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ADICCIONESHACIA UNA PREVENCION CON SENTIDOBses cientificas y practicas para prevennir las adicciones Efrén Martínez OrtizAVG

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Hacia una prevención con sentido
Bases científicas y prácticas para prevenir las adicciones
Segunda edición
D. R. © 2021 por
Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S.
ISBN libro impreso: 978-958-8993-68-3
ISBN versión electrónica: 978-958-8993-69-0
Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S.
Carrera 12A No 79 - 03/05
E-mail: info.colombia@manualmoderno.com
Bogotá, D. C., Colombia
Impreso en Colombia en los talleres de:
Imagen Editorial S. A. S.
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema alguno de tarjetas
perforadas o transmitida por otro medio –electrónico, mecánico, fotocopiador, registrador, etcétera– sin permiso previo por escrito de la
editorial.
All rights reserved. No part of this publication may by reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted in any form or by any means,
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es marca registrada de Editorial El Manual Moderno, S. A. de C. V.
Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia
Martínez Ortiz, Efrén
Hacia una prevención con sentido : bases científicas y prácticas para prevenir las adicciones / Efrén Martínez Ortiz, César Augusto Osorio
Castaño. -- 1a. ed. -- Bogotá : Manual Moderno, 2021.
196 p.
Incluye datos de los autores en la pasta. -- Contiene referencias bibliográficas.
ISBN 978-958-8993-68-3
1. Abuso de substancias – Prevención 2. Adicciones - Prevención 3. Jóvenes - Consumo de drogas – Prevención I. Osorio Castaño, César
Augusto II. Título
CDD: 362.2917 ed. 23 CO-BoBN- a1069770
Portada:
Sebastián Bermúdez Z.
Edición y corrección:
Camilo Baquero C.
Diagramación:
Aristóbulo Rojas Ch.
Conversión gestionada por:
Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2020.
+52 (55) 52 54 38 52
contacto@ink-it.ink
www.ink-it.ink
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mailto:contacto%40ink-it.ink?subject=
http://www.ink-it.ink
Contenido
Prólogo
Prefacio
Introducción
Capítulo 1. Bases de la prevención en drogodependencias
Capítulo 2. Factores de riesgo y protección
Capítulo 3. Fines, objetivos y estrategias de la prevención
Capítulo 4. Prevención basada en la evidencia
Capítulo 5. Estructuración de programas de prevención
Capítulo 6. Implementación de programas de prevención
Capítulo 7. La evaluación en programas de prevención
Capítulo 8. Sentido de vida, trascendencia y prevención
Capítulo 9. El diálogo socrático como estrategia preventiva
Anexos
Anexo 1
Anexo 2
Anexo 3
Anexo 4
Referencias
Índice analítico
Sobre los autores
6
L
Prólogo
a prevención del consumo-abuso de sustancias psicoactivas se mantiene como
una de las prioridades en las políticas de salud pública y una necesidad
apremiante para muchas comunidades y grupos poblacionales en riesgo. Los intentos
por prevenir el consumo y el abuso de drogas en el mundo se ponen en marcha desde
la década de los 60, mediante un entramado de estrategias que fueron variando en el
tiempo, conforme se iban entendiendo y ampliando, tanto las causas del problema
como los posibles factores que incidían en el mismo.
Los inicios de la prevención del consumo de drogas en Colombia datan del año
1985, cuando el gobierno nacional, con el apoyo de las Naciones Unidas (por medio
de la UNFDAC, hoy UNODC), dieron inicio al Plan Nacional de Prevención de la
Drogadicción (PNPD) que fue uno de los primeros del mundo, junto con el de
Tailandia y España.
La acción de prevención siempre se ha enfocado hacia las poblaciones en riesgo.
El consumo de drogas, legales e ilegales, entre los adolescentes ha aumentado durante
los últimos años y, paralelamente, se ha evidenciado un aumento de las problemáticas
y conductas inadecuadas típicas de la adolescencia.
Los resultados de los estudios sobre el consumo de drogas durante la adolescencia
ponen de manifiesto las graves y múltiples consecuencias que pueden generar en los
órdenes psicológico y social (escolares, familiares y relacionales). Se dispone de
suficientes pruebas que permiten asegurar que las repercusiones del consumo son más
peligrosas para los adolescentes que para los adultos, tanto por el efecto perjudicial de
las sustancias, como por los efectos adversos referentes al ajuste psicosocial, que en
el caso de los jóvenes son más pronunciados y tienden a disminuir al aumentar la
edad del consumidor. Al mismo tiempo, es previsible que aproximadamente el 10%
de los adolescentes consumidores tenga alguna repercusión derivada del consumo de
drogas, ya sea de forma directa (intoxicaciones, trastornos mentales inducidos, etc.),
como de forma indirecta (accidentes de moto, caídas, quemaduras, peleas, etc.). La
prevención del consumo en este grupo poblacional, el retrasar la edad de inicio y la
detección temprana, para evitar que avancen a usos más problemáticos, constituyen
las estrategias más acertadas y eficaces.
El desarrollo de la investigación en materia de prevención y de educación para la
salud en los jóvenes representa un desafío importante. En efecto, la puesta en marcha
de acciones de prevención necesita la movilización de conocimientos suficientes que
permitan comprender, de la manera más precisa posible, el contexto y la situación a
prevenir, sus aspectos psicológicos, culturales y sociales, así como los papeles que
desempeñan los actores implicados. De estos conocimientos deberán desprenderse las
pistas para formular acciones preventivas que se fundamenten en teorías válidas
empíricamente las cuales, antes de generalizarlas, es preciso asegurarse que la
intervención propuesta tenga un impacto positivo. Esto no siempre sucede así, como
lo demuestra la literatura y muy concretamente las reseñas sistemáticas en el campo
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de la prevención del consumo de drogas. Las acciones de prevención pueden tener un
impacto positivo, ningún impacto o efectos nocivos –iatrogénicos–, lo cual no es
aceptable puesto que nos dirigimos a personas sanas o al menos aún sin problemas
por consumos experimentales u ocasionales por uso de sustancias psicoactivas.
La prevención del consumo de drogas en los últimos 25 años ha pasado de una
etapa inicial basada en la intuición y en el «todo vale», a una fase en la cual, a partir
de la experiencia y la acumulación de pruebas científicas, se han logrado importantes
consensos entre los distintos sectores que tienen que ver con el ámbito preventivo y
se han desarrollado importantes recursos de apoyo que han incrementado la calidad
de las intervenciones preventivas.
Existe un claro consenso entre los investigadores y profesionales del campo de la
prevención, respecto de afirmar que la prevención es una disciplina científica en la
que, por encima de la buena voluntad, se trabaja con base en evidencia objetiva que
se caracteriza principalmente por una alta calidad en la investigación empírica,
empleando rigurosos métodos científicos para probar hipótesis cuidadosamente
diseñadas, y con una acumulación sistemática del conocimiento de una manera
consistente con otras áreas de la ciencia. En la actualidad existe la necesidad de
revisar todas estas teorías que, en su momento, se han ido elaborando y aplicando
desde las diferentes ciencias humanas, políticas, médicas, sociales y educativas, con
el objetivo de conformar un marco teórico para trabajar en la prevención, ya que la
intervención debe desarrollarse mediante programas efectivos que puedan ser
evaluados en el tiempo, que puedan presentar resultados científicamente probados y
aplicables a diferentes contextos, y que sean capaces de abarcar al ser humano en toda
su integralidad.
Publicar una segunda versión de un texto plantea retos que implican la revisión de
lo ya escrito y actualizar contenidos a partir de la evidencia científica. Para conseguir
esto el autor hace un esfuerzo académico intenso y complejo para analizar, integrar y
resumir la información encontrada en múltiples documentos, con la finalidad de
producir un nuevo texto académico ajustado a una situación de comunicación
disciplinar y a las realidades de lasociedad actual. En tal sentido, la actualización del
libro Hacia una prevención con sentido, a la que los autores agregan ahora el
subtítulo Bases científicas y prácticas para prevenir las adicciones escrita por el Dr.
Efrén Martínez con la colaboración del Dr. César Osorio, publicado por la Editorial
El Manual Moderno, tiene como finalidad abordar el tema a partir de la evidencia
científica y está concebida para servir de recurso para los profesionales de la salud y
de la educación, y otras disciplinas interesadas, que se enfrentan a innumerables
problemas en la práctica diaria y que buscan incidir en la reducción de la demanda y
consumo de drogas, contribuyendo al mejoramiento de la calidad de vida de las
comunidades y las familias, ayudando a los jóvenes a tomar decisiones responsables
en su desarrollo evolutivo y enfrentar esta difícil etapa de la adolescencia, en la que el
consumo de drogas se constituye en uno de sus principales factores de riesgo.
Guillermo A. Castaño Pérez, M.D., Ph. D.
8
E
Prefacio
n 1997 un grupo de jóvenes profesionales decidimos constituir una fundación
con el ánimo de tratar y prevenir el consumo de drogas en un país como
Colombia; en aquella época teníamos muy buenas intenciones, pero es preciso
confesar que no teníamos la menor idea acerca de cómo hacer las cosas de una
manera seria, sistemática y efectiva. Tan solo queríamos hacer del mundo un lugar
mejor. Eramos un grupo de idealistas que soñaba con un mundo sin drogas –como si
eso fuese posible– y con que todas las personas con un problema de adicción
pudieran acceder a un buen tratamiento de rehabilitación. Nuestros primeros intentos
en el mundo de la prevención estuvieron llenos de errores lamentables, escondidos
tras la fachada de las buenas intenciones.
