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Estrutura Narrativa em María de Zayas

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Teoría psicoanalítica y estructura narrativa
en María de Zayas
Margaret Rich Greer
Princeton University
Propongo en este trabajo considerar la estructura narrativa de un cuento de María de
Zayas, «Aventurarse perdiendo» -y en cierta medida, la estructura de su colección entera
de cuentos- en conjunción con las teorías de identificación sexual de varias escuelas de
psicología. Será a la vez una breve historia de mi propia introducción a la crítica psicoa-
nalítica, iniciada con mucho cuidado, como el paciente que entra por primera vez a la
consulta de un psicoanalista, todavía receloso de la validez del proyecto. Antes de empe-
zar, sin embargo, quisiera contarles un cuento que viene al caso, creo.
Pasando a las protagonistas de María de Zayas por una máquina del tiempo, imagine-
mos que Lisis esté instruyendo a Lisarda en la terminología psicoanalítica moderna. Lisis
le pregunta a Lisarda: «¿Sabes la definición de un neurótico?» Lisarda: «No». Lisiis-«Es
el que construye castillos en el aire. Y ¿sabes lo que es un psicótico?» Lisarda:-«No».
Lisis-«Es el que habita esos castillos. Entonces ¿tampoco sabes lo que es un psiquia-
tra?» «No». «Es el que cobra el alquiler».
Creo que la historia nos puede servir de aviso contra el peligro de la crítica psicoana-
lítica -lo que Francoise Meltzer denomina la «teleología totalizadora de la psicoanálisis»
(217). Cuando una teoría psicoanalítica se aplica a las obras literarias, generalmente se
presenta para «cobrar el alquiler», para constituirse en dueño de la estructura significati-
va, de controlar la trama maestra, de la cual se alquilan a los artistas literarios parcelas
señaladas. En esa transacción se pierde muchas veces la riqueza, la textura particular de
la creación literaria, porque, como señala Peter Brooks, la crítica psicoanalítica tradicio-
nal con frecuencia «desplaza el objeto de análisis del texto a alguna persona, a otra es-
tructura psicodinámica», haciendo su objeto de análisis o «al autor, o al lector o a los
personajes del texto» («Idea» 334-5). Sé que el análisis que sigue cae con frecuencia
en las trampas citadas -de hecho, es posible que sean inevitables en la crítica psicoana-
lítica-. No obstante, Brooks defiende la validez de las perspectivas psicoanalíticas en el
estudio literario, asegurando que
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la materia a la cual aplican su capacidad analítica los psicoanalistas y los críticos litera-
rios es, en algún sentido fundamental, la misma: que la estructura de la literatura es en al-
gún sentido la estructura de la mente, 'el aparato mental'... la organización dinámica de
la psique, un proceso de estructuración»1
La estructura de los cuentos de María de Zayas presenta al crítico varios problemas,
siendo uno la naturaleza episódica, algo inconexa de algunas de las historias, y otro, la
aparente discrepancia entre el feminismo ardiente que se expresa en el marco narrativo y
el conservadurismo relativo de las tramas de las historias en sí. La psicología feminista
contemporánea, y más específicamente la escuela de relaciones objétales en la forma de-
sarrollada por Nancy Chodorow, da luz, a mi parecer, a la construcción episódica de la
primera historia de Zayas, «Aventurarse perdiendo», y enriquece nuestra apreciación de
las tensiones en la colección en conjunto.
No pretendo haber comenzado este estudio a tal nivel de sofisticación narratológica.
No fue Brooks quien me inspiró a leer la obra de Zayas, sino Zayas quien me llevó a
Freud. Sospecho que para cualquier lector occidental contemporáneo, el simbolismo
freudiano de «Aventurarse perdiendo» es demasiado obvio. No se necesita ser un ex-
perto en la interpretación de los sueños para comprender los deseos inconscientes de
una joven solitaria que sueña con un joven guapo y misteriosos que la «mata» con un
golpe de daga directamente al corazón2. Dada la distorsión de los sueños, en los que
las inversiones de arriba-abajo son frecuentes, podemos también comprender el sim-
bolismo fálico de la acción de Jacinta al quitarle la capa con la cual el joven se tapa la
cara, lo cual inicia el ataque violento. Además, Jacinta sueña que el encuentro tiene lugar
en «un bosque amenísimo» {Novelas 45), lo cual, según Freud, simboliza las «crines pu-
bis» {Dreams 253).
