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Formación del Profesorado para el Cambio Educativo, Carlos Marcelo Barcelona, EUB. 1995 0. PRESENTACIÓN La Formación del Profesorado se está convirtiendo poco a poco en un ámbito de conocimiento e investigación afianzado y complejo, que ofrece soluciones y plantea a su vez problemas a los sistemas educativos. Se utiliza a menudo el concepto formación como sustantivo y como adjetivo: la formación y lo formativo. La formación está en boca de todos, y no sólo me refiero al ámbito escolar, sino empresarial (formación en la empresa), social (formación para el uso del tiempo libre), político (formación para decidir), etc. Todos demandamos y reconocemos la necesidad de la formación, sobre todo en un mundo en que la información nos llega cada vez con más facilidad y por tanto nos hace ver cuánto desconocemos y deberíamos o nos gustaría saber. La formación es algo que muchos esperan que se les dé: la formación como objeto de consumo que, a modo de gran supermercado, se ofrece en envoltorios atrayentes, fácilmente consumibles y directamente desechables a gusto del consumidor. La formación como objeto de consumo que tiene derecho a devolución si no se satisfacen todas y cada una de las expectativas de los cada vez más exigentes y especializados consumidores de formación. Tres son los factores que están influyendo y decidiendo la importancia de la formación en la sociedad actual: el impacto de la sociedad de la información, el impacto del mundo científico y tecnológico y la internacionalización de la economía. Con respecto a la revolución que estamos contemplando de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, sólo cabe reconocer que ya han cambiado radicalmente la naturaleza del trabajo y la organización de la producción. Al cambiar la concepción del trabajo y del puesto de trabajo, se vienen produciendo cambios como el incremento del autoempleo, del trabajo en casa, de mayores y más diversificadas industrias de servicios, de nuevas y más flexibles formas de organización del trabajo, la descentralización de la gestión, etc. Como consecuencia de ello se está requiriendo una apertura y flexibilidad de los trabajadores, para acomodarse y desempeñar de forma eficaz nuevos puestos de trabajo. La formación aparece de nuevo como el instrumento más potente para democratizar el acceso de las personas a la cultura, a la información y al trabajo. La formación, por tanto sigue siendo un tema prioritario y con una gran potencialidad, lo que justifica la demanda creciente de invertir en formación. Sin embargo, a pesar de las continuas y crecientes demandas de progreso y ampliación de la formación, resulta llamativa la falta de un marco teórico y conceptual que ayude a clarificar y ordenar este campo de conocimiento, investigación y práctica. Este libro pretende contribuir a llenar algunas de estas lagunas que en campo de la formación se detectan y más específicamente en lo que al profesorado se refiere. El Capítulo I, denominado Estructura Conceptual de la Formación del Profesorado, pretende sistematizar y organizar las diferentes teorías, modelos y orientaciones conceptuales que permiten ver la Formación del Profesorado como un campo disciplinar en desarrollo, antes de como una mera práctica ateórica. Para ello partimos de analizar el concepto formación, sus diferentes acepciones y significados, así como los diferentes conceptos que sobre Formación del Profesorado se han venido dando por diversos autores, para concluir aportando nuestro concepto de Formación del Profesorado. Este concepto está apoyado por una serie de principios algunos de los cuales enumeramos: entender la Formación del Profesorado como un contínuo; el principio de integración de prácticas escolares, curriculares, y de enseñanza; la necesidad de conectar la formación inicial con el desarrollo profesional; integración teoría-práctica; isomorfismo; individualización, etc. La construcción conceptual de la Formación del Profesorado nos lleva a analizar cinco Orientaciones conceptuales, que representan otras tantas plataformas teóricas de análisis de la Formación del Profesorado: orientación académica, tecnológica, personalista, práctica y social- reconstruccionista. Estas orientaciones conceptuales nos ayudan a comprender, analizar y construir la formación del profesorado como disciplina. No las entendemos como perspectivas excluyentes, sino complementarias, siempre que exista claridad respecto al modelo de profesor que se asume y se pretende formar. Junto a las Orientaciones conceptuales, hacemos referencia a algunas teorías que con mayor o menor elaboración han venido aportándose y que, de nuevo, recogemos para contribuir a la construcción del edificio conceptual de la Formación del Profesorado. Analizamos algunas teorías acerca del cambio de los profesores, del aprendizaje adulto, de las etapas de desarrollo de los profesores, de etapas de preocupaciones, y de los ciclos vitales de los docentes. Hemos escogido una esquema secuencial para describir las diferentes fases de la Formación del Profesorado. Diferenciamos entre formación inicial, formación durante el periodo de iniciación, y desarrollo profesional. Aunque asumimos que la formación inicial debe establecer conexiones significativas con el desarrollo profesional de los docentes, nos parece que, tanto institucional, organizativa como curricularmente existen notables diferencias que es preciso mantener para poder analizar con cierta claridad los diferentes momentos y componentes de la Formación del Profesorado. Además, las investigaciones en el campo de la Formación del Profesorado generalmente se centran especialmente en alguna de las tres fases que anteriormente enumeramos. A este respecto, quisiéramos aclarar que hemos optado deliberadamente por no dedicar un capítulo específico a revisar la investigación sobre Formación del Profesorado. Nos ha parecido más interesante integrar las diferentes temas y enfoques de investigación en el discurso referido a las distintas fases del proceso de aprender a enseñar: formación inicial, periodo de iniciación y desarrollo profesional. Así, en el Capítulo II, partiendo de un breve análisis histórico de la evolución de la formación inicial del profesorado hasta nuestros días, nos centramos en describir el curriculum de la formación del profesorado. En este punto hacemos referencia a los diferentes componentes del conocimiento en los profesores en formación, revisando la investigación sobre el Conocimiento del Profesor, y en especial sobre el Conocimiento Didáctico del Contenido y su contribución para la formación del profesorado. Junto a ello prestamos atención la necesidad de incluir en los programas de formación inicial de profesores conocimientos, destrezas y actitudes hacia la diversidad cultural. El Capítulo III lo dedicamos a analizar la fase de inducción profesional a la enseñanza. Cada vez más se está destacando la importancia de que la Formación del Profesorado atienda a esta importante etapa del aprender a enseñar. Analizamos las diferentes propuestas programáticas, así como hacemos referencia a nuestra propia propuesta de formación que venimos desarrollando para la formación de profesores principiantes. El Capítulo IV se refiere al Desarrollo Profesional de los profesores. Hemos dedicado una atención especial a esta fase de la Formación del Profesorado, en tanto que, desde nuestro punto de vista posee una gran potencialidad de desarrollo e intervención, tanto desde un punto de vista investigador como profesional. Partimos de definir conceptualmente el concepto de Desarrollo Profesional, para pasar a analizar las relaciones que se establecen entre el Desarrollo Profesional y el desarrollo de la escuela, del curriculum, de la enseñanza y de la profesionalidad docente. Estas relaciones, nos van a permitiranalizar las características de los diferentes modelos de Desarrollo Profesional. Basándonos en el trabajo de Sparks y Loucks-Horsley, describimos las características del modelo autónomo, de los modelos basados en la reflexión, apoyo profesional mutuo y la supervisión, de los modelos basados en el desarrollo curricular y la formación en centros, del modelo de Desarrollo Profesional a través de cursos de formación, y del Desarrollo Profesional a través de la investigación. Junto a los modelos de Desarrollo Profesional, analizamos lo que hemos denominado procesos en el Desarrollo Profesional, principalmente el diagnóstico de necesidades, la planificación, la evaluación y el asesoramiento externo para el Desarrollo Profesional, así como las investigaciones llevadas a cabo en torno a estos procesos. Hacemos hincapié en estos procesos porque nos permiten confirmar la idea de que la Formación del Profesorado es una disciplina que puede y debe responder a principios de sistematización, dirección a metas, organización, seguimiento, y control como cualquier otro proceso educativo. En este sentido, la Formación del Profesorado recoge, matiza y desarrolla los conocimientos adquiridos en relación a la planificación, desarrollo y evaluación del curriculum. Un aspecto de importancia debe ser el conocimiento e integración del contexto educativo para el que elabora y al que aspira ofrecer respuestas. Por ello, analizamos la estructura y organización del Desarrollo Profesional de los profesores en España, centrándonos en primer lugar en describir las instituciones actuales de Desarrollo Profesional de profesores, las estructuras de coordinación existentes, las diferentes