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Gnoseología (teoría del conocimiento) Apunte-guía de cátedra Nombres, objeto propio y ubicación de la Gnoseología. Verdad y certeza. La Gnoseología (del griego gnosis, conocimiento, y logos, razón, discurso, tratado) se llama también Teoría del conocimiento, Crítica del conocimiento y, a veces, Epistemología general (del griego epistéme, ciencia). También se usó el término Criteriología (teoría del criterio de verdad) o bien Lógica material o Lógica mayor. Su objeto propio o formal es el valor del conocimiento humano. Pero el valor, en este caso, implica dos aspectos: la verdad y la certeza de tal conocimiento. Actualmente solemos emplear ‘verdadero’ y ‘cierto’ como sinónimos, y así decimos: ‘¿Es cierto que ayer estuviste en el partido de tenis?’, queriendo expresar: ‘¿Es verdad que ayer… etc.?’. Pero, para hablar estrictamente, en Filosofía debe distinguirse entre verdad y certeza. La verdad (lógica) es la adecuación entre lo que nuestro intelecto en sí mismo expresa (la enunciación o proposición) y lo que es. Así, si decimos: “esta mañana es calurosa”, y lo es –por ejemplo el termómetro marca 32º– estamos en la verdad, decimos la verdad, pensamos la verdad. La certeza, en cambio, en el lenguaje filosófico actual, significa un estado subjetivo, el cual está seguro de que tal tesis o tal otra es verdad. Dada esta terminología, puede haber certeza sin verdad, como cuando alguien se mantiene, por ignorancia u obstinación, firmemente en un error (por ejemplo: ‘el átomo es indivisible’); puede haber verdad sin certeza, como cuando una persona, sin estar seguro, afirma: ‘La distancia entre Buenos Aires y Mar del Plata, por carretera, es de 405 km’. Pero ocurre que el concepto de certeza a través de los tiempos ha sufrido una evolución: primeramente significaba un estado del objeto, cuando está firmemente determinado por su esencia o su ser (por ejemplo: 2+2=4 sería así una certeza objetiva). Luego evolucionó hasta significar el ya aludido estado subjetivo de la mente humana. Por eso se distinguen tres tipos de certeza: a) la certeza objetiva, que es lo que acabamos de ver; o la que tiene esta enunciación: ‘El ente no puede ser y no ser simultáneamente y bajo la misma relación’; b) la certeza subjetiva, la que indicáramos poco antes: la firme adhesión de la mente a una tesis dada, y c) la certeza formal (la verdadera certeza), que es aquella en que se da, por parte del sujeto, firme adhesión de la mente, y por parte del objeto, verdadera certeza objetiva. O sea, la certeza formal es una certeza subjetiva objetivamente fundada, basada en una manifestación evidente del ser. Existen varias posiciones acerca de la índole y ubicación de la Gnoseología, que no tenía nombre particular, ni especial ubicación, en la filosofía anterior a Descartes y a Kant. Para algunos, es disciplina independiente y debe estudiarse antes de todo lo demás en Filosofía (así, en Kant y en no pocos pensadores idealistas e incluso realistas). Para otros (por ejemplo, para los primeros neoescolásticos), los problemas de la Gnoseología, generalmente llamada Criteriología, se estudiaban en una parte de la Lógica (lógica especial o material o aplicada o incluso ‘real’ o mayor) o, más raramente, en Psicología (debido a que se le daba por objeto el problema de la certeza, y a que se veía en ésta un estado subjetivo de la mente). Otros la ubican en la Metafísica (ya sea al principio, ya en el medio, ya al final). Así, muchos tomistas, y Hartmann. El estudio del conocimiento en cuanto tal es tema de la Metafísica, porque el conocimiento en cuanto tal dice relación al ente en cuanto tal; pero, tal como se la estudia en la actualidad, y con especial referencia al conocimiento humano, a dicho tema principal, se agregan perspectivas y soluciones tomadas de la Lógica, de la Filosofía de la naturaleza, de la Psicología y de la Ética. Y hasta la Teoría general de las artes o técnicas tiene su palabra que decir acerca de la índole del conocimiento artístico y técnico. La Gnoseología no puede ser reducida a Epistemología, el conocimiento no puede reducirse al conocimiento científico (es la posición reduccionista denominada cientificismo), pues existen conocimientos no científicos: técnicos, artísticos, filosóficos, religiosos, etcétera. Lectura: Hessen, Introducción. 2. La posición de la teoría del conocimiento en el sistema de la filosofía El conocimiento: definición, características y clasificación Si tenemos en cuenta que el ser como verdadero es uno de los sentidos del ser, podemos, siguiendo a Aristóteles, adelantar la siguiente definición: el conocimiento es aquel acto que posee intencionalmente el objeto conocido. Esta definición es compleja y hay que explicarla con detalle. La palabra “acto” se opone a “potencia” como lo que es a lo que puede ser. Al hablar de potencia, nos referimos a aquello que en cierto sentido existe, pero que puede llegar a ser de otro modo. Aristóteles da unas cualidades de los actos. Distingue entre perfectos e imperfectos. El primero, el acto perfecto, es aquel que lleva consigo su fin, o lo que es lo mismo, son acciones en las que la acción implica el haberlas realizado ya. Por ejemplo el amar, el contemplar, el conocer. Son acciones que el tiempo presente implica también el tiempo perfecto: “uno ve y al mismo tiempo ha visto”. En el segundo, el acto imperfecto, la acción está subordinada al fin. Por ejemplo el caminar, el adelgazar y en general cualquier movimiento. En el movimiento no se da que “camino y he caminado”. El conocimiento es entonces praxis téleia, acto perfecto, porque no comporta ninguna tendencia a un fin, ningún “por” en vistas del cual se realice la operación. Por lo tanto, no se puede afirmar que “por” el conocimiento se posea lo conocido, antes bien, lo conocido se posee “en” el conocer. Sí se puede afirmar, en cambio, que “por” la facultad conozco o que “por” medio de la facultad poseo el conocimiento, pero la facultad no es el conocer, sino el medio por el que conozco. El acto del conocimiento supone un sujeto (el cognoscente) y una realidad conocida (lo conocido). Ocurre que siendo el conocimiento una operación inmanente, lo que permanece en el cognoscente es el objeto conocido que no es ninguna cosa exterior, sino que es intencional, es decir, referencial, remite a la realidad conocida. La operación de conocer es intencional porque aun permaneciendo el sujeto incluye una relación trascendente al mundo o a la cosa conocida extra mental. “Intencionalidad” viene de intendere (o tendere in, tender hacia), y significa la propiedad de referir a otro, de dirigir o encaminar hacia otro. Por lo que atañe al objeto del conocimiento, tomado en sentido estricto, la intencionalidad significa que ese objeto remite al otro objeto, al objeto tomado en sentido amplio, o, si se quiere, a la realidad misma. Para entender cómo surge la noción de intencionalidad en el conocimiento vamos a seguir un razonamiento. Distinguir objeto mediato de inmediato. El objeto mediato es la cosa misma, lo real que está fuera del cognoscente. Es el sentido amplio de la palabra objeto. El objeto inmediato es el objeto del conocimiento, lo conocido, o sí se quiere, lo conocido en cuanto conocido. Es el sentido estricto. La inmanencia del conocimiento. Actividad inmanente es aquella en la que se perfecciona el agente y transitiva es aquella en la que se perfecciona la realidad que está fuera del agente *. El conocimiento no es acción transitiva, porque nada produce fuera de nosotros; sino que es inmanente, porque se cumple enteramente en nuestra intimidad. * a) Acciones transitivas («acciones»): - Perfeccionamiento de la realidad externa al agente, - Fin de la acción ≠ acción misma (tienen “término” más que “fin”), - Acto del sujeto ≠ acto del objeto, - Acciones