La relevancia de la teoría freudiana no se limita a este sueño transparente. Zayas pre-
senta la historia como aviso contra el peligro que constituye la energía desenfrenada del
deseo sexual, tanto para los hombres como para las mujeres, diciendo:
[un] aviso para que no se arrojen al mar de sus desenfrenados deseos, fiadas en la barqui-
lla de su flaqueza, temiendo que en él se aneguen, no sólo las flacas fuerzas de las muje-
res, sino los claros y heroicos entendimientos de los hombres, cuyos engaños es razón
que se teman... {Novelas 37)
Después de definir la postura moral de su cuento, Zayas procede inmediatamente a
situarlo físicamente, en las «ásperas peñas de Montserrat» (37). De todas las regiones
montañosas de España que Zayas hubiera podido seleccionar, ésta es la más sugestiva en
cuanto al simbolismo del deseo subconsciente. Montserrat ha sido siempre un lugar sa-
grado: hoy día, por su dedicación a la Virgen de Montserrat, como Zayas lo describe,
además de su valor como símbolo del nacionalismo catalán. Pero antes de adquirir ningu-
1 El paralelo estructural que es el enfoque de Brooks es el parecido entre el proceso de lectura y la
transferencia que ocurre entre el analista y el paciente.
2 El simbolismo fálico de la daga y la violencia del acto sexual son, por supuesto, obvios. Además,
Freud {Dreams, 253) dice que una figura amenazante envuelta en una capa tiene simbolismo fálico en los
sueños.
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no de esos significados, en la época precristiana, también era sagrado, por la dedicación
de uno de sus bosques a los ritos de Venus («Montserrat» 777). En vista de la frecuencia
de objetos fálicos en los rito de fertilidad de las religiones precristianas, creo que es plau-
sible especular que la naturaleza sugestiva de los peñas individuales y la forma singular
de la montaña estimularon ese uso primitivo, y se vinculan de forma inconsciente con la
selección de esta región como retiro para amantes frustrados.
Zayas no es única en la elección de este medio ambiente para tal propósito. Otro fa-
moso peregrino de amor, el de Lope en El peregrino de amor, también se retira a esa re-
gión en el libro segundo, e intercalados entre historias y actos devotos, Lope cuenta va-
rios relatos de pecados sexuales y amor frustrado, incluyendo una historia larga
fuertemente autobiográfica de sus amores con Elena Osorio {Peregrino, 257-263).
En su historia, Zayas nos cuenta repetidamente como Fabio asciende a las cumbres
(38, 41) por un sendero estrecho (38), las dos referencias al acto sexual, según Freud. Su-
gestivo también es el lenguaje que emplea Fabio para instar a Jacinta a salir de Montse-
rrat y a contar su historia:
...me has puesto en tanto cuidado y deseo de saberla, que si me pensase quedar hecho sal-
vaje a morar entre estas peñas, mientras estuvieres en ellas, no he de dexarte hasta que
me la digas, y te saque, si puedo, de esta vida, que sí podré, a lo que en ti miro, pues a
quien tiene tanta discreción, no será dificultoso persuadirle que escoja más descansada y
menos peligrosa vida, pues no la tienes segura, respecto de las fieras que por aquí se
crían, y de los bandoleros que en esta montaña hay; que si acaso tienen de tu hermosura
el conocimiento que yo, de creer es que no estimarán tu persona con el respeto que yo la
estimo. No me dilates este bien, que yo aguardaré los años de Ulises para gozarle.
Todo eso, creo, nos ayuda a identificar una tensión interesante entre el declarado signifi-
cado religioso de la localización de «aventurarse perdiendo» y las connotaciones sexualesocultas, a la vez que subraya el paralelo entre el goce de la narración y el deseo sexual.
