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Vida e Obra de Alfonsina Storni

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ALFONSINA STORNI 
SU VIDA Y SU OBRA 
Mi primer recuerdo de Alfonsina data de los más lejanos 
~ños de mi adolescencia. Era por el año 1919 Ó 20, y. yo 
tenia por costumbre ir en los dias de sol al Parque Chaca­
buco, el viejo parque del oeste porteño, a leer un rato. En 
.aquella época dicho parque tenia un a!!pecto casi rur,l, con 
'Su terreno accidentado y la alta y descuidada arboleda exten­
diéndose en todas direcciones. Hasta recuerdo que habia un 
·tambo y que por un módico preciQ podía tomarse al pie de 
las mug.ientes vacas a grandes manchas blancas y negras, un 
.alto y espumante vaso de leche, 0101'050 aun a campo. Mis 
.aUá del tambo, hacia el extremo S. O. del parque, ocupaba 
una dilatada extensión una escuela de niños débiles. insta­
lada bajo los árboles. Un alto enrejado de madera, pintado 
de verde, separaba la escuela del resto de} parque. Allí tra­
bajaba por entonces, no sé si como celadora o como maes­
tra, Alfonsina 8torni .. Lo sabía por el escritor José de· San 
Martín, el discmido, y por muchos motivos admirable, au­
tor de Mis pI'ofelas locos, que fue amigo y protector de 
Alfonsina en el Consejo Nacional de Educación, y con cuya 
.amistad me enriquecí desde mili comienzos literarios. Allí la 
Ni, varias yeces, a través del verde enrejado, ir y venir entre 
30 F .... iR EITRILU GUTIIl ... .I BAAL, XXIV, '95~ 
los pequeños de guardapolvos blancos. Delgada y menuda. 
con el cabello rubio-ceniciento brillante al sol, cumpliendQ 
su tarea. Ya había publicado La inquietud del rosal, El dulce 
daño e Irremediablemente, libros estos que marcaron el 
comienzo de su enorme difusión y popularidad. Yo conocía 
toda su obra, y confieso que me apenaba verla, a ella, que 
era como una fuerza libre de la naturaleza, sustraída a su 
labor específica de poeta, J prisionera durante todo el día 
~n aquella cárcel verde, regida a horario, y bajo unas auto­
ridades que - lo sabía por San Martín - no eran com­
prensivas ni buenas con ella. Luego la dejé de ver por mu­
cho tiempo. 
Años más tarde, en 1925, volví a encontrarla en el club Mar 
del Plata, en el balneario del mismo nombre, en la primera 
Fiesta de la Poesía, que creo se organizó por su iniciativa. El 
inmenso salón de fiestas del citado club rebosaba de público. 
Era por la tarde, y por los altos ventanales, orientados al 
mar, llegaba elrumor ronco e isócrono de las olas. Fue, 
quizá, la primera vez que un grupo de poetas iba a !Iecir sus 
propios versos en público, y lo novedoso del acto daba a la 
reunión un interés inusitado y espectante. Los cuatro poetas 
que intervinieron en aquella memorable ocasión, fueron 
Margarita Abella Caprile, Beatriz Eguía Muñoz, Mary Rega 
Molina y Alfonsina Storni. La presencia de esta última elec­
trizó de inmediato al público. Nunca había oído yo, ni nunoa 
oí-después, a un autor decir sus versos como Alfonsina. 
aquella larde. Allá lejos, en el pequeño escenario, la grácil 
y delicada figura de la poetisa, adquirió de pronto un vigor 
y una vibración extraordinarios e imprevistos. Dijo dos o 
tres poemas de Ocre, entre ellos el II Romance de la ven­
ganza )), y allí vi, y sentí, que la poesía no era una postura 
BAAL'.XV.1V, i949 AnO.lnA "Sra. _. . 
literaria en Alfonsina, sino que poesía y autora eran una. 
misma cosa, inseparable y única, y que en el fondo de una. 
'J otra, de la creadora y de su obra, Jatía un'alma humana. 
sufriente y magnífica. Y todo volcado en un cauce simple y 
sobrio, y expresado con las palabras justas y n~rias, COD 
las palabras madre que es como hablan a sus semejantes ya. 
la posteridad, los grandes y Jos verdaderos poetas de todos 
los tiempos. En boca de Alfonsina, las palabras - que ella 
subrayaba dándole a cada una su valor y su intensidad úni­
cos -, no eran palabras, sino apenas la traducción de sus 
estados de alma, y escucharla, no lo olvidaré nunca, era 
como estar escuchando su propio y dolorido corazón, que­
era también el corazón de la especie traspasado de angustia 
y de eterua congojB;'. Aquella tarde, supe de golpe cómo era 
y quién era Alfonsina, y tuve también la impresión, al oir 
el rlimor inCeSlI,l;lte del mar que entraba por los altos hUecos 
oscuros de las ventanas, de ese algo misterioso y constante­
que unió siempre en su obra - como dos voces en un diá­
logo obstinado -, a su alma yal nlar. 
A fines de ese mismo año de 1925, visité por primera vea 
a Alfonsina. Vivía entonces en Belgrano, creo que en la calle­
Cuba. Era un hotelito con dos o tres reducidos ambientes 
abajo y una escalera de madera oscura que subía a la, planta 
alta. El 'amigo común que me acompañaba, nos presentó, y 
al estrecharle su fina y tibia lOano y al mirarla en los ojos, 
quedamos unidos por una pura y noble amistad que subsis­
tió, inalterable, hasta su muerte. Conocí sus libros, los que­
se apilaban, sin mucho orden, en los estantes no muy altos 
que cubrían una de las paredes; conocí su pequelio y oscuro 
escritorio, en cuyos cajones gmardaba la ellcritor!llos origi­
nales de sus' versos. No recuerdo si fue aquella noche, en l. 
3 • BAAL, XXly, 19it 
.que estuvo alegre y ocurrente como sólo ella sabía estarlo, 
() en una de mis ulteriores visitas. cuando sacó a mi pedido 
dichos originales para que los viera. Eran páginas de tamafio 
.comercíal, y en ellas, con su letra ancha e inquietante, como 
la definió alguna vez Capdevila, de trazos finos, casi dibu­
jados, se alineaban los versos, todavía con la tinta a medio 
secar. Había publicado ya Ocre (el ejemplar que conservo 
de ellta obra me lo dedicó aquella misma noche), y 10& poe­
mas que escribía entonces eran como una continuación de 
-dicho libro. Me mostró también numerosos poemas que no 
nabía incluído en el citado volumen, y adiviné, en dichas 
-supresiones y en las correcciones de los originales, todas las 
torturas a que sometía su obra aquella gran escritora que 
-era ya Alfonsina. 
