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2 3 4 Hacia una prevención con sentido Bases científicas y prácticas para prevenir las adicciones Segunda edición D. R. © 2021 por Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S. ISBN libro impreso: 978-958-8993-68-3 ISBN versión electrónica: 978-958-8993-69-0 Editorial El Manual Moderno (Colombia) S. A. S. Carrera 12A No 79 - 03/05 E-mail: info.colombia@manualmoderno.com Bogotá, D. C., Colombia Impreso en Colombia en los talleres de: Imagen Editorial S. A. S. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema alguno de tarjetas perforadas o transmitida por otro medio –electrónico, mecánico, fotocopiador, registrador, etcétera– sin permiso previo por escrito de la editorial. All rights reserved. No part of this publication may by reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording or otherwise, without the prior permission in writing from the publisher. es marca registrada de Editorial El Manual Moderno, S. A. de C. V. Catalogación en la publicación – Biblioteca Nacional de Colombia Martínez Ortiz, Efrén Hacia una prevención con sentido : bases científicas y prácticas para prevenir las adicciones / Efrén Martínez Ortiz, César Augusto Osorio Castaño. -- 1a. ed. -- Bogotá : Manual Moderno, 2021. 196 p. Incluye datos de los autores en la pasta. -- Contiene referencias bibliográficas. ISBN 978-958-8993-68-3 1. Abuso de substancias – Prevención 2. Adicciones - Prevención 3. Jóvenes - Consumo de drogas – Prevención I. Osorio Castaño, César Augusto II. Título CDD: 362.2917 ed. 23 CO-BoBN- a1069770 Portada: Sebastián Bermúdez Z. Edición y corrección: Camilo Baquero C. Diagramación: Aristóbulo Rojas Ch. Conversión gestionada por: Sextil Online, S.A. de C.V./ Ink it ® 2020. +52 (55) 52 54 38 52 contacto@ink-it.ink www.ink-it.ink 5 mailto:contacto%40ink-it.ink?subject= http://www.ink-it.ink Contenido Prólogo Prefacio Introducción Capítulo 1. Bases de la prevención en drogodependencias Capítulo 2. Factores de riesgo y protección Capítulo 3. Fines, objetivos y estrategias de la prevención Capítulo 4. Prevención basada en la evidencia Capítulo 5. Estructuración de programas de prevención Capítulo 6. Implementación de programas de prevención Capítulo 7. La evaluación en programas de prevención Capítulo 8. Sentido de vida, trascendencia y prevención Capítulo 9. El diálogo socrático como estrategia preventiva Anexos Anexo 1 Anexo 2 Anexo 3 Anexo 4 Referencias Índice analítico Sobre los autores 6 L Prólogo a prevención del consumo-abuso de sustancias psicoactivas se mantiene como una de las prioridades en las políticas de salud pública y una necesidad apremiante para muchas comunidades y grupos poblacionales en riesgo. Los intentos por prevenir el consumo y el abuso de drogas en el mundo se ponen en marcha desde la década de los 60, mediante un entramado de estrategias que fueron variando en el tiempo, conforme se iban entendiendo y ampliando, tanto las causas del problema como los posibles factores que incidían en el mismo. Los inicios de la prevención del consumo de drogas en Colombia datan del año 1985, cuando el gobierno nacional, con el apoyo de las Naciones Unidas (por medio de la UNFDAC, hoy UNODC), dieron inicio al Plan Nacional de Prevención de la Drogadicción (PNPD) que fue uno de los primeros del mundo, junto con el de Tailandia y España. La acción de prevención siempre se ha enfocado hacia las poblaciones en riesgo. El consumo de drogas, legales e ilegales, entre los adolescentes ha aumentado durante los últimos años y, paralelamente, se ha evidenciado un aumento de las problemáticas y conductas inadecuadas típicas de la adolescencia. Los resultados de los estudios sobre el consumo de drogas durante la adolescencia ponen de manifiesto las graves y múltiples consecuencias que pueden generar en los órdenes psicológico y social (escolares, familiares y relacionales). Se dispone de suficientes pruebas que permiten asegurar que las repercusiones del consumo son más peligrosas para los adolescentes que para los adultos, tanto por el efecto perjudicial de las sustancias, como por los efectos adversos referentes al ajuste psicosocial, que en el caso de los jóvenes son más pronunciados y tienden a disminuir al aumentar la edad del consumidor. Al mismo tiempo, es previsible que aproximadamente el 10% de los adolescentes consumidores tenga alguna repercusión derivada del consumo de drogas, ya sea de forma directa (intoxicaciones, trastornos mentales inducidos, etc.), como de forma indirecta (accidentes de moto, caídas, quemaduras, peleas, etc.). La prevención del consumo en este grupo poblacional, el retrasar la edad de inicio y la detección temprana, para evitar que avancen a usos más problemáticos, constituyen las estrategias más acertadas y eficaces. El desarrollo de la investigación en materia de prevención y de educación para la salud en los jóvenes representa un desafío importante. En efecto, la puesta en marcha de acciones de prevención necesita la movilización de conocimientos suficientes que permitan comprender, de la manera más precisa posible, el contexto y la situación a prevenir, sus aspectos psicológicos, culturales y sociales, así como los papeles que desempeñan los actores implicados. De estos conocimientos deberán desprenderse las pistas para formular acciones preventivas que se fundamenten en teorías válidas empíricamente las cuales, antes de generalizarlas, es preciso asegurarse que la intervención propuesta tenga un impacto positivo. Esto no siempre sucede así, como lo demuestra la literatura y muy concretamente las reseñas sistemáticas en el campo 7 de la prevención del consumo de drogas. Las acciones de prevención pueden tener un impacto positivo, ningún impacto o efectos nocivos –iatrogénicos–, lo cual no es aceptable puesto que nos dirigimos a personas sanas o al menos aún sin problemas por consumos experimentales u ocasionales por uso de sustancias psicoactivas. La prevención del consumo de drogas en los últimos 25 años ha pasado de una etapa inicial basada en la intuición y en el «todo vale», a una fase en la cual, a partir de la experiencia y la acumulación de pruebas científicas, se han logrado importantes consensos entre los distintos sectores que tienen que ver con el ámbito preventivo y se han desarrollado importantes recursos de apoyo que han incrementado la calidad de las intervenciones preventivas. Existe un claro consenso entre los investigadores y profesionales del campo de la prevención, respecto de afirmar que la prevención es una disciplina científica en la que, por encima de la buena voluntad, se trabaja con base en evidencia objetiva que se caracteriza principalmente por una alta calidad en la investigación empírica, empleando rigurosos métodos científicos para probar hipótesis cuidadosamente diseñadas, y con una acumulación sistemática del conocimiento de una manera consistente con otras áreas de la ciencia. En la actualidad existe la necesidad de revisar todas estas teorías que, en su momento, se han ido elaborando y aplicando desde las diferentes ciencias humanas, políticas, médicas, sociales y educativas, con el objetivo de conformar un marco teórico para trabajar en la prevención, ya que la intervención debe desarrollarse mediante programas efectivos que puedan ser evaluados en el tiempo, que puedan presentar resultados científicamente probados y aplicables a diferentes contextos, y que sean capaces de abarcar al ser humano en toda su integralidad. Publicar una segunda versión de un texto plantea retos que implican la revisión de lo ya escrito y actualizar contenidos a partir de la evidencia científica. Para conseguir esto el autor hace un esfuerzo académico intenso y complejo para analizar, integrar y resumir la información encontrada en múltiples documentos, con la finalidad de producir un nuevo texto académico ajustado a una situación de comunicación disciplinar y a las realidades de lasociedad actual. En tal sentido, la actualización del libro Hacia una prevención con sentido, a la que los autores agregan ahora el subtítulo Bases científicas y prácticas para prevenir las adicciones escrita por el Dr. Efrén Martínez con la colaboración del Dr. César Osorio, publicado por la Editorial El Manual Moderno, tiene como finalidad abordar el tema a partir de la evidencia científica y está concebida para servir de recurso para los profesionales de la salud y de la educación, y otras disciplinas interesadas, que se enfrentan a innumerables problemas en la práctica diaria y que buscan incidir en la reducción de la demanda y consumo de drogas, contribuyendo al mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades y las familias, ayudando a los jóvenes a tomar decisiones responsables en su desarrollo evolutivo y enfrentar esta difícil etapa de la adolescencia, en la que el consumo de drogas se constituye en uno de sus principales factores de riesgo. Guillermo A. Castaño Pérez, M.D., Ph. D. 8 E Prefacio n 1997 un grupo de jóvenes profesionales decidimos constituir una fundación con el ánimo de tratar y prevenir el consumo de drogas en un país como Colombia; en aquella época teníamos muy buenas intenciones, pero es preciso confesar que no teníamos la menor idea acerca de cómo hacer las cosas de una manera seria, sistemática y efectiva. Tan solo queríamos hacer del mundo un lugar mejor. Eramos un grupo de idealistas que soñaba con un mundo sin drogas –como si eso fuese posible– y con que todas las personas con un problema de adicción pudieran acceder a un buen tratamiento de rehabilitación. Nuestros primeros intentos en el mundo de la prevención estuvieron llenos de errores lamentables, escondidos tras la fachada de las buenas intenciones. En principio creímos que asustar a los adolescentes sería muy efectivo, en consecuencia llevábamos testimonios de personas que habían dejado las drogas y que, de manera dramática, lograran persuadir a los adolescentes de no caer en tal destino; esto generaba, sin lugar a dudas, un gran morbo