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microbiota intestinal

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Evidencia y práctica clínica de los probióticos para el 
profesional de la salud 
 
 
Tema de Revisión: Estructura y funciones de la microbiota intestinal humana 
Página 1 
Tema de revisión 
 
Dra. Virginia Robles, Dr. Francisco 
Guarner 
Introducción 
Los recientes avances en secuenciación génica 
nos han permitido explorar en profundidad la 
estructura de las comunidades complejas que 
colonizan el ser humano. Esta vida en común 
entre animales superiores y bacterias, fuente de 
beneficios mutuos, se remonta a más de tres mil 
millones de años. La estabilidad de dicha 
simbiosis entre microorganismos y animal 
hospedador lo largo de la evolución se debe a la 
ganancia que obtienen ambos miembros, en el 
caso de que se trate de una relación mutualista, o 
sólo uno de ellos en el caso de una relación 
comensal. En cambio, las relaciones de 
parasitismo o infección, que entrañan perjuicio o 
daño para uno de los miembros en beneficio del 
otro, no suelen ser estables en la evolución de 
las especies. 
La lucha contra las infecciones mediante el uso 
de antibióticos y vacunas, junto con las medidas 
de higienización microbiana, sin duda deben 
considerarse entre los mayores avances en la 
historia de la medicina, refrendados por el 
impacto sobre la esperanza de vida con un 
descenso global de la mortalidad por causa 
infecciosa. Sin embargo, estas medidas de 
higienización ambiental, junto con otras como el 
cambio de patrones dietéticos, el aumento de la 
tasa de cesáreas o el descenso de la lactancia 
materna, han supuesto un cambio en la 
composición y, en consecuencia, en la relación 
que mantenemos con el ecosistema que nos 
coloniza. La relación de simbiosis entre 
microorganismos y animal hospedador está 
siendo objeto de estudio, de forma que en los 
últimos años se han adquirido suficientes 
conocimientos para poder afirmar que las 
comunidades microbianas que colonizan el 
intestino desempeñan un papel importante en el 
desarrollo de funciones de nutrición y defensa. 
Por tanto, la microbiota intestinal podría 
considerarse un órgano más, perfectamente 
integrado en la fisiología del individuo. Se 
sospecha que la pérdida de diversidad bacteriana 
puede estar en relación con el aumento en la 
incidencia de determinadas enfermedades 
crónicas, más notorio en países desarrollados, 
emergiendo un potencial abordaje, no sólo 
terapéutico, sino preventivo, tratando de 
restablecer el teórico disbalance microbiano 
perdido. 
Funciones de la microbiota 
intestinal 
Las funciones primarias que desempeña la 
microbiota en el anfitrión se clasifican en 
metabólicas, defensivas y tróficas. Los estudios 
llevados a cabo con animales germ-free o con 
colonización intestinal controlada proporcionan la 
mejor evidencia científica sobre la contribución de 
la microbiota en la fisiología del organismo 
anfitrión u hospedador. Los animales axénicos o 
germ-free son cepas de laboratorio, 
generalmente murinas, que crecen y viven en 
ambientes completamente estériles, y por tanto, 
sin contacto con microorganismos ni colonización 
microbiana de ningún tipo. 
Las funciones metabólicas consisten 
principalmente en la recuperación de energía y 
nutrientes de los alimentos. Si comparamos los 
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ratones axénicos con los convencionales1, 
podemos observar cómo los primeros presentan 
menor desarrollo corporal, con órganos más 
pequeños, a pesar de una mayor ingesta de 
alimentos. Estos cambios son reversibles al 
realizar trasplantes de microbiota fecal 
procedente de ratones convencionales. A nivel 
humano, es conocido también que la colonización 
bacteriana nos provee de una serie de rutas 
metabólicas para la síntesis de componentes 
nutricionales elementales, incluyendo vitaminas y 
aminoácidos esenciales, que nuestro organismo 
no tiene capacidad de sintetizar2. La microbiota 
intestinal se compone mayoritariamente de 
anaerobios estrictos, que extraen energía de la 
fermentación sacarolítica de substratos 
metabólicos no digeribles, como carbohidratos 
complejos vegetales. Derivado de esta 
fermentación se generan ácidos grasos de 
cadena corta (acetato, propionato y butirato) que 
son utilizados directamente por los colonocitos, 
obteniendo así entre el 60% y el 70% de sus 
requerimientos nutricionales de estos productos 
de fermentación3. Los ácidos grasos de cadena 
corta permiten además la acidificación del medio 
colónico, impidiendo el crecimiento de patógenos 
bacterianos. 