Desde entonces, hasta su muerte, la vi innumerables veces. 
Aquella· - la que coincidía eon la aparición de Ocre -, fue 
-sin duda su época de mayor bienestar. Sus cátedras y sus 
frecuentes colaboraciones le daban lo suficiente para vivir y 
-expandía vitalidad e ingenio a su alrededor. Asistía a los 
.banquetes o comidas literarias, sobre todo a los de la revista 
1\ Nosotros 1) - había sido la primer mujer en hacerlo, mu­
.chos años atrás -; se la veía en las exposicíones de arte, 
-en Florida, mezclada entre el ir y venir de la gente, y a 
'veces singularizándose desde lejos con algún detalle llama­
.tivo de su tocado. La Alfonsina mujer no era inferior a la 
Alfonllina escritora. Si no era bonita, uno lo olvidaba a 
poco de tratarla. Era, a pesar de lo varonil de su talento, 
-lll[traordinariamente femenina. Tenía el encanto y la gra­
.cia de la mujer, cuando ésta lo es plena y totalmente .. Le 
gustaba agradar, y era tierna y cariñosa desde la raíz 
misma de su alma. A veces, no quería que su verdadero ser 
BAAL, X11V;'9S9 ALPOIIIIII.l ~TO •• I. 33 
la traicionara, y pasaba de la ternura a la ironía caai sin tran­
sición, lo que desconcertaba a quienes la trataban por prime­
ra vez. Sencilla y natural, o todo lo que era falso y apara­
toso DO hallaba eoo en su espíritu. Cuando estaba en vena, 
resultaba encantadora, y el goce espiritual de estar a su lado 
oyéndola o viéndola, era un verdade·ro reg"l~ para los qu~ 
la queríamos y éramos 8US amigos. Es que, bajo sus disfra­
ces y apariencias desconcertantes, veíamos en ella a una 
mujer extraordinaria, de una sensibilidad casi extra hu­
mana, a una amiga comprensiva y única, a un ser val.iente y 
noble, que por no someterse a la tradicional esclavitud de su 
se.I:O, había padecido y sufrido, y había luchado y luchaba 
aun, sola, cayéndose y levantándose, en un mundo hostil 
que todavía no h.~~a empezado a considerar y a estimular a 
la mujer, como ésta se lo merece. 
Alfonsina, era fundamentalmente buena. Fue una'buena 
hija y una excelente y heroica madre, y fue, por último, una 
amiga extraordinaria, la amiga, y de ahí la devoción quepor ella sintieron siempre' sus ítitimos. 
Alfonsina era, además, un ser esencial, un ser natural, 
elemen.to vivo, y no mero espectador, de la naturaleza, a la 
que sentía entrar en ella; por todos sus poros. naba gusto 
verla aspirar una flor o comerse una manzana. Entrecerraba 
los ojos, y mordía golosamente la fruta recibiendo en todo 
su cuerpo la frescura deliciosa, que ella abso·rhía con infan­
til placer. Ante el paisaje, no hacía frases: lo asimilaba, lo 
bebia casi con todo su ser. Recuerdo una escena que no se 
me ha borrado nunca de los ojos. Fue en las sierras de Cór­
doba, creo que en 1928. Un día fuimos en auto, con un her­
mano mío y varios amigos, desde Los Coc!>s, do.nde parába­
molt - ella lo hacía en aquella sazón en una pensión, frente al 
3 
hetel, d,e' Los Molles -, hasta Ascochinga. Fue un pa8liG 
hermosQ, que ella hizo aún más hermoso e inolvidable con 
s,u ingenio y su gracia bullente o inagolable. M ir a or~r 
Ag~as de Oro, pidió al q!1e c~nducia el auto que par.ra antes 
de atravollllrlo, y, titándose casi del coche, ',corrió, 'h.sta el 
río, se desc.l~, y en un, abrir, y oe~ar de ojos lji vimos'me­
terse' en ,el' agqa que espejeaba al sol, hasta las rodillas, y 
soltarse el cabello mojándolo unay otra vez en el agua.que 
corría abajo. A.lfonsina, arqueada hacia adelan~, con la 
grisácea y brillallte cabellera' caída hacia el río CQ~O otra 
cascad. de luces, riéndose y parloteando de gosto,a~te el fres­
cor del agua, era algo per~neciente a aquella deljciosa sole­
dad de las sierras, algo que se fundía, nl!turalmente, cO,n, el 
cielo azul y distante, con el verde de los sauces que ~aban 
también sus ramas hasta ,el río, cen el agua resplandecieQte 
de minlÍsculos ,lrozos de mica, que ,relucía bajo el ~l y que 
c()rría, ,basta perderse,a lQ lejos, en el corazón aleg~ y como 
de fiesl. de "l. ~I!ñ!ln¡l... El?- todQ .quello estaba ella, A.lfon­
sina, fundid., ,hech.,un~ mism. e indisoluble cosa con l. 
natur.leza viva qne latía a su alrodedor. 
Mucbo se ha escrito y se escribirá spbre Alfonsina, pero 
nunca se -dirá todo lo que ella era y todo lo que ena repre­
septó en un momento de l. evolución soci.l de nuestro país, 
particularme~te en lo ,que atañe a la liberación de la mujer 
.y a.la enlra~a: de ésta" en la ~icla cultural y espiritual de la 
~ación'. Alfonsina, como los grandes hechos o como ,las 
fllerzas 4e la naturaleza, ofl'ece,rá siempre al investigador y 
al estudioso, múltiples facetas, imposibles de juzgar, en 
.todo su significado yen todo su alcanoe. Sólo DOS corres­
ponde, a quienes fuimos sus amigos y compañeros dqrante 
muchos ,años, ya los'qu,e fuimos tesligo!i de sus .triunfos 
IJAAL.- ,llU'V, "'959' 5!i 
y de sus fracal!os, de sus alegrías y de sus lágrimas, dar la 
imigen que lIenmos de ella, y documentar, en la medida 
de lo posible, todo cuanto hemos ido conociendo de la vida 
.. y la obra de esta gran poetisa y de esta gra~ ~ujer que fue 
Alfonsina S~rDi. 