y entusiasmo de las audiencias, los jóvenes nos amaban y aclamaban porque volviéramos; sin embargo, nuestro objetivo de prevenir las drogas estaba bastante lejos de ser cumplido, incluso creo que generamos efectos iatrogénicos en las escuelas, pues en esa época, aunque para quienes nos contrataban todo era maravilloso (salía barato, era rápido, los jóvenes quedaban impactados y las creencias acerca de cómo el miedo funciona, llenaban a los padres de familia y profesores de tranquilidad), el asunto era que hablábamos de todas las drogas generando efectos comparativos entre cual es peor o mejor bajando la percepción de riesgo de algunas. Exagerábamos algunos daños de las mismas ocasionando incredibilidad respecto de lo que ellos ya sabían por su experiencia, generábamos la sensación de que en últimas cualquier persona sale de las drogas y hacíamos conferencias masivas de esas que entran por un oído y salen por el otro en cuestión de unas horas. Pronto aprendimos la lección y nos alejamos de hablar de los efectos de las drogas, las conferencias unidireccionales, los testimonios de adictos, las exageraciones y las actividades aisladas, para pasar a otro de nuestros errores: los talleres de crecimiento personal. Ya habíamos empezado a leer acerca de los factores de riesgo y protección; así, decidimos empezar a hacer talleres para que los jóvenes tuviesen mejor autoestima o fueran más hábiles socialmente. Ya no generaban el mismo morbo con los adolescentes, pero les parecía útil aprender todas estas cosas; sin embargo, nuestro objetivo de prevenir las drogas seguía sin cumplirse, pues creíamos que desarrollar habilidades bastaba. Con el paso del tiempo, llegado ya 2003, teníamos muchas cosas claras. Ya habíamos leído bastante sobre cómo se hacía una buena prevención y ya habíamos cometido suficientes errores como para seguir haciendo lo mismo. Empezamos a introyectar el movimiento de ‘prevención basada en la evidencia’, buscábamos metaanálisis, artículos de evaluación, viajamos a conocer otras ONG que trabajaban en la prevención de adicciones y empezamos a construir, por primera vez, 9 nuestro programa de prevención; se acabaron las actividades aisladas, las acciones sin fundamento, el miedo a la evaluación, la creatividad sin solidez y el idealismo de un planeta sin consumos. Nos acercamos a la mayoría de edad. Hoy en día, hemos desarrollado varios programas de prevención que han resultado útiles para cientos de miles de personas en nuestro contexto y en algunos países del mundo de habla hispana, configurando un modelo basado especialmente en el trabajo sobre factores de riesgo ‘proximales’ como la percepción de riesgo, la actitud favorable y la intención de consumo, así como las influencias normativas, el monitoreo parental y el trabajo de algunas habilidades. Programas como Sanamente para prevenir el consumo de alcohol en menores de edad en contextos vulnerables, Consentidos para prevenir el consumo de alcohol y nicotina en escuelas privadas, Sin trabas para prevenir el consumo de marihuana en adolescentes, Yo respondo para prevenir el consumo de alcohol en universitarios y empleados de empresas, Te Appoyo como herramienta de monitoreo parental y en general, el uso de algunas tecnologías para mejorar nuestra forma de entrega, se han hecho parte de nuestra cotidianidad. Hemos aprendido de la importancia de la evaluación de programas, especialmente de las fases de implementación del proceso y su evaluación (que suelen ser la más descuidadas). Entendimos que hay que saber diseñar, pilotear, implementar y evaluar un programa si se quiere tener realmente un aporte significativo, logrando no perder recursos, tiempo y esfuerzos. Durante todos estos años hemos tenido resultados interesantes y muchos aprendizajes que se exponen en este libro; pero sobre todo, hemos logrado desarrollar programas con base científica y de experiencia práctica sin abandonar la influencia filosófica del pensamiento existencial de Viktor Frankl, enriqueciendo nuestra labor al obtener evidencias empíricas acerca de la importancia del sentido de vida en la salud mental. Así mismo, creemos que es preciso mantener claro que una dosis de idealismo nunca sobra, excepto si te quedas en el terreno de los sueños y no haces las cosas con el rigor necesario. Por tanto, en este libro se encontrarán las bases científicas que han orientado nuestra experiencia, así como las recomendaciones que surgen de la implementación de diferentes programas en contextos variados y con diversos recursos económicos y tecnológicos. 10 E Introducción l pensamiento de Víktor Frankl (1905 – 1997) constituye, sin duda, la reflexión de elección para el ámbito preventivo, pues la misma parte de una visión antropológica en la cual es posible prevenir, puesto que se basa en la existencia de un núcleo sano que permanece intacto ante la enfermedad y que facilita la expresión de manifestaciones saludables. Como dice Ramovš (1996): «No es posible pasar por alto las observaciones de Frankl al buscar los fundamentos adecuados para una teoría y metodología de la prevención entre las teorías psicológicas actuales a nivel mundial». Podría incluso plantearse que los inicios de la logoterapia surgen en el campo de la psicología preventiva como una respuesta a las circunstancias de la Viena de Frankl, en donde, preocupado por los problemas juveniles de la época, el padre de la logoterapia formuló una propuesta que «estaba dirigida a los jóvenes que presentaban problemas psicológicos y morales, que eran publicados en periódicos de la época y que consistían en noticias alarmantes de intentos de suicidio, fugas de hogar, depresiones, enfrentamientos de padres e hijos, etc.» (Oro, Sosa, Torrijos y Vega, 2001). Su tarea consistió en fundar centros de atención para jóvenes, gratuitos, situados cerca de los colegios de secundaria, que fueron publicitados mediante afiches en los que también constaba que habría absoluta reserva sobre los motivosde consulta y también sobre la identidad de los educandos (Oro et al., 2001), dando inicio de esta manera a la logoterapia preventiva. Toda prevención reposa en la capacidad existencial de la persona (Martínez, 2003b; Ramovš, 1996). Capacidad entendida como su núcleo sano, como la dimensión que permanece intacta a pesar de la adversidad y en donde radica una libertad que le es inherente, como su espacio del mundo de lo posible; por ello, la prevención es una capacidad específicamente humana que, a través del autodistanciamiento y la autotrascendencia, logra anticipar la posible incidencia de hechos, atributos, características y condiciones que le pueden ocasionar mal-estar o bien-estar al ser humano y a su grupo social, facilitando el descubrimiento, creación o fortalecimiento de medidas de precaución, y adoptando o manifestando conocimientos, actitudes, estrategias, habilidades y acciones que impiden o minimizan el mal-estar previsto y fortalecen o alcanzan el bien-estar esperado en términos de bien-ser1. Esta capacidad de anticipación es una de las características de lo existencial que permite a la persona ver con antelación y tomar decisiones saludables a través de la movilización de sus recursos personales, lo cuales son descritos en la Tabla 1. La prevención, entendida como una capacidad específicamente humana, obliga a pensar el accionar preventivo a partir de la salud y no desde la enfermedad, pues en tanto seres humanos, debe prevalecer la tendencia hacia el bien que, como posibilidad del núcleo sano de la persona, puede manifestarse y, por tanto, realizar elecciones responsables para sí mismo y para el medio que le rodea. Aquellos tipos de prevención que parten de posturas reduccionistas, deterministas y deshumanizantes, 11 al desdeñar la libertad del ser humano, se autodescalifican, pues no se puede prevenir a partir de lo ya enfermo. Salud no es ausencia de enfermedad y, en consecuencia, no tener enfermedades no implica salud desde una perspectiva humanista, pues no tener enfermedades puede asemejarse a «no estar enfermo». Así, la salud se entiende como el desarrollo del ser en su esencia y sentido, como diría Acevedo (1985): «Salud es capacidad de respuesta, no ausencia de cualquier falta. Por lo tanto, para expandir la salud es preciso transformar al paciente (derivado de ‘pasivo’) en un protagonista activo y responsable, capaz de dar respuesta» (p. 25). Vista desde esta perspectiva, la prevención incorpora el concepto de sentido de la vida como respuesta a la pregunta: ¿qué hace que las personas adopten medidas de precaución ante situaciones objeto de prevención?. Pues si bien el sentido de la vida no necesariamente causa salud, si puede contemplarse como un motivo para tenerla o conservarla; si no existe un para qué, una motivación para el cambio, es decir, si no hay un sentido que atraiga, las medidas preventivas no se ejecutan. Por ello, y como se vera más adelante, la prevención no puede ser impuesta por el preventor, pues este solo puede –y debe– acompañar un proceso que se enmarca en un campo perceptual de sentido dentro del cual se logra que la prevención se manifieste. Tabla 1. Capacidades específicamente humanas Autodistanciamiento Autotrascendencia - Permite tomar distancia de los mandatos psicofísicos que invitan a realizar conductas de riesgo o al uso de estrategias de afrontamiento que, a mediano y largo plazo, se constituyen como estresores mayores. - Permite la adopción de medidas de precaución, pues es a través suyo que es posible captar valores y significados personales, pues nadie adopta una medida de precaución ante una situación objeto de prevención si esta no tiene sentido. - Permite verse a sí mismo en situación, requisito fundamental a la hora de prever, anticipar y prevenir una situación de alto riesgo. - Permite la ejecución de las elecciones, pues por el autodistanciamiento se puede ver el universo de opciones, pero estas solo se asumen si son significativas para la persona a través de la autotrascendencia. - Permite monitorear y