sucesivas, - Ejemplos: caminar, construir una casa. b) Acciones inmanentes («operaciones»): - Perfeccionamientodel agente mismo, - Fin de la acción = acción misma, - Acto del sujeto = acto del objeto («co-actualidad») - Acciones instantáneas, - Ejemplos: oír, querer, pensar. El objeto inmediato no es una cosa o realidad exterior. No hay acto de conocer sin objeto conocido. Sin embargo, a veces el conocimiento humano no alcanza nada real, por ejemplo, cuando conocemos algo pasado, futuro, o un ente de razón, que no solamente no existe, sino que ni siquiera puede existir. En estos casos el conocimiento sí tiene objeto. Luego, se puede decir que el objeto inmediato no es algo real. La inmanencia del conocimiento. En el conocimiento de algo real (esta mesa, por ejemplo) tenemos una acción inmanente: esta acción me perfecciona, esta perfección está dentro de mí. Sin embargo, lo real (la mesa) está fuera de mí. Por otro lado, lo conocido (la mesa conocida) no es algo real. Entonces para afirmar que realmente conozco la realidad y no una simple representación es necesario afirmar una característica del objeto (inmediato) conocido: la intencionalidad. De otra forma tenemos una de dos opciones: o el conocimiento es transitivo (yo le confiero la realidad a la cosa cuando la conozco) o no conozco la mesa (conozco una representación). No conozco la mesa (real) directamente (como objeto inmediato del conocimiento) sino a través de una representación. En suma, el objeto inmediato no es algo exterior al acto de conocer; es algo interior a dicho acto, y que habremos de caracterizar como una “representación” de lo real. Sin embargo, el objeto inmediato es intencional, lo quiere decir que se trasciende a sí mismo y está esencialmente ordenado a la misma cosa real. Por eso puede ocurrir que, al conocer el objeto inmediato, seamos dirigidos espontáneamente al objeto mediato, que estaría constituido entonces por la cosa real misma, aunque no en su integridad, sino en algunos de sus aspectos (aquellos que conozco). Para conocer sus características y clasificación: Video: “El conocimiento” (miniclase) versión 1. (Ctrl + clic para seguir vínculo) Video: “El conocimiento” (miniclase) versión 2. (Ctrl + clic para seguir vínculo) https://youtu.be/HNOwQSFSMUI?t=15 https://www.youtube.com/watch?v=nx5-E8YnU3o&t=26s La experiencia La experiencia es el primer contacto intencional del ser humano con la realidad. Ella se identifica con el aparecer de la realidad al ser humano en su concreción fenoménica y, de tal modo, certifica la realidad de todo conocimiento posterior originado o fundado en ella. Esto implica la adopción de un método realista o realismo metódico. La experiencia, como acto de conocimiento o percepción, en general, pone de manifiesto la continuidad de las funciones perceptivas y cognoscitivas del ser humano. Desde la sensación pura (sentidos externos) hasta la intelección, sin perjuicio de la heterogeneidad de las funciones y facultades, hay una unidad y continuidad que se explica por la doctrina de la participación. El fenómeno, pues no es un dato clauso * de una conciencia sensible, sino tan sólo un momento provisorio –un signo– de la captación de la realidad. * Clauso (del lat. clausus): cerrado; en este caso, –mejor–, concluso. La experiencia es un modo de conocer, vale decir, de presencia intencional de un objeto. Pero en ella el objeto no se hace presente en su verdad esencial sino sólo en su verdad fenoménica. La verdad de la experiencia es la verdad de un aparecer, que consiste en la adecuación de su significación como aparecer con la verdad esencial de la cosa o con lo que la cosa es. O, como experiencia práctica [= ética o moral], la rectitud que aparece en la dirección inmediata y concreta de la acción humana. La verdad o perfección de la experiencia, por lo tanto, no es una verdad definitiva, porque ella depende del ajuste de la significación empírica con la significación intelectual. Como mera presencia de un aparecer la experiencia es verdadera, pero con la verdad imperfecta que cabe predicar del conocimiento sensible. Pero en la medida en que la experiencia humana supera esa mera presencialidad aparente, buscando la significación real de esa apariencia, entonces la experiencia puede ser falsa. Debe, pues, ser rectificada o asegurada en su posesión de la verdad. En ella la verdad está sólo potencialmente, como disposición para el acto del intelecto en el cual ella adquiere su última determinación en orden a la significación del conocimiento. Las cuestiones estudiadas por la Gnoseología Como ya dijimos, el objeto propio de la Gnoseología es el valor de nuestro conocimiento (en su verdad y en su certeza) y este mismo es el principal problema o más bien el problema de la Gnoseología. Pero dentro de él, cabe distinguir tres cuestiones importantes: a) la posibilidad del conocimiento, en la cual se dan dos soluciones opuestas: escepticismo y realismo gnoseológico; b) los medios de conocimiento. Aquí existen dos posiciones extremas y opuestas: empirismo y racionalismo; c) la naturaleza y alcance del conocimiento, donde se dan dos posiciones opuestas, idealismo y realismo ontológico o realismo metafísico. Lectura: Hessen, Introducción. 3. La historia de la teoría del conocimiento Fenomenología del conocimiento Lectura: Hessen, Introducción. [4.] El fenómeno del conocimiento y los problemas contenidos en él Lectura: Hartmann, B. 1. Teoría del conocimiento (fragmento) La posibilidad del conocimiento. Distintas posturas Es la primera cuestión: ¿es capaz el ser humano de alcanzar la verdad? ¿Tiene certezas legítimas? Si se sostiene que podemos alcanzar la verdad y que, por lo menos en ciertos casos, lo conseguimos con certeza, se es realista (en sentido gnoseológico) o dogmático (en el buen sentido de la palabra), porque a veces se llama ‘dogmático’ al que afirma en Filosofía tesis no evidentes ni tampoco probadas; éste es el mal sentido de la palabra ‘dogmático’. Se es escéptico si se pone en duda la capacidad del conocimiento humano de alcanzar alguna verdad o certeza. Si adoptamos el escepticismo, la Filosofía se detiene en ello, y es imposible salir de la duda universal que el escepticismo implica. Escepticismo Etimológicamente viene del griego scepto, observar, examinar. Históricamente, alude a la escuela filosófica o actitud de pensamiento iniciada por Pirrón (s. IV a. C.) en Grecia y que se extiende a través de todos los tiempos bajo múltiples formas. Filosóficamente significa una actitud de pensamiento, opuesta al realismo gnoseológico, por la cual, se concluye en una epojé o abstención de juicio, bajo la cual subyace el principio de la incapacidad del ser humano para alcanzar la verdad. El escepticismo adopta diversas formas en la historia de la filosofía, de acuerdo con los condicionamientos históricos, gnoseológicos, psicológicos y teóricos en general, que lo rodean. Por ello, haremos primeramente un bosquejo histórico del escepticismo, para concluir en una valoración del mismo. En la antigua Filosofía griega se dan ya todos los matices del escepticismo. Podemos distinguir tres periodos dentro del escepticismo clásico: A) Escepticismo pirrónico: La forma extrema es representada por Pirrón (ca. 365-275), natural y fundador de una escuela en Elis (Peloponeso), quien es el que inaugura esta corriente, aunque dándole todavía sólo un carácter moral, pretende poner en duda todo; abstenerse de juzgar, desconfiar de las impresiones sensibles y de la misma razón; vivir en completa indiferencia, acallando el pensamiento, en lo especulativo y en lo práctico. Es llamado ‘el santo y el héroe de la escuela’ (escéptica), y es el más extremo escéptico que jamás haya existido. No escribió nada, pero su influjo fue extraordinario. Su doctrina puede resumirse así: el fin del ser humano es la felicidad, que consiste en