modalidades de formación ofertadas, la organización de los servicios de asesoramiento, y el funcionamiento de los procesos de evaluación de las actividades de Desarrollo Profesional. Generalmente se viene entendiendo que la Formación del Profesorado es un proceso que afecta a profesores de niveles no universitarios, y que poco tiene que ver con los docentes de la Universidad. No es evidentemente nuestro punto de vista, y por ello incluimos un epígrafe en el que analizamos las diferentes propuestas, tanto nacionales como internacionales centradas en la necesidad de desarrollar programas diversificados y que respondan a las demandas de los docentes de este nivel. Incluimos este epígrafe en el Capítulo sobre Desarrollo Profesional porque, aunque puedan existir ejemplo de programas de formación inicial de profesores universitarios, la mayoría de las iniciativas se refieren a docentes que ya se encuentran desempeñando su enseñanza en la Universidad. CAPÍTULO I. ESTRUCTURA CONCEPTUAL DE LA FORMACIÓN DEL PROFESORADO 1. Sobre el concepto "Formación" Parece necesario hacer algunas apreciaciones sobre el concepto "Formación" en un libro cuyo título es precisamente el de Formación del Profesorado. En países como Francia e Italia, se utiliza dicho concepto para referirse a la educación, preparación, enseñanza, etc. de los profesores. Sin embargo, en países del área anglófona se prefiere el término educación (Teacher Education), o el de entrenamiento (Teacher Training). Hablamos, tanto en lenguaje común como técnico de formación de profesores y creo que la elección de este término, frente al de educación, enseñanza o entrenamiento -no hablemos de adoctrinamiento- no es casual, sino que nos puede ofrecer algunas pistas iniciales respecto al ámbito conceptual que pretendemos describir. Menze aclara que existen tres tendencias contrapuestas del concepto formación. La primera hace referencia a que es imposible utilizar el concepto formación como concepto de lenguaje técnico en educación, debido fundamentalmente a la tradición filosófica que lo sustenta: "por razón de su origen histórico y de las implicaciones metafísicas que le son propias, está tan viciado y tiene tantas significaciones, que no sólo es imposible hacer un uso razonable de él sino que además, quien lo emplea se expone a la sospecha de ideología" (1980:267). Los que asumen este planteamiento postulan que la formación hace referencia a dimensiones que no pueden ser investigadas, y por tanto rechazan su empleo. No es ésta, evidentemente, la postura que asumimos. Una segunda tendencia que identifica Menze es la de recurrir al concepto formación para identificar múltiples y a veces contradictorios conceptos. Se plantea que la formación no se limita, como concepto, a un campo específicamente profesional, sino que se refiere a múltiples dimensiones: formación del consumidor, formación de los padres, formación sexual. En este sentido, Ferry plantea que los significados que actualmente se están dando al concepto formación están desvirtuando el concepto, "la noción de formación se ha cargado de tantos equívocos y aparece de tal manera pervertida por la utilización que se hace de ella, desde la extensión de la educación permanente, convertida en una empresa distribuidora de saberes etiquetados y de pequeñas seguridades, que por esto Enriquez propone abandonar definitivamente el término formación" (Ferry, 1991:52). No compartimos, tampoco esta apreciación. Nos parece, y ésta es la tercera tendencia identificada por Menze (1980) que en la actualidad no tiene sentido eliminar el concepto formación, puesto que "Formación no es ni un concepto general que abarque la educación y la enseñanza, ni tampoco subordinado a éstos" (Menze, 1980:269). La educación, para este autor, significa una acción que se lleva a cabo desde fuera para contribuir al desarrollo personal y social de los individuos, y generalmente referida a sujetos no adultos. Berbaum propone que utilizar el concepto "formación" al referirse a acciones con adultos entendiendo que es una acción que se dirige a la adquisición de saberes y de "saber hacer" más que saber-ser, que es más formal en cuanto a su organización (Berbaum, 1982). El concepto "Formación" generalmente se asocia a alguna actividad, siempre se trata de formación para algo (Honoré, 1980). Así, la formación puede entenderse como una función social de transmisión de saberes, de saber-hacer o del saber-ser que se ejerce en beneficio del sistema socioeconómico, o de la cultura dominante. La formación puede entenderse también como un proceso de desarrollo y de estructuración de la persona que se lleva a cabo bajo el doble efecto de una maduración interna y de posibilidades de aprendizaje, de experiencias de los sujetos. Por último, se puede hablar de la formación como institución, refiriéndose a la estructura organizativa que planifica y desarrolla las actividades de formación (Ferry, 1991). La formación puede adoptar diferentes aspectos según se considere desde el punto de vista del objeto (la formación que se ofrece, organiza, desde fuera del sujeto), o desde el sujeto (la formación que se activa como iniciativa personal). Vemos, por tanto que el concepto formación, al igual que muchos otros en nuestra Area de Conocimiento, es susceptible de múltiples enfoques. Vamos a detenernos en analizar algunas definiciones que se han dado respecto al concepto formación. En la mayoría se asocia este concepto formación con el de desarrollo personal: "el proceso de desarrollo que sigue el sujeto humano hasta alcanzar un estado de 'plenitud' personal" (Zabalza, 1990a:201), o bien "La formación, desde la Didáctica, hace referencia al proceso que sigue el individuo en la búsqueda de su identidad plena de acuerdo a unos principios o realidad socio-cultural"(González Soto, 1989:83). También, desde el punto de vista de Ferry, "Formarse no puede ser más que un trabajo sobre sí mismo, libremente imaginado, deseado y perseguido, realizado a través de medios que se ofrecen o que unomismo se procura"(Ferry, 1991:43). Hay, como vemos, un componente personal evidente en la formación, que conecta con un discurso axiológico referido a finalidades, metas y valores frente a lo meramente técnico o instrumental (Zabalza, 1990a), en la medida en que "engloba problemas relativos a los fines y/o modelo a conseguir, contenidos/experiencias a asumir, las interacciones sujeto-medio (social, cultural y axiológico), los influjos y plan de "apoyo" en el proceso. Guarda relación con lo ideológico- cultural, como espacio que define el sentido general de esa formación como proceso" (González Soto, 1989:83). Pero el componente personal de la formación no debe llevarnos a pensar que ésta se realiza únicamente de forma autónoma. Debesse (1982) distingue entre autoformación, heteroformación e interformación. La autoformación es una formación en la que el individuo participa de forma independiente y teniendo bajo su propio control los objetivos, los procesos, los instrumentos, y los resultados de la propia formación. La heteroformación es una formación que se organiza y desarrolla "desde fuera", por especialistas sin que se vea comprometida la personalidad del sujeto que participa. Por último, la interformación se define como "la acción educativa que se ejerce entre los futuros enseñantes o entre maestros en trance de actualización de conocimientos...y que halla un soporte de excepción en el trabajo del 'equipo pedagógico', tal como hoy se lo concibe para la formación del mañana" (Debesse, 1982:29-30). Esta concepción de la formación conecta con la tradición de pensamiento alemana, que utiliza el término "Bildung" para referirse a la formación. "Bildung" significa tanto formación como configuración la educación de un sujeto auto-consciente. "Bildungsprozess se ha traducido como un "proceso auto-formativo" en el sentido de un proceso de crecimiento y desarrollo personal o cultural" (Shapiro, 1971, traduciendo a Habermas, citado por Beyer et al, 1989:79). Gadamer explica al respecto que "el resultado de Bildung no se consigue en la forma de una construcción técnica... Bildung como tal no puede ser una meta, no puede ser vista, sino en la temática reflexiva del educador... El concepto de Bildung trasciende el de meramente cultivar talentos.."