Las funciones defensivas aportadas por la 
microbiota constituyen el denominado efecto 
barrera: la presencia de bacterias comensales 
que ocupan los nichos ecológicos accesibles 
previene la invasión de elementos microbianos 
exógenos al ecosistema y evita su potencial 
infectividad. Otro aspecto del efecto barrera es la 
prevención de sobrecrecimiento de especies 
comensales con potencial patógeno. Es el caso 
del Clostridium difficile, que es un comensal 
saludable habitualmente, pero que después del 
uso de algunos antibióticos que desequilibran la 
diversidad global de la microbiota, puede adquirir 
una posición dominante y producir toxinas que 
alteran la barrera intestinal y generan lesiones de 
la mucosa. 
En relación con las funciones tróficas, cabe 
destacar el papel de la colonización bacteriana 
como motor fundamental de la inducción del 
sistema inmunitario adquirido y de sus 
mecanismos de regulación, según se ha venido 
reconociendo a lo largo de las últimas dos 
décadas. Los animales criados en condiciones de 
asepsia estricta muestran atrofia del sistema 
inmune de las mucosas (folículos linfoides de 
tamaño pequeño, escasez de linfocitos 
intraepiteliales y de la lámina propia) y también 
del sistema inmune sistémico4 (ganglios linfáticos 
de menor tamaño, bajo nivel de 
inmunoglobulinas). Por tanto, parece que la 
presencia de microbiota en el intestino interviene 
de forma decisiva en el desarrollo y maduración 
del sistema inmune. El intestino humano 
constituye la principal barrera de contacto con el 
medio externo, sobre cuya superficie tienen lugar 
los fenómenos de reconocimiento inmunológico, 
en base a los cuales el sistema inmune será 
capaz de distinguir entre patógenos potenciales o 
flora comensal o saprofita. Por otro lado, sobre 
esta barrera tiene lugar el contacto con los 
antígenos del medio externo, entre ellos, los 
alimentarios. 
Composición y estructura de 
la microbiota intestinal 
humana 
A lo largo de los últimos años, se han introducido 
diversas técnicas de biología molecular para 
identificar y caracterizar las bacterias no 
accesibles mediante cultivo. Las nuevas 
tecnologías están proporcionando información 
muy novedosa sobre el ecosistema del intestino. 
La ventaja de las técnicas de secuenciación de 
alto rendimiento es su independencia del 
aislamiento y cultivo en medios de laboratorio, 
permitiendo una visión global a través del análisis 
del material genético presente en el medio que se 
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quiera estudiar. Esta visión más amplia permite 
una descripción detallada de los diferentes 
miembros que forman la comunidad bacteriana y 
de su abundanciarelativa5. Antes de la llegada de 
las citadas técnicas de secuenciación, el estudio 
de la composición bacteriana mediante 
aislamiento y cultivo nos aportaba una visión 
limitada de la diversidad de especies en la 
microbiota intestinal (figura 1). El 
desconocimiento de los requerimientos 
nutricionales de determinados subgrupos de 
bacterias y, por ende, la dificultad de cultivarlos 
imposibilita en gran manera su identificación y 
caracterización taxonómica. Los nuevos métodos 
de abordaje han llevado a acuñar el término 
metagenómica, ya que permiten el estudio directo 
de todo el material genético contenido en las 
muestras que se obtienen de un determinado 
nicho ecológico6, y por tanto obvian la necesidad 
de aislamiento y cultivo individual de los distintos 
miembros. El metagenoma se describe como el 
conjunto de todo los genes de distintos individuos 
que influyen una comunidad ecológica. 
 
Figura 1. El estudio del ecosistema intestinal por cultivo y 
aislamiento de bacterias ha sido el enfoque tradicional, pero 
proporciona una visión muy incompleta sobre el perfil gobal de las 
comunidades microbianas del intestino humano. Las técnicas de 
metagenómica superan esas limitaciones (Foto obtenida por la Dra. 
Alicia Murcia, VHIR - Barcelona). 