Sobre su vida, sobre todo de su .infancia y' adolescencia, 
muy'poco es lo que ha trascendido al público, pues siempre 
fue reservada y poco propensa a las confidencias de carácter 
personaL Había nacido en Sala eaprieses, pequelia y pin­
~resca aldea en las montañas de la Suiza italiana,' en el can-:­
ióu Ticino, distrito de Lugano. Fueron sus padres Alfonso 
Stomi, de profesión negociante, según reza en la partida de 
naCimiento de Alfonsina, y Peulina Martignoni, ambos 
oriundos dI! Lugano y procedentes de dos familias emigra. 
das muchos años antes, de Roma.'Su padre vino, en 1880, a 
San Juan, donde estaban ya radicados de tiempo átrá.s y tra· 
bajaban en próspera empresa varios de sus bermanos, embar­
cándose de nuevo para iu 'patria en 1885; con el fin 'de ca­
carile. Casado en .886 con Paulina: Martignoni, que tenia a 
la sazón dieciséis años - él cQutaba veintitrés -, regresa 
de inmediato a San Juan, dode establece su hogar, incorpo­
rándose de nuevo al negocio de sus hermanos. Allí nacen los 
dósprimeros hijos del joven matrimonio, hasta que, afec­
tada la saliJd de Alfonso, deciden en .89" volver a Suiza y 
es así como el 2-9 de mayo de 18g2, en'la cal'8 que habían 
alquilado poco antes en Sala Cilpriasca, viene al mundo la 
que con el tiempo, habría de ser uDa de las glorias de la 
poesía de habla española de Duestro tiempo. Ella, que siem­
pre'se considero &rgel)tina; como que lo ,filé, y profunda­
mente, por 8uformación y por su obra; alude, en un pe­
queño poema en prosa, al lugar de su 'naolmiellto : 
36 Fu.iR En.ELtA GUTllliaau BAAL, XXIV, 1959 
(( Tengo los ojos azules. 
" Amo los cielos claros, los crepólCulos lusurrantes, los' paltos 
frescos, los campos dorados, las delicadas manos, 181 lrenlesam­
plias, las almas pulcras ... 
" Nací alIado de la piedra, junto a la montafia, en una ma­
drugada de primavera, cuando la tierra, después de su largo 
sueño, se corona de Rores. 
" Las. primeras prendas que al nacer me púsieron, las hizo mi 
madre cantando baladas antig~as mientras el pan casero expan~ 
día en la antigua casa su familiar perfume y mis hermanos juga­
ban alegremente. 
« Me llamaron Alfonsina, ~ombreárabe que quiere decir : 
(( dispuesta a todo t) •. 
Á los cuatro años de·edad vino Alfonsina con su Camili.a 
a San Juan, cuna de sus otros hermanos,.y allí pasb, en la 
vieja casa" próxima a la .Escuela Normal, los años alegres 
y despreocupados de su primera infancia. De aquell~ casa 
de grandes patios con plantas, y de canal al Condo, y de 
aquellos 'años de su niñez, nos dejó Alfonsina un bello y 
nostálgico recue.rdo en' el poema "El canal", incluído en 
Languidez. 
Su madre era una mujer culta. Se habia recibido de 
maestra en su Suiza natal, y conocía, además del italiano, 
el'castellano, que lo aprendi~ en San Juan, y el Crancés. En. 
San Juan se la admiraba por la elegancia de su porte y por 
su preciosa voz, Era ,alegre, expansiva, lIella de vida inte­
rior y de ingenio. En dicha ciudad y lu.ego en Rosario, pu­
l;tIi8ó en los dial'ios locales algunas tradu<;ciones del italiano 
y del francés, y alguna~ páginas' propias. Fue el .primer 
mentor literari,? de su hija y quien primero, descuhrió en ésta 
sus dotes de poeta. Alfonsina nos ha dejado de su madre la 
siguiente esfumada imagen en las páginas de Ocre. 
8AAL, XXIV,' 1969 AL ...... IA Sr ...... , 
PALABRAI A lO IIAD8-B 
No las grandes verdades yo te pregunlo; -que, 
no las contestarías; solamente investigo 
, si, cuando me gestaste, fué la luna testigo, 
por los oscuros patios en Dor, paseándoSe. 
y si, cuando, en tu seno de fervores latinos, 
yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro 
le adormeció las noc!les, y miraste, en el oro 
del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos. 
Porque mi alma es toda fantástica, viajera, 
y la envuelve una nube de locura ligera 
cuando la luna nueva sube al cielo azulino. 
y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros, 
arrullada -en un claro cantar de marineros 
miFar las grandes aves que pasan sin destino. 
Ea cuanto a su padre, raro y huidizo, quedó retratado 
por su hija en otro pop.ma de Ocre. 
DB 111 PADRB SB CUBIiTA ••• 
Oe mi padre se cuenta que de casa partía, 
cuando rayaba el alba, seguido de su galgo, 
y en el largo camino, por divertirse en algo, 
lo miraba a los ojos, y SIJ perro gemía. 
Que andaba por las aelv,ás buscando una serpiente 
procaz, r al encontrarla, sobre la col,a erguida. 
al asalto dispuesta, de un balazo insolente 
se gozaba en dejarle la cabeza partidll. 
Que por dlas enteros, vagabund,o 'J huraño, 
no volYia a la casa, ".como un ermitaño. 
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo. 
BAAL, XX1V, '959 
y s610 cuando el Zonda, grandes masas ardientos 
de a renas y de 'insectos levanta en los calientes 
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo. 
Pero los días de' .felicidad y de bonanza son contados en 
la familia Siorni, ~' tras el derru,mbe económico total, ésta 
deja San Juan y va a radicarse a Santa Fe;' primero en Ro­
sario, luego en Coronda y en Bustinza. ' , 
Alfonsiná tie~e once años,y debe trabajar para ayudar a 
sus padres a gallar el sustento diario. 'E~ta debió ser la época 
más dura y sombría de su vjda. Conoció la. miseria, y supo, 
niña aún, lo que, cuesta ,vivir. Ni siquiéra podía ir a la es­
cuela. Ensu «.CaQtQ aRQsario '1, escl'~loen.Lt"e 1916 y 1918, 
Y publicado después de,su muerte. ~ay 'versos que recuer­
dan estos años de pobl·ez:a y de dolor de l!l pequeda, Alfonsina. 
Así dice en los versos ilÍiciales,en que canta 'al puerto: 
Unas tras airas, bolsas, ,el gran buque tragaba 
barina ... trigo ... ; i Guán19! Yo era pobre; miraba. 
