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Fundamentos éticos de la salud pública Héctor abad Gómez Fundamentos éticos de la salud pública selección de textos universidad de antioquia - rectoría © Universidad de Antioquia © Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez ISBN: 978-958-874-891-7 Primera edición: Universidad de Antioquia, 1987, Teoría y práctica de la salud pública Segunda edición, 1.000 ejemplares: Universidad de Antioquia, 2012 Alberto Uribe Correa Rector Universidad de Antioquia Clara Inés Abad Faciolince Representante legal Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez Coordinación editorial: Gisela Sofía Posada Mejía, Asesora de la Rectoría para las Comunicaciones Selección de textos: Luz Adriana Ruiz Marín Edición de textos: Giovanny Castaño Blanco, Comunicador Oficina de Relaciones Públicas Corrección de textos: Stella Caicedo Villa, Imprenta Universidad de Antioquia Diseño de carátula: Carolina Velásquez Valencia, con base en un diseño original de Carolina Bernal Diseño: Carolina Bernal Diagramación: Carolina Velásquez Valencia, Imprenta Universidad de Antioquia Rectoría Universidad de Antioquia Teléfono: (574) 219 50 00 Correo electrónico: rectoria@udea.edu.co Página web: www.udea.edu.co Medellín, Colombia Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez Teléfono: (574) 268 77 88 Correo electrónico: corphag@gmail.com Medellín, Colombia Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia Impreso y hecho en Colombia en 2012 / Printed and made in Colombia in 2012 Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la Rectoría de la Universidad de Antioquia y de la Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez. El contenido de la obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad de Antioquia ni desata su responsabilidad frente a terceros. El autor asume la responsabilidad por los derechos de autor y conexos contenidos en las obras, así como por la eventual información sensible publicada en ellas. Esta obra se editó en conmemoración del vigésimo quinto aniversario de la muerte del doctor Héctor Abad Gómez. Los textos incluidos en este libro aparecieron originalmente en Teoría y práctica de la salud pública, publicado por la Universidad de Antioquia en 1987, en el cual el autor no refirió las fuentes de todas las citas. Por esta razón, no aparecen en esta nueva edición. [Nota de los editores] CONTENIDO Presentación Prólogo Introducción El significado de la vida humana Qué es el hombre ¿Qué es educar? Una nueva ética Ecología Política y salud Problemas colombianos básicos El papel de la educación Concepto ecológico de enfermedad El personal en la salud pública Un nuevo profesional médico latinoamericano ¿Qué es la salud pública? Pasado, presente y futuro de la salud pública Ética social Filosofía de la salud pública Un programa de salud para colombia La poliatría y la teoría mesopanómica Qué es y qué no es el mesoísmo xi xiii xxv 1 9 13 27 33 37 41 65 71 77 83 99 111 131 137 145 155 165 PRESENTACIÓN No solo constituye un asunto universitario rendir homenaje a una persona como Héctor Abad Gómez, insigne egresado y profesor de nuestras aulas, sino un deber ético con alguien que defendió los postulados más elevados de libertad para bien de la democracia. Por ello, al cumplirse veinticinco años de la brutal intolerancia que llevó a su asesinato, la Rectoría de la Universidad de Antioquia comparte la selección de diecinueve de los textos que fueron publicados en la primera edición del libro Teoría y práctica de la salud pública y que ahora reunimos con el título: Fundamentos éticos de la salud pública. Estamos seguros de que este esfuerzo de rescatar del olvido las tesis defendidas por el autor, con su claro compromiso que trascendió el conocimiento médico para hacer de él un asunto y de gran valor civil como transformador de las condiciones sociales de las comunidades, no será en vano. Es aleccionador ejercer el derecho a la oposición con argumen- tos y con la crítica al Estado y a los distintos sectores en tono enérgico, pero generoso, para reclamar de ellos acierto en sus políticas, verdadero y real compromiso con el bienestar y, a la xii vez, la falta de una dosis de sensatez al momento de hablar de la salud como derecho inalienable. En esa medida, este libro constituye un intento de evitar que mueran las ideas de un ser humano íntegro que dedicó su existencia a la defensa de la vida, la salud y los derechos humanos. Esta publicación quiere ser tributo que se integra a la conmemoración Contra la muerte, coros de alegría, mediante la cual la Universidad de Antioquia y la Corporación para la Educación y la Salud Pública Héctor Abad Gómez nos unimos para rendir homenaje a los sembradores de vida y defensores de los derechos humanos que participaron con valentía en las causas defendidas por Héctor Abad Gómez como los pro- fesores de nuestra Alma Máter Pedro Luis Valencia Giraldo, Leonardo Betancur Taborda y Luis Fernando Vélez Vélez, asesinados en Medellín en 1987. Un sincero reconocimiento a cuatro hombres que lucharon con convicción y con denuedo en defensa de la libertad y de la vida digna. ALBERTO URIBE CORREA Rector PRÓLOGO Este libro fue escrito por mi padre, el siglo pasado. Recuerdo el día exacto que me lo dio y me lo dedicó; era yo estudiante de Medicina de último año. Me lo entregó no solo a mí sino a todos mis hermanos con una dedicatoria especial y distinta a cada uno. Quería decirnos, creo yo, que uno podía trabajar por la salud pública de su país desde cualquier profesión que uno escogiera. Lo importante era entender bien el sentido de la misma y después querer hacerlo. Como era de esperarse de una estudiante de Medicina jo- ven, que quería ser cualquier cosa menos salubrista, lo archivé en mi biblioteca y no lo leí sino después de que lo mataron. Cuando ya él no podía hablarme ni enseñarme era cuando yo quería oírlo. Así somos los hijos y los alumnos desagrade- cidos. Con razón dijo Montaigne: El hombre es cosa vana, variable y ondeante. Yo leí su libro varias veces y ahora a mis cincuenta años cumplidos (casi a la edad que él tenía cuando lo escribió) y casi siempre cuando estoy triste y aburrida de mí misma, de mi trabajo, de lo que hago, lo releo y lo releo, primero para xiv recordar sus enseñanzas y segundo para consolarme. El trabajo en salud es con frecuencia duro y desagradecido. Cuando mis compañeros de trabajo me dicen que no soy epidemióloga sino salubrista, no me ofendo, porque pienso que me hacen un gran honor. Ojalá fuera yo salubrista. Pienso que hay en este libro una visión muy optimista de la vida y también del trabajo en salud pública que yo desafortuna- damente no tengo. Al mismo tiempo creo que es importante conservar ese optimismo. Como yo pierdo el entusiasmo con facilidad me aseguro de tener el libro cerca, para recargar mi optimismo y no hundirme en el pesimismo. Este libro es fácil de leer, entretenido, claro, conciso. Aunque parezca increíble está actualizado aún. Si alguien quiere saber qué debe hacer un buen salubrista en su paso por el mundo, debería leerlo con atención. El libro tiene descrita toda una filosofía de la salud pública que es en esencia una ética social y es fundamentalmente la manera como debería concebirse el ejercicio de la medicina en todos los países. Las cifras, los datos, las estadísticas ya no están actualizadas, como es obvio, pero las definiciones, los conceptos de salud, de salud pública, del quehacer en salud son apreciaciones muy claras y fáciles de entender. Los trece principios de este saber en salud son reglas básicas que no deberíamos olvidar los médicos, seamos o no salubris- tas.Recordemos siempre las enseñanzas de este gran salubrista xv que dijo que no todos los médicos pueden ser salubristas ni todos los salubristas pueden ser médicos. El concepto de salud ha venido cambiando a través del tiempo; igualmente el de salud pública. Es conocido por to- dos que los conceptos en el tema de salud no son estáticos y van por supuesto evolucionando a medida que se van dando los adelantos científicos. Sin embargo, me parece percibir que la concepción moderna de la salud pública ha dado un viraje tan grande y tan drástico que ya a la fecha se desvir- túo completamente. Se perdió su esencia, su sentido. Este concepto, esta concepción, esa manera de entender la vida y principalmente el sentido humano que debe tener el trabajo en salud, que es finalmente como debería definirse la salud pública, ese enfoque altruista del quehacer médico en salud, me temo que no es ya para nada el espíritu y el aroma que se percibe en gran parte de los escenarios estatales, universitarios ni hospitalarios contemporáneos. Percibo que no tiene ya ese sentido que menciono, el ejercicio de la salud pública actual y pienso que tal vez no vuelva a tenerlo jamás. Los médicos generales y especialistas modernos, creo que nunca más, y para desgracia de sus enfermos, pensarán con ya el corazón. Tengo la impresión de que la salud pública con la que so- ñaba mi padre ya no existe. Se quedó en sus sueños. En sus palabras. En sus cátedras. En sus enmohecidos libros y en las bibliotecas de sus alumnos. Quisiera que la gran mayoría de la xvi gente joven que estudia temas de salud, y que me doy cuenta de que cada vez lee menos los libros clásicos o textos guía de las materias, consulta poco en los libros y prefiere el computador, los chats, los mensajes de texto, el Black Berry el iPhone, y otros equipos modernos, invirtiera algo de tiempo en pensar y en reflexionar en las palabras de un excelente maestro de la salud pública. No importa que ya esté muerto. Pero veo con tristeza que no hay mucho tiempo ni demasiado interés en seguir sus enseñanzas, su ejemplo de vida. Por eso y por mucho más, pienso