la paz del alma (ataraxia). A esta paz se opone sobre todo la turbación que brota de los juicios absolutosque emitimos en torno a las cosas y de los que surgen los deseos. Hay, pues, que abstenerse de todo juicio, suspendiendo cualquier asentimiento (epojé). Sin embargo, él mismo confesó que no pudo llevar a la práctica plenamente su total escepticismo, pues era muy difícil ‘despojarse del hombre’, con sus naturales tendencias a conocer y obrar. Su discípulo Timón (ca. 320-230), da al escepticismo un carácter algo más gnoseológico, pero sigue exponiéndole de manera no sistemática. B) Primera atenuación: es el probabilismo de la Nueva Academia con Arcesilao y Carnéades. Una segunda corriente es la del escepticismo de la academia platónica, que luchando la estoa (para lo cual utilizaron la dialéctica de Sócrates y Platón, pero dejando de lado la base de certeza que podían proporcionar las Ideas platónicas), desembocó en la duda de poder conseguir la verdad. No obstante, el escepticismo de esta academia al final se queda con el criterio de probabilidad como norma de conocimiento. Arcesilao (ca. 316-240) es el que inicia esta corriente, más como desarrollo del platonismo que del escepticismo de Pirrón, si bien amplía el escepticismo moral de éste al ámbito gnoseológico. Para Arcesilao no nos es posible conseguir certeza absoluta por medio de los sentidos (pues sólo tienen un valor subjetivo), ni por la razón (pues ésta se nutre de los datos sensibles). Nunca estamos seguros de poseer la verdad; pero algunas representaciones son verosímiles, probables, y bastan para la vida práctica. No podemos afirmar nada como cierto sino solamente como probable. Arcesilao pertenece a la llamada Segunda Academia. A la Tercera Academia corresponde Carneades (ca. 214- 137). Siguiendo en la misma línea de Arcesilao, afirma que no podemos tener certeza de los conocimientos sensibles ni racionales y, por tanto, es imposible la ciencia. A las razones de su predecesor añade que la realidad es incognoscible en sí: sólo tenemos apariencias de cosas que tienen en su seno parte de la verdad. El ideal, pues, sería una suspensión total del juicio. Pero como hemos de lograr la felicidad por medio de la práctica, hay que tener una norma de obrar, la cual, al no ser la certeza, habrá de ser la probabilidad, concebida de una manera más flexible que en Arcesilao. Admite, dentro de esta probabilidad, tres grados: la simple verosimilitud, la verosimilitud coherente y la comprobada y contrastada con otras opiniones. Todas ellas nos sirven para la acción. C) Finalmente, el escepticismo tardío se da entre el s. I y II d. C. Se debe al hecho de haberse conformado la Academia con el probabilismo y luego con el eclecticismo, cosas ambas que no convencieron a los escépticos de este momento. Segunda atenuación: es representada por el llamado “escepticismo clásico”, cuyo jefe es Enesidemo de Cnosos (ca. 80-40 a. C.), quien cree en las apariencias o fenómenos; pero no que se conozca la realidad misma. Decía: tengo frío, no puedo dudarlo; pero ¿hace frío?: imposible saberlo”. Es un fenomenista. Enesidemo escribió varias obras, entre ellas Introducción al pirronismo, en la que respaldándose en la autoridad de Pirrón y basándose en el principio heracliteano de que todo está en perpetuo devenir, afirma que no podemos lograr la verdad ni por los sentidos, ni por la razón ni por la acción conjunta de ambas, pues sólo percibimos la apariencia de la realidad siempre móvil, además de encontrar contradicciones entre los datos de los sentidos y de la razón. Solamente podemos decir cómo nos aparece el objeto en este momento pero no cómo es siempre y en sí: debemos suspender el juicio. Para demostrar estos asertos, propone sus diez famosos tropos o razones de suspender el juicio. Tercera atenuación: es dada por el escepticismo empirista (una especie de positivismo). El punto máximo se alcanza con su representante, Sexto Empírico (s. III d. C.), que pertenece a una escuela médica. Este empirismo se eleva a categoría filosófica en forma de escepticismo-empirista, y en esta línea encontramos a Sexto Empírico, médico y filósofo, quien decía: si se aceptan los fenómenos (con Enesidemo), entonces podemos observarlos y descubrir entre ellos relaciones constantes, leyes de hechos, que permiten preverlos (antecesor remoto del positivismo de Comte –siglo XIX– y del empirismo lógico). Escribió Esbozos pirrónicos, Contra los dogmatistas, etc. En esta última obra combate toda clase de realismo gnoseológico y aun probabilismo. La felicidad verdadera se logra por la total quietud y serenidad, sin mezcla alguna de asentimiento ni en el orden teórico ni práctico, ni con carácter de certeza ni de verosimilitud. El sabio no es más que un observador, un buscador, un preguntador que ni niega ni afirma nada. En la práctica se somete a las leyes y costumbres, pero sin ninguna adhesión interna, sin comprometerse ni entregarse a nada. De esta forma, ataca y critica la lógica, física y ética de los estoicos, siendo el máximo exponente del escepticismo. Su huella directa no fue grande, pues nadie quedó convencido de que la felicidad consistiese en esa absoluta paralización del entendimiento y del ser humano en general. Pero su influjo indirecto, como crítica negativa y como espíritu de duda, fue mayor al oscurecer por el momento gran parte de la especulación. Escepticismo en la Edad Media. En el siglo IV, realiza Agustín una crítica del escepticismo en su obra Contra Academicos, asentando con toda firmeza la existencia de la verdad absoluta (que además mora en nosotros); que esta verdad es asequible a la mente humana siendo ella la medida y canon de toda verdad particular; que existe un camino para alcanzarla; y que, por tanto, la razón humana (y aun los sentidos) son capaces de llegar a la verdad suma y a las cosas en sí, sin que ello implique ningún dogmatismo o aceptación apriorística y sin demostración de cualquier principio. Su punto de partida es la conciencia del propio yo, evidente y cierta, preludio del cogito cartesiano. Escepticismo moderno. En el Renacimiento y Humanismo se dan algunos brotes de escepticismo, aunque no en la forma radical de Sexto Empírico. El mayor representante del escepticismo moderno es David Hume (1711-1776); su investigación se centra en la naturaleza humana, que fundamentalmente es instinto. La razón es la que aclara los datos de los instintos haciendo ver que lo que creemos ser objetivo y real, es solamente instintivo y subjetivo. Pero esa misma razón, es solamente una forma de instinto, pero reflexivo, por lo cual juzga, discrimina, pero de una manera natural, sin saber el fundamento de sus aserciones. Así, pues, el conocimiento humano surge de dos principios: de las percepciones y del instinto. Las percepciones pueden ser de dos clases: vivas, fuertes (impresiones) y debilitadas (ideas), teniendo en cuenta que éstas nunca pueden elaborarse sino sobre aquéllas (el conocimiento queda así reducido a la experiencia concreta sensible). Toda idea es concreta e individual. La idea abstracta es fruto del instinto, que crea el hábito de asociar en un signo-idea una serie de hechos, experiencias, conocimientos asociados por la semejanza, la contigüidad o causalidad que nuestro instinto y hábito nos inspiran. De este modo, la ciencia es un conjunto de ideas relacionadas por esta ley subjetiva de la semejanza, sin ningún correlato objetivo en la realidad, con valor apriorístico antes de cualquier experiencia (por el puro análisis de los términos de las proposiciones). Por otra parte, la causalidad no tiene más valor que el experimental: sólo sé que A y B se han relacionado como causa-efecto en un hecho concreto, pero sin ningún valor real, sin necesidad objetiva y, por tanto, sin que pueda predecirse un acontecimiento igual futuro basado en el