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ALFONSINA STORNI SU VIDA Y SU OBRA Mi primer recuerdo de Alfonsina data de los más lejanos ~ños de mi adolescencia. Era por el año 1919 Ó 20, y. yo tenia por costumbre ir en los dias de sol al Parque Chaca buco, el viejo parque del oeste porteño, a leer un rato. En .aquella época dicho parque tenia un a!!pecto casi rur,l, con 'Su terreno accidentado y la alta y descuidada arboleda exten diéndose en todas direcciones. Hasta recuerdo que habia un ·tambo y que por un módico preciQ podía tomarse al pie de las mug.ientes vacas a grandes manchas blancas y negras, un .alto y espumante vaso de leche, 0101'050 aun a campo. Mis .aUá del tambo, hacia el extremo S. O. del parque, ocupaba una dilatada extensión una escuela de niños débiles. insta lada bajo los árboles. Un alto enrejado de madera, pintado de verde, separaba la escuela del resto de} parque. Allí tra bajaba por entonces, no sé si como celadora o como maes tra, Alfonsina 8torni .. Lo sabía por el escritor José de· San Martín, el discmido, y por muchos motivos admirable, au tor de Mis pI'ofelas locos, que fue amigo y protector de Alfonsina en el Consejo Nacional de Educación, y con cuya .amistad me enriquecí desde mili comienzos literarios. Allí la Ni, varias yeces, a través del verde enrejado, ir y venir entre 30 F .... iR EITRILU GUTIIl ... .I BAAL, XXIV, '95~ los pequeños de guardapolvos blancos. Delgada y menuda. con el cabello rubio-ceniciento brillante al sol, cumpliendQ su tarea. Ya había publicado La inquietud del rosal, El dulce daño e Irremediablemente, libros estos que marcaron el comienzo de su enorme difusión y popularidad. Yo conocía toda su obra, y confieso que me apenaba verla, a ella, que era como una fuerza libre de la naturaleza, sustraída a su labor específica de poeta, J prisionera durante todo el día ~n aquella cárcel verde, regida a horario, y bajo unas auto ridades que - lo sabía por San Martín - no eran com prensivas ni buenas con ella. Luego la dejé de ver por mu cho tiempo. Años más tarde, en 1925, volví a encontrarla en el club Mar del Plata, en el balneario del mismo nombre, en la primera Fiesta de la Poesía, que creo se organizó por su iniciativa. El inmenso salón de fiestas del citado club rebosaba de público. Era por la tarde, y por los altos ventanales, orientados al mar, llegaba elrumor ronco e isócrono de las olas. Fue, quizá, la primera vez que un grupo de poetas iba a !Iecir sus propios versos en público, y lo novedoso del acto daba a la reunión un interés inusitado y espectante. Los cuatro poetas que intervinieron en aquella memorable ocasión, fueron Margarita Abella Caprile, Beatriz Eguía Muñoz, Mary Rega Molina y Alfonsina Storni. La presencia de esta última elec trizó de inmediato al público. Nunca había oído yo, ni nunoa oí-después, a un autor decir sus versos como Alfonsina. aquella larde. Allá lejos, en el pequeño escenario, la grácil y delicada figura de la poetisa, adquirió de pronto un vigor y una vibración extraordinarios e imprevistos. Dijo dos o tres poemas de Ocre, entre ellos el II Romance de la ven ganza )), y allí vi, y sentí, que la poesía no era una postura BAAL'.XV.1V, i949 AnO.lnA "Sra. _. . literaria en Alfonsina, sino que poesía y autora eran una. misma cosa, inseparable y única, y que en el fondo de una. 'J otra, de la creadora y de su obra, Jatía un'alma humana. sufriente y magnífica. Y todo volcado en un cauce simple y sobrio, y expresado con las palabras justas y n~rias, COD las palabras madre que es como hablan a sus semejantes ya. la posteridad, los grandes y Jos verdaderos poetas de todos los tiempos. En boca de Alfonsina, las palabras - que ella subrayaba dándole a cada una su valor y su intensidad úni cos -, no eran palabras, sino apenas la traducción de sus estados de alma, y escucharla, no lo olvidaré nunca, era como estar escuchando su propio y dolorido corazón, que era también el corazón de la especie traspasado de angustia y de eterua congojB;'. Aquella tarde, supe de golpe cómo era y quién era Alfonsina, y tuve también la impresión, al oir el rlimor inCeSlI,l;lte del mar que entraba por los altos hUecos oscuros de las ventanas, de ese algo misterioso y constante que unió siempre en su obra - como dos voces en un diá logo obstinado -, a su alma yal nlar. A fines de ese mismo año de 1925, visité por primera vea a Alfonsina. Vivía entonces en Belgrano, creo que en la calle Cuba. Era un hotelito con dos o tres reducidos ambientes abajo y una escalera de madera oscura que subía a la, planta alta. El 'amigo común que me acompañaba, nos presentó, y al estrecharle su fina y tibia lOano y al mirarla en los ojos, quedamos unidos por una pura y noble amistad que subsis tió, inalterable, hasta su muerte. Conocí sus libros, los que se apilaban, sin mucho orden, en los estantes no muy altos que cubrían una de las paredes; conocí su pequelio y oscuro escritorio, en cuyos cajones gmardaba la ellcritor!llos origi nales de sus' versos. No recuerdo si fue aquella noche, en l. 3 • BAAL, XXly, 19it .que estuvo alegre y ocurrente como sólo ella sabía estarlo, () en una de mis ulteriores visitas. cuando sacó a mi pedido dichos originales para que los viera. Eran páginas de tamafio .comercíal, y en ellas, con su letra ancha e inquietante, como la