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MICROBIOTA Y ENVEJECIMIENTO

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MICROBIOTA Y ENVEJECIMIENTO
ÍNDICE
1.	Introducción	1
Microbiota	3
Composición de la microbiota	4
Funciones de la microbiota	5
Microbiota y alimentación.	7
Probióticos y prebióticos, herramienta de modulación intestinal.	9
Microbiota en los diferentes grupos etarios	10
Microbiota y envejecimiento	10
2.	Objetivos	12
Objetivo General	12
Objetivos Específicos	12
3.	Desarrollo del proceso de investigación	12
Tipo de estudio	12
Estrategia de búsqueda	12
Selección de fuentes	13
Tratamiento de la información	18
4.	Resultados y Discusión	19
Microbiota intestinal y factores de vida en el envejecimiento	19
La dieta y la microbiota intestinal en el envejecimiento	20
Modulación de la microbiota intestinal a través de probióticos y prebióticos	23
5.	Conclusiones	26
6.	Referencias bibliográficas	27
1. Introducción
¿Pueden las bacterias del tracto digestivo influir de manera significativa en el proceso de envejecimiento? Hace unos años esta pregunta podría parecernos irracional, pero actualmente existen distintas líneas de estudio que intentan averiguarlo. 
En los países desarrollados existe una gran inquietud y preocupación por la salud de los adultos mayores. Debido a la optimización de las condiciones sanitarias, las tasas de longevidad poblacional se han incrementado y, con ello, ha aumentado también el gasto sanitario, propiciado, en parte, por la aparición de enfermedades vinculadas con el proceso de envejecimiento (1). Para el año 2050, se espera que la población de adultos de la tercera edad se incremente en 1500 millones de personas, lo cual representa el 16% de la población mundial. Para la población europea, la esperanza de vida media ha incrementado en los últimos años y es de 84 años actualmente (2). Resulta fundamental desarrollar investigaciones sobre las afecciones que adolecen a la población de adultos mayores para una detección temprana y la aplicación de tratamientos eficaces que permitan atravesar esta etapa con un estado óptimo de salud (2).
El envejecimiento es definido como un proceso natural fisiológico caracterizado por el paulatino deterioro de las funciones del organismo, el cual conduce a una disminución de las capacidades de respuesta ante diferentes estímulos y situaciones. Se asocia principalmente a una disminuida adaptación a los cambios y a la capacidad de restaurar la homeostasis (3) lo cual conlleva a una aumentada morbimortalidad con frecuente aparición de afecciones como problemas musculares, óseos, neurológicos, enfermedades crónicas no transmisibles, entre otras (4,5). Un factor clave en esta etapa es la reducción y desequilibrio de la funcionalidad del sistema inmunológico y el estrés oxidativo e inflamatorio, caracterizado por una mayor cantidad de procesos de oxidación e inflamación y menores defensas antioxidantes, con el inevitable daño oxidativo de diferentes células, entre las que se encuentran lípidos, proteínas y la cadena de ADN (6-9), escenario vinculado con una mayor sensibilidad a infecciones, patologías autoinmunitarias y el desarrollo de células malignas (9). Este proceso de transformaciones vinculadas a la edad con cambios en la funcionalidad de los diferentes sistemas y capacidad de las células inmunes es denominado “inmunosenescencia” y podría encontrarse involucrado en el proceso de envejecimiento de las personas (9). Se ha demostrado que las funciones inmunes se encuentran disminuidas en los adultos mayores, principalmente en cuanto a procesos de fagocitosis, actividad de células Natural Killers, así como en la reproducción de neutrófilos y linfocitos (10). Las transformaciones fisiológicas se desarrollan de diferente manera en cada individuo, lo que determina una velocidad del proceso de envejecimiento distinta en personas de una misma comunidad de igual edad cronológica (2). Por otra parte, los ancianos presentan un estado permanente de inflamación, caracterizado por niveles elevados de células inflamatorios, como citoquinas pro-inflamatorias (IL-4, IL-5, IL-6, IL-8, TNF-alfa) y disminución de antiinflamatorias, como la IL-10 (2, 6). Este estado desempeña un papel fundamental en la mayor susceptibilidad y probabilidad de desarrollar patologías en este grupo poblacional (11).
Al día de hoy, no se han esclarecido totalmente las causas que podrían ser el motivo del estado proinflamatorio en los adultos mayores, por lo que son necesarios más estudios e investigaciones que colaboren en el esclarecimiento de este tema. Aun así, se estima que existe una relación estrecha entre el sistema inmunitario, los procesos inflamatorios y la microbiota intestinal (12). 
La evidencia existente sugiere que una alteración de la microbiota intestinal normal se asocia a diversas afecciones tales como patologías intestinales, cáncer de colon, intolerancia al gluten, enfermedades metabólicas como la diabetes tipo II, la obesidad y la arterioesclerosis y enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer, que son además las principales afecciones de la sociedad occidental (13-17). El factor común que las une a todas ellas es la inflamación crónica (18). Son varias las hipótesis que enmarcan la relación de la microbiota y el estado inflamatorio en el proceso de envejecer. Algunas hacen referencia al papel de los propios mensajeros del sistema inmunitario que informan del daño tisular y que podría inducir la modificación no solo de células inmunes, sino también de células madre somáticas, endocrinas e incluso del sistema nervioso (19-23). Entre las teorías más estudiadas, se estima que los procesos inflamatorios pueden modular la composición de la microbiota. Este mecanismo, junto con otros factores, favorecerían la perpetuación y la prolongación de este estado inflamatorio disfuncional (24). Debido a ello, resulta fundamental determinar los elementos relacionados con el proceso inflamatorio y cómo influyen estos en el proceso de desarrollo de enfermedades durante la tercera edad, para poder diseñar intervenciones y estrategias que permitan atravesar esta etapa en el mejor estado de salud posible. 
Existen varias investigaciones que evidencian la influencia de la microbiota en el proceso de senectud, pero los mecanismos, así como el papel específico de la misma no se hallan del todo esclarecidos. Es por ello, sumado a la mayor longevidad de las personas a nivel mundial y lo que esto representa para el sistema sanitario, se consideró adecuado, de gran motivación y beneficio para toda la comunidad formativa y de la salud estudiar en este trabajo de final de master como influye la microbiota intestinal en el envejecimiento.
A continuidad se presentan los conceptos más relevantes afines a la temática del proyecto:
Microbiota 
El ser humano posee tantos microorganismos como células en el organismo y se encuentran en todo el cuerpo, principalmente en la piel y en aquellas concavidades que se encuentran en contacto con el exterior, tales como la vagina y el sistema gastrointestinal, fundamentalmente el intestino grueso. Esto es denominado “microbiota autóctona” y el ser humano desarrolla con ella una “relación mutualista”, debido a que las bacterias proveen de funciones vitales para la vida (25). 
La mayor proporción de microorganismos de la microbiota intestinal (MI), también llamada flora intestinal, habitan en la porción gastrointestinal, con dos niveles de microorganismos: “proximal-distal y tejido-lumen” (26). La misma se compone de más de 100 billones de microorganismos, alrededor de 1000 especies y de aproximadamente 3,3 millones de genes microbianos únicos. En su totalidad alcanza un peso aproximado de 2 kilos y constituye aproximadamente el 40% del peso de las heces. Ésta se encuentra en equilibrio y armonía cuando los microorganismos que la conforman son variados y abundantes (27). Este ecosistema microbiano complejo incluye bacterias beneficiosas y otras que presentan características potencialmente patógenas. Algunas habitan naturalmente en el tracto digestivo y otras son variables y lo hacen de forma temporal (28,29).Entre las especies que habitan la MI se encuentran principalmente “Bacterioides, Bifidubacterium, Clostridium y Lactobacillus” (30, 31).