controlar los procesos cognitivos que pueden disparar una conducta de riesgo. - Permite la reinsersión social, pues es la autotrascendecia la cualidad que dirige hacia un Tu amado o hacia otros seres humanos en actitud de encuentro. - Permite ver otras posibilidades, facilitando de esta manera la elección de conductas saludables. - Da sentido a la prevención, a través del descubrimiento de valores en la misma. - Permite caer en cuenta de los procesos y circunstancias que facilitan una enfermedad, evitando la progresión a fases de mayor complicación. - Facilita la relación con una dimensión trascendente, como uno de los principales factores de protección de la salud. Solo viéndose en situación y captando el mundo de lo posible, puede descubrirse el sentido de una situación particular y así mismo de la vida en general. Evita la frustración existencial, el vacío y la carencia de sentido como uno de los principales factores de riesgo para descuidar la salud. Lamentablemente, la prevención tradicional puede a veces ser iatrogénica, fomentando lo que se quiere prevenir; al respecto dice sabiamente Lukas (1990): El hombre moderno comenzó a buscar el placer y fue perdiendo de vista el sentido, tornándose cada vez más desprovisto de placer, al caer en el vacío existencial, abarrotado de innovaciones materiales y solitario en su existencialidad. Esto significa que las medidas preventivas, que buscan ayudar a las personas en riesgo, desprovistas de placer, a encontrar placer o evitar el displacer, solamente servirán para aumentar la neurotización de la población, en una época en que la sensación de falta de sentido está muy difundida, especialmente entre la generación joven. (p. 55) 12 Por ello, hay que diferenciar entre la prevención centrada en el placer y la prevención centrada en el sentido, asumiendo la primera como aquel tipo de prevención que no posiciona a la persona frente a lo que le acontece, sino que más bien, le quita la libertad y la responsabilidad sobre su salud, mientras que la segunda es aquella que le ayuda a dar a luz al ser humano, a su libertad y a la responsabilidad que ya posee frente a su salud. El azar hace parte de la vida del ser humano (lo que le ha sido dado), un ser humano que construye una biografía que refleja lo que la persona, en su interrelación con el mundo, ha hecho de sí misma. En esta historia se encuentran inmersos diferentes niveles de vulnerabilidad, enmarcados en un mundo de posibles versiones a asumir. Cuando se habla de vulnerabilidad se hace referencia al angostamiento del ser como posibilidad, a la restricción de la responsividad, al bloqueo o poca permeabilidad de la persona frente a lo que ha hecho de sí misma; es decir, la disminución de manifestaciones saludables y de los motivos que invitan a tenerlas. La vulnerabilidad es un estado de susceptibilidad facilitado en mutua interrelación por la presencia de factores de riesgo y la ausencia de factores de protección. Los factores de riesgo son atributos o circunstancias individuales, familiares y socioculturales que incrementan la probabilidad de introyección personal y social de condiciones que facilitan la vulnerabilidad. Por su parte, los factores de protección son atributos o circunstancias individuales, familiares y socioculturales que incrementan la probabilidad personal y social de condiciones que inhiben, retrasan, atenúan y disminuyen la vulnerabilidad. Sin embargo, hechos y factores son solo el material bruto que la persona transforma y hace suyo. La prevención está organizada en modalidades y niveles preventivos que hacen posible lograr un mejor impacto. Existen modalidades específicas y modalidades inespecíficas que serán explicitadas en un capítulo posterior. La prevención también se estructura a través de tres niveles preventivos: primario, secundario y terciario, adaptados logoterapéuticamente y analizados a profundidad por otros autores (Oro et al., 2001), y que en este texto serán desarrollados másadelante y complementados con otras clasificaciones de actualidad como la prevención universal, la selectiva y la indicada. Los objetivos y fines del trabajo en prevención deben plantearse de manera realista, cumplible y adaptativa, es decir, deben tender hacia el mejor resultado posible, pero con la conciencia de límite que implica reconocer los alcances de un programa de prevención, los recursos con los que se cuenta y la intención del accionar. Por ello, los fines de la prevención deben desglosarse en objetivos que puedan ser llevados a cabo en el plazo estimado, intentando no aspirar a la utopía de «ganar la guerra contra las enfermedades» o en este caso «contra las drogas», pues esta guerra es la que precisamente aumenta el poder de las mismas. Así, la prevención puede buscar: a. Aumentar la percepción de riesgo. b. Reducir las condiciones que facilitan el mantenimiento de un problema. c. Impedir la progresión hacia etapas de mayor complicación. d. Contrarrestar la presencia de factores de riesgo que aumentan la vulnerabilidad. e. Promover la presencia de factores de protección que disminuyan la vulnerabilidad. 13 f. Otros objetivos. La importancia de plantear objetivos prudentes va de la mano con la necesidad fundamental de estructurar programas para cada población específica, pues de esta forma se logra mayor impacto preventivo que si se trabajase con metodologías estándar para todas las poblaciones. Es mucho lo que la logoterapia tiene que aportar en materia preventiva, pues como dice Ramovš (1996): Si únicamente se desarrolla y fortalece el cuerpo, la persona podrá estar sana y fuerte, pero no por ello será más cuerda, más equilibrada afectivamente, más libre y responsable, más cultivada, ni serán mejores sus relaciones con los demás. Si solo se adiestra la memoria y la inteligencia, el hombre seguirá careciendo de una salud óptima, descuidando la alimentación y el movimiento, desequilibrado afectivamente, sin libertad interior, irresponsable, inculto y sin aspiraciones por mejorar sus relaciones humanas. Por otra parte, el desarrollo unilateral de sus posibilidades existenciales no le garantiza el fortalecimiento integral de la salud ni un desarrollo humano equilibrado. (p. 98) De allí que la logoterapia, además de aprovechar los avances de la psicología de la salud y la psicología preventiva en general, brinda las siguientes ventajas: 1. Aporta las bases antropológicas de una prevención que busca hacer responsable de su salud al ser humano y a su comunidad. 2. Invita a centrarse en los recursos personales y en cómo la persona puede enfrentar sus propias dificultades. 3. Le devuelve al ser humano su dimensión de libertad responsable, evitando la dependencia de los preventores y posicionando a la persona y su comunidad frente a su cuidado. 4. Introduce con fuerza el tema del sentido de la vida como promotor de salud. 5. Favorece las bases del macrofactor preventivo de la resiliencia. Además, la prevención en el ámbito de la logoterapia se consolida como uno de los campos de mayor aplicación y prosperidad, pues favorece el establecer diálogos complementarios con otras posturas preventivas, trabajando un modelo de prevención que dignifica a las personas. El presente texto tiene como objetivo ampliar los conceptos brevemente mencionados en esta introducción, aplicándolos al área de la prevención de las adicciones a sustancias y brindando un conocimiento científico actualizado con una base y tinte antropológico-existencial, enriquecido con el pensamiento de Viktor Frankl. 1 Esta cualidad es específicamente humana y se manifiesta a través del autodistanciamiento y la autotrascendencia, porque solo el ser humano posee la facultad personal de dialogar consigo mismo (y sus circunstancias) y superar los mandatos de lo psicofísico para dirigirse al encuentro con otro o con una misión elegida libremente. 14 L Capítulo 1 Bases de la prevención en drogodependencias a prevención de la drogodependencia se ha convertido en un área intra e interdisciplinar en diversos contextos sociales, políticos, educativos, pedagógicos y de salud en general, siendo materia de discusión, investigación y evolución constante a fin de dar respuestas orientadas a la reducción de la demanda de drogas. Los intentos datan de más de 40 años atrás, con programas que en el siglo XX, específicamente en las décadas de los 60 y 70, se basaban en el conocimiento racional de las sustancias, sus efectos y características; en aquella época se partía de la hipótesis de que la ausencia de información sobre los efectos nefastos del consumo aumentaba el problema, y en consecuencia se diseñaron programas que buscaban llenar los vacíos informacionales. A este modelo se le denominó ‘modelo informativo’ o ‘tradicional’ (Becoña, 2002), siendo tradicional porque es la estrategia que más se ha mantenido en el tiempo, a pesar de los escasos resultados que ha tenido y ante la evidencia de iatrogenia preventiva que se ha encontrado (Becoña, 2002; Espada y Méndez, 2003; Werch y Owen, 2003). En la década siguiente surgieron programas que ya no se fundamentaban en la modalidad específica de hacer prevención que caracterizó a los primeros programas preventivos, volcándose hacia una modalidad inespecífica centrada en el desarrollo personal, metodología que hizo aportes interesantes pero que, al evaluarse rigurosamente, no arrojó los mejores resultados (Becoña, 2002). Ya hacia finales de los 70 y principios de los 80, los modelos viraron hacia el modelo de influencias sociales, especialmente por los aportes de Bandura (Becoña, 1999) y la intervención psicosocial del ambiente más próximo, la personalidad y los factores de riesgo conductuales. Entre los 80 y los 90 surgió el modelo de habilidades generales, bajo el cual se destaca el famoso programa de entrenamiento en habilidades para la vida de Botvin, Schinke, Epstein, Díaz y Botvin (1995), que se centra en el desarrollo de habilidades generales que enfatizan el manejo de las influencias sociales. Actualmente, la tendencia predominante es la llamada ‘prevención basada en la evidencia’ (Acero, 2004; Becoña, 2002; Center for Substance Abuse Prevention [CSAP], 2000; National Institute on Drug Abuse [NIDA], 1997), metodología que se aborda con posterioridad en esta obra. Lamentablemente, durante toda la historia de la prevención de adicciones parece haberse olvidado la visión de persona a la que se dirige la prevención; solamente hasta hace muy poco este factor ha sido tenido en cuenta, con sus atributos inherentes de libertad, responsabilidad, sentido de vida y resiliencia, entre otros. 