definió alguna vez Capdevila, de trazos finos, casi dibu jados, se alineaban los versos, todavía con la tinta a medio secar. Había publicado ya Ocre (el ejemplar que conservo de ellta obra me lo dedicó aquella misma noche), y 10& poe mas que escribía entonces eran como una continuación de -dicho libro. Me mostró también numerosos poemas que no nabía incluído en el citado volumen, y adiviné, en dichas -supresiones y en las correcciones de los originales, todas las torturas a que sometía su obra aquella gran escritora que -era ya Alfonsina. Desde entonces, hasta su muerte, la vi innumerables veces. Aquella· - la que coincidía eon la aparición de Ocre -, fue -sin duda su época de mayor bienestar. Sus cátedras y sus frecuentes colaboraciones le daban lo suficiente para vivir y -expandía vitalidad e ingenio a su alrededor. Asistía a los .banquetes o comidas literarias, sobre todo a los de la revista 1\ Nosotros 1) - había sido la primer mujer en hacerlo, mu .chos años atrás -; se la veía en las exposicíones de arte, -en Florida, mezclada entre el ir y venir de la gente, y a 'veces singularizándose desde lejos con algún detalle llama .tivo de su tocado. La Alfonsina mujer no era inferior a la Alfonllina escritora. Si no era bonita, uno lo olvidaba a poco de tratarla. Era, a pesar de lo varonil de su talento, -lll[traordinariamente femenina. Tenía el encanto y la gra .cia de la mujer, cuando ésta lo es plena y totalmente .. Le gustaba agradar, y era tierna y cariñosa desde la raíz misma de su alma. A veces, no quería que su verdadero ser BAAL, X11V;'9S9 ALPOIIIIII.l ~TO •• I. 33 la traicionara, y pasaba de la ternura a la ironía caai sin tran sición, lo que desconcertaba a quienes la trataban por prime ra vez. Sencilla y natural, o todo lo que era falso y apara toso DO hallaba eoo en su espíritu. Cuando estaba en vena, resultaba encantadora, y el goce espiritual de estar a su lado oyéndola o viéndola, era un verdade·ro reg"l~ para los qu~ la queríamos y éramos 8US amigos. Es que, bajo sus disfra ces y apariencias desconcertantes, veíamos en ella a una mujer extraordinaria, de una sensibilidad casi extra hu mana, a una amiga comprensiva y única, a un ser val.iente y noble, que por no someterse a la tradicional esclavitud de su se.I:O, había padecido y sufrido, y había luchado y luchaba aun, sola, cayéndose y levantándose, en un mundo hostil que todavía no h.~~a empezado a considerar y a estimular a la mujer, como ésta se lo merece. Alfonsina, era fundamentalmente buena. Fue una'buena hija y una excelente y heroica madre, y fue, por último, una amiga extraordinaria, la amiga, y de ahí la devoción quepor ella sintieron siempre' sus ítitimos. Alfonsina era, además, un ser esencial, un ser natural, elemen.to vivo, y no mero espectador, de la naturaleza, a la que sentía entrar en ella; por todos sus poros. naba gusto verla aspirar una flor o comerse una manzana. Entrecerraba los ojos, y mordía golosamente la fruta recibiendo en todo su cuerpo la frescura deliciosa, que ella abso·rhía con infan til placer. Ante el paisaje, no hacía frases: lo asimilaba, lo bebia casi con todo su ser. Recuerdo una escena que no se me ha borrado nunca de los ojos. Fue en las sierras de Cór doba, creo que en 1928. Un día fuimos en auto, con un her mano mío y varios amigos, desde Los Coc!>s, do.nde parába molt - ella lo hacía en aquella sazón en una pensión, frente al 3 hetel, d,e' Los Molles -, hasta Ascochinga. Fue un pa8liG hermosQ, que ella hizo aún más hermoso e inolvidable con s,u ingenio y su gracia bullente o inagolable. M ir a or~r Ag~as de Oro, pidió al q!1e c~nducia el auto que par.ra antes de atravollllrlo, y, titándose casi del coche, ',corrió, 'h.sta el río, se desc.l~, y en un, abrir, y oe~ar de ojos lji vimos'me terse' en ,el' agqa que espejeaba al sol, hasta las rodillas, y soltarse el cabello mojándolo unay otra vez en el agua.que corría abajo. A.lfonsina, arqueada hacia adelan~, con la grisácea y brillallte cabellera' caída hacia el río CQ~O otra cascad. de luces, riéndose y parloteando de gosto,a~te el fres cor del agua, era algo per~neciente a aquella deljciosa sole dad de las sierras, algo que se fundía, nl!turalmente, cO,n, el cielo azul y distante, con el verde de los sauces que ~aban también sus ramas hasta ,el río, cen el agua resplandecieQte de minlÍsculos ,lrozos de mica, que ,relucía bajo el ~l y que c()rría, ,basta perderse,a lQ lejos, en el corazón aleg~ y como de fiesl. de "l. ~I!ñ!ln¡l... El?- todQ .quello estaba ella, A.lfon sina, fundid., ,hech.,un~ mism. e indisoluble cosa con l. natur.leza viva qne latía a su alrodedor. Mucbo se ha escrito y se escribirá spbre Alfonsina, pero nunca se -dirá todo lo que ella era y todo lo que ena repre septó en un momento de l. evolución soci.l de nuestro país, particularme~te en lo ,que atañe a la liberación de la mujer .y a.la enlra~a: de ésta" en la ~icla cultural y espiritual de la ~ación'. Alfonsina, como los grandes hechos o como ,las fllerzas 4e la naturaleza, ofl'ece,rá siempre al investigador y al estudioso, múltiples facetas, imposibles de juzgar, en .todo su significado yen todo su alcanoe. Sólo DOS corres ponde, a quienes fuimos sus amigos y compañeros dqrante muchos ,años, ya los'qu,e fuimos tesligo!i de sus .triunfos IJAAL.