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CENTRO DE INVESTIGACIÓN EN GEOGRAFÍA Y GEOMÁTICA “ING. JORGE L.TAMAYO, A.C.” CentroGeo Centro Público de Investigación CONACYT LA SEMIÓTICA EN LAS NUEVAS EXPRESIONES GEOESPACIALES TESIS Que para obtener el grado de Maestra en Geomática Presenta Gabriela Quiroz Cázares Supervisor Principal: Examinador Externo: Dra. Silvana Levi Levi Mtro. Alberto Lopez Santoyo Comité Supervisor: Dra. Margarita Parás Fernández México, D.F., febrero 2011 © CentroGeo. Derechos reservados. El autor otorga aCentroGeo el permiso de reproducir y distribuir copias de esta tesis en su totalidad o en partes. ii RESUMEN La semiótica se menciona con cierta familiaridad y frecuencia en cine, televisión, radio, prensa, literatura, música, pintura, teatro, danza y demás creación humana, ¿pero qué es y por qué resulta tan cotidiano? Si uno concibe el signo como una imagen dentro de su vida cotidiana lo puede entender como señales de tránsito, letreros o carteles, por lo tanto son concebidos como signos visuales, si a uno le dijeran que los signos además de incluir textos implican sensaciones, olores, sabores, sonidos y hasta lenguaje corporal, uno volvería su concepción de semiótica hacia algo más complejo, ¿pero qué es lo que estas cosas tienen en común?, y aún mejor, ¿cómo se relacionan? En el Capítulo 1, son los enfoques de semiótica de Ch. S. Peirce y de semiología de F. Saussure, los que permiten entender la naturaleza de los “signos” y cómo es que funcionan dentro de los procesos de comunicación. Durante el Capítulo 2, se explora brevemente la historia de las primeras representaciones del espacio geográfico, desde las cartografía rudimentaria hasta los mapas asistidos por computadora, con el propósito de analizar los elementos de semiótica gráfica que evolucionaron en el tiempo y aquellos que desaparecieron, dados en gran medida por el progreso científico y tecnológico que dieron paso a representaciones de la realidad cada vez más “precisas”, aunque marcadas por rigurosas reglas y convencionalismos sociales y cartográficos, que restringieron su uso y entendimiento a un limitado grupo de expertos. Así en el Capítulo 3, desde el enfoque de la geomática, se retoman las conceptualizaciones de Peirce y Saussure donde se da cuenta de que no es posible seguir hablando de representaciones, sino más bien de expresiones geoespaciales, pues surgen sí, de la capacidad interpretativa de los usuarios para “leer”, pero sobre todo para imaginar, concebir, diseñar y expresar, de nuevas y diferentes maneras, los espacios geográficos en los que se mueven. Finalmente el Capítulo 4, busca dar una mirada a los Atlas Cibercartográficos como un ejemplo de [nuevas] expresiones geoespaciales, donde el manejo intencional y bien planeado de los distintos tipos de signos permite comunicar mensajes de forma no sólo más agradable y amena, sino también más eficiente. De este modo, con el advenimiento de las ciencias geoespaciales se han desatado nuevas expresiones, no sólo gráficas y visuales de comunicación geoespacial, que están rompiendo con esta idea de conceptualización semiológica hasta cierto punto cerrada, para transitar hacia una nueva visión de semiótica, de comunicación y expresión. Es decir, transitar de la semiología como la definición exacta de significación, hacia la semiótica como la posibilidad de significación. iii TABLA DE CONTENIDO Página RESUMEN ii TABLA DE CONTENIDO iii LISTA DE FIGURAS vi C A P Í T U L O 1 1. Los enfoques de estudio de la semiótica 1.1 ¿Qué es la semiótica? 1 1.2 La semiótica de Peirce 5 1.2.1 Semiosis 7 1.2.2 La semiosis como proceso mental 8 1.2.3 La semiosis y los sentidos 12 1.3 Semiótica y comunicación 13 1.3.1 Percepción y cognición 18 1.3.2 Abducción y creatividad 22 1.3.3 Interpretación visual 23 C A P Í T U L O 2 2. La representación semiótica en los mapas [tradicionales] 2.1 Antecedentes 25 2.2 Cartografía rudimentaria 27 iv 2.3 Elementos de uso en los mapas tradicionales 29 2.3.1 Color 35 2.3.2 Alejamientos o acercamientos 36 2.3.3 Leyendas 37 2.3.4 Jerarquías de representación 37 2.3.5 Decoración cartográfica 39 2.3.6 Censura 40 2.3.7 Omisiones 40 2.3.8 Geometría 41 2.3.9 Proyección 42 2.3.10 Orden y taxonomía 43 2.3.11 Reglas cartográficas 45 2.4 Mapas asistidos por computadora 48 C A P Í T U L O 3 3. Las [nuevas] expresiones geoespaciales 3.1 Orígenes de las expresiones geoespaciales 52 3.2 Explorando nuevas posibilidades de expresión 56 3.3 De la cartografía a la cibercartografía 57 3.3.1 Los bloques de construcción de la cibercartografía 58 3.3.1.1 Modelado 60 3.3.1.2 Cibernética 61 3.3.1.3 Teoría de Sistemas 61 3.4 Un Prototipo Cibercartográfico 62 C A P Í T U L O 4 4. Una mirada de semiótica a los Atlas Cibercartográficos 4.1 La construcción de los Atlas Cibercartográficos 64 4.2 Comunicación de mensajes geoespaciales 65 4.2.1 Multimedia 67 4.3 Recursos visuales 68 4.3.1 Metáfora gráfica 69 4.3.2 Color 71 4.3.3 Gráficos 72 v 4.3.4 Videos y animaciones 74 4.3.5 Hipertexto 77 4.3.6 Texto 79 4.3.7 Tipografía 81 4.4 Recursos auditivos 83 4.4.1 Sonido 84 4.4.2 Voz 85 4.4.3 Música 86 4.4.4 Silencio 88 4.5 Arte y estética en la semiótica de la comunicación 88 CONCLUSIONES 91 BIBLIOGRAFÍA 92 vi LISTA DE FIGURAS C A P Í T U L O 1 Página Los enfoques de estudio de la semiótica] Figura 1.1. Proceso semiótico de Peirce 7 Figura 1.2. Emoticono de caracteres ASCII 13 Figura 1.3. Diagrama del proceso de comunicación 15 Figura 1.4. Ocaso 21 Figura 1.5. Ley de cierre [Gestalt ] 24 C A P Í T U L O 2 La representación semiótica en los mapas [tradicionales] Figura 2.1. Mapa de Konya, Turquía. 6200 a. C. 27 Figura 2.2. Tableta de Ga-Sur, Harran 2500/3800 a. C. 28 Figura 2.3. Tableta de Shuruppak, 2600 a. C. 28 Figura 2.4. Mapa inuit, 1884 29 Figura 2.5. Mapa de varilla, 1940 29 Figura 2.6. Mapa mental “¡De la casa vieja a la nueva casa!”, 1938 30 Figura 2.7. Mapa de Hampshire, 1575 31 Figura 2.8. América Septentrional, 1709 32 Figura 2.9. Carta náutica pre-Mercator, 1571 33 Figura 2.10. Detalle de la Imagen de las tierras del norte, 1539 34 Figura 2.11. Atlas Catalán, 1375 35 Figura 2.12. “Regla de los cuatro colores” y “Primer mapa geológico” 36 Figura 2.13. Mapa del mundo, 1689 36 Figura 2.14. Mapa medieval de Aernhem, 1650 ca 37 Figura 2.15. Detalle del Planisferio de Cantino, 1502 38 Figura 2.16. Mapa decorativo del Nuevo Mundo, 1808 39 Figura 2.17. Detalle del Planisferio de Cantino, 1502 41 http://es.wikipedia.org/wiki/ASCII vii Figura 2.18. Mapamundi alrededor de Japón, 1640 42 Figura 2.19. Carta del Mundo con la Proyección de Mercator, 1847 43 Figura 2.20. “América dispuesta”, 1760 ca 44 Figura 2.21. Plano de Atenas, 1890 45 Figura 2.22. Atlas del mundo India e Indochina, 1967 46 Figura 2.23. Zonas horarias, 1967 47 Figura 2.24. Mapa de Pendientes de la Ciudad de México 48 Figura 2.25. Siete variables visuales originales de Jaques Bertin 49 Figura 2.26. Mapa elaborado bajo la influencia de las reglas de semiología gráfica 50 Figura 2.27. [Nuevas] expresiones geoespaciales 51 C A P Í T U L O 4 Una mirada de semiótica a los Atlas Cibercartográficos Figura 4.1. Dimensión espacial, Atlas Cibercartográfico 66 Figura 4.2. Interfaz de usuario, Atlas Cibercartográfico 70 Figura 4.3. Jerarquía visual 72Figura 4.4. Isologotipo, identidad tipo-gráfica 73 Figura 4.5. Video descriptivo, del Sismo de 1985 en la Ciudad de México 75 Figura 4.6. Animación de flujos piroclásticos y cenizas 76 Figura 4.7. Enlaces y vínculos, lectura hipertextual 78 Figura 4.8. Ejemplos tipográficos 83 Figura 4.9. Asociación sincrónica [imagen-música] 87 1 C A P Í T U L O 1 1. Los enfoques de estudio de la semiótica 1.1 ¿Qué es la semiótica? La semiótica se menciona con cierta familiaridad y frecuencia en internet, cine, radio, televisión, prensa, literatura, música, pintura, teatro, danza y demás expresiones y medios de comunicación, ¿pero qué es y por qué resulta tan cotidiana? Si uno concibe el signo como la significación por sí misma de cualidades y atributos dentro de su vida cotidiana, la concepción de semiótica se transforma hacia algo un poco más complejo, ¿pero qué es lo que unifica dentro de la semiótica a tan diversas formas de comunicación humana? La palabra semiótica viene del griego semeiotikos, que significa interpretador de signos, luego entonces una definición corta sería el estudio de los signos. Sin embargo, su conceptualización y tratado no son tan sencillos, ni mucho menos simples. Es entonces 2 que la semiótica busca explorar todos los sistemas de signos, lingüísticos, corporales, visuales, auditivos y demás, para intentar descifrar de algún modo sus contenidos, con el propósito de facilitar los procesos de comunicación. De esta manera, en el dominio de estudio de la semiótica confluyen cualquier ciencia particular [o actividad humana] que trate de signos, como la lógica, la lingüística, la matemática o la cartografía, por mencionar sólo algunas. Umberto Eco como pionero de la semiótica contemporánea, propone considerar las definiciones clásicas propuestas por F. de Saussure y Ch. S. Peirce. Definiciones que en principio, remiten a un ámbito de origen diferente, pues la disciplina emanada de Peirce ligada a la tradición anglosajona y desarrollada básicamente en Estados Unidos, adoptó el nombre de semiótica, mientras que la desarrolla por Saussure, ligada al universo europeo, prefirió el de semiología (Eco, 1978). En términos generales, durante una buena parte del siglo XX se mantuvieron ambos términos, ya sea que se emplearan con cierta confusión conceptual, o bien, indistintamente como sinónimos. Lo que es cierto es que sus diferencias son mucho más profundas y radican más allá de la etimología