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Materia: Filosofía y Métodos de las Ciencias Sociales. Cátedra: Lulo. Profesora de práctico: Libson Micaela. Integrantes: Altamirano Natalí, Icare Facundo y Jarrosson Clothilde. Emails: altamiranonatali99@gmail.com, facuicare@gmail.com, clojarreza8@gmail.com * DISCURSO Y CIENCIAS SOCIALES En la presente monografía se analizarán las distintas perspectivas teórico-metodológicas referidas al discurso en las ciencias sociales. Se detallará un breve contexto que dará marco a los escritos de Paul Ricoeur, Michel Foucault y Jürgen Habermas. Se los hará dialogar para comparar sus posturas sobre este tópico y la importancia de su análisis. A principios de la década de los sesenta, entra en crisis el consenso ortodoxo en las ciencias sociales, en el cual predominaba un punto de vista naturalista y positivista, silenciando así otras tradiciones del pensamiento político y social. A partir de este suceso, se recuperan y emergen propuestas por la búsqueda de un nuevo consenso (Lulo, 2002). Se produce un viraje, en el cual el lenguaje cobra un rol central para analizar la realidad social, lo que se conoce como “giro lingüístico”. La importancia del lenguaje puede entenderse porque, mediante su simbolismo, permite la comunicación entre los actores sociales y la producción y reproducción de discursos. “Lo que en definitiva interesa es lo que dice esa „realidad social‟ ya sea como texto, como práctica o, simplemente, como palabra hablada” (Lulo, 2002: 178). Este giro permite salir del monismo metodológico impuesto por el consenso ortodoxo y plantear un nuevo procedimiento para las ciencias sociales, que se conocerá como “hermenéutica”. En su origen, esta surge como interpretación de las manifestaciones textuales (Lulo, 2002). Ricoeur, al considerar la acción como un texto, posibilita el uso de la hermenéutica como método propio de las ciencias sociales, y para ello se basa en la lingüística y la teoría del acto de habla. En cuanto a la lingüística, el autor la utiliza para definir al discurso como un acontecimiento que presenta cuatro rasgos. El discurso se realiza temporalmente y en el momento presente; es emitido por alguien, es decir, tiene un sujeto; es acerca de algo, se refiere a un mundo y tiene un referente; y por último, está dirigido, contiene un destinario. Estos rasgos se presentan de forma disímil en el discurso hablado y en el escrito. Por otro lado, la teoría del acto de habla, que conceptualizan Austin y Searle, consta de tres niveles: el “locucional” o “proposicional”, que refiere al acto de decir, que transmite un significado; la fuerza “ilocucional”, es lo que se hace al decir (afirmar, negar, mandar, etc.) y se exterioriza por los paradigmas gramaticales, el tono, la mímica y los gestos. Y por último, el tercer nivel denominado “perlocucional” que refiere a lo menos discursivo del discurso, ya que alude al carácter performativo del discurso, es decir, a la serie de efectos que produce (Ricoeur, 2001). Para entender el aporte de Ricoeur, es menester tomar en cuenta el debate entre los partidarios de “comprender” (verstehen), versus los de “explicar” (erklären), como objetivo de las ciencias sociales. El autor logra superarlo con su propuesta de método, llamado “dialéctica de la explicación y comprensión”. Que va de la comprensión a la explicación y viceversa, constituyendo así un círculo hermenéutico. Toma los aportes de la fenomenología para afirmar que los actores comprenden el mundo en el que viven, atribuyéndole sentido. Dicha comprensión se realiza de forma práctica, permite que se relacionen entre sí y con el mundo. La explicación la auxilia, para dotarla de cierto grado de objetividad, de carácter científico. Para esto se sirve de recursos explicativos: tipos ideales, encuestas, etc. Nuevamente se retoma la comprensión, conformando un círculo virtuoso que permite llegar a una interpretación crítica del sentido subjetivo de la acción. La interpretación es una exteriorización, una articulación lingüística de la comprensión, auxiliada por la explicación. Para el autor la interpretación no es única ni infinita. Y tampoco está una al mismo nivel de otra, sino que dependen de su argumentación. (Ricoeur, 2001). En cambio, Michel Foucault (1987) propone como forma de analizar los discursos la “arqueología” y la “genealogía”, que