La composición de la microbiota cambia a lo largo de toda nuestra vida. Durante el parto, el niño incorpora la microbiota vaginal de su progenitora (27). Se ha determinado una diferenciación en la composición de la microbiota del recién nacido según el tipo de alumbramiento. Niños nacidos por parto vaginal mostraron un desarrollo de comunidades bacterianas similares a la microbiota del área vaginal materna, en donde predominan los Lactobacilos; mientras que los niños que nacieron por medio de cesárea, al carecer de contacto con el canal vaginal, demostraron un desarrollo bacteriano semejante a la microbiota de la piel de su progenitora, predominando los Staphylococcus Aureus. Esta evidencia podría exponer la causa de una mayor sensibilidad a determinados patógenos de niños nacidos por cesárea, a diferencia de bebés nacidos por vía vaginal (28).
La conformación y cambios de la MI se hallan relacionados con diversos factores que influyen desde la gestación hasta la vida adulta (29). Los mecanismos implicados en el mantenimiento o la alteración de este ecosistema microbiano pueden ser variados, con diferentes consecuencias en la salud del huésped (26). De ese modo, se ha comprobado que la genética (32), la microbiota vaginal de la madre (33), la lactancia (34), la alimentación (35), el ejercicio físico, las emociones, el uso de algunos fármacos(36), la exposición solar, entre otros factores, se encuentran involucrados en la composición y alteraciones de la MI del ser humano. 
La pérdida del equilibrio y diversidad en este ecosistema es denominada disbiosis y se encuentra asociada a un estado de inflamación, el cual va a propiciar el desarrollo de diversas patologías que pueden desarrollarse a nivel intestinal, como las enfermedades inflamatorias intestinales y también otras, en las que se encuentran implicados los sistemas homeostáticos, como alergias, infecciones, algunos tipos de cáncer, enfermedades metabólicas y alteraciones neurológicas (27,29). La dieta es considerada un factor clave de modulación de la microbiota, por lo que ha sido considerada una estrategia para prevenir y tratar dicho desequilibrio (37).
Composición de la microbiota
La organización y conformación de la MI se diferencia según la fracción del sistema gastrointestinal. La diversidad y cantidad de bacterias incrementa en relación a la proximidad del intestino grueso (30). En el estómago y el duodeno existe menor cantidad de microorganismos, ya que el pH ácido y el peristaltismo de estas porciones del tracto digestivo impiden el establecimiento de gran cantidad de bacterias, en yeyuno e íleon, esas cantidades aumentan, sin embargo, es el intestino grueso la porción en donde se halla la mayor biodiversidad y proporción de microorganismos (37). Existen factores que promueven dicho asentamiento y entre los cuales se destacan las concentraciones bajas de sales biliares, pH alcalino y menor peristaltismo que en las porciones anteriores. Todos ellos proporcionan las condiciones óptimas para la multiplicación bacteriana (30).
En la MI se encuentran primordialmente cuatro filos bacterianos: “Firmicutes y Actinobacterias”, pertenecientes al grupo de las Gram Positivas y “Bacterioidetes y Proteobacterias”, las cuales pertenecen al grupo de las Gram Negativas. Por otro lado, es posible hallar hongos y arqueas, pero representan menos del 1% del total de microorganismos intestinales (37). Los “Firmicutes” conforman entre 70-75% de la MI y dentro de este grupo se encuentran géneros como “Bacilli, Clostridia y Lactobacillus”. Las “Bacterioidetes” se encuentran en proporciones cercanas al 20% del total de la MI y las mismas involucran a los “Bacterioides”. Las “Proteobacterias” constituyen alrededor del 10% del microbioma y dentro de ellas se encuentran “Escherichia y Enterobacterias”, principalmente. Finalmente, las “Actinobacterias”, conforman menos del 5% de la microbiota e incluyen a las “Bifidobacterias” (37).
Funciones de la microbiota
La función de la microbiota y las actividades en las que se encuentra implicada resultan imprescindibles para la vida. La MI es necesaria para el desarrollo y maduración del tejido epitelial intestinal así como del sistema inmune. La microbiota influye sobre las capacidades de la mucosa intestinal, fomenta el desarrollo de células linfoideas así como la diferenciación de las mismas y se encuentra involucrada en la elaboración de Inmunoglobulina A y péptidos antimicrobianos (26).
A su vez, la MI promueve las funciones metabólicas y la adiposidad del ser humano, al ampliar las fuentes nutricionales, a través de la producción de vitaminas. También se encuentra involucrada en otras actividades fisiológicas, tales como la morfogénesis de algunos órganos, vascularización intestinal, homeostasis tisular, carcinogénesis, masa ósea y la conducta (26). Asimismo, cumple una importante función protectora frente a microorganismos patógenos, y como se ha comprobado en los últimos años, resulta fundamental para el desarrollo y funcionamiento de los sistemas homeostáticos: inmunitario, nervioso y endocrino. La MI resulta fundamental para el adecuado estado y función del complejo sistema inmunitario de la mucosa intestinal y en consecuencia del sistémico, con todo lo que ello representa para la adecuada defensa y salud del organismo (10,27,30,31,38). Hay que tener presente que el sistema inmunitario se encuentra condicionado en cada individuo por la relación establecida con la microbiota a lo largo de la vida (39). 
La interacción entre la MI y el sistema inmunitario de la mucosa intestinal puede mutar a lo largo del tubo digestivo y se produce por medio de diferentes vías, tanto directas como indirectas. En estas últimas se encuentran implicadas las células epiteliales, las nerviosas y endócrinas de esta localización. La MI genera metabolitos, entre los que se pueden mencionar a los ácidos grasos de cadena corta (AGCC), hormonas y neurotransmisores, todos ellos con capacidad de influir en el sistema inmunitario (6-8). Durante el envejecimiento, se desarrollan algunas transformaciones con respecto al sistema inmunitario, entre las que se destacan alteraciones en cuanto a las proporciones de células leucocitarias y en sus marcadores. Los linfocitos T (CD 3+) disminuyen con el avance de la edad, debido principalmente al deterioro involutivo del timo. Sin embargo, no todas las células T experimentan las mismas trasformaciones. Se observa una disminución en la relación entre CD 4+ y CD 8+, debido al incremento de las proporciones de CD 8+ y reducción de CD 4+, factor considerado uno de mayor riesgo inmunitario, por su asociación con una mayor morbimortalidad. A su vez, durante el envejecimiento se ha hallado un desequilibrio entre linfocitos Th1 y Th2, con mayor segregación de citoquinas, como IL, asociados con los procesos inflamatorios de la senectud (2,6-8,26). 
Cabe destacar que el sistema inmune se encuentra relacionado con otros sistemas de regulación del organismo, tales como el sistema nervioso y endocrinológico. Estos sistemas homeostáticos se encuentran en constante comunicación por medio de receptores de las células de los diferentes sistemas para los mediadores de los otros. Al día de hoy se considera esta interacción de sistemas como un único sistema neuroinmunoendócrino, a cargo de la homeostasis corporal (2,8,39). El sistema inmune recibe información de diferentes estímulos y da respuesta a los mismos por medio de citoquinas, las cuales llegan a los sistemas nerviosos y endócrino. Tal es así, que cualquier estímulo que llegue a los diferentes sistemas involucrados influirá en el resto. En este sistema neuroinmunoendócrino, se destacan las células inmunitarias, ya que tienen la capacidad de desplazarse por todo el organismo (2,40).