Mis adelante' aluJe a que fue en RosariD donde empezó a 
escribir sus primeros' v,e.I:SOS y, evoca al ancho río sobre el 
que se alza I'a gran ciudad naciente: 
i Es un mar que le'tie~ta! ... Que me tentó diría, 
ciudad donde naciera; precoz; la ,rima·mía. 
Quizá naci6 mirando romo el ágil navio 
perdíase en las nieblas gri.das del grail río. 
"Allí, en Rosar~o, escrim;.Sl1s pl'im~ra~nle¡'~osy realiza sus 
primeras lecturas. Una noche - ló ha"contado ella mis­
mo -, se queda, leyendo hasta altas horas u~ libro, junto a 
su hermano menor, que fue. su primer con6.dente literario. 
Pero el cansancio la vence y.se queda dormida. El libro, 
· Itl,roU.8.a. Sto ••• 3y 
un ejemplar. de la Divina comedia encontrado en la calle, 
en -un'~ajón·de·basura', se desliza de su man~ y empieza a 
arder~ La'madre llega a ti'erripo pllra evitar la ca~strofe, pues 
y..IIIS lIainas'h.an heche presa 'de las ropas' de 108 chicos: 
AlfollSiná'corré a ocultarse' en \In rincón del cuarto, apré­
tandó-contra s.u pecho el ejemplar casi quemado. 
Sus primeros versos los escribló, según su madre a los ocho 
o nueva ilMs. A los doce,- el gr.an actor español Jo~ TaUaví, 
la oYó recitar y la iRcorparó a su cimipaiiía. Pero su madre 
se optlsO' a que fuese Itctri¡, y tntS fugaces y modestísimos pa­
p.ks,lIejó-laescena .. ~A los catorce 'años murió su 'padre. 
Pero Mfonsina posayó siempre, una gran voluntad, ya pesar 
de la miseria y del rudo trabajo de aquellos años, logró es.tu­
dial en la escuela normal de Coronda, donde se recibió de 
maestra-en 19(0. Poco después, se independiza de los suyos 
y va'. Bueaos'Aires, sola; a ganarse la vida y a luch~r. 
'Sus~primero5 años en Blienos Aires debieron ser terribles 
y difíciles. Ella nunca quiso hablar de ellos. Trabajó en va­
ri'as partes: en una fábrica de gorrás ; de cajera, en (( La Ciu­
dad de 'México )J ; en las oficinas de: una firma importadora, 
encargllda de la correspondenCia, etc. En esta última lIegaa 
a prometerle'una mejora considerable pero con la Gondioión 
&i qlle DO escriba más versos: Alfonsina escucha la propo~ 
sición" y resignada, renuncia a su cargo. Ena hubiera 'po­
'didotennncíar a todo, pero a nO escribi\' más, eso nunca. 
LcJs: '181'808.1($ Heva6a desde nilia en al alma; y sabia quo su 
del!tino no Sería otro, que el de ir dándose trozo a' trozo, en 
ert08.1 Ya había publicado aigunas poesias en, Rosario, en 
(( MOl)os y Monadas'" y el Mundo, Rosarinó 11. En Buenos 
Ail"fl8, 'alentada y estímulada por Juan Julián Lastra,poeta 
santafecino; publica varios poemas y prO!!as en un diario. 
60 B."AL, XXIV, Ji&\) 
Más tarde aparecen sus primeras colaboraciones en u Caras 
y Caretas lI. En 1916, Alfonsina, que ha seguido los conse­
jos de Lastra, reune en un vGlumen sus versosde'adolescen­
cia y juventud. El mismo citado escritor abrió el libro con 
unas palabras a manera de pórtico, en las que decia, entre 
otras cosas: " Hay notas intensas, profundas y sonoras en 
el abismo de esta alma joven e insondable lI. 
En 1917 obtuvo el primer premio anual de poesía otor­
gado por el Consejo Nacional de Mujeres, por su " Canto a 
los niños lI. Y en 1918, aparece El dulce daño, el libro con 
el que habría de ~anar gran popularidad y que difundió 
su nombre dentro del país y en todo el mundo de habla 
hispánica. 
Pero todo lo obtuvo Alfonsina tras largos y afano~os tra­
bajos. El destino no fue abriéndole las puertas fácilmente, 
sino que fue ella quien, con su talento, su tenacidad y su 
esfuerzo fue conquistando palmo a palmo el ambiente cul­
to de Buenos Aires, hostil, cuando no indiferente, en aque­
lla época a toda ,mujer' emancipada que pugnaba por abrirse 
camino en el arte y .en la vida. Ya habia conseguido un 
puesto de maestra en una escuela de huérfanos, y más 
tarde un cargo en la Escuela de Niños Débiles del Parque 
Chacabuco, hasta qué en 1921 fué nombrada profesora en. 
el Teatro Infantil Lavardén en una cátedra creada para ella 
por iniciativa de los entonces concejales Roberto F. Giusti 
y Enrique Villarreel. Dos años después, en 1923, es nom­
brada por el ministro Sagarna profesora de lectura y decla­
mación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas, y en 1926~ 
es designada profesora en el Conservatorio de Música y De­
clamación. También fué durante varios años, profesora de 
castellano en una escuesla de adultos. Paralelamente a estos 
1lAAL, XXIV, "g59 AlPOlI81'114 SToaW. 
cargos, 101 cuales desempenó con celo y dedicación ejem­
pla~ basta su mue~te, Alfonsina fué dando sus nuevos li­
bros: Irremediablemente (lglg)'; Langu.ir!ez, (lg20), pri~ 
mer premio municipal y segundo premio nacional de ese­
año; y Ocre (rg25), a la vez que hace periodismo en « La. 
Nación", bajo seudóni.mo de Tao-Lao_ 
En Ig26, el 11 .• le marzo, se estrena en el Teatro Cervan­
tes, por la compaiiia dirigida por la actriz Fanny Brenna,. 
su comedia en tres actos. El amo del mundo, que suscitó,. 
más poI' su tesis que por su valor literario, juicios ehcolllra-· 
dos en la critica de entonces. Yen 1927 sale a luz, en pre­
ciosa y diminuta edición, sus Poemas de amor, uno de sus· 
más bellos libros. poco conocido por el público. En Ig30-
viaja por primera vez a Europa, recorriendo con Blanca de­
la Vega, Espalia, "Francia, Italia y Suiza. A este último pais. 
va a conocer el lugar de su nacimiento. En' Madrid pronun­
cia una conferencia en el Teatro de la Comedia, sobre Ama­
lia Guglielminetti. de la que se ocupó con grandes elogios. 
