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Notas Yarias lntemacíona!ismo 1J política nacional. Escrito (bajo la forma de preguntas y respuestas) por Giuseppe Bessarione 1 en setiem bre de 1927 sobre algunos puntos esenciales de ciencia y arte polltico. El punto que me parece necesario desarrollar es el si guiente: cómo según la filosofía de la praxis (en su manifestación política), tanto en la formulación de su fundador como en es pecial en las precisiones aportadas por su teórico más reciente, la situación internacional debe ser considerada en su aspecto nacional. En realidad, la relación "nacional" es el resultado de una combinación "original" única (en cierto sentido) que debe ser comprendida y concebida en esta originalidad y unicidad si se desea dominarla y dirigirla. Es cierto que el desarrollo se cum ple en la dirección del internacionalismo, pero el punto de partida es "nacional" y de aquí es necesario partir. Pero la perspectiva es internacional y no puede menos que ser así. Es preciso por ello estudiar con exactitud la combinación de fuerzas nacionales que la clase internacional deberá dírigir y desarrollar según las pers pectivas y directivas internacionales. La clase dirigente merece ese nombre sólo en cuanto interpreta exactamente esta combina ción, de la que ella misma es un componente, lo que le permite, en cuanto tal, dar al movimiento una cierta orientación hacia determinadas perspectivas. Y es aquí donde residen, se!!;Ún mi opinión. las divergencias fundamentales cntre León Davidovieh • 1 Giu;;eppe Bcssarione; losif Vis<lrionOvich, es decir, Stalin. (:\'. del E,) 2 León Davidovich, es decir Trntzki. (!'-,:.del E.) 139 y Bessarione como intérprete del movimiento mayoritario.' Las acusaciones de naciona1isrno son erróneas si se refieren al núcleo del problema. Si se estudia el esfuerzo realizado desde 1902 hasta 1917 por los mayoritarios,' se ve que su originalidad consiste en depurar el internacionalismo de todo elemento vago y puramente ideológico (en sentido peyorativo) para darle un contenido de política realista. El concepto de hegemonía es aquél donde se anudan las exigencias de carácter nacional y se comprende por qué determinadas tendencias no hablan de dicho concepto o apenas lo rozan. Una clase de carácter internacional, en la me dida en que guía a capas sociales estrictamente nacionales (in telectuales) y con frecuencia más que nacionales, particularistas y municipalistas (los campesinos), debe en cierto sentido "nacio nalizarse"; pero este sentido no es muy estrecho ya que antes de que se formen las condiciones para una economía según un plan mundial, es necesario atravesar múltiples fases donde las combi naciones regionales (de grupos de naciones) pueden ser variadas. Por otra parte, es preciso recordar que el desarrollo histórico sigue las leyes de la necesidad hasta tanto la iniciativa no haya pasado netamente del lado de las fuerzas que tienden a la cons trucción, siguiendo un plan de división del trabajo basado en la paz y la solidaridad. Que los conceptos no-nacionales (es decir no referibles a ningún país en particular) son erróneos, se de muestra reduciéndolos al absurdo. Ellos condujeron a la pasividad y a la inercia en dos fases muy diferentes: l) en la primera fase, cuando nadie creía que se debiera comenzar, o sea se consideraba que comenzando se acabaría por encontrarse aislado; y en la espera de que todos se moviesen en conjunto, nadie lo hacía ni organizaba el movimiento; 2) la segunda fase es quizás peor, ya que se espera una forma de "napoleonismo" anacrónico y antina tural (puesto que no todas las fases históricas se repiten en la misma forma). Las debilidades teóricas de esta forma moderna del viejo mecanicismo están enmascaradas por la teoría general de la revolución permanente que no es más que una previsión genérica presentada como dogma y que se destruye a sí misma al no manifestarse en los hechos. • El bolchevismo. (N. del E.) • Los bolcheviques. (N. del E.) 140 lnterpretaciones de El Príncipe. Si como he escrito en otras notas, la interpretación de El Príncipe debe (o puede) ser hecha considerando como centro del libro la ·invocación final, es preciso revisar cuanto existe de "real" en su interpretación "satírica y re volucionaria" (tal como se expresa Enrico Carrara en la nota al fragmento correspondiente de los Sepolcri en su obra escolástica.' En lo que respecta a Foscolo no me parece que se pueda hablar de una interpretación particular de El Príncipe, es decir, de la atri bución a Maquiavelo de ocultas intenciones democráticas y revo lucionarias. Más justa me parece la mención de Croce (en el libro sobre la Storia del Barocco) que responde a la carta de los Se polcri, diciendo: "Maquiavelo, por el hecho mismo de 'templar' el cetro ... , de tornar más coherente y consciente el poder de los príncipes, deshoja los laureles, destruye los mitos, muestra qué es en realidad este poder, etc."; vale decir la ciencia política en cuanto ciencia es útil tanto a los gobernantes como a los gober nados para comprenderse recíprocamente. En los Ragguagli di Parnaso de Boccalini, la cuestión de El Príncipe es planteada, en cambio, de una manera completamente diferente que en los Sepolcri. Pero es necesario preguntarse: ¿a quién desea satirizar? ¿A Maquiavelo o a sus adversarios? La cuestión es planteada así por Boccalini: "Los enemigos de Ma quiavelo consideran a éste como un hombre digno de castigo porque ha expuesto cómo gobiernan los príncipes y al hacerlo ha instruido al pueblo, ha messo alle pecare denti di cane, des truyó los mitos del poder, el prestigio de la autoridad, tornó más difícil el gobernar ya que los gobernados no pueden saber tanto como los gobernantes, las ilusiones se han vuelto imposibles, etc.". Es preciso analizar todo el planteamiento político de Boccalini que, en este «balance'', parece satirizar a los antimaquiavelistas, quienes no son tales por no hacer lo que Maquiavelo ha escrito, es decir, porque Maquiavelo no haya tenido razón, sino porque lo que Maquiavelo escribe "se hace y no se dice", y esto es fac tible precisamente porque no es explicado y sistematizado en forma crítica. Maquiavelo es odiado por haber "descubierto los pequeños altares" del arte de gobernar, etcétera. La cuestión se plantea también hoy y la experiencia de la vida de los partidos modernos es instmctiva. ¡Cuántas veces se !.'> "Storia ed esempi della letteratura italiana", VII, L'Ottocento, Signorelli, Milán, 57. 141
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