En el proceso de envejecimiento, se encuentra deteriorada la comunicación entre estos sistemas. Los receptores de neurotransmisoresy hormonas de las células inmunes se ven modificados. Asimismo, el proceso de oxidación e inflamación de esta etapa perturba el funcionamiento de los sistemas nervioso y endócrino (2, 41). El estado de los sistemas homeostáticos y la eficiencia en su comunicación se encuentra relacionado con múltiples factores durante toda la vida de las personas, los cuales determinarán la forma en que se llegue a la vida adulta y cómo será el proceso de envejecimiento de cada sujeto, lo que determinará las diferencias de la senectud en las personas (2).
Microbiota y alimentación.
La alimentación es uno de los factores más influyentes en el mantenimiento de una MI saludable. Al principio de la vida, la leche materna proporciona un suministro continuo de bacterias potencialmente comensales al intestino del lactante (40,41). De hecho, se ha observado que la microbiota de niños alimentados con leche materna es diferente de los que toman leche de fórmula artificial, siendo más diversa y abundante en el primer grupo. 
La microbiota constituida durante la niñez establece y forma la base de la composición de la microbiota en la edad adulta, momento a partir del cual se inicia el proceso de envejecimiento. En todo momento el patrón alimentario influencia la MI, aunque es este un aspecto con muchas controversias, pues hay investigadores que abogan por una gran estabilidad durante este periodo de la vida (42,43). También hay discrepancias sobre los cambios en la vejez, aunque en esta etapa sí hay aportaciones de la menor diversidad y presencia de especies poco beneficiosas en la MI, y en gran medida asociadas a la inadecuada nutrición de ese momento de la vida (43).
Existen evidencias con respecto a la relación de la MI y la alimentación. Diversos estudios han puesto de manifiesto que la dieta alta en lípidos, proteínas, carbohidratos de rápida absorción y con escaso aporte de fibra afectan de manera negativa la salud de la MI, en donde es posible observar una marcada disminución de bacterias beneficiosas y, por el contrario, un incremento de microorganismos potencialmente patógenos. Es esta transformación de la MI la que se encuentra vinculada con la aparición de diferentes patologías (44). 
Por otro lado, una dieta caracterizada por bajo consumo de hidratos de carbono no digeribles alteraría la secreción de AGCC, especialmente de los más importantes como el acetato, propionato y butirato, produciéndose menos cantidad de los mismos. Esas menores cantidades de AGCC se relacionan con la disminución de acciones inmunitarias, nerviosas y metabólicas, al no permitirse la adecuada protección de la barrera intestinal (45) y por el contrario, una alimentación rica en fibra generaría una optimización de la salud de la MI, mejorando la presencia y biodiversidad de microorganismos beneficiosos, características que han sido vinculadas con funciones protectoras ante procesos inflamatorios y ciertas infecciones (44). De hecho, sujetos con alto IMC que formaron parte de una intervención en donde se les abasteció de una alimentación con cereales integrales durante 8 semanas, mostraron una reducción de TNF-alfa, la cual se encontraba vinculada con un aumento de Bacterioides y Lactobacillus en la MI (45). No obstante, otro estudio realizado con un protocolo similar, no halló diferencias en cuanto a cambios en la MI tras incluir cereales integrales en su alimentación (46). A su vez, otro estudio analizó la diferencia en la MI con dos tipos de alimentación: una rica en granos enteros y otra rica en carnes rojas. Se evidenció una mejoría en la MI en relación a proporciones y biodiversidad bacteriana en el grupo de participantes que consumieron granos enteros (47).
Por otra parte, se sabe que la Dieta Mediterránea, debido a su aporte de grasas insaturadas, fundamentalmente monoinsaturadas (el aceite de oliva), fibras y antioxidantes, provee múltiples beneficios de prevención de diferentes enfermedades y además, se la ha relacionado con la conservación de una MI saludable. Se analizó su inclusión en pacientes con síndrome metabólico y se evidenció una restitución parcial de la conformación de la MI, con incremento de Bifidobacterias, principalmente (48).
Estos resultados permiten afirmar que la dieta basada en alimentos no industrializados, ricos en fibras, antioxidantes y lípidos saludables puede conformar una estrategia eficaz, factible y de gran utilidad para la regulación de la MI en pos de la búsqueda del mantenimiento óptimo de la salud a nivel general (49).
Probióticos y prebióticos, herramienta de modulación intestinal.
Los probióticos son microorganismos vivos que, cuando se suministran en cantidades adecuadas, proveen beneficios para la salud del huésped. Los microorganismos más empleados son Bifidobacterias y Lactobacilos (43,50). Los prebióticos se encuentran conformados por fracciones alimentarias no digeribles como fibras y oligosacáridos, cuyo efecto beneficioso se obtiene a través de la fermentación de los mismos en el tracto digestivo, acción que se encuentra relacionada con una mayor actividad de la microbiota. Se encuentran en alimentos vegetales, como frutas y verduras y al no ser digeridas, pasan a través del sistema digestivo y se convierten en alimento para nuestros microorganismos (43,51).
Al día de hoy, la ingesta de probióticos y prebióticos en cantidades adecuadas es considerado una herramienta de prevención y tratamiento, con efectos positivos en la modulación de la microbiota intestinal (43) y a otros niveles de la funcionalidad del organismo. Así, se ha comprobado que propician una mejor capacidad defensiva del sistema inmunológico y un mejor control de las afecciones inflamatorias. Estos hechos, mejor estudiados en adultos, también parecen darse en mayores, apuntando al papel relevante de los probióticos en la “inmunosenescencia” (43,50-52). 
Los probióticos y prebióticos parecen actuar tanto sobre la barrera epitelial del intestino, disminuyendo la actividad inflamatoria, como favoreciendo una MI más beneficiosa, con mayor capacidad de generar componentes antibacterianos y AGCC, y optimizando el metabolismo intestinal (50, 51-53). Debido a estos mecanismos, se considera la inclusión de los prebióticos y probióticos como una estrategia para optimizar la conformación de la MI en adultos mayores para mejorar su salud metabólica general y, en concreto, favorecer el control de actividades de oxidación celular e inflamación. De este modo, se explica su papel beneficioso en los sistemas homeostáticos, los cuales se deterioran al envejecer como consecuencia de la oxidación-inflamación (37,44), pudiendo resultar muy útiles en el control de la inmunosenescencia y del deterioro del sistema nervioso (37, 44,50-52). Respecto a este último aspecto, los beneficios que se han detectado en una los probióticos sobre la salud mental, ha hecho que se acuñe para ello el término de “psicobióticos”, los cuales tienen un futuro muy prometedor para la prevención y tratamiento de muchas enfermedades mentales, desde la ansiedad, depresión, esquizofrenia, entre otras, incluyéndose también las neurodegenerativas como el Parkinson y el Alzheimer (44,50). 
Microbiota en los diferentes grupos etarios