principio de causalidad. Si el ser humano predice tales hechos, lo hace por el hábito que tiene de establecer principios generales, puramente subjetivos, a lo más probables, pero no ciertos. De esta forma surge la creencia o aceptacióninstintiva, habitual, basada en el sentimiento subjetivo, en torno a la realidad extramental, a su independencia con respecto al sujeto cognoscente y a su continuidad espacial y temporal (siendo así que sólo percibimos lo aparente, lo fenoménico, y ello de una manera discontinua). Tales creencias se extienden al mundo exterior, al yo, a la moral y a la religión. De esta manera, el conocimiento queda recluido en la pura subjetividad empírica, sin conexión con lo en-sí, con lo externo, que permanece desconocido. Se trata, pues, de un escepticismo integral basado en el subjetivismo y en la experiencia. El influjo de Hume en el empirismo, positivismo y deísmo posteriores fue grande, además de verse su huella en todos los escepticismos que laten implícitos en muchas posiciones filosóficas subjetivistas, materialistas, etc., que niegan o la cognoscibilidad del mundo exterior o el valor de la razón humana y de la metafísica. Crítica del escepticismo. El escepticismo, al afirmar su epojé, la abstención de todo juicio, la inexistencia de la verdad, la incapacidad del entendimiento humano para lograrla, admite implícitamente juicios claramente formulados, verdades, aptitud intelectual para conseguirlas: supone la existencia propia y de otros seres humanos, las opiniones de los mismos, su valor o falsedad (recuérdese que históricamente se parte del hecho de que el escepticismo se impone por las luchas de numerosas teorías filosóficas, falsas por lo demás), la estructura psicológica del ser humano, etc. Por todo lo cual, el escepticismo, queriendo negar el derecho de conocer con certeza, asienta el hecho de que realmente lo hace afirmando implícitamente el valor cognoscitivo del ser humano. ARGUMENTOS ESCÉPTICOS: • La contradicción de los filósofos y de los hombres entre sí: Dado ello, ¿cómo saber quién tiene razón? Argumento de origen escéptico-griego, usado por Descartes para poner en duda toda la Filosofía anterior y hasta la existencia del mundo exterior, hasta llegar al ‘pienso, luego existo’, que resistiría toda crítica. • Los errores de los sentidos, los sueños, las alucinaciones, la locura; si a veces creemos ser verdad y realidad lo que no lo es, ¿cómo estar seguros de que no estamos siempre equivocados? • La relatividad del conocimiento humano: a) cada cosa es relativa a todas la demás; es imposible, pues conocer una cosa sin conocerlas todas, lo que también es imposible; b) cada objeto es conocido por un sujeto, y es entonces relativo a éste, con sus peculiares facultades, tendencias, defectos, prejuicios, limitaciones. Es imposible, entonces, conocer las cosas tales como son en sí mismas. • El argumento del dialelo: Empleado ya por los antiguos griegos –como los anteriores– consiste en lo siguiente: si una proposición no está demostrada, no hay por qué admitirla. Si se la demuestra, será a partir de un principio. Pero si no se demuestra el principio, se comete el sofisma de ‘petición de principio’; si se lo intenta demostrar, será por otro principio, y así hasta el infinito. En virtud de estas aporías (“impasses”; problemas aparentemente sin solución), el escéptico, que las cree insolubles, no afirmará (ni negará) nada; se abstendrá de juzgar (ello, en mayor o menor grado, según el grado de escepticismo, que vimos al estudiar las etapas, cada vez más atenuadas, del escepticismo griego). ANÁLISIS CRÍTICO DE LOS ARGUMENTOS ESCÉPTICOS: 1) La contradicción de los filósofos entre sí y de los hombres comunes entre sí, es un hecho. Pero hay que distinguir: como vimos en Lógica clásica, al estudiar el cuadrado de la oposición, no toda oposición de tesis es oposición contradictoria. Si lo es, entonces una de las tesis es necesariamente verdadera. Y ello destruye el escepticismo (el cual, por otra parte, se autodestruye al esgrimir este argumento de la contradicción, porque ello implica admitir que dos tesis contradictorias no pueden ser a la vez verdaderas, lo cual supone la validez del principio de no-contradicción). Si se trata, en cambio, de una oposición contraria, ambas tesis universales pueden ser falsas; se trata entonces de buscar una proposición particular donde esté la verdad. Si la oposición es subcontraria, ambas tesis opuestas pueden ser a la vez verdaderas, como “algunos hombres son sabios” y “algunos hombres no son sabios”; y, si una de las proposiciones es falsa la otra es necesariamente verdadera. Si la oposición es de subalternación, será cuestión, como en los casos anteriores, de recurrir en Lógica a las leyes de tal tipo de oposición. Además –a veces– como lo ha puesto de manifiesto Ortega, hay tesis que parecen opuestas, pero que no lo son dada la complejidad de las cosas, pueden recaer –tales tesis– sobre aspectos distintos de ellas, y por tanto no existe verdadera oposición (Ortega llamó a esta doctrina suya ‘perspectivismo’). No hay contradicción, ni siquiera otra clase de oposición. Por ejemplo, si un filósofo dice «todo ente corpóreo es material», y otro afirma «en todo ente corpóreo hay algo inmaterial», en verdad el primero ha fijado su atención en el aspecto material del ente corpóreo; el segundo, en su ‘forma’ o principio inmaterial. Ambas tesis son conciliables: como vemos en Filosofía de la naturaleza, los entes corpóreos se componen precisamente de materia y forma. Además, hay, por debajo del maremagnum de encontradas posiciones filosóficas, ciertas tesis que casi todos aceptan (como el principio de no contradicción), y ello constituye el germen de lo que, con Leibniz, podríamos llamar ‘philosophia perennis’, ‘filosofía perenne’. 2) El argumento del error se vuelve contra el escéptico; para conocer el error hay que conocer la verdad (pues se define el error como la no-verdad); además, se reconoce que es verdad que nos equivocamos. Por lo tanto, si es verdad que nos equivocamos no es posible que nos equivoquemos siempre. El error sólo se reconoce en relación con la verdad. Si estuviésemos siempre en el error, no tendríamos la noción de error. Si soñáramos siempre no tendríamos las nociones opuestas de ‘sueño’ y ‘vigilia’; si siempre estuviéramos alucinados, no tendríamos las nociones opuestas de ‘alucinación’ y de ‘percepción verdadera’. Y así, en los demás casos (demencia y normalidad psíquica, etc.). Por otra parte, los llamados errores de los sentidos muchas veces no lo son: ver como quebrado un palo recto, cuya mitad está introducida en el agua, y la otra mitad fuera, no es un ‘error de los sentidos’; los sentidos reaccionan según son afectados; y, en este caso, la impresión del palo les viene, en parte, a través sólo del aire, y en parte a través, también, del agua; pero el aire y el agua conducen diversamente los rayos de luz; por lo tanto, no hay error en los sentidos, sino en todo caso en el juicio de la inteligencia, que se apresura –movido por la voluntad– al juzgar ‘el palo está quebrado’, sin haber examinado debidamente la situación y sin haber tomado en cuenta, por tanto, los hechos que hemos indicado más arriba. 