Enrique Diaz-Canedo al día siguiente en El Sol. 
En Ig32 viajó por segunda vez a Europa esta vez, eolio 
8U hijo Alejandro, yen Ig34 apareció un libro dllsconcer­
tante, y completamente distinto a los anteriores: Mundo de 
.iete pozo" gran parte de cuyo contenido, sobre todo el 
comienzo, eetá integrado por poemas sin rima y sin medida_ 
Del mismo año 80n las DOI farsas pirolknicas : Polixena 'Y' 
la cocinerita y Cimbelina en el año 1900 1 pico, las que, callo 
El amo del mundo yvaria8 obras para niños, completan Silo 
_svaliosa y poca difundida producción teatral. 
y nos acercamos al año trágico de Ig38. En ese año, al 
comieozo del.cual se habia suicidado en el Tigre Leopoldo 
Lugonas, gran amigo también de Alfonsina, 'y había asis-
r ... ilI En.EI.U. GUTIli: ... Z BAAL, XXIV,IPII 
tido, en Monteyideo, al homenaje que le tributó el Uruguay 
-conjuntamente con Gabriela Mistral y J~ana de lbarbo,!rou, 
sale a luz su Alltología.poétlca, y poco anles ele la muerte de su 
.autora; Mascarilla y trébol, libro e!ttraño y. admirable, can 
el. cual el poeta se despedía del mundo y de -las cosas ·terres, 
tres inyentariando a éstas con una originalidad de imágeneS 
110 vista hasta entollces en nueslra. poesía: 
. Alfonsina tiene ahora cuarenta y seis años. Vive de sus cát&' 
dras y de lo que le producen sus colaboraciones. Su verso ha 
ido ahondándose y einbelleciéndose cada vez mas, y ella ocupa 
.-..10 sabe muy bien-, un lugar de ezcepción no sólo en la 
lírica améric.ana, junto.a Gabriela Mistral y J.uana de Ibarhau­
rou, sus contemporáneas y amigas, sino en las letras d.e habla 
española, coruo lo díjuon, COIl autoridad, críticos y escrito­
res de una y otra parte del océano: Pero su 5alud:qu~bran­
.aada por eleltceso de trabajo, empieza a aaojar,.·y sus ojos, 
5US ojos verdes y claros cOmo ~linar, antes tan llenos siem­
pre de yida y picardía, .. suelen mirar. ahora con velada y ell­
traña triste¡a. H;ista que surge de nuevo. el mal implacable, 
del cual habíasido operada años antes, y escucha la sen­
.tencia tiQ.a!. Alfonsina', que ha lenido coraje para áfrontarla 
'Vída' y que .ha luchado duramente con el destino, abriéndose 
paso.a fuerza de energía y de voluntad, no lo tiene ahora 
fn:nte a la próxima y segura muerte. Los detalles de su terri· 
ble decisión y de su trágico fin, arrojándose al mar de.de un 
espigón de La Perll!-, en Mar del Plata, en la .madrugada.del 
25 de octubre de.1938, son bien conocidos,.y no deseo vol­
ver sobre ellos .. Sólo quiero evocar, como UD tllllt1gomás; los 
momentos de hondo dolor que yi vió Buenos Aires ahaber la 
nOticia de su 'muerte y al llegar sus restos al dia siguiente a 
Constitución. Pocas veces. he, Sentido en mi·. vida el dolor 
BAALi X.UV, 1959 ' 
que' Ulltí en' aquellos' instalÍtes, viendo hajar del furgó., 
entre una doble hilera debiii'oS, sus alumnos del 'Teatro: In­
fantil'l..avardéll, que la lloraban desglU'radora!Dente, el pe­
queño ataúd en que venia su cuer,po ya sin vida y que lleva­
mOS en peso su hijo y sus amigos:' Bauchs', Capdevila, 
Ugarte, y yo. Qué ~nsación de pena y de ternu¡'a nos llenaban 
el alma, .., los ojos, al sentir el liviano peso de aque18e1' ex­
eepcional, ya cegado para siempre a lo que ella había, CIn­
f.do tanto y" tan bellamente; En el Club Argentino de 
Mujeres, donde se instaló la capi'lla ardiente, estuvimos 
~ su lado, en elinstanle de descubrir el féretro. Y, mila­
gro de la naturaleza: nueStros ,ojos se abrie~n de 'asom~ 
bro ante su rostro, bello como nunca, y que parecía dormir 
en l.'blallcllra de la caja. La belleza, por clIya falta ella 
babía sufridA en ;~no en su juventud, se la regaló la muerte, 
en su último ,sueño. Sus facc~ones se habían dulc.i6cado, 
adquiriendo esa morbidez de cera y esa dulzura de otro mun­
do, que sblo la muerte, la gran'escultora, suele imprimir-811 
el rostro de algunos de sus elegidos. Las manos fraternales 
de Manuel Ugarte, pusieron sobre el féretro unas rosas blan­
cas' y me alejé de aquel rostro que ya no vería más, como 
quien se aleja de un ser querido, para siempre. 
Esa tarde, todo lo que tenía Buenos Aires de ,importante 
y de, valioso en el mundo de los letras y de las artes,acudió 
a'la Recoleta a despedir los restos de lBmujel' y ,del, poeta 
ell.trao~inarios que había sido Alfonsina Stornt-.' y me'pa­
rece aun ver entre 101 árboles'y bóvedas"que circundan el 
monumento al.' Cristo Redentor ,de, Zoma Driano, junto al 
cual se babíadepositado el ataúd; a Enrique Larreta, 1010 
y ve'stido de aegro, como 8l'J'au.cado del ,cuadro de Zuloag-a ; 
.' 'Ricardo Rojas, a Enrique Banchs, 'a Arturo Capdevila, a 
FB •• il EnRBLLa. GU'I'Ii& •• U BAAL, XXIX, 19&90 
Manuel Gálvez, a Fernández Moreno, a Pedro Miguel Obli­
gado, a Oliverio Girondo, a Eduardo Malles, a Anwnio Ali­
ce, a Alejandro Sirio, a Stepban Erzia, a Agustín Riganelli. 
y a mujeres, y a bombres,· numerosísimos, de toda condi­
ción; que llenaban la avenida central de la necrópolis y jIe­
perdian a lo lejos, confundidos ya ·con las,primeras sombras. 
de la nocbe. Todos sabíamos que íbamos a enterrar a uno· 
de los seres más excepcionales, más puros y más nobles 
que babia vivido entre nosotrds y que había enriquecido­
con su obra nuestro propio corazón y el corazón iJlVisible 
de la patria. en el que quedan viviendo, siempre, el latido­
y la obra de sus bijos más auténticos y preclaros. 