En la determinación de la microbiota resulta fundamental, además de los factores ya indicado previamente (tipo de parto y lactancia), los tres primeros años de vida, período en el cual se desarrollan transformaciones importantes, en donde interviene de manera fundamental, el medio ambiente. Posteriormente, la MI se mantiene relativamente estable hasta el inicio de la senectud, período en el que la misma vuelve a sufrir variaciones importantes (53,54). En este momento de la vida la MI disminuye drásticamente su diversidad debido en parte a los cambios en la alimentación, la cual suele resultar menos variada, el consumo de medicamentos y el estilo de vida, que muchas veces, resulta más dependiente. También hay que considerar el deterioro de los sistemas homeostáticos, como el inmunitario, y la relación de la inmunosenescenciacon una mayor oxidación e inflamación general del organismo, y en la que hay que valorar el efecto de la pobre diversificación microbiana. Todo ello puede promover el desarrollo de numerosas complicaciones y patologías en el adulto mayor, incluyendo la mayor susceptibilidad a infecciones y diversas enfermedades (54-57).
Microbiota y envejecimiento
La relación entre la MI y el envejecimiento se comenzó a estudiar durante la década de los 90 (58). En aquel entonces ya se sabía que la MI podía verse afectada por diversos elementos, como los cambios fisiológicos normales del proceso de envejecimiento. Pero esta relación se atribuía principalmente a la aparición de algunas enfermedades, el consumo de medicamentos, la alimentación y el estrés. Estos factores afectan, como ya se ha comentado anteriormente, a la absorción de nutrientes, la respuesta inmunitaria a las infecciones, e incluso podría vincularse con el desarrollo de algunos tipos de cáncer (59). A día de hoy, se sabe que la composición de la microbiota es cambiante (60).
La evidencia hallada indica que durante el proceso de envejecimiento se producen cambios en la función y composición de la MI. En general, tiene lugar un aumento de los microorganismos potencialmente patógenos y una disminución de los beneficiosos, especialmente de aquellos productores de butirato y otros AGCC. Así, al envejecer, aumentan los Bacteroidetes y Proteobacterias, fundamentalmente enterobacterias (que incluyen, entre otros, Campylobacter, Escherichia coli, Pseudomonas, Serratia, Yersinia), y disminuyen algunos Firmicutes (como especies de Prevotella, Faecalibacterium y Bifidobacterium, entre otros). Esa desproporción se va haciendo más marcada al avanzar en el envejecimiento (60), y se asocia con una mayor sensibilidad y estado de inflamación, lo que se relaciona con una mayor morbimortalidad (56,61-63). A su vez, con la vejez, aumentan los procesos de proteólisis, disminuyen los procesos sintéticos, como los que generan las vitaminas (como la B12), y las actividades enzimáticas bacterianas que permiten un mejor control de la oxidación, lo que supone mayores daños oxidativos en el ADN, menor respuesta ante situaciones de estrés y del sistema inmunitario (64).
En el estudio ELDERMET se analizó la MI de adultos mayores y adultos jóvenes y se evidenciaron diferencias significativas en cuanto a la variedad de microorganismos y tipos de bacterias; diferencias que se alegan a las afecciones de los adultos de la tercera edad y sus tratamientos con medicamentos, principalmente (65).
Actualmente, se sabe que la MI y su composición se encuentra vinculada con el estado nutricional de los individuos. Una MI con mayor proporción de bacterias Bacterioidetes se asocia con estados nutricionales sanos, mientras que la mayor proporción de bacterias Firmicutes, han sido asociadas con afecciones metabólicas e inflamatorias, como obesidad, diabetes, afecciones intestinales y el desarrollo de algunos tipos de cáncer, entre otras (66-68). En la vejez no sólo hay una menor diversidad microbiana, también un desajuste en la relación de Firmicutes y Bacteroidetes, con menor presencia de los primeros (66,67). Este descenso del potencial sacarolítico de la microbiota, debido a la pérdida de Firmicutes con capacidad para transformar y metabolizar polisacáridos complejos, supone una reducción importante de AGCC que aportan una proporción relevante de energía al hospedador y que intervienen en la modulación de la respuesta inmunitaria y en la inflamación. El aumento de las funciones proteolíticas, puede explicar muchas de las características fisiológicas del individuo mayor, relacionado con una mayor fragilidad (66-69).
2. Objetivos
Objetivo General
Investigar cómo influye la microbiota intestinal en el proceso de envejecimiento.
Objetivos Específicos
1. Identificar factores de estilo de vida que pueden afectar la microbiota intestinal en la tercera edad.
2. Estudiar el papel de la dieta en la microbiota intestinal y como se relaciona con el proceso de envejecimiento.
3. Estudiar cómo influyen los alimentos funcionales, tales como los probióticos y prebióticos en la salud intestinal y sus efectos durante la senectud.
3. Desarrollo del proceso de investigación
Tipo de estudio
El presente trabajo conforma una revisión bibliográfica de los documentos científicos más relevantes, principalmente de los últimos años (2015-2020) dedicados al estudio de la microbiota intestinal y su influencia en el proceso del envejecimiento. Este proyecto se ha centrado en el análisis de ensayos controlados aleatorios, revisiones sistemáticas y meta análisis, por el alto nivel de evidencia científica que presentan este tipo de investigaciones. 
Estrategia de búsqueda
Para llevar a cabo este proyecto, se realizó una amplia exploración en las bases de datos: PubMed, Scielo y Google Scholar. A su vez, se empleó el motor de búsqueda Google Chrome, quien ha sido el conector en cuanto a la selección de los artículos y documentos empleados en este proyecto.
Se aplicaron los siguientes criterios de inclusión:
· Publicaciones a partir del año 2015.
· Ensayos controlados aleatorios, meta análisis y revisiones sistemáticas.
· Documentos de acceso libre.
· Documentos en idioma español e inglés.
· Estudios que trabajaron con la temática de este proyecto.
· Estudios que analizaron la microbiota en relación al envejecimiento.
· Estudios en donde la población estuvo conformada por seres humanos adultos mayores y animales de experimentación.
A su vez, los criterios de exclusión que se tuvieron en cuenta fueron:
· Publicaciones anteriores al año 2015.
· Documentos de acceso restringido.
· Documentos en idiomas distintos al español e inglés.
· Estudios que no trabajaron con la temática de este proyecto.
· Estudios que analizaron la microbiota en relación a otros procesos fisiológicos o patologías.
· Estudios en donde la población estuvo conformada por otros grupos etarios, diferentes a la de adultos mayores.
Se emplearon diferentes palabras clave para la realización de la revisión de literatura y las mismas fueron: “Gut Microbiot”, “Aging”, “Inflammatory Process”, “Cellular Oxidation”, “Elderly”. Estas palabras clave fueron combinadas a través de los conectores booleanos AND y OR.
Selección de fuentes
La primera exploración obtuvo 300 trabajos, a los cuales se adicionaron 55 documentos que fueron selectos manualmente, alcanzando en general 355 artículos. Luego de seleccionar títulos y resúmenes para determinar su elegibilidad, se excluyeron 305 registros y se revisaron 50 artículos en forma completa. Con la aplicación de los criterios de inclusión y exclusión, fueron descartados 34 trabajos, de tal modo, que fueron 16 artículos los seleccionados para su inclusión en esta revisión de literatura, los cuales se presentan a continuación:
13
	Autor y año
	Muestra
	Protocolo
	Principales hallazgos
	Taniguchi et al., 2018. 
Japón (70).
	33 hombres de edad avanzada
	Programa de ejercicios de resistencia durante 5 semanas.
	↑Bifidobacterias y AGCC ↓Enterobacterias. Cambios leves
	Zhu et al., 2020. China (71).
	897 adultos (> 61 años)
	Programa de ejercicios de resistencia y fuerza. Duración de 4 semanas.
	↓ Enterobacterias ↑Bifidobacterias en forma significativa
	