- ,llU'V, "'959' 5!i y de sus fracal!os, de sus alegrías y de sus lágrimas, dar la imigen que lIenmos de ella, y documentar, en la medida de lo posible, todo cuanto hemos ido conociendo de la vida .. y la obra de esta gran poetisa y de esta gra~ ~ujer que fue Alfonsina S~rDi. Sobre su vida, sobre todo de su .infancia y' adolescencia, muy'poco es lo que ha trascendido al público, pues siempre fue reservada y poco propensa a las confidencias de carácter personaL Había nacido en Sala eaprieses, pequelia y pin ~resca aldea en las montañas de la Suiza italiana,' en el can-: ióu Ticino, distrito de Lugano. Fueron sus padres Alfonso Stomi, de profesión negociante, según reza en la partida de naCimiento de Alfonsina, y Peulina Martignoni, ambos oriundos dI! Lugano y procedentes de dos familias emigra. das muchos años antes, de Roma.'Su padre vino, en 1880, a San Juan, donde estaban ya radicados de tiempo átrá.s y tra· bajaban en próspera empresa varios de sus bermanos, embar cándose de nuevo para iu 'patria en 1885; con el fin 'de ca carile. Casado en .886 con Paulina: Martignoni, que tenia a la sazón dieciséis años - él cQutaba veintitrés -, regresa de inmediato a San Juan, dode establece su hogar, incorpo rándose de nuevo al negocio de sus hermanos. Allí nacen los dósprimeros hijos del joven matrimonio, hasta que, afec tada la saliJd de Alfonso, deciden en .89" volver a Suiza y es así como el 2-9 de mayo de 18g2, en'la cal'8 que habían alquilado poco antes en Sala Cilpriasca, viene al mundo la que con el tiempo, habría de ser uDa de las glorias de la poesía de habla española de Duestro tiempo. Ella, que siem pre'se considero &rgel)tina; como que lo ,filé, y profunda mente, por 8uformación y por su obra; alude, en un pe queño poema en prosa, al lugar de su 'naolmiellto : 36 Fu.iR En.ELtA GUTllliaau BAAL, XXIV, 1959 (( Tengo los ojos azules. " Amo los cielos claros, los crepólCulos lusurrantes, los' paltos frescos, los campos dorados, las delicadas manos, 181 lrenlesam plias, las almas pulcras ... " Nací alIado de la piedra, junto a la montafia, en una ma drugada de primavera, cuando la tierra, después de su largo sueño, se corona de Rores. " Las. primeras prendas que al nacer me púsieron, las hizo mi madre cantando baladas antig~as mientras el pan casero expan~ día en la antigua casa su familiar perfume y mis hermanos juga ban alegremente. « Me llamaron Alfonsina, ~ombreárabe que quiere decir : (( dispuesta a todo t) •. Á los cuatro años de·edad vino Alfonsina con su Camili.a a San Juan, cuna de sus otros hermanos,.y allí pasb, en la vieja casa" próxima a la .Escuela Normal, los años alegres y despreocupados de su primera infancia. De aquell~ casa de grandes patios con plantas, y de canal al Condo, y de aquellos 'años de su niñez, nos dejó Alfonsina un bello y nostálgico recue.rdo en' el poema "El canal", incluído en Languidez. Su madre era una mujer culta. Se habia recibido de maestra en su Suiza natal, y conocía, además del italiano, el'castellano, que lo aprendi~ en San Juan, y el Crancés. En. San Juan se la admiraba por la elegancia de su porte y por su preciosa voz, Era ,alegre, expansiva, lIella de vida inte rior y de ingenio. En dicha ciudad y lu.ego en Rosario, pu l;tIi8ó en los dial'ios locales algunas tradu<;ciones del italiano y del francés, y alguna~ páginas' propias. Fue el .primer mentor literari,? de su hija y quien primero, descuhrió en ésta sus dotes de poeta. Alfonsina nos ha dejado de su madre la siguiente esfumada imagen en las páginas de Ocre. 8AAL, XXIV,' 1969 AL ...... IA Sr ...... , PALABRAI A lO IIAD8-B No las grandes verdades yo te pregunlo; -que, no las contestarías; solamente investigo , si, cuando me gestaste, fué la luna testigo, por los oscuros patios en Dor, paseándoSe. y si, cuando, en tu seno de fervores latinos, yo escuchando dormía, un ronco mar sonoro le adormeció las noc!les, y miraste, en el oro del crepúsculo, hundirse los pájaros marinos. Porque mi alma es toda fantástica, viajera, y la envuelve una nube de locura ligera cuando la luna nueva sube al cielo azulino. y gusta, si el mar abre sus fuertes pebeteros, arrullada -en un claro cantar de marineros miFar las grandes aves que pasan sin destino. Ea cuanto a su padre, raro y huidizo, quedó retratado por su hija en otro pop.ma de Ocre. DB 111 PADRB SB CUBIiTA ••• Oe mi padre se cuenta que de casa partía, cuando rayaba el alba, seguido de su galgo, y en el largo camino, por divertirse en algo, lo miraba a los ojos, y SIJ perro gemía. Que andaba por las aelv,ás buscando una serpiente procaz, r al encontrarla, sobre la col,a erguida. al asalto dispuesta, de un balazo insolente se gozaba en dejarle la cabeza partidll. Que por dlas enteros, vagabund,o 'J huraño, no volYia a la casa, ".como un ermitaño. se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo. BAAL, XX1V, '959 y s610 cuando el Zonda, grandes masas ardientos de a renas y de 'insectos levanta en los calientes desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo. Pero los días de' .felicidad y de bonanza son contados en la familia Siorni, ~' tras el derru,mbe económico total, ésta deja San Juan y va a radicarse a Santa Fe;' primero en Ro sario, luego en Coronda y en Bustinza. ' , Alfonsiná tie~e once años,y debe trabajar para ayudar a sus padres a gallar el sustento diario. 