y la gramática. Estas dos definiciones, hasta cierto punto contradictorias, han puesto a oscilar la definición de la semiótica entre una exigencia de rigor y de formalización [la visión de Saussure] y una de apertura hacia el proceso histórico concreto [la visión de Peirce], que durante muchos años desembocó en el uso sin distingo de ambas visiones. La realidad es que la visión sobre semiología, después retomada por la cartografía contemporánea, tiene una descripción del sistema semiótico como si fuera un sistema cerrado, rigurosamente estructurado y visto en un corte sincrónico. Mientras que la visión sobre semiótica, dormida y olvidada durante muchos años, propone un modelo comunicativo como un proceso abierto, en el que el mensaje varía según los códigos empleados y en donde todo el sistema de signos se va reestructurando continuamente sobre la base de la experiencia de decodificación que el proceso instituye. En la conceptualización semiológica de Saussure, la lengua es un sistema de signos que expresa ideas, y por esa razón, es comparable con la escritura, el alfabeto de los sordomudos, los ritos simbólicos, las formas de cortesía, las señales militares, etc. A decir de él, el lenguaje es simplemente el más importante de dichos sistemas. Saussure creía necesaria una ciencia que estudie la vida de los signos en el marco de la vida social; la cual podría formar parte de la psicología social y, por consiguiente, de la psicología general; a lo que llamó semiología [del griego σ η μ ε ι ο ν, “signo”]. Ésta podría decirnos en 3 qué consisten los signos y qué leyes los regulan. La definición de Saussure, aunque ambigua, en su momento resultó importante y ha servido para desarrollar una consciencia semiótica. Su definición de signo como entidad de dos caras [signifiant “significado”–signifié “significante”], ha anticipado y determinado todas las definiciones posteriores de la función semiológica. Y en la medida en que la relación entre significante y significado se establece sobre la base de un sistema de reglas y convencionalismos sociales, la semiología de Saussure podrá parecer una semiología rigurosa de la significación (Eco, 1978:43). Por otro lado, la definición de semiótica de Peirce podría verse enmarcada por las siguientes líneas “…soy un pionero, o mejor, un explorador, en la actividad de aclarar e iniciar lo que llamo semiótica, es decir, la doctrina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de cualquier clase posible de semiosis […] Por semiosis entiendo una acción, una influencia que sea, o suponga, una cooperación de tres sujetos, como, por ejemplo, un signo, su objeto y su interpretante, influencia tri-relativa que en “ningún” caso puede acabar en una acción entre parejas” (Eco, 1978:45). Peirce por su parte, sabía que la ciencia de los signos, aunque no plenamente desarrollada, existía desde la antigüedad y tenía un nombre reconocido: semiótica. No se considera, por tanto, un inventor, sino más bien el “explorador” de un territorio desconocido casi en su totalidad. Donde los orígenes semióticos se ligan a la tradición de los estudios lógicos y retóricos, pero más concretamente es posible encontrar en Aristóteles algunos de los antecedentes de la semiótica de Peirce bastante sistematizados. Así, la tradición aristotélica es continuada por los estoicos y epicúreos, siendo los estoicos [300 a. C.] posiblemente los primeros en mostrar propiamente una teoría general del signo, donde además de incluir al usuario del signo en el hecho sígnico, es decir, como parte del proceso semiótico, introducían tres elementos más: el signo o significante, el significado o sentido y la denotación, referencia u objeto físico. Así, signo y objeto son cosas físicas tal como las concibe Aristóteles, mientras que el sentido es un objeto abstracto con subsistencia propia (Beuchot, 2004:15). La teoría semiótica de los estoicos resulta interesante pues cuenta con un esquema de la significación válida para todo tipo de signo, y no solamente el lingüístico, sin embargo aquí los signos tienen que ser “materiales”, con lo que quedan excluidos los signos mentales, como los conceptos, las pasiones, las suposiciones o las intenciones, de las que habla Ockham (Quezada, 2002:109). Durante el Medioevo, para San Agustín [354-430], el signo –y no sólo el signo lingüístico–, era uno de sus principales temas de interés, ya que para él aprender, enseñar y expresarse fueron 4 aspectos esenciales en su vida, y sabía que eso se lograba mediante la transmisión de mensajes por conducto de los signos. En sus trabajos demuestra la conciencia de la importancia de los signos para la vida humana, para él el signo es “…la cosa que, además de la especie [o imagen] que introduce en los sentidos, hace pasar al pensamiento de otra cosa distinta”, esta definición fue criticada pues seguía sin introducir los conceptos como signos mentales o intelectuales. Sin embargo, un aporte interesante de San Agustín fue el dividir los signos humanos según los sentidos a los que afecta: audibles, visibles, palpables, degustables, olfateables, y cómo ellos afectan la mente humana, dejando entre ver que los mensajes no sólo fluyen con el lenguaje oral o escrito. Sin embargo, sigue considerando a las “palabras” como los signos más importantes (Beuchot, 2004:19).Las similitudes conceptuales de Tomás de Aquino [1225-1274] con Ch. S. Peirce nos aproximan aún más al enfoque de semiótica que emplearemos en este trabajo. Tomás de Aquino presenta un cambio de perspectiva al reemplazar la idea de la literalidad del objeto por la hipótesis de una referencia parcial simbólica acerca de algo que no se puede literalmente conocer, pero que de alguna manera siempre se puede referir (Mancuso, 2007). Da cuenta de la naturaleza representativa del signo y de su función al remitir a algo diferente. Para él el signo es “…aquello por lo que alguien llega al conocimiento de otra cosa” (Beuchot, 2004:34). De esta manera el signo es algo que remite a otra cosa y que no deja que el conocimiento se detenga en él, de esta manera el signo es una relación entre tres cosas: el signo, el significado y la facultad cognoscitiva. Con su trabajo Peirce, integra una lógica-semiótica dentro de un contexto filosófico, definida como una ciencia que se ocupa de “las variedades fundamentales de la semiosis posible”, la significación. Peirce concibe al signo dentro de una relación –inseparable– de tres elementos: signo, objeto e interpretante. En términos simples, para él el signo es cualquier cosa que esté determinada por alguna otra, es decir por el objeto, de esta manera se crea un efecto sobre una persona, y a ese efecto es lo que se le conoce como el interpretante (Merrell, 1997:167; Peirce, 1997:259). En realidad, estas dos visiones no se oponen a una visión científica concreta, sino que el uno implica al otro y lo instaura en su propia validez. Sin embrago desde los procesos propios de este trabajo, no es posible ignorar el carácter de proceso de los fenómenos de comunicación, por lo que daremos entrada al estudio a profundidad de la visión que Peirce construyó desde la lógica matemática y la pragmática de la semiótica. 5 1.2 La semiótica de Peirce Para entender a fondo la semiótica de Peirce es necesario ubicarla en el conjunto de su teoría de la realidad y estudiarla desde los principales puntos de referencia que sostienen todos sus pensamientos. Dado que Peirce buscaba aquella universalidad de pensamiento que le permitiera comprender la “totalidad” del mundo, para lo cual vio la necesidad de elaborar un sistema con categorías lo más ampliamente definitorias de las realidades conocidas y cognoscibles. Donde su perspectiva semiótica tiende pues, a ser una filosofía del conocimiento que presenta una semiótica cognoscitiva que pretende la explicación, e interpretación del conocimiento humano, mediante la estructuración de la significación a partir de un modelo tríadico en el que se asocian un objeto, un signo y un interpretante, mismo que se encarga de conducir la relación entre los dos primeros (Peirce, 1997). En donde el papel que juegan los intérpretes es un proceso sumamente complejo, y aunque en el presente trabajo no es propósito profundizarlo, sí es importante dejar en claro que este hecho resulta ser la base para la afirmación de que la interpretación [asociación de un signo interpretante con un objeto, o con otro interpretante que sea su objeto de significación] es, un proceso continuo de la interacción humana con la realidad, con su entorno. Esta secuencia de significación obedece, siguiendo la teoría de Peirce, a la distinción ontológica de los intérpretes, que funge como base fenomenológica de su semiótica tríadica. Donde a decir de Peirce, “toda la realidad” puede ser comprendida a partir de tres categorías que son tres modos de entendimiento de los fenómenos y que permiten unificar aquello que es complejo y múltiple, a saber: a) primera categoría, es la concepción del ser y del existir independientemente de otra cosa; b) segunda categoría, es la concepción del ser relativo a algo diferente; y c) tercera categoría, es la concepción de la mediación por la cual un primero y un segundo se ponen en relación (Peirce, 1974:279; Nöth, 1995:44). Esta arista conceptual de Peirce tiene una fuerte carga fenomenológica, pero sobre todo filosófica, cuya profundización no es tema a desarrollar dentro del presente trabajo, al menos no por el momento. Sin embargo, sí resulta importante dejar en la mesa que existe una fuerte base conceptual y teórica, pero sobre todo lógica, así como principios teóricos profundos que permiten explicar cómo es que todas las cosas “representan” y “comunican” algo, y que eso es posible gracias a la capacidad que tenemos los seres humanos para “interpretar” ese algo, para poder construir representaciones, pero sobre todo de otorgar sentido a las cosas. 