Encontramos una tensión más perturbadora en el segundo sueño melodramático de
Jacinta, estando su amado Félix ausente: «soñaba que recebía una carta suya, y una caxa
que a la cuenta parecía traer algunas joyas, y en yéndola a abrir, hallé dentro la cabeza de
mi esposo» (67). Aunque podríamos leer simbología sexual en ese sueño también3, la rei-
teración de tales conexiones es tediosa, como Uds. estarán pensando ya, y acaba elimi-
nando el goce literario, en vez de enriquecerlo. Más interesante es la propuesta de Freud
en su libro Beyond the Pleasure Principie (34-5, 38) que los dos instintos fundamentales
son el instinto de vida, que incluye el deseo sexual y la conservación propia, y el instinto
de muerte, Eros y Thanatos. En su interpretación de los tres cofres del Mercader de Ve-
necia, Freud demuestra como se entrelazan en la pisque humana. ¿Debemos entender es-
te sueño ansioso de Jacinta como la expresión de un deseo subconsciente de la muerte de
su amante? Para explicar la posibilidad de tal lectura, tenemos que proceder a las reela-
boraciones de las teorías freudianas hechas por Lacan y Chodorow.
3 Dice Freud: «Cajitas, cofres, armarios y hornos corresponden al órgano sexual femenino; tam-
bién cavidades, barcos, y todo tipo de embarcación» (Dreams 242). No sólo sueña Jacinta de la cabeza de
Félix dentro de una caja, sino que él se ahoga cuando se anega el barco, estando él con toda su armadura, lo
cual en tales circunstancias sugiere preparación para encuentros no sólo militares sino sexuales también.
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Lacan interpreta el concepto freudiano de Trieb (Impulso) como un complejo de Ne-
cesidad, Deseo y Demanda que procura constantemente, sin eficacia, llenar el vacío crea-
do por la conciencia de la separación del Otro, a recobrar la «jouissance», el éxtasis de la
unión con la madre de las etapas del pre-espejo y del espejo. Como el moi, muy aproximada-
mente, el sentimiento de identidad y valor personal, se constituye por la mirada reflejada e in-
ternalizada del Otro, y por eso este complejo insaciable de Necesidad, Deseo y Demanda es
primordialmente, el «Deseo de ser deseado» como lo expresa Ellie Ragland-Sullivan (73).
Jacinta, como la gran mayoría de las heroínas de Zayas, vincula su vulnerabilidad a tal vacio.
Su madre ha muerto y su padre no piensa en ella. Aunque solemos enfatizar la falta de
guía y control que esto representa, Zayas subraya la importancia del vacío emocional al
mencionar la pérdida de la compañía de la madre antes que la de un guía:
Faltó mi madre al mejor tiempo, que no fue pequeña falta, pues su compañía, gobierno y
vigilancia fuera más importante a mi honestidad, que los descuidos de mi padre, que le
tuvo en mirar por mí y darme estado (yerro notable de los que aguardan a que sus hijas le
tomen sin su gusto). Quería el mío a mi hermano tiernísimamente, y esto era sólo su des-
velo, sin que se le diese yo en cosa ninguna... (44).
Para Lacan, la conciencia de separación, de división del otro amado/amante se perci-
be como muerte psíquica en la desintegración inminente del moir (Ragland-Sullivan 72,
118). Aunque con un lenguaje convencional, es, sin embargo, significativo que Zayas
describa cada separación de Jacinta y su amante en términos de muerte. Cuando Félix
huye a Flandes, Jacinta dice que sus lágrimas y lamentos eran tales «que fue mucho no
costarme la vida» (59). Su segunda partida, para Mamora, le causa tres meses de enfer-
medad mortal (65). Y justo antes del segundo sueño, ella dice:
En todo este tiempo no tuve cartas de don Félix, y aunque pudieran consolarme las de su
padre y hermana... no era posible que hinchiesen el vacío de mi cuidadosa voluntad, la
cual me daba mil sospechas de mi desdicha, porque tengo para mí, que no hay más cier-
tos astrólogos que los amantes (67).
No es necesario, entonces, leer como un deseo subconsciente de la muerte de Félix la
curiosa mezcla de imágenes de sexo y muerte en este segundo sueño de Jacinta para re-
conocerlo como una expresión del efecto mortal de la separación.