'E~ta debió ser la época más dura y sombría de su vjda. Conoció la. miseria, y supo, niña aún, lo que, cuesta ,vivir. Ni siquiéra podía ir a la es cuela. Ensu «.CaQtQ aRQsario '1, escl'~loen.Lt"e 1916 y 1918, Y publicado después de,su muerte. ~ay 'versos que recuer dan estos años de pobl·ez:a y de dolor de l!l pequeda, Alfonsina. Así dice en los versos ilÍiciales,en que canta 'al puerto: Unas tras airas, bolsas, ,el gran buque tragaba barina ... trigo ... ; i Guán19! Yo era pobre; miraba. Mis adelante' aluJe a que fue en RosariD donde empezó a escribir sus primeros' v,e.I:SOS y, evoca al ancho río sobre el que se alza I'a gran ciudad naciente: i Es un mar que le'tie~ta! ... Que me tentó diría, ciudad donde naciera; precoz; la ,rima·mía. Quizá naci6 mirando romo el ágil navio perdíase en las nieblas gri.das del grail río. "Allí, en Rosar~o, escrim;.Sl1s pl'im~ra~nle¡'~osy realiza sus primeras lecturas. Una noche - ló ha"contado ella mis mo -, se queda, leyendo hasta altas horas u~ libro, junto a su hermano menor, que fue. su primer con6.dente literario. Pero el cansancio la vence y.se queda dormida. El libro, · Itl,roU.8.a. Sto ••• 3y un ejemplar. de la Divina comedia encontrado en la calle, en -un'~ajón·de·basura', se desliza de su man~ y empieza a arder~ La'madre llega a ti'erripo pllra evitar la ca~strofe, pues y..IIIS lIainas'h.an heche presa 'de las ropas' de 108 chicos: AlfollSiná'corré a ocultarse' en \In rincón del cuarto, apré tandó-contra s.u pecho el ejemplar casi quemado. Sus primeros versos los escribló, según su madre a los ocho o nueva ilMs. A los doce,- el gr.an actor español Jo~ TaUaví, la oYó recitar y la iRcorparó a su cimipaiiía. Pero su madre se optlsO' a que fuese Itctri¡, y tntS fugaces y modestísimos pa p.ks,lIejó-laescena .. ~A los catorce 'años murió su 'padre. Pero Mfonsina posayó siempre, una gran voluntad, ya pesar de la miseria y del rudo trabajo de aquellos años, logró es.tu dial en la escuela normal de Coronda, donde se recibió de maestra-en 19(0. Poco después, se independiza de los suyos y va'. Bueaos'Aires, sola; a ganarse la vida y a luch~r. 'Sus~primero5 años en Blienos Aires debieron ser terribles y difíciles. Ella nunca quiso hablar de ellos. Trabajó en va ri'as partes: en una fábrica de gorrás ; de cajera, en (( La Ciu dad de 'México )J ; en las oficinas de: una firma importadora, encargllda de la correspondenCia, etc. En esta última lIegaa a prometerle'una mejora considerable pero con la Gondioión &i qlle DO escriba más versos: Alfonsina escucha la propo~ sición" y resignada, renuncia a su cargo. Ena hubiera 'po 'didotennncíar a todo, pero a nO escribi\' más, eso nunca. LcJs: '181'808.1($ Heva6a desde nilia en al alma; y sabia quo su del!tino no Sería otro, que el de ir dándose trozo a' trozo, en ert08.1 Ya había publicado aigunas poesias en, Rosario, en (( MOl)os y Monadas'" y el Mundo, Rosarinó 11. En Buenos Ail"fl8, 'alentada y estímulada por Juan Julián Lastra,poeta santafecino; publica varios poemas y prO!!as en un diario. 60 B."AL, XXIV, Ji&\) Más tarde aparecen sus primeras colaboraciones en u Caras y Caretas lI. En 1916, Alfonsina, que ha seguido los conse jos de Lastra, reune en un vGlumen sus versosde'adolescen cia y juventud. El mismo citado escritor abrió el libro con unas palabras a manera de pórtico, en las que decia, entre otras cosas: " Hay notas intensas, profundas y sonoras en el abismo de esta alma joven e insondable lI. En 1917 obtuvo el primer premio anual de poesía otor gado por el Consejo Nacional de Mujeres, por su " Canto a los niños lI. Y en 1918, aparece El dulce daño, el libro con el que habría de ~anar gran popularidad y que difundió su nombre dentro del país y en todo el mundo de habla hispánica. Pero todo lo obtuvo Alfonsina tras largos y afano~os tra bajos. El destino no fue abriéndole las puertas fácilmente, sino que fue ella quien, con su talento, su tenacidad y su esfuerzo fue conquistando palmo a palmo el ambiente cul to de Buenos Aires, hostil, cuando no indiferente, en aque lla época a toda ,mujer' emancipada que pugnaba por abrirse camino en el arte y .en la vida. Ya habia conseguido un puesto de maestra en una escuela de huérfanos, y más tarde un cargo en la Escuela de Niños Débiles del Parque Chacabuco, hasta qué en 1921 fué nombrada profesora en. el Teatro Infantil Lavardén en una cátedra creada para ella por iniciativa de los entonces concejales Roberto F. Giusti y Enrique Villarreel. Dos años después, en 1923, es nom brada por el ministro Sagarna profesora de lectura y decla mación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas, y en 1926~ es designada profesora en el Conservatorio de Música y De clamación. También fué durante varios años, profesora de castellano en una escuesla de adultos. Paralelamente a estos 1lAAL, XXIV, "g59 AlPOlI81'114 SToaW. cargos, 101 cuales desempenó con celo y dedicación ejem pla~ basta su mue~te, Alfonsina fué dando sus nuevos li bros: Irremediablemente (lglg)'; Langu.ir!ez, (lg20), pri~ mer premio municipal y segundo premio nacional de ese año; y Ocre (rg25), a la vez que hace periodismo en « La. Nación", bajo seudóni.mo de Tao-Lao_ En Ig26, el 11 .