que la salud pública tal como la concebía mi padre, ya no está de moda, ya no existe. Mejor dicho, es un tema de poco interés para muchos. Siento que las enseñanzas de nuestro profesor, del casi único profesor de salud pública de la gran mayoría de los médicos antioqueños, se las llevó el viento. En términos generales puedo decir con un porcentaje de error no calculado, que los médicos y las enfermeras de las nuevas generaciones no han tenido la oportunidad de entender a cabalidad el concepto de salud y mucho menos el concepto de salud pública que es aún un concepto un poco más complejo que el concepto de salud. Pienso que los médicos generales y especialistas de hoy no saben muy bien qué significa trabajar por la salud pública, y me temo que los médicos subespecialistas modernos mucho menos; no es muy claro para mí si ellos sí comprenden bien qué utilidades prácticas tiene esta ciencia, y cómo se involucra xvii en el quehacer médico, ni de la administración de los servicios de salud. Lo que sí sé que saben a cabalidad es que con ese tema no se hace fortuna y apenas, quizás, se sobrevive. Los médicos mayores, aunque no todos, si acaso conocieron el concepto de salud pública ya casi todos también, lo olvi- daron. Y los pocos salubristas puros que hay, o los pocos que quedan, sus cuasi hermanos, sus colegas, los llaman, ingenuos, soñadores e incluso tontos y desactualizados. Quieren ahora los médicos jóvenes dar a los más viejos lecciones de moder- nismo y realidad, quieren entregar conceptos supuestamente contemporáneos y de actualidad en el tema de salud. De salud pública. Me parece que algunos médicos salubristas jóvenes deci- dieron sin previo aviso cambiar la concepción de la salud pública y se atrevieron a llamarla sin sonrojarse: salud pública moderna. Cuando los escuchen, deténganse un poco en su discurso y podrán ver claramente que lo moderno es el culto al lucro individual y de empresa como único mensaje para tener en cuenta. La salud pública moderna con la que soñaba mi padre ya no existe. En términos generales me temo que buena parte de las nuevas generaciones médicas, no introyectaron ya ese asunto. Ellos a veces parece que estuvieran convencidos de que lo que les intentan enseñar los médicos mayores son concepciones del siglo pasado que no tienen que ver con las concepciones actuales, ni con los conceptos supuestamente xviii modernos de UPC, IPS, EPS, copago, cuota moderadora e integración vertical. Lenguaje moderno y supuestamente ac- tualizado de la salud pública, cuando con frecuencia me doy cuenta de que ese lenguaje no es otra cosa que el lenguaje y las siglas de la no muy bien parada Ley 100. Mejor dicho, en muchos tópicos, el lenguaje de la deshumanización, del abandono y del olvido. No voy a negar tampoco ni desconozco los avances en cober- tura y en atención en salud que se han logrado en Colombia con esta ley, pero pienso que hay todavía muchos problemas de calidad, de indicadores de salud, de corrupción y desvío de dineros a otros asuntos ajenos a la salud que aún no se han resuelto. Bien sabemos que tener salud no es tener un carné de atención, ni una EPS, ni un médico de familia. Tener salud colectiva, tener salud individual, tener calidad de vida, es mucho más que eso. No desconozco que las tasas de mortalidad infantil han disminuido en Antioquia, lo mismo que las muertes por en- fermedad diarreica aguda y por infección respiratoria aguda. También sé que han bajado las muertes por desnutrición. Pero sigo pensando que el concepto clásico y esencial de la salud pública ha venido cambiando a través del tiempo, para mal. Para el mal de los otros. Para el mal de aquellos a los que los médicos en nuestro juramento hipocrático juramos proteger. Lo cierto es que el ejercicio de esa ciencia que supuestamente iba a cambiar la vida de los demás y le traería la esperanza, xix la paz y la felicidad al colombiano contemporáneo, aquella ciencia que me enseñó mi padre y les enseñó con bastante rigor científico a muchos médicos, no es, ya no existe. Se transformó, se desvirtúo, se está muriendo. Es triste constatar todavía hoy en pleno siglo xxi, cómo nos matamos por pocos pesos, cómo están hospitalizados día tras día en las UCIS (unidades de cuidados intensivos) de los hos- pitales de mayor complejidad de nuestro país, pacientes con tétanos neonatal, leptospirosis, moribundos de tuberculosis pulmonares, extrapulmonares y multirresistentes, mujeres y hombres con intentos de suicidio, muertes maternas que tal vez pudieron evitarse, en fin. Hace parte todavía de la cotidianidad hospitalaria casos de mujeres y niños maltratados, niños muertos por desnutrición, enfermedad diarreica aguda, niñas violadas y asesinadas, bebés muertos por tos ferina, niños sin vacunar, niños que nacen con sida, con sífilis y toxoplasmosis congénita, mujeres jóvenes que mueren ante nuestros ojos atónitos, por cáncer de mama y de cérvix. Esta última enfermedad conocida como la enfermedad del subdesarrollo, qué digo subdesarrollo, de la pobreza y la extrema ignorancia en las que se encuentran aún sumergidas muchas mujeres de este país. Reconozco el trabajo dedicado en este tema de la médica colombiana Nubia Muñoz Calero (candidata al premio Nobel de Medicina) en el descubrimiento de la vacuna del virus del papiloma humano para la prevención del cáncer de cuello uterino. Valoro, además, xx la reciente inclusión de la vacuna en el plan ampliado de inmunizaciones por la doctora Beatriz Londoño, Ministra de la Protección Social. Esas son acciones de salud pública admirables y valientes. No obstante, creo que si ni siquiera todos los niños en nues- tro país tienen agua limpia para tomar,ni tampoco en nuestro departamento, ni en nuestro municipio, no hemos trabajado suficientemente en salud pública y es muy largo todavía el ca- mino que debemos recorrer. Si todavía se mueren los niños de diarrea y de neumonía, en Antioquia y en Colombia, debemos seguir trabajando arduamente para que esto no ocurra, por enfermedades prevenibles. Siento decir y constatar que hemos avanzado muy lenta- mente en los indicadores más importantes de salud pública de Colombia y que casualmente coinciden con veinticinco años de la ausencia de mi padre. Más que estadísticas y cifras frías, lo que en últimas vemos hoy con claridad, son hombres, mujeres y niños tristes enfer- mos y desamparados. Mejor dicho, olvidados por el Estado y tal vez también por Dios que quizás se haya cansado de ver cómo los seres humanos cada vez nos hacemos entre nosotros más daño. Creo que a los médicos colombianos, principales responsa- bles de la salud pública de este país, se nos olvida con frecuencia que la ambición de lucro y la sed de gloria, no deben influir para nada en el ejercicio de nuestra profesión. xxi En mi infancia, cuando le decía a mi padre mi miedo a la muerte, me contestaba, para consolarme, que estar muerto era como estar dormido: “Es como estar dormido y uno en ese momento, no siente nada, me aclaraba”. También me decía que debía ser fuerte al vivir mi vida y al ejercer mi profesión, porque el valiente moría una vez y el cobarde mil. Por eso solo por hoy voy a pensar que mi padre muerto está dormido. Y que tal vez así pueda escuchar desde muy lejos, algo de lo que le quiero decir y es, en primer lugar, que no debió haberse dejado matar, que no se debió arriesgar tanto, que ese sacrificio no valía la pena. Ese actuar tan arriesgado, no era justo con sus hijos. Quisiera que supiera hoy que tampoco valieron la pena tantas clases y horas de profesor universitario. Si me oyera le diría: Hablaste más de lo que se puede hablar en este país. Si pudiera oírme, quisiera decirle también que solo por algunos cambios positivos en salud que han ocurrido en estos veinticinco años, me gustaría que pudiera abrir sus ojos, me gustaría que nos sonriera de medio lado o que explotara en carcajadas y nos dijera: “Se lo dije.” Pero por otro lado, quisiera, aunque me duela, que no despertara jamás. Que siguiera dormido para siempre. No podrías creer, si acaso despertaras, que muchas de tus clases, la gran mayoría se nos olvidaron. Que nosotros, tus alumnos, las olvidamos. No quisiera que supieras que tus alumnos olvi- daron tus principios de higiene y de salubridad. Lo olvidaron incluso aquellos alumnos a quienes más querías, a los que xxii más preferías, de los que jamás dudaste. Si los oyeras hablar hoy acerca de la gente, acerca de su quehacer en salud, me temo que se te aguarían los ojos. Tus mejores alumnos, sien- to decírtelo, ya no te quieren, ni te recuerdan y los médicos y enfermeras más jóvenes, ni te conocieron, ni te leen, y lo peor, no te quieren conocer a través de tus libros, y tal vez no te conocerán jamás. Son sordos, permanecen inmunes a tus enseñanzas, a tus libros y a tu legado. Parecen a veces, seres insensibles. Por eso la salud pública que tú intentase enseñar en este libro ya no existe. Exagerando algo, creo que tu concepción de la salud pública murió al mismo tiempo y en el mismo instante en que te fuiste tú. Murió contigo. La salud pública en Colombia está muerta como tú. No está dormida, está muerta igual que tú. Así lo veo hoy, por lo menos. A los pocos médicos y enfermeras que te recuerdan ya nadie los escucha, tal vez porque son pocos y hablan muy pasito. O porque ya son viejos como tú, cuando dabas tus últimas clases. Quisiera sí que vieras, si acaso te pudieras despertar, cómo mi madre sigue luchando sin ti. Y sigue viva como un roble fuerte. Para el asombro de muchos. Todos tus hijos también hemos sobrevivido, no sin muchas dificultades de todo tipo, pero principalmente aquellas injuriosas y descalificadoras de tu quehacer en el mundo. Porque ni muerto te dejan en paz. Siento tener una visión tan pesimista de la salud en