15 La ciencia de la prevención, aplicada al campo de las drogodependencias, requiere de definiciones concretas acerca de lo que es un programa de prevención; si bien son muchas las definiciones que se encuentran en la literatura científica, algunas de estas hacen referencia a la prevención como «un proceso activo de implementación de iniciativas tendientes a modificar y mejorar la formación integral y la calidad de vida de los individuos, fomentando el autocontrol individual y la resistencia colectiva ante la oferta de drogas» (Martín, 1997). Otros la definen como una estrategia antidroga que ofrece a las comunidades una oportunidad de parar el problema de drogas antes de que este inicie, al tiempo que aporta esperanzas para que las comunidades mantengan conductas saludables (NIDA, 1997). Por su parte Alvira-Martín (2002), siguiendo las reflexiones del Plan Nacional de Drogas de España, dice: «se puede definir la prevención como aquel entramado dinámico de estrategias que tienen como objetivo eliminar o reducir al máximo la aparición de problemas relacionados con el uso indebido de drogas» (p. 15) y cita la definición del CSAP (Center for Substance Abuse Prevention) para quienes la prevención, o los esfuerzos preventivos, son intentos de reducir los problemas derivados del abuso de drogas antes de que comiencen, a través de una diversidad de estrategias. Sin embargo, estas definiciones pareceríandejar por fuera al ser humano que es en últimas quien ejerce su capacidad preventiva; ante ello, la definición de Cañas (2004) presenta un tono personalista complementa las anteriores definiciones: Es decir, los modelos teóricos y los programas prácticos de una auténtica prevención son los que ayudan a la persona toda a descubrir el sentido del respeto de sí misma y de los demás, el sentido de su libertad y de su responsabilidad, el valor de la vida ética (veracidad, honestidad, etc.), la comunicación y el encuentro con los demás, el auténtico placer y el auténtico sufrimiento, etc. De lo contrario la prevención será insuficiente no solo para afrontar los problemas adictivos, sino también el resto de los problemas. (p. 275) Una manera práctica de enmarcar el trabajo preventivo es la que usan Harrop y Catalano (2016), ubicando el trabajo preventivo en el marco general de la intervención en salud. El primer nivel de intervención es la promoción en salud (intervenciones que buscan solamente la promoción de comportamientos saludables, sin intervenir aquellos riesgosos); después está la prevención como tal (en sus niveles universal, selectivo e indicado, que sí identifican e intervienen los factores de riesgo). Posteriormente estaría el tratamiento y, finalizando el espectro, la recuperación. Este es el abanico de la intervención en salud en el que, a grandes rasgos, se enmarcan las intervenciones preventivas. Prevención primaria, secundaria y terciaria La prevención ha sido dividida en niveles para una mejor comprensión de sus alcances, siendo las propuestas de Caplan (1964) de prevención primaria, secundaria y terciaria, las que han marcado con mayor fuerza a la comunidad científica (Tabla 2). Esta clasificación, si bien ha recibido algunas críticas por considerar que solo son realmente preventivos los niveles primarios y secundarios (Becoña, 2002), continua vigente hoy en día en el ámbito preventivo, siendo definida en variadas publicaciones (Becoña, 2002; Fundación de Ayuda contra la Drogadicción [FAD], 1997; Muñoz, Graña y Cruzado, 2000; Oro et al., 2001; Corporación Peruana para la Prevención de 16 la Problemática de Drogas y de la Niñez en Alto Riesgo Social [Opción], 2001). Según la OEA-CICAD (2013), estos niveles persiguen los siguientes objetivos: • Prevención primaria: Reducir el número de personas que usan drogas por primera vez o retrasar la edad en que este consumo empieza. • Prevención secundaria: Identificar a quienes ya tienen signos de problemas con las drogas y realizar intervenciones para evitar su progresión. • Prevención terciaria: Estrategias orientadas a limitar los efectos adversos que produce el consumo activo de sustancias psicoactivas. Tabla 2. Niveles preventivos Nivel preventivo ¿Qué es? ¿Qué busca? Prevención primaria Es el proceso del actuar preventivo centrado en la promoción de la salud y en la protección puntual de las condiciones que facilitan la aparición de un problema de adicción. Promover estilos de vida saludables para elevar los niveles de salud en general, disminuir la vulnerabilidad de las personas y los grupos sociales ante un problema objeto de prevención. Avivar las capacidades específicamente humanas – entre ellas la prevención– frente a los factores de riesgo –para su disminución– y los factores de protección – para su fortalecimiento–. Prevención secundaria Es el proceso del actuar preventivo centrado en el diagnóstico temprano, la intervención oportuna y la limitación del daño generado por la presencia de fases precoces del problema o la situación de alto riesgo de un individuo o una comunidad. Detener a tiempo la progresión de la enfermedad, brindando tratamiento inmediato y, en algunos casos, derivando a donde más convenga, previniendo las complicaciones y la progresión a fases avanzadas del consumo. Potencializar recursos personales y comunitarios que otorguen un nuevo orden funcional a la situación de salud. Prevención terciaria Es el proceso del actuar preventivo centrado en la rehabilitación de un individuo o una comunidad afectados por un problema avanzado. Detener la progresión de enfermedades colaterales, disminuir las secuelas del problema desarrollando la resiliencia de los seres humanos y facilitar la reinserción social de los afectados. En algunos casos, reducir el daño que están experimentando. Fuente: elaboración propia Prevención universal, selectiva e indicada Según la Substance Abuse and Mental Health Services Administration [SAMSHA] (2009), la prevención universal tiene dos tipos: la indirecta, que apunta a la comunidad de forma global, sin identificar factores de riesgo individuales particulares, pero buscando el cambio en el contexto social de forma que se afecten conocimientos, comportamientos y actitudes; y la prevención universal directa, que se da a toda la población sin ningún tipo de distinción y objetivo particular para los participantes, pues su interés se enfoca en beneficiar a la mayoría con independencia del nivel de riesgo. Por su lado, la prevención selectiva va dirigida a un subgrupo de la población en el que, posteriormente a un diagnóstico, se ha identificado mayor riesgo para el consumo de sustancias. Finalmente, la prevención indicada va dirigida a los individuos que ya tienen signos y síntomas detectables de consumo de sustancias y están en alto riesgo de desarrollar problemáticas. Las características específicas de estas tres categorías de prevención se muestran en la Tabla 3. 17 Además de las clasificaciones de prevención primaria, secundaria y terciaria, y las de prevención universal, selectiva e indicada, la psicología de la salud ha propuesto la prevención primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria, que en palabras de Becoña (1999) se definen de la siguiente manera: La primaria se refiere a toda actividad, disposiciones, instrumentos etc., tendientes a informar del estado de la situación, con pretensiones de informar lo antes posible, o con la intención de informar para que se puedan llevar a cabo actuaciones que reduzcan el posible daño que se avecina; la secundaria, a la actividad tendente a remediar la posible amenaza o daño que se avecina y de la que se tiene “información”. Estas actividades, llevadas a cabo para remediar el daño ya realizado en los bienes o en las personas, se llaman tradicionalmente en los temas de salud tratamiento. La terciaria, a aquellos tipos de actuaciones en las que se interviene cuando la enfermedad está incipiente, en la que aparecen los primeros síntomas y se previene estados más avanzados de la enfermedad y, la cuaternaria es la intervención que se realiza cuando el sujeto ya padece o ha padecido la enfermedad, y ha sido tratado con el resultado de curación o al menos, dependiendo del tipo de enfermedad, paliando sus efectos más nocivos y, se entiende que las posibilidades de recaída son muy altas. Este tipo de prevención se centraría en la “prevención de recaídas”. (p. 14) Modalidades preventivas Al igual que los niveles preventivos expuestos con anterioridad, la preventología aplicada se desarrolla a través de modalidades preventivas que varían de acuerdo a objetivos directos o indirectos o, como bien se llaman, ‘específicos’ o ‘inespecíficos’. La modalidad de prevención específica hace referencia al trabajo en prevención que se enfoca en el problema, es decir, es aquella prevención que se centra en la sustancia, sus características, efectos y consecuencias. Según la FAD (1997), está conformada por el conjunto de estrategias que se enfocan de una manera directa y manifiesta en la cuestión «drogas», o como lo plantea Escamez (1990): Tabla 3. Tipos de prevención Tipo Definición Características (NIDA, 2014, 1997) Universal Prevención dirigida a todo el grupo sin distinción de aquellos que están en riesgo, beneficiando a toda la comunidad con mensajes y programas dirigidos a prevenir el inicio o demorar el consumo de sustancias. Programas diseñados para demorar y prevenir el abuso de sustancias. Los participantes no son reclutados