(citado por Beyer et al. 1989:80) De esta forma podemos entender que hablemos de formación de profesores, y no meramente de entrenamiento, puesto que se asume como principio que los sujetos adultos han de contribuir al proceso de su propia formación a partir de las representaciones y competencias que estos ya poseen (Ranjard, 1989). Es en este sentido en el que Lhotelier define la formación como "la capacidad de transformar en experiencia significativa los acontecimientos cotidianos generalmente sufridos, en el horizonte de un proyecto personal y colectivo" (citado en Honoré, 1980). El concepto formación suele aparecer -ya lo hemos señalado anteriormente- junto a otros conceptos que sirven para especificarlo. Así Klafki plantea una distinción entre formación general y especializada que va a tener mucha significación cuando planteemos el curriculum de la formación del profesorado. La formación general, para este autor se refiere a tres dimensiones: conocimiento, moral y estética (Klafki, 1990), mientras que la formación especializada tiene que ver más con la formación profesional como la preparación o capacitación para desarrollar actividades laborales, y está en estrecha conexión con la dinámica del empleo (Ferrández, 1992a y b). Klafki ha planteado la necesidad de superar la división entre formación general y especializada a través de la "idea básica de formación politécnica, un esfuerzo por la supresión de la separación esquemática de formación general y formación profesional, un hacer fructífera la tensión entre comunidad e individualidad de objetivos, contenidos y capacidades, una superación de la división entre formación teórica y práctica..., de trabajo intelectual y físico" (Klafki, 1985, citado en Mollenhauer, 1990:133). Algunos autores vienen planteado la necesidad de desarrollar una teoría de la formación, al igual que existen teorías de la educación, la enseñanza, el aprendizaje, etc. Más concretamente, Honoré (1980) en su libro Para una teoría de la formación propone utilizar el término "Formática" para referirse al campo de conocimiento que estudie los problemas relativos a la formación. Menze reclama que "La teoría de la formación tiene el quehacer de poner en claro los presupuestos antropológicos del hecho de la formación, fijar el camino que tiene que recorrer el hombre en el proceso de hacerse 'hombre', e indicar de qué manera se le puede ayudar en este empeño mediante un influjo metódico, con arreglo a un plan" (Menze, 1980:270). Un concepto importante en la teoría de la formación es el de acción formativa, actividad formativa o acciones de formación según los diferentes autores. Para Berbaum (1982), una acción de formación corresponde a un conjunto de conductas, de interacciones entre formadores y formados, que puede perseguir múltiples finalidades explicitadas o no, y por las cuales hay una intencionalidad de cambio. Como señala Honoré, el problema del cambio es el problema fundamental de la formación: "¿Cómo podemos establecer y descubrir la posibilidad de superación de lo que ya está formado? (Honoré, 1980:29). Una peculiaridad de las acciones de formación es que se desarrollan en un contexto específico, con una organización material determinada y que se desarrolla con unas reglas de funcionamiento. Dentro de esta estructura, el formador sólo o junto a los formados eligen los medios, los métodos, los objetivos específicos, y los modos de evaluación (Berbaum, 1980). Para que se produzca una accion de formación es preciso que se produzcan cambios a través de una intervención por la cual hay participación consciente del formado, y una voluntad clara del formado y del formador de conseguir los objetivos explicitados. Como establece Honoré, "Es la interexperiencia del entorno humano lo que constituye el suelo, el centro de gravedad de la formación, cualquiera que sea su forma"(Honoré, 1980:26). La interrelación entre personas promueve contextos de aprendizaje que van facilitando el desarrollo complejo de los individuos que forman y que se forman. Menze (1980) ha propuesto cuatro teorías de la formación, a las que se han referido tanto Zabalza (1990a) como De la Torre (1992). Este autor identifica en primer lugar una Teoría de la formación formal que entiende la estructuración del conocimiento del individuo a través de contenidos que le capaciten para aprender a aprender, destacando que la formación va dirigida al desarrollo de las facultades psíquicas de los sujetos y de sus procesos intelectuales. Un segunda es la Teoría de la formación categorial, según la cual, el proceso de formación se concibe como un proceso dialéctico a través de tres etapas de reflexión: la primera es un trato intuitivo y práctico con las cosas, la segunda es el distanciamiento de la realidad para poder captarla y comprenderla; y la tercera, comprender el sentido de las cosas. En esta teoría se destaca que cada disciplina aporta al sujeto no sólo conocimientos específicos, sino códigos y un lenguaje que le permiten explicar y comprender la realidad, al tiempo que unas estructuras propias de pensamiento y desarrollo cognitivo. Menze señala en tercer lugar la Teoría dialogística de la formación que entiende que lo importante es la autorrealización personal del individuo, para su liberación como persona. Por último, la Teoría dela formación técnica intenta responder a la situación de la sociedad real, alejándose del humanismo y planteando que a través de la formación el individuo aprende continuamente. La formación, como hemos planteado se nos presenta como un fenómeno complejo y diverso en torno al cual existen escasas conceptualizaciones y menos acuerdos respecto a las dimensiones y teorías más relevantes para su análisis. Algo hemos de concluir después de este recorrido sobre el concepto formación. En primer lugar, la formación, como realidad conceptual no se identifica ni diluye dentro de otros conceptos también al uso como educación, enseñanza, entrenamiento, etc. En segundo lugar, el concepto formación incorpora una dimensión personal, de desarrollo humano global que es preciso atender frente a otras concepciones eminentemente técnicas. En tercer lugar, el concepto formación tiene que ver con la capacidad de formación, así como con la voluntad de formación. Es decir, es el individuo, la persona, el responsable último de la activación, y desarrollo de procesos formativos. Ello no quiere decir, ya lo hemos afirmado anteriormente, que la formación sea necesariamente autónoma. Es a través de la interformación como los sujetos -en este caso profesores- pueden encontrar contextos de aprendizaje que favorezcan la búsqueda de metas de perfeccionamiento personal y profesional. 2. Conceptos de "Formación del Profesorado" Hemos analizado en los capítulos anteriores algunos conceptos referidos a la enseñanza, así como su caracterización como actividad profesional. Parece claro deducir de este planteamiento que, puesto que la enseñanza, la docencia se considera una profesión, se requiere, al igual que en otras profesiones, asegurar que las personas que la ejerzan tengan un dominio adecuado de la ciencia, técnica y arte de la misma, es decir, posean competencia profesional. La preocupación por la formación de los profesores no es en modo alguno reciente. Atendiendo a Woodring, "si la formación del profesorado se define simplemente como la educación de aquellos que van a ser profesores, su historia coincide con la historia de la educación" (1975: 1). Pero no es nuestra intención en este momento detenernos a analizar los momentos históricos por los que ha pasado la formación de los docentes (lo haremos en el Capítulo II cuando analicemos la evolución histórica de la formación inicial del profesorado en España), sino contemplar cómo se nos presenta en la actualidad en nuestro sistema educativo. Para Rodríguez Diéguez, la formación del profesorado no es otra cosa que "la enseñanza profesionalizadora para la enseñanza" (1980: 38). De esta forma, no representa sino otra dimensión de la enseñanza como actividad intencional, que se desarrolla para contribuir a la profesionalización de los sujetos encargados de educar a las nuevas generaciones. Entendida como tal, la formación del profesorado representa un encuentro entre personas adultas, una interacción entre formador y formado, con una intención de cambio, desarrollada en un contexto organizado e institucional más o menos delimitado. Para definirlo con las propias palabras de Berbaum, podríamos destacar que "se llamará acción de formación a aquélla en que el cambio se consigue a través de una intervención a la que se consagra un tiempo determinado, por la cual hay participación consciente del formado, en la que existe voluntad explícita a la vez del formado y del formador de conseguir un objetivo explicitado" (Berbaum, 1982: 15). La formación, como actividad humana inteligente, se caracteriza como una actividad relacional y de intercambio, con una dimensión evolutiva y dirigida a conseguir metas conocidas (Honoré, 1980). Para Ferry, la formación se entiende como "un proceso de desarrollo individual tendente a adquirir o perfeccionar capacidades" (1983: 36). Desde la perspectiva de este autor, la formación del profesorado se diferencia de otras actividades de formación en tres dimensiones. En primer lugar, se trata de una formación doble, en la que se ha de combinar la formación académica (científico, literaria, artísticas, etc.) con la formación pedagógica. En segundo lugar la formación del profesorado es un tipo de formación profesional, es decir, forma profesionales, lo que, como acabamos de ver, no siempre se asume como característica de la docencia. En tercer lugar, la formación del profesorado es una formación de formadores, lo que influye en el necesario isomorfismo que debe existir entre la formación de profesores y su práctica profesional (Ferry, 1991). La formación del profesorado representa uno de los elementos fundamentales a través de los cuales la Didáctica interviene y contribuye a la mejora de la calidad de la enseñanza. Para Gimeno (1982), representa "una de las piedras angulares imprescindibles de cualquier intento de renovación del sistema educativo" (Gimeno, 1982: 77). Esta preocupación por destacar la importancia de la formación del profesorado ha coincidido recientemente con el planteamiento del Ministerio de Educación y Ciencia (1989) en cuyo Proyecto para la Reforma de la Enseñanza se declara a la formación del profesorado como objetivo prioritario de la misma. Doyle ofrece un punto de vista crítico respecto a la formación del profesorado cuando la caracteriza como "un conjunto de experiencias débilmente coordinadas, diseñadas para mantener un profesorado preparado para las escuelas primarias y secundarias"(Doyle, 1990:3). Por otra