Colom- bia. Tal vez se trate de mi miopía actual. Quisiera ser optimista xxiii y no perder el entusiasmo que siempre tuvo mi padre. Tal vez mi vivencia de médica epidemióloga de un hospital de cuarto nivel de atención, no me permite tener otra visión. No obs- tante lo que leo y evidencio en otros escenarios de primero y segundo nivel de atención, no me permite cambiar demasiado mi concepción y análisis del tema. Quisiera pensar que la reedición de este libro tan viejo y tan actual a la vez, despierte a algunas mentes dormidas y que ellas entiendan por fin el verdadero sentido de nuestro quehacer en salud, que es trabajar pensando siempre en los otros, porque como dijo alguien lo importante son los otros. Pero sé que es solo otro sueño, como muchos de los otros que tuviste. Deberíamos los médicos, y en general todas las personas que trabajan por la salud del país, ubicarnos sin resistir en el nivel de salud en que nos necesiten y trabajar indepen- dientemente de nuestro sitio de trabajo, en la promoción de la salud, la prevención de la enfermedad, la curación y rehabilitación en salud de la gente. Todos los médicos inde- pendientemente de su especialidad y de su cargo deberían trabajar por la salud pública. Los colombianos privilegiados independientemente del oficio que desempeñemos, tenemos una obligación moral, y es trabajar sin descanso por la salud y el bienestar de nuestro país pero siempre priorizando al más pobre y al más olvidado. SOL BEATRIZ ABAD FACIOLINCE INTRODUCCIÓN La teoría mesopanómica (de meso = en el medio y pan = todo; es decir una mirada que tiene en cuenta no solo el medio mayoritario sino los dos extremos minoritarios de todo fenó- meno colectivo natural) constituye la base estadística de los pensamientos expresados a través de los distintos capítulos de este libro. Es una teoría totalizadora, pero de ninguna manera totalitaria, que reconoce no solamente los cambios que se dan y se deben dar en el medio mayoritario de todo fenómeno natural, sino los cambios que en este mismo medio produce la lucha dialéctica permanente entre los minoritarios extremos. Se trata, por supuesto, del análisis de los fenómenos de los grupos, de colectivo, no de los fenómenos individuales. Por eso su tratamiento es fundamentalmente estadístico. Pero tal vez más importante que lo anterior, es el re- conocimiento de que cuando se traslada este estudio a los fenómenos sociales, su tratamiento —así siga siendo de reconocimiento realístico de la por mi llamada “curva natural de distribución”, de cualquiera de las frecuencias analizadas— debe ser fundamentalmente ético, es decir, con el propósito xxvi de cambiar “hacia el mejoramiento humano” los fenómenos naturales analizados. Es lo que también he llamado “ética social”. Por eso la salud pública, entendida como tradicionalmente se ha hecho, como la disciplina que previene y trata las enferme- dades colectivas (biológicas o traumáticas fundamentalmente), se amplía aquí hacia otra disciplina más social, más compren- siva, que yo he llamado poliatría (de polis = ciudad-estado e iatría = estudio, tratamiento, curación) que implicaría una profesión totalmente nueva, no solo multidisciplinaria sino transdisciplinaria, que trataría de armonizar las demás disciplinas o profesiones que hasta ahora han surgido en el transcurso de la historia de la cultura humana: medicina, salud pública, epidemiología, antropología, sociología, sico- logía social, economía, política, por medio de algo similar a lo que tuvo que hacer la música hace un poco más de un siglo, cuando la variedad, la cantidad de instrumentos y la complejidad de las partituras, crearon la orquesta sinfónica y la necesidad de un directorque entendiera a toda la orquesta como su instrumento. En el campo social, esto lo ha hecho tradicionalmente el cacique, el rey, el monarca, el gobernante, el político, el alcalde, el gobernador, el presidente; sin ninguna preparación académica ética-universitaria-científica para ello. Por el contrario, es la ambición de poder y de fuerza, no de servicio —lo sabemos desde Macchiavello— lo que también tradicionalmente ha xxvii movido a estos directores sociales que hemos llamado “polí- ticos”, para dirigir los grupos sociales. El poliatra sería un trabajador social preparado —repito— ética, académica, universitaria, científicamente para dirigir dichos grupos hacia el bienestar de todos sus componentes individuales, teniendo en cuenta la distribución mesopanómica de todo grupo natural. Pero esto ya sería materia, no ya de la salud pública —que es lo que solamente se trata de abarcar en este libro— sino de la poliatría, que requeriría otra obra que se pudiera intentar posteriormente. Por ahora, permítaseme consignar lo siguiente: Esta no es sino una compilación de algunos escritos del autor, durante los últimos veinte años, que pudieran servir a los actuales estudiantes de Salud Pública para adquirir una perspectiva global de lo que han sido, a través de los años, las concepciones del mismo sobre los problemas de la salud pública colombiana y latinoamericana. Por ser una compilación —y no una revisión— es posible que se encuentren muchas repeticiones y —seguramente— también algunos cambios en el enfoque de situaciones de las cuales se fueron presentando variables a lo largo del tiempo. No es ni pretende ser un tratado de salud pública y ni siquiera un curso de salud pública. Pudiera ser —tal vez— una filosofía de la salud pública que ha venido siendo elaborada —sin orden ni sistema preestablecido xxviii por una persona abierta y sometida a múltiples influjos, dis- puesta siempre al cambio al que la realidad lo va sometiendo, pero con una meta única: el bienestar de los seres humanos. Aquí están expuestos sus vivencias, sus pasos, sus caídas, sus errores, sus luchas y anhelos. Sin maquillajes, sin tapujos; sin revisiones ni apologéticas rectificaciones. Simplemente tal como han sido, a través del tiempo. EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA En la Escuela de Medicina aprendemos mucho sobre las vidas de los parásitos, de las bacterias y de los hongos y muy poco sobre la vida de los hombres, sujetos a quienes nos hemos dedicado a salvar sin preguntarnos por qué ni para qué. Asumimos que toda vida humana es valiosa y creemos contribuir al bienestar humano general, salvando la mayor cantidad de vidas que podamos y previniendo toda muerte prevenible. ¿Qué hemos conseguido con esto? Aumentar la cantidad de vidas humanas, sin preguntarnos su calidad. Ya es tiempo de que los médicos dejemos la vieja dicotomía que consiste en creer que siempre la vida es buena y la muerte es mala y la remplacemos por un análisis más científico y a fondo del problema vida-muerte humanas, para que tengamos más clara nuestra tarea. No debemos seguir creyendo que nuestra misión es salvar vidas, sino que debemos integrarnos a una concepción más amplia de nuestro mundo y mirar el problema desde un punto de vista más general y social. 2 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA ¿Cuál es el significado de la vida humana sobre la tierra? ¿Para qué vivimos? He aquí dos preguntas básicas, que debe- mos saber contestarnos antes de seguir viviendo y actuando, inconsciente o ciegamente, como agentes de la vida humana porque sí, como defensores de la vida por sí misma. ¿Tiene la vida un valor en sí misma o depende dicho valor de la clase de vida que logremos vivir? ¿Deberemos ser agentes de la vida, de cualquier clase de vida, o solamente de un tipo de vida que consideremos ideal? ¿Cuál sería este tipo de vida? He aquí otra pregunta fundamental. Digamos, de una vez por todas, que consideramos a todo ser humano vivo, como el máximo valor sobre la faz de la tierra. La conservación de su vida, pero no de una vida cualquiera, sino de la mejor vida posible para él, es la empresa más impor- tante a que una sociedad debe dedicarse. Esto significa que toda sociedad debe asegurarles a todos sus individuos salud, alimentación, dignidad, decoro, en una palabra, bienestar físico, mental y social. Todo ser humano, desde el momento de su concepción, debe ser sagrado para el médico. Esta noción tradicional debemos conservarla, si no queremos perdernos por los peligrosos vericuetos del crimen. Lo que debemos reconsiderar es si toda clase de vida vale la pena vivirla o no. Esta es una decisión, obviamente, que cada ser humano debe hacer. Y aunque de hecho se hacen discriminaciones, esto se debe más al tipo de sociedad en donde vive el médico, que a su propia escogencia o voluntad. En una sociedad capitalista, 3 EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA por ejemplo, la salud es una mercancía que se compra por dinero y quienes no la tienen se tienen que contentar con atención de segundo orden o con ninguna atención a su salud. En una sociedad de tipo socialista la salud, como todos los demás bienes, se reparte más igualitariamente. El costo de los elementos materiales de que está compuesto un ser humano se ha valorado en unos catorce dólares. Sin embargo, cuando un ser humano se muere, la pérdida es mucho mayor. El valor espiritual de su pérdida casi se diría que no puede medirse. ¿Qué potencialidades se pierden en la muerte de un niño o de una persona joven? ¿O de una persona madura en su plena actividad física y mental? ¿Valen lo mismo todas las personas? Teóricamente, todos los seres humanos son iguales, pero en la práctica esto no es verdad. Este es un hecho real que tiene que aceptarse sin discusión posible. El punto importante aquí es cómo tratar de reducir lo más posible estas desigualdades biológicas, sociales y naturales, que si es verdad que de hecho se presentan, muchas son el resultado de condiciones socia- les que pueden cambiarse. Cuando la educación y la salud, por