Lu et al., 2015. China (72).
	Animal. Ratas machos de envejecimiento prematuro de 18 a 24 meses
	
Aleatorizadas en Grupo Experimental y Control, con una dieta deficiente en Selenio o suficiente en este mineral (0,15 ppm como selenato) desde el destete.
	↑ Bacterioidetes ↓ Firmicutes, Actinobacterias y Proteobacterias como resultado de la deficiencia de Se en la dieta o el envejecimiento
	
Vanegas et al., 2017. EE.UU (73).
	
81 sujetos >45 años
	
Asignados aleatoriamente a dieta normocalórica. El Grupo Experimental consumió cereales y granos integrales, mientras que el Grupo Control consumió panes y harinas refinadas. Duración: 6 semanas.
	↓ de Enterobacterias proinflamatorias ↑ producción de acetato y butirato, así como AGCC y alquilresorcinol en plasma↑ células T
	Autor y año
	Muestra
	Protocolo
	Principales hallazgos
	
Holscher et al., 2018. EE.UU (74).
	
18 hombres y mujeres sanos > 50 años.
	
Aleatorizados en Grupo Experimental y Control, quienes siguieron una dieta normal con o sin el suplemento de 42 g de nueces/día, con un período de "lavado" de 1 semana entre períodos de dieta. Duración: 6 semanas.
	
↑ Firmicutes y producción de butirato ↓ ácidos biliares secundarios proinflamatorios derivados de microbios y colesterol LDL
	
Bamberger et al., 2018. Alemania (75).
	
194 sujetos>65 años
	Aleatorizados en dos fases: 96 sujetos siguieron una dieta con nueces (43 g/día) y luego cambiaron a una dieta sin frutos secos, mientras que 98 sujetos siguieron las dietas en orden inverso. Duración: 8 semanas.
	
↑ Bifidobacterias y producción de butirato ↓ Enterobacterias
	
An et al., 2019. Europa (76).
	
48 ancianos >65 años
	Aleatorizados en Grupo Experimental, quienes consumieron 15 g/día de pectina de remolacha azucarera y Grupo Control, quienes consumieron maltodextrina. Ambos grupos consumieron el producto 2 veces al día durante cuatro semanas.
	
Leve ↑ Bifidobacterias
	Autor y año
	Muestra
	Protocolo
	Principales hallazgos
	
Ghosh et al., 2020. Europa (77).
	
612 personas de 65-79 años
	
Grupo Control siguió su dieta habitual (n = 289) y el Grupo Experimental se alimentó en base a la dieta mediterránea (n = 323), rica en frutas, verduras, frutos secos, legumbres, aceite de oliva y pescado, y pobre en carnes rojas y grasas saturadas. Duración: 12 meses
	↓ marcadores inflamatorios, incluida la proteína C y ácidos biliares secundarios ↑ Bifidobacterias y producción de AGCC
	
Björklund et al., 2012. Suecia (78).
	
51 sujetos >65 años
	Grupos aleatorizados: Experimental, a quien se le suministró un simbiótico (probiótico Lactobacillus acidophilus y prebiótico lactitol). Se ingirió dos veces al día, con una dosis total de 10 g de lactitol y 2×10 células de bacterias probióticas y Grupo Control. Ambos grupos, consumieron su dieta habitual durante un período de 2 semanas.
	
↑ Lactobacillus y Bifidobacterias en el grupo que recibió el suplemento simbiótico
	
Macfarlane et al., 2013. Alemania (79).
	
43 adultos mayores
	
Grupos aleatorizados: Experimental, a quien se le suministró un simbiótico (probiótico Bifidobacterium longum y prebiótico Synergy 1 a base de inulina) y Grupo Control durante 4 semanas.
	↑ Bifidobacterias, Actinobacterias ↑ producción de acetato, propionato y butirato ↓ de Proteobacterias. ↓ citocinas proinflamatorias TNF ‐ α
	Autor y año
	Muestra
	Protocolo
	Principales hallazgos
	
Valentini et al., 2015. Brasil (80).
	
62 adultos entre 65 y 85 años
	Se evaluó el impacto de una dieta normocalórica, con o sin adición de VSL# 3 (2 cápsulas/d) durante 8 semanas sobre biomarcadores de inflamación, nutrición, estrés oxidativo y MI.
	↓ Homocisteína y mejoró superóxido dimutasa ↑ de Bifidobacterias ↓ de las mismas en el grupo solo dieta
	
Valentini et al., 2020. Europa (81).
	
49 ancianos >70 años
	Aleatorizados en dos grupos: Experimental, quien recibió una sustancia simbiótica (Frutooligossacaride 6g, Lactobacillus paracasei, Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus acidophilus y Bifidobacterium) y Control, durante 24 semanas.
	
↓ estreñimiento y mejor tránsito intestinal ↑ leve de Bifidobacterias
	
Elison et al., 2016. Dinamarca (82).
	
100 adultos sanos >55 años
	
Grupos aleatorizados: Grupo Experimental, consumió oligosacáridos de la leche humana (HMO) 2′- O -fucosillactosa (2′FL) y lacto- N producida químicamente-neotetraosa en dosis de 20 g diarias y Grupo Control durante 2 semanas.
	
↑ Actinobacterias y Bifidobacterias ↓ Firmicutes y Proteobacterias
	Vulevic et al., 2015. Reino Unido (83).
	40 adultos mayores de 70 años
	Grupos aleatorizados en Grupo Experimental, a quien se le otorgó Prebiótico (mezcla de GOS; 5,5 g / d) y Grupo Control durante 28 semanas
	↑ Bifidobacterias y ácido láctico ↓ IL-10, IL-8, células NK y proteína C reactiva
	Autor y año
	Muestra
	Protocolo
	Principales hallazgos
	
Hui-Fang et al., 2017. China (84).
	