En este punto de la historia, mis estudiantes románticos objetan: «Si Jacinta estaba
tan locamente enamorada de Félix, ¿cómo puede enamorarse más tarde de Celio?». La
pregunta teórica nuestra no tiene que ver con la estructura psíquica de la heroína, sino
con la estructura narrativa de la historia. ¿Hay una lógica en la secuencia de sus episo-
dios? Yo creo que sí la hay -la lógica que postula que la progresión normativa de la vin-
culación humana para la mujer procede no de madre a padre y de él a esposo (como pre-
sume Freud y los argumentos de la mayoría de los escritores-hombres), ni de madre a
Dios, como proponían los moralistas y místicos, sino de madre a hombres y luego de
vuelta a las mujeres4
4 No como objetos sexuales, sino como familia ideal. Sin embargo, merece estudio el flirteo con la
idea de la posibilidad de una atracción lesbiana entre Laurela y «Estefanía» en «Desengaño sexto», partí-
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Brooks sugiere que la trama logra «la ordenación de la situación imposible e inexpli-
cable como una narrativa que de alguna manera mediatiza y vincula con fuerza sus dis-
tintos elementos, de tal forma que aceptemos la necesidad de lo que no se puede discurrir
lógicamente» (Plot 10). La lógica de la continuación del género humano obviamente exi-
ge la unión de hombres y mujeres; por lo tanto, aunque Zayas constantemente les advier-
te a las mujeres de los peligros de la alianza con los hombres, no propone abiertamente
una preferencia para una comunidad de mujeres; pero ése es precisamente el mensaje im-
plícito del Sarao en conjunto, y de la primera historia que contiene. En la trama, ella
reescribe la trama maestra masculina en la misma forma que Nancy Chodorow ha refor-
mado la descripción freudiana del proceso de identificación sexual.
Según Chodorow, la definición sexual no se determina sólo por la progresión biológi-
ca, sino que es moldeada por el hecho cultural de que casi toda la crianza de los recién
nacidos se encarga a las mujeres. El trauma esencial del desarrollo no es la envidia del
pene para las niñas y el complejo de castración para los niños, sino la necesidad de aneje-
narse del estado infantil idílico de una unión perceptible con la persona que lo cría. Co-
mo esa persona es casi siempre femenina, las niñas forman un concepto de sí mismas y
una identidad sexual por medio de una identificación con la madre, y por eso mantienen
un concepto del yo en relación con otros y una mayor capacidad para la empatia y los
lazos emocionales. Los varones, en contraste, logran una autodefinición psicológica
en contra de la madre, reprimiendo los vínculos emocionales con esa figura todo-absor-
bente. El resultado es una sociedad de hombres que se definen por medio de la separación
y «quienes reaccionan contra la mujer, la temen y se presentan como superiores a ella»
(209). Además, dice Chodorow, la heterosexualidad de la mujer es triangular, porque:
La niña entra en la situación triangular de Edipo más tarde, y en otro contexto emocional
que el niño..., ella no abandona del todo esta relación preedipal [con la madre], sino que
construye lo que sucede después sobre esta base preedipal (115).
Mientras que el hombre busca no sólo un satisfacción erótica sino una satisfacción
emocional total en la mujer al intentar reestablecer subconscientemente la intensidad bi-
lateral de la relación preedipal madre-hijo, la mujer es más ambivalente en cuanto a su
adhesión emocional (en contraste con la identificación erótica) como resultado del víncu-
lo preedipal perdurable con la madre.
Chodorow apoya la conclusión de Helene Deutsch de que:
La muchacha en la etapa de Edipo alterna entre una atracción positiva hacia el padreco-
mo escape de la madre, y un retorno a la madre como refugio seguro y familiar contra los
aspectos frustrantes y temibles del padre (129).
Esto me parece una percepción fundamental, porque es precisamente tal alternación
entre una atracción a los hombres y un retraemiento a un retiro femenino seguro que ca-
racteriza el movimiento de «Aventurarse perdiendo» y otras historias de Zayas. En pri-
cularmente en vista del hecho que es en la historia siguiente que Zayas incluye una relación homosexual
masculina, que ella describe como «deleites tan torpes y abominales, que es bajeza, no sólo decirlo, mas
pensarlo» (Desengaños 360).