paraparticipar en los programas. El grado de riesgo de un individuo para el abuso de sustancias no es evaluado en los participantes del programa. El programa es comunicado a todo el mundo sin importar si están o no en riesgo del abuso de sustancias. Los programas usualmente tienen menos personal que los programas selectivos o indicados y pueden requerir menos tiempo y esfuerzo por parte de la audiencia. Los miembros pueden ser profesionales de otros campos, tales como profesores o consejeros escolares, que se han entrenado para gestionar el programa. Los costos están esparcidos sobre un gran grupo y tienden a ser menores por persona que los selectivos e indicados. El U.S. Department of Health and Human Services [HHS] (2010) recomienda el uso de 18 estas intervenciones globales en los momentos en que se considere que dicha intevención hará menos probable la aparación de los consumos, por ejemplo, en toda la población de una escuela secundaria. Selectiva Prevención dirigida a un subgrupo de la población que por su edad y sus características se consideran en mayor riesgo, siendo identificados de acuerdo a la naturaleza y el número de factores de riesgo a los cuales pueden verse expuestos. Son definidos según su edad, género, historia familiar, comunidad u otras características. Están diseñados para demorar o prevenir el abuso de sustancias. Los receptores de los programas selectivos son conocidos por tener riesgos específicos para el abuso de drogas y reclutan gente para participar en la acción preventiva debido al perfil que tiene el grupo. El conocimiento de los factores de riesgo específicos dentro del grupo blanco permite a los diseñadores de los programas enfocarse en la reducción de riesgos específicos. Los programas específicos generalmente se realizan por periodos largos de tiempo y requieren de más tiempo y esfuerzo de los participantes que los programas universales. Los programas selectivos requieren de habilidades por parte del personal, debido a que apuntan a jóvenes, familias y comunidades que se encuentran en riesgo de abuso de sustancias. Los programas pueden ser más caros por persona que los programas universales debido a que demandan más tiempo y esfuerzo. Las actividades del programa están más involucradas en la cotidianidad de los participantes e intentan cambiar los caminos específicos de los participantes, por ejemplo, al incrementar las habilidades comunicativas. Este tipo de intervención da la posiblididad de realizar intervenciones específicas con aquellos que presentan mayores factores de riesgo, por ejemplo, los grados noveno y décimo de la secundaria (HHS, 2010). Indicada Prevención dirigida a un subgrupo de la población que ya se ha iniciado en el consumo sin cumplir los criterios de dependencia o que se encuentran en situación de alto riesgo. Se dirigen especialmente al individuo y a sus factores de riesgo personales. La meta es la disminución de la primera vez del abuso de sustancias y la reducción en el tiempo del consumo que se lleva a cabo o la reducción en la severidad del abuso. Los programas están diseñados para conocer el progreso del abuso de sustancias y otros desordenes relacionados. Los programas apuntan a múltiples conductas simultáneamente. Los individuos son reclutados específicamente para la intervención preventiva. Los factores de riesgo individuales y conductas problema son específicamente tratados. Los programas requieren de una evaluación precisa de los riesgos individuales y del nivel de relación con otras conductas problema, más que apoyarse en la membresía de la persona hacia un grupo en riesgo. Los programas frecuentemente son extensivos y altamente intensivos; típicamente operan por largos periodos de tiempo (meses), a una mayor frecuencia (una hora al día, cinco veces a la semana), y requieren un mayor esfuerzo por parte de los participantes que los programas selectivos y universales. Los programas intentan cambiar las 19 conductas de los participantes. Los programas requieren personal altamente calificado que tenga entrenamiento clínico y en consejería u otro tipo de habilidades clínicas. Esta intervención permite identificar aquellos individuos con mayores riesgos y necesidades especiales en quienes confluyen una serie de factores de alto riesgo, por ejemplo, para el consumo de sustancias (HHS, 2010). La prevención específica es la generada por aquellas iniciativas que combaten a la drogadicción en cualquiera de las siguientes direcciones, mediante: a) la reglamentación legal, encaminada a restringir las posibilidades de procurarse drogas; b) la promoción de medidas educativas, destinadas a dar conocimientos, formar actitudes y generar hábitos de vida sana y, como consecuencia un uso adecuado de aquellas sustancias que pueden generar dependencia; c) el establecimiento de medidas sociales a favor de los grupos, particularmente «en riesgo», ofreciendo alternativas viables. (p. 198) Es una modalidad importante, pero de mucho cuidado, pues un enfoque erróneo puede ocasionar efectos iatrogénicos que aumenten, inviten o agraven un problema de adicción, tal como sucedía con los modelos informativos que se implementaron en la década de los 60 y que en muchas partes continúan desarrollándose aún. La segunda modalidad, la prevención inespecífica, es aquella que se centra en la persona que busca prevenirse y se previene; en la prevención de adicciones, es la modalidad dirigida a implementar condiciones que disminuyan la vulnerabilidad de una persona o su grupo social para desarrollar problemas de adicción (Escamez, 1990; Martínez, 2003b); es una modalidad más indirecta, pues se centra en aspectos que en principio parecen no tener relación directa con el consumo de drogas (Becoña, 1999, 2002). Según la FAD (1997): La modalidad inespecífica se centra en programas generales de la salud, alternativas de ocio y tiempo libre, fomento de los servicios sociales, asociacionismo, etc. Es decir, a través de diferentes propuestas, se intenta potenciar actividades que son positivas en sí mismas y de las que se puede esperar que ayuden a disminuir las conductas destructivas respecto del consumo de drogas. (p. 33) Las modalidades específicas e inespecíficas no son mutuamente excluyentes, pues en realidad son complementarias e incluso necesarias, si lo que se busca es un programa de prevención sólido y de impacto. Lo importante es saber en cuál momento y con qué población se hace mayor énfasis en una modalidad o en otra. Sin embargo, algunos autores consideran que el concepto de prevención inespecífica sobra, porque no es posible establecer una relación comprobable entre una actividad preventiva inespecífica y la evaluación de dicho cambio en el consumo de sustancias (Becoña, 2002). Para el SAMSHA (2009), estas modalidades hacen parte de la clasificación, anteriormente descrita, de la prevención universal, siendo puntualmente, la indirecta, aquella que se dirige a la comunidad de forma global sin identificar factores de riesgo particular de forma individual, cambiando el contexto social de forma que se afecten conocimientos, comportamientos y actitudes; por su parte, la directa es aquella que se dispensa a toda la población sin ningún tipo de distinción y objetivo particular para los participantes. 20 Modelos preventivos Si bien existen diferentes modelos y clasificaciones de modelos preventivos de las drogodependencias, como los modelos de prevención primaria, de aumento del control social, de presentación de alternativas y de educación preventiva (Opción, 2001), hay que diferenciar los modelos preventivos de los modelos explicativos. En efecto, mientras los primeros se centran en la teoría que sustenta el accionar preventivo en un área definida, los segundos se ubican en la explicación del fenómeno que se intenta prevenir, como es el caso de los modelos que se observan en la Tabla 4. Tabla 4. Principales modelos explicativos (Becoña, 1999) • Teorías y modelos biológicos • Modelo de salud pública, de creencias de salud y de competencia • Teoríasde aprendizaje • Teoría de la acción razonada y la conducta planificada • Teorías psicológicas basadas en causas intrapersonales • Teorías basadas en la familia y en el enfoque sistémico • Teorías de mayor especificad en el tema drogas Por otro lado, encontramos modelos preventivos como los mencionados al inicio de este apartado y que la FAD (1997) sintetiza en cinco grandes modelos: 1. Modelo Ético-Jurídico: considera el consumo como una conducta delictiva ante la cual hay que adoptar medidas punitivas, contemplando el consumidor como un delincuente y único responsable del consumo. 2. Modelo Médico-Sanitario: considera el consumo como una enfermedad y al consumidor como un enfermo víctima ante lo cual la droga se asume como el agresor y responsable de la enfermedad. 3. Modelo Psicosocial: le da peso a los factores psicológicos y ambientales sobre las decisiones de la persona, relegando la sustancia a un segundo plano y ubicando al ser humano como agente coparticipativo del proceso de adicción. 4. Modelo Sociocultural: se enfoca en el entorno sociocultural y dimensiona los aspectos culturales del consumo de drogas por ciertas poblaciones, privilegiando la complejidad del contexto. 