ejemplo, se presta en igual medida, cantidad, calidad e intensidad, a todas las personas, sin ningún distingo, lo que se está haciendo es tratando de superar las diferencias naturales biológicas, que muchas veces se reflejan en el campo social, dando origen a extremas desigualdades humanas —entre el genio y el idiota, por ejemplo— las cuales pueden atenuarse y 4 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA disminuirse, proporcionando a todos las mismas circunstancias básicas ambientales, culturales y sociales. Esto haría menos duro y lograría reducir, por lo menos en parte, este estado de desigualdad social que hoy se presenta y sigue produciéndose en la gran mayoría de sociedades humanas. ¿Hay algún remedio para esto? Es evidente que sí. Ya lo hemos dicho. Una sociedad humana que aspira a ser justa tiene que suministrar las mismas oportunidades de ambiente físico, cultural y social a cada uno de sus componentes. Si no lo hace, estaría creando desigual- dades artificiales. Son muy distintos los ambientes físicos, culturales y sociales en que nacen, por ejemplo, los niños de los ricos y los niños de los pobres, en Colombia. Los primeros nacen en casas limpias, con buenos servicios, con biblioteca, recreación y música. Los segundos nacen en tugurios, o en casas sin servicios higiénicos, en barrios sin juegos ni escuelas, ni servicios médicos. Los unos van a lujosos consultorios par- ticulares, los otros a hacinados centros de salud. Los primeros a escuelas excelentes. Los segundos a escuelas miserables. ¿Se les está dando así, entonces, las mismas oportunidades? Todo lo contrario. Desde el momento de nacer se los está colocan- do en condiciones desiguales e injustas. Aun desde antes de nacer, en relación con la comida que consumen sus madres, yaempiezan su vida intrauterina en condiciones de inferioridad. En el Hospital de San Vicente hemos pesado y medido grupos de niños que nacen en el pabellón de Pensionados (familias que pueden pagar sus servicios) y en el llamado pabellón de 5 EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA Caridad (familias que pueden pagar muy poco o nada por estos servicios) y hemos encontrado que el promedio de peso y talla al nacer es mucho mayor (estadísticamente significante) entre los niños de pensionados que entre los niños de caridad. Lo que significa que desde el nacimiento nacen desiguales. Y no por factores biológicos, sino por factores sociales (condiciones de vida: desempleo, hambre) en las familias de los pobres, dis- tintas a las condiciones en que viven las familias de los ricos. Estas son verdades irrefutables y evidentes que nadie puede negar. ¿Por qué nos empeñamos entonces —negando estas realidades— en conservar tal situación? Porque el egoísmo y la indiferencia son características de los ciegos ante la evidencia y de los satisfechos con sus condicio- nes buenas y que niegan las condiciones malas de los demás. No quieren ver lo que está a la vista, para así mantener su situación de privilegio, en todos los campos. Esta es la situa- ción colombiana en el momento —enero de 1973— y todas las cifras e índices de medición social —los llamados indicadores sociales— así lo revelan claramente. ¿Qué hacer ante esta si- tuación? ¿A quiénes les corresponde actuar? Es obvio que los que deberían actuar son los afectados perjudicialmente por ella. Pero casi siempre, ellos, en medio de sus necesidades, angustias y tragedias, no son conscientes de esta situación objetiva, no la internalizan, no la hacen subjetiva. Aunque parezca paradójico —esto ha sido históricamente así— son algunos de los que la vida ha colocado en condiciones 6 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA aceptables, los que han tenido que despertar a los oprimidos y explotados para que reaccionen y trabajen por cambiar las condiciones de injusticia que los afectan desfavorablemente. Así se han producido cambios de importancia en las condi- ciones de vida de los habitantes de muchos países y estamos ciertamente viviendo una etapa histórica en la cual en todos ellos hay grupos de personas —éticamente superiores— que no aceptan como una cosa natural que estas situaciones de desigualdad y de injusticia perduren. Su lucha contra “lo esta- blecido” es una lucha dura y peligrosa. Tiene que afrontar la rabia y desazón de los grupos más poderosos política y econó- micamente. Tiene que afrontar consecuencias, aun en contra de su tranquilidad y de sus mismas posibilidades; en contra de alcanzar el llamado “éxito”, en la sociedad establecida. Pero hay una fuerza interior que los impele a trabajar en favor de los que necesitan su ayuda. Para muchos, esa fuerza se cons- tituye en la razón de su vida. Esa lucha le da significado a su vida. Se justifica vivir si el mundo es un poco mejor, cuando uno muera, como resultado de su trabajo y esfuerzo. Vivir simplemente para gozar, es una legítima ambición animal. Pero para el ser humano, para el Homo sapiens, es contentarse con muy poco. Para distinguirnos de los demás animales, para justificar nuestro paso por la tierra, hay que ambicionar metas superiores al solo goce de la vida. La fijación de metas distingue y caracteriza a unos hombres de otros. Y aquí lo más importante no es alcanzar dichas metas, sino luchar por 7 EL SIGNIFICADO DE LA VIDA HUMANA ellas. Todos no podemos ser protagonistas de la historia. La humanidad, como un todo, es la verdadera protagonista y hacedora de la historia. Como células que somos de este gran cuerpo universal humano, somos sin embargo conscientes de que cada uno de nosotros puede hacer algo para mejorar el mundo en que vivimos y en el que vivirán los que nos sigan. Debemos trabajar para el presente y para el futuro, y esto nos traerá mayor gozo que el simple disfrute de los bienes mate- riales. Saber que estamos contribuyendo a hacer un mundo mejor, debe ser la máxima de las aspiraciones humanas. Cada cual haciendo la parte que cree hacer mejor. En un “proceso al Homo sapiens” que se siguió recientemente en una ciudad estadounidense, este fue condenado por las estupideces que ha hecho hasta ahora, aun a veces con las mejores las intenciones: la polución ambiental, la explosión demográfica, las guerras, el fanatismo y el odio; todo, dentro de una civilización indi- vidualista y materialista, ha sido el resultado hasta hoy de las actividades del hombre sobre la faz del mundo. Pero estamos reconociendo que nos hemos equivocado y que andamos por un camino que nos conducirá al desastre, es decir, hacia el deterioro de la calidad de la vida humana, hacia mayores sufrimientos y desesperanzas. La lucha por una vida mejor para todo el mundo apenas empieza en la historia de la hu- manidad. Antes las preocupaciones eran otras. Se reducían a preocupaciones egoístas, de familia, de clan o de parroquia. Si mucho, a preocupaciones nacionales. En este momento, en 8 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA la era de las comunicaciones y del intercambio mundial, las preocupaciones de los mejores hombres en todo el mundo se hacen cada vez más universales. Se ecumenizan [sic] y catoli- zan. Esta es la gran esperanza para la humanidad del presente y del futuro. Grupos de hombres cada vez crecientes, en las universidades y escuelas de la tierra, en las organizaciones técnicas y humanitarias de las Naciones Unidas y de diversas organizaciones filantrópicas, personas dedicadas al cultivo del intelecto y de las ideas de paz y de justicia, en los talleres y en los campos, en asociaciones y en sindicatos, van sintiendo que pueden ayudar al bienestar de todos los seres humanos, sin distinciones de raza, religión o nacionalidad. Estas personas sienten que tienen una misión que deben cumplir. Saben que el mundo nunca llegará a la utopía. Saben que nunca se podrá dejar de trabajar para siquiera acercarse, un poco más que ahora, al cumplimiento de ideales superiores. Pero van pasando la antorcha y la bandera a las generaciones sucesivas, con la esperanza de que cada vez sean mayores la igualdad, la justicia, la libertad, el amor entre los hombres. Eso, repito, les da significado a sus vidas. QUÉ ES EL HOMBRE El hombre es un ser físico, bioquímico, biológico, social y espiritual, caracterizado por su capacidad de crear conceptos abstractos, extraídos de sus experiencias de interrelación con los medios en que se forma nace, crece, se desarrolla y mue- re. Tiene una gran capacidad de modificar —generalmente a su favor— los medios físicos, los bioquímicos, biológicos, sociales y espirituales. Sin embargo, a lo largo de su historia en el planeta, ha modificado también estos medios en forma desfavorable para su propia vida. En este momento está adquiriendo conciencia cada vez más clara de que los grandes instrumentos que ha creado para la modificación de su vida sobre la tierra —religión, ciencia, tecnología, filosofía— son instrumentos neutros, que pueden dirigirse para su bien o para su mal. Su principal tarea en su etapa actual es la de dirigir tales instrumentos a producir una vida más satisfactoria para el mayor número posible de seres humanos. Las ideas, mejor reparto de los bienes de la tierra, de la “catolicidad”, es decir, de la universalidad del ser humano, 10 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA de la justicia social, de la mejor organización del mundo, son ideas a las cuales les ha llegado su tiempo y nadie va a poder detenerlas. En las actuales condiciones del mundo —avance científico, tecnológico y ético— estas ideas, conceptos, creacio- nes del hombre, se han hecho realizables. Y van a realizarse. Para llegar a un mundo mejor organizado va a haber todavía muchasdificultades, obstáculos, violencias, retrocesos, luchas y guerras. No sabemos cuándo se logrará aquel ideal. Pero el hombre se ha mostrado potencialmente capaz de organizar su sociedad más racionalmente. Los peligros que actualmente aboca son inmensos. Tal vez los más formidables a los que se ha enfrentado a través de su historia: 1. El extremo fanatismo de los que quieren implantar sus ideas, cueste lo que cueste, sin reparar en los medios. Con el “peligro” de crear instituciones de poder —iglesias, políticas— que esclavicen a los humanos por muchas centurias y traigan a la humanidad entera una nueva Edad Media, con una doctrina monolítica, impuesta a todos por la fuerza, por la disciplina o por la manipulación en un mismo sentido, de los medios de comunicación social. ¿Serán en este tipo de sociedad, más felices los hombres? Es probable que sí; la libertad ha sido siempre para los humanos la mayor fuente de angustia. El hombre libre, el hombre que duda, es siempre un hombre angustiado. Por el contrario, el hombre que cree, el hombre que tiene firmes convic- 11 QUÉ ES EL HOMBRE ciones, y que, por lo tanto, tiene un concepto más claro de la realidad que él cree ver, aunque no corresponda, exactamente, a la misma realidad (¿quién sabe qué es la realidad?), es un hombre más tranquilo, más seguro, más feliz. Así ha sido siempre y así será en el futuro. 