En principio creímos que asustar a los adolescentes sería muy efectivo, en
consecuencia llevábamos testimonios de personas que habían dejado las drogas y que,
de manera dramática, lograran persuadir a los adolescentes de no caer en tal destino;
esto generaba, sin lugar a dudas, un gran morbo y entusiasmo de las audiencias, los
jóvenes nos amaban y aclamaban porque volviéramos; sin embargo, nuestro objetivo
de prevenir las drogas estaba bastante lejos de ser cumplido, incluso creo que
generamos efectos iatrogénicos en las escuelas, pues en esa época, aunque para
quienes nos contrataban todo era maravilloso (salía barato, era rápido, los jóvenes
quedaban impactados y las creencias acerca de cómo el miedo funciona, llenaban a
los padres de familia y profesores de tranquilidad), el asunto era que hablábamos de
todas las drogas generando efectos comparativos entre cual es peor o mejor bajando
la percepción de riesgo de algunas. Exagerábamos algunos daños de las mismas
ocasionando incredibilidad respecto de lo que ellos ya sabían por su experiencia,
generábamos la sensación de que en últimas cualquier persona sale de las drogas y
hacíamos conferencias masivas de esas que entran por un oído y salen por el otro en
cuestión de unas horas.
Pronto aprendimos la lección y nos alejamos de hablar de los efectos de las drogas,
las conferencias unidireccionales, los testimonios de adictos, las exageraciones y las
actividades aisladas, para pasar a otro de nuestros errores: los talleres de crecimiento
personal. Ya habíamos empezado a leer acerca de los factores de riesgo y protección;
así, decidimos empezar a hacer talleres para que los jóvenes tuviesen mejor
autoestima o fueran más hábiles socialmente. Ya no generaban el mismo morbo con
los adolescentes, pero les parecía útil aprender todas estas cosas; sin embargo, nuestro
objetivo de prevenir las drogas seguía sin cumplirse, pues creíamos que desarrollar
habilidades bastaba. Con el paso del tiempo, llegado ya 2003, teníamos muchas cosas
claras. Ya habíamos leído bastante sobre cómo se hacía una buena prevención y ya
habíamos cometido suficientes errores como para seguir haciendo lo mismo.
Empezamos a introyectar el movimiento de ‘prevención basada en la evidencia’,
buscábamos metaanálisis, artículos de evaluación, viajamos a conocer otras ONG que
trabajaban en la prevención de adicciones y empezamos a construir, por primera vez,
9
nuestro programa de prevención; se acabaron las actividades aisladas, las acciones sin
fundamento, el miedo a la evaluación, la creatividad sin solidez y el idealismo de un
planeta sin consumos. Nos acercamos a la mayoría de edad.
Hoy en día, hemos desarrollado varios programas de prevención que han resultado
útiles para cientos de miles de personas en nuestro contexto y en algunos países del
mundo de habla hispana, configurando un modelo basado especialmente en el trabajo
sobre factores de riesgo ‘proximales’ como la percepción de riesgo, la actitud
favorable y la intención de consumo, así como las influencias normativas, el
monitoreo parental y el trabajo de algunas habilidades. Programas como Sanamente
para prevenir el consumo de alcohol en menores de edad en contextos vulnerables,
Consentidos para prevenir el consumo de alcohol y nicotina en escuelas privadas, Sin
trabas para prevenir el consumo de marihuana en adolescentes, Yo respondo para
prevenir el consumo de alcohol en universitarios y empleados de empresas, Te
Appoyo como herramienta de monitoreo parental y en general, el uso de algunas
tecnologías para mejorar nuestra forma de entrega, se han hecho parte de nuestra
cotidianidad. Hemos aprendido de la importancia de la evaluación de programas,
especialmente de las fases de implementación del proceso y su evaluación (que
suelen ser la más descuidadas). Entendimos que hay que saber diseñar, pilotear,
implementar y evaluar un programa si se quiere tener realmente un aporte
significativo, logrando no perder recursos, tiempo y esfuerzos.
Durante todos estos años hemos tenido resultados interesantes y muchos
aprendizajes que se exponen en este libro; pero sobre todo, hemos logrado desarrollar
programas con base científica y de experiencia práctica sin abandonar la influencia
filosófica del pensamiento existencial de Viktor Frankl, enriqueciendo nuestra labor
al obtener evidencias empíricas acerca de la importancia del sentido de vida en la
salud mental. Así mismo, creemos que es preciso mantener claro que una dosis de
idealismo nunca sobra, excepto si te quedas en el terreno de los sueños y no haces las
cosas con el rigor necesario. Por tanto, en este libro se encontrarán las bases
científicas que han orientado nuestra experiencia, así como las recomendaciones que
surgen de la implementación de diferentes programas en contextos variados y con
diversos recursos económicos y tecnológicos.
10
E
Introducción
l pensamiento de Víktor Frankl (1905 – 1997) constituye, sin duda, la reflexión
de elección para el ámbito preventivo, pues la misma parte de una visión
antropológica en la cual es posible prevenir, puesto que se basa en la existencia de un
núcleo sano que permanece intacto ante la enfermedad y que facilita la expresión de
manifestaciones saludables. Como dice Ramovš (1996): «No es posible pasar por alto
las observaciones de Frankl al buscar los fundamentos adecuados para una teoría y
metodología de la prevención entre las teorías psicológicas actuales a nivel mundial».
Podría incluso plantearse que los inicios de la logoterapia surgen en el campo de la
psicología preventiva como una respuesta a las circunstancias de la Viena de Frankl,
en donde, preocupado por los problemas juveniles de la época, el padre de la
logoterapia formuló una propuesta que «estaba dirigida a los jóvenes que presentaban
problemas psicológicos y morales, que eran publicados en periódicos de la época y
que consistían en noticias alarmantes de intentos de suicidio, fugas de hogar,
depresiones, enfrentamientos de padres e hijos, etc.» (Oro, Sosa, Torrijos y Vega,
2001). Su tarea consistió en fundar centros de atención para jóvenes, gratuitos,
situados cerca de los colegios de secundaria, que fueron publicitados mediante
afiches en los que también constaba que habría absoluta reserva sobre los motivosde
consulta y también sobre la identidad de los educandos (Oro et al., 2001), dando
inicio de esta manera a la logoterapia preventiva.
Toda prevención reposa en la capacidad existencial de la persona (Martínez,
2003b; Ramovš, 1996). Capacidad entendida como su núcleo sano, como la
dimensión que permanece intacta a pesar de la adversidad y en donde radica una
libertad que le es inherente, como su espacio del mundo de lo posible; por ello, la
prevención es una capacidad específicamente humana que, a través del
autodistanciamiento y la autotrascendencia, logra anticipar la posible incidencia de
hechos, atributos, características y condiciones que le pueden ocasionar mal-estar o
bien-estar al ser humano y a su grupo social, facilitando el descubrimiento, creación
o fortalecimiento de medidas de precaución, y adoptando o manifestando
conocimientos, actitudes, estrategias, habilidades y acciones que impiden o
minimizan el mal-estar previsto y fortalecen o alcanzan el bien-estar esperado en
términos de bien-ser1.
Esta capacidad de anticipación es una de las características de lo existencial que
permite a la persona ver con antelación y tomar decisiones saludables a través de la
movilización de sus recursos personales, lo cuales son descritos en la Tabla 1.
La prevención, entendida como una capacidad específicamente humana, obliga a
pensar el accionar preventivo a partir de la salud y no desde la enfermedad, pues en
tanto seres humanos, debe prevalecer la tendencia hacia el bien que, como posibilidad
del núcleo sano de la persona, puede manifestarse y, por tanto, realizar elecciones
responsables para sí mismo y para el medio que le rodea. Aquellos tipos de
prevención que parten de posturas reduccionistas, deterministas y deshumanizantes,
11
al desdeñar la libertad del ser humano, se autodescalifican, pues no se puede prevenir
a partir de lo ya enfermo. Salud no es ausencia de enfermedad y, en consecuencia, no
tener enfermedades no implica salud desde una perspectiva humanista, pues no tener
enfermedades puede asemejarse a «no estar enfermo». Así, la salud se entiende como
el desarrollo del ser en su esencia y sentido, como diría Acevedo (1985): «Salud es
capacidad de respuesta, no ausencia de cualquier falta. Por lo tanto, para expandir la
salud es preciso transformar al paciente (derivado de ‘pasivo’) en un protagonista
activo y responsable, capaz de dar respuesta» (p. 25).
Vista desde esta perspectiva, la prevención incorpora el concepto de sentido de la
vida como respuesta a la pregunta: ¿qué hace que las personas adopten medidas de
precaución ante situaciones objeto de prevención?. Pues si bien el sentido de la vida
no necesariamente causa salud, si puede contemplarse como un motivo para tenerla o
conservarla; si no existe un para qué, una motivación para el cambio, es decir, si no
hay un sentido que atraiga, las medidas preventivas no se ejecutan. Por ello, y como
se vera más adelante, la prevención no puede ser impuesta por el preventor, pues este
solo puede –y debe– acompañar un proceso que se enmarca en un campo perceptual
de sentido dentro del cual se logra que la prevención se manifieste.
Tabla 1. Capacidades específicamente humanas
Autodistanciamiento Autotrascendencia
- Permite tomar distancia de los mandatos psicofísicos que
invitan a realizar conductas de riesgo o al uso de
estrategias de afrontamiento que, a mediano y largo
plazo, se constituyen como estresores mayores.
- Permite la adopción de medidas de precaución, pues es a través
suyo que es posible captar valores y significados personales,
pues nadie adopta una medida de precaución ante una situación
objeto de prevención si esta no tiene sentido.
- Permite verse a sí mismo en situación, requisito
fundamental a la hora de prever, anticipar y prevenir una
situación de alto riesgo.