La aproximación más común consiste en la 
extracción del ADN de una muestra biológica, 
seguida de la amplificación y secuenciación de 
los genes que codifican la subunidad 16S del 
ARN ribosomal. El gen 16S es común a todas las 
bacterias y contiene regiones constantes y 
variables; por tanto, las similitudes y diferencias 
en la secuencia de nucleótidos del gen 16S 
permiten la caracterización taxonómica precisa 
de las bacterias que componen una comunidad. 
La caracterización del perfil taxonómico se basa 
en la comparación de las secuencias del gen 16S 
en la muestra a estudiar con las secuencias de 
referencia en bases de datos. De este modo, las 
secuencias se pueden clasificar a nivel de 
género, especie y cepa, y con ello se determina 
la biodiversidad de especies en la muestra y, por 
tanto, la riqueza en formas de vida del 
ecosistema del que proviene la muestra. 
Existe un abordaje todavía más complejo y 
completo, que consiste en la secuenciación de 
todo el ADN presente en una muestra. El 
abaratamiento del coste de las técnicas de 
secuenciación, junto con el desarrollo de la 
genómica computacional, ha hecho posible el 
análisis de mezclas complejas de ADN. De la 
información generada se puede inferir no sólo 
información taxonómica (biodiversidad), sino 
también las propiedades funcionales y 
metabólicas presentes en una comunidad 
bacteriana mediante transcriptómica. 
A pesar de que antes del nacimiento nuestro 
organismo permanece en condiciones estériles, 
poco después de nacer comienza la colonización 
bacteriana del mismo, que va a forjarse hasta 
aproximadamente los 2-3 años. A partir de 
entonces, cada individuo posee un microbioma 
único, y estable a lo largo del tiempo. El patrón 
de colonización es un proceso dinámico, que 
viene determinado en parte por el genotipo 
individual, ya que se sabe que la microbiota de 
dos gemelos que no conviven posee más 
semejanzas entre sí que entre dos individuos que 
conviven juntos. Por otro lado, existen factores 
epidemiológicos y ambientales, como el 
nacimiento por cesárea o por vía vaginal, la 
lactancia materna y factores meramente 
probabilísticos o estocásticos. 
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Diversidad de la microbiota intestinal 
humana 
Durante los últimos años, dos grandes proyectos 
a gran escala han llevado a cabo la tarea de 
descifrar la estructura y funciones de la 
microbiota intestinal humana, así como sus 
relaciones con la salud y la enfermedad. El 
Proyecto MetaHIT, financiado por la Unión 
Europea bajo el amparo de The International 
Human Microbiome Consortium, ha estudiado la 
microbiota intestinal en 700 individuos abordando 
su implicación en trastornos metabólicos 
(obesidad, diabetes tipo 2) y en inflamación 
intestinal. El Human Microbiome Project, 
subvencionado por los National Institutes of 
Health Norteamericanos ha estudiado la 
microbiota en diversas localizaciones (boca, 
fosas nasales, piel, tracto genital, intestino, etc.) 
de 300 individuos definidos como sanos. 
Se sabe que, de las 55 divisiones a nivel de phyla 
del domino Bacteria identificadas en el medio 
terrestre, únicamente entre 7 y 9 colonizan el ser 
humano7, aunque encontramos también Archaea, 
Virus y formas eucariotas (levaduras y 
protozoos). La gran mayoría de las bacterias 
(90%) pertenecen a dos divisiones, Bacteroidetes 
y Firmicutes, y el resto son Proteobacteria, 
Actinobacteria, Fusobacteria, Verrucomicrobia y 
Cyanobacteria (figura 1B). Bacteroides, 
Faecalibacterium y Bifidobacterium son los 
géneros más abundantes en la microbiota 
humana, aunque su abundancia relativa es muy 
variable entre individuos. Dentro del dominio 
Archaea encontramos representación de muy 
pocas especies, en su mayoría pertenecientes a 
Methano brevibactersmithii. 
Si estudiamos estratos taxonómicos más 
profundos, a nivel de especie, encontramos 
mucha más diversidad a expensas de una gran 
variabilidad bacteriana interindividual, de forma 
que podemos considerar que cada individuo es 
anfitrión de un perfil bacteriano único7. Además, 
el espectro de comunidades bacterianas de la luz 
intestinal varía desde el ciego hasta el recto, de 
forma que hay diferente composición bacteriana 
dentro de un mismo individuo, según analicemos 
una u otra región del colon. Sin embargo, cuando 
estudiamos la microbiota asociada a la mucosa, 
su composición es relativamente estable desde el 
íleon terminal hasta el recto. 