2. El extremo fanatismo de los que creen en la vida humana como un valor en sí mismo, sin importarles la calidad de esa misma vida humana. Los médicos y los salubristas de las últimas generaciones han implantado esta convicción en todas las sociedades modernas, a un gran costo, con un gran esfuerzo y un con una excelente intención, pero con el resultado de que cada vez hay mayor miseria, mayor su- frimiento, mayor desempleo, mayor inseguridad, mayor insatisfacción, mayor suciedad, más basura, más humo, mayor contaminación, más revoluciones y guerras, más fanatismo y sufrimiento, que en cualquier otra época de la historia. Sobre todo en los países del cinturón tropical de la tierra, que son los más poblados, los más pobres, los más subdesarrollados y los más explotados por los grupos que han alcanzado más riqueza y mejor tecnología en todo sentido. La explosión demográfica se está constituyendo en un peligro tan grande como la explosión atómica. Pero el darse cuenta de este peligro, y poder hacer algo en relación con él, es lo que diferencia al hombre de otras especies animales. El 12 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA hombre ha demostrado ya, en distintos lugares y ambientes, que puede manejar ese otro problema, con inteligencia y con racionalidad. Habrá oposiciones religiosas y políticas —fanatis- mo irracional— a que se haga algo efectivo en relación con este problema. Pero este fanatismo —como todos los fanatismos anteriores, nacionales, religiosos, políticos, raciales— también será vencido. El hombre se reproducirá en los decenios fu- turos, al obtener mayor adelanto económico, social y ético, en menor proporción a como se está ahora reproduciendo y podrá conformar una sociedad mejor. Los hombres o seres esencialmente emocionales —por nuestros ancestros animales— pero potencialmente racionales, por nuestra capacidad humanizante al crear cultura seremos capaces de crear un objetivo racional y ético a nuestras vidas. Este objetivo, humano, racional y ético debería ser —la ética es la corona de la cultura— simplemente servir. Sabemos lo que somos, sabemos sentir más allá de la sensualidad puramente física (gozamos creando una idea, descubriendo una relación, imaginándonos una situación mejor para todos los hombres), somos capaces de aprender de nuestros propios errores y somos capaces también, y sobre todo, de gozar sirviendo. Sirviendo a otros seres humanos como nosotros. Sirviéndole al mun- do. Este es el gozo supremo, la satisfacción suprema, el bien supremo. Servir es el destino del hombre. Para eso siente y sabe. Para eso vive. ¿QUÉ ES EDUCAR?1 ¿POR QUÉ ANTIOQUIA ES COMO ES? Los maestros —es decir, los que nos hemos dedicado a la educa- ción— no somos distintos de los demás hombres: participamos de la misma mezcla de cualidades y defectos que tiene cada ser humano. Y tampoco constituimos un estereotipo único, sino que entre nosotros existe gran variedad: desde el extre- mo de la alta sensibilidad social hasta la insensibilidad más absoluta. Pero ¿tenemos, mejor dicho, tienen en Colombia, alguna característica media que los asemeje entre sí? Medido este parámetro de “sensibilidad social”, ¿se encuentra más acusado entre los maestros, o menos acusado, que en otros grupos sociales? Por lo que yo conozco —y conozco un poco más a nivel universitario, pero también conozco maestros a nivel medio y a nivel primario— diría que este ingrediente de “sensibilidad social” que en mayor o menor medida existe en cada ser hu- 1 Conferencia en la Normal Nacional de Institutores, 1969. 14 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA mano, es menor en el maestro, que en otros grupos humanos comparables. Los profesores, en general, están más preocupados en la cosa que enseñan, en lo que enseñan en sí, más preocupados por lo que enseñan que en para qué lo enseñan. Por ejemplo: ¿qué estoy enseñando yo ahora? No el resultado de una investigación científica metódica, que haya investigado el parámetro “sensibilidad social”, en los grupos que se dedican a la educación; lo cual —en sí mismo— si los resultados fueran como yo creo que serían moverían a la acción, a cambiar dicha situación, lo que es de la esencia de la educación. “Mover hacia la acción”: he aquí la esencia del término educar. Educar es influir en los demás; es hacer cambiar a los demás en el sentido que uno quiera que cambien. ¿Y cómo se obtiene esto? ¿Fácilmente? ¿Difícilmente? Depen- de, primero que todo, de quien uno sea. Es más fácil, en general, que un presidente logre el cambio de todo un pueblo ahora que dispone de todos los medios de comunicación que un simple maestro, incomunicado y opaco. Si lo que yo quiero es que el país cambie, ¿cómo lo puedo obtener más eficientemente? ¿Qué tipo de cambio necesita este país? ¿Cómo puedo yo, contribuir a que se efectúe? Primero: informando, instruyendo. Segundo: motivando, educando. No hay soluciones fáciles. No hay fórmulas mágicas. Pero sí hay ciertas bases fundamen- 15 ¿QUÉ ES EDUCAR? tales, que a veces se olvidan. Hay que informar y que recalcar en ciertas cosas básicas, ya sabidas, fundamentales, que son ciertamente ciertas. Por ejemplo, el desarrollo social depende del desarrollo económico y este de la estructura social de un país. Un país con una estructura social como la de la Colombia actual encuentra obstáculos formidables, prácticamente insu- perables, para su desarrollo. Nos estamos desarrollando, sí, en muchos sentidos. Pero, ¿entendemos bien el proceso de este desarrollo y hasta dónde podemos llegar, en este proceso, con nuestras actuales estructuras? Estructura agraria: Examinemos una básica: nuestra estruc- tura agraria. ¿Por qué somos los antioqueños como somos? Yo tengo una hipótesis: la estructura social agraria que le dio al departamento Juan Antonio Mon y Velarde a fines del siglo xviii. Mucha gente se ha preguntado, incluso universidades extranjeras, por qué hay una diferencia tan grande entre las características de la sociedad latinoamericana en general y las características de Antioquia y Caldas, en Colombia. Va- rias respuestas se han dado a esta inquietud, sin que se haya mencionado, hasta ahora, el hecho histórico de fundamental importancia, como fue la Reforma Agraria que implantó Juan Antonio Mon y Velarde, en Antioquia, durante los años 1785 a 1788. Se ha mencionado la minería como causa, 16 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA olvidando que esta se inició desde el sigloxvii en Remedios y Chocó, permaneciendo estas regiones pobres y miserables por muchísimos años. A finales del siglo xviii, Antioquia era la provincia más pobre y atrasada del Nuevo Reino de Granada. En el año 1783, los oficiales reales de Antioquia informaban así al Virrey: “Esta Provincia por su despoblación, su miseria y falta de cultura solo es comparable con las de África” y en 1785, el gobernador Francisco Silvestre dice: “Esta Provincia inspira compasión del que la ve y la conoce, pues se halla casi en las últimas agonías de su ruina”. Fue en este año de 1785, cuando el arzobispo virrey Antonio Caballero y Góngora nombró al oidor Juan Antonio Mon y Velarde como Visitador de Antioquia, mientras duraba la ausencia del gobernador Silvestre. Cuando llegó a Antioquia Mon y Velarde encontró que las tierras pertenecían a unos cuantos latifundistas que las poseían sin utilizarlas: “La concesión de tierras hecha en 1763 a don Felipe de Villegas comprendía una extensión donde se fundaron los municipios de Sonsón y Abejorral; en la de don José María de Aranzazu, los municipios de Neira, Manizales, Salamina y Aranzazu y en los [sic] de los señores Misas y Ba- rrientos, los municipios de Santa Rosa de Osos y de Yarumal”. Según Caballero y Góngora, Mon y Velarde “reconoció que la causa principal de tantos vagos y guardias era la reunión de inmensos terrenos en una cabeza y la tiranía con que los pro- pietarios exigían de sus colonos todo el provecho que sacaban 17 ¿QUÉ ES EDUCAR? de unas posesiones antes eriales e inútiles a sus dueños”. El visitador Mon y Velarde escribió: “La agricultura que hasta aquí ha sido mirada con poco aprecio, debe ser atendida y fomentada como que es el fundamento de la industria, de la minería y del comercio y [sic] por consiguiente, es el principio elemental de toda prosperidad”. Emprendió por lo tanto vigorosas acciones de reparto de los latifundios con normas, que aún ahora, resultarían sabias. Decía así en sus instrucciones: “Las porciones de tierras que se señalaren, no deberán ser de igual calidad pues es