5. Modelo Geopolítico-Estructural: es un modelo más aplicado a los países latinoamericanos y centrado en la comprensión del consumo de drogas como parte de un fenómeno global que mantiene el subdesarrollo de los países productores. Programas preventivos Ocasionalmente se confunde la prevención con los programas preventivos o con las acciones preventivas. Mientras que la prevención es un concepto genérico y amplio (Becoña, 1999), un programa preventivo es mucho más específico y sistemático; por otro lado, una acción preventiva no necesariamente hará prevención y mucho menos será un programa preventivo, puesto que un programa de prevención es un conjunto 21 coherente de acciones encadenadas y construidas a partir de una evaluación de necesidades, buscando la creación o adaptación de actividades dirigidas al cumplimiento de objetivos realistas trazados como fin del programa que se propone implementar (Escamez, 1990; Martínez, 2003b). Según Becoña (2002): Un programa preventivo es un conjunto de acciones con el objetivo específico de impedir, o retrasar, la aparición del problema al que se dirige dicho programa preventivo, que en el caso de las drogas es impedir, o retrasar, la aparición de conductas de consumo y abuso de las distintas drogas. (p. 22) Dichos programas deben tener definidos claramente: una estructura acerca de la organización y construcción del programa, un contenido referente a la información, las habilidades y las estrategias del programa, y un procedimiento de entrega acerca de la adaptación del programa, su implementación y su evaluación (NIDA, 2003). La estructura del programa ejemplifica el tipo de programa que se va a trabajar y su justificación, es decir, si será un programa universal, selectivo o indicado; de igual forma, la estructura del programa referencia la audiencia o público al que se dirige el programa de prevención y los escenarios en los que el programa se llevará a cabo. Por otra parte, el contenido del programa comprende lo que se va a dar en el proceso preventivo, el tipo de información que se van manejar, así como los métodos y servicios que se prestarán. Finalmente, la entrega del programa se centra en la adaptación que se hará de programas de los que se reconoce su efectividad a ambientes diferentes de aquellos en donde se aplicaron inicialmente, conservando por su puesto las características fundamentales. Así mismo, se incluyen las estrategias para la implementación de dichos programas y la manera como será evaluada la efectividad de estos. Para Escamez (1990) un programa de prevención ha de presentar los siguientes pasos: a) Supuestos o filosofía del programa; b) análisis o diagnóstico de la situación problemática; c) determinación de metas, u objetivos, previstas como solución a los problemas detectados; d) líneas diferenciadas de actuación para alcanzar cada una de las metas previstas; e) contenidos, estrategias de acción, y medios, que han de emplearse en cada una de las líneas de actuación; secuencialización de estos elementos; f) tiempo asignado para la realización de cada una de las líneas de actuación, y para todo el conjunto del programa; g) criterios de evaluación para verificar si cada una de las líneas alcanzan la meta general preventiva que se intenta; h) propuestas de retroalimentación si no se han conseguido las metas, para subsanar las deficiencias; i) planificación de acciones futuras, que garanticen la permanencia de los efectos producidos por el programa. (p. 200) Por su parte, tal y como se expondrá más adelante, la Fundación Colectivo Aquí y Ahora de Colombia propone los siguientes pasos para la implementación de un programa de prevención (Martínez, 2003b): 1. Comprensión de la antropología y los fundamentos que sustentan la propuesta. 2. Implementación del modelo de evaluación. 3. Determinación de los dominios de afectación del programa preventivo. 4. Definición de los objetivos del programa de prevención. 5. Definición de las modalidades preventivas según los objetivos del programa. 6. Definición de los niveles de prevención que se desea desarrollar, acordes con las modalidades preventivas y los objetivos del programa. 7. Definición de las líneas o estrategias del accionar preventivo para cada nivel de prevención seleccionado. 22 8. Ejecución de las acciones preventivas con cronogramas evaluativos. 9. Evaluación y formulación de nuevas propuestas a través de un nuevo modelo. Dominios preventivos A fin de garantizar la efectividad de los programas de prevención, estos deben ser aplicados en diferentes dominios que agrupen los factores de riesgo identificados, pues de esta manera se optimizan las intervenciones. Para el SAMSHA (2017) los siguientes son los dominios o áreas en los que un programa de prevención puede ser desarrollado: individual, familiar, comunitario, de pares, escolar y social. La importancia de los dominios radica en que brindan un norte para la prevención; en efecto, tal como lo afirma el NIDA (1997, 2003) en general la prevención debe enfocarse uno de los siguientes cinco dominios: el individuo, el grupo de iguales, el colegio, la familia y la comunidad, o como dice la OEA-CICAD (2013), debe haber dominios individuales, familiares, escolares, sociales y comunitarios. Otra definición útil y actual, es la de la UNDOC (2013), que reconoce ciertos niveles de influencia en el desarrollo de los problemas de consumo a los que puede apuntar la prevención: influencias de macronivel (ingresos y recursos, entorno físico, entorno social); influencias de micronivel (familiares, escolares y de amistades) y características personales (genética, rasgos de salud mental, personalidad, desarrollo neurológico y reactividad al estrés). Por su parte, para el Center for Substance Abuse Prevention [CSAP] (1999): «En un marco teórico del uso de sustancias, hay seis áreas: individual, pares, familia, escuela, comunidad y sociedad que son utilizados». Un resumen de las definiciones citadas se puede consultar en la Tabla 5. Tabla 5. Dominios y recomendaciones preventivas Dominio Grupo de factores de riesgo Principios y características Individual Disposiciones biológicas y psicológicas Actitudes, valores, conocimientos Habilidades y conductas problema Construir habilidades sociales y personales. Diseñar intervenciones culturalmente sensitivas. Citar consecuencias negativas inmediatas. Combinar la diseminación de la información con campañas masivas y otras intervenciones. Proveer alternativas positivas para ayudar a los jóvenes en ambientes de riesgo a que desarrollen habilidades sociales y personales de una forma natural y efectiva. Reconocer las relaciones que existen entre el uso de drogas y otra gran variedad de problemas adolescentes de salud. Incorporar la identificación del problema y referirlos a programas de prevención.Proveer del transporte para los programas de prevención y 23 tratamiento. Pares Normas, actividades, vínculo. Estructurar actividades alternativas y supervisar eventos alternativos. Incorporar habilidades sociales y personales. Diseñar programas alternativos intensivos que incluyan una variedad de aproximaciones y un compromiso substancial de tiempo. Comunicar las normas de los pares en contra del uso de alcohol y drogas ilegales. Involucrar a los jóvenes en el desarrollo de programas alternativos. Involucrar a los jóvenes en intervenciones de guía de pares o en intervenciones de pares de guía de componentes. Enfrentar los efectos de las normas desviadas y las conductas por medio de la creación de un ambiente para los jóvenes con problemas de conducta y su interacción con jóvenes que no los tengan. Familia Funciona- miento, manejo y vínculo Apuntar a toda la familia. Ayudar a desarrollar vínculos entre los padres y los programas; proveer la comida, el transporte, y pequeños regalos, y asegurar la sensibilidad cultural. Ayudar a las minorías familiares a responder ante temas raciales y culturales. Desarrollar habilidades de padres. Enfatizar en los vínculos familiares. Ofrecer sesiones donde los padres y los jóvenes aprendan y practiquen las habilidades. Entrenar a los padres, tanto a escuchar, como a interactuar. Entrenar a los padres en utilizar técnicas de disciplina positivas y consistentes. Promover nuevas habilidades en comunicación familiar a través de técnicas interactivas. Emplear estrategias para superar la resistencia de los padres hacia programas basados en la familia. Mejorar las habilidades de comportamiento de los padres y de los hijos con apoyo intensivo. Mejorar el funcionamiento familiar a través de la terapia familiar cuando sea indicado. Explorar alternativas de apoyo con la comunidad y con la escuela. Grabar en video el entrenamiento y la educación. 24 Escuela y trabajo Vínculo, clima, pólizas (matrícula y compromisos escolares), eficacia. Evitar las intervenciones que solamente estén orientadas al conocimiento o únicamente se encuentren diseñadas para proveer información sobre las consecuencias negativas. Corregir mitos sobre la prevalencia del uso en conjunción con otras aproximaciones educativas. Involucrar a los jóvenes en intervenciones de guía de pares o en intervenciones de guía de componentes. Dar a los estudiantes la oportunidad de practicar las nuevas habilidades adquiridas por medio de aproximaciones interactivas. Ayudar a los jóvenes a que retengan las habilidades por medio de sesiones de apoyo. Involucrar a los padres en aproximaciones basadas en el colegio. Comunicar un compromiso con la prevención del abuso de sustancias en las pólizas del colegio. Comunidad Vínculo, normas, recursos, conciencia Desarrollar estrategias de prevención integradas y entendibles más que eventos únicos dentro de la comunidad. Controlar el ambiente escolar y otras áreas donde los jóvenes se encuentran. Proveer tiempo estructurado con los adultos a través de mentores. Incrementar actitudes positivas a través del servicio comunitario. Lograr mejores resultados con mentores altamente involucrados. Enfatizar el costo para los empleadores de los trabajadores que usan drogas y las abusan. Implementar y comunicar pólizas claras en las compañías sobre el abuso de sustancias. Incluir representantes de cada organización que jueguen un rol en completar los objetivos de la coalición. Retener a los miembros activos de la coalición proveyendo recompensas satisfactorias. Definir metas específicas y asignar responsabilidades específicas por sus logros en los subcomités. Asegurar la planificación y el claro entendimiento de la efectividad de la coalición. Establecer los resultados basándose en los objetivos. Apoyar a una gran cantidad de actividades de prevención. Organizar la prevención al nivel de barrios. Evaluar el progreso desde la perspectiva del logro de los resultados y luego hacer ajustes para cumplir los objetivos. Involucrar