Además de las diferencias interindividuales, 
también se reconocen variaciones o fluctuaciones 
de la composición bacteriana en la muestras de 
un mismo individuo. Se piensa que factores como 
la dieta, la ingesta de fármacos, los viajes o el 
mismo hábito deposicional, condicionan la 
variabilidad de la composición de la microbiota a 
lo largo del tiempo. Un estudio8 recogió muestras 
de tres ubicaciones diferentes del organismo 
(intestino, boca y piel) de dos individuos sanos, a 
lo largo de un período de 15 y 6 meses, 
respectivamente. Las conclusiones revelaron que 
la diferencia entre las tres ubicaciones tiende a 
mantenerse estable a lo largo del tiempo, pero 
dentro de la misma localización corporal se 
detectó una gran variabilidad en la composición a 
lo largo del tiempo. A nivel de especie, son muy 
pocas las que constituyen un núcleo estable o 
permanente, ya que únicamente el 5% de las 
especies detectadas en muestras fecales se 
mantenían presentes en todas las muestras 
tomadas a lo largo del tiempo en un mismo 
individuo8. 
El análisis del gen 16S en muestras fecales en 
una cohorte de niños y adultos sanos 
procedentes de tres áreas geográficas distintas 
(zona amazónica de Venezuela, poblados rurales 
de Malawi y población urbana de Estados 
Unidos) demostró grandes diferencias en la 
composición y biodiversidad bacteriana entre la 
población norteamericana y las otras dos 
poblaciones con menos desarrollo económico y 
social9. El análisis gráfico de composición por 
coordenadas principales discrimina claramente 
las muestras procedentes de Estados Unidos de 
las de las otras dos regiones (Malawi y 
Venezuela). Se constató además en las tres 
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poblaciones que la diversidad bacteriana se 
incrementa con la edad, pero en las muestras 
procedentes de Estados Unidos se alcanza 
menos diversidad en comparación con los otros 
dos grupos. Las diferencias entre poblaciones 
desarrolladas y no desarrolladas se relacionan 
con diferentes factores de exposición ambiental 
(transmisión vertical y horizontal), así como con 
patrones dietéticos9. 
El metagenoma y los enterotipos 
El análisis metagenómico practicado sobre 
muestras fecales de una cohorte europea de 
adultos identificó un total de 3,3 millones de 
genes no redundantes10. Dicho estudio permitió 
además establecer el primer catálogo de genes 
microbianos procedentes del intestino humano 
(figura 2). Se estima que cada individuo alberga 
una media de 600.000 genes en el tracto 
gastrointestinal, y 300.000 genes son comunes al 
50% de los individuos. De los genes 
identificados, el 98% son bacterianos, y se 
describieron entre 1.000 y 1.150 especies 
bacterianas, con una media por individuo de 160 
especies10. Los genes descritos pueden 
agruparse funcionalmente en razón a las 
proteínas que codifican, de manera que se 
identificaron aproximadamente 20.000 funciones 
biológicas relacionadas con la vida de las 
bacterias en el hábitat intestinal humano. Algunas 
de ellas son necesarias para la autonomía 
bacteriana, como las principales rutas 
metabólicas (metabolismo hidrocarbonado, 
síntesis de aminoácidos), o la propia expresión 
génica (ARN y ADN polimerasas, ATP sintasa). 
Otros genes codifican proteínas de funciones 
necesarias para la vida de las bacterias dentro 
del tracto gastrointestinal, es decir proteínas 
relacionadas con la adhesión a células del 
huésped (colágeno, fibrinógeno, fibronectina) o 
con el aprovechamiento de azúcares derivados 
de los glucopéptidos secretados por células 
epiteliales. Curiosamente, a pesar de la gran 
variabilidad interindividuo en términos de 
taxonomía bacteriana, el perfil genético funcional 
expresado por la comunidad bacteriana es 
bastante similar en individuos sanos11. Este 
concepto parece clave a la hora de definir un 
ecosistema bacteriano sano, es decir, un 
ecosistema será tanto más “normal” cuanto más 
se parezca su perfil funcional a un patrón 
definido. 