3) La relatividad del conocimiento humano: hay algo de verdad en esta tesis; pero: a) las cosas tienen relaciones; mas no son un mero cruce de relaciones. Tienen un ser propio, una ‘sustancia’. Un mundo que consistiera sólo en relaciones se disolvería en la nada; b) es verdad que el conocimiento humano es, en un aspecto, relativo a un sujeto; pero también y ante todo es relativo a las cosas, que son su objeto. El conocimiento humano tiene un ser-en y en ese sentido es un accidente del sujeto cognoscente; pero también –y ello es lo más importante en este caso– tiene un ser hacia (hacia el objeto); es intencional, y por aquí se supera el relativismo. Es objetivo e incontestable, por ejemplo, que el conocimiento humano conoce entes y no una mera nada. 4) El dialelo supone que una proposición sólo es verdadera si ha sido demostrada. Ello es absurdo, porque toda demostración, en último término, se apoya en principios indemostrables.Indemostrables, pero evidentes. No necesitan demostración: su verdad aparece desde el momento en que conocemos los términos de esa proposición (p. ej.: ‘el todo no puede ser menos que la parte’). Refutación práctica del escepticismo (Aristóteles): ¿Por qué nuestro filósofo escéptico se pone en camino a Megara, en lugar de quedarse en su casa o imaginarse que va a dicha ciudad? ¿Por qué, si encuentra un pozo o un abismo, los elude, si piensa –según dice– que son una mera apariencia, o que es igualmente bueno o malo caer o no caer en ellos? El escepticismo no puede ser vivido. Refutación teórica: El escepticismo es la anulación del pensamiento. En cuanto el escéptico habla, está perdido, incluso al decir –con Montaigne– “¿qué sé yo?”. Porque si habla, da un sentido a las palabras, y entonces ‘trirreme’ no es lo mismo que ‘hombre’ (Aristóteles). Si se trata de comunicar sus opiniones, entonces las considera verdaderas. Si todo es dudoso, entonces es verdadero y cierto que ‘todo es dudoso’ y entonces no todo es dudoso. Y, como dijo Tomás de Aquino, el que intenta negar la verdad la afirma, porque en ese caso sería verdad que no hay verdad. En cuanto al probabilismo (Arcesilao, Carnéades), cabe decir que lo probable es lo que se acerca a lo verdadero; lo verosímil (vero-símil) es lo que se asemeja a lo verdadero; por tanto, se conoce previamente algo verdadero. En lo que respecta a los escepticismos atenuados de Enesidemo (fenomenismo) y de Sexto Empírico (positivismo), más que puros escepticismos son cierta clase de empirismos, y a ellos nos remitimos. Hay también escepticismos parciales, relativismos, subjetivismos, etc., los cuales caen, de manera más atenuada, en el escepticismo, o en el idealismo. Lectura: Hessen, cap. I. La posibilidad del conocimiento. 2. El escepticismo Realismo gnoseológico Filosóficamente, es la doctrina según la cual las facultades cognoscitivas humanas pueden, con plena certeza, alcanzar la verdad. Caracteres fundamentales del realismo son: 1. Desde un punto de vista ontológico, la afirmación de la potencia del ser; lo real no es algo opaco, que presente dificultades a su captación por la razón humana, sino que, por el contrario, está abierto y orientado hacia ella, de forma que, en principio, el ser es cognoscible. 2. Gnoseológicamente, la firme creencia en la capacidad de las facultades cognoscitivas para captar fielmente esta potencia óntica; de ahí la posibilidad de la razón humana para llegar a la adquisición de la verdad, en cuanto ésta es una conformidad entre el pensamiento y la realidad. 3. Puesto que se da una correlación entre la apertura del ser al sujeto cognoscente y el dinamismo cognoscitivo, la adquisición de la verdad se realiza con certeza, es decir, sin error siempre y cuando la facultad cognoscitiva actúe correctamente. Con esta tesis el realismo se opone al escepticismo. Para el realismo, el estado natural, propio de la razón humana es la verdad; el error necesita de explicación; en el realismo el problema no es lo verdadero, sino lo falso. 4. Y esta certeza de verdad se adquiere por la razón como derivada de la misma estructura y naturaleza de las facultades cognoscitivas que llevan al ser humano a la adquisición firme y segura de la verdad. Con esto, el realismo se opone al criticismo, para el que la primera misión de la razón es hacer un análisis de su propio poder y límites. 5. Psicológicamente, el realismo, sostiene esta firme creencia en la capacidad adquisitiva de la verdad. En sentido negativo, se denomina dogmático a quien está cerrado al diálogo, en cuanto éste es una comunicación viva entre el tú y el yo; este sentido es el que, en el lenguaje común, se suele asignar al término dogmatismo. Históricamente el realismo ha nacido como postura gnoseológica única y dominante para ir, paulatinamente, perdiendo terreno. Entre los pensadores griegos, y con la excepción de sofistas y pirrónicos, hay que esperar hasta el escepticismo posaristotélico para hallar una crítica del realismo. Durante la Edad Media, el realismo es la doctrina imperante en el campo gnoseológico; por otra parte, entre los pensadores medievales los problemas filosóficos se centran en la Metafísica y en la Ética. Será con Descartes y su duda metódica, con el que la cuestión gnoseológica iniciará un nuevo derrotero, continuado en el empirismo inglés y llevado a su máxima virulencia por Kant, con el que el análisis de las cuestiones gnoseológicas pasarán a ocupar el eje de la problemática filosófica, alrededor del cual van a girar todas las demás temáticas de la filosofía; por otra parte, la razón queda bastante malparada en la crítica kantiana, negada su validez en el campo metafísico y limitada al orden fenoménico en las restantes esferas del saber científico. Un impulso renovador llega al realismo con la doctrina de los principios fundamentales, previos a toda investigación filosófica, entre los que se encuentra la creencia en la aptitud de la razón para alcanzar la verdad. La escuela de Lovaina intentará revitalizar el realismo, con su distinción entre un realismo exagerado y un realismo moderado; el primero, el dogmatismo antiguo, es la creencia ingenua y no reflexiva en el poder de la razón para captar la verdad, por lo que no se plantea como problema la capacidad de la facultad cognoscitiva; el valor del pensamiento moderno, en especial de Kant, es el de haber suscitado esta cuestión, aunque la solución dada no sea aceptable; no obstante, el dogmatismo exagerado o ingenuo debe ser sustituido por un realismo moderado, en el que se presenta como problema la capacidad de la razón para adquirir la verdad, para captar el ser, pero en el que la solución, frente a la corriente general del pensamiento moderno, es positiva, aceptando, con ciertas limitaciones, la aptitud de nuestras facultades cognoscitivas para la verdad; nos hallamos ante un uso válido, pero controlado de la razón. Lectura (adaptada de Hessen, no leer “El dogmatismo” directamente de Hessen para evitar confundirse) 1. El realismo gnoseológico El realismo puede referirse tanto a la posibilidad del conocimiento en general como a la de un conocimiento determinado. En el primer caso, estamos ante un realismo gnoseológico. Cuando el realismo se refiere sólo al conocimiento metafísico, hablamos de un realismo metafísico. Puede hablarse de realismo teórico, ético y religioso. La primera forma del realismo se refiere al conocimiento teórico; las dos últimas al conocimiento de los valores. En el realismo ético se trata del conocimiento moral; en el religioso, del conocimiento religioso. a) El realismo dogmático o ingenuo Entendemos por realismo dogmático, del griego dogma (de δόγμα = opinión, decisión), doctrina fijada, o ingenuo aquella posición gnoseológica para la cual no existe el problema del conocimiento. El realismo dogmático o ingenuo da por supuesta la posibilidad y la realidad del contacto entre el sujeto y el objeto. Es para él comprensible de suyo que el sujeto, la conciencia cognoscente, aprehende su objeto. Esta posición se sustenta en una confianza en la razón humana, no debilitada por ninguna duda. Este hecho de que el conocimiento no sea un problema para el realismo dogmático o ingenuo, descansa en una noción deficiente de la esencia del conocimiento. El contacto entre el sujeto y el objeto no puede parecer problemático a quien no ve que el conocimiento representa una relación. Y esto es lo que sucede al realismo dogmático o ingenuo. No ve que el conocimiento es por esencia una relación entre