Eso fue, en la Argentina, y en nuestro tiempo, AIronsina 
Storni. Un corazón bumano, arrebatado, traspasado todo él. 
por ese viento de apocalipsis que es la poesía y que· insufla· 
la vida y el destino de los que vienen al mundo sólo para 
sentirla y para crearla. Alfonsina fue una gran mujer, y un 
gran poeta, a la vez.·Era. noble y generosa, sabia admirar, le­
gustaba ayudar a los demás, y era piadosa y compreRaiva, 
irónicamente cómprensi·va para las debilidades y pequelieces. 
de los hombres.· El poeta esencial que había en ella, quedará 
viviendo en sus libros y desde allí' hablará al corazón de los. 
bombres de todos los tiempos, ·porque su poesía, intempo­
raly eterna, estaba amasada con dolor,! con sangre, yera. 
humana desde s·u raíz; que es lo único que-;el tiempo - juez 
inexorable - pide a la obra de arte, para que sea imperece­
dera y no muera ni se marchite nunca. 
Cuando ella irrumpe en las letras argentinas. otras voces 
femeninas venían haciéndose ofr, desde hacía años, en el 
viejo y en el nuevo mundo: la condesa de Noailles, en Fran­
cia; Amalia Guglielminetti y Ada Negri, en Italia; Gabriel. 
aUL, XXIV, 1959 45 
Mistral en Chile; Delmira Agustini y Juana de Ibarbou­
t"ou, en el Uruguay. Gabriela Mistral, cerrado su cora­
.lÓn al amor tras la muerte del ser querido, .. era como uaa 
voz bíblica ululante en el desierto. Juana de lbarbourou, era 
-el gozo y la alegria de vivir, dándose al viento como un 
fruto, mezclada su alma a la embriaguez divina y dionisíaca 
de la naturaleza. Alfonsina fue una mujer en cuyos cabellos, 
·como dijo de ella Cristóbal de Castro, « plateaba la ceniza 
-del Eclesiastés)J. Su poesía. fue naciendo de ella misma y 
(orma, a lo largo de sus años, lo más completo y lo más 
-dfl\mático de su biografía. Niña llena de anhelos indefinidos 
y oscuros, al principio; mujer luego a la que le frustró el 
-destino su gran deseo de toda la vida: un amor verdadero y 
·único que la esclavizara suave y dulcemente; espíritu sin 
.prejuicios y sin vendas en los ojos, que ve el derecho y el 
revés del tapiz. de la vida, y que va diciendo su dQlorosa 
experiencia del mundo, como quien necesita liberarse de una 
triste cargll que pesa sobre sus espaldas; alma ya vencida, y 
-que, próxima a la muerte, ve lo que nadie ve y que vive a 
nuestro alrededor, dejándonos como un testimonio cifrado 
,de ese trasmundo extrañó y alucinante; eso, y mucho más, 
fue Alfonsinaalo largo de su fecunda y atormentada vida. 
« Románti~a, parnasiana, modernista, desconcertaote­
mente nueva en sus último. libros - dijimos alguna vez de 
ella -, Alfonsina Storni es, sin embargo, una misma cosa 
a través de su bel1a y magnífica obra: UD hondo espíritu de 
poeta, nacido para sentir y cantar el mundo de cosas que 
vivían dentro y fuera de ella)J. 
Empecemos por detenernos en « La dulce visión 11, uoa de 
las poesías de su· prinier época, y que en~ierra, por una rara 
coincidencia, como la clave de toda ·BU olira futura. 
46 IIAAL, XXIV, ,,51) 
é D6nde estará 'lo que persigo ciega ~ 
..,..... jardilles enca1Jtados, mundos de oro - : 
1~!Io lo que m~cerca es i!lcolo.:o. . 
Ha y olra vida. 11 Allí c6mo se llega ~ 
Un perfume divino el alma ,anega: 
olor de enlrellas, un rosado eoro 
de Dian~s fugitivas; el esporo 
viviente aún de 'la delicia griega. 
c: D6nde' estará ese mund~ que Persigo ~ 
El sueño voluptuoso va conmigo' ' 
y me ciñen las rosas de ~u brazo. 
, y mientras ~anzQ s~bre césped 6no 
, fuera del alma llcecha mi destino 
y la GranCa~adora ~ueve el lazo. 
En El dlllce daño, su segundo libro,- hay cuadros de fi.na 1 
sugestiva emoción familiar, comp elC¡:Jle titula u'Sábado o. 
'Lev'ánté 'temp'rano 'y anduve descalza 
por los cori-edo.:es; bajé a 108 jardines 
y besé las plantas; 
absorbí los vahos limpios de la tierra, 
tirada en la grama; 
me ~ñé ~n I,a fuente que verdes aj:hiras 
circll;ndan. Más tarde, mojadoS de agua 
peiné mis cabellos.',Perfumé las manos 
con zumo :olorosode diamelas. (;arzas ' 
quisquillosas;. ijpp, , 
, !le m,i falda hurtaron doradas. mig.jas. 
Luego p~se t~aje de clarín m',j¡ lev'e " 
que la misma gasa. ' . 
De un salto ligero llevé hastA el vestíbulo 
mi; .riU6ti de paja. " 
',Fijos en la verja mis ojos quedaron,: ' 
fijos en l~ verja. 
BAAL, XXIV, ¡959 
El reloj me dijo: diez de la mañana. 
Adentro un 8Onido de loza y cristales ; 
comedor en sombra; manos que aprestaban 
manteles. . . 
Afuera, sol como no he visto 
,'. sobre el mármol blanco de la escalinata. 
Fijos en ~ verja siguieron mis ojos. 
Fijos. Te esperaba. 
En Irremediablemente la idea de la muerte como libera­
ción y descanso últiino,viene ya a golpear las sienes del 
poeta. 
Un día estaré niuerta, blanca como la nieve, 
Dulce cOmo los Buefios en la tarde queJlueve. 