 
Figura 2. La composición del ecosistema intestinal humano incluye 
bacterias, arqueas, virus/fagos, protistas y levaduras. Aun así, 
desconocemos la filogenia de un porcentaje importante de las 
secuencias genéticas que se obtienen al estudiar una muestra 
humana (figura original elaborada con datos publicados por Qin et 
al, Nature. 2010). 
El ecosistema intestinal humano puede 
clasificarse en torno a tres grupos de acuerdo la 
abundancia relativa de tres géneros12: 
Bacteroides (enterotipo 1), Prevotella (enterotipo 
2) y Ruminococcus (enterotipo 3). Estos grupos 
han sido denominados “enterotipos” y su 
descripción sugiere que las variaciones entre 
individuos están estratificadas. Esta 
categorización parece independiente de sexo, 
edad, nacionalidad o índice de masa corporal. 
Dichos hallazgos han sido descritos en el seno 
del proyecto MetaHIT y sobre población europea, 
americana y japonesa. La base para este 
agrupamiento es desconocida; sin embargo, se 
especula con que pudiera estar relacionado con 
patrones dietéticos de larga evolución, ya que el 
enterotipo con predominancia del genero 
Bacteroides o tipo 1 ha sido asociado con dieta 
rica en proteínas y grasa, en contraposición al 
enterotipo tipo 2 (predominancia del genero 
Prevotella), más asociado al consumo de fibras e 
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hidratos de carbono13. En el estudio basado en el 
análisis de muestras fecales en una cohorte de 
niños y adultos sanos procedentes de la zona 
amazónica de Venezuela, áreas rurales de 
Malawi y Estados Unidos9, se encuentra la misma 
agrupación por enterotipos en poblaciones 
originarias de las áreas subdesarrolladas; sin 
embargo, al incluir la población procedente de 
Estados Unidos esta clasificación pierde 
consistencia, apreciándose predominio 
abrumador del enterotipo Bacteroides sobre el 
enterotipo Prevotella. Por otro lado, parece que 
en la población infantil la clasificación por 
enterotipos no tiene lugar9. 
Disbiosis, enfermedad y 
potenciales aplicaciones 
terapéuticas 
La disbiosis se describe como una desviación de 
la normalidad en la composición de la microbiota 
intestinal. Distintas patologías se ven asociadas a 
cambios en la composición de la microbiota 
intestinal, si bien el hecho de la asociación no 
implica necesariamente causalidad, pudiendo ser 
estos hallazgos consecuencia de la propia 
enfermedad. Para establecer un papel etiológico 
se precisa de estudios de intervención y 
seguimiento, con restauración de la diversidad o 
composición teóricamente perdida. Los estudios 
con ratones gnobióticos proporcionan un 
escenario idóneo para profundizar en este tipo de 
cuestiones. Distintas líneas de investigación 
sugieren el papel de la microbiota intestinal en 
patologías muy diversas, incluyendo el síndrome 
metabólico, hígado graso no alcohólico, diabetes 
tipo 2, dislipemias, obesidad, enfermedad 
inflamatoria intestinal, síndrome del intestino 
irritable, trastornos de la conducta tipo autismo, 
etc. El espectro de posibilidades es muy amplio y 
los datos todavía son poco consistentes, pero a 
corto plazo se espera tener información precisa 
gracias a las nuevas tecnologías. 
La identificación de estados o rasgos de disbiosis 
bien definidos, sean causa o consecuencia del 
estado patológico, proporcionará la información 
necesaria para diseñar y desarrollar estrategias 
de reparación del ecosistema microbiano 
intestinal con potencial terapéutico. Los 
abordajes que actualmente se consideran serían 
mediante antibióticos, prebióticos, probióticos, o 
trasplante de flora fecal. Cualquier aproximación 
terapéutica que intente devolver un orden 
microbiológico supuestamente perdido ha de 
realizarse desde una óptica de ecología 
bacteriana, es decir, tratando de restaurar grupos 
bacterianos y no cepas aisladas14, tal como se ha 
demostrado en modelos animales15. Este 
concepto se refuerza con el trasplante de flora 
fecal, con evidencia de eficacia en más del 90% 
en casos de colitis por Clostridium difficile 
refractaria, en comparación con el tratamiento 
estándar con vancomicina oral16. 