• le marzo, se estrena en el Teatro Cervan tes, por la compaiiia dirigida por la actriz Fanny Brenna,. su comedia en tres actos. El amo del mundo, que suscitó,. más poI' su tesis que por su valor literario, juicios ehcolllra-· dos en la critica de entonces. Yen 1927 sale a luz, en pre ciosa y diminuta edición, sus Poemas de amor, uno de sus· más bellos libros. poco conocido por el público. En Ig30- viaja por primera vez a Europa, recorriendo con Blanca de la Vega, Espalia, "Francia, Italia y Suiza. A este último pais. va a conocer el lugar de su nacimiento. En' Madrid pronun cia una conferencia en el Teatro de la Comedia, sobre Ama lia Guglielminetti. de la que se ocupó con grandes elogios. Enrique Diaz-Canedo al día siguiente en El Sol. En Ig32 viajó por segunda vez a Europa esta vez, eolio 8U hijo Alejandro, yen Ig34 apareció un libro dllsconcer tante, y completamente distinto a los anteriores: Mundo de .iete pozo" gran parte de cuyo contenido, sobre todo el comienzo, eetá integrado por poemas sin rima y sin medida_ Del mismo año 80n las DOI farsas pirolknicas : Polixena 'Y' la cocinerita y Cimbelina en el año 1900 1 pico, las que, callo El amo del mundo yvaria8 obras para niños, completan Silo _svaliosa y poca difundida producción teatral. y nos acercamos al año trágico de Ig38. En ese año, al comieozo del.cual se habia suicidado en el Tigre Leopoldo Lugonas, gran amigo también de Alfonsina, 'y había asis- r ... ilI En.EI.U. GUTIli: ... Z BAAL, XXIV,IPII tido, en Monteyideo, al homenaje que le tributó el Uruguay -conjuntamente con Gabriela Mistral y J~ana de lbarbo,!rou, sale a luz su Alltología.poétlca, y poco anles ele la muerte de su .autora; Mascarilla y trébol, libro e!ttraño y. admirable, can el. cual el poeta se despedía del mundo y de -las cosas ·terres, tres inyentariando a éstas con una originalidad de imágeneS 110 vista hasta entollces en nueslra. poesía: . Alfonsina tiene ahora cuarenta y seis años. Vive de sus cát&' dras y de lo que le producen sus colaboraciones. Su verso ha ido ahondándose y einbelleciéndose cada vez mas, y ella ocupa .-..10 sabe muy bien-, un lugar de ezcepción no sólo en la lírica améric.ana, junto.a Gabriela Mistral y J.uana de Ibarhau rou, sus contemporáneas y amigas, sino en las letras d.e habla española, coruo lo díjuon, COIl autoridad, críticos y escrito res de una y otra parte del océano: Pero su 5alud:qu~bran .aada por eleltceso de trabajo, empieza a aaojar,.·y sus ojos, 5US ojos verdes y claros cOmo ~linar, antes tan llenos siem pre de yida y picardía, .. suelen mirar. ahora con velada y ell traña triste¡a. H;ista que surge de nuevo. el mal implacable, del cual habíasido operada años antes, y escucha la sen .tencia tiQ.a!. Alfonsina', que ha lenido coraje para áfrontarla 'Vída' y que .ha luchado duramente con el destino, abriéndose paso.a fuerza de energía y de voluntad, no lo tiene ahora fn:nte a la próxima y segura muerte. Los detalles de su terri· ble decisión y de su trágico fin, arrojándose al mar de.de un espigón de La Perll!-, en Mar del Plata, en la .madrugada.del 25 de octubre de.1938, son bien conocidos,.y no deseo vol ver sobre ellos .. Sólo quiero evocar, como UD tllllt1gomás; los momentos de hondo dolor que yi vió Buenos Aires ahaber la nOticia de su 'muerte y al llegar sus restos al dia siguiente a Constitución. Pocas veces. he, Sentido en mi·. vida el dolor BAALi X.UV, 1959 ' que' Ulltí en' aquellos' instalÍtes, viendo hajar del furgó., entre una doble hilera debiii'oS, sus alumnos del 'Teatro: In fantil'l..avardéll, que la lloraban desglU'radora!Dente, el pe queño ataúd en que venia su cuer,po ya sin vida y que lleva mOS en peso su hijo y sus amigos:' Bauchs', Capdevila, Ugarte, y yo. Qué ~nsación de pena y de ternu¡'a nos llenaban el alma, .., los ojos, al sentir el liviano peso de aque18e1' ex eepcional, ya cegado para siempre a lo que ella había, CIn f.do tanto y" tan bellamente; En el Club Argentino de Mujeres, donde se instaló la capi'lla ardiente, estuvimos ~ su lado, en elinstanle de descubrir el féretro. Y, mila gro de la naturaleza: nueStros ,ojos se abrie~n de 'asom~ bro ante su rostro, bello como nunca, y que parecía dormir en l.'blallcllra de la caja. La belleza, por clIya falta ella babía sufridA en ;~no en su juventud, se la regaló la muerte, en su último ,sueño. Sus facc~ones se habían dulc.i6cado, adquiriendo esa morbidez de cera y esa dulzura de otro mun do, que sblo la muerte, la gran'escultora, suele imprimir-811 el rostro de algunos de sus elegidos. Las manos fraternales de Manuel Ugarte, pusieron sobre el féretro unas rosas blan cas' y me alejé de aquel rostro que ya no vería más, como quien se aleja de un ser querido, para siempre. Esa tarde, todo lo que tenía Buenos Aires de ,importante y de, valioso en el mundo de los letras y de las artes,acudió a'la Recoleta a despedir los restos de lBmujel' y ,del, poeta ell.trao~inarios que había sido Alfonsina Stornt-.' y me'pa rece aun ver entre 101 árboles'y bóvedas"que circundan el monumento al.' Cristo Redentor ,de, Zoma Driano, junto al cual se babíadepositado el ataúd; a Enrique Larreta, 1010 y ve'stido de aegro, como 8l'J'au.cado del ,cuadro de Zuloag-a ; .' 