- Permite la ejecución de las elecciones, pues por el
autodistanciamiento se puede ver el universo de opciones, pero
estas solo se asumen si son significativas para la persona a
través de la autotrascendencia.
- Permite monitorear y controlar los procesos cognitivos
que pueden disparar una conducta de riesgo.
- Permite la reinsersión social, pues es la autotrascendecia la
cualidad que dirige hacia un Tu amado o hacia otros seres
humanos en actitud de encuentro.
- Permite ver otras posibilidades, facilitando de esta
manera la elección de conductas saludables.
- Da sentido a la prevención, a través del descubrimiento de
valores en la misma.
- Permite caer en cuenta de los procesos y circunstancias
que facilitan una enfermedad, evitando la progresión a
fases de mayor complicación.
- Facilita la relación con una dimensión trascendente, como uno
de los principales factores de protección de la salud.
Solo viéndose en situación y captando el mundo de lo
posible, puede descubrirse el sentido de una situación
particular y así mismo de la vida en general.
Evita la frustración existencial, el vacío y la carencia de sentido
como uno de los principales factores de riesgo para descuidar la
salud.
Lamentablemente, la prevención tradicional puede a veces ser iatrogénica,
fomentando lo que se quiere prevenir; al respecto dice sabiamente Lukas (1990):
El hombre moderno comenzó a buscar el placer y fue perdiendo de vista el sentido, tornándose cada vez
más desprovisto de placer, al caer en el vacío existencial, abarrotado de innovaciones materiales y
solitario en su existencialidad. Esto significa que las medidas preventivas, que buscan ayudar a las
personas en riesgo, desprovistas de placer, a encontrar placer o evitar el displacer, solamente servirán
para aumentar la neurotización de la población, en una época en que la sensación de falta de sentido está
muy difundida, especialmente entre la generación joven. (p. 55)
12
Por ello, hay que diferenciar entre la prevención centrada en el placer y la
prevención centrada en el sentido, asumiendo la primera como aquel tipo de
prevención que no posiciona a la persona frente a lo que le acontece, sino que más
bien, le quita la libertad y la responsabilidad sobre su salud, mientras que la segunda
es aquella que le ayuda a dar a luz al ser humano, a su libertad y a la responsabilidad
que ya posee frente a su salud.
El azar hace parte de la vida del ser humano (lo que le ha sido dado), un ser
humano que construye una biografía que refleja lo que la persona, en su interrelación
con el mundo, ha hecho de sí misma. En esta historia se encuentran inmersos
diferentes niveles de vulnerabilidad, enmarcados en un mundo de posibles versiones a
asumir. Cuando se habla de vulnerabilidad se hace referencia al angostamiento del
ser como posibilidad, a la restricción de la responsividad, al bloqueo o poca
permeabilidad de la persona frente a lo que ha hecho de sí misma; es decir, la
disminución de manifestaciones saludables y de los motivos que invitan a tenerlas. La
vulnerabilidad es un estado de susceptibilidad facilitado en mutua interrelación por la
presencia de factores de riesgo y la ausencia de factores de protección. Los factores
de riesgo son atributos o circunstancias individuales, familiares y socioculturales que
incrementan la probabilidad de introyección personal y social de condiciones que
facilitan la vulnerabilidad. Por su parte, los factores de protección son atributos o
circunstancias individuales, familiares y socioculturales que incrementan la
probabilidad personal y social de condiciones que inhiben, retrasan, atenúan y
disminuyen la vulnerabilidad. Sin embargo, hechos y factores son solo el material
bruto que la persona transforma y hace suyo.
La prevención está organizada en modalidades y niveles preventivos que hacen
posible lograr un mejor impacto. Existen modalidades específicas y modalidades
inespecíficas que serán explicitadas en un capítulo posterior. La prevención también
se estructura a través de tres niveles preventivos: primario, secundario y terciario,
adaptados logoterapéuticamente y analizados a profundidad por otros autores (Oro et
al., 2001), y que en este texto serán desarrollados másadelante y complementados
con otras clasificaciones de actualidad como la prevención universal, la selectiva y la
indicada.
Los objetivos y fines del trabajo en prevención deben plantearse de manera
realista, cumplible y adaptativa, es decir, deben tender hacia el mejor resultado
posible, pero con la conciencia de límite que implica reconocer los alcances de un
programa de prevención, los recursos con los que se cuenta y la intención del
accionar. Por ello, los fines de la prevención deben desglosarse en objetivos que
puedan ser llevados a cabo en el plazo estimado, intentando no aspirar a la utopía de
«ganar la guerra contra las enfermedades» o en este caso «contra las drogas», pues
esta guerra es la que precisamente aumenta el poder de las mismas. Así, la prevención
puede buscar:
a. Aumentar la percepción de riesgo.
b. Reducir las condiciones que facilitan el mantenimiento de un problema.
c. Impedir la progresión hacia etapas de mayor complicación.
d. Contrarrestar la presencia de factores de riesgo que aumentan la vulnerabilidad.
e. Promover la presencia de factores de protección que disminuyan la vulnerabilidad.
13
f. Otros objetivos.
La importancia de plantear objetivos prudentes va de la mano con la necesidad
fundamental de estructurar programas para cada población específica, pues de esta
forma se logra mayor impacto preventivo que si se trabajase con metodologías
estándar para todas las poblaciones.
Es mucho lo que la logoterapia tiene que aportar en materia preventiva, pues como
dice Ramovš (1996):
Si únicamente se desarrolla y fortalece el cuerpo, la persona podrá estar sana y fuerte, pero no por ello
será más cuerda, más equilibrada afectivamente, más libre y responsable, más cultivada, ni serán mejores
sus relaciones con los demás. Si solo se adiestra la memoria y la inteligencia, el hombre seguirá
careciendo de una salud óptima, descuidando la alimentación y el movimiento, desequilibrado
afectivamente, sin libertad interior, irresponsable, inculto y sin aspiraciones por mejorar sus relaciones
humanas. Por otra parte, el desarrollo unilateral de sus posibilidades existenciales no le garantiza el
fortalecimiento integral de la salud ni un desarrollo humano equilibrado. (p. 98)
De allí que la logoterapia, además de aprovechar los avances de la psicología de la
salud y la psicología preventiva en general, brinda las siguientes ventajas:
1. Aporta las bases antropológicas de una prevención que busca hacer responsable de
su salud al ser humano y a su comunidad.
2. Invita a centrarse en los recursos personales y en cómo la persona puede enfrentar
sus propias dificultades.
3. Le devuelve al ser humano su dimensión de libertad responsable, evitando la
dependencia de los preventores y posicionando a la persona y su comunidad frente
a su cuidado.
4. Introduce con fuerza el tema del sentido de la vida como promotor de salud.
5. Favorece las bases del macrofactor preventivo de la resiliencia.
Además, la prevención en el ámbito de la logoterapia se consolida como uno de los
campos de mayor aplicación y prosperidad, pues favorece el establecer diálogos
complementarios con otras posturas preventivas, trabajando un modelo de prevención
que dignifica a las personas.
El presente texto tiene como objetivo ampliar los conceptos brevemente
mencionados en esta introducción, aplicándolos al área de la prevención de las
adicciones a sustancias y brindando un conocimiento científico actualizado con una
base y tinte antropológico-existencial, enriquecido con el pensamiento de Viktor
Frankl.
1 Esta cualidad es específicamente humana y se manifiesta a través del autodistanciamiento y la
autotrascendencia, porque solo el ser humano posee la facultad personal de dialogar consigo mismo (y sus
circunstancias) y superar los mandatos de lo psicofísico para dirigirse al encuentro con otro o con una
misión elegida libremente.
14
L
Capítulo 1
Bases de la prevención
en drogodependencias
a prevención de la drogodependencia se ha convertido en un área intra e
interdisciplinar en diversos contextos sociales, políticos, educativos, pedagógicos
y de salud en general, siendo materia de discusión, investigación y evolución
constante a fin de dar respuestas orientadas a la reducción de la demanda de drogas.
Los intentos datan de más de 40 años atrás, con programas que en el siglo XX,
específicamente en las décadas de los 60 y 70, se basaban en el conocimiento racional
de las sustancias, sus efectos y características; en aquella época se partía de la
hipótesis de que la ausencia de información sobre los efectos nefastos del consumo
aumentaba el problema, y en consecuencia se diseñaron programas que buscaban
llenar los vacíos informacionales. A este modelo se le denominó ‘modelo
informativo’ o ‘tradicional’ (Becoña, 2002), siendo tradicional porque es la estrategia
que más se ha mantenido en el tiempo, a pesar de los escasos resultados que ha tenido
y ante la evidencia de iatrogenia preventiva que se ha encontrado (Becoña, 2002;
Espada y Méndez, 2003; Werch y Owen, 2003).
En la década siguiente surgieron programas que ya no se fundamentaban en la
modalidad específica de hacer prevención que caracterizó a los primeros programas
preventivos, volcándose hacia una modalidad inespecífica centrada en el desarrollo
personal, metodología que hizo aportes interesantes pero que, al evaluarse
rigurosamente, no arrojó los mejores resultados (Becoña, 2002). Ya hacia finales de
los 70 y principios de los 80, los modelos viraron hacia el modelo de influencias
sociales, especialmente por los aportes de Bandura (Becoña, 1999) y la intervención
psicosocial del ambiente más próximo, la personalidad y los factores de riesgo
conductuales. Entre los 80 y los 90 surgió el modelo de habilidades generales, bajo el
cual se destaca el famoso programa de entrenamiento en habilidades para la vida de
Botvin, Schinke, Epstein, Díaz y Botvin (1995), que se centra en el desarrollo de
habilidades generales que enfatizan el manejo de las influencias sociales.