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mer lugar, la precondición para la primera relación heterosexual de Jacinta, como para la
gran mayoría de las heroínas de Zayas, es la ausencia de la figura de la madre5. Después,
cada crisis de amor la hace regresar a la sociedad femenina, que ella describe con fre-
cuencia en términos de un sustituto del amor maternal. La primera vez, ella se está esca-
pando literalmente de «los aspectos temibles del padre» cuando ella y su amante se refu-
gian de la cólera paterna en el convento de las tías de Félix, quienes, dice Jacinta «me
querían como hija» (58). Aunque sea en una casa religiosa, con la única excepción del
«Desengaño nuevo» contado por una monja, Zayas pinta la acogida en un convento no
como una elección inspirada por la devoción, sino como un refugio emocional en que se
puede reconstituir una familia femenina. Cuando Jacinta cree a Félix muerto la primera
vez, elige quedarse en el convento de las tías, diciendo, «tomé el hábito de religiosa, y
conmigo para consolarme y acompañarme doña Isabel, que me quería tiernamente» (60).
Al registrar su elección, no menciona convicción religiosa sino el cariño de la hermana
de Félix. Después de su verdadera muerte, no vuelve al convento, sino que se queda con
la prima y la tía de Félix, «que me tenían en lugar de hija» (69).
En su compañía, Jacinta pasó tres años lamentando la muerte de Félix, sin poder en-
contrar otro amor, que, dice ella «satisfaciese mis ojos ni hinchiese el vacío de mi cora-
zón» (69). Es significativo que Zayas cuente el origen del segundo amor de Jacinta en
términos de un triángulo, una especie de reconstitución de la rivalidad edipal madre-pa-
dre-hija. No ha sentido ninguna inclinación amorosa hacia Celio hasta oírle jactarse de su
frialdad ante el amor de otra mujer. Un psicólogo lacaniano encontraría un filón de sím-
bolos en el soneto en el cual ella revela su amor a Celio, jugando con la idea del espejo
como instrumento de autoconocimiento y reflector de la mirada que desea. Las limitacio-
nes de tiempo no nos permiten «pagar el alquiler» que tal análisis requiere, sin embargo.
Todo el episodio con Celio parece caracterizarse por una atracción ambigua, basada
no en la pasión sexual sino en el deseo de ser deseado. Jacinta dice que a Celio le agradó
su soneto porque «a nadie le pesa de ser querido» (71), y cuando Fabio le revela que en
todo caso, Celio es inalcanzable porque ya ha tomado órdenes religiosas, dice que en vis-
ta de la naturaleza de Celio, «sólo este estado le conviene, porque imagino que si tuviera
mujer propia, a puros rigores y desdenes la matara, por no poder sufrir estar siempre en
una misma parte, ni gozar una misma cosa» (76). Aunque admito que es una lectura per-
sonal y especulativa, me inclino a ver el episodio de Celio como una etapa en la retirada
de la fijación erótica heterosexual, que por razones de comodidad psíquica se ha proyec-
tado sobre un personaje masculino.
De todo modos, con la frustración de su intento de unión con Celio, Jacinta otra vez
elige una vida de seglar en un convento, donde vive Félix, doña Guiomar, quien vino a
acompañarla después de la muerte de su madre. Este es el modelo que se repite una y
otra vez en las historias de Zayas; con el fracaso de una relación heterosexual, la heroína
se retira, de forma provisional o permanente, a un convento. Además, una amplificación
5 Hace años que discutimos las razones por la ausencia de la madre también de las comedias de
drama del Siglo de Oro, pero los dramas presumen su ausencia, no la subrayan. Es intrigante que las co-
medias comparten esta particularidad con el cine popular de los años treinta y cuarenta, en el cual, como
ha señalado Naomi SHEMAN, la consumación del amor heterosexual de la hija, o un segundo matrimonio
para la madre, requiere en esta sociedad la supresión del fuerte lazo madre-hija.
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de esta retirada de la sociedad masculina cierra la colección entera, cuando Lisis prefiere
tal asilo al amor de don Diego:
Lisis y doña Isabel, con doña Estefanía, se fueron a su convento con mucho gusto. Doña
Isabel tomó el hábito, y Lisis se quedó seglar. Y en poniendo Laura la hacienda en orden,
que les rentase lo que habían menester, se fue con ellas, por no apartarse de su amada Li-
sis, avisando a su madre de doña Isabel, que como supo dónde estaba su hija, se vino
también con ella, tomando el hábito de religiosa... (Desengaños, 510).
El movimiento general de la colección de las historias de Zayas, entonces, procede de
la casa del padre a la casa de Dios, la cual es, de verdad, en términos de adhesión psíqui-
ca, la casa de la madre.
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