a la coalición comunitaria, en su rol de proveedores de recursos y facilitadores, más que organizadores directos de la 25 comunidad. Sociedad y ambiente Normas, pólizas y sanciones Desarrollar conciencia comunitaria y esfuerzos con medios masivos. Utilizar los medios masivos apropiadamente. Establecer objetivos para cada mensaje entregado. Evitar el uso de figuras de autoridad. Transmitir mensajes frecuentes por un periodo largo. Transmitir mensajes a través de diferentes canales cuando la audiencia blanco puede estar viéndolo o escuchándolo. Diseminar información sobre los perjuicios de un producto o industria que lo promueva. Promover la ubicación de marcas menos sospechosas. Promover las restricciones en el uso del tabaco en lugares públicos y sitios privados de trabajo. Apoyar las leyes de aire limpio en recintos cerrados. Combinar el entrenamiento para servir bebidas alcohólicas con el refuerzo de la ley. Incrementar la obligación legal de los servidores de bebidas alchólicas. Incrementar el precio del alcohol y el tabaco mediante impuestos. Incrementar la edad mínima para comprar alcohol a 21 años. Limitar la locación y densidad de los sitios de venta de alcohol. Estrategias antidroga en los barrios. Reforzar el mínimo de edad para comprar utilizando operaciones encubiertas. Utilizar grupos comunitarios para proveer refuerzo positivo o negativo hacia vendedores. Realizar operaciones de control con frecuencia. Implementar leyes tipo «usa y pierde». Autorizar leyes obstaculizadoras y pólizas para conductores irresponsables. Reforzar leyes para conductores irresponsables. Combinar retenes con sensores para medir el consumo de alcohol. Revocar licencias para conductores irresponsables. Inmovilizar vehículos de aquellos conductores irresponsables. Apuntar a menores conductores con pólizas de manejo irresponsable. Fuente: (CSAP, 1999). Fuente: (CSAP, 2001a). Fuente: (CSAP, 2001b). Teorías de la prevención de la drogodependencia Los programas de prevención requieren de una base teórica como requisito para el 26 aseguramiento de su calidad (CSAP, 2000). En palabras de Becoña (2002): «Esto significa partir de un marco conceptual claro del que exista evidencia científica, o bien elaborar un modelo explicativo que nos permita comprender el fenómeno en cuestión». Una teoría preventiva es el grado en el que un programa de prevención refleja, clara y articuladamente, los principios del comportamiento del abuso de drogas y como puede ser esto cambiado. Como se mencionó previamente en otro apartado, existen modelos preventivos y modelos explicativos que, desde luego, están mutuamente implicados, pues los unos generalmente deben partir de los otros. Dentro de las teorías sobre prevención de la dependencia de drogas más importantes se resaltan y desarrollan brevemente: aquellas de origen biológico; las enfocadas en la salud pública, las creencias de salud y las competencias; las que se centran en el aprendizaje; las relativas a acciones razonadas y conductas planificadas; aquellas de carácter psicológico intrapersonal; las de enfoque sistémico-familiar; y las enfocadas en las sustancias. Teorías y modelos biológicos Son modelos que consideran la adicción como fruto de un sustrato biológico (Cadoret, 1992), especialmente hereditario, o como una forma de automedicación (Becoña, 1999; Kooymann, 1996), este último propuesto por la medicina conductual y que se fundamenta en dos premisas: la primera, que considera el consumo como un mecanismo de afrontamiento ante estados afectivos negativos, y la segunda, como respuesta específica ante ciertas situaciones. Puede encontrarse una recopilación de evidencia empírica para estas teorías en el trabajo de Muñoz et al. (2000). Modelos de salud pública, de creencias de salud y de competencias La Tabla 6 expone los fundamentos teóricos de esta tendencia sobre la prevención. Teorías de aprendizaje En estegrupo de teorías se encuentran los modelos explicativos del condicionamiento clásico y el condicionamiento operante (Graña, 1994), los modelos explicativos cognitivos (Beck, Wright, Newman y Liese, 1999; Ellis, McInerney, DiGiuseppe y Yeager, 1992) y los modelos explicativos relativos al aprendizaje social y la teoría cognitiva social, los cuales incluyen las propuestas de Bandura acerca de la autoeficacia (Becoña, 1999); esta última teoría es la más utilizada e importante en el campo de la prevención de las drogodependencias. Tabla 6. Elementos centrales de tres de los principales modelos para comprender el consumo de drogas Modelo de salud pública Modelo de creencias de salud Modelo de competencias En este modelo, una enfermedad infecciosa es la consecuencia recíproca del huésped, el medio ambiente y el El modelo de creencias de salud (Becker y Maiman, 1975; citados por Becoña, 1999) tiene como elementos fundamentales la susceptibilidad percibida que se refiere a las percepciones individuales de la vulnerabilidad personal a enfermedades o accidentes El modelo de competencias, desde la perspectiva del consumo de drogas, se centraría principalmente en dos clases de personas. Por un lado, los individuos que no han probado las drogas, para que no lleguen a 27 agente. En el caso de las drogas, el huésped es el individuo; el medio ambiente, es el medio biológico, social y físico; y, el agente las drogas. específicos. La naturaleza (percepción de susceptibilidad) y la intensidad (severidad percibida) de estas percepciones pueden afectar de manera importante a la hora de adoptar o no una conducta concreta. La combinación de la susceptibilidad y la severidad se conoce como ‘amenaza percibida’. iniciarse al consumo. Y, por otro, en los individuos vulnerables (ya bien hayan manifestado los primeros síntomas para un diagnóstico precoz o no de consumo de sustancias) para llevar a cabo las estrategias de intervención preventivas adecuadas a las necesidades de estos. Fuente: Becoña, 1999. Teoría de la acción razonada y la conducta planificada Durante la década de los 60 y 70 esta propuesta consiguió un fuerte sustento investigativo, siendo la Teoría de la acción razonada de Fishbein y Ajzen, una aproximación que basaba su propuesta en que las acciones vienen determinadas por la intención de llevarlas a cabo y que dicha intención está determinada por la actitud y la norma subjetiva referida a la ejecución de tal conducta (Becoña, 1999; Rodríguez, 1998). Posteriormente evolucionó hacia la Teoría de la conducta planificada que introdujo un nuevo elemento denominado ‘control conductual percibido’, referente a la creencia que la persona tiene acerca de la medida en que cree poder controlar o no una conducta determinada. Teorías psicológicas basadas en causas intrapersonales En este grupo ingresan las teorías de corte psicodinámico (Frances, Franklin y Borg, 1997; Galanter, 1997; Kooymann, 1996; Musacchio de Zan et al., 1992), las cuales hacen énfasis en la relación entre el afecto negativo, un arousal elevado y la vulnerabilidad al abuso de drogas para comprender el desarrollo del consumo de sustancias (Becoña, 1999; Pandina, Johnson y Labouvie, 1992), además de las teorías personalistas y existenciales (Cañas, 2004). Teorías basadas en la familia y en el enfoque sistémico En los últimos años, este grupo de teorías ha brindado aportes epistemológicos y metodológicos de gran importancia en el ámbito de las drogodependencias, resignificando la visión causalista tradicional del problema, generando una nueva visión –tanto de la prevención como del tratamiento–, y aportando elementos para consolidar una epistemología del problema de la adicción a sustancias (De la Cruz, 2003; Kooymann, 1996), pasando de la intervención familiar clínica (Cancrini, 1991; Kaufman, 1997; Stanton y Todd, 1994) a la intervención familiar preventiva y, de manera simultánea, al trabajo preventivo en red (Yaria, 1999). Teorías de mayor especificidad en el tema de drogas En esta categoría teórica encontramos el Modelo social de Peele –de marcado corte existencial y basado en el papel que tienen las adicciones en el estilo de vida–, el cual sostiene que no es la sustancia la que produce la adicción sino el modo como la persona interpreta tal experiencia y cómo responde en los planos fisiológico, emocional y conductual. Peele considera la adicción como un problema existencial que se resuelve al tener la capacidad de escoger libremente por sí mismo (Becoña, 1999). Otra teoría es el Modelo de afrontamiento del estrés de Wills, según el cual 28 aquellas personas que usan drogas con frecuencia, lo hacen debido al estrés de la vida y su consumo es un recurso de afrontamiento (Becoña, 1999). Uno de los modelos más famosos es el llamado Modelo evolutivo, especialmente la Teoría de la escalada de Kandel (Becoña, 2002, 1999; Kandel y Davies, 1992; Muñoz et al., 2000). En palabras de Becoña (1999); Básicamente, su modelo se basa en que el consumo de drogas sigue unos pasos secuenciales, donde se comienza por unas primeras sustancias de iniciación (drogas legales) que sirven de elemento facilitador para el posterior consumo de otras sustancias, especialmente marihuana en un segundo paso, y luego las drogas ilegales, en los que llegan a consumir finalmente estas. (p. 71) Vale la pena aclarar que para esta teoría, el consumo de drogas legales es una condición necesaria para la progresión hacia el consumo de drogas más fuertes, pero no es una condición suficiente. Otra teoría surge de la adaptación del Modelo transteórico del cambio de Prochaska y Diclemente, adaptado al campo preventivo. Para Werch y DiClemente (1994), citados por Becoña (1999): Habría un continuo de estadios, desde el no uso de la droga hasta el uso continuo. Estos estadios son cinco: 1) precontemplación, cuando no se considera utilizar drogas; 2) contemplación, cuando se piensa seriamente en iniciar el uso de drogas; 3) preparación, cuando se pretende utilizarla en el futuro inmediato; 4) acción, cuando se inicia el uso; y 5) mantenimiento, cuando se continúa el uso. (p. 74) También se cuenta en este grupo de teorías sobre la adicción a las drogas, el Modelo psicopatológico de Glantz (1992), el cual se enfoca en los factores de riesgo asociados con la etiología del abuso de sustancias y en los principios del desarrollo –y de la psicopatología referida al desarrollo– desde la primera infancia. Por último, es importante resaltar el Modelo comprensivo secuencial de las fases para el consumo de drogas en la adolescencia desarrollado por Becoña (2002), pues este integra gran parte de las teorías explicativas relevantes sobre el consumo y, con base en ellas, propone un modelo que puede utilizarse para proponer diferentes programas preventivos. Si bien existen diversas teorías sobre la adicción, la profundización y señalización de todas ellas supera de lejos los objetivos de este libro; más aún, es necesario llamar la atención –como lo hacen Calafat et al. (2003) y Becoña (1999)–, respecto de la ausencia de teorías específicas para las drogas ilegales. 