34
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
nantes. El mismo municipio tiene (asfaltadoras) y crea otras 
(disposición de basuras) y tolera toda clase de contaminación 
aérea, acuática y terrestre. El gobierno nacional crea toda clase de 
estímulos para abaratar y aumentar el número de automóviles en lasgrandes ciudades. No hay tractores en los campos para ayudar 
a producir comida más barata, pero sí hay jets en el aire, de 
toda índole y “bólidos” en las ciudades.
Muy pocos son los dirigentes nacionales que tienen una 
conciencia “ecológica”, integral, de los problemas de los co-
lombianos. Esta conciencia debe crearse en las universidades 
para que los cuadros directivos futuros tengan mejor enfoque 
de los problemas del país. Que tengan una política esencial-
mente humana, y no de mera productividad económica o 
“política”. En general, los gobiernos miran que es lo más lo 
más conveniente para su “imagen”, entre los grupos de poder, 
que lo que realmente conviene al pueblo, a las masas. No 
propiamente por mala voluntad, sino, principalmente, por 
ignorancia. La ignorancia, entre los dirigentes, de las cosas 
más elementales referentes a los seres humanos, es abismal. Los 
médicos no piensan más que en el beneficio de los propios médicos. 
Lo mismo los demás profesionales y técnicos. A los políticos les 
convendrá saber más sobre los problemas fundamentales del 
país. Lo mismo a todos los profesionales y técnicos y a todos 
los demás ciudadanos. Para que ahí pudieran intervenir más 
activa e inteligentemente en resolverlos. De los medios físicos, 
bioquímicos, social y espiritual, en los que vive el hombre, 
35
ECOLOGÍA
todos son importantes de modificar en su beneficio. Pero no 
siempre lo hacemos así. Principalmente por ignorancia. La 
peor ignorancia es creer que sabemos.
POLÍTICA Y SALUD
Política viene de politeia una palabra griega que significa “or-
ganización social” y que se deriva de polis = ciudad, lo que en 
una época fue el El Estado griego. Esta es una concepción más 
amplia de la que ordinariamente se le ha dado, o sea, “el arte 
de gobernar” o “el arte de adquirir poder”.
En el sentido popular —que es por cierto muy real— a lo que 
se llama política es a las acciones y manipulaciones que perso-
nas o grupos efectúan para adquirir el poder en los distintos 
órganos o instituciones que componen el Estado. El Estado 
es la organización jurídica o de facto, de los mecanismos de 
gobierno de la nación. La nación es el conjunto de personas 
que habitan un país. El país es el terreno geográfico en que 
habita la nación. El político y jurista Jorge Eliécer Gaitán 
distinguía entre lo que él llamaba “el país político” y el “país 
nacional”, dándole sentido peyorativo al primero y afirmando 
que lo importante era lo segundo. También, en Colombia —y 
supongo que en otras partes del mundo— se ha distinguido 
entre “políticos” y “estadistas” y se han definido aquellos como 
los que piensan en la próxima elección y a estos como los que 
38
FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
piensan en la próxima generación. Hay también una distinción 
importante que el político colombiano actual, doctor Alfonso 
López Michelsen, hace entre “demagogos” y “estadistas”. Él 
dice que aquellos son los que crean ilusiones y éstos los que proponen 
soluciones. Otra de las distinciones —que muy frecuentemen-
te se oyen en todos los medios sociales de Colombia— es la 
distinción ente “política” y “politiquería”, dando un sentido 
favorable a la primera y peyorativo a la segunda. 
últimamente, con el avance de las llamadas ciencias socia-
les se ha pretendido estudiar la política de manera científica. 