Actualmente, la tendencia predominante es la llamada ‘prevención basada en la
evidencia’ (Acero, 2004; Becoña, 2002; Center for Substance Abuse Prevention
[CSAP], 2000; National Institute on Drug Abuse [NIDA], 1997), metodología que se
aborda con posterioridad en esta obra. Lamentablemente, durante toda la historia de
la prevención de adicciones parece haberse olvidado la visión de persona a la que se
dirige la prevención; solamente hasta hace muy poco este factor ha sido tenido en
cuenta, con sus atributos inherentes de libertad, responsabilidad, sentido de vida y
resiliencia, entre otros.
15
La ciencia de la prevención, aplicada al campo de las drogodependencias, requiere
de definiciones concretas acerca de lo que es un programa de prevención; si bien son
muchas las definiciones que se encuentran en la literatura científica, algunas de estas
hacen referencia a la prevención como «un proceso activo de implementación de
iniciativas tendientes a modificar y mejorar la formación integral y la calidad de vida
de los individuos, fomentando el autocontrol individual y la resistencia colectiva ante
la oferta de drogas» (Martín, 1997).
Otros la definen como una estrategia antidroga que ofrece a las comunidades una
oportunidad de parar el problema de drogas antes de que este inicie, al tiempo que
aporta esperanzas para que las comunidades mantengan conductas saludables (NIDA,
1997). Por su parte Alvira-Martín (2002), siguiendo las reflexiones del Plan Nacional
de Drogas de España, dice: «se puede definir la prevención como aquel entramado
dinámico de estrategias que tienen como objetivo eliminar o reducir al máximo la
aparición de problemas relacionados con el uso indebido de drogas» (p. 15) y cita la
definición del CSAP (Center for Substance Abuse Prevention) para quienes la
prevención, o los esfuerzos preventivos, son intentos de reducir los problemas
derivados del abuso de drogas antes de que comiencen, a través de una diversidad de
estrategias. Sin embargo, estas definiciones pareceríandejar por fuera al ser humano
que es en últimas quien ejerce su capacidad preventiva; ante ello, la definición de
Cañas (2004) presenta un tono personalista complementa las anteriores definiciones:
Es decir, los modelos teóricos y los programas prácticos de una auténtica prevención son los que ayudan
a la persona toda a descubrir el sentido del respeto de sí misma y de los demás, el sentido de su libertad y
de su responsabilidad, el valor de la vida ética (veracidad, honestidad, etc.), la comunicación y el
encuentro con los demás, el auténtico placer y el auténtico sufrimiento, etc. De lo contrario la prevención
será insuficiente no solo para afrontar los problemas adictivos, sino también el resto de los problemas. (p.
275)
Una manera práctica de enmarcar el trabajo preventivo es la que usan Harrop y
Catalano (2016), ubicando el trabajo preventivo en el marco general de la
intervención en salud. El primer nivel de intervención es la promoción en salud
(intervenciones que buscan solamente la promoción de comportamientos saludables,
sin intervenir aquellos riesgosos); después está la prevención como tal (en sus niveles
universal, selectivo e indicado, que sí identifican e intervienen los factores de riesgo).
Posteriormente estaría el tratamiento y, finalizando el espectro, la recuperación. Este
es el abanico de la intervención en salud en el que, a grandes rasgos, se enmarcan las
intervenciones preventivas.
Prevención primaria, secundaria y terciaria
La prevención ha sido dividida en niveles para una mejor comprensión de sus
alcances, siendo las propuestas de Caplan (1964) de prevención primaria, secundaria
y terciaria, las que han marcado con mayor fuerza a la comunidad científica (Tabla
2). Esta clasificación, si bien ha recibido algunas críticas por considerar que solo son
realmente preventivos los niveles primarios y secundarios (Becoña, 2002), continua
vigente hoy en día en el ámbito preventivo, siendo definida en variadas publicaciones
(Becoña, 2002; Fundación de Ayuda contra la Drogadicción [FAD], 1997; Muñoz,
Graña y Cruzado, 2000; Oro et al., 2001; Corporación Peruana para la Prevención de
16
la Problemática de Drogas y de la Niñez en Alto Riesgo Social [Opción], 2001).
Según la OEA-CICAD (2013), estos niveles persiguen los siguientes objetivos:
• Prevención primaria: Reducir el número de personas que usan drogas por primera
vez o retrasar la edad en que este consumo empieza.
• Prevención secundaria: Identificar a quienes ya tienen signos de problemas con las
drogas y realizar intervenciones para evitar su progresión.
• Prevención terciaria: Estrategias orientadas a limitar los efectos adversos que
produce el consumo activo de sustancias psicoactivas.
Tabla 2. Niveles preventivos
Nivel 
preventivo
¿Qué es? ¿Qué busca?
Prevención
primaria
Es el proceso del actuar preventivo centrado en la
promoción de la salud y en la protección puntual de las
condiciones que facilitan la aparición de un problema de
adicción.
Promover estilos de vida saludables para elevar los
niveles de salud en general, disminuir la
vulnerabilidad de las personas y los grupos sociales
ante un problema objeto de prevención.
Avivar las capacidades específicamente humanas –
entre ellas la prevención– frente a los factores de
riesgo –para su disminución– y los factores de
protección – para su fortalecimiento–.
Prevención
secundaria
Es el proceso del actuar preventivo centrado en el
diagnóstico temprano, la intervención oportuna y la
limitación del daño generado por la presencia de fases
precoces del problema o la situación de alto riesgo de un
individuo o una comunidad.
Detener a tiempo la progresión de la enfermedad,
brindando tratamiento inmediato y, en algunos
casos, derivando a donde más convenga, previniendo
las complicaciones y la progresión a fases avanzadas
del consumo.
Potencializar recursos personales y comunitarios que
otorguen un nuevo orden funcional a la situación de
salud.
Prevención
terciaria
Es el proceso del actuar preventivo centrado en la
rehabilitación de un individuo o una comunidad afectados
por un problema avanzado.
Detener la progresión de enfermedades colaterales,
disminuir las secuelas del problema desarrollando la
resiliencia de los seres humanos y facilitar la
reinserción social de los afectados.
En algunos casos, reducir el daño que están
experimentando.
Fuente: elaboración propia
Prevención universal, selectiva e indicada
Según la Substance Abuse and Mental Health Services Administration [SAMSHA]
(2009), la prevención universal tiene dos tipos: la indirecta, que apunta a la
comunidad de forma global, sin identificar factores de riesgo individuales
particulares, pero buscando el cambio en el contexto social de forma que se afecten
conocimientos, comportamientos y actitudes; y la prevención universal directa, que
se da a toda la población sin ningún tipo de distinción y objetivo particular para los
participantes, pues su interés se enfoca en beneficiar a la mayoría con independencia
del nivel de riesgo.
Por su lado, la prevención selectiva va dirigida a un subgrupo de la población en el
que, posteriormente a un diagnóstico, se ha identificado mayor riesgo para el
consumo de sustancias. Finalmente, la prevención indicada va dirigida a los
individuos que ya tienen signos y síntomas detectables de consumo de sustancias y
están en alto riesgo de desarrollar problemáticas. Las características específicas de
estas tres categorías de prevención se muestran en la Tabla 3.
17
Además de las clasificaciones de prevención primaria, secundaria y terciaria, y las
de prevención universal, selectiva e indicada, la psicología de la salud ha propuesto la
prevención primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria, que en palabras de Becoña
(1999) se definen de la siguiente manera:
La primaria se refiere a toda actividad, disposiciones, instrumentos etc., tendientes a informar del estado
de la situación, con pretensiones de informar lo antes posible, o con la intención de informar para que se
puedan llevar a cabo actuaciones que reduzcan el posible daño que se avecina; la secundaria, a la
actividad tendente a remediar la posible amenaza o daño que se avecina y de la que se tiene
“información”. Estas actividades, llevadas a cabo para remediar el daño ya realizado en los bienes o en
las personas, se llaman tradicionalmente en los temas de salud tratamiento. La terciaria, a aquellos tipos
de actuaciones en las que se interviene cuando la enfermedad está incipiente, en la que aparecen los
primeros síntomas y se previene estados más avanzados de la enfermedad y, la cuaternaria es la
intervención que se realiza cuando el sujeto ya padece o ha padecido la enfermedad, y ha sido tratado con
el resultado de curación o al menos, dependiendo del tipo de enfermedad, paliando sus efectos más
nocivos y, se entiende que las posibilidades de recaída son muy altas. Este tipo de prevención se centraría
en la “prevención de recaídas”. (p. 14)
Modalidades preventivas
Al igual que los niveles preventivos expuestos con anterioridad, la preventología
aplicada se desarrolla a través de modalidades preventivas que varían de acuerdo a
objetivos directos o indirectos o, como bien se llaman, ‘específicos’ o ‘inespecíficos’.
La modalidad de prevención específica hace referencia al trabajo en prevención
que se enfoca en el problema, es decir, es aquella prevención que se centra en la
sustancia, sus características, efectos y consecuencias. Según la FAD (1997), está
conformada por el conjunto de estrategias que se enfocan de una manera directa y
manifiesta en la cuestión «drogas», o como lo plantea Escamez (1990):
Tabla 3. Tipos de prevención
Tipo Definición Características (NIDA, 2014,
1997)
Universal
Prevención dirigida a todo el grupo sin distinción de aquellos
que están en riesgo, beneficiando a toda la comunidad con
mensajes y programas dirigidos a prevenir el inicio o demorar
el consumo de sustancias.
Programas diseñados para demorar y
prevenir el abuso de sustancias.
Los participantes no son reclutados paraparticipar en los programas.
El grado de riesgo de un individuo para el
abuso de sustancias no es evaluado en los
participantes del programa. El programa es
comunicado a todo el mundo sin importar si
están o no en riesgo del abuso de sustancias.