justo compartir el terreno fértil con secadal o de menos sustancia” y agregaba: “Se avaluará cada uno y le expresará a un juicio prudente qué tiempo necesita para poner en labor y hacer útil y fructífero el terreno señalado, entendida su calidad aparente o fertilidad y las cualidades del sujeto a quien se concede”. También preveía adelantándose casi 200 años al concepto actual de la ley de Reforma Agraria Colombiana, vigente, de unidades agrícolas familiares lo siguiente: “Tomando los más seguros informes de sujetos cristianos, prudentes y de toda verdad sobre qué podrá necesitar cada colono para su estable y decente manutención, atendida la fertilidad y buena calidad del terreno, de modo que ni carezcan el premio a que se han hecho acreedoras, ni tampoco se les concedan demasías en perjuicio de otros”. Así se hacía “el repartimiento de tierras de labor que se consideren precisas para cada uno”, además de tejido competente para el pueblo, donde sus habitantes pueden 18 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA recrearse y pastar los ganados sin incomodidad”. Nombró Mon y Velarde “diputados de agricultura”; estableciendo premios a los mejores labradores; estimuló las siembras de arroz, trigo y anís; estableció la obligatoriedad y continuó estimulando la cría de ganados de toda clase, incluso de lanar, puesto que “la lana dará ocupación a muchas gentes que hoy viven ociosas, promoviendo industrias de mantas, ruanas y todas las manufacturas que vienen de afuera”. A su costa introdujo los primeros telares, estableciendo así también el complemento de toda reforma agraria, como es el de la industrialización posterior. Por la repartición de tierra, tuvo naturalmente mucha opo- sición. Por ejemplo de don Ventura de Arbeláez, terrateniente de Río negro, quien se opuso a que se establecieran en sus tierras cuarenta familias —lo mismo de don Joaquín Barrientos y don Placido Misas— por lo cual el Visitador, según lo relata el doctor Emilio Robledo de cuya biografía de Mon y Velarde se han sacado la mayoría de estos datos: Dirigió un memorial al Sr. Regente y a los oidores de la Real Audiencia, en que recalca se le aclaren algunas disposiciones relativas al régimen de tierras, siendo el mayor obstáculo para el poblamiento de las extensas concesiones que habían obtenido algunas [sic] individuos, que olvidaban hasta de lo que habían capitulado, tan pronto como algunas cabezas de familias se reunían para laborar la tierra, saltaban a reclamar derechos y a prohibir el laboreo o exigir en cambio créditos superiores a lo que podían obtener los colonos. 19 ¿QUÉ ES EDUCAR? Mon y Velarde fundó en tal forma poblaciones “a donde pudieran, todos los que hoy se hallan destituidos de tierra, encontrar las necesarias para su laboreo y fomento”. En dicha forma y en solo tres años, transformó radicalmente la atrasada sociedad a donde había llegado como visitador y fue acusado y perseguido por los que hasta entonces habían sido ociosos privilegiados y conocidos litigantes, como un tal Piedrahita y un señor Pérez, por quienes fue acusado de “traición, herejía, falsa moneda y otros de esta naturaleza”. A dichas acusaciones contestó Mon y Velarde: “No temo a querellas, acusaciones y bullicios de hombres semejantes... nada de esto me turba, porque sé que no es atropellado por los hombres el que pa- dece persecución, sino el que teniéndola se abate, acobarda o entrega al despecho o a la tristeza, vive persuadido que la virtud y la constancia se perfeccionan en la tribulación”. Hay una directiva importante de Mon y Velarde, la N.° 16, que dice así: Les hará también entender que para adquirir dominio y poder enajenar estas tierras, deben residir en la nueva población por espacio de 4 años, pues si antes de este tiempo se ausentare perderá su derecho, el que nunca podrá vender ni enajenar ni traspasar a la iglesia, monasterio, o mano muerta, pues por solo este hecho se volverá a incorporar en la corona y se declararán por vacas. No es de extrañar, por lo tanto, que de Mon y Velarde, algunos historiadores, como Eduardo Zuleta Ángel, háyase 20 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA dicho que era uno de los hombre más crueles y de carácter más arbitrario. Al final, Mon y Velarde fue “residenciado”, pero había ya efectuado una Reforma Agraria irreversible que aunque es calificado por el autor Ramón Franco, de un dinamismo […] a veces atrabiliario, también el mismo autor reconoce que con la parcelación de la propiedad, vino el auge de la agricultura, por lo tanto la regeneración de Antioquia:” Autorizando Mon y Velarde la posesión de las tierras, decretando gratificaciones para la siembra de cacao, anís y algodón, introduciendo y re- partiendo semillas y dotando de tierras y herramientas hasta a los mendigos. Fue así como la provincia más atrasada del Virreinato, An- tioquia, pasó a ser una de las más prósperas en la época de la independencia. Después, la República no continúo la labor de Mon y Velarde pero ya se habían creado varios núcleos sociales igualitarios, acostumbrados a trabajar para vivir, los mismo que conquistaron y parcelaron más tarde Quindío y crearon el tipo de propiedades agrícolas medianas cafeteras, que hicieron posible la posterior industrialización de Antio- quia, al aumentar la productividad, por el buen reparto de la propiedad de la tierra. Su prohibición de que las tierras fueran vendidas a la iglesia y a las congregaciones religiosas impidió que en Antioquia se crearan grandes haciendas de propiedad de dichas comunidades, que fueron las que dieron origen a los también improductivos latifundios y minifundios de Cundinamarca y Boyacá. 21 ¿QUÉ ES EDUCAR? Según T. Lynn Smith, distinguido sociólogo norteamerica- no, las características socioculturalesse derivan del sistema de distribución de la propiedad de la tierra: cuando esta se distri- buye igualitariamente, habrá una sociedad igualitaria; cuando haya latifundio, habrá una sociedad de grupos privilegiados. Esta es la clave de la creación en Antioquia y Caldas, de un tipo de sociedad, diferente a la típica sociedad de latifundio y privilegios en otras partes de Latinoamérica, y en donde, como lo quería Mon y Velarde, se reconoce que “Todos hemos nacido para el trabajo y que hay que mirar como un delin- cuente en la sociedad humana al que no es útil a su patria y no emplea sus fuerzas y talentos en procurarse por sí mismo su subsistencia”. Este es el caso de los latifundistas ociosos o semiociosos, que todavía subsisten en las costas de Colombia, en el Valle y aun —porque después hubo una regresión, aunque en menor medida— en Antioquia y Caldas, que viven a costa del trabajo de otros. Cuando se acusaba a Mon y Velarde por aquellos hechos, contestaba: “Mi ánimo no es perjudicar a nadie; pero tampo- co será justo que por comprender un sujeto inmensidad de tierras en un registro o denuncio, quede privado Su Majestad de conceder tierras a cien colonos”. El reconocimiento de este evento importante de la historia de Colombia como es el de la Reforma Agraria en Antioquia, hacia los finales del siglo xviii, sería de gran conveniencia para las nuevas generaciones colombianas. 22 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA ¿Cómo se hacen los cambios? ¿Puede Colombia cambiar? Yo creo que sí. Para mí la Reforma Agraria, en último término, no es tanto una cuestión económica o técnica y ni siquiera social o política, sino una cuestión eminentemente ética. Dice Peter Weiss: “Los poseedores de la tierra, un grupo relativamente pequeño (10.000 familias en Colombia, digo yo) se esfuerzan por fortalecer y defender sus posiciones. Frente a ellos se impone poco a poco un poder que parte del convencimiento de que los bienes del mundo deben pertenecer a todos los hombres en la misma medida”. Esta es una posición ética que debemos mantener y reforzar. Para mí ha sido cada vez más claro que la obra del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria está llamada a transformar fundamentalmente la vida colombiana y que hay un equipo humano dispuesto y capaz de realizar dicha transformación. También es perfectamente claro que esta obra está apenas en sus períodos iniciales. Transformar la actual inequitativa distribución de la tierra, como dice la ley colombiana, es ciertamente una gran empresa, de los mayores alcances y consecuencias. Esto obtenido, transformará radicalmente la estructura del país. Pero para esto hay todavía un gran camino por recorrer. Transformar la actual distribución de la tierra de minifundios 23 ¿QUÉ ES EDUCAR? y latifundios en “unidades agrícolas familiares” o sea lo que yo he llamado “mesofundios”, para todas las familias campe- sinas, va a ser tarea que va a requerir el esfuerzo constante, decidido y valeroso, de cada uno de nosotros y el activo apoyo y participación de todos los campesinos colombianos. El programa de arrendatarios y aparceros es un gran paso adelante hacia ese objetivo fundamental de la Reforma Agraria y la adecuación de las tierras para después de ello, repartirlas en “unidades agrícolas familiares” también se encamina hacia el mismo objetivo básico. Las parcelaciones, se proponen lo mismo. Y el crédito adecuado a las familias que ya tienen una porción de tierra suficiente, así como las titulaciones de las pequeñas fincas abiertas en las zonas de colonización, se encaminan todas a lo mismo: “Reformar la estructura social agraria colombiana”, como lo dice, en su primer parágrafo, el artículo 1.