Al mismo libro pertenece este grito que irrumpe de Silo 
alma y que la aco.lIlpañará luego hasta el final de sus días: 
Oh; muerte, yo te amo, pero te adoro, vida,., 
Cuando'vaya1ln mi caja para siempre dormida, 
, haz qué por vez postrera 
penetre mis pllpilas el BOl de primavera. 
Páginas más adelante, en u Soy esa flor", nos da la me­
dida de su -amor hacia el hómbre que ama, pero que no 1 .. 
comprende ní la comprenderá nunca: 
Tu vida es un gran río, va ca1,ldalosamente, 
a su orilla, invisible, yo broto dulcemente. 
Soy esa flor perdida entre juncos 'y achiras 
que piadoso alimentas, pero acaso ni miTas. 
. . 
En « Tarde fresca ", del mismo libro, nos hace bajar ~D 
ella a la alegría tierna y vegetal de la,creación: 
Andamos por las selvas compactes y olorosas, 
nos acosan deseos de volar a las ramas; . 
de tirsmol al agua, de morder las retamas, 
y colgarnos del cuerpo de rubias mariposas. 
1&8. BAU. XXIV, '9'9 
En (. Bien pudiera ser ... », una de las últimas poesías del 
libro citado, nos da una de sus más hermosas páginas aulo­
.biográficas: 
Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido 
no fuera más que aquello que nunca pudo ser, 
no fuera más que algoyedado y reprimido 
de familia en familia, de mujer en mujer. 
Dicen que en los solares de mi gente, medido 
estaba todo aquello que se debía hacer ... 
dicen que silenciosas las mujeres han sido 
de mi casa materna ... Ah, bien pudiera ser ... 
A veces en mi madre apuntaron antojos 
de liberarse, pero, se le subió a los ojos 
una honda amargura, y en la sombra lloró. 
y todo eso mordiente, vencido, mutilado, 
todo eso que se hallaba en su alma encerrado, 
piensci que sin quererlo lo he libertado yo. 
Una de sus .. poesías más bellas y más personales, es SiD 
.duda (( La é8l'icia perdida ", incluída en Languidez: 
.' 
Se me va de los dedos la caricia sin causa, 
se me va de los dedos ... En el viento, al pasar, 
la caricia que vaga si.n destino ni objeto, 
la caricia perdida é quién la recogerá ~ 
Pude amar esta noche con piedad infinila, 
pude amar al primero que acerlara a llegar. 
Nadie llega. Están solos los floridos senderos. 
La caricia perdida, rodará ... rodará ... 
Si e~ los oJos te besan esta noche, viajero, 
si ~slremece las ramas u!l dulce suspirar, 
:si te oprime los dedos una mano pequeña 
.que le toma y te deja, que le logra y se va. 
Si no ves esa mano, ni la boca que besa, 
si es el aire quien teje la ilusión de besar, 
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, 
en el viento fundida, e me reconocerás? 
De LAnguidez es también su difundida u Carta lírica a 
otra mujer 1), en laque se dil'ige, con incomprensible humil­
dad, a su rival, y que empieza con los conocidos versos: 
Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro 
.conozao yo, y os imagino blanca, 
débil como los brotes iniciales, 
pequeña, dulce ... Ya ni sé ... Divina. 
(1 Este libro - dijo alguna vez Alfonsina de Languidez­
cierra una modalidad mía. Si la vida y las cosas me lo per­
miten, otra ha de- -ser mi poesía de mañana 1). La vida file 
piadosa con ella, y le permitió dar esa otra poesía de ma­
ñana que ya entreveía. Y cinco años después de La~guidez 
aparece Ocre, su libro de plenitud. En Ocre su voz cobra 
una mayor resonancia, iniciándose una suave y firme eva­
sión hacia lo universal, pero todavía mantenida dentro de 
las formas clásicas, románticas y modernas de su verso. 
De Ocre es uno de sus primeros autorretratos: 
SOY 
Soy suave y triste si idolatro, puedo 
bajar el cielo hasta mi mano cuando 
el alma de ot'ro al alma mía enredo; 
plumón alguno no hallarás más blando. 
Ninguna como yo las manos besa, 
ni se acurruca tanto en un ensueño, . 
ni cupo en otro cuerpo, así pequeño, 
un alma humana de mayor terneza. 
FI::RMilll ESTRELLA liunioRRIo2 
Muero sobre los ojos, si los sienlo 
como piljal'os vivos, un momento, 
alelear bajo mis dedos blancos. 
BAAL, XXIV, '9.59 
Sé la frase que encanla y que comprende 
y sé callar cuando la luna asciende 
enorme y roja sobre los barrancos. 
El paisaje, no muy frecuente en la poesía de Alfonsiua, 
hecha toda ella de llama y rescoldo interior, está represen­
tado en las páginas de Ocre en el bello soneto" Camino a los 
Paredones Il, que se inicia con esta estrofa, de técnica casi 
impresionista: 
En la greda"Teseca ni una 80la gramilla, 
a un lado el. allo nudo de las sierras y enfrente' 
otro muro de piedra, oxidada y caliente. 
y el cielo casi verde. Y la tierra amarilla. 
En~uanto al paisaje urbano, lo hallamos casi sin querer 
en" Versos a la tristeza de Buenos Aires >l, ciudad a la que 
tanto quiso la autol"8, y que fue siempre su verdadera patria 
espiritual. 
Uno de los mejores poemas de Ocre es, a mi juicio, el 
soneto titulado « Ante un héroe de Iván Mestrovic Il, hecho 
con la misma piedra en que está tallado Sil modelo: 
Tallado en mármol, la cintura fina, 
los muslos estallantes, la cabeza 
reflejadora de gigante empresa, 
la maravilla del cinceleamina. 
t! A dónde va ~ La fiebre lo devora 
de vencer o morir de tal maneta 
que en el esfuerzo de avanzar pudiera 
hundí r el cuerpo en la lejana aurora. 
MAL, XXIV, '959 
Mármol del siglo xx desvaído, 
a quien un hombre púsole el latido 
antiguo y fuerte de las grandes pr~ebas: 
e Por qué, por un milagro, no te vuelves 
humana forma, y al pasar me envuelves 
entre los brazos, y al azar me llevas ¡t 
f .. 
En La palab,·a quedó encerrado para siempre uno de· los 
momentos de más hícida amargura de la gran creadora de 
belleza que fue Alfonsina. 
Naturaleza: gracias por este don supremo 
del verso, que me diste ; 
yo soy la mujer triste 
a quien Caronte 'lB mostró su remo. 