aunque no constituyan un método científico, permiten entender la manera en la que el autor estudia la aparición de los discursos, su cambio y efectos. La arqueología refiere a cómo los distintos discursos constituyen objetos; por ejemplo, qué es la muerte desde la religión, la medicina, etc. Y a su vez, la genealogía es retomada de Nietzsche, concibiéndola como el análisis de los efectos de los discursos en espacio-tiempo. Desde la perspectiva de este trabajo, se entenderá por “discurso” no solo al aspecto verbal, sino a este y sus efectos, ya que algo puede no ser verbal y ser discursivo porque posee una significación. Por ejemplo, no hay cárcel sin discurso que la sustente y la cárcel también es tomada como discurso, porque su espacio, sus normas, sus formas de ejercer el poder, etc. están provistas de sentido. Para realizar esta definición, se retoma el análisis que Foucault elabora sobre el tema. Tanto este autor como Ricoeur, ven al discurso como acontecimiento. Foucault se refiere a este como algo que sucede y se define por los efectos que produce. El discurso no es el acto ni la propiedad de un cuerpo, pero excede el plano simbólico y se produce en el nivel de la materialidad. Tiene su sitio, y consiste en la relación, la coexistencia, la dispersión, la intersección, la acumulación y la selección de elementos materiales. También es un accidente, no hay que reconstruirlo por la supuesta identidad de quienes lo llevan a cabo, porque es quitarle su poder transformador, esto es, neutralizarlo. Tampoco hay que asociarlo a una teleología o finalidad, porque es pluricausal e irrepetible. El discurso puede presentar regularidad en ciertos límites, pero no puede ser sometido a vínculos de causalidad mecánica o de necesidad ideal. Es azaroso, contingente, puede suceder como no suceder. En este mismo sentido, el autor sostiene que el discurso tiene una existencia transitoria, destinada a desaparecer, y una duración que no le pertenece a los sujetos. Esto puede relacionarse con la idea de Giddens (1995) de la disociación producida entre las acciones y los actores que las producen, por sus consecuencias no buscadas y condiciones no conocidas. Retomando Foucault, el discurso solo en apariencia es poca cosa, realmente es un instrumento de poder. El mismo es inherente a las relaciones sociales, es productivo (se basa tanto en incitar deseos como en la represión), microfísico (hay que estudiarlo por prácticas situadas en espacio-tiempo) y relacional (no se posee). Es recíproco porque se ejerce en ambas direcciones y se articula en dos elementos: el otro es reconocido como individuo y su ejercicio requiere que este sea libre, que tenga más de un curso de acción posible. Si no se puede actuar de otra forma no hay poder, sino dominación. Por esto, se comprende que en toda sociedad la producción del discurso está controlada, delimitada y redistribuida por un conjunto de procedimientos. En primera instancia se encuentran los externos, que se ejercen en cierta manera desde el exterior, apoyándose en una base institucional. En segundo lugar están los internos, donde los discursos mismos ejercen su propio control. Y por último, los de restricción, determinan las condiciones de utilización del discurso. En otras palabras, no permiten su acceso a la totalidad de sujetos, sino que deben satisfacer ciertas exigencias o cualidades. A su vez, no todas las partes del discurso son igualmente accesibles e inteligibles (Foucault, 1987). Jürgen Habermas, autor contemporáneo a Foucault,situado en la segunda generación de la Escuela de Frankfurt, también se refiere a este tópico. Dicha escuela, está conformada por un grupo de investigadores nucleados bajo el Instituto de Investigación Social, creado en 1923 en el contexto de entre guerras en Alemania. Es consciente de su contexto de surgimiento y de las consecuencias políticas y sociales de genera. Para esta escuela, las ciencias sociales son necesariamente críticas. Y para analizar esto, elaboran la teoría crítica, discrepando con el positivismo y tomando la propuesta epistemológica y metodológica del marxismo: el materialismo histórico. Este es una crítica al idealismo, que comprende los procesos sociales a partir de los fenómenos que suceden en el campo de la producción material. No solo es importante interpretar la realidad, sino transformarla, ya que una