un sujeto y un objeto. Cree, por el contrario, que los objetos del conocimiento nos son dados, absolutamente y no meramente, por obra de la función intermediaria del conocimiento. El realismo dogmático o ingenuo no ve esta función. Y esto pasa, no sólo en el terreno de la percepción, sino también en el del pensamiento. Según la concepción del realismo dogmático o ingenuo,los objetos de la percepción y los objetos del pensamiento nos son dados de la misma manera: directamente en su corporeidad. En el primer caso se pasa por alto la percepción misma, mediante la cual, únicamente, nos son dados determinados objetos; en el segundo, la función del pensamiento. Y lo mismo sucede respecto del conocimiento de los valores. También los valores existen, pura y simplemente, para el realismo dogmático o ingenuo. El hecho de que todos los valores suponen una conciencia valorante, permanece tan desconocido para él como el de que todos los objetos del conocimiento implican una conciencia cognoscente. El realismo dogmático o ingenuo pasa por alto, lo mismo en un caso que en el otro, el sujeto y su función. Como actitud del hombre ingenuo, el realismo dogmático es la posición primera y más antigua, tanto psicológica como históricamente. En el periodo originario de la filosofía griega domina de un modo casi general. Las reflexiones gnoseológicas no aparecen, en general, entre los presocráticos (los filósofos jonios de la naturaleza, los eleáticos, Heráclito, los pitagóricos). Estos pensadores se hallan animados todavía por una confianza ingenua en la capacidad de la razón humana. Vueltos por entero hacia el ser, hacia la naturaleza, no sienten que el conocimiento mismo es un problema. Este problema se plantea con los sofistas. Éstos son los que proponen por primera vez el problema del conocimiento y hacen que el dogmatismo en sentido estricto resulte imposible para siempre dentro de la filosofía. Y va a ser con Sexto Empírico con el que el término dogmático adquirirá su actual sentido, ya que con anterioridad dogmatikos significaba llana y simplemente «lo referente a una doctrina»; mas Sexto va a contraponer los filosofoi dogmatikoi a los escépticos y hablará de dogmatike hairesis (escuela dogmática) enfrentándola al escepticismo. Desde entonces encontramos en todos los filósofos reflexiones gnoseológicas bajo una u otra forma. Kant creyó deber aplicar la denominación de "dogmatismo" a los sistemas racionalistas del siglo XVII (Descartes, Leibniz, Wolff). Pero esta palabra tiene en él una significación más estrecha, como se ve por su definición del dogmatismo en la Crítica de la razón pura ("El dogmatismo es el proceder dogmático de la razón pura, sin la crítica de su propio poder"). El dogmatismo es para Kant la posición que cultiva la metafísica sin haber examinado antes la capacidad de la razón humana para tal cultivo. En este sentido, los sistemas prekantianos de la filosofía moderna serían, en efecto, dogmáticos. Sin embargo, en ellos no falta toda reflexión gnoseológica y se siente el problema del conocimiento. Las discusiones gnoseológicas en Descartes y Leibniz prueban que no ocurre así. Y también será Kant el que dará un golpe decisivo al dogmatismo, hasta el punto de que es con la crítica kantiana con la que el término dogmatismo adquirirá el sentido peyorativo que tiene en la actualidad. Inmerso en un principio Kant en el espíritu de la filosofía racionalista, despertará, por obra de Hume, de su «sueño dogmático», vigilia que le llevará a establecer como problema capital del filosofar el determinar cuál sea la capacidad y los límites de la razón humana, como cuestión previa a cualquier otra que quisiera abordarse; desde este momento el dogmatismo será para Kant «el camino que sigue la razón pura sin una crítica previa de su propio poder» o «la falsa creencia de poder progresar en Metafísica sin una crítica de la razón» (Crítica de la razón pura); por otra parte, la razón queda bastante malparada en la crítica kantiana, negada su validez en el campo metafísico y limitada al orden fenoménico en las restantes esferas del saber científico. En el idealismo poskantiano el término dogmatismo va a recibir nuevo significado. Para Hegel, pensamiento dogmático se opone a pensamiento dialéctico; el dogmatismo es la doctrina para la que «de dos proposiciones opuestas, una tiene que ser verdadera y la otra falsa» (Enciclopedia de las ciencias filosóficas). Nota aclaratoria: existen entonces dos conceptos de dogmatismo, 1) como ausencia del problema del conocimiento (se aplica solamente al realismo ingenuo); 2) como ausencia del criticismo kantiano de la razón (se aplica a todos los realismos). b) El realismo natural (realismo directo, realismo inmediato o realismo del sentido común) El realismo gnoseológico –en el sentido aquí empleado– es aquella posición que sostiene que existen principios primeros y evidentes, fundamento de la Filosofía y del sentido común en lo que éste tiene de verdadero. Fundamenta la Gnoseología en los denominados “principios fundamentales”, que son evidentes, y a los que, si se pretende refutarlos, se los afirma involuntariamente. Tales principios son: 1) la existencia del yo cognoscente; 2) el principio de no-contradicción, y 3) la aptitud de la mente para conocer la verdad. En efecto: a) Negar el yo cognoscente implica afirmarlo, porque el que lo niega es el mismo yo; b) Negar el principio de no- contradicción es admitirlo, porque implica distinguir, como posiciones filosóficas contradictorias –y que por ello no pueden ser a la vez verdaderas– los sistemas que admiten y los que no admiten el principio de no-contradicción. Además, negar tal principio es destruir el pensamiento y hasta la misma habla, ya que cualquier palabra podría designar y no designar cualquier cosa, y porque cada ente podría ser y no ser a la vez lo que es; c) Negar el poder de la mente para conocer la verdad es afirmar tal poder, pues es con la mente que se afirma ‘no podemos conocer la verdad’, y se lo afirma como verdad. Los “principios fundamentales” son irrefutables, y sólo falta –para que el sistema quede completo– agregar un cuarto principio fundamental, que pondremos en primer lugar: el de la existencia del mundo material *. Evidentemente, aunque la evidencia de éste es de experiencia, y por tanto ‘a posteriori’, y aunque se refuerce con argumentos inductivos, es de una evidencia tan abrumadora que no es posible ponerla seriamente en duda. Además, si se la pone en duda públicamente, se lo tiene que hacer mediante el habla o la escritura; pero esto supone la existencia del mundo exterior, pues implica la existencia de nuestro cuerpo y de nuestra voz, de nuestras manos, de papel y tinta o de una máquina de escribir, etc. Y, sobre todo, supone la existencia de los oyentes o lectores a quienes el filósofo se dirige; entes corpóreos, espacio-temporales también, como nosotros, aunque –también como nosotros– dotados de razón. * Cfr. E. GILSON, El realismo metódico, Madrid, Rialp, 2ª ed. Más profundamente, cabe decir que es posible mostrar que nuestros primeros conceptos y enunciaciones versan sobre entes materiales; y que los demás conceptos –los que significan entes inmateriales– derivan de ellos por negación (así, lo «inmaterial», lo «incorpóreo», lo «infinito», etc., son conceptos parcialmente negativos); y otros derivan por analogía de conceptos de entes materiales: «inmanencia» significaba primeramente «quedar en» (en su lugar físico) (in manere); «inteligencia», según los antiguos escolásticos venía de «intus legere», «leer adentro», y, según los modernos, de «inter legere», «leer entre» (varios); «espíritu» viene de «spiritus», cuyo primer significado es «soplo», etcétera. No negamos la existencia de entes suprasensibles, ni su cognoscibilidad; pero, como se afirma en Antropología filosófica y en Lógica, lo