parte, Yarger y Smith definen nuestra disciplina como "el contexto y procesos de educación de los individuos para que se conviertan en profesores eficaces o en mejores profesores" (Yarger y Smith, 1990:26). Las definiciones de estos autores son escuetas y poco descriptivas de los procesos que implica la formación del profesorado. Algo más específica resulta la concepción de Medina y Domínguez, quienes establecen que "La formación del profesorado la consideramos como la preparación y emancipación profesional del docente para elaborar crítica, reflexiva y eficazmente un estilo de enseñanza que promueva un aprendizaje significativo en los alumnos y logre un pensamiento-acción innovador, trabajando en el equipo con los colegas para desarrollar un proyecto educativo común" (Medina y Domínguez, 1989:87). La formación del profesorado, desde el punto de vista de estos autores busca desarrollar en los docentes un estilo de enseñanza propio y asumido reflexivamente, de forma que produzca en los alumnos aprendizaje significativo. Estos autores plantean también la necesidad de entender la formación de los profesores en el contexto del trabajo con otros profesores dentro de un equipo. Medina y Domínguez abogan por una imagen del profesor como un sujeto reflexivo e innovador. Sin embargo, han sido muchas otras las imágenes empleadas para caracterizar al profesor: como persona, colega, compañero, facilitador de aprendizaje, investigador, sujeto que desarrolla el curriculum, sujeto que toma decisiones, líder, etc. (Heck y Williams, 1984). Estas diferentes concepciones del profesor provienen de distintos modelos y teorías de enseñanza, e influyen en otros tantos modelos de formación del profesorado. Sin embargo, la formación del profesorado no debe ser considerada un apéndice indiferenciado de la teoría del curriculum o de la enseñanza. Floden y Buchmann afirmaban que "Para dar sentido a la formación del profesorado, no se puede derivar su cuerpo conceptual del concepto de enseñanza en sí misma. Enseñar, que es algo que cualquiera hace en cualquier momento, no es lo mismo que ser un profesor.Existen otras preocupaciones conceptuales más amplias que contribuyen a configurar al profesor: ser profesor supone tratar con otras personas (profesores) que trabajan en organizaciones (escuelas) con otras personas (alumnos) para conseguir que estas personas aprendan algo (se eduquen)"(Floden y Buchmann, 1990:45). En esta afirmación se comprenden los diferentes ámbitos que hemos considerado en el primer capítulo de este libro y que vienen a configurar los fundamentos de una dimensión conceptual diferenciada de la formación del profesorado: los profesores como profesionales, las escuelas en donde enseñan, los alumnos a los que enseñan y el contenido de la enseñanza. La formación del profesorado, progresivamente se va presentando como "una matriz disciplinar potente, en la que su propia proyección pone de manifiesto tanto su consolidación científica, como el esfuerzo de afianzamiento epistemológico permanente, tanto por la rigurosidad de sus paradigmas, como por el empleo y producción de modelos y métodos de investigación propios" (Medina y Domínguez, 1989:105). Siguiendo a Schwab (1981), la estructura de una disciplina tiene que ver fundamentalmente con la elaboración y desarrollo de dos estructuras: conceptual y sintáctica. La estructura conceptual se refiere a los principios teóricos que orientan y dirigen la indagación en esa disciplina, mientras que la estructura sintáctica representa los métodos heurísticos utilizados para alcanzar la verdad buscada. La formación del profesorado, entendida como disciplina posee una estructura conceptual que, aunque interdependiente de la teoría de la enseñanza, del currículo, de la escuela, presenta caracteres específicos que la distinguen de otras disciplinas del arco didáctico. Es más, los modelos, teorías, conceptualizaciones que se han venido elaborando respecto a la escuela, el curriculo, la innovación o la enseñanza han de ser acomodadas, adaptadas, transformadas cuando se analizan desde una perspectiva de formación del profesorado. La formación del profesorado representa una dimensión privilegiada de la Didáctica en tanto que exige la confluencia de los planteamientos teóricos en propuestas de intervención prácticas. No puede afirmarse que ninguna teoría sobre la enseñanza, el curriculo, la escuela, la innovación, etc. tenga la potencialidad suficiente como para orientar, guiar o dirigir completamente la práctica de la enseñanza. Es por ello que la formación del profesorado se convierte en un verdadero puente que permite la elaboración de teorías prácticas acerca de la enseñanza (Gimeno, 1990). Por otra parte, en relación a la estructura sintáctica, no es arriesgado afirmar que la formación del profesorado hoy día ha desarrollado un campo de investigación propio, indagando problemas específicos de su estructura conceptual. Es fácil comprobar cómo en revistas especia- lizadas, congreso y reuniones científicas, la investigación sobre formación del profesorado ha adquirido sustantividad propia. La publicación de los dos últimos Handbook of Research on Teaching ha incluido artículos en los que se revisan investigaciones sobre esta disciplina (Peck y Tucker, 1973; Lanier y Little, 1986). La American Educational Research Association (A.E.R.A.), organización que agrupa a investigadores educativos de todo el mundo cuenta con un S.I.G. (Grupo de Interés Especial) que pone en relación a científicos que investigan problemas referidos a la formación del profesorado. Junto a ello, un hecho crucial ha sido la publicación en 1990 del Handbook of Research on Teacher Education editado por Houston, en el que a lo largo de casi mil páginas se analiza y sintetiza la investigación sobre formación del profesorado. Por otra parte, se publican revistas de ámbito internacional cuyo contenido monográfico es total o parcialmente la formación del profesorado (Journal of Teacher Education, Journal of Education for Teaching, Action in Teacher Education, European Journal of Teacher Education, Teaching and Teacher Education, Journal of Staff Development, entre otras). La configuración de la formación del profesorado como matriz disciplinar viene justificado por diversas razones. En primer lugar, la formación del profesorado posee un objeto de estudio singular, que son, como hemos descrito anteriormente los procesos de formación, preparación, profesionalización y socialización de los profesores. Es éste un objeto de estudio específico de la formación del profesorado y que la caracteriza de forma diferenciada frente a otros campos conceptuales dentro de la Didáctica. En segundo lugar, la formación del profesorado posee diversas estrategias, metodologías y modelos consolidados para el análisis de los procesos de aprender a enseñar (Medina y Domínguez, 1989). Los modelos de investigación de la formación del profesorado no se diferencian en esencia de los correspondientes a la investigación didáctica. Ello no quiere decir que exista dependencia de una investigación sobre otra sino más bien complementariedad. Un tercer criterio es la existencia de una comunidad de científicos que consolidan sus trabajos tanto por los programas de investigación como por las sociedades de fomento del conocimiento y formación, que van elaborando un código de comunicación propio que facilita el afianzamiento de la investigación. En cuarto lugar, Medina y Domínguez (1989) destacan la progresiva incorporación activa de los propios protagonistas, los profesores, en los programas de investigación, asumiendo papeles de gran protagonismo tanto en el diseño y desarrollo como en el análisis de datos. Por último, estos autores destacan la insistente atención de políticos, administradores, e investigadores hacia la formación del profesorado como pieza clave de la calidad del sistema educativo. El análisis del contenido de esta estructura conceptual a la que nos estamos refiriendo constituye uno de los objetivos de este trabajo, y ello justifica que en siguientes apartados de este trabajo destaquemos y revisemos cuestiones conceptuales y de investigación referidas a la disciplina que nos ocupa: «Formación del Profesorado». Hasta ahora hemos estado refiriéndonos a la disciplina Formación del Profesorado como un concepto unívoco. Sin embargo, un análisis más minucioso nos permite empezar a diferenciar con claridad diferentes etapas o niveles de la formación del profesorado. Sharon Feiman (1983) llega a distinguir cuatro fases en el aprender a enseñar que, como ella indica, no es sinónimo de formación del profesorado. Estas fases son: a) Fase pre-entrenamiento Incluye las experiencias de enseñanza previas que los aspirantes a profesor han vivido, generalmente como alumnos que pueden asumirse de forma acrítica y pueden influir de forma inconsciente en el profesor. b) Fase de formación inicial Es la etapa de preparación formal en una institución específica de formación de profesorado, en la que el futuro profesor adquiere conocimientos pedagógicos y de disciplinas académicas, así como realiza las prácticas de enseñanza (Marcelo, 1989). c) Fase de iniciación Esta es la etapa de los primeros años de ejercicio profesional del profesor, durante los cuales los docentes aprenden en la práctica, en general a través de estrategias de supervivencia (Marcelo, 1991d). d) Fase de formación permanente Esta es la última fase a la que se refiere Feiman, e incluye todas aquellas actividades planificadas por instituciones o bien por los propios