47 sujetos >50 años
	
Grupos aleatorizados en Grupo Control y Experimental, quienes consumieran 60 ml de extracto de plantas fermentada (2x30 mL con 180 mL de agua) durante 8 semanas (después del almuerzo o la cena).
	↑ Bifidobacterias y Lactobacillus ↓ Enterobacterias en el grupo que consumió la bebida fermentada ↑ capacidad antioxidante y ↓ productos de peroxidación lipídica
	Alfa et al., 2018. Canadá (85).
	84 adultos mayores de 70 años
	Aleatorización de grupos: Grupo Experimental, quien consumió MSPrebiotic® (a RS) o Control durante 3 meses
	↑ Bifidobacterias, butirato y propionato ↓ Enterobacterias
Tratamiento de la información
Una vez que los artículos estuvieron seleccionados, se llevó a cabo el análisis y lectura de los mismos, de los cuales se extrajo la información más importante para la confección de este trabajo, por medio de la elaboración de tablas con los apartados más relevantes de cada uno, con la inclusión de datos como autor/es, fecha de publicación, tipo de fuente, hallazgos, entre otros, los cuales serán incluidos en el apartado de Resultados. Tras el tratamiento de la información, se llevó a cabo la composición de este proyecto.
Para poder llevar a cabo la redacción de este trabajo de forma adecuada se emplearon distintos programas informáticos, tales como Microsoft Word, para llevar a cabo el procesado de textos y Microsoft Excel, para llevar a cabo la confección de tablas resumen.
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4. Resultados y Discusión
Microbiota intestinal y factores de vida en el envejecimiento
Como se ha descripto en este trabajo, la biodiversidad y estabilidad del ecosistema intestinal del adulto decrece con el avance de la edad, lo que se vincula estrechamente con una mayor morbimortalidad, relacionado principalmente con la disminución de diversas capacidades funcionales. Se ha observado como la MI se encuentra estrechamente relacionada con los sistemas homeostáticos. Ante la red de conexiones entre estos sistemas y el papel fundamental que tiene el sistema psiconeuroinmunoendocrino en el mantenimiento de la salud, nos encontramos ante el escenario de que la MI puede ser determinante en cuanto a su mantenimiento y por tanto, en el desarrollo de múltiples patologías, lo que resulta trascendente en el proceso de envejecimiento. Es posible influenciar el complejo ecosistema intestinal y por ende, los sistemas homeostáticos en el envejecimiento a través de diversos factores (86, 87).
El ejercicio físico y la MI en el envejecimiento
Se ha evidenciado ampliamente que la realización de actividad física de forma regular optimiza la calidad de vida y la salud de manera general. La práctica de esta actividad influye de manera positiva sobre la MI, principalmente a través de la restitución de la relación normal de bacterias Firmicutes y Bacterioidetes, incremento en la producción de AGCC y optimización de la inmunidad de la mucosa intestinal (86-88). En estudios con animales de experimentación se ha comprobado que la actividad física tiene una influencia positiva en la MI durante el envejecimiento, principalmente en relación al incremento de la biodiversidad de bacterias, con la consecuente restitución en la composición de la misma (89-92).
Los estudios realizados en humanos acerca de la relación entre el ejercicio físico y la MI en el envejecimiento son muy escasos, pero en el presente trabajo se hallaron dos estudios recientes que comprueban dicha relación. 
Taniguchi et al. (70) llevaron a cabo un ensayo clínico aleatorizado (ECA), en el cual participaron 33 adultos mayores en el que se valoró los efectos de un programa de ejercicios de resistencia durante 5 semanas. Hallaron un ligero incremento de Bifidobacterias y de AGCC y una disminución de Enterobacterias, lo cual puede asociarse con menores probabilidades de desarrollar diversas afecciones, principalmente cardíacas y metabólicas. A modo de conclusión, los autores manifestaron que si bien,el ejercicio puede influenciar positivamente la MI, estos efectos serían más importantes a largo plazo, por lo que es vital promover la incorporación de ejercicio como hábito de vida para personas de todas las edades. Asimismo, sugieren que la actividad física conformaría un factor de los estilos de vida modiicable de las personas relacionado con la MI, pero en forma secundaria, ya que la genética y patrones alimentarios son los factores protagonistas en esta relación.
Resultados similares fueron los hallados por Zhu et al. (71) quienes trabajaron con 897 adultos mayores de 61 años, quienes fueron asignados en forma aleatoria a un programa de ejercicios de resistencia y fuerza durante 4 semanas. El trabajo evidenció una optimización en la estabilidad de la MI, hallándose un incremento de Bifidobacterias y una reducción de Enterobacterias, logrando una relación similar que los microorganismos de una MI de adultos más jóvenes. Como conclusión, los autores del trabajo manifestaron que es importante el mantenimiento de la actividad física para lograr resultados sostenibles en el tiempo, y que en conjunto con una dieta saludable es posible regular en forma parcial la MI y su conformación.
La dieta y la microbiota intestinal en el envejecimiento
Existe una serie de estudios que han demostrado que la MI puede mantenerse estable e incluso recuperarse tras una disbiosis, principalmente durante el proceso de envejecimiento, a través de la modulación alimentaria. Así, en animales de experimentación, ratas machos de 18 a 24 meses de edad, fueron provistos de una dieta deficiente en Selenio, detectándose un aumento de Bacterioidetes y una disminución de Firmicutes, Actinobacterias y Proteobacterias como consecuencia del déficit de este mineral en la alimentación. Por lo que se concluye que la MI puede alterarse por la carencia de este mineral en la dieta durante el envejecimiento (72). 
La evidencia obtenida en estudios realizados con humanos ha demostrado también que algunos nutrientes ejercen efectos positivos sobre la modulación de la MI. Se detallan a continuación cinco trabajos analizados en el presente proyecto.
Vanegas et al. (73) trabajaron con 81 sujetos adultos mayores de 55 años. Fueron asignados aleatoriamente con una dieta normocalórica durante 6 semanas. El grupo experimental consumió cereales y granos integrales, mientras que el grupo control consumió harinas refinadas. Se evidenció que el grupo de intervención redujo de forma significativa las Enterobacterias pro-inflamatorias, y además, se visualizó un incremento de acetato, butirato y de las células T. Los autores manifestaron que estos beneficios le son atribuidos principalmente a las porciones no digeribles de carbohidratos y a los compuestos fenólicos y flavonoides, quienes poseen efectos antioxidantes.Hallazgos similares se obtuvieron en los trabajos de Vitaglione et al. (46) y Foerster et al. (48) quienes determinaron que sujetos que se alimentaron con granos enteros durante 8 y 10 semanas, respectivamente, mejoraron la composición de la MI, con un evidente aumento de Bacterioides y Lactobacilos. 
Holscher et al. (74) llevaron a cabo un ECA con 18 hombres y mujeres sanos mayores de 50 años, quienes fueron aleatorizados en grupo experimental y control y siguieron una dieta normal con o sin la inclusión de 42 gramos de nueces en forma diaria durante dos períodos de 3 semanas, con un período de “lavado” de 1 semana entre ambos momentos de dieta. El trabajo demostró una modificación de la MI en el grupo experimental, con mayor proporción de bacterias Firmicutes y mayor producción de butirato. También, se evidenció una reducción significativa de ácidos biliares secundarios pro inflamatorios derivados de microorganimos y de lipoproteínas LDL. Los ácidos biliares secundarios conformarían sustancias tóxicas que han sido vinculadas con afecciones del sistema gastrointestinal. Los autores manifestaron que la disminución de estos compuestos y el incremento de Firmicutes, pueden asociarse con una menor inflamación intestinal.
Un trabajo similar, fue llevado a cabo por Bamberger et al. (75) quienes valoraron en 194 sujetos mayores de 65 años los efectos de frutos secos en la MI. Los participantes fueron asignados en forma aleatoria en dos fases de dieta (8 semanas cada una); 96 sujetos siguieron primero una dieta enriquecida con nueces (43 gramos diarios) y luego cambiaron a una dieta sin nueces, mientras que 98 sujetos siguieron las dietas en orden inverso. Se halló incremento de Bifidobacterias y mayor producción de butirato, así como una reducción de Enterobacterias pro-inflamatorias en los períodos de inclusión del fruto seco. Un estudio equivalente determinó los efectos del consumo de almendras y pistachos en la composición de la MI en humanos. El efecto de los pistachos fue mucho mayor que el de las almendras y resultó en un aumento de bacterias productoras de butirato potencialmente beneficiosas en el filo Firmicutes (93). Se estima que estos beneficios son otorgados por los ácidos grasos poliinsaturados que contienen las nueces y demás frutos secos, debido a sus efectos antimicrobianos y a su vez, contienen ácido elágico, estudiado por sus efectos antiinflamatorios. A modo de cierre de ambas investigaciones, los autores sostienen que los frutos secos podrían contribuir a enlentecer las transformaciones de la MI asociadas con la edad, optimizando su composición y diversidad al mejorar las especies productoras de ácido butírico en individuos mayores.
An et al. (76) llevaron a cabo un ECA con 48 ancianos mayores de 65 años, quienes fueron asignados en forma aleatoria en grupo experimental, quienes consumieron 15 gramos al día de pectina de remolacha azucarera; y un grupo control, quienes consumieron maltodextrina. Ambos grupos consumieron el producto 2 veces al día durante cuatro semanas. En el grupo que consumió la pectina de remolacha se evidenció un leve incremento de Bifidobacterias, sin embargo, no se demostraron cambios en cuanto a la producción de AGCC. Los autores manifestaron que estos módicos resultados pueden deberse al buen estado de salud general de los participantes del proyecto, así como al reducido tiempo de duración del mismo. 
Finalmente, el trabajo más reciente fue el realizado por Ghosh et al. (77) quienes llevaron a cabo un ECA aleatorizado con la participación de 612 personas entre 65 y 79 años de edad durante 12 meses. El grupo control siguió su alimentación habitual, mientras que el grupo experimental se alimentó siguiendo una dieta mediterránea, la cual se caracteriza por ser rica en frutas, verduras, frutos secos, legumbres, aceite de oliva y pescado y pobre en carnes rojas y grasas saturadas. El grupo que se alimentó con dieta mediterránea demostró disminución en los marcadores inflamatorios, incluida la proteína C y ácidos biliares secundarios y aumento de Bifidobacterias, con mayor producción de AGCC. Los cambios hallados en la MI regulado por la alimentación se relacionaron principalmente con la mayor proporción de AGCC y menor presencia de ácidos biliares secundarios, cuya elevada concentración se encuentra asociado con mayores probabilidades de desarrollar afecciones tales como cáncer de colon, resistencia a la insulina, hígado graso, entre otros. Por otro lado, cabe destacar que se observó una mejoría de la función cognitiva y una reducción de sustancias inflamatorias potencialmente perjudiciales. Los autores concluyeron que cambios en el patrón alimentario permiten la modulación de la MI y además, posee el efecto potencial de promover un envejecimiento saludable. Hallazgos semejantes encontraron en el trabajo de Haro et al. (49) quienes demostraron que individuos que se alimentaron con dieta mediterránea por dos años, lograron recuperar en forma parcial la población de bacterias de su MI, principalmente en cuanto a Bifidobacterias y Lactobacilos.
 