De manera filosófica se escribió sobre política desde Platón 
y Aristóteles y de manera pragmática y cínica fue tratado el 
tema en el sentido de cómo adquirir y conservar el poder por 
Macchiavello, en su famoso libro El príncipe. últimamente, 
los más famosos e influyentes pensadores en el mundo actual, 
son Marx y Engels, con su conocido “Manifiesto Comunista” 
de 1848. Este, junto con otros escritos del primero, influyó 
poderosamente sobre el pensamiento y la acción de Lenin, 
en su país, quien alcanzó el poder en 1917; Mao Tse Tung, 
quien alcanzó el poder en 1949, Fidel Castro en 1960 y Salva-
dor Allende, quien es el segundo presidente confesadamente 
“marxista” que se ha elegido y está gobernando en América 
Latina (el primer elegido democráticamente, fue Arbenz en 
Guatemala, derrocado, con la directa intervención del Servi-
cio de Inteligencia Americano (CIA), por la acción armada 
del coronel Castillo Arma). Fidel Castro, de Cuba, se declaró 
39
POLÍTICA Y SALUD
“marxista-leninista”, una vez obtuvo el poder, también por 
acción armada y con el apoyo del pueblo cubano, al derrocar 
al dictador derechista, general Fulgencio Batista.
Cualquiera que sea “la política” de un Estado o de un 
gobierno (la rama ejecutiva del Estado) se refleja en las con-
diciones de salud de la población. A la salud se le ha llamado 
modernamente, “uno de los sectores del desarrollo”, y como 
tal, junto con los otros sectores del desarrollo (educación, 
economía, obras públicas, derechos humanos, vivienda, re-
creación, justicia, seguridad, etc.) influye en forma significativa 
en el objetivo final que busca “el desarrollo”, cual es el del 
“bienestar” de todos los componentes individuales de una 
población. A la salud se la ha considerado, a la vez, como un 
fin en sí misma (como necesario componente del bienestar 
individual) y como un “medio” —que algunos sociólogos y 
economistas consideran importante— para alcanzar el “desa-
rrollo económico y social”.
Otros economistas, en cambio, ejemplos: algunos de la 
Cepal, en Latinoamérica y los que dominan el actual sistema 
sociopolítico-económico de Korea del Sur con la llamada Es-
cuela de Harvard, consideran que los países subdesarrollados, 
mientras no se alcancen otros objetivos de mayor prioridad 
tales como crecimiento de las tasas de desarrollo económico, 
creación de más empleos, desarrollo tecnológico que aumente 
“la productividad” agrícola e industrial, mejora de las comu-
nicaciones, etc., la salud debe tener una bajísima prioridad 
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FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA
en las inversiones y gastos económicos de lo que ellos llaman 
“sector público”. Aseguran que mientras exista más gente 
hábil para trabajar en los países “todavía” subdesarrollados, 
habrá mayores problemas de desempleo, inseguridad, falta de 
vivienda y educación adecuada, prostitución, delincuencia, 
etc., en estos países. Aseguran también que el “desarrollo 
económico” es un prerrequisito para el “desarrollo social” 
(entre cuyos componentes incluyen salud y vivienda). Esto es 
lo que modernamente se ha llamado “desarrollismo”.
Así, en Korea del Sur, se asigna un bajísimo porcentaje 
(0,4%) para el sector salud dentro de las asignaciones presu-
puestales del gobierno. En Colombia se ha asignado, tradicio-
nalmente, entre el 4 y el 5% del presupuesto nacional para el 
sector salud. En general en los países que llaman o se consi-
deran a sí mismos como “socialistas”, asignan un porcentaje 
mayor a este sector. Tal es el caso de Cuba, en América Latina; 
de Rusia, en Europa; de Malasia en el Asia, etc.
El sistema político influye, pues, en la salud de la población, 
sobre todo por intermedio de lo que las diferentes filosofías 
políticas asignan, cuando son gobierno, a los presupuestos 
que se ocupan directamente del ser humano, como son los 
de salud y educación. En los regímenes capitalistas dejando 
estas más a la iniciativa privada y en los regímenes socialistas 
reconociéndolas como una responsabilidad del Estado.
PROBLEMAS COLOMBIANOS BÁSICOS
El problema básico de Colombia es la pobreza de sus grandes 
mayorías campesinas y de la gran cantidad de marginados, 
subempleados y desocupados de sus grandes ciudades.
1. ¿A qué se debe esta pobreza?
2. A tres factores principales:
3. Baja productividad
Inadecuada repartición de la riqueza y de los ingresos.
Dependencia económica, cultural y tecnológica del exterior.
Naturalmente, estos tres factores principales se interrela-
cionan, y forman un todo orgánico, que pudiéramos llamar 
el actual sistema

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