profesores para propiciar desarrollo profesional y perfeccionamiento de su enseñanza (Marcelo, 1992b). Cada una de esas fases identificadas por Feiman representa una problemática diferenciada respectoa los objetivos, contenidos, metodología, etc. a aplicar en la formación del profesorado. La fase pre-entrenamiento se destaca por la influencia que tiene o puede tener en el desarrollo de creencias, teorías implícitas en los futuros profesores. Sin embargo, la formación del profesorado en su perspectiva institucional no puede incidir en ella en cuanto tal, aunque sí puede preocuparse por evaluar con un sentido diagnóstico las posibles influencias que tendrá en el futuro profesor. Una vez analizadas las diferentes tendencias y enfoques nos parece necesario explicitar nuestro concepto de Formación del Profesorado. De esta forma, entendemos que: «Formación del Profesorado es el campo de conocimientos, investigación y de propuestas teóricas y prácticas, que dentro de la Didáctica y Organización Escolar, estudia los procesos mediante los cuales los profesores -en formación o en ejercicio- se implican individualmente o en equipo, en experiencias de aprendizaje a través de las cuales adquieren o mejoran sus conocimientos, destrezas y disposiciones, y que les permite intervenir profesionalmente en el desarrollo de su enseñanza, del curriculum y de la escuela, con el objetivo de mejorar la calidad de la educación que reciben los alumnos». La Formación del Profesorado, desde nuestro punto de vista, es un campo de conocimiento e investigación -y aquí hemos tomado la idea de Zabalza (1990a:136) en relación a la Didáctica- centrado en el estudio de los procesos a través de los cuales los profesores aprenden y desarrollan su competencia profesional. Un proceso (destacando el carácter de evolución que este concepto tiene), que en modo alguno es asistemático, puntual o fruto de la improvisación, de ahí que destaquemos su carácter de sistemático y organizado. En segundo lugar, entendemos que Formación del Profesorado es un concepto que debe referirse tanto a los sujetos que están reali- zando estudios para convertirse en profesores, como a aquellos docentes que llevan algunos años en la enseñanza. El concepto es el mismo, lo que cambiará será el contenido, enfoque, o metodología de dicha formación. En tercer lugar, destacamos la doble perspectiva: individual y en equipo de la formación del profesorado. De esta forma, la formación del profesorado puede ser entendida como una actividad en la que se implica un sólo profesor (formación a distancia, asistencia a cursos específicos, etc.). De otra parte, entendemos que existe un segundo nivel, desde nuestro punto de vista mucho más interesante y con mayor potencialidad de cambio, que consiste en la implicación de un grupo de profesores para realizar actividades de desarrollo profesional centradas en sus intereses y necesidades. La formación del profesorado ha de conducir a una adquisición (en el caso de los profesores en formación) o bien a un perfeccionamiento, enriquecimiento de la competencia profesional de los docentes que se implican en tareas de formación. Destacamos la importancia de incidir en los elementos básicos del curriculo formativo, que son los conocimientos, destrezas y disposiciones y actitudes, a los que volveremos más adelante en este proyecto. La formación del profesor debe capacitar a los profesores para un trabajo profesional que no es exclusivo -aunque si principalmente- de aula. Los profesores cada vez más han de realizar trabajos en colaboración, y una prueba de ello lo constituye la exigencia de realización de los proyectos curriculares de centro. Esta es una perspectiva necesaria que hay que incluir como objetivo de la formación del profesorado. Por último, y esto lo destacaban Joyce y Showers (1988), la formación de los profesores no es un proceso que acaba en los profesores. Aunque resulte obvio afirmarlo, es la calidad de la enseñanza que reciben los alumnos el último criterio -a menudo inescrutado- para evaluar la calidad de la formación en la que los profesores se han implicado. 3. Principios de la Formación del Profesorado Hemos declarado anteriormente nuestro concepto de formación de profesorado. Para el desarrollo de este concepto es necesario especificar cuáles son los principios que subyacen y que se asumen como válidos por el autor. Un primer principio que asumimos es concebir la Formación del Profesorado como un continuo (Marcelo, 1989). La formación del profesorado es un proceso que, aunque compuesto por fases claramente diferenciadas por su contenido curricular, ha de mantener unos principios éticos, didácticos y pedagógicos comunes independientemente del nivel de formación del profesorado a que nos refiramos. Como establece Fullan, "el desarrollo profesional es una propuesta a lo largo de la carrera desde la formación inicial, a la iniciación, al desarrollo profesional continuo mediante la propia carrera... El desarrollo profesional es aprendizaje continuo, interactivo, acumulativo, que combina una variedad de formatos de aprendizaje" (Fullan, 1987:215). Este principio al que hacemos referencia implica también la necesaria existencia de una fuerte interconexión entre la formación inicial del profesorado y la formación permanente (Montero y otros, 1989). De esta perspectiva no se debe aspirar a que la formación inicial ofrezca "productos acabados", sino entender que es la primera fase de un largo y diferenciado proceso de desarrollo profesional. Un segundo principio al que ya hemos hecho referencia es la necesidad de integrar la formación del profesorado con los procesos de cambio, innovación y desarrollo curricular. La formación del profesorado debe contemplarse en relación al desarrollo curricular, y debe ser concebida como una estrategia para facilitar la mejora de la enseñanza. Escudero se refería recientemente a la disociación que existe actualmente entre los procesos de cambio y formación de profesores. Desde su punto de vista, que asumimos, "la formación y el cambio han de ser pensados de forma conjunta; como dos caras de una misma moneda. Hoy resulta poco defendible una perspectiva sobre el cambio para la mejora de la educación que no sea, en sí misma, capacitadora, generadora de ilusión y compromiso, estimuladora de nuevos aprendizajes y, en suma, formativa para los agentes que han de desarrollar las reformas en la práctica. Simultáneamente, la formación bien entendida, debe estar preferentemente orientada al cambio, a activar reaprendizajes en los sujetos y en su práctica docente que ha de ser, por su parte, facilitadora de procesos de enseñanza y aprendizaje de alumnos" (Escudero, 1992:57). Junto al principio anterior, se destaca -ya lo hemos señalado anteriormente- la necesidad de conectar los procesos de formación del profesorado con el desarrollo organizativo de la escuela. Las investigaciones que hemos analizado anteriormente nos mostraban la necesidad de adoptar una perspectiva organizativa en los procesos de desarrollo profesional de los docentes. Así, hemos justificado la potencialidad que posee el centro educativo como entorno favorable para el aprendizaje de los profesores (Escudero, 1990). Con ello no queremos rechazar otras modalidades de formación complementarias, sino destacar que es la formación que adopta como problema y referencia el entorno próximo de los profesores, la que tiene mayores posibilidades de transformación de la escuela. Un cuarto principio que asumimos es el de la necesaria articulación, integración entre la formación del profesorado respecto de los contenidos propiamente académicos y disciplinares, y la formación pedagógica de los profesores. Ya anteriormente nos hemos referido a los trabajos de Shulman en la Universidad de Stanford en torno al estudio del conocimientobase para la enseñanza. Hemos destacado también la importancia fundamental de uno de los tipos de conocimientos identificado por este equipo de investigación. Nos referimos al "Conocimiento Didáctico del Contenido", el más importante, y que consiste en "una amalgama especial de pedagogía y contenido,que hace que los profesores sean diferentes de los especialistas en cada campo" (Gudmundsdottir, 1987:1). Este Conocimiento Didáctico del Contenido debe ser destacado por su importancia como estructurador del pensamiento pedagógico del profesor (Marcelo, 1992f). En quinto lugar, subrayamos la necesidad de integración teoría-práctica en la formación del profesorado. En apartados anteriores hemos hecho referencia a cómo se está empezando a superar el tradicional dilema o yuxtaposición entre la teoría y la práctica en la enseñanza. No vamos a entrar aquí a analizar las causas por las cuales se produce la separación entre teoría y práctica en la enseñanza. Los trabajos de Schwab, Argyris, Schön, o Connelly y Clandinin y otros, apuntan hacia un estudio del proceso de construcción de teoría desde posiciones fundamentalmente localizadas en la práctica. Así, Schwab habla de 'deliberación', Schön (1983) propone la 'reflexión en la acción', Elbaz (1983) introduce el concepto de 'conocimiento práctico' mientras Connelly y Clandinin (1985) lo amplían hasta el 'conocimiento práctico personal'. Estos trabajos no hacen sino destacar que los profesores, como profesionales de la enseñanza, desarrollan un conocimiento propio, producto de sus experiencias y vivencias personales, que han racionalizado e incluso rutinizado. Respecto a este tipo de conocimiento destaca Schön que "cuando intentamos describirlo nos