Un estudio reciente llevado a cabo sobre 
individuos con síndrome metabólico y controlado 
contra placebo, procedió a la infusión de flora 
fecal procedente de individuos sanos de 
constitución delgada, y consiguió mejorar el perfil 
de resistencia insulínica a los pocos días de 
dicho trasplante17. Las implicaciones clínicas de 
estos cambios, así como su estabilidad a lo largo 
del tiempo, precisan de más estudios, aunque es 
claro que este abordaje emerge como una nueva 
vía terapéutica. En el caso de otras patologías, 
como la enfermedad inflamatoria intestinal, existe 
escasa evidencia de su eficacia,con únicamente 
series de casos aplicados en su mayoría a 
pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal 
tipo colitis ulcerosa. No están definidas todavía ni 
la preparación ni la vía de administración del 
trasplante fecal en humanos, y está claro que no 
es un procedimiento exento de riesgos. Sin 
embargo, estos primeros pasos confirman la 
noción de que recobrar equilibrio en el 
ecosistema intestinal puede servir para prevenir o 
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combatir algunas patologías, y probablemente 
llevarán a la selección de consorcios bacterianos 
bien caracterizados para su uso en indicaciones 
clínicas definidas. 
Probióticos y prebióticos 
Existe ya experiencia dilatada en el uso de 
probióticos y prebióticos para determinadas 
indicaciones de salud. Los probióticos y los 
prebióticos pueden optimizar la relación de 
simbiosis entre la microbiota y el organismo 
anfitrión u hospedador. Muchas cepas de 
probióticos mitigan la inflamación de la mucosa 
intestinal modulando la respuesta a las 
agresiones (figura 3). Este tipo de intervenciones 
no pretende cambios radicales en el ecosistema 
intestinal, pero sí resolver problemas de salud 
puntuales en relación con complicaciones o 
desequilibrios de caracter agudo, como por 
ejemplo las diarreas infecciosas (virales o 
bacterianas) y los trastornos inducidos por el uso 
de antibióticos. 
 
Figura 3. Diversas cepas de probióticos ejercen efectos 
antiinflamatorios sobre la mucosa intestinal humana. La figura 
muestra la expresión de genes inflamatorios en mucosa intestinal 
humana control (primera tres columnas), mucosa inflamada (tres 
columnas) y mucosa inflamada e incubada con cepas Lactobacillus 
plantarum o de Bifidobacterium lactis (columnas restantes) (Sección 
de la figura publicada por Bauerl et al, Genes Nutr. 2013). 
El uso adecuado de bacterias vivas capaces de 
inducir efectos beneficiosos (probióticos) ocupa 
un lugar cada vez más importante en nutrición y 
medicina. Los expertos de Cochrane han 
publicado ya 21 revisiones sistemáticas sobre 
este tema. Un área principal de aplicaciones de 
probióticos y prebióticos ha sido la prevención y 
el tratamiento de trastornos gastrointestinales. 
Hay amplia evidencia científica que documenta la 
eficacia de determinadas cepas probióticas en 
procesos agudos del aparato digestivo. Algunas 
de estas indicaciones ya forman parte de la 
práctica clínica. La Organización Mundial de 
Gastroenterología (WGO) ha publicado una guía 
práctica sobre el uso de probióticos y prebióticos 
en gastroenterología. La guía de la WGO fue 
elaborada por un grupo de expertos 
internacionales y traducida a distintos idiomas, de 
modo que está disponible en la página web de la 
organización en sus versiones inglesa, francesa, 
española, portuguesa, rusa y china 
(http://www.worldgastroenterology.org/global-
guidelines.html). Es interesante resaltar que la 
guía clínica incluye tablas con las indicaciones 
concretas que pueden beneficiarse del 
tratamiento con probióticos específicos a dosis 
adecuadas, evitando por tanto recomendaciones 
generalizadas que no tienen fundamento 
científico. 
Conclusiones 
Las nuevas técnicas de secuenciación, junto con 
el desarrollo de nuevas herramientas de análisis 
computacional, han permitido la descripción en 
profundidad de la composición bacteriana del 
ecosistema intestinal humano, así como el 
conocimiento de las funciones que tal comunidad 
aporta al huésped. Los siguientes pasos incluyen 
la identificación de los cambios que puedan estar 
asociados a determinados estados patológicos, 
con el objeto de restaurarlos y restablecer la 
salud. 
http://www.worldgastroenterology.org/global-guidelines.html
http://www.worldgastroenterology.org/global-guidelines.html
 
Evidencia y práctica clínica de los probióticos para el 
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