'Ricardo Rojas, a Enrique Banchs, 'a Arturo Capdevila, a FB •• il EnRBLLa. GU'I'Ii& •• U BAAL, XXIX, 19&90 Manuel Gálvez, a Fernández Moreno, a Pedro Miguel Obli gado, a Oliverio Girondo, a Eduardo Malles, a Anwnio Ali ce, a Alejandro Sirio, a Stepban Erzia, a Agustín Riganelli. y a mujeres, y a bombres,· numerosísimos, de toda condi ción; que llenaban la avenida central de la necrópolis y jIe perdian a lo lejos, confundidos ya ·con las,primeras sombras. de la nocbe. Todos sabíamos que íbamos a enterrar a uno· de los seres más excepcionales, más puros y más nobles que babia vivido entre nosotrds y que había enriquecido con su obra nuestro propio corazón y el corazón iJlVisible de la patria. en el que quedan viviendo, siempre, el latido y la obra de sus bijos más auténticos y preclaros. Eso fue, en la Argentina, y en nuestro tiempo, AIronsina Storni. Un corazón bumano, arrebatado, traspasado todo él. por ese viento de apocalipsis que es la poesía y que· insufla· la vida y el destino de los que vienen al mundo sólo para sentirla y para crearla. Alfonsina fue una gran mujer, y un gran poeta, a la vez.·Era. noble y generosa, sabia admirar, le gustaba ayudar a los demás, y era piadosa y compreRaiva, irónicamente cómprensi·va para las debilidades y pequelieces. de los hombres.· El poeta esencial que había en ella, quedará viviendo en sus libros y desde allí' hablará al corazón de los. bombres de todos los tiempos, ·porque su poesía, intempo raly eterna, estaba amasada con dolor,! con sangre, yera. humana desde s·u raíz; que es lo único que-;el tiempo - juez inexorable - pide a la obra de arte, para que sea imperece dera y no muera ni se marchite nunca. Cuando ella irrumpe en las letras argentinas. otras voces femeninas venían haciéndose ofr, desde hacía años, en el viejo y en el nuevo mundo: la condesa de Noailles, en Fran cia; Amalia Guglielminetti y Ada Negri, en Italia; Gabriel. aUL, XXIV, 1959 45 Mistral en Chile; Delmira Agustini y Juana de Ibarbou t"ou, en el Uruguay. Gabriela Mistral, cerrado su cora .lÓn al amor tras la muerte del ser querido, .. era como uaa voz bíblica ululante en el desierto. Juana de lbarbourou, era -el gozo y la alegria de vivir, dándose al viento como un fruto, mezclada su alma a la embriaguez divina y dionisíaca de la naturaleza. Alfonsina fue una mujer en cuyos cabellos, ·como dijo de ella Cristóbal de Castro, « plateaba la ceniza -del Eclesiastés)J. Su poesía. fue naciendo de ella misma y (orma, a lo largo de sus años, lo más completo y lo más -dfl\mático de su biografía. Niña llena de anhelos indefinidos y oscuros, al principio; mujer luego a la que le frustró el -destino su gran deseo de toda la vida: un amor verdadero y ·único que la esclavizara suave y dulcemente; espíritu sin .prejuicios y sin vendas en los ojos, que ve el derecho y el revés del tapiz. de la vida, y que va diciendo su dQlorosa experiencia del mundo, como quien necesita liberarse de una triste cargll que pesa sobre sus espaldas; alma ya vencida, y -que, próxima a la muerte, ve lo que nadie ve y que vive a nuestro alrededor, dejándonos como un testimonio cifrado ,de ese trasmundo extrañó y alucinante; eso, y mucho más, fue Alfonsinaalo largo de su fecunda y atormentada vida. « Románti~a, parnasiana, modernista, desconcertaote mente nueva en sus último. libros - dijimos alguna vez de ella -, Alfonsina Storni es, sin embargo, una misma cosa a través de su bel1a y magnífica obra: UD hondo espíritu de poeta, nacido para sentir y cantar el mundo de cosas que vivían dentro y fuera de ella)J. Empecemos por detenernos en « La dulce visión 11, uoa de las poesías de su· prinier época, y que en~ierra, por una rara coincidencia, como la clave de toda ·BU olira futura. 46 IIAAL, XXIV, ,,51) é D6nde estará 'lo que persigo ciega ~ ..,..... jardilles enca1Jtados, mundos de oro - : 1~!Io lo que m~cerca es i!lcolo.:o. . Ha y olra vida. 11 Allí c6mo se llega ~ Un perfume divino el alma ,anega: olor de enlrellas, un rosado eoro de Dian~s fugitivas; el esporo viviente aún de 'la delicia griega. c: D6nde' estará ese mund~ que Persigo ~ El sueño voluptuoso va conmigo' ' y me ciñen las rosas de ~u brazo. , y mientras ~anzQ s~bre césped 6no , fuera del alma llcecha mi destino y la GranCa~adora ~ueve el lazo. En El dlllce daño, su segundo libro,- hay cuadros de fi.na 1 sugestiva emoción familiar, comp elC¡:Jle titula u'Sábado o. 'Lev'ánté 'temp'rano 'y anduve descalza por los cori-edo.:es; bajé a 108 jardines y besé las plantas; absorbí los vahos limpios de la tierra, tirada en la grama; me ~ñé ~n I,a fuente que verdes aj:hiras circll;ndan. Más tarde, mojadoS de agua peiné mis cabellos.',Perfumé las manos con zumo :olorosode diamelas. (;arzas ' quisquillosas;. ijpp, , , !le m,i falda hurtaron doradas. mig.jas. Luego p~se t~aje de clarín m',j¡ lev'e " que la misma gasa. ' . De un salto ligero llevé hastA el vestíbulo mi; .riU6ti de paja. " ',Fijos en la verja mis ojos quedaron,: ' fijos en l~ verja. BAAL, XXIV, ¡959 El reloj me dijo: diez de la mañana. Adentro un 8Onido de loza y cristales ; comedor en sombra; manos que aprestaban manteles. . . Afuera, sol como no he visto ,'. sobre el mármol blanco de la escalinata. Fijos en ~ verja siguieron mis ojos. Fijos. Te esperaba. En Irremediablemente la idea de la muerte como libera ción y descanso últiino,viene ya a golpear las sienes del poeta. Un día estaré niuerta, blanca como la nieve, Dulce cOmo los Buefios en la tarde queJlueve. Al mismo libro pertenece este grito que irrumpe de Silo alma y que la aco.lIlpañará luego hasta el final de sus días: Oh; muerte, yo te amo, pero te adoro, vida,., Cuando'vaya1ln mi caja para siempre dormida, , haz qué por vez postrera penetre mis pllpilas el BOl de primavera. Páginas más adelante, en u Soy esa flor", nos da la me dida de su -amor hacia el hómbre que ama, pero que no 1 .. comprende ní la comprenderá nunca: Tu vida es un gran río, va ca1,ldalosamente, a su orilla, invisible, yo broto dulcemente. Soy esa flor perdida entre juncos 'y achiras que piadoso alimentas, pero acaso ni miTas. . . En « Tarde fresca ", del mismo libro, nos hace bajar ~D ella a la alegría tierna y vegetal de la,creación: Andamos por las selvas compactes y olorosas, nos acosan deseos de volar a las ramas; . de tirsmol al agua, de morder las retamas, y colgarnos del cuerpo de rubias mariposas. 