hallamos perplejos o desarrollamos descripciones que son obviamente inapropiadas. Nuestro conocimiento está ordinariamente tácito, implícito en nuestros modelos de acción y en nuestros sentimientos por las cosas en que estamos ocupados" (Schön, 1983:49). La formación del profesorado, tanto inicial como permanente ha de tener en cuenta el discurso de la epistemología de la práctica, de forma que aprender a enseñar se realice mediante un proceso en el que conocimiento práctico y conocimiento teórico puedan integrarse en un curriculum orientado a la acción (Marcelo, 1991d). Por ello la práctica de la enseñanza, tal como recomendaremos más adelante no deberá ser considerada 'una asignatura más' o como un apéndice del curriculum de la formación del profesor. La práctica -no las prácticas- ha de ser el núcleo estructural del curriculum al que hemos aludido (Zabalza, 1989). Como establece Pérez Gómez, "La práctica se concibe como el espacio curricular especialmente diseñado para aprender a construir el pensamiento práctico del profesor en todas sus dimensiones" (1988:143). Pero la práctica,para que sea fuente de conocimiento, para que se constituya en epistemología ha de conllevar análisis y reflexión en y sobre la propia acción (Clift, Houston, y Pugach, 1990; Tabachnick y Zeichner, 1991). Un sexto principio que destacamos, siguiendo a Mialaret (1982) es el de la necesidad de buscar el isomorfismo entre la formación recibida por el profesor y el tipo de educación que posteriormente se le pedirá que desarrolle. En este sentido se manifestaba Fernández Pérez (1992c) cuando afirmaba que "en materia de formación de profesores el principal contenido es el método con el que el contenido se imparte a los futuros o actuales profesores" (p. 12). Hay que aclarar que decir isomorfismo no es sinónimo de identidad. Cada nivel educativo tiene unas posibilidades y necesidades didácticas diferentes. Sin embargo, en la formación del profesorado re- sulta de gran importancia la congruencia entre el Conocimiento Didáctico del Contenido y el conocimiento pedagógico transmitido, y la forma cómo ese conocimiento se transmite. En séptimo lugar, nos parece importante destacar el principio de la individualización como elemento integrante de todo programa de formación de profesorado. Hemos destacado ya a lo largo de este trabajo que la enseñanza es una actividad con implicaciones científicas, tecnológicas y artísticas. Ello supone que aprender a enseñar no debe ser un proceso homogéneo para todos los sujetos, sino que será necesario conocer las características personales, cognitivas, contextuales, relacionales etc. de cada profesor o grupo de profesores para desarrollar sus propias capacidades y potencialidades. Este es el punto de vista de McNergney y Carrier (1981) para quienes la formación del profesorado ha de responder a las necesidades y expectativas de los profesores como personas y como profesionales. Más adelante en este capítulo profundizaremos en las teorías sobre el aprendizaje y el desarrollo de los profesores como adultos. El principio de individualización que asumimos ha de entenderse no sólo referido al profesor como individuo, como persona, sino que se amplía para abarcar unidades mayores como pueden ser los equipos de profesores o la escuela como unidad. El principio de individualización conecta con la idea de la formación clínica de los profesores, entendiendo que la formación del profesorado debe estar basada en las necesidades e intereses de los participantes, debe estar adaptada al contexto en el que estos trabajan, y fomentar la participación y reflexión (Hoffman y Edwards, 1986). Este principio se verá reflejado en algunos de los paradigmas de formación del profesorado que más adelante desarrollaremos (Mialaret, 1982). Por último, la Formación del Profesorado, como recientemente ha planteado Little (1993) "debe proporcionar la posibilidad para que los profesores se cuestionen sus propias creencias y prácticas institucionales (p. 139). Es necesario adoptar una perspectiva que destaque la importancia de la indagación y el desarrollo del conocimiento a partir del trabajo y reflexión por los propios profesores. Ello supone entender a los docentes no como consumidores de conocimiento, sino como sujetos con capacidad para generar conocimiento y para valorar el conocimiento desarrollado por otros. La Formación del Profesorado debe propiciar la capacidad de crítica frente a las propuestas oficiales, en la línea de profesor apuntada por Giroux (1990). Para ello, la Formación del Profesorado debe promover un contexto para el desarrollo intelectual, social y emocional de los profesores. Estos principios a los que nos hemos venido refiriendo en este apartado no agotan la multiplicidad de enfoques que la formación del profesorado como disciplina tiene. Aunque parciales, estos principios aportan una primera definición de nuestra concepción de la formación del profesorado y de los modelos más apropiados para su desarrollo. 4. Orientaciones conceptuales en la formación del profesorado Se ha producido una evolución en cuanto a los términos utilizados por los diferentes investigadores para designar las diferentes estructuras de racionalidad. Así, Zeichner en 1983 utilizaba el concepto de paradigma de formación de profesorado para referirse a "una matriz de creencias y supuestos acerca de la naturaleza y propósitos de la escuela, la enseñanza, los profesores y su formación, que conforman unas características específicas en la formación del profesorado" (Zeichner, 1983:3). Más concretamente, Feiman-Nemser se decanta por el concepto menos ambicioso de orientaciones conceptuales, entendiendo que "Una orientación se refiere a un conjunto de ideas acerca de las metas de la Formación del Profesorado y de los medios para conseguirlas. Idealmente, una orientación conceptual incluye una concepción dela enseñanza y el aprendizaje y una teoría acerca del aprender a enseñar. Estas concepciones deberían dirigir las actividades prácticas de la Formación del Profesorado, tales como la planificación del programa, el desarrollo de los cursos, la enseñanza, supervisión y evaluación...Las orientaciones conceptuales no se excluyen mutuamente. Por diseño, o por defecto, pueden, y realmente así ocurre, convivir en el mismo programa" (Feiman, 1990:220). Por último, Pérez Gómez (1992a) utiliza en su discurso el concepto perspectiva en la formación del profesorado, mientras que Liston y Zeichner (1991) prefieren referirse a tradiciones de formación. Lanier (1984), en un recorrido por los distintos enfoques de investigación didáctica encuentra tres distintas concepciones de profesor que corresponden a otras tantas tendencias en formación de profesorado. En primer lugar habla del profesor como una persona efectiva, de forma que las características personales y humanas del profesor van a jugar un papel importante en la investigación y la formación. En segundo lugar, Lanier sitúa la imagen del profesor como un sujeto con destrezas, refiriéndose a aquellos programas de formación que hacen hincapié en el entrenamiento en habilidades, conductas y competencias. Por último, el profesor como un profesional que toma decisiones, es la metáfora más reciente y pone hincapié ya no en las conductas o en los aspectos personales del profesor, sino en los elementos cognitivos de su actividad profesional. De otra parte, Joyce (1975) y Perlberg (1979) establecen cuatro modelos de formación de profesorado, que serán los que posteriormente desarrollará Zeichner en su artículo de 1983. Estos modelos son: el modelo tradicional, que mantiene una separación entre la teoría y la práctica, con un curriculum normativo y orientado a las disciplinas. Frente al modelo tradicional se presentan el movimiento de orientación social, basado en los trabajos de Dewey, y con una visión constructi- vista del conocimiento, y orientado a la resolución de problemas; el movimiento de orientación académica concibe al profesor como un sujeto con dominio de los contenidos y cuya tarea consiste en practicar las disciplinas académicas en clase; el movimiento de reforma personalista concibe que la formación del profesorado ha de ser "un proceso de liberación de su personalidad y que ayude a desarrolarse a sí mismo en sus propios términos" (Joyce, 1975, p. 131). El hincapié en este modelo reside en los aspectos afectivos y de personalidad del profesor para que sea capaz de desarrollar una buena relación de ayuda con los alumnos. Un último enfoque es el movimiento de competencias que incide en el entrenamiento del profesorado en habilidades, destrezas y competencias específicas. Nos hemos referido anteriormente la clasificación de Zeichner sobre "Paradigmas alternativos de formación del profesorado" (Zeichner, 1983). En dicho artículo, tal como aparece en la Figura Nº 1, se plantean cuatro distintos paradigmas de formación de profesorado; tradicional-artesano, personalista, conductista y orientado a la indagación. Estos cuatro paradigmas pueden agruparse en función de dos dimensiones: Cierto vs. Problemático (grado en que la formación del profesorado entiende los contextos sociales e institucionales como ciertos o válidos o bien como problemáticos o discutibles). La segunda dimensión es Recibido vs. Reflexivo (grado en que el curriculum de formación del profesorado es o no establecido de antemano y por tanto transformable). Basándose en la clasificación de paradigmas de Zeichner, Feiman ha elaborado una nueva clasificación de orientaciones conceptuales en la formación