29 L Capítulo 2 Factores de riesgo y protección os factores de riesgo y de protección tal vez sean los elementos que más se han estudiado en el ámbito de la prevención de la drogodependencia, puesto han constituido el material básico para la implementación de programas de prevención. Los factores de riesgo y de protección ha sido ampliamente citados en la literatura científica (Alonso, Freijo y Freijo, 1996; Becoña, 2002, 1999; Cadoret, 1992; Calafat y Juan, 2003; CSAP, 1997, 1999, 2000, 2001b; Clayton, 1992; Calafat et al., 2003; Calafat, Fernández, Juan, Becoña y Gil, 2004; Calafat et al., 2004; Escamez, 1990; FAD, 1997; Hawkins, Catalano y Miller, 1992; Tarter y Mezzich, 1992; Martínez, 2001; Moncada, 1997b; Muñoz et al., 2000; Newcomb, 1992; NIDA, 1997, 2003, 2004b; Obando y Sáenz, 2000; Sloboda, 1994), resultando en definiciones similares y resultados relacionados que aportan en la actualidad cierta claridadfrente al riesgo y la protección. Vulnerabilidad hacia la adicción La vulnerabilidad hacia la adicción es un tema crítico, pues las personas son premórbidamente diferentes al riesgo, situación que hace difícil el abordaje de este tema (Glantz y Pickens, 1992). Sin embargo, lo que es evidente es la estrecha relación entre riesgo y vulnerabilidad (Glantz y Pickens, 1992; Newcomb, 1992; Tarter y Mezzich, 1992). Siguiendo a Calafat et al. (2004): Como indica el factor principal, el uso/abuso de drogas parece determinado en primer lugar por lo que podría considerarse un factor de mayor o menor vulnerabilidad psicológica, actitudinal y comportamental hacia el riesgo (conducta desviada, conducta sexual, en la conducción de vehículos, búsqueda de sensaciones, implicación en una vida recreativa que integra el uso de drogas como elemento estructural y que se desarrolla en contextos asociados al consumo, contexto social y familiar y unas expectativas y actitudes más favorables al uso de drogas). (p. 68) O planteado de otra manera, entre protección y vulnerabilidad –como polos de un mismo continuo–, pues vulnerabilidad y protección hacen referencia a mecanismos de respuesta personal frente a situaciones de riesgo (Rojas, 2002). En palabras de Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla (1997): Los conceptos de vulnerabilidad y mecanismo protector han sido definidos (Rutter, 1990), como la capacidad de modificar las respuestas que tienen las personas frente a las situaciones de riesgo… El concepto de vulnerabilidad da cuenta, de alguna forma, de una intensificación de la reacción frente a estímulos que en circunstancias normales conduce a una desadaptación… Es así como, una alternativa es entender la vulnerabilidad como un fenómeno perceptible en el cual un cierto nivel de estrés resulta en 30 conductas desadaptativas. Por otra parte, el concepto de vulnerabilidad alude a una dimensión continua del comportamiento que se mueve desde una adaptación más exitosa al estrés, a una menos exitosa. (p. 11) La exposición a una gran cantidad de factores de riesgo puede incrementar la cantidad de drogas consumida y la extensión del abuso asociado con este consumo; de igual forma, entre los factores que afectan la vulnerabilidad hacia el uso o abuso de drogas, la exposición a otros factores puede ser protectiva al reducir la probabilidad del consumo. A este respecto Newcomb (1992) afirma: Estos son resultados importantes tanto teórica como prácticamente. Teóricamente, los factores o condiciones que están asociadas con el uso y abuso de drogas tienen que ser vistos bipolarmente. La extrema vulnerabilidad de su alcance, ciertamente ubica al individuo en riesgo para el uso de droga. Igualmente, la mayor cantidad de condiciones de riesgo que estén presentes en la vida de una persona, da la mayor probabilidad de uso y abuso de droga; esto hemos aprendido de la investigación. (p. 291) Sin embargo, y como es característico de la mayoría de investigaciones en el campo de la prevención, la visión antropológica y la participación del ser humano como determinante no es tan amplia. Por ello, para comprender la vulnerabilidad es necesario considerar que el azar hace parte de la vida del ser humano, un ser humano que construye una biografía que refleja lo que la persona ha hecho de sí misma en su interrelación con el mundo. En esta historia personal se encuentran inmersos diferentes niveles de vulnerabilidad, enmarcados en un mundo de posibles versiones que es posible asumir. Cuando se habla de vulnerabilidad, se hace referencia al angostamiento del ser como posibilidad, a la restricción de la responsividad – entendida como la capacidad de respuesta adaptativa ante el riesgo–, al bloqueo o poca permeabilidad de la persona frente a lo que ha hecho de sí misma; esto es, la disminución de manifestaciones saludables y de los motivos que invitan a tenerlas (Cañas, 2004; Martínez, 2003b). En síntesis, la vulnerabilidad es un estado de susceptibilidad facilitado por la persona en mutua interrelación con la introyección (y no solo la presencia) de los factores de riesgo y la ausencia (o no introyección) de los factores de protección. Factores de riesgo Para el SAMSHA (2015) los factores de riesgo son características de nivel biológico, psicológico, familiar, comunitario o cultural, que preceden y están asociados con una posibilidad más alta de obtener resultados negativos o, como lo dice la OMS (2017) se refiere a cualquier exposición, rasgo o característica que aumente la probabilidad de sufrir una lesión o enfermedad en un individuo. Para el CSAP (2000) un factor de riesgo es «una actitud, conducta, creencia, situación o acción que puede poner a un grupo, organización, individuo o comunidad en riesgo para desarrollar problemas con la droga o el alcohol» (p. 7); por tanto, la relación entre factores de riesgo y vulnerabilidad es evidente, pudiéndose concluir en palabras del CSAP (1999) que, A mayor cantidad de factores de riesgo que un niño o joven experimentan, entonces tendrá una mayor probabilidad de que él o ella abuse de drogas y hallen problemas relacionados en su adolescencia o adultez temprana… Una gran cantidad de factores de riesgo experienciados por individuos en su niñez 31 están asociados, no solo con el abuso de sustancias, si no con un patrón de salud, salud mental y problemas de conducta. (p. 2) El Departamento de Salud y Servicios Humanos de EEUU (HHS, 2009) define los factores de riesgo como aquellos que se presentan a través del curso del desarrollo humano y que hacen a los individuos o los grupos más vulnerables al abuso de sustancias en ciertos contextos sociales. Dentro de los principios de la prevención en niños y adolescentes, está claro que los programas de prevención deben centrarse en incrementar los factores de protección y revertir o reducir los factores de riesgo (Hawkins et al., 2002). De manera prioritaria, es importante prestar atención a los factores de riesgo denominados proximales, que se asocian con la percepción de riesgo, las actitudes y creencias que facilitan el inicio en el consumo de drogas; estos se consideran factores precursores del inicio o factores próximos (Moncada, 1997b), pues al parecer los factores asociados a la permanencia en el consumo tienen más que ver con factores individuales inespecíficos. Dentro de estos factores se destaca la actitud favorable hacia el consumo de drogas (Becoña, 2002, 1999; Calafat et al., 2004, 2003; FAD, 1997; Muñoz et al., 2000; Moncada, 1997b; Rojas, 2002), las creencias positivas acerca de las consecuencias (Calafat et al., 2003, 2004; Muñoz et al., 2000; Rojas, 2002), las influencias normativas (CSAP, 1999; Calafat et al., 2004a; FAD, 1997; Muñoz et al., 2000; Rojas, 2002;Sloboda, 1994), la intención de consumo (Becoña, 2002; Rodríguez, 1998) y la percepción de riesgo (Becoña, 2002; Calafat et al., 2003, 2004b; Calafat y Juan, 2003; CSAP, 1997, 1999; Moncada, 1997b; Obando y Sáenz, 2000); las anteriores son variables de suma importancia, pues como bien dice Becoña (1999): La socialización, que influye en las creencias, actitudes, normas interiorizadas, valores e intenciones, junto a la socialización a través de la familia, iguales, escuelas y medios de comunicación, disponibilidad y accesibilidad a la sustancia, y estado emocional, habilidades de afrontamiento y percepción del riesgo, van a llevar a la prueba o no de esa sustancia. (p. 290) Afirmación que ha sido comprobada por investigaciones desarrolladas durante los últimos años en diferentes países europeos (Calafat et al., 2003, 2004a), señalan predicciones cercanas al 82% en jóvenes que poseen estas características. Según Calafat et al. (2004b): «Globalmente, esta función discriminante que agrupa percepciones, expectativas y actitudes hacia las drogas es capaz de clasificar correctamente a cuatro de cada cinco sujetos (82% de la muestra), mayor capacidad que las características personales y ligeramente menor que el contexto familiar-social y que el modelo sobre la gestión del salir de marcha…
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