1&8. BAU. XXIV, '9'9 En (. Bien pudiera ser ... », una de las últimas poesías del libro citado, nos da una de sus más hermosas páginas aulo .biográficas: Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido no fuera más que aquello que nunca pudo ser, no fuera más que algoyedado y reprimido de familia en familia, de mujer en mujer. Dicen que en los solares de mi gente, medido estaba todo aquello que se debía hacer ... dicen que silenciosas las mujeres han sido de mi casa materna ... Ah, bien pudiera ser ... A veces en mi madre apuntaron antojos de liberarse, pero, se le subió a los ojos una honda amargura, y en la sombra lloró. y todo eso mordiente, vencido, mutilado, todo eso que se hallaba en su alma encerrado, piensci que sin quererlo lo he libertado yo. Una de sus .. poesías más bellas y más personales, es SiD .duda (( La é8l'icia perdida ", incluída en Languidez: .' Se me va de los dedos la caricia sin causa, se me va de los dedos ... En el viento, al pasar, la caricia que vaga si.n destino ni objeto, la caricia perdida é quién la recogerá ~ Pude amar esta noche con piedad infinila, pude amar al primero que acerlara a llegar. Nadie llega. Están solos los floridos senderos. La caricia perdida, rodará ... rodará ... Si e~ los oJos te besan esta noche, viajero, si ~slremece las ramas u!l dulce suspirar, :si te oprime los dedos una mano pequeña .que le toma y te deja, que le logra y se va. Si no ves esa mano, ni la boca que besa, si es el aire quien teje la ilusión de besar, oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, en el viento fundida, e me reconocerás? De LAnguidez es también su difundida u Carta lírica a otra mujer 1), en laque se dil'ige, con incomprensible humil dad, a su rival, y que empieza con los conocidos versos: Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro .conozao yo, y os imagino blanca, débil como los brotes iniciales, pequeña, dulce ... Ya ni sé ... Divina. (1 Este libro - dijo alguna vez Alfonsina de Languidez cierra una modalidad mía. Si la vida y las cosas me lo per miten, otra ha de- -ser mi poesía de mañana 1). La vida file piadosa con ella, y le permitió dar esa otra poesía de ma ñana que ya entreveía. Y cinco años después de La~guidez aparece Ocre, su libro de plenitud. En Ocre su voz cobra una mayor resonancia, iniciándose una suave y firme eva sión hacia lo universal, pero todavía mantenida dentro de las formas clásicas, románticas y modernas de su verso. De Ocre es uno de sus primeros autorretratos: SOY Soy suave y triste si idolatro, puedo bajar el cielo hasta mi mano cuando el alma de ot'ro al alma mía enredo; plumón alguno no hallarás más blando. Ninguna como yo las manos besa, ni se acurruca tanto en un ensueño, . ni cupo en otro cuerpo, así pequeño, un alma humana de mayor terneza. FI::RMilll ESTRELLA liunioRRIo2 Muero sobre los ojos, si los sienlo como piljal'os vivos, un momento, alelear bajo mis dedos blancos. BAAL, XXIV, '9.59 Sé la frase que encanla y que comprende y sé callar cuando la luna asciende enorme y roja sobre los barrancos. El paisaje, no muy frecuente en la poesía de Alfonsiua, hecha toda ella de llama y rescoldo interior, está represen tado en las páginas de Ocre en el bello soneto" Camino a los Paredones Il, que se inicia con esta estrofa, de técnica casi impresionista: En la greda"Teseca ni una 80la gramilla, a un lado el. allo nudo de las sierras y enfrente' otro muro de piedra, oxidada y caliente. y el cielo casi verde. Y la tierra amarilla. En~uanto al paisaje urbano, lo hallamos casi sin querer en" Versos a la tristeza de Buenos Aires >l, ciudad a la que tanto quiso la autol"8, y que fue siempre su verdadera patria espiritual. Uno de los mejores poemas de Ocre es, a mi juicio, el soneto titulado « Ante un héroe de Iván Mestrovic Il, hecho con la misma piedra en que está tallado Sil modelo: Tallado en mármol, la cintura fina, los muslos estallantes, la cabeza reflejadora de gigante empresa, la maravilla del cinceleamina. t! A dónde va ~ La fiebre lo devora de vencer o morir de tal maneta que en el esfuerzo de avanzar pudiera hundí r el cuerpo en la lejana aurora. MAL, XXIV, '959 Mármol del siglo xx desvaído, a quien un hombre púsole el latido antiguo y fuerte de las grandes pr~ebas: e Por qué, por un milagro, no te vuelves humana forma, y al pasar me envuelves entre los brazos, y al azar me llevas ¡t f .. En La palab,·a quedó encerrado para siempre uno de· los momentos de más hícida amargura de la gran creadora de belleza que fue Alfonsina. Naturaleza: gracias por este don supremo del verso, que me diste ; yo soy la mujer triste a quien Caronte 'lB mostró su remo. De Ocre, son también « Epitafio para mi tumba 1) y (f Dolor 11, dos.de sus rnás hermosos y difundidos poemas .. Mando de siete pozos, aparecido en 1934, marca, como ya dijimos, un paso decisivo en la poesía de ~Ifonsina. En este libro raro y soslayado por la crítica, el poeta se libera de los viejos cánones, y temas, y formas nuevas ensayan una tensa aventura de poesía de la que sale enriquecido y lleno de exp.eriencia y libertad el caudaloso temperamento de la a~tora. La rima, la música del verso, la parcelación disci plinada· del po~ma, no obligan aquí la voz triste y descar nada. del poeta, atento sólo a dar su me~saje de la manera más directa y pura posible. Como una muestra de este nuevo género de poesía, insó lito y desconcertante si se piensa en la obra anterior de la autora, transcribiré sólo esta joya de claridades submari nas, donde el mar, su eterno inspi¡'ado~, vive con extrañas y deslumbrantes ruces: YO EN EL FONDO DEL MlB .:n el fondo dl'l mar hay una casa de cristal. A una avenida de madréporas, da. Un gran pez de oro, a las cinco, me viene a saludar. Me trae un rojo ramo de llores de coral. Duermo en una cama un poco más azul que el mar. Un pulpo me hace guiños a tra vés del cristal. En el bosque verde que me circunda - din don ... din dan - se balancl'an y cantan las sirenas de nácar verdemar. y sobre mi cabeza arden, en el crepúsculo, las erizadas puntas del mar. Culminación de esta nueva faz de la poesía de Alfonsina es su último y definitivo libro, Mascarilla y trébol, aparecido BAAL, XXIV, '950. poco antes de su muerle. « Los alltisonetos de Mascarilla y trébol -dijimos en otra ocasión -, son, a la vez que un espléndido caso· de perfección formal, la -coBquista dolo rosa y apasionada de un universo poético cuyo valor y gran deza ha venido a corroborar la misma mue.rte trágica de Alfonsina)). De él. entresaco al azar uno de sus magnificos « antisonetos 11 : AUToRaETRATo BARROCO Una máscara griega, enmohecida en las romanas· catacumbas, vino corlando espacio a mi calzante cara. El cráneo un viejo mármol carcajeante. El Nuevo Continente sopl6 rachas de tr6picO"y de sud y abri6 sussoles sobre la testa que cambi6 su acanto en acerados bucles combativos. En un cuerpo de luna, tan ligero que acunaban las rosas tropicales, un 6rgano, tremendo de ternura, me dobl6 el pecho. Mas, (por qué sus sones contra el cráneo se helaban y expandían por la burlesca boca acartonada ~ TraÍlllcribiré, finalmente, como pieza de extraordinario valor autobiográfico, el soneto que esúibió días antes de arrojarse al mar, y que apareció en La Nación, al pie de la noticia necrológica, al día siguiente de S\1 muerte. VOY A DORMIR ••• Dientes de nores, eolia de rodo, manos de hierbas. lIí. nodriza fina, ten me pre.tas las sábanas 1('I'rosas y el edredón de musgos 1!'000urdados. Voy a dormir, nodriza lUía, acuéstame. Ponme una lámpara a la cabec('ra ; una constelación; la que le guste; todas son buenas; bñjala un poquito. Déjame sola: oyes romper los brotes ... te acuna un pie celeste desde arriba y un p.íjaro te traza unos compases KAAL, XXIV, '9'9 para que olvides ... Gracias ... A.h, un encargo: si él llama nu('vamenle por teléfono le dic('s que no insista, que he salido ... Alfonsina fue un poeta esencial, y su perennidad Ia deberá a todo lo que hay de auténtico, y de verdadero, en su obra. No escribió versos artificiosos, dentro de esta o de aquella estética. Los alTancó, vivos, de su alma, .Y de ahí su honda, su trascendente originalidad. No cantó para entretenerse, ni por vanidad. Cantó para darse en el verso, para comunicarse con el alma del hombre y de la mujer .. hermanos suyos en el ansia y en el dolor ineludibles. Críticos y escritores eminentes han escrito, deotro y fuera del país, págioas definitivas sobre ella, entre otros: Ada Negri y Mario Puccini, e.o Italia; Julio Cejador, Eduardo Marquina, Fernllodo Maristaoy, Enrique Díez-Caoedo y Cristóbal de Castro, en España; B. Sanín Cano y Gabriela Mistral, en Hispanoamérica; Roberlo F. Giusti, Julio Noé, Nicolás Coronado, Arturo Capdevila y Rafael de Diego, entre nosotros. Pero la gloria de Alfonsina está por encima de cuanto pueda decirse sobre ella o sobre su obra. Ella sigue vivieodo en el corazón de cuantos la conocieron, y seguirá viviendo en todos los que, a LI'avés del tiempo, oigan latir su 8AAI., ~XIV, '9~9 55 grande y desolado cOl'azón de mujer, al unísono de su propio corazón, Ésa fue su gloria. Y en ella vivirá eternamente, junto a sus hermanas mayores, las que la precedieron en nuestra lengua: Santa Teresa, Sor Juana Inés de la Cruz, Delmir¡¡ Aguslini. . El mar, y la muerle, y el hombre - sus temas obsesio nantes -, qué lejanos ya, en ese mundo sin riberas donde flota su espíritu, confundido con las fuerzas vivas ue la nalu raleza, de donde provenía, y a donde fue a confundir.se en Sil último sueño serenísimo. Caronte, al llevarla en ~~ barca. nos la llevó de nuestro lado. El encanl( illmarcesible de sus poemas, la retendrá s:iempre viva, con nosotros, junto a nuestros grandes afectos, y mezclada con los mejores y más dnlces recuerdos de nueslra vida. FEBllíll ESTRELI.,,- GUTIÉRMZ.
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