Los resultados analizados en este apartado, permiten manifestar que el consumo de determinados nutrientes, tales como fibra, antioxidantes y ácidos grasosde cadena insaturada, obtenidos de alimentos de origen vegetal y alimentos sin procesar, los cuales constituyen la base de la dieta mediterránea, podrían formar parte de una estrategia factible y aplicable para la regulación de la MI en las personas mayores y en la promoción de un envejecimiento saludable.
Modulación de la microbiota intestinal a través de probióticos y prebióticos
Durante los últimos años, las investigaciones sobre los efectos de diversos probióticos y prebióticos en relación con la MI han aumentado exponencialmente, sin embargo, son pocos los estudios que han analizado esta relación en el proceso del envejecimiento. En el presente trabajo, se analizaron ocho artículos en donde la muestra de estudio estuvo conformada por adultos mayores, los cuales se detallan a continuación. 
Björklund et al. (78) realizaron un ECA aleatorizado de dos semanas de duración con 51 sujetos mayores de 65 años. En el grupo de intervención se suministró un simbiótico: Lactobacillus acidophilus NCFM (probiótico) y lactitol (prebiótico), dos veces al día, con una dosis total de 10 gramos de lactitol y 2×10 células de bacterias probióticas. El grupo control no lo ingirió. Ningún grupo realizó variaciones en su dieta habitual. El grupo experimental demostró un incremento de bacterias Lactobacillus y Bifidobacterias, así como un posible efecto estabilizador sobre las Enterobacterias potencialmente patógenas.
 