Los programas usualmente tienen menos
personal que los programas selectivos o
indicados y pueden requerir menos tiempo y
esfuerzo por parte de la audiencia.
Los miembros pueden ser profesionales de
otros campos, tales como profesores o
consejeros escolares, que se han entrenado
para gestionar el programa.
Los costos están esparcidos sobre un gran
grupo y tienden a ser menores por persona
que los selectivos e indicados.
El U.S. Department of Health and Human
Services [HHS] (2010) recomienda el uso de
18
estas intervenciones globales en los
momentos en que se considere que dicha
intevención hará menos probable la
aparación de los consumos, por ejemplo, en
toda la población de una escuela secundaria.
Selectiva
Prevención dirigida a un subgrupo de la población que por su
edad y sus características se consideran en mayor riesgo,
siendo identificados de acuerdo a la naturaleza y el número de
factores de riesgo a los cuales pueden verse expuestos. Son
definidos según su edad, género, historia familiar, comunidad u
otras características.
Están diseñados para demorar o prevenir el
abuso de sustancias.
Los receptores de los programas selectivos
son conocidos por tener riesgos específicos
para el abuso de drogas y reclutan gente para
participar en la acción preventiva debido al
perfil que tiene el grupo.
El conocimiento de los factores de riesgo
específicos dentro del grupo blanco permite
a los diseñadores de los programas enfocarse
en la reducción de riesgos específicos.
Los programas específicos generalmente se
realizan por periodos largos de tiempo y
requieren de más tiempo y esfuerzo de los
participantes que los programas universales.
Los programas selectivos requieren de
habilidades por parte del personal, debido a
que apuntan a jóvenes, familias y
comunidades que se encuentran en riesgo de
abuso de sustancias.
Los programas pueden ser más caros por
persona que los programas universales
debido a que demandan más tiempo y
esfuerzo.
Las actividades del programa están más
involucradas en la cotidianidad de los
participantes e intentan cambiar los caminos
específicos de los participantes, por ejemplo,
al incrementar las habilidades
comunicativas.
Este tipo de intervención da la posiblididad
de realizar intervenciones específicas con
aquellos que presentan mayores factores de
riesgo, por ejemplo, los grados noveno y
décimo de la secundaria (HHS, 2010).
Indicada
Prevención dirigida a un subgrupo de la población que ya se ha
iniciado en el consumo sin cumplir los criterios de dependencia
o que se encuentran en situación de alto riesgo. Se dirigen
especialmente al individuo y a sus factores de riesgo
personales. La meta es la disminución de la primera vez del
abuso de sustancias y la reducción en el tiempo del consumo
que se lleva a cabo o la reducción en la severidad del abuso.
Los programas están diseñados para conocer
el progreso del abuso de sustancias y otros
desordenes relacionados.
Los programas apuntan a múltiples
conductas simultáneamente.
Los individuos son reclutados
específicamente para la intervención
preventiva.
Los factores de riesgo individuales y
conductas problema son específicamente
tratados.
Los programas requieren de una evaluación
precisa de los riesgos individuales y del
nivel de relación con otras conductas
problema, más que apoyarse en la
membresía de la persona hacia un grupo en
riesgo.
Los programas frecuentemente son
extensivos y altamente intensivos;
típicamente operan por largos periodos de
tiempo (meses), a una mayor frecuencia (una
hora al día, cinco veces a la semana), y
requieren un mayor esfuerzo por parte de los
participantes que los programas selectivos y
universales.
Los programas intentan cambiar las
19
conductas de los participantes.
Los programas requieren personal altamente
calificado que tenga entrenamiento clínico y
en consejería u otro tipo de habilidades
clínicas.
Esta intervención permite identificar
aquellos individuos con mayores riesgos y
necesidades especiales en quienes confluyen
una serie de factores de alto riesgo, por
ejemplo, para el consumo de sustancias
(HHS, 2010).
La prevención específica es la generada por aquellas iniciativas que combaten a la drogadicción en
cualquiera de las siguientes direcciones, mediante: a) la reglamentación legal, encaminada a restringir las
posibilidades de procurarse drogas; b) la promoción de medidas educativas, destinadas a dar
conocimientos, formar actitudes y generar hábitos de vida sana y, como consecuencia un uso adecuado
de aquellas sustancias que pueden generar dependencia; c) el establecimiento de medidas sociales a favor
de los grupos, particularmente «en riesgo», ofreciendo alternativas viables. (p. 198)
Es una modalidad importante, pero de mucho cuidado, pues un enfoque erróneo
puede ocasionar efectos iatrogénicos que aumenten, inviten o agraven un problema de
adicción, tal como sucedía con los modelos informativos que se implementaron en la
década de los 60 y que en muchas partes continúan desarrollándose aún.
La segunda modalidad, la prevención inespecífica, es aquella que se centra en la
persona que busca prevenirse y se previene; en la prevención de adicciones, es la
modalidad dirigida a implementar condiciones que disminuyan la vulnerabilidad de
una persona o su grupo social para desarrollar problemas de adicción (Escamez,
1990; Martínez, 2003b); es una modalidad más indirecta, pues se centra en aspectos
que en principio parecen no tener relación directa con el consumo de drogas (Becoña,
1999, 2002). Según la FAD (1997):
La modalidad inespecífica se centra en programas generales de la salud, alternativas de ocio y tiempo
libre, fomento de los servicios sociales, asociacionismo, etc. Es decir, a través de diferentes propuestas,
se intenta potenciar actividades que son positivas en sí mismas y de las que se puede esperar que ayuden
a disminuir las conductas destructivas respecto del consumo de drogas. (p. 33)
Las modalidades específicas e inespecíficas no son mutuamente excluyentes, pues
en realidad son complementarias e incluso necesarias, si lo que se busca es un
programa de prevención sólido y de impacto. Lo importante es saber en cuál
momento y con qué población se hace mayor énfasis en una modalidad o en otra. Sin
embargo, algunos autores consideran que el concepto de prevención inespecífica
sobra, porque no es posible establecer una relación comprobable entre una actividad
preventiva inespecífica y la evaluación de dicho cambio en el consumo de sustancias
(Becoña, 2002).
Para el SAMSHA (2009), estas modalidades hacen parte de la clasificación,
anteriormente descrita, de la prevención universal, siendo puntualmente, la indirecta,
aquella que se dirige a la comunidad de forma global sin identificar factores de riesgo
particular de forma individual, cambiando el contexto social de forma que se afecten
conocimientos, comportamientos y actitudes; por su parte, la directa es aquella que se
dispensa a toda la población sin ningún tipo de distinción y objetivo particular para
los participantes.
20
Modelos preventivos
Si bien existen diferentes modelos y clasificaciones de modelos preventivos de las
drogodependencias, como los modelos de prevención primaria, de aumento del
control social, de presentación de alternativas y de educación preventiva (Opción,
2001), hay que diferenciar los modelos preventivos de los modelos explicativos. En
efecto, mientras los primeros se centran en la teoría que sustenta el accionar
preventivo en un área definida, los segundos se ubican en la explicación del
fenómeno que se intenta prevenir, como es el caso de los modelos que se observan en
la Tabla 4.
Tabla 4. Principales modelos explicativos (Becoña, 1999)
• Teorías y modelos biológicos
• Modelo de salud pública, de creencias de salud y de competencia
• Teoríasde aprendizaje
• Teoría de la acción razonada y la conducta planificada
• Teorías psicológicas basadas en causas intrapersonales
• Teorías basadas en la familia y en el enfoque sistémico
• Teorías de mayor especificad en el tema drogas
Por otro lado, encontramos modelos preventivos como los mencionados al inicio
de este apartado y que la FAD (1997) sintetiza en cinco grandes modelos:
1. Modelo Ético-Jurídico: considera el consumo como una conducta delictiva ante la
cual hay que adoptar medidas punitivas, contemplando el consumidor como un
delincuente y único responsable del consumo.
2. Modelo Médico-Sanitario: considera el consumo como una enfermedad y al
consumidor como un enfermo víctima ante lo cual la droga se asume como el
agresor y responsable de la enfermedad.
3. Modelo Psicosocial: le da peso a los factores psicológicos y ambientales sobre las
decisiones de la persona, relegando la sustancia a un segundo plano y ubicando al
ser humano como agente coparticipativo del proceso de adicción.
4. Modelo Sociocultural: se enfoca en el entorno sociocultural y dimensiona los
aspectos culturales del consumo de drogas por ciertas poblaciones, privilegiando la
complejidad del contexto.
5. Modelo Geopolítico-Estructural: es un modelo más aplicado a los países
latinoamericanos y centrado en la comprensión del consumo de drogas como parte
de un fenómeno global que mantiene el subdesarrollo de los países productores.
Programas preventivos
Ocasionalmente se confunde la prevención con los programas preventivos o con las
acciones preventivas. Mientras que la prevención es un concepto genérico y amplio
(Becoña, 1999), un programa preventivo es mucho más específico y sistemático; por
otro lado, una acción preventiva no necesariamente hará prevención y mucho menos
será un programa preventivo, puesto que un programa de prevención es un conjunto
21
coherente de acciones encadenadas y construidas a partir de una evaluación de
necesidades, buscando la creación o adaptación de actividades dirigidas al
cumplimiento de objetivos realistas trazados como fin del programa que se propone
implementar (Escamez, 1990; Martínez, 2003b). Según Becoña (2002):
Un programa preventivo es un conjunto de acciones con el objetivo específico de impedir, o retrasar, la
aparición del problema al que se dirige dicho programa preventivo, que en el caso de las drogas es
impedir, o retrasar, la aparición de conductas de consumo y abuso de las distintas drogas. (p. 22)
Dichos programas deben tener definidos claramente: una estructura acerca de la
organización y construcción del programa, un contenido referente a la información,
las habilidades y las estrategias del programa, y un procedimiento de entrega acerca
de la adaptación del programa, su implementación y su evaluación (NIDA, 2003).