De Ocre, son también « Epitafio para mi tumba 1) y 
(f Dolor 11, dos.de sus rnás hermosos y difundidos poemas .. 
Mando de siete pozos, aparecido en 1934, marca, como ya 
dijimos, un paso decisivo en la poesía de ~Ifonsina. En este 
libro raro y soslayado por la crítica, el poeta se libera de los 
viejos cánones, y temas, y formas nuevas ensayan una tensa 
aventura de poesía de la que sale enriquecido y lleno de 
exp.eriencia y libertad el caudaloso temperamento de la 
a~tora. La rima, la música del verso, la parcelación disci­
plinada· del po~ma, no obligan aquí la voz triste y descar­
nada. del poeta, atento sólo a dar su me~saje de la manera 
más directa y pura posible. 
Como una muestra de este nuevo género de poesía, insó­
lito y desconcertante si se piensa en la obra anterior de la 
autora, transcribiré sólo esta joya de claridades submari­
nas, donde el mar, su eterno inspi¡'ado~, vive con extrañas 
y deslumbrantes ruces: 
YO EN EL FONDO DEL MlB 
.:n el fondo dl'l mar 
hay una casa 
de cristal. 
A una avenida 
de madréporas, 
da. 
Un gran pez de oro, 
a las cinco, 
me viene a saludar. 
Me trae 
un rojo ramo 
de llores de coral. 
Duermo en una cama 
un poco más azul 
que el mar. 
Un pulpo 
me hace guiños 
a tra vés del cristal. 
En el bosque verde 
que me circunda 
- din don ... din dan -
se balancl'an y cantan 
las sirenas 
de nácar verdemar. 
y sobre mi cabeza 
arden, en el crepúsculo, 
las erizadas puntas del mar. 
Culminación de esta nueva faz de la poesía de Alfonsina 
es su último y definitivo libro, Mascarilla y trébol, aparecido 
BAAL, XXIV, '950. 
poco antes de su muerle. « Los alltisonetos de Mascarilla y 
trébol -dijimos en otra ocasión -, son, a la vez que un 
espléndido caso· de perfección formal, la -coBquista dolo­
rosa y apasionada de un universo poético cuyo valor y gran­
deza ha venido a corroborar la misma mue.rte trágica de 
Alfonsina)). De él. entresaco al azar uno de sus magnificos 
« antisonetos 11 : 
AUToRaETRATo BARROCO 
Una máscara griega, enmohecida 
en las romanas· catacumbas, vino 
corlando espacio a mi calzante cara. 
El cráneo un viejo mármol carcajeante. 
El Nuevo Continente sopl6 rachas 
de tr6picO"y de sud y abri6 sussoles 
sobre la testa que cambi6 su acanto 
en acerados bucles combativos. 
En un cuerpo de luna, tan ligero 
que acunaban las rosas tropicales, 
un 6rgano, tremendo de ternura, 
me dobl6 el pecho. Mas, (por qué sus sones 
contra el cráneo se helaban y expandían 
por la burlesca boca acartonada ~ 
TraÍlllcribiré, finalmente, como pieza de extraordinario 
valor autobiográfico, el soneto que esúibió días antes de 
arrojarse al mar, y que apareció en La Nación, al pie de la 
noticia necrológica, al día siguiente de S\1 muerte. 
VOY A DORMIR ••• 
Dientes de nores, eolia de rodo, 
manos de hierbas. lIí. nodriza fina, 
ten me pre.tas las sábanas 1('I'rosas 
y el edredón de musgos 1!'000urdados. 
Voy a dormir, nodriza lUía, acuéstame. 
Ponme una lámpara a la cabec('ra ; 
una constelación; la que le guste; 
todas son buenas; bñjala un poquito. 
Déjame sola: oyes romper los brotes ... 
te acuna un pie celeste desde arriba 
y un p.íjaro te traza unos compases 
KAAL, XXIV, '9'9 
para que olvides ... Gracias ... A.h, un encargo: 
si él llama nu('vamenle por teléfono 
le dic('s que no insista, que he salido ... 
Alfonsina fue un poeta esencial, y su perennidad Ia deberá 
a todo lo que hay de auténtico, y de verdadero, en su obra. 
No escribió versos artificiosos, dentro de esta o de aquella 
estética. Los alTancó, vivos, de su alma, .Y de ahí su honda, 
su trascendente originalidad. No cantó para entretenerse, ni 
por vanidad. Cantó para darse en el verso, para comunicarse 
con el alma del hombre y de la mujer .. hermanos suyos en 
el ansia y en el dolor ineludibles. 
Críticos y escritores eminentes han escrito, deotro y fuera 
del país, págioas definitivas sobre ella, entre otros: Ada 
Negri y Mario Puccini, e.o Italia; Julio Cejador, Eduardo 
Marquina, Fernllodo Maristaoy, Enrique Díez-Caoedo y 
Cristóbal de Castro, en España; B. Sanín Cano y Gabriela 
Mistral, en Hispanoamérica; Roberlo F. Giusti, Julio Noé, 
Nicolás Coronado, Arturo Capdevila y Rafael de Diego, 
entre nosotros. Pero la gloria de Alfonsina está por encima de 
cuanto pueda decirse sobre ella o sobre su obra. Ella sigue 
vivieodo en el corazón de cuantos la conocieron, y seguirá 
viviendo en todos los que, a LI'avés del tiempo, oigan latir su 
8AAI., ~XIV, '9~9 55 
grande y desolado cOl'azón de mujer, al unísono de su propio 
corazón, Ésa fue su gloria. Y en ella vivirá eternamente, 
junto a sus hermanas mayores, las que la precedieron en 
nuestra lengua: Santa Teresa, Sor Juana Inés de la Cruz, 
Delmir¡¡ Aguslini. . 
El mar, y la muerle, y el hombre - sus temas obsesio­
nantes -, qué lejanos ya, en ese mundo sin riberas donde 
flota su espíritu, confundido con las fuerzas vivas ue la nalu­
raleza, de donde provenía, y a donde fue a confundir.se en Sil 
último sueño serenísimo. Caronte, al llevarla en ~~ barca. 
nos la llevó de nuestro lado. El encanl( illmarcesible de sus 
poemas, la retendrá s:iempre viva, con nosotros, junto a 
nuestros grandes afectos, y mezclada con los mejores y más 
dnlces recuerdos de nueslra vida. 
FEBllíll ESTRELI.,,- GUTIÉRMZ.

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