del profesorado que ofrecemos en el Cuadro Nº 1. Hemos incorporado a la tabla elaborada por Feiman la reciente clasificación elaborada por Pérez Gómez (1992a), en tanto que sirve para matizar algunas de las orientaciones conceptuales que describiremos. Vamos a continuación a desarrollar las carac- terísticas más fundamentales de cada uno de estos cinco orientaciones, perspectivas, paradigmas o tradiciones de formación del profesorado. Hay que aclarar que el discurso que realizamos a continuación pretende clarificar diferentes plataformas conceptuales que han influido en, o que se han derivado de la práctica de la formación del profesorado. Por tanto, en pun principio, representan conceptualizaciones útiles para intentar comprender un fenómeno tan complejo como lo es la formación del profesorado. A ello Crítica/ Social Personal Tecnológica Práctica Académica Joyce (1975) progresiva personalista competencias tradicional académica Hartnett y Naish (1980) crítica tecnológica oficio Zeichner (1983) indagación personalista conductista oficio académica Kirk (1986) radicalismo racionalismo Zimpher y Howey (1987) crítica personal técnica crítica Kennedy (1987) aplicación de destrezas; aplicación de principios y teorías acción deliberati- va; análisis crítico Pérez Gómez (1992) * enfoque de crítica y reconstru- cción social * enfoque de investi- gación- acción * modelo de entrenamiento * modelo de adopción de decisiones * enfoque tradicional * enfoque reflexivo sobre la práctica * enfoque enciclopé- dico * enfoque compren-sivo Cuadro Nº 1. Clasificación de Orientaciones Conceptuales sobre la Formación del Profesorado según diferentes autores hemos de añadir que en la mayoría de los casos, estas conceptualizaciones se dirigen fundamentalmente a la formación inicial de los profesores, mostrándose, como consecuencia, el escaso desarrollo teórico y conceptual de la formación permenente o desarrollo profesional de los docentes. Por otra parte, conviene aclarar también que ninguna de las orientacion o perspectivas explica y comprende en su totalidad la complejidad de la formación del profesorado. Es conveniente prestar atención a las palabras de Feiman-Nemser cuando plantea que "Cada orientación destaca diferentes aspectos que deben considerarse, pero ninguna ofrece un marco completo para guiar el desarrollo de un programa. La orientación personal nos recuerda que aprender a enseñar es un proceso de transformación, no sólo de adquisición de nuevos conocimientos y destrezas...La orientación crítica destaca la obligación de los profesores con los estudiantes y la sociedad, desafiando a los formadores de profesores a ayudar a los principiantes a aprender a desarrollar prácticas escolares que se fundamenten en principios democráticos de justicia e igualdad...Las orientaciones prácticas y tecnológica representan diferentes ideas acerca de la naturaleza y los recursos del conocimiento acerca de la enseánza y de como se adquiere y desarrollo. La primera destaca el conocimiento científico y el entrenamiento sistemático; la última, la sabiduría de la práctica y aprender de la experiencia... Finalmente, la orientación académica centra su atención en el trabajo diferenciado de la enseñanza. Lo que caracteriza a la enseñanza de otras formas de servicios humanos es su preocupación por ayudar a los estudiantes a aprender cosas de valor que no puedan adquirir por sí mismos"(Feiman-Nemser, 1990:227-228). 4.1. Orientación Académica Partimos de esta primera orientación porque consideramos que, en nuestro contexto de formación del profesorado -fundamentalmente inicial- es la que predomina con diferencia a las demás. Esta orientación en la Formación del Profesorado destaca el papel del profesor como especialista en una o varias áreas disciplinares, siendo el dominio del contenido el objetivo fundamentalen la formación del profesorado. La formación del profesorado se convierte, por tanto en el proceso de transmisión de conocimientos científicos y culturales para dotar a los profesores de una formación especializada, centrada principalmente el el dominio de los conceptos y estructura disciplinar de la materia de la que es especialista. . Pérez Gómez (1992a) diferencia en esta orientación dos enfoques. El enfoque enciclopédico es el que destaca con más fuerza la importancia del conocimiento del contenido como el conocimiento más importante que ha de poseer el profesor. Ya anteriormente nos hemos referido al Conocimiento del Contenido como un componente importante y esencial del conocimiento del profesor. Diferenciábamos dos componentes de dicho conocimiento: conocimiento sintáctico y sustantivo. El Conocimiento Sustantivo "incluye los marcos conceptuales de explicación o paradigmas que se emplean tanto para orientar la indagación en una disciplina como para dar sentido a los datos" (Grossman, Wilson, y Shulman, 1989 p. 29). No es sólo, por tanto, la acumulación de información factual, de conceptos y de principios generales de la materia, sino el conocimiento de los marcos teóricos, tendencias, y la estructura interna de la disciplina en cuestión. El Conocimiento Sintáctico del contenido completa al anterior, y tiene que ver con el dominio por parte del profesor de "los criterios aceptados, y que se utilizan por los miembros de la comunidad científica para orientar la investigación en dicho campo. Son los medios por los cuáles se introduce y acepta por la comunidad un nuevo conocimiento" (Grossman, 1990, p. 29). Incluye, por tanto, el conocimiento por parte de los profesores de los paradigmas de investigación asumidos como válidos por una comunidad de investigadores en un momento determinado (Schwab, 1982). Junto al conocimiento del contenido, cada vez se está haciendo más hincapié en la necesidad de introducir el conocimiento que Shulman (1986b) denominó como Conocimiento Didáctico del Contenido . En el Capítulo II vamos a referirnos con más detalle a este nivel del conocimiento. En nuestro país es una evidencia que la formación del profesorado de enseñanza secundaria, en general, se estructura en función de esta orientación conceptual que venimos describiendo: una fuerte formación científica, diferenciada claramente de una escasa, incompleta y breve formación pedagógica. Con respecto a la formación del profesorado de enseñanza universitaria se puede afirmar que esta orientación es la que predomina de forma hegemónica. Un segundo enfoque que identifica Pérez Gómez es el denominado comprensivo. Entiende que el profesor no como una enciclopedia, sino como un intelectual que comprende lógicamente la estructura de la materia que enseña, así como la historia y características epistemológicas de su materia, así como -y esto es importante- la forma como enseñar esa materia. La formación del profesorado, según este enfoque no sólo debe buscar que los profesores sean expertos conocedores del contenido que han de enseñar, sino sujetos capaces de transformar ese conocimiento del contenido en conocimiento de cómo enseñarlo. 4.2. Orientación Tecnológica Ya hemos justificado anteriormente la racionalidad tecnológica aplicada a la enseñanza. Establecíamos que entiende que la enseñanza es una ciencia aplicada, y al profesor como "un técnico que domina las aplicaciones del conocimiento científico producido por otros y convertido en reglas de actuación" (Pérez Gómez, 1992a:402). Esta orientación centra su atención en el conocimiento y las destrezas de necesarias para la enseñanza, estando éstas destrezas derivadas de la investigación proceso-producto. Desde esta orientación, aprender a enseñar "implica la adquisición de principios y prácticas derivadas de los estudios científicos sobre la enseñanza. La competencia se define en términos de actuación"(Feiman, 1990:223). Uno de los programas más representativos de la orientación tecnológica en la formación del profesorado ha sido sin lugar a dudas la Formación del Profesorado Basada en Competencias.Cuando R. Houston presentó en 1981 un informe acerca del estatus que la Educación Basada en Competencias tenía en los Estados Unidos, señaló que "este enfoque se ha utilizado para educar a dentistas y médicos, enfermeras, ingenieros, profesores y administradores escolares. Ha sido utilizado para entrenar a expertos en kárate y a directores de restaurantes" (Houston, 1981, p. 17). Este modelo ha sido durante bastante tiempo una de las contribuciones más importantes en el campo de la formación del profesorado debido a su versatilidad. Los orígenes de los Programas de Formación Basada en Compentencias (C.B.T.E.) se sitúan de una parte en el movimiento denominado "accountability" o de rendimiento de cuentas, de claridad de objetivos y evaluación de resultados. Otro de los fundamentos que favorecieron el orígen de estos programas fueron las teorías conductistas, así como la teoría de sistemas. Por último, encontramos causas en el desarrollo de la enseñanza individualizada en base a programas modula- res, y en el desarrollo de un tipo de investigación proceso-producto que favorece la identificación y evaluación de competencias (García Alvarez, 1987). Los programas de C.B.T.E. configuran un sistema tecnológico que intenta desarrollar unos objetivos de entrenamiento definidos en términos de conductas que el estudiante conoce con antelación y que acepta con responsabilidad. Para la consecución de estos objetivos de conducta, o competencias, el alumno sigue un programa individualizado, de forma que cada estudiante recorre el programa a su propio ritmo. Los programas de C.B.T.E. facilitan