que primero conocemos –y que condiciona todos nuestros demás conocimientos– es este mundo material. Por eso, el proceso de nuestro conocimiento es el siguiente: 1) conocimiento directo de los entes del mundo material; 2) por reflexión, conocimiento de los actos por los que conocemos; luego, de las facultades de donde emanan esos actos; luego, de la sustancia o principio sustancial (el ‘yo’ racional y sensitivo), en donde radican esas facultades; 3) por abstracción, negación,analogía y raciocinio, nos elevamos al conocimiento de entes metafísicos, suprasensibles: por ejemplo, de la naturaleza de ese ‘yo’, cuya existencia se había descubierto por reflexión. De manera que un sistema realista acepta cuatro principios fundamentales e innegables: 1) la existencia y cognoscibilidad de un mundo material y exterior; 2) la existencia del yo cognoscente, 3) el principio de no- contradicción; 4) la aptitud de nuestra mente para conocer la verdad. Relativismo y subjetivismo gnoseológico (relativismo individualista) Noción y clases. El relativismo es una errónea doctrina gnoseológica según la cual no puede darse ninguna verdad absoluta, universal y necesaria, sino que la verdad hay que concebirla en virtud de un conjunto de elementos condicionantes que la harían particular y mutable. La verdad, como propiedad del juicio, habría que considerarla como una mera función, algo que dependería intrínsecamente en su validez de una variable a la que estaría condicionada. Del mismo modo que en el campo matemático carece de sentido cuestionarse por el valor absoluto de una variable dependiente dentro de una función, ya que dicho valor está condicionado por el que tome la variable independiente, de forma semejante, para el relativismo, no tiene sentido preguntarse si el juicio S es P es verdadero con carácter universal y necesario, puesto que la verdad o falsedad de ese juicio sería una variable dependiente de ciertos elementos condicionantes, de manera que dados unos determinados elementos podrá ser verdadero, dados otros distintos podrá ser falso. La verdad asume así un carácter relativo. Y en esto radica la diferencia fundamental entre relativismo y escepticismo. Para este último, la verdad absoluta existe, más el ser humano, por la deficiencia de sus facultades cognoscitivas, se ve en la imposibilidad de alcanzarla. El escepticismo se basa en una hipovaloración de la razón o entendimiento humano. Por el contrario, el relativismo no valora en menos el intelecto humano; pero piensa que su misma estructura, así como la de la realidad, da lugar, indefectiblemente, a que el conocimiento no pueda revestirse de universalidad y necesidad, y a que quede siempre anclado en unos datos condicionantes siempre diversos y cambiantes. Si la verdad es algo condicionado como función de un elemento condicionante, según la naturaleza que se asigne a este último surgen diversos tipos de relatividad, diversas variables independientes de las que será función la verdad. Y, por tanto, diferentes tipos de relativismo. Sistematizando las formas que históricamente ha adoptado el relativismo se pueden distinguir las siguientes: individualista, antropológico, cultural, sociológico y racista. Todos ellos tienen sus respectivas repercusiones en lo jurídico y en lo moral. Relativismo individualista (subjetivismo gnoseológico). Es aquella forma de relativismo para la que el elemento condicionante de la verdad del juicio sería el sujeto cognoscente individual, es decir, todos y cada uno de los seres humanos. El juicio S es P puede ser verdadero para Juan, pero no para Pedro o Antonio. La estructura de cada sujeto humano determinaría la verdad del juicio. Este tipo de relativismo es el que se atribuye generalmente a Protágoras. Su famosa tesis el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son (Sexto Empírico, Hipotiposis pirrónicas) se ha interpretado tradicionalmente, ya desde Platón y Aristóteles, como la más cruda formulación de un relativismo individualista (o subjetivismo gnoseológico). Platón escribe a este respecto: «… como decía Protágoras al afirmar que el hombre es la medida de todas las cosas; así, en consecuencia, como a mí me parece que son las cosas, tales son para mí; y, como a ti te parecen, tales son para ti» (Cratilo). Y de esto derivaría la existencia de una pluralidad de verdades, dado que entre los diversos seres humanos no hay unidad, sino una pluralidad diferenciada casi infinita: «Yo (Protágoras) afirmo que la verdad es como he escrito, que cada uno de nosotros es medida de lo que es y de lo que no es. Y que la diferencia de uno a otro es infinita, ya que para uno se manifiestan y son unas cosas, y para otro otras diferentes» (Teeteto). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Crítica general del relativismo. La crítica más esencial que se puede formular al relativismo, además de otras de carácter extrínseco como sería la demostración de la existencia de una verdad absoluta, de evidencias universales, etc., está en que todo relativismo implica una contradicción intrínseca. Al mantenerse que ningún juicio goza de la propiedad de ser verdadero en sentido absoluto y que toda verdad es relativa surge, como consecuencia ineludible, que el juicio “toda verdad es relativa” tampoco puede tener carácter de validez absoluta, lo que destruye, con sus propias armas, al relativismo. Si, dado un cierto factor condicionante, se admite como verdad que toda verdad es relativa, puesto otro factor distinto habrá que admitir como verdadero que toda verdad es absoluta, lo que es una contradicción con la tesis fundamental del relativismo. Aparte de esta inconsistencia general del relativismo, la valoración crítica del relativismo sería parecida a la del escepticismo y subjetivismo. Lectura: Hessen, cap. I. La posibilidad del conocimiento. 3. El subjetivismo y el relativismo Pragmatismo Caracteres generales. El término pragmatismo procede del griego pragma, que quiere decir acción. El pragmatismo es, pues, un movimiento ideológico que subraya el carácter de agente consciente que tiene el ser humano dentro de su ambiente físico y social. El pragmatismo tiene como idea general el que la verdad no es algo especulativo ni abstracto, ni real en sí, sino simplemente «útil». Los representantes más importantes de esta escuela son los pensadores estadounidenses Charles Sanders Peirce (1839-1914), William James (1842-1910) y John Dewey (1859-1952), a los que pueden asimilarse algunos otros europeos. Algunos han visto el pragmatismo como expresión característica de la cultura industrial y comercial de los EE. UU. Una creencia es verdadera si tiene un valor en metálico, dirá James, en una frase metafórica llamativa, que abre la puerta a la acusación de materialismo craso. Es justo recordar que James también dijo que una creencia es verdadera si establece una norma de conducta valiosa, lo cual implica, en contra del presupuesto, admitir que hay criterios independientes de la praxis. Peirce, el mejor lógico del trío, decía que una idea es un plan de acción o una regla de acción. Evitaba así el tono utilitarista de James. La afirmación de que la verdad es apariencia que tiene éxito podría ser un resumen del pragmatismo. W. Marnell ilustra la doctrina pragmatista mediante un ejemplo: hay en una ciudad estadounidense un edificio alto con unas luces en una especie de cúpula en su tejado; cuando se enciende la luz roja, se sabe que amenaza mal tiempo; curiosamente, en otra ciudad estadounidense hay un sistema similar de anunciar el tiempo, pero allí el rojo significa buen tiempo. El pragmatista diría que la verdad varía según las ciudades, y que depende de las circunstancias; en ambos casos, la señal tiene éxito y es útil. Según el pragmatismo todos nuestros conceptos funcionan como las luces en cuanto a sus variaciones circunstanciales y