6 A decir de Peirce, esas tres categorías son necesarias y suficientes para dar cuenta de la experiencia humana. De esta manera, en la teoría de los signos, los conceptos y criterios clasificatorios de Ch. Peirce resultan fundamentales para la organización sistemática de la semiótica como disciplina científica y para la investigación empírica que de ella se deriva. Sin entrar en la crítica de otras estructuras diádicas como la de Saussure (Serrano, 1981:30), y tríadicas como las de Ogden y Richards, Morris o la de Ullmann (Nöth, 1995:50, 89, 244), parece evidente que la propuesta de Peirce resulta no sólo elocuente e ilustrativa, si no también muy incluyente. Pues al parecer se trata de una verdadera teoría general de los signos, identificada con la lógica, en donde uno de sus puntos más destacados es su peculiar concepción de que el signo es dinámico, al considerarlo como una percepción [representamen] que toma un aspecto de lo conocido [fundamento], y lo presenta [reelaborado por su inclusión en un contexto] a la consideración de un receptor [interpretante] (Brier, 2008:41). En la estructura del signo según Peirce, se encuentra su propia historia –yo diría naturaleza–, es decir, ver el signo como el representante de lo conocido, el cual se proyecta hacia formas que dan origen a más conocimiento. A decir de Peirce, la función del signo consiste en “ser algo que está en lugar de otra cosa bajo algún aspecto o capacidad”. El signo así entonces, puede entenderse como una representación por la cual alguien mentalmente puede remitirse a un objeto. En este proceso se hacen presentes los tres elementos formales de la tríada (Figura 1.1) que se soportan y relacionan entre sí, y que es justamente esta relación la que es capaz de dar razón a un fenómeno genuinamente significativo (Nöth, 1995:35-42). Así, de esta manera: El signo [representamen], es la representación de algo, o sea, es el signo como elemento inicial de toda semiosis, y puede ser visto como el detonador del pensamiento. El representamen es simplemente el signo en sí mismo, tomado formalmente en un proceso concreto de semiosis, pero no debemos considerarlo un objeto, sino una realidad teórica y mental. El interpretante, es lo que produce el representamen en la mente de la persona. En el fondo es la idea del representamen, o sea, del signo mismo. Peirce dice que “un signo es un representamen que tiene un interpretante mental”. La noción de interpretante, según Peirce, encuadra perfectamente con la actividad mental del ser humano, donde todo pensamiento no es sino la representación de otro, donde “el significado de una representación no puede ser sino otra representación” 7 El objeto, es aquello a lo que alude el representamen, y a decir de Peirce “este signo está en lugar de algo: su objeto”. Debemos entonces, entender por objeto la denotación formal del signo en relación con los otros componentes del mismo. Figura 1.1. Proceso semiótico de Peirce La tríada del signo se puede graficar con un triángulo Tomado de Jensen, 1995 Así, podemos darnos cuenta que el signo es ante todo una categoría mental, es decir, es una idea mediante la cual evocamos un objeto con la finalidad de “aprender” el mundo o para “comunicarnos” mediante representaciones,y es en este proceso donde sucede la semiosis, es decir, el proceso natural de inferencia propia [de pensamiento] de cualquier persona. Así, la semiótica es la teoría de la práctica semiótica, de allí que el “signo” constituya el núcleo de ese estudio teórico. La visión de Peirce sobre la semiótica que brevemente se ha descrito, podría tal vez resultar insuficiente para darnos cuenta que su visión semiótica se ha explorado parcialmente, ya sea por su difusión tardía o tal vez por la interpretación propia y personal de sus preceptos y conceptos profundamente filosóficos. Sin embargo, eso no impide darnos cuenta de que la semiótica de Peirce, presenta fundamentos teóricos tanto en el proceso de comunicación, como en el proceso cognitivo- interpretativo [pensamiento], más aún, dentro de la comunicación visual presenta aplicaciones directas dada la facilidad natural del ser humano para encontrar similitudes y relaciones cuando se recurre al empleo de iconos dentro del plano visual. 1.2.1 Semiosis Como es sabido, a Peirce le causaban un especial interés los procesos mentales que se dan consciente o inconscientemente en el ser humano, el desarrollo de una semiótica con fuertes fundamentos 8 epistemológicos y un sólido enfoque fenomenológico le llevó a considerar que todos nuestros pensamientos [contenidos mentales] son signos –dado que no podemos pensar si no es por medio de ellos–, de esta manera los procesos mentales son procesos de semiosis. Para él, la semiosis es el acto mental que pone de manifiesto la relación entre el signo y su significado, es decir, la significación, la interpretación (Beuchot, 2004). Así, la semiótica para Peirce trata del análisis de “todo” lo que tiene, o puede tener, sentido [significado] para el hombre, intenta ser una formalización del sentido que éste le da al mundo. Muestra cómo, por medio de “signos”, el ser humano concibe y organiza la realidad. La teoría, el estudio, pero sobre todo la interpretación de los signos es vital para la existencia humana porque subyace en todas las formas de comunicación, dado que los signos son tan vastos y diversos como personas en el mundo. En la semiótica de Peirce, podemos observar una línea que intenta brindar en términos lógicos del signo, una “unidad” a este universo filosófico y aparentemente diverso, donde se aproxima a todas las circunstancias posibles en términos de un pensamiento genérico y simple, así como a las distinciones que se pueden hacer a su concepción del pensamiento como semiosis (Peirce, 1997). La semiosis, cuya definición más adecuada es la “acción de los signos” evoca un proceso que se desarrolla en la mente de quien interpreta, comienza con la percepción del signo –ya sea al verlo, escucharlo, palparlo, olerlo o degustarlo– y “finaliza” con la imagen en su mente del objeto del signo. Así, un signo llega a serlo, si y sólo sí, es producido por un interpretante, es decir, alguien que le otorgó otro significado [además del per se] al objeto. Así, Peirce intenta aproximarse a la concepción del pensamiento como semiosis, visto como un proceso de interpretación de signos, donde la relación de influencia, cooperación y/o acción entre: signo, objeto e interpretante, es evidente, casi inmediata y prácticamente inevitable. Para Peirce, lo realmente importante del proceso semiótico –de la semiosis misma–, es la capacidad de interpretación de los seres humanos. 1.2.2 La semiosis como proceso mental La forma en la que “conocemos”, la cognición, ha presentado un creciente interés desde el principio de los tiempos hasta nuestros días, tal interés es compartido por disciplinas que van desde la filosofía, hasta la inteligencia artificial, pasando por la lingüística, la antropología, la sociología, la psicología cognitiva, la neurociencia o la neurobiología, las cuales el presentar la cognición como objeto de estudio, les ha valido ser reconocidas como ciencias cognitivas (Von Eckardt, 1996:1). La cognición sin 9 duda es un fenómeno –por mucho– complejo, que al ser abordado desde distintas aproximaciones y perspectivas proporcionan un nutrido marco conceptual para la comprensión de los aspectos ligados a la mente humana. Desde el trabajo neuronal y de los procesos bioquímicos que ocurren en el cerebro y en el propio organismo, así como la relación de éste con su entorno [ambiente social y natural], por ello se han podido abordar temas con gran alcance teórico –percepción, atención, memoria, aprendizaje–. Así, la ciencia cognitiva, busca “comprender” el significado simbólico que el ser humano por medio de la percepción e interpretación de innumerables señales del exterior [energía] y del propio organismo, le ha permitido relacionarse con el mundo, con otros y consigo mismo. La ciencia cognitiva surge en Estados Unidos durante los años 50’s, con el objetivo de comprender el proceso del razonamiento humano, de una forma empírica, científica e interdisciplinaria. Siendo una de sus primeras dificultades establecer una definición para lo que se entiende por pensamiento, dada su inherente complejidad y carácter abierto. Así como el entender [desde un marco filosófico] que los procesos mentales no son sólo una actividad biológica, que no se producen de cualquier forma o por generación espontánea, y que por el contrario, presentan también una fuerte implicación de carácter social y de contexto, es decir, se ven implicadas las propias vivencias, experiencias, habilidades, enseñanzas académicas, etc. que son o pueden ser, únicas y personales para cada individuo (Norman, 1987:13). La ciencia cognitiva busca la comprensión de la cognición y como una forma de abordar el fenómeno cognitivo, algunos filósofos recuperan de Ch. S. Peirce el pragmatismo y la idea de “significar”, la semiosis. Entendido como el proceso por el que fluye el pensamiento de forma dinámica, más que como la correspondencia del pensamiento con el mundo [semiología de Saussure]. Quienes nadan con esta corriente reconocen que resulta difícil tratar de formalizar el pensamiento desde este enfoque, pero también reconocen que proporciona objetividad, necesaria dentro de la discusión filosófica y científica de la cognosis (Putnam, 1981:203). Esta corriente filosófica presenta algunos intentos de aplicación de sus ideas a la explicación de