La estructura del programa ejemplifica el tipo de programa que se va a trabajar y
su justificación, es decir, si será un programa universal, selectivo o indicado; de igual
forma, la estructura del programa referencia la audiencia o público al que se dirige el
programa de prevención y los escenarios en los que el programa se llevará a cabo.
Por otra parte, el contenido del programa comprende lo que se va a dar en el
proceso preventivo, el tipo de información que se van manejar, así como los métodos
y servicios que se prestarán. Finalmente, la entrega del programa se centra en la
adaptación que se hará de programas de los que se reconoce su efectividad a
ambientes diferentes de aquellos en donde se aplicaron inicialmente, conservando por
su puesto las características fundamentales. Así mismo, se incluyen las estrategias
para la implementación de dichos programas y la manera como será evaluada la
efectividad de estos.
Para Escamez (1990) un programa de prevención ha de presentar los siguientes
pasos:
a) Supuestos o filosofía del programa; b) análisis o diagnóstico de la situación problemática; c)
determinación de metas, u objetivos, previstas como solución a los problemas detectados; d) líneas
diferenciadas de actuación para alcanzar cada una de las metas previstas; e) contenidos, estrategias de
acción, y medios, que han de emplearse en cada una de las líneas de actuación; secuencialización de estos
elementos; f) tiempo asignado para la realización de cada una de las líneas de actuación, y para todo el
conjunto del programa; g) criterios de evaluación para verificar si cada una de las líneas alcanzan la meta
general preventiva que se intenta; h) propuestas de retroalimentación si no se han conseguido las metas,
para subsanar las deficiencias; i) planificación de acciones futuras, que garanticen la permanencia de los
efectos producidos por el programa. (p. 200)
Por su parte, tal y como se expondrá más adelante, la Fundación Colectivo Aquí y
Ahora de Colombia propone los siguientes pasos para la implementación de un
programa de prevención (Martínez, 2003b):
1. Comprensión de la antropología y los fundamentos que sustentan la propuesta.
2. Implementación del modelo de evaluación.
3. Determinación de los dominios de afectación del programa preventivo.
4. Definición de los objetivos del programa de prevención.
5. Definición de las modalidades preventivas según los objetivos del programa.
6. Definición de los niveles de prevención que se desea desarrollar, acordes con las
modalidades preventivas y los objetivos del programa.
7. Definición de las líneas o estrategias del accionar preventivo para cada nivel de
prevención seleccionado.
22
8. Ejecución de las acciones preventivas con cronogramas evaluativos.
9. Evaluación y formulación de nuevas propuestas a través de un nuevo modelo.
Dominios preventivos
A fin de garantizar la efectividad de los programas de prevención, estos deben ser
aplicados en diferentes dominios que agrupen los factores de riesgo identificados,
pues de esta manera se optimizan las intervenciones. Para el SAMSHA (2017) los
siguientes son los dominios o áreas en los que un programa de prevención puede ser
desarrollado: individual, familiar, comunitario, de pares, escolar y social. La
importancia de los dominios radica en que brindan un norte para la prevención; en
efecto, tal como lo afirma el NIDA (1997, 2003) en general la prevención debe
enfocarse uno de los siguientes cinco dominios: el individuo, el grupo de iguales, el
colegio, la familia y la comunidad, o como dice la OEA-CICAD (2013), debe haber
dominios individuales, familiares, escolares, sociales y comunitarios.
Otra definición útil y actual, es la de la UNDOC (2013), que reconoce ciertos
niveles de influencia en el desarrollo de los problemas de consumo a los que puede
apuntar la prevención: influencias de macronivel (ingresos y recursos, entorno físico,
entorno social); influencias de micronivel (familiares, escolares y de amistades) y
características personales (genética, rasgos de salud mental, personalidad, desarrollo
neurológico y reactividad al estrés). Por su parte, para el Center for Substance Abuse
Prevention [CSAP] (1999): «En un marco teórico del uso de sustancias, hay seis
áreas: individual, pares, familia, escuela, comunidad y sociedad que son utilizados».
Un resumen de las definiciones citadas se puede consultar en la Tabla 5.
Tabla 5. Dominios y recomendaciones preventivas
Dominio
Grupo de 
factores de
riesgo
Principios y características
Individual
Disposiciones biológicas
y psicológicas
Actitudes, valores,
conocimientos
Habilidades y conductas
problema
Construir habilidades sociales y personales.
Diseñar intervenciones culturalmente sensitivas.
Citar consecuencias negativas inmediatas.
Combinar la diseminación de la información con campañas masivas
y otras intervenciones.
Proveer alternativas positivas para ayudar a los jóvenes en
ambientes de riesgo a que desarrollen habilidades sociales y
personales de una forma natural y efectiva.
Reconocer las relaciones que existen entre el uso de drogas y otra
gran variedad de problemas adolescentes de salud.
Incorporar la identificación del problema y referirlos a programas de
prevención.Proveer del transporte para los programas de prevención y
23
tratamiento.
Pares Normas, 
actividades, vínculo.
Estructurar actividades alternativas y supervisar eventos
alternativos.
Incorporar habilidades sociales y personales.
Diseñar programas alternativos intensivos que incluyan una variedad
de aproximaciones y un compromiso substancial de tiempo.
Comunicar las normas de los pares en contra del uso de alcohol y
drogas ilegales.
Involucrar a los jóvenes en el desarrollo de programas alternativos.
Involucrar a los jóvenes en intervenciones de guía de pares o en
intervenciones de pares de guía de componentes.
Enfrentar los efectos de las normas desviadas y las conductas por
medio de la creación de un ambiente para los jóvenes con problemas
de conducta y su interacción con jóvenes que no los tengan.
Familia
Funciona-
miento, 
manejo 
y vínculo
Apuntar a toda la familia.
Ayudar a desarrollar vínculos entre los padres y los programas;
proveer la comida, el transporte, y pequeños regalos, y asegurar la
sensibilidad cultural.
Ayudar a las minorías familiares a responder ante temas raciales y
culturales.
Desarrollar habilidades de padres.
Enfatizar en los vínculos familiares.
Ofrecer sesiones donde los padres y los jóvenes aprendan y
practiquen las habilidades.
Entrenar a los padres, tanto a escuchar, como a interactuar.
Entrenar a los padres en utilizar técnicas de disciplina positivas y
consistentes.
Promover nuevas habilidades en comunicación familiar a través de
técnicas interactivas.
Emplear estrategias para superar la resistencia de los padres hacia
programas basados en la familia.
Mejorar las habilidades de comportamiento de los padres y de los
hijos con apoyo intensivo.
Mejorar el funcionamiento familiar a través de la terapia familiar
cuando sea indicado.
Explorar alternativas de apoyo con la comunidad y con la escuela.
Grabar en video el entrenamiento y la educación.
24
Escuela y
trabajo
Vínculo, clima, pólizas
(matrícula y compromisos
escolares), eficacia.
Evitar las intervenciones que solamente estén orientadas al
conocimiento o únicamente se encuentren diseñadas para proveer
información sobre las consecuencias negativas.
Corregir mitos sobre la prevalencia del uso en conjunción con otras
aproximaciones educativas.
Involucrar a los jóvenes en intervenciones de guía de pares o en
intervenciones de guía de componentes.
Dar a los estudiantes la oportunidad de practicar las nuevas
habilidades adquiridas por medio de aproximaciones interactivas.
Ayudar a los jóvenes a que retengan las habilidades por medio de
sesiones de apoyo.
Involucrar a los padres en aproximaciones basadas en el colegio.
Comunicar un compromiso con la prevención del abuso de
sustancias en las pólizas del colegio.
Comunidad Vínculo, normas,
recursos, conciencia
Desarrollar estrategias de prevención integradas y entendibles más
que eventos únicos dentro de la comunidad.
Controlar el ambiente escolar y otras áreas donde los jóvenes se
encuentran.
Proveer tiempo estructurado con los adultos a través de mentores.
Incrementar actitudes positivas a través del servicio comunitario.
Lograr mejores resultados con mentores altamente involucrados.
Enfatizar el costo para los empleadores de los trabajadores que usan
drogas y las abusan.
Implementar y comunicar pólizas claras en las compañías sobre el
abuso de sustancias.
Incluir representantes de cada organización que jueguen un rol en
completar los objetivos de la coalición.
Retener a los miembros activos de la coalición proveyendo
recompensas satisfactorias.
Definir metas específicas y asignar responsabilidades específicas por
sus logros en los subcomités.
Asegurar la planificación y el claro entendimiento de la efectividad
de la coalición.
Establecer los resultados basándose en los objetivos.
Apoyar a una gran cantidad de actividades de prevención.
Organizar la prevención al nivel de barrios.
Evaluar el progreso desde la perspectiva del logro de los resultados
y luego hacer ajustes para cumplir los objetivos.
Involucrar a la coalición comunitaria, en su rol de proveedores de
recursos y facilitadores, más que organizadores directos de la
25
comunidad.
Sociedad y
ambiente
Normas, pólizas y
sanciones
Desarrollar conciencia comunitaria y esfuerzos con medios masivos.
Utilizar los medios masivos apropiadamente.
Establecer objetivos para cada mensaje entregado.
Evitar el uso de figuras de autoridad.
Transmitir mensajes frecuentes por un periodo largo.
Transmitir mensajes a través de diferentes canales cuando la
audiencia blanco puede estar viéndolo o escuchándolo.
