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El-Politico-y-El-Cientifico-páginas-18

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LA CIENCIA COMO PROFESIÓN 5 5
nexión con la doble cara de la profesión académica que 
vamos a mencionar en seguida. La mayor parte de las 
veces se toma la decisión a favor de la segunda opción. 
Pero esto significa un incremento del peligro de que el 
profesor ordinario correspondiente prefiera a sus propios 
discípulos, aun siendo él subjetivamente lo más concien­
zudo posible. Yo personalmente, por decirlo todo, he se­
guido el principio de que quien se haya doctorado conmi­
go tiene que habilitarse con otro profesor y en otra uni­
versidad, pero el resultado ha sido que uno de mis alum­
nos más capaces ha sido rechazado en otra universidad 
porque nadie le creía que el motivo de querer habilitarse 
allí había sido el mencionado.
Otra diferencia respecto a América es que, entre noso­
tros, el Privatdozent, en general, tiene que ver con sus 
clases menos de lo que él desearía. Es cierto que él, según 
la ley, puede dar cualquier clase sobre su especialidad, 
pero esto sería visto como una desconsideración inaudita 
respecto a los docentes más' antiguos, y, por lo general, las 
«grandes» clases las imparte el representante de la espe­
cialidad y el docente se conforma con clases adicionales. 
La ventaja de esto es que tiene libertad en sus años jóvenes 
para el trabajo científico, aunque sea algo involuntaria­
mente.
En América esto último está organizado según otros 
principios totalmente diferentes. El docente está sobrecar­
gado precisamente en sus años jóvenes porque está remu­
nerado. En un Departamento de Germanística, por ejem­
plo, el profesor ordinario dará como un curso de tres 
horas sobre Goethe y con eso le basta, mientras que el 
assistant más joven estará contento si, con doce horas a la 
semana, tiene que ocuparse, además de darles un tinte de 
lengua alemana, de poetas de la categoría de Uhland. Pues 
el plan de estudios lo fijan las autoridades académicas de 
la especialidad y el assistant está tan dependiente de él 
como el Assistent entre nosotros.
Ahora podemos ver con claridad que la evolución mas 
reciente de nuestras universidades en amplios campos de
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la ciencia se mueve en la dirección de las universidades 
americanas. Los grandes institutos de Medicina y de Cien­
cias Naturales son empresas de «capitalismo de Estado». 
No pueden administrarse sin medios de la máxima enver­
gadura. Y se presenta en ellos la misma situación que en 
todas las partes en donde se introduce la empresa capita­
lista: la «separación del trabajador de los medios de pro­
ducción». El obrero, es decir, el Assistent, depende de los 
medios de trabajo que el Estado pone a su disposición. 
Por consiguiente, depende tanto del director del instituto 
como un empleado en una fábrica —pues el director se 
cree de total buena fe que el instituto es su instituto, y 
dispone a su capricho— y, con frecuencia, tiene una pre­
caria situación, similar a la que tiene toda existencia «pro- 
letaroide» y a la que tiene el assistant de la universidad 
americana.
Nuestra vida universitaria alemana se americaniza en 
puntos muy importantes, como nuestra vida en general, y 
estoy convencido de que esta evolución irá abarcando 
también a aquellas especialidades donde, como ocurre en 
la mía en gran medida, el artesano mismo es propietario 
de sus medios de trabajo (básicamente, la biblioteca) de la 
misma manera que en el pasado el viejo artesano era el 
propietario dentro de su oficio. Esta evolución se encuen­
tra en plena marcha.
Las ventajas técnicas de esta evolución son indudables, 
como en todas las empresas capitalistas y burocratizadas 
al mismo tiempo. Pero el «espíritu» que reina en ellas es 
distinto a la antigua atmósfera de las universidades alema­
nas. Existe un abismo extraordinariamente profundo, en 
sus aspectos internos y externos, entre el jefe de semejante 
gran empresa universitaria capitalista y el habitual profe­
sor ordinario de viejo cuño. También existe ese abismo en 
la actitud interior. No quisiera extenderme más sobre 
esto. La vieja organización de la universidad se ha hecho 
ficticia, en lo externo y en lo interno. Lo que ha permane­
cido y se ha intensificado enormemente es un elemento de 
la carrera universitaria, el de que es sencillamente un azar

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