a los estudiantes el aprendizaje de las compentencias seleccionadas mediante materiales autoinstruccionales denominados módulos instruccionales (Marcelo, 1982). Las competencias docentes configuran el elemento esencial de los programas de C.B.T.E. Para Borich (1979), el término competencia se ha presentado como sinónimo de conducta docente, variable docente, actuación y destreza docente. Short presenta hasta cuatro diferentes acepciones del concepto competencia: como conducta, como dominio de conocimiento o destreza, como el nivel o grado de capacidad juzgado como suficiente, y como, en general, la calidad de una persona (Short, 1985). De otra parte, Villar Angulo se refiere a las competencias como "comportamientos docentes observables" (Villar Angulo, 1986c, p. 42). Existe desde el punto de vista de Combs un problema en la base de los programas de C.B.T.E., y es que resulta "una falacia suponer que los métodos de los expertos puedan o deban enseñarse directamente a principiantes" (Combs, 1979, p. 26). Por último, los programas de C.B.T.E. presentan una limitación importante referida al elevado costo que supone su iniciación, elaboración de materiales, y desarrollo. Esta es una de las razones apuntadas por Bone (1980) en su análisis de las tendencias actuales en formación del profesorado, para justificar el por qué en Europa estos programas no han tenido el desarrollo que en Estados Unidos. Independientemente de ello, nos parece que los programas de C.B.T.E. han representado una contribución importante en la formación del profesorado, y que existen elementos del enfoque de competencias que nos parecen pueden seguir teniendo valor como contenido de programas de formación del profesorado. Nos referimos, de una parte al principio de individualización del aprendizaje, así como a la utilización de materiales instruccionales, módulos, para facilitar la adquisiciónde competencias. Con el paso del tiempo, los programas basado en destrezas y competencias han evolucionado hacia una definición más amplia del concepto competencia, así como en cuanto a la flexibilidad y adaptación del programa. Este es el caso del Proyecto FOCO (Formación de Profesores por Competencias) dirigido en Portugal por Estrela. La definición de competencia que asume es la de :"conjunto de conocimientos, saber hacer y actitudes a desarrollar el el profesor en situación de enseñanza" (1987:55). Como puede observarse, la competencia, en este proyecto no se limita exclusivamente al saber hacer, sino que incorpora conocimientos y actitudes. Las competencias seleccionadas en este proyecto fueron: observar y caracterizar situaciones de la realidad pedagógica; determinar valores y principios y definir fines y objetivos de la educación; conocer y saber utilizar recursos educativos; planificar y concretar estrategias de intervención; evaluar procesos y productos educativos; saber utilizar sistemáticamente el feedback, y desarrollar formas de trabajo en grupo entre los profesores. Una variante dentro de la orientación tecnológica es la que se ha venido desarrollando a partir de los estudios sobre formación de profesores en la destreza de toma de decisiones. Se plantea que lo importante no es que los profesores poseen destrezas o competencias, sino que sean sujetos intelectualmente capacitados para seleccionar y decidir cual es la destreza más apropiada para cada situación. Un ejemplo de esta orientación fue el programa desarrollado en la Universidad de Siracuse por Morine (1984), organizado en torno a una concepción del profesor como sujeto que toma decisiones. Una secuencia típica de este tipo de programas es la que a continuación aparece con el objetivo de fomentar en los profesores -fundamentalmente en formación- estrategias de resolución de problemas y toma de decisiones. Esta perspectiva más cognitiva es la que ha aplicado Cornford (1991) en un programa de formación basado en la microenseñanza en que las destrezas eran: procesamiento de información, estrategias cognitivas de aprendizaje, y toma de decisiones de los profesores. Junto a la formación de profesores para la toma de decisiones, se viene llevando a cabo más recientemente una diferente aplicación de los principios de la orientación tecnológica en la formación del profesorado. Es el caso el programa denominado Reflective Inquiry Teacher Education de la Universidad de Houston, que pretende desarrollar en los profesores en formación destrezas técnicas como la observación sistemática de las clases, autoevaluación de la propia enseñanza, elaboración de diarios o enseñanza simulada (Freiberg y Waxman, 1990). También destaca el programa PROTEACH desarrollado por Ross en la Universidad de Florida, y que pretende desarrollar la reflexión de los profesores en formación a través del análisis de los resultados de la investigación sobre la enseñanza. Estos autores afirman que "Los profesores en formación deben conocer los límites del uso apropiado de la investigación sobre enseñanza eficaz...la conducta docente más importante es la flexibilidad y el juicio necesario para seleccionar la estrategia apropiada para un objetivo en concreto y con unos alumnos" (Ross y Kyle, citados por Zeichner y Tabachnick, 1991:6). El énfasis de la enseñanza reflexiva, como vemos en este programa se centra en la utilización inteligente de las destrezas y estrategias docentes. Estos autores han elaborado una escala, que aparece en el Cuadro Nº 2, para evaluar los niveles de reflexión que alcanzan los alumnos en sus análisis de grabaciones de vídeo, diario y otras estrategias formativas. Estos niveles son los que se observan en la página siguiente. 4.3. Orientación Personalista Si la Orientación Tecnológica de la Formación del Profesorado tenía sus fundamentos en la psicología conductistas, la Formación Personalista del Profesorado presenta evidentes influencias de la psicología perceptual, del humanismo, la fenomenología. El punto central de este movimiento es la persona, con todos sus condicionantes y posibilidades. Desde este punto de vista, "enseñar no es sólo una técnica. Es en parte una revelación de sí mismo y de los otros, una complicada exploración del intelec- to... El recurso más importante del profesor es él mismo" (McFarland, en Pérez Serrano, 1981, p. 36). Los conceptos de sí-mismo, mismidad, autoconcepto, desarrollo, van a ser comunes en este enfoque. El comportamiento de una persona está en función de cómo se percibe a sí mismo, cómo entiende la situación en que está inmerso, y de la interrelación de estas dos percepciones. El paradigma Personalista de Formación del Profesorado destaca el carácter personal de la enseñanza, en el sentido de que cada sujeto desarrolla sus estrategias peculiares de aproximación y percepción del fenómeno educativo. De esta forma, el profesor eficaz "es un ser humano único NIVEL 1. 1. Proporcionar un ejemplo de un profesor que implementa o no implementa un resultado de investigación (dar pocos detalles cuando se describe una conducta; no justificar las razones de la conducta del profesor). 2. Describir una actuación de un profesor como consistente con los resultados de la investigación cuando sólo una parte de su actuación lo es (centrarse sólo en un aspecto de la conducta del profesor). 3. Mostrarse de acuerdo con un planteamiento del artículo leído, simplemente repitiendo el planteamiento (haciéndolo con sus propias palabras, sin reconocer otras causas que puedan haber influido en el profesor). NIVEL 2. 1. Realizar una crítica coherente de una actuación a partir de una perspectiva, pero sin tener en cuenta que pueden existir otros factores a tener en cuenta (criticar una actuación desde una perspectiva; no reconocer la interacción de factores). 2. Proporcionar una gran cantidad de detalles al analizar una actuación docente (proporcionar una amplia relación de conductas docentes buenas y no tan buenas, pero sin justificar las diferencias entre ambas). 3. Reconocer que la enseñanza debe modificarse en función de los objetivos y de las características de los alumnos, pero confundiendo la base sobre la cual se deben tomar estas decisiones (no dar razones para decidir cuando y que estrategias utilizar con respecto a los objetivos y alumnos). NIVEL 3. 1. Ver las situaciones de enseñanza desde múltiples perspectivas (evaluar las decisiones de enseñanza en términos de conflictos de objetivos; ver un aspecto simultáneamente desde la perspectiva de varias personas (alumnos, profesor, padres). 2. Reconocer que las acciones del profesor tienen una influencia permanente más allá del momento de la enseñanza. Cuadro Nº 2. Taxonomía de Ross para evaluar las reflexiones de los profesores (Ross, 1990) que ha aprendido a hacer uso de sí mismo eficazmente, y a llevar a cabo sus propios propósitos y los de la sociedad en la educación de otras personas" (Combs y otros, 1979, p. 31). El objetivo de un Programa Personalista de Formación del Profesorado consistiría, pues, en capacitar a los profesores en formación para que fueran personas con un autoconcepto positivo, es decir, personas con una adecuada madurez, teniendo en cuenta las tres dimensiones: profesional, personal y de proceso identificadas por Pickle (1985). El concepto de profesor eficaz, como vemos, puede sustituirse por el de profesor suficiente, entendiendo por tal una persona que tiende a percibirse a sí mismo de manera positiva, que percibe al mundo y a sí mismo de manera exacta y realista, que se identifica profundamente con los demás,
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