° de la Ley 135 de 1961. Siendo esto perfectamente claro, la labor hasta ahora ha sido fructífera, habiéndose alcanzado a beneficiar directamente unas 90.000 familias campesinas colombianas (unas 60.000 con titulaciones, 25.000 con crédito y 5.000 con parcelas). Pero no debemos olvidar que hay 1.400.000 familias en nuestros campos, y que todas estas, son nuestro objetivo final. Dicho objetivo consiste en que en un futuro no muy lejano, cada una de las familias que permanezcan en el campo, puedan contar con una “unidad agrícola familiar”, que permita ser explotada, con razonable eficiencia, por el trabajo del propietario y su 24 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA familia y les permita alcanzar “el progresivo mejoramiento de la vivienda, equipo de trabajo y nivel general de vida” (artículo 50 de la Ley). Solo así con tierra suficiente, a la que se agregue crédito y asistencia técnica podrá el nivel de las familias campesinas colombianas, para que estas se conviertan en productoras y consumidoras de los bienes y servicios que ofrece una sociedad desarrollada. Pero para esto, tienen que dividirse mejor los 27 millones de hectáreas tituladas que tiene el país y que no sean 15 millones los que pertenecen a las 20.000 haciendas de más de doscientas hectáreas que poseen 10.000 familias del país; si no que en vez de los 700.000 minifundios y los 20.000 latifundios, haya un millón de “mesofundios” o unidades agrícolas familiares o granjas tipo medio familiar con una extensión promedio de veintisiete hectáreas por familia, dependiendo de las condiciones de la topografía y del terreno. ¿Qué hacer en este campo? ¿Cómo puede cambiar Colombia? Con la colaboración de toda la sociedad. Lo que primero hizo Mon y Velarde fue educar: utilizó los re- cursos que encontró: los concejos municipales; todos los medios de comunicación que tenía a su alcance y fue el catalizador que ayudó a transformar su sociedad. Esa sociedad tenía en sí los gérmenes de su propia transformación pero encontró el “catalizador” que la hizo posible. ¿Podrá ser el maestro el catalizador de la comunidad en donde actúa? 25 ¿QUÉ ES EDUCAR? ¿Hasta dónde quiere serlo? ¿Hasta dónde tiene vocación de serlo? ¿Hasta dónde puede despertarse esta vocación? Yo creo que las vocaciones pueden despertarse. No son llamadas internas, pues desde Aristóteles sabemos que “no hay nada en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos”. Lo que uno tiene adentro ha estado siempre antes, afuera. Uno —con los materiales del exterior que a todos ha sido dado en distinta medida—forma su propia personalidad y se hace a sí mismo tal como es. Pero no nos hacemos de la nada. Nos hacemos de los productos del exterior. Somos el resul- tado de todas las influencias que hemos recibido a través de nuestras vidas. Hay influencias más poderosas que otras. Hay “vivencias” que influyen en nosotros y otras que no influyen. Las mismas “vivencias” pueden influir en unos y en otros no. “La vivencia” de esta conferencia, ¿cómo va a influir en la vida de algunos de ustedes? Lo más probable que pase será lo siguiente: algunos la olvi- darán totalmente; otros recordarán de ella alguna frase, alguna idea, algún concepto; otros incorporarán algo de ella dentro de su mentalidad —consciente o inconscientemente—. Otros se afirmarán más en lo que creían anteriormente, aunque sea distinto a lo que oyeron. Algunos tal vez cambiarán. Si algunos en algo han cambiado; si hay un pequeño cam- bio en su actitud hacia la sociedad o hacia la vida, por lo que 26 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA oyeron esta mañana, esta conferencia no habrá sido en vano. Si no es así, pasarán como tantas otras, sin dejar nada, sin dejar ninguna huella. Ojalá no sea así. Ojalá alguno de ustedes pueda servirle un poco más y un poco mejor a Colombia, influidos por lo que aquí hayamos dialogado en esta hora. UNA NUEVA ÉTICA Un político produce seguidores ciegos, fanáticos, que no lo desplacen, sino que lo sostengan, en su posición de poder, de prestigio y de dominio, qué es lo que los políticos buscan. Un maestro, para hacerlo, debe producir discípuloscons- cientes, que sean capaces de cuestionar y superar sus teorías, tesis o principios y producir otros mejores. Esa es la diferencia. Los grandes maestros de la historia necesitan ser, al mismo tiempo estudiados y superados. Ni Santo Tomás de Aquino, ni Adam Smith, ni Carlos Marx, parecen haber logrado crear una filosofía común, aceptable para todo el mundo contemporáneo, ni en el futuro. Ni la Edad Media, ni el capitalismo predatorio, ni el socialis- mo totalitario parece que hayan podido, en la práctica, hacer felices a todos los humanos. Sin embargo, estamos sufriendo, en todo el mundo, los traumatismos y convulsiones de una etapa de transición. ¿Hacia algo mejor o hacia algo peor? No lo sabemos. Los reaccionarios de todos los partidos y los detentadores de todos los privilegios se oponen a cualquier cambio. ¿Con qué resultados? Crisis y conflictos. 28 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA En África, en Asia, en América, en Europa y en Oceanía, las mareas de una nueva sociedad, de un hombre nuevo, azotan los acantilados de los viejos estamentos. El mundo va pudiendo ser, por primera vez, católico, universal: ¿las comunicaciones, la técnica, la televisión, el transistor y una nueva filosofía van a conseguir lo que la religión no pudo lograr? ¿Irá a ser el mundo del futuro un mundo mejor? Pudiera ser. Una filosofía común, más congruente, está empezando a surgir. Que superará a la concepción exclusivamente política del marxismoleninismo. Marx y Cristo no deben ser punto de llegada, sino un punto de partida. Somos los hombres comunes y corrientes actuales, con la ayuda de los grandes pensadores del presente y del pa- sado, los que debemos ir formándonos esta nueva filosofía. ¿Qué bases podría tener una filosofía común? Naturalmente, y primero que todo, el método científico. La ciencia ha demostrado ser el mejor camino para el conocimiento de la verdad y siguiendo el método científico hemos descu- bierto y seguiremos descubriendo muchas verdades. Pero sin poner a la ciencia en el lugar superior de la escala de los valores humanos. El arte, la ética y aun el método religioso-místico deben tener un lugar, aún más destacado que la ciencia, en esta nueva filosofía. El artista nos muestra dimensiones del hombre y del mundo que el científico no puede darnos. El hombre religioso, es decir, aquel que mira al 29 UNA NUEVA ÉTICA universo como un misterio, nos da una visión del mundo que no puede tampoco olvidar esta filosofía. Y la ética, es decir, la aspiración hacia la bondad humana, debe ser el valor que corone esta común filosofía. La aspiración hacia el bien sería su punto máximo. El universo actual, producto del azar, lo podemos interpretar, también científicamente, apenas hasta cierto punto. A la vida la podemos vivir con un objetivo: servir. A la muerte, la podemos aceptar, con la tranquilidad del que sabe que solo es el fin de la conciencia individual. A la humanidad la podemos concebir como encaminada hacia una sociedad única regida primordialmente por la razón, pero limitada por su tamaño mismo, por las contradictorias calidades del ser humano y por los distintos ambientes en que tiene que desarrollarse y vivir. Habrá que dejar a un lado muchas ilusiones: la total conquis- ta de la felicidad, por ejemplo. Se puede aspirar a un relativo bienestar físico, mental y social, para la mayoría de los seres humanos. Pero aspirar al bienestar absoluto o siquiera una relativa felicidad para toda la humanidad, es apenas quimera, de imposible realización, en cualquier sistema o esquema, que se adopte o se logre realizar. La humanidad debe conformarse con concepciones más rea- listas de sus posibilidades. Debe saber estudiar qué es probable y no ilusionarse con lo que sea meramente ideal o deseable. Una parte importante de esta filosofía, sería una nueva ética. 30 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA Una ética más racional y más acorde con los descubrimientos científicos, antropológicos, políticos y sociológicos que se han hecho. La ética de la nueva sociedad tendrá que admitir, por ejemplo, la eugenesia y la eutanasia, para la limitación del número y la mejora de la calidad de los seres humanos. Normas flexibles, pero racionales, lógicas y científicas, debe- rían adoptarse. Se debería tender, evidentemente, hacia un gobierno mundial, capacitado para fijar normas mínimas de bienestar humano: alimentación, vivienda, recreación, trabajo, pero al mismo tiempo, con un criterio flexible de diversidad y expresión propia de los diferentes grupos étnicos y ecológicos. El bienestar debería aceptarse como concepto de grupos étnicos y ecológicos, y no como concepto de un solo individuo o de un solo grupo gobernante. Las libertades humanas tendrían el solo límite del bienestar de los demás. Sería alrededor de estas o de similares concep- ciones filosóficas del mundo actual y futuro, como podríamos ir reuniéndonos, paulatinamente, diversos grupos de hombres y mujeres, de todos los lugares de la tierra. Las concepciones exclusivamente religiosas, nacionalistas, raciales o políticas, han desunido más que unido al género humano. Tal vez una concepción común, ética y filosófica, no muy complicada, sino lo más sencilla posible, lograría unirlo. Una concepción que pudiera encaminarse a lograr una base filosófica y ética, principios comunes, que pudieran servir como comienzo a un posible acuerdo de todos los seres huma- 31 UNA NUEVA ÉTICA nos, para la posible solución de los abrumadores problemas del mundo contemporáneo. Estos problemas, a mi entender, son tres, primordialmente: 1. La posibilidad de una guerra atómica. 2. El exagerado crecimiento de la población mundial, su- perior a sus recursos para una vida digna. 