ciencia que se desentiende de sus propias producciones no aporta a la emancipación social. La base de toda crítica, es una propuesta no solo distinta del statu quo, sino mejor. En la teoría crítica dicho horizonte es un mundo donde no existe la contradicción capital-trabajo. Siguiendo este enfoque, Habermas (1989) crea la teoría de la acción comunicativa. Critica la racionalidad instrumental, que está orientada por la búsqueda del mejor medio para conseguir un determinado fin. Amplia la noción de racionalidad sosteniendo que una acción es racional si se adecua al mundo en el que interviene. La acción teleológica se debe adaptar al mundo objetivo; la normativa al social; la dramatúrgica al subjetivo; y la comunicativa al mundo de la vida. En la comunicativa “la interacción solo puede tener lugar si los implicados llegan entre sí a un acuerdo que depende de tomas de postura de afirmación o negación, frente a pretensiones de validez que potencialmente se apoyan en razones” (Habermas, 1989:152). En los tres primeros mundos el investigador no debate con el sujeto, sino que lo considera su “objeto de estudio”, tomando una actitud objetivante/teorética. Aplica la neutralidad valorativa, no participa, se desentiende de su contexto y las consecuencias de sus prácticas. En cambio, en el mundo de la vida, el intérprete se sitúa simétricamente con el sujeto y abandona dicha neutralidad, para alcanzar la comprensión, ya que es consciente que también participa de este mundo. Al tomar esta postura, logra ser objetivo porque puede juzgar argumentativamente las pretensiones de validez inherentes a los distintos contextos. En la teoría de la acción comunicativa Habermas alega que el diálogo parte del rechazo y la confrontación de diversas pretensiones de validez. Por un lado, se genera una situación ideal, en la que los actores (interpretes e interpretados) aducen argumentos para llegar a un consenso racional, que tiene carácter emancipatorio. Pero en contraste, el autor ve a las relaciones de poder como distorsiones del dialogo impidiendo la racionalidad y por ende el carácter emancipatorio de la comunicación. Concluyendo, a través de este recorrido es posible tomar en cuenta al discurso como eje central en las ciencias sociales, ya que posibilita la emergencia un método propio y la autonomía de las ciencias naturales. Habermas, en especial, concibe al discurso con un componente de clara emancipación social por medio de la racionalización de acuerdos, a los cuales se llega a través de la argumentación, del debate posibilitado por el lenguaje. Y por el contrario, en Foucault, el discurso es un instrumento del poder y no contribuye a dicha emancipación. De todos modos, es posible rescatar en él las formas de resistencia al poder y la crítica como actitud o “arte de no ser gobernado de esa forma y a ese precio” (Foucault, 1995:7). La resistencia no elimina el poder, sino que cambia la forma en la que se ejerce en las relaciones sociales. Tanto en Habermas como en Foucault, estas conceptualizaciones permiten repensar el efecto performativo del discurso, como medio para transformas la realidad social. Bibliografía. M. Foucault, “El sujeto y el poder”, en H. Dreyfus y P. Rabinow, MICHEL FOUCAULT: MÁS ALLÁ DEL ESTRUCTURALISMO Y LA HERMENEUTICA, Nueva Visión, Buenos Aires, 2001. M. Foucault, EL ORDEN DEL DISCURSO, Tusquets, Buenos Aires, 1987. M. Foucault, “¿Qué es la crítica?”, en DAIMON, Revista Internacional de Filosofía, Universidad de Murcia, Nº 11, 1995. A. Giddens, LA CONSTITUCION DE LA SOCIEDAD. BASES PARA LA TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN, Amorrortu, Buenos Aires, 1995. Introducción y Capítulo 1. J. Habermas, TEORÍA DE LA ACCIÓN COMUNICATIVA, Buenos Aires, Taurus, 1989. Tomo 1, Introducción, apartado 4: La problemática de la “comprensión” en las ciencias sociales. J. Lulo, “La vía hermenéutica: las ciencias sociales entre la epistemología y la ontología”, en F. L. Schuster (comp.) FILOSOFÍA Y MÉTODOS DE LAS CIENCIAS SOCIALES, Manantial, Buenos Aires, 2002. P. Ricoeur, “El modelo del texto: la acción significativa considerada como un texto”, en DEL TEXTO A LA ACCION. ENSAYOS DE HERMENEUTICA II, Fondo de Cultura Económica, México, 2001. *Basada en la portada de Cómo hacer cosas con palabras de John Austin (Ed. Paidós).
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