a la necesidad de que sean útiles. El pragmatismo pretende superar la afirmación de que la proposición verdadera refleja o copia la realidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . «El pragmatismo deja ordinariamente en la penumbra su concepto básico de utilidad. Si estalaguna es ya bastante sospechosa, ofrece aún mayores dificultades la cuestión fundamental de si, fuera de los sueños y cuentos, podrá ser siempre el deseo el padre de nuestros pensamientos. Mientras esta posibilidad significa una seria objeción contra su tesis, el pragmatismo hace de la debilidad humana un sistema. Cree ver la justificación de esto en el hecho de que no se da un conocer enteramente libre de prejuicios y que… es la vida la que imprime su sello al conocer; no el conocer a la vida. Ocurre así efectivamente no pocas veces en la realidad. Pero ¿es así siempre?, ¿ha de ser siempre así?» (J. Hirschberger). Cierta dosis de pragmatismo siempre será necesaria; a fin de cuentas el entendimiento humano, aunque sea capaz de captar la verdad y realidad de las cosas, nunca llegará a hacerlo de forma acabada; las ciencias y sus métodos son múltiples, siempre podrá investigar y mejorar; el excesivo prurito de profundidad y racionalidad puede ser paralizante y alambicado. Pero, en principio, el pragmatismo como concepción general es falso; «descansa en la nivelación de verdad y utilidad y deja, por lo demás, un gran vacío en su mismo concepto fundamental de utilidad, que permanece siempre oscuro e indeciso, ¿qué es lo provechoso y útil? Todo depende de esto. Es demasiado fácil mirar como útil lo primero agradable que nos sale al paso, y entonces resbala sin sentir el pragmatismo a trivialidades y acaso también a vilezas». El pragmatismo viene a ser una forma de la filosofía del poder y una expresión de la arrogancia del ser humano, aunque a veces sea muy sutil, frente a lo que es más que el ser humano *. Los pragmatistas estadounidenses aunque quieren fundamentar un pluralismo en lo social y político, lo hacen sin consistencia; el pragmatismo puede llevar fácilmente a justificar las imposiciones arbitrarias del poder, a formas de totalitarismo (caso del pragmatismo comunista). * “El pragmatismo es la rebelión del sujeto contra el objeto, una forma moderna de la filosofía del poder y una expresión de la arrogancia del hombre frente a aquello que los griegos decían que es más que el hombre.” (HIRSCHBERGER). BIBL.: J. HIRSCHBERGER, Historia de la Filosofía, II; W. JAMES, Pragmatismo; H. K. WELLS, El pragmatismo, filosofía del imperialismo. Lectura: Hessen, cap. I. La posibilidad del conocimiento. 4. El pragmatismo Criticismo (se copian algunos párrafos de Hessen para aclarar algunos conceptos) En cuanto al criticismo (posición del idealismo trascendental de Kant y sus seguidores) es aquella según la cual la Filosofía debe comenzar con una crítica del conocimiento: un análisis de los límites y de la posibilidad de la razón como condición previa para la investigación filosófica y científica; Hegel la contradijo mostrando que la crítica del conocimiento debe hacerse utilizando el conocimiento, lo que implica la certidumbre de que éste puede alcanzar la verdad. “En oposición al dogmatismo [exagerado o absoluto], que presupone sin examen la validez de nuestro conocimiento, especialmente del metafísico, y al escepticismo, para el que la última palabra radica en la duda universal, [el criticismo] es, tomado en general (1), aquella actitud de la mente que hace depender el destino de la filosofía especulativa, sobre todo de la metafísica, de una previa investigación acerca de la capacidad y límites de nuestro conocimiento. Advirtamos que la exigencia de una investigación «previa» a la metafísica, desconoce que el planteamiento general acerca de la validez del conocimiento mismo tiene ya un carácter metafísico. La palabra criticismo reviste con frecuencia el sentido secundario de una acentuación unilateral de la actitud crítica. Históricamente, en sentido estricto criticismo designa (2) la filosofía y, más en concreto, la teoría del conocimiento de Kant tal como ésta se halla expuesta en la Crítica de la razón pura. Muchos de sus conceptos fundamentales han pasado al caudal lingüístico de la filosofía; pero su significación sólo puede entenderse por el contexto de la Crítica de la razón pura.” (BRUGGER, Diccionario de Filosofía). “En la cuestión de la posibilidad del conocimiento, el criticismo es [según la opinión de Hessen] la única posición justa. Pero esto no significa que sea preciso admitir la filosofía kantiana. Es menester distinguir entre el criticismo como método y el criticismo como sistema. En Kant el criticismo significa ambas cosas: no sólo el método de que el filósofo se sirve y que opone al dogmatismo y al escepticismo, sino también el resultado determinado a que llega con ayuda de este método. El criticismo de Kant representa, por lo tanto, una forma especial de criticismo general. Al designar el criticismo como la única posición justa, pensamos en el criticismo general, no en la forma especial que ha encontrado en Kant. Admitir el criticismo general no significa otra cosa, en conclusión, que reconocer la teoría del conocimiento como una disciplina filosófica independiente y fundamental. Nota aclaratoria: Hessen menciona como “criticismo general” a lo mismo que antes ha sido denominado como “realismo gnoseológico moderado”. ‘Contra la posibilidad de una teoría del conocimiento se ha objetado que esta ciencia quiere fundamentar el conocimiento al mismo tiempo que lo supone, pues ella misma es conocimiento. Hegel ha formulado esta objeción en su ‘Enciclopedia’ de la siguiente manera: ‘La investigación del conocimiento no puede tener lugar de otro modo que conociendo; tratándose de este supuesto instrumento, investigarlo no significa otra cosa que conocerlo. Mas querer conocer antes de conocer es tan absurdo como aquel prudente propósito del escolástico que quería aprender a nadar antes de aventurarse en el agua’. ‘Esta objeción sería certera si la teoría del conocimiento tuviese la pretensión de carecer de todo supuesto, esto es, si quisiera probar la posibilidad misma del conocimiento. Sería una contradicción, en efecto, que alguien quisiera asegurar la posibilidad del conocimiento por el camino del conocimiento. Al dar el primer paso en el conocimiento, daría por supuesta tal posibilidad. Pero la teoría del conocimiento no pretende carecer de supuestos en este sentido. Parte, por el contrario, del supuesto de que el conocimiento es posible. Partiendo de esta posición entra en un examen crítico de las bases del conocimiento humano, de sus supuestos y condiciones más generales. En esto no hay ninguna contradicción y la teoría del conocimiento no sucumbe a la objeción de Hegel.” (HESSEN, p. 25). Nota aclaratoria: No es verdad que Kant parte de asegurar la posibilidad del conocimiento, sino que pretende “criticar” (analizar) si la razón puede (o no) conocer, por lo tanto, la teoría kantiana sí se contradice y sucumbe a la objeción de Hegel. [Por el contrario, la teoría del conocimiento de Hessen (al contrario que Kant) sí da por supuesta la posibilidad del conocimiento por lo que en ella no hay contradicción.] Lectura: Hessen, cap. I. La posibilidad del conocimiento. 5. El criticismo (tener presente las aclaraciones anteriores) Recapitulación Video: “Posibilidad y origen del conocimiento”. (primeros 20 min.) (Ctrl + clic para seguir vínculo) Nota aclaratoria: recuerden que lo que, tanto en Hessen como en este video, es llamado "dogmatismo" nosotros lo denominamos "realismo gnoseológico" (para evitar confusiones con el conocimiento teológico dogmático) y también que menciona muy brevemente al “pragmatismo” al final del video. https://youtu.be/E9bayQ_i7CE?t=15
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