3. La creciente contaminación ambiental. Todos estos problemas se pueden reducir a uno solo: la disminución de la calidad de la vida humana. Lo que está en juego, no es la mera supervivencia del hom- bre sobre la tierra. Que todos nos extinguiéramos, como dijo Dubos, sería lo de menos. Ni una sola estrella, de los billones de millones que existen en el universo, se conmovería. Pero el enorme sufrimiento de millones de seres humanos, en un mundo ecológicamente deteriorado, sí nos debe conmover. Este, hacer el mundo mejor para los hombres y no permitir que se convierta en peor, es el gran reto para la generación actual. ECOLOGÍA La biosfera, esta pequeña parte del mundo, es el dominio de la vida, no solo de la vida humana. Los hombres, que somos los únicos animales que sabemos esto, deberíamos vivir de acuerdo con este importante concepto. Pero no lo hacemos, estamos destruyendo, con contaminantes físicos, químicos, biológicos, sociales y espirituales vidas útiles al ser humano, y también estamos destruyendo la calidad de nuestras propias vidas. La contaminación ambiental es uno de los más graves problemas del mundo contemporáneo. Lo estamos contaminando con humos, con detritus difícilmente reincorporables a su estado natural, con elementos físicos, químicos, sociales y “éticos”, dañinos para la vida vegetal, animal y humana. Esto se produce tanto en las zonas llamadas “civilizadas” de la tierra, como en las grandes ciudades del llamado mundo subdesarrollado. Medellín no es, desgraciadamente, ninguna excepción a esta regla. Cada vez hay más gente, más automóviles, más fábricas, más detritus, contaminando el aire, las aguas y la tierra. Ni la ciudad, ni la nación, tienen ninguna “política” en relación con este problema. Se sigue tolerando toda clase de contami- 34 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA nantes. El mismo municipio tiene (asfaltadoras) y crea otras (disposición de basuras) y tolera toda clase de contaminación aérea, acuática y terrestre. El gobierno nacional crea toda clase de estímulos para abaratar y aumentar el número de automóviles en lasgrandes ciudades. No hay tractores en los campos para ayudar a producir comida más barata, pero sí hay jets en el aire, de toda índole y “bólidos” en las ciudades. Muy pocos son los dirigentes nacionales que tienen una conciencia “ecológica”, integral, de los problemas de los co- lombianos. Esta conciencia debe crearse en las universidades para que los cuadros directivos futuros tengan mejor enfoque de los problemas del país. Que tengan una política esencial- mente humana, y no de mera productividad económica o “política”. En general, los gobiernos miran que es lo más lo más conveniente para su “imagen”, entre los grupos de poder, que lo que realmente conviene al pueblo, a las masas. No propiamente por mala voluntad, sino, principalmente, por ignorancia. La ignorancia, entre los dirigentes, de las cosas más elementales referentes a los seres humanos, es abismal. Los médicos no piensan más que en el beneficio de los propios médicos. Lo mismo los demás profesionales y técnicos. A los políticos les convendrá saber más sobre los problemas fundamentales del país. Lo mismo a todos los profesionales y técnicos y a todos los demás ciudadanos. Para que ahí pudieran intervenir más activa e inteligentemente en resolverlos. De los medios físicos, bioquímicos, social y espiritual, en los que vive el hombre, 35 ECOLOGÍA todos son importantes de modificar en su beneficio. Pero no siempre lo hacemos así. Principalmente por ignorancia. La peor ignorancia es creer que sabemos. POLÍTICA Y SALUD Política viene de politeia una palabra griega que significa “or- ganización social” y que se deriva de polis = ciudad, lo que en una época fue el El Estado griego. Esta es una concepción más amplia de la que ordinariamente se le ha dado, o sea, “el arte de gobernar” o “el arte de adquirir poder”. En el sentido popular —que es por cierto muy real— a lo que se llama política es a las acciones y manipulaciones que perso- nas o grupos efectúan para adquirir el poder en los distintos órganos o instituciones que componen el Estado. El Estado es la organización jurídica o de facto, de los mecanismos de gobierno de la nación. La nación es el conjunto de personas que habitan un país. El país es el terreno geográfico en que habita la nación. El político y jurista Jorge Eliécer Gaitán distinguía entre lo que él llamaba “el país político” y el “país nacional”, dándole sentido peyorativo al primero y afirmando que lo importante era lo segundo. También, en Colombia —y supongo que en otras partes del mundo— se ha distinguido entre “políticos” y “estadistas” y se han definido aquellos como los que piensan en la próxima elección y a estos como los que 38 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA piensan en la próxima generación. Hay también una distinción importante que el político colombiano actual, doctor Alfonso López Michelsen, hace entre “demagogos” y “estadistas”. Él dice que aquellos son los que crean ilusiones y éstos los que proponen soluciones. Otra de las distinciones —que muy frecuentemen- te se oyen en todos los medios sociales de Colombia— es la distinción ente “política” y “politiquería”, dando un sentido favorable a la primera y peyorativo a la segunda. últimamente, con el avance de las llamadas ciencias socia- les se ha pretendido estudiar la política de manera científica. De manera filosófica se escribió sobre política desde Platón y Aristóteles y de manera pragmática y cínica fue tratado el tema en el sentido de cómo adquirir y conservar el poder por Macchiavello, en su famoso libro El príncipe. últimamente, los más famosos e influyentes pensadores en el mundo actual, son Marx y Engels, con su conocido “Manifiesto Comunista” de 1848. Este, junto con otros escritos del primero, influyó poderosamente sobre el pensamiento y la acción de Lenin, en su país, quien alcanzó el poder en 1917; Mao Tse Tung, quien alcanzó el poder en 1949, Fidel Castro en 1960 y Salva- dor Allende, quien es el segundo presidente confesadamente “marxista” que se ha elegido y está gobernando en América Latina (el primer elegido democráticamente, fue Arbenz en Guatemala, derrocado, con la directa intervención del Servi- cio de Inteligencia Americano (CIA), por la acción armada del coronel Castillo Arma). Fidel Castro, de Cuba, se declaró 39 POLÍTICA Y SALUD “marxista-leninista”, una vez obtuvo el poder, también por acción armada y con el apoyo del pueblo cubano, al derrocar al dictador derechista, general Fulgencio Batista. Cualquiera que sea “la política” de un Estado o de un gobierno (la rama ejecutiva del Estado) se refleja en las con- diciones de salud de la población. A la salud se le ha llamado modernamente, “uno de los sectores del desarrollo”, y como tal, junto con los otros sectores del desarrollo (educación, economía, obras públicas, derechos humanos, vivienda, re- creación, justicia, seguridad, etc.) influye en forma significativa en el objetivo final que busca “el desarrollo”, cual es el del “bienestar” de todos los componentes individuales de una población. A la salud se la ha considerado, a la vez, como un fin en sí misma (como necesario componente del bienestar individual) y como un “medio” —que algunos sociólogos y economistas consideran importante— para alcanzar el “desa- rrollo económico y social”. Otros economistas, en cambio, ejemplos: algunos de la Cepal, en Latinoamérica y los que dominan el actual sistema sociopolítico-económico de Korea del Sur con la llamada Es- cuela de Harvard, consideran que los países subdesarrollados, mientras no se alcancen otros objetivos de mayor prioridad tales como crecimiento de las tasas de desarrollo económico, creación de más empleos, desarrollo tecnológico que aumente “la productividad” agrícola e industrial, mejora de las comu- nicaciones, etc., la salud debe tener una bajísima prioridad 40 FUNDAMENTOS ÉTICOS DE LA SALUD PúBLICA en las inversiones y gastos económicos de lo que ellos llaman “sector público”. Aseguran que mientras exista más gente hábil para trabajar en los países “todavía” subdesarrollados, habrá mayores problemas de desempleo, inseguridad, falta de vivienda y educación adecuada, prostitución, delincuencia, etc., en estos países. Aseguran también que el “desarrollo económico” es un prerrequisito para el “desarrollo social” (entre cuyos componentes incluyen salud y vivienda). Esto es lo que modernamente se ha llamado “desarrollismo”. Así, en Korea del Sur, se asigna un bajísimo porcentaje (0,4%) para el sector salud dentro de las asignaciones presu- puestales del gobierno. En Colombia se ha asignado, tradicio- nalmente, entre el 4 y el 5% del presupuesto nacional para el sector salud. En general en los países que llaman o se consi- deran a sí mismos como “socialistas”, asignan un porcentaje mayor a este sector. Tal es el caso de Cuba, en América Latina; de Rusia, en Europa; de Malasia en el Asia, etc. El sistema político influye, pues, en la salud de la población, sobre todo por intermedio de lo que las diferentes filosofías políticas asignan, cuando son gobierno, a los presupuestos que se ocupan directamente del ser humano, como son los de salud y educación. En los regímenes capitalistas dejando estas más a la iniciativa privada y en los regímenes socialistas reconociéndolas como una responsabilidad del Estado. PROBLEMAS COLOMBIANOS BÁSICOS El problema básico de Colombia es la pobreza de sus grandes mayorías campesinas y de la gran cantidad de marginados, subempleados y desocupados de sus grandes ciudades. 1. ¿A qué se debe esta pobreza? 2. A tres factores principales: 3. Baja productividad Inadecuada repartición de la riqueza y de los ingresos. Dependencia económica, cultural y tecnológica del exterior. Naturalmente, estos tres factores principales se interrela- cionan, y forman un todo orgánico, que pudiéramos llamar el actual sistema
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