problemas centrales en ciencia cognitiva, como la idea de representación del mundo en el pensamiento (Von Eckardt, 1996:161). Como se ha mencionado, los seres humanos y su actividad mental, no son reducibles a su actividad orgánica, es decir, la forma en que pensamos no se puede explicar sólo en términos de la biofísica del cuerpo, o la bioquímica del cerebro –aunque sin duda son fundamentales–. Dado que esta visión reduccionista presenta problemas al tratar de explicar la característica más distintiva del 10 hombre, para explicar “científicamente” la actividad cognitiva, es decir, la forma en que pensamos. La dificultad radica en explicar qué es lo mental, que aun teniendo un sustrato físico, no puede únicamente sujetarse a éste. A decir de Peirce, no existe duda de que toda la fisiología del sistema nervioso muestra la dependencia de la mente con el cuerpo, resultando inevitable el carácter social de los pensamientos humanos. Es decir, así como un infante con el tiempo va adquiriendo la autoconsciencia, y el sentido de sí mismo, en interacción con las personas y el mundo, al tiempo va desarrollando conceptos como verdad y falsedad, bondad y maldad, belleza y fealdad. Es este mismo desarrollo, el que se configura como esencial en el ser humano, es el carácter falible y común de su conocimiento, donde lo falible no es un obstáculo a superar, sino más bien constituye la esencia de las personas, del ser humano y de su propia individualidad. En la mayoría de las teorías cognitivas, se buscan explicar a todos los fenómenos entérminos de lo que percibimos por medio de los sentidos, asignándoles las mismas propiedades que a las cosas materiales. Así, Peirce destaca la forma cartesiana de pensar en esta concepción de cognición, al señalar que estamos buscando el uso de un signo, pero lo buscamos como si fuera un objeto que coexiste con el signo, así como las frases están en alguna parte, buscamos un lugar para el pensamiento (Wittgenstein, 1998:31-34). La filosofía moderna no ha sido capaz de desprenderse del todo de la idea cartesiana de la mente como algo que “reside” en el cerebro. Sin embargo algo es cierto, la realidad no se puede separar del pensamiento y sus procesos biológicos, pero al menos, tiene la misma autonomía e influencia sobre el pensamiento, que la que tienen los procesos biológicos. Así, Peirce aborda la génesis y la estructura del pensamiento analizando si tenemos o no, la capacidad de distinguir intuiciones puras, es decir, que no hagan referencia a otras, y lo aplica así al análisis de la autoconciencia como intuición pura. Su conclusión es que carecemos de tal capacidad, por completo, dado que un pensamiento nos remite a otro, no hay intuiciones puras, no existen. Puesto que “pensamos” a través de signos, signos con los que en algún momento de nuestras vidas nos topamos, y aunque tal vez de forma breve, obtuvimos algún tipo de conocimiento, referencia o experiencia de ellos. Signos que a su vez hacen referencia a otros signos, que muy probablemente también conozcamos o no, pero que al menos nos darán los indicios necesarios para dilucidar ese nuevo signo y así construirlo en nuestra mente. De esta manera, en el origen del pensamiento se sitúa la experiencia, por lo que sólo somos capaces de pensar a través de ésta, y no tenemos acceso a la mente si no es a través del razonamiento hipotético que parte de los hechos anteriores. 11 Esto, tiene su origen en una semiosis del pensamiento que inicia durante el desarrollo de los infantes, donde se produce interacción con las personas y con el medio que le rodea, es decir, se desarrolla mediante la experimentación, el ensayo y el error. Pues como se observa, un niño no nace autoconsciente, sino que va generando esta capacidad en su interacción con el mundo, donde todos los conceptos, aun los más abstractos, lo remiten a una experiencia anterior. Es decir, mediante la introducción de una referencia continua de un signo a otro, y que junto con su consideración en el tiempo permiten la acumulación de cada vez más experiencias que enriquecen los pensamientos de las personas. De esta forma, el significado se sitúa en la colectividad de una cultura y una sociedad dadas, es decir de un contexto, que está soportado por la particularidad de cada individuo, que a su vez es parte de la red de significaciones construida por los seres humanos misma que da sentido a los significados, y no sólo a los procesos bioquímicos, o los estados mentales del cerebro, aunque es evidente que sin éstos, el hombre no tiene acceso a aquellos. Pero si bien los significados se encuentran en los signos, y éstos a su vez en el colectivo, es necesario dotarlos de un nivel de realidad equivalente al de los fenómenos físicos, y aunque unos dependen de los otros, y no pueden existir por separado, se debe establecer su propia entidad. Sin embargo, el problema radica en identificar lo que es real para el ser humano, debido a nuestra inherente naturaleza para corporeizar [significar de manera simbólica, es decir, significar de una cosa material a una inmaterial], pues consideramos inevitablemente más real [más vívido] aquello a lo quepodemos acceder a través de los sentidos. De esta forma, Peirce señala que contamos con una consciencia menos “viva” de los conceptos, a medida que éstos se vuelven más abstractos y se alejan de la experiencia, de lo vívido, por lo que en última instancia nuestros pensamientos nos remiten a ésta como origen del significado. Es por esto que conceptos como el de Infinito, podrían resultar difíciles de entender para algunas personas, así como para otras más, resulta mucho muy fácil ubicarse a sí mismos y a su entorno dentro de un ambiente como el de Street View [Google], por ejemplo, dado que es algo que han vivido, o experimentado. Sin lugar a dudas, simplemente no resulta tan sencillo materializar lo abstracto. Y eso es importante tenerlo presente pues resulta fundamental al momento de tratar de representar el espacio geográfico, principalmente de aquellos lugares en los que nunca se ha estado, o no se ha tenido “contacto”. Peirce también señala que la sensación y el poder de abstracción, pueden considerarse en un sentido, como los únicos constituyentes de todo pensamiento. Si bien es cierto que estas últimas 12 referencias a lo sensitivo parecen insuficientes, considerar la validez, utilidad y por tanto el carácter real de los razonamientos abstractos para contrastarlos con la experiencia resulta necesario. Ahora bien, aunque hablemos en términos sensoriales, muchas veces hablamos de algo que no “vemos”, ni “sentimos”, ni “olemos”, ni “oímos”, ni “saboreamos” a través de nuestro cuerpo. Este “algo”, que no sentimos a través de nuestro propio cuerpo, y que sin embargo se impone como una realidad tan fuerte, al menos como la que percibimos directamente por la experiencia sensorial, se hace especialmente evidente en la necesidad que tiene el hombre de contestar a las preguntas que se hace sobre su existencia y el sentido que da a la misma. 1.2.3 La semiosis y los sentidos Pero por otro lado, ¿qué hay de ese “algo”, que sí podemos “ver”, “sentir”, “oler”, “oír”, y “saborear” a través de nuestro cuerpo? Es decir, una vez que lo ocurrido a nuestro alrededor es corporeizado por nuestra mente, una vez que le hemos otorgado sentido a lo percibido. Lo que sentimos, nuestras sensaciones, nuestras emociones, ahora se implican y se definen a través de un dominio operacional de significado, es decir un dominio cognoscitivo, tanto en la experiencia individual, como en el colectivo social y cultural. En cierta forma, la modelización [aprendizaje] de una emoción termina modificando los procesos biofísicos que dan origen y regulan el estado emocional. De tal forma que las emociones afectan directamente los procesos semióticos, es decir, condicionan la semiosis. Las emociones constituyen un elemento importante en las relaciones que conectan a un organismo con aquellos aspectos del mundo que para él tienen algún significado, se puede decir, que todo proceso semiótico incluye algún tipo de proceso emocional. Así, las emociones no sólo son estados internos de los seres humanos, relativos a una determinada disposición a la acción durante una interacción puntual con su ambiente físico y social, su contexto (Adolph, 2002; Damasio, 2003). Las emociones son también un conjunto de respuestas químicas y neuronales desencadenadas por el sistema nervioso a consecuencia de estímulos específicos, estas respuestas producen modificaciones en el estado general del organismo y en particular sobre los circuitos neuronales. Sin embargo, los mecanismos inherentes que impulsan la emoción operan fuera del espacio de la consciencia, pese a que se perciben de forma consciente los efectos fisiológicos del estado emocional. Si bien ahora no es fácil distinguir un componente biológico y uno cultural [contextual] en el desarrollo de las emociones, sí podemos decir que ambos son determinantes. Los elementos culturales que participan en las interacciones entre individuos, relativos a un determinado ámbito de 13 significación contribuyen a organizar de una forma determinada los procesos emocionales, y por lo tanto, de los circuitos neuronales. Ésta, es una forma de aprender, de constituirse como individuo que se encuentra inserto dentro de una sociedad. De la misma manera que un pequeño recibe de los adultoslas reglas construidas cultural y socialmente de lo que está bien y de lo que está mal, del “deber ser”. La asimilación de las reglas llevará después a normas formales de la conducta semiótica, que vuelven a ésta, portadora del contenido, es decir, las reglas no son “naturales”, las reglas son “culturales”, se aprenden a partir de convencionalismos sociales (Lotman, 1974:231-238). 