Resultados semejantes obtuvieron Macfarlane et al. (79) en su estudio. Trabajaron con 43 ancianos divididos en dos grupos durante dos semanas. A los integrantes del grupo experimental se le suministró un simbiótico conformado por el probiótico Bifidobacterium longum y el prebiótico Synergy 1 a base de inulina, el cual demostró una optimización en la relación de Bacterioidetes y Firmicutes, la cual se asemejó a la de adultos más jóvenes. A su vez, se halló un ascenso en las bacterias Bifidobacterias y Actinobacterias, así como mayor producción de acetato, propionato y butirato. Además, se redujeron las Proteobacterias y la respuesta pro-inflamatoria, evidenciándose menor concentración de citocinas pro-inflamatorias como el TNF‐ α. El aumento de AGCC puede ser la causa de los hallazgos de este estudio, ya que el acetato y el butirato se asocian con efectos antiinflamatorios e inmunomoduladores y se ha mostrado que el acetato producto de las Bifidobacterias optimiza las defensas epiteliales del huésped y protege a ratones de infecciones por enteropatógenos (94). De esta manera, la implementación de simbióticos a corto plazo puede resultar efectiva en personas mayores en pos del mejoramiento de la composición y las actividades metabólicas de la MI y los parámetros inmunitarios, así como en la reducción de las respuestas pro-inflamatorias naturales asociadas al envejecimiento. 
El estudio más reciente hallado fue llevado a cabo por Valentini et al. (80) en el que participaron 49 ancianos mayores de 70 años, los cuales fueron aleatorizados en dos grupos. Los participantes del grupo de experimentación recibieron una sustancia simbiótica, compuesta por 6 gramos de Fructooligosacaridos, Lactobacillus paracasei, Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus acidophilus y Bifidobacterium durante 24 semanas, y los integrantes del grupo control no recibieron dicho producto. Se observó un aumento de Bifidobacterias en el grupo de intervención, pero no se detectaron modificaciones en los marcadores inflamatorios, aunque resulta fundamental aclarar que los participantes refirieron haber tenido menor estreñimiento y mejor tránsito intestinal. A su vez, resulta primordial explicar que el ECA se llevó a cabo en una muestra de ancianos sanos, lo que podría explicar los resultados poco significativos.
Valentini et al. (81) estudiaron en 62 adultos entre 65 y 85 años aleatorizados el impacto de una dieta completa normocalórica, con o sin adición de 2 cápsulas diarias del probiótico VSL#3 (una combinación de cepas probióticas), durante 8 semanas sobre biomarcadores de inflamación, nutrición, estrés oxidativo y en la MI. Se evidenció una disminución en los niveles de homocisteína y una optimización de la actividad superóxido dimutasa, lo que podría indicar un posible papel de estos probióticos en la reducción del riesgo cardiovascular. A su vez, aumentaron las Bifidobacterias y disminuyeron en el grupo control. El aumento de las Bifidobacterias puede contribuir a proporcionar una fuente endógena complementaria de folato, lo que lleva al aumento de los niveles de folato sérico, lo cual se asocia con una disminución de la homocisteína. Estos beneficios otorgados por el probiótico analizado, podrían disminuir potencialmente el riesgo de diversas afecciones relacionadas con la edad.
En forma similar, Elison et al. (82) aleatorizaron en dos grupos de trabajo a 100 adultos sanos mayores de 55 años, quienes conformaron un grupo experimental, los cuales consumieron oligosacáridos de la leche humana (HMO): 2′- O -fucosillactosa y/o lacto- N producida químicamente-neotetraosa en dosis de 20 gramos al día y un grupo control, durante 2 semanas. Se determinó un aumento de Actinobacterias y Bifidobacterias, así como reducción de Firmicutes y Proteobacterias. Las Bifidobacterias son bacterias beneficiosas y se las ha hallado en concentraciones bajas en individuos con patologías metabólicas, así como pacientes con enfermedades intestinales inflamatorias. Por ello, debido a los hallazgos aquí citados, se cree valioso complementar la dieta con HMO como una estrategia moduladora de la MI humana y, de esa manera, promover el crecimiento de Bifidobacterias en personas con niveles bajos de estos microorganismos. A su vez, las intervenciones con HMO han resultado seguras y bien toleradas, por lo que su incorporación puede ser una herramienta muy útil y efectiva para restaurar la homeostasis en adultos que tienen una microbiota desequilibrada. 
Resultados similares, fueron los hallados en el trabajo de Vulevic et al. (83) quienes trabajaron con 40 adultos mayores de 70 años, aleatorizados en dos grupos: control y experimental, a quien se le otorgó Prebiótico (mezcla de GOS en 5,5 gramos diarios) durante 28 semanas. Se halló incremento de Bifidobacterias y ácido láctico. Hui-Fang et al. (84) estudiaron en 47 adultos mayores de 50 años aleatorizados, los efectos del consumo de 60 ml de extracto de plantas fermentadas durante 8 semanas (después del almuerzo o la cena). Cada porción de bebida contenía 58.8% de alimentos vegetales (vegetales, frutas, algas  y productos a base de hierbas) y 41.2% estaba compuesto por oligosacáridos (inulina, fructooligosacáridos), levadura, extracto de ciruela, azúcar moreno, azúcar sin refinar, maltosa , glucosa, fructosa y sacarosa. Se halló un acrecentamiento de Bifidobacterias y Lactobacillus y una disminución de Enterobacterias en el grupo que consumió la bebida fermentada. A su vez, se observó optimización en la capacidad antioxidante y menor actividad de peroxidación lipídica. Se estima que sus beneficios son otorgados por la riqueza de polifenoles y sus efectos antioxidantes. El extracto de plantas fermentadas podría regular positivamente la MI y mantener el equilibrio del ecosistema y así proveer diversos beneficios para la salud y prevenir afecciones vinculadas a la senectud.
Finalmente, Alfa et al. (85) trabajaron con 84 adultos mayores de 70 años, aleatorizados en grupo experimental, a quien se le proveyó de MSPrebiotic® y grupo control. La intervención tuvo una duración de 3 meses y se determinó un incremento de Bifidobacterias, producción de butirato y propionato, así como una reducción de Enterobacterias. La disbiosis observada al inicio del estudio disminuyó en forma considerable. El prebiótico moduló la MI, equilibrando la relación Bacterioidetes/Firmicutes. Estos hallazgos respaldan este prebiótico como una opción dentro de la terapia alimentario-nutricional que podría beneficiar la salud intestinal de los adultos mayores y de mediana edad.
A modo de cierre, es indispensable manifestar quelos artículos incluidos en el presente trabajo presentaron características muy diversas, asociados con metodologías y diseños de experimentación heterogéneos, especialmente en cuanto a tamaño de la muestra, duración de los ensayos, métodos empleados, parámetros analizados, entre otros, por lo que resulta complejo el contraste entre los mismos. De cara al futuro, sería interesante, que se realicen más estudios e investigaciones acerca de la influencia de la MI en el envejecimiento, teniendo en cuenta características similares entre los trabajos, tales como edad de los participantes y estado de salud de los mismos, duración de las intervenciones, diseño y metodología experimental, para su posterior comparación y extracción de conclusiones aplicables en forma general.
5. Conclusiones
Los cambios y disfuncionalidades de la MI durante el envejecimiento se encuentran relacionados con el proceso de disbiosis debido fundamentalmente a alteraciones del estado de salud, en el cual influyen directamente ciertos factores del estilo de vida modificables, tales como el patrón alimentario y la actividad física, principalmente.
La dieta se encuentra íntimamente relacionada con la MI. Existen patrones alimentarios que benefician a la microbiota, como la ingesta de fibra, antioxidantes y ácidos grasos insaturados, ampliamente distribuidos en la dieta mediterránea. La fibra regulariza el equilibrio bacteriano de la MI y los antioxidantes optimizan los sistemas reguladores y contrarrestan los procesos oxidativos celulares. Existen otros patrones alimentarios que la alteran y pueden promover la disbiosis, como el consumo de alimentos procesados, cereales y azúcares refinados, grasas saturadas y de origen animal.
La realización de actividad física en formas regular ha sido asociado con la optimización de la salud de la MI, principalmente en cuanto a mayor biodiversidad, con predominancia de bacterias beneficiosas sobre aquellas potencialmente patógenas y se ha relacionado además, este factor con la prevención de algunas enfermedades tales como cáncer, obesidad, entre otras.
El consumo de probióticos y prebióticos podrían regular positivamente la MI al mejorar los sistemas homeostáticos y mantener el equilibrio del ecosistema y así proveer diversos beneficios para la salud y prevenir afecciones vinculadas a la senectud.
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