Diseminar información sobre los perjuicios de un producto o
industria que lo promueva.
Promover la ubicación de marcas menos sospechosas.
Promover las restricciones en el uso del tabaco en lugares públicos y
sitios privados de trabajo.
Apoyar las leyes de aire limpio en recintos cerrados.
Combinar el entrenamiento para servir bebidas alcohólicas con el
refuerzo de la ley.
Incrementar la obligación legal de los servidores de bebidas
alchólicas.
Incrementar el precio del alcohol y el tabaco mediante impuestos.
Incrementar la edad mínima para comprar alcohol a 21 años.
Limitar la locación y densidad de los sitios de venta de alcohol.
Estrategias antidroga en los barrios.
Reforzar el mínimo de edad para comprar utilizando operaciones
encubiertas.
Utilizar grupos comunitarios para proveer refuerzo positivo o
negativo hacia vendedores.
Realizar operaciones de control con frecuencia.
Implementar leyes tipo «usa y pierde».
Autorizar leyes obstaculizadoras y pólizas para conductores
irresponsables.
Reforzar leyes para conductores irresponsables.
Combinar retenes con sensores para medir el consumo de alcohol.
Revocar licencias para conductores irresponsables.
Inmovilizar vehículos de aquellos conductores irresponsables.
Apuntar a menores conductores con pólizas de manejo
irresponsable.
Fuente: (CSAP, 1999). Fuente: (CSAP, 2001a). Fuente: (CSAP, 2001b).
Teorías de la prevención de la drogodependencia
Los programas de prevención requieren de una base teórica como requisito para el
26
aseguramiento de su calidad (CSAP, 2000). En palabras de Becoña (2002): «Esto
significa partir de un marco conceptual claro del que exista evidencia científica, o
bien elaborar un modelo explicativo que nos permita comprender el fenómeno en
cuestión». Una teoría preventiva es el grado en el que un programa de prevención
refleja, clara y articuladamente, los principios del comportamiento del abuso de
drogas y como puede ser esto cambiado.
Como se mencionó previamente en otro apartado, existen modelos preventivos y
modelos explicativos que, desde luego, están mutuamente implicados, pues los unos
generalmente deben partir de los otros. Dentro de las teorías sobre prevención de la
dependencia de drogas más importantes se resaltan y desarrollan brevemente:
aquellas de origen biológico; las enfocadas en la salud pública, las creencias de salud
y las competencias; las que se centran en el aprendizaje; las relativas a acciones
razonadas y conductas planificadas; aquellas de carácter psicológico intrapersonal; las
de enfoque sistémico-familiar; y las enfocadas en las sustancias.
Teorías y modelos biológicos
Son modelos que consideran la adicción como fruto de un sustrato biológico
(Cadoret, 1992), especialmente hereditario, o como una forma de automedicación
(Becoña, 1999; Kooymann, 1996), este último propuesto por la medicina conductual
y que se fundamenta en dos premisas: la primera, que considera el consumo como un
mecanismo de afrontamiento ante estados afectivos negativos, y la segunda, como
respuesta específica ante ciertas situaciones. Puede encontrarse una recopilación de
evidencia empírica para estas teorías en el trabajo de Muñoz et al. (2000).
Modelos de salud pública, de creencias de salud y de competencias
La Tabla 6 expone los fundamentos teóricos de esta tendencia sobre la prevención.
Teorías de aprendizaje
En estegrupo de teorías se encuentran los modelos explicativos del condicionamiento
clásico y el condicionamiento operante (Graña, 1994), los modelos explicativos
cognitivos (Beck, Wright, Newman y Liese, 1999; Ellis, McInerney, DiGiuseppe y
Yeager, 1992) y los modelos explicativos relativos al aprendizaje social y la teoría
cognitiva social, los cuales incluyen las propuestas de Bandura acerca de la
autoeficacia (Becoña, 1999); esta última teoría es la más utilizada e importante en el
campo de la prevención de las drogodependencias.
Tabla 6. Elementos centrales de tres de los principales modelos para comprender el
consumo de drogas
Modelo de 
salud pública Modelo de creencias de salud Modelo de competencias
En este modelo, una
enfermedad infecciosa
es la consecuencia
recíproca del huésped,
el medio ambiente y el
El modelo de creencias de salud (Becker y Maiman,
1975; citados por Becoña, 1999) tiene como
elementos fundamentales la susceptibilidad percibida
que se refiere a las percepciones individuales de la
vulnerabilidad personal a enfermedades o accidentes
El modelo de competencias, desde la
perspectiva del consumo de drogas, se
centraría principalmente en dos clases de
personas. Por un lado, los individuos que no
han probado las drogas, para que no lleguen a
27
agente. En el caso de
las drogas, el huésped
es el individuo; el
medio ambiente, es el
medio biológico,
social y físico; y, el
agente las drogas.
específicos. La naturaleza (percepción de
susceptibilidad) y la intensidad (severidad percibida)
de estas percepciones pueden afectar de manera
importante a la hora de adoptar o no una conducta
concreta. La combinación de la susceptibilidad y la
severidad se conoce como ‘amenaza percibida’.
iniciarse al consumo. Y, por otro, en los
individuos vulnerables (ya bien hayan
manifestado los primeros síntomas para un
diagnóstico precoz o no de consumo de
sustancias) para llevar a cabo las estrategias
de intervención preventivas adecuadas a las
necesidades de estos.
Fuente: Becoña, 1999.
Teoría de la acción razonada y la conducta planificada
Durante la década de los 60 y 70 esta propuesta consiguió un fuerte sustento
investigativo, siendo la Teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen, una
aproximación que basaba su propuesta en que las acciones vienen determinadas por la
intención de llevarlas a cabo y que dicha intención está determinada por la actitud y
la norma subjetiva referida a la ejecución de tal conducta (Becoña, 1999; Rodríguez,
1998). Posteriormente evolucionó hacia la Teoría de la conducta planificada que
introdujo un nuevo elemento denominado ‘control conductual percibido’, referente a
la creencia que la persona tiene acerca de la medida en que cree poder controlar o no
una conducta determinada.
Teorías psicológicas basadas en causas intrapersonales
En este grupo ingresan las teorías de corte psicodinámico (Frances, Franklin y Borg,
1997; Galanter, 1997; Kooymann, 1996; Musacchio de Zan et al., 1992), las cuales
hacen énfasis en la relación entre el afecto negativo, un arousal elevado y la
vulnerabilidad al abuso de drogas para comprender el desarrollo del consumo de
sustancias (Becoña, 1999; Pandina, Johnson y Labouvie, 1992), además de las teorías
personalistas y existenciales (Cañas, 2004).
Teorías basadas en la familia y en el enfoque sistémico
En los últimos años, este grupo de teorías ha brindado aportes epistemológicos y
metodológicos de gran importancia en el ámbito de las drogodependencias,
resignificando la visión causalista tradicional del problema, generando una nueva
visión –tanto de la prevención como del tratamiento–, y aportando elementos para
consolidar una epistemología del problema de la adicción a sustancias (De la Cruz,
2003; Kooymann, 1996), pasando de la intervención familiar clínica (Cancrini, 1991;
Kaufman, 1997; Stanton y Todd, 1994) a la intervención familiar preventiva y, de
manera simultánea, al trabajo preventivo en red (Yaria, 1999).
Teorías de mayor especificidad en el tema de drogas
En esta categoría teórica encontramos el Modelo social de Peele –de marcado corte
existencial y basado en el papel que tienen las adicciones en el estilo de vida–, el cual
sostiene que no es la sustancia la que produce la adicción sino el modo como la
persona interpreta tal experiencia y cómo responde en los planos fisiológico,
emocional y conductual. Peele considera la adicción como un problema existencial
que se resuelve al tener la capacidad de escoger libremente por sí mismo (Becoña,
1999). Otra teoría es el Modelo de afrontamiento del estrés de Wills, según el cual
28
aquellas personas que usan drogas con frecuencia, lo hacen debido al estrés de la vida
y su consumo es un recurso de afrontamiento (Becoña, 1999).
Uno de los modelos más famosos es el llamado Modelo evolutivo, especialmente
la Teoría de la escalada de Kandel (Becoña, 2002, 1999; Kandel y Davies, 1992;
Muñoz et al., 2000). En palabras de Becoña (1999);
Básicamente, su modelo se basa en que el consumo de drogas sigue unos pasos secuenciales, donde se
comienza por unas primeras sustancias de iniciación (drogas legales) que sirven de elemento facilitador
para el posterior consumo de otras sustancias, especialmente marihuana en un segundo paso, y luego las
drogas ilegales, en los que llegan a consumir finalmente estas. (p. 71)
Vale la pena aclarar que para esta teoría, el consumo de drogas legales es una
condición necesaria para la progresión hacia el consumo de drogas más fuertes, pero
no es una condición suficiente.
Otra teoría surge de la adaptación del Modelo transteórico del cambio de
Prochaska y Diclemente, adaptado al campo preventivo. Para Werch y DiClemente
(1994), citados por Becoña (1999):
Habría un continuo de estadios, desde el no uso de la droga hasta el uso continuo. Estos estadios son
cinco: 1) precontemplación, cuando no se considera utilizar drogas; 2) contemplación, cuando se piensa
seriamente en iniciar el uso de drogas; 3) preparación, cuando se pretende utilizarla en el futuro
inmediato; 4) acción, cuando se inicia el uso; y 5) mantenimiento, cuando se continúa el uso. (p. 74)
También se cuenta en este grupo de teorías sobre la adicción a las drogas, el
Modelo psicopatológico de Glantz (1992), el cual se enfoca en los factores de riesgo
asociados con la etiología del abuso de sustancias y en los principios del desarrollo –y
de la psicopatología referida al desarrollo– desde la primera infancia. Por último, es
importante resaltar el Modelo comprensivo secuencial de las fases para el consumo
de drogas en la adolescencia desarrollado por Becoña (2002), pues este integra gran
parte de las teorías explicativas relevantes sobre el consumo y, con base en ellas,
propone un modelo que puede utilizarse para proponer diferentes programas
preventivos.