1.3 Semiótica y comunicación Ahora bien al tratar de explicar los fenómenos significativos a partir de preguntas como: qué “nos” significa la palabra “bosque”, o qué “nos” significa la expresión “Hogar, dulce hogar”. O bien, qué “nos” significa la imagen de abajo (Figura 1.2), o el color azul. O mejor aún, –aunque al tratarse de un trabajo tradicional impreso en papel, o en el mejor de los casos en formato digital donde pudiéramos incorporarle audio– qué “nos” significa el sonido de un tren, o el Himno Nacional Mexicano. O bien, – si pudiéramos aunque por el momento es un tanto más complicado incorporar a un documento de esta naturaleza– qué “nos” significa el olor de una naranja, o el sabor del café, en todo ello se omite un elemento esencial, la comunicación. Y aunque todo lo enunciado aquí no lo estamos experimentando realmente pues sólo se parte de un recuerdo, de una experiencia previa que sí “nos” está diciendo algo. Figura 1.2. Emoticono de caracteres ASCII Para Peirce, lo que algo signifique dependerá de los efectos que produzca, y los efectos que los signos producen [o sea, los interpretantes] deben ser signos. Desde este punto de vista pragmático, la semiosis es un proceso con límites difusos, pues supone la existencia de una acción anterior, es decir, las experiencias, el conocimiento previo, el bagaje cultural, el nivel de educación, el entorno social, es en http://es.wikipedia.org/wiki/ASCII 14 otras palabras, cualquier cosa “previa” y de contexto que “nos” connote o remita a algo que explique y justifique el sentido que los signos adquieren dentro de los procesos de comunicación. Así, estos procesos de comunicación son abiertos, pues sus efectos permanecen indefinidamente en la mente de las personas, es un proceso [en el cual la memoria juega un papel determinante], en donde la invención y el desarrollo constante del conocimiento no sólo son posibles, sino también inevitables. De esta manera, podemos observar que dentro del proceso de semiosis –comunicación, en algún sentido–, convergen dos elementos, uno de carácter colectivo [una regla de interpretación en el grueso de una sociedad] y el otro de carácter individual [elemento innovador resultado del bagaje personal de cada individuo]. De acuerdo con Peirce, existe comunicación donde se da un proceso simbolizador –de la naturaleza que sea–, donde alguien se vea remitido a otra cosa por un elemento “material”, este elemento material pudiera ser entendido como algo tangible, palpable, “existente”, sin embargo como hemos descubierto, ese algo también son ideas, imaginarios, “abstractos”, y en un sentido más profundo, recuerdos. Así, la comunicación existe porque hay una producción de signos que necesitan ser interpretados –dada la naturaleza simbólica del ser humano–. Si partimos de la idea de que la comunicación, en términos simples, sólo puede existir en el momento que algo [mensaje, información, –discurso–] es emitido, trasportado y recibido, considerando que ese algo, el “discurso”, sólo existe cuando se representa en algún tipo de signo, luego entonces, ese signo debe estar “codificado” –semiotizado– de algún modo para poder comunicar, al tiempo que es transportado del emisor al receptor por medio de un canal. Comunicación significa interacción, sin embrago la interacción posee cualidades y consecuencias distintas según la perspectiva con la que se analice el proceso de comunicación. Una perspectiva en la teoría de la comunicación en la que se tiene en cuenta como interacción la transmisión de información, es la desarrollada por Shannon y Weaver [1949], basada en el concepto de información, definido por una expresión isomorfa con la entropía negativa de la termodinámica, asumiendo con ello que la información sirva como una medida de la organización. Así, la teoría de la comunicación es otra vía vinculada de cerca a la teoría de sistemas cuyos conceptos céntricos son, por un lado, la “información” y por el otro, el de “retroalimentación”, este último ligado más estrechamente a la cibernética de Wiener [1948] (Quastler, 1953; Von Bertalanffy, 2003). En un sencillo esquema de retroalimentación (Figura 1.3), se puede observar que el acto comunicativo mantiene la misma concepción de comunicación como proceso de transmisión de información, en donde vemos que los procedimientos simétricos de codificación y descodificación [interpretación] se llevan a cabo mediante 15 signos, pudiendo irrumpir con ello la semiótica, más particularmente la semiosis, en el campo de la teoría de la comunicación (Von Bertalanffy, 2003:43). Figura1.3. Diagrama del proceso de comunicación Planteado de esta forma, todo acto de comunicación puede describirse como un par constituido por un signo producido por un efector [emisor], interpretado luego por un receptor. Por lo que su análisis combinará la producción e interpretación de un mismo signo. Si consideramos el modelo de comunicación de Peirce, podemos representar los procesos del emisor y el receptor como un proceso de semiosis en donde existe interacción entre signo, objeto e interpretante, que permiten procesos de retroalimentación. Para ello, una buena parte de los autores que han tratado el asunto de la interpretación de signos, han partido de la opinión ampliamente extendida de que la “producción” y la “interpretación” son procesos absolutamente reversibles (Eco, 1978). Contra esta afirmación se puede observar que el interpretante está obligado a efectuar un proceso de semiosis que no tiene por qué llegar necesariamente a rencontrar el mensaje original. Existe pues una disimetría a priori, ya que el receptor interpreta, es decir realiza semiosis, de un mensaje producto de otro proceso de semiosis efectuado por el emisor. Se trata por tanto, de un proceso inferencial de abducción en el que todo acto concreto de semiosis presupone uno anterior. Si se tiene en cuenta que el papel del emisor y el receptor son igualmente importantes, lo cual no presupone reversibilidad pero sí mantenimiento del equilibrio, es posible pensar que el esquema de retroalimentación sea el mecanismo que permite descubrir al receptor precisamente lo que el emisor actualizó en su proceso de semiosis, permitiendo con ello una correcta significación del mismo objeto mediante la continua realización de abducciones (Santaella, 2001). Así, la lógica-semiótica de Peirce, entendida como una teoría de comunicación se dirige hacia una teoría tripartita dinámica de: significación [relación del signo consigo mismo], objetivación [relación del signo con su objeto] e interpretación [relación del signo con sus intérpretes]. Donde el signo en su connotación dinámica, como término técnico, se deriva de la noción menos elaborada de enunciado o “mensaje”, y la noción de interpretante se trata de un refinamiento lógico de la noción de “interpretación”. Mientras que el objeto como emisor o enunciado de un signo de cualquier fenómeno interpretado, es la realidad en sí mismo [realidad, entendida como pensamiento que se expresa a través 16 del emisor]. De esta manera, esta definición tripartita del signo derivada de la triada emisor-mensaje- intérprete, es una construcción conceptual abstracta que parte del modelo de comunicación de una conversación, diálogo, discurso o intercambio que se da entre los seres humanos. La teoría de la significación [semiosis], busca explicar los procesos de comunicación en general, así como la actividad interpretativa del destinatario [receptor].La semiótica de Peirce, ha ayudado a superar una noción simplista de los elementos más importantes de la comunicación –emisor, mensaje [canal], receptor–, dedicando mayor atención al proceso de interpretación. Donde desde la perspectiva estructuralista de Saussure, la responsabilidad del proceso de comunicación reincide en el emisor, mientras que el receptor juega un rol, más bien pasivo, que sólo se limita a deshacer el proceso de semiosis. De esta manera, al parecer se brinda mucha más importancia a la creación del mensaje, que a su interpretación. La semiótica de Peirce, por su parte permite ver que la constitución del sentido de la comunicación requiere de la “cooperación”, tanto de quien construye [emisor, que antes de enviar también “interpreta”, para representar y por lo tanto, comunicar] como de quien recibe, así la interpretación no sólo implica conocer el código, pues también implica explotar y expandir la creatividad, las suposiciones y las implicaciones, o sea, realizar procesos de abducción. Así, lograr transmitir con éxito un mensaje [información] dentro de un proceso comunicativo, “significa” emplear todos los recursos de los que se dispone, “significa” conocer al intérprete(s) –en la medida de lo posible–, considerar los diferentes interpretantes –que surgirán dependiendo de los contextos–, y por supuesto seleccionar el mejor medio o canal, es decir representación para su transferencia –los cuales son cada vez más diversos, aunque no siempre más accesibles, o eficientes– pero en cuyo caso como hemos establecido aquí, el éxito dependerá también de los procesos de semiosis del efector y receptor, que fundamentan el comportamiento intencionado de transferencia de información; por lo que pueden entenderse como mecanismos de naturaleza retroalimentadora que presuponen disposiciones estructurales del tipo mencionado, de la teoría de la comunicación. Esta situación es consecuencia de un principio general de organización llamado mecanización progresiva, gobernada por interacción dinámica entre sus componentes (Von Bertalanffy, 2003:44). Es precisamente en este sentido, que la concepción del signo de Peirce se muestra más redonda que las diádicas de Saussure. Ya que la noción de interpretante nos remite a las posibilidades de interpretación de emisor y receptor; mientras que en las concepciones diádicas poco nos remite a una intersubjetividad, indispensable, para efectuar de manera efectiva el proceso retroalimentador. Para que exista esta intersubjetividad que permita la comunicación, es necesario postular la existencia de rasgos comunes [convencionalismos] en los procesos cognitivos de todos los seres humanos. 17 Sin duda, uno de los aspectos más notables de la teoría semiótica de Peirce es el haber planteado las relaciones semióticas como una gran teoría de la significación, del carácter mediador del interpretante y como gracias a él, es posible entender la comunicación como un entramado de cadenas en las que un signo-objeto-interpretante, son el eslabón que permite conexiones hacia atrás y hacia adelante, hacia arriba y hacia abajo dentro del proceso comunicativo. De ahí que pueda hablarse – aunque Peirce no lo haga– de un círculo semiótico, que quizá sea mejor definirlo como una espiral semiótica, debido al descentramiento e ilimitación, como un proceso de posibilidades infinitas en el que todo signo presupone un proceso anterior, así como el detonador que permite la generación de nuevos pensamientos. Es decir, el signo no es el punto divergente de donde parten líneas opuestas y orientadas hacía el desencuentro, por el contrario, siempre cabe la posibilidad de que un signo remita a un interpretante y este, a su vez al signo, sea de forma mediata o inmediata. Para Peirce, eso presupone también la existencia de un objeto representado, pues como hemos insistido, la semiosis es una relación dinámica necesariamente tríadica, donde si faltara en algún momento el objeto del signo, no cumpliría esa condición. Así para Saussure, el signo es una relación diádica de significado y significante, en donde el primero se asocia a la connotación, el concepto que representa, que en sí mismo es un concepto que como tal, se une al significante para construir un signo; mientras que el segundo es la forma que toma el signo, relacionándose con la manifestación física [forma, sonido, color, textura], en pocas palabras “esto” significa “aquello”, y que sólo cuando se asocia a un significado se constituye un signo. Tal y como sucede con la semiología que se aplica aún en muchos de los mapas coetáneos, donde la relación uno a uno entre la leyenda y lo que muestra el mapa es fundamental para comunicar a una audiencia muy específica de geógrafos, ingenieros u otros especialistas. En cambio para Peirce y sus relaciones tríadicas, el signo es algo perceptible o imaginable, que se convierte en signo precisamente porque representa a otra cosa, que es su objeto, es decir amplía el horizonte de posibilidades de la significación lo que permite que el proceso de comunicación se expanda y fluya, y por tanto, no queda la comunicación restringida hacia una limitada audiencia de expertos especialistas. Sin embargo, para que un signo pueda ser interpretado, el objeto tiene que ser conocido con anterioridad. Tanto desde el punto de vista epistemológico como desde el semiótico, de tal modo que primero existe un objeto y después un signo que lo representa. De ahí que Peirce pueda decir que es el objeto el que determina al signo y no a la inversa. En el fondo de esta cuestión está un 18 presupuesto de gran importancia para Peirce, todo nuestro conocimiento se deriva de conocimientos previos. En otras palabras, nuestro conocimiento es siempre inferencial, no es posible un acto absolutamente originario en el sentido de que se pueda establecer un conocimiento que no tenga nada que ver con algo previamente conocido. Por lo que es posible decir, que todo acto concreto de semiosis presupone uno anterior. Por último hay que mencionar la importancia que tiene para el proceso de comunicación la concepción de los actos de semiosis como procesos abductivos. El desarrollo de la pragmática de Peirce, nos permite ver que la constitución del sentido es una actividad en la que la participación del receptor es tan importante como la del emisor. Donde la actividad interpretativa de los seres humanos exige una competencia que no se reduce al simple conocimiento del código, pues se le exigen acciones tan creativas como las de presuponer, implicar, llenar espacios vacíos, recurrir a otras representaciones, etc. En otras palabras, se le exige la realización continua de abducciones. Estableciéndose con ello para el emisor posibilidades de relaciones que nunca antes se habían establecido. O también crear las condiciones para que el receptor sea el que establezca las posibilidades de su propia interpretación. En cualquiera de estos casos, se podrían realizar también operaciones retroductivas, es decir, buscar en la mente [memoria] un signo anterior que actúe de regla explicativa del nuevo signo. En un cierto sentido podría decirse que no hay nada nuevo, la regla ya está en el intérprete, pero como resulta obvio, la novedad consiste en conjuntar lo que antes no estaba unido. La perspectiva de semiótica de Peirce no niega pues, la existencia de reglas, sólo pone de manifiesto que una regla puede usarse de varias maneras, puede emplearse para regular comportamientos que el uso social ha institucionalizado, de tal forma, que su aplicación es prácticamente automática. Otras veces puede tratarse de reglas que los usuarios pueden disponer con cierta facilidad si tienen un conocimiento aceptable de su entorno. Pueden incluso inventar nuevas reglas para regular comportamientos comunicativos que hasta un cierto momento no habían sido regulados. Esto sucede por ejemplo con lasemiótica que se emplea hoy en día dentro del diseño de las nuevas expresiones geoespaciales. 1.3.1 Percepción y cognición La teoría semiótica de Peirce se abre a todos los tipos de signos, ya sean visuales, auditivos, olfativos, táctiles, degustativos, etc. lo que proporciona una base teórica para la comprensión de un amplio rango de situaciones para la comunicación. Y es aquí donde entra el enfoque de la teoría de la 19 percepción, el cual resulta muy natural, e incluye estímulos de todos los sentidos. El proceso de percepción inicia con el estímulo interno o externo que tienen un impacto en los registros sensoriales. Así la atención y la selección, son las primeras actividades que realizan los registros sensoriales, donde el reconocimiento, organización, clasificación y discriminación de la información recibida hace de “puente” entre la percepción y la cognición, lo que da paso al proceso de codificación de la memoria a corto y largo plazo, para finalmente generar o emitir algún tipo de respuesta interna o externa, donde ésta última sucede, de ser el caso. Es importante señalar que a lo largo del proceso cognitivo hay influencias no sólo internas, como nuestras propias experiencias, estados de ánimo, capacidades intelectuales o físicas, o incluso estado de salud, sino también externas, es decir nuestro propio contexto. De esta manera podemos ver que el nivel más básico de significado de un signo se internaliza mediante el proceso de la percepción, es decir, cuando nuestros sentidos hacen contacto con la información de la realidad, cuando registramos lo que percibimos a nuestro alrededor. Para lo cual resultan importantes tanto la observación personal, como la experiencia individual, y su contexto, es por ello que el mundo no se “mira” igual a través de los ojos de un invidente, de un daltónico, de un sordo, de un hombre, de una mujer, de un niño, de un anciano, de un hombre de campo, o de un economista. La percepción humana se conecta en mayor o menor medida –no mejor ni peor–, dependiendo de su ambiente y de sus “capacidades” para descubrir [percibir] el mundo. Así la percepción es un proceso activo, muy dinámico, pero sobre todo raudo, las personas seleccionan información, la reconocen, organizan, clasifican, y discriminan, emiten respuestas o actúan en función de su experiencia anterior, es decir, buscan entre su memoria “algo” que se relacione o tenga sentido para un hecho en específico, pero además lo hacen en fracciones de segundo. Y es precisamente esta interacción entre la percepción y la cognición [la semiosis], lo que permite dotar de sentido a lo que nos rodea. Biederman dice que la mayoría de las personas que son expuestas a 100 milisegundos –o menos– de un video musical no tienen mayores dificultades en reconocer un patrón e interpretar su significado, es decir, la trama del mismo (Biederman, 1995:121). Sin embargo, los procesos que ocurren en la mente son demasiado veloces como para detenerse a poner etiquetas verbales o de cualquier otro tipo para clasificarlo todo. Así inicia este proceso activo de la percepción, donde se selecciona la información, se reconoce, organiza, clasifica y discrimina con base a lo ya almacenado en su memoria, para finalmente dotar de sentido y significado a lo que se está viendo. De esta manera, el proceso de interpretación ocurre independientemente del procesamiento 20 del lenguaje, es decir, si bien pensamos en todo momento no necesariamente elaboramos en nuestra mente ideas, o conceptos que se exterioricen verbalmente todo el tiempo. Siguiendo el concepto de interpretante de Peirce, las señales que se envían al cerebro por los diferentes canales sensitivos son sintetizadas por el cerebro, donde un nuevo signo puede ser creado e interpretado. Y si bien la interpretación que realizamos está sujeta a experiencia y conocimientos previos, estos podrían también ser escasos o equivocados. De esta manera, el significado de los signos puede ser internalizado como lo que se aprende a través del procesamiento visual de la información de la realidad, pero también inducido por una sociedad y una cultura determinadas, creándose de esta manera una dimensión exteriorizada en la interpretación (Moriarty, 1996:175). Así, gran parte de lo que sabemos, del significado que asignamos a los signos, se deriva del aprendizaje social. Tal como ocurre cuando se nos enseña que en un mapa se observan ubicaciones, que sirve para llegar de un sitio a otro, que las calles son las líneas y las cuadras son los bloques. Que si estuviéramos en Belice las indicaciones para llegar a un sitio serían dos millas al Este y doblar tres más al Sur, o en Nueva York sería entre la 87a y la 3a antes de llegar a Lexington. Mientras que aquí en la ciudad de México nos dirían pasando el puesto de periódicos junto al café de chinos cruzas tres semáforos, lo verás antes de llegar al edificio de mosaicos rojos. Aquí es donde la noción de Peirce de interpretación de las comunidades tiene sentido, donde el continuo de elementos de interpretación se mueve de lo interno a lo externo, es decir, “cómo me lo están diciendo o haciendo saber”, a “cómo lo estoy interpretando en función de lo que sé”. Así los seres humanos entendemos, utilizando los sentidos y el cerebro, entendemos internamente cuando usamos información y experiencia previa y las combinamos con convencionalismos basados en el exterior, convencionalismos culturales y sociales. Así la comunicación combina respuestas perceptuales, cognitivas y convencionales dentro del proceso de interpretación. Donde cada vez que elaboramos una interpretación sobre algo, éste se vuelve más rico, su interpretación se amplía por la introducción de referentes que provienen de nuestra memoria [recuerdos y experiencias], lo que implica que al menos una vez hayamos tenido referencia del signo que estamos interpretando. Es justo aquí donde entra el criterio de interpretabilidad de Peirce, que se explica en función de dos momentos que involucran tanto a la traducción del signo, como la extensión o ampliación del mismo donde se echa mano de lo acumulado en la memoria, lo que inevitablemente da paso a una cadena infinita de significaciones, significaciones que a su vez toman forma por convencionalismos socialmente construidos. De esta 21 manera, se establece que el proceso de significado, es decir la búsqueda del mismo, es un proceso infinito de interpretación, lo que hace la noción de semiótica de Peirce sea un sistema abierto de construcción de significados. Dentro del proceso de comunicación visual resulta básica la noción de interpretante, como la base del conocimiento que enriquece y contribuye en el proceso descriptivo de las imágenes. De tal manera que cuando se observa una fotografía y la interpretamos, no podemos escoger lo que sabemos, así como tampoco podemos escoger qué parte de nuestro conocimiento almacenado se puede activar por el estímulo de la imagen, esto que ocurre no ocurre de forma consciente, sino que es algo que se activa por aquello que nos evoca, nos remite, nos transmite. Cuando observamos una imagen, instantáneamente ésta se integra y se coteja con nuestra intrincada red de conocimientos y experiencias adquiridas y almacenadas a lo largo de nuestras vidas. Así cuando vemos una fotografía con un horizonte al atardecer (Figura 1.4), no vemos la “tranquilidad”, sino que percibimos la sensación (Burgin, 1983:239). Figura 1.4. Ocaso Imagen de uso libre. Disponible en: http://www.desktopbackgroundsfree.net/landscape-sunset-wallpapers.htm Última consulta: Diciembre, 2011 http://www.desktopbackgroundsfree.net/landscape-sunset-wallpapers.htm 22 Dentro de la información visual el proceso de interpretación es mucho más abierto que en la interpretación de textos por ejemplo, pues brinda puntos de partida para comenzar el procesointerpretativo, es decir, cuando leemos la palabra “océanos” dentro de las líneas: […] la riqueza de los mares y océanos se consideraba inagotable; hoy nos damos cuenta que no es así (Conabio, 2009). Podríamos entonces, comenzar a elaborar pensamientos a cerca del deterioro ambiental, de las actuales prácticas de consumos, de la falta de políticas públicas en torno al cambio climático, etc. Así, observamos que es el mismo texto quien en principio nos va guiando dentro del espacio de pensamiento y reflexión. Sin embargo, al ver la imagen arriba, el concepto “océano” puede tomar una infinidad de sentidos, puede evocar en principio todo tipo de sensaciones y recuerdos para de ahí comenzar a elaborar ideas y reflexiones. Estos productos cognitivos, pueden ser sumamente personales y dependen en gran medida del bagaje social y personal. De tal manera que la “lectura” de la imagen estará en función de quién lea e interprete, es decir, de sus propias experiencias y capacidades, pero además de sus propios intereses, ya que para algunos la imagen arriba puede evocar la sensación de tranquilidad, para otros el recuerdo de sus últimas vacaciones, o bien, la fobia al mar, mientras que para otros más tan sólo sea simplemente una bonita postal. 1.3.2 Abducción y creatividad Una contribución importante de Peirce a la cognición, fue el afirmar que todos nuestros pensamientos son consecuencia de nuestra interpretación de los signos (Peirce, 1974:186). De tal manera que la interpretación del signo, como un proceso de inferencia, da paso a la idea de que el pensamiento basado en inferencias resulta básico para la interpretación de signos, donde las pistas visuales [previamente conocidas] son el recurso para la elaboración del sentido, el cual es posterior a la interpretación (Eco, 1979:158). La abducción de Peirce es un proceso inferencial, que permite construir hipótesis para darnos cuenta del estado de las cosas, donde entre más pistas se conozcan o estén disponibles, se podrá llegar a una veraz conclusión [interpretación] (Peirce, 1974:102). Para Peirce, la construcción de una hipótesis abductiva es como “como un latigazo de luz”, donde la idea viene a nosotros como un flashazo, y donde el razonamiento abductivo continúa ensamblando iterativamente las observaciones y los atributos de una variedad de características de un tópico, hasta que una conclusión o hipótesis se puede generar o construir (Peirce, 1974:107). El proceso de abducción debe comenzar con la observación, y es por ello, que el razonamiento abductivo está fuertemente relacionado con el 23 proceso de comunicación visual. Donde observar un programa de televisión inmerso entre cortes publicitarios, comerciales, políticos o gubernamentales, por ejemplo, nos envía pedazos de todo tipo de mensajes que reunimos, casi al instante y en automático, para crear nuestros propios mensajes, es decir, nuestras propias imágenes de la “realidad” (Becker, 1978:42). De acuerdo con Peirce, la abducción es la forma más creativa del razonamiento, los creativos y publicistas recurren a la abducción para hacer llegar ideas desde visualizaciones, pues toman una idea cotidiana de la vida de las personas y la expresan de una forma visual y enfática, donde incluyen todo tipo de recursos comunicativos no sólo visuales (Davis, 1972:4). Así pues en términos generales, podemos decir que la abducción es el origen de la creatividad científica (Anderson, 1987:13), y a lo que Umberto Eco llama “la abducción creativa” (Eco, 1986b:42). 1.3.3 Interpretación visual La concepción de abducción de Peirce comienza con la observación, y las observaciones en un sentido estricto son en principio visuales, así con el propósito de reforzar la idea de que la abducción proporciona una explicación lógica de la interpretación visual, tendríamos que entender primero esta idea; un detective detecta [un patrón, unas señales] y un inspector inspecciona [mira a fondo, los detalles] (Moriarty, 1996:184). De esta misma manera, un espectador le da sentido a una imagen, ya sea estática o en movimiento, o bien, esté inmersa dentro de un entorno más dinámico y ágil. Algunos expertos señalan, que las personas al ser expuestas a determinadas imágenes, a lo largo de un programa de televisión por ejemplo, suelen desarrollar hipótesis acerca de cómo esas imágenes se van relacionando con pequeños y sutiles detalles hasta que las ideas se van hilando al punto en el que logran comunicar [transmitir] algo (Eco y Sebeok, 1983). Un ejemplo de ello podrían ser los Atlas Cibercartográficos [CentroGeo], donde información cuidadosamente seleccionada y coherentemente estructurada muestra distintas representaciones espaciales insertas en pequeñas narrativas audiovisuales muy dirigidas, las cuales son presentadas con un cierto ritmo, parsimonia, entonación o énfasis. Donde todo esto se encuentra enmarcado dentro de una interfaz cuyo diseño lleva formas, imágenes y figuras alusivas al tema en cuestión, así como los colores y las tonalidades van acorde a una cierta psicología, a lo que un mensaje busca transmitir. De esta manera, el reconocimiento visual se basa en ciertas características perceptibles de las cosas y las imágenes, donde no es necesario que notemos la totalidad de todos los detalles para lograr 24 reconocer algo (Figura 1.5), pues los rasgos “claves” siempre serán suficientes para percibir y continuar con el proceso cognitivo. Los seres humanos empleamos señales [piezas de información visual] para construir hipótesis, que casi de inmediato, dan paso a una experiencia sensorial, que nos permite hacer una interpretación del significado. Así, la interpretación dentro de la semiótica de Peirce basada en la abducción resulta muy similar a cómo procesamos la información visual, y es por ello que la semiótica y su proceso de abducción pueden ser una útil herramienta dentro de la elaboración de representaciones del espacio geográfico. El entrenamiento formal que se necesita para la interpretación, en este caso de un icono o un índice de los que habla Peirce, resulta menor que el entrenamiento formal para la interpretación de un idioma por ejemplo. Debido a que el factor de semejanza empleado para la interpretación del icono y el factor de la experiencia empleado para la interpretación del índice, requieren de habilidades [interpretativas] que son más intuitivas que convencionales, es decir, el proceso de comunicación visual opera relativamente sin mucho entrenamiento, y es precisamente ese tipo de habilidades las que se usan dentro del pensamiento abductivo. Al no existir una clara definición de los códigos arbitrarios en la comunicación visual, y considerando que es fundamental el papel de la observación, la cual dota de sentido a los signos icónicos y a los índices, uno podría especular que el proceso de interpretación visual demanda más de las personas que el proceso de interpretación verbal (Messaris, 1994:133-135). Aunque justamente es esa característica arbitraria de los signos –y que rara vez se “enseña” de manera formal– la que dota de sentido a la discusión de que las reglas, los convencionalismos, las normas, los lineamientos y demás pautas “formales”, son más difíciles de enseñar que el hecho de facilitar a que el proceso interpretativo fluya, y se dé. Dado que la intuición no sólo nos es más familiar, sino que también nos es más natural. Además de que la elaboración de pautas reguladoras, su enseñanza y su difusión, implican más tiempo, tiempo del que en muchos casos no se dispone. Figura 1.5. Ley de cierre [Gestalt] 25 C A P Í T U L O 2 2. La representación semiótica en los mapas [tradicionales] 2.1 Antecedentes Mucho antes de que en el siglo XX las preocupaciones etimológicas abrieran la discusión en el campo del estudio de los signos;en la tradición de la producción cartográfica de siglos atrás, se entendía al mapa como una representación del arte, cuyos lineamientos en su elaboración estaban estrechamente ligados a la belleza estética y al disfrute en su contemplación (Mitchell, 1995). El propósito de este Capítulo, es mostrar brevemente la historia de los mapas, vistos como elementos de arte y semiótica, presentes en las representaciones cartográficas, desde los primeros siglos, hasta el advenimiento de los mapas asistidos por computadora; con la idea de ver y conocer, los diferentes 26 elementos de semiótica gráfica que han estado presentes a lo largo de la historia, su evolución y adaptación en el tiempo, hasta su transición como elementos de comunicación de información geoespacial. Desde el principio de los tiempos, los mapas han sido considerados como uno de los medios más elementales de comunicación, inclusive al nivel del lenguaje hablado. La estética en su diseño es uno de los dos pilares fundamentales de su éxito comunicativo, la “belleza” de un mapa lo convierte en un elemento atractivo, agradable e interesante a la vista que logra capturar la atención de quien lo mira, haciendo de ellos unidades eficientes para presentar ideas, temas, o conceptos difíciles de expresar verbalmente. El segundo de ellos, lo constituye el uso de los signos semióticos, como un elemento de conexión con el referente espacial hacia su expresión visual (Keates, 1996). Por su practicidad y utilidad, los mapas nos ayudan a “visualizar” [representar y organizar] información de los espacios, facilitando su exploración y reconocimiento. Los mapas son signos cognitivos, representan “algo” –y un poco más– sobre un lugar, y los procesos que en él ocurren (Hall, 2007:7). Mediante un proceso de modelado, los mapas describen y muestran de manera gráfica fenómenos espaciales, a partir de elementos simplificados que mejoran su comprensión. Estas representaciones gráficas [signos] deben ser capaces de guardar equivalencias con la realidad, entendiendo siempre, que ésta es mucho más compleja que cualquier modelo síntesis, y que es necesaria una gran capacidad de abstracción, para lograr mostrar las regularidades y recurrencias que sustentan los fenómenos geográficos (Benoit et al., 1993). Los mapas, sin lugar a dudas, son una de las formas de comunicación más eficientes, son universales y fáciles de entender, independientemente de la cultura a la que se pertenezca o el idioma que se hable. Desde que el ser humano comenzó a emplear los mapas como un recurso de comunicación y conocimiento, no ha dejado de transformarlos. No sólo ha venido empleado nuevas técnicas y materiales para su elaboración, sino que también su concepción, formas semióticas, formas de presentación, y despliegue, están en constante modificación. Desde las primeras representaciones espaciales, algunas sencillas y rudimentarias, los mapas han evolucionado en cartografías cada vez más sofisticadas y dinámicas, pero ¿cómo los mapas nos comunican algo más que una ubicación en el espacio?, ¿cómo surgieron los elementos de semiótica que actualmente conocemos?, ¿qué elementos de semiótica han logrado perdurar a través del tiempo?, aún más, ¿al hablar de mapas tradicionales estamos hablando de semiología, o más bien, de semiótica? 27 2.2 Cartografía rudimentaria Si bien, las primeras representaciones cartográficas no pueden ser determinadas con extraordinaria exactitud, resulta incuestionable su existencia desde tiempos prehistóricos. Los mapas son inmediatos a cualquier civilización, nacen antes que cualquier tipo de escritura y vuelven evidente la necesidad natural de plasmar el territorio conocido. Dentro de la cartografía rudimentaria es posible encontrar verdaderas joyas de la comunicación del espacio geográfico, pues quienes las construían y utilizaban tenían claro el espacio a su alrededor. El mapa de Konya en Ankara [Turquía], considerado como el primer mapa del que se tiene registro, es un ejemplo claro de ello (Figura 2.1). Figura 2.1. Mapa de Konya, Turquía. 6200 a. C. Autor desconocido Este mural paisajístico de tres metros de largo muestra en primer plano la ciudad compuesta por 80 edificios y al fondo lo que se cree es el volcán Hasandağ haciendo erupción. Descubierto por James Mellart en 1958, durante la excavación de la antigua ciudad Catal Hyuk Cada pueblo primitivo ha elaborado su propia cartografía rudimentaria, sus propias representaciones, expresada en la mayoría de las veces, como trazos efímeros sobre la arena o la tierra mojada, o bien, utilizando materiales y herramientas que se tenían a mano. Así, pequeñas porciones de arcilla tallada son capaces de mostrar el paisaje, como la tablilla de Ga-Sur (Figura 2.2), en la cual se inscribe la superficie de un valle limitada por dos cadenas montañosas, que son atravesadas por un flujo de agua. También se observan algunas ciudades simbolizadas por círculos, al igual que tres puntos cardinales, y si bien la ubicación exacta que representa aún es desconocida, la tablilla es una buena representación de un mapa topográfico (Raisz, 1948:5). Los trozos de arcilla también son capaces de 28 contener importantes datos del territorio como la tablilla de Shuruppak (Figura 2.3), que en ambas caras con escritura cuneiforme muestra un conjunto de 104 registros que incluyen información sobre el tamaño de parcelas, el nombre y profesión de cada propietario [i. e. comerciantes, escribas, pescadores], datos sobre la cantidad y tipo de semillas para cultivo por parcela y hasta la cantidad de litros destinados para su riego (Diringer, 1982; Casson, 2001). El nivel de detalle y organización de la información contenida en la tablilla, la convierte probablemente, en el primer Sistema de Información Geográfica del que se tenga registro. Figura 2.2. Tableta de Ga-Sur, Harran 2500/3800 a. C. Autor desconocido La tablilla fue descubierta por Mellaart en 1930 durante las excavaciones de Ga-Sur, Harran [hoy norte de Irak]. Existe conflicto entre las autoridades por su fecha de origen, algunos creen que pertenece a la dinastía Sargon de Akkad (2300- 2500 a. C.), y algunos más al periodo Agado (3800 a. C.) Figura 2.3. Tableta de Shuruppak, 2600 a. C. Autor desconocido La tablilla es considerada un auténtico “libro” de registros de la propiedad Los mapas como herramienta –o las herramientas como mapas–, resolvían los problemas de ubicación, orientación y desplazamiento, ayudaban a transmitir la información y el conocimiento necesarios no sólo para la movilidad, y el intercambio social y comercial de una forma útil y sumamente eficiente. Los mapas táctiles de los inuit fueron diseñados y tallados en madera para representar la línea de costa de Groenlandia (Figura 2.4), donde se mostraba el perfil de las 29 montañas, los islotes y las playas, necesarios para la navegación costera de los kayakistas (Bagrow, 1960:27). Por su parte, los mapas de varilla o mattang (Figura 2.5), son finos enrejados de varas de caña y fibras de palma que simbolizan los patrones y las direcciones de las corrientes marinas entre los atolones de las Islas Marshall en el Pacífico Occidental (Woodward y Malcom, 1998:479). Ambos mapas fueron diseñados como herramientas ligeras, resistentes y durables para la navegación, que implicaron no sólo un trabajo artesanal y prolijo, sino también un fuerte proceso creativo, de abstracción y deconstrucción geográfica. Figura 2.4. Mapa inuit, 1884. Autor desconocido Estos mapas táctiles representan el abstracto de la línea de costa de Groenlandia, donde sintiendo los bordes del lado izquierdo se puede navegar al norte, mientras que al girar se puede sentir el lado derecho que lleva al sur Figura 2.5. Mapa de varilla, 1940. Autor desconocido Entre los esquimales la construcción y el uso de estos mapas es una tradición
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