Si bien existen diversas teorías sobre la adicción, la profundización y señalización
de todas ellas supera de lejos los objetivos de este libro; más aún, es necesario llamar
la atención –como lo hacen Calafat et al. (2003) y Becoña (1999)–, respecto de la
ausencia de teorías específicas para las drogas ilegales.
29
L
Capítulo 2
Factores de 
riesgo y protección
os factores de riesgo y de protección tal vez sean los elementos que más se han
estudiado en el ámbito de la prevención de la drogodependencia, puesto han
constituido el material básico para la implementación de programas de prevención.
Los factores de riesgo y de protección ha sido ampliamente citados en la literatura
científica (Alonso, Freijo y Freijo, 1996; Becoña, 2002, 1999; Cadoret, 1992; Calafat
y Juan, 2003; CSAP, 1997, 1999, 2000, 2001b; Clayton, 1992; Calafat et al., 2003;
Calafat, Fernández, Juan, Becoña y Gil, 2004; Calafat et al., 2004; Escamez, 1990;
FAD, 1997; Hawkins, Catalano y Miller, 1992; Tarter y Mezzich, 1992; Martínez,
2001; Moncada, 1997b; Muñoz et al., 2000; Newcomb, 1992; NIDA, 1997, 2003,
2004b; Obando y Sáenz, 2000; Sloboda, 1994), resultando en definiciones similares y
resultados relacionados que aportan en la actualidad cierta claridadfrente al riesgo y
la protección.
Vulnerabilidad hacia la adicción
La vulnerabilidad hacia la adicción es un tema crítico, pues las personas son
premórbidamente diferentes al riesgo, situación que hace difícil el abordaje de este
tema (Glantz y Pickens, 1992). Sin embargo, lo que es evidente es la estrecha
relación entre riesgo y vulnerabilidad (Glantz y Pickens, 1992; Newcomb, 1992;
Tarter y Mezzich, 1992). Siguiendo a Calafat et al. (2004):
Como indica el factor principal, el uso/abuso de drogas parece determinado en primer lugar por lo que
podría considerarse un factor de mayor o menor vulnerabilidad psicológica, actitudinal y comportamental
hacia el riesgo (conducta desviada, conducta sexual, en la conducción de vehículos, búsqueda de
sensaciones, implicación en una vida recreativa que integra el uso de drogas como elemento estructural y
que se desarrolla en contextos asociados al consumo, contexto social y familiar y unas expectativas y
actitudes más favorables al uso de drogas). (p. 68)
O planteado de otra manera, entre protección y vulnerabilidad –como polos de un
mismo continuo–, pues vulnerabilidad y protección hacen referencia a mecanismos
de respuesta personal frente a situaciones de riesgo (Rojas, 2002). En palabras de
Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla (1997):
Los conceptos de vulnerabilidad y mecanismo protector han sido definidos (Rutter, 1990), como la
capacidad de modificar las respuestas que tienen las personas frente a las situaciones de riesgo… El
concepto de vulnerabilidad da cuenta, de alguna forma, de una intensificación de la reacción frente a
estímulos que en circunstancias normales conduce a una desadaptación… Es así como, una alternativa es
entender la vulnerabilidad como un fenómeno perceptible en el cual un cierto nivel de estrés resulta en
30
conductas desadaptativas. Por otra parte, el concepto de vulnerabilidad alude a una dimensión continua
del comportamiento que se mueve desde una adaptación más exitosa al estrés, a una menos exitosa. (p.
11)
La exposición a una gran cantidad de factores de riesgo puede incrementar la
cantidad de drogas consumida y la extensión del abuso asociado con este consumo;
de igual forma, entre los factores que afectan la vulnerabilidad hacia el uso o abuso
de drogas, la exposición a otros factores puede ser protectiva al reducir la
probabilidad del consumo. A este respecto Newcomb (1992) afirma:
Estos son resultados importantes tanto teórica como prácticamente. Teóricamente, los factores o
condiciones que están asociadas con el uso y abuso de drogas tienen que ser vistos bipolarmente. La
extrema vulnerabilidad de su alcance, ciertamente ubica al individuo en riesgo para el uso de droga.
Igualmente, la mayor cantidad de condiciones de riesgo que estén presentes en la vida de una persona, da
la mayor probabilidad de uso y abuso de droga; esto hemos aprendido de la investigación. (p. 291)
Sin embargo, y como es característico de la mayoría de investigaciones en el
campo de la prevención, la visión antropológica y la participación del ser humano
como determinante no es tan amplia. Por ello, para comprender la vulnerabilidad es
necesario considerar que el azar hace parte de la vida del ser humano, un ser humano
que construye una biografía que refleja lo que la persona ha hecho de sí misma en su
interrelación con el mundo. En esta historia personal se encuentran inmersos
diferentes niveles de vulnerabilidad, enmarcados en un mundo de posibles versiones
que es posible asumir. Cuando se habla de vulnerabilidad, se hace referencia al
angostamiento del ser como posibilidad, a la restricción de la responsividad –
entendida como la capacidad de respuesta adaptativa ante el riesgo–, al bloqueo o
poca permeabilidad de la persona frente a lo que ha hecho de sí misma; esto es, la
disminución de manifestaciones saludables y de los motivos que invitan a tenerlas
(Cañas, 2004; Martínez, 2003b). En síntesis, la vulnerabilidad es un estado de
susceptibilidad facilitado por la persona en mutua interrelación con la introyección (y
no solo la presencia) de los factores de riesgo y la ausencia (o no introyección) de los
factores de protección.
Factores de riesgo
Para el SAMSHA (2015) los factores de riesgo son características de nivel biológico,
psicológico, familiar, comunitario o cultural, que preceden y están asociados con una
posibilidad más alta de obtener resultados negativos o, como lo dice la OMS (2017)
se refiere a cualquier exposición, rasgo o característica que aumente la probabilidad
de sufrir una lesión o enfermedad en un individuo.
Para el CSAP (2000) un factor de riesgo es «una actitud, conducta, creencia,
situación o acción que puede poner a un grupo, organización, individuo o comunidad
en riesgo para desarrollar problemas con la droga o el alcohol» (p. 7); por tanto, la
relación entre factores de riesgo y vulnerabilidad es evidente, pudiéndose concluir en
palabras del CSAP (1999) que,
A mayor cantidad de factores de riesgo que un niño o joven experimentan, entonces tendrá una mayor
probabilidad de que él o ella abuse de drogas y hallen problemas relacionados en su adolescencia o
adultez temprana… Una gran cantidad de factores de riesgo experienciados por individuos en su niñez
31
están asociados, no solo con el abuso de sustancias, si no con un patrón de salud, salud mental y
problemas de conducta. (p. 2)
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de EEUU (HHS, 2009) define los
factores de riesgo como aquellos que se presentan a través del curso del desarrollo
humano y que hacen a los individuos o los grupos más vulnerables al abuso de
sustancias en ciertos contextos sociales. Dentro de los principios de la prevención en
niños y adolescentes, está claro que los programas de prevención deben centrarse en
incrementar los factores de protección y revertir o reducir los factores de riesgo
(Hawkins et al., 2002).
De manera prioritaria, es importante prestar atención a los factores de riesgo
denominados proximales, que se asocian con la percepción de riesgo, las actitudes y
creencias que facilitan el inicio en el consumo de drogas; estos se consideran factores
precursores del inicio o factores próximos (Moncada, 1997b), pues al parecer los
factores asociados a la permanencia en el consumo tienen más que ver con factores
individuales inespecíficos. Dentro de estos factores se destaca la actitud favorable
hacia el consumo de drogas (Becoña, 2002, 1999; Calafat et al., 2004, 2003; FAD,
1997; Muñoz et al., 2000; Moncada, 1997b; Rojas, 2002), las creencias positivas
acerca de las consecuencias (Calafat et al., 2003, 2004; Muñoz et al., 2000; Rojas,
2002), las influencias normativas (CSAP, 1999; Calafat et al., 2004a; FAD, 1997;
Muñoz et al., 2000; Rojas, 2002;Sloboda, 1994), la intención de consumo (Becoña,
2002; Rodríguez, 1998) y la percepción de riesgo (Becoña, 2002; Calafat et al., 2003,
2004b; Calafat y Juan, 2003; CSAP, 1997, 1999; Moncada, 1997b; Obando y Sáenz,
2000); las anteriores son variables de suma importancia, pues como bien dice Becoña
(1999):
La socialización, que influye en las creencias, actitudes, normas interiorizadas, valores e intenciones,
junto a la socialización a través de la familia, iguales, escuelas y medios de comunicación, disponibilidad
y accesibilidad a la sustancia, y estado emocional, habilidades de afrontamiento y percepción del riesgo,
van a llevar a la prueba o no de esa sustancia. (p. 290)
Afirmación que ha sido comprobada por investigaciones desarrolladas durante los
últimos años en diferentes países europeos (Calafat et al., 2003, 2004a), señalan
predicciones cercanas al 82% en jóvenes que poseen estas características. Según
Calafat et al. (2004b):
«Globalmente, esta función discriminante que agrupa percepciones, expectativas y actitudes hacia las
drogas es capaz de clasificar correctamente a cuatro de cada cinco sujetos (82% de la muestra), mayor
capacidad